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Channel: Infidelidad – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Con el permiso de su marido (por BRUNO Y MÍA)

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Un amigo me pasó el contacto de una compañera que andaba con ganas de tener alguna infidelidad o al menos tontear con el whats app ya que estaba muy aburrida en su casa. Así conocí a Lola.

Una mujer hermosa, alta como yo, voluptuosa pero con todo muy bien puesto, morocha, como me gusta a mí, y las charlas por whats app fueron calentándose cada vez más con el paso del tiempo.

Amaba a su marido y a su familia. Estaba 100% segura de lo que quería de su vida, estar junto a él por el resto de su vida. Pero un calor le invadía el cuerpo, quería tener una aventura, ni siquiera llamarla doble vida, porque tampoco iban a ser paralelas, iba a ser un encuentro ocasional, de eso Lola estaba muy segura.

Yo tenía muy claro el propósito de ella y también estaba de acuerdo, quería tener un “toco y me voy”. Pero para hacerlo más morboso y para no romper ninguna armonía, se me ocurrió lo más loco de todo. El sinceramiento.

Y así fue, le dije a Lola que se lo plantee a su marido, que se arriesgue y le cuente su plan, decirle que lo ama profundamente, pero que por las noches se imagina estar bien cogida en mi cama y sentirse toda una puta, deseo de casi todas las mujeres.

Lola en nuestras charlas de whats app cada vez estaba más caliente con la situación, ya que habló con su marido y no sólo aceptó la situación, sino que le sacó fotos desnuda en su cama para mandármelas, así podía conocerla. Que mujer, que cuerpo!

Y llegó el día. Después de muchos nervios quedamos en encontrarnos en una estación de servicio a mitad de camino de nuestras casas. Lola tomó un remis y yo la pasé a buscar en mi auto.

Cuando la ví acercarse caminando hacia mí (no me bajé para recibirla) me encontré con una mujer decidida a todo. Tacos altos, un pantalón ajustadísimo y una remera o blusa corta. Una hembra en celo. Me imaginé la situación tan caliente que habrá vivido en su casa, con el marido mirando cómo Lola se estaba preparando para ir a mi encuentro.

Ya en el viaje hacia mi casa mis manos no daban a basto para hacerla sentir que iba a pasar una noche de las mas calientes de su vida.

Al llegar a mi casa sintió la mirada de un par de clientes que estaban justo comprando en un kiosco que tengo debajo, la imaginación ya no existía, se sabía qué iba a pasar, el andar tan putón de Lola clarificaba todo. Caminaba como toda una hembra yendo a un lugar absolutamente desconocido para ella, al encuentro con un hombre que apenas había conocido media hora antes.

Subimos a mi apartamento y apenas cerré la puerta me abalancé sobre ella para ponerla contra la pared y a decirle que de ahora en más las cosas las manejo yo, que ella es sólo una puta y que encima salió con el permiso de su marido, así que en ese instante, su hombre iba a ser yo.

Alcancé a tocarla y ya estaba empapada, sus besos eran desesperados, Lola quería sentirse usada, cogida, humillada, tenía todas esas sensaciones juntas. Se habrá cansado de ver putas en televisión, en películas, en la calle alguna vez, y su cara evidenciaba que por primera vez iba a cumplir ese sueño.

Le indiqué que se saque la ropa delante mío. Mi atenta mirada la calentaba a más no poder. Se fue sacando la ropa de a poco hasta terminar con su lencería de encaje. Se lo había mostrado al marido en su momento y le había preguntado si estaba linda para mí. Lola era puro juego. No paré hasta que me pidiera que la cogiera, y así lo hizo. Verla chuparme la pija como una verdadera puta no solo me calentó a mí, sino a Lola mucho más. Después sólo alcanzpo con decirle que se prepare para recibir mi pija y a sentirse la mujer más deseada del Universo.

Cogimos toda la noche, en todas las posiciones, le decía que era una puta y me pedía que la siga cogiendo, que por favor no pare. Que buena catarsis es el sexo!

.- Sabés bien que tu marido está imaginando esto? Cómo te estas cogiendo un tipo que te persiguió hasta poseerte, pedazo de puta? Lola acababa de sólo escuchar lo que le decía.

.- Mirá bien lo que estás haciendo conmigo, porque le vas a contar detalle por detalle de todo lo que pasó, ok? Lola a los gritos pedía más y me decía que le iba a contar todo esto a su maridito.

Cuando terminamos, nos quedamos charlando y riendo los dos desnudos en la cama, Lola de a poco iba reaccionando dónde estaba, con quién estaba, qué hizo, y que estaba pasando en su casa. Su maridito estaba esperándola viendo alguna serie de Netflix, quizas?

La charla y el viaje de vuelta fue de lo más distendida y divertida, nos hemos matado de risa charlando de distintas cosas. Pero en un momento le dije a Lola que la quería llevar hasta su casa, no quería dejarla de nuevo en esa estación de servicio a mitad de camino. Estaba tan fuerta y tan puta, que no quería dejarla sola.

Lola accedió y para agregarle más morbo a la situación, y como frutilla del postre, la dejé en la puerta de su casa. Era tarde y todos los vecinos estaban durmiendo, pero igual, que Lola salga de un auto desconocido a esa hora y vestida para el infarto y dirigirse sola a su casa, fue algo tan morboso que por un momento tenía ganas de seguir cogiéndomela.

Unos días después, Lola me comentó que su marido esa noche estaba viendo tele en el living y la estaba esperando, hicieron el amor como bestias y durmieron abrazados toda la noche. Sin dudas, una hermosa pareja.

Lola me agradeció por todo, no sólo por sentirse cuidada y protegida (tuvo algo de miedo en la previa, iba a verse con un desconocido e iba a ir a su propia casa), sino por cogerla de manera salvaje y hacerle sentir el sueño de ser una verdadera puta.

Con su marido llevan la mejor de las relaciones, se entienden y se comprenden. Larga vida a ese matrimonio.

Amigos, esta historia me sucedió hace años, antes de conocer a Mía, la mujer de mis sueños, mi sumisa, la mujer que realmente me ha llenado de sensaciones y emociones. En la imagen de abajo pueden conocernos ya que mis historias con ella, absolutamente reales, están en ese blog. Gracias por leerme.

 

 


Relato erótico: “A mi novia le gusta mostrar su culito” (POR MOSTRATE)

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A mi novia le gusta mostrar su culito.

Después de 2 años de pareja me entero que a mi novia le gusta mostras su culito y me lo demuestra con el portero y el de seguridad de nuestra casa.

La mayoria de las historias que leí destacan que son reales. No se cuanto habrá de verdad en eso. Lo que si les puedo asegurar que esta historia que les contaré sucedió tal cual se las relataré. Lo único que cambiaré serán los nombres de los personajes por motivos obvios.

Me llamo Sergio, vivo en Buenos Aires, Argentina, tengo 40 años y estoy viviendo en pareja hace 2 años con Marcela, una muy linda rubia de 25 años, 1,67 mts de estatura, 85 de pecho, 62 de cadera y una cola super paradita (a fuerza de mucho gimnasio) y con la piel muy suavecita. Al principio de nuestra relación en la cama siempre fuimos muy conservadores, nada de fantasias extrañas, nada de sexo anal, nada de películas porno ni nada de juguetes. Así como les cuento parece bastante aburrido, pero por lo recatada que siempre fue Marcela, yo no tenía otra opción que aguantarme una relación de esta forma.

Así transcurrían nuestros días hasta que en una ocación, yo estando en el baño de mi oficina escuche la conversación de dos compañeros, Eduardo y Leonardo, hablando de mi novia, la cual habían conocido en un evento para la presentación de unos nuevos productos que se había realizado el sábado anterior y al cual habíamos concurrido todos los integrantes de la empresa con sus respectivas novias o esposas.

Al escuchar el nombre de Marcela me escondí para no ser visto y al prestar atención no podía creer lo que escuchaba. A continuacíon les trancribo lo mas textual posible la charla:

– ¿Viste el culo que tiene la pareja de Jorge?, preguntó Eduardo

– Ni que lo digas, no pude dejar de mirarselo en toda la noche, contestó Leonardo

– También con ese pantalón que tenía y esa tanguita que se le marcaba toda.

– Además, me parece que le gusta mostrarlo, porque cada vez que notaba que la estaba mirando se hacía la tonta y lo paraba mas.

– Te parecerá a vos. Con Jorge siempre hablamos de lo tímida que es Marcela y lo que le cuesta a él realizar algunas de sus fantasias.

– Yo lo único que te digo es que me parece que esta es una putita barbara y que le encantaría que le rompan el culito de una buena vez y yo me anotaría en primer lugar.

En ese momento salieron del baño y yo me quedé con una sensación de bronca tan grande que solo era comparable a la calentura que me había dado escucharlos hablar así de Marcela.

A partir de ese día note lo que me exitaba saber lo deseada que era mi novia y cada vez que teníamos relaciones fantaseaba con la idea de que hubiera gente mirandole la cola a Marcela mientra ella la movía contenta de mostrarla. Así trascurrieron varios meses, hasta que en una oportunidad y en un momento que estabamos tomando sol en el balcon de casa, vi que se metía la tanga que tenía puesta bien adentro de la cola. Cuando le pregunte que hacía, me contesto que era para que no le quedaran las marcas de la malla, pero en realidad me di cuenta que se había levantado de la reposera y se había colocado de espaldas a la reja del balcón dandole un espectaculo barbaro a dos adolecentes que vivian en un edificio de enfrente y que no se podían despegar de la ventana. Al darme cuenta y creyendo que Marcela no se había dado cuenta le aviso:

– Marce, date vuelta que te estan mirando de enfrente.

– ¿En serio?

Da vuelta la cara y viendo a los chicos les saca la lengua, se las pasa por los labios, luego me mira y me dice:

– Dejalos que miren, me calienta pensar que esta noche van a hacerse una paja pensando en mi.

No podía creer lo que escuchaba y veía, la tan recatada de mi novia ofreciendo el culo para que unos desconocidos se lo miraran cuanto quisieran y además reconocer que eso la calentaba.

No supe que decir, automaticamente sentí que comenzaba a tener una erección monumental y comence a dar credito a lo que había mencionado mi compañero Leonardo en la ocación del baño.

Como pude, me pare de la reposera y me acerque a ella le di un beso en la boca y susurrandole al oido le comente que lo que estaba haciendo era una de mis fantasias de los ultimos meses y que si a ella le gustaba yo no me pondría celoso, al contrario, le ayudaría a desarrollar su fantasía y llegar hasta donde ella quisiera.

Cuando escucho esto, me miro fijo y me preguntó :

-¿ Llegar hasta donde yo quiera?

– Sí, ¿porqué? ¿hasta donde queres llegar?, le respondí.

– Me gustaría mostrarle la cola a estos chicos sin la mallita. ¿me dejás?

La conversacion había llegado al punto que yo ya no podía sopotar mas que mi chota estuviera encerrada en el pantalon.

Ella me miraba como esperando la respuesta, sin dejar por supuesto de arquearse cada vez más para mostrarse mejor a estos chicos que yá a esta altura y sin ningún disimulo habían sacado sus chotas y se estaban haciendo flor de paja.

– ¿No te parece que sería demasiado?, ¿no te da vergüenza? le pregunte.

– No, para nada, lo unico que me da un poquito de vergüenza es confesarte que siempre me gustó mostrarme y especialmente me excita muchisimo cuando los hombres me miran y desean mi colita.

Vi en su cara que contarme esto la calentaba terriblemente, y yo que con mi calentura no me quedaba atrás le seguí preguntando.

– ¿Le mostraste la colita a muchos señores en este ultimo tiempo?

– A varios, ¿querés que te cuente la última vez?

– Fue ayer cuando salí del edificio para el gimnasio con las calzas azules y al ver que Segio (el portero) y Ruben (el de seguridad) no podian sacarme los ojos de encima, me abrí un poco de piernas, me agache sin flexionar las rodillas y hice como que me ataba el cordon de las zapatillas, poniendole la cola a un metro de la cara de ellos. Me clavaron la vista y pude ver como Ruben se puso la mano en el pantalón y murmuro algo que no llegue a escuchar. Esto me calentó tanto que tuve que volver a casa a cambiarme porque me había mojado toda.

A medida que me contaba esto se había abierto un poco mas de piernas y empezaba a tocarse la conchita, siempre mostrando su culito a todos los que quisieran verlo en las ventanas de enfrente.

– Bueno, si no te da vergüenza, sacate la tanga, pero espera que me vaya para adentro, para mirarte desde ahí.

Lo único que yo quería era no perderme nada del espectaculo que estaba por dar mi novia, y lo quería ver mientras me hacía flor de paja.

Cuando la deje sola, giró la cabeza hacia los mirones, sacó la lengua pasandosela por los labios, tiró de cordón de uno de los costados de la maya desatando el nudo y voilá, ahí estaba parada en el balcon con las piernas abiertas, un dedo dentro de su conchita y apuntando su colita desnuda en plena luz del día a decenas de ventanas.

Se arqueaba cada vez más, se abria los cachetes con la mano, mostrando su lindo agujerito y siempre sin dejar de masturbarse, la escuchaba que decia en voz baja – ¿Les gusta mi cola? ¿Les gustaría chuparla?, aquí la tienen, toda para ustedes. De repente me miró a traves del vidrio y me rogó que le metiera la pija en la boca, cosa que no pude evitar ya que estaba por estallar. Asi que salí al balcon, la tome de los pelos, y ella me empezo a comer la chota, mientras yó ya fuera de sí, le gritaba ¿Te gusta que te vean la colita putita? ¿Te gustaria tener ahora otra pija por atrás? Ella asentía con la cabeza y gemía como nunca la había escuchado. Ya había acabado como 5 veces. Yo seguía: ¿Sabés todos los señores que se deben estar pajeando con tu culito?, ¿Te gustaría tenerlos todos aca, no puta?, Siiii decia ella, pero ya no aguante mas y tuve un orgasmo monumental, el cual Marcela se tragó hasta la última gota. Le dí una palmadita en la cola y nos metimos para adentro, sin antes ella darse vuelta y dirigir un beso hacia las ventanas.

Esa noche tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido desde que nos conociamos, pero como se imaginarán la cosa no quedo ahí, y empezaron a pasar cosas que realmente nunca hubiese esperado que pasaran.

A la mañana siguiente al salir del edificio para dirigirme al trabajo, me cruzo en la puerta con Sergio y con Ruben, que como recordarán son el portero y el encargado de seguridad del edificio donde vivimos, los cuales, con una sonrisa, me comentan que ayer una persona había asentado una queja en la administración del edificio por las exhibiciones que había hecho mi novia en el balcon.

Imaginen la sorpresa y vergüenza mía enterandome que ya en el edificio sabían de las manías de Marcela. Por supuesto me hice el desentendido y se produjo este dialogo:

– ¿De que exhibiciones me hablan?, dije yo tratando de disimular.

– De mostrarse desnuda y con poses sexuales en el balcon, dijo Sergio.

– La verdad, no se de que me hablan, contesté.

– Con nosotros no tiene que disimular, ya hace rato que sabemos que a su mujer le gusta mostrar la cola, cada vez que pasa cerca nuestro se agacha o la saca para afuera y se queda un ratito en esa posición para que se la admiremos, dijo Ruben sonriendo.

Yo me quede mudo.

– Lo único, digale que en el balcon no lo haga más porque va a tener problemas con los vecinos, continuó Sergio.

– Digale que cuando quiera exhibir su culito, nosotros nos ofrecemos para mirarselo, no es cierto Sergio, dijo Ruben.

Ambos rieron y yo entre la vergüenza pero también la exitación que me producía la situación, solo atiné a contestarles – Se lo diré.

Todo el día en la oficina estuve con una calentura brutal. No veía la hora de volver a casa para contarle a Marcela lo que me había pasado a la mañana y ver la reacción que tendría.

De regreso a casa al llegar a la entrada del edificio me encuentro nuevamente con Ruben, el cual me saluda con una sonrisa y el caradura me dice que si mi mujer lo necesita a el y a Sergio esta noche, que cuente con ello porque hoy era su día libre y estaba disponible.

Yo no podia creer lo que escuchaba. No le conteste nada y subí lo mas rápido que pude a mi departamento.

Cuando abro la puerta me encuentro a Marcela cocinando vestida solamente con una tanguita roja de esas que se meten bien adentro de la cola. Se acerca a darme un beso y me dice que suerte que había llegado porque ya no se aguantaba mas de la calentura y quería que me la cojiera en el balcón a la vista de todos.

Le dije que eso ya no lo podíamos hacer mas, y le conte lo de la denuncia y cuando le conte el ofrecimiento que me habian hecho Ruben y Sergio pense que se moriria de vergüenza, pero no, estaba muy equivocado, me miro, se toco la conchita y despues de un gemidito me dijo:

– Que zarpados, y a vos amor ¿que te parece la idea?

– La verdad que me agarro por sorpresa, pero estuve todo el dia exitado.

– Vos sabes que a mi me encanta mostrar la colita todo el tiempo y si a vos no te molesta que me la miren mientras me cojes, podriamos decirle que subieran.

– Justamente hoy a la noche estan de franco, le dije.

– Porque no bajas y les avisas que vengan a las 10. Pero amor, no te olvides de aclararle muy bien que es solo mirar, no me voy a dejar tocar.

– Seguro, yo tampoco lo permitiría.

Así que baje, lo encare a Ruben y sin muchas vueltas, porque me daba bastante vergüenza, le dije que mi novia habia aceptado la propuesta de hoy a la noche.

– Estaba seguro que se moria de ganas de entregarnos el culito, me dijo.

– De entregar nada, le dije, es solo para que la miren, esta claro.

– Está bien, no hay ningún problema. Ya verle desnudo ese flor de culo que tiene me basta.

– Avisele a Sergio y suban a las diez, me despedí.

Volví al departamento y nos apuramos en preparar todo. Decidimos que lo haríamos en el living, porque es el lugar mas grande de la casa y podriamos poner distancia entre ellos y nosotros. Corrimos los sillones y los pusimos mirando hacia el colchon de la cama que tiramos en el piso. Trajimos una lampara de pie que daba un luz mas tenue, pero que a su vez iluminaba todo bien. Marcela se puso un vestidito de color turquesa que le llega un poquito arriba de las rodillas, de tela finita y ajustado lo suficiente como para dejar divisar la tanguita negra que apenas le cubría la cola y los pezones paraditos ya que no tenía puesto corpiño. Era la primera vez que iba a mostrar su colita desnuda a tan poca distancia a dos casi desconocidos. De solo pensarlo ya habia tenido un orgasmo mientras se cambiaba.

Ya se había hecho la hora, y como era de esperar, puntualmente tocaron a la puerta. Abrí, y ahí estaban Rubén y Sergio con una sonrisa y como cargandome Ruben me dice:

– Buenas noches, venimos a que su mujer nos muestre ese precioso culito que tiene, ¿podemos pasar?

– Adelante, los esta esperando, les dije para continuar la situación que me exitaba terriblemente.

– Mi amor, ya estan aca, vení a saludar, grite, mientras Ruben y Sergio se acomodaban en el sillon.

– Hola, como estan, dijo Marcela, como si se tratara solamente de una visita social, y estirando la cara le dio un beso en la mejilla a cada uno.

– Buenas noches señora, respondieron a duo, que por el grado de calentura que ya tenían les salio medio entrecortado.

– Esta muy hermosa, dijo Sergio, que siempre había sido el más galante.

– Y tiene el mejor culito del barrio, siguio Ruben, no veo la hora de que nos lo muestre desnudito. continuo, mientras ya se habia abierto el cierre del pantalón y se le notaba terrible erección.

– Así que quieren ver mi colita, contesto Marcela, mientras se mordia el labio, por la calentura que le habían producido las palabras de Rubén.

– Mi amor ¿vos me dejas que le muestre el culito a estos señores?, me preguntó.

– Si te gusta, hacelo, le contesté.

Se dio vuelta y fue caminando hasta el colchon, arqueo la espalda, abrió un poco las piernas, y se levanto un poco el vestido dejando al descubierto la mitad de su precioso culo. Los miró, saco la lengua para mojarse los labios y les preguntó

– ¿Les gusta mi colita?, ¿quieren verla toda?

– Por supuesto señora, pero espere que nos saquemos los pantalones, asi nos hacernos una buena paja con ese culito hermoso, contesto Ruben.

Así lo hicieron, se desnudaron por completo y dejaron ver dos miembros muchos mas grande que el mío y que estaban a punto de estallar. Cuando mi mujer dio vuelta la cara y vió terribles chotas no pudo evitar emitir un gemido de placer que hizo que Rubén me comentara:

– Me parece que a su mujer no solo le gusta que la miren sino tambíen ver pijas grandes.

– ¿es cierto eso mi amor?, le pregunté.

Marcela no contestó, pero se notaba en la cara que les había gustado, y que había llegado a un grado de calentura tal que casi de un tirón se arranco el vestido quedando solo con la tanguita negra que apenas le cubría el culo. Se puso en cuatro en el colchon, bajo la espalda y les entrego una fabulosa vista de su colita, mientras se metía un dedo en la conchita y preguntaba:

– ¿Les calienta mucho verme asi?

– La verdad me calienta que sea tan puta señora, contesto Sergio.

– ¿No tiene ganas de sacarse la bonbachita y mostrarnos el agujerito?, preguntó Ruben.

– ¿Me dejas mi amor que les muestre el agujerito a los señores?, me preguntó, mientras movia el culo para adelante y para atrás.

– Su marido le deja hacer lo que tenga ganas y como se que tiene ganas que alguno de nosotros le saque la tanguita, yo no voy a hacerla desear, le dijo Ruben.

En ese momento Ruben se paró del sillon y fue directo al colchon donde estaba Marcela. Ya todo se había descontrolado y pense que mi mujer se iba a resistir a que la tocara, pero me equivoque, al contrario, siguió en la misma posición y además se arqueó más para permitir que Rubén pudiera meter los dedos a los costados de la tanga y tirara hacia abajo dejando toda la cola de mi novia al aire.

– ¿Qué le parece mi agujerito?, le preguntó Marcela, tocandolo con un dedito.

Es un culito que necesita que le metan una lenguita, le contestó, y de inmediato se agacho y le introdujo la lengua en el culo de mi mujer, que ya fuera de si, se movía desesperadamente y gritaba cosas como:

– Si señor chupeme la colita por favor. Metame toda la lengua.

Rubén solo sacaba la boca del culo para gritarle barbaridades como:

– Yo estaba seguro que usted era muy calentona y que hacía rato que tenía ganas que le den dos hombres de verdad. Vení Sergio que entre los dos la vamos a partir al medio a esta putita.

Rubén se paró, me miró como pidiendome permiso y se dirigió directo a poner la boca en la cola de mi novia, lugar que le cedió Ruben, que se dirigió hacia la cara de Marcela y le comio la boca con un beso que ella respondió sacando la lengua y mirandolo de una forma que le pedía a gritos que le pusiera su tremenda chota en la boca, cosa que Rubén no se hizo rogar. No les puedo explicar con que desesperación se comía semejante miembro.

Yo a esta altura no podía creer lo que veía y me había sentado en el sillón y contemplaba la escena haciendome flor de paja.

– ¿Así que su señora no iba a dejar que la tocaran? Me dijo Ruben

– Digale a su marido lo puta que es, prosiguió.

Marcela solo se sacaba la pija de la boca para gritarme: – Mi amor, soy muy puta y me gusta que me chupen la colita. Siguieron así un rato y de repente Rubén le dijo a Sergio: – correte que le voy a romper ese agujero que tanto le gusta mostrar. Me quede atónito cuando Marcela, que nunca había tenido sexo anal, en vez de negarse, apoyo la cabeza en el colchon, sacó mas el culo para afuera, me miró y me dijo: ¿Mi amor me dejas que el señor me rompa la colita? Y enseguida se metíó el miembro de Sergio en la boca. Yo seguía la escena sin perderme detalle, y ya por el grado de calentura que tenía no podía ni hablar.

Ruben se arrodillo detrás de mi señora y de un saque le metió la pija hasta el fondo, lo que Marcela respondió con un grito mezcla de dolor y placer.

– ¿Con las ganas que tenía y su marido nunca le rompió el culito?, le preguntaba Rubén, mientras mi novia no paraba de moverse y gritar desaforadamente.

– Digale señora a su marido ¿cuantas pajas se hizo, imaginando mi pija en su culo?, continúo.

Mi mujer no contestaba, pero cada vez gritaba mas fuerte.

– Ahora se la va a meter Sergio y usted me la va a chupar y tragar toda la leche hasta la última gota, le ordenó.

Marcela por supuesto obedeció y mientras Sergio le destrozaba el culo con su pedazo, ella chupo hasta tragarse todo el semen de Rubén, y siguió chupando hasta que Sergio le lleno todo el orto con su leche.

Mientras yo ya no aguante más y largue toda mi leche, Marcela quedo tirada boca abajo exhauta y con un hilito de sermen que le salia de su culo y Ruben agarraba su ropa y le decía a mi novia: – Cuando quiera mostrarnos el culito otra vez, aviseme que tengo unos cuantos amigos que les va a encantar mirarselo, a lo que Marcela le respondío: – Me encantaría conocerlos, pero esto se los contaré en otro momento.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

jorge282828@hotmail.com

Relato erótico: “Se precisa mujer seria para trabajo poco habitual 2” (POR CARLOS LÓPEZ)

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“Se precisa mujer seria y respetable para experiencia poco habitual. 30-50 años. Se garantizan aventuras y discreción.”

Este fue el anuncio por el cual Carmen, una decente esposa y madre pero con muchas inquietudes en materia sexual, cae en las manos del Sr Parker, un hombre respetable pero perverso. El juego al que Carmen se presta consiste en que el Sr Parker sería su dueño durante un mes. En ese periodo ella estaría obligada a poner su cuerpo a disposición del hombre para que practicase con ella sus deseos y fantasías. La segunda parte del acuerdo consiste en que ambos se comprometen a que el juego no afecte a sus vidas personales ni profesionales. Es algo clandestino y Carmen toma el nombre falso de Lorena.
Ella nunca habría pensado que sería capaz de hacer algo así. En el capítulo anterior vive su primera infidelidad a su marido dejándose follar por el Sr Parker en los probadores de unos grandes almacenes. El hecho de que él la obligase a tener los ojos vendados, que se lo hiciese desde atrás, tratándola con firmeza, y que al terminar la deje abandonada y follada en ese probador la ha producido una honda impresión “¿cómo ha sido capaz de ofrecerse a ello?” y lo peor “¿cómo ha podido disfrutar tanto?”.Al día siguiente no puede quitarselo de la cabeza. Reflexiona sobre lo que ha pasado: Ese hombe la ha dominado. La ha hecho sentirse como una auténtica puta y ha gozado como nunca. Recuerda como en esos momentos, se moría de ganas por saber quién era realmente el hombre que la estaba follando, cómo eran sus detalles físicos, pero había de reconocer que el hecho de no saberlo y no poderle ver la había puesto especialmente cachonda.
Ahora ya lo sabía. Le había dejado un recorte de prensa en su bolso y, aunque no tenía pruebas, estaba claro que sólo podía ser él. Un importante cirujano. El tipo la encantaba. Maduro, canoso, con una sonrisa de dientes perfectos… inspiraba confianza y seguridad. La típica persona a quien comprarías un coche usado ¿quién iba a imaginar que una de sus mayores pasiones era dominarla a ella? Pero claro, ¿quién iba a imaginar que ella, una respetable mujer, iba a caer en esta aventura?. Y sólo pensar que ahora se había convertido en su amante, en su amante para todo lo que él quisiera, la tenía en un estado de excitación permanente.

Carmen acaba de volver de llevar a su hija al colegio y espera ansiosamente al ordenador iniciarse. Inmediatamente va a la cuenta de correo secreto que se había creado expresamente para este juego. Allí está el mensaje del Sr. Parker.

“Lorena,

Estoy muy contento contigo.
Estuviste un poco tímida y temblorosa pero lo has hecho fenomenal, corriéndote como una perra en celo en un probador y sin saber quien te estaba disfrutando. ¿lo has pensado? ¿no te hace sentir zorra?
En el próximo juego continuaremos e intensificaremos estos efectos en tu mente. Quiero que te sientas puta. Te vas a vestir con el más corto de tus trajes y quiero que lleves unas medias de rejilla negras con costura atrás. No sé si se llevan o no, pero te quiero ver con ellas. Ah y sin sujetador.
Mañana a las 2 de la tarde irás así vestida al sex-shop de la calle Montera. Sí, ya sé que es una zona donde se ponen las prostitutas y sus clientes, pero tú no tienes que entretenerte con nadie. Cuando entres al sex-shop, irás a la zona de juguetes eróticos y preguntarás por un huevo vibrador con mando a distancia. Pedirás que te enseñen varios modelos. Compras uno y sales de allí. Si no recibes mensajes míos te vas a casa que ya te daré más instrucciones.
Lorena, hoy tienes prohibido tocarte ni que tu marido te folle. Quiero que vayas con cierta ansiedad.
Confirmame que lo has entendido. Atentamente,
Sr Parker
Ps. Hice algunas fotos del episodio de ayer con mi teléfono móvil. Espero que no te importe. Son sólo para mi consumo personal aunque puede que, si me lo pides, te envíe alguna. “
El aluvión de sensaciones la abruma de repente. Por un lado se siente excitada y deseosa de satisfacer al Sr Parker. Le gusta el juego y ansía hacer lo que él la mande. Mucho más volverlo a tener pegado a su cuerpo penetrándola y dominándola. Por otra parte, su sentido del deber la angustia. No quiere arriesgar su modo de vida, su familia, su hija que es lo que más quiere… hasta le molesta el daño que pudiera hacer a su aburrido marido si se entera. ¿Cuántas veces ella había criticado a las mujeres así? Incluso a Ruth, una de sus mejores amigas.
Además, la última frase la deja estremecida. A pesar de que algo le hace confiar en el Sr Parker, el hecho de que la tenga fotografiada en el probador la produce sentimientos encontrados. Por un lado temor a que pueda usar las fotos y destrozar su vida, pero por otro se moría por verlas y usarlas. ¿Saldría también él? ¿Se vería su polla? Desde ayer en el probador no hace más que imaginar su polla. Sabe que es grande y ya la ha tenido dentro, pero no la ha visto.  Contesta al Sr Parker.
“Buenos días,
He entendido el mensaje y así lo haré, aunque moriré de vergüenza en esa calle.
Muchas gracias por lo que me hizo ayer, lo necesitaba. Por favor, le ruego discreción con las fotos.
Saludos, Lorena”
Ese día transcurre lento. Todo el juego la tiene muy caliente y en varias ocasiones está a punto de desobedecer las órdenes y masturbarse. Sale a una lencería. Sin saber porque busca una alejada de su casa y compra las medias de rejilla negras. De ese modelo sólo tienen las enteras “tipo panty”. Por la noche, como es de esperar su marido la ignora completamente en la cama. Mejor, porque ella nunca le ha negado nada y hoy se iba a sorprender si lo hace.
A la mañana siguiente, se prepara para salir a hacer el encargo del Sr Parker. Está nerviosa. Excitada. Nunca había salido de casa sin sujetador y, a pesar de que su pecho aún es firme. Se pone un vestido veraniego de talle alto y falda por las rodillas.  Así disimula un poco más su pecho, pero el detalle de las medias no se puede disimular. Su aspecto es provocador. Se pone una chaquetita fina por encima para disimular sus pezones y sale de casa. Afortunadamente el día es primaveral.
Toma el metro para ir al centro de la ciudad y nota como los hombres la miran. Escrutan disimuladamente su cuerpo y ella no puede evitar excitarse. Después de muchos años se siente atractiva, deseada. Va perdiendo el miedo. Incluso junta disimuladamente sus piernas para sentir algún efecto de presión en su sexo.
Llega al centro demasiado pronto y se para a tomar un café. Debe ir puntual a la hora indicada, aunque no sabe si el Sr Parker estará por allí. Con decisión afronta el camino a la calle Montera. Pero su valor se resiente cuando ve que hasta los policías que siempre hay por la zona la miran de arriba abajo. Piensa “¡qué vergüenza si me encontrase con alguien conocido!”.
Y con ese sentimiento de inseguridad entra en el Sex-Shop. Para su decepción, no hay mujeres atendiendo, sólo hombres. A ella la atiende un hombre de unos 45 años, con una camiseta negra del establecimiento y con la cabeza completamente afeitada. Él la ve temblar algo desorientada. Ella mira a un lado y a otro. El hombre ha visto a muchos juegos y mujeres como ella. La atiende con desparpajo y amabilidad. Ella, sin atreverse a mirarle a los ojos, le dice que quiere un huevo vibrador con mando a distancia. Que la saque varios modelos. El hombre sale del mostrador y le indica otra zona de la tienda. Al guiarla pone una mano en su espalda, justo donde comienza la curva de su culito, y la empuja moviéndola sutilmente. El mero contacto hace que ella sienta una descarga, un auténtico escalofrío de excitación que hace que sus pezones reaccionen inmediatamente.
Sobre un mostrador más apartado saca varios modelos. Se los explica con palabras amables e incluso se los pone en sus manos para que sienta su tacto. La mano de él toca la de Carmen y pasa rozando un vibrador por su piel del brazo para que note el tacto. Las mejillas de Carmen están rojas como un tomate y los pezones amenazan con romper la tela.  Inconscientemente frota un muslo contra otro. Le recomienda un gel lubricante excitante pero ella, con timidez lo rechaza. No quiere salirse del guión del Sr Parker. Está deseando irse, aunque también se siente atraída por la situación y claramente deseable para él. Le saca cosas y cosas, “has probado el plug-in anal?” y saca otro trozo de silicona… “¿lo quieres probar?”. Pero Carmen coge uno de los huevos y, sacando decisión, dice “me llevo este y nada más, gracias”… La caja es del tamaño de una de zapatos. Se lo pone en una bolsa de color rosa fuerte y, tras pagar, sale aliviada de la tienda. Sin imaginarse lo que iba a pasar a continuación.
Había previsto coger una bolsa que disimulase el paquete comprado y se mete un poco en una bocacalle para esconder la bolsa del sex shop en la que ella, prevenida, llevaba. Pero súbitamente alguien la toma del brazo y la dice… “vamos que tengo ganas de echar un buen polvo…” y la arrastra hacia el callejón. Ella se resiste, pero no sabe como hacerlo sin llamar la atención. Es un chico joven, alto y fuerte, algo grueso, de unos 25 años y con aspecto de trabajador. Lleva un piercing en la ceja y su mirada es intensa. Se puede decir que es atractivo, a pesar del aspecto de macarra que le dan algunos tatuajes. Huele bien. A desodorante y a hombre. Ella trata de soltarse, pero no puede. Las manos del chico son rotundas. Grandes y fuertes con gruesos dedos… la arrastra a un portal… ella lucha, pero él dice algo que hace que su resistencia desaparezca…
“Vamos putita, él me ha dado permiso para usarte… así que OBEDECE”.
El comentario la paralizó. El Sr Parker lo ha solicitado… entonces se deja hacer. El chico la mete en un portal y la hace subir las escaleras. Le nota realmente muy cachondo y, en un hueco la aplasta contra la pared y se pone a manosearla y a llamarla de todo… Se siente abrumada por la situación. No la esperaba, y piensa que quizá debería huir, pero algo la paraliza y se deja hacer incluso cuando él mete la mano dentro de su falda y nota la humedad que rezuma al presionar sus dedazos sobre sus pantys y sus braguitas. “Eres una cerda… tanto resistirte y mira como estás… pero yo sé lo que te gusta… ¿eh?” dice con una sonrisa de triunfo.
A ella no le cuadra lo que está pasando, siempre ha odiado ese tipo de situaciones, pero la manera en la que la soba, en que la habla… lo que la hace, la presión de su miembro duro y grande contra ella, la humillación, el mando, la hombría… sin poder evitarlo Carmen empieza a jadear. … el chico la manosea… sobre las medias… sobre las bragas… y entonces con las dos manos bajo su falda le rompe las medias lo suficiente para introducir los dedos en ella.
Al principio lo hace bien… masajeando su clítoris… y metiendo y sacando uno de sus dedazos… pero luego empieza a profundizar y empieza a meter dos… se le escapa alguna queja entre sus gemidos… y él dice “¡calla puta!” lo que la hace sentirse aún más guarra… incluso se sorprende acompañando con sus caderas los rudos movimientos de él. Se siente aterrorizada de conocerse así, pero no puede parar. Ya está rozando el orgasmo cuando el chico dice “ya sabía yo que el negro de esta calle tiene siempre buenas putas”… “nada más verte entrar en el sex-shop le pedí precio por ti”…
Entonces el momento se rompe ¡No ha sido el Sr Parker el que la ha mandado a ese degenerado! Sacando fuerzas de flaqueza empuja al chico con todo su ser… y sale corriendo escaleras abajo. No sabe como pero lleva su bolso en la mano y la bolsa con su compra.

Seguramente no lo ha soltado en todo el episodio. “¡Hija de putaaaaaa! ¡ven aquí!” El chico sale corriendo detrás pero se oye cerrarse una puerta… sale un matrimonio de ancianos que hacen que el chico se detenga. Ha tenido suerte. Sale asustada del portal y, por suerte un taxi la espera a la puerta. Lo toma y no sabe qué dirección decirle. Entonces suena su teléfono de nuevo. y justo suena su teléfono… ella lo coge. Es el Sr Parker:

– “Lorena… que has hecho ahí en ese portal… ya puedes tener una buena explicación si no quieres que demos por finalizado el juego en este momento… eres una puta… y yo pedí una mujer seria. Si quiero compartirte con un degenerado lo decidiré yo”
– “Por favor, no… por favor no… Sr Parker… ha sido un error… no puedo hablar ahora…”
– “Vete a casa. Me vas a tener que explicar todo lo que ha pasado. Con todo detalle. Todo. La verdad. Por escrito.”
Con lágrimas en los ojos por las distintas emociones vividas en 20 segundos… llega a su casa.
Estimado Sr Parker…
Creo que he cometido un error… y le cuenta con pelos y señales todo lo ocurrido…” Entonces Carmen describe cómo se sintió vestida con las medias de rejilla y costura atrás, cómo le miraban los hombres en el metro, cómo se notaba los pezones excitados en esos momentos, cómo compró en el sex shop el juguete que él había pedido… describe sus sensaciones dentro de la tienda, con los comentarios del dependiente… describe lo ocurrido al salir, las palabras del chico que la llevó al portal, incluso aclaró lo que estaba gozando con las gruesos dedos de él pensando que se lo había enviado el Sr Parker… También las lágrimas en el taxi pensando en todo lo que había pasado… La sensación de sentirse engañada, manipulada por un jovencito… dejándose hacer en el portal, ella que siempre ha sido una mujer respetable y decente.
… por favor, deme otra oportunidad. No me volveré a equivocar… haré todo lo que usted me diga.
Lorena
15 minutos después, el Sr Parker contesta a su correo… ya en otro tono… el también ha respirado. Había llegado a tiempo de observar a Lorena entrar al Sex-Shop y lo ocurrido a la salida le había dejado completamente desorientado.
Vaya Lorenita… así que te has dejado tocar por un jovencito salido y encima te ha gustado… ummmm eres una putita caliente… creo que tienes muchas cosas que descubrir de ti en este mes, así que viendo que todo ha sido porque pensabas que era yo el que dirigía el juego te voy a dar otra oportunidad.
Mañana a las 3 y media de la tarde quiero que vayas a los grandes almacenes del primer día, y en el probador donde te follé, me dejarás el mando del huevo vibrador bajo el taburete pegado con cinta adhesiva. Me dijiste que a las 4 has de recoger a tu hija al colegio y yo no puedo llegar antes. Así que mañana no lo usarás aún el vibrador, pero el mando ha de estar en mi poder para cuando te lo mande usar.
Sr Parker.
Ps. Tienes permiso para masturbarte pensando en lo puta que has sido hoy dejándote manosear. Pero me lo tienes que contar que estaré aún media hora en el ordenador
Lorena respiró al ver el mensaje del Sr Parker. Se relajó.
El único inconveniente es que al día siguiente sería jueves, y ella tenía las clases de sevillanas junto a sus amigas Ana y Ruth. No quería que ellas sospechasen nada raro en su conducta. Se lo dice al Sr Parker.
Estimado Sr Parker,
Muchas gracias por la oportunidad que me da. No le defraudaré.
En cuanto termine de escribir esto me tocaré… pero pensaré en que los dedos que entraban en mi cuerpo eran los suyos. Tengo un deseo tremendo de que me exploren. También me muero por complacerle, por sentir su miembro en mí de nuevo.
Mañana es jueves y por tanto es un día un poco distinto. Por la tarde voy a clase de sevillanas con mis amigas Ruth y Ana. Después del colegio dejo a la niña en casa de mi madre. A las 5 y media, quedo con ellas para tomar café. Una hora antes de la clase, que es de 6 y media a 7 y media. Como mi madre se queda cuidando a la niña, si me invento una excusa para evitar a mis amigas a la salida, puedo estar hasta las 9 o así a su disposición.
Espero sus instrucciones. Ya me estoy bajando las braguitas. Voy a tocarme ahora mismo.
Atentamente, Lorena
Carmen – Lorena se masturba lenta e intensamente. Disfrutando de cada roce en cada punto y cada pliegue de su cuerpo. Hoy ha experimentado muchas emociones contrapuestas, pero ahora está relajada. Incluso contenta. El Sr Parker la ha perdonado e incluso se siente curioso por su comportamiento y sus sensaciones. Sin darse cuenta, este juego está siendo una parte importante de su vida y tiene miedo de perderlo.
Por su parte, el Sr Parker siente curiosidad por las amigas de Lorena. Como en la gran mayoría de los hombres, una de sus grandes fantasías es hacer un trío con dos mujeres, y el mensaje de Lorena, así como su estado total de sumisión, hace que su cabeza empezase a maquinar. Cuando Carmen arranca el ordenador la mañana siguiente encuentra las instrucciones que el Sr Parker le ha puesto:
“Buenos días Lorena,
Como te dije, tienes que ir por la mañana a dejar el mando a distancia del vibrador en el sitio convenido. Te lo recuerdo: Pegado con cinta adhesiva bajo el taburete del probador de los grandes almacenes. Luego harás tu vida normal e irás al café con tus amigas y a la clase de sevillanas.
He estado pensando en el café con tus amigas… y quiero que lleves puesto en vibrador puesto en él. Necesito que me digas el lugar exacto, porque yo estaré en las proximidades observandoos. No tengas miedo, no lo pondré al máximo. Por lo demás, quiero que te comportes con naturalidad, pero quiero que vuestra conversación sea de hombres y de sexo. Cuando termines la clase de sevillanas, te despides de tus amigas y me llamas a mi teléfono móvil.
Atentamente, Sr. Parker”
Carmen sabe que no le será difícil mantener ese tema de conversación. Con Ruth casi siempre es el único tema. Tiene dudas de cómo se utlizará el vibrador, pero dedica la mañana a probarlo ella misma. Las instrucciones dicen que puede necesitar un gel lubricante, pero ella en el estado que tiene de excitación, no lo va a necesitar. Tampoco tiene. Cuando lo sitúa dentro de su coñito siente una sensación extraña. Pero cuando pulsa el botón, una corriente eléctrica recorre todo su cuerpo. No quiere apagarlo. Las sensaciones que experimenta son desconocidas para ella, ya que la vibración se produce en un lugar muy muy sensible… sin poder evitarlo, se deja llevar recostándose en el sofá y pasando sus manos sobre sus pechos… segundos antes de llegar al orgasmo pone la intensidad al máximo y su cuerpo se contrae en torno a su sexo. Carmen, la intachable esposa, se corre entre grandes convulsiones e incluso gritos, mientras tira salvajemente de sus sensibles pezones. Un rato después, más calmada, piensa “¿pero qué he hecho yo todos estos años? ¡cuántas cosas me quedan aún por conocer de mí misma!”.
Cumpliendo las órdenes del Sr Parker, se desplaza al Centro Comercial a dejar el mando a distancia en el sitio convenido. Luego se prepara para el encuentro con sus amigas. Está un poco nerviosa… no sabe si va a poder aguantar la vibración si su dueño hace uso del mando a distancia. Al llegar, mira a un lado y a otro pero no ve al Sr Parker. Se sientan las 3 en una mesa de la terraza. El día es casi veraniego.
– “Hola chicas… os tengo que contar lo que me ha pasado con el piloto que conocí el mes pasado… ¡es un salido!” dice Ruth que es la más activa de las 3.
– “Vaya!” dice Ana irónica “sí debe serlo para sorprenderte a ti, jaja”.
– “Mejor no os lo cuento, que no os interesa…” bromea Ruth
– “Vamos cuenta, ¿qué te ha hecho? ¿cómo la tenía? ¿la tenía grande?“ Salta Carmen ayudando a la conversación.
– “Anda, mis dos decentes amigas deseando que les cuente los detalles escabrosos…” Bromea Ruth… “pues sólo hablaré si me contáis como es la de vuestro maridito, jajajajajajaja”
– “¡jajajajajajajajajjajajaja!” Las tres ríen escandalosamente… Carmen está loca por hablar de pollas… la tiene obsesionada el tema estos días. Pero, justo en ese momento, empieza a notar una vibración entre sus piernas y las cierra presionando los muslos y sujetándose a la mesa. Su cara lo dice todo. Ahora sí que hay un hombre maduro, unas mesas más allá que las mira mientras sostiene un periódico entre las manos. La mirada de Carmen hacia él es de súplica. No va a poder aguantar este nivel de vibración. Parker lo nota y lo baja.
– “Venga Ana, cuéntanos tú… ¿es tu marido tan perfecto como parece?”
– “¿la verdad? ¿queréis la verdad?… pues os la digo… Manuel es un tigre en la cama, siempre lo ha sido. Tiene aguante y tacto… pero no está muy dotado. Siempre me he preguntado cómo sería tener un pollón dentro.” dice Ana divertida pero con un punto de amargura en su voz…
– “Pues sal de copas una noche con Ruth y sales de dudas jajajajaja” dice Carmen…
Carmen está mucho más activa de lo normal en las conversaciones… incluso Ana y Ruth se miran entre ellas asombradas. También se sorprenden de ver cómo cambian las expresiones de su cara mientras cuenta lo rutinario del sexo con su marido. Ello es debido a que el Sr Parker está jugando con su juguete. Se divierte pero tampoco fuerza demasiado la situación. Luego la clase de sevillanas discurre con normalidad.  A la salida se ducha con extrema rapidez y se despide, dejando a sus amigas sorprendidas. El Sr Parker la ha citado en un lugar no muy alejado, a 5 minutos andando. Donde comienza un parque y cerca de la casa de Ana. Allí la recoge con su coche. Son las 8 de la tarde y aún es de día… Carmen sube al coche con timidez. Es un coche grande. Un todoterreno de los lujosos, de esos que miras a la gente de la calle a su altura. Se dan dos besos como si fueran amigos. Ella percibe la esencia de su colonia. La misma que sintió en el probador.
– “Hola Lorena ¿qué tal las clases?”
– “Bien gracias…” contesta automáticamente… pero luego se da cuenta y le dice la verdad “se me ha hecho eterna la clase… sólo de pensar en lo que oculto entre mis piernas y que ahora iba a verle… casi tengo que salirme al aseo a tocarme…”
– “Jajajaja Lorena… ¿y por qué no lo has hecho?” Contesta divertido Parker mostrando su sonrisa perfecta tipo George Clooney
– “El próximo día lo hago” dice Carmen decidida “¿qué vamos a hacer hoy? Me muero por saberlo”.
– “Hoy no tenemos mucho tiempo. En una hora nos tenemos que ir, así que  primero cuéntame la conversación de antes… y luego te dejaré que elijas lo que deseas hacer. Tiene que ser algo sucio…  ¿qué quieres hacer Lorena?”
Lorena le cuenta cómo son sus amigas. La sensata Ana. Madre, esposa y subdirectora de sucursal bancaria. Siempre impecable. Hoy las ha confesado que su perfecto marido no está muy dotado. Por otra parte, la loca Ruth. Con una aventura detrás de otra. Salida y divertida. Parker la escucha mientras su mente maquina fantasías con ellas dos. Lo cierto es que las ha visto mientras tomaban café las 3 y son atractivas mujeres. Dice a Lorena “Bien, entonces ¿qué quieres hacer ahora?
Lorena se acobarda un poco… realmente es la primera vez que le ve cara a cara y no se atreve a decir que lo que desea es tener su polla ante ella. Observarla, masajearla… meterla en su boca… Lo cierto es que están aparcados en medio de la vía pública. No pasa demasiada gente, y su coche es alto. Aún así, ella se siente algo expuesta… eso la pone nerviosa… no sabe qué decir.
– “¿Pero te vas a cortar ahora? Lorena” y saca el mando a distacia poniéndolo en marcha dice “a ver…” y lo pulsa al mínimo
Lorena se contrae cerrando las piernas sobre su sexo y poniendo sus manos entre ellas… mira traviesa al Sr Parker… entonces él dice con autoridad.
– “Abre las piernas Lorena” e insiste “¡vamos! Yo te lo pido y tú has de obedecerme, es el trato”.
Lorena comprueba que no pasa nadie por la calle y las abre lentamente mientras le mira a los ojos… Parker se siente desafiado y divertido. Sube la intensidad súbitamente y ella cierra las piernas en un acto reflejo bajando la mirada…
– “Abre las piernas Lorena, vamos, quiero ver como estás
Ahora sin mirarle, Lorena abre de nuevo las piernas. No mucho, pero lo suficiente para que él introduzca su mano entre ellas por dentro de su falda. Lo que nota le sorprende… Lorena está absolutamente empapada y un calor intenso se concentra en su coñito.
– “Ahora que sé lo zorra que eres… ya no tendrás apuro ¿vas a decirme lo que quieres Lorenita?” e incrementa un poco más la intensidad de la vibración del huevo
– “Ummmmmm” a Carmen se le escapa un gemido… pero le mira desafiante y dice “¡No me llamo Lorena!”
– “Ni yo Parker, pero para mí eres Lorena… mi sumisa Lorena… mi zorra morbosa. ¿Y ahora me lo vas a decir?… espera que te bajo la intensidad, no quiero que te corras aún Lorenita”.
Una vez más, Carmen nota cómo se incrementa su excitación por la forma en que le habla. Es una manera dominante pero amable… no es forzado. Ella sabe que se puede ir cuando quiera y él no lo impedirá, pero no desea hacerlo. El tiempo va pasando y sabe que se va a tener que marchar en poco tiempo… La mano de él sigue entre sus piernas… dentro de su falda, apoyada sobre el interior de su muslo, pero presionando su coñito con la parte lateral… sus braguitas están empapadas y ella no puede evitar mover un poco sus caderas rozándose contra su mano. Lo hace discretamente, están en la calle.
– “Estate quieta Lorena… no quiero que te corras… quiero que por tu boca de respetable mujer casada digas lo que quieres hacer.” Para la vibración con el mando, pero continúa con la provocación con las palabras “lo que quieres hacer mientras estás con un desconocido al que has dado el mando a distancia del vibrador que llevas metido en tu coño, que por cierto, está tan empapado y me va a manchar la tapicería del coche…
– “Quiero verle la polla, tocársela, jugar con ella… meterla en mi boca” Se atreve a decir, aunque le sale una voz débil.
– “¡Ah! ¿era eso?” dice divertido Parker, provocándola… “pues me parece muy buena idea… ya es hora de que tu boca la pruebe la polla de su amo” y sacando la mano de entre sus piernas se abre el pantalón… mirándola…
Ahora no hay nadie por la calle, pero aún así Carmen se debate entre el reparo de hacer eso en la vía pública y las ganas que tiene de inclinarse sobre él. Además están bastante cerca de la academia, no muy lejos de su casa y realmente próximos a la casa de su amiga Ana. No se atreve y se queda mirándo el bulto que se adivina bajo los calzoncillos de él. Lleva su mano hacia su polla y la pone encima, siempre disimulando su pose y sin atreverse a nada más. Parker la deja hacer unos momentos pero luego la toma de la nuca y suavemente la empuja la cabeza hacia su miembro.
– “Vamos Lorenita… ¿no querías cuidarme la polla?… pues a ver cómo lo haces”
Carmen está excitadísima. No ha opuesto resistencia al gesto del Sr Parker mientras la empujaba por la nuca hacia su polla. Ahora la tiene a pocos centímetros y aún enfundada en sus blancos calzoncillos deportivos de algodón. Se adivina grande, gruesa, aún no ha llegado a su máximo pero está excitado como demuestra la mancha de humedad que se ve claramente rodeando el extremo. Nunca había visto en vivo otra polla que no fuera la de su marido y ésta le parece genial… brutal… pasa su mano abierta sobre los calzoncillos y la acaricia suavemente… arriba y abajo…
Parker la contempla unos segundos. Es una mujer fantástica, rotunda… toda una señora, y está en su poder. Dispuesta a hacer lo que él desee y acariciando su miembro. Pero quiere más, su ansiedad le puede. Entonces se la saca de los calzoncillos y tomando a Carmen de nuevo de la nuca dirige su boca a la cabeza de su polla. Ella se resiste débilmente. Aún así, todo lo que él hace la excita y esto aún más. La polla le parece bonita… distinta a la de su marido, y algo más grande. La piel la recubre casi entera y, aunque se notan algunas venas, no son demasiado irregulares. Es preciosa. Empujada por él, no le queda otra opción que abrir la boca e introducirse una polla en la boca por primera vez en su vida. Su sabor es extraño… algo saldado, pero también dulce y amargo a la vez. A pesar de que nunca se habría imaginado a sí misma haciéndolo, no la desagrada. Quiere hacérselo muy bien. Siente que es su dueño, que le ha abierto a un mundo maravilloso y quiere corresponder. Ha visto algunos vídeos de cómo hacerlo. Incluso lo ha leído en una revista femenina con cierta indignación. “¡que tonta he sido!” piensa.
Y recuerda lo que ponía en la revista “has de pensar que es un helado… y con la mano has de envolverla desde la base y moverla suavemente arriba y abajo acompañando a la lengua…”. Se pone a hacerlo… ansiosa pero metódica. Pasando su lengua por toda la punta… envolviéndola… y tragando los líquidos preseminales que emanan de él. Parker sigue con la mano en su nuca… la marca el ritmo y ocasionalmente susurra gemidos y palabras sucias. Carmen está concentrada en la labor y se había olvidado de su propio placer cuando siente repentinamente que Parker arranca de nuevo la vibración de su huevo. Casi se atraganta. Pero él incrementa el ritmo de su mano sobre la nuca e incluso la acompaña de un movimiento de caderas…
Carmen se da cuenta de que literalmente la está follando la boca. Incluso se lo dice mientras incrementa la potencia del vibrador casi al máximo… “muy bien Lorena, ¿no te gusta como follo tu boquita de niña bien?” e insiste incrementando el ritmo de sus caderas “ah… que no puedes hablar… pues no hables y sigue con tu lengua que lo haces como una profesional Lorenita”.  El comentario y el vibrador la ponen completamente fuera de sí. Entonces, más ansiosa, y mientras sigue haciendo la primera felación de su vida, lleva su otra mano a sus braguitas y se frota su sexo hasta que nota cómo empiezan a entrarle escalofríos que parten de su coño y recorren todo su vientre… todo su ser… entonces nota como la polla de él también empieza a convulsionarse y a expulsar su semen caliente.
Su cerebro no puede procesar en esos momentos. Parker la sujeta firmemente con la verga en su boca y ella traga como puede todo lo que sale de la polla de él… se esfuerza en ello… en que no caiga nada, en no atragantarse, mientras su cuerpo independiente de la labor de su boca, o quizá también influenciado por su comportamiento, sigue contrayéndose en un orgasmo brutal… se muere de placer y desearía que bajase algo la potencia de la vibración del huevo, pero no puede hablar… toda la fuerza de su cuerpo está dirigida a presionar sus piernas juntas atrapando su mano sobre su coño.
Se mantienen así un tiempo que Carmen no acierta a concretar, hasta que Parker saca la polla de su boca y dirige su cabeza cariñosamente dejando su mejilla sobre el muslo de él. Ella no dice nada. No puede hacer nada más que seguir experimentando suavemente los últimos efectos de su orgasmo, con un sabor extraño en su boca y notando como hasta lágrimas se escapan de sus ojos. Son de placer. Se van tranquilizando. Ninguno dice nada. En el coche hay un olor característico de sexo. Sexo puro. Se da cuenta de que sus braguitas están completamente mojadas, e incluso ha llegado la humedad a su falda. En este momento no le importa nada. Está relajada. Adora a su amo. Adora lo que le hace. Cómo le hace sentir tanto física, como psíquicamente. Nunca pensó experimentar sensaciones así.
La hora ha pasado muy rápido y ya es casi la hora de irse. Ya casi ha anochecido. Carmen se incorpora en su asiento. Baja el parasol para mirarse en el espejo y recomponer un poco su peinado. Está tan centrada en lo que ha pasado que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor. Su amiga Ana está en el parque, al otro lado de la calle. Está sujetando a su perro por la correa, pero mira hacia el coche con cara de asombro. Parker sí se da cuenta. Sin duda es Ana, lleva incluso el mismo vestido que llevaba mientras tomaban café las 3 amigas. Antes de que Lorena se dé cuenta, pone el coche en marcha y suavemente abandona el lugar con una extraña sensación “¿les habrá visto lo que hacían? ¿sabrá que era su amiga la que está en el coche?”.
Muchas gracias por todos los mensajes. Carlos López.
diablocasional@hotmail.com

Relato erótico: “Se precisa mujer seria para trabajo poco habitual 4” (POR CARLOS LÓPEZ)

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 “Se precisa mujer seria y respetable para experiencia poco habitual. 30-50 años. Se garantizan aventuras y discreción.”
Después de la experiencia que le había preparado su dueño el Sr Parker en el Motel, Carmen pasó el resto del día como flotando en una nube a pesar de que sonreía cuando notaba resentidas algunas partes de su cuerpo. Por la noche, ya en su casa, Carmen no acababa de ordenar sus ideas acerca de lo acaecido aquel día. Por una parte había tenido la mejor experiencia sexual de su vida en aquel sucio motel con el Sr. Parker, y eso la había dejado marcada, alucinada, sobrecogida… la manera como él la había comido el sexo aún la mantenía húmeda recordándolo. Una vez más tenía la sensación de que ha pasado por la vida perdiéndose muchas cosas buenas y se sentía decidida a recuperarlo. Con todo, lo que no podía quitarse de la cabeza era la enorme excitación que había sentido cuando aquel negro gigante, el recepcionista del hotel, la tocaba impunemente mientras ella se dejaba hacer. ¡Pero si ni siquiera era el Sr Parker a quien ella consideraba como su “amante”!
Estaba segura de que cualquier día Parker la pediría y ella se prestaría a hacer un trío, o a participar en un juego con muchos hombres y esto, para la chica bien que Carmen siempre había creído ser, era demasiado… una parte de ella sentía que quizá debía abandonar aquel juego antes de degradarse aún más, pero otra parte de ella se moría por seguir practicándolo e incluso sentía terror de que acabase el mes de duración que había marcado Parker.
Si todo aquello no era suficiente, el hecho de que su amiga Ana conociese sus “andanzas” ponía un punto más de inestabilidad y morbo a su aventrura. Al menos, las confidencias que Ana le había hecho y las enormes ganas de participar en algo así que le había confesado la hacían pensar que Ana estaba con ella. ¿Se enfadaría Parker por habérselo contado sin consultárselo antes? ¿O quizá tendría otras ideas para Ana? ¿Las pedirá hacer algo entre las dos mujeres? El mero pensamiento de que algo así ocurriese la mantenía una vez más excitada y asustada ¿sería capaz de tener algo con su amiga Ana? ¿llegaría a ese extremo su propia perversión?… era demasiado.
Como todos los lunes, su marido llegó tarde y cansado de trabajar y no la hizo ningún caso. Carmen, en la cama, pasó varias horas sin poderse dormir dando vueltas a la cabeza y tratando de ordenar todo lo ocurrido. A la mañana siguiente, estaba loca por quedarse sola en casa para escribir un mensaje a Parker y contarle todo lo que tenía en mente.
“Buenos días Sr Parker
En primer lugar, quería agradecerle lo que pasó ayer en el Motel… tengo que reconocer que ha sido el episodio sexual más placentero de mi vida y todo se lo debo a usted. Ello me reafirma en mi voluntad de seguir participando en nuestro juego y, como siempre, espero ansiosa instrucciones.
También quería comentarle que Ana, una de mis amigas, está al corriente de nuestro juego. El día en que me vino usted a buscar a clase de sevillanas nos vio cuando estábamos aparcados junto al parque, y vio lo que hice yo allí sobre su cuerpo. Me ha pedido que le contase todo, y me ha prometido que nuestro “secreto” está a salvo con ella. De hecho, se excitó mucho cuando le conté lo que hemos hecho y me dijo que sentía envidia por mí.
Espero de todo corazón que esto no cambie lo nuestro, pero creo que tenía que contárselo. Le deseo con todas mis fuerzas y, cualquier recuerdo de nuestras aventuras, me hace ponerme caliente como una adolescente. Tengo pánico de que acabe nuestro mes.
Besos, Lorena.”

Carmen se dio cuenta de que el mensaje que había escrito la había dejado especialmente inquieta. ¿Y si Parker se enfadaba y la abandonaba? Lo cierto es que no faltaba mucho para que terminase su mes de juegos, pero no quería renunciar ahora a todo ello. A media mañana ya tenía un mensaje de Parker como respuesta.

“Lorena,
Siento cierta preocupación de que otras personas conozcan nuestra historia. Como sabes, mi reputación es un elemento básico de mi vida personal y profesional, y no puedo permitirme ningún desliz. Sé que tú tampoco, y confías en mí hasta el punto de permitirme tener fotos comprometidas tuyas.
Ahora lo de Ana es inquietante. Me ha parecido un error por tu parte habérselo contado y estoy pensando en castigarte por ello. Es absolutamente necesario que no cuente nada de lo que sabe a nadie. Para ello, creo que lo mejor es introducirla en nuestro juego y eso tienes que conseguirlo tú, Lorena.

 

No son los planes que yo tenía, pero ahora tenemos que conseguir sacar a la puta que lleva dentro ¿no te ha reconocido qu se excitó cuando lo contabas y que te envidiaba? Ahora vamos a ver si es verdad. Quiero que tomes tú la iniciativa para introducirla. Quizá sea una buena idea citarnos mañana por la noche en algún Pub discreto. Decid a vuestros maridos que hay una cena de amigas. Parker”
El correo del Sr Parker había dejado a Carmen inquieta y asustada. Se dio cuenta de que tenía auténtico pavor a que acabase el juego, que lo necesitaba para sentirse viva. Se sintió responsabilizada, y no quería fallar más a Parker. Por otra parte, la referencia a que él la castigase la había excitado “Joder, soy una auténtica puta” –pensó-. Además, tenía que reconocer que introducir a la “recatada y perfecta” Ana en este juego le producía un enorme morbo. Sabía que en este momento estaría trabajando en la sucursal bancaria y le puso un mensaje a su teléfono móvil “Ana, llámame cuando puedas desde un sitio discreto”. En menos de 10 minutos su teléfono estaba sonando:
– Dígame
– Hola Carmen, soy Ana. Me he escapado a la calle…
– Hola Anita!, ¿qué tal estás? Espero que no te quedases ayer muy inquieta por nuestra conversación…
– ¿Inquieta? Lo que me dejó es absolutamente celosa y excitada… yo quiero un Sr Parker jajaja… discreto, elegante, efectivo…
– jajajajaja pues estás de suerte, mañana he quedado con él, y me ha propuesto que vengas a tomar algo con nosotros. Un plan tranquilo, no te esperes nada… nada… nada sucio jajajaja que no encuentro otra palabra.
– ¿Mañana?
– Sí, por la noche… tendríamos que decir que tenemos una cena de amigas ¿puedes?
– ¡Claro que puedo! Pero ¿dónde vamos a ir? ¿qué me pongo? –se notaba excitación en las palabras de Ana-
– Es algo tranquilo… pero ponte guapa. El vestido negro ese que te deja los hombros descubiertos. Ese te sienta fenomenal.
– ¿Ese? Podría ponerme algo más atrevido… -dijo Ana dando más vueltas a su cabeza-
– Ponte ese Anita, ¿Vale? –Cortó Carmen, que se sorprendió a sí misma con un tono imperativo que no solía usar
– Lo que tú quieras –aceptó Ana, obediente, lo que dejó a Carmen una sensación curiosa-
– Te pasaré a buscar a las 8 y media, anda vuelve al trabajo… y no te pongas muy nerviosa que sólo vamos a tomar algo
– Ya lo estoy jajajaja. Un beso guapa.
– Adios
Carmen colgó el teléfono sonriendo. No había tenido que convencerla, Ana ya estaba loca por saber más. Una vez más Parker tenía razón y dentro de Ana había una puta. Entonces respondió al correo:
“Sr Parker, ya me he encargado de todo. Estaremos a las 22:30 horas en el Pub “Covent Garden”. Iremos vestidas a su gusto, elegantes y discretas y, para cuando usted llegue, habremos tomado ya las primeras copas.”
“Gracias Lorena, lo estás gestionando bien aunque tendrás tu castigo. Sólo una cosa: Antes de venir transmitelé las reglas de nuestro juego. Si entra es para hacer todo lo que nosotros pensemos. Puede abandonarlo cuando quiera pero sin retorno. Que lo tenga claro cuando venga. Parker”
La tarde siguiente Carmen recogió puntual a Ana que entró temblando en su coche. Rápidamente la reconfortó poniendo su mano sobre las suyas “Ana, no estés nerviosa, que sólo es una copa entre amigos”. Pero para Ana el contacto físico de la mano de Carmen le produjo un pequeño escalofrío. Pero Carmen continuó hablando:
– … bueno, si te he de ser sincera, Parker me ha pedido que te diga que si vienes es porque quieres participar con nosotros. Yo le he dicho que sí quieres, pero estás a tiempo de decir que no.
– Sí quiero, ya lo sabes. Me muero de ganas por probarlo. Aunque me da un poco de miedo darme cuenta de que necesito algo más de lo que hasta ahora he tenido. –Reflexionó Ana-
– Sí, a mí me pasa lo mismo. Pero yo ya me he dado cuenta, y tengo claro que quiero sentirme viva sin hacer daño a nadie. –Reconoció Carmen-
– ¿Podré con ello?
– Jajajaja tú misma lo vas a ver…
Parker se vistió elegante ese día. Su apariencia era la de un ejecutivo recién salido de una reunión importante: traje oscuro y de tejido ligero porque hacía calor, camisa blanca y corbata discreta. Entró en el pub que era el típico donde la gente de oficinas se queda a tomar algo con los compañeros después de la jornada de trabajo. Había bastante ambiente de personas y grupos hablando, y le costó encontrar a sus amigas. Lorena había elegido un sitio discreto al fondo de la barra. Lo cierto es que estaban preciosas.
Ana se había recogido el pelo en un moño alto y sofisticado, dejando sueltos algunos mechones para darse un aire informal. Se conocía y sabía lo que le quedaba bien. Morena, con ojos oscuros y grandes, muy guapa de cara, y con un cuerpo proporcionado y curvilineo, podría haber sido modelo si no fuera porque era una chica bajita. Hoy lo compensaba con unos tacones altos que estilizaban sus piernas. Llevaba el vestido que le había indicado Carmen: negro, con los hombros descubiertos, falda hasta la rodilla y un cinturón justo debajo de los pechos con una tosca hebilla plateada. Se notaba que tenía clase. No en vano era economista y subdirectora de una sucursal bancaria y estaba acostumbrada a ir arreglada y, pese al nerviosismo del momento, el gin tonic y la naturalidad de Carmen la estaban haciendo sentirse más relajada.
Carmen también se había arreglado especialmente. Sabía que Ana era muy guapa y quería estar a la altura. Se había puesto un vestido largo y ligero. Blanco estampado con grandes flores rojas y negras, sin mangas, con un tirante ancho y escote en pico. Sabía que eso realzaba su cuerpo, más ancho en sus caderas. Se puso el pelo recogido en una coleta al gusto del Sr Parker. Quería congraciarse con él y no era la única sorpresa que tenía: Braguitas blancas de “chica bien” y dentro de su sexo el huevo vibrador con mando a distancia que él la mandó comprar. Pensaba darle el mando a Parker en un descuido de Ana.
Caballerosamente saludó a ambas, con un beso en la mejilla a Carmen a la que llamó Carmen y no Lorena, y con un apretón de manos a Ana. Tomó un taburete libre, dejando a las chicas de pié tal como estaban. Era un gesto nimio, pero suficiente para dejar entrever cuál era el papel de él en el juego. Entonces pidió otro gin tonic y comenzaron la conversación hablando de cosas generales: De la gente que había en el Pub, del calor que hacía los últimos días… Estaban en la parte discreta del bar y no lejos de ellos había una pareja besándose apasionadamente. El hombre era claramente mayor que la chica que no llegaría a los 30 años. Parker bromeo sobre el caso “Mis compañeros de trabajo, cuando ven a una pareja besándose así dicen que esos dos no están casados…” y luego, al poquito tiempo añaden “… al menos entre ellos jajaja”. Las chicas rieron también, se notaba que habían tomado ya 2 gintonics cada una.
Carmen continuó hablando de los besos. De la importancia que tienen en el proceso de excitación para ella. Salió el tema de los “besos prohibidos”, los que se dan a alguien que no es tu pareja. Ana participaba activamente en la conversación. Ya no se notaba tan nerviosa, y empezó a especular de lo excitada que estaría la chica del beso, viendo cómo se apretaba al hombre. Que a veces siente envidia de algo así… “jajaja pero claro, yo es que no he conocido otro hombre que mi marido…
Súbitamente, Parker cambió el tono distendido por uno más firme “Ven aquí Ana, aquí a mi lado…”. Con un brillo extraño en los ojos, Ana obedeció al instante y se acercó a él quedando Carmen frente a ellos. Entonces Parker besó en los labios a Ana. Un beso húmedo de gin tonic. Morboso y prohibido, pero no exageradamente largo. Ella sintió un subidón de excitación y, poniéndose de puntillas se apretó levemente contra él siguiendo su maniobra y dejando ver su entrega más y más. Entonces él cortó el beso y continuó hablando, como si nada pasase, dejando a Ana algo descolocada. Carmen se sentía celosa y excitada. También algo aliviada de ver que su amiga, la “perfecta Ana” también hacía lo que ella. Trataba de interpretar sus sensaciones, pero se moría porque Parker la mandase algo a ella. Tenía mucha ansiedad por darle el mando a distancia, por cobrar protagonismo.
Ignorando a Carmen, Parker continuaba hablando dirigiéndose sobre todo a Ana, que estaba muy pegada a él. Con los gestos de las conversación se producían continuamente roces entre el brazo de Parker y el cuerpo de Ana. Ambos los buscaban. Cada vez que él rozaba sutilmente su pecho ella se sentía más y más excitada. Pensaba, jo, cómo estoy con tan poca cosa, y bebía continuamente de su copa. Parker dijo “Yo creo que la excitación está bastante ligado a lo prohibido, y que tú estás muy excitada ahora”.
A ella nunca la hablaban así. Se sentía extraña y excitada pero optó por hacerse la interesante “jajajaja  eso no lo sabes…”. Pero él la cortó tomando con su mano la parte superior de su brazo desnudo y con firmeza y amabilidad le dio instrucciones precias “Ana, quiero saberlo y ya conoces cuáles son las reglas de nuestro juego. Te voy a pedir algo sencillo y quiero que lo hagas. Ve al aseo ahora mismo, quitáte las braguitas y dánoslas.
Venga” dijo soltando su brazo. Ana asintió y se fue. Carmen aprovechó para tomar su lugar al lado de Parker y pegarse a él. Estaba celosa y rozaba discretamente su cuerpo a él para que lo notase.
– “Tengo una sorpresa para usted. La llevo puesta” dijo dándole el mando.
– “¿Ah sí? Creo que te está gustando demasiado este juego… eres una salida, mira cómo te rozas a mí. Seguro que estás empapada… zorra” Dijo acariciando su cabeza… con un toque de brusquedad
– “Soy su zorra para lo que usted quiera…” –dijo Carmen intentando besarle y siendo rechazada-
– “Estate quieta. Tengo otros planes para hoy y no te mereces ser protagonista…
Al instante llegó Ana que traía las mejillas rojas y miraba hacia abajo… con discreción hizo el gesto de entregar lo que traía en su mano a Parker, pero éste dijo “Dáselas a Carmen”, y ambas se miraron con una expresión extraña antes de que Ana, muerta de vegüenza, diera su prenda íntima a su amiga.
– ¿Está excitada Ana? –Preguntó Parker a Carmen usando una voz amable y normal… como si Ana no estuviese presenciándolo…
– Creo que sí –Dijo mientras aplastaba las braguitas de su amiga en su puño-
– Compruébalo –Dijo impasible Parker mientras mirando hacia otro lado iniciaba con el mando a distancia el vibrador portátil que Carmen tenía puesto
– ¿cómo lo hago? –Dijo Carmen con un hilo de voz, pero la mirada de Parker fue contestación suficiente… Ana temblaba de excitación mientras miraba incrédula lo que estaba pasando… mientras sentía como Carmen se pegaba a ella, tratando de ocultarla de la vista de otros clientes, y simulando decirle algo le metía la mano bajo su vestido negro palpando el húmedo y caliente sexo de su amiga.
Con todo, era una maniobra arriesgada y Carmen miraba a Parker como pidiendo permiso para detenerse. Ana directamente había cerrado los ojos. Llevaba 3 gintonics, un vestido sin ropa interior y por su cabeza pasaban mil fantasías que nunca había imaginado. Parker acarició la espalda de Carmen y dijo “Ya vale, Lorenita. Vámonos ya”.
Todos estaban muy excitados en ese momento y Parker se dio cuenta de que en ese Pub no podrían hacer mucho más esa noche. Se sentía poderoso, con esas dos super mujeres en ese estado y tenía muchas ganas de probar hasta dónde estaban dispuestas a llegar. De Carmen estaba seguro, pero de Ana aún no. Pagaron las copas y salieron del local dirigiéndose al todoterreno de Parker.
Mandó subirse a Ana en el asiento del copiloto. Él conduciría y Carmen iría sentada atrás. Nada más subir dijo… “Así que tenéis ganas de jugar ¿no?”. Y las dos contestaron “” al unísono… riéndose todos de forma desinhibida. Parker continuó dando instrucciones “Ana, súbete el vestido un poco y abre las piernas… quiero verte” y ella… algo influenciada por el alcohol  lo hizo lentamente mientras miraba provocadoramente a sus 2 compañeros de juegos. Tenía el sexo carnoso, los labios interiores sobresalían ligeramente, estaba depilado salvo una línea de pelo corto en el centro, era oscuro y se notaba inflamado por la excitación.
Parker continuó dirigiendo “Y tú Carmen, quítate tus braguitas y dáselas a Ana… ella también tiene derecho a saber cómo de excitada está una puta como tú”. Carmen advertía que el tono que él empleaba era parte del castico y obedientemente hizo lo que ordenaba. “Abre las piernas que te veamos”… el espectáculo era brutal, Carmen sentada en la parte central del asiento trasero del coche abría las piernas y actuaba como si fuera una actriz porno. Parecía como si ambas mujeres estuviesen compitiendo por portarse más lascivamente. A Parker se le notaba la excitación en su pantalón del traje y Ana no podía quitar la vista de allí, como esperando una orden para hacer lo que la pidieran. Carmen se atrevió a proponer “Dile a esa zorrita que te la chupe…”, y Ana la miró incrédula mientras se mordía el labio inferior, pero deseando que Parker asintiese.
Pero Parker tenía otros planes “Chicas, vamos a ir a un lugar y llegaremos en 20 minutos”. Entonces le dio a Ana el mando a distancia del huevo que llevaba Carmen y dijo… “Anita, tu ejemplar amiga lleva un huevo vibrador con mando a distancia metido en su sexo. Tú la vas a dirigir. Cuanto más excitada estés, sube más la intensidad de esto… ¿sabes cómo va? Pues empieza despacito”… Ana recibió el mando con sorpresa. Jamás había tenido algo así en las manos y desconocía que Carmen lo llevase puesto… “Carmen, enséñaselo que no lo conoce”… y Carmen, impúdicamente abrío su depilado coño con los dedos y mostró a su amiga el juguete que llevaba mirando traviesa.
Parker sonriendo puso en marcha el coche y su mano derecha entre las piernas de Ana, que se subio un poco más su vestido apoyando la piel de su culo directamente sobre la tapicería. Parker conducía y mantenía su mano rozando el coño de Ana. Le fascinaba notar como ella se movía inquieta las caderas sobre sus mano buscando sentir placer. De la timidez inicial no quedaban pocos resquicios. A su vez, con el mando subía y bajaba de intensidad el vibrador de su amiga que estaba al borde de un ataque. Parker dio permiso a Carmen para masturbarse siempre que les avisara en el momento del orgasmo y Carmen, se puso a tocarse a la vista de sus amigos.
Ana estaba fuera de sí… miraba alternativamente al asiento de atrás como su amiga se masturbaba, al pantalón de Parker que parecía una tienda de campaña, y a la propia la mano de éste jugando con su coño… con voz infantil pidió permiso a Parker
– ¿Puedo yo?…
– Que si puedes ¿qué? -dijo él divertido-
– Tocarme
– ¿Dónde, Anita?
– Aquí… dijo mientras señalaba su sexo con timidez
– No sé lo que es aquí… eso tiene un nombre –Provocó Parker-
– Joooo -Ana seguía imitando su voz de niña-
– ¿Cómo se llama lo que quieres hacer Anita?
– Joooo, me da vergüenza
–  jajajajaja ¿qué te da vergüenza? ¿Has visto cómo estás?…
Entonces Carmen estalló… “¡ya.. ya… ya… yaaaaaaaa!” su cara estaba desencajada y su mano friccionaba más y más rápido su clítoris mientras Ana subió al máximo la intensidad del vibrador. Carmen, desde el asiento de atrás, sólo acertaba a decir “Por favor.. por favor… por favor… aaaahhhhhhhh…. Aaaaaahhhhhh”… y Ana alucinaba de ver a su amiga en ese estado. Habían llegado a un bosque que hay en el entorno de la ciudad… y, tras dejar a Carmen un par de minutos para terminar su “explosión”, Parker dijo a Ana “Ahora te toca a ti, baja del coche ponte de espaldas y apóyate contra el capó”. Cuando salió, Parker sacó una cámara de fotos de bolsillo y dio instrucciones a Carmen… “Carmen, cielo, quiero que nos empieces grabando y luego nos hagas unas fotos a Ana y a mí. Luego te diré lo que tienes que hacer¿vale?”. Carmen asintió y ambos salieron del coche.
Ana estaba obedientemente apoyando su pecho contra el capó, como había pedio Parker… y cuando éste vio que ya estaba Carmen grabando sin que su amiga lo hubiese notado comenzó a hablar: “Ana, súbete la falda que veamos tu culo de putita” ordenó, y ella lo hizo… “Ahora sí tienes permiso para tocarte como habías pedido”… y ella lo hizo tras mojar sus dedos el saliba, pero contestó:
– Me gustaría que…
– ¿Qué te gustaría? -cortó Parker-
– Que me hiciese el amor…” dijo Ana tímidamente
– Si quieres que me folle tu coño de puta caliente me lo tienes que pedir Anita, si no, termina tú sola…
– Por favor…
– ¿Por favor qué?
– ¡Que me folle! ¡Que me folle!, ¡Que me folle mi coño caliente!… por favor…! -dijo Ana fuera de sí-
– ¿Y eso en qué te convierte, Anita?” -Parker se había situado ya detrás de ella… muy cerca y se abría el cinturón del pantalón-
– … en una puta… en su puta…
En ese momento él sujetó firmemente sus caderas y la ensartó su polla de un solo golpe hasta el final “Aaaaahhhhhhhhhh” gritaba ella mientras sujetaba su vestido subido sobre la cintura y se dejaba hacer… La polla de Parker entraba y salía como un cuchillo caliente en la mantequilla, provocando un sonido especial de chapoteo, mientras ella no paraba de gemir y de llamarse puta, caliente… zorra… jamás se habría imaginado a sí misma diciendo eso. Estaba desconocida, y Carmen estaba filmando el episodio en la cámara de Parker.
Éste hizo un gesto a Carmen para que parase de filmar, entonces tomó a Ana del pelo y mostrándosela a Carmen dijo, “ven aquí y cómele el coño a esta puta que has traído…”. Ambas se miraron. Sus caras denotaban la excitación brutal a la que estaban sometidas. Carmen, obedientemente se agachó entre el coche y su amiga que le hacía hueco aunque seguía inclinada contra el capó. Desde ahí veía la polla de su dueño entrar y salir del hinchado coño de su amiga y sentía celos a la vez que excitación. Puso su lengua plana y húmeda sobre el clítoris de Ana que emitió un fuerte gemido “Aaaaahhhhhhhh!!!” y se puso a trabajar sobre ella lamiendo el vértice donde se ubicaba la perlita, los labios de Ana y la polla de Parker que entraba y salía dura como una roca.
A Ana le fallaban las piernas y, cuando Parker le dio unos azotes en su culo desnudo diciendo “vaya puta que me has traido Lorenita… es una buena jaca”, estalló en un profundo orgasmo que desde su sexo mandaba olas de placer a todo su cuerpo. La tenían que sujetar entre los dos mientras ella inundaba con sus jugos la cara de su amiga y gritaba como una posesa “Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!! Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! …. Por favor!!!…. Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”.
Cuando se fue relajando, aún ensartada por Parker, quiso cambiar de posición… pero él dijo “quieta ahí Anita, quiero teneros a las dos así…” y ordenó “¡Carmen, ponte al lado de la puta que has traído y apóyate contra el capó!. Carmen subió impúdicamente su falda sin necesidad de que él dijese nada, y él inmortalizó el momento en una foto… la verdad es que estaba impresionado por su suerte. Había conseguido realizar sus fantasías y tenía a su disposición a dos super mujeres… y cómo estaban en ese momento… una junto a la otra, inclinadas sobre su coche, y mostrando su parte más íntima para que él las usase… a pesar del papel de “dueño” o “amo” que había tomado en el juego, se sentía agradecido a ellas… agradecido y completamente excitado…
Se puso detrás de Carmen y la penetró de un golpe sin encontrar ninguna dificultad pues ella estaba totalmente encharcada. Continuó representando su papel y ordenando “Ana, devuelve a la puta de tu amiga lo que te ha hecho… y cómete su coñito”… Ana nunca había hecho eso, pero hoy estaba dispuesta a todo. Nunca pensó que le gustaría estar con otra mujer, pero tenía que reconocer que estaba deseando oir esa orden. La sensación de chupar el coño completamente depilado de su amiga la sorprendió agradablemente… era suave y mullido… con ligeras prominencias de sus labios vaginales calientes y ligeramente duras. El sabor era peculiar, distinto del suyo que conocía.
Carmen, por su parte, se movía de atrás adelante, queriendo masturbar a su dueño con su propio cuerpo… estaba muy muy caliente y no quería pensar en lo que le estaba haciendo su amiga Ana porque no podría evitar el orgasmo. Sin embargo ya empezaba a temblar… y Parker dijo a Ana: “Carmen está castigada y tiene prohibido correrse más veces hoy… ¡vamos, las dos de rodillas delante de mí!” dijo sacando su polla de la caliente cueva de Carmen… “sois mis putitas… así que de rodillas, sacad vuestras tetas por el escote del vestido y poned las manos a la espalda”.
La visión de las dos mujeres era brutal… con el maquillaje corrido, algo despeinadas, con la cara desencajada por el morbo… los pechos fuera del vestido… ambas tenían las tetas preciosas y los pezones erectos. Muy oscuros los de Ana y algo más claros los de Carmen. Ambas, con las manos atrás, le miraban ansiosamente cómo él se masturbaba ante ellas, cómo él descargaba gimiendo su semen sobre la cara, pelo y pecho de las dos…. Uffffffffffffffffff había aguantado mucho pero ahora veía el cielo en cada uno de sus espasmos.
Cuando terminó se apoyó jadeando en el coche y, para su sorpresa, ambas mujeres comenzaron a besarse y a lamerse una a la otra juntando sus pechos y limpiando con la lengua el semen del cuerpo de su amiga. Realmente había sacado a la puta que había en ellas…
Muchas gracias por leer hasta aquí… y gracias por los comentarios y sugerencias que me llegan y que me animan a seguir escribiendo. Carlos López

Relato erótico: “Marta descubre su lujuria con un pastor” (POR AMORBOSO)

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Santiago (Santi para los amigos) es un joven de 24 años, hijo único y estudiante de veterinaria. Sus padres poseen grandes extensiones de terreno dedicadas al cultivo de pastos para mantener su extensa ganadería, que abarcaba un amplio espectro: vacas, ovejas, aves, cerdos, etc.

El padre, desde que Santiago era pequeño, le inculcó el amor por los animales y lo fue llevando hasta que desembocó en la carrera de veterinaria, muy conveniente para el buen funcionamiento de la explotación.

No obstante, en las épocas de vacaciones, el padre le encargaba todo tipo de trabajos para que fuese conociendo el negocio desde abajo. Por eso, este verano estaba cuidando las ovejas en los pastos de la montaña, durante los meses de más calor, para que los pastores pudiesen tener sus correspondientes vacaciones.

Marta, de unos 22 años, pelo castaño, una cara muy normal tirando a guapa, pero con muy buen cuerpo, hermosos pechos y culo respingón, vive en la ciudad donde Santiago estudia su carrera. Trabaja en una asesoría fiscal, mientras se prepara para obtener los títulos de asesor contable y abogado Tiene un novio al que quiere o eso cree, que trabaja de ingeniero en una empresa de montaje de coches, el cual dedica casi todo su tiempo libre a practicar algún deporte.

Solamente se ven los fines de semana, en los que el sábado la recoge y se van al campo de fútbol, donde juega un partido, luego actúa de entrenador para un grupo de chicos jóvenes y, tras una ducha, van a tomar un aperitivo con los compañeros del equipo.

Van a casa de él a comer con su madre, descansa un rato en el sofá, donde da alguna cabezada y por la tarde un nuevo partido, para salir por la noche de copas. Por la noche o de madrugada, van al piso de ella y, si no está muy borracho, hacen el amor con pocas caricias y quedando ella muchas veces insatisfecha y la mayoría sabiéndole a poco.

Santiago permanecía solo en la montaña, donde recibía la visita de su padre o algún empleado cada tres o cuatro días para llevarle provisiones y al que se unía su madre para llevarle el último guiso que le había preparado y que tenía que comérselo en el momento, pues no tenía una nevera donde guardarlo.

Es un muchacho fogoso hasta el punto de que se masturba tres o cuatro veces al día. Incluso en los días que lleva en la montaña, tiene seleccionada una oveja (a la que ha puesto por nombre Beeeenita) para follársela por las mañanas y atardeceres y que siempre estaba comiendo a su alrededor.

En el trabajo, el novio de Marta escuchaba hablar de las bondades del senderismo, se interesó por él y atendió las recomendaciones de sus compañeros en cuanto a hermosos lugares y formas de llegar.

Un fin de semana propuso a Marta salir de vacaciones a la montaña durante una semana, alojarse en un hotel y hacer senderismo. Se lo tuvo que confirmar cuatro veces, porque ella no se creía que él pudiese hacer algo distinto que el fútbol y las borracheras. Aceptó encantada, pensando en lo que iba a disfrutar. Tres fines de semana atrás, estuvo con la regla y a él no le gustaba ni acercarse en esos días. Dos fines de semana atrás, iba tan caliente que se corrió nada más meter la punta, el fin de semana anterior, estaba tan borracho que hasta lo tuvo que desnudar ella y este iban por el mismo camino, celebrando la fiesta del siguiente. Luego resultó que no había previsto ningún amistoso, los niños y amigos de vacaciones… o sea, no tenía nada que hacer y pensaba aprovechar para realizar otras actividades.

Llegó el fin de semana y el sábado se fueron a la montaña, se alojaron en el hotel que habían contratado, según informes de los amigos y terminaron el día recorriendo el pueblo y acostándose pronto, por supuesto, sin relaciones sexuales que era lo que más esperaba Marta, porque al día siguiente había que madrugar y estar en forma.

El domingo, salieron temprano siguiendo unas rutas marcadas en planos por los amigos, pero no coincidentes con las establecidas para los senderistas. Iban perfectamente preparados para… nada. Él, camiseta de manga corta y pantalones cortos, con zapatillas de deporte y ella parecido, solamente cambiaba que llevaba una camisa anudada bajo los pechos.

Empezaron su caminata subiendo y bajando por lugares no transitados, disfrutando del paisaje, flores, plantas, etc. No llevaban ni siquiera una hora andando cuando Marta estaba harta y cansada de la caminata. Su novio, que ya se había quitado la camiseta, iba señalándole todas las maravillas que los rodeaban, mientras crecían en ella las ganas de asesinarlo

Caminaban por un sendero que corría a lo largo de un cortado, cuando llegaron a un punto que no podían continuar. Marta, cansada ya de tanto andar, puesto que no estaba acostumbrada, se sentó sobre una piedra mientas su novio decidía si buscar una subida o retroceder hasta un punto donde pudiesen desviarse avanzar por otro lugar.

-Voy a trepar por el cortado para ver si podemos continuar más arriba, porque hacia abajo hay demasiada altura.

-¿No será muy peligroso?

-No para un deportista como yo. Ya verás como subo y bajo en un momento.

Empezó a subir agarrándose a piedras y grietas, hasta que topó con una piedra suelta y cayó hasta el sendero, donde dio un grito, rodó y volvió a caer por el cortado hasta que los arbustos del fondo amortiguaron su caída, quedando inconsciente sobre ellos.

Marta dio un grito asustada.

-AAAAAAAAAAAHHHHHHH.

-Cariño ¿estás bien? ¿Me oyes? Contéstame, por favor.

Al no obtener respuesta, intentó bajar ella por el cortado. Eran unos seis o siete metros de altura por lo que probó a bajar descolgándose por la pared, agarrándose a las piedras y grietas, como había hecho su novio. De repente, sus pies resbalaron, cayendo cosa de un metro, hasta que el nudo de su camisa quedó enganchado en un saliente, que arañó su vientre y el canalillo de sus pechos, y que, al tirar de ella, hizo que la camisa se desplazase hasta salir por su cabeza, quedando en caída libre hasta topar con otra parte de los matorrales.

Quedó algo aturdida, y cuando se le pasó, empezó a bajar y salir de la maraña de ramas en la que había caído, arañando sus piernas, brazos y torso. Intentó acercase a su novio, pero la extraña posición de su pierna y su gran tamaño le hizo desistir.

-¡SOCORROOOOOO! ¡AUXILIOOOOOO!

Comenzó a gritar, confiando en que alguien la oyese.

-¡SOCORROOOOOO! ¡AUXILIOOOOOO!

Santiago estaba disfrutando con Beeeenita, aprovechando que su madre y el peón se habían ido hasta el jueves o viernes de la semana siguiente y el sitio había recuperado la paz y tranquilidad habituales, cuando le pareció oír gritos de socorro.

Con gran disgusto dejó a su Beeeenita, que también emitió un balido de decepción, tomó su vara y se dirigió rápidamente hacia el lugar de donde parecían provenir. Cuando ya los oía más nítidos, aunque apagados y entre sollozos, comenzó a llamar.

-¿Dónde esta?

-¿Dónde esta? ¡Hable para que pueda orientarme!

-Si, por favor, ayúdenos, estamos aquiii.

Con estas voces, fue capaz de localizarlos. En cuanto vio a Marta con los pechos al aire y su pantaloncito corto, la polla se le puso tan dura como las piedras del cortado, formando un gran bulto en traje de baño, ya que, para estar en la montaña, no utilizaba ropa, solamente el traje de baño durante el día y unas mantas para las frescas noches.

-Hola, soy Santi. ¿Qué ha ocurrido? –dijo él mientras intentaba ocultarlo.

-Hola. Soy Marta y este es mi novio Ricardo,

Marta no pudo evitar fijarse en semejante bulto, y roja de vergüenza y con las manos en sus pechos, contó a Santi lo ocurrido y que su novio llevaba mucho rato inconsciente. No era mojigata, pues en la playa solía tomar el sol sin la parte superior del bikini, pero ver semejante bulto, la ponía nerviosa. El observó la pierna y vio que estaba rota, probablemente por más de un sitio.

-Tenemos que llevarlo a mi campamento. Voy a buscar el burro y algunas cosas que necesitaré. Usted quédese con él y tranquilícelo si se despierta.

-¡Por favor, dese prisa! Tengo miedo de estar sola y no se qué hacer.

-Enseguida vengo, el campamento está cerca.

Así lo hizo. Volvió con el burro, algunas cuerdas y el hacha que tenía para hacer leña. Preparó unas ramas convenientemente cortadas para utilizarlas como tablas y, aprovechando la inconsciencia de él, colocó bien su pierna y la entablilló, con algo de ayuda de ella. Con estas manipulaciones, se despertó debido al dolor, pero por suerte para él, ya habían terminado.

Luego cortó una gran rama con muchas ramitas, con el fin de utilizarla como parihuelas o camilla, sobre la que colocaron al herido entre ambos, con mucho esfuerzo debido al peso y muchas quejas de él, puso el burro a tirar de la rama y se encaminaron despacio hasta su campamento.

Marta caminaba junto al herido, tomándolo de la mano, y Santi delante, guiando al animal y volviendo la vista para admirar sus tetas, haciendo como que observaba la comodidad del herido. Iba totalmente empalmado de nuevo, pues antes, con las distracciones de la cura y demás, se le había bajado.

Al llegar, colocaron al herido en el lugar donde dormía Santi, un hueco entre dos árboles con un plástico a modo de tienda, un montón de cosas apiladas detrás y cubiertas con plástico también, con espacio justo para guardar la comida y un hueco para cobijarse cuando llovía.

Lo acomodaron allí, curó las heridas y se fijó en que iba quemado por el sol, por lo que tuvo que darle alguna de las pomadas que tenía a tal efecto. Luego le dio un calmante y lo taparon bien. Había gran cantidad de hierba seca debajo y una manta rodeaba su cuerpo.

-Aquí estará bien. Yo no puedo abandonar las ovejas, y hasta el viernes no vendrán a traerme comida. Si lo prefiere puede dirigirse al pueblo y pedir ayuda o acercarse hasta un lugar donde haya cobertura de teléfono y pedirla. Aquí no tengo medios para hacerlo. –Le dijo sin volverse hacia ella para ocultar la erección

-Pero… ¿Qué le pasará a él? –Dijo Marta rompiendo a llorar- Yo no se moverme por las montañas. No sabría por donde ir.

-De momento, nada. He entablillado muchas patas de animales y se que se recuperará sin problemas.

-¡Pero el no es una oveja!

-Los huesos son huesos, sean de personas o animales y funcionan igual.

-Ahora miraré y curaré sus heridas, luego comeremos algo.

Con cuidado de no lastimar al herido sacó su botiquín, utilizándolo para ocultar la erección, la hizo sentar en el suelo y fue cubriendo de antiséptico las heridas y rasguños de ella. No tenía más daños, aparte de algunos morados.

-Por cierto, ninguno de ustedes lleva camisa o camiseta, ¿han salido así a caminar?

-No, a mi se me rompió y quedó colgada de una rocas al caer y él se la había quitado pero no se donde la perdió.

-Bien, eso explica porqué el se ha quemad y usted no. Voy a buscar agua para reponer la que hemos gastado limpiando las heridas.-Dijo tomando un recipiente y dirigiéndose hacia un cercano manantial.

Al poco, el herido estaba dormido y ella decidió ir al manantial también para lavarse y quitarse la tierra y el verde que las plantas le habían dejado en su cuerpo.

Cuando llegó, lo vio sentado en la hierba, de espaldas a ella y fue acercándose sin ruido, ya que el verde amortiguaba sus pasos.

Al observarlo más de cerca y ver sus movimientos, se dio cuenta de que se estaba masturbando. Se desplazó lateralmente para confirmarlo visualmente y vio que efectivamente, estaba acariciando una enorme y dura polla, más del doble que la de su novio.

Hipnotizada, se quedó mirando como movía su mano subiendo y bajando, primero despacio, luego aceleraba, volvía a reducir para acelerar de nuevo. Le pareció que tenía los ojos cerrados por lo que se arriesgó a acercarse un poco más, viéndola en todo su esplendor. Incluso estuvo apunto de acercarse y comérsela-

Estuvo un buen rato dándole hasta que empezó a soltar semen como si fuese una fuente de leche, y lanzando gemidos de placer hasta que cesó, quedándose un rato relajándose y acariciándosela sin que se le bajase.

-“Si mi novio aguantase tanto…”. –Se dijo a si misma.

Se sintió mojada y muy excitada. Deseó poder ir corriendo junto a su novio para que la follara. Sin embargo, retrocedió de espaldas para que no se diese cuenta y cuando calculó que estaba lo bastante lejos gritó:

-¡Hola! ¿Estás bien?

Él pareció volver de un sueño, se guardó su pene que escasamente había reducido su dureza y se volvió.

-MMM Si. Hola. Estaba meditando un poco la situación que se nos presenta. –Dijo mientras recogía el cubo de agua desbordado.

-¿Qué ocurre?

-Bueno…, en primer lugar, dispongo de comida para uno hasta el viernes, y ahora vamos a ser tres, y en segundo lugar, el único lugar de alojamiento para las noches lo ocupa ahora su novio, y no podemos meternos ninguno de los dos con él, lo que nos obliga a dormir a la intemperie, con el problema de que hace frío por las noches y solamente tenemos la manta que suelo llevar sobre el burro para taparnos, por lo que tendremos que dormir juntos y es tan pequeña que nos obligará a estar muy juntos. –Le contestó mientras ella se acercaba.

Para él fue un tormento. Su pene, que todavía no estaba satisfecho, volvió a alcanzar su tamaño y dureza máximos, al verla otra vez medio desnuda.

-En primer lugar, creo que podemos tutearnos y en segundo lugar: ¿Qué podemos hacer? –Dijo ella mientras tomaba agua del chorrito que manaba entre las rocas y que seguía como un hilo de agua hacia abajo.

Santi babeaba viendo cómo pasaba las manos por sus pechos, su cintura, piernas…

-Digo que ¿Qué podemos hacer?-Repitió mirándolo.

Santi no pudo ocultar su tremenda erección, y ni se dio cuenta de que ella la miraba.

-Eeeemm. No se…

-¿Estás así por mi? –Le dijo

-¿Cómo? –Y dándose cuenta, dudó un momento, pero decidió lanzarse.- No…, digo si. La verdad es que eres una mujer preciosa y deseable, espero que no te ofendas.

-No me ofende, al contrario, me halaga. ¿Tienes novia, esposa o pareja, o lo que sea?

-No, no tengo nada de eso.

-Y qué haces, ¿te matas a pajas?

-Solo cuando es necesario y no tengo ninguna amiga a mano.

-¿Tienes muchas amigas?

-La verdad es que si. Ando muy bien servido.

-¿Y te acuestas con alguna de ellas?

-Si, con todas, incluso con alguna que no conozco.

-¿Cómo es eso? ¿Cómo lo haces?

-Por las mañanas, en el descanso entre clases, todos los días follo con alguna compañera, a veces, a medio día con la misma u otra. Por las noches siempre me llama alguna para venir a mi apartamento. También vienen, algunas veces, las amigas a las que les hablan de mí.

-¡Ja! No me lo creo. ¿Qué les das?

-Calidad y cantidad. –Le dijo ya frotándose el paquete sin ningún pudor.

-¿Y no echas de menos tanta actividad?

-Mucho, sobre todo desde que te he visto a ti. Desde ese momento llevo una erección continua, tan fuerte que hasta me duele.

-Siento ser la culpable. ¿Puedo hacer algo por ti? –Le dijo acercándose.

-¿Porqué no me masturbas tú? –Respondió bajándose el traje de baño y mostrando su polla en todo su esplendor.

Ella, avergonzada y excitada le dijo:

-No estaría bien. No estoy preparada para eso. Mi novio está aquí al lado y no quiero serle infiel. Perdona

Y dejándolo allí, se volvió al campamento, muy excitada y arrepintiéndose por no haber hecho nada.

Cuando Santi volvió al campamento, el herido seguía dormido. Hizo fuego para calentar unas raciones que le había dejado su madre esa mañana en una nevera portátil que guardaba en la tienda, lo que despertó al herido.

-Hola. No te he dado las gracias por lo que has hecho por nosotros. –Dijo cuando lo vio.

-No hay de qué. ¿Qué tal te encuentras?

-La pierna me duele mucho y también en la espalda y sobre todo en el hombro derecho tengo mucho dolor. ¿Tienes más calmantes?

-Si, pero pocos, solo los tengo por si acaso, pero no los he utilizado nunca. Habrá que dosificarlos, aguanta lo que puedas durante el día y los utilizaremos para que puedas descansar por las noches. Ahora vamos a ver ese hombro.

Incorporó ligeramente al herido y vio que uno de los rasguños se había infectado. Tomó de nuevo el botiquín y desinfectó y tapó la herida, volviendo a darle crema por la espalda quemada, luego tomó una pastilla de una bolsa, la partió por la mitad, la diluyó una parte en agua y se la dio.

-¿Qué es?

-Es un antibiótico. Sabrá asqueroso porque es para las ovejas, pero detendrá la infección. La dosis imagino que estará bien.

-¡Pero cómo voy a tomar algo que es para los animales!

-La única diferencia que hay entre ellos y nosotros es que ellos no se quejan del sabor. Por lo demás es lo mismo. Bébelo rápido

Efectivamente, cuando se lo bebió de un trago empezó a hacer gestos y aspavientos manifestando lo desagradable que era. Santi le dio agua y un caramelo que guardaba y lo dejó acostarse de nuevo

Luego calentó la cena y, como cada plato era distinto, pues eran las raciones de tres días, les dio a elegir lo que les gustaba a sus invitados y cenaron todos. Luego reunió hierba seca bajo otros árboles cercanos, pero algo alejados del herido y colocó la manta a modo de libro, para poder meterse dentro.

Más tarde, sentados junto al herido, la pareja le fue contando su odisea y él relató al herido lo que había hecho cuando estaba inconsciente.

-¿Y crees que la pierna me quedará bien?

-No lo dudes. He entablillado muchas patas para saber hacerlo y poder afirmarlo. Ahora te daré un calmante y me iré a dar vuelta por los animales antes de irme a dormir.

-¿Cómo vamos a dormir? –Preguntó Marta

-Tu novio aquí, naturalmente. Es un lugar protegido, pero no cabe nadie más. Nosotros dormiremos bajo aquellos árboles, que nos resguardarán un poco de la humedad de la mañana.

Marta iba a protestar preguntando si sería correcto que durmiesen juntos, pero recordó la escena de la tarde y se calló antes de volver a arrepentirse, al tiempo que empezaba a sentir la excitación de lo que podía esperarle.

Así lo hicieron, ella se fue a la improvisada cama, él revisó los animales, volvió para comprobar que el herido ya estaba durmiendo y se fue también a dormir.

Cuando llegó, se quitó el traje de baño, quedando totalmente desnudo y se metió entre los dobleces de la manta, Santi a la parte exterior y Marta en la interior, obligando a Marta a que quedase aprisionada, al no estar abierta por el otro lado.

Ella no se había quitado el pantaloncito, pero cuando vio a pesar de la oscuridad que ya llevaba la polla totalmente tiesa y dura, le dijo:

-Creo que es una buena idea. Yo también dormiré desnuda. Y se sacó el pantaloncito y el tanga de un solo movimiento, dejándolo a su lado. Santi se puso de espaldas a ella e intentó dormir.

Unas horas después, Santi seguía empalmado y sin conciliar el sueño, por lo que se levantó para alejarse un poco y masturbarse.

-¿Ocurre algo? –Preguntó ella que tampoco podía dormir.

-No, duerme. Tengo que dar una vuelta por los animales.

Dos pajas después, volvió a meterse en la manta y quedó dormido.

Al día siguiente no madrugó, contra su costumbre el sol ya había salido cuando despertó. Se levantó, se puso su traje de baño y fue a ver a los animales, ordeñó las cabras y luego fue a lavarse al manantial. Cuando volvió encendió fuego e hizo queso con la leche, guardando un poco para tomarla más tarde. Luego preparó el desayuno para todos.

El ruido y el olor despertó a ambos y desayunaron juntos, al lado del herido. Después realizó las curas y se fue a los pastos con las ovejas, donde se desfogó con su querida Beeeenita un par de veces.

Volvió a medio día, preparó la comida ocultando nuevamente su erección tras tener ese monumento de mujer medio desnuda junto a él.

Soportó la tarde nuevamente con su Beeeenita y la noche con su vuelta por los animales.

A la mañana siguiente, antes de amanecer, se levantó y lo primero que hizo fue ir al manantial directamente. Marta, que estaba durmiendo mal, se despertó y lo vio marchar.

Quedó pensando en lo ocurrido la otra tarde, en la polla de él, en su masturbación, en la oferta que le había hecho y enseguida volvió a excitarse. Al poco, no pudo aguantar más, se puso la ropa y fue decidida hacia el manantial, donde ya desde lejos pudo ver lo que hacía.

Se aproximó a él, que esta vez si que la oyó, guardando su polla rápidamente bajo un traje de baño que parecía la carpa de un circo.

-¿Quieres que te ayude con eso?

-¿Ya estás preparada? ¿Te da igual ser infiel a tu novio?

-Si. Estás haciendo mucho por nosotros y creo que debo corresponderte de alguna manera.

Santi se bajó el traje de baño y dejó libre su tranca.

Ella se arrodilló a su lado, tomó la polla con ambas manos y comenzó a pajearle con torpeza.

-¿Has hecho esto pocas veces, verdad?

-Si, es mi primera vez.

-¿No pajeas a tu novio?

-No. No le gusta porque se corre enseguida.

-¿La has chupado alguna vez?

-No. Tampoco. Me da mucho asco. Y tampoco le gusta a mi novio.

-FFFFFFFFFFF. –Resopló Santi.

-Por lo menos, déjame acariciarte.

-Bueno, si, si tu quieres.

-Acuéstate junto a mí, de lado, con la cara sobre mi pecho, mirando mi polla.

Ella lo hizo, y mientras el se pajeaba con una mano, con la otra acariciaba los pezones, espalda y el cuello de ella.

Bajaba la mano hasta pasarla por su culo, sobre el pantaloncito, para subir por su espalda y acariciar los pechos y frotarle los pezones. Apuró más su suerte y le dijo:

-Tienes un culo precioso. ¿Por qué no te quitas todo para poder acariciártelo?

Se puso de rodillas y se bajo el pantaloncito y el tanga, sacándoselos por completo al volver a poner la cabeza sobre su pecho.

Santi siguió con sus caricias de pechos y espalda, pero empezó a bajar hasta su culo, acariciando sus glúteos y metiendo un dedo hasta su ano, acariciándolo con movimientos circulares, mientras movía la otra mano lentamente pajeándose.

Poco a poco ella fue moviendo su cuerpo para que su culo quedase más hacia arriba, al tiempo que abría las piernas, para facilitar que las caricias pudiesen llegar hasta su coño.

Él notaba su respiración agitándose, y decidió cambiar el sentido de su masturbación, que en vez de ser vertical, la convirtió en horizontal, con lo que la punta caía ante la boca de ella.

Bajó su mano hasta el culo y siguió hasta recorrer los labios de su coño por el borde, que ya estaban ligeramente abiertos, volviendo otra vez hacia su culo, espalda y tetas. Al dejar su coño, se dobló ligeramente hasta que la punta de su polla rozó la boca de ella.

Repitió la operación un par de veces, sin que ella se diese por aludida, por lo que cambió de táctica, llegando con sus caricias hasta el límite de su coño y volviendo atrás. Lo repitió varias veces, haciendo que ella emitiese suaves suspiros de ansiedad.

Al poco, se atrevió a dar un tímido beso en el glande que se acercaba a su boca, que fue recompensado con un gemido de Santi y nuevo recorrido por su coño.

Desde ese momento, se convirtió en un juego: subía una mano por su polla, acercándosela a la boca y bajaba la otra hasta su coño, ella le daba un beso o la rozaba con la lengua y él acariciaba su coño, presionando algunas veces para estimular su clítoris.

La excitación de ella iba en aumento, pareja con la de Santi, solo que él no tenía prisa, buscaba excitarla a ella al máximo para conseguir tenerla a su merced. Ahora que habían empezado, no lo pensaba dejar tan fácilmente. Tenía cuatro días por delante para disfrutar.

La excitación de Marta llegó a un punto que, sin pensarlo siquiera, se metió el glande en la boca y empezó a darle golpes con su lengua. Él metió el pulgar en su coño, buscando su punto G, y colocó otros dos dedos a ambos lados de su clítoris, moviéndolos como cuando se imita a una boca hablando, solo que en este caso, el labio inferior frotaba entrando y saliendo la parte superior de su coño y el labio superior frotaba su clítoris subiendo y bajando mientras lo tenía pillado entre los dos dedos. Santi también aceleró los movimientos sobre su polla, haciéndolos más rápidos y más cortos.

No tardó mucho Marta en llegar a un intenso orgasmo que la hizo gritar de placer, abriendo su boca y soltando el pene, lo que permitió más recorrido y velocidad, llegando inmediatamente su orgasmo y soltando su leche directamente a la boca aún abierta y a la cara de Marta.

Tras el orgasmo, quedaron ambos tendidos en la posición en la que estaban, en silencio, recuperándose y disfrutando del relajo que sigue al placer intenso.

Cuando Marta comenzó a moverse, Santi le dijo:

-Gracias, ha sido un orgasmo fabuloso.

-Gracias a ti. Nunca había sentido tanto placer. No se ha parecido, ni de cerca, al mejor orgasmo con mi novio, ni a la mejor de mis masturbaciones. Por cierto, te has corrido en mi boca.

-Perdona, pero no me he dado cuenta. Tampoco veía cómo la tenías.

-No, si no me importa. La verdad es que no me disgusta el sabor, pero también me has puesto toda la cara perdida.

Ella se giró y se quedaron mirando, echándose ambos a reír.

-Venga, vamos a lavarnos y volvamos al campamento. –Dijo Santi

El día transcurrió sin novedad. Santi con sus ovejas y su Beeeenita y Marta junto al herido.

Por la noche, tras la cena, Marta dijo que tenía algo de frío y le recomendaron que fuese a dormir. Un rato después, cuando al herido le entró sueño, Santi fue a dormir también, volviendo a desnudarse totalmente y se metió entre las mantas.

Marta se había metido sin quitarse el pantaloncito. Miró a Santi desnudo, y sonriendo, se lo sacó junto al tanga y los dejó a su lado. Santi se aproximó hasta quedar pegado a ella, que sintió su dura polla contra el muslo, y le dijo:

-¿Tienes frío?

-Ahora ya no. Tú me das el calor que necesito.

Santi pasó su mano por su vientre plano, en dirección a sus pechos, sin recibir rechazo por parte de ella. Acarició sus pezones y la besó en el cuello. Ella se puso de costado, dándole la espalda e hizo los movimientos precisos para encajar la polla entre sus glúteos. Sintiendo su dureza, hacía movimientos para masturbarla entre su culo y el cuerpo de él, mientras Santi seguía con sus pechos y cuello.

-Acaríciame el ano. Me ha gustado mucho esta tarde.

Santi, aprovechando la posición de uno de los árboles que los rodeaba, se levantó y apoyó la espalda en él para quedar sentado, la hizo ponerse boca abajo, sobre sus piernas, colocando el culo de ella a la altura de su polla y metiendo esta entre sus piernas, las cuales hizo separar. Ensalivó su dedo medio y fue dándole movimientos circulares en su ano, al tiempo que presionaba ligeramente para ir hundiéndolo poco a poco, mientras que la polla rozaba su coño y su clítoris se rozaba con al base su base.

-Mmmmmm. –Gemía ligeramente ella, bajito, para no despertar a su novio.

Santi no quería tocarse para evitar acelerar su orgasmo, pero los ligeros movimientos del cuerpo de ella intentando frotar su clítoris contra su polla, lo estaban poniendo a cien. La situación de ella no era para menos. Su abundante flujo bañaba los huevos y las piernas de Santi y escurría hasta la manta.

Siguió frotando y humedeciendo su ano, además de bajar algún otro dedo hasta la entrada de su coño. Cuando ya penetraba en su esfínter, dijo ella:

-Mmmmmm. No puedo más. Necesito sentirla dentro.

Santi la levantó por la cintura, haciéndola resbalar sobre su polla que fue recorriendo toda su raja hasta que pudo meter la punta, que entró como el cuchillo en la mantequilla.

-Aaaaaaaaaahhhhh. –Exclamó ella- Siiiii. La siento enorme. Ah, ah, ha.

El sentía su polla apretada entre las paredes del coño. La desplazó ligeramente a un lado con el fin de que toda su raja tuviese contacto con la polla y empezó a mover el cuerpo de ella un par de centímetros a cada lado. Eso generaba un efecto de entrada y salida del coño, con presiones sobre la polla al estar metida de lado.

Su dedo entraba suavemente en su culo y podía presionar la polla directamente a través de la separación entre vagina y recto.

Santi llegó a su límite. Empezó a gemir, intentando no hacerlo fuerte. Aceleró los movimientos sobre el cuerpo de ella y le dijo:

-Me voy a correr. Siii, me voy a correeerrr.

-Córrete. Dámelo todo. Estoy apunto también

-Me corroooo. MMMMMMMM

Cuando Marta sintió que la llenaba, se lanzó a un orgasmo como nunca lo había sentido, hasta el punto que gritó sin darse cuenta.

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Eso despertó a su novio.

-¿Qué ocurre? Marta ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

No podía verlos porque estaban a su espalda. Santi, sin haberla sacado y siguiendo teniéndola tan dura como al principio, acertó a decir:

-Ssssshhhhh. Ha tenido una pesadilla y ha gritado. La he agitado un poco para que se despierte y cambie de sueño.

-¿Pero está bien?

-Si, no te preocupes y duérmete, yo la vigilo. Tengo el sueño ligero.

Ella, ocultando la risa, comenzó a mover su cuerpo en círculos, tomando como eje la polla de Santi. Esto volvió a excitarla y la hizo cambiar los movimientos, intercalando subidas y bajadas de su culo, lo que la llevó rápidamente a un nuevo orgasmo que silenció enterrando su cabeza y mordiendo la manta.

Santi le dio la vuelta y se colocó sobre ella, volviendo a meterla y empezando un fuerte vaivén que mantuvo la excitación de ella, que llegó a ponerle los talones en los riñones.

-Uauuu. Me llega hasta la garganta. No pares, fóllame más duro.

Se puso a todo lo que podía y cuando ya estaba a punto de desfallecer, ella se agarró fuertemente a él y le clavó los dientes en el hombro para que no se oyese su grito de placer, lo que llevó también a Santi a soltar sus últimos chorros de semen en un nuevo orgasmo.

Ambos quedaron uno junto a otro agotados. Cuando se recuperaron, Santi tomó la manta para cubrir a ambos, y al pasar sobre ella, le dio un suave beso en los labios que se convirtió en uno largo cuando ella correspondió a él.

Cuando se separaron, dijo ella.

-A sido increíble, jamás hubiese pensado algo así: Correrme en manos de un extraño, estando cerca mi novio, y disfrutar de una follada como nunca lo había hecho, sin contar que estoy desnuda delante de otro que no es mi novio.

Y siguió

-Con él llegaba al orgasmo pocas veces. Hasta pensaba que era frígida. Mis amigas y compañeras hablan siempre de sus fabulosas folladas y yo pensaba que tampoco era para tanto. Ahora me he dado cuenta de varias cosas: Que me dan más placer las caricias en mi ano que en mis tetas, que puedo correrme más de una vez en una follada y que mi novio es un gilipollas, que no sabe follar, que no tiene aguante y no sabe satisfacer a una mujer. ¡Aquí termina nuestro noviazgo!

-Bueno, no te precipites y descansa, mañana lo verás de otra forma. Háblalo con él y verás cómo también disfrutáis mucho juntos

Durmieron toda la noche abrazados. Cuando la claridad que precede a la salida del sol llegó, Santi se despertó, se puso su traje de baño, dio vuelta por sus animales y se encaminó al manantial. Marta también se despertó, y cuando vio que iba al manantial, se levantó y fue tras él con sus prendas en la mano.

Al llegar, no lo vio junto al manantial y se puso a lavarse. Al terminar, oyó ruido de chapoteo un poco más lejos, viendo al acercarse que en un recodo, tras unas rocas, estaba Santi bañándose en una pequeña poza que se había generado por la caída del agua en un desnivel del terreno. Estaba agitándose dentro del agua por lo fría que estaba. Ella se echó a reír al verlo y él se dio cuenta de que estaba allí.

-¿Quieres bañarte conmigo?

-Está helada.

-Yo te calentaré.

-Ja, ja, ja. Me gustaría ver cómo lo haces.

-Acércate y ponte agachada junto a la orilla con las piernas abiertas.

Ella, riendo, se aproximó y se puso en cuclillas como le había pedido.

Él la cogió de la mano y la hizo caer al agua, sobre él. El sitio era pequeño y no cabían bien. Ella gritó entre risas.

-AAAAAAHHH está muy fría.

Desnuda como estaba, clavaba su pezones, duros por el frío, en el pecho de Santi que ya acostumbrado al agua, no notaba la temperatura, e hicieron que se le pusiese dura al momento, aunque no tanto como era habitual. La mano de él fue directa al culo, donde empezó a masajear glúteos y ano. La punta de su polla sobresalía de entre las piernas de ella, totalmente pegada a su raja.

Ella comenzó un movimiento de cintura para subir y bajar el culo, frotándose contra la barra de carne que rozaba su clítoris.

-MMMMMMM ¡Cómo me calientas! Te voy a dejar totalmente seco.

-Lo estoy deseando. También tú me excitas. Quiero pasar el día follando contigo.

Ella levantó el culo lo suficiente para que la punta quedase en su entrada y fue metiéndosela poco a poco hasta que le entró entera.

-Uffff, cómo me llena. –Dijo mientras se acostumbraba al tamaño.

El siguió acariciando e intentando meter el dedo en su culo.

-Si, sigue acariciando mi ano. Eso me pone a cien.

Al mismo tiempo movía el culo arriba y atrás para volver abajo y adelante frotándose bien contra la polla.

-MMMMMMM ¡Qué gusto! Me voy a correr en cualquier momento.

-Y yo también estoy apunto

Ella aceleró los movimientos. Él sentía la presión sobre su polla, el roce contra el coño de ella y el roce forzado contra la entrada y el fondo. A ella también le hacían efecto estos movimientos. Un roce constante contra su clítoris, al tiempo que la punta rozaba con fuerza el suelo de su vagina y la entrada, gracias a lo bien que se doblaba.

Marta pronto estalló en un orgasmo que anunció con fuertes gemidos y gritos que llevaron a Santi al punto de placer sin retorno.

-MMMMMMMMMM. AAAAAAAHHHHHHH ¡Me corro! ¡Sigue con tu dedo en mi culo!

-Siii, AAAAAAAHHHHH. Yo también me corrooooo. –Dijo Santi incorporándose para presionarla contra él con una mano en la espalda y otra en el culo que la obligaba a clavarse más profundo, mientras movía sus caderas con un temblor compulsivo para frotar más su clítoris contra él.

Cuando Santi se recuperó, sin haberla sacado siquiera, salió con ella en brazos y se recostaron sobre la hierba para secarse con los primeros rayos del sol que ya había salido.

Una vez limpios, volvieron al campamento, donde todavía dormía el herido, acompañado de Beeeenita. Santi sonrió al ver la escena.

-De que te ríes. –Preguntó ella.

-Creo que a mi oveja le ha gustado tu novio. Lo está esperando para salir.

Santi volvió a sus tareas, después de explicar a Marta lo que tenía que hacer para curar y atender al herido. A media mañana volvió por el campamento y, aprovechando que el novio no los veía, la estuvo besando y acariciando.

-Ve a al manantial y espérame allí. Iré enseguida.

-Pero…

-Shisst. Ve allí y espérame. –Le dijo marchando en dirección contraria después de interesarse por el herido.

Volvieron a coincidir en el manantial, donde la abrazó y acarició de nuevo mientras le quitaba el pantaloncito.

-No por favor, no me la metas. No estoy acostumbrada a tanto sexo ni a una polla tan grande y estoy muy irritada.

El siguió acariciándola al tiempo que la forzaba suavemente a recostarse sobre la hierba. Arrodillado a su lado, besaba sus labios, su cuello, sus pechos, lamía y chupaba sus pezones mientras con su mano entre sus piernas abiertas, seguía acariciando su ano. Fue bajando hasta su clítoris, mientras seguía presionando su ano con un dedo y metía otro en su coño.

Ella empezó a gemir y gritar.

-MMMMMM. SIIIIII. AAAAAAHHHHH. ¿Qué me haces? Oooohhhh. Nunca me habían hecho algo así. AAAAAAAHHHHHHH ¡Qué gusto!

Santi, incansable atacaba por todos los lados mientras ella gemía y gritaba más y más.

-Siii. ¡No pares! ¡Me corroooo! –Fueron las palabras que repitió tres veces antes de decirle que parase porque ya no podía más.

Santi se recostó a su lado, mirándola. Luego de un rato para recuperarse, ella le dijo:

-Gracias. He disfrutado más en estos dos días que desde que perdí mi virginidad.

-Eres preciosa. Todo es poco para ti.

-Pero tú todavía no te has corrido. –Dijo viendo la tienda de campaña que tenía montada en su entrepierna.

-Es igual, no te preocupes.

-Pero a mi no me gusta dejarte así. ¿Quieres que te haga una paja?

-Mejor una mamada.

-No lo he hecho nunca. Me da un poco de asco.

-Bueno, pues déjalo, no pasa nada.

Después de un momento de silencio, ella se incorporó, bajó su traje de baño, dejando su enhiesta polla libre y empezó a besarla y darle suaves golpecitos con la lengua.

-Ayúdame. Dime que tengo que hacer para que disfrutes más.

Santi fue dirigiendo sus acciones, demostrando ella que era buena en el aprendizaje, que incluso superó las indicaciones del maestro.

Le fue pidiendo que la lamiese, que pasase su lengua por el borde del glande, que se metiese la punta en la boca y la acariciase con la lengua. También fue guiando su cabeza para meterla lo más profundo posible, hasta que llegaban a darle arcadas, hasta que pudo hacerlo sola.

Cuando sintió que su orgasmo se aproximaba, le avisó, pero ella no se retiró, sino que aceleró los movimientos y se la metió hasta la garganta, mientras presionaba con la lengua.

Su corrida fue directamente al estómago de ella, lamiendo y chupando después hasta dejarla limpia.

Luego se fundieron en un largo beso, hasta que comprendieron que debían separarse, volviendo cada uno por donde habían venido.

Santi fue a revisar sus trampas, que siempre tenía colocadas para mejorar la alimentación, ya que, al no tener refrigerador, no podía conservar alimentos y todo eran latas o legumbres. Solamente variaba su alimentación cuando le traían la comida y cuando cazaba algo.

Tuvo suerte y consiguió un conejo no muy grande, pero que valdría para los tres. Lo despellejó, abrió y limpió, dejándolo al aire sujeto y abierto con unas ramitas. Lo llevó al campamento y se dedicó a encender fuego para asarlo y preparar un puchero con algo de legumbre.

Pasado el medio día, comieron los tres juntos con apetito, y después dijo Santi:

-Voy a mover las ovejas a otros pastos y cuando vuelva tengo que ordeñar las cabras, que tenía que haberlo hecho esta mañana. Estaré ocupado hasta tarde.

-Me gustaría ver cómo se ordeña. ¿Podré verlo? –Dijo Marta.

-Claro que si. Ya te avisaré.

-¿Y me dejarás ordeñar a mí?

-También, no te preocupes.

Cuando estuvo preparado, la llamó y la llevó junto a unos árboles, donde había atado a las cabras, procurando que no estuviesen a la vista del herido. Tenía preparado un tronco de árbol donde se sentaba siempre con las piernas dobladas, solo que ahora lo hizo con ellas estiradas.

-Primero prepárame la herramienta. –Dijo sacándose la polla y dirigiendo su cabeza hacia ella.- Y ensalívala bien que luego es toda para ti.

Cuando la tuvo bien mojada, la hizo quitarse el pantaloncito, sentarse en sus piernas abriendo bien las suyas y metérsela por el coño. Le puso una de las cabras delante y le enseñó a poner los dedos sujetando la parte superior de la teta entre el pulgar y el borde de la mano y apretar con el resto de los dedos sucesivamente para sacar la leche.

Una vez que ella pudo hacerlo sola, él se dedicó a acariciar su clítoris. Ella presionaba con los músculos de la pelvis la polla y hacía ligeros movimientos que llevaban a la gloria a Santi.

Ella también sentía espasmos de placer, que le impedían hacer un buen ordeño.

De vez en cuando ella se paraba para disfrutar mejor, pero también lo hacía Santi, por lo que estaba obligada a seguir ordeñando para poder disfrutar.

Después de un buen rato y tres cabras, Santi anunció su corrida.

-Me voy a correr. Me voy a correeer.

Ella aceleró los movimientos, dejando el ordeño y presionando más la polla contra su coño. El se corrió dentro, pero no la sacó, y la obligó a seguir ordeñando.

No tardó mucho ella en alcanzar su placer, que quedó algo disminuido al presionar demasiado la ubre de la cabra y haciéndole daño, por lo que hizo un movimiento brusco haciendo saltar una buena cantidad de leche sobre ellos y asustándose Marta con todo ello.

Tras esto terminaron el ordeño de las cabras y volvieron al campamento, donde Santi sacó algunos recipientes, encendió nuevamente fuego, calentó la leche, añadió cuajo y dejó todo preparado para elaborar queso, a lo que le ayudó ella entusiasmada. Luego cenaron las sobras de la comida y algo de leche y cuando recogieron todo, se fueron a dormir. Santi y Marta a un lado y el herido en la otra.

Ya acostados, desnudos ambos, Santi, a la espalda de ella, comenzó a acariciar su cuerpo nuevamente.

-Por favor, Santi. Llevo el coño en carne viva. Estoy que no puedo más.

-¿Lo has hecho alguna vez por el culo?

-No, nunca. Se que hace mucho daño.

-Déjame hacértelo yo y verás como te gusta. Todas mis amigas lo disfrutan mucho. Confía en mí.

Ella estaba dispuesta a todo por él, por lo que accedió a ello. Santi la puso a cuatro patas y procedió a ensalivarle el ano, mientras acariciaba su clítoris con una mano y le metía los dedos en el coño.

Ella se mordía los labios para no gritar de placer. Él fue metiendo un par de dedos en su ano, aprovechando las dilataciones anteriores, que lo facilitaron enormemente.

Cuando fue suficiente, embocó la polla a su agujero y la fue metiendo lentamente, dejando tiempo para que se acostumbrara, sin dejar de acariciar su clítoris. Pronto era ella la que se echaba para atrás, y no tardó mucho en tenerla totalmente ensartada.

Recostado sobre ella, no dejaba su clítoris mientras entraba y salía de su ano, cada vez con más facilidad.

-MMMMMM. –Gemía ella en un murmullo- Siii. ¡Rómpeme el culo! ¡Cómo me gusta!

Santi no había visto a una mujer con tanta sensibilidad en su ano. Le excitaba tanto que no tardó en llenarle el culo de leche, pero siguió dándole, casi con igual dureza, hasta que ella alcanzó su orgasmo.

El resto de los días que permanecieron allí, fueron similares: follar en el manantial, a media mañana en el manantial o algún bosquecillo por los alrededores, mamadas y comidas de coño a media tarde y enculada por la noche.

Cuando se acercaba el día en el que venían a traer y llevar cosas, hablaron muy de mañana.

-Santi, quiero dejar a este imbécil que solo vive para él y su deporte. ¿Puedo quedarme a pasar lo que me queda de vacaciones contigo?

-Quería proponértelo, pero no me atrevía. Ahora no puedo darte nada, pero me gustaría ofrecerte toda una vida juntos si me aceptas.

-Sería la mujer más feliz del mundo. Vente a la ciudad conmigo. No gano mucho, pero podremos vivir los dos y cuando tú encuentres trabajo, podremos llevar una vida desahogada.

-Lo siento, no puedo ir a vivir a la ciudad. (Una mueca de desilusión se reflejó en la cara de ella). Al menos durante mucho tiempo. Mi trabajo está aquí y no puedo dejar…

-¿Pero no querrás ser pastor toda la vida?

-Si me dejaras hablar y no me interrumpieses, te lo explicaría.

-Vale, perdona. Dime.

-Mi trabajo está aquí, y no puedo dejarlo porque soy el heredero de esto y la finca de mis padres, además vivo en la ciudad hasta que termine este año los estudios de veterinaria. Por lo que soy yo el que te pide que vengas conmigo.

-Vaya sorpresa. –Dijo besándolo. –Ya lo decidiremos en otro momento. ¿Qué hacemos con ese imbécil?

-Hablaré con quien venga y lo arreglaré. No te preocupes

Y sellaron su pacto con un beso.

Esta vez vinieron su padre y su madre, a los que explicaron lo ocurrido. Su padre cedió la camisa a Marta, a la que ya le daba igual. Luego, en un aparte, les explicó la segunda parte. El padre comentó que el vehiculo ya iba bastante lleno, pero que metería una oveja diciendo que estaba enferma, por lo Marta no cabría en él y que volverían al día siguiente a por ella.

Así lo hicieron, lo metieron a él con los quesos, algunas cosas y dos ovejas y como no cabía nada más le dijeron que ella iría al día siguiente y se marcharon quedando en volver.

No habían hecho más que irse y ya estaban desnudos. Ella se agacho y se puso a chuparle la polla, pero él, después de disfrutar unos momentos, la tumbó y montó un 69 para empezar comiéndole el coño, al tiempo que le metía el dedo medio en el culo, el índice en el coño y con el pulgar daba masajes en la base del clítoris, mientras con la lengua le daba golpecitos y jugaba con él.

Santi, situado sobre ella, le follaba la boca sin parar, hasta que primero se corrió ella y luego la siguió él.

Desnudos y tomados de la mano, fueron dando vuelta por los animales, hasta que se hizo la hora de comer. Con la comida preparada, se acercaron a un ribazo, donde comieron apoyados en el talud. Luego él siguió con la espalda en el talud y ella se recostó en la hierba poniendo la cabeza las piernas de él dispuestos a dormir una breve siesta.

Un poco más tarde, estando Marta con los ojos cerrados, Santi empezó a recorrer con su dedo los bordes del coño en una caricia suave, sintiendo cómo se iban abriendo, pero sin tocar su interior.

-MMMMMMM. No se si podré aguantar tantos días aquí contigo.

-Tendrás que ir acostumbrándote. –Dijo mientras pasaba el dedo por su centro haciéndolo vibrar y repartiendo ramalazos de placer.

-MMMMMMMMMMM –Gimió, cerrando y apretando las piernas para sentir la caricia más fuerte.

Santi retiró la mano bruscamente y ella volvió a separar las piernas.

-ZASSS. –Le dio una palmada en el coño, sin excesiva fuerza.

Ella sintió el golpe, la presión sobre su clítoris.

-AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH.

-¿Te ha dolido?

-Si y no. El golpe me ha sorprendido, pero es morboso y excitante.

-Recibirás una cada vez que te muevas. No me interrumpas.

-¡No sabía que te gustaba el sado!

-Hay muchas cosas que no conoces de mí. –Le dijo, volviendo a pasar los dedos por la entrada de su vagina, mientras ella gemía.

-MMMMMMMMMMM

Y así tres semanas más

Gracias por vuestros comentarios y valoraciones. Comentarios en privado: amorboso@hotmail.com

Relato erótico: “Dos desconocidos hicieron de mí lo que quisieron” (POR CARLOS LOPEZ)

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Buenas tardes. Me llamo Sonia, tengo 24 años y soy de Madrid, España. Soy una chica normal, estudio el último año de Derecho en la Universidad, vivo con mis padres y hermana, y no me meto en líos. Suelo leer las historias de todorelatos a las que soy asidua desde hace ya varios años. A veces diría incluso que estoy enganchada. Me pone caliente fantasear con que yo soy la protagonista, y que lo que hacen a la chica me lo hacen a mí. Bueno, supongo que como casi todo el mundo.
Nunca pensé que en mi vida normal encontrase los argumentos para poder escribir un buen relato morboso. Y eso que creo que sin ser una chica espectacular, soy una chica bastante sexual y sensual. De hecho, trabajo de camarera en un bar de copas los sábados por la noche y siempre me dicen un millón de cosas los hombres. A veces yo misma lo provoco con mi escote. Mi jefe, el dueño del pub me lo dice siempre, medio en broma medio en serio, que tengo que provocar un poco y sí, me gusta hacerlo pero siempre sin mayores pretensiones.
Hasta hace unas 3 semanas me consideraba una persona seria y fiel a mi novio. Es verdad que fantaseo con muchas cosas, leo relatos y me toco, pero tengo claro (eso creía) que puedo vivir una vida normal dejando las fantasías para unos ratos en mi cabeza. Tuve una época bastante movida entre los 18 y los 22 años, en los que fui bastante activa sexualmente y fui saltando de chico en chico, pero desde hace dos años salgo con Dani y creo que es el hombre de mi vida.
O eso pensaba hasta que hace unos días me pasó algo increíble. Algo brutal de lo que me vi protagonista. Una historia que tengo la necesidad de contar y no me atrevo a hacerlo con mis amigas. Fue hace 3 semanas, un sábado en el que yo trabajaba en el bar de copas. Al siguiente jueves iba a ser nuestro aniversario y llevaba unos días feliz y, como diría mi abuela, con el bonito subido.
Aunque era una noche de trabajo normal y suelo ir mona, esa noche yo me había puesto especialmente guapa. Mi vestido favorito. Rojo oscuro, entallado pero con la falda de vuelo hasta las rodillas, y con un escote de vértigo en forma de pico. Me encanta porque realza mi figura y mis curvas, y quería ir provocativa ese día. Incluso me había puesto las medias con liga de encaje a medio muslo que sé que a Dani le vuelven loco, y que nunca llevo al trabajo porque son más incómodas para moverme y agacharme mucho. Tanga negro con encajes y un sujetador a juego. Y el pelo recogido arriba y dejando caer unos mechones en plan informal. Estaba que rompía. Además al gusto de Dani. Si normalmente me dicen cosas, ese sábado todos los clientes se venían a mi lado de la barra.
Habíamos quedado en que Dani vendría con sus amigos a tomar algo una hora antes de que cerrásemos, para luego estar un rato con él y luego me llevase a casa. No sé si por lo sexy que me había puesto pero me sentía especialmente caliente esa noche. Me moría de ganas porque me llevase al descampado como otras veces y me hiciese subirme encima de él mientras sus manos jugaban con mis tetas que, por cierto, son especialmente sensibles.
El pub estaba realmente lleno esa noche y no parábamos de poner copas. Continuamente miraba a la entrada a ver si venía Dani con sus amigos. Tenía ansiedad por que me viese así de guapa. Mi compañera, Lydia, se reía de mí y me decía:
–         “mira que ya han venido”… y cuando miraba decía “ya han venido los dos hombres que te conté del otro día, están para perderse con ellos en cualquier sitio oscuro jajajaja… y si están los dos mejor!”.
–         “Jajajajaa qué bruta eres Lydia ¿ya te has cansado de Javi?” Javi es un amigo de Dani que está muy bien y lleva un par de meses saliendo con Lydia.
–         “No, no me he cansado, pero que me guste el jamón no implica que tenga que dejar de comer solomillo cuando hay” decía guiñándome el ojo.
–         “¿Solomillo eh? Ya me imagino en qué estás pensando jajajaja. Eres lo peor, menos mal que ahora vendrán estos…” 
Lydia en sus buenos tiempos era capaz de hacer cualquier locura con esos dos, pero ahora se le iba la fuerza por la boca. Aunque había que reconocer que esos dos eran atractivos. Treinta y muchos años, con aspectos de triunfadores en la vida, bien vestidos, de complexión fuerte. Uno tenía el pelo corto y algunas canas le hacían atractivo. El otro el pelo un poco más largo. Siempre he sentido debilidad por las personas que muestran seguridad en sí mismos. Me acerqué a su mesa a ponerles unas copas y casi no me miraron, pero cuando me sonrió uno de ellos al pagarme me desarmó.
Cuando llegué a la barra me dijo Lydia “¿Qué? ¿Sí o no? ¿Están para hacerles algo o no?… estoy pensando en arrodillarme a rezar delante de ellos en el almacén, jajajaja de los dos”. Lo de “arrodillarse a rezar” es una broma que nos traemos entre nosotras que os podéis imaginar lo que significa. En fin, lo cierto es que yo lo pensé y me entraron los calores. Pero bueno, este tipo de cosas son normales en el pub. Miré otra vez a la puerta y allí estaban entrando Dani, Javi, Miguel, Emilio y todos los demás. “mira Lydia, deja tus fantasías sucias que ya están los nuestros que tampoco están mal”.
 

Entraron y se quedaron cerca de la puerta. El pub estaba muy lleno. Desde la distancia y con mi mejor sonrisa, tiré un beso a Dani y él me hizo un gesto como que luego me veía. No lo noté muy cariñoso y enseguida vi por qué. Junto a ellos estaban unas chicas de su clase de la Universidad. En concreto estaba Macarena que era la exnovia de Dani y que no puedo ni verla. Ya una vez sorprendí a Dani mandandose sms con ella y estuvimos a punto de romper. Dani dice que él puede tener amigas aunque hayan sido sus exnovias. Pero que sólo son eso, amigos, y que si está conmigo es porque me quiere a mí.

El caso es que no sé si fue por las ganas que tenía de ver a Dani, o por lo guapa que me había puesto, para él y no me hacía caso, pero me enfadé terriblemente. Más aún cuando les vi hablando un poco a su aire, y al margen de los demás. Lydia que lo observó me dijo “toma anda” y me dio otra copa cargadita de ron con cocacola. Era la tercera de la noche y casi me la bebí de golpe por el enfado. Siempre bebemos algo porque estamos trabajando y hace calor, pero nunca nos pasamos.
Yo no hacía más que mirar en dirección a Dani, y él me ignoraba mientras hablaba animadamente con la puta de Maca. Cada vez estaba más cabreada. Lydia se dio cuenta y en plan broma me tomó del recogido de mi pelo y me movió la cabeza hacia sus dos clientes favoritos y decía:
–         “Deja de mirar a Dani, mira a estos que están mejor, jajaja”. No pude menos que sonreír. A veces es muy graciosa.
–         “Déjame, que hoy no es mi día”
–         “Pero si vas preciosa, anda, ve a ellos que justo están pidiendo otra copa” y guiñando el ojo de nuevo “les dices que si en vez de copa, lo prefieren, nos pueden tomar a nosotras jajaja”
–          “qué bruta eres Lydia”
–          “Qué vayas! Y te ríes un poco con ellos a ver si el imbécil de Dani lo ve y que se joda” dijo dándome un azote en el culo, que ellos vieron y se pusieron a reír.
Y allí iba yo entre la gente, con mi bandeja. Muy enfadada y a la vez riéndome de las ocurrencias de Lydia. Cada vez que miraba a Dani me ponía más enferma. Estaba muy pegado a Maca y ella ponía su mano en el antebrazo de él. Qué cabrón, cómo me hacía esto… se iba a enterar. Ahora le iba a dar celos yo. Les puse las copas y les dije que a éstas invitaba la casa. Me quedé hablando un poco con ellos. Coqueteando lo reconozco. Igual que él hacía. También igual puse la mano en el antebrazo de uno de ellos. Como el bar estaba lleno, estábamos bastante juntos, y alguien me empujó al pasar detrás de mí y me desequilibré levemente contra uno de ellos. No lo pude evitar y mi pecho se pegó en él. Él puso su mano en mi cintura para sujetarme. Una mano grande y cálida que me electrizó.
Fue involuntario y me quedó una sensación agridulce. Iba un poco bebida y tenía que reconocer que me había encantado. Me daba mucho morbo la situación por el hecho coquetear con otros teniendo a Dani cerca, pero también me sentía mal por él. El muy cabrón… nunca le había sido infiel. Me separé un poco y lo busqué con la mirada. Al principio no lo ví. Se habían metido un poco más hacia atrás, en la parte más oscura y seguían hablando acaramelados. Ni me miraba.
Entonces se fue la luz. Nunca había visto un corte de luz con el pub lleno. De repente se paró la música y la gente se puso nerviosa. Aunque había algunos focos de emergencia, casi todo estaba oscuro y se oían algunos gritos, algunas risas, bromas… pero luego empezaron a caer cristales y yo siempre he tenido pánico a los vasos rotos. Encima llevaba unos zapatos que me dejaban el pie a la vista, y lo había hecho por el imbécil de Dani.
Instintivamente me pegué un poco a mis “nuevos amigos”. Me puse entre ellos, protegida. qué suerte tenemos, Carlos, una chica preciosa se ha metido entre nosotros… jajaja hay que venir a este pub más veces”. Pero el otro, notando mi nerviosismo me susurraba al oído “Tranquila pequeña, que estás conmigo… es sólo la luz”, y mientras sus manos me acariciaban peligrosamente jugando con la curva entre mi espalda y mi culo. Y sí, me protegí en él rozando mi cuerpo levemente sobre el suyo mientras su amigo “cubría mi espalda”. No me atrevía a más, pero estaba poniéndome malísima. Y sus palabras en mi oído, protegiéndome, controlándome no ayudaban nada. No sé qué impulso me dio pero giré la cabeza hacia él y le besé suavemente los labios. Automáticamente una de sus manos tomó con firmeza un puñado de mi pelo a la altura de la nuca, e intensificó el beso presionando mi cabeza hacia él y metiendo su lengua en mi boca. Yo me lo había buscado con mi beso.

Pegada a ellos. Y noté por segunda vez mi cuerpo contra el suyo. Noté sus manos sobre mi cuerpo, sobre mi cintura. Varias manos. Noté como mis pezones, pequeños y sensibles, se apretaban contra la tela del sujetador. Ellos hablaban quitando hierro al asunto. Uno de ellos decía al otro “

Fueron pocos segundos porque volvió repentinamente la luz, y también repentinamente me sentí súper culpable de lo que había hecho. Miré hacia Dani, pero esta vez ya no le ví. ¿Dónde estaría el muy cabrón? Miré hacia Lydia, que me miraba fíjamente con la boca abierta y una expresión burlona. Me temblaban las piernas por lo que había ocurrido y torpemente recogí la botella en la bandeja, y me dirigí hacia la barra donde Lydia me dio mi copa con una sonrisa de oreja a oreja. Me la bebí entera.
Dani no aparecía. Maca tampoco. Me distraje poniendo copas con cara de pocos amigos. Parece que el apagón había acentuado el ansia bebedora de nuestros clientes. No podía evitar mirar ocasionalmente a los dos tipos que seguían hablando entre ellos. Cuando alguna vez se cruzaban nuestras miradas me estremecía. Al cabo de unos minutos volví a ver a Dani junto con sus amigos y la lagarta de su exnovia ¿Dónde habrían ido? No quería ni pensarlo. El imbécil ni siquiera se había acercado a darme un beso, y ellos dos seguían hablando y riendo ajenos al resto del mundo.
Mi estado era una mezcla de enfado, excitación por lo sucedido en el apagón, embriaguez, nerviosismo… pero predominaba mis ganas de hacer algo que hiciese a Dani sentirse mal. Vi que el chico que me besó pasaba entre la gente dirigiéndose a los aseos, y rápidamente tomé una caja vacía y simule ir a recoger vasos vacíos con la intención de cruzarme con él. Me movía la rabia, pero también la excitación. Iba mirando y sonriendo a ese chico, y cuando llegué a su lado tomé su antebrazo coqueteando “Has sido malo y ni siquiera me has dicho como te llamas” dije coqueteando y mirando alternativamente a él y al lugar donde estaba Dani…
Él, que iba más sobrio que yo, debió notar que estaba jugando con él para dar celos a mi novio y me apartó mi mano con cierta brusquedad susurrándome “déjame pasar zorra”. Me quedé completamente descolocada. Nunca me habían tratado así. De hecho, muchas veces noto que los chicos no se atreven a dirigirse a mí y, cuando lo hacen, es con cierta timidez. No sé porque seguí detrás de él con lágrimas brotando de mis ojos “no me llames eso, no me lo llames”. Mientras él avanzaba hacia el pasillo de los WC sin mirar atrás. Cuando pude me puse delante de él impidiendo su paso. Era delgado pero musculoso.
–         “No me llames eso… discúlpate” –casi le suplicaba-
–         “Es lo que eres”
–         “No lo soy!”
–         “Me acabas de besar a dos metros de tu novio… estás jugando conmigo. Eres una zorra. Una putita… déjame en paz” Me había descubierto y yo no sabía que decir… sólo le miraba entre lágrimas. Sujetándole. Como esperando algo de él…
Entonces en un gesto rápido me tomó del brazo y abrió la puerta del almacén que estaba justo a nuestro lado y me arrastró detrás de él. Cerró la puerta detrás de mí y puso mi espalda contra la puerta. Me manejaba como una pluma. Una vez allí, en la semioscuridad, volvió a tomarme del pelo haciéndome erguir la cabeza y puso sus labios sobre los míos, y sus manos sobre mi cuerpo. Deseaba besarle, abrir la boca. Lo deseaba con todas mis fuerzas pero me daba corte. Ahora jugaba él conmigo. Entonces me besó bruscamente, introduciendo su lengua mientras yo correspondía apasionadamente. No me explicaba la razón, pero el hecho de arrastrarme, de imponerme, de insultarme… de dominarme y tratarme como a una guarra me tenía excitada como hacía años que no estaba. Mis manos recorrían su pecho, y las suyas cubrían los míos amasándolos con rudeza.
Mi mente estaba en blanco. No tardó demasiado en bajar los tirantes de mi vestido y arrastrar mi sujetador hacia abajo liberando mis pechos y mis pezones completamente excitados. Sabía que en cuanto pusiera sus labios en ellos me entregaría completamente a él, si es que aún no lo estaba. Y su boca iba bajando de mi cuello a mis hombros mordiendo y besando vertiginosamente. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Súbitamente me di cuenta de que gimiendo sin control. Completamente en su poder, manoseándome, llamándome zorra y mordiendo fuerte mis pezones que respondían emitiendo ondas de placer hacia todo mi ser. No podía explicarlo. Era a la vez doloroso y placentero. Estaba flotando en sus manos, que ya se habían metido dentro de mi falda y restregaban mi rajita sobre mi tanga con la misma fiereza. En ese momento me atreví a hacer lo que hacía mucho tiempo que deseaba, y bajé mi mano de su pecho a su pantalón, tocando por primera vez su verga que me pareció inmensa y durísima.
Su lengua pasaba de mis pezones a mi boca, y sus dientes le acompañaban detrás. Me llamaba puta, zorra, … me decía que era una guarra y que él sabe tratar a las guarras, aunque esté a dos metros de mi novio. Yo estaba completamente entregada. Mi sexo palpitaba empapado como el de una adolescente en su primer magreo. Era suyo. Y si no fuera porque mi jefe intentó abrir la puerta y se puso a golpearla, me habría follado allí mismo.
Los golpes en la puerta hicieron que me volviese el sentido común y le rogué que parase. Subí mis tirantes, pero antes de arreglar mi falda su mano agarró mi tanga y de un fuerte tirón lo arrancó de mi cuerpo sin inmutarse. Arreglé mi falda avergonzada por lo mojado que estaría, y disgustada pues era un precioso tanga negro de encaje. Rápidamente, tomé unas botellas de whisky en mis manos para simular haber entrado a por ellas. Sólo entonces encendí la luz y abrí a mi jefe que me lanzó un bufido a mí y una mirada asesina a él.
Con mis piernas temblando volví a la barra, mirando cómo él volvía también junto a su amigo con una sonrisa bonita y tranquila. Con un pañuelo de papel, Lydia me limpió el carmín corrido junto a mis labios y seguí trabajando sin poder evitar mirar constantemente al lugar donde estaban ellos temblando cada vez que lo hacía. Él actuaba como si no hubiese pasado nada, aunque ocasionalmente también miraba. Su posición era de espaldas a la barra y la del otro chico, su amigo, era frente a mí, y él sí me miraba con una sonrisa abierta que me hacía morirme de vergüenza.
Lydia que no es nada tonta sabía que algo había pasado. Más aún cuando me vio prepararme mi cuarta copa de la noche, pero no dijo nada. Sólo sonrió. Ella también se había dado cuenta de que otra vez no estaba ni Dani ni la zorra de su exnovia. Yo, llena de remordimientos y de enfado, hacía como si no estuviese pasando nada, y trabajaba poniendo mi mejor sonrisa a todos los que atendía. Pese a todo, estaba a punto de derrumbarme. Un rato después, Dani no había vuelto y los dos hombres pedían la cuenta, lo que me supuso un pequeño disgusto a la vez que un gran alivio. Al recibir el billete de 50 Euros, junto a él había una servilleta de papel con el nombre de otro pub cercano.
Quedaba poco para que cerrásemos, y Dani no aparecía. Así que nada más cerrar, tomé mi abrigo, di un beso a Lydia que sospechaba lo que iba a pasar, y me fui al otro pub. Habría ido más tranquila si me hubiese llevado a Lydia conmigo. Sabía que iba a hacer una locura. Pero Javi, su novio, sí estaba esperándola a ella.
Caminando por la calle me di cuenta de que estaba bastante afectada por la bebida, pero aún pensaba con claridad. El hecho de no llevar braguitas me hacía sentir extraña, incluso sentí más de un escalofrío a pesar de que no hacía mucho frío. Entré con decisión al pub donde ellos estaban y los busqué con la mirada. Estaban al final de la barra. En un lugar apartado. Venciendo a mi última resistencia llegué hasta ellos, simulando autoconfianza pese a que estaba temblando.
Ellos me hicieron un hueco de pié entre los dos. A pesar de estar ambos sentados en taburetes, ninguno de ellos me lo cedió. Hablaban entre ellos como si yo no estuviese.
–         Ves como te dije que vendría. Jaja me debes una copa –dijo Carlos, el chico al que aún no había besado-
–         Quizá quiera sus braguitas. Aunque seguro que no se atreve a ir sin ellas y se ha puesto otras nuevas.
–         No creo, tiene cara de querer hacer una locura. Apuesto a que no lleva.
–         Jajajaja ya no apuesto más contigo. Compruébalo y me dices.
–         Voy
No me lo podía creer: El chico canoso, aquél que había besado en el almacén, me cedía a su compañero como si yo fuese de su propiedad. Sobre todo, el hecho de usar ese lenguaje entre ellos y sin tenerme en cuenta me resultaba extraño, pero me tenía extrañamente caliente. Miraba a uno y a otro apoyada sobre la barra del bar. Por suerte estabamos en un extremo y no se nos veía entre la gente.
–         Abre un poco las piernas pequeña -dijo metiendo discretamente su mano bajo mi falda desde atrás-
–         Gggmmmmmhhhh –gemí sin poder evitarlo, pero dudando si debía oponerme a que me tratasen así-
–         ¡Bingo! no lleva, no. –dijo mostrándole el dedo brillante por la humedad de haber entrado en mi sexo-
–         Jajaja creo que vas a ser una chica muy obediente ¿lo eres?
Yo estaba roja como un tomate. Como mi vestido. Acalorada, avergonzada y excitadísima. Nunca había experimentado una sensación así. Seguía mirando hacia abajo la mayor parte del tiempo. Colocada entre ellos, que manteniendo una conversación normal, rozaban discretamente mi cuerpo, pellizcaban mi pecho con rudeza, daban un azote a mi culito, o metían impunemente las manos bajo mi falda. A veces me hacían preguntas y yo, que estaba entregada a ellos, les contestaba aparentando normalidad mietras me dejaba tocar donde hacía años que sólo mi novio tocaba. Ni siquiera me habían pedido una copa.
En ese momento los dos tenían una mano dentro de mi falda y no sabía muy bien lo que me estaban haciendo pero estaba a punto de tener un orgasmo. “hhhhmmmmm ¿Qué hacéis?”. Yo estaba con los ojos cerrados. Dejándome hacer. Supongo que se harían una seña porque los dos a la vez sacaron su mano dejándome un vacío tremendo.
–         “Venga, vámonos…” -dijo uno de ellos- “Sonia quiere que le demos lo suyo, y esta noche nos ha pedido que la cuidemos”.
–         “No hay prisa, espera que me termine la copa” –dijo el otro, mientras yo me moría por salir y ellos estaban tan tranquilos jugando conmigo, y poniéndome pruebas-
–         “Vamos Sonia, pon carita de chica buena y rózate un poco sobre nosotros
Por supuesto que lo hacía. Trataba de ser discreta pero al alzar la vista me encontré con la mirada de la camarera que desde su posición ahora nos observaba curiosa. Bajé la mirada avergonzada de nuevo. Avergonzada y excitadísima. Por fin terminaron sus copas, y con la mano de uno de ellos sólo unos centímetros encima de mi culo me escoltaron a la salida del pub. La imagen que presentábamos era sutilmente morbosa. Una chica joven entre dos hombres más maduros. Sin que nada demostrase que algo raro pasaba, se intuía perfectamente y la gente nos miraba curiosa.
Me guiaron hacia su coche que estaba aparcado frente a la pared lateral de una nave industrial. Por suerte estaba apartado en una calle oscura. Al llegar, uno de ellos encendió los faros. Era un todoterreno grande de color blanco. Estábamos frente al coche. Yo no podía aguantar más mi excitación y me agaché con intención de abrir la cremallera de sus pantalones, pero no me dejaron y casi en volandas me pusieron frente al coche, con la pared detrás de mí. Ambos se sentaron en el capó con los pies en el parachoques colocándome.
–         ¡Súbete la falda! –dijo uno de ellos empleando lenguaje imperativo-
–         Venga, muéstranos lo que tienes ahí… –dijo el otro aunque yo me mantuve quieta, quería hacerlo, me moría por hacerlo, pero aún había algo de dignidad me lo impedía-
–         ¡Vamos, dinos lo que hay ahí…! -yo seguía inmóvil-
–         Es un puto juego… si no quieres jugar nos vamos Sonia. Dinos que escondes ahí.
–         Mi tesoro… -acerté a decir sintiéndome ridícula…-
–         ¡Usa lenguaje sucio… joder!
–         Pues mi chochito –dije aparentando seriedad aunque sintiéndome aún más ridícula-
–         Jaja, eso está mejor. Venga, que queremos verlo a ver si nos gusta.
Impúdicamente hice algo que jamás en mi vida había hecho anteriormente. Subí lentamente mi falda dejando a la vista de mis dos acompañantes mi sexo desnudo. En el almacén de mi pub el chico de pelo canoso me había arrancado mi tanga y no llevaba nada debajo.
–         Vamos, tócatelo, que te veamos. –seguían dándome órdenes-
–         ¡Pero no cierres los ojos! Eres nuestra puta esta noche, y nos tienes que mirar a la cara
Yo obedecía sin cuestionar nada. Estaba al borde del orgasmo. Frotando mi sexo ante dos extraños, excitadísima, a pesar de que aún se me pasaba por la mente la imagen de Dani, mi novio. Incomprensiblemente para mí, eso me excitaba aún más. Estaba en su poder. El chico que llevaba la voz cantante notó algo en mi rostro y me dijo: “Ven aquí, acércate”. En realidad estaba a dos pasos frente a ellos pero, una vez más, no hice caso. Quería continuar frotándome y correrme. Estaba borracha, excitada, curiosa por provocar, por ver qué pasaba si no les obedecía. Sobre todo curiosa.
Entonces uno de ellos se bajó del capó donde estaba sentado y, aplicando una fuerza controlada, me bajó los tirantes del vestido despojandome del sujetador, dejándome prácticamente desnuda salvo por los zapatos y las medias por el muslo que llevaba. Me empujó hacia su compañero que se echó un poco hacia atrás. Yo quedé contra el capó del coche, inclináda hasta el punto de notar el frío de la chapa sobre mis tetas. Mi cara estaba sobre el regazo del chico que estaba sentado, que esta vez se dejó abrir el pantalón por mis manos y saqué una gruesa y preciosa polla, algo más grande que la de Dani.
Mientras tanto, mi culito estaba al aire y el chico de las canas dijo  “Ummmm qué culo más bonito”, y comenzó a pasar sus labios y su lengua por las proximidades de mi sexo y por mi culo. Yo sentía sus cosquillas y lo movía tratando de que sus labios llegasen a mi centro, pero él jugaba conmigo. En ese momento, su compañero algo cansado de la forma superficial en la que pasaba mis labios, me tomó bruscamente del pelo obligándome a tragarme su polla hasta la garganta. Cuando quise protestar, dijo “¡Las manos en el coche!” –era una orden firme, que yo obedecí sumisamente entregada.
La mezcla de sensaciones era brutal. Mis pezones tocaban la chapa entre las piernas de un hombre que doblegaba mi voluntad obligándome a tragarme una gruesa verga. El otro hombre me abría el culo con sus manos, y había colocado su sus labios sobre mi coñito y me lo follaba con sus dedos y su lengua. Sabía muy bien lo que hacía. Yo no podía aguantar más y me sumergí en un rotundo orgasmo que me dejó desmadejada. Mis piernas dejaron de aguantar mi peso y mis preciosas tetas se aplastaban aún más contra el capó.
Pero ellos no cejaban en sus maniobras. Mientras uno me movía la cabeza tirando de mi pelo y presionando mi garganta contra su polla, el otro seguía provocándome escalofríos con su boca. A mí siempre me ha gustado chupar una buena polla, pero desde hacía dos años sólo conocía la de Dani, y esta noche estaba liberando toda mi ansiedad contenida y se la comía con entusiasmo. Por mi mente se pasaban todas las imágenes de hombres atractivos y todas las fantasías que todo este tiempo había almacenado mi mente de putita. Eso es lo que era, así es como me sentía y como una putita era tratada.
Después de producirme un nuevo orgasmo, el chico que trabajaba mi coño sustituyó sus labios por su polla y, a pesar de lo lubricada que estaba en ese momento, sentí como me partía en dos según la clavaba hasta el fondo de mis entrañas. No tuvo piedad ninguna y se puso a embestirme con fuerza mientras me sujetaba de los huesos de mis caderas. Sin darme cuenta estaba gritando con cada una de sus embestidas. Su compañero sujetó con insistencia mi cabeza y, llamándome cerda viciosa, se vació sobre mi boca obligándome a tragarme toda su corrida. Hacía tiempo que no accedía a tragar el semen de un amante pero esta vez su sabor me pareció agradable “Trágatelo todo, Sonia” dijo dirigiendo mi boca hacia algunas gotas que habían caído en el capó y yo, golosamente, pasé mi lengua por ellas y por mis labios.
Seguía temblando de excitación con mi precioso culito al aire y mis tetas sobre el capó. Toda una puta en manos de dos extrañós bastante mayores que yo. Mi chochito inundado de mis jugos, envolviendo una polla que sentía dura como si fuera de madera. Ellos hacían comentarios de mí como si yo no estuviese. Decían que daba gusto encontrar a una buena zorrita… que viendo como la chupaba se notaba que pasaba hambre de polla, que me moría de ganas de ser usada.
Yo sólo podía gemir dejándome hacer, y manteniendo obediente mis manos en el coche mientras recibía las embestidas desde atrás. De repente sentí que los azotes que me daban en el culo se intensificaban y mi vagina se llenaba de líquido aún más caliente que lo que yo estaba. Al principio dudé de si había perdido el contro de mis esfínteres, pero al oir como se intensificaban los gemidos a mi espalda “Ahhhh joder, esta guarra me está ordeñando con sus contracciones”, supe que no era así, que se estaba corriendo dentro de mí. No sé por qué pero un extraño sentimiento de orgullo me llenó. De todas formas, sus palabras procaces incidían directamente en mi líbido y sin poder evitarlo, me sumergí en un tercer orgasmo tan intenso como los anteriores. Debía ser bastante escandalosa, porque volviendo a meter su polla en mi boca, el hombre del capó dijo:
–         Voy a hacer algo para que te calles, jajajaja
–         Ahora es tu turno –dijo el otro-
–         Jajaja no me gusta mucho meterla donde ya te has corrido tú
–         Pues ya sabes….
–         Ya, es que no quiero hacerla daño follándome su culito – y era verdad, nunca me lo habían hecho y siempre había tenido curiosidad-.
–         ¿tú crees que mi culo no merece que se lo follen? –me sorprendí a mí misma con esas palabras-
–         jajajajajajaja -rieron los dos a la vez-
–         Seguro que sí, está durito –dijo uno de ellos amasándolo un poco y dándome un azote-
–         Te lo dije, hemos desatado la caja de pandora con esta chica. -dijo el otro-
–         Eres una zorra Sonia
No puedo negar que el hecho de que usasen mi nombre me hacía protagonista, y eso me hacía sentir bien. Mientras habían intercambiado posiciones, y el chico de las canas, ahora sentado en el capó, hablaba conmigo.
–         ¿te lo han estrenado?
–         Aún no
–         Jaja, pues éste te lo quiere petar
–         No sé –dije con un cierto miedo-
–         Si has dicho que sí… ¿te vas a echar atrás ahora?
–         Bueno sí, pero por favor, tened cuidado…
–         Espera ahí
Yo, entre palabra y palabra, seguía mamando la polla que me iba a follar por el culito. Su amigo abrió la puerta del coche y salió con un tubo de crema de manos, aplicándome una buena dosis en el culito, e introduciéndome un dedo aprovechando la lubricación
–         ¡Ayyyyyy! Está helada.
–         Calla, ahora vas a sentir calor…
–         ¿Quieres que paremos Sonia? –Dijo el otro-
–         Nooo ¡seguid!
–         Pues pídelo por favor
–         ¡¡Folladme cabrones!!
–         Jajajaja nos ha dicho a los dos
–         Los dos noooo
–          –dijeron al unísono-
Se notaba que el chico de las canas era un hombre de recursos y siempre tenía un punto de dominio. La verdad es que era él quien me tenía loca toda la noche. El hecho de verle un anillo de casado le hacía incluso más atractivo y morboso. Se bajó del capó, abrió el portón trasero del coche y se sentó allí con pies en el suelo, los pantalones bajados, y tocándose la polla.
–         ¿A qué esperas Sonia?. ¡Súbete!
–         ¿cómo?
–         ¡Jajajaja qué cabrón eres! –dijo su amigo- Ya sé lo que tienes en tu sucia mente Carlitos
El otro me guió hacia su amigo sujetándome del brazo y me hicieron sentarme sobre él, con su cara en mis tetas que ya mordía, y mis piernas dentro del maletero. Por suerte era plano. Su polla entró en mí como un cuchillo caliente en mantequilla. La posición era un poco forzada pero, cuando él apoyó su espalda en el piso del maletero quedando boca arriba, se convirtió en la típica posición en la que la chica cabalga al chico tumbado. Entonces me tomó de los pezones y tiró de ellos haciéndome inclinarme sobre él. En ese momento lo entendí todo. Me iban a follar los dos a la vez. Joder, joder… me iban a reventar pero lo deseaba. Uffff cuando se lo contase a Lydia no se lo iba a creer.
Lo cierto es que era un poco humillante que me hiciese inclinarme hacia delante tirando de mis pezones, pero incomprensiblemente ese tratamiento me ponía aún más caliente. Su compañero, de pie fuera del coche y detrás de mí, apoyó la punta de su polla en mi culito.
–         Despacito, no seas bruto –rogué-
–         Claro que sí, putita, no queremos que tu novio aprecie mañana tu culito reventado –dijo cruel- ¿Cómo se llama?
–         Dani –susurré con un hilo de voz-
–         Uffff qué suerte tiene Dani. Si te viera ahora, totalmente rellena… –decía mientras iba metiendo poco a poco su polla en mi culito virgen-
La mera mención a mi novio me ponía caliente como una perra. No puedo explicarlo, pero era así. Ellos sabían perfectamente lo que hacían y, poquito a poco, cada vez estaba más dentro de mí. Partiéndome en dos. Me hacían sentir sucia, como una puta en su poder. Tiraban de mi pelo, amasaban mis tetas, jugaban con mis pezones o metían sus dedos en mi boca. La sensación era brutal. Dos pollas dentro de mí. Me moría de gusto. Esta vez me follaban con movimientos suaves, profundos, metódicos y yo me sentía como un juguete en sus manos. No pude aguantar mucho y me deshice en un orgasmo largo e intensísimo. El mejor de mi vida hasta la fecha y, en mi desesperación me dio por decir “Gracias, gracias, gracias”.
Después de vaciarse de nuevo dentro de mí me mandaron que me vistiese. A partir de ahí, su trato fue cariñoso, casi paternal. Me dejaron en el portal de mi casa y se largaron tirándome un beso. Ahí quedé yo, con mis partes íntimas algo resentidas, un reguerito de semen resbalando por mis muslos, y pensando que soy una auténtica puta. Pero no me arrepentía, Dani se lo tiene merecido.
Muchas gracias por leer hasta aquí… y gracias por todos los comentarios y sugerencias.
Carlos López
diablocasional@hotmail.com

Relato erótico: “Noche descontrolada” (POR DOCTORBP)

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Era la primera vez que Roberto iba al pueblo de su novia. Sentía una mezcla de sentimientos puesto que sabía lo importante que era ese mundo para ella y deseaba por fin poder formar parte de aquello y no cagarla en el intento.

Habían salido con el coche temprano y no tardarían mucho en llegar. El planning del día era sencillo: llegar a la casa donde les recibirían los padres de ella, dejar todo lo que llevaban en el coche necesario para el tiempo que iban a pasar allí, comer tranquilamente y por la tarde irían a recorrer algunos de los lugares que ella tantas veces le había explicado y conocer a algunos de sus amigos con los que ella tanto había compartido. Seguramente por la noche saldrían ya que era el fin de semana grande de las fiestas y al día siguiente él tendría que regresar puesto que no tenía vacaciones.

Mercedes estaba entusiasmada viendo los altos árboles que pasaban rápidamente junto a ellos a medida que el coche avanzaba en dirección a su pueblo. Por fin llegaba. Durante todo el año esperaba la llegada de aquellas fechas, las fiestas de su pueblo, lo único que hasta ahora había sido más importante que cualquier otra cosa, incluido Roberto. Pero este año era diferente, esta vez pensó que ya era el momento en el que esto cambiara y que él debía formar parte de aquello y así podría disfrutar conjuntamente de las cosas que más deseaba: Roberto y esa mezcolanza de todo lo que siempre han significado esas fechas tan importantes para ella.

A pocos kilómetros de la entrada al pueblo, Mercedes empezó a explicarle a Roberto cada una de las cosas que iba divisando como si de un guía para turistas se tratara incluyendo pequeñas anécdotas vividas en años anteriores. Sin duda su entusiasmo era evidente. Una vez dentro del pueblo también le explicó todo lo que pudo: casas donde vivían amigos, lugares donde se reunía con ellos, campos en los que trabajan algunos vecinos o historias que ya le había contado otras veces.

Al llegar al destino, los padres de ella salieron a recibirlos tal y como habían quedado y mostraron la casa a Roberto mientras Merche iba sacando cosas del coche. Cuando se hubieron instalado tuvieron un momento de intimidad en la habitación, situada en la planta alta de la vivienda:

-¿Qué te parece? – le dijo ella.

-Es estupendo, tenía muchas ganas de estar aquí. Ven… – y se le acercó para darle un beso que ella recibió gustosamente.

-Mi madre me ha dicho que han preparado una paella. ¿Quieres descansar un rato o bajamos ya a comer?

-No, no, vamos ahora, que no quiero que tu madre se piense cosas raras.

-No seas idiota. Anda vamos.

Mientras bajaban al piso inferior donde estaba el salón Merche continuó la conversación:

-¿Qué querrás hacer esta tarde?

-Lo que tú quieras. Quiero que estos días actúes como siempre lo has hecho. No quiero que mi presencia cambie todo lo que esto significa para ti. Sé lo importante que es y no quiero que te preocupes por mí ni un solo segundo…

-Pero… – le interrumpió ella.

-… pero nada, ¿me lo prometes?

-Está bien… pero que sepas que tú no… bueno, de acuerdo, te lo prometo. Ya está.

Merche no sabía cómo explicarle que no necesitaba prometer nada, que era él el que no debía preocuparse por fastidiarle nada. Pero se limitó a contentarle haciéndole aquella absurda promesa que no significaba nada, pero que serviría para que Roberto se relajara y no se tomara aquella estancia como una prueba de su amor.

La comida transcurrió normalmente con los típicos formalismos entre yerno y suegros. Al terminar, Merche les preguntó a sus padres si Damián había llegado ya, a lo que respondieron afirmativamente. Damián era el vecino de toda la vida de Merche y su mejor amigo del pueblo. Le había hablado muchas veces de él a Roberto y estaba deseosa de que se conocieran así que le dijo a su novio que ya sabía lo que iban a hacer primero: visitar a Damián. Por desgracia no estaba en casa, pero sus padres le indicaron donde podía estar. No hacía falta que ellos se lo dijeran, sin duda estaría en el bar de la plaza, punto de reunión de todos los jóvenes del pueblo.

-Bueno, pues vamos entonces al bar – le dijo Merche a Roberto.

-Es el que me has indicado cuando pasábamos con el coche por la plaza, ¿no?

-Efectivamente, seguro que Damián está allí. Y con un poco de suerte nos encontraremos con más gente.

Como bien sabía Merche, Damián se encontraba en el bar y junto a él estaba la mayoría de gente de la cuadrilla. El bar era el punto de reunión habitual de todo aquel que tuviera intención de salir, tomar algo, echar unas partidas o simplemente pasar el rato y, por lo tanto, siempre estaba atestado de gente.

-¡Hola chicos! – saludó Merche al entrar en el bar y ver a su grupo de amigos entre los que se encontraba Damián.

-¡Hola Merche! – respondieron la mayoría al unísono.

-Mercedes, se me hace raro oír como aquí todo el mundo te llama Merche – le dijo Roberto por lo bajo mientras se acercaban a la mesa.

-Seguro que esta noche ya te habrás acostumbrado y tú también acabarás llamándome así sin darte cuenta… mira, este es Damián. Os presento: Damián, Roberto. Roberto, Damián.

-¡Hombre! Pero si es el famoso Roberto. Ya teníamos por aquí muchas ganas de conocerte. Pensábamos que Merche nunca te traería por estas tierras – le dijo Damián.

-Pues sí, ha costado, pero por fin estoy aquí y puedo conoceros a todos, aunque me ha hablado un montón de vosotros. Encantado.

Y así, Merche para todos y Mercedes para uno, fue presentando a su novio en sociedad. Tras los instantes más cohibidos iniciales y las conversaciones tópicas de rigor, con la ayuda de unas cervezas y la hospitalidad de los amigos de Merche, la cosa comenzó a fluir y al poco rato Roberto era uno más. Merche se sintió contenta, sabía que aquello iba a pasar, pero se alegró por él, lo había visto tenso durante el viaje y verlo ahora relajado, integrado con sus amigos le dio una satisfacción solo interrumpida por lo que pasó a continuación.

En la otra punta del bar comenzaron a oírse unos gritos. Merche sabía bien lo que estaba pasando. Algún idiota ya estaba provocando una pelea. Y seguramente se trataba de alguno de esos mocosos que se creen que por ponerse chulitos pueden comerse el mundo y, realmente, lo único que se podía comer era un buen guantazo de alguno a los que estaban provocando. Aquel idiota de no más de 20 años se estaba poniendo tonto con un tío de unos 30 años harto de trabajar en el monte y que sólo su mano era más grande y gruesa que la cabeza de aquel niñato.

Merche no estaba por la labor de ver cómo acababa aquel espectáculo bochornoso con lo que propuso que se fueran a otro lado. Ya era hora de cenar así que decidieron ir a una pizzería en el pueblo para después salir de marcha. Durante la cena, Roberto fue intimando cada vez más con los amigos de su novia. Sobre todo con Damián. En un momento en el que éste y su mejor amiga se quedaron solos Damián le comentó:

-Merche, estoy muy contento por ti. Roberto es un tío muy majo. Se ve que te quiere y que es un buen tío. Me alegro de veras por ti.

-Muchas gracias, Damián – le contestó ella y le dio un tierno abrazo como tantos otros le había dado en las múltiples ocasiones en las que estos 2 se habían ayudado ya sea con palabras como era el caso o de cualquier otra forma. –Eres un cielo – concluyó.

Cuando terminaron de cenar estuvieron decidiendo dónde irían. Roberto, más integrado que nunca, dijo que lo mejor sería ir primero a tomar algo y luego, ya con algo de alcohol en las venas, salir a darlo todo. Parecía que estaba animado. Todos estuvieron de acuerdo con su propuesta así que el grupo de chicos y chicas, todos en torno a los 25 años, se marcharon hacia el centro del pueblo, lugar en el que estaba situada la orquesta. Allí podrían comprar bebida y bailar la típica música que suelen tocar en este tipo de acontecimientos.

Una vez en mitad del gentío, Roberto se alejó ligeramente del grupo para contemplar a Mercedes. Estaba preciosa, morena, con el pelo recogido que dejaba ver sus orejas con más de un piercing. Llevaba una camiseta corta que dejaba entrever su ombligo y unos tejanos que, sin ser ajustados, marcaban su preciosa silueta. La veía bailar y se daba cuenta de lo afortunado que era, de lo mucho que le gustaba y lo mucho que la quería. Se movía con tal gracia que su atractivo rebosaba hasta inundar el lugar y eclipsar al resto de chicas que estaban a su alrededor. Mercedes era preciosa.

Junto a Mercedes estaba Damián, su mejor amigo. Un chico joven (tenía 23 años, 4 menos que Mercedes), alto y fuerte y, seguramente, también era guapo pensó Roberto. Quiso borrar cualquier mal pensamiento que le fuera a venir a la mente y pensó que su novia era afortunada al tener un amigo tan especial. Realmente, Damián parecía un buen tipo.

Tras bailar un rato con la música de la orquesta, jugar a algún juego en los puestos de feria que había dispersos por el pueblo, hacer unas cuantas tonterías, reír mucho y, sobre todo, beber lo suficiente, decidieron que podían ir a algunos de los garitos del pueblo. Ya era una buena hora para que el ambiente, constituido básicamente por gente joven del mismo pueblo y de los de alrededor, fuera bastante bueno.

Eran las 3 de la madrugada y habían pasado un par de horas yendo de un garito a otro bailando y bebiendo cuando Merche se dio cuenta de que no sabía dónde estaba Roberto. Empezó a mirar de un lado a otro intentando divisarlo en el local en el que se encontraba. A uno de los lados, a unos 5 metros escasos divisó a Damián. Lo llamó pero la música estaba demasiado alta como para que la oyera así que se acercó a él. Estaba de espaldas así que le rodeó con el brazo acariciándole el pecho para llamar su atención y se le arrimó lo más que pudo para gritarle al oído:

-¿Has visto a Roberto? ¿sabes dónde está?

-No tengo ni idea. No lo he vuelto a ver desde que me tiró la copa en el otro sitio – y se rió recordando lo cómico del momento.

-Anda, ¿por qué no me ayudas a buscarlo?

-Tranquila, estará con alguien. ¿No ves que nos hemos desperdigado todos?

-Va, por fa…

-Está bien, quédate aquí. Voy a dar una vuelta por fuera a ver si lo veo.

-Gracias – le dijo Merche y se lo agradeció con un piquito ante el cual Damián no se sorprendió ya que era un gesto habitual, señal de la gran confianza que había entre ambos.

Mientras, Roberto, en la calle, intentaba encontrar a su novia. No sabía cómo se había despistado, pero el caso es que se había quedado solo. Cuando se quiso dar cuenta, en el bar del que acababa de salir, se había visto rodeado de extraños y no quedaba ni rastro de Mercedes ni ninguno de sus amigos. Ni siquiera le sonaba la cara de alguien del pueblo, todos debían ser de los alrededores. Entonces, tras asegurarse que en aquel lugar no había ningún conocido salió a la calle en busca de Mercedes o, en su defecto, alguien mínimamente conocido.

Tras revisar cerca del centenar de rostros se encontró con un grupo de chicos jóvenes que estaban montando un follón considerable. Entre ellos una cara le resultó familiar.

-Hola, perdona – le dijo acercándose a él – Tú eres del pueblo, ¿verdad?

-¿Y a ti qué te importa de dónde soy? – le contestó en tono desafiante el chaval.

-Disculpa, pero es que estoy buscando a Mercedes y…

-¿Mercedes? ¿Quién coño es Mercedes? – le interrumpió.

-¡Ups! Lo siento, tal vez me haya equivocado…

-No espera, ya sé quién eres… tú eres el novio de Merche, ¿me equivoco?

Roberto empezó a mosquearse. Estaba convencido que aquel chico le había reconocido desde un principio así que se dispuso a vacilarle.

-Sí, correcto, de Mercedes, de Mercedes.

-Mercedes Benz… ¡no te jode! – y todos sus amigos soltaron una fuerte carcajada – Mi amiga se llama Merche y ser su novio no te da derecho a cambiarle el nombre.

-Lo que pasa es que tú no eres ni tan siquiera su amigo – le espetó Roberto ya bastante encendido.

-Mira tío, te he dicho que mi amiga se llama Merche.

El chaval se estaba poniendo bastante pesadito y sus argumentos no eran demasiado de peso por no decir que lo que decía era un sinsentido así que Roberto intentó desviar la atención y, de paso, conseguir lo que pretendía.

-Bueno, ¿la has visto? ¿sabes dónde la puedo encontrar?

-Tío, no me jodas. Déjame en paz y márchate que ella aquí siempre ha estado muy bien sola. No necesitamos que venga ningún novio toca pelotas a jodernos las fiestas.

-Es igual, ya buscaré yo solito a Mercedes.

Al oír nuevamente ese nombre, al chico se le cruzaron los cables y le arreó un puñetazo a Roberto al cual pilló desprevenido y cayó al suelo. Mientras lo hacía supo de qué le sonaba la cara de aquel desgraciado. Era el chico que buscaba pelea en el bar del pueblo. Al parecer no se había quedado contento y ahora él era el destino de su ira provocada por sus más que probables traumas infantiles.

-Mierda – pensó, lo último que quería era pelearse la primera vez que visitaba el pueblo de Mercedes – Merche, mierda, Merche – se dijo así mismo y se quedó en el suelo, en posición fetal, deseando que aquel loco se calmara y desistiera de seguir con lo que sea que pasaba por su mente cuando le soltó el puñetazo, para evitar que aquello fuera a mayores y, con un poco de suerte, que Merche – sí, Merche, sí – ni se enterara de aquello.

Pero aquel personaje no parecía estar por la labor y le lanzó una patada a las costillas que Roberto pudo medio evitar con el brazo. Por suerte, cuando el joven vándalo se disponía a lanzar la segunda patada vitoreado por todos sus amigos apareció Damián quién gritó mientras corría hacía ellos.

-¡Yeray!

El pateador se detuvo al escuchar su nombre y alzó la cabeza para ver llegar a Damián.

-Yeray, tío, ¿qué coño estás haciendo?

Roberto, al escuchar a Damián se levantó del suelo. Estaba avergonzado porque lo viera en aquella situación, pero al mismo tiempo se alegró enormemente de su llegada. ¿Qué habría pasado si no hubiera aparecido? No quería ni pensarlo.

-Hombre Damián, ¿has venido al rescate del chico de tu amiguita? ¡No me jodas! Será que no te revienta que se esté cepillando a tu queridísima Merche… ¡no me digas que no te jode! O acaso es que como ya te la has tirado te sientes culpable y por eso vienes a ayudarlo, para sentirte bien contigo mismo…

-Basta ya, Yeray. Nos vamos y deja de hacer y decir gilipolleces.

Roberto se sorprendió con el cambio de actitud de aquel chaval, el tal Yeray. Antes de la llegada de Damián no parecía tener tanta labia, más bien todo lo contrario. Y entonces se dio cuenta de que la actitud con él había sido porque de antemano estaba buscando pelea. Aquel chaval era odioso.

Mientras tanto, en el local en el que Damián y Merche se habían despedido se oyeron unos gritos.

-¡Pelea, pelea!

A Merche no le extrañó. Estas cosas eran más habituales de lo que le gustaría en este tipo de fiestas. Siempre había enemistades entre pueblos, viejas rencillas entre “machitos” que aún estaban pendientes o, simplemente, nuevas trifulcas por culpa del alcohol o las mujeres. A saber… Sin embargo se preocupó más cuando una de sus amigas le dijo que saliera, que en la pelea había alguien conocido. Pensó en Damián. Acababa de salir a buscar a Roberto y, aunque era un trozo de pan, muchos podían tenerle ganas precisamente por eso. Sólo de pensar que pudiera ser él, sintió pánico y su subconsciente la traicionó. Pensó en los muchos chicos que podían envidiarle por ser su mejor amigo, por tener esa relación tan íntima que tenían. Intentó calmarse, pero la rabia la consumía cada vez que tenía ese tipo de pensamiento. Ella sabía lo mucho que atraía a los hombres, sabía lo guapa, atractiva que era, pero se negaba a afrontarlo, se sentía mal con ese pensamiento y lo ocultaba siempre que podía.

Cuando llegó al lugar de la pelea escuchó a Yeray cómo le decía a Damián las palabras que tanto le dolieron.

-…te revienta que se esté cepillando a tu queridísima Merche… ¡no me digas que no te jode! O acaso es que como ya te la has tirado te sientes culpable y por eso vienes a ayudarlo, para sentirte bien contigo mismo…

Pero más le dolió ver que había sido Roberto el que… ¡maldito Yeray! ¡puto niñato! La rabia la inundó, pero se obligó a calmarse para controlar la situación y se acercó a Roberto y Damián.

-¿Qué ha pasado?

-Tranquila, no ha sido nada – le contestó Damián.

-Lo siento – le dijo Roberto.

-No tienes que sentir nada, mi amor. ¿Estás bien? – y lo besó antes de que pudiera contestar. Cuando sus bocas se separaron miró a Yeray con todo el desprecio que pudo y sus miradas se cruzaron durante unos segundos en las que él le mantuvo la mirada, desafiante. Merche se giró y los 3 tres se fueron hablando sobre lo que había pasado.

Roberto les convenció para que no se marcharan. Aún estaba empeñado en no fastidiar la noche de su chica e hizo el esfuerzo para que todo siguiera como si el incidente con Yeray no hubiera ocurrido. Así que se marcharon a otro local. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, al cabo de una hora aproximadamente, empezó a encontrarse mal. Estaba cansado del viaje y el costado izquierdo le dolía ligeramente debido a la patada de Yeray. Por suerte, el puñetazo no había tenido demasiadas secuelas. Se acercó a Damián y le explicó cómo se encontraba. Le dijo que debía marcharse a casa, pero no quería estropear la noche a Mercedes.

-Tranquilo, si quieres te acompaño a casa. A Merche le decimos que estás cansado del viaje y que las 4 y media de la mañana ya es buena hora para que te vayas a descansar porque mañana vuelves a pillar el coche.

-Gracias, tío, te lo agradezco.

A Merche no le hizo mucha gracia la idea, pero volvió a pensar que la mejor forma de hacer que Roberto se sintiera mejor era quedarse de fiesta como habría hecho si no hubiera pasado nada así que accedió a regañadientes.

En cuanto Roberto se hubo marchado con Damián, Yeray entró al local sin que ninguno de ellos se percatara, pero Damián divisó rápidamente a Merche y cómo su novio y su mejor amigo abandonaban el local. Así, se dirigió directamente hacia ella.

El local estaba abarrotado y la música muy alta así que Merche no se dio cuenta de quién se acercaba hasta que lo tuvo prácticamente encima. Al verlo se asustó, no se lo esperaba y toda la rabia que había acumulado hacía una hora ya se había disipado. Sin embargo, la rabia que le tenía normalmente ya era suficiente como para cantarle las 40. Y justo cuando parecía que Yeray le iba a decir algo, pasó de largo sin mirarla, ignorándola por completo. Nuevamente la rabia volvió a crecer, pero el muy gilipollas había desaparecido entre la multitud. Yeray era un chico de Canarias que siempre que tenía ocasión venía al pueblo y, siempre que lo hacía, por un motivo u otro, había polémica, normalmente en forma de peleas. No era más que un niñato de 19 años que creía saberlo todo y que todo el mundo debía hacer lo que él quería en cada momento. Era de piel morena, con el pelo claro sin ser rubio del todo. Estaba fuerte y, si no fuera por el tipo de persona que era, Merche habría considerado que incluso era guapo.

No pasó mucho tiempo, cuando, estando despistada oyó que alguien le decía algo. No lo escuchó muy bien y entonces se lo repitieron mientras la cogían de la cintura.

-Lo siento – le dijo Yeray.

-¡No me toques! – le espetó ella mientras le apartaba la mano de la cintura con un brusco gesto al darse cuenta de quién era.

-Digo que lo siento – insistió él – No sabía que fuera tu novio.

Pero el ruido era ensordecedor.

-No te oigo – le dijo ella. Y él volvió a cogerla de la cintura para acercarse – He dicho que sin tocar – insistió y él apartó la mano antes de que ella volviera a golpearle.

-Está bien. – Y se fue. Ella se quedó con las ganas de saber lo que le había dicho. Aunque se esforzó por no darle importancia.

Merche seguía rodeada de algunas de sus amigas. Estaba bailando mientras pensaba si Roberto estaría bien. Se auto convenció de que con Damián estaba en buenas manos y se dejó llevar por la música y el alcohol que llevaba en el cuerpo. Algunos chicos se acercaron a ella y se pusieron a bailar para impresionarla. Lo de siempre, ya estaba acostumbrada a ello así que no le dio la mayor importancia y les siguió el juego hasta que se cansaban y se iban. Mientras ninguno de ellos insistiera más de lo debido no había problema. Uno de los chicos bailaba muy bien y se arrimó más de la cuenta. No pensó que fuera peligroso así que le siguió el rollo.

Yeray estaba viendo la escena y pensó que era el momento para un nuevo acercamiento. Se acercó a la pareja de baile en el momento en el que el chico estaba en la espalda de Merche. Le dio un empujón lo suficientemente fuerte como para apartar al chico y lo suficientemente sutil como para que ella no se percatara de la maniobra. Y lo consiguió. Siguió bailando con ella sin apartarse de su espalda. Intentó un acercamiento más arriesgado acariciándole la espalda. Al ver que ella aceptaba se envalentonó y se arrimó lo más que pudo frotándole la espalda y arrimando el paquete hasta su culo.

Cuando Merche sintió las manos de su improvisado acompañante de baile pensó en apartarle y cortar el acercamiento, pero le permitió acabar la canción. Total ya no quedaría mucho. Sin embargo, el muy idiota se arrimó más y empezó a palparle descaradamente la espalda. Sin duda se había sobrepasado y había perdido la oportunidad de seguir calentándose con el baile y las caricias simples en la espalda. Pero justo cuando iba a separarse de él y marcharse, el tío la sorprendió arrimándose aún más hasta… ¿qué era eso? Un enorme y duro bulto chocó contra su culo. No se lo podía creer. No sabía si reír o darse la vuelta y darle una ostia al tío. Lo que estaba claro es que tenía una buena herramienta y que el baile le había excitado más de lo que ella se pensaba. Entre la sorpresa por lo inesperado y la situación que le pareció más cómica que excitante decidió darle una oportunidad para ver qué hacía. Rodeada de sus amigas como estaba no corría ningún peligro. ¡Sus amigas! En ese momento se fijó en ellas que la miraban extrañadas. ¿Qué pasa? pensó y se dio la vuelta para encontrarse con el dueño de “aquello”. En ese instante la situación dejó de parecerle cómica. Lo malo es que tampoco le resultó desagradable. Jamás pensó que el niñato tuviera… ¿¡pero qué estaba pensando!?

-Hola Merche, bailas de puta madre – le soltó mientras la cogía de la cintura, esta vez, sin que ella le apartara la mano.

-Estás muy pesado esta noche – se le ocurrió decir.

-¿Lo dices por lo que me pesa esto? – le dijo el muy soez mientras se agarraba el paquete con la mano que tenía libre.

-Eres un asqueroso – pero no pudo reprimir fijarse en lo abultado que lo tenía y… ¡no! No podía seguir pensando y para evitarlo dijo lo primero que se le pasó por la cabeza – Oye, ¿qué me has dicho antes?

-¿Cómo? No te oigo –y puso la otra mano también sobre la cintura de ella de forma que la tenía rodeada. Ella le retiró la mano, pero dejó la que ya estaba antes. Se le acercó más al oído.

-Que digo que qué me dijiste antes.

Y mientras le repetía la pregunta se dio cuenta que realmente no le importaba, que no sabía que hacía hablando con este tipo y que…

-Que Damián me ha dicho una cosa para ti cuando se han ido – la interrumpió de sus pensamientos. ¿Era posible? Seguramente estaba mintiendo. Damián jamás confiaría en él para darle un recado, pero… ¿y si era importante y no había nadie más a quién decírselo? Tal vez era algún problema con Roberto… No, no podía ser… el niño la estaba vacilando… Pero sabía que se habían ido así que…

-¿Y qué te ha dicho?

-Si te portas bien luego te lo digo.

Y se fue. ¡Pero será idiota! pensó. Este tío es… ¡lo odio! Se convenció que le había vacilado y lo dejó pasar.

Serían las 5 y media de la mañana cuando volvió Damián. Le dijo que todo había ido bien y que su novio estaba durmiendo perfectamente como un lirón. Al oír esas palabras, Merche se relajó, se quedó tranquila y maldijo a Yeray por haber conseguido que la estancia de Roberto en las fiestas finalmente la hubiera turbado. Sin saber si era debido a la relajación o que Damián se había portado tan bien se fijó en él y, aunque ya lo sabía, pensó en lo guapo que era. En ese momento se habría acercado a él y lo habría besado. No le dio el pico que se merecía por miedo a darle algo más que eso. Se asustó de sus pensamientos y se aterrorizó al pensar el motivo que los provocaba. Desde el maldito baile con Yeray… lo había intentado ocultar, pero se había excitado y ahora tenía ganas de estar con Roberto y hacer el amor juntos por primera vez en su pueblo. Se relajó un poco al pensar que es lo que haría justo cuando llegara a casa.

A las 6 de la mañana Damián propuso cambiar de local. Era tarde así que visitarían el último y después a por unos churros con chocolate como ya era tradición en la pandilla. A Merche lo que le apetecía era llegar a casa y pegar un buen polvo, pero si lo decía era Damián quién la acompañaría y… al escucharle decir la palabra churro Merche únicamente pudo pensar en una cosa así que decidió que lo mejor sería no quedarse a solas con él… qué guapo estaba… Tenía que pensar algo rápido y se le ocurrió decir que estaba esperando que una chica volviera del garito de enfrente con la que había quedado para volver a casa. No parecieron muy convencidos, pero les dijo que había quedado con ella antes de saber si Damián volvería y eso pareció convencerles definitivamente.

Cuando se iban, Merche pensó en preguntarle a Damián si le había dicho algo a Yeray, pero si lo hacía y todo era mentira corría el riesgo de que Damián supiera que había estado hablando con el niñato que tanto odiaban y que acababa de pegarle una paliza a su novio. Pensó que no tenía motivos, pero… sin saber por qué, se sintió culpable. Sobre todo porque el motivo real por lo que no le dijo nada a su amigo eran las ganas que tenía de volver a preguntárselo a Yeray directamente.

Echó un vistazo al local y se encontró con la mirada de él que la estaba observando fijamente. Ella se temió lo peor, sin embargo, en cuanto Yeray se percató de su mirada, la bajó. Esto desconcertó a Merche que se dirigió hacia él.

-¿Quieres decirme de una maldita vez qué te ha dicho Damián? Me he portado bien, ¿no?

Él la cogió de la cintura y ella nuevamente le apartó la mano.

-He dicho que las manos quietas – le dijo seriamente.

-Acabas de estar con él. Se lo podrías haber preguntado, ¿no? – y le volvió a coger la cintura sin reacción alguna por parte de la chica. –¿Quieres bailar?

-¿Me estás vacilando?

-Antes lo hemos pasado bien.

-Ni de coña.

-Bailamos una y te cuento lo que me ha dicho.

-¿Pero en serio esperas que me lo crea?

-Pero si no pierdes nada. Es sólo una canción. Si acaba y no te digo nada tampoco te habrás muerto, digo yo… – le replicó mientras le acariciaba el costado con la mano que previamente le había colocado en la cadera. Ella no parecía enterarse.

-Espero que lo que te haya dicho valga la pena.

-Lo que no me explico es por qué no se lo has preguntado a él mismo –insistió Yeray. Ella se rió.

-¿Quieres ese baile o no?

Él la cogió del brazo y la arrastró hasta el mismo centro de la pista. Ella sintió la fuerza con la que la arrastraba y pensó que era un bruto y que si intentaba algo con ella estaba perdiendo el tiempo. Empezaron a bailar y, para su sorpresa, el chico no se intentó sobrepasar en ningún momento. Al contrario, él hizo unas cuantas payasadas y se rieron unas cuantas veces. Merche se lo estaba pasando bien. Así que acabó la canción y decidió esperar un poco para hacerle la pregunta. En el fondo sabía que el muy cabrón no le diría nada.

Con la siguiente canción la actitud de Yeray comenzó a cambiar. Seguía haciendo el tonto, pero ahora quería impresionarla. El chico bailaba mejor de lo que jamás se había fijado y pensó que era normal que se arrimara y bailaran más pegados.

-Te estás portando muy bien –le dijo Yeray.

-¿Qué? –ella no le oyó y se acercó aún más. Él la rodeó por la cintura con su brazo de forma que su mano quedó a escasos centímetros por encima de su culo.

-Digo que te estás portando muy bien.

-Pues tú estás siendo un poco malo – le dijo mirando hacia atrás indicando la mano que la rodeaba.

-Mujer, que sino no nos oímos –y acto seguido la empujó hacía él. Ella volvió a sentir el mismo bulto, pero esta vez lo sintió en la entrepierna y notó mucho calor, demasiado. Lo apartó bruscamente con las 2 manos, pero no le recriminó.

-Hace mucho calor –le dijo suavemente. –Voy a por un cubata. ¿Quieres algo?

-No, gracias. Te espero aquí.

Mientras Merche se marchaba hacia la barra, dándole la espalda, Yeray pensó en lo mucho que estaba disfrutando. Se fijó en el precioso culo de la mujer más deseada del pueblo y se imaginó todo lo que le gustaría hacerle. Pensó que jamás volvería a tener una oportunidad como esa así que decidió jugársela y se dirigió a la barra.

La barra del bar estaba abarrotada. Ya era tarde y la gente estaba pidiendo sus últimos cubatas. Le costó divisar a la chica, pero al fin la vio. Aún tardaría un rato en ser atendida así que decidió “atenderla” él mismo. Apartó a unas cuantas personas que se interponían en su camino hacia su objetivo.

-He cambiado de opinión – le dijo.

-¿Qué quieres? – le preguntó ella con una sonrisa.

-¿De verdad quieres saberlo? – le replicó mientras le acariciaba la espalda.

-Tío, déjate de tonterías. Si quieres algo lo dices.

Merche pensó que era mejor cortarle el rollo. Vale que se lo estuviera pasando bien, pero ya le había seguido el juego demasiado. En ese momento un grupo de borrachos empezó a empujar y todos los de delante se vieron abocados hacia la barra. Yeray se abalanzó sobre ella quien instintivamente puso la mano hacia atrás para pararlo con tan mala suerte que fue justo al paquete. No se esperaba tocar aquello ni mucho menos sentir la necesidad de magrearlo. Era grande y… fueron sólo unos segundos y tuvo la suficiente cabeza como para soltar aquello en cuanto Yeray se reincorporó.

-¿Te ha gustado? – le dijo con toda la picardía del mundo.

-No seas imbécil – le contestó ella enfadada, sobre todo consigo misma.

-Vale, perdona. – y se acercó más a ella hasta hacerla notar nuevamente el paquete en su culo.

Ella no dijo nada, solo se movió ligeramente y él pensó que simplemente quería sentirlo un poco más así que subió y bajó una vez para restregarle toda la polla por el culo. Ella ni se inmutaba con lo que el juego había empezado. Cuando por fin la atendieron decidió apartarse de ella. Merche se giró instintivamente y lo miró. Parecía rabiosa, seguramente estaba disfrutando la situación tanto como maldiciéndola. Aquello le puso más cachondo si cabe y notó que la polla empezaba a dolerle. Miró a la camarera y pensó cuál estaba más buena.

-¿Sabes ya lo que quieres? – le sacó de los pensamientos en los que estaba absorto.

-Quiero que la camarera me la chupe.

Merche se quedó a cuadros y la camarera, con cara de haberlas oído parecidas, le dijo que más valía que se fuera a dormir, que era muy tarde para los niños pequeños. Entonces el mameluco volvió a su gesto agarrándose el paquete.

-¿Crees que un niño pequeño tiene esto entre las piernas?

La camarera lo ignoró, pero Merche no pudo evitar fijarse, esta vez sí descaradamente, y quedarse petrificada ante lo que vio. ¿Qué tamaño podía haber ahí? Aquello debía ser como un vaso de tubo más o menos y se fijó en el vaso que tenía entre las manos que la camarera le acababa de servir. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y sintió las ganas de cambiar el frío cristal con líquido diluido en su interior por la caliente carne con el líquido denso en su interior.

-Mira cómo me ha puesto la puta camarera – le dijo al ver que ella le miraba fijamente el trozo de carne que aún seguía agarrando.

-Pensé que esto había sido cosa mía – le replicó mientras pasaba a su lado para alejarse hacia la pista deslizando un dedo por la entrepierna del chaval.

-Será hija puta… – dijo en voz baja, para sus adentros.

Cuándo volvieron a la pista continuaron donde lo había dejado, bailando. Yeray ya se arrimaba a ella todo lo que podía y ella no oponía resistencia. Él la rodeó con un brazo para acariciarle la espalda nuevamente.

-¿Te has puesto celosa?

-¡¿Cómo?! Escucha, Yeray, vale que esta noche te estoy dejando hacer cosas que no debería, pero… estamos jugando un poco y punto.

-¡Será calientapollas! – pensó. Y se decidió a probarla definitivamente. Se puso a la espalda de ella sin dejar de rodearla con el brazo. Bajó hasta encontrar la parte baja de su camiseta e introdujo su mano para acceder a su vientre. Allí se entretuvo sin que ella le dijera nada. Aún subió más hasta tocarle su teta derecha. Ella reaccionó al instante y le bajó la mano mientras se giraba para decirle que no con la cabeza. Pero él no se dio por vencido y con su mano izquierda cogió la de ella y la acercó a su paquete. Antes de que hubiera contacto, a unos escasos centímetros, la liberó y fue ella quién se lanzó a masajearle la polla.

Justo tras decirle que estaban jugando un poco y punto, ella notó que él quería ponerla a prueba. Ella tenía claro que tenía dominada la situación así que no se preocupó. Desde un principio tenía claro que ese gilipollas no iba a conseguir nada con ella, pero los magreos que le estaba regalando pues eran bienvenidos antes del festín con Roberto. Sus sospechas se confirmaron cuando él se puso a su espalda y le tocó por debajo de la camiseta por primera vez. Sabía lo que iba a pasar y no estaba dispuesta a permitírselo así que en cuanto le tocó el pecho por primera vez le dejó claro que ese era el límite. Lo que no esperaba es que le cogiera la mano. ¿Iba a forzarla? Yeray era un cabrón, un niñato y se hacía el machito para conseguir lo que quería, pero de ahí a conseguir una chica por la fuerza… Por suerte no era eso. La estaba dirigiendo hacia el tubo, hacia la carne en forma de vaso de tubo. Ella no quería, pero si él la llevaba hasta allí no podía hacer nada… sin embargo el muy gilipollas se paró justo cuando estaba tan cerca de volver a sentir aquel enorme bulto. Bueno, por magrearle un poco tampoco pasa nada pensó.

Yeray pensó que si ella le tocaba la polla él estaba en su pleno derecho de tocarle las tetas. Así que volvió a meter su mano bajo la camiseta de Merche y volvió a subir hasta volver a tocarle la teta derecha. Esta vez no hubo reacción o, al menos, una que no fuera apretarle la verga con más fuerza.

Yeray pensó que por fin se cumplía su sueño. ¿Cuántas veces había soñado con este momento? Jamás había tenido problemas para conseguir las chicas que quisiera. Con las de su edad y la mayoría de mayores no tenía que esforzarse mucho. Con su cuerpo era suficiente, pero esta hija de puta se resistía, parecía que fuera necesario algo más que una cara bonita y un cuerpo fibrado. Aún no sabía bien bien cómo lo había conseguido, pero la tenía agarrada a su instrumento mientras se dejaba toquetear las peras así que no debería costarle mucho más echarle un buen polvo. Estaba casi seguro que la mamada la conseguiría.

Merche pensó que ya era suficiente. Estaba excitadísima, pero aquello se le había escapado de las manos, nunca mejor dicho ya que aquello no le cabía en la mano. Pensó que lo mejor era irse ahora antes de que fuera demasiado tarde. Sabía que en cuanto llegara a casa, le esperaba lo que estaba deseando. Apartó la mano de Yeray y se alejó de él.

-Me voy – le dijo.

-Está bien.

¿Cómo? ¿La iba a dejar marchar sin más? Debía tener un calentón del mil, no podía ser tan fácil. Se esforzó en pensar que era lo mejor.

-Te llevaré a casa – le dijo. Vale, a Merche eso ya le cuadraba más. – Son las 7 pasadas. No voy a dejar que te vayas sola a casa. – Ahora el muy idiota se ponía caballeroso. ¡Si no lo ha sido nunca! Aunque le jodiera tuvo que aceptar. No había nadie a quien conociera y no se iba a pegar la caminata hasta casa.

Mientras iban hacia el coche Merche le preguntó cómo iba, si había bebido mucho. Decidieron esperar un poco hasta coger el coche por petición expresa de ella. Mientras esperaban, ella volvió a preguntarle por lo que le había dicho Damián.

-Creo que la canción que te concedí ha acabado hace mucho rato – le dijo ella con toda la ironía que pudo. Él se rió.

-Ven, acércate que te lo cuento.

Ella le obedeció haciéndose la tonta y él empezó a hablar mientras metía la mano por debajo de la camiseta.

-Estaba entrando al local cuando me encontré con tu novio y Damián que salían juntos. Tu novio me dijo que estaba muy fuerte y que le encantaría ser como yo – ella le soltó un ¡ja! irónico de desaprobación y él aprovechó para subir hasta la copa del sostén y rodearla con su dedo índice. –Entonces le enseñé la polla y me dijo que la tenía tan grande y bonita que me la quería chupar.

-Va, ¿me lo vas a contar en serio o no?

-Está bien… – prosiguió mientras su dedo se paraba en la parte superior de la copa del sostén y comenzaba a bajarlo lentamente hasta liberar el pezón. –Me encontré con ellos como te decía, pero tu novio no me dijo nada, fue Damián quién se paró a hablar conmigo mientras tu chico se dirigía hacia el coche.

Yeray acarició el pecho bajando hasta el pezón, momento en el que se recreó en él y continuó.

-Me dijo que te pidiera perdón.

-¿Por qué? – preguntó intrigada.

-No me interrumpas – le dijo de malas formas y llevó su mano hacia la espalda de Merche para quitarle el cierre del sostén con una sola mano, en un único movimiento. Sin duda tenía práctica. –Como te decía me dijo que te pidiera perdón porque se había ofrecido llevar a casa a tu novio, pero en realidad lo que iba a hacer es… – hizo una pausa para meter la segunda mano por debajo de la camiseta y sobar concienzudamente los pechos. –…deshacerse de él porque está enamorado de ti. Por eso ha confiado en mí, porque sabía que era al único al que podría decírselo sin impedir que lo hiciera.

-¡Será mamón…! – pensó Merche. Menuda imaginación y qué ingenio para cuadrarlo todo, porque sería mentira, ¿no? Ahora encima el tío más despreciable que había conocido le estaba haciendo dudar de su mejor amigo, el trozo de pan más grande que habitaba en la tierra.

Yeray le vio la cara así que le dijo que era mentira, que Damián no le había dicho nada y que simplemente le había seguido el rollo para conseguir lo que tenía entre manos, nunca mejor dicho. En ese momento ella se percató de que aquel tío miserable, estafador, mentiroso, ruin… le estaba metiendo mano de forma tan evidente. ¿Cómo se había dejado engañar así? Le sacó las manos y le dio una buena ostia. Pero él no reaccionó demasiado bien.

-Como me vuelvas a pegar te mato. Creo que no has puesto mucha resistencia cuando te he quitado el sujetador así que no me vengas con hostias.

Lo malo es que tenía razón. Ella le había dejado hacer y ahora no tenía derecho a recriminarle por ello. Aunque la torta podía ser perfectamente por engañarla. Intentó recapacitar y pensar únicamente en Roberto. En cuando llegara le iba a echar el mejor polvo de su vida. Yeray la había calentado hasta el máximo e iba a ser su novio quien lo disfrutara.

Una vez en el coche empezó a pensar en Roberto. Tenía muchas ganas de llegar, bajarle los pantalones y los calzoncillos y empezar a masturbarle. No tenía una polla ni mucho menos tan grande como la del niñato, pero eso era lo de menos. Yeray pareció adivinarle los pensamientos y le dijo que mirara mientras se llevaba la mano a la bragueta. Empezó a desabrocharse los botones del pantalón. ¿Se iba a sacar el pito? No podía ser… no podía imaginar que en unos momentos iba a ver aquello… se moría de ganas. Yeray abrió todo lo que pudo la bragueta y se llevó la mano al calzoncillo, empezó a bajarlo lentamente y ella empezó a ver el trozo de carne que tanto le había gustado masajear a través del pantalón. Empezaron a asomar centímetros de carne hasta que finalmente apareció el capullo rosado. Merche se mordió el labio y fue él quien habló.

-Aquí la tienes, puedes hacer lo que quieras hasta que te lleve a casa.

¿Hasta que la lleve a casa? ¿Qué quería decir? ¿Qué tenía tan poco tiempo? No sabía qué hacer. Ella no quería hacer nada, estaba tan cerca de llegar junto a Roberto… pero precisamente al estar tan cerca, pensó que tal vez no le daría tiempo a tomar una decisión. ¿Quería hacerlo o no? y fue precisamente eso, el miedo a la falta de tiempo, lo que la hizo decidir. Alargó su mano y recorrió los aproximadamente 20 centímetros que debía medir aquello. No la tenía completamente erecta con lo que pensó que estaría bien averiguar cuánto debía de medirle en su máximo esplendor. Le agarró la polla y empezó a masturbarle. Notó como aquello se hinchaba aún más y notó las venas marcándose a fuego bajo su mano.

Yeray se desvió del camino hacia casa de Merche y paró el coche en un lugar apartado para que no se llevaran ninguna sorpresa.

-Ya está. Ya tienes todo el tiempo del mundo porque esto va para largo.

La maldita prepotencia del niñato la excitaba aún más. Sentía como si Yeray fuera un hombre insaciable, que conseguía todo lo que quería y por lo tanto podía escoger lo más selecto así que podía sentirse afortunada de estar con aquel espécimen único.

Siguió masturbándole durante un rato, pero el niño parecía tener resistencia. No podía estar así todo el día así que tenía que hacer algo. Ella nunca se la había chupado a Roberto así que desestimó esa opción en seguida. Por supuesto aquello no iba a pasar de ahí así que no le quedó otra que intentar aumentar el ritmo de las sacudidas. Al hacerlo contempló como una gotita de líquido preseminal apareció en lo más alto de la torre que tenía entre manos. Merche no supo por qué, pero se agachó más y recogió la gota pasando la lengua por el glande de Yeray. Este dio un respingo y ella notó como aquello crecía y se endurecía aún más si es que era posible. Se llenó de valor y coraje y sobre todo excitación, mucha excitación y volvió a pasar la lengua por el glande para luego bajar hasta la base y subir lamiéndole toda la verga al chico. Una vez en la parte superior abrió la boca y se introdujo la polla. Empezó a hacerle una mamada.

Cuando ella empezó a chupársela Yeray supo que este año se iba a follar a la dulce Merche. Y lo supo porque vio como ella se llevaba la mano a su entrepierna y empezaba a frotarse con esmero. Ella se esforzaba por complacerle, intentaba tragarse todo lo que podía de polla, pero jamás ninguna consiguió tragársela entera así que Merche no iba ser menos. Le encantaba el reguero de saliva que dejaba cada vez que se sacaba el cipote de la boca para respirar. Pero cuando las babas se acumularon hasta caer en el asiento del coche él se mosqueó.

-¡Tía, a ver si vas con más cuidado! – y la apartó levantándola de golpe.

Merche hizo caso omiso de lo que Yeray le acababa de gritar y se quedó mirando el instrumento de aquel chaval de apenas 19 años, ahora sí, en más que su máximo esplendor. Calculó por encima que la cosa rondaría los 23 centímetros. ¡Joder! 10 más que los de Roberto. En ese momento se dio cuenta de que tenía la mano en su sexo, la cual había llegado ahí instintivamente.

-Bueno, ¿qué? ¿Tú no te corres nunca o qué?

-Ya te dije que esto iba para largo. Si te quitaras algo tal vez ayudaría un poco…

Con una sonrisa, Merche se quitó la camiseta. Pero Yeray le recriminó.

-Eso ya lo tengo muy sobado. ¿Qué tal si te vas quitando los pantalones?

-Yeray… no… no puedo…

-Tú tranquila, que sólo quiero verte para que esto vaya más rápido – dijo señalándose la polla en un claro gesto de que se correría más rápido si ella estaba desnuda.

A regañadientes aceptó. Se bajó la cremallera y levantó el culo del asiento para bajarse los pantalones de un tirón. Bajo estos apareció un tanga rojo que maravilló a Yeray. Su polla dio un respingo.

-¿Ves? esto va a mejor…

Yeray le pidió que le mostrara el culo con lo que ella se puso de rodillas sobre el asiento mostrándole el pompis tapado por la fina tela del tanga. Se agachó un poco más y él pudo verle cómo tenía una pequeña mancha en la parte de su sexo, sin duda Merche ya debía estar bastante mojada. Él estiró una mano y le palpó los cachetes del culo.

-¿Te masturbas tú mientras me miras o cómo quieres hacerlo?

-Espera… – le contestó él y pasó su dedo por encima del tanga desde el culo hasta la ingle, el punto donde estaba la humedad.

-Yeray… – se quejó ella, pero no movió un solo músculo.

Él retiró la tela del tanga hacia un lado y, al hacerlo, pudo observar el flujo vaginal pegado a la tela haciendo puente entre el tanga y el sexo de Merche.

-Creo que te lo debo. No digas nada.

Ella obedeció y no dijo nada cuando él acercó su dedo al coño de Merche. Primero se regaló jugueteando por los alrededores con los labios vaginales y antes de que se impacientara demasiado le introdujo un dedo en la raja mientras con el resto acariciaba el clítoris. Esto pareció gustarle ya que el líquido viscoso empezó a aparecer con cada metida de dedos y caricia de clítoris. Ella empezó a soltar pequeños gemidos al ritmo de las acometidas, señal de que aquello iba por buen camino.

-Y esto también te lo debo – le dijo acercando su cara al coño. Cuando estuvo tan cerca como para oler perfectamente la excitación de Merche, Yeray sacó su lengua y empezó a saborear todos aquellos jugos que estaba emanando la chica.

Cuando Yeray intuyó que Merche estaba a punto de correrse se detuvo. Ella lo miró extrañada.

-Ahora no. – le dijo y se llevó la mano a la entrepierna pero él la detuvo.

-Ahora sí – le replicó y le hizo un gesto con la cabeza señalándole el camino que separaba su coño de la polla. Ella se hizo la tonta y lo malinterpretó adrede girándose y agachándose para volver a chuparle el pene. – No me refería a esto, pero también me vale – y alargó su brazo para, por encima de ella, llegar hasta su sexo.

Merche estaba indecisa. No quería follarse a aquel indeseable, pero necesitaba imperiosamente que alguien la penetrara. Nuevamente deseó que fuera Roberto quien estuviera en ese maldito coche herrumbroso, jamás le había sido infiel ni había tenido la necesidad de serlo, y se maldijo pensando qué había pasado esa noche, cómo había llegado a esa situación. Por un momento incluso deseó que fuera Damián a quien se la estuviera chupando, sin duda sería mucho menos humillante. De repente, Yeray la cogió de la cintura con una fuerza que no le conocía y la colocó a horcajadas sobre él. Merche pudo sentir muy cerca de su sexo el calor que desprendía la entrepierna del pequeño vándalo, incluso notó cómo la polla le golpeaba rítmicamente a la altura del ombligo. Sintió que se desvanecía, que la resistencia desaparecía y lo besó.

A Yeray el morreo le pilló por sorpresa. No pensó que la excitación de Merche llegara a tanto como para regalarle ese gesto completamente evitable. Cuántas veces había maldecido a Damián por ser el receptor de esos apetecibles picos pensó y se vanaglorió de ahora haber conseguido comerle la boca. Aquella era la señal definitiva, la volvió a levantar por las caderas para situarla encima de su polla y fue ella la que comenzó a bajar lentamente.

Cuando empezó a sentir primero el enorme glande abriéndose paso por su interior seguido del duro hierro que la llenaba por completo, Merche sintió que no tardaría en llegar al orgasmo. Toda la maldita noche intentando evitar aquello cuando inconscientemente sabía que era inevitable. Desde aquel inocente baile con el chiquillo que le había dado una paliza a su novio en el que notó por primera vez lo que escondía entre las piernas el final había sido ineludible.

Allí, montada sobre aquel pequeño caballo salvaje empezó a gemir cuando las hábiles manos del muchacho entraron en contacto con sus senos. Las caricias iban perfectamente acompasadas con sus propios saltos sobre el pollón del chico. La situación era desmesuradamente caliente y Merche se corrió con una serie de espasmos que contrajeron su vagina provocando un mayor placer al muchacho.

Cuando Yeray notó que Merche lo inundaba, pensó en todo lo que había pasado esa noche. Lo mucho que había conseguido y cómo lo había disfrutado. Por una vez más fue consciente de lo que había conseguido, un imposible y se sintió orgulloso de sí mismo. Sentirse tan poderoso, ser el único del pueblo que había conseguido lo que todos ansiaban le inundó de placer y, por fin, se dejó llevar para soltar todo lo que llevaba dentro en el interior de la mujer más deseable de la zona.

Merche notó cómo el semen de Yeray fluía por su interior. Antes de pensar en cualquier otra cosa, sintió lo mucho que le gustaba que él se hubiera corrido en su interior e hizo los últimos movimientos para darle el mayor goce posible y, de paso, sacarle toda gota que tuviera en sus huevos. Tras notar cómo Yeray terminaba de correrse volvió a dirigirse a su boca y volvió a introducirle la lengua buscando la suya con pasión. Y, tras unos segundos de morreo, se levantó apartándose de él notando por última vez cómo aquella verga le rozaba las paredes internas de su sexo. Cuando se separó completamente, la polla de Yeray cayó algo más flácida sobre su vientre con una mezcla de restos de semen y sus propios fluidos vaginales. No pudo evitar agacharse y limpiársela a lametazos. El muy hijo de puta le había ofrecido la noche más excitante de su vida y la había concluido con el mejor polvo que recordaba. Mientras se la chupaba, empezó a pensar en lo que había hecho y la conciencia empezó a hacerla sentir culpable, muy culpable.

Primero pensó en la corrida, pero se tranquilizó al pensar que no había riesgo de embarazo puesto que se tomada la pastilla. Pero… ¿y las enfermedades? A saber lo que podía pasarle ese tío asqueroso. Pensó que iría al ginecólogo en cuando Roberto se marchara y… Roberto, empezó a pensar en él y se hundió. Pensó que este polvo era él quién se lo merecía, tal y como había pensado durante toda la noche.

-Vístete – le dijo Yeray sacándola de su ensimismamiento. Él ya se había colocado los pantalones y estaba arrancando el coche. Al darse cuenta de su desnudez se puso colorada y la vergüenza la inundó.

-Bájate del coche – le dijo cuando se hubo vestido – Es muy tarde y no tengo tiempo de llevarte a casa.

-¿Cómo? – no se lo podía creer. ¿Iba dejarla allí tirada después de todo? Pensó que al fin y al cabo no era sorprendente, así era el desgraciado de Yeray y si aquella noche había parecido cualquier otra cosa era para conseguir acostarse con ella. Y el muy cabrón lo había conseguido. Pero pensó que aún había algo peor que eso así que decidió no mostrar su indignación y enfado. – No se lo dirás a nadie, ¿no? – le preguntó con toda la amabilidad que pudo reunir mientras abría la puerta para bajarse del coche. Lo último que quería era que alguien se enterara de lo que había hecho. Se maldijo porque no sería capaz de contárselo ni siquiera a Damián con quien siempre lo había compartido todo, pero haberse acostado con el niñato al que tanto odiaban era demasiado.

-No lo haré si te portas bien – la sorprendió mientras alargaba el brazo para cerrar la puerta y se alejaba a toda pastilla.

Merche se quedó petrificada. ¿Qué había querido decir? Se temía lo peor. Pensó lo que había acabado sucediendo esa noche por “portarse bien” con él. Y tuvo miedo, mucho miedo de las consecuencias que aquello pudiera tener. Intentó calmarse y arreglarse todo lo que pudo para llegar a casa y guardar las apariencias. De camino tenía un rato para pensar e intentar inventar la mejor excusa que se le ocurriera.

Llegó a su domicilio a las 9 y media de la mañana. De camino pudo verse en un espejo y pensó que tenía la suficientemente buena pinta como para que nadie sospechara de lo que había ocurrido. Por fortuna no se encontró a ningún conocido en el recorrido. Era una suerte que la gente se acostara y levantara tarde en fiestas. Cuando entró en casa todos estaban aún durmiendo con lo que pudo darse una ducha antes de acostarse junto a Roberto. Al hacerlo él se despertó.

-¿Te lo has pasado bien, cariño?

-Sí, ¿y tú cómo estás? ¿te duele? – le preguntó mientras le acariciaba el costado dolorido.

-Estoy bien. Con un par de días de descanso, en cuanto vuelvas de las vacaciones la semana que viene, ya te estaré echando polvos por la casa.

Ella se sintió culpable nuevamente al oírle decir eso.

-Buenas noches – le dijo. Tenía ganas de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño para olvidar todo lo que había pasado. ¿Sería capaz de hacerlo? Pero al cerrar los ojos visualizó la enorme polla de Yeray desafiante, llena de verdes venas a punto de estallar y sintió cómo su cuerpo se excitaba nuevamente.

-Buenas noches – le contestó Roberto, pensando que ya era de día y que no tardaría mucho en levantarse. La miró y observó en ella esa expresión tan peculiar que se marcaba en su rostro cuando se excitaba. Pensó que era normal que llegara con ganas de marcha y se sintió culpable por no poder satisfacerla debido al maldito payaso que le había dejado dolorido con aquella patada. Se sintió feliz de estar con esa pedazo de mujer que tan bien lo comprendía y que era capaz de aguantarse un calentón por no hacerle sentir mal. Se acercó a ella, que ya había cerrado los ojos, y la besó en la mejilla.

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Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (1)” (POR ALFASCORPII)

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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (Parte I)

Voy a relatar una historia real que hace apenas un mes que ha ocurrido. En primer lugar me gustaría describirme brevemente:

Mi nombre es Carlos, tengo 32 años, estoy casado desde hace 2 meses y soy profesor universitario. Mido 1,85, soy de complexión atlética, con los músculos bien definidos, aunque no hiperdesarrollados, mi pelo es de color castaño tirando a rubio y mis ojos de color marrón claro.

Como ya he mencionado, hace un par de meses que me casé, con mi novia de toda la vida, con la que llevo 12 años y a la que nunca había sido infiel, hasta hace un mes aproximadamente.

Desde que nos casamos teníamos pendiente una visita de mi cuñada para conocer nuestra casa, así que aprovechando un lunes que yo no trabajaba, y mi cuñada no tenía clase, (mi cuñada tiene 22 años recién cumplidos y es alumna mía desde hace 5 meses), mi mujer decidió invitar a su hermana para que comiese con nosotros y así conocer nuestro recién estrenado piso. Mi mujer, Tere, sí trabajaba ese lunes, así que dejamos la comida preparada el domingo y yo sólo tendría que calentarla para cuando llegasen las dos hermanas.

A las 2.10 apareció mi mujer, que venía sola, según me explicó su hermana había decidido venir con su coche porque por la tarde había quedado con un amigo y así tenía más libertad de movimientos.

A las 2. 20 llegó mi cuñada, Patty, quien me dio dos sonoros besos cuando le abrí la puerta.

– Hola, profe –me dijo con su habitual desparpajo-, ¿dónde está mi hermana?.

– Está en la cocina, primera puerta a la izquierda- contesté yo tendiéndole mis brazos para que me diese su abrigo.

Cuando se quitó el abrigo sentí un pequeño corte de respiración ante la visión de lo que tenía delante. Intentaré describir a Patty, tal y como la vi en aquel instante:

Mi cuñada es una morenaza de 1,75 de estatura, aunque con los tacones que llevaba en ese momento era casi tan alta como yo. Lleva su brillante cabello azabache cortado a media melena. Sus ojos son felinos, grandes aunque ligeramente rasgados, de largas y múltiples pestañas negras que los enmarcan y contrastan con el indescriptible color de sus ojos, que seguro que a muchos ha hecho enloquecer. Son verdeazulados, brillantes como dos gemas, y según les de la luz se pueden ver de un hermoso azul aguamarina o de un maravilloso verde esmeralda. Su cara, de forma ovalada y con los pómulos altos y bien marcados, podría ser canon de belleza femenina. Sus labios son muy sensuales, sonrosados, gruesos y perfectamente perfilados en una apetitosa boca que incita a la lujuria. Pero todo esto, que ya es razón suficiente, no fue lo que me dejó sin respiración. Bajo el abrigo sólo llevaba un vestido azul oscuro, muy ajustado a todas las femeninas curvas que envolvía. Los tirantes formaban un sugerente escote en pico en el que se apretaban sus tersos, elevados y generosos pechos, dibujando un canalillo en el que cualquiera querría investigar. El vestido envolvía toda su silueta marcando su cintura y caderas (ahora sé cuáles son sus medidas de infarto: 95-58-91) para acabar en una corta minifalda que apenas llegaba unos centímetros más abajo de su entrepierna. Calzaba unas altas botas negras que le llegaban hasta casi la mitad de sus firmes y bien formados muslos, con unos tacones cercanos a los 10 centímetros que estilizaban aún más sus piernas haciéndolas interminablemente largas.

Mi mujer es una morena de ojos marrones muy guapa y con un cuerpo que muchas jovencitas envidiarían, pero parece ser que la naturaleza, en su infinita sabiduría, había decidido mejorar el primer molde para crear un auténtico objeto de deseo.

Cuando se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, sin darme cuenta me quedé mirando su maravilloso culo, redondo y ligeramente respingón en contraste con la maravillosa curva que describe su estilizada cintura en su espalda. Ese precioso culito se veía firme, duro y apretado por el vestido, y se contoneaba al son marcado por sus caderas con cada paso que Patty daba por el pasillo.

Cuando llegó a la puerta de la cocina me miró con sus increíbles ojos de gata (verdes con esas luz) y esbozó una pícara sonrisa justo antes de entrar y saludar a mi mujer.

Yo me sonrojé al ser pillado con los ojos en su culito, nunca antes la había mirado así, para mí siempre había sido una niña, la hermana pequeña de mi mujer, y una alumna desde hacía poco tiempo. Acalorado me dirigí a la habitación para dejar su abrigo.

Cuando volvía a la cocina oí a través del pasillo la conversación que ambas hermanas mantenían:

– ¡Sí que vas discreta!, con este frío te va a dar algo…- dijo Tere.

– Voy como quiero, hermanita- contestó Patty-, he quedado luego con un tío que se me resiste y quiero se le caiga la baba nada más verme.

– ¿Qué un tío se te resiste?, me cuesta creerlo.

– Es que tiene novia, pero me he encaprichado con él.

– Te aseguro que tal y como vas no le resultarás indiferente, cariño, vas pidiendo guerra. ¡Pobrecita su novia!, le va a crecer una cornamenta monumental.

– ¿Crees que podré seducirle?. Tengo unas ganas locas de tirármelo.

– Cariño, vas tan cañón que puedes seducir incluso a un mono bobo. Si ese tío no acaba en la cama contigo, es que tiene horchata en lugar de sangre en las venas.

A pesar de la diferencia de edad (Tere le saca 12 años a Patty), las dos hermanas siempre han tenido muy buena relación, mi mujer siempre ha sido la confidente de su hermana pequeña en todos los aspectos. Ya cuando la conocí, entonces no era más que una niña de 10 años, Patty siempre confiaba en su hermana mayor y le contaba todos sus secretos.

– Si es lo que buscas- continuó Tere-, te aseguro que nada más verte no va a pensar en otra cosa que en echarte un polvo.

Justo en ese momento entré yo en la cocina y las dos se echaron a reír. Mi mujer me pidió que terminase de calentar la comida y la llevase a la mesa del comedor mientras que ella le enseñaba el piso a su hermanita.

La comida fue distendida, hablando de temas variados entre los cuales ambas hermanas se ponían al día, aunque yo no me encontraba del todo cómodo porque mis ojos se escapaban al vertiginoso escote de mi cuñada, y tenía que forzarme a desviar la vista para no ser cazado. Estoy seguro que de que, mirándome por el rabillo del ojo, Patty me había pillado, al menos, un par de veces.

Durante el café, mi cuñadita encendió un cigarrillo, y yo me quedé embobado observando cómo el humo salía sensualmente entre sus labios. En aquel momento sentí unas ganas increíbles de fumar, lo cual había dejado casi 10 años atrás a petición de mi mujer.

– ¿Y qué tal es Carlos como profesor?- le preguntó Tere a su hermana.

– No está mal- contestó Patty dedicándome una mirada de soslayo.

– ¿Es duro?.

– Por ahora no, pero creo que dentro de poco se va a poner muy duro… – contestó dedicándome una rápida mirada con destellos verdes y un aleteo de sus negras y largas pestañas-… se acerca el examen final- aclaró.

– Ya, no serás demasiado exigente con mi hermanita, ¿verdad cariño?- preguntó Tere dirigiéndose a mí.

– Si se aplica- contesté yo aún hipnotizado por esa fugaz mirada y esa frase cargada de doble sentido-, no tiene nada de qué preocuparse.

– Te aseguro que seré muy aplicada, profe- añadió Patty sonriéndome.

– ¿Y le habéis puesto algún mote al profe?- preguntó Tere divertida.

– Pues claro… El polvorón- contestó mi cuñada entre risas.

– ¿El polvorón?- preguntó mi mujer mirándome con desconcierto.

– Así le llaman todas las tías en la facultad.

– ¿De dónde viene eso?- preguntó Tere inocentemente.

Yo, que algo había oído ya por los pasillos de la facultad, comencé a temerme la respuesta que Patty no dudó un segundo en dar:

– Está claro, hermanita- dijo alegremente-, por el buen polvo que tiene mi cuñadito- y se echó a reír.

Noté que me ponía colorado y miré a mi mujer con cara de no tener ni idea al respecto.

– Así que tus compañeras creen que tiene un buen polvo, ¿eh?- dijo Tere fingiendo estar celosa-. Pues que sepan que es cierto y que los polvos sólo los echa conmigo, ¿verdad Polvorón?.

– C-claro- contesté avergonzado.

Las dos se echaron a reír, y Patty acabó sentenciando:

– Ya saben que tiene dueña y que es mi cuñado, así que no te preocupes que ya le protejo yo de esas lobas.

Las dos siguieron riendo a mi costa por unos momentos, hasta que mi mujer se percató de la hora que era y que debía volver al trabajo.

– ¿Te llevo donde hayas quedado con el afortunado?- le preguntó a Patty.

– No, gracias, te recuerdo que he traído el coche y no he quedado hasta dentro de media hora. Así que ayudaré a Carlos a recoger la mesa y luego ya me marcharé- contestó encendiéndose otro cigarrillo.

– Bueno, pues cuando salga de trabajar te llamaré para que me cuentes con pelos y señales tu cita, y ten cuidado, que ya sabes cómo son…

– Tendré cuidado- contestó Patty riendo-, y como sé cómo son lo disfrutaré para contártelo después.

Tere le dio un beso en la mejilla a su hermana y se despidió de mí dándome un beso en los labios, antes de salir me llamó polvorón entre risas y se marchó a trabajar.

Cuando se cerró la puerta de la casa, un tenso silencio quedó entre Patty y yo. Me miraba con sus enormes ojos, que en ese momento parecían azules, mientras fumaba relajadamente apoyada en el respaldo de la silla, con un brazo cruzado bajos sus apretados pechos y el otro sujetando elegantemente el cigarrillo en alto; estaba tan sexy que yo no podía apartar mi mirada de ella. Estudiaba el incomparable color de sus ojos, sin poder evitarlo escudriñaba su sugerente escote, y me deleitaba contemplando la sensual forma en que sus labios exhalaban el humo del cigarrillo hacia mí. En esos momentos mis ansias por fumar aumentaron, aunque no fue lo único que aumentó. Mi polla reaccionó ante la joven y sensual belleza que tenía delante, y empezó a pedir paso a través del calzoncillo.

– ¿Te apetece?- preguntó mi cuñada cortando el tenso silencio.

– ¿El qué?- dije yo saliendo de los ardientes pensamientos que empezaban a rondar por mi cabeza.

– Un cigarro, tonto, no has dejado de mirar cómo fumaba desde que encendí el primero.

– Ya hace mucho tiempo que lo dejé por tu hermana.

– Lo sé, nos contamos todo… Pero también sé que ahora mismo te está apeteciendo… y por una caladita no pasa nada- añadió ofreciéndome su cigarrillo.

– Eres mala, incitándome al vicio. Dame, pero no se lo digas a tu hermana.

– Mis labios están sellados, no le diré nada a mi hermanita- sentenció sonriéndome con picardía.

Tomé el cigarrillo de su mano y le di una calada. Tras tantos años no había olvidado el sabor, y tengo que reconocer que me produjo un leve mareo. Se lo devolví e inmediatamente ella lo llevó a sus labios para darle la última calada.

– ¿Qué tal?- me preguntó apagándolo.

– Mareante.

– Uummm, a mí esta última calada me ha sabido deliciosa llevándome a los labios lo que acaba de estar entre los tuyos.

Sólo pude contestar visiblemente con una sonrisa, pero en mi entrepierna mi rabo había crecido cuanto le permitían los calzoncillos y el pantalón vaquero.

– Vamos a recoger la mesa- es lo único que supe decir.

Me levanté asegurándome de que el jersey que llevaba alcanzase a cubrir mi entrepierna para que no se notase el palpitante bulto que aquella niña, con cara de ángel y cuerpo de diosa, había despertado.

Patty me ayudó a retirar vasos, cubiertos y platos, meneando su prieto culito mientras los llevaba por el pasillo hacia la cocina. Mi tremenda erección me dolía ahogada por los pantalones ante esa divina visión, y yo no hacía más que desear que mi cuñada se marchase ya para poder aliviarme con una gloriosa paja en su honor.

Tras el último viaje de cosas a la cocina, ella estaba recogiendo el mantel inclinada hacia delante, mostrándome su escote y la perfección de sus grandes pechos. Yo ya no podía soportarlo más, así que dije:

– Patty, de verdad. no te molestes que eso ya lo recojo yo. Si has quedado seguro que tienes prisa.

Me acerqué a ella para que dejase el mantel, pero simulando no haberme oído, dio la vuelta a la mesa quedándose inclinada de espaldas a mí. Esa vista era tan magnífica como la anterior, pues pasé de contemplar su escote para contemplar la increíble curva que describe su espalda terminando en ese firme y apetecible culo. Me acerqué más para ayudarla, y cuando estaba a punto de agarrar el mantel desde detrás suyo, ella dio un paso hacia atrás y sus duras nalgas contactaron con mi abultada entrepierna. Me quedé paralizado.

Patty se incorporó restregando su culo contra mi paquete sin ningún pudor y se giró quedando su cuerpo pegado al mío, con nuestras caras frente a frente. Sus ojos, azul aguamarina en esa corta distancia, estaban fijos en los míos, y sus labios entreabiertos, a escasos centímetros de los míos, se veían deliciosos. Sus brazos rodearon mi cuello, y con una mirada cargada de deseo, empleando un tono de voz increíblemente sugerente, susurró:

– ¿Te apetece?.

Todo mi cuerpo respondió con un terremoto de excitación que clamó: “¡Síííí!”, y el epicentro de ese terremoto se encontraba en mi polla, que con el roce de su culito había conseguido vencer la dictadura de mis calzoncillos y vaqueros para crecer al máximo y apuntar hacia arriba a pesar de seguir sujeta por la ropa.

Pero mi cabeza consiguió tener un destello de lucidez: ¿qué hacía en brazos de mi cuñada?, ¿cómo podía estar tan excitado por aquella niña a la que había visto crecer?, ¿cómo la hermanita de mi reciente esposa me había puesto la polla tan dura?…

En ese momento de lucidez y sentimiento de culpabilidad mis manos le tomaron por su delgada cintura para apartarla de mí, pero en cuanto Patty sintió el calor de mis manos a través de su fino vestido, interpretó el gesto como afirmación, así que, antes de que yo pudiese apartarla, sus jugosos labios contactaron con los míos e introdujo su lengua en mi boca hasta casi llegar a mi garganta.

Me besó tan apasionadamente, tan sensualmente, con tanto ardor… Yo no había besado a nadie más en 12 años que a su hermana…, así que me dejé llevar por el erotismo de su lengua y sus labios y respondí a u beso como si me fuese la vida en ello.

Fue el beso más delicioso y excitante que he probado nunca, y mi mente dejó de sancionarme para entregarse por completo a la lujuria.

Sus dedos acariciaban mi nuca mientras su lengua exploraba cada rincón de mi boca, y sus manos fueron bajando recorriendo mi espalda para terminar agarrándome fuerte del culo. Después me agarró de las caderas y se separó de mí con la respiración entrecortada. Sus preciosos ojos me miraron por unos instantes con ardiente deseo mientras su mano derecha se deslizaba a mi entrepierna y comenzaba a palpar mi hinchada verga atrapada por la ropa.

– ¿No habías quedado con un tío?- conseguí decir con la respiración también entrecortada.

– ¿Por qué crees que aún no me he marchado?. He visto cómo me mirabas el culo cuando he llegado, y te has pasado toda la comida mirándome las tetas. Cuando nos hemos quedado solos no me has quitado el ojo de encima. Me deseas, y yo te deseo a ti, así que ya estoy con el tío con el que he quedado- concluyó agarrándome fuerte la polla para, acto seguido, volver a meterme la lengua en la boca.

Yo acaricié su estilizada cintura y mis manos bajaron para agarrarle con fuerza su redondo y duro culito. Volvimos a separarnos unos instantes.

– ¿Te gusta mi culo?- me preguntó.

– Tienes un culo perfecto- contesté recorriéndolo con mis manos.

– ¿Y mis tetas te gustan?.

– Son increíbles- contesté llevando mis manos hacia ellas para acariciarlas y masajearlas.

– ¿Te parezco atractiva?, ¿te gustan mis ojos, mis labios?.

Volvió a besarme metiéndome la lengua en profundidad mientras su mano se abría paso por los botones de mi bragueta y acariciaba mi tremendamente erecto miembro.

– Tienes una cara preciosa, tus ojos son incomparables y tus labios deliciosos- contesté cuando volvimos a separarnos.

– ¿Crees que estoy buena?.

– ¡Estás muuuuy buena!.

– ¿Estoy más buena que mi hermana?.

¡Ah!, su hermana, mi dulce Tere, mi novia durante 12 años, y mi esposa desde hacía dos meses. Al mencionarla la conciencia volvió a mí. ¿Qué estaba haciendo dándome el lote con su hermanita pequeña?.

Patty vio la culpabilidad reflejada en mis ojos, y su hábil mano se coló bajo el calzoncillo para agarrarme de la polla y acariciarla. Su otra mano guió mi mano derecha por todo su culo y, subiéndose ligeramente la minifalda, me colocó la mano de tal modo que sentí la humedad de su coño a través del tanga con los dedos índice y corazón, mientras el pulgar se alojaba entre sus nalgas, apartando la fina tira del tanga para encontrar el pequeño y suave orificio que escondía. Con uno de sus dedos presionó mi pulgar y este penetró un centímetro en su ano mientras mis otros dedos acariciaban el tanga empapado.

Emitió un gemido de satisfacción y le dio una sacudida a mi falo que me hizo estremecer con una gota preseminal brotando de él. Cualquier sombra de culpabilidad desapareció por completo. Estaba hiperexcitado, un auténtico animal sexual listo para ensartar con su verga a la ardiente hembra que tenía delante.

– Venga- me susurró de nuevo-, quiero oírlo, ¿estoy más buena que mi hermana?.

– ¡Joder!- exclamé loco de deseo con los testículos doloridos por tanta tensión sexual-. ¡Estás mucho más buena que tu hermana!.

– Lo sé- contestó Patty dándome otra sacudida a la polla-, así que ¡FÓLLAME!.

Al oír sus últimas palabras perdí el control por completo. Me lancé a besarla con frenesí, mi mano derecha acariciaba su coño desde atrás mientras el pulgar exploraba su ano. Mi mano izquierda recorría sus pechos y los cogía con fuerza.

Mi cuñada sacó su mano de mi pantalón y de una sola vez dejó mi torso desnudo. Ahora podía verse claramente mi entrepierna exageradamente abultada, y ella sonrió. Recorrió mi pecho con su lengua, acarició mis marcados abdominales y desabrochó mi pantalón dejándolo caer. Me deshice de la prenda y el calzado mientras ella recorría mis abdominales con la lengua y terminaba bajándome los calzoncillos. Así me quedé totalmente desnudo ante ella, con la polla tiesa como una estaca, con la punta enrojecida por el roce y humedecida de líquido preseminal.

– Ummm, ¡qué pedazo de polla!- susurró Patty acariciándola.

La verdad es que nunca me la he medido, pero por las referencias que tengo de mis conquistas previas a mi mujer, y por las experiencias con ella (no puedo metérsela entera), creo que es bastante grande. Mi esposa está muy contenta con ella, y una vez me dijo que debía medir como mínimo los tan renombrados 20 centímetros. No sé si medirá más o menos, pero lo que sí sé es que es larga y gruesa. Volviendo al tema:

Patty posó sus suaves labios sobre mi glande y me dio un dulce beso con el que relamió el líquido que ella había hecho brotar. Sonriendo se apartó y se sacó el vestido por arriba. Su ropa interior era del mismo color que el vestido, azul oscuro, constando de un diminuto tanga que apenas tapaba, y un sujetador sin tirantes que oprimía sus pechos realzándolos. Su cuerpo es escultural, delgado pero bien delineado por sus sensuales curvas, comparable al de las mejores modelos que visten alas en los desfiles de lencería de Victoria’s secret.

Acaricié su suave piel, y besando su cuello y la línea que había delimitado el escote, le desabroché el sujetador. Sus pechos son increíbles, grandes (más grandes que los de su hermana), redondos, jóvenes y tersos, desafiantes a la gravedad a pesar de ser liberados de la sujeción, con pezones pequeños, marronáceos y puntiagudos por la excitación; definitivamente las mejores tetas que he visto nunca.

Acaricié esas tetazas con fervor mientras mi lengua jugaba con la suya y mi polla intentaba atravesar su tanga. Ella se separó, y dándome la espalda se bajó el tanga hasta el suelo quedándose únicamente con las botas puestas. Esa visión me volvió loco: totalmente desnuda, con botas negras altas de tacón, y agachada, era como tener una actriz porno ofreciéndome su culo, así que sin darle tiempo a incorporarse le agarré de las caderas y puse mi polla en su culo dispuesto a abrirme paso entre sus nalgas para embestir su agujerito con fuerza.

– ¡Aún no!- exclamó ella incorporándose.

No sé que es lo que me dejó más sorprendido en ese instante, y que consiguió hacerme retroceder. No sé si fue la autoridad de su voz, la negativa que me cortó el rollo, o la utilización de la palabra “aún”. Creo que fue lo último, porque dejaba la puerta abierta a tener una posibilidad de meter mi polla en ese prieto culito, cosa que mi mujer hasta ahora no se ha dejado hacer.

Mi cuñada se giró y me mostró su precioso coñito totalmente depilado, con sus labios sonrosados e hinchados, su clítoris duro asomando entre ellos, y totalmente empapado de jugos de excitación. Con sólo verlo me apeteció comérmelo, pero mi verga lo pedía con más fuerza aún.

– ¿Te apetece?- preguntó con voz sugerente mostrándose como si acabase de desenvolver un regalo.

Me apetecía, y mucho. Con las botas puestas era tan alta como yo, así que me acerqué a ella y, agarrándola del culo, puse mi polla a la entrada de su coño, embadurnándose de sus fluidos. Patty levantó una de sus piernas y me rodeó la cadera con ella. Pegó todo su cuerpo al mío, y mirándome fijamente con sus profundos ojos exclamó:

– ¡Fóllame fuerte!.

Mi cadera reaccionó al instante y con un movimiento hacia delante mi verga se abrió paso deslizándose entre sus labios vaginales con facilidad. Estaba muy mojada, sentí el calor de su coño envolviendo mi glande, y profundicé cuanto pude, toda su vagina ardía.

Ella gimió de una forma tan erótica que enseguida me retiré para dar una segunda embestida más profunda. “¡Ohhhh!”, el placer fue inmenso, y ella lo corroboró con otro maravilloso gemido en mi oído. Pero a pesar de que gracias a los tacones de sus botas quedábamos a la misma altura, tras tres embestidas acompañadas de sus jadeos, comprobé que no conseguía penetrarla bien a fondo, mi polla sólo había entrado poco más de la mitad y la punta aún no había encontrado el fondo, así que le cogí la otra pierna y ella me abrazó las caderas con ambas piernas. Alcé todo su cuerpo y lo dejé caer sobre mi rabo utilizando su propio peso. La penetración fue profundísima, noté cómo mi verga hacía tope en su interior y mis huevos chocaron contra su culo; nuestros sexos encajaron a la perfección con todo mi falo devorado por su chorreante coño. Me parecía increíble el haber podido meterle la polla entera, a mi mujer no le cabía poco más que la mitad, mientras que el coño de su hermanita pequeña había engullido toda mi dura carne como si estuviese hecho para ello. Patty profirió un agudo grito de placer: “¡Aaaaaaaaahhhhhh!”, y se corrió en cuanto mi polla tocó lo más profundo de su ser. Todo su cuerpo se tensó haciendo que su espalda se arquease y su vagina apretase mi polla con fuerza. Yo estaba a punto, pero aún necesitaba un poco más.

Con rubor en sus mejillas, y aún jadeante, mi preciosa cuñada clavó sus ojos en los míos y susurró:

– Fóllame más y córrete conmigo esta vez.

La levanté de nuevo sacando mi falo, y aprovechando que estábamos junto a la mesa, la tumbé sobre ella. Me quedé admirando su magnífico cuerpo creado para dar placer, brillante por el sudor del orgasmo que acababa de tener, y no tuve más que un pensamiento al que ella puso palabras:

– ¡Fóllame otra vez!.

La mesa es lo suficientemente alta para que su coño quedase a la altura de mi verga, así que volví a acercarme a ella, y cogiéndola por las caderas con ambas manos, se la volví a meter todo lo profundo que nuestros cuerpos permitieron, entera, cuan larga es.

– ¡Ooohhhh!- gritó ella-, me la clavas hasta el fondo…

Miré cómo toda mi polla había desaparecido engullida por su hermoso coño y me estremecí de placer con la presión que sus músculos internos la ejercían. Bombee con fuerza unas cuantas veces más sintiendo en cada embestida un placer que me hacía jadear. Ella gemía y se acariciaba sus perfectos pechos que bailaban al son de mis embestidas. Mis manos recorrieron su cintura y se aferraron con fuerza a esas hermosas tetas que se amoldaron bajo la presión de mis dedos, aunque no eran capaces de abarcarlas por completo.

Seguí embistiendo con fuerza, como si fuese mi última vez, quería que ella se retorciese sintiendo el mismo placer que su estrecho coño me provocaba, mientras ella acompañaba mis movimientos con sus caderas. Tras unas cuantas embestidas en las que oía sus gemidos suplicantes, sentí que el orgasmo me sobrevenía como la erupción de un volcán. Mis manos aferraron sus tetazas con fuerza y todo mi cuerpo tuvo un espasmo que incrustó mi polla en lo más profundo de su vagina, la inminente corrida me hizo gritar de éxtasis cuando mi leche ardiente llenó su coño provocándole a ella otro glorioso orgasmo.

– ¡Ooooooooohhhhh!- gritó conmigo con su espalda totalmente arqueada, sus manos agarrando mis antebrazos y sus piernas atenazando mis caderas.

Nos quedamos mirando a los ojos sin aliento, y una carcajada de satisfacción brotó de ambos.

Al fin me separé de ella, y con las piernas aún flojas me dirigí al sofá donde me dejé caer. Patty se levantó de la mesa, encendió un cigarrillo y echándome el humo a la cara me lo ofreció. Yo le di una profunda calada que me pareció súper relajante, y se lo devolví cuando se sentó a mi lado.

– Hacía diez años que no me echaba el cigarrito de después- comenté sonriendo.

– ¿Ni siquiera ese te deja fumar mi hermana?, uff, ¡qué estirada!- exclamó riéndose.

Compartimos el cigarrillo y charlamos distendidamente.

– Así que el polvorón, ¿no?- dije-, ¿y quién dices que me llama así?.

Patty rió con franqueza, y pasándome nuevamente el cigarrillo me contestó:

– Te lo llaman todas tus alumnas.

– Vaya, ¿y a quién se le habrá ocurrido semejante mote?.

– En realidad fui yo quien te lo puse.

– ¡No jodas!, ¿y eso?.

– Antes eras conocido simplemente como el tío bueno, hasta que un día, estábamos unas cuantas comentando lo bueno que estás, y ya sabes… una dijo que eres un bombón, y otra dijo que tenías un buen polvo, así que yo lo uní diciendo que eras un polvorón. A todas nos hizo gracia, y con polvorón te quedaste.

– Entiendo… así que con tus amigas hablas de mí…

– Bueno, algunas veces, sobre todo cuando te giras para escribir en la pizarra y podemos admirar tu culito.

Patty volvió a reír.

– Y esto que ha sucedido hoy, ¿cuánto llevas planeándolo?.

– ¡Bufff!, creo que desde que tenía 15 años.

– ¡Pero si eras una niña!, bueno, y lo sigues siendo…

– Te recuerdo que ya tengo 22 y acabo de demostrarte que soy muy mujer.

– Vale, no te enfades… Eres toda una mujer.

– A los 15 ya tenía un buen par de tetas, y tuve mi primer sueño húmedo contigo. Aunque perdí la virginidad a los 16, desde aquel primer sueño, me pasé toda mi adolescencia masturbándome contigo.

– Eso es muy halagador.

– Unas veces te imaginaba follando con mi hermana, y me ponía a mil, pero con lo que realmente me gustaba fantasear era que con quien follabas era conmigo, y llevaba mucho tiempo deseando cumplir esa fantasía, hasta hoy…

– Hasta hoy… -repetí pensativo.

– Es muy difícil ver casi todos los días al protagonista de tus fantasías en tu propia casa y no poder hacer nada. Y cuando por fin ya voy dejando de verte, ¡puf!, te conviertes en mi profesor. Está claro que es una señal, mi hermana es una egoísta por no compartirte y yo tenía que hacer algo al respecto. De pequeña siempre heredé sus juguetes, y ahora como adulta quiero seguir haciéndolo.

– Nunca me había visto como un juguete, aunque me encanta que te hayas lanzado a por mí.

Apagamos el cigarrillo y le dije que necesitaba una ducha. Ella me contestó que no me preocupase y, acordando que lo sucedido nunca saldría de nuestras bocas, dijo que se marcharía discretamente, así que me dio un beso y yo me fui a la ducha.

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Relato erótico: “Morbo en la biblioteca de la Facultad” (POR CARLOS LÓPEZ)

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Siempre he sido un poco pieza. Me crié en un barrio del extrarradio de Madrid y siempre rodeado de las peores compañías. A pesar de todo, era un estudiante razonablemente bueno. Aunque sólo fuera por amor a mi madre que se dejaba la vida trabajando para darnos una educación a mi hermano y a mí, después de que mi padre se “hubiera ido a por tabaco” y nunca hubiera vuelto a casa.
Yo era el típico español. Delgado y fuerte. Ni alto ni bajo. Moreno. La mayor parte de las veces sin afeitar. Con el pelo más largo de lo que quisiera mi madre. Aunque nunca he sido un adonis, tenía cierto desparpajo y siempre he tenido bastante éxito con las chicas. Chulo, un poco macarra, con una pequeña afición al hachís, muchas veces metido en peleas, y siempre llevando alguna moto de dudosa procedencia… tenía cierto nombre y siempre salía con una u otra del barrio.
Cuando pasó lo que contaré, estaba en primero de Derecho y tenía 18 años. Acababa de entrar en la Universidad, y quería tomármelo en serio. Lo necesitaba para salir de ese ambiente. Me gustaba el Derecho. Me encajaba. Para evitar que mis amigos me arrastraran al bar, por las tardes me solía quedar a estudiar en la biblioteca de la Facultad. Allí me sumergía en los libros: Derecho romano, Aministrativo… Los fines de semana, trabajaba en un bar de copas de mi barrio, pero entresemana tenía todo el día para mí, y lo aprovechaba entre clases y estudios.
Había una diosa morena que solía estudiar también en la misma zona de la biblioteca. Era mayor que yo y estaba en el último curso. No es que fuera una belleza exótica, pero era una chica con curvas y todo en su sitio, además de una bonita sonrisa, dientes blancos como perlas y ojazos enormes. Siempre la observaba discretamente cuando se sentaba frente a mí. Me encantaba ver cómo se colocaba muy bien su faldita para que no se le viese nada. Era una chica tímida y reservada. Por sus formas y su vestuario se notaba que era de procedencia adinerada. Educada. Con clase. De las que me volvían loco porque eran inaccesibles para mí. Nada que ver con las chicas de barrio con las que yo salía y con las que, cuando podía, experimentaba algunas perversiones.
Después de varias semanas, había conseguido cambiar ocasionalmente algunas palabras con ella. Se llamaba Cristina, tenía 24 años y un novio como Ken el de la Barbie. Era un chico de Erasmus, alemán u holandés, me da igual. Un gilipollas que notaba que me miraba mal. Como por encima del hombro. Me cabreaba ver como llegaba cada tarde, a última hora, y le daba un beso asqueroso en la boca. Ella, al ver que yo la miraba con expresión de desagrado, me miraba de reojo poniéndose colorada. Se notaba claramente que no le gustaba lo que le hacía “su Ken” en público, pero no se atrevía a decirle nada.
Poco a poco tomamos algo de confianza. Yo la ofrecía salir a fumar conmigo y ella, aunque no fumaba, a veces salía para despejarse. Nos entendíamos bien. Hablábamos de cosas sencillas como pelis de cine, o motos, que la encantaban. Yo exageraba mis conocimientos y le invitaba a llevarla a casa en mi quemada Yamaha, aunque ella siempre declinaba porque la venía a buscar Ken. Desde su altar de chica guapa, mayor que yo, educada y con dinero, se notaba que le hacían gracia mis ocurrencias. Pero nada más. Tampoco es que fuéramos grandes amigos, y ni siquiera nos sentábamos juntos cada tarde, pero nos conociamos.
A veces me quedaba mirándola, sólo por provocarla. Me divertía ver su reacción y su sonrisa tímida y, todos los estudiantes lo sabéis, en esos momentos de biblioteca, uno se entretiene con cualquier cosa para no estudiar. Yo, cada hora, salía a fumarme un cigarrito o un porro flojito y ella, si no era la hora en la que esperaba a su perfecto “Ken”, me acompañaba. El imbécil de su novio se cabreaba cuando la veía conmigo, como si yo tuviese opciones sobre ella, o como si fumar fuese el peor de los pecados. Alguna vez había presenciado como él la regañaba, y era desagradable de ver. Una diosa española siendo hablada mal por un imbécil. Me sentaba mal la actitud sumisa de ella aceptando su regañina y, aunque él me sacaba una cabeza, me daban ganas de darle un par de hostias. Pero no me quería meter en sus líos. Además, se notaba que ella, de alguna forma, le admiraba. ¿No habéis visto a personas que cuando peor las hablan, más defienden a sus parejas? Pues era un caso así.
Estaba enamorada. Algún día, en plan broma, cuando la notaba tensa con los estudios, le decía que tenía que relajarse “nos fumamos juntos un porrito y nos vamos con la moto a un sitio chulo que conozco donde puedo hacerte algo relajante…” y luego añadía “darte un masaje, no pienses mal jajaja, que además te ahorras el fisio”. Ella sonreía ante mi ocurrencia pero me decía “No puedo, tengo novio”.
Pero como a veces la suerte ayuda a los audaces (como decían los latinos), un día llegando a media tarde a la biblioteca la encontré en la puerta, con lágrimas en los ojos y muy nerviosa. Había tenido una bronca con su novio. Al parecer, el imbécil se había dejado el ordenador abierto y ella le había encontrado unos correos electrónicos con su antigua novia holandesa. Los tíos somos un poco cabrones. Incluido yo, que no pude evitar aprovecharme de la situación. Pasé mi brazo por sus hombros, y la llevé a un lugar apartado “vamos Cris, no des a la gente el placer de verte hecha polvo”.
Ella se dejaba guiar sin saber que se estaba metiendo en la boca del lobo. ¿O quizá lo supiese? Jaja lo desconozco pero el hecho es que acabamos sentados en la parte de detrás del aparcamiento, con las espaldas contra el muro, viendo como se hacía de noche. Ella, entre lágrimas, me contaba lo que había visto en el ordenador de Ken y yo, en una maniobra premeditada, la dejaba desahogarse diciéndole las cosas bonitas que a todas las chicas gustan mientras, esta vez sí, la daba de fumar de mis canutos procurando que esta vez estuviesen cargaditos.
–         Necesito relajarme –decía-
–         Fuma lo que quieras, son suaves, aunque no te pases…
–         ¡Joooo eres un sol! Vaya tarde te estoy dando –decía apoyando su cabeza en mi hombro y ya trabándosele un poco la lengua-
Como el buen cazador que estaba acostumbrado a ser (en mi barrio), esperé al momento adecuado pegadito a ella pero sin dejar traslucir mis verdaderas intenciones. Era un caso de libro: Cuando noté que había pasado la fase de disgusto, la de nostalgia, y ya iba a empezar la fase de euforia, la convencí sin demasiados esfuerzos a montar conmigo en la moto y la llevé al monte de las antenas. Era el sitio ideal: cercano, bonito, solitario y con vistas de la ciudad.
Imaginaos para mí, conduciendo mi moto y sintiendo en mi espalda las duras tetazas de Cristina, que iba partiéndose de risa detrás de mí mientras sus manos estaban sobre mi pecho. Mi pantalón estaba a reventar, pero aún no era el momento de actuar. Sólo cuando llegamos a mi sitio favorito, entre los árboles, y ella estaba boquiabierta con la vista de la ciudad de noche, le planté un beso tierno y suave. Profundo, intenso y cariñoso. No hay chica que se resista a un beso así. Vosotras lo sabéis.
–         Cómo besas –dijo divertida y algo borracha-
–         Gracias –dije yo aparentando la timidez propia de nuestra diferencia de edad y haciendo que nuestros cuerpos estuvieran muy juntos-
Tenía que actuar rápido, antes de que se arrepintiese de lo que iba a pasar o que pasase a otra fase menos conveniente “Ven, guapa, vamos a ver la ciudad” –dije yo mientras colocaba mi cazadora en el suelo junto a un árbol-. Una vez más, noté su actitud frente a las órdenes directas.
Me senté apoyando la espalda en el árbol, mirando el contorno de luces de la ciudad, y mandé a Cristina que se sentase conmigo. Sobre mi cazadora, con mis piernas a ambos lados de su cuerpo, y apoyando su espalda sobre mi pecho podía respirar el aroma de su pelo. Ummmm. Joder, qué delicia. Ambos veíamos la ciudad, mis labios rozaban sus oídos al explicarle cuál era cada barrio, y mis brazos la envolvían. La posición era ideal para mis propósitos. Tenía libre acceso a su cuello, su nuca, sus oídos y cada vez que ella giraba la cabeza, a sus labios. Joder, ¡qué necesitada de cariño estaba! Giraba su cabeza hacia mí para que continuase con mis besos, y yo le susurraba cosas bonitas mientras mis manos se metían dentro de su camiseta. Uffff qué piel más suave bajo sus tetazas, aún no le había soltado el sujetador, pero a través del tejido se adivinaban unos pezones durísimos pugnando por salir de la tela.
No opuso resistencia alguna a mis manos. Más aún, cada vez estaba más tiempo girada uniendo sus labios a los míos y explorando mi boca con su lengua. Había soltado su sujetador y mis manos acariciaban sus tetas ya sin ningún obstáculo. Ufff qué sensación era sentir sus duros pezones cómo se interponían y plegaban entre mis dedos según la acariciaba. No quería estropear nada, pero cada vez me comportaba más atrevido presionándolos y tirando de ellos. Cristina empezaba a jadear como una perra. Ella misma quiso dárse la vuelta y ponerse frente a mí, pero la sujeté firme en esa posición. Me gustaba dirigirla y marcar los tiempos, oponiéndome a su ansiedad. Supongo que los porros influían en su deseo. Después de soltarse ella misma con un gesto los botónes de sus vaqueros, me tomó la mano y la dirigió hacia sus braguitas. Yo detuve el movimiento en la costura, a la altura de su cálido abdomen, jugaba con su ombligo, con el elástico de su prenda íntima y con el suave vello de su pubis, pero voluntariamente no llegaba a su sexo. Quería que lo deseara. Sentía como respiraba y gemía. Si paraba mi mano me decía “sigue… sigue” y trataba de llevármela más abajo pero yo me negaba.
–         tócate tú, vamos, obedece que son tu jefe. Hoy mando yo –dije con firmeza-
–         Eshhhperaa –contestó con voz de borracha y haciendo ademán de levantarse-
Por un segundo temí que el juego se había acabado. Pero no. Lo que hizo fue levantar su culito para quitarse sus molestos pantalones vaqueros. Ya sin obstáculos, ni corta ni perezosa, metió su mano dentro de sus braguitas y se puso a masturbarse suavemente delante de mí. Yo alucinaba. Desde mi posición veía completamente el pelo moreno de su coño y como sus dedos lo recorrían longitudinalmente haciendo ruiditos. Me mantuve unos segundos más disfrutando del espectáculo, y luego empecé a picarla un poco más:
–         Ummm con lo mona que parecías, ahora descubro que eres una chica mala
–         Essrsss pp…
–         ¿Quéeee? -no entendí del todo bien su respuesta pero por su sonrisa pícara y el colocón de los porros sospechaba que había dicho algo sucio-
–         Sssoy una putita… -dijo con voz algo pastosa-
–         ¿Sí? Repítelo que no lo he oído bien…
La dejé seguir calificándose con las palabras más cerdas mientras yo cada vez era más duro amasando sus tetazas y tirando de sus pezones. A veces entremezclaba mis dedos con los suyos entre los labios de su encharcado y caliente coñito. Estaba excitadísima y os podéis imaginar cómo estaba yo. No sé como no le hacía daño en la espalda con mi polla que estaba como una piedra. Ella empezó a gemir más y más. Parecía totalmente una película porno “ummmm ummmmggfff sí síiii”. Estaba a punto de correrse, pero no podía permitirlo no fuera a ser que se relajase y no me dejase follarla. Entonces la tomé con brusquedad del pelo y le dije
–         ¡Saca la mano de ahí!
–         Nooo –dijo melosa-
–         Que la saques, ¡joder! –Obedeció-
–         Jooo
–         ¿No eres una putita? Pues a comportarte como lo que eres, pero conmigo…
Entendió perfectamente lo que pretendía de ella. Rápidamente, se arrodilló ante mí que me había puesto de pie. Obedeciendo un gesto mío, me soltó con ansiedad mi cinturón, despojándome a la vez de mis pantalones y calzoncillos. Vi un gesto de aprobación en su cara cuando vió lo que escondía debajo. Mi polla estaba completamente empalmada apuntando al horizonte. Ni corta ni perezosa la metió en su boca y golosa se puso a saborear todos los liquidos preseminales que allí había. Se notaba que era una experta. Con una mano la tomó del tronco y la dejaba resbalar entre sus labios hasta lo más profundo, mientras con su lengua estimulaba la punta. Por aquel entonces nunca me la habían chupado tan bien. Era una auténtica profesional. Quitó la otra mano de mi cadera y se dispuso a llevarla de nuevo a su coñito desnudo.
–         No se te ocurra tocarte, sólo lo harás cuando te de permiso
–         Gggfrfagg –protestaba-
–         Aún tienes que mejorar tu trabajo de chupapollas –Yo estaba crecido, y además notaba que cuanto más sucio la hablase, más excitada estaba- y abre las piernas, me gusta que mi zorra abra las piernas cuando no lleva bragas…
Por supuesto, mis palabras eran órdenes para ella. Era bestial la sensación. Incluido el hecho de tener a una chica a la que admiras desnuda de cintura para abajo y comportándose como una guarra arrodillada ante mi polla. Yo estaba en un estado de gozo tal que dudaba si correrme en su boquita aún perdiendo la opción de podérmela follar después. Con mi mano acariciaba su cabello que me parecía el más suave que había tocado nunca.
Antes de llegar al punto de no retorno la aparté la boca y, ante su sorpresa, me separé de ella y coloqué estirada mi cazadora que estaba en el suelo. Me recosté con la cabeza sobre una gruesa raíz del árbol y con un gesto le pedí que se sentase sobre mí. No puso ningún reparo. Con cierta calma puso cada una de sus rodillas a mi lado regalándome una bonita visión de su coñito hinchado y abierto y las luces de la ciudad al fondo. Abrió sus labios con sus dedos y dejó resbalar la punta de mi capullo longitudinalmente sobre ellos instantes antes de dejarse caer un poco ensartándose en mi polla.
Se inclinó hacia mí y, según mis manos se metían en su camiseta sacando sus tetas por abajo, ella con unos pocos movimientos arriba y abajo se quedó completamente empalada en mi polla. Comenzó a cabalgarme lentamente. Adelante y atrás, alante y atrás, adelante y atrás… con los ojos a veces cerrados y otras abiertos como platos se la veía esmerada en darse el máximo placer. Yo acariciaba ahora dulcemente sus tetas. Duras, redondas, hinchadas, extremadamente suaves, y entre ellas una ligera película de sudor que rozaba con las yemas de mis dedos. No sé el tiempo que estuvo así, pero me esforzaba por retenerlo en mi memoria. Con una voz deliciosa me dijo:
–         ¿puedo correrme?
–         Claro que sí, cielo… pero que yo te sienta
Para mi extrañeza, cambió la posición de sus rodillas echándolas hacia atrás y quedando en una rara posición tumbada sobre mí y aún empalada. Entonces empezó a frotarse. Se movía extrañamente, como dirigida por su propio coñito que había encontrado el punto óptimo de roce sobre mí. Sentía su pelo sobre mi cabeza, y su pelo del coño arañaba ligeramente mi propio pubis. En nuestros puntos de contacto había un mar de fluidos corporales. Cristina seguía frotándose, incansable, gimiendo cada vez más intensamente, hasta que casi gritando comenzó a correrse como si toda su vida estuviese concentrada en cada uno de los espasmos “¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!!”. Perdí la cuenta del número de sacudidas que tuvo, pero se quedó completamente empapada en sudor y desmadejada sobre mí.
Se quedó tumbada sobre mí. Desmadejada. Respirando con dificultad pero satisfecha. Así la dejé un par de minutos, pero yo aún tenía que cobrarme mi trabajo. Con mucha más suavidad, pero mayor firmeza la ordené “ponte como antes, Cris”. Obedientemente lo hizo y volvió a ponerse sentada y clavada sobre mí. Ahora me miraba con una extraña dulzura. Yo, sin embargo, la follaba con dureza. Movía violentamente mis caderas para asegurarme de que mi verga la entraba hasta el fondo de su ser. Ahora no me cabalgaba. Solamente se dejaba hacer. Se dejaba follar, utilizar. Como una muñeca hinchable que sabe cual es su obligación. Pero eso sí, mirándome con cariño. No pude aguantar mucho más y, entre escalofríos que partían de mi polla y me invadían hasta la punta de mis pies, me corrí dentro de esa diosa. En su acogedor coñito que se había abierto para mí. UUUUUFFFFFFFF. Aún me empalmo al recordarlo jajaja.
Entonces se tumbó de nuevo sobre mí. Y tras unos minutos, se puso a mi lado mientras nos besábamos la boca suavemente. No hacían falta muchas palabras. Sólo experimentaba aún el momento “amor” que se da en estos casos. En tres ocasiones me confesó entre susurros que había sido fantástico. Yo también aguanté unos minutos acariciándola y diciendo palabras cariñosas, pero no demasiado tiempo. Una vez más tenía que actuar con inteligencia y antes de que llegase el momento de su arrepentimiento, la dije con dulzura que nos íbamos y nos vestimos sacudiéndonos el polvo de la ropa. Por cierto, qué bonito es ver cómo se viste una mujer así.
La llevé a su casa y la dejé con lágrimas en los ojos. Ya había entrado en la fase posterior a la euforia y quizá se arrepintiese de lo que había pasado. A mí ya me daba igual, estaba claro que por diferencia de clase y edad, no podía aspirar a nada más con Cristina. Ya había tenido lo que quería. Me había metido en su cálido y perfumado coñito de niña bien, y la había hecho gozar. La había tratado como una mujer, como una novia cariñosa y como una puta viciosa ¿qué más podía pedir?. Cristina me dio un beso en la mejilla y se despidió con un simple “adiós”.
Durante la siguiente semana no la vi por la Facultad. Disimuladamente la busqué, pero no fue a clase o, al menos, no coincidí con ella. Cuando la volví a encontrar en la biblioteca, evitó nuestro contacto visual. Jajaja lo sabía, estaba arrepentida de lo que había pasado. Entendí rápido el mensaje y no hice ningún acercamiento. En realidad me daba igual, pero lo que me jodía era que a última hora de la tarde, llegó el imbécil de su novio holandés y la dio el mismo beso asqueroso que siempre. Ella le había perdonado y me parecía lamentable por su parte.
Con el paso del tiempo volvimos a nuestra rutina de salir a fumar un cigarro. No volvimos a mencionar el tema y yo ya no la ofrecía fumar ni vueltas en moto. No obstante, nos hicimos más amigos y, cuando había sitio, nos sentábamos juntos. A mí, Cristina me seguía poniendo super cachondo, pero no lo dejaba translucir. De hecho, me había buscado una “medio novia” muy parecida físicamente a ella, que era la que recibía las consecuencias de mi estado. Seguía enchochada del imbécil del holandés. Por mis amistades y mi actividad nocturna en un bar de copas me había enterado que el tal Ken en secreto se tiraba a alguna españolita más. No quise decir nada a Cris. Era el típico caso en que diría que es mentira y me echaría la culpa a mí. Además, allá ella. Con todo me moría por follármela más veces pero sabía que, después de lo que pasó, sus precauciones eran máximas.
Así pasó la navidad, el invierno, y entramos en primavera. La primavera la sangre altera, y más cuando la chica que se sienta enfrente cambia sus vaqueros por vestiditos y minifaldas. Para ella era el último año, y no quería suspender ninguna asignatura. El imbécil del holandés también se lo tomaba más en serio, después de estar todo el año tocándose los cojones. Seguro que le aprobarían por el morro por el hecho de ser erasmus y de fuera. Yo llevaba muy bien la carrera y se me había metido entre ceja y ceja follarme a Cristinita alguna vez más antes de que acabase el curso y desapareciese. La había perdido totalmente el respeto, y más aún cuando la muy imbécil hablaba de irse a trabajar a Holanda (y “su Ken” no lo sabía).
Un día, con la biblioteca bastante llena, estaba sentado frente a Cris y el imbécil de Ken a su lado. Ellos susurraban todo el rato y me estaban empezando a molestar. Él se puso a darle suave morreo mientras reían en bajo, y a mí se me ocurrió poner mi pié descalzo sobre el tobillo de ella, que estaba frente a mí. Abrió los ojos como platos sorprendida y tal vez enfadada, pero no dijo nada para que Ken no se enterase y la montase. Entonces empecé a subir mi pié sobre sus medias, por la parte interior de su pierna. Ella estaba más nerviosa, pero no decía nada. Cerró los muslos atrapando mi pié entre ellos y yo, con pequeños movimientos la frotaba.
No pasó nada más. Yo me quedé con un calentón brutal y ella creo que también. Esta vez no tomó medidas contra mí y los siguientes días repetimos el episodio. Mi “masaje” con el pie duraba entre 5 y 10 minutos, y era flipante ver cómo sus mejillas se sonrojaban mientras miraba de reojo a un lado y a otro, o los mantenía cerrados unos segundos. A la muy perra la debía poner caliente el riesgo, y venía todos los días con un vestido. Más aún, empezó a sentarse un poco más hacia el fondo de la biblioteca, en una zona más discreta, donde era más difícil que alguien apreciara nuestra maniobra. Además, allí las mesas eran más estrechas y mis movimientos eran más fáciles y más “profundos”. Con algo tan inocente, la explosión de adrenalina que suponía hacerlo estando su novio presente era brutal y ponía mi polla como una roca.
No obstante, mi mente no hacía más que maquinar la manera de dar una vuelta más de tuerca al asunto. Alguna vez, saliendo a fumar conmigo, quise sacar el asunto en nuestra conversación, pero ella cambió rápidamente de tema y dijo que se metía de nuevo a la biblioteca. Entendí perfectamente. No quería tener un amante ni ir más allá. Le bastaba con calentarse como una cerda mientras un chavalito de barrio “abusaba” de su confianza introduciendo el pie dentro de su falda y llegaba a sus bragas. Para mí no era bastante, ya había probado las mieles de su cuerpo y estaba obsesionado con repetir. Sus feronomas, impregnadas en mi me hacían sentir como animal primario dispuesto a todo, y más cuando percibá los modos dominantes en los que la trataba Ken y su actitud sumisa.
Pasaron un par de semanas cuando se me ocurrió el siguiente movimiento: Hacer discretamente fotos con el teléfono móvil bajo la mesa, de modo que se viera mi pie entre sus muslos. Era arriesgado porque casi siempre estaba Ken, pero eso me aseguraba que ella no iba a hacer nada raro como intentar quitarme el móvil. Estaba todo pensado. A la segunda vez que lo hice, ella se percató y me miró enfadadísima. Entonces, sonriendo y aparentando calma, la escribí un sms “Cris, si quieres que me porte bien y no diga nada, levantate al aseo, quítate las bragas y vuelve con ellas en el bolso”.
Me miró boquiabierta. Pero con un gesto de mis ojos hacia el baño, moví mis labios imperativamente diciendo “¡Vamos!”. Ella automáticamente se levantó y se fue. Esta vez tardó casi 10 minutos en volver, pero algo me decía que obedecería mis órdenes. Volvió con una cara indescriptible, más de enfado que de otra cosa, mientras yo simulaba estar absorto en mis estudios. Yo también estaba nervioso, pese a que trataba de aparentar seguridad. Pensé que se habría disgustado y se me acabaría el chollo. Así que salí a fumar. Ella no me acompañaría. Cuando estaba Ken no lo hacía.
Fumaba algo abatido, pensando que esta vez me había pasado empleando un pequeño chantaje, lo que nunca en mi vida había hecho. Mi sorpresa llegó cuando mi movil recibió el “bip bip” de un mensaje. Era de Cristina: “Eres un cabrón. No sé como te atreves con Johann (Ken) delante. Me has puesto tan caliente que he tenido que tomar algunas medidas jaja. Esto era lo que querías ¿no?”. Y a continuación había una foto de una prenda blanca colgada cuidadosamente en el pomo de la puerta del WC. Joder, os podéis imaginar el subidón que me produjo. Era la confirmación de que deseaba seguir jugando conmigo, y yo la iba a convertir en una depravada. Eso sí, siempre en la clandestinidad. Esa era la gracia del juego.
Terminé mi cigarro y entré con calma y media sonrisa a la biblioteca. Evitaba poner atención en ella y trataba de estudiar, aunque tenía un mensaje preparado en el móvil para enviárselo. Ahora era ella quien me miraba con curiosidad, y yo me hacía el distraido estudiando. Pasados unos 15 minutos, saqué mi móvil y le mandé el mensaje “Cerca de aquí hay una zorrita que no lleva bragas. Quiero que abra las piernas ahora mismo!”. Pretendía hacerla obedecer órdenes, a la vez que introducía palabras sucias entre nosotros. Sorprendentemente, ella había quitado el sonido a los mensajes y tenía el móvil al otro lado del bolso donde no lo viera Ken. Haciéndose la distraida, miró su mensaje y, tratando de no prestarme atención, abrió sus piernas como la había ordenado.
Joder. Qué momento. A mis 18 años descubrí el morbo del dominio con una diosa así. Esta vez sí estaba nervioso y casi no me atrevía a hacer nada. No sé por qué, pero ahora sí pensaba que nos iban a pillar. Llegado a este punto tenía que seguir, así que saqué fuerzas de flaqueza y metí mi pie entre sus piernas llegando a su chochito, únicamente cubierto por las medias. Uffff notaba su calor y su humedad. Cristina frotaba sus ojos con sus manos abiertas simulando descansar. Yo sabía que estaba a punto de estallar. Yo también lo estaba. Me mantuve así un ratito corto y luego, tratando de no se apreciara mi erección bajo los vaqueros, recogí las cosas con rapidez y me fui a casa a encerrarme en el baño. Según estaba haciéndome la mejor paja de mi vida rememorando los momentos pasados, llegó un mensaje de Cristina “Sé lo que estás haciendo. Eres un guarro. Yo también he tenido que volver al WC. He dicho a Johann que me encontraba mal 😉”.
A partir de aquí, nuestra “relación” se revolucionó. Continuamente nos mandábamos mensajes guarros. Especialmente cuando había gente delante. Ambos teniamos asumido que era sólo un juego morboso. No hablábamos del tema entre nosotros, sólo miradas cómplices y mensajes. Para no levantar sospechas, ocasionalmente me dejaba ver por allí con Marta, mi chica que se parecía a Cristina, y que sin saberlo “pagaba” las consecuencias de nuestra historia. Supongo que el imbécil del holandés también salía beneficiado, aunque paradójicamente a mí me hacía sentirme superior a él por el hecho de que su linda novia con quien se ponía realmente caliente era conmigo. En realidad, estaba “trabajando para él”, manteniendo excitada a su novia. Incluso tenía una pequeña colección de bragas suyas escondidas en casa, y yo mismo le marcaba el tipo de ropa interior que debía llevar. Eso me hacía sentir que tenía poder sobre ella y me excitaba sobremanera.
Se acercaba el fin de curso y nuestro juego se mantenía. Ahora era incluso más morboso, porque el tiempo era muy bueno y la ropa era más ligera, aunque yo debía llevar siempre vaqueros u otro pantalón que disimulase mis continuas erecciones. Después de tanto empeño por mi parte para follármela, al final todo llegó por casualidad. Ese día llegó Cristina con Ken y me pareció más guapa que nunca. Llevaba un vestido ligero amarillo clarito con escote y manga corta, como de algodón, y unas sandalias de tiras de cuero marron. Debajo del vestido se adivinaban las formas de un tanga. No mostré mucha atención al saludarla, dije un simple “hola” y volví la cabeza a mis apuntes.
No obstante, al cabo de unos minutos ya estábamos con nuestro “juego” y mi pie rozaba la cara interior de sus rodillas. Rápidamente se mostraron visibles los puntos de sus pezones bajo su sujetador y vestido. Eso me encantaba. Después de un rato de caricias bajo la mesa y miradas cómplices, le mandé uno de mis mensajes habituales de esos días “Cristina, ve al baño que quiero tener ese precioso tanga en mi colección. Y no te entretengas”. Para mi sorpresa, ella me miró y con un leve movimiento de labios me dijo “no puedo”. Yo sabía que no tenía la regla porque la acababa de tener hacía unos días. Me sorprendió, pensé que se negaba a cumplir una “orden”, así que insistí con otro sms “Quiero que lo hagas. Vamos!”. Esta vez sí se levantó, pero el gesto de su cara decía que no lo iba a hacer. Efectivamente, al minuto me llegó un sms suyo desde el baño “no puedo, se va a notar”.
Iba a insistirla más, pero no lo hice. Luego supe que tenía miedo a manchar el vestido y que se viese, pero en ese momento me sentí decepcionado. No sé. El caso es que tomé mi paquete de tabaco de la mesa, y salí hacia fuera. La casualidad hizo que, al pasar delante de la puerta del baño de chicas que estaba en un pasillo nada más salir de la sala, ella saliese de pronto. Entonces la detuve y susurrando dije:
–         Dámelas Cris
–         No puedoooo, las llevo puestas
–         ¿Qué pasa? ¿Ya no juegas?
–         Sí juego. Pero hoy no puedo dártelas, si me las quito se va a notar –dijo apurada y nerviosa de que nos vieran hablando-
–         ¿Se va a notar qué? –susurré yo que no entendía-
–         Pues… -Miraba a un lado y a otro y no sabía explicarme-
–         ¡Joder! –susurré tomándola del brazo y, arrastrándola casi a la fuerza dentro del baño de las chicas-
La verdad es que no sé qué impulso me movió, pero mi gesto violento la sorprendió. Ví el reflejo de su cara en el espejo y, a pesar de que se la notaba apurada, había un brillo especial en sus ojos hacia mí que no me pasó desapercibido. No era disgusto, la estaba gustando mi gesto de coacción. Era como si estuviese tomando por la fuerza algo que era mío y ella se dejaba llevar oponiendo una mínima resistencia para seguir con el juego. Por suerte no había nadie en la zona de los lavabos, pero sí había algunos retretes ocupados. La dirigí hacia uno de los del fondo y cerré la puerta de golpe. La puse contra la pared quedándome yo a su espalda presionándola. Sólo podíamos hablar en susurros porque la pared de esos cuartitos no llega hasta el techo. Por arriba son son abiertos y se oye todo. La dije al oido en un susurro firme y algo violento:
–         Vamos a ver qué les pasa a estás bragas –dije metiendo mi mano bajo su vestido desde la parte de atrás-
–         Mmmmmm
Para mi sorpresa, sus bragas estaban ya mojadas por la zona de su sexo. Cristina estaba cachonda siendo tratada así. Ella sola mantenía las piernas abiertas y me dejaba hacer…
–         ¿Qué hay aquí Cristina? ¿por qué no me las querías dar? –susurré continuando con mi actuación de chico violento-
–         Es que si me siento se va a manchar el vestido.
–         ¡Calla! –dije autoritario-
–         
Me puse a frotar su coñito sobre el tejido de  su tanga y ella jadeaba como una perrita. Abría las piernas y sacaba su culito para facilitarme la labor. Con la otra mano tomé su pelo como si fuera en una coleta y le ordené “Sácate las tetas para mí Cristina”. Ella, que obedecía sumisamente cada una de mis órdenes, se bajó el escote del vestido y las copas de su sujetador. Se la notaba excitadísima con lo que pasaba. Incluso mucho más que el día de los porros y la moto. Era morbosísimo. En el cubículo de al lado, separados sólo por unos centímetros y con el techo destapado, acababa de entrar otra chica y se oía el chorrito del pis contra el agua del inodoro. Parecía que directamente estaba con nosotros. También se oían voces de chicas que entraban o salían y hablaban en los lavabos. De repente pensé que quizá me estuviese metiendo en un buen lío por haberla forzado y susurré:
–         ¿Quieres irte Cristina?
–         ¡Nooo, sigue! –dijo entre jadeos-
–         ¿Qué quieres que te haga, zorrita?
–         Lo que quieras… hazme lo que tú quieras… -su excitación la hizo decir esas palabras algo más alto de lo normal-
–         Sssshhhhh calla joder –dije preocupado- ten cuidado
Cristina, obedientemente, se tapó la boca con una mano mientras apoyaba su otro antebrazo en la pared y su frente sobre él. Ocultaba el rostro pero su cuerpo respondía entregado a mis impulsos violentos. Sus caderas se movían solas sobre mi mano. Yo también estaba muy excitado y no quería esperar más. Después de tantos días de calentón, era brutal tener a Cristina así, con la falda remangada en su cintura, las tetas fuera, los pezones duros moviéndose con su respiración, y tratando de controlar sus jadeos. Con gestos bruscos, ya que continuaba la representación de nuestro juego, me solté el cinturón y el botón del pantalón y tomé mi polla con la mano. Mientras una de mis manos frotaba y apartaba su ya encharcado tanga, con la otra me frotaba a mí mismo anticipando lo que estaba por venir.
–         Cristina
–         ¿Qué?
–         No te voy a quitar las bragas… como tú querías
–         Métemela ya por favor
–         ¡Calla, yo decido cuando te uso!”
–         Por favoooor… -antes de que siguiese hablando se la metí de un golpe– ¡¡ARGGGHHHHHH!!
Era parte del juego mostrarme duro. Ella sacaba el culito para que le entrase más y más, y la vi que se estaba mordiendo la mano con la que se tapaba la boca. Sentía como se movía y todo su cuerpo. Su terso culito, ya con marcas del bikini, sus pechos que estaban fuera de la ropa. La verdad es que tenía la sensación de que estábamos haciendo mucho ruido, pero no sería así pues nadie reparaba en nosotros. De hecho, ahora no se oía que hubiera nadie. Estábamos casi en silencio. Me estaba concentrando para durar mucho tiempo. Me estaba follando salvajemente y por segunda vez a una de las mejores hembras de la Facultad, varios años mayor que yo.
Una vez más sonó la puerta exterior de los aseos abriéndose e, instintivamente, mantuvimos silencio. Me detuve en mis movimientos, pero manteniendo mi dura y gruesa polla ensartada hasta el fondo de su ser. De repente algo nos sobresaltó
–         ¿Cgggistina? ¿Cggistina? –era el holandés-
–         Shhhh no digas nada –acerté a susurrar-
El imbécil, preocupado por la tardanza de su chica había decidido entrar a buscarla. Cristina se acojonó. Se quedó quieta como una estatua y yo, comencé a mover muy suavemente mis caderas saliendo un poco de su húmeda cavidad para volver a entrar hasta el fondo del todo. Por forzar más la situación, con una de mis manos tomé uno de sus pezones y comencé a presionarlo entre mis dedos y a tirar suávemete de él. Ufffff si ya era emocionante la situación, el peligro de ser descubiertos lo acentuaba aún más.
–         ¿Cgggistina? ¿Cggistina? ¿estás ahí? Are you there?
Cada vez se oía más cercana la voz de su novio. La verdad es que acojonaba, pero yo estaba decidido a mantenerme escondido. “¿Cggistina?” Dios mío, ya estaba delante de nuestra puerta que debía ser el único retrete ocupado. El cuerpo de Cristina comenzó a temblar incontroladamente y, para mi sorpresa, su sexo empezó a convulsionarse envolviendo a mi verga. Cada segundo notaba un espasmo más fuerte que el anterior. Mientras veía claramente cómo se mordía la mano para no hacer ruido. La muy zorra se estaba corriendo descontroladamente a escasos centímetros de su novio. Eso es lo que más cachonda la ponía. Yo no pude aguantar más y también empecé a vaciarme dentro del palpitante y caliente coño de la novia del animal que estaba al otro lado de la puerta, en una corrida intensa y abundante. La puerta exterior de los baños se abrió otra vez:
–         ¿¡Pero qué hace un tío aquí!? –Se oyó una voz femenina indignada con la presencia del “perfecto” holandés en el baño de las chicas- ¡Este es el baño de chicas, fueraaaa!
–         Vale… ya me voy ¿puedes mirggag quien está en ese toilet? –dijo con su característico acento-
–         ¡Que te vayas! ¡Fuera! O llamo al de seguridad…
Ufffffffffff suspiramos los dos al unísono cuando notamos la puerta cerrarse detrás de él. Nos habiamos salvado por la campana. Nuestra salvadora seguía despotricando sola sobre el hecho de que un chico haya entrado en el baño de chicas. Quizá pretendiese que desde el retrete que ocupábamos una chica dijese algo, pero Cristina no estaba para hablar. Aún temblaba y nos manteníamos en silencio. Cristina tenía las manos en la pared y respiraba fuertemente, recuperándose del tremendo orgasmo que la habíamos proporcionado su novio y yo. Cada uno con su aportación. Yo aún tenía mi polla dentro de ella, pero notaba como poco a poco empezaba a desinflarse y a resbalarse hacia fuera por el exceso de humedad.
Momentos depués contemplaba sentado sobre la tapa bajada del inodoro, como Cristina había sacado un paquete de clínex de su bolso y se limpiaba el sexo aún inflamado sin darse la vuelta a mirarme. Me levanté y desde atrás la besé en la mejilla. Ella debía tener una empanada mental importante porque tras un gesto de disgusto, cambió a una mirada cariñosa hacia mí. Le pedí que se diera la vuelta, quería verla limpiarse y recomponerse. Esta vez mis órdenes eran cariñosas, y ella, riendose por dentro, terminó de limpiarse frente a mí. Luego subió su tanguita y, con un gesto delicioso soplando con sus labios, me hizo ver que estaba frío porque aún estaría húmedo. Una vez colocado, se bajo y estiró el vestido quedando frente a mí otra vez la misma diosa a la que yo admiraba. Su mirada ahora era como la de una persona adulta que mira indulgente a un niño después de haber hecho una travesura. Supongo que la mía era del orgullo y satisfacción que tenemos los hombres en estos casos.
–         ¿qué hacemos?
–         Primero besarme –Dije poniéndome en pie- y luego sales, dices que te acompañe a casa que te encuentras mal, y me mandas un sms cuando estéis lejos… y no tardes
–         Jaja, das miedo. Lo tienes todo pensado…
–         ¿Qué te creías? Me gusta hacer las cosas bien –dije presumido, orgulloso de mi gesta de hacía unos minutos-
–         Ten cuidado, no venga la bruja que ha echado a Johann… voy a pintarme un poco.
Y se fue con la elegancia propia que sólo tienen las mujeres atrevidas, quedándome en el cubículo tratando de retener en mi memoria los momentos pasados. No fue la última vez que Cristina estuvo en mi poder, pero eso ya lo contaré en la segunda parte.
Como siempre, muchas gracias por vuestros votos y comentarios. También gracias a quien me aporta ideas por email. Como veis, las uso!!!
Carlos
diablocasional@hotmail.com

Relato erótico: “16 dias cambiaron mi vida” (POR SOLITARIO)

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Lunes, 22 de abril de 2013.

Me llamo José, tengo treinta y nueve años y voy a acabar con mi vida.

Mi juventud transcurre en un pueblo de la provincia de Jaén, en el seno de una familia muy conservadora que explotaba algunas tierras de olivar.

Vivíamos desahogadamente. Estudié el bachillerato en un instituto religioso y mi formación fue bastante rígida en lo referente al sexo.

Para mí era lo normal, tocarse es pecado, la fornicación conduce al infierno, etc.

Me fue inculcada y yo acepte y asumí, la más estricta moral católica. Al finalizar mis estudios en el instituto me traslade a Madrid e ingresé en la Politécnica en el 93. Me hospedaba en una residencia gestionada por religiosos.

En el 97 conocí a Milagros, Mila, una muchachita preciosa, alegre, simpática y desenfadada y me enamoré de ella.

Estudiaba psicología en la Complutense. Tras unos meses de relaciones, durante los cuales nos vimos muy poco ya que los estudios no me lo permitían, se quedó embarazada y nos casamos.

Con la ayuda de nuestros padres alquilamos un piso y nos fuimos a vivir juntos pero seguimos estudiando hasta que yo terminé la carrera.

Tuvimos una niña preciosa, Ana, a finales del 99.

Conseguí un trabajo en una empresa importante de telecomunicación, donde ganaba lo suficiente para vivir bien.

Cuando en 2002 se quedo de nuevo embarazada decidimos cambiar de vivienda puesto que la que teníamos era muy pequeña. No se aun como Mila se enteró de que vendían un piso en una zona céntrica de Madrid, con cuatro dormitorios, dos baños, en fin, un sueño y sin pensarlo mucho lo compramos.

Tuvimos a José, Pepito, un crio maravilloso.

Dos años después vino al mundo Milagritos, Mili.

Llevaba cinco años trabajando en la misma empresa cuando decidimos, entre otro compañero y yo, asociarnos y crear una empresa para independizarnos. Nos fue bien hasta hoy. .

Este es un relato resumido de la que fue mi vida hasta hace dos semanas

Hoy le he vendido mi parte a Fede, el socio y he abandonado el negocio, con tristeza.

Estoy sentado en el saloncito donde tengo instalado mi puesto de observación.

Ante mi, en una mesa, varias pantallas de ordenador me ofrecen una vista casi total de la que, hasta hace quince días, era mi casa y la de mi familia.

Estoy viviendo los peores días de mi existencia.

Ni en la peor de mis pesadillas podría haber soñado lo que la realidad me ha deparado.

A lo largo de estos 16 días he recopilado en video y escrito en libretas de forma ordenada y cronológica, lo que he vivido, sentido, visto y oído y sufrido.

No soy muy bueno redactando, soy de ciencias y las letras no me atraen, pero voy a intentar describir, con la mayor claridad posible, unos hechos que han acabado con mi vida, mi mundo, mis intereses y mis ilusiones.

Ahora mismo, la vida, mi vida, carece de sentido.

Debo tomar la decisión más importante de toda mi existencia y barajo distintas opciones, a cual peor.

Si no creen lo que digo, lean y juzguen.

Lunes 8 de Abril de 2013

Suena el despertador, son las seis de la mañana me levanto con cuidado para no despertar a nadie, me ducho, me visto y recojo el equipaje, que tengo preparado en el recibidor, para salir de viaje.

Soy ingeniero electrónico y trabajo como representante de una marca conocida de sistemas de seguridad, atiendo una extensa zona del país haciendo las demostraciones pre-venta, instalando, supervisando y llevando el mantenimiento de las instalaciones en empresas, bancos, centros oficiales…

Hoy me desplazare a la provincia de Zamora donde tengo concertadas varias entrevistas con clientes durante tres días.

Algunas veces tengo que quedarme con un cliente hasta tarde, invitarlo a copas, clubs de striptease. Y en ocasiones he tenido que pagar alguna prostituta para que los acompañen y así facilitar el contrato. A mí el contacto con una profesional del sexo me repele. Solo tuve una experiencia a los dieciséis años y no la he repetido nunca más.

Todas las semanas viajo a una zona u otra, de lunes a miércoles y vuelvo el jueves a casa. Los viernes trabajo en la oficina. Así llevo tres años, es mucho esfuerzo pero lo hago con gusto, porque mi familia lo merece.

El negocio lo creamos Fede, un amigo, compañero de facultad y yo, hace ocho años y nos va bastante bien. De hecho en casa no hay problemas económicos para llegar a fin de mes, como les ocurre a otros.

Antes de salir entro en la habitación de los pequeños y les doy un beso sin despertarlos, Pepito de 10 años y Milagritos de 8, duermen como angelitos en sus camas.

Después paso por la habitación de mi niña, Ana, casi una mujer de 14 años. Al acercarme he tocado el ratón de su portátil y se ha iluminado la pantalla, la tenue luz me permite ver su rostro, le aparto el pelo castaño claro que cubre su cara y le doy un beso. Es preciosa.

Recojo el equipaje y me dirijo al garaje lo cargo en el coche y antes de subirme realizo una comprobación que ya se ha convertido en rutina y así asegurarme de que llevo todo lo necesario.

Mi equipaje, maleta con muestras, ordenadores.. En fin parece que esta todo.

Yo.-¡Vaya!. Me falta lo principal, la cartera con la documentación, tarjetas, dinero…! Pufff!, menos mal que me he dado cuenta antes de salir.

Subo al piso, abro la puerta lentamente y entro despacio, no quiero encender la luz, localizo la cartera en el mueble situado a mi izquierda en el recibidor.

Oigo hablar en la habitación.

Avanzo por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi dormitorio que esta medio abierta, tal y como la deje al salir, me acerco por el pasillo, si Mila está despierta entrare a darle un beso.

Al acercar mi mano al pomo de la puerta la oigo reírse, parece que está hablando con alguien. ¿Tan temprano?. Me acerco y presto atención…

Mila.- ((Que si tonto, ya se ha ido, pero no puedes venir ahora, vete a casa a dormir la mona que yo tengo que levantar a los niños para llevarlos al colegio. -………- Que sí, que esta noche os espero , a Jorge también-……..- jajaja-…….-vale Manolo, como tú me digas, te esperaré con las piernas abiertas y sin bragas. A las once ya se habrán dormido los niños,-…….-si, seguro, porque les pongo una gotita del somnífero que me receta mi médico para dormir disuelto en la leche y no se despiertan ni a tiros,-…….- No, la mayor tampoco molestara, ella ya sabe que no debe decir nada, -……..- Vale pues os espero. Un beso en la puntita.))

Oigo colgar el teléfono, estoy a punto de desmayarme, los latidos del corazón me golpean el pecho como si fueran martillazos, las sienes me van a estallar, me mareo y estoy a punto de caerme.

Las manos me tiemblan y siento hormigueos en el dorso.

No puedo pensar, tengo escalofríos. Me apoyo de espaldas en el mueble del pasillo.

Doy la vuelta despacio, a tientas y salgo al recibidor abro la puerta principal salgo del piso y cierro sin hacer ruido.

En el garaje, subo al coche y me siento con la cabeza sobre el volante tratando de alejar de mi mente lo que ha ocurrido.

No puedo creerlo, Mila, la esposa perfecta, la que no se deja ver desnuda, que jamás me ha hecho una mamada, que ya hace años tengo que pedirle, por favor, que me deje hacerle el amor apenas una vez al mes..

¿Me engaña?. Y ¿con dos a la vez?.

Tengo que estar equivocado, he malinterpretado lo que he oído, esto debe tener una explicación sencilla y después me reiré de lo mal pensado que soy…

¡¡JODER!! Pero que estoy diciendo..

He oído a mi mujer decirle a alguien que lo esperará “con las piernas abiertas y sin bragas”.

Esto debe ser una broma de mal gusto.

Mi delicada esposa, a la que solo una vez desde que nos casamos he visto desnuda, incapaz de una palabra malsonante, hablando de bragas, piernas abiertas, besos en la puntita.

¿Qué puntita? ¿De quién?

Ha nombrado a Manolo y a Jorge

¿Quiénes serán Manolo y Jorge?

Mi cabeza es un torbellino de ideas confusas. Tengo que hacer algo. Intento serenarme y trato de pensar fríamente. Necesito averiguar qué está pasando.

¿Cómo puedo enterarme de lo que pasa en mi casa?.

¡¡Hostia, lo tengo a la mano!! ¡¡Si es a lo que me dedico!!

Trabajo en seguridad electrónica y dispongo de los medios para ver, oír y grabar, todo lo que quiera, solo tengo que instalar las cámaras de demostración en el piso y observar desde otro lugar.

Pero ¿desde dónde?.

Tengo que salir de aquí, dentro de un rato Mila vendrá por su coche para llevar los niños al colegio y no debe verme.

Salgo del garaje y estaciono el coche a dos manzanas, en un aparcamiento de pago, cojo la maleta de demostraciones y me dirijo a la cervecería cercana situada al otro lado de la calle __________, desde donde diviso el portal de mi bloque.

Pido un café, Mentalmente realizo un esquema de la instalación a realizar, donde situar los equipos, cuantos, que zonas me interesa controlar…

Son casi las ocho. Veo como sale mi hija Ana, corriendo hacia la esquina de la calle, a coger el autobús para su instituto.

Minutos después veo salir a Mila con los niños en su coche, un Peugeot 205, camino del colegio.

Mila tardará más de una hora en volver, es el tiempo del que dispongo. Pago el café que apenas he probado. Tengo la garganta cerrada.

Con la maleta me dirijo a casa, espero no encontrarme con ningún vecino, aunque en la planta solo está ocupado nuestro piso y la distribución de los accesos hace muy independiente la entrada y tenemos poca o ninguna relación con la vecindad.

Realmente no conozco a ningún vecino.

Entro en mi casa y me golpea el familiar aroma a desayuno, los olores matutinos de los baños.

Llevo cuatro cámaras, de última generación y alta definición, conectadas vía radio, con señal codificada en la banda de 2,4 Gh, un concentrador de cámaras conectado mediante modem móvil a la red de móviles e Internet.

Desde la puerta de entrada se accede al recibidor, a la derecha está situada la puerta de mi despacho, a la izquierda un mueble bajo y un espejo y a continuación la puerta del salón.

Frente a la puerta de entrada principal otra puerta permite el acceso al pasillo, donde, a la derecha, están las puertas de la habitación de los niños y a continuación la de Ana.

Al fondo del pasillo, al frente el baño pequeño y a la izquierda la puerta de mi habitación, a la que se llega por un pasillo de unos dos metros y medio, con la entrada al baño grande a la derecha.

Mi habitación tiene acceso a la terraza como también el salón y la ventana de la cocina.

La habitación de Ana y mi despacho tienen salida a la terraza de atrás y la de los niños, en medio, tiene la ventana orientada a la misma terraza.

Coloco la primera cámara en el salón, en el interior, sobre la puerta, apuntando hacia la zona del sofá y la terraza, aprovechando la moldura de escayola.

La entrada a la cocina que queda bajo la cámara, queda fuera de campo y no la puedo ver.

En el pasillo coloco la cámara sobre la puerta para ver al fondo la puerta del baño, la de Ana y la entrada a mi habitación.

El baño que queda dentro de mi dormitorio es alargado, la entrada tiene al frente un lavabo doble, a continuación, hacia la derecha, el bidet y el wáter, con la bañera al fondo, separada por una mampara de metacrilato.

Situó la cámara sobre la puerta, en el rincón desde donde se capta el bidet, WC y bañera.

En el dormitorio, el cabecero de la cama de un metro y medio de ancho, está a la derecha, vista desde la entrada, a los pies, separado por unos setenta centímetros, el armario empotrado que ocupa toda la pared.

Dejo la cámara, oculta, en la moldura del techo sobre la puerta, en el rincón que linda con el armario. Se divisa toda la cama, las mesillas de noche y gran parte de la habitación.

Instalo el concentrador, en un doble techo de escayola en el baño que da al pasillo.

Tuve que reparar una fuga de agua y deje un registro por si se repetía.

Llevo conmigo una tablet PC preparada para supervisar toda la instalación.

Realizo algunos ajustes, reorientando las cámaras.

Salgo tras recoger todo y comprobar que no dejo nada que pueda hacer sospechar lo que he hecho.

Al salir llamo a Eduardo, un amigo y compañero, para pedirle prestado por unos días un apartamento que tiene cerca de mi piso.

Por supuesto no le digo para qué, pero que por favor no le comente nada a nadie.

Me dice, riéndose, que soy un golfo y que me pase por su casa a en una hora para recoger las llaves. Su mujer Amalia, está en casa. Hoy no ha ido a trabajar.

Llamo a mi socio a la oficina.

Yo.- Fede?

Fede.- Si, dime José.

Yo.- Mira me ha surgido un problema del que ahora no te puedo hablar, solo te pido que no lo comentes con nadie. Necesito unos días para resolver. No voy a ir a Zamora. El viernes hablamos. Cúbreme. Y repito, nada a nadie.

Fede.- Coño, José, ¿En qué lio te has metido?. Vale, no te pregunto nada, confía en mi discreción, ya nos veremos.

Me traslado a un bar cerca de la casa de Eduardo, que vive con su esposa Amalia y dos hijos de ocho y seis años, no quiero que me vean, lo llamo por el móvil, le indico donde estoy y que por favor me acerque las llaves.

La mañana está fría y parece que va a llover.

Diez minutos después lo veo entrar en el bar, con un chándal y botines de deporte, alto y delgado, algo encorvado, con una cara angulosa.

Trabaja en mi empresa como administrativo pero realiza los trabajos desde su casa, teletrabajo, su mujer es profesora de instituto y él se hace cargo de los niños y la casa.

Se acerca con una sonrisa de complicidad en los labios y nos damos la mano. Pedimos unas cervezas y unos pinchos, charlamos de cosas intrascendentes, al despedirse me guiña un ojo.

El apartamento era su piso de soltero y yo sabía que se lo prestaba a algunos amigos para sus encuentros furtivos, seguramente pensaría que yo tenía algún lío y por eso lo necesitaba. Y no andaba equivocado. Tenía un solo dormitorio una sala con cocina americana y baño. En el mueble de la sala vi algunas botellas de licores.

Desde aquí, aunque cerca, no puedo ver mi piso, pero para Internet no hay barreras. Instalo el equipo de recepción de datos, y una vez en funcionamiento compruebo que tengo una visión muy buena del salón, el dormitorio, el baño grande, situado en mi habitación y el pasillo principal.

Y a esperar. Me extraña que Mila no haya vuelto de llevar a los niños, es tarde. Normalmente tarda una hora en ir y venir. A las diez suele estar en casa.

Son las tres de la tarde. Oigo el ruido de la puerta de entrada, no tengo visión del recibidor. Oigo hablar a Mila con alguien.

Mila.- Carlitos, métemelas aquí.

Carlitos.- ¿Aquí? Aquí te voy a meter otra cosa mira cógela. Y no me llames Carlitos que en el súper se ríen.

La pantalla me da una imagen de Mila entrando en el salón desde la cocina.

Alguien la sigue a su espalda, un muchacho que aparenta unos dieciocho o veinte años, de complexión atlética, de gimnasio, alto y rubio.

Pero ¿Qué es ésto?. ¡¡ESTÁ ABRAZANDO A MILA POR DETRÁS, COGIENDO SUS TETAS Y ESTRUJANDOLAS, MIENTRAS ELLA SE RIE Y LE ACARICIA LA BRAGUETA CON UNA MANO!!.

Me paso las manos por la cara y los ojos, no puedo creer lo que veo.

El chico le sube el vestido, que es de una sola pieza, y se lo saca por la cabeza, ella le ayuda, se quita el sujetador, se queda con las medias de color arena y el tanga. Yo no sabía que utilizara tanga y menos tan pequeño.

Se arrodilla frente al chico, desabrocha el cinturón y la bragueta del chaval, le baja los pantalones y los calzoncillos hasta los pies, mientras él se quita la camiseta y se deshace de los zapatos, aparece una pija morcillona que ella se apresura a acariciar con las dos manos y a lamer desde los huevos al prepucio.

El la empuja y se sienta en el suelo quitándose la ropa que le estorba por los pies, le arranca el tanga de un tirón y en un santiamén están los dos desnudos revolcándose sobre la alfombra.

Mila, arrodillada lo empuja hacia atrás tendiéndole boca arriba, se sitúa con las rodillas separadas sobre sus piernas, coge el pene del muchacho con una mano mientras la otra masajea sus pelotas, empieza a pasar la lengua a lo largo del tronco, lamiendo sus bolas, metiéndose la polla en la boca y chupándola como si de un manjar se tratara.

¡¡Es absolutamente asqueroso!!

Tiene el pene fláccido pero en pocos segundos se endurece y alcanza un tamaño considerable.

Ella se desliza de rodillas, con sus piernas abiertas a los lados de las caderas del muchacho, hasta hacer coincidir su coño sobre la polla y se la introduce lentamente, recreándose, subiendo y bajando como si una cuerda invisible tirara de ella hacia arriba y abajo. Cabalga sobre él como una amazona. Veo su espalda y como por debajo entra y sale de su coño aquella polla.

El muchacho le pellizca los pezones. Le amasa las tetas.

Que a mí me tenía prohibido tocárselas.

Veo su precioso cuerpo siendo penetrado por aquel mozalbete, quince años menor que ella. Sus pequeñas tetas botando arriba y abajo al ritmo de los movimientos de la copula.

Gruesas lágrimas que inundan mis ojos difuminan la terrible imagen que muestra la cámara, es indignante. Me resulta insoportable la visión de la pareja. No veo nunca porno, no me atrae, y esto es peor, porque es mi delicada mujercita la que está ahí follándose a un crio. Siento desgarrarse mis entrañas.

Cada vez que se deja caer sobre la picha, Mila exhala una especie de gemido gatuno, ronco.

El chico alarga su mano y le introduce un dedo en el culo al tiempo que ella acelera el ritmo, el chaval se mueve al compas empujando hacia arriba, ella grita

¡Más! ¡Más! ¡Dame máaaas!

Hasta alcanzar a un orgasmo que la derriba, quedando tendida sobre el pecho del chico.

Se besan con verdadera ansia, sus lenguas se entrelazan. El masajea los glúteos. Las tetas. Ella se incorpora.

Se sienta en el suelo frente a la cámara, eleva sus rodillas y las separa, acaricia su coño, llena los dedos de flujos y se los lleva a la boca, relamiéndose.

Se acaricia los pezones, se los pellizca y embadurna de los líquidos de su vulva y su saliva.

Carlitos.- Ponte de “perrito”.

Ella obedece, se arrodilla separa las piernas, se inclina hasta apoyar la cara en la alfombra, mueve los brazos hacia atrás hasta coger con una mano cada nalga y las separa ofreciendo el orificio abierto al chaval.

Mila.- Follame despacio que duele.

El introduce un dedo, lentamente, dos, tres, lo engrasa restregando su polla por el culo, recoge con los dedos el semen vertido en la espalda y lo unta en el recto, mete su verga en el coño y la saca bañada por los flujos, vuelve a acariciar el culo, escupe en el agujero, se masajea la polla hasta alcanzar la dureza adecuada, la coloca en el orificio de mi mujer y la introduce paulatinamente hasta la mitad en su rosado y redondo agujero.

Mila.- Quiero más.

El chico empuja despacio hasta enterrarla por completo en su culo.

Mila.- Más, necesito mucho más. ¡¡Rómpemelo!!

El chaval arremete con todas sus fuerzas. Su verga parece el pistón de un motor entrando y saliendo del cilindro, cada vez a mayor velocidad.

Parece que Mila está llorando, Carlitos se asusta.

Carlitos.- ¿Qué te pasa Mila? ¿Estás llorando?

Mila.- ¡¡Si, cabrón, lloro de gusto!! ¡¡No te pares!!

Mila grita, se retuerce, pero él la sujeta por las caderas.

Son unos minutos interminables para mí.

Mila profiere un grito y se estira a lo largo, sacando con su movimiento aquel aparato de su culo, en medio de convulsiones espasmódicas de su cuerpo, con la boca abierta parece que le falta el aire, queda como desmayada, mientras él con la verga en la mano termina meneándosela y derramando su esperma sobre las nalgas y la espalda de mi mujer.

Se deja caer en el suelo, al lado de mi esposa, se besan, se acarician.

Mila se levanta con cara desencajada.

Mila.-!!Dios, que tarde es, tengo que ir por los niños!!

Carlitos, la cuenta ya sabes.

Carlitos.- Si Mila, ya lo sé. La camuflaré, como siempre. Algún día me pillarán y acabaré en la calle.

Mila.- No te preocupes, si te despiden ven a verme que te encontrare trabajo. Con ese cuerpo y esa polla tienes futuro.

Se visten a toda prisa sin limpiarse y salen a la carrera del piso.

Estoy destrozado, las imágenes grabadas no dejan lugar a dudas, mi mujer es toda una puta, me ha estado engañando no se desde cuando, pero tengo que averiguarlo.

Tengo que hacer algo. Parte de mi trabajo es la planificación, el análisis científico de los problemas, la búsqueda y aplicación de soluciones. Tengo que aplicar mis conocimientos fríamente.

La primera idea que se me viene a la cabeza es la de entrar esta noche en plena faena y pegarles cuatro tiros de escopeta a los que estén en la cama.

Pero ¿y luego?, yo a la cárcel, mis hijos abandonados…

No, no puedo hacer eso. Tengo que averiguar qué ocurre en mi casa.

Debo actuar con la cabeza y no permitir que mis emociones me cieguen.

Por cierto, ¿mis hijos, serán míos?…

Primero tengo que recabar la mayor información posible, con cautela.

Hacer pruebas de ADN a mis hijos, eso me lo puede solucionar mi amigo Andrés.

Es médico en un servicio que trabaja para la policía, me debe un favor y creo que lo podrá hacer sin pedir demasiadas explicaciones.

Mientras tanto puedo estar controlando la vivienda y los movimientos de Mila por la calle.

Hasta que estén las pruebas de ADN y sepa a qué atenerme, tengo que disimular y fingir que no sé nada.

Mientras puedo seguir vigilando la casa, tendré que instalar más cámaras, en la cocina el recibidor y las habitaciones de los niños, que están fuera de visión.

También tengo que buscar otro lugar donde pueda establecer el centro de vigilancia. Tengo que dejar el apartamento de Edu en tres días y la vigilancia puede alargarse semanas.

Mientras elaboraba el plan a seguir, con un nudo en el estomago y una opresión en el pecho, sin dejar de llorar, me preguntaba porqué.

Porqué mi querida esposa me ha hecho esto.

¿Acaso tengo algo de culpa?, ¿Qué puedo haber hecho mal para empujarla a comportarse así? ¿O ella ha sido siempre así y yo no lo he visto, no he sabido verlo?.

Las preguntas y las dudas me roían las entrañas.

Encontréé una botella de whisky de Eduardo y tome un trago, que bajo arañándome la garganta.

Sentado en el sillón de la sala no quiero pensar, no puedo pensar con claridad. Intento relajarme.

Algo se mueve en la pantalla, veo entrar a mi mujercita con los dos pequeños.

Nada anormal. Meriendan y se ponen a hacer los deberes y a jugar.

Deje de grabar cuando salieron los dos amantes de casa y conectare la grabadora cuando haya “acción”.

Llega Ana y se encierra en su habitación. No puedo ver que hace pero se oye la música, “My only chance” de Eminem, que conozco porque la escucha continuamente.

Mila llama a los niños para cenar. Veo como se van a su habitación. Mila le lleva un vaso de leche a cada uno.

Supongo que llevan el somnífero que los aturde durante la noche, mientras ella se divierte.

Ana va a su cuarto.

Una sensación de ardor de estomago me invade. Siento fuego en mi pecho.

Intento calmarme.

Imágenes de lo visto por la tarde bombardean mi mente.

Mila mamándole el miembro a ese chaval.

Él dándole por el culo.

La rabia me corroe.

Mila entra en el baño, se desnuda.

Al ver su cuerpo un ramalazo de pasión hace que mi polla se endurezca.

Su cuerpo de curvas suaves, pechos pequeños se mantienen duros, a pesar de los embarazos. Un culo respingón precioso, suave.

Es muy bonita, me enamoré desde el primer momento que la vi en el campus de la universidad y la he amado desde entonces. Fue en el otoño del 97, ella tenía 19 años, estudiaba segundo curso de psicología y me la presentaron unos amigos comunes en el bar de mi facultad.

Alegre, vivaracha, me cautivó.

Poseía una elegancia natural, una seguridad en sí misma y una frescura, nada sofisticada. De media estatura, ojos oscuros y profundos, pelo castaño, recogido en un moño que realzaba la belleza de su rostro. Hablaba con pasión de sus estudios, mientras yo la miraba como un tonto a los ojos.

En la pantalla veo que coge algo de un cajoncito del mueble del baño, no puedo ver qué es. Entra con él en la ducha y los vapores no me dejan ver que hace. Coge la toalla y se seca. Se pone unas medias negras, sujetador “media copa” que deja sus pechos a la vista y encima un camisón que apenas le llega a las caderas, también negro, casi transparente que contrasta con la blancura de su piel, realzándola y dejando a la vista su delicioso cuerpo, sin bragas.

Hace quince años, en la noche de bodas, la vi así, pero ya me advirtió que era la primera y la última vez. Y así ha sido.

Yo respeté sus deseos por amor.

Hasta hoy, en que he podido verla a través de unas cámaras y preparándose para otro u otros. Traicionándome.

Algo que jamás se me pasó por la cabeza hacerle a ella. Y que ni en las peores pesadillas imaginé que me hiciera a mí.

Son las once y algo de la noche suena el portero electrónico.

Mila atraviesa el salón y responde desde el recibidor. Poco después abre la puerta y se oye una pequeña algarabía, risas, palmadas, grititos…entran en el salón dos individuos con Mila en medio, ella colgando, con un brazo sobre el hombro de cada uno de ellos, sus piernas abiertas y con las rodillas flexionadas como si fuera en una silla en alto y sin asiento. Le palmean el culo con la mano libre. Ella se vuelva para besarlos a uno y otro lado, le lamen la cara, la boca, los ojos.

De frente veo su coño abierto, reluciente.

¡!Esta mojada, brilla la parte interior de los muslos con su flujo!!.

¡!Conmigo siempre estaba seca!!.

La depositan en el sofá y uno de ellos, el más bajo, se arrodilla y mete la cabeza entre sus piernas chupando ruidosamente el coño y el culo, mientras el otro de pie a su lado le acerca su pija a la boca y ella, sin dudarlo, se la traga entera, con glotonería, con cara de viciosa, con la cara desencajada por la lujuria. Babeando y atragantándose.

Le dan arcadas pero ella sigue tragándose, hasta el fondo de su garganta la polla del alto. Su cara refleja la lujuria, el vicio.

Yo no la he visto así en quince años de matrimonio y uno de noviazgo.

¿Quién era Mila? ¡¡Una total desconocida para mí!!.

¿Me habría querido alguna vez?.

Y yo ¿La podría seguir amando tras conocer su faceta perversa?.

De pronto me fijo en el más alto, que está de pie, lo conozco, es Manolo, uno de los padres de la APA del colegio de los niños, al otro no lo conozco, supongo que será el tal Jorge y también estará relacionado con el colegio.

El trió se mueve con un extraño compás.

Mila llega al primer orgasmo con una facilidad pasmosa.

Conmigo era raro que llegara, yo pensaba que era frígida, ahora veo que no.

Me viene a la mente la frase “No hay mujer frígida, solo hombre inexperto”.

Pero me consuela recordar que yo intentaba, por todos los medios, que ella me permitía, hacerla llegar al orgasmo, pero solo lo lograba en contadas ocasiones. ¿Fingia?

Jorge se incorpora intentando la penetración mientras ella sigue sentada en el sofá pero no lo logra.

Manolo se sienta al lado de Mila, le pasa un brazo por su espalda, la levanta y ella se abre de piernas y se coloca sobre sus rodillas, dándole la espalda.

Con la mano, ella misma, coge su polla y se la lleva al coño sentándose encima y clavándosela hasta el fondo, mientras soltaba aire con un ¡¡AAHHHHH!!

Jorge sigue arrodillado y hunde su cara entre las piernas de los dos, lamiendo el coño de ella y la polla del otro cuando se sale, siendo él mismo quien la coge con la mano y la vuelve a meter. Mila grita al llegar al clímax, que coincide con el de Manolo.

Se deshace el grupo, se levantan y se desplazan hasta el dormitorio, “MI dormitorio”, observo como entran, gastándose bromas, con risas, con toques en su pubis, en las tetas, mientras ella agarraba un miembro con cada mano y tiraba de ellos hasta la cama.

Mila se deja caer de espalda, levantando y abriendo las piernas en V, ofreciendo, a los dos afortunados la vista de su sexo abierto y mojado.

Cada uno se dirige a una pierna y le quitan las medias.

Se lanzan sobre ella los dos a la vez, Jorge logra colocarse entre sus piernas y la penetra con violencia, con grandes golpes de cadera que producen un ruido, Chof, Chof, combinación del aire y los líquidos de su vulva al ser golpeados por la polla de él.

Mientras el otro se la folla por la boca provocándole nuevas arcadas, sin embargo ella no se queja, al contrario, intenta que entre mas y mas profundamente en su garganta.

De pronto lo empuja se saca el miembro de la boca para gritar de placer en un orgasmo que la empuja a levantar sus caderas, apoyando sus pies en la cama, buscando una mayor penetración. Levantando en vilo a Jorge.

Queda desmadejada sobre la cama, mientras ellos se tienden a ambos lados de ella, que acaricia sus pollas, una en cada mano, a su vez ellos se reparten sus tetas, chupándolas, amasándolas y pellizcándolas, mientras meten los dedos en su chorreante coño.

Manolo saca los dedos de su almeja chorreando de flujo y semen y se los mete en la boca.

Ella los saborea relamiéndose y cerrando los ojos con la cara de una niña traviesa, chupándolos como un sabroso caramelo.

Puedo ver moratones en sus pechos, claro, ese era el motivo por el que me decía que le dolían y no me permitía verlos y menos tocarlos. Por eso era tan púdica y recatada, siempre tapada como una monja. Y yo pensando que era por pudor.

Tras unos minutos hablando y riendo, haciéndose cosquillas, Manuel tendido como estaba de espaldas pasa un brazo por debajo y se la sube encima, frente a frente, ella rodea con sus piernas las caderas de Manuel, se deja caer sobre su pecho, pasa su mano entre los dos vientres le agarra la polla y se la introduce en su coño, iniciando un sensual movimiento de caderas adelante y atrás.

Mila.- ¡¡Ponte detrás Jorge, ponte detrás!!.

Jorge se coloca a su espalda acariciando sus pechos, uno en cada mano, fricciona su verga por la espalda y el culo.

Mila.- ¡METEMELA POR EL CULO!! ¡Cabrón, métela ya!.

Se deja caer sobre el pecho de Manuel, dejando su anito a la vista, el otro no se lo hace repetir, escupe en el culo, pasa su mano desde la vulva a su ano y de un golpe la penetra, haciéndola proferir un grito ¡!AAAAGGHH!!, e iniciando un vaivén al que se acoplan los tres, siendo penetrada por la vagina y el ano a la vez.

La cama cruje, parece que se va a desvencijar.

Por eso me decía que la cama tenía poco aguante y había que cambiarla.

Los gritos de los tres resuenan en la habitación, los vecinos deben oírlo todo.

Tras varios minutos moviéndose, Jorge la saca de su culo y se corre sobre la espalda, arqueándose y profiriendo un ronco rugido.

Mila.- Métemela hijo de puta no la saques, ¡AAHHHHGG! Llevo corriéndome desde que me la metiste por el culo, mamón, métela.

Jorge intenta meterla, pero esta floja y no entra.

Manuel debajo no puede más y se corre dentro de su coño.

¿Dentro de su coño? ¿Sin condón?. Y los embarazos, las enfermedades, Dios mío.

Se tienden en la cama y se quedan dormidos los tres despatarrados, uno a cada lado de ella. Las manos de ellos en sus tetas y coño, las de ella agarrando sus pollas.

No apagan la luz y media hora después, sobre las cuatro de la mañana, se levantan los dos amigos, entran en el baño y se duchan, lavándose, sospechosamente, uno a otro.

Al salir del baño entran en el dormitorio y despiertan a Mila a golpes de polla en su cara.

Pasan al salón donde se quitaron la ropa y se visten, ella sale desnuda, les besa en la boca y los acompaña a la puerta.

Vuelve al salón, trae en las manos el sostén y el camisón que se puso tras la ducha. Se va a la habitación y se acuesta desnuda, sin lavarse, huele la ropa de cama donde se ven las manchas de flujo y semen…

Apaga la luz y poco después se queda dormida, desnuda, sin taparse.

Debe tener la calefacción a tope para no tener frio así. Ahora entiendo en porque de las facturas de la electricidad.

La luz infrarroja me permite verla con una mórbida palidez.

¿Podre dejar de quererla algún día?.

A pesar de los acontecimientos me obligo a descansar, vestido, sin deshacer la cama me tumbo y me quedo dormido.

Tengo sueños extraños, me despierto empapado en sudor.

Hombres sin rostro me arrebataban a mi mujer y mis hijos, yo les cogía las manos pero ellos tiraban y tiraban de los míos para llevárselos.

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Relato erótico: “Cartas de mis novias infieles: Alicia.” (POR JULIAKI)

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Alicia y yo lo teníamos casi todo preparado para casarnos, después de casi un año de noviazgo. Era una chica fantástica, en todos los sentidos, guapa, inteligente, cariñosa, con un cuerpo de vicio que sabía follar como nadie y que hacía unas mamadas antológicas, pero apenas una semana antes de nuestra boda recibí una terrible carta suya:

Hola Cariñito:

Se que nos queda poco para casarnos pero como me pediste que fuera sincera siempre, lo voy a ser ahora también y sé que esto va a costarnos la separación definitiva, pero te quiero y te lo tengo que explicar…

Ayer, acabé agotada, como tú estabas tan liado tuve que ocuparme yo solita de todos los preparativos: el restaurante, los invitados, la orquesta… y el baile, sí, si, una de las cosas que quería hacer bien era el baile, siempre he sido un poco patosa y deseaba que para el día de nuestra boda te sintieses orgulloso de mi, así que contraté un profesor de danza para ser la envidia de todos.

A la hora fijada llegó el que iba a hacer de profesor y resultó ser un chico muy simpático y muy guapo por cierto.

Le dije que deseaba por todos los medios ser una bailarina de primera y que el día de mi boda quería deslumbrar primero a mi marido y luego a todos mis invitados.

El sonrió, me estuvo observando y luego me piropeó. Me dijo que debíamos ponernos cómodos para el baile:

– Mira bonita, aquí lo importante es sentirse cómodos, y te sobra ropa, verás como así es más fácil…

Yo no entendía muy bien para que, pero él insistía que en una boda hay que dar todo de sí y que había que estar en contacto cuerpo a cuerpo para que las lecciones salieran bien.

No sé como me dejé engañar, ya sabes lo inocentona que soy, pero creyendo que era un experto en el tema me dejé llevar y allí estaba yo medio desnudita con aquel profesor de danza.

– Bonita, hay que quitar más ropa, así el cuerpo se adaptará mejor al baile, ¿no crees?, además que estas muy buena y así luce mucho más tu figura…

– Pero no puede ser, voy a acabar en pelotas – le dije irritada intentando parar todo aquello.

– Pues de eso se trata de tener cuanta menos ropa mejor, verás como así te desenvuelves mejor…

Estaba algo aturdida por la situación que aunque era algo violenta también era muy excitante, no se como explicártelo, pero ya sabes cuanto me gusta el sobeteo y los magreos, pues aquel hombre me estaba dando un gusto fuera de lo normal mientras me quitaba el vestido.

Ya se que esto es un poco raro pero aunque te parezca mentira, yo realmente creía que aquello formaba parte de la lección. Intentaba separarme de él, pero ese hombre insistía en que yo me pegara a su cuerpo que eso era lo mejor para aprender a bailar. Todo aquello era muy extraño y muy divertido a la vez. El profesor me repetía una y otra vez que tenía un cuerpo muy bonito que le encantaba el moreno de mi piel, que tenía unos ojos muy lindos y una serie de cosas que conseguían caldear el ambiente y ponerme cada vez más cachonda. Cariño no te lo vas a creer pero ni yo misma me creía que estaba desnuda delante de él.

Sus manos se apretaban en mis caderas haciendo fuerza para que mi cuerpo se pegara al suyo, pero yo me resistía todo lo que podía, pues aquello no me parecía nada bien.

De repente y con voz ronca me susurró al oído:

– Bonita quiero este cuerpo para mi…

Sus manos se apretaron contra mi culo y lo estrujó con fuerza sin dejar de susurrarme todo tipo de guarradas al oído.

Creo que fue en ese momento cuando perdí la noción del tiempo y de la responsabilidad, pero es que el gusto que sentía me superaba.

Se quitó la camiseta y me ordenó que le chupara las tetillas y yo obedeciendo fielmente a lo que me parecía una lección de danza hice lo que él me mandaba. Chupe con ahínco sus tetas y su sabor era delicioso.

Su piel estaba caliente y era muy muy suave. No dejaba de decirme cosas como:

– Eres un bombón y tu futuro marido estará contentísimo contigo ¿no?

– Espero que si. Me gustaría deslumbrarle el día de nuestra boda.

– Mira uno de los secretos del baile es saber cortejar a tu pareja, como si la desnudaras, verás, desnúdame mientras te contoneas y fíjate como me pones.

Seguí sus instrucciones y lentamente le bajé los pantalones. Cuando lo hice me quedé alucinada de lo bien dotado que estaba. Continuó con sus teorías:

– Mira nena, tu marido tiene que sentir en el baile toda tu sensualidad como si se la chuparas, hazlo y lo sentirás.

Cariño, reconozco que aquello era muy fuerte pero también era la situación la que me empujó a ello y casi sin quererlo me metí la polla de aquel tipo en la boca y comencé a chupársela con todas mis ganas y aunque no lo creas imaginaba que eras tú…

Con mi mano acariciaba su pecho y su tripita y agachada como estaba cerré los ojos y seguí chupando aquella deliciosa verga dura y caliente.

El hombre seguía dándome teorías y convenciéndome de que todo formaba parte de las lecciones baile, incluso tartamudeaba por culpa de mi mamada, sabes que aunque me esté mal el decirlo, la chupo como nadie y mi profesor estaba disfrutando de verdad con mi boca y con mi lengua, ponía los ojos en blanco y yo sabía que mi trabajo iba por buen camino.

Aun no entendía muy bien que tenía que ver todo aquello con el baile pero si lograba dar ese paso, lo demás vendría rodado. Reconozco que esa forma de dar clase no era muy normal, pero me dijeron que era el mejor profesor de baile y no iba a perder la oportunidad de aprender con él, ¿no crees?

Después de hacerle un buen repaso a todo aquel memorable instrumento, le chupé los huevos y le acaricié todo el cuerpo, él no dejaba de jadear y de recordarme lo bien que iba aprendiendo…

Quise dar todo de mi y me apliqué como buena alumna en el chupeteo de aquel duro pene y seguí mamándoselo como toda una experta, ya sabes que es mi especialidad, ¿a que sí cariño?

Después me ordenó que me tumbara y dijo que me relajara que le tocaba a él darme gusto.

Se agachó delante de mi coñito, que para entonces estaba bien mojado y sacando su lengua me dio una lamida que me hizo ver las estrellas, a continuación jugó con mi clítoris y en un instante entré en un orgasmo de los que hacen historia, sus manos acariciaban mi piel y yo le rogaba que no acabase así conmigo, que quería ser la mejor bailarina y haría lo que fuera para demostrarlo.

Solo me sonrió y me dijo:

– Quiero follarte niña, hasta que grites de gusto, entonces veras lo que es placer…

Y allí tumbada en el sofá cumplió su promesa, me metió su caliente polla hasta lo más hondo de mi ser. El gusto que yo sentía no te lo puedo explicar, pero si te aseguro que nunca me habían follado así.

Imagínate mi amor, como era la cosa. Mi chochito depilado estaba siendo atravesado por una gloriosa verga de todo un experto en la materia y sabía cuando tenía que apretar y cuando tenía que parar, de modo que sin darme apenas cuenta estaba entrando en el segundo orgasmo.

Y casi sin fuerza el tío me dijo que se aproximaba el final y que quería mostrarme como se acercaba el momento mas ardiente.

– Nena, estas buenísima – me repetía una y otra vez…

Se sentó en el sofá y me ordenó que me sentara yo sobre él. Aquella sensación me agradó tanto que no pude evitar lanzar un grito de gusto y decirle lo bien que lo hacía:

– Si, si, si que bien… como follas cariño….

Se que esas palabras solo deberían ser para ti, pero es que aquel hombre follaba como nadie, te lo juro. Nunca he sentido nada igual.

Creo que me volví loca cuando noté como aquel impresionante tronco crecía dentro de mi y sabía que se aproximaba el final, así que apreté fuertemente los labios de mi vagina sobre él y dejé que se corriera dentro de mi soltando miles de chorros de leche que me inundaron enterita.

Deberías haber visto como aquella polla no dejaba de emanar semen hasta que el líquido se salía por mi coño y se resbalaba por los huevos de mi excelente profesor.

Esto se que es el final, y que no vas a perdonar, pero solo quiero que entiendas que lo hice para ti y por que te quiero, pero perdí la cabeza y me dejé llevar.

Lo siento mucho…

Te quiero, mi vida.

Alicia.

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juliaki@ymail.com

Relato erótico: “A mi novia le gusta mostrar su culito 2” (POR MOSTRATE)

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A mi novia le gusta mostrar su culito (2)

Mi novia sigue con el vicio de mostrar su cola a cada vez mas gente. Además por los pedidos que recibí les muestro una foto de ella.

Después de la experiencia que me hizo vivir mi novia con el encargado y el de seguridad de nuestro edificio, nuestra vida cambió rotundamente. Ella se mostraba avergonzada por haber llegado tan lejos ese día y me reclamaba que no la hubiese parado a tiempo. Yo tenía un extraño sentimiento de culpa por haberla dejado que dos casi desconocidos le rompieran por primera vez ese culito tan hermoso, pero a su vez solo recordar esa escena me exitaba de tal forma que me hacía tremendas pajas imaginandola encamada con cada tipo que yo conocía.

Así transcurrían nuestros días aparentando entre nosotros que lo que había pasado había quedado en el olvido.

Marcela se vestía mas recatada y con pantalones amplios que casi no dejaban ver la fabulosa cola que tanto le gustaba mostrar, y había vuelto a ser la mujer recatada de cuando la había conocido.

Sexualmente todo pasaba sin ningún condimento extra, y ninguno de los dos nos confesabamos nuestras fantasías, pero estaba seguro que a ella le calentaba terriblemente recordar lo que habíamos pasado. Y no me equivocaba.

Una mañana saliendo del edificio junto a ella nos cruzamos con Rubén, que como recordarán es el de seguridad, y luego de intercambiar un buenos dias la encara a Marcela:

– Señora, no sabe lo que extraño ver su precioso culito. ¿cuándo me lo va a volver a mostrar?

– Nunca Rubén, le conteste yo.

– ¿Lo que dice su marido es verdad? ¿no recuerda lo que le gustó cuando se lo abrimos en dos con Sergio?, continuó Ruben.

Marcela no decia palabra, pero se notaba que le calentaba lo que Ruben le decía.

– Le cuento que hay dos albañiles de la obra de enfrente que siempre que la ven salir se cruzan y me preguntan por usted y se la pasan elogiando su cola. ¿no tiene ganas que se la vean mas de cerca?, prosiguió el zorro de Ruben sabiendo que eso la ponía a mil.

Marcela se mordió el labio inferior para aguantarse la calentura que tenía y le contesto haciendose la ofendida:

– No, eso ya no me gusta más, no creyendo ni ella misma lo que decía.

Rubén largo una carcajada, por lo evidente de la mentira que había sido la respuesta y continuó:

– Bueno si asi lo quiere, es una lástima, usted se lo pierde. Si cambia de idea la esperamos esta tarde en la cochera cuando regrese del gimnasio.

– No gracias, contesto Marcela y nos retiramos hacia nuestros trabajos sin hacer ningún comentario de lo sucedido.

En mi oficina me imaginaba constantemente a mi novia agachada ante los dos albañiles exhibiendo su culito y eso me tuvo toda la tarde como un fuego. Hasta llegue a lamentar que ella no quisiera.

En mi regreso a casa me extrañó no encontrar a Rubén en la casilla de seguridad de la entrada por lo que le pregunté al reemplazante:

– ¿Qué le pasó a Rubén?

– Nada señor, está ayudando a unos albañiles a hacer un trabajo en las cocheras, por eso lo estoy reemplazando. Acaba de bajar, asi que si necesita hablar con el lo puede alcanzar, me contestó.

No podía ser tanta coincidencia, en esto tenía que ver mi novia, así que apuré el paso y baje las escaleras que dan a las cochera tratando de no hacer ruido. En el primer nivel no se escuchaba nada, así que segui bajando hasta el último nivel que es el lugar donde no se guardan coches, sino las herramientas y maquinas para la mantención del edificio. Al escuchar un murmullo me acerque y ahí estaba Marcela apoyada de frente en una pared con la espalda un poco arqueada, sacando el culito para afuera, vestida con un top blanco y unas calzas azules de gimnasia. Frente a ella y sentados en el suelo estaban Rubén y no dos sino tres tipos de aproximadamente 50 años sin pantalones y con los miembros en la mano. Mi novia les movia el culo y cada tanto daba vuelta la cara y los miraba con una expresion de puta que los volvía locos, mientras Rubén le decía:

– Ya me parecía que no había dejado de ser viciosa y que le sigue gustando mostrar ese culito roto.

– Mire que dura se la está poniendo a los señores. Hagale un buen espectaculo que de premio la vamos a ensartar entre los cuatro.

– No, dijo Marcela mirando seria a Rubén, habíamos quedado que ninguno me puede tocar, solo pueden mirarme, o es así o no continuamos.

– Esta bien señora hagamos como usted quiera, le contesto Rubén.

– Ya que solamente podemos mirar ¿que espera para mostrarnos la tanguita señora?, dijo uno de los albañiles.

– Si bajese la calza y muestrenos esa bombachita de putita que usa, pidió Ruben.

Marcela metió los dedos en el costado de la calza y tiró hacia abajo muy despacio hasta dejarla a la altura de las rodillas y dejando al descubierto una tanguita rosa tan disminuta que dejaba ver el precioso culito que tiene. Se abrió un poco de piernas y se agachó dando una vista impresionante a los tipos que ya a esta altura estaban con sus miembros totalmente erectos. En eso Rubén se paro fue hasta donde estaba mi novia y le ayudo a sacarse las calzas y el top quedando solamente vestida con la tanga rosa y las zapatillas.

Mi novia le agradeció que la ayudara a desvestirse, pero le ordenó que volviera a su lugar.

Rubén así lo hizo, se desnudó por completo y se sento al lado de los albañiles, que yá a esta altura se masturbaban freneticamente, mientras Marcela se ponía en cuatro con las piernas abiertas, con la tanguita un poco corrida y con un dedito dentro de la conchita.

Yo miraba todo con una calentura terrible y no podía creer que mi señora se animara a hacer tremendo espectaculo sin que yo estuviera presente para cuidarla si alguno se quería zarpar. Evidentemente por el dialogo caliente que se generó entre los cinco, Marcela ni había pensado en ello.

– No les dije que la señora tiene un culito hermoso, dijo Rubén a los otros.

– Cuentele a los señores como le comimos la colita hace unos días, continuó.

– ¿Asi que ya tuvo varias lenguas en su culito señora? preguntó uno se los albañiles.

– ¿Le gustó que se lo comieran?, preguntó otro.

– Me encanto que me lo chupara Rubén, contesto Marcela, que por el grado de calentura que tenía le salíó la voz entrecortada.

– Mire que es putita, pensar que su marido esta trabajando y usted toda desnudita abriendo el culo para cuatro tipos, dijo Rubén.

Cuando escuchó esto, Marcela dio vuelta la cara, los miro, se paso la lengua por los labios y les preguntó:

– ¿Quieren ver mi agujerito roto?, mientras el dedo que tenia en la conchita entraba y salía a un ritmo mayor.

No esperando la respuesta ya que sabía que iba a ser afirmativa, se corrio hacia un costado toda la tangua y dejo al aire su precioso hoyito.

– ¿Qué les parece? preguntó.

– De aca no lo vemos muy bien, ¿podemos acercarnos sin que usted se enoje?, preguntó el tipo que hasta ahora no había dicho palabra.

– Bueno, está bien, acerquense un poco, pero solo un poco.

Todos se pararon, se terminaron de desnudar y fueron a donde estaba mi señora que, por la forma que los miraba y gemia demostraba que había perdido totalmente el control de la situacíón. Cosa que aprovecharon Rubén y los tres tipos, acercandose a centimetros y sentandose en semicírculo alrededor del culo de mi novia.

– ¿Señora, no se metería un dedito en ese agujerito para nosotros?, preguntó uno.

Cuando Marcela acercaba el dedo al culo, el tipo le detuvo la mano y le dijo:

– Espere señora, deje que antes se lo lubrique un poquito asi le entra mas fácil, e inmediatamente acercó la boca al hoyo y le metió la lengua de tal forma que mi novia por el gemido que pegó se notó que lo disfrutó terriblemente. Al darse cuenta los otros que Marcela se retorcía de placer, comenzaron a meterle manos por todos lados. Mientras le tocaban las tetas, la conchita y le metían dedos en la boca le decian:

– ¿Está que explota de la calentura?, eh señora.

– ¿Le gusta las cuatro pijas que se va a comer?

– Le vamos a destrozar ese culito hermoso que tiene, le decian mientras se turnaban para pasar la lengua por el culo de mi novia.

En un momento Rubén se paro y le ordenó: – Metase esta pija que tanto le gusta en la boca, a lo que Marcela obedeció enseguida, chupandosela desesperadamente.

Ruben le gritaba: – Pongala bien dura señora así le gusta mas cuando la tenga en su culo, y seguía – ¿No tiene ganas que la empecemos a ensartar?. Marcela solo gemia y asentía con la cabeza, a lo que el tipo que estaba comiendole la cola se levantó apoyó su tremenda verga en la entrada y de una embestida se la ensartó hasta el fondo. Mi novia gritaba y se retorcía, se sacaba una pija de la boca y se metía otra, una y otra vez, estaba como poseida. Se pasaban el culo, salia uno y se lo entregaba a otro tipo y éste después de unas cuantas sacudidas, le dejaba lugar a otro, le chupaban la espalda, los pies, le sacaban la verga de la boca y la besaban metiendole la lengua hasta la garganta. Mientras tanto yo no podia creer ver a mi novia tan rubiecita, tan joven, con esa piel tan suavecita y dejandose dar por tres albañiles morochos y de 50 años y dejandose meter las manos sucias de cemento en cada centimetro de su cuerpo, y lo peor de todo que se veía que lo disfrutaba tremendamente.

De repente Rubén se separó de mi novia y les ordernó a los otros que también lo hicieran. Les indicó que se fueran a sentar, el fue con ellos y mientras tanto Marcela desconcertada lo miraba y aprovechaba para descansar las rodillas acostandose boca abajo.

– Ahora quiero que se de vuelta y se masturbe mirando estas cuatro pijas, le ordenó Ruben.

– Ella se dio vuelta, apoyo la espalda en la pared, se metió dos dedos en la conchita y con la otra se tocaba los pechos.

– ¿Está necesitada de estas cuatro pijas grandes no?, dijo un tipo.

Marcela los miraba con cara de putita y les sacaba la lengua.

– Mirelas bien, asi puede pejearse recordandolas cuando este sola o con el cornudo de su marido, dijo el otro albañil.

– Quiero que nos pida que le llenemos de leche todos sus agujeros a la vez, continuó Ruben.

– Si, por favor rompanme toda, suplicó Marcela.

– ¿Me promete que cuando yo quiera compartir ese precioso culito con otros amigos nunca se va a negar? preguntó Ruben.

– Si se lo prometo, pero por favor cojanme ya.

– Venga y sientese en mi verga, ordeno Ruben.

A lo que mi novia lo hizo inmediatamente ensartandose la verga en la conchita y quedando de frente con Ruben, a lo que éste aprovecho y le encajó un terrible beso de lengua. Marcela se amacaba desesperada. De pronto dos albañiles se pararon y le pusieron las pijas a la altura de la cara, las que mi señora chupaba un rato a cada una. Y como era de esperar el tercer albañil se dirigió directo a su culito y la penetró hasta el fondo. Todo era un concierto de gemidos, les estaban dando por todos lados y mi novia cabalgaba con ganas. Estuvieron asi un rato hasta que comenzaron a rociarla de semen; primero le llenaron la boca, despues el culo y por último Ruben le inundó la conchita.

Todos tomaron su ropa y se retiraron dejando a Marcela acostada en el suelo con semen chorreando de todos los agujeros. Yo a esa altura ya había tenido dos orgasmos, asi que en silencio me dirigí a mi departamento para esperar a mi novia a ver si me contaba lo sucedido.

En el proximo relato les contaré como siguió esto.

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jorge282828@hotmail.com

Relato erótico:”Me llamo Rebeca. Soy una puta, casada e infiel” (POR GOLFO)

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Esa noche maldita estaba de copas mientras mi marido se había ido a ver el fútbol con unos colegas. Quizás por eso, me sentía sola a pesar de estar con unas amigas. Cabreada por llevar casi una semana sin follar, miré a mi alrededor, mientras soñaba inconscientemente en vengarme de mi hombre por preferir a 22 tíos corriendo detrás de una pelota a mí. Nunca le había sido infiel pero en ese momento pensé que no me importaría echarme en brazos de un desconocido.
Justo en ese momento, decidí ir a por una cerveza y mientras me acercaba a la barra, descubrí que el único sitio libre estaba junto a un hombre alto, bastante mayor pero que curiosamente me miraba sonriendo.
Os confieso que me pareció conocido pero no caía en quién era y por ello cometí la tontería de decirle hola.
-Hola preciosa, te estaba esperando- contestó con una voz gruesa y varonil que contra mi voluntad, me puso los pezones como escarpias.
-¿Nos conocemos?- respondí alucinada mientras entre mis piernas comenzaba a arder un pequeño incendio.
El tipo en cuestión, soltando una carcajada, respondió dejando caer su mano entre mis muslos:
-Todavía no, pero si no me equivoco esta noche nos vamos a conocer profundamente.
En cualquier otro momento, le hubiese cruzado la cara con un bofetón por insinuarse de esa forma pero esa noche algo me lo impidió y más excitada de lo que nunca reconoceré a alguien contesté:
-Estoy casada.
Esa confesión pareció no importar al desconocido y llamando al camarero, le pidió dos whiskies. Impactada por mi reacción y mientras notaba como su mano acariciaba sin reparo mi pierna, solo pude murmurar que me apetecía una cerveza.
-Conmigo, beberás lo que yo diga- respondió usando una autoridad que me resultó atrayente.
Callada y muerta de vergüenza, me quedé sentada temiendo que alguna de mis amigas se percatara del modo en que ese tipo me estaba metiendo mano.
«¡Que voy a decir!», pensaba al tiempo que se iba acrecentando la hoguera que amenazaba achicharrar mi sexo.
Lo peor fue notar justo cuando el empleado me ponía la copa, un dedo recorriendo la tela del coqueto tanga que me había puesto y sin ser capaz de protestar, solo atiné a beber un sorbo, quizás deseando que eso apaciguara lo que estaba sintiendo.
Desgraciadamente para mí, ese sujeto sabía que ocurría en mi cuerpo y acercando su boca a mi oído, comentó:
-Abre tus piernas.
«¿Qué estoy haciendo?», me pregunté en el interior de mi mente mientras obedeciendo separaba las rodillas, aun sabiendo que eso le iba a dar un mejor acceso a mi encharcado coño.
Mi inesperado amante aprovechó mi entrega para introducir una yema debajo de mis bragas y sin importarle la presencia del resto de la gente, empezó a masturbarme. Un gemido me salió de dentro confirmando mi disposición a ser manoseada por ese misterioso hombre y tratando de tapar lo que ocurría debajo de la falda, puse mi bolso encima.
-Por favor, pueden vernos- casi sollozando, murmuré.
-Me da igual- respondió dejando entrever su carácter dominante.
No supe en ese momento que fue lo que me empujo a permanecer ahí, si las ganas de vengarte de mi marido o la calentura que ya me envolvía, lo cierto es que con la respiración entrecortada, le imploré que se diera prisa.
-Acompáñame- contestó y dejando su silla, ante mi desconcierto, ese maduro se dirigió al baño sin mirar hacia atrás.
«¿Qué coño se creé? Me está tratando como una puta», mascullé indignada sin darme cuenta que respondiendo a su llamada, me levantaba y corría tras él.
Justo cuando estaba a punto de entrar, la cordura me hizo dudar pero ya era tarde porque cogiéndome de la cintura, sentí como ese desconocido me lanzaba dentro y cerraba la puerta.
-¿Qué haces?- por primera vez, muerta de miedo, protesté.
Sonriendo, el maduro contestó:
-Voy a follarte.
Nada más escuchar su afirmación, comprendí que era cierto pero nunca me esperé que sin dirigirme la palabra, ese maldito me diera la vuelta, me subiera la falda y bajándome las bragas, de un solo empellón, me penetrara.
-Dios- conseguí decir mientras todo mi ser temblaba de placer al sentir mi conducto hollado por un pene que ni siquiera había visto ni tocado y para colmo, de cuyo dueño desconocía hasta el nombre. Lo que si sabía es que lo tenía enorme por la forma en que una y otra vez, ese tipo machacó mi coño.
Con treinta años, casada y con varios novios en mi haber, comprendí que me habías encontrado con un verdadero portento cuando todas mis neuronas comenzaron a vibrar y olvidando que me podían oír fuera, le empecé a gritar que no parara.
-No pienso hacerlo- escuché que respondía mientras mi cuerpo era zarandeado con violencia y mi cara era aplastada contra los azulejos del baño.
La rudeza con la que la verga de ese sujeto campeaba en el interior de mi chocho me tenía tan excitada como confundida. Nunca jamás nadie me había usado de esa forma, se podía decir que ese capullo me estaba violando y a pesar de que lo lógico hubiera sido que hubiese intentado huir, todo mi ser deseaba que no terminara ese suplicio.
«¡Qué asco me doy! ¡No me pudo creer que lo esté gozando!», sollocé en mi mente mientras mi cuerpo disfrutaba.
En mitad de ese placentero suplicio, mi amante afianzó su ataque cogiéndome de los pechos. Al sentir sus garras clavándose en mis tetas mientras su pene destrozaba mi cordura a base de fieras embestidas, me llevó a un estado de lujuria sin igual:
-Cabrón, ¡me estás volviendo loca!- alcancé a decir totalmente entregada. Jamás había experimentado algo igual, el placer de ser tomada en ese lugar, la humillación de haberme entregado a un tipo anónimo y la destreza con la que me estaba follando, hicieron que mi coño pidiera más.
-Todavía no he terminado- contestó “mi agresor” al oír mi suplica y pellizcando duramente uno de mis pezones, me exigió que me moviera.
Obedeciendo, bombeé mis caderas hacia adelante y hacia atrás siguiendo el ritmo de la dura verga que me hoyaba mi sexo. Mi nuevo entusiasmo le pareció poco y mostrándome su disgusto con un azote sobre una de mis nalgas, ese cerdo me obligó a incrementar mi bamboleo.
-Me vas a romper- chillé al sentir su pene golpeando contra la pared de mi vagina.
Para entonces todo mi mundo estaba concentrado en lo que ocurría dentro de mi coño y en el violento asalto al que estaba sometido y por eso no me importó que ese maldito estuviera castigando mi culo con duros manotazos. Es más cada uno de esos golpes incrementaron el placer que sentía y sin poder hacer nada por evitarlo, me corrí cuando sin avisar experimenté que mi conducto se llenaba de su semen.
-No te corras adentro- protesté sin dejar de moverme.
Nada pude hacer por evitarlo. Mientras todo mi cuerpo era sacudido por ese cúmulo de sensaciones, ese maduro me sujetó de la cintura y me obligó a ser receptáculo de su simiente.
-¡Por favor! – supliqué al recordar que no estaba tomando la píldora y que podía quedarme embarazada.
Obviando mi sufrimiento, el desconocido vació sus huevos en mi interior con decisión. Solo cuando se sintió satisfecho, sacó su verga y buscando mi completa humillación, la puso frente a mi boca y soltando una carcajada, me ordenó:
-Límpiamela.
Como un zombi sin voluntad, saqué mi lengua y comencé a lamer ese enorme tronco con un fervor que me dejó aún más consternada porque, no en vano, me percaté que seguía excitada y que en lo único que podía pensar era en que volver a sentir ese pene incrustado dentro de mi chocho.
El inexpresivo sujeto advirtió el fuego que me estaba consumiendo al notar que me estaba excediendo y que en vez de estar limpiando de mis restos su verga lo que realmente estaba haciendo era mamársela. Haciéndome saber que me consideraba una guarra, se guardó la polla y cerrando su bragueta, murmuró:
-Me apetece una copa- tras lo cual salió del baño dejándome todavía más despreciada.
Vejada, ofendida, desdeñada, avergonzada… todo apelativo era poco para definir mi estado. Roja como un tomate y casi llorando, volví a la mesa donde mis amigas seguían sentadas. Afortunadamente, ninguna me había echado de menos porque la verdad no sé si hubiese podido aguantar un interrogatorio.
«Soy una puta barata», pensé de mí al sentir el esperma del maduro discurriendo por mis muslos, «¿cómo es posible que lo haya permitido».
Sin respuesta que explicase mi actitud, me sorprendí buscando entre la gente al cincuentón.
«Vete a casa, ¡no vayas a hacer una tontería!», mi conciencia me aconsejaba pero negándome a hacerla caso, me quedé como anclada a mi silla al ver que el desconocido estaba pagando su cuenta.
Como perra sin dueño, me lo quedé mirando deseando que me hiciera una seña para que lo acompañara, aunque eso significara mi perdición. Lo más humillante de todo es reconoceros que durante el par de minutos que tardó en vaciar su copa, estaba sufriendo pensando en que me dejaría tirada.
Por eso cuando, pasando por mi lado, ese cabrón me susurró al oído que le acompañara, pegué un grito de alegría y sin ponerme a pensar en que dirían mis conocidas, agarré mi bolso y le seguí.
-¿Dónde vamos?- pregunté al pisar la calle.
-A seguir follando- fue su lacónica respuesta mientras me empujaba dentro de su coche.
Ni siquiera en ese momento recapacité en lo que estaba haciendo y con todas mis hormonas en ebullición, esperé callada en mi asiento mientras ese hombre me llevaba a un destino desconocido.
Lo creáis o no, en mi mente solo había un pensamiento:
“Estaba emocionada con su promesa que me iba a follar”.
Durante todo el trayecto, el silencio se adueñó del vehículo pero eso lejos de enfriar mi calentura, la exacerbó porque sin otra cosa que hacer me puse a pensar en lo que se avecinaba y en las sorpresas que me depararía ese maduro.
Por mi imaginación y como si fuera una película, pasaron diferentes opciones en las que me dejaba usar por él. En unas, me vi cautiva, sometida y violada, mientras en otras yo llevaba la voz cantante y usando el trabuco que ese tipo tenía entre sus piernas, satisfacía hasta la última de mis fantasías.
«No tardaré en saber», medité al oír que me decía que estábamos a punto de llegar. Curiosamente en ese instante, me entraron las dudas sobre cómo reaccionaría mi amante al verme desnuda y empecé a temer que no le gustara mis gordas tetas o que le repeliera observar mi sexo totalmente depilado.
«A lo mejor le parezco una guarra», dudé, «las mujeres de su generación suelen llevar el chocho poblado de pelos».
Pero entonces ese tema pasó a un segundo plano al ver que ponía el intermitente y aparcaba al lado de un edificio que conocía a la perfección.
-¿Qué hacemos en mi casa?- pregunté indignada creyendo que había sido burlada por ese maduro y temiendo que actuara en connivencia con mi marido.
-También es la mía- respondió cerrando mi boca con sus labios mientras una de sus manos se hundía entre mis piernas.
La angustia se mezcló con el morbo de saber que ese sujeto era mi vecino y actuando como hembra en celo, dejé que sus yemas torturaran mi clítoris mientras se reía diciendo:
-Siempre tuve ganas de follarme a la pelirroja del cuarto.
La lógica me decía que saliera de allí sin mirar atrás pero lo que realmente ocurrió fue que mis pezones se me pusieron duros como piedras al oírle. Os parecerá ridículo pero saberme deseada por él, me puso como una moto y dejándome llevar, como una energúmena tanteé el bulto de su entrepierna. No me costó comprender que era mucho más grande que el de mi marido y soñando con el placer que con semejante aparato me podía dar ese maduro, quise un anticipo por lo que intenté bajar su bragueta.
-Quieta ¡puta!- me gritó –Aquí ¡mando yo!
Ese insulto me dejó paralizada y cachonda. El sujeto comprendió mi estado y sacándome casi a rastras de su coche, antes que me diera cuenta me encontré dentro del ascensor de mi edificio.
Una vez allí, sin importarle que alguien pudiera vernos, me ordenó que le hiciera una mamada. Mi calentura era tal que no dudé en obedecer y al ver que se cerraba la puerta, me arrodillé frente a él.
-Date prisa, no tengo toda la noche- dijo sacando la polla de su pantalón.
Tras la sorpresa inicial, cogí su pene entre mis manos y al comprobar que era todavía más enorme de lo que me había imaginado, conseguí murmurar antes de llevar mi boca ese trabuco:
-Es enorme.
Mis palabras le hicieron gracia y mientras seguía calibrando su tamaño, soltando una carcajada insistió en que empezara dejando caer sus pantalones al suelo del ascensor.
Poseída por el morbo que me daba hacérselo en ese lugar, restregué mi cara sobre su polla y agarrándola entre mis manos, comencé a besuquearla sin apartar la mirada de sus ojos.
-Pareces una actriz porno en vez de una mujer casada- susurró el muy cabrón al notar que empezaba a lamer su extensión.
Muerta de vergüenza, noté que mi coño se humedecía y no queriendo alargar el momento, no fuera a llegar otro vecino, sin dilación engullí ese maravilloso falo hasta topar con sus huevos. Confieso que para entonces me sentía una puta y eso me calentó tanto que deseé demostrarle que no se había equivocado al suponer que además de infiel era una consumada devoradora de pollas.
-Se la mamas a todo el que te lo pide o solo al cornudo de tu marido- murmuró satisfecho al comprobar que sin que me lo tuviera que pedir, le estaba comiendo los huevos.
Sacando su verga de mi boquita y mientras le hacía una paja, contesté:
-Solo al cornudo.
Su carcajada resonó en el estrecho habitáculo mientras con sus manos me obligaba a embutir por completo su pene hasta el fondo de mi garganta.
«¡Me encanta!», alcancé a pensar cuando presionando mi cabeza hacia adelante y hacia atrás, empezó a follar mi boca cada vez más rápido.
La sensación de sentirme un coño de alquiler me hizo soñar con ser, aunque fuera por una noche, su sumisa y deseando que se hiciera realidad, aceleré mi mamada mientras fantaseaba con ese carnoso capullo deslizándose por mis tetas. Mi vecino pareció leer mi pensamiento porque llevando sus dedos hasta uno de mis pechos, pellizcó mi pezón.
-Uhmmm- sollocé presa del deseo- ¡déjame hacerte una cubana!
El sujeto escuchó mi ruego y asumiendo que podía dar un paso más en mi conversión en puta, me levantó del suelo y girándome, usó su corbata para vendar mis ojos mientras susurraba en mi oído que esa noche me iba a hacer conocer otra clase de sexo.
Su tono provocó que mi coño terminara de anegarse y sintiendo como mi flujo rezumaba de mi cueva, desbordándose por mis muslos, a ciegas dejé que me condujera fuera del ascensor. Sin saber que se proponía ese maduro, permití sumisamente que me llevara por el pasillo hasta que el ruido de unas llaves me hizo saber que estaba abriendo su casa.
«Estoy loca», pensé al sentir que me cogía en sus brazos y que violentamente me depositaba sobre una cama.
A pesar de ese duro trato, no dije nada cuando sentí que me ataba las muñecas al cabecero porque bastante tenía con tratar de no chillar que me follara como a una guarra. Tampoco me quejé cuando ese sujeto inmovilizó mis tobillos, dejándome con las piernas abiertas sobre el colchón.
Sentirme indefensa acrecentó mi calentura y sin necesidad que me tocara, me corrí al escuchar su profunda voz decir:
-Solo una puta como tú lleva el coño depilado.
La vergüenza que sentí con ese imprevisto orgasmo se volvió angustia cuando sin pedirme opinión, colocó sobre mi boca una mordaza. Viéndome incapaz de quejarme pero sobre todo al ser consciente que era imposible cualquier huida, por primera vez, me arrepentí de haber aceptado su compañía.
Estaba temblando de miedo cuando de pronto noté que un objeto grueso y frio se introducía en mi coño. Todavía no me había hecho a la idea de tener ese objeto dentro de mí y por ello intenté repeler otra nueva agresión, al sentir mi ojete se vio violentado por otro artefacto.
-Tranquila putita, ahora los enciendo- escuché que me decía muerto de risa. Segundos después cumplió su amenaza y mis dos agujeros se vieron zarandeados por la intensa vibración de esos dos consoladores a pleno rendimiento.
«Esto me ocurre por infiel», sollocé aterrorizada temiendo por mi vida.
Reconozco que me terminé de asustar cuando escuché que salía de la habitación, dejándome sola a expensas de las dos pollas de plástico que vibraban sin parar en mi interior.
«Tranquilízate, solo está jugando contigo», me repetí una y otra vez mientras se incrementaba mi nerviosismo.
El sonido de esos aparatos fue mi única compañía durante largos minutos. Contra mi voluntad, poco a poco la acción de ellos en mi sexo y en mi trasero me llevó a un estado de excitación tan grande como mi miedo.
«Me voy a correr», comprendí al notar que mis caderas tomaban vida y se empezaban a mover siguiendo el estímulo de esa maquinaria. Tal y como preví, no tardé en sentir mi cuerpo colapsando y llorando deseé que ese maldito volviera y me follara.
Justo cuando todas las neuronas de mi cerebro estaban disfrutando de un prolongado clímax, sentí que alguien volvía al cuarto. El placer que sentía junto con el pavor que me paralizaba al no saber qué era lo que iba a hacerme, me hicieron suplicar mentalmente que ese suplicio terminara.
Desgraciadamente, comprendí que mi captor tenía otros planes cuando sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pezones.
Sé que no tuvo sentido pero al experimentar esa húmeda caricia sobre mis pechos, me tranquilicé y comencé a disfrutar de ese asalto con una pasión desaforada.
«¡Qué gozada!», exclamé en silencio cuando sin dejarme de mamar, ese maldito empezó a recorrer mi cuerpo con sus manos.
Aunque era consciente que era inmoral, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar esa caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis areolas, asoló mis defensas y convencida que no podía más que dejarme llevar suspiré totalmente cachonda al sentir su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda.
La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo me tenía al rojo vivo y por ello creí morir al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
«¡Diós!», gemí en silencio al saber que si seguía con esas caricias iba a correrme: «No quiero» pensé temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome.
Fue entonces cuando ese siniestro amante mordió mi oreja y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente. Os reconozco que me estremecí cuando mientras una de sus manos había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas, la otra comenzaba a sacar y a meter el consolador que tenía en mi coño.
Mi captor comprendió que me tenía en sus manos al observar cómo mi cuerpo se movía al ritmo con el que machacaba mi coño y apiadándose de mí, me quitó la mordaza.
-Cabrón- susurré sin quejarme, agradecida que me hubiese liberado.
El sujeto castigó mi insulto mordiéndome los labios y pellizcando mi pezón. Reconozco que incrementó mi deseo y comportándome como una cerda en celo, me corrí sobre las sabanas mientras le imploraba que me hiciera suya.
– ¡No aguanto más!- exclamé al sentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba las piernas.
Traté de evitar que siguiera por ese camino juntando mis rodillas pero ese maldito lo evitó dando un fuerte manotazo en el interior de mis muslos.
-Uhmm- sollocé indefensa mientras las abría de par en par y dándole entrada, temblé de placer mientras sentía a mi vecino separando con sus yemas los pliegues de mi sexo.
Al escuchar mi suspiro, debió de comprender que era incapaz de negarme a cualquier ataque por su parte y por ello comenzó torturar mi clítoris mientras retiraba el consolador de mi chocho.
Completamente entregada, intenté morderle como un último intento de evitar que retirara ese artefacto que estaba haciéndome disfrutar pero entonces ese cabronazo, deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues.
-Fóllame- grité al notar que volvía a recoger mi botón entre sus dedos.
Haciendo caso omiso a mi petición, hundiendo su cara entre mis muslos, se dejó de prolegómenos y sacando su lengua, se puso a lamer y a morder mi indefenso coñito con una tranquilidad que me dejó pasmada. Completamente excitada, comprendí que no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que me tomara. El debió notar mi urgencia y acelerando el ritmo de su boca, me llevó desbocada hacia mi enésimo orgasmo.
-Úsame- aullé avergonzada mientras trataba de controlar mis convulsiones agarrándome a las ataduras que mantenían presas mis muñecas contra el cabecero de la cama.
A modo de respuesta, mi odioso vecino metió con suavidad dos dedos en mi coño, provocando un nuevo suspiro y sin dejarme que me acostumbrara a ese nuevo asalto comenzó a follar mi culo con el consolador que todavía mantenía en mi ojete.
-¡Necesito que me folles!- conseguí gritar antes de verme nuevamente inmersa en el placer.
Una dulce carcajada llegó a mis oídos. Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al darme cuenta que era la risa de una mujer y temblando de vergüenza comprendí que de alguna manera mi vecino me había vendido. Incrementando mi turbación, me quitó la venda de mis ojos y descubrí que la zorra que me había estado acariciando era casi una niña.
-¡Suéltame! ¡Puta! ¡No soy lesbiana!- sollocé mientras intentaba infructuosamente desprenderme de los grilletes que me tenían maniatada.
La desconocida, con una sonrisa en sus labios, me susurró:
-Antes de saber quién era, ¡no te quejabas!
Mi desconsuelo se magnificó al saber que era cierto pero lo que realmente me dejó paralizada fue darme cuenta que en ese momento y aunque no quisiera reconocerlo, la humedad de mi entrepierna me estaba traicionando al estar todavía cachonda. Incapaz de huir, la vi incorporarse y coger un arnés de un cajón.
-¡Hija de perra! ¡Ni se te ocurra!- chillé aterrorizada al ver que con estudiada lentitud, se lo colocaba en la cintura.
Mis quejas no tuvieron efecto en la muchacha, la cual con un extraño brillo en sus ojos, colocó la punta de ese enorme glande en la entrada de mi cueva mientras susurraba en mi oído:
-¡Qué ganas tengo de follarte!
Su amenaza no tardó en hacerse realidad y con un movimiento de sus caderas, forzó mi entrada de un modo tan lento que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios mientras me llenaba.
-¡Maldita!- aullé con la respiración entrecortada cuando ese pene de plástico chocó con la pared de mi vagina.
Ese insulto fue tomado por esa rubia como el banderazo de salida y acelerando el ritmo de sus embestidas, convirtió mi coño en un frontón. Sabiéndome expuesta y violada, sollocé humillada al saberme dominada por el placer. La mujer, asumiendo que no podía hacer nada por evitarlo, siguió apuñalando mi interior con su estoque.
-Sigue, zorra. ¡Sigue follándome!- grité declarando de ese modo mi claudicación al sentir que todas las células de mi cuerpo estaban a punto de colapsar.
La cría se rio al escuchar mi petición y actuando como jinete aventajado, montó mi cuerpo con renovada pasión mientras usaba mis pechos como agarre. Al sentir sus garras en mis tetas, no pude aguantar más y cual ganado al ser sacrificado por el carnicero, me corrí chillando. Mi orgasmo fue brutal, nunca en mi vida había sentido algo tan desgarrador y por ello creo que perdí el conocimiento.
Y digo creo, porque de pronto me vi sin ataduras sobre las sábanas. Mi sorpresa se incrementó al descubrir que estaba sola en la habitación. Avergonzada recogí mi ropa y me vestí dándome toda la prisa que pude, temiendo que mi vecino o la puta que me acababa de violar volvieran.
Al salir del cuarto, encontré en el salón al maduro tomando una copa mientras la rubia le hacía una mamada. Desgraciadamente, ese maldito me descubrió mientras intentaba escurrir el bulto.
-Putita, espero que hayas disfrutado- comentó sin hacer ningún intento por evitar mi huida y justo cuando salía por la puerta, escuché que me decía:- Mañana cuando se vaya tu marido a trabajar, ¡te quiero aquí!
No pude contestar y escapé casi llorando. Ya en el descansillo, traté de analizar las razones que me habían llevado a serle infiel a mi marido de ese modo pero me fue imposible porque no en vano esa noche me había sometido a un pervertido, me había violado la zorra con la que vivía y para colmo, ¡me había gustado!
Las lágrimas que en ese momento poblaban mis ojos ratificaron mi vergüenza al saber que aunque no quisiese reconocerlo al día siguiente, ¡volvería irremediablemente a entregarme a esa pareja!

Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (2)” (POR ALFASCORPII)

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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (2)

Con el agua caliente cayendo sobre mi cabeza, los remordimientos volvieron a aparecer. Tras 12 años de monogamia, al segundo mes de casado, le había puesto los cuernos a mi reciente esposa, y nada menos que con su hermana pequeña.

Miré mi entrepierna, y vi mi flácido miembro aún embadurnado con los restos del fluido vaginal de mi cuñada mezclado con mi propio semen. Me limpié bien, y mientras me aclaraba, el sentimiento de culpa se convirtió en satisfacción por el polvazo que acababa de echar con el ardiente volcán que es mi joven cuñadita. Salí de la ducha rememorando cada detalle y, recordando con una sonrisa lo de mi mote, me sequé bien con la toalla. En ese momento me di cuenta de que toda mi ropa estaba en el salón-comedor, así que salí desnudo y me quedé petrificado cuando entré en el salón y me encontré con Patty de nuevo.

No se había movido de donde la había dejado, seguía desnuda sentada en el sofá, exhalando humo a través de sus sensuales labios, con una pierna cruzada sobre la otra y con sus pezones duros como para rayar cristal.

Mi polla reaccionó antes que yo mismo, y empezó a alzarse ante la visión de tan sensual imagen.

– ¿Pero no te habías ido?- pregunté sorprendido.

– No hay ninguna prisa, Tere no llegará antes de las 9, así que tenemos tiempo. Acércate.

Seguí paralizado observándola, recorrí con mi mirada su cara y todo su cuerpo desnudo salvo por las botas, ante esta visión mi verga respondió endureciéndose al máximo para apuntar al objeto de su deseo.

Me acerqué al sofá y me quedé de pie ante ella, totalmente desnudo, con mi polla tiesa como una estaca. Ella no se levantó, siguió fumando tranquilamente estudiando con su verdeazulada mirada todo mi cuerpo.

– ¡Cómo me gusta lo que veo!- susurró.

Descruzó la pierna y me mostró su coño con sus labios bien abultados de excitación. Comenzó a acariciarme el pecho con una mano, recorriéndolo y acariciando mis pezones para ponerlos duros. Bajó por mi vientre, deslizando sus dedos con suavidad, y siguió bajando. Acarició mi tremenda erección con delicadeza y sopesó con dulzura mis testículos produciéndome un agradable cosquilleo. Dio la última calada al cigarrillo, lo apagó, y mientras su mano izquierda acariciaba mis huevos su mano derecha empezó a acariciarme mi glúteo izquierdo. Fijó sus ojos en los míos, y sin dejar de acariciarme dijo:

– ¿Te chupa la polla mi hermana?.

– Sí- contesté yo anhelando lo que parecía que estaba por llegar.

– Tienes una polla deliciosa, no me extraña que mi hermana te la chupe todos los días y la quiera para ella sola.

– No me la chupa todos los días, sólo de vez en cuando.

– ¿No te hace una mamada cada mañana?. ¡Qué desperdicio!.

– Me la chupa alguna que otra vez, hasta que ve que estoy a punto y me pide que la folle.

– ¡Qué tía más egoísta!, entonces nunca te ha hecho una mamada como te mereces.

Sus palabras y caricias hicieron brotar la primera gota de mi polla.

– Me voy a comer esta polla y te voy a hacer la mejor mamada de tu vida, ¿te apetece?.

Esa pregunta estaba empezando a convertirse en una especie de código entre ambos. Yo no contesté, simplemente acerqué mi polla hasta sus jugosos labios. Patty besó la punta de mi verga y relamió la gota de líquido mirándome a los ojos. Su mano seguía acariciándome los huevos mientras su lengua recorría toda mi verga. Con los labios de nuevo sobre el glande me miró fijamente con sus ojazos y, sin apartar la vista, fue deslizando mi polla hacia su boca succionándola golosamente.

Sus labios eran suaves y su boca cálida y húmeda. Todo mi cuerpo se estremeció de placer y solté un profundo: “¡Ooooohhhh!”.

Mi cuñada se metió mi rabo en la boca todo lo que pudo, hasta que la punta tocó su garganta, pero aún así no llegaba a meterse todo mi marmóreo falo. Y si cuando se la metió me gustó, ni que decir tiene el gustazo que me dio cuando empezó a sacársela lentamente succionando con fuerza con los labios, hasta que el extremo volvió a salir con un característico: “¡Flock!”, fue increíble.

– Tienes una pollaza enorme y deliciosa- me dijo pajeándome suavemente con su mano.

– Ahora mismo es tuya, preciosa. Si me la chupas tan bien como acabas de empezar, conseguirás que me corra rápido.

– Mmm, es lo que quiero, que te corras pero sin prisa. Quiero disfrutar la polla de mi cuñado y hacerle sufrir de placer hasta dejarle seco. Quiero que nunca puedas olvidar esta mamada y no puedas pensar más que en repetirla.

– Ufff, la expectativa me está matando… ¡cómete mi polla de una vez!.

Patty me sonrió con cara de viciosa, y de nuevo, sin dejar de mirarme volvió a succionarme la verga. Sus movimientos eran pausados, con auténtica dedicación en cada uno. Chupaba y chupaba succionando mi músculo y acariciándolo a la par con su lengua. Yo estaba en la gloria, sin poder dejar de mirar cómo mi falo era engullido por sus sonrosados labios mientras sus ojos me miraban llenos de lujuria.

Poco a poco fui sintiendo que el orgasmo me llegaba, pero ella me la chupaba tan bien y despacio que en lugar de provocármelo inmediatamente, me mantenía todo el tiempo en un preorgasmo placentero y a la vez doloroso, porque mis huevos estaban totalmente llenos y necesitaban descargar.

Estaba volviéndome loco de placer, y empezaba a sufrir deseando correrme. Tras 15 minutos de increíble mamada estaba tan a punto que tuve que avisarla:

– ¡Patty, estoy a punto de correrme!.

Pero ella, en lugar de hacer lo que siempre hace mi mujer: dejar de chupármela y metérsela en el coño, o como mucho hacer que me corra terminándome lo empezado con una decepcionante paja, mi cuñada bajó la vista, cerró los ojos, y continuó succionando con más fuerza acelerando, ahora sí, el ritmo de las chupadas.

Entonces todo ocurrió como a cámara lenta. Sentí los primeros espasmos de mi próstata liberando el contenido que subía desde mis doloridos testículos.

– ¡Patty, me voy a correr en tu boca!- conseguí decir entre jadeos.

Mi querida cuñada debió sentir cómo mi polla se hinchaba aún más y palpitaba dentro de su boca, porque hizo una última y profunda succión con la que se sacó casi toda mi verga de la boca, dejando únicamente mi glande sujeto por sus labios y apoyado sobre su lengua. Esta última succión fue lo máximo para mí.

– ¡Patty me corro!, ¡me corro!, ¡me corroooooohhhh!.

Y así fue cómo todo mi cuerpo se estremeció con un tremendo orgasmo que me hizo mirar hacia el techo con los ojos en blanco. La corrida fue gloriosa, abundante y ardiente. Con varios espasmos descargué toda mi leche en la boca de mi cuñada, que sin sacarse mi glande lo acariciaba con su lengua degustando los borbotones de lefa. Sentí cómo le llené la boca con mi leche caliente y cómo poco a poco la iba tragando para poder seguir succionando y no dejarse ni una gota de mi esencia.

Cuando al fin terminé de correrme, sin respiración, volví a mirar hacia abajo para ver cómo Patty se sacaba la polla de la boca dejándomela totalmente limpia, sin rastro de semen. Se relamió de tal manera, tan eróticamente, que si no hubiese acabado de correrme en ese instante le habría embadurnado la cara de blanco.

– Deliciosa- dijo dándome un cachete en el culo y recostándose en el respaldo del sofá.

Encendió un cigarrillo, y mirándome mientras fumaba, comenzó a acariciarse el clítoris con la mano libre. Tenía el coño empapado, y estaba tan sexy fumando desnuda salvo por las altas botas negras, con las piernas abiertas y masturbándose, que no pude reprimirme. Me puse de rodillas y comencé a chuparle sus enormes tetas, acariciando con mi lengua sus duros pezones. Bajé por su vientre y le metí la lengua en el ombligo, lo que le produjo una carcajada. Seguí bajando y su mano me separó sus labios vaginales para mostrarme su clítoris, y lo ataqué. Estaba duro, caliente y muy suave. Lo acaricié con mi lengua una y otra vez, y ella tuvo que dejar el cigarrillo en el cenicero porque empezó a jadear.

Le succioné el clítoris con mis labios, y ella tuvo que agarrarse sus pechos con fuerza mientras su espalda se despegaba del sofá. Le agarré de su culito y bajé hasta amoldar mis labios a los suyos. El olor de su coño me embriagó y metí la lengua cuanto pude por su chochito dando giros circulares. Su coño ardía y de él manaban deliciosos jugos salados que yo bebía con devoción.

– ¡Ooooh, sssí, cariño!- decía ella entre jadeos-, así es como me gusta. ¡Ooooooohh!, cómeme el coño, ¡ooohhh!.

A pesar de mi reciente corrida en su boca, y del polvazo que le había echado sobre la mesa, mi cuerpo reaccionó como el de un adolescente y mi polla empezó a hincharse de nuevo animada por sus gemidos.

Volví a lamerle el clítoris y succionárselo con los labios. Sus gemidos eran cada vez más largos y aumentaban de tono. De su chocho fluían tantos jugos que con glotonería volví a bajar para bebérmelos todos metiéndole la lengua.

– ¡Ummm, me corro!- exclamó entre gemidos-, ¡Mmmm, Carlosssss, mmme corrrroooo!, ¡Oooooooooohhhhhhh!.

Me agarró de la cabeza atrayéndome a su coño con fuerza, todo su cuerpo se convulsionó y alcanzó un orgasmo que la hizo gritar con mi lengua dentro de su chochito.

Con unos rápidos lengüetazos relamí todos sus jugos, y ella se dejó caer de nuevo totalmente extasiada.

Con mi polla ya morcillona, me levanté y me senté a su lado. Ella me agarró la cara y me dio un largo y profundo beso metiéndome la lengua hasta la garganta y saboreando sus propios fluidos en mi boca. Después, buscó el cigarrillo que apenas había comenzado cuando empecé a comerle el coño y al comprobar que se había consumido, encendió otro ofreciéndomelo.

Al igual que en la ocasión anterior, compartimos el cigarrillo relajadamente y conversamos.

– Qué placer más increíble me has dado- dijo Patty sonriente-. Ha sido una gran comida de coño.

– Aunque creo que no ha sido comparable a la mamada que me has hecho- le contesté-. Ha sido la mejor mamada de mi vida, nunca había llegado tan lejos como para correrme dentro de la boca, ¡ha sido increíble!.

– Cariño, conozco mis dotes como felatriz, y llevaba tanto tiempo deseando probar tu leche que me he recreado especialmente. Tu corrida ha sido deliciosa, he sentido cómo tu polla estallaba en mi boca y me la llenaba con abundante leche densa y caliente. Me ha encantado saborearla, y sentir cómo se deslizaba ardiente por mi garganta ha hecho que mi coño se empapase.

Sus últimas palabras lograron el milagro final, a pesar del poco tiempo transcurrido, mi polla estaba de nuevo lista para la acción. Patty se la quedó mirando mientras le daba la última calada al cigarrillo, y tras apagarlo, me dedicó una mirada cargada de deseo acompañada de una viciosa sonrisa.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

alfascorpii1978@outlook.es

Relato erótico: “Genio” (PUBLICADO POR XAVIA)

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Lo habíamos contratado hacía 11 meses. Se llamaba Benjamín pero más allá de un carácter infantiloide, nada más hacía referencia a su nombre. Era hijo único, así que no era el más joven de una estirpe. Medía cerca de 1,90 y pesaba más de 100 kg, así que no era pequeño. Y, a pesar de ser el último en llegar a la empresa, se había convertido en una pieza muy importante para nuestros últimos proyectos.

Cris y yo nos asociamos hace 12 años hartos de trabajar como negros para que otros se llevaran el mérito y, sobre todo, el beneficio económico. Nos conocíamos desde la adolescencia, pues fuimos compañeros de clase. A raíz de ello, conformamos una cuadrilla de 7 miembros, 3 chicas y 4 chicos que nos convertimos en inseparables hasta que los estudios universitarios y dispares carreras profesionales nos fueron disgregando. El grupo seguía viéndose con irregularidad, pero solamente nosotros dos continuábamos juntos.

Cumplidos los 30, en la fiesta de aniversario de mi amiga, esbozamos el embrión que pocos meses después darían con el nacimiento de una consultora de empresas que comenzó dando servicios informáticos y tecnológicos a compañías de nivel pequeño, hasta que fuimos creciendo al ritmo de nuestros clientes.

La contratación de Benjamín supuso para la compañía dar un paso más pues lo más suave que puedo decir de él es que era un hacker con todas las de la ley. O sin ella, para ser honestos, pues necesitábamos a alguien que conociera la otra cara de la red, la Dark Net como lo llama la policía, el Deep Web, como lo llamamos los usuarios.

Al chico nos lo recomendó el marido de Cris, también ingeniero informático, cuyos conocimientos acababan donde comenzaba la cara B del sector, pero estaba muy bien conectado con críos de discutible pelaje.

Benjamín era el prototipo de nerd informático. Huraño, solitario, rebuscado, maniático, pero también genial y muy eficiente. Acostumbrado a lidiar con profesionales del sector de todo tipo, no me fue difícil congeniar con él, aunque me costó penetrar la coraza auto protectora que lo cubría. Tal vez el hecho de ser hombre me ayudó, pues a Cris le costó bastante más, sobre todo porque carecía de la paciencia necesaria para aguantarlo.

Aún hoy sigo pensando que su contratación fue un acierto, a pesar de lo acontecido, pues en lo profesional y económico, nos fue muy bien su presencia. En lo personal…

***

Cris se había casado con Toni un año antes de que fundáramos nuestra empresa, un chico que conoció en su primer destino laboral. Yo había tonteado toda mi vida con Emma, una compañera de la cuadrilla adolescente, pero no fue hasta asomarnos a la treintena que decidimos formalizar lo que llevaba años escrito. Años en los que ambos habíamos tenido otras relaciones más o menos serias.

Pero las piernas que me rodeaban a la altura de la cintura no eran las suyas, como tampoco eran sus pechos los que se mecían adelante y atrás al ritmo de mis envites, ni era su garganta la que gemía sonoramente, ni su lengua la que me pedía que la follara. Era mi socia la que en ese momento me pidió darse la vuelta pues le encantaba que la penetraran desde detrás, con el culo en pompa, acompañado de algunos azotes e insultos varios.

Esta vez llegué antes que ella, no pares ahora cabrón, pero no tardó demasiado en lograr su objetivo. Cuando me separé de su cuerpo, me dejé caer en una de las sillas de visita que poblaban el despacho de mi socia, resoplando, admirando aquel par de nalgas perfectas que la bella mujer ofrecía.

Poco a poco se fue incorporando, Dios, que falta me hacía, bufó, para recoger pantalones y tanga del suelo y vestirse. Yo aún me quedé un rato en aquella ridícula posición, camisa abierta, pantalones y bóxer por los tobillos y polla enhiesta, feliz pero agotada.

Me miró sonriente, guiñándome un ojo, mientras tomaba el teléfono y llamaba a su cornudo marido para avisarle que salía del despacho. Eran más de las 8 de la tarde y la jornada había sido dura, aunque gratificante.

En casa, besé a Emma con cariño, eso es exactamente lo que sentía por ella, así como a las gemelas y cenamos como una familia feliz mientras cada uno desgranaba su aventura diaria. Mi mujer en el bufete de abogados, nuestras hijas quejándose de la dificultad que suponía una cosa nueva que habían comenzado en matemáticas llamada raíces cuadradas.

-Ya estáis en cuarto curso, cada año es un poco más difícil –las consoló la madre guiñándome también un ojo.

***

La contratación de Benjamín era una necesidad evidente que pospusimos tanto como nuestros principios ético-morales nos consintieron. Durante casi doce años nos habíamos dedicado a labores tan simples como diseñar una página web hasta la gestión integral de las necesidades telemáticas de compañías medianas. Para ello, contábamos con una plantilla de 11 profesionales encargados de proporcionar a los clientes las soluciones más eficaces e innovadoras del mercado.

 Allí radicó, en la novedad, en la necesidad perentoria de estar a la última, ofrecer servicios de seguridad online, pues los ataques informáticos son cada vez más frecuentes y agresivos. Proteger un servidor de troyanos y malware no es complicado, pero defenderte de un ataque bien dirigido ya es otro cantar.

Benjamín, no solamente diseñaba las defensas, también contraatacaba cuando el intruso se lo merecía. Pero últimamente habíamos dado un paso más. Gracias a sus conocimientos, éramos capaces de espiar a empresas competidoras de nuestros clientes, así como a organismos gubernamentales. Esto último, tan arriesgado como suculento.

Lo peligroso del caso era que el chaval actuaba por su cuenta. Últimamente parecía haberle cogido el gusto a meterse en sistemas ajenos sin encargo profesional mediante, así que tuve que pararle los pies un par de veces. Practica tus hobbies en casa, que al final nos joderás a todos.

Aquella inmensidad de tío me miraba como si yo fuera un marciano, sentado en su trono, un sillón de sky negro que él mismo había diseñado a partir de su anatomía y necesidades físicas, pues pasaba sentado en él horas y horas.

-Tanto si lo hago desde aquí como si lo hago desde casa, no es rastreable. No tienes por qué preocuparte.

-Si tú puedes rastrearlo, otro experto como tú también puede hacerlo.

Por respuesta me ofreció una sonrisa de suficiencia, que sin duda significaba nadie es tan bueno como yo, aunque a mí me daba la sensación de significar soy un crío inmaduro e inconsciente que asume riesgos innecesarios.

Aquella tarde lo hablé con Cris. El horario laboral de la plantilla finalizaba a las 6 de la tarde, aunque era habitual que hubiera alguien trabajando hasta las 7, según la carga de trabajo que tuviéramos en aquel momento. Benjamín era el único que se quedaba hasta más tarde, cuando se quedaba, pues a decir verdad, hacía el horario que le daba la gana. Podían ser 4 o 24 las horas que pasara sentado en su trono. Esa había sido una de sus condiciones para unirse al equipo. La otra era disponer de un despacho individual para que nadie le molestara.

Tratándose de un friki de manual, pues no se relacionaba con nadie más que conmigo y puntualmente con Cris, era realmente rentable para la empresa pues es lo que mi socia me estaba recalcando mientras yo exponía mis quejas.

-Cierto, pero cada vez me pone más nervioso. Cualquier día vamos a tener un problema serio. Ayer, sin ir más lejos, estaba metido en los servidores de la policía científica. ¿Qué coño se le ha perdido allí dentro?

-Se lo pedí yo. -¿Cómo? exclamé levantando las cejas y abriendo los ojos como platos. –Necesitaba acceder a los informes de un caso de violencia doméstica.

-¿Violencia doméstica? –exclamé levantando la voz. -¿Desde cuándo tratamos casos de éstos?

-Desde que el acusado es el jefe de mi hermana. Me ha pedido ayuda, pues la mujer lo ha denunciado y según ella es una patraña para tomar ventaja en el divorcio. Una invención de la tía, un montaje…

No seguí escuchando. Carol, su hermana menor, llevaba más de dos años liada con su jefe. Increíblemente para mí, pues estaba convencido que el tío solamente se estaba aprovechando de tener a mano un buen par de tetas enamoradas, había accedido a dejar a su mujer para vivir con una chica quince años más joven. La batalla económica no era la única que la despechada esposa había iniciado. Ahora parecía ir a hacer daño, al menos tanto como le estaban haciendo a ella.

Para Cris, su hermana era intocable. Siempre había sido una cabra loca, pero ella la defendía a capa y espada, así que ese era un tema que hacía mucho que decidí no discutir con ella. La última vez que lo hicimos, estuvo casi dos semanas sin hablarme.

La mano de mi socia en el hombro me devolvió a la realidad. Tengo la virtud de escuchar sin oír, o de oír sin escuchar. Tanto monta, monta tanto. Parece que esté atento a mi interlocutor, incluso cabeceo asintiendo, cuando en realidad he desconectado. Cris me conoce lo suficiente para darse cuenta, pero en cuanto su hermana entra en escena, pierde todas sus facultades.

Así que continuaba con su retahíla de excusas y argumentos más o menos discutibles cuando me estaba pasando las manos por la nuca, intimando conmigo y me susurraba a pocos centímetros que te recuerdo que tú también tienes un rollo con una mujer casada, además de estar engañando a tu mujer.

No estábamos solos, pues Benjamín seguía encerrado en su jaula, así que no la tomé de la cintura para empotrarla contra su mesa, como me apetecía, a pesar de que aquella sonrisa perfecta, aquel cuerpo maduro en edad pero joven en apariencia, me llamaban a gritos. Me contenté con besarla suavemente, para sentenciar, tú sabrás lo que haces.

Matemáticamente hablando, lo mío con Cris duraba más de diez años. Trece exactamente, pues nos liamos por primera vez cuando ella estaba prometida de Toni. No fue buscado por ninguno de los dos, simplemente ocurrió. Sonará a tópico y supongo que si ella usara esta misma frase para justificarse ante su pareja, Toni no se quedaría convencido. Pero así fue.

Salíamos de una de nuestras fiestas-encuentro de la cuadrilla, un poco bebido yo, por lo que Cris se ofreció a llevarme a casa en mi coche, pues ella no lo había cogido. Al llegar a mi apartamento, surgió el ¿ahora qué?, pues el coche era mío y ella vivía en la otra punta de la ciudad. Así que le dije que podía dormir conmigo. No era mi intención que durmiera en mi cama, no me había referido a eso, pero subió y acabé completando el cupo de mi cuadrilla, pues me había acostado con Emma en varias ocasiones y con la tercera chica del grupo, Montse, a los 18 años.

Ninguno de los dos le dio más importancia al hecho, como si en vez de sexo se hubiera tratado de compartir una cena o ir juntos a un concierto, así que no esperé repetirlo. Pero sí lo repetimos. Celebrando nuestro primer cliente. Desde entonces, nos hemos acostado unas cuantas veces, aunque no tantas como doce años podrían presuponer. Porque me concentré en mi vida de pareja cuando decidí salir en serio con Emma por lo que estuvimos 5 o 6 años sin tener relaciones. También ella tuvo fases de mayor fidelidad con Toni.

Pero últimamente, durante los últimos dos años exactamente, sí debíamos estar en una media superior al encuentro por mes. Sin implicación ninguna. Sexo ardiente y satisfactorio entre dos adultos, maduro y meramente lúdico.

***

Era jueves. Lo recuerdo porque, aparte del viernes en que el staff acaba a las 3 de la tarde, al tratarse de personal joven en su mayoría, es la única tarde en que suelen irse puntuales, pues para ellos es la primera noche del fin de semana, cuando salen los universitarios foráneos, razón por la que estábamos prácticamente solos.

No me había enterado de cuando se había ido todo el mundo, pues estaba enfrascado en una propuesta de venta para la mañana siguiente, pero me sorprendió que Cris se hubiera marchado sin despedirse. Me levanté para estirar las piernas, pues aún pensaba quedarme una hora más, cuando vi el bolso y la chaqueta de mi socia a través de la puerta abierta de su despacho. Me asomé, pero no estaba, así que supuse que había ido al baño.

Me encaminé hacia la jaula, el mote al despacho de Benjamín había hecho fortuna, aunque también había sonado cueva pues trabajaba casi en penumbra y alcantarilla pues olía a cerrado cuando pasaba muchas horas allí. La puerta estaba cerrada, lo que no significaba que estuviera dentro pues siempre lo estaba, así que acerqué los nudillos para dar los dos toques preceptivos de aviso, contraseña imperialmente establecida antes de entrar.

Calzo un 44, algo que no tendría más importancia si mis zapatos no hubieran tocado la puerta antes que mis dedos. Al hacerlo, ésta se abrió ligeramente, pues no había quedado bien cerrada, provocando que me congelara. Miré, me froté los ojos y miré de nuevo.

El gran sillón de sky negro estaba ocupado por su dueño, anatómicamente encajado a la perfección en él, pues por algo era un diseño suyo, ligeramente ladeado hacia la puerta, sin duda para apartarse de la mesa y los ordenadores. Cris, no sólo estaba arrodillada en el suelo delante del sillón, su preciosa media melena rubia se movía arriba y abajo, o abajo y arriba, entre las gruesas piernas del paquidermo.

Un pinchazo de celos como nunca había sentido se me clavó en el estómago. Pero lo que me provocó náuseas fue oír los berridos de la bestia, roncos gemidos acelerándose más a cada succión sufrida, hasta que se derramó en la boca de mi socia. Ésta no se apartó, yo también había eyaculado en aquel depósito alguna vez, siguió chupando unos segundos hasta que confirmó que los estertores del elefante habían acabado. Se levantó, sonriendo y abrochándose la blusa, hasta que bajo la atenta mirada de Benjamín, tragó sonoramente.

-Cómo os gusta a los tíos que nos lo traguemos. Con lo asqueroso que está.

-Me lo has prometido.

-Y tú a mí también me has prometido cosas, así que venga, lo quiero mañana a primera hora.

-Ya ha vuelto la jefa. Me gustaba más tenerte arrodillada y ser yo el jefe.

-Aunque esté arrodillada, sigo siendo la jefa. Te recuerdo que lo hago porque yo quiero, no porque tú me lo pidas.

***

-¿Se puede saber qué coño ha sido eso?

Cris pasaba por delante de mi despacho hacia el suyo. Me había sentado en mi escritorio pero tenía la puerta abierta para pedirle explicaciones cuando volviera. Había tardado unos minutos pues la había oído entrar en el baño. Se detuvo bajo el marco y preguntó a qué me refería. Pero no necesité verbalizarlo. Me escrutó seria, hasta que respondió:

-¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre mis actos?

-Desde que éstos afectan o pueden afectar nuestro bienestar como empresa.

Soltó una carcajada más sonora de lo que me hubiera gustado. Era un recurso habitual en mi socia, que podía interpretarse como hago lo que me da la gana, pero también como una burla hacia los demás. Aunque no era el caso.

-Tranquilo que los intereses de la empresa están bien atados. –Me miró retadora, entrando en mi despacho y cerrando la puerta tras de sí. –Precisamente estaba cuidando de dichos intereses.

-Ahora los vas a cuidar así… -no encontré las palabras adecuadas. Mejor dicho, preferí no verbalizar las que mi cerebro enviaba a mis cuerdas vocales.

Sin que se le borrara la sonrisa del rostro, cinismo en estado puro, siguió avanzando hasta rodear la mesa. Al llegar a mi vera preguntó, ¿estás celoso?, negué aunque lo estaba, no podía negarlo. Su respuesta fue alargar la mano hasta mi entrepierna, para sentarse sobre mí a horcajadas, rodeándome el cuello con los brazos, anunciándome que chupársela al friki la había puesto cachonda.

No me dejó contestar. Sus labios tomaron los míos, los mismos que acababan de beberse la simiente del gordo, mientras su lengua entraba hasta mi campanilla. Fóllame como tú sabes y también te dejaré seco.

Sus manos habían desalojado mi nuca para desabrocharse la blusa. Abandonó mis labios para clavarme las tetas en la cara, bebe mi niño, bebe si quieres que mamá te coma la polla. Me agarré a ellas con hambre, chupando, succionando, hasta que me la saqué de encima. La empujé contra la mesa, rabioso, dándole la vuelta para dejarla expuesta. Se dejó hacer, girando la cabeza para mirarme juguetona.

-Eres la puta jefa y te has portado como una becaria –le escupí mientras tiraba de su pantalón para que su excelso culo apareciera orgulloso. Lo movía hacia atrás, en círculos, acercándomelo mientras esperaba que me desabrochara el pantalón.

-¿Estás celoso cornudín? –pinchaba con aquella media sonrisa de superioridad dibujada en la cara. -¿Lo estás porque alguien más ha jugado con la puta jefa?

Así el miembro, apunté y entré violento mientras la agarraba del cabello con la mano izquierda. Gimió con fuerza, pero siguió chinchando. Eso es cornudín, fóllame, fóllame, fóllate a la puta jefa. Hasta que la acallé de una nalgada.

-Eres más puta que jefa. –Le pegué otra nalgada sin dejar de percutir con todo, rabioso. –Yo soy el jefe. Tú eres la puta.

-Sí, fóllame, fóllate a esta puta. –Eres la puta de la empresa. –Sí lo soy, dame más cabrón, fóllame.

Ya no pudo seguir hablando. Los gemidos se habían convertido en jadeos hasta que sus piernas temblaron atravesadas por un orgasmo intensísimo. Su clímax provocó el mío, descargando varios lechazos en el interior de su vagina.

No sé si había sido el mejor polvo de los que habíamos echado, discutible pues estando de viaje habíamos tenido largas sesiones de sexo variado coronadas con varios orgasmos, pero sí había sido de una intensidad poco habitual.

No logré grandes explicaciones. Al menos no lo detalladas que esperaba oírlas. Se vistió, pasó por su despacho para recoger sus cosas y se largó, despidiéndose como cada noche con una sonrisa en los labios, juguetona pero cínica, y un comentario que me volvía loco.

-Me llevo tu semillita a casa.

Cris llevaba un DIU pues no quería darle un hermanito a su hija. Gracias a ello nunca usábamos condón, pues no hay color entre que te metan un trozo de carne desnudo a plastificado, otro de sus comentarios obscenos, y le encantaba notar como el semen le manchaba el tanga.

Lo único que saqué en claro al día siguiente es que le había hecho dos mamadas últimamente, pues así lo tengo controlado, obediente.

-Espero que no se te haya pasado por la cabeza chupársela a todos los empleados que quieras que te obedezcan.

-Vete a la mierda.

Me arrepentí al instante del comentario, pero los celos me estaban nublando el entendimiento. Cris y yo no teníamos ningún compromiso de exclusividad. Ambos teníamos una vida de pareja más o menos sólida, incluyendo bastante sexo en ambos casos, aunque si Toni o Emma se enteraban de que nos acostábamos de tanto en tanto, nos iban a dejar de patitas en la calle en un santiamén.

Pero Cris nunca había considerado la fidelidad como el inquebrantable sacramento del matrimonio que la Santa Madre Iglesia nos vendía. Se había acostado con otros hombres y lo seguiría haciendo mientras le apeteciera.

Así que el lunes puso las cartas sobre la mesa.

-No me gustó un pelo el comentario que me hiciste el viernes. Así que después de darle muchas vueltas este fin de semana, quiero aclarar contigo unas cuantas cosas.

–Lo siento, me equivoqué. –Pero no me dejó hablar.

-Me acuesto contigo porque me lo paso bien. Follas de puta madre y me gusta. Pero el único hombre que puede pedirme exclusividad en mi vida es mi marido y, aunque crea que la tiene, está convencido de ello y yo siempre juraré haberle sido fiel, tampoco a él se la voy a conceder. Soy una mujer libre que vive su vida como quiere y como cree…

-Lo sé, no tienes que darme explicaciones… -pero no me escuchaba. Cuando mi socia había decidido poner los puntos sobre las íes, no había quién la detuviera.

-…si pretendes fiscalizarme, controlar qué y con quién lo hago, te apartaré de mi vida personal y no volverás a tocarme nunca más. –Ahora hizo una pausa, inspiró hondo clavándome sus ojos almendrados y continuó. -Somos amigos desde hace muchos años, muy buenos amigos, íntimos, y te quiero mucho, pero quiero más a Toni. Creo que el jueves tuviste un ataque de celos. Sí es así, estamos jodidos. Estás jodido, porque no voy a cambiar. Y por más socios que seamos, por más casados que estemos en lo profesional, no voy a permitir que me digas lo que tengo que hacer. Te recuerdo que esto es una sociedad al 50% y que ninguno de los dos tiene más poder que el otro.

Asentí, buscando las palabras adecuadas para contrarrestar la bronca que me estaba echando. Tenía razón en que me había sentido celoso y era cierto que no podía permitírmelo, pues en lo afectivo estaba ligada a su marido y en lo sexual era voluntariamente promiscua y lo seguiría siendo. Pero yo también había usado el fin de semana para aclararme las ideas, analizando pros y contras, así que argumenté:

-Yo también te quiero muchísimos y, al igual que en tu caso, Emma y las gemelas son más importantes en mi vida afectiva de lo que lo eres tú. Tienes razón en que sentí celos, pero creo que se debieron más al hecho de considerarte mía en la empresa… -Yo no soy de nadie. -…no lo digo en un sentido posesivo, aunque suene así. Simplemente que no entiendo qué coño estabas haciendo, en qué coño estabas pensando.

-En el bien de nuestra empresa.

-Pues no lo veo, la verdad. No entiendo la jugada.

-Vamos a ver. –Me puso una mano sobre las mías. –Benjamín es un puto marciano. Un bicho raro que lo más cerca que ha estado nunca de una mujer ha sido viéndola en 1600 píxeles. Vive en su mundo pero nos guste o no, se ha convertido en clave para esta empresa, para nuestro devenir futuro. Maneja demasiada información, es demasiado inteligente, es capaz de hacer cosas que a ti y a mí se nos escapan, y nos puede meter en un buen lío si quiere hacerlo.

-Más a mi favor. ¿Cómo se te ocurre jugar con él?

-No estoy jugando con él. Le estoy ofreciendo un premio al que no querrá renunciar, estoy apretando los lazos que le unen a nosotros, anudándolos, para que se libre mucho de jodernos si algo se tuerce.

Prefieres que te joda a ti, pensé, pero no lo dije en voz alta. No hizo falta, Cris me conocía tan bien que me leyó el pensamiento.

-Aunque la mayoría de mujeres que conozco, que conocemos, lo considerarían humillante, a mí no me cuesta nada hacerlo. Apenas me aguanta un par de minutos. Además, -me miró asomando aquella sonrisa cínica que tan bien conocía –me pone cachonda. Cuando acabo me apetece venir a buscarte para que me pegues un buen repaso.

***

Aunque no las tenía todas conmigo, no pasó nada especial durante un mes. Considerando como no extraordinarias las mamadas que le propinó a Benjamín, claro. Una por semana conté, pues venía a mi despacho a continuación para que le bajara el calentón. Las dos últimas, apestando a semen, pues le daba morbo no lavarse los dientes para que yo notara el viciado aliento.

Pero yo no estaba tranquilo. Tenía un mal presentimiento que cada vez percutía con más fuerza en mi cabeza. Según Cris el tío estaba cada vez más encoñado, ¿”embocado” sería la palabra?, y tenía razón en que parecía estar trabajando hasta la extenuación en un proyecto básico para la estrategia futura de la empresa, siguiendo a pies juntillas las directrices de su jefa. Pero mi sexto sentido estaba cada vez más alterado.

Fue a mediados del tercer mes cuando me di cuenta que la cosa se estaba torciendo. Benjamín nos había presentado dos versiones de una herramienta para monitorizar servidores remotos, hablando en plata, controlar a distancia toda la información de otra empresa. Como nos tenía acostumbrados eran muy eficaces. Invisibles, prácticamente indetectables, y difícilmente rastreables. Si el uso de una aplicación espía ya es delito, haber creado una de las mejores del ciberespacio sin que Cris o yo tuviéramos el control me ponía muy nervioso. Por ello, tardé en detectar las señales que mi socia emitía.

Ella también estaba muy nerviosa, irritable hasta niveles exagerados, y nuestra actividad sexual había decaído hasta casi el olvido. Achaqué su intranquilidad a la importancia del proyecto y a los riesgos que estábamos asumiendo, pues así me sentía yo.

Pero que cuando tratara de abordar el tema con ella, me rehuyera  o echara balones fuera no hacía más que confirmar que algo no andaba como debía. Así que decidí averiguarlo.

Mi técnica fue rudimentaria pero eficaz. Mis conocimientos informáticos y de espionaje industrial son superiores a la media pero están a años luz de los de Benjamín y a distancia considerable de los otros tres programadores de la empresa, así que opté por atacar el flanco débil de mi adversario.

La jaula, la cueva o la alcantarilla eran motes más o menos adecuados para referirnos al centro de operaciones del Genio, pero pocilga o vertedero también podían haber hecho fortuna, pues el habitáculo solía estar atestado de mierda, en el sentido más amplio del término. Comida abandonada, piezas de ordenador, ropa sucia, revistas y publicaciones variadas, e incluso, algún cachivache indeterminado que tanto podía ser un amuleto como un recuerdo de no sé qué ni dónde.

Amparándome en el desorden reinante, no me fue difícil instalar una pequeña cámara de vídeo. Si hace unos años, éstas se camuflaban mediante un bolígrafo, un reloj despertador o un teléfono inalámbrico, por poner ejemplos bastante tópicos, el desarrollo de la tecnología ha provocado que cada vez sean más pequeñas, pues deben competir con software espía que se auto-ejecuta en webcams o dispositivos móviles.

La que compré tenía el tamaño de un botón de chaqueta, redonda simulando el cabezal de un tornillo, así que pasaba desapercibida en el lateral de un estante, contaba con 8 horas de autonomía y control remoto por wi-fi, lo que me permitía ejecutar el visor de vídeo desde mi despacho. La calidad del audio no era excelente, pues los movimientos muy cercanos a la cámara ensuciaban el sonido, sonando a frito, pero era más que suficiente para comprender el diálogo.

Tardé tres días en encontrar el momento óptimo para instalarla, a las 6 de la mañana de un viernes, pero en cuanto lo hice obtuve la primera respuesta a las 9 de la mañana, confirmada con creces, pasadas las 4 de la tarde.

Nuestra rutina habitual consistía en tomarnos un café justo al llegar a la empresa, entre 8 y 8.30. A veces solos Cris y yo, si debíamos comentar algo, pero a menudo, acompañados de algún miembro del staff. Únicamente un día aquella semana, mi socia me había acompañado, pues últimamente se encerraba en su despacho arguyendo que no le apetecía.

Volvía a mi escritorio cuando me la crucé inquieta. Debo hablar cinco minutos con Benjamín, respondió cuando le pregunté por la premura. Sin dilación, me senté ante mi portátil y me conecté a la cámara espía.

-Buenos días, jefa. Puntual como cada mañana –la saludaba el gordo con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Vienes a por tu ración de leche?

En circunstancias normales, como el primer día que les vi, Cris hubiera impuesto su aplomo, cortándole las alas o mandándolo a la mierda. Pero por respuesta, únicamente esbozó un gesto extraño con los labios, de hastío, mientras se levantaba el jersey de entretiempo y el sujetador para que sus bonitos pechos aparecieran. Mientras el tío alargaba las manos para sobarla a consciencia, la jefa le sacó el miembro aún fláccido desabrochándole el pantalón.

Sin dudarlo, engulló, provocando los primeros gemidos del afortunado que pronto se tornaron en obscenos cumplidos.

-Qué bien la chupas jefa. Cómo me gusta tenerte arrodillada.

A los pocos minutos, más de cuatro según el reloj del vídeo, Benjamín eyaculó sonoramente sin permitir a Cris apartarse ni un milímetro. Lo sorprendente del episodio no fue la felación en sí, ni que ella continuara chupando, limpiándola unos minutos más. Ver la sumisión de una de las mujeres más altivas que conocía me incomodó, pero lo que me preocupó fue la mirada derrotada de mi socia, harta pero complaciente, aguantando dócilmente las obscenidades que el tío había proferido durante el acto y que tuvieron su colofón cuando se levantaba para salir de la pocilga.

-Te espero a las 4.

-Hoy no, es viernes y quiero recoger a mi hija en el colegio.

-Hoy es el día. Esta mañana estará acabado el proyecto, así que el lunes ya os lo puedo presentar. He cumplido mi parte, ahora te toca a ti cumplir la tuya.

-Estoy cumpliendo. A diario –se lamentó rabiosa levantando la voz.

Pero Benjamín, sentado en su trono no se inmutó. Simplemente añadió, muy seguro de sí mismo:

-Esta tarde quiero el premio gordo. Me lo debes. Así que a las 4, cuando la oficina esté completamente vacía, te quiero aquí, guapa y dispuesta.

Si estaba preocupado, ahora estaba acojonado. ¿Cómo podía ser que una mujer como Cris se estuviera sometiendo de aquella manera a aquel malnacido? Sabía que el proyecto estaba muy avanzado, era estratégico para nosotros, pero ¿valía la pena doblegarse de ese modo? Yo creo que no. Es más, tratando de ponerme en la piel de mi socia, prefería perder el proyecto y algunos clientes importantes ante que arrodillarme entre las piernas de un tío.

Traté de hablar con ella aquella mañana pero desapareció. Estaba muy liada, me contestó cuando la llamé al móvil, pero me anunció que el lunes Benjamín nos presentaría la versión definitiva de la aplicación.

A partir de las 3 la oficina se fue vaciando con velocidad, hasta que me quedé solo con él, encerrado en su cueva. Cris no había vuelto, así que me dirigí al despacho del genio para despedirme. ¿Te quedas? Sí, un par de horas más, aún. Ok, buen fin de semana.

Bajé al parking para tomar la Ducati Monster negra e irme a casa, aunque había avisado a Emma que seguramente tardaría en llegar. La plaza de Cris estaba vacía, pero di por hecho que aparecería pronto. Por ello, salí del garaje, di una vuelta a la manzana para aparcar fuera, y volví a recorrer el camino andado.

Para no cruzarme con nadie, a las 4 en punto entraba en el edificio por una puerta lateral que daba acceso al parking. Bajé a la tercera planta donde teníamos nuestras plazas asignadas y allí estaba aparcado el Golf blanco de mi socia. Tomé el ascensor y subí los siete pisos que me separaban del despacho. Entré en las oficinas cruzándolas con cautela, haciendo el menor ruido posible, hasta encerrarme en mi oficina con las luces apagadas. Conecté el portátil y ejecuté la cámara remota. Allí estaban.

Cris se había cambiado de ropa. Los tejanos y la camiseta de entretiempo habían desaparecido. Ahora, un vestido entallado de una sola pieza, blanco, cubría aquel cuerpo casi perfecto. Benjamín se mantenía sentado en su trono mientras mi socia, de pie, se movía contoneándose al son de una música ligera.

-Eso es jefa, baila para tu hombre.

No parecía escucharlo, moviéndose sensualmente con los ojos cerrados. Pero era obvio que ni le apetecía estar allí ni bailar para el sátiro. Sin que él lo ordenara, tomó el vestido por el límite de la falda y lo fue levantando hasta sacárselo por encima de la cabeza, lentamente. Un guau procaz silenció la música cuando un conjunto de ropa interior negro con ligueros presidió la pequeña sala. Pareces una puta. Pero la mujer no se inmutó. Le dio la espalda sin detener la danza, mostrándole las rotundas nalgas solamente cubiertas por un fino tanga.

Un par de comentarios obscenos más fueron el preludio de la primera orden. Ven aquí. Pero Cris tardó en acercarse al cerdo que blandía varios billetes de 20€ en la mano. Cuando la tuvo cerca, le sobó una nalga con la mano libre mientras colaba un billete en el lateral del liguero. Baila para mí, zorra. No se detuvo, soportando las manos del tío que la decoraban con dinero.

-Eso es guarra. Baila para tu cliente. –La mujer se alejó ligeramente, liberándose de las zarpas del oso, así que éste dio la siguiente orden. –Tócate. Tócate para mí.

Mi socia se había dado la vuelta, enfrentándolo. Acercó las manos a su cuerpo y se acarició los pechos por encima del sujetador. Bajó por el estómago hasta su sexo que también se acarició, sensualmente.

-Eso es, sigue así. Cómo me pones jefa. Tócate zorra, quiero ver cómo te haces un dedo.

Cris coló una mano dentro del tanga, obediente, apoyándose en la amplia mesa para poder abrir las piernas sin caerse. Sus dedos se movían lentos pero ágiles mientras la mano izquierda estimulaba sus pechos.

-Chúpate los dedos. –Abandonaron su entrepierna para perderse entre sus labios. -¿A qué saben? ¿Saben a puta? ¿A puta jefa? –Volvieron a descender para profanar su sexo de nuevo.

Desconozco el nivel de excitación real de mi socia, pero los dedos salían brillantes del tanga antes de perderse en su boca. Realizó el ejercicio tres veces, hasta que Benjamín le ordenó arrodillarse para demostrarle cuán puta era.

Como tantas otras veces últimamente, Cris sacó el miembro completamente enhiesto para engullirlo. Despacio zorra, no tengas prisa. He pagado por un completo y no quiero correrme aún. Lentamente, saboreándolo, obedeció, aún vestida, de rodillas en el suelo de la cueva, decorada con billetes de 20.

Agarrándola del pelo, violentamente, la detuvo. ¿Quieres que te folle? La chica no contestó, así que Benjamín le propinó una suave bofetada repitiendo la pregunta. Cris lo miró desafiante un segundo, sorprendida por la agresión, pero asintió. Pídemelo. Quiero que me folles. Eso es un deseo, una orden, no una petición. Pasó otro eterno segundo, mirándolo aún orgullosa, agarrada del cabello. Fóllame por favor. Así me gusta, que ocupes tu lugar, puta.

Tiró de ella para que se incorporara, obligándola a abrir las piernas para sentarse a horcajadas sobre su voluminoso cuerpo. Al menos ponte un condón, pidió. ¡Una polla! fue la respuesta que obtuvo.

Resignada, apartó la tela del tanga para incrustarse aquella barra no deseada. Descendió completamente hasta que ambos pubis se unieron, pero no ascendió, pues Benjamín la tenía sujeta de las caderas.

-¡Qué ganas tenía de follarte, cabrona! –Una nalgada dio el pistoletazo de salida. Cris inició un lento vaivén mientras las manos del cerdo la aferraban de las posaderas. –Eso es puta, muévete. Gánate el sueldo.

La tomó de las tetas, una en cada mano después de bajarle las tiras del sostén, sin quitárselo. Cris tenía los ojos cerrados, supongo que tratando de evitar ver el espectáculo, pero no perdió el ritmo en ningún momento, a pesar de los comentarios vejatorios del gordo, de los lametones en las tetas y cuello o de las nalgadas.

Súbitamente le ordenó detenerse. Ponte a cuatro patas en el suelo. Cris obedeció. Benjamín se levantó para acercarse mientras le preguntaba si quería que la follara como a una perra. Cris respondió afirmativamente. Pídemelo. Fóllame como a una perra, por favor. ¿Eso quieres? Sí. Fóllame como a una perra, tuvo que repetir.

El tío se tomó su tiempo. Sobándole las nalgas, colando un dedo en su sexo celebrando que estés empapada, zorra, dándole alguna nalgada, hasta que acopló la polla entre las piernas y embistió. Pero no fue hasta que la chica estiró el brazo para encajarlo que entró.

Fuera cansancio u otra cosa, voluntad de esconderse cual avestruz, tal vez, Cris bajó los brazos para apoyar la cabeza entre ellos. La respuesta de Benjamín fue automática. Agarrándola del pelo con la mano izquierda, le propinó una nalgada con la derecha ordenándole: en cuatro, puta, como una perra. Obedeció instantáneamente. Pero no acabó allí la humillación.

-¿Te gusta? ¿Te gusta que te folle a como a una perra? –no contestó, o no lo hizo al volumen esperado por el percutor, así que se llevó otra nalgada, más fuerte que las anteriores, haciéndola gritar. -¿Te gusta? –Sí, respondió alto y claro. -¿Te gusta follar perra? –Sí. –Pídemelo, pídeme que te folle perra.

-Fóllame, fóllame cabrón, fóllame como a una perra… -Cris ya no se detuvo, como tampoco lo hizo él, embistiendo enloquecido, cual dios escandinavo sometiendo pueblos rebeldes.

-Límpiame. –Benjamín se había sentado en su trono de nuevo, resoplando, tratando de acompasar una respiración desbocada por el esfuerzo realizado por un cuerpo poco acostumbrado a tal desempeño físico. Cris se giró, pude apreciar humedad en sus ojos, sin duda lágrimas reprimidas, gateó el metro y medio que la separaba del objetivo y cumplió, hasta que creyó conveniente.

Sin esperar órdenes ni permiso, se levantó, tomó el vestido y salió de la cueva de los horrores sin mirar atrás.

***

Pasé un fin de semana de pena. Aunque Emma trató de ayudarme, argüí problemas con un proyecto que se nos estaba atragantando, no podía explicarle que un trabajador de la empresa se estaba aprovechando de la tía que me estaba follando. Además, el viernes había tenido epílogo.

Si tenía alguna duda de quién era la víctima y quién era el agresor, lo confirmé veinte minutos después de acabado el encuentro en la cueva cuando, volviendo a casa en moto, vi a lo lejos el Golf blanco de Cris parado en el arcén. Me acerqué por si había tenido algún problema, pero no llegué a parar a su lado. Lloraba desconsolada aferrándose la cara con ambas manos.

Era obvio que tenía que tomar cartas en el asunto, así que decidí agarrar el toro por los cuernos y ayudarla a reventar al hijo de puta.

La presentación del proyecto fue un éxito. No solamente era una herramienta que nos ponía en ventaja ante competidores directos de mayor tamaño, sino que además Benjamín había accedido a cedernos el control de la misma. No lo sabía en ese momento, pero era una de las condiciones que Cris le había arrancado cuando había accedido a sus propósitos.

Por tanto, la solución era simple. Debíamos dejar pasar unos días hasta que confirmáramos que éramos capaces de gestionar la aplicación solos y, llegado el momento, patada en el culo. Pero me parecía demasiado fácil, sobre todo viendo la calaña del individuo. Además, siempre corríamos el riesgo de ser atacados cibernéticamente por él, y allí sí podía ser realmente dañino.

-¿Cómo estás?

-Bien, ¿por qué?

Mi socia me miraba curiosa, suspicaz, por lo que evité rodeos innecesarios. No habíamos salido a comer, así que estábamos prácticamente solos en las oficinas cuando entré en su despacho. Cerré la puerta y lo solté todo sin ambages. Preocupado por su bienestar, convencido que pasaba algo grave, como coloqué la cámara y descubrí hasta qué punto la estaba sometiendo.

-¡Serás cabrón! –levantó la voz más de lo que debería haber hecho. -¿Quién te has creído que eres para espiar a los demás? ¿Es que ahora que no me tocas necesitas mirar para machacártela?

Estaba fuera de sí por lo que traté de calmarla. Argumentando que se le había ido de las manos y que solamente trataba de ayudarla. Que era evidente que Benjamín había abusado de ella, te ha forzado a hacer cosas que no querías hacer… Me echó de su despacho con muy malos modos, cabrón fue lo más suave que me llamó, encerrándose en él toda la tarde.

Eran más de las 8 cuando llamé a su puerta. Ya no quedaba nadie, pero no podía irme a casa así. Entré con cautela. Estaba sentada en su butaca ligeramente estirada con algodones húmedos en los ojos.

-¿Estás bien? -pregunté. Negó con la cabeza. -¿Puedo hacer algo por ti?

Lentamente se quitó los algodones, se fue incorporando, mirándome vidriosa, asintiendo sutilmente, hasta que llegué a su lado en que nos abrazamos con fuerza. Lo siento, lo siento, tienes razón, se me ha ido de las manos, era todo lo que era capaz de verbalizar a la vez que lloraba de nuevo.

La dejé desahogarse durante un buen rato, hasta que se le secaron los lagrimales. No puedo irme a casa así, se excusaba. Tenía los ojos hinchadísimos y no quería dar explicaciones, pues no era mujer dada a ellas. Pero me las dio.

***

Apenas tardamos una semana en poner en marcha el plan. Lo había ideado durante el fin de semana, así que aquella misma tarde logré calmarla anunciándole que tenía un planteamiento para sacarla del atolladero, para sacarnos a ambos, con lo que logré que marchara a casa un poco más tranquila, pero no quise detallárselo hasta que tuviera atados un par de cabos sueltos. Dos días después, el miércoles, se lo expuse.

No le gustó, pero era la mejor estrategia posible para clavar la daga en lo más hondo del estómago del gordo.

***

Era viernes por la tarde, dos semanas exactas desde que yo había descubierto el pastel. Ahora el que se lo estaba comiendo era Benjamín.

Reunidos los tres en mi despacho, proyectábamos en la pantalla UHD de 40 pulgadas colgada en la pared izquierda la película que iba a llevarse todos los premios. Cris y Benjamín como actores principales, yo como director y guionista.

Mi socia gritaba, suéltame cabrón, otra vez no, mientras nuestro empleado la sujetaba de la cintura, de los brazos, del cuello, tratando de inmovilizarla. Llevaba el mismo vestido blanco que días atrás y luchaba con todas sus fuerzas para zafarse del agresor. Éste también se esforzaba al máximo en someter a su presa, pues no pensaba dejarla escapar.

Extrañamente no estaban en la cueva. Huyendo, Cris se había colado en la sala de juntas, vacía un jueves a las 8 de la tarde, pero Benjamín había sido lo suficientemente rápido para atraparla, o ella demasiado lenta para trabar la puerta, por lo que el búfalo mugía desbocado, sonriendo lascivo ante el bistec que se iba a zampar.

Fue Cris la que soltó la primera bofetada, impactando de lleno en la mejilla del tío, que la miró sorprendido al principio, colérico al tratar de esquivar la segunda agresión. Logró empujarla contra la mesa a suficiente distancia para que los brazos de la mujer no llegaran a su cara, pero la diferencia de envergadura permitió que sus manos pudieran llegar a la cara de ella, que chillando recibió la primera.

La segunda le partió el labio, aumentando sus gritos e insultos al agresor, suficientemente altos para que no hubiera duda de lo que estaba pasando, pero no lo bastante para que pudieran llegar a oídos externos a la empresa. Lamentablemente para mi socia, yo ya me había ido.

Cris aún tuvo fuerzas para lanzar un par de patadas y tratar de arañarlo, pero fue el canto del cisne. La tercera bofetada no llegó a impactar en ella pues pudo esquivarla doblándose hacia abajo, pero la había agarrado del cabello, gesto que combinado con el movimiento brusco de la mujer la dejó tumbada e indefensa sobre la mesa, boca abajo.

A partir de este punto, Benjamín lo tuvo fácil. Su propio peso la inmovilizó, aunque aún le propinó algún guantazo en nalgas y brazos. Cris seguía moviéndose, luchando, pero había pedido vigor y era obvio que su suerte estaba echada.

No le quitó el vestido. Se lo arrancó, dejándolo hecho trizas. Cuando las nalgas de la pobre desgraciada aparecieron, el cerdo se acomodó ente ellas, sacándose el pene sin importarle en lo más mínimo los ruegos de la chica que ahora sí gemía derrotada esperando lo inevitable.

El último grito que mi socia profirió en la película acompañó el golpe seco que anunciaba la profanación de su vagina. Sin dejar de gemir, de quejarse, de lamentarse, llorando aunque las lágrimas no eran visibles desde la distancia de la cámara, soportó los 2 minutos y medio de violación.

Benjamín percutió orgulloso, disfrutando del premio conquistado, tomándola del cabello exultante mientras también la martilleaba oralmente. ¿Esto es lo que ibas buscando verdad zorra? Toma puta, ya estás contenta, y otras lindezas por el estilo.

Cuando acabó dejó caer su peso sobre Cris como si esta fuera también su diván, lo que reactivó la energía de la chica que braceó, pataleó y gritó, suéltame cabrón, cerdo asqueroso, provocando que Benjamín despertara automáticamente de su letargo para descabalgarla. Al sentirse liberada, mi socia salió corriendo del plató para perderse lateralmente por la puerta que daba acceso al pasillo.

La cara de Benjamín, sentado ante nosotros en mi despacho, era de desconcierto. Ni entendía que el último encuentro con su jefa hubiera sido grabado ni veía donde estaba el problema por un acto de sexo duro. Tuve que acercarle el informe médico de urgencias donde se detallaban las contusiones en brazos, nalgas, cuello y cara, así como el labio partido, del que asomaba una pequeña costra, es una calentura se había justificado Cris ante el staff aquella mañana, además de las heridas por una fricción forzada en el conducto vaginal.

El diagnóstico médico había sido meridiano, una violación, sin duda, lo que había puesto en marcha de inmediato el protocolo de atención a víctimas de violencia sexual. La agredida había tenido que relatar el traumático episodio a una agente de policía que lo había redactado para cursar la consiguiente denuncia, documento que también tendí al alucinado joven, pues su nombre y apellidos aparecían en el documento.

-Sólo me falta firmarlo y unos mozos muy agradables vendrán a buscarte, te esposarán y te llevarán a comisaría donde no sólo conocerás a otros delincuentes comunes, te mezclarán con ellos para que hagas nuevos amigos con los que podrás practicar tus habilidades orales. Pero esta vez serán ellos los que te dirán, qué bien la chupas jefa.

Benjamín apenas logró balbucear algo parecido a qué es esto. Nos miraba alternativamente, muy inquieto, sonriendo nervioso incluso preguntándose si era una broma. Pero mis siguientes palabras, en un tono más amenazador aún, le demostraron que no estábamos de coña.

-Tú sabrás qué quieres hacer con tu vida, con tu futuro. Pero hoy tu relación con esta empresa acaba aquí. De ti depende que Cris firme y entrega la denuncia o de que no lo haga. Como en la mayoría de casos de violación se acaban reduciendo a la palabra de la víctima contra la del agresor, el vídeo no deja ninguna duda de qué ocurrió ayer noche. Vídeo que utilizaremos, no lo dudes, si nos hace falta.

Hice una pausa para que el genio digiriera mis palabras. Trató de responder, argumentar que no había sido una violación, que faltaban hechos anteriores y posteriores al vídeo, fuera de la sala de juntas, que…

-No me cuentes lo que ya sé. –Abrió los ojos como platos. Por fin había entendido que había caído en una encerrona, siempre me ha sorprendido lo idiotas que pueden llegar a ser algunos genios, así que continué: -No solamente abandonarás esta empresa hoy. Lo harás con las manos vacías. Ni siquiera recogerás la pocilga que tienes por despacho. Tan sólo me acompañarás allí para traspasarme todas las claves así como el algoritmo base de modo que yo pueda modificarlo sin tu concurso.

-Hijos de puta, me habéis engañado.

-Eso te pasa por pasarte de la ralla. Cuando una mujer dice no, es que no –le escupió Cris.

-Nunca dijiste que no. Fuiste tú la que me dijiste ayer que te ponía hacerlo así, que tenías la fantasía pero que no podías pedírsela a tu marido.

Lo ojos inyectados en sangre del paquidermo no acojonaron a mi socia, que se revolvió feroz ante su agresor.

-Hace dos semanas me violaste. –Benjamín negaba con la cabeza. –Sí, me violaste. Me obligaste a hacer algo que no quería hacer.

-Habíamos llegado a un acuerdo. Tú te ofreciste…

-Te equivocas. Yo me ofrecí a calmarte de cuando en cuando pues un friki como tú no se come una rosca ni pagando, -contraatacó con desprecio –pero te di la mano y te cogiste todo el brazo. Lo que tenía que ser puntual, lo convertiste en diario, en un sometimiento, en una humillación. Te recuerdo que me amenazaste con contárselo a toda la empresa, con hackear toda la red interna y mandarnos a la ruina si no pasaba por el aro.

-No lo decía en serio…

-Pues tu semen en mi garganta sí me parecía algo serio.

Se hizo el silencio. Bastantes segundos después, lo rompí. Tú decides, pero la respuesta era obvia. Lo teníamos agarrado por los huevos y él lo sabía.

A los pocos minutos le acompañaba a la jaula para que recogiera cuatro enseres y me facilitara las claves encriptadas de las cuatro aplicaciones que había desarrollado con nosotros. El chaval estaba hundido, tanto que no daba pie con bola, pero no le di tregua. Era viernes tarde y quería ventilarme el trago lo más rápidamente posible para llegar a casa.

-No lo hice con mala intención, lo prometo. –Fue todo lo que aquel niño grande me dijo antes de despedirse. No respondí, supongo que por ello tampoco se atrevió a decir nada más aunque creo que quiso esbozar algún tipo de disculpa. Lo vi desaparecer como lo que creo que era, un pobre crío al que le habían ofrecido un caramelo sin pararse a pensar que comerse toda la bolsa podía sentarle mal.

Cuando volví a mi despacho para recoger a mi socia e irnos, me encontré con la última sorpresa de la jornada.

Se había desnudado, quedando vestida únicamente con el conjunto de ropa interior y liguero que había visto en la pantalla de mi ordenador hacía exactamente dos semanas. Me esperaba sentada sobre mi mesa, mirándome lasciva. Abrió las piernas, obscena, mostrándome una mano enterrada entre ellas, para bajar a continuación, darse la vuelta, ofrecerme su grupa, y girando la cabeza hacia mí, ordenarme: Fóllate a tu puta cabrón, hace semanas que no me das mi merecido.

¿Quién había sido víctima de quién?

 

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Aquí os dejo el link del primer libro que he autopublicado en Amazon.es por si sentís curiosidad:

https://www.amazon.es/MUJERES-IMPERFECTAS-episodios-peculiaridades-imperfectas-ebook/dp/B01LTBHQQO/ref=pd_rhf_pe_p_img_1?ie=UTF8&psc=1&refRID=MCH244AYX1KW82XFC9S2


Relato erótico: Diario de una Doctora Infiel (1) (POR MARTINA LEMMI)

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Mi nombre es Mariana Ryan.  Y soy médica.  Felizmente casada además con un esposo divino que siempre me dio todo desde el punto de vista sentimental y afectivo y a quien me entregué en un ciento por ciento desde que hace tres años decidí unirme a él en matrimonio.  Aún no tenemos hijos aunque supongo que a mis treinta y un años de edad empieza a ser previsible que no tardemos mucho más en ir encargando nuestro primer crío.  Quisimos (y quise) disfrutar de la vida en pareja y de la convivencia lo más que pudiésemos estirando el momento todo cuanto fuese posible.  Debo decir que tengo mis buenos atributos físicos y puedo afirmar que luzco un cuerpo no exuberante pero armonioso y deseable para cualquier hombre.  En la clínica, en el consultorio, en la calle, los hombres me echan el ojo constantemente y si bien eso es algo que me ayuda (como a cualquier mujer) a enaltecer el ego y la autoestima, lo cierto es que siempre tuve en claro que cuando una se entrega a un hombre, se entrega por completo, en cuerpo y alma y, por lo tanto, no hay lugar para andar mirando a los demás.  O sea que ni en los cinco años que tuve de noviazgo con Damián ni en los tres que llevamos de casados le he sido infiel y, por lo menos creía, jamás lo sería… Pero nunca se sabe en qué momento pueden cambiar las cosas…

          Fue, de hecho, gracias a él que conseguí mi nuevo trabajo haciendo el control médico del alumnado de un prestigioso y caro colegio secundario en el que mi esposo es profesor de química.  En efecto, fue él mismo quien me recomendó y me tomaron muy rápidamente.  Es posible que mis ya mencionados atributos, sumados a mis ojos verdes y mi pelo castaño claro leve y delicadamente ensortijado hayan contribuido a ello, sobre todo considerando la lascivia con que me miraba uno de los dueños del colegio, el que me tomó una entrevista laboral tan breve como la falda que yo llevaba (y que suelo llevar) puesta.  Siempre me gustó mostrar mis piernas y Damián, por suerte, jamás me hizo historia alguna por ello ni se mostró celoso, tal la confianza ciega que siempre me tuvo.  Así que si en este caso la corta falda podía actuar como elemento adicional para conseguir el trabajo bienvenido fuera.  Así es la vida; así es la supervivencia en la selva: si se tienen, como yo los tengo, los encantos necesarios para que te abran las puertas, ¿cuál es el problema?  Mientras no se abran las piernas, todo lo demás vale…
       Por cierto mi nuevo trabajo resultaba un excelente complemento económico para sumar a mis labores en la clínica o en el consultorio.  El primer día todo venía transcurriendo sin novedades.  Llegué al colegio alrededor de las nueve de la mañana y, dado que estaban en recreo, atravesé el patio bajo las miradas hambrientas de los jovencitos y rabiosas de las muchachas e incluso de las profesoras: a las mujeres nunca les gusta la llegada de competencia al avispero.  Entré al aula que habían despejado y que haría las veces de sala consultorio y en ese momento se abrió la puerta detrás de mí y entró mi querido esposo, Damián, quien no podía permitir que yo estuviese en el colegio sin pasar a estamparme un beso.  Nos abrazamos y nos besamos con el mismo amor con que lo hacíamos siempre: el nuestro era un amor que, hasta ese momento, jamás había sufrido desgaste ni acusado recibo de los siempre anunciados y temidos efectos de la rutina.  Nos dijimos que nos queríamos, como también siempre lo hacíamos.
        “Cuidado con mis alumnitos” – bromeó él y ambos reímos.  Luego quedé sola en el lugar; una preceptora que entró me miró de arriba abajo no sé si con envidia o con algún rapto de deseo lésbico.
         “Buen día, doctora – me saludó tan cortésmente como pudo -.  Voy a ir pasando por los salones y haciéndolos venir de a uno, ¿le parece?”
         Asentí y, en efecto, al rato, ya con el recreo concluido, comenzó el desfile.  Ese día me tocaban sólo varones y, por cierto, no podría ver a más de unos veinte en toda la mañana para ir continuando en días subsiguientes en los cuales también tendría que ir revisando a las muchachitas.  A ninguno lo hice desnudarse: no estaba dentro del plan; además de unas cuantas preguntas de rutina y revisar ojos y garganta, sólo tenía que tomarles la presión así que con que se arremangaran la camisa alcanzaba.  No obstante, embelesados como estaban conmigo, algunos no dejaron oportunidad para exhibir pectorales y, por lo tanto, se quitaron la camisa con el poco sólido fundamento de que la manga era muy ajustada y costaba levantarla.  Daba gracia verlos jugar a seductores con la corta edad que tenían y la poca experiencia que les cabría en el terreno de la conquista y la seducción.  Algunos eran lindos, no voy a negarlo, pero eran nenes: ellos, en su ingenuidad, creían que una mujer de treinta y un años podría fijarse en ellos en cuanto hombres.  Pero cuando llegó el vigésimo de la lista y último de la mañana, todo cambió…
Desde el momento en que entró ya se notó una diferencia.  Mientras que los demás habían ingresado tímidamente y pidiendo permiso (incluso algunos tartamudeando) éste lo hizo sin pedirlo en absoluto aunque saludando con mucha formalidad pero sin sonrisa.  No sé bien qué me pasó en ese momento, pero estoy segura de que me quedé mirándolo con cara de idiota y la mandíbula algo caída: ¡por Dios! ¡Qué hermoso muchacho! Qué bello ejemplar del sexo masculino aun cuando tuviera… ¿Dieciséis? ¿Diecisiete? ¿Dieciocho?
         Se acercó a paso firme hacia el escritorio al cual yo me hallaba sentada y no pude dejar de mirarlo un momento.  De hecho, me sostuvo la mirada todo el tiempo.  Precioso.  Ojos verdes, como yo.  Rasgos tan finamente delineados que parecían haber sido dibujados y, a la vez, por debajo de esa delicadeza, un inconfundible e irresistible sesgo de masculinidad, de macho dominante.  El físico, por debajo de la ropa, se intuía hermoso.
        Bajé la vista nerviosamente.  Me di cuenta de que tal vez estuviera quedando en evidencia y tenía que disimular.  Por cierto sentí culpa de experimentar tan súbita atracción por un chiquillo.  Busqué con mis ojos su nombre en la lista que me habían dado pero mi vista bailoteó sin hallarlo; no era tan difícil después de todo porque era el último pero, créanme, yo ya no podía pensar nada.
        “Franco Tagliano… – se anunció él como si percibiera claramente que yo estaba perdida -. Diecisiete años…”
        “S… sí, sí – dije yo, asintiendo con la cabeza y tratando de fingir no haber quedado tan descolocada -.  Tomá asiento, p… por favor”
        No podía creer estar tartamudeando.  Durante todo el curso de la mañana habían sido los adolescentes quienes tartamudeaban en mi presencia y, debo confesar, me divertía con eso.  Ahora la situación no tenía nada de divertido.  Mantuve mi vista sobre los papeles para no mirarlo a los ojos: tenía que reacomodarme por dentro.  Aun así por el rabillo llegué a ver cómo tomaba asiento frente a mí.  Le hice las preguntas de rigor: los datos personales y de filiación, así como los antecedentes de estudios, análisis, enfermedades congénitas, etc.  Fue respondiendo a cada una de ellas bastante lacónicamente; en un momento yo me demoré en preguntar mientras completaba alguno de los casilleros de acuerdo a las respuestas que me había dado.
          “¿Usted es la esposa del profesor Damián Clavero, no?”
          La pregunta, obviamente, me tomó desprevenida.  No estoy, por cierto, acostumbrada a ser interrogada sino que la rutina es más bien todo lo contrario.  Levanté la vista y mis ojos se clavaron en los suyos.  ¡Dios mío!  ¡Qué hermoso!  Dolía mirarlo…
        “S… sí – contesté -.  Él es mi esposo”
         Me odié por tartamudear nuevamente.  Y varias sensaciones se cruzaron, entre ellas la culpa y la vergüenza.  No podía asegurar si ese pendejito insolente buscaba eso o no, pero lo cierto era que la pregunta haciendo referencia a mi situación conyugal entraba como una cuchillada de hielo considerando el deseo vergonzante que el muchachito me generaba.  Quizás fue mi imaginación o mi paranoia pero creo que no: estoy segura de haber percibido en la comisura de sus labios una ligera sonrisita, como si gozara con lo que me estaba haciendo; permanecimos unos instantes mirándonos el uno al otro y de repente me invadieron unas ganas incontenibles de besarlo.  ¡Pero tenía que contenerme!  Tenía que ubicarme en mi rol.  Yo, una médica graduada y mujer casada pasando los treinta, él apenas un adolescente.  ¡Pero qué adolescente!  Envidia me producían repentinamente sus compañeras de curso, las que debían tener el placer de verlo todos los días.  ¿Tendría novia?  De ser así, no puedo decir hasta qué punto llegaba mi envidia.  Pero… ¡debía controlarme!  Deslicé una de mis piernas sobre la otra en una especie de gesto reflejo para descargar súbitas sensaciones que se apoderaban de mi femineidad.  Y a la vez algo dentro de mí me impulsaba a querer ir un paso más allá: yo era la doctora, tenía el control, no había que olvidarlo… Así que decidí hacerme cargo de eso:
            “Sacate la camisa – le ordené, lo más imperativa e indiferente que pude sonar -.  Te tengo que tomar la presión”.
             “Hmm… ¿Me la saco? – preguntó, como extrañado -.  Para tomarme la presión alcanza con levantar la manga”
            Touché.  Pendejo de porquería.  Pero yo no podía ni debía ahora perder el control de la situación.  Él iba a hacer lo que yo decía.
            “Sacatela” – insistí.
             Sonrió.  Se incorporó un poco sobre la silla.
            “Como usted diga, doc” – me dijo.
            Estaba claro que, sorprendentemente para su corta edad, sabía jugar bien el juego.  Ese “como usted diga” era su forma más cruda de restregar en mi cara que era yo quien quería verlo sin camisa.  Y lo peor de todo… era que tenía razón.  Me avergoncé; supongo que me debo haber puesto roja como un tomate y desvié la vista hacia los papeles nuevamente como si estuviera desentendida o desinteresada por la situación.  De reojo advertí cómo la corbata, ya desanudada, caía sobre el respaldo de la silla que momentáneamente había dejado libre y, más que ver, lo adiviné desprendiéndose los botones de la camisa.  “No debes mirar” – me dije a mí misma -.  No debes mirar, no debes mirar”.  Es que si lo hacía le estaba dando un punto importantísimo a su favor; de algún modo era empezar a reconocer su triunfo.  Bajé la vista más aún, hacia algún punto indefinido en los formularios que llenaba; tomé el bolígrafo y amagué garabatear algo pero la realidad fue que sólo describí círculos en el aire sin apoyarlo jamás sobre el papel: no había nada que escribir.
              “Listo, doc” – anunció.
              Supongo que debo haber sido muy obvia al momento de levantar mi vista hacia él.  Es que habían sido largos segundos conteniéndome, reprimiéndome a mí misma y tratando de no mirar; inevitablemente su anuncio funcionó como un liberador y mis ojos fueron disparados hacia él.  Una vez más me avergoncé: porque estaba más que claro que él notó la ansiedad y prontitud que yo había denotado en el acto.  Allí estaba, una vez más luciendo su ligera sonrisa pero, por sobre todo, luciendo un pecho hermosamente masculino y que pedía a gritos ser acariciado, arañado, besado, lamido…
           Estoy segura de que mi labio inferior cayó estúpidamente y durante unos segundos me fue imposible volver a poner mis pensamientos en orden.  ¡No podía estar experimentando eso!  ¡Era un sentimiento impuro!  Degenerado diríase.  Pervertido.  ¡Era apenas un chico!  Cuando parpadeé debí dejar mis ojos cerrados durante unos segundos y ahí me di cuenta de que debía llevar largo rato sin hacerlo.  Tomé el medidor de presión.  Usualmente el modo habitual de tomarle la presión a mis pacientes era sin levantarme de mi lugar sino haciéndolo desde mi lugar, en el lado opuesto del escritorio.  Esta vez, por alguna razón, me levanté y giré alrededor del mueble.  Me acerqué a él y, créanme, a medida que lo hacía, mi respiración iba en aumento y mi ritmo cardíaco también.  ¿Y yo iba a tomarle la presión a ese pendejo que lucía insolentemente apaciguado y tranquilo?
          “Sentate” – le ordené, en un intento por recuperar el control de la situación que a cada rato perdía.  Lo peor de todo fue que, casi sin darme cuenta y como un movimiento reflejo, apoyé las puntas de los dedos de mi mano derecha a la altura de su clavícula para impelerlo a hacer lo que yo le decía. ¡Lo toqué!  Retiré la mano avergonzada, tanto que el movimiento fue exagerado por lo brusco, como también el hecho de que llevé prácticamente la mano hacia mi pecho, tanta la distancia que había procurado poner con aquel chiquillo que me llamaba al deseo más perverso.  Él se sentó.  Yo, sin poder salir de mi asombro por cómo me estaba sintiendo, me incliné ligeramente sobre él y envolví el manguito del medidor alrededor de su codo.  Cada roce con su piel me ponía a mil y hasta confieso que temí hacerme pis encima.  “No podés estar tan bueno, pendejo”, me dije.
        Comencé a bombear para tomarle la presión.  Sentía su respiración muy cerca de mí al punto de que me daba la sensación de que me empañaba los lentes pero eso, desde luego, era mi imaginación.  También tenía la sensación de que mi propio aliento, nervioso y entrecortado, debía estar llegando al rostro del hermoso muchacho así como que él posiblemente estuviera captando que yo me estaba viendo superada por la situación.  Traté de mantener la vista en el aparatito de tal modo de aparecer como compenetrada con mi trabajo cuando la realidad era que ni siquiera estaba atenta a lo que el medidor indicaba… Hice varias mediciones de hecho.
         “Doce, siete… ¿No?” – me preguntó… y la cercanía de su voz me hizo dar un respingo y levantar la vista para que mis ojos se encontraran con los suyos.  Su mirada destilaba un deje de satisfacción: era obvio que estaba disfrutando el hecho de habérseme adelantado en la lectura de la medición lo cual no podía deberse a otra cosa más que a mi estado de extravío… No sólo eso: el hecho de que su presión estuviera normal era también bastante significativo pues venía a querer decir que él no estaba nervioso en absoluto y que controlaba la situación.  Me puse tan nerviosa que, a pesar de lo hermoso de sus ojos no pude evitar bajar los míos para encontrarme con la visión de su boca: perfecta y sugerente con esos labios bien carnosos.  ¡Dios mío!  ¡Qué ganas de besarlo!  ¡Quería besarlo!
          Sentí, de hecho, como si una mano invisible me empujara por la nuca llevándome al encuentro de sus labios pero… de algún lugar saqué fuerzas.  Prácticamente de un tirón solté el abrojo del medidor de presión y me incorporé, alejándome un poco de él y desviando la vista hacia el escritorio, como fingiendo premura para ir a llenar los papeles del caso.
           “Sí, es una presión normal” – dije, buscando sonar segura y profesional.
           “¿Todo listo, doctora?” – me preguntó.
           “S… sí” – respondí dándome cuenta casi al instante de que no le había revisado la garganta.  Pero… ¡Dios!  ¿Cómo iba a poder hacerlo cuando hacía solo unos segundos había estado a punto de no contenerme en mis ganas irresistibles de besarlo?
           Caminé hacia mi sitio original, al otro lado del escritorio.  Mientras lo hacía tuve la sensación de sus ojos clavados en mis piernas o en mi cola que, en parte, se intuía por debajo del ambo y de la corta falda.  Fue una sensación, desde ya, pero qué sensación…
        Mientras mi bolígrafo volvía a bailotear sobre los formularios, lo espié por el rabillo del ojo y pude darme cuenta de que aún no se había vuelto a colocar la camisa.  ¿Qué esperaba para hacerlo?  ¿Podía ser tan guacho de jugar conmigo de esa manera, presentándose allí como un objeto de deseo y sabiendo que a mí me costaría mucho darle la orden de que volviera a vestirse?  En efecto, la orden no me salía… Un par de veces mis labios se entreabrieron y una letra “p” pareció amagar por entre ellos pero nada… ni un sonido brotó, creo yo.
           Él se paró.  Tomó del respaldo la camisa entre sus manos, lo cual yo percibía mirando aún de reojo y enarcando un poco las cejas para espiar.  Un problema menos: parecía que finalmente se pondría la camisa por su cuenta, se iría… y yo volvería a la tranquilidad… o a algo parecido.  Pero una vez más volvió a actuar en mí una fuerza invisible: la misma que momentos antes había querido empujarme por la nuca hacia él pero que ahora se apoderaba de mi lengua para hablar, cosa que segundos antes no había podido hacer.
          “Esperá un momentito” – le dije… y juntando coraje levanté la vista hacia él, aún allí y con su magnífico pecho al descubierto, casi sin vello o con apenas el suficiente como para transmitir inequívocas señales acerca de la virilidad del dueño de tan espléndido tórax.  Me miró con sorpresa, pero siempre con el mismo aire sutilmente divertido.
          “¿Sí, doc?  ¿Hay algo más?”
           Mi vista ahora estaba disparada sin freno, alocada: lo recorría de arriba abajo, centímetro a centímetro, deteniéndose en cada detalle de su lustroso pecho e incluso siguiendo más abajo e imaginando qué habría debajo del pantalón.
            “Sí – le dije -. Bajate el pantalón”
            No puedo creer lo que dije.  Al momento mismo de decirlo la vergüenza me invadió de la cabeza a los pies y supongo que él lo notó.  Se quedó mirándome con extrañeza pero a la vez con ese deje de diversión que nunca abandonaba del todo su rostro.
            “¿El pantalón?” – me preguntó.
             Me tomó sin defensas.  Yo debía buscar la forma de dibujar lo más posible la situación a los efectos de que mis verdaderas intenciones no fueran tan evidentes.
            “S… sí – tartamudeé nuevamente y me odié por ello -.  E… es que tengo que tomar también la presión en la pierna”
            Ahora el deje de diversión pasó a ser abierta sonrisa en su rostro, mezclado con sorpresa.  Claro, él sabía perfectamente en qué había consistido el chequeo que les había hecho a todos sus compañeros y era de suponer que ninguno le hubiera comentado algo semejante ya que la realidad era que a nadie le había tomado la presión en la pierna.  Rogué a Dios que no hiciera referencia a eso, que no me preguntara por qué él sí y los demás no, porque si me preguntaba eso: ¿qué podía yo responderle?   Por suerte no dijo nada al respecto; hizo un gesto como de desdén a la vez que se encogía de hombros y luego comenzó a desabrocharse el pantalón.  Las pulsaciones se me comenzaron a acelerar a un ritmo creciente en la medida en que iba deslizando la prenda hacia abajo.  Supo ser sensual al hacerlo y eso me turbó aún más.  Lo dejó algo más abajo de las rodillas y quedé, una vez más, con el labio inferior caído contemplando sus hermosas piernas y el bóxer de color gris oscuro que cubría un soberbio bulto, tan prominente como apetecible.  No sé qué hice.  Estoy casi segura de haber deslizado la lengua por la comisura del labio y que hasta me cayó un hilillo de baba que espero haya sido imperceptible.  Flexioné una de las piernas llevándola al contacto con la otra y rogué que el escritorio que mediaba entre ambos ayudara a que tal movimiento no fuera visible para él.
           “¿Y ahora, doc?” – preguntó él.
            Volví como pude de mi obnubilada estupidez.  La realidad es que para tomar la presión arterial en una pierna, es necesario que el paciente esté echado boca abajo pero allí no había dónde hacerlo.  Por otra parte necesitaba un brazalete más grande de tal modo de poder envolver el muslo: eso no fue problema porque afortunadamente solía llevar uno en mi bolso.  Le dije que permaneciera de pie, allí.  Giré una vez más en torno al escritorio en dirección a él llevando en mis manos el medidor de presión y el brazalete que extraje del bolso.  Cuando estuve a su lado, el corazón me latía con tanta fuerza en el pecho que hasta temí que él lo estuviera oyendo.  Apoyé una mano sobre mi espalda y fue como si una corriente eléctrica me recorriera el cuerpo y cosquilleara muy especialmente en mi pubis.
             “Inclinate un poquito hacia adelante – le dije -.  Colocá las manos sobre el escritorio y aflojá un poco esta pierna”

Rematé la orden con una fugaz y pequeña cachetada con el canto de la mano sobre la pierna que él tenía más cerca de mi posición y les puedo asegurar que ése fue otro momento de indescriptible excitación para mí.  Él hizo lo que yo le decía y la idea de tenerlo a mi disposición para lo que yo quisiese me aguijoneó en la cabeza como la más hermosa fantasía que pudiera imaginar en ese momento y en esa situación.

           Me hinqué a su lado y ése fue otro momento cargado de intenso  erotismo.  Apoyé una rodilla en el suelo.  Mi rostro estaba a la altura de su bóxer y ésa era una sensación difícil de describir, una incitación al pecado demasiado cercana como para resistirla.  Aun así tenía que hacerlo: ¡Dios!  ¡Era un chico!  ¡No tenía que olvidarme de eso!
         Me aboqué a la tarea de rodearle el muslo con el brazalete y fue todo un suplicio, pero un suplicio cargado de placer por el contacto.  Es que fue inevitable tocarlo: tuve que pasar mi mano en un momento casi por entre sus piernas y aproveché para producir todo el roce que pude.  Qué hermosa piel y qué bello muslo: sólo producía ganas de acariciarlo, morderlo y besarlo.  El trabajo que yo estaba haciendo, por supuesto, servía como pretexto para el roce físico aun cuando pretendiera que el mismo aparentara ser casual o circunstancial.  Fingí, de hecho, no lograr ajustar el abrojo más de una vez para volver a pasar mi mano por entre sus piernas, pero en la última oportunidad en que lo hice al retirar la mano la elevé un poco y pasé el canto por la parte baja del hermoso monte que se percibía bajo el bóxer.  Un nuevo estremecimiento, semejante a un sismo interno, me recorrió; ignoro cómo lo habrá percibido él pero cada vez estaba más obvio que debía controlarme, que mis movimientos empezaban a estar no gobernados por mi voluntad y ello me hacía ya entrar en un terreno peligroso.  Bajé la vista hacia el medidor; tenía que tratar de concentrarme en mi trabajo: hice varias lecturas tal como había hecho antes y finalmente anuncié (tratando de recuperar lo que más pudiese mi tono profesional) que la presión arterial en la pierna era un poco más alta que en el brazo y, por lo tanto, era normal.
          “¿Ya puedo vestirme, doc?” – me preguntó.
          No me atreví a levantar la vista hacia él; yo seguía hincada a su lado.  Una vez más el pendejo jugaba conmigo: la pregunta que había hecho tenía un tono claramente sugerente y buscaba acentuar el hecho de que era yo quien quería tenerlo con los pantalones bajos.  Lo peor del caso era que tenía razón.  Más aún: mis ojos se detuvieron otra vez en la región del bóxer y un hilillo de baba me volvió a recorrer la comisura: ¿iba yo a dejarlo ir de allí sin ponerlo en bolas?  Por supuesto que no…
            “No.  Todavía no” – contesté de un modo tan resuelto que me sorprendí a mí misma; de hecho no tartamudeé.  Lo sorprendente del caso fue que no le ordené que se bajara el bóxer sino que yo misma lo hice: atrapé las costuras a ambos lados de la prenda entre mis respectivos dedos pulgar e índice y tiré hacia abajo  dejándosela un poco más abajo de donde terminaba la cola.
          Y me sentí en cualquier planeta.  Debía estarlo o no podía entenderse cómo yo, una doctora casada y profesional, había hecho lo que acababa de hacer.  De la forma en que él estaba ladeado lo que yo más veía era su cola.  ¡Qué culito precioso!  Nalgas perfectamente redondeadas y sin vello alguno, con una piel que se advertía tan tersa como la seda.
          “¿Y eso doc? – preguntó -.  No sabía que también…”
          “Sí… – me apresuré a contestar casi callándolo -.  Tengo que revisar el orificio anal por si hubiera hemorroides o afecciones bacterianas de cualquier tipo…”
          “M… ¿mi cola, doctora?” – ahora el que tartamudeaba era él.
          “Sí, sí, tu colita… – me encanta usar diminutivos cuando quiero humillar un poquito a mis pacientes; eso los hace sentir poco o que están en mis manos y no pueden hacer absolutamente nada  -, así que inclínate un poco apoyando la pancita sobre el escritorio” – mientras me incorporaba, rematé la frase dándole una cachetadita en el culo.  No me pregunten de dónde había sacado de pronto tanta seguridad.
         Él se inclinó como yo le pedía; apoyó las manos sobre el escritorio pero mantuvo su hermoso pecho a unos centímetros de la superficie del mueble, sin terminar de apoyarlo.  “No importa – me dije para mis adentros -.  Ya me voy a encargar de que lo hagas”.  Me dirigí hacia mi bolso y extraje un guante de hule; lo calcé en mi mano derecha mientras mantenía mi vista clavada en él.  Levantó un poco la vista hacia mí y me divirtió ver su cara de preocupación, como todo hombre cuando sabe que están a punto de enterrarle un dedo en el culito.  A mí particularmente me divierte verlos en esa situación de indefensión y ésta no fue, por supuesto, la excepción: supongo que detectó un brillo de malicia en mis ojos y una ligera sonrisa dibujándose en mi rostro.  “¿Ves pendejo? – pensé -. La doc es quien ahora tiene el control”.
           Volví hacia su retaguardia y me quedé un momento mirándolo, con sus hermosas nalgas expuestas por orden mía.  Me relamí varias veces disfrutando la nueva situación que me ubicaba a mí como la dueña de las acciones.  Esos segundos en los que permanecí inactiva lo pusieron nervioso; se notó.  Y me gustó.
           “Muy bien – le dije, tratando de que mi tono, no por profesional, dejara de sonar imperativo -.  Ahora apoyá las manos sobre las nalgas y separalas un poco.  Quiero ver bien tu colita…”
           Vaciló un poco pero obedeció.  Cuando se llevó las manos a las nalgas para hacer lo que yo le había ordenado aproveché para apoyarle mi mano izquierda sobre la nuca y así hacerlo bajar del todo hasta tocar el escritorio con rostro y pecho.  Prácticamente lo aplasté.
            “Así – le dije -.  No levantes la cabecita”
            Me hinqué una vez más, apoyando una rodilla en el suelo.  Allí estaba su agujerito expuesto en tan hermoso trasero.  No había nada que revisar, por supuesto: aquello no era parte de la rutina.  Era tanta la excitación que me embargaba en ese momento que ni siquiera pensé que en cuanto hablara con sus compañeros y cotejara experiencias, se daría cuenta de que sólo a él le había hecho un control semejante.  Llevé mi dedo enguantado hacia la entradita que se abría invitando a ser profanada.  Jugueteé un poco entre sus esfínteres recorriendo el agujerito y trazando círculos en él; no puedo describir la sensación de felicidad que me invadía.  De haber podido él verme en ese momento, hubiera visto en mi rostro una sonrisa de oreja a oreja peligrosamente cercana a una risa de placer que busqué controlar cuanto pude.  Fue entonces cuando decidí hacer una nueva jugada pero sin decirle nada: me quité el guante; él no se daría cuenta.  Y ahora sí, mi dedo mayor, ya desnudo, entró y hurgó como si buscara alguna imperfección cuando estaba más que obvio que en todo aquel cuerpo no había ninguna.  Metí y saqué el dedo varias veces y él soltó algún quejido que, sinceramente, me llenó de placer.  Seguía sosteniendo sus nalgas para separarlas y yo tenía su hermosísimo culo a escasos centímetros de mi rostro.  Un irrefrenable deseo de besar esa piel se apoderó de mí.  Una parte de mí, la doctora seria y casada, se resistía, pero otra parte, recientemente descubierta y liberada, quería hacerlo.  Ganó la segunda…
             Llevé mis labios hacia su culo y, cerrando los ojos, lo besé.  ¡Dios!  Apenas lo hice me di cuenta de lo que había hecho.  ¡Qué locura!  ¡Estaba perdiendo absolutamente el control!  ¿Era posible que fuera incapaz de controlarme a mí misma?  Me desconocía en la mayoría de mis reacciones.  Sólo esperaba que él no se hubiera dado cuenta de mi beso; había sido bastante suave o, al menos… eso me pareció.  Retiré mi dedo y me quedé mirando hacia su agujerito abierto: juro que daban ganas de entrar en él con la lengüita y mandársela bien adentro…  Pero en eso mis ojos bajaron un poco entre sus piernas y ahí reparé en que, al tenerlas separadas, se veían asomando allí sus testículos.  Yo estaba tan caliente que ya no dominaba mis acciones así que no sé en qué segundo ocurrió ni cómo no pude contenerme pero, como si yo fuera un animalillo que respondiera a un reflejo condicionado, saqué mi lengua por entre los labios y me acerqué hacia la zona.  Le propiné un rápido lengüetazo pero no retiré la lengua en el acto sino que luego subí con ella recorriéndole toda la zanjita de la cola entre ambas nalgas.  Estaba totalmente fuera de mí, como si estuviera drogada.  Un súbito mareo me invadió repentinamente y como si fueran destellos de conciencia me aparecían pequeños atisbos de culpa que me ponían al corriente de la locura que estaba haciendo… ¿Se habría dado cuenta de lo que hice?  ¡Mi Dios!  Era impensable suponer que no lo hubiera advertido; a lo sumo, podía no haberse dado cuenta de con qué lo había recorrido desde las bolitas hasta la base de la espalda; el movimiento, como dije, había sido bastante rápido… pero algo habría advertido: algo…
            De repente se giró.  Y la situación se puso más tensa e incómoda que nunca.  Se había incorporado de la posición en que yo lo había puesto contra el escritorio y ahora apoyaba un codo sobre el mueble.  Lo más fuerte del asunto fue que, al girarse, lo que quedó a pocos centímetros de mi cara fue un hermoso pene que llamaba a devorarlo.  La imagen fue tan poderosa que de algún modo me encandiló y, manteniendo yo aún una rodilla en el piso, levanté la vista hasta encontrar la suya…
           Allí estaba.  Exultante.  Dominante.  Y obviamente divertido ante la situación que, al parecer, volvía a tener en sus manos.  Se llevó la mano derecha hacia el pito y echó hacia atrás el prepucio, descubriendo la apetecible cabeza.  Demás está decir que bajé los ojos nuevamente.  Lo que más rabia me daba era que ni siquiera tenía la pija parada, lo cual venía a restregarme en la cara que la que estaba excitada y al borde de la locura era yo y no él: una forma de sobrar la situación.  Jugueteó un poco con el pene entre sus dedos y lo extendió hacia mí como ofreciéndolo.  No puedo describir cómo me sentía yo: una no sabe lo que es no tener control de la voluntad hasta que finalmente ocurre.  Y en esos casos la culpa y la conciencia pierden ostensiblemente en la pulseada.  Comencé a respirar más agitada y entrecortadamente; sin poder impedirlo, mi cabeza se vio empujada hacia el exquisito bocado que se me ofrecía… o que yo al menos creía que me ofrecía, pues en el preciso momento en que estaba a punto de capturarlo entre mis labios para tragarlo con fruición, sentí un impacto sobre mi rostro y tardé unos segundos en darme cuenta que el pendejo de mierda me había propinado una cachetada.
           Elevé la vista con ojos de fuego, aunque debo decir que la furia por el golpe recibido quedaba eclipsada por la excitación incontenible que sentía.
            “No tan rápido, señora puta – me dijo sin ningún respeto -.  Ya sé que desde que yo entré por esa puerta en lo único que pensó es en comerme la pija – no se podía creer tanta insolencia; yo estaba anonadada, aunque no sabía si el motivo de ello era su actitud o la mía, increíblemente pasiva ante tal humillación verbal y psicológica -, pero le aclaro que esa pija que usted tanto desea es la misma que desean comerse todas las nenas de este colegio…”
             Me quedé mirándolo sin entender.  Jamás había visto exhibir tanta arrogancia a sujeto alguno, hombre o mujer.  ¡Y éste era apenas un chico!  ¿De dónde había salido?  El hecho fue que me quedé estúpidamente sin articular palabra y una nueva cachetada se estrelló en mi rostro.
            “¿Todavía no entendés,  pedazo de putita?” – me reprendió no sólo como si tuviera muchos más años que yo sino además como si hubiera dispuesto sobre mis acciones desde que yo había nacido.
             Moví la cabeza lateralmente en señal de negación.
             “Uuuuy la puta madre – se quejó -: encima de atorranta, la señora es tarada, lenta de acá…” – me golpeó sobre la cabeza con los nudillos -.  Lo que te estoy diciendo pero que obviamente no entendés por tu estupidez es que este caramelo, obviamente, no es para cualquiera… Y si querés comértelo, vas a tener que pagar”
              Yo seguía sin dar crédito a lo que oía.  Una parte de mí quería mandarlo a la mierda y otra quería permanecer allí, sumisa y ahora de rodillas ante él, ya que el segundo cachetazo me hizo perder algo el equilibrio y ahora tenía yo ambas rodillas sobre el piso: imposible imaginar una situación de mayor sometimiento.  Y pensar que sólo unos instantes antes, ilusa de mí, había creído tener la situación bajo control y que él respondía a mis órdenes.  Tal vez, después de todo, él  tuviera razón y yo era, efectivamente, una grandísima idiota.  Al ver que yo no hacía movimiento ni emitía sonido alguno hizo un ademán de buscar con la mano el bóxer que tenía muslo abajo con el aparente objetivo de empezar a levantarlo.
           “Y bueno – dijo, sonriendo pícaramente -.  Si no hay platita, no hay bocado para su boquita”
           “¡No!” – solté un gritito que no pude contener y que era más de espanto que de otra cosa; apenas lo pronuncié, me llevé ambas manos a la boca con mucha vergüenza como no pudiendo creer lo que había hecho.  La realidad era que no podía creerlo.  La realidad era que yo no podía permitir que el más hermoso ejemplar de macho que hubiera tenido ante mí en el ejercicio de mi profesión se fuera a retirar de aquel improvisado consultorio sin antes haber saboreado su pija.  Él sonrió maliciosa y triunfalmente.
            “Aaaah, bueno… – dijo con tono de burla -.  Parece que la doctora quiere pija y está dispuesta a desembolsar platita, ¿no?”
            Estaba totalmente vencida.  Esta vez bajé la cabeza con humillación y asentí.
            “Así me gusta – enfatizó -.  Ahora vaya a ese bolso suyo y traiga lo que le pedí”
            Tragué saliva, me acomodé un poco el ambo y flexioné una rodilla como para empezar a ponerme de pie.
            “¿Quién te dijo que te pararas?” – preguntó, con tono de reprimenda.
            Yo ya estaba en cualquier lado.  Había perdido absolutamente toda dignidad y toda reacción.  Sin entender demasiado, levanté la vista hacia él nuevamente.
             “Vas a ir en cuatro patas – ordenó -, como una perra… Es lo que sos, ¿o no?” – soltó una sonrisa tan ladina y perversa que no se puede explicar con palabras y, con un gesto de la cabeza, me indicó que comenzara a gatear en dirección al bolso.
               Volví a tragar saliva.  ¿Yo iba a obedecer semejante orden?  ¿Yo iba a hacer semejante cosa?  En cualquier otro contexto les diría que no; de hecho siempre fui una defensora a ultranza de los derechos de la mujer, contraria a todo avasallamiento de la dignidad femenina.  Pero lo que irradiaba ese pendejo era algo que nunca había visto en nadie.  Y la premura de las órdenes impelían todo el tiempo a actuar con urgencia y sacrificar toda reflexión ética acerca de cuán digna estaba siendo yo.  Por lo pronto (hasta me da vergüenza mencionarlo al recordarlo), comencé a marchar en cuatro patas en dirección hacia la silla sobre la que estaba el bolso.  Mientras lo hacía, a mis espaldas, pude escuchar como él reía satisfecho.  Llegué hasta el bolso: era tal la turbación que yo experimentaba que estoy segura que en algún momento me rodó una lágrima… pero por otra parte la excitación que estaba viviendo y la ansiedad que me despertaba el avanzar hacia el siguiente paso arrasaban con cualquier otra sensación que pudiera boicotear a los sentidos.  Hurgué buscando mi billetera hasta que la encontré.  No me había hablado de un precio.  Tomé doscientos pesos; lo consideré muchísimo.  ¿Estaría conforme con ello?  En todo caso, con los dos billetes en mano, desanduve en cuatro patas el camino que había recorrido unos instantes antes para ir hacia él.  Una vez enfrente del chico, me arrodillé nuevamente y le extendí una mano con los doscientos pesos.  Los tomó y, en un principio, me dio la impresión de parecer satisfecho pero, para mi sorpresa, me estrelló los billetes en la cara y me propinó una nueva cachetada.
            “Por esta plata lo único que te puedo permitir es que me la mires un rato y te masturbes” – dijo, con una furia que no supe interpretar si era real o parte de un exagerado histrionismo que usaba para humillarme aún más -.  Andá a buscar más”
              Yo quería llorar.  En mi vida nadie, pero nadie, me había humillado tanto.  Bajé la cabeza avergonzada y, una vez más, marché en cuatro patas hacia el lugar en que el bolso se hallaba.
             “Mové el culo mientras vas yendo – me ordenó -.  Mostrá bien lo puta que sos”
               Cada orden que emanaba de sus labios tenía el efecto de una cuchillada a la dignidad.  Y yo, sin objetar palabra alguna,  comencé a contonear mis caderas mientras gateaba a los efectos de mover mi culo tal cual él me había exigido.  Una vez más llegué al bolso.  ¿Cuánto querría aquel pendejo?  Seguía sin poner precio y eso era, sin duda alguna, parte también de su perverso juego.  Tomé otros doscientos pesos.  ¿Sería suficiente?  ¿Y si me hacía volver?  Para estar segura, extraje otros cien… Por cierto, en mi billetera ya no quedaba mucho más, sólo algo de cambio chico.  Si me volvía a decir que no, me quedaría sin mi sabroso manjar…
        “Ponete la plata en la boca y trámela” – me ordenó desde donde se hallaba.
         Y yo, obedientemente, coloqué los tres billetes atrapándolos entre mis labios cual si fuera un perrito y, para que la analogía se hiciera aún más gráfica, volví a iniciar la marcha en cuatro patas hacia él.
        “Juntá también los que están en el piso” – me ordenó cuando estuve a escaso metro y medio de él.
          Así que, siempre en cuatro patas, recogí los dos billetes que antes le había llevado y que él había estrellado contra mi rostro con tanto desprecio.  Y así, con quinientos pesos en mi boca, me quedé de rodillas ante él rogando al cielo o a quien fuese que esta vez quedara satisfecho.
         Por suerte pareció ser así.  Me guiñó un ojo y sonrió.  Tomó de mi boca los billetes que yo le llevaba y me acarició la cabeza como si lo estuviera haciendo con un perrito.
          “Muy bien – me felicitó con sorna -.  Así me gusta…”
           Volvió a llevarse una mano al pene y otra vez tiró de la piel hacia atrás, exponiendo su hermosa cabeza ante mis ojos y mi ansiosa boca, la cual ya no podía esperar.
            “A ver cómo chupa, señora” – dijo mientras echaba la cabeza ligeramente hacia atrás como en una actitud de relajación.
             Fue como si me hubieran dado un empujón.  Esta vez me arrojé hacia él.  No podía dejar pasar un segundo más sin tenerlo en mi boca.  Lo tragué todo cuanto pude y recorrí su hermosa glande haciendo círculos con mi lengua.  Sólo quería devorarla… sentirla entrando en mí… Tocame la garganta, pendejo…
             Ahora sí noté cómo se le iba poniendo dura.  Me apoyó una mano sobre la nuca y me empujó con fuerza hacia él de tal modo que su miembro entró en mi boca tan grande y carnoso como era y, por un momento, tuve arcadas y hasta sentí que me asfixiaba.  Nada de eso, sin embargo, me impidió seguir con mi “labor”.  Lo aferré con mis manos por la cola y prácticamente le enterré las uñas en las nalgas; lo atraje hacia mí de modo análogo y complementario a cómo él me atraía hacia sí, todo ello sin parar de atragantarme ni un solo segundo con su hermosa y portentosa pija ocupando mi boca.  Él comenzó a mover caderas y cintura acompasadamente de tal modo de estarme, literalmente, cogiendo por la boca.  Y yo, para esa altura, sólo deseaba hacerlo acabar y sentir su leche llenándome; paradójicamente, deseaba que aquel éxtasis de erotismo no terminara nunca.  Ni por un momento se me cruzó por la cabeza, al menos mientras se la mamaba, el contexto de la situación: que estábamos en un colegio, que la puerta no estaba cerrada con llave y que existía por lo tanto la posibilidad de que de un momento a otro pudiera girarse el picaporte; tampoco se me ocurrió pensar en mi marido, que estaba trabajando en ese mismo colegio y tal vez a unos pocos metros de distancia, explicando alguna ecuación “redox” o algo por el estilo.  No… en ese instante lo único que había en mi cabeza era lo mismo que había en mi boca… y, de algún modo, también en mi sexo, ya que me daba cuenta de que tenía la bombacha totalmente mojada.
           “Así, puta, así” – no paraba de decirme entre dientes y diríase con desprecio, a la vez que seguía empujando mi cabeza contra él y por momentos me estrujaba los cabellos de tal modo que hubiera yo soltado agudos alaridos de dolor en caso de tener la boca libre.  Su respiración se comenzó a acelerar y supe que ya estaba llegando al momento.  Aumenté el movimiento de succión a los efectos de aumentar la intensidad del inminente orgasmo y, además, porque sinceramente, yo ya no daba más y me sentía, como él, a punto de estallar.  Y estalló.  De pronto mi boca se inundó de leche amarga que, al instante, comenzó a bajar por mi garganta buscando el estómago.
            “Ni se te ocurra escupir – me ordenó él entre dientes a la vez que aumentaba la tensión con que tiraba de mis cabellos -.  A tragar, vamos… a tragársela toda… ¡Toda!”
             La verdad era que ni se cruzaba por mi cabeza la posibilidad de  no hacerlo.  Sólo quería su semen adentro mío y, en efecto, eso fue lo que sentí: un río caliente que serpeaba en dirección a mi estómago.  No paré de mamar: no quería que quedara una sola gota sin entrar en mí.  Él jadeaba y, pensándolo hoy, me cuesta creer, que sus gritos no fueran escuchados desde el exterior.  ¿Qué habría pasado si alguien se hubiera presentado en el lugar para ver qué estaba ocurriendo?  No sé; ignoro si escucharon o no, pero el hecho fue que nadie vino.  Una vez que su respiración se fue calmando y dejó de jadear y gritar, me apartó de su verga con un violento empellón sobre la frente, exhibiendo el mismo desprecio hacia mí que había mostrado durante todo el acto.
            Durante un rato me ignoró.  Mantuvo los ojos cerrados y buscó volver a la normalidad, bajando el nivel de agitación.  Era como si yo no existiese: era sólo un objeto y mi boca era un agujero en el cual él había eyaculado; nada más.  Luego se subió el bóxer y el pantalón, lo cual indicaba su intención de vestirse y marcharse.  Como se imaginarán, lo sufrí.  Yo estaba en el piso, ya ahora directamente con mis caderas apoyadas sobre el mismo.
           “Muy bien, doc – me felicitó con el mismo tono mordaz que había utilizado antes -, lo hizo muy bien, señora Clavero”
             Remarcó el apellido de mi esposo, es decir de su profesor, para aumentar el impacto sobre mí y, por cierto, lo logró.  Fue el peor recordatorio posible de que yo era una mujer casada, que mi marido no andaba lejos del lugar y que, por cierto, había sido él quien me había conseguido aquel trabajo.
             El muchachito se volvió a colocar camisa y corbata.  Sin mediar más trámite se dirigió hacia la puerta.
             “Será hasta la próxima, doc… Si es un poquito inteligente, se las va a arreglar para tenerme otra vez por acá, je… Y con lo puta que es, no tengo duda de que va a hacerlo… – se volvió y me guiñó un ojo -.  Que tenga un buen día…doctora…”
                                                                                                                             CONTINUARÁ
 

Relato erótico: “16 dias cambiaron mi vida 2” (POR SOLITARIO)

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Debo daros las gracias a todos los que me habéis dedicado vuestra atención.

Más aun a los que se han molestado en comentar y valorar.

Martes, 9 de abril de 2013

Me despierto cerca de las ocho, en las pantallas veo a los niños correteando por el pasillo y el salón.

Con los uniformes del colegio salen con su madre hacia la puerta.

Ana debe haberse ido ya que no la veo. Pero oigo hablar a Mila desde el recibidor.

Mila.- Ana, si no quieres ir sola yo te acerco cuando vuelva de llevar a los niños.

Ana.-No, déjalo mama. Iré sola. Tengo que ir acostumbrándome.

Veo salir a Ana de su habitaciónón restregándose los ojos medio dormida y haciendo un gesto de burla sacando la lengua a su madre, aunque no puede verla.

No utiliza el baño del pasillo y entra en el de nuestra habitación, se sienta en la taza del wáter para sus necesidades y se quita la blusita y el pantaloncito corto que se pone para dormir.

Desde que la bañaba con cuatro o cinco años no la había vuelto a ver desnuda.

Se acaricia los pechos, como dos medios limones. Las aureolas pequeñas y rosadas y unos pezones apenas visibles. Al acercarse hacia el lavabo para cepillarse los dientes, la cámara la enfoca de frente y admiro su pubis cubierto por un suave vello, del mismo color del pelo pero algo más oscuro.

Físicamente se parece mucho a su madre. Ya aparecen las curvas que definen su femineidad, sus piernas largas y finas de muslos suaves coronados por un culito redondo, como tallado por un artista, respingón.

Es muy bella. Me avergüenza espiar a mi hija, pero no puedo evitarlo, quiero saber que hace, como es. Ha cogido un objeto de un cajoncito del mueble y entra con él en la ducha. Realiza extraños movimientos, al igual que su madre. Es raro.

Observo a través del cristal borroso por el vapor y el agua, que parece entretenerse en sus partes bajas, parece que se está masturbando.

Cuando termina de asearse va a la habitación de la madre donde saca, de un cajón de la cómoda, un tanga muy pequeño. No debe cubrir nada.

Unas medias de color arena, liguero y un pequeño sostén de media copa a juego. Se va a su habitación y sale vestida. Una blusita blanca, la faldita muy corta, una sudadera y un chaquetón. No desayuna. Coge su pequeño bolso de colgar y se dirige al recibidor. Se cierra la puerta.

Mi paranoia va en aumento, no conozco a mi familia.

Tengo que saber adónde va, que hace, con quien se encuentra.

Salgo corriendo para verla salir, no llego a tiempo. Corro hacia la parada del autobús y menos mal, allí está. No me puede ver.

Paro un taxi que se acerca y me subo en el. Le indico que se espere a que llegue y siga al autobús.

Tras un corto recorrido baja y se espera en la parada. Estamos lejos del instituto donde debía ir. Llega otro autobús y lo coge. El tramo es más largo, en una de las paradas desciende, yo le indico al taxista que se detenga a una distancia prudencial, lo despido.

Sigo a mi hija a pie, por las calles de un barrio poco recomendable. Cerca de la Avenida de Moratalaz. A ella parece que eso no la asusta, llama a un piso en el portero, le abren y entra en el edificio. Me acerco y casualmente en ese momento un vecino sale del bloque.

Aprovecho que está la puerta abierta para entrar.

Desde el zaguán veo que llama a un timbre en la primera planta, le abren pero no puedo ver a la persona del interior.

Realizo un cálculo para saber que és la puerta 1º D, me dirijo a los buzones de correo situados en el zaguán, donde puedo ver el nombre asociado a la puerta, una tal María López, a quien no conozco.

Salgo del bloque y cruzo la calle situándome en un café cercano, desde donde pueda verla salir, me siento a desayunar y me entretengo leyendo el periódico del bar. Pasa más de una hora cuando veo a Ana salir del edificio con el pelo revuelto, parece acongojada.

¡¡Dios mío!! ¿Qué puede haberle ocurrido? ¿Qué pasa con mi pequeña? ¿Qué ha venido a hacer aquí?.

No quiero ni imaginarlo. Me atormentan las dudas. Esto es una pesadilla.

La niña va a la parada del autobús y se sienta en el banco, está sola, veo que se cubre la cara con ambas manos y parece que está llorando.

Saca un pañuelo de papel de un paquete del bolsito que lleva colgado, se limpia las lagrima, se suena y se queda mirando al vacio.

Al llegar el autobús sube y yo me lanzo a buscar un taxi que me lleve de vuelta.

En el camino detengo el taxi, le digo que me espere unos minutos y entro un supermercado de barrio para comprar algunas cosas que necesito para mantenerme los dos días que me quedan antes de volver.

Cuando llego al apartamento de Eduardo enciendo las pantallas para ver el lupanar en que se ha convertido mi casa. Ana esta tendida en el sofá del salón, llorando.

Al parecer está sola.

Poco después llega Mila, al verla así, se acerca a ella y la abraza. Hablan muy bajo, no consigo oír nada, Mila dice, levantando la voz..No vayas más si no quieres. La besa en la frente y se la lleva a la cocina a seguir hablando, donde no tengo cámara ni micrófono.

Si no fuera por lo acontecido ayer en ese mismo piso, la imagen de esa madre consolando a su hija seria enternecedora.

Pero se me cruzaban en mi mente las imágenes de mi mujer desnuda penetrada por sus dos amigos y alcanzando orgasmo tras orgasmo hasta el desfallecimiento.

El resto del día transcurre con normalidad, el trasiego por las estancias, la merienda. Suena el teléfono, contesta Ana.

Ana.- Mama es para ti.

Mila.- ¿Quién es?

Ana.-Es Marga, que te pongas.

Mila.- Al teléfono. Hola Marga, que tal estas________ ¿Esta noche?____ ¿A qué hora? ______Vale allíí estaré, o mejor, ven a recogerme___ De acuerdo chica, un beso.

Ana.-¿Que quería mamá? ¿Tienes cita para esta noche?

Mila.- No solo saldremos a tomar una copa con unos amigos.

Ana.-¿Y vas a ir?

Mila.- Pues claro, tú ya eres mayor y te puedes hacer cargo de los niños por un rato.

Ana.-Pero no vuelvas muy tarde, por favor.

Mila.- Vale, no te preocupes.

Mila se va al baño a ducharse y acicalarse. El conjunto de lencería que saca es para morir de infarto. Imagino que esta noche tendrá fiesta. Ana se queda leyendo en el salón, con la tele encendida en un programa de cotilleos.

A las diez llaman al portero, Mila contesta.

Mila.- Ya voy Marga.

Mila.- Ana acuéstate ya.

Ana.- Vale

Oigo cerrarse la puerta.

Salgo corriendo a la calle, me acerco al bloque y llego a tiempo de ver a mi mujer salir. Marga, su amiga, la espera en el portal.

Se abrazan y se besan las dos.

Marga es una mujer bonita, con un cuerpo muy sexi, separada, al parecer por infidelidad. Me cae bien, es muy agradable y cariñosa conmigo y los niños.

¿Dónde irán las dos?. Tengo que seguirlas para saber que traman.

Se acercan al coche de la amiga y veo a dos hombres en los asientos de atrás. Uno de ellos sale del vehículo besa a mi mujer y cede el asiento, da la vuelta y se sienta en el asiento del copiloto, junto a Marga que conduce.

Mi mujer, al entrar en el coche, se abraza al otro y lo besa en la boca. El coche arranca.

Busco un taxi para seguirlos, tengo suerte y lo consigo antes de perderlos de vista.

El taxista me mira extrañado cuando le digo, “Siga ese coche, a una distancia prudente pero sin perderlo”.

Recorremos las calles hasta llegar a lo que parece un club, en un polígono industrial.

Aparcan, se apean y se dirigen al local, abrazados, besándose, entran en el establecimiento.

Yo despido al taxista que al pagarle me guiña un ojo con complicidad.

Decido acercarme y preguntar al portero que clase de local era ese, le digo que estoy de paso por la ciudad y no conozco el lugar.

El hombre joven y amable, guardia de seguridad, sonriendo, me dice que aquel era un local de “parejas”, recalcando lo de “parejas”, vamos, de intercambio de parejas.

Pregunto si puedo entrar, aun a riesgo de que me puedan ver, y me dice que bueno, pero al ir solo tengo que pagar cuarenta euros.

Al entrar en el local con las luces muy tenues, solo se veían sombras. A mi izquierda, una barra de bar de unos tres metros, con una preciosa chica de unos veinte años, de facciones inequívocamente sudamericana. Ante la barra del local, hay una pareja follando, ella sentada en un taburete, con los codos apoyados en la barra, con las nalgas hacia fuera y un tipo de unos cuarenta años follándola por detrás.

Ante la expresión de mi cara una mujer que acerca con una sonrisa en los labios.

Muy guapa, morena, casi de mi estatura, con un vestido de estilo oriental de una pieza, rojo, abierto por un lado dejando ver el muslo hasta casi la cintura.

Hola soy Alma, ¿Tu quien eres?

Yo.- Me llamo Felipe –Miento-

Alma.- ¿Es la primera vez que visitas un local así?

Yo.- Si, no he conocido nunca algo parecido. Pero alguna vez tendría que ser la primera ¿No?

Alma.- ¿No estás acostumbrado a esto verdad?

Yo.-Pues no, ciertamente.

Alma.- Ven te voy a enseñar las instalaciones. Tenemos salas para BDSM, experiencias sadomasoquistas, un yacusi y también una sala oscura.

Yo.- ¿Qué es eso? He oído hablar de ello pero no lo imagino.

Alma.- Ya lo veras. ¿Eres Voyeur?

Yo.- No lo sé, quizás descubra una faceta desconocida en mí.

La muchacha se ríe.

Alma.- Aquí hay unas normas a seguir. No forzar a nadie a nada. Todo se hace voluntariamente. Y no formar escándalo. Ah, y siempre con forro. Ya sabes.

Pasamos por pasillos con habitaciones a los lados con gente practicando sexo. Dos parejas en el yacusi disfrutando de las burbujas. Todos desnudos. Algunas parejas sentadas tomando té y combinados.

En un pasillo oscuro y estrecho percibo unos gemidos que me resultan familiares, era Mila.

Yo.- ¿Puedo mirar sin ser visto?

Alma.- Por supuesto, hay muchas parejas a las que les excita saber que un desconocido las está mirando. Acércate, mira todo lo que quieras. Yo te dejo, tengo otras obligaciones. Si necesitas algo me buscas. Que te diviertas.

Había una pequeña ventanilla por la que me asomo. A pesar de la tenue luz puedo ver a Mila a cuatro patas siendo penetrada por un hombre bajo y grueso, a mi me parece repugnante, la verga con que estaba follando a mi mujer era la mayor y más gorda que podía imaginar.

La penetraba analmente. Y al parecer ella disfrutaba.

Se la metía despacio, recreándose, con las manos tiraba de sus cabellos como si de una yegua se tratara.

Mila casi sin resuello y con la cara bañada en lágrimas gritaba.

Mila.- ¡¡Párteme en dos mierda, hijo puta, cabrón, métemela hasta el fondo!!

¡¡Joder que gusto, me muerooo!! ¡¡Quiero otra polla mas, quiero otra pollaaa!!

El lugar tenía el suelo cubierto de colchonetas.

Marga bajo tendida boca arriba en perpendicular bajo Mila le mamaba las tetas y con una mano le acariciaba los huevos al tipo que se la metía por el culo a Mila.

Mientras, a ella, el otro tipo mal encarado y flaco, se la follaba por el coño.

El gordo.- Pero que putas sois. Os encanta que os follen ¿Verdad?

Guarras, que os gusta que os metan las pollas por todos los agujeros del cuerpo. Te voy a poner el culo que no te vas a poder sentar en una semana.

Le decía a Mila y seguía bombeando. Ahora con una fuerza bestial.

Saca su verga de un tirón, que hizo gritar a Mila de dolor.

Empuja al flaco y saca a Marga de debajo de Mila, le dice al otro tipo que se tienda boca arriba y coloca a Mila sobre él boca abajo, le agarra el miembro al flaco y se lo mete en el coño a Mila, colocada encima. El gordo se colocó detrás y agarrando las caderas de mi esposa le incrusta, de golpe su badajo por el culo.

El gordo.- ¡¡Así me gusta follar un culo. Cuando otra polla por el coño me lo deja más estrecho!!.

De pronto veo con horror que el bestia se vuelve hacia la mirilla donde yo estoy gritando:

El gordo.- ¡! Ven aquí mirón, maricón y métele la polla en la boca a esta guarra que no tiene bastante con dos!! Necesita más pollas!!

Mila mira en mi dirección, no puede verme por la oscuridad que me rodea y menos reconocerme y con los jadeos y gemidos Grita.

Mila.- Deja al mirón que le dé al ojo y se la menee en paz mamón, que a mí me pone caliente que vean como me follan.

Al oír eso salgo corriendo, espantado del local, mientras escuchaba las risas de mi mujer y sus amigos, burlándose, aun oí decir.

El gordo.- El mirón se ha llevado un susto de muerte. Jajajaja. No sabe lo que se pierde.

Al salir del antro respire profundamente el aire fresco y limpio de la noche.

Detuve un taxi y regrese al apartamento.

Me tumbe en la cama y al poco estaba dormido.

No sé cuánto tiempo pasó, me desperté por el murmullo del equipo de sonido, me acerque a las pantallas y vi cual era el origen.

Mila y Marga, con los dos energúmenos estaban en el salón. Desnudos, follando.

Mila tendida a lo largo en el sofá, con la cabeza sobresaliendo doblada hacia atrás, se dejaba penetrar la boca por el canijo, se la metía hasta fondo en la garganta sin producirle arcadas.

Mientras Marga, de rodillas en el suelo, sobre el cuerpo de su amiga le comía el coño.

A su vez el gordo, agarrado a las caderas de Marga le follaba el culo y ella se quejaba por el daño que le estaba haciendo. Se la veía a disgusto.

¿Nunca tenían bastante?. ¿No se cansaban? ¿Cómo Mila, tan delicada, era capaz de soportar tamañas humillaciones?

Había botellas y copas por el suelo. Estaban borrachos. Al parecer habían continuado la juerga en mi casa, llevaban un buen rato y yo no los había oído hasta despertarme.

Mila.- Joder no hagáis ruido que no se si Ana les ha dado el las gotas a los niños y se pueden despertar.

El gordo.- No te preocupes tía, si se despiertan nos los follamos también. Jajaja

Mila.- No digas barbaridades, joder, son demasiado pequeños.

Y apretaba la cabeza de su amiga contra su vulva. Empujaba al que se la metía por la boca y se corría una y otra vez, estrujando con sus piernas a Marga, que levantaba la cara y con los ojos desencajados se relamía de gusto con los líquidos de Mila.

Por la cámara del pasillo vi como se entreabría la puerta de Ana, se asomaba y se volvía a cerrar.

Mi niña estaba despierta y se estaba enterando de todo, había visto a su madre en una orgía desenfrenada con desconocidos.

¿Que más sabia mi niña?. ¿Cuánto habría visto?

Se levantaron todos y se fueron al dormitorio.

Se revolcaron en la cama en un batiburrillo de cuerpos, manoseándose, dando palmadas y pellizcos en los cuerpos de las mujeres, les mordían los pezones hasta hacerlas gritar de dolor y ellas se agarraban a las pollas de ellos y las chupaban. Ellos metían sus dedos en los coños y culos de ellas. Risas, jadeos.

Marga se levantó y entro en el baño a orinar, tras ella entro el gordo barrigón y peludo, el vello le cubría el pecho, los hombros y la espalda, parecía un oso.

Al ver a Marga en el WC se agarro la verga, apunto a Marga y la ducho en orina.

Marga.- ¡¡No seas guarro!!

Mila.- ¿Qué está haciendo?

Marga.- Se me ha meado encima.

Mila.- ¡¡Eso no!! ¡eh! ¡¡Esas marranadas aquí no!!

El gordo, riéndose, se metió en la ducha.

¿Que podía haberla llevado a estos excesos, a esta inmoralidad? A la obscenidad más absoluta. Para mí era difícil comprender que hubiera personas a quienes estas atrocidades les produjeran satisfacción. Pero lo inaudito es que fuera mi mujer, precisamente, quien lo hiciera. Era totalmente incomprensible.

Se ducharon todos juntos entre risas y bromas pellizcos, mordiscos en los pechos de las dos, en las nalgas, que las hacían dar grititos de dolor-placer, y que dejaban marcas en sus cuerpos.

Las mujeres se tienden en la cama, besándose.

Los dos sujetos se visten, sacan unos billetes y se los tiran encima de Mila y Marga y se marchan.

Las dos amigas siguen juntas, desnudas, abrazadas y cansadas, sobre el dinero ganado vendiendo su cuerpo. Se duermen enseguida. Son casi las seis de la mañana.

Mi cabeza hervía de ideas extrañas, no comprendía nada de lo que sucedía, a Mila ¿no le importaba que los niños oyeran y vieran lo que ella hacía?.

Y si lo sabían, ¿Como les afectaba?. ¿Habrían abusado de ellos?

!!Joder, esto era una locura!!

Era preciso que yo averiguara todo lo que ocurría, por qué y cómo se había llegado a esta situación.

Caí rendido en la cama derrotado, agotado.

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Relato erótico: “Cartas de mis novias infieles: Belén.” (POR JULIAKI)

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Belén fue otra de mis espectaculares novias y la que también me hizo un regalo de cuernos espectaculares, pues me la pegó a base de bien con un desconocido a la primera de cambio, justo cuando había decidido bajarse a la playa a tomar el sol y encontrarse con un tipo que la despertó los más bajos instintos. No contenta con eso, me lo relató con todo lujo de detalles en esta carta:

Hola cielo:

Esta mañana me ha pasado una cosa algo extraña que todavía no llego a asimilar, pero ha sido algo tan raro que ni yo misma comprendo todavía, te lo prometo, pero en cambio así ha sucedido.

Resulta que como tú estabas trabajando y hacía tantísimo calor, me bajé a la playa para tomar un poco el sol, ya sabes cuanto me gusta la playa y aunque sea sola o acompañada, me encanta tumbarme para ponerme morena, quedarme en top less y sentir como los rayos solares acarician mi cuerpo, notar ese calorcito sobre mi piel… es algo sensacional y por cierto algo, que como sabes, me pone bastante cachonda.

Lo peor de todo es realmente no había sitio donde colocar la toalla entre tanta gente, la verdad es que era un día de los que más personas he visto en esa playa y sabes que también me agobian mucho los sitios tan abarrotados, pero claro, no había otra cosa que escoger y como buenamente pude, me ubiqué en el primer sitio que vi más o menos vacío, entre innumerables toallas y tumbonas, pero bien situado de cara al sol y también cerca del agua, para poder zambullirme en caso de que aumentase el calor, pero sobre todo un sitio para ponerme bien morenita, tal y como a ti te gusta que esté, bien tostadita ¿a que si, amor?

Bien, pues nada más llegar me di cuenta que un chico que estaba cerca de mí no me quitaba ojo de encima y como soy un poco mala pues me puse en plan exhibicionista y quise ponerle un poco cachondo, sabes que no puedo remediar hacerme la desentendida y poner como motos a los tíos, pero eso me calienta tanto a mi como a ellos, ¡que le vamos a hacer!

Me bajé lentamente el vestido blanco que llevaba y le enseñé las tetas para que disfrutara el pobrecillo, moví mis caderas para terminar de sacarme el vestido y que aquel chico no perdiera detalle de mi anatomía. Al principio crei que solo me miraría un rato, pero es que no me quitaba la vista de encima, sé que le gusté desde el principio y eso me gustaba a mí tambien.

Le notaba excitado por la situación pero no se cortaba a la hora de mirarme, debía estar muy caliente pues en su bañador se notaba un bulto considerable. Eso ya sabes que me supera y ver que un hombre se pone burro por mi culpa es demasiado para mi, así que decidí ponerle aun más caliente e incluso nervioso cuando meneaba mis caderas, cuando me contoneaba con toda la malicia del mundo y cuando me hacía la loca como si estuviese buscando algo o a alguien y estirando mi cuerpo delante de él. Ese chico no separaba su vista de mi cuerpo y parecía estar dibujándolo en su mente, lo cierto es que me sorprendía su descaro, pero al mismo tiempo me volvía loca…

Como soy algo perversa, me recreé aún más acercándome incluso a él, oteando el horizonte como si buscara a alguien en aquella playa y él desde abajo me vería bastante cerca. Esa situación me estaba poniendo caliente solo por exhibirme y seguí contoneandome una y otra vez, mostraba orgullosa mis tetas, acariciaba su contorno de forma desentendida o ponía mi uña entre mis dientes en plan inocente, porque se que esas cosas os gustan tanto a los hombres… la verdad es que os teníais que ver muchos chicos la cara que se os queda viendo a una chica en plan sexy.

Luego más atrevida, me lancé y le pregunté:

– Está la playa a tope, ¿sabes si hay algún otro sitio por aqui para tomar el sol con más tranquilidad y menos agobio de gente?

– Claro, – me contestó – me conozco esto muy bien y sé de un sitio muy cerca de aqui, que además es muy tranquilo y solitario, ¿quieres que te acompañe?, ya verás como te gustará.

No lo dudé y aunque no le conocía de nada, me cayó bien desde el principio. Me fié de él, le vi un chico serio, se que no debería ir por ahi con un desconocido, pero ¿que quieres? el chico estaba buenísimo y yo más caliente que una tabla de planchar, lo cierto es que me encantaba estar con él, para que mentirte:

– Vale. Recojo mis cosas y te acompaño. – contesté.

Allí estaba yo, en top less y de la mano de un desconocido que me llevaba detrás de unas dunas con la polla más que tiesa que un poste de teléfonos debajo de su bañador. El solo hecho de ponerle cachondo me ponía a mi más todavia y no me corté a la hora de susurrarle:

– ¿Se te ha puesto así por mi culpa?

– Pues sí bonita, estas tan buena que no me voy a controlar…

– Pues no te controles, tonto… – le contesté y fueron mis últimas palabras. A partir de ese momento fue todo silencio, lo único que deseaba es que me abrazara y me besara, sentir sus manos sobre mi piel y su lengua contra la mía.

Escondidos tras las dunas, nos abrazamos y sentimos nuestras pieles unidas y calientes. No tardó un segundo más en besarme con auténtica devoción, la verdad es que no desaprovechó la ocasión, pero yo, para serte sincera, tampoco la dejé pasar disfrutando del momento como nunca. Estaba cachondísima.

Sus manos agarraban mi cintura, mientras yo le pasaba los brazos por su cuello. Nuestros cuerpos estaban pegados e incluso podía notar las palpitaciones de su polla contra mi sexo, algo que me estaba matando de gusto. No te puedes imaginar el placer que sentía en ese momento sin pensar en nada más que en ese hombre y que me follase cuanto antes, ese era mi unico deseo, sentir su dura verga dentro de mi.

Su segundo paso fue besarme por los hombros, luego los brazos, pero lo que más le encantó fue chuparme las tetas y especialmente los pezones, algo que me volvía realmente loca y que me hacía estremecer de gusto. Solo paraba de vez en cuando para tomar algo de oxígeno y mirándome a los ojos, tomando aire, repetía una y otra vez:

– Que preciosa eres, que tetas más deliciosas…

Su juguetona lengua succionaba el pezon y luego lo bordeaba saboreando cada centímetro como un poseso. Yo tenía que sujetarme a él para no caerme y cuando pensaba lo que estaba haciendo me sentía más a gusto todavía, pues cuando estas entregada al placer, nada ni nadie puede frenarte y yo seguí disfrutando de pleno.

Cuando ese chico acabó con mi teta derecha, se dirigió a saborear mi teta izquierda y cuando me dió un pequeño mordisco en el pezón solo le dije gimiendo:

– Si, si…. que bien, que gusto…. me estas matando de gusto cabrón….no pares, por favor…

Eso pareció encenderle más y siguió chupando con más ahinco y más placer me estaba dando a mi. Mi chochito estaba más que mojado, yo diría que goteando del gusto que estaba experimentando con aquel desconocido que trabajaba con toda la pasión sobre mi cuerpo. Nunca había sentido nada igual y no dejaba de gemir, de jadear y de agradecer a ese chico el chupeteo que me estaba proporcionando y lo a gusto que me sentía en sus brazos o mejor dicho en sus labios…

– Sigue, sigue, que bien, que bien… – repetía yo una y otra vez presa del placer…

Él volvió a mirarme a los ojos, me sonrió y dijo:

– Ahora túmbate preciosa que vas a gozar como nunca…

Asi lo hice. Me tumbé en el suelo y observándome lentamnte volvió a repetir esa frase que parecía lo único que le venía a la mente:

– Que preciosa eres…

De pronto sacó su lengua, retiró la braguita de mi bikini y yo empecé a disfrutar de la comida de coño más bestial que nunca me han dado. Como chupaba el muy cabrón y que bien lo hacía…

Despues de estar un buen rato lamiéndome el chochito, estremeciéndome de gusto le dije que no se iba a marchar de rositas y poniéndome de rodillas frente a él le dije:

– Machote, te toca, saca esa polla que te la voy a devorar… dámela entera.

Asi fue, entonces me la metí entera en la boca hasta que su glande tocó mi campanilla, que maravilla sentir la dureza de esa cosa tan rica, esa cosa tan dura, esa cosa que quería dentro de mi cuanto antes….

No hubo que repetírselo más de una vez, cuando le propuse si quería metérmela, tan solo dijo un:

– Siiiiii.

Me desnudé por completo y él hizo lo mismo, se tumbó sobre la arena y yo en cuclillas encima de su enorme polla que estaba deseando estar dentro de mi chochito caliente. Abrí mis piernas y poco a poco fui bajando y bajando hasta que mi coño se aproximó hasta su verga dura. De un golpe me la insertó hasta dentro.

Yo estaba tumbada de espaldas a él y podía notar como cada centímetro de su poderoso miembro se abría paso entre mis labios vaginales y me llegaba hasta la matriz.

Empezamos a bombear nuestros cuerpos en un baile sin fin que solo dejaba en el aire los sonidos de nuetras agitadas respiraciones y nuestros jadeos, yo incluso soltaba algún grito que otro y no me importaba nada que nos oyesen, quería disfrutar a tope ese momento.

Cuando salía aquella polla de dentro de mi, la quería otra vez dentro, la necesitaba dentro y le pedía una y otra vez entre gemidos:

– Fóllame, fóllame, así, así….

El chico se agarraba a mi cintura y no pronunciaba palabra, solo su respiración y sus quejidos por el esfuerzo y el gusto que estaba sintiendo al follarme con tantas ganas y el gusto que yo sentía de sentirle tan dentro de mi. Tenías que ver lo bonita que se veía esa polla entrando en mi coño una y otra vez, era maravilloso…

Me dió la vuelta y me dijo:

– Prepárate rubita, que te voy a llenar enterita de leche.

Me tumbé boca arriba se puso encima de mi y empezó a penetrarme con mayor rapidez y en un visto y no visto empezó a correrse en mi interior, pudiendo notar como a cada embestida soltaba un buen chorro de su semen en mi interior, estaba caliente, tan caliente que parecía estar hirviendo, a continuación me llegó un orgasmo increíble y los no dejábamos de mover nuestros cuerpos, de sentirlos unidos en un polvo maravilloso, un polvo como nunca me han echado y perdóname cariño, por haberte sido infiel de esta manera, pero en cambio me sentía en la obligación de decírtelo, porque nunca me habían follado así. No sé si podrás perdonarme… lo siento mucho amor mío… pero ese polvo no podré olvidarle nunca…

Perdóname amor mío, por favor.

Tu querida.

Belén.

Naturalmente, mis relaciones con Belén finalizaron a partir de ese mismo instante.

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juliaki@ymail.com

Relato erótico: ” Seducida por los primos de mi novio 2″ (POR CARLOS LÓPÈZ)

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Los días siguientes al suceso, Marta no podía conciliar el sueño. Menos aún cuando recibió en su buzón de correos un CD con los videos grabados sin ningún mensaje adicional. No entendía cómo se había visto arrastrada a entregarse a los primos de su novio sin mediar fuerza ni coacción. Sólo la bebida, y el morbo d
el momento había sido suficiente para traicionar a su prometido Santi, siempre cortés con ella, con sus salvajes primos Tom y Carlos.
No podía quitarse de la cabeza que, a pesar de haber sido tratada con cierta dureza, se había sentido excitada como nunca. Desde luego, mucho más que con los dulces y suaves polvos que Santi la echaba.
Tampoco podía quitarse de la cabeza los vídeos que habían sido grabados. Desde que había recibido el CD, un extraño mecanismo en su cerebro hacía que los viese en su ordenador cuando Santi no estaba en casa. Por un lado, se culpaba de lo ocurrido con cierto miedo a ser chantajeada o a ser la estrella de cualquier página pornográfica de mala muerte en Internet. Sin embargo, se sorprendía a sí misma en varias ocasiones deseaando que Santi saliese de casa para ver los vídeos. Se ponía nerviosa si él tardaba en salir, y antes de arrancar el ordenador, el mero pensamiento de verlo hacía que su entrepierna se humedeciese rememorando el episodio.
Lo cierto es que su deseo sexual se había disparado. Incluso Santi se lo decía cuando ella, casi cada noche, le asaltaba literalmente para que la follase, y eso que él no sabía las numerosas veces que ella se acariciaba en solitario. Ella contestaba que debían ser los nervios de la boda, aunque sabía muy bien cuál era la verdadera razón.
A veces Santi se lamentaba de lo torpe que fue el día del concierto, emborrachándose hasta quedar inconsciente. Se culpaba de no haberlos dejado ver el final, por haberse pasado por la bebida. Santi adoraba a sus primos. A veces le decía a Marta “Jo, qué bien se portaron ese día saliendo del concierto y trayéndonos a casa… son unos tíos geniales”. Marta, enternecida por la inocencia de su futuro marido, pensaba “si tú supieras lo que pasó…”.
Con todo, debía reconocer que sentía un cierto alivio con el paso de los días sin noticias de los primos de Santi. Ellos vivían bastante alejados, en Alicante, y pensar en que no están cerca la producía cierta paz. Por eso, cuando Santi la anunció que el próximo viernes iban a venir a Barcelona de nuevo y habían quedado a cenar los 4, ella casi entra en pánico.
–         Pero ese día es mi despedida de soltera… -dijo ella-
–         Nooo, la despedida es el viernes que viene. La cena es éste… pasado mañana –contestó Santi-
–         ¿Pasado mañana? –pregunto Marta disimulando su alarma-
–         Sí ¿no te acuerdas de que te dije si ibas a hacer algo el viernes noche y me dijiste que no?… era por eso. Al parecer, Carlos ha ligado con una chica de Barcelona y quiere venir a verla. No te lo pierdas… ¡creo que es casada! Jajajaja dice que tiene que terminar alguna cosa que quedó pendiente cuando se la ligó.
–         ¡qué cabrón! –dijo Marta sintiéndolo de verdad-
–         Jajaja mis primos son así… algún día te contaré sus correrías –dijo Santi orgulloso-
Estaba atrapada. No se le ocurría ninguna excusa para librarse de la cena. La chica con la que “Carlos había ligado” sospechaba que era ella misma. De repente estaba muy nerviosa. Joder, la boda era en unos días. No quería ponerse a prueba a sí misma, ni arriesgarse a perder a Santi. Una vez más, Carlos y Tom se las habían ingeniado muy bien para coincidir con ellos sólo 3 semanas antes de la boda. Para ello habían convencido a Santi, que además había insistido en invitar “por lo bien que se habían portado el día de la borrachera”. Si él supiera…
Marta no sabía qué hacer. En una distracción de Santi, buscó el número de teléfono de Tom de su agenda. Con un cierto temblor de sus dedos le llamó:
–         Hola Tom
–         Hola Marta, precisamente te iba a llamar yo ahora…
–         ¿Para qué? –dijo ella temiendo lo que Tom contestaría-
–         Para contarte que Santi nos ha invitado a cenar el viernes… jaja por si querías que terminásemos lo que dejamos pendiente.
–         ¡Pero es que me caso en 3 semanas, Tom!
–         Jaja, no te preocupes, a la boda vas a llegar perfecta… dicen que el sexo hace mejorar la piel –dijo divertido-
–         Pero es que no debo… Tom, entiéndelo. Yo no soy así –había casi súplica en la voz de Marta-
–         Marta, que soy Tom, recuerda… a mí no me puedes engañar. Esto te encanta.
–         Es verdad que el otro día me dejé llevar y me no estuvo mal… -reconoció-.
–         ¿No estuvo mal? Jajaja, te corriste 3 veces en menos de media hora Martita… ¿es verdad o no? Si hasta suplicabas que te follásemos… está en el vídeo. Y porque se despertó al final tu novio… jaja
–         Es verdad… Pero no debo. Me voy a casar, y estoy enamorada de Santi.
–         Todos queremos a Santi. Yo también le adoro. Y tú te vas a casar con él ¿Tú qué crees que debo hacer yo? ¿Decirle la novia que tiene?
–         ¿Me vas a chantajear? –dijo casi llorando-
–         ¡No! Joder, eso no… es un juego ¿No recuerdas lo que pasó el otro día?
–         El otro día estaba borracha.
–         Todos estábamos un poco borrachos, pero no creo que lo que pasó fuera por eso. Piénsalo.
–         Vale, me dejé llevar, es verdad. Pero yo no soy así. No soy ese tipo de chica…
–         ¡Pues eso es lo que me preocupa! Me preocupa mucho más que seas una sosa y le tengas a régimen… “hasta que la muerte os separe”.
–         ¡No voy a tenerle a régimen! Lo que pasa es que Santi no se merece que hagamos nada, aunque nos apetezca… -se delató Marta-
–         Ah, ya reconoces que te apetece, jaja. Pero vamos, creo que no conoces bien a Santi… algún día te contaremos cosas que hemos hecho los tres primos jajajaja.
–         Me da igual lo que haya hecho… -y bajando el tono de voz añadió- antes de conocerme a mí.
–         Bueno, no entremos en terrenos pantanosos. Mira, Santi no se va a enterar de nada. Y que abras un poco tu mente le va a venir bien en su vida. Él es quien lo va a disfrutar. Dime si has visto los vídeos de la otra noche…
–         Sí, los he visto –contestó Marta con un poco de rubor-
–         Y dime si te excita verlos.
–         …
–         Di la verdad, Marta, aunque creo que ya lo sé…
–         Sí, sí me excita… pero no puedo repetirlo… no debo… por favor, por favoooor –Marta ya suplicaba, casi lloraba y Tom se compadeció-
–         No sigas. Con eso me vale… mira, ya sé lo que vamos a hacer…
–         ¿qué? –dijo Marta temerosa-
–         Nada. No haremos nada. No va a pasar nada. Sólo cenar. No hay chantaje. ¿está claro?
–         Sí
–         El viernes vamos a cenar todos. A beber pero sin emborracharnos. Vamos a reirnos y a estar juntos. Vamos a un sitio donde se puede cenar y también bailar. No va a pasar nada. Nada. Bueno, al menos nada que tú no quieras. Ahh, y no va a haber alcohol.
–         Gracias, Tom. Gracias por entenderlo. De verdad.
–         Sólo te pido que estés relajada, contenta… que te vistas para bailar. Sexy si quieres…
–         Vale, eso sí… –dijo Marta aliviada, la idea de ir a un sitio de baile la hacía ilusión, porque Santi nunca lo hacía y ella adoraba bailar-
–         ¿Entonces todo bien?
–         Sí… gracias –Marta se sentía mejor-
–         Bueno, pues ahora que ya está todo aclarado… ¿Te vestirás como yo te voy a pedir?
–         Jaja depende –dijo Marta coqueta-
–         Falda y top ajustado… sin sujetador y con ropa interior negra… casi transparente.
–         ¡Jajajaja eres un salido!… -a Marta le hizo gracia el capricho de Tom-  ummmmm ya veremos.
–         Importante lo de la ropa interior sexy y negra eh… que aunque no vaya a verla me da morbo mirarte a la cara y saber que la llevas.
–         Vale, jajaja, no prometo nada, pero lo pensaré
–         Eso, piénsalo… muchos besos
–         Besos Tom… y gracias otra vez por entenderme.
Quedaban 2 días para la cena, y la conversación con Tom había dejado a Marta mucho más tranquila. No sabía por qué, pero realmente se fiaba de que ellos no iban a decir a Santi nada de lo que pasó el día del concierto. Ésa era su máxima preocupación. Aunque se sentía excitada por la fantasía de otro episiodio sexual, la posibilidad de perder a Santi o de suspender la boda la producía pánico. Por eso temía que si sus primos la hubieran chantajeado ella habría cedido sin remedio. Salvado ese miedo, el hecho de salir a bailar le hacía una ilusión tremenda. Santi nunca quería salir a bailar, ni siquiera para preparar los bailes de la boda. Marta adoraba bailar.
En cuanto a lo de vestirse como le había pedido Tom o no hacerlo, ahí sí tenía alguna pequña duda. Pasó esos dos días dándole vueltas al asunto y al final optó por vestirse así. La verdad es que la divertía seguirle un poco el juego a Tom, ahora que le había prometido que no iba a pasar nada. Además la producía morbo. Teniendo en cuenta que iban a ir a bailar, lo lógico es que llevase vestido o falda. Tenía un top ajustado sin tirantes “palabra de honor” que era perfecto para llevar sin sujetador. En cuanto a llevar las braguitas que Tom había pedido, negras, transparentes y sexys… jajaja debía reconocer que le encantaba la idea. Se moría por llevarlas así, y mirar a Tom con una sonrisa pícara que le indicase que bajo su falda había lo que él había pedido. Seguro que le preguntaba por ellas cuando bailasen. Marta imaginaba el momento e imaginaba su propia respuesta“¿Qué si las llevo? Ahhh jaja cuando llegue a casa sana y salva te lo digo por sms”. Ese mismo día salió a comprarlas. Debía reconocer que le producía una cierta excitación.
Al igual que el día del concierto, Santi y sus primos habían quedado una hora y media antes para tomar una cerveza. Mientras ellos lo hacían, Marta llegaría del trabajo y aprovecharía para arreglarse y vestirse. Luego pasarían a buscarla e irían al restaurante. Se trataba de un sitio muy conocido en la ciudad. Un sitio caro y con cierto nombre. Se podía cenar hasta las 12 de la noche. Luego reducían la iluminación, dejando un ambiente oscuro y comenzaba el tiempo de baile. El público mayoritario eran parejas de mediana edad y clase media – alta. Marta siempre había tenido mucha curiosidad por ir allí.
A la hora convenida, Santi salió de casa hacia el bar donde estaban sus primos ya esperándole. Marta acababa de llegar y estaba preparándose un baño. Había colocado toda la ropa que se iba a poner. Finalmente, iba a hacer caso a Tom en todo. Era un día de verano caluroso en Barcelona. Antes de salir de casa, advirtió a Santi de que no bebiese.
En la bañera se relajó, pero resistió su deseo de tocarse. Hoy quería ser buena. Un rato después, mientras Marta se vestía, sonó el “Bip bip” de un mensaje SMS en su móvil. Al ver que era de Tom, su corazón se sobresaltó ligeramente: “Martita, no veas las cosas que nos está contando Santi… jaja creo que llevas unas semanas aún más salida que lo que decías de mí por teléfono, jaja, ¿de verdad te metes sin nada bajo las sábanas?. Por cierto ¿has cumplido mi petición? ¿vas muy guapa? Umm lo de las braguitas no sé si lo veré, pero lo de ir sin suje… me muero por comprobarlo jaja
GGGRRRR otra vez se le quedó a Marta una sensación agridulce. ¿Por qué tenía Santi que contar sus intimidades? Lo cierto es que llevaba unas semanas, desde el concierto, que casi cada noche “asaltaba” literalmente a su prometido y, si éste no tenía ganas, ella se metía entre las sábanas y con sus labios recorría el cuerpo de su chico buscando su polla con ansia desatada. Incluso se había acostumbrado a tragarse todo lo que de allí salía. Le pedía a Santi que fuera duro con ella, que la tratase mal… y Santi, pese a que lo intentaba, no era capaz de darla todo lo que ella necesitaba.
Contestó al mensaje de Tom: “¿Cómo iré vestida? Es una sorpresa… mientras lo decido, que sepas que sí llevo algo al acostarme… llevo unas gotas de Chanel nº5, como Marilyn jijiji… y dile a Santi que no sea bocazas!!!!”
Un minuto después recibió la contestación de Tom: “¿Sorpresa? Me muero por saberlo… no sé si podré aguantar jajaja
Marta ya no contestó. Se estaba vistiendo y maquillando con el máximo esmero. Se había depilado para estar suave, y se había aplicado sus mejores cremas. Como aún faltaba un poco de tiempo para la hora, no había podido evitar ponerse un trocito de su propio vídeo con Tom y Carlos. De hecho, había comenzado a rozarse con sus dedos, pero no siguió. Esta noche tenía que ser buena. Tenía que intentarlo y conseguirlo. No quería cometer errores. Ya sólo quedaban cinco minutos para la hora en la que habían quedado pasar a recogerla, y no podía negar que estaba nerviosa. Nerviosa y preciosa. Se había dejado el pelo en coleta.
Din-Don. El timbre de la puerta. ¿quién será? Habían acordado que ellos no iban a subir. Pero miró por la mirilla y allí estaba Tom saludándola con una sonrisa. A pesar de que el corazón la dio un vuelco sólo con verle, abrió la puerta también sonriendo ysimulando calma. Tom era un chico muy alto, más bien delgado y fibroso, podía decirse que era de complexión atlética, con el pelo corto y casi siempre revuelto, y moreno aunque a sus 32 años empezaba a tener algunas canas. Lo que más llamaba la atención a Marta era su sonrisa traviesa.
–         ¿Pero que haces aquí? ¿No sabes que el vestido de la novia no puede ver antes de la boda? jiji
–         Pero yo no soy tu novio jaja… No podía aguantar más a ver si me habías hecho caso y les he dicho a estos que tenía que subir al baño… ¿qué te parece? –dijo Tom con una sonrisa de pillo-
–         Jajajaja eres un sinvergüenza… si al final te sales con la tuya. Mira me he vestido como me dijiste –contestó Marta coqueta dando una vuelta completa sobre sí misma para que él la viese la falda y el top.
–         ¡Siempre me salgo con la mía! ¿lo dudabas? –dijo Tom divertido y con cierta prepotencia-
–         Bueno… hay alguna cosa que aún no sabes si he cumplido jijiji –Contestó Marta misteriosa refiriéndose a su propia ropa interior-
–         Pues es hora de comprobarla… -Tom simuló correr detrás de ella que saltó como una gacela escapando-
–         Nooo… jajajajaja… si eres bueno luego te lo digo
Pero Tom era más rápido y en 3 largos pasos la alcanzó contra la pared. Y sujetandola de sus brazos, puso el cuerpo de Marta frente a la pared, presionándolo con el suyo…
–         Jaja déjame Tom, no seas bruto
–         Ummm no me acordaba de que tenías cosquillas –dijo Tom jugando con sus dedos sobre la cintura de ella-
–         Jijijijiji paraaaaaa jiji
–         No pararé… no hasta que no confieses –decía sobre su oido-
–         Jajajaja… por favor… quita las manos de ahí que no aguanto las cosquillas… que me hago pisss
–         ¿Qué quite las manos? ¿y dónde las pongo? -Susurró Tom- … ah ya sé…
Y comenzó a subirlas pícaramente hacia los pechos de ella, acariciándolos con delicadeza sobre el tejido casi de lycra del top. Marta estaba físicamente inmovilizada con la pared y Tom a su espalda. Su mente dudaba si oponerse o no. En cambio sus pezones habían tomado su propia decisión y estaban completamente duros contra la tela. Lás caricias de él eran cada vez más intensas…
–         Por favor –dijo Marta con tu hilo de voz-
–         sssssshhhhhhhh relájate Marta –la voz de Tom era tranquila, susurros sobre la oreja de ella-
–         joooooo ¿qué me haces?
–         ssssshhhhh tranquila Martita –los labios de Tom la rozaban al susurrar- No voy a hacerte nada
–         Dijiste que ibas a ser bueno…
–         Relájate nena, sólo es una pequeña comprobación antes de bajar.
Según decía sus últimas palabras, Tom bajaba el top de Marta dejando sus tetas al descubierto, y envolviéndolas con sus grandes manos. La piel de la chica era seda, y las caricias eran ejecutadas por Tom con la misma maestría que lo había hecho el día del concierto. Marta no podía oponerse. Su mente luchaba pero el morbo que la producía la situación ganaba la partida. Tom la besaba suavemente el cuello y los oídos mientras sus manos la acariciaban la piel de seda de su pecho. Una piel que sólo Santi tenía derecho a tocar. Despacio. Constante. Sin parar de susurrar palabras cada vez más fuertes. Habrían pasado así 2 minutos cuando Tom la dijo “Abre las piernas Marta”. Ella las abrió tímidamente. Está bastante húmeda. No había alcohol esta vez. Las manos de él tenían un efecto inmediato sobre su piel desnuda. Sabían exactamente como tocar, bajando a su suave abdomen o metiéndose bajo la falda hasta acariciar su intimidad a través de la fina tela del tanga que él mismo la había ordenado ponerse.
–         Eres una viciosa, mira como estás… empapada… y mira cómo me tienes –dijo poniendo la mano de ella sobre su pantalón- estoy por follarte pero va a ser más divertido hacerlo esta noche…
–         Jooo, no, por favor… no me hagas caer
–         Pero mira como estás… esta noche vamos a jugar –Tom sonreía maliciosamente- Venga, que nos están esperando –dijo liberandola de su “prisión” contra la pared- ahora tengo el capricho de que te cambies de ropa, de elegirla yo ¿cuál es tu armario?
–         Ese –dijo Marta desconcertada señalándo con la cabeza-
–         Mientras elijo traeme una cerveza. Muy fría.
La chica se fue al aseo subiéndose el top. Por su parte, Tom se acercó al armario y se puso a revisar con rapidez sus vestidos, seleccionando un vestido marinero entallado de arriba y con falda de vuelo. A continuación abrió los cajones y, después de revolver todas sus braguitas, eligió un tanga ligero de seda blanco, con un corazón bordado en la zona del pubis, a juego con un sujetador blanco también de seda que Marta nunca se ponía por ser muy indiscreto con sus pezones. Tom depositó la ropa elegida en en un extremo del sofá, sentándose en el otro y abriendo la botella de cerveza que ella obedientemente ella le había traido. Frente a ella la dijo:
–         Vamos, vistete. Date prisa que nos esperan abajo. Pero empieza por quitarte primero esas bragas que ya están empapadas.
Marta había caído otra vez en las trampas de Tom. Por una parte se sentía contrariada consigo misma por haber sucumbido, pero por otra, la forma en la que la ordenaba las cosas, y el juego morboso que él siempre planteaba la mantenía muy caliente. Aún dudaba entre si obedecer o no, aunque se moría por hacerlo. Él la presionó:
–         Vamos. Quítatelas que quiero ver mi sorpresa. A ver si esta niña me ha hecho caso… -y añadía tras unos segundos en que ella estaba paralizada- ¿qué pasa? ¿necesitas ayuda?
–         No
–         Venga que quiero ver cómo te las quitas… ¿o te las quito yo?
La escena era muy morbosa. Tom sentado cómdamente en el sofá dando sorbos a su cerveza, mientras Marta subía su falda lentamente para quitarse las bragas que el propio Tom la mandó llevar dos días antes. Si hubieran dicho hace 2 meses a Marta que iba a participar en algo así y además obedecer como lo hacía, no se lo habría creido. Ahora actuaba como una actriz porno mirando a Tom provocadora y a la vez muerta de vergüenza porque su ropa interior no sólo era negra y transparente, como le había mandado él, sino que mostraba claramente una mancha de humedad.
Para él también también era muy sensual el momento. A pesar de su aparente mando, el hecho de obligar a la preciosa futura mujer de su primo a desnudarse ante él, para vestirse con la ropa que él mismo acababa de elegir, era una gamberrada más fuerte que las habituales. Su mente no paraba de maquinar. Cuando ella quedó completamente desnuda, salvo por las sandalias de tacón dijo “Ven” y la obligó a mantenerse de pié ante él abriendo ligeramente las piernas. Estuvo unos segundos sentado en el sofá, sujetando su cerveza con una mano, mientras con la otra acariciaba suavemente el coño de la chica. Ella se sujetaba en el respaldo del sofá dejándose hacer con los ojos cerrados. Entonces Tom dio una vuelta de tuerca más a la situación, y puso su botella helada sobre los labios vaginales de ella. La sorpresa de la chica fue mayúscula. Una décima de segundo antes de que fuera a saltar hacia atrás, él ordenó… “ni se te ocurra moverte, zorra”.
Haciendo rodar la fría botella, hizo que el anhelante coño de Martita la “diera un beso” con los labios de su vulva. A continuación separó la botella y observó tranquilo la marca que había quedado sobre el cristal. Procedió a beber lentamente un par de tragos, cuidando de pasar su lengua por la boquilla de la botella. Ella le miraba alucinada temiéndose lo peor. Su temor era fundado. Tom dijo “no te muevas” y separando los labios de la vagina de Marta procedió a rozar con la boquilla de la botella de cristal el entorno del clítoris de ella. Con movimientos precisos comenzó un suave masaje arriba y abajo rozando sus puntos más sensibles. Ella se sujetaba al sofá y cerraba los ojos. Cada vez que los abría, veía la cara de él con expresión juguetona. Tom cada vez llegaba más lejos…
–         Uummm –Marta soltó un gemido-
–         Ssssshhhhh calla… ¿a que nunca te han hecho esto? –la voz de Tom era prácticamente susurros-
–         Jooo… vamonos por favor que van a subir –Salvo las sandalias, Marta seguía completamente desnuda dejándose hacer-
–         Espera que los llamo –dijo Tom, y sacando el móvil y marcó el teléfono de su primo, el novio de Marta que esperaba abajo-
–         Santi, seguís ahí, ¿no?
–         Sí, vamos, bajad ya que al final llegamos tarde –contestó Santi no sospechando nada de lo que ocurría-
–         Es quie a Marta le ha dado por cambiarse de ropa en el último momento… ahora mismo bajamos –E hizo ademán de decírselo a Marta como si estuviese lejos y no desnuda delante de él- Martaaaaaaaaa, que te des prisa que se están cansando de esparar…
–         Jajaja cómo son las tías… -dijo Santi divertido-
–         Pues acostúmbrate que te vas a casar con ella… anda, un minuto y bajamos –y colgando, miró divertido a Marta- ¡Ya está!
Marta le miraba alucinada. La perversión de la mente de Tom la tenía impresionada. Él separó lentamente la botella del sexo de la chica. La boquilla estába húmeda con su flujo. Tom paso un poco su lengua y dio un pequeño trago casi sin tocarlo para no limpiarlo. Dijo “Toma, Marta, bebe un poquito…”. Una vez más, ella obedeció y bebió pasando su lengua lascivamente por la botella como si fuera una polla. El gesto provocador de ella disparó la reacción de Tom:
–         Joder como me tienes. Vamos… -dijo levantándose-
Y tomando con su manaza la parte superior del brazo de la chica, prácticamente la arrastró hacia la mesa del salón, inclinándola contra la mesa. “Eres una zorrita… tenía que haber hecho esto hace tiempo”. El día del concierto Tom no había podido penetrarla al despertarse Santi. Pero esta vez, la colocó contra la mesa haciendo que Marta sintiese el frío de la mesa en su pecho y abdomen. Aún estaba completamente desnuda y únicamente llevaba los zapatos. Inclinada y expuesta se dejaba manejar como una muñeca. Tom se soltó el pantalón y sacó su miembro completamente rígido. Sin decir más palabras, lo acomodó sobre los labios vaginales de ella y se la metio de un solo golpe. La sorpresa de la brusquedad hizo a Marta emitir un fuerte gemido que no fue de dolor, pues su sexo estaba caliente y húmedo como el de una adolescente en celo.
Tom dedicó un par de minutos a follarla duramente. Súbitamente, y dejándola cerca de sobrevenirla el orgasmo, le sacó el húmedo miembro y dijo a la chica “¡Vamos, de rodillas!”, y arrodillándola ante él continuó pajeándose delante justo de la alucinada cara de Marta. En ese momento, el miembro de Tom la pareció gigante. “Abre la boca ¡vamos!” dijo nervioso.
Y dando algunos golpes con su empalmadísimo miembro en la carita de la chica, comenzó a descargar abundantes chorros de semen sobre su cara y boca. Marta hacía verdaderos esfuerzos por tragar todo el semen que estaba recibiendo. Cuando él acabó se subió el pantalón, levantó a la chica y dándola un cariñoso azote en su desnudo culo dijo “venga, vístete que ya nos vamos”.
Ya, relajado, Tom se sentó de nuevo en el sofá. Apurando su cerveza la contempló cómo se vestía. Siempre le había encantado ver vestirse a la chica con la que estaba. Siguiendo con su juego de perversiones, no la permitió lavarse los dientes. Según bajaban en el ascensor Marta se atrevió a hablar:
–         Has sido malo… y encima yo me había fiado de ti
–         Jaja ¿aún te fías de los hombres? ¿no te dijo nada tu madre de esto? Jaja
–         Jooo –Marta no sabía que decir, lo cierto es que ella intuía lo que iba a pasar y no tenía fuerza para resistirse-
–         Vamos cielo, que nos vamos a divertir y es tú última juerga antes de ser una honorable esposa –y la dio un beso cariñoso en la mejilla que ella, sin saber por qué, agradeció-
En el coche les esperaban enfadados Carlos y Santi. Marta, al llegar, evitó besar a Santi en la boca. Carlos se dio cuenta y guiñó un ojo con complicidad a Tom, que la sonrió confirmándolo. Fue un medio beso en la comisura de los labios. Marta se sentía como una puta. Sus expectativas de ser una chica buena esa noche se habían desmoronado. Aún así, se sentía excitadísima y la noche sólo había empezado.
Pero eso lo contaré en la siguiente entrega. Prometo que muy muy pronto.
Muchas gracias por leer hasta aquí, por vuestros votos y comentarios. También por los correos 😉
Carlos
 

Relato erótico: “Intercambio de fotos” (POR DOCTORBP)

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-Ahora que viene el buen tiempo podemos pensar en hacer alguna cosilla – propuso Luisa al resto de amigos que la escuchaban.

-Pues sí, estaría bien – le contestó Ismael. Y a los demás también pareció gustarles la idea.

-¿Pero tú vas a poder, Ismael? – bromeó Esteban – ¡si siempre estás ocupado!

-Anda, cállate, que si tú vienes es sólo porque eres el novio de Maribel – le siguió la broma el aludido y todos rieron menos la propia Maribel.

-Sí, claro – dijo – si viene no es porque seamos novios, es que os da penita – y todos volvieron a reír, distendidos como estaban.

Mientras tanto, apartados del resto, en la cocina de la casa, Montse y Ricardo mantenían una conversación.

-La semana que viene tengo que dar una formación al cliente… – aburría Ricardo a Montse.

-Si quieres voy yo y les entretengo un poco – bromeó ella que no estaba por la labor de tener una conversación seria.

-Sí, y les enseñas una teta – bromeó él.

-Vale, verás qué contentos se quedan – dijo ella alegremente.

-¡Sí, claro! Para eso me la enseñas a mí y que le den por culo a los de la formación – y ambos se rieron.

A Ricardo aquellas palabras le salieron del alma. Y aún siendo una simple broma sin importancia se fijó en los pechos de su mejor amiga y pensó lo mucho que le gustaría que realmente sucediera lo que acababa de plantear jocosamente. Montse llevaba una camiseta blanca de tirantes que se ajustaba perfectamente a su cuerpo dibujando su vientre plano y el bello contorno de sus nada despreciables pechos. El contraste con su piel morena era espectacular.

-¡A ti te enseño las dos! –contestó entre risas rompiendo los pensamientos de su contertulio.

Ricardo era su mejor amigo y aquella contestación no era más que un ‘te aprecio tanto que te mereces más que nadie’.

-¿Y podré tocar? – continuó la broma.

-Bueno… no sé… es que no creo que te gusten…

-¿Y eso?

-Con todo el porno que has visto seguro que las mías no te parecerán muy espectaculares – ironizó.

-Calla, calla… – la interrumpió sin dar mayor importancia al comentario – que el otro día se me estropeó el PC y no puedo arrancarlo.

-¿Sí? ¿Y ahora qué harás sin todo tu porno? – le soltó para intentar hacerlo rabiar.

-Bueno, ahora tendré que conformarme con tus tetas – le replicó hábilmente.

-Sí, claro, pero te las tendré que pasar en foto para que sea como las que tienes en el ordenador – él se rió y continuó con el tono jocoso.

-Bueno, podemos empezar por ahí y luego ya subimos de nivel.

-Pero estamos hablando de fotos, ¿no? Que un video ya sí que es mucho nivel – bromeó Montse divertida con la conversación. – De hecho creo que tal vez tenga alguno en el portátil de casa… – él volvió a reír nuevamente y continuó.

-No, no, mejor empezamos con una foto de tus tetas y luego vamos subiendo el nivel hasta llegar a lo inevitable…

-¡Cochino! – terminó ella entre risas.

Cuando volvieron de la cocina se encontraron con el resto del grupo. Montse se dirigió a Ismael, su novio, lo besó y se sentó junto a él para unirse a la conversación sobre planes futuros. Por su lado, Ricardo se acercó a su chica, Noe, y se intercambiaron miradas cómplices como siempre hacían.

El resto de integrantes de la velada lo formaban los dueños de la casa, César y Luisa, y Maribel, amiga de Montse, y su novio Esteban.

Así, las 4 parejas continuaron la conversación y pasaron el resto de la noche sin llegar a concretar nada. Finalmente resolvieron dejarlo para una próxima ocasión en la que cada uno tuviera tiempo de pensarse mejor qué era lo que podían hacer para el inminente verano.

Un par de semanas después las 4 parejas se volvieron a reunir, esta vez en casa de Ismael y Montse.

-Luisa y yo hemos estado hablando esta semana y hemos pensado que podríamos ir a una casa rural – comenzó Montse.

-¡Oh! Es una gran idea – lo celebró Noe

-¿Pero yo puedo ir o no? – bromeó, como siempre, Esteban.

-Aún no hemos pensado cómo engañarte para dejarte fuera de los planes – le respondió con gracia César.

Los chicos siempre estaban bromeando y si no fuera por ellas seguramente jamás el grupo sería capaz de organizar nada. Así, entre bromas de ellos y propuestas de ellas, fueron planificando la estancia de un fin de semana en una casa rural. Quedaron en volver a verse para acabar de organizarlo todo en otras 2 semanas.

-La formación fue de puta madre – le soltó Ricardo a Montse en cuanto tuvieron un momento de intimidad, sentados en el sofá.

-Sí, no te lo quise decir, pero quedaron muy contentos con la foto que les envié de mis tetas – continuó la broma de hacía dos semanas.

-Sí, ya… ¡que no todo eran tíos, eh!… supongo que algo de mérito también tendré yo, ¿no?

-mmm sobre eso no puedo decir nada sin antes ver la foto del miembro que les hayas enviado.

-¿Me estás pidiendo que te enseñe una foto de mi miembro? No me lo digas dos veces…

-¡Que me la enseñe, que me la enseñe! – gritó divertida sin darse cuenta que la oirían los demás.

Al oír los cánticos se giraron Esteban y Noe, que estaban hablando en la misma sala que ellos, pero algo alejados, en la mesa del comedor.

-Estás loca – le dijo simpáticamente Noe sin darle más importancia y continuando su charla con Esteban.

Y Ricardo prosiguió.

-¿Y quieres que te la mande en erección o en reposo?

Ella se rió alegremente.

-Mándame el ‘antes’ y el ‘después’.

-Podemos hacer una cosa, yo te envío el antes y con lo que tú me envíes te mando el después. Dependiendo de lo que me llegue será más antes o más después – le soltó con toda la intención y ella se rió más todavía. Y tras unos segundos de silencio concluyó – Cuando quieras empezamos.

-Tú primero – le respondió ella rápidamente sin dejar de pensar en ningún momento que aquello no era más que una broma, muy divertida, eso sí.

Él se rió y, algo inseguro, preguntó.

-¿En serio?

-Sí – contestó entre carcajadas – pero no prometo que la envíe yo luego.

Ricardo soltó un gesto de desaprobación y concluyó.

-Entonces nada.

Pero ella insistió, divertida con la situación, aunque él no dio su brazo a torcer.

Mientras volvían a casa Ricardo pensó en la conversación con su amiga. Era cierto que no había sido más que una broma inocente, pero por otro lado sintió un cierto morbo sobre el cual no paraba de dar vueltas.

-¿En qué piensas? – le preguntó Noe.

-En nada, en nada.

-Y… – tras unos segundos – ¿qué es lo que te pedía Montse que le enseñaras?

Ricardo no tenía secretos para su novia y menos con algo tan tonto como aquello. Ella sabía la tan buena relación que tenía con Montse así que ni mucho menos se iba a molestar por algo así, pero instintivamente la mintió.

-Nada, estábamos bromeando sobre una cosa que me pasó en el trabajo.

Noe no dijo nada más y Ricardo no supo con certeza lo que aquel silencio significaba. ¿No necesitaba saber nada más? ¿O se había molestado al intuir que la estaba mintiendo? En cualquier caso, prefirió dejar el tema.

Por otro lado Montse estaba acabando de recoger todo cuando Ismael la llamó para irse a la cama. Ella corrió a los brazos de su novio sin acordarse ni siquiera de la conversación que había tenido horas antes con Ricardo. Pero en ese momento sonó su móvil. Un mensaje. Al abrirlo no pudo evitar una carcajada.

-¿Quién es? – preguntó su novio.

-El tonto de Ricardo – dijo cariñosamente mientras apretaba el botón de enviar mensaje.

“jajajaja ME MEOOOOOO” respondió a la foto que su mejor amigo acababa de enviarle: una foto de sus pectorales junto al texto “ahora te toca a ti ;-P”

Al cabo de un par de días, Ricardo no pudo evitar cierta decepción por la ausencia de foto por parte de su amiga así que decidió contestarle el mensaje: “creo que te has olvidado el adjunto jeje”. No sabía bien, bien que conseguiría con eso, pero al menos el juego era divertido. Al cabo de unos segundos sonó el R2D2 que anunciaba un nuevo SMS: “es que no sé qué enviarte”. A Ricardo le voló la imaginación y le contestó nuevamente: “Mujer, creo que lo justo sería pecho por pecho, no?”. Al instante el robot de la guerra de las galaxias volvió a sonar: “prrrfff”.

Every little thing that you say or do Al poco rato de enviar el mensaje, el móvil de Montse comenzó a sonar I’m hung up. Era Ricardo. I’m hung up on you.

-¿Sí? – contestó.

-Buenas, ¿qué tal?

-Muy bien – respondió contenta como siempre que su amigo la llamaba.

-Te llamo porque nos va a salir más barato que mantener una conversación vía SMS.

Ella confirmó riéndose.

-A ver, ¿qué es eso de que no sabes qué enviarme?

-Hombre, pues eso… no te voy a enviar las tetas a cambio de unos pectorales peludos – se rió.

-¿Qué no te ha gustado mi pecho?

-¡Uy! Sí, mucho – le contestó irónicamente – pero yo te he visto los pectorales un montón de veces y tú a mí no me has visto las tetas, no es lo mismo.

-Vale, se me ocurre algo que sí me puedes enviar porque ya lo he visto…

-A ver… – prosiguió ella, incrédula.

-Podrías, por ejemplo, enviarme una foto en camiseta marcando pezones.

Montse empezó a reírse a carcajadas hasta que se dio cuenta que estaba en el trabajo y que algún compañero ya se había girado para mirarla al escucharla reír.

-¿Y cuándo me has visto tú así? – le preguntó intrigada.

-Bueno, alguna vez en tu piso cuando vas con ropa de estar por casa.

-¡Ay, qué pillín! ¿Y qué haces fijándote en esas cosas?

Ricardo pensó en alguna de las veces que la había visto en camiseta sin sostén y cómo no podía evitar echar un vistazo a aquellos senos que se adivinaban bajo la fina tela, tan fina que incluso se intuía el color oscuro de las aureolas de Montse. Así que decidió desviar el tema para que no fuera demasiado peligroso.

-Pues que sepas que si no me envías foto, yo no te pasaré ninguna más.

Aquella especie de amenaza o advertencia de Ricardo no le dijo nada a Montse. A pesar de lo divertido de la situación no se había planteado en ningún momento un real intercambio de fotos con él. De hecho, estaba convencida de que Ricardo tampoco se lo planteaba así que le agradó la idea de seguir el juego.

-Bueno… –con aire indolente – te enviaré una foto…

Por la tarde, una vez en casa, Ricardo recibió el mensaje que había estado esperando todo el día.

“Aquí la tienes tontito”, acompañado de una foto de Montse haciéndole burla con la lengua, era todo lo que había recibido. “Buah! Qué decepción! ;-P Será mejor que yo suba el nivel” fue lo que le contestó Ricardo y adjuntó una nueva fotografía.

Cuando Montse abrió el mensaje de Ricardo sintió una mezcla entre extrañeza y gracia. Para nada se esperaba una foto de su mejor amigo desnudo únicamente en ropa interior y emulando una postura que pretendía ser sexy. Tras la sorpresa del impacto inicial no pudo evitar ver lo gracioso de la situación. ¡El muy bestia le había enviado una foto en calzoncillos! Se rió y pensó que, a pesar del intento de postura erótica, no enseñaba nada que no hubiera visto ya. Así que el escenario siguió pareciéndole absolutamente inocente.

Tras pensarlo un rato decidió qué podía enviarle para continuar y, supuso, terminar la divertidísima situación. Un primer plano de su trasero envuelto en esos tejanos que tan bien le quedaban podía ser una buena foto. No es que estuviera muy orgullosa de su culo, pero tampoco es que Ricardo pudiera estarlo de su cuerpo pensó con cierta malicia.

Cuando R2D2 le mostró el culo de Montse, Ricardo flipó. ¿Estaba entrando al juego completamente? Pensaba que no, pero ¿y si lo había hecho? Pensó que no podía perder la oportunidad de descubrirlo así que debía encontrar algo que subiera el nivel y no fuera demasiado grotesco para evitar malos entendidos.

Aún estaba en calzoncillos, frente al espejo, cuando se fijó en su entrepierna. La foto de Montse o más bien lo que podía significar le había levantado ligeramente el ánimo con lo que el paquete estaba levemente abultado y se le ocurrió el siguiente retrato. Volvió a mirar la foto de Montse y se bajó la única prenda que llevaba para acariciarse el pene unos instantes, lo suficiente como para tener una buena erección. Volvió a subirse el atuendo colocándose todo bien puesto y se autofotografió el paquete.

Para sorpresa de Montse, con su última foto la cosa no había terminado ya que Ricardo le envió una que aún la sorprendió más. ¿Eso era su paquete? Ahora no sabía si eso era divertido o excesivo. ¿O era morboso? Agradeció que la fotografía hubiera llegado sin texto y se fijó en el buen tamaño del paquete de su amigo. Pensó si estaría en erección y supuso que sí. O tal vez no ya que las fotos engañan mucho. Por un instante pensó en que su mejor amigo se había excitado con todo este juego al que ella no le había dado la menor importancia y se sintió halagada al tiempo que notaba una ligera reacción de sus pezones. Le gustaba sentirse deseada por su mejor amigo.

En ese momento su mente entró en un conflicto. No quería seguir el juego por miedo a lo que pudiera pensar o esperar Ricardo, pero por otro lado sintió curiosidad por saber hasta dónde podía llegar esa situación. Pensó en las palabras que el propio Ricardo le había soltado esa misma mañana “enviarme una foto en camiseta marcando pezones” y se fijó en el espejo donde, bajo su indumentaria, se mostraban sus pezones ya duros como piedras.

Ricardo no se pudo creer lo que estaba viendo. Montse le estaba regalando la inmortalidad de uno de los momentos que esa misma mañana había recordado mientras hablaba por teléfono con su amiga. Ver ese primer plano de la camiseta de estar por casa de ella con los pezones marcados a fuego fue muy excitante. Y pensó nuevamente en las miradas que únicamente furtivas podía dedicarle antaño para ahora poder recrearse con esa visión aunque sólo fuera a través de una fotografía.

Noe estaba a punto de llegar así que Ricardo reaccionó rápido. Se desnudó por completo y se hizo una foto de espaldas intentando dar pequeños pasos para que su amiga no se echara para atrás. Pero por desgracia lo había hecho. El robot que tantas alegrías le había dado esa tarde ya no volvió a sonar. Se moría de ganas de llamarla para evitar la catástrofe. ¿Había perdido su amistad por 4 fotos tontas? Le entró el pánico y el terror fue tal que no se atrevió a llamar y se quedó quieto, inmóvil, esperando que Montse no se hubiera enfadado por aquello.

Cuando el móvil de Montse sonó por última vez Ismael ya estaba en casa así que ella se apresuró a cogerlo e ignorar el mensaje que acababa de recibir.

-¿Quién es? – le preguntó incrédulamente Ismael.

-¡Publicidad de Orange! Qué pesados…

Montse no era la primera vez que engañaba a Ismael aunque nunca era por nada serio. Sin embargo, lo que hoy había sucedido… no debía enterarse, por supuesto. Aunque ella no le dio mayor importancia, él sí podía dársela y con razón, así que evitó el mal trago mintiéndole sutilmente.

Durante el día siguiente Montse esperaba la llamada de Ricardo o que diera alguna señal de vida de algún tipo, pero no lo hizo. Y se sintió extrañamente culpable por lo que había pasado. Aún no había visto el último mensaje y pensó que su amigo estaría inquieto esperando su contestación. Y no se equivocaba. Así que, en cuanto llegó a casa abrió el mensaje y se encontró con el culo de su amigo.

La foto estaba tomada desde lejos con lo que se apreciaba todo su cuerpo. No es que fuera un adonis precisamente, pero tampoco estaba gordo, era un chico corriente, del montón. Sin embargo, tenía un buen culo y a Montse le gustó poder vérselo al desnudo. En ese instante recordó el punto morboso en el que la cosa se había quedado el día anterior y eso, unido al sentimiento de culpabilidad que sentía por no haberle dicho nada a Ricardo desde ayer, la impulsó a contestarle.

Primero se quitó las botas. Cuando sus pies desnudos quedaron al descubierto empezó a desabrocharse los botones del pantalón el cual comenzó a bajarse lentamente descubriendo su culote de color gris claro. Seguidamente se llevó las manos a la camiseta y se la quitó en un rápido gesto quedando completamente en ropa interior.

Cuando R2D2 sonó casi le dio un vuelco el corazón a Ricardo. ¡Montse no se había enfadado! Y lo mejor de todo, aún seguía el juego. Parecía una auténtica diva, recostada en el sofá, en ropa interior, y con una picardía en la expresión que se la levantó de golpe. Montse era una chica espectacular no sólo en cuanto a forma de ser, no en vano era su mejor amiga, sino en cuanto al físico se refiere también. Era morena, al igual que su piel en la cual resaltaban ciertas pecas que eran apenas imperceptibles. Aunque ella no lo admitía tenía un cuerpo precioso respecto al cual nada tenía que envidiarle a ninguna otra mujer. Y sin duda esa fotografía así lo corroboraba.

A Ricardo le dio nuevamente por emular a los modelos de calendario e intentó hacerse una foto mientras se bajaba ligeramente la ropa interior mostrando su pubis medio rasurado. Aunque nuevamente el estilo no fue muy conseguido a Montse le gustó más que la primera pose, seguramente porque a estas alturas el intercambio de fotos era algo más que un juego inocente. A la foto le acompañaban unas palabras “Esto va subiendo de nivel mmm” que para Montse sobraron. Pensó que lo mejor sería acabar con aquello. Había estado bien, muy bien, pero no quería que la cosa se complicara más. Y envió el último mensaje.

Aunque la impresionante foto de Montse cautivó a Ricardo las palabras “Ricardo, ya no más” que la acompañaban le cortaron el rollo por completo. Sin embargo, se centró en el espectacular primer plano de los pechos de Montse. Recordó las innumerables veces que él le hacía broma insinuando que tenía un pecho normalito y cómo ella le recriminaba diciendo que tenía unas tetas preciosas. Sin duda estaba orgullosa de su busto y no era para menos. Aquella talla 95 se veía inmensa en aquella fotografía. Las oscuras y grandes aureolas de Montse eran tan o más espectaculares que las que se insinuaban bajo su camiseta. Y poder observar detenidamente como las tímidas pecas de su piel abarcaban todo su pecho era extraordinariamente placentero. Únicamente la punzada de las palabras que acompañaban a la foto pudo romper ese momento que, en cualquier caso, sería eterno en esa fotografía que guardaría con recelo para siempre. Y se contuvo las ganas de enviar la siguiente imagen.

Un simple “Montse, tienes unas tetas preciosas” fue todo lo que ella recibió. Y aquellas simples palabras le sonaron a gloria a la mujer.

Transcurridas las 2 semanas tras la última quedada, las 4 parejas volvieron a verse nuevamente en casa de Ismael y Montse puesto que en el portátil de estos estaba toda la información que guardaron 15 días atrás.

Los primeros en llegar fueron Ricardo y Noe. Él estaba algo inquieto pues vería por primera vez a Montse tras el intercambio de fotos. Y el saludo de ella no lo tranquilizó precisamente. Su pulso se aceleró cuando su mejor amiga le dedicó esa enorme sonrisa y lo abrazó mientras le besaba la mejilla acercando su cuerpo tanto que pudo sentir cómo sus pechos se aplastaban contra su propio cuerpo. Deseó que no se apartara jamás, pero lo hizo, momento en el cual ambos se dedicaron las cómplices miradas que Ricardo, hasta entonces, únicamente había tenido con su novia.

No mucho más tarde llegaron las 2 parejas restantes. La velada fue menos incómoda de lo que Ricardo se esperaba. Ayudó mucho que Montse no le diera ninguna importancia a lo que había sucedido. Además, el objetivo se había cumplido y esa misma tarde consiguieron organizar todo lo referente a la salida veraniega. Dentro de otras 2 semanas pasarían un fin de semana en una casa rural los 8 solos.

Mientras Montse se agachaba a recoger la servilleta que se le había caído oyó como le decían a su espalda:

-Ese culo me suena – le bromeó Ricardo quien acababa de entrar a la cocina y se encontró con Montse en pompa. Ella se rió.

-Pues no llevo los mismos tejanos – dijo en un tono pícaro mientras se incorporaba en un gesto, a los ojos de él, muy sensual.

Ricardo se acercó a ella y le dijo en voz baja:

-Por cierto, he de reconocer que tienes unas buenas tetas ¿o es que la foto engaña?

-Perdona, pero la foto muestra la realidad, tengo unas tetas perfectas, naturales, redonditas y muy bien puestas. ¿Y a ti cuánto te mide? – concluyó, con aire altivo, igualando la conversación.

-¿El ‘antes’ o el ‘después’? – preguntó jocosamente recordando la conversación que ya tuvieron semanas atrás.

-Antes y después. ¡Va, dímelo! – le insistió divertida. Él se rió y continuó.

-No te lo diré. Si hubieras seguido con el intercambio ahora podrías medirla tú misma – insinuó intencionadamente.

-Mejor me lo imagino a través de la foto de tu paquete – y le echó un vistazo a la entrepierna sin perder el rostro sonriente.

-¡Cobarde! – le susurró él.

-Sí – concluyó, entre risas, con falsa timidez.

Mientras los 2 reían les interrumpió la llegada de las otras chicas. Ambos se callaron instintivamente. Es cierto que Montse seguía sin darle importancia a la conversación y, por tanto, podía ser escuchada por cualquier otro sin malinterpretarse, no era la primera vez que ella y Ricardo se hacían bromas por el estilo, pero el hecho de que esta vez la cosa hubiera llegado más lejos le dotaba de un cierto aire tabú.

Ricardo se marchó con los chicos y lo hizo con la sensación de que el juego se había terminado. Y era lo normal. Él siempre había visto a Montse como lo que era, su mejor amiga y, sin duda, quería a Noe. Si bien es cierto que siempre se había sentido atraído por la belleza de Montse, la cosa no pasaba de ahí, como cualquier otra tía buena con la que pudiera fantasear. Así que se olvidó del tema y se conformó con las fotos que ella le había pasado y que conservaría para los restos.

Y así fueron pasando los días. A medida que se acercaba la escapada a la casa rural Ricardo se iba sintiendo inquieto. Le atraía la idea de volver a ver a Montse y pasar unos días junto a ella. Empezó a ponerse tonto y se dirigió al ordenador que ya habían arreglado. En vez de ponerse cualquier video porno fue directamente a la carpeta intencionadamente oculta con el nombre ‘Intercambio’. La abrió y creó una presentación con las 5 fotos que contenía. Mientras veía las fotos pasar, se bajó las bermudas dejando asomar un pene morcillón… burla… comenzó a masturbarse… trasero… no tardó nada en tener una erección de órdago… pezones… a los pocos segundos su mano empezó a mancharse del líquido preseminal que brotaba de su glande… cuerpo… rápidamente llegó al orgasmo provocándole una sensacional corrida… tetas… cerró los ojos por el placer y divisó en su mente las 5 fotografías… burla, trasero, pezones, cuerpo y tetas. Y mientras se corría supo que debía enviar a Montse un nuevo mensaje.

Montse se quedó anonadada al ver el SMS de Ricardo. Junto al mensaje “Ya puedes medirla” había una fotografía. No se atrevía a abrirla y deseó por lo que más quería que Ricardo no se hubiera atrevido a hacer lo que se temía. No quería seguir con aquello ni que su mejor amigo demostrara tanto entusiasmo. Pensó que tal vez le había dado falsas esperanzas de no sabía qué. Siempre habían bromeado sobre estas cosas, pero al parecer las fotos lo habían enajenado. Abrió la foto con rubor y sus peores sospechas se confirmaron. Allí estaba el ’antes’.

La primera reacción fue de repulsa, pero cuando se fijó más en aquel primer plano empezó a ver cosas que le gustaron. Aunque estaba flácida, la polla de Ricardo no parecía ser de gran tamaño, sin embargo acababa en un bonito glande rosado que parecía bastante grueso. Le gustó. Por lo demás, lo tenía todo bastante bien arregladito, algo que ya se dejó entrever en la foto del pubis de su amigo. La reprobación inicial se convirtió en diversión, le pareció graciosa la situación y pensó en no darle mayor importancia.

Con el móvil aún en las manos le llegó otro mensaje. Al ver el remitente sintió un cosquilleo en el estómago. Por un lado volvió a temer que Ricardo insistiera, pero por otro… no estaría mal ver cómo evolucionaba aquel miembro… Sin embargo no había foto, solo texto: “Que sepas que me he masturbado con tus fotos ;-P pero necesitaría alguna más…”.

Montse pensó que estaba de broma. No podía imaginarse a su mejor amigo haciendo eso pensando en ella… pero fríamente, dadas las circunstancias era más que probable. Y volvió a sentir por parte de Ricardo un extraño atisbo de halago el cual le provocaba placer al pensar en enviarle una nueva foto para deleite de sus manualidades. Sin estar demasiado convencida se dispuso a desnudarse.

¡Una foto de cuerpo entero desnuda! ¡Guau! Ricardo se maldijo por no enviarle antes la foto a Montse. El intercambio se había reanudado y el simple hecho de contemplar ese cuerpazo le llevó al estado de su siguiente envío.

Montse pudo comprobar, tal y como había deseado inconscientemente, la evolución del pene flácido de Ricardo. La nueva imagen era un calco de la anterior sólo que ahora parecía algo más grande, fuerte y vigorosa. Además, ahora la foto estaba ligeramente de perfil y se podía comprobar la leve altivez del miembro sin llegar a exhibirse exultante de lo que dedujo que aún estaba morcillona. Montse de deshizo de tapujos y admitió su inminente excitación repitiendo la foto de su culo, pero esta vez sin ropa de por medio.

Ricardo casi se corre sin tocarse cuando leyó las palabras que acompañaban a la fotografía antes de abrirla: “Ya voy a por todas, espero conseguir el después con esta”. Ricardo pensó que ya lo había conseguido sólo con esa frase. Ansioso abrió el adjunto y se encontró con un culo en pompa que dejaba entrever un apetecible manjar entre las piernas bien cerradas. No la hizo esperar y le envió lo que le había pedido.

Montse no pudo evitar pasar un dedo sobre la fotografía que mostraba la polla desafiante de su amigo mientras se mordía un labio. El muy idiota la había conseguido calentar más de lo que se había podido imaginar. No supo si fueron las fotos, la morbosa situación o la suma de todo, pero se sintió irremediablemente atraída por el tan bonito glande, culminación de aquella traviesa polla del montón. La foto estaba de perfil pero no le era posible calcular el tamaño pues no había referencias. Mas no debía ser gran cosa. Pensó que Ricardo ya no podía ofrecerle nada más así que decidió ser justa y enviarle una foto acorde para que pudiera cascarse la paja, que seguro se iba a hacer, a gusto. “No manches nada” le escribió insinuando con toda la complicidad que el momento permitía.

Y Ricardo a punto estuvo de soltar un chorretón descontrolado a pesar del poco tiempo que había pasado desde su anterior corrida cuando vio el coño abierto de Montse. El primer plano de su sexo le puso a mil. Intentó fijarse en cada detalle. Su pubis perfectamente cuidado con una ligera capa de vello central que se iba difuminando a medida que se acercaba a los laterales. Más abajo, unos labios vaginales abultados que se desplomaban sobre sí mismos y que apetecía chupar para saborearlos. Y, por último, justo encima de los labios, el clítoris al que Ricardo le pareció erecto tal vez debido a la excitación de su mejor amiga. Se miró la entrepierna y vio como el líquido preseminal volvía a hacer acto de presencia anunciado la apremiante corrida. Y decidió que esa sería su siguiente foto.

“Aún puedo aguantar un poco más y… ¿tú no te tocas?” fue la contestación de Ricardo. Ella no pudo evitar una sonrisa. La foto del primer plano del glande con aquel líquido transparente empezando a brotar fue demasiado. Sin duda, si no fuera un móvil lo que tenía en la mano, se lo hubiera llevado a la boca para saborear aquel bonito glande y el líquido preseminal que de él salía. Subió las piernas al sofá y se llevó una mano a su sexo. Pudo notar la humedad del mismo y el hilillo de los primeros flujos que se adhirió a uno de sus dedos cuando retiró la mano.

R2D2 emitió sus penúltimos pitidos. La misma foto que antes, pero esta vez el aspecto era insuperable. El brillo que provocaban los fluidos de Montse se extendía a lo largo de sus labios vaginales que ahora eran aún más apetecibles si cabe. Ya no aguantó más y soltó un par de chorros sin demasiado control. El primero de ellos fue a parar directamente al monitor del PC cuya imagen mostraba los turgentes pechos de Montse. Ahora parecía que se hubiera corrido sobre sus tetas y se apresuró a hacer una foto mientras el semen se escurría por la pantalla. Se la envió a Montse junto al texto: “Gracias. Mira lo que has conseguido, guarrilla! ;-P”

Ricardo se apresuró a limpiarlo todo antes de que llegara Noe. Mientras lo hacía esperaba recibir un nuevo mensaje, pero el inteligente robot no volvió a silbar. Lo hizo cuando Noe ya estaba en casa con lo que prefirió ignorar el mensaje y dejarlo para la intimidad, momento que llegó cuando su novia se acostó. Ricardo se sorprendió. Montse aún le tenía guardada una nueva grata sorpresa.

“Nivel máximo alcanzado. Un beso” era lo que acompañaba… ¡al video! Ricardo se puso nervioso y, totalmente expectante, le dio al play no sin antes bajar el volumen al máximo por si acaso.

Apareció un primer plano de la cara de Montse y Ricardo pudo escuchar, no sin esfuerzos por el bajo volumen y la escasa calidad del video:

-Y mira lo que tú has conseguido…

Y acto seguido la cámara se movió a lo loco de forma que era imposible captar lo que estaba pasando hasta que la imagen se centró en el sexo de Montse. Se la podía apreciar tumbada en el sofá con las piernas abiertas y la mano libre en su coño. El zoom mostraba desde un poco más arriba de su pubis hasta por encima de las rodillas. Aunque la calidad no era muy buena Ricardo pudo apreciar el dedo que su amiga le estaba dedicando. Genial. El video no era muy largo y se terminaba justo cuando empezaban a escucharse los primeros gemidos de su mejor amiga. Sin duda había dejado de grabar para terminar de masturbarse y, presumiblemente, alcanzar el orgasmo.

¿Era posible? Tenía la polla pidiendo guerra nuevamente debido al puto video. ¿3 veces en tan poco tiempo? Ni en sus mejores sueños, pero lo que no consiguiera esa pedazo de mujer… pensó. Se fue a la cama buscando a Noe, tenía ganas de acabar aquello como dios manda, con sexo de verdad, pero su novia, medio dormida, no estaba por la labor. Así que tuvo que desistir y quedarse con las ganas.

Por fin llegó el viernes previo al fin de semana de la casa rural y cada una de las 4 parejas fue saliendo con sus respectivos coches a medida que salían del trabajo.

Los primeros en llegar fueron Ismael y Montse que se encargaron de recoger todas las instrucciones de los dueños de la casa para después hacérselas saber al resto del grupo. Cuando los dueños se marcharon y se quedaron solos llegó la siguiente pareja, Esteban y Maribel.

Los primeros se dedicaron a enseñarles la casa. Un primer piso en el que se encontraba el salón y la cocina. Un segundo piso en el que habían 3 habitaciones. Y un tercer piso en el que estaba la última habitación y el único cuarto de baño. Aunque al lavabo se podía acceder desde fuera tenía una segunda puerta que se comunicaba directamente con la habitación contigua.

-Como hemos llegado los primeros tenemos derecho a escoger habitación así que nos quedamos esta – dijo Ismael mientras enseñaban la del tercer piso ya que era la que tenía el lavabo más a mano.

-¡Sí, hombre! – replicó Esteban – lo decidiremos cuando estemos todos. Yo lo haría a suertes.

-Va… cariño… déjalo, a mi me parece justo – intervino Maribel.

-Te jodes – concluyó Ismael mientras le dedicaba una sonrisa a su amigo.

-Qué mamonazo… – aceptó finalmente Esteban con resignación.

Los 4 estaban en el patio de detrás de la casa cuando llegaron Ricardo y Noe. Al patio se accedía desde el salón de la primera planta. Cuando Ricardo lo vio se maravilló con la piscina que había junto a las hamacas donde yacían sus compañeros. Todos se saludaron.

Ricardo estaba impaciente por ver cómo sería el primer encuentro con Montse desde lo que había pasado, pero la cosa fue más fría que la última vez que se vieron. Esta vez no hubo acercamiento con contacto físico tan evidente. La cosa se limitó a un saludo frío sin un solo roce. Y es que el pobre no sabía cómo iba a reaccionar ella ni cómo esperaba que él lo hiciera.

Montse no le daba tantas vueltas a la cabeza. A pesar de no sentirse especialmente orgullosa de lo que había sucedido, no le daba mayor importancia y esperaba que Ricardo tampoco lo hiciera. Pensaba pasárselo tan bien como siempre y que el incidente ocurrido no cambiara las cosas.

Mientras los 6 hablaban distendidamente como siempre, por fin, llegó la última pareja, César y Luisa.

-Ya era hora… – les bromeó Ricardo.

-Calla, calla, no me hables… – le respondió César haciendo clara alusión a que la culpa de la tardanza era debido a Luisa.

Mientras los 2 últimos integrantes se acomodaban y el resto se disgregaba en diferentes conversaciones, Ricardo y Montse tuvieron su pequeño momento.

-¿Sabes…? esta semana me han pasado unas fotos muy interesantes – le dijo Ricardo intentando evaluar la situación.

-Ah… ¿sí? – le contestó pícaramente Montse – ¿qué clase de fotos? – le siguió el rollo como siempre, quitándole hierro al asunto.

Ricardo se sintió aliviado al ver que Montse seguía siendo la misma de siempre.

-Son las mejores fotos que he recibido jamás – la piropeó – y además, también he recibido un video – ella se rió.

-¡Oh! Vaya… suena bien y…

-¡Chicos! ¿Qué tal si vamos preparando algo para cenar? – gritó César interrumpiendo todas las conversaciones mientras salía nuevamente al patio.

Ricardo y Montse se dedicaron unas miraditas de complicidad y se dirigieron, como el resto, para la casa. Tras la cena, el viernes concluyó pronto pues al día siguiente habría que madrugar para aprovechar al máximo el fin de semana.

El sábado transcurrió normalmente: una visita al pueblo más cercano para comprar, unos baños en la piscina, un poco de sol, una buena comida, unas partidas de cartas, juegos varios, muchas bromas, una buena cena, alcohol, buenas conversaciones… se podría decir que lo más atípico había sido la poca relación entre Ricardo y Montse que apenas se habían dirigido la palabra. ¿Timidez de él o distanciamiento de ella?

A la mañana siguiente, la del domingo, sin ninguna previsión como la que tenían el día anterior, la gente se fue levantando a medida que se lo pedía el cuerpo. El último en hacerlo fue Ricardo que se despertó escuchando los gritos y la algarabía que sus amigos estaban provocando en la piscina. Mientras se desperezaba en la cama, junto a la ventana que daba al patio, pudo escuchar la conversación.

-¿Aún está durmiendo? – preguntó Ismael.

-Parece mentira que no lo conozcas – le respondió Noe.

-Pues entonces nos vamos sin él – añadió César.

-¿Vosotras qué hacéis? ¿Os venís u os quedáis? – se dirigió Ismael a su novia.

-Nos quedamos mejor, ¿no? – le respondió mientras confirmaba con la mirada con el resto de chicas.

-Sí, iros vosotros. Nosotras nos quedamos aquí tomando el sol – concluyó Luisa.

-Está bien – dijo Esteban. Y los 3 chicos se dirigieron al coche para ir a comprar la carne para la parrillada que harían al mediodía como habían concluido.

Tras oír cómo los chicos se marchaban, Ricardo se levantó definitivamente y se dispuso a darse una ducha para lo cual tuvo que subir al último piso. No pensaba tardar demasiado con lo que no se molestó en avisar que estaría duchándose para evitar que alguien subiera al lavabo mientras él lo estaba utilizando. Sin embargo, procuró estar atento por si oía a alguien acercarse ya que ninguna de las dos puertas tenía pestillo.

Ricardo se estaba enjabonando cuando escuchó movimiento por el exterior. Alguien se acercaba. Escuchó como la persona que fuera pasaba de largo y los ruidos comenzaron a escucharse en la habitación. Supuso que era Montse puesto que era su cuarto e Ismael se había marchado al pueblo. Se concentró por si…

-¡Está ocupado! – le dio tiempo a decir justo cuando vio cómo la puerta se habría mientras se llevaba la mano que no sostenía el teléfono de la ducha a la entrepierna para taparse en un acto reflejo.

Tras la puerta, con aire despreocupado, apareció Montse que al darse cuenta de que Ricardo estaba en la ducha reaccionó.

-¡Uy! ¡Perdón!

Y se alejó no sin antes mostrar una sonrisa que no pasó desapercibida para su mejor amigo.

Cuando los chicos se marcharon a comprar la comida al pueblo las chicas se quedaron tomando el sol tranquilamente. Al poco rato Montse se dirigió a su habitación y no fue hasta una vez dentro de la misma que se dio cuenta que Ricardo se estaba duchando al oír cómo el agua estaba cayendo. Pensó en su amigo desnudo, del cual únicamente le separaba una puerta y sintió curiosidad por verle más allá de cualquier excitación que le provocara o las fotos que se habían intercambiado. Simple curiosidad. Así que se dispuso a hacerse la tonta. Una miradita rápida y ya está. Y eso hizo a pesar de escuchar la advertencia de su amigo cuando abrió la puerta.

No había podido ver gran cosa pues Ricardo estaba enjabonado y además rápidamente se tapó las partes con una sola mano, señal de que no había mucho que tapar pensó ella. Se entretuvo haciendo cualquier cosa, esperando su salida.

Cuando Ricardo terminó se dirigió directamente a la habitación de Montse pues sabía que ella aún estaba allí.

-¿Se puede saber qué haces? ¿No me has oído que me estaba duchando? – le recriminó intencionadamente. Ella le sonrió.

-Perdona, ¡eh! No me he dado cuenta… – le mintió.

-¿Pero has visto algo? Ya me entiendes…

-Pues te he visto desnudo lleno de espuma con una sola mano tapando el centro de tu gravedad. Ya está.

-Bueno, ¿pero me has visto la polla o no? – le preguntó intentando averiguar lo que realmente había pasado.

A Montse le chocó oír cómo su amigo se refería a su pene de esa forma tan soez. Al menos, no se lo esperaba.

-Ya te lo he dicho, te he visto desnudo, enjabonado y con una mano tapándote tus partes íntimas.

-Vaya imagen más ridícula – se lamentó. Una cosa era el juego del intercambio de fotos que él mismo había provocado y otra cosa que su mejor amiga le pillara en aquella situación de forma totalmente improvisada.

Ella se rió a carcajadas.

-¡Ridícula no! Divertida sí… ¡y mucho! Buenísima tu cara de medio sorpresa, medio pillo… ¡y con la manita en las partecitas! – y continuó riendo.

-¿Cara de pillo? – le preguntó haciéndose el sorprendido ya que desde que oyó ruidos en la habitación inconscientemente había deseado que Montse echara un vistazo. Y prosiguió – Oye, pues sí que te has fijado en cosas para el poco tiempo que ha durado. Por cierto, ¿y tú qué andabas buscando en el lavabo y mirando directamente a la ducha? ¡Querías verme desnudo! – dedujo para ver cómo reaccionaba.

-¡Sí! La verdad es que he entrado sabiendo que estabas en la ducha – le confesó entre ladinas risas – Pero no esperaba verte, también es cierto, solo asustarte. ¡Pero te he visto! – soltó carcajeando – Buenísimo el momento ducha – y lo miró pícaramente.

-¡Guarrilla! – le dijo riendo también – Tú pídemelo, que yo te la enseño sin necesidad de que me pilles en la ducha – insinuó devolviéndole la mirada, pero ella no paraba de reír.

-Es que ha sido un momento inolvidable – haciendo referencia a lo anecdótico de la situación.

-Bueno, me debes una visión de tu cuerpo desnudo, en la ducha, llena de jabón y tapándote lo que puedas.

Ella no le contestó. Simplemente se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Antes de sobrepasar la puerta se giró para mirar a su mejor amigo.

-Me voy a duchar.

¡¿Qué?! ¿Le estaba invitando sutilmente a verla desnuda? ¿O simplemente le advertía para que no pasara? Estaba convencido que no había subido a ducharse así que…

Cuando se decidió a abrir la puerta todo lo cuidadosamente que pudo y asomar la cabeza pudo ver el cuerpo desnudo de espaldas de su mejor amiga. Espectacular. Se acababa de quitar el bikini y se disponía a entrar en la bañera.

-Tranquilo, no es nada que no hayas visto ya – le dijo sin girarse, haciendo clara alusión a las fotos que le había enviado.

Así, mientras ella empezaba a empaparse con el agua que desprendía el teléfono de la ducha, él se acercó cautelosamente. Cuando ella se giró con las manos levantadas mojándose el pelo, Ricardo pudo contemplar los turgentes pechos de Montse y cómo las gotas de agua los recorrían hasta llegar a los pezones donde se suicidaban lanzándose al vacío. También se fijó en su pubis, tan aseado como se adivinaba en las fotos, en el que encontraban la salvación algunas de las gotas que se habían precipitado desde lo alto.

-Creo que con tu irrupción no me ha dado tiempo a ducharme todo lo bien que debería – insinuó Ricardo hábilmente – ¿Puedo? – preguntó vergonzosamente.

Ella le contestó con una sonrisa, expectante. Y no quitó ojo de su amigo cuando este se desposeyó del bañador, única tela que llevaba encima. Vio como tuvo que separar la tela de su cintura para poder liberar su pene totalmente erecto. Nuevamente fue más el halago de ver así a su amigo por ella que la visión de aquel tieso instrumento lo que la convenció de que quería seguir con aquello. Él se acercó y se metió en la bañera junto a ella, a una distancia prudencial.

Ricardo no quiso ni rozarla. Temía que cualquier mal paso pudiera acabar con aquello. Así que, aunque se hubiera abalanzado gustosamente sobre ella para magrearle los preciosos pechos y el resto de su glorioso cuerpo, se contuvo. Y aprovechó cuando ella cogió el bote de gel.

-¿Quieres que te ayude? – le propuso.

-Vale – recibió como respuesta junto a una enorme sonrisa traviesa.

Ricardo se inundó las manos de jabón mientras ella le daba la espalda con lo que se dispuso a enjabonarle la misma. Al primer contacto con su piel sintió una explosión, como si un chispazo se hubiera producido entre ambos. Su polla dio un respingo golpeándola en el culo. Ella reaccionó con condescendencia, girándose para dedicarle una divertida sonrisa y separarlo ligeramente apoyando la mano sobre su pecho.

-Cuidado con eso… Ricardito – le comentó de forma jocosa.

Ricardo masajeó la espalda de su amiga esparciendo el gel por toda su superficie. Hizo alguna pequeña incursión hacia su vientre con sumo cuidado por miedo a acercarse excesivamente y volver a tocarla con la verga.

-Creo que la espalda ya la tengo suficientemente limpia. ¿No crees? – le insinuó morbosamente.

Así que el hombre se envalentonó a bajar a sus nalgas. Ciertamente su culo no era lo mejor de su cuerpo, pero tampoco es que fuera feo, simplemente no desentonaba con el resto. Ricardo ya estaba convencido de que aquello no tenía marcha atrás así que tenía vía libre. Y lo probó llevando una de sus manos a la parte interna de los muslos de Montse. Ella abrió las piernas ligeramente y Ricardo accedió a su coño. Simplemente se limitó a enjabonarlo, sintiendo sus prominentes labios vaginales, pero no pudo reprimir introducir ligeramente sus dedos por la raja que días antes había visto a través de su móvil.

Montse estaba muy excitada. Desde que su amigo le había puesto la mano encima para enjabonarla es como si se hubiera teletransportado a otro lugar. Ya le daban igual sus amigas, su novio, las puertas sin pestillo… Hasta ese momento estaba jugando con el morbo de la situación, con lo mucho que le gustaba hacer sentir cosas a Ricardo, pero en ningún momento se imaginó que él también se las podría hacer sentir a ella, como lo que sentía ahora, cada vez que su amigo pasaba sus hábiles dedos por su entrepierna.

-Ven, que te enjabono los pechos – le dijo Ricardo mientras dejaba de acariciarle el chocho y la giraba para quedarse frente a frente.

Ricardo pensó que estaba cumpliendo un sueño. Las tetas de Montse eran posiblemente la parte de su cuerpo con la que más había fantaseado y ahora se las estaba sobando. Pudo sentir el agradable tacto, el contraste entre la excitante blandura del pecho y la rigidez del pezón. Maravilloso.

Sus cuerpos ya estaban muy juntos de forma que la polla de Ricardo golpeaba de vez en cuando contra muslos, cadera, pubis o labios vaginales de Montse llenándose de la espuma que provocaba el jabón que él esparcía sobre el cuerpo de ella. Así que, cuando la mujer se apartó de él para arrodillarse ante su verga, se la agarró con una mano mientras con la otra acercaba el teléfono para deshacer toda la espuma mostrando el hermoso glande que tanto le había gustado en fotos y que nada desmerecía en persona.

-Creo que ya está bastante limpia – le dijo antes de llevársela a la boca y empezar a hacerle una mamada.

Ricardo tuvo que apoyarse en la pared para no caerse del placer que le produjeron esas palabras y la boca de su querida mejor amiga en contacto con su polla a punto de reventar.

Montse se dio cuenta de que o paraba o aquello se acababa ya, así que se separó de él. Y mientras se levantaba le dijo:

-Ricardo… tienes una polla muy bonita y un glande muy apetecible.

Él se sintió orgulloso ante aquellas palabras y el cálido beso de su amiga le pilló de sorpresa.

Así, con el agua cayendo sobre sus cuerpos fusionados mientras se regalaban mutuamente aquel morreo, Ricardo llevó una mano a uno de los muslos de Montse para levantarle la pierna de modo que con la otra mano pudiera dirigir la polla hacia su sexo.

Y así fue como ella comenzó a moverse sobre el normalito cuerpo de su amigo. Mientras él le agarraba la pierna que tenía levantada era ella la que llevaba el ritmo del vaivén necesario para sentir placer y justo para hacer que Ricardo durara lo suficiente.

Cuando ella llegó al orgasmo casi se cayó al fallarle las fuerzas de la única pierna que estaba en contacto con el suelo. Tuvo que ser Ricardo quien la sujetara haciendo un enorme esfuerzo pues la fatiga también hacía mella en él.

Tras las pequeñas convulsiones de Montse que le hicieron entender a Ricardo que se había corrido y el esfuerzo por sujetarla para que no se partiera la cabeza en la bañera, ella se separó de él y se agachó para agarrarle la polla y masturbarlo con una mano mientras con la otra le sopesaba los testículos.

Mientras Ricardo acariciaba la espalda y el culo en pompa de ella no tardó mucho en correrse soltando los disparos de semen más potentes y numerosos que recordaba. Montse los dirigió de forma que no mancharan nada y todo quedara en la bañera desapareciendo, junto con el agua que aún seguía cayendo, por el desagüe de la casa.

-¿Qué tal, nene? – le preguntó altivamente mientras no dejaba de menearle la polla tras la corrida provocando los últimos espasmos de su amigo con la intención de sacarle un último piropo.

Casi sin aliento para responder, Ricardo le dijo lo que ella quería escuchar.

-Montse… ha si… sido maravillo… so. No es que… yo quiero a Noe, pe… pero… siempre había fantasea… do contigo…

-Gracias – le contestó ella sonriéndole, orgullosa del morbo que le provocaba a su mejor amigo – Pero has de tener claro que esto no va a suceder nunca más.

-Claro, claro – le respondió rápidamente ya algo más recuperado.

Ricardo, por un instante, pensó en lo afortunado que era. Un tío normalito como él jamás hubiera tenido la oportunidad de estar con una tía tan espectacular como Montse y se alegró de que fuera su amiga y le hubiera ofrecido aquel magnífico regalo.

Por su parte, Montse pensó en cómo había acabado todo por una simple conversación jocosa. El único motivo por el que no se arrepentía de lo que había pasado era por su mejor amigo. Y se sintió poderosa al apreciar cómo había hecho feliz a un tío que, en circunstancias normales, no podría aspirar a ella nada más que en sueños.

Mientras se secaban oyeron como alguien se acercaba.

-¿Montse?

Se apresuraron a vestirse con las únicas ropas que llevaban, bañador y bikini.

-¡Pasa! – le contestó Montse a Maribel.

Cuando esta abrió la puerta se extrañó al ver salir a Ricardo, pero no le dio mayor importancia.

-Buenos días.

-Buenos días.

-Tía, ¿qué se supone que estás haciendo?

-Es que al subir me he encontrado con este – aludiendo a Ricardo – y nos hemos puesto a hablar.

-Ok. Oye, ya han llegado los chicos. ¿Bajamos para prepararlo todo?

-Sí, vamos.

Abajo se reunieron los 8 para preparar todo lo necesario para la barbacoa que comerían al mediodía. Tras la misma y tras reposar la comilona, las 4 parejas dejaron la casa para volver a sus hogares respectivos y sus habituales vidas.

Tras el incidente del domingo en la ducha, Ricardo y Montse se esforzaron por aparentar que nada había sucedido. Aunque no fue fácil procuraron evitarse durante un tiempo de modo que nadie pudiera sospechar nada extraño entre ellos.

Por suerte, con el tiempo, las cosas volvieron a su cauce. La relación entre ambos amigos volvió a ser la de siempre y ninguno del resto de la pandilla jamás sospechó lo que ocurrió ese fin de semana en la casa rural ni en los días previos a la misma.

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