






A mi novia le gusta mostrar su culito. (3)
Hola amigos. Perdonen que hace rato que no les escribo, pero por razones que ustedes se deben imaginar, despues de lo que paso en mi edificio con mi novia nos tuvimos que mudar a otro departamento. Ya todo el mundo se había enterado de la adicción de ella y para mi era muy avergonzante que me pararan por la calle y se ofrecieran para comerle la cola a Marcela. Además Rubén cada vez que la veía se descontrolaba y le manoseaba el culo estuviese donde estuviese y delante de cualquier desconocido sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo.
El límite llegó cuando un día que regresaba del trabajo la encontré a mi novia en la casilla de seguridad del edificio apoyada de frente contra una pared y Rubén a su lado levantandole la pollera y exhibiendole la cola a por lo menos 6 o 7 tipos que yo ni conocía. Todos aplaudían y decían barbaridades mientras Ruben le metía mano desesperadamente y Marcela, que cada vez estaba mas atorranta, se dejaba hacer sin decir nada.
– Ahí llega el cornudo del marido, dijo Ruben apenas me vio entrar.
Se hizo un gran silencio, ella me miró, quiso bajarse la pollera, pero Rubén se lo impidio. Todo giraron para mirarme, mientras Ruben continuó:
– Quedese así señora, muestrele a su marido lo puta que es, sabiendo que lo que estaba diciendo la ponía a mil.
Mientras todos reian, la tome de un brazo a Marcela, la saque de ahí y subimos a nuestro departamento, donde en medio de una discusión le hice prometer que nunca más haría exhibiciones si yo no la autorizaba o si no estaba presente. Ella estaba muy acongojada y me confesó que cada vez se sentía con mas ganas de mostrar la cola y que no podía evitar excitarse tan solo con escuchar alguna propuesta o saber que alguien estaba con ganas de tocarsela y comersela.
Luego de charlar un largo rato coincidimos que esto no podía continuar así . Yo le reconocí que me calienta verla mostrar su colita, pero ya todo se había descontrolado y que había que darle un corte.
Fue ahí donde decidimos mudarnos y cambiar de vida. Ella prometió controlarse ante cualquier insinuación y yo prometí no pedirle más que se exhiba en público.
Fue así que pasaron estos meses entretenidos buscando nueva vivienda y una vez que la encotramos, decorándola y amoblandola.
Teníamos relaciones sexuales “normales” y tratábamos los dos de evitar mencionar algo de lo que habíamos vivido en el pasado. De cualquier forma yo estaba seguro que Marcela recordaba muy bien todo y lo notaba porque en medio de la relación cerraba los ojos y metiedose un dedo en el culito acababa como tres veces seguidas. Yo tampoco puedo negar que estando solo me venían a la cabeza las escenas de mi novia cojiendo con gente extraña, por lo que me terminaba haciendo flor de paja.
Una tarde decidimos ir a una mueblería que nos había recomendado una amiga de Marcela, ya que habíamos planeado cambiar los muebles del dormitorio, especialmente la cama, que por ser bastante vieja, hacia ruido apenas nos moviamos en ella. Cuando llegamos nos recibio un muchacho de unos 30 años:
– Buenas Tardes, me llamo Carlos, en que puedo servirles, preguntó amablemente.
– Buenas tardes, nos aconsejó este lugar una amiga de ella, respondi señalando a Marcela.
– Hola, nos recomendaron que hablaramos con un tal Pedro, dijo ella.
– Es mi padre, contestó él, adelante por favor. Pasó primero Marcela y ahí note como se le iban los ojos directamente a su cola, que dicho sea de paso estaba bien marcadita en esos pantalones de tela finita que tenía puestos.
Nos hizo pasar a una oficina y detrás de un escritorio estaba un señor de mas o menos 65 años que enseguida Carlos nos presento como su padre.
– Buenas tardes señor, nos envía mi amiga Cecilia para que nos ayude a elegir una buena cama, dijo Marcela.
– Ah si, Cecilia me llamó y me dijo que tu vendrías, respondió Pedro, lo que no me dijo es que vendrías con tu marido, continuó.
No entendí porque había dicho eso, pero no le di mayor importancia.
– Vengan pasemos a la parte de atrás que está la fábrica así les enseñaré los modelos de camas que tengo, prosiguió.
Apenas Marcela se paró el viejo le clavó la mirada descaradamente en su culo y siguió admirandolo mientras iba caminando detrás de ella, sin importarle si yo me daba cuenta o no.
Eso me dio un poco de bronca, pero no puedo negar que también me calentó bastante.
Traspasamos una puerta y entramos a un galpon enorme con pedazos de madera y aserrín por todos lados. Había por lo menos 10 obreros trabajando, que a medida que Marcela pasaba por delante de ellos la iban desnudando con los ojos. En ese momento me dí cuenta que esto no había pasado desapercibido para ella ya que note que sacaba la cola más para afuera y la movía muy sensualmente.
Me empece a preocupar cuando se dio vuelta para mirarme y vi en su expresión que ya estaba recaliente. Pensé tomarla de un brazo y regresar otro día, pero la excitación que me producía verla como se mostraba pudo más y no pude mover un músculo.
– Aquí estan los modelos de cama que fabricamos, dijo el viejo, están todas con colchones para que las pruebes, continuó, dirigiendose a Marcela.
– No hace falta, mirándolas nos damos cuenta, dije yo.
– No le creas a tu marido nena, lo mejor es que la pruebes así sabrás cual es la mas cómoda, se dirigió a Marcela, ignorándome por completo.
– Tirate en ésta, a ver como la sentís, continuó, señalando un cama de 2 plazas y media.
Marcela que hasta ahora no había dicho palabra me miró y me dijo con voz entrecortada por la calentura que tenía:
– Mi amor, ¿me puedo acostar en la cama del señor?
Yo quede mudo. Lo mire al viejo que sonreía y vi como todos los obreros dejaron de hacer lo que estaban haciendo y miraban atentamente la escena.
Al no recibir respuesta mía, Marcela se dejó caer en la cama boca abajo con el culito bien paradito.
– Y, ¿que te parece nena?, preguntó el viejo.
– Mucha cuenta no me doy, contestó Marcela.
– Movete un poco, levanta un poco mas la cola y bajala, para ver como se siente de dura, indicó el viejo.
A esta altura ya se le notaba un bulto en el pantalon al viejo y los carpinteros ya se habían acercado bastante formando un circulo alrededor de la cama. Yo estaba inmovil, miraba todo y en lo único que pensaba era en sacar la verga del pantalón porque de lo parada que la tenía me estaba matando.
– ¿Le parece bien así señor?, preguntó Marcela, mientras levantaba el culito y se dejaba caer.
– Asi está bárbaro nena, respondió el viejo, tratandose de acomodar la verga en el pantalón.
– Igual mucha cuenta no me doy, dijo Marcela.
– ¿Nena vos dormís con pijama? Pregunto el viejo.
– No porqué
– ¿Y como dormís?
– En bombachita.
– Por eso no te das cuenta si el colchón es comodo. Te recomendaría que te saques el pantaloncito para probarlo.
– No es necesario, dije yo, tratando de mostrar una autoridad que ya había perdido hace rato.
Ya los obreros se habían acercado más y estaban a menos de un metro de mi novia.
– Señor, yo le aconsejaría que se siente en esa silla y espere allí mientras le hacemos probar la cama a su mujer, me dijo el viejo.
Lo cual obedecí, un poco porque con su mirada Marcela me lo estaba pidiendo y otro porque de la calentura que tenía ya no podía mantenerme en pie.
– Haber nena mostranos como dormís, le pidió el viejo.
Entonces Marcela se desabrocho los botones del pantalon y se los sacó, dejando al descubierto una disminuta bombachita blanca metida casi por completo en su precioso culito.
Se acostó culito para arriba y mirándolo al viejo le preguntó ¿así esta mejor señor?
– Si nena, ahora debes estar bien caliente mostrandonos el culito. Tu amiga me contó que te encanta mostrarlo y yo estaba impaciente en verlo. Veo que a tu marido no le molesta, asi que abrilo bien para nosotros.
Entonces Marcela se puso en cuatro, levantó bien la colita y la puso a merced de quien quisiera mirarla. Mientras el viejo y los empleados se bajaron los pantalones y dejaron ver tremendos miembros totalmente erectos. Esto puso como loca a Marcela que comenzó a meterse un dedo en la concha y a gemir desesperadamente. Se notaba que se había reprimido por mucho tiempo y que ahora estaba más desenfrenada que nunca.
– ¿Tenés ganas que te rompamos la colita nena?, dijo el viejo
– Por favor, chupemela señor, suplicaba Marcela mientras se corria la tanga hacia un costado exhibiendo su oyito abierto.
El viejo no se hizo desear y rapidamente dirigio su lengua al precioso agujerito, mientras los otros comenzaron a meterle mano por todos lados y uno de ellos le ensarto la pija en la boca, la cual mi novia acepto gustosa y comenzó a mamarsela en forma frenética hasta que el tipo no aguantó más y le lleno la boca de leche. Mientras tanto se turnaban con el culo, salia uno y se lo chupaba otro, le sacaban la boca y le insertaban primero uno, después dos y hasta tres dedos. La manoseaban por todos lados. Le sacaron la remera y le chupaban los pechos. Ella solo gemía y pedía mas pijas.
Yo solo miraba como once tipos disfrutaban de la puta de mi novia y me masturbaba y acababa y volvía otra vez a masturbarme.
– Salgan todos, ordenó el viejo de pronto. Cambiense y sigan trabajando que para ustedes se acabó la fiesta.
– No me deje asi señor, por favor necesito una pija en mi colita, le decía Marcela mientras lo miraba con cara de desesperación.
– Si haces lo que te digo, la vas a tener.
– ¿Te gustó mi hijo no?, vi como lo mirabas cuando entraste. Bueno ahora te vas a cambiar, lo vas a ir a buscar al salón de venta, lo vas a traer para acá y adelante mio y de tu marido le vas a pedir que te rompa la colita.
Marcela se levanto, se limpió con una toalla que le acercó el viejo, se vistió y salió caminando hacia la parte de adelante. El viejo me miró y me ordenó que me subiera el pantalón y que hiciera como que nada había pasado.
– Va a ver como le va a calentar que su mujer de la nada le pida a un tipo que le rompa el culo, me dijo.
La idea me había gustado asi que le hice caso.
Me paré junto a el viejo y el hacía como que me explicaba las ventajas de la cama, cuando llego Marcela con el hijo.
– ¿Que necesitás papá?, preguntó
– La señora necesita que le hagas un favor, contestó.
– Usted dirá señora
– Decile nena, ordenó el viejo.
– Quiero que me rompas la colita delante de mi marido y de tu papá, dijo Marcela, mientras se bajaba el pantalón y le mostraba el culito desnudito.
– Vi como me lo mirabas cuando me conociste. Vos me calentas mucho y yo necesito una pija adentro, asi que por favor rompemelo, agregó.
El muchacho no entendía nada. Me miraba a mí y lo miraba al viejo mientras tocaba con vergüenza la cola de mi novia.
El padre le ordenó que se desnudara y Marcela hizo lo propio y se tendió en el colchon. El pibe se acostó a un costado y comenzaron a besarse y tocarse por todos lados. El viejo volvió a sacarse los pantalones y yo hice lo mismo. Mirabamos la escena parados al costado.
– Que puta es su mujer, mire como le gusta la pija de mi hijo, me decía el viejo. Tenía razón Marcela se la tragaba con todas las ganas, y el viejo cada tanto le metía un dedo en el culo enloqueciendola cada vez más.
– Mire como se traga el dedo, que buen culo abierto, seguiá diciendome el viejo.
– Vení nena, chupamela a mi, mientra mi hijo te abre mas ese culito.
Automaticamente Marcela se incorporó, se puso en cuatro, paro la colita y se metió la pija del viejo en la boca, mientras el hijo se puso detrás y la ensartó hasta el fondo. No les puedo explicar como gritaba y se movía. Estaba que reventaba de la calentura. Pedía más y más. El viejo la insultaba, le decia puta, perra, culo abierto y ella se ponía mas a full. Estuvieron asi largo rato, donde ella habrá acabado por lo menos 5 veces, hasta que el hijo le lleno todo el culo de leche y al segundo el viejo le hizo tragar toda su esperma.
Marcela quedo tendida en la cama reventada.
Yo supe a partir de ahí que mi novia no iba a cambiar más.
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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (3)
– Uffff, ¡qué dura se te ha vuelto a poner!- exclamó mi cuñada apagando el cigarrillo.
– Eres tú quien me pone la polla así de dura. ¡Quítate las botas, que te voy a follar como te mereces!.
Estaba tan excitado de nuevo, y tenía tantas ganas de darle su merecido, que decidí recuperar mi autoridad y demostrar que, a pesar de su seguridad en sí misma, y de haberme dejado llevar por sus encantos, quien tenía el control era yo. Yo aún seguía siendo 10 años mayor que ella, cuando ella aún jugaba con sus muñecas, yo ya me follaba a su hermana, además, yo era su experimentado profesor, ¿y acaso no era yo el protagonista de sus fantasías sexuales, y era ella quien había venido a mí?.
Mi tono autoritario la cogió por sorpresa y la excitó sobremanera, así que rápidamente desabrochó las cremalleras de las botas y se descalzó quedándose totalmente desnuda y de pie delante de mi.
Le di un azote en el culo que le hizo proferir un “¡au!” cargado de excitación.
– Venga, vamos a la habitación, que voy follarte en la misma cama que me follo a tu hermana.
Patty emitió una breve “¡ah!” mezcla entre asentimiento y satisfacción y se dirigió a la habitación de matrimonio que mi mujer ya le había mostrado. Yo seguí tras de ella observando su lindo culito menearse con una pequeña marca roja en el lugar donde le había dado el azote.
Cuando llegamos al dormitorio, la cogí con fuerza de la cintura y le metí la lengua hasta la garganta. Ella me respondió con ardor jugueteando con su lengua en mi boca y devorando mis labios con los suyos. La empujé sobre la cama, y con la polla bien dura observé su maravilloso cuerpo desnudo mientras sus ojos cargados de deseo me pedían que la penetrase.
– ¿Te apetece?- le pregunté.
– Sí…
Acaricié sus pechos y me los comí con ganas, succionando las dos tetas y mordisqueando ligeramente sus pezones mientras ella me alentaba con juguetones gruñidos. Terminé de colocarme sobre ella, y con un seco golpe de cadera le ensarté toda mi verga en su coño hasta que hizo tope.
– ¡Aaaaaaaah!- gritó ella con la embestida.
– Eso es- le susurré al oído-, grita cuñadita, porque voy follarte como nunca te han follado. Te voy a clavar la polla una y otra vez hasta el fondo.
– Sssí, clávamela mássss, por favor.
No necesitaba que me lo pidiese, era lo que más deseaba en el mundo en ese momento. Se la saqué entera y volví a clavársela con fuerza hasta que mis caderas chocaron con las suyas.
– ¡Aaaaaaahhhh!- volvió a gritar-, ¡cómo me clavas tu polla!.
Empecé a bombear su cálido y chorreante coño con fuertes embestidas que ella acompañaba con gemidos entrecortados. Es asombroso cómo su vagina está hecha para abrazar todo mi falo, para masajearlo con maravillosas contracciones, para engullirlo en toda su longitud.
Patty estaba tan cachonda que no tardó en correrse levantando todo su cuerpo con un largo “¡Sssííííííííííííííííííí!”. Pero a pesar del gustazo que me estaba dando, mi resistencia había aumentado en gran medida por las dos corridas anteriores, así que estando aún muy lejos de correrme, le saqué la verga, me tumbé a su lado, y le dije:
– Ahora cabalga sobre mi polla.
Con las mejillas ruborizadas por el orgasmo que acababa de tener, y con la respiración aún entrecortada, mi cuñada obedeció sin rechistar. Se incorporó, puso las rodillas a ambos lados de mis caderas y sujetando mi falo con una mano situó su coño sobre la punta. Lentamente fue dejándose caer introduciéndose el glande, pero yo no la dejé. La agarré con fuerza por el culo y tiré de ella elevando mi cadera a la vez.
– ¡Ooooooohhhh!- gritó cuando se sintió ensartada apoyando sus manos sobre mi pecho.
– Vamos, cabalga mi polla como una puta.
Mi cuñada empezó a mover sus caderas con el ritmo que le marcaban mis manos atenazando su culo, dándome un maravilloso placer que se intensificó cuando se incorporó quedando su cuerpo perpendicular al mío. Toda mi verga estaba dentro de ella y era succionada por los potentes músculos de su vagina. En esa posición comenzó a dar botes sobre mi polla, emitiendo un gritito con cada bote. Yo acompañaba sus saltos con empujones de mi cadera que le incrustaban mi falo una y otra vez. Sus tetas se balanceaban con cada cabalgada ofreciéndome una imagen deliciosa, así que mis manos subieron por sus caderas, recorrieron su cintura y terminaron sobre esas redondas montañas para amasarlas con fuerza.
Qué deliciosa sensación sentía recorriéndome todo el cuerpo, y qué imagen tan esplendorosa era ella cabalgando loca de placer sobre mí, revolviéndose el pelo con las manos y gritando con cada embestida.
Varias veces sentí que estaba a punto de correrme, pero el orgasmo aún no llegaba. Fue Patty quien volvió a correrse de nuevo. Dio un último empujón de su cadera para clavarse mi polla a fondo, su espalda se arqueó y sus brazos se echaron hacia atrás para poder sujetarse agarrándome por los tobillos, y con la cara vuelta hacia el techo profirió un sonoro “¡Sííííííííííííííííííííí!. Inmediatamente cayó rendida y casi sin aliento sobre mi pecho.
– ¡Joder!- exclamó-, ¡qué polvazo!.
– Es lo que venías buscando, ¿no?- le pregunté mirándole directamente a sus fascinantes ojos aguamarina.
– ¡Joder, que sí!. Ni en mis mejores fantasías lo había imaginado tan bueno, pero no he sentido tu corrida quemándome por dentro, y aún tengo tu polla durísima dentro de mí. ¿Tú aún no te has corrido?.
– Ah, preciosa, aún tengo más aguante.
– Ufffff, habrá que ponerle solución- sentenció descabalgándome.
Mi polla emergió de su coño brillante y embadurnada de fluido vaginal, colorada y más erecta que el asta de la bandera. Mi cuñada la cogió por la base y deslizándola entre sus labios se la metió en la boca sin dudarlo. Comenzó a darme una lenta chupada como ya hiciera la vez anterior; yo encantado entrelacé mis manos bajo mi cabeza y me entregué a la maravillosa sensación.
Tras tres profundas chupadas se sacó la polla de la boca y dijo:
– Uummmm, sabe a los juguitos de mi coño.
La miré y sonreí, y acto seguido observé cómo volvía a engullir mi rabo con glotonería. Me quedé observando maravillado por su destreza, pero algo llamó poderosamente mi atención. Por la postura en la que mi cuñada estaba comiéndome la polla, pude contemplar cómo su espalda describía una curva para finalizar en alto en su culito con forma de corazón. Deseé su culo con todas mis fuerzas, y caí en la cuenta de que ella había vuelto a recuperar el control de la situación, un control que yo no estaba dispuesto a otorgarle en ese momento a pesar de sus dotes de felatriz.
Le saqué la polla de la boca, y ella se me quedó mirando con los ojos abiertos de par en par y con sus labios húmedos formando una “o”.
– Déjalo- le dije.
– ¿Es que no te gusta?- me preguntó seriamente contrariada.
– Me encanta, Patty- le respondí cogiendo su cara por la barbilla-, pero quiero tu culo. Quiero follarte por tu maravilloso culo. ¿Es que nunca te lo han follado?.
– Nunca he llegado con ningún tío a eso, pero…
– ¿Pero?.
Una pícara sonrisa se dibujó en sus labios.
– No sabes cuántas veces me he metido un consolador por el culo imaginando que era tu polla la que me penetraba.
– Entonces voy a cumplir tu fantasía y te voy a meter la polla por el culo.
– ¿Lo has hecho alguna vez antes?. ¿Te follas a mi hermana por el culo?.
– No, nunca lo he hecho, ella no se deja porque dice que le va a doler y le da miedo, así que ahora quiero follarme por el culo a su linda hermanita.
– Mmmmm, pero que estrecha es mi hermana. No sabe lo que se pierde. Mi culito es todo tuyo, pero lubrícalo bien.
Se tumbó boca abajo y me ofreció su culo sin dudarlo más. Es tan apetecible que comencé mordisqueándoselo. Separé las dos nalgas e introduje mi lengua por su raja para lamérsela entera, ella rió complacida. Mientras exploraba la raja mis dedos comenzaron a acariciar su coño, que volvió a responder a mis caricias manando sus deliciosos jugos. Mi lengua encontró el agujerito de su ano, estaba muy suave y salado, todavía cerrado. Con movimientos circulares de mi lengua conseguí estimulárselo para que se abriese y la punta de mi lengua pudiese penetrarlo.
Patty estaba disfrutando del placer que le daban mis dedos en su coño y mi lengua en su agujerito secreto, y repetía una y otra vez:
– Así, ahh, así, mmm, así.
Mis dedos empezaron a moverse de su chochito a su culo llevando el lubricante jugo que ella me daba, hasta que introduje mi dedo índice por el estrecho agujero. A ella le encantó. Con movimientos circulares en su interior se lo fui dilatando; aplicando más de su fluido vaginal le metí otro dedo, y luego otro juntándolos dentro de ella. Patty, con sus gemidos, me demostraba que lo estaba disfrutando mucho, lo que me indicó que ya estaba lista para aceptar mi polla, que se mantenía más dura que una piedra, aunque ya se le había secado la saliva que la golosa boca de mi cuñadita le había dejado.
– Ponte a cuatro patas- dije con voz autoritaria.
Ella, sumisa, muy excitada y expectante obedeció rápidamente. La visión, una vez más, era gloriosa, ofreciéndome su culito y su coñito bien mojado.
Me puse de rodillas detrás de ella y penetré su coño suavemente hasta el fondo.
– Mmmm- contestó ella-, pero ese no es mi culo.
– Lo sé, preciosa, sólo estoy lubricando.
Realicé un movimiento circular con mis caderas que a ella le hizo gemir de gusto y saqué el falo recubierto de sus jugos. Lo coloqué entre sus firmes nalgas, y sujetándola por las caderas empujé hasta que mi glande venció la resistencia inicial y se metió en su estrecho agujerito.
– ¡Oh!- exclamó ella.
Lentamente empujé un poco más y mi verga fue abriéndose paso poco a poco por el interior. Estaba bien lubricado y se deslizaba suavemente, pero mi polla se sentía muy estrangulada en el pequeño orificio proporcionándome oleadas de un inmenso placer.
– Oh, oh, oh, oh- repetía ella por cada milímetro de dura carne que penetraba en su culo abriéndose paso.
Ya había metido la mitad de mi polla, pero el placer era tan intenso que no pude reprimir más el deseo de perforar ese maravilloso culo por completo, así que en un acto instintivo empujé con fuerza e introduje toda mi verga por su ojal hasta que mis caderas chocaron contra sus redondas nalgas y mis huevos chocaron contra su chorreante coño.
– ¡Aaaggg, cabrón!- gritó ella-, ¡me la has clavado entera!.
– Voy a follarte duro, como sé que te gusta.
Mi falo estaba totalmente oprimido, lo sentía latir totalmente estrangulado, y me encantaba la sensación, así que empecé a bombear con fuerza. Mi cadera chocaba una y otra vez en sus glúteos y mis huevos en su chochito. Mis poderosas embestidas producían un característico sonido “¡Plas, plas, plas!” en su culo que era ahogado por los gemidos de dolor, pero cada vez más placenteros que Patty emitía con cada embestida.
– ¡Aggg!, ¡me estás taladrando el culo!. Siento tu polla enorme, ¡aaaggg!… la siento toda muy dentro de mí… ¡aaaahhh!, ¡uuuufffff!.
Sus quejas cesaron transformándose:
– Mmmm, la siento toda dentro de mí- repitió.- ¡Aaahhh!, toda tu polla dentro de mí, ¡ahaha!. Mmmm, mmmi cuñado mmme esssstá follando el culo, ¡ssssssííííííí!.
Sus gemidos ya eran de puro placer, y elevaban el tono con cada embestida. Yo estaba disfrutando como nunca, clavándole mi rabo a fondo. Lo tenía tan oprimido que sentía los espasmos previos al orgasmo pero era incapaz de correrme, la presión de su culo me lo impedía, hasta que un poco después, tras unas cuantas embestidas más, me corrí con furia ensartándole mi polla en profundidad, lo que provocó que Patty también se corriese sintiendo mi ardiente descarga en sus entrañas y gritando en puro éxtasis.
Los dos nos derrumbamos sobre la cama exhaustos.
– Gracias por cumplir mis fantasías, profe- me dijo-, has superado todas mis expectativas.
– Patty, eres el polvo más increíble que he tenido nunca.
Tras unos momentos de descanso, vimos por la hora que mi mujer no tardaría en llegar.
Volvimos al salón, yo me puse los calzoncillos mientras observaba cómo ella vestía su hermoso y lujurioso cuerpo con las sexys prendas con las que había conseguido seducirme. Se arregló un poco el cabello y se despidió de mí dándome un ardiente beso y cogiéndome el paquete con su mano derecha.
– Esto habrá que repetirlo, cuñado-profe- me dijo saliendo por la puerta de mi casa.
– Habrá que repetirlo…- suspiré pensativo admirando su culo al marcharse.
Y así fue como despedí a mi querida cuñada, mi alumna, mi amante.
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Miércoles, 10 de abril de 2013
Cuando me levanté, por haber oído voces, vi como Mila, desnuda, arreglaba a los niños, los preparaba para salir, llamaba a Ana y le daba instrucciones para que los llevara al colegio en un taxi, se fuera al instituto y los recogiera por la tarde.
Vi a Ana furiosa gritándole a la madre
Ana.- !Ya estoy harta! ¡Cualquier día te voy a dar un disgusto! ¡Me iré de casa!
Mila.- Ya vale Ana, por favor no grites que me duele la cabeza.
Mila vuelve a la cama, Marga se despierta.
Marga.- ¿Qué son esos gritos? Déjame dormir.
Mila.- Es Ana que va enfadada. No pasa nada, duérmete zorrita.
Marga.- Cualquier día se descubrirá todo y a ver cómo reacciona José.
Mila.- Ana cree que su padre lo sabe todo y lo acepta, lo que no sabe es que su padre está en la inopia, no solo no sospecha, sino que además me facilita, desde hace tres años, tres días de marcha a la semana con sus viajes.
Pobrecillo, encima no dejo que me folle.
Bueno que se fastidie, es muy aburrido.
Marga.- Déjame seducirlo y lo metemos en nuestras movidas…
Mila.- ¿Cómo? Tu lo que quieres es tirártelo. Ni hablar, déjalo así que es más feliz sin saber nada.
Marga.- Riéndose. Pero que puta eres, tú te hartas y a él no lo dejas follar. Déjamelo a mí y veras como te lo espabilo. Además le doy gusto, ya que tú lo tienes abandonado. Que desperdicio de polla.
Mila se tiende sobre Marga, la besa en la boca, le pellizca una teta. Y le introduce dos dedos en el coño.
Mila.- Tú con quien tienes que follar es conmigo. Deja tranquilo a mi marido en su inocencia que es feliz.
Marga abraza a Mila, se revuelcan, se acarician, sus lenguas se entrelazan, metiendo los dedos en el sexo de la otra. Excitando sus clítoris.
Solo se oyen suspiros y gemidos de placer. Mila da la vuelta y se acopla en un sesenta y nueve con Marga, lamiendo sus sexos mutuamente como si fueran un manjar. Una fruta dulce y madura.
Pero, al contrario de lo que ocurría con los tipos de anoche, no había violencia, eran caricias suaves, se acarician todo el cuerpo con la punta de los dedos, se lamen, Mila se tiende boca abajo y Marga la cubre con su cuerpo rozándose, lamiendo y chupando, mordisqueando los muslos, las nalgas.
Baja hasta lamer sus pies y encajar sus muslos en forma de doble tijera mientras se chupan los dedos de los pies una a la otra.
Los orgasmos se repiten, uno, dos, tres…incontables, parece un orgasmo permanente, temblando de placer, se dejan caer desmadejadas una junto a la otra besándose y acariciándose tiernamente.
Algo está cambiando en mí, antes esas imágenes me hubieran asqueado, sin embargo ahora me excitan, mi miembro esta duro y me duele, me lo acaricio y acabo sacándolo del pantalón y pajeándome, llegando a un incontrolable orgasmo.
A las once de la mañana veo entrar a María Helena, la asistenta que ayuda a Mila en las labores de la casa. Tiene llave de la casa, entra directamente a la cocina y luego se dirige a la habitación donde las dos amigas están aun retozando.
Pero, ¿que es esto? ¿Hasta la asistenta sabe lo que ocurre? ¿Yo soy el único gilipollas que no sabe nada?
Qué verdad es que el cabrón es el último en enterarse.
Mariele es una chica colombiana, de 22 años, de estatura mediana, de cara redonda y bonita, pelo negro, con la piel color canela y con un cuerpo apetecible.
No está delgada pero tampoco le sobran las carnes.
La verdad es que yo he tenido algunas fantasías con ella, pero enseguida las he apartado de mi mente.
Mariele.- Buenos días, ya veo que habéis empezado sin mí.
Mila.- No puedes imaginarte lo que hemos estado haciendo toda la noche. Anda desnúdate que algo te tocara.
Se desnuda y se tiende en medio de las dos.
Empiezan a besarla y acariciarla, le lamen y mordisquean unos pechos duros con pezones grandes y oscuros.
Mila se levanta, se acerca al armario y lo abre, en los cajones de su lado cerrado con llave y que yo no he visto nunca, saca algo que al principio no logro identificar.
Pronto lo averiguo, es un arnés con un descomunal dildo montado.
Marga esta besando y lamiendo el sexo de Mariele, la coloca a cuatro patas y se coloca detrás hurgando con la lengua el agujero de su culo. Lamiendo desde el pubis hasta la rabadilla pasando por el chocho y el agujero del culo, donde se entretiene hurgando con su lengua.
Lo aprecio con claridad, de color marrón oscuro, la lengua serpentea por los alrededores y en el centro, oigo sus gemidos como un animalito.
Mila deja caer un chorro de un líquido transparente sobre el aparato. Aparta a Marga, se coloca detrás y comienza a frotar el enorme aparato por la vulva de la muchacha.
Inicia la introducción, lentamente, sin prisas.
Mientras Marga se ha colocado debajo en posición invertida, en un sesenta y nueve, lamiendo el sexo de la muchacha y ofreciendo el suyo para ser chupado.
La penetración ha sido total. Poco a poco ha conseguido introducir el consolador en su coño y comienza un metesaca lento, poco a poco incrementa la velocidad.
Oigo los golpes de la cadera de Mila contra las nalgas de la chica.
Es alucinante, que una muchacha joven como ésta pueda meterse todo ese artilugio en su vagina.
Medirá unos veinticinco centímetros de largo, pero siete u ocho de diámetro.
Y no se queja, los lamentos son de placer.
Levanta la cara del coño de Marga, se vuelve hacia Mila y le sonríe con una cara mezcla de placer y agradecimiento.
Es inaudito.
Y vuelve a hundir su cara sobre el sexo de Marga que la sujeta con una mano y le aprieta la cabeza contra ella, como si quisiera introducirla dentro de su coño.
Me he vuelto a excitar, tengo mi mano en mi verga y me estoy masturbando, lentamente, para retrasar lo más posible el orgasmo.
Quizás esto tenga algo que ver con el comportamiento de Mila. Tal vez sea mi culpa, no he sabido darle el placer que ella necesita como una droga.
Sufro eyaculación precoz, apenas uno o dos minutos tras introducírsela a Mila y me corro. Y ahora no puedo más, me corroo.
Tras recuperarme del orgasmo, el segundo del día, cuando lo normal son dos o tres al mes, vuelvo a mi puesto de observación.
Mila se ha desmontado el arnés y Marga se lo ha puesto, la chica sigue en la misma posición y mi mujer a cuatro patas detrás. Marga folla a Mila por el coño mientras ella introduce la mano entera hasta la muñeca en la vagina de Mariele que explota en un orgasmo brutal.
¡¡Diooooss.. ¡! Y yo creía que lo había visto todo. La escena es para filmarla, grabarla y distribuir las copias por internet como material porno de alto voltaje. Cualquier productor pagaría mucho dinero por la grabación.
Claro, si no estuviera mi familia implicada en ello.
Los gritos, los aspavientos de las tres mujeres hacen vibrar hasta las paredes. Mila con sus múltiples orgasmos, desconocidos para mi hasta ahora, se saca el aparato y se tiende boca arriba mientras Marga le mete los dedos y la palma de la mano en su dilatado coño, Mila se orina, tiritando y retorciéndose como si de un ataque de epilepsia se tratara y la muchacha con su chocho abierto como la madriguera de un conejo lo coloca sobre la boca de Mila que lo chupa y bebe sus jugos.
Brillantes los cuerpos de las tres por el sudor, los fluidos secretados y los orines de Mila, se abrazan, rozan sus cuerpos unas contra otras y caen desmadejadas en la cama.
Se levantan las tres, Mila le dice a la chica que prepare algo rápido para comer y se van las tres a la cocina.
Cuando vuelven, entre bromas y risas pasan a la ducha, donde siguen los juegos y al salir se secan unas a otras, limpian los restos de la cama y el baño y se acuestan a descansar.
Poco después Mariele se levanta, se viste y se dedica a arreglar el piso que está hecho un asco con la orgia de la noche pasada. Cuando termina se marcha.
Oigo murmullos, las mujeres están dormidas, puedo verlas gracias a los infrarrojos de la cámara.
En el salón veo a Ana y los niños, ya han vuelto del colegio.
Al parecer Ana está acostumbrada a estos menesteres porque los ha llevado y recogido.
Ana abre la puerta del dormitorio y entra sin hacer ruido, se acerca a su madre y le mueve el hombro, se despierta y hablan despacio.
Ana sale de la habitación cerrando la puerta y va a la cocina, saca una bandeja con bocadillos para merendar los niños y los lleva a su cuarto para hacer los deberes.
!!Mi hija sabe de las correrías de su madre…La encubre y le ayuda con los niños. Por Diooooss.!!
A las once de la noche se despiertan las dos, se levantan, se visten, al parecer comen algo en la cocina y se marchan a la calle.
Los niños están dormidos.
La puerta de Ana se abre, da una vuelta por el salón, entra en la habitación de la madre y encuentra el arnés en el suelo, se desnuda totalmente, se lo coloca y se tiende en la cama, lo sujeta con ambas manos boca arriba y lo mueve arriba y abajo como si se masturbara.
Se lo quita y lo sujeta con la punta sobre su sexo.
Lo frota, lo lleva a su boca lo chupa y vuelve a ponerlo sobre su
¿Virginal vaginita?.
Lo frota haciendo simulaciones de penetración sin llegar a efectuarla. Dios mío, es muy pequeña, y aquel armatoste podría partirla en dos.
Unos minutos después se encoge adoptando una postura fetal, deja caer el arnés al suelo y se queda dormida en la cama.
La observo, es tan frágil, tan niña, tan indefensa.
Que experiencias habrá tenido y que cosas habrá visto y vivido.
Se me saltan las lágrimas.
Es una locura. ¿Que ha pasado con mi familia?.
Todo estaba bien y de pronto el mundo, mi mundo, se hunde, se viene abajo.
A las tres de la madrugada se abre y se cierra la puerta de la calle, se enciende la luz del salón.
Mila viene sola.
Da algunos tumbos, esta mareada, entra en la habitación, donde se encuentra a Ana durmiendo.
En el baño se desnuda, no trae bragas ni sostén.
Los llevaba al salir. ¿Donde habrá estado la muy….Desgraciada?
Veo su pelo lleno de cuajarones blancuzcos resecos y al intentar peinarse se le enganchan.
Decide ducharse y al ir a acostarse ve el arnés en el suelo, junto a la cama. Lo recoge sonriendo y lo guarda.
Apaga la luz y se acurruca detrás de Ana, abrazándola y quedándose dormida poco después.
Tengo que preparar mi regreso, he de desmontar los equipos de vigilancia y buscar un lugar donde instalarlos para seguir observando mi casa.
Jueves, 11 de abril de 2013
Tengo tiempo para recoger mis enseres, llevarlos al coche y devolverle las llaves a Eduardo.
Lo llamo al móvil, está en su casa, lo cito en la misma cafetería de la otra vez, donde estoy desayunando.
Charlamos, bromeamos, el intenta sonsacarme a quien me he tirado y claro está, disimulo, me río y no le cuento nada.
Llamo a mi amigo Andrés para preguntarle que necesito para una prueba comparativa de ADN.
Quedamos en media hora para vernos.
Tomamos una cerveza y me hace entrega del kit y las instrucciones. Como es lógico me pregunta que pasa. Le pido discreción y me asegura total confidencialidad.
Suelo llegar a casa alrededor de medio día, dependiendo de la ruta semanal con un margen de dos o tres horas.
La que, supuestamente he hecho, esta a tres horas de viaje, suelo dejar el hotel a las diez, a la una y media debo estar en casa.
Mila me recibe como siempre, con un beso, y siento asco. Como siempre cariñosa, amable, preguntándome como me ha ido.
Respondo a las preguntas con el mayor aplomo posible.
Pero me asaltan las imágenes que he visto y tengo grabadas y por un instante pasa por mi mente la idea de estrangularla. Pero me contengo.
Me sorprende la sangre fría que puedo llegar a tener.
La comida está preparada, nos sentamos y mientras damos cuenta de los platos no puedo evitar mirarla y preguntarme.
¿Como puede estar tan tranquila después de los tres días de orgias que ha tenido sin que se le note nada? ¿Cuántas veces lo habrá hecho sin que yo sospeche nada?.
Concentrado en mis negros pensamientos no me doy cuenta de que ella me observa.
Mila.- ¿Que te sucede José? Te veo raro. ¿Va todo bien?
Yo.- !Eh!, ¿Qué? !Ah! Si, si, todo bien, es que vengo cansado del viaje, no te preocupes.
Mila.- Bueno, si quieres te preparo la cama y te acuestas un rato hasta la hora de cenar.
De pronto caigo, joder, tengo que acostarme donde he visto hacer las mayores guarradas del mundo. Bueno, me habré acostado tantas veces sin saberlo que unas cuantas mas ya no van a importar.
Yo.- Bien, si, me tumbare un rato, a ver si me despejo.
Siento nauseas al acercarme a la cama, como cuando la besé, pensando en las pollas que la han follado por la boca, en los culos de tíos que ha lamido y chupado, en las lluvias doradas que habra soportado.
Me siento mareado, a punto de desmayarme.
Mila.- José. ¿Te encuentras bien? Te has puesto pálido ¿Estarás enfermo?.
Yo.- No, Mila, estoy bien, ha sido un pequeño mareo, seguramente consecuencia del viaje. Ya ha pasado.
Me tumbo en la cama vestido, ella me quita los zapatos y se tiende a mi lado.
Finjo dormir, Mila apoya su cabeza sobre mi hombro y se duerme a mi lado. Parece tan inocente, con esa cara de niña, su suave piel.
Veo como suben y baja su pecho con la respiración.
Ahora es tan frágil, si yo quisiera podría hacerle daño, mido un metro setenta y cinco y peso setenta y ocho quilos, quince centímetros más que ella y veinte quilos más.
Aparto estos pensamientos de mi mente.
No puedo evitarlo, la quiero, pero lo que me ha hecho no se lo puedo perdonar, ahora ni nunca.
Tengo que seguir el plan trazado. Sin desviaciones.
Al fin consigo dormir.
Me despiertan los gritos de mis. ¿Mis niños?. ¿Lo serán?. ¿O serán hijos de algún tipo, ligue de una noche de Mila?.
Mila los han recogido mientras yo dormía.
Abrazos, besos.
Pepito y Mili sobre mí en la cama.
Mili.- ¿Que nos has traído?
¡Diosss! ¡lo olvide, todos los viajes les traigo algo a los niños!.
Yo.- No he tenido tiempo, cariño. El próximo viaje os traeré dos regalos a cada uno.
Mili.- Vale papa, pero no te olvides..
.
Yo.- No me olvidare, princesa.
Pepito me besa y se va corriendo.
Me incorporo y estrecho a Mili entre mis brazos, se me pone un nudo en la garganta…No sé si podre soportarlo. La emoción hace que se me llenen los ojos de lágrimas. Respiro hondo y me seco las lágrimas con el dorso de la mano.
Mili.- ¿Porque lloras papa?
Yo.- Por nada cariño, me ha entrado algo en el ojo.
Se va corriendo a su habitación a jugar.
Voy al salón y enciendo la TV, noticias, culebrones. ¿Culebrones?. ¿Acaso lo que estoy viviendo no supera en dramatismo a la más dura telenovela?. Siempre pensé que se exageraba, ahora estoy convencido de que la realidad supera con creces la más calenturienta imaginación.
Estoy ante la tele pero no la veo, mi mente está en otro lado, en lo que he visto hacer a mi pequeña, delicada y recatada esposa.
Está en la cocina dedicada a sus quehaceres.
!!Como si no hubiera roto nunca un plato!!.
Llega Ana.
Ana.- !!Papa!! !Qué alegría verte!
Me abraza, me besa, acaricio sus cabellos, miro sus ojos color miel, limpios, inocentes.
¿Porque lloraba cuando fué a aquel barrio?.
¿Que secretos guardaba aquella inocente mirada?.
Vuelta a emocionarme. Logro controlarme y pensar en otra cosa.
Yo.- ¿Como te va en el insti?
Ana.- Muy bien papa, muy bien. Voy a sacar buenas notas, no te preocupes, mama me ayuda mucho con los deberes.
La verdad es que siempre he dejado a Mila hacerse cargo de la educación de los niños. Siempre confié en ella. Pero ahora..
Yo.- Vale cariño, confío en ti. Sé que no me defraudaras. Por cierto, pareces cansada.
Ana.- Bueno papa, ya sabes, cosas de mujeres. Jajaja
Yo.- Si Ana, lo entiendo. Pero ¿No tendrás algún problema?
Ana.- Jajaja. No papa, no tengo problemas ¿Por qué me preguntas eso?
Yo.- Por nada hija, por nada, era un simple comentario.
Se va hacia la cocina a ayudar a su madre. Me acerco y las oigo susurrar…
Ana.-Mama, papa esta raro ¿No?
Mila.- Pues ahora que lo dices, yo también lo he notado. Le pregunte y me dijo que estaba cansado, no te preocupes, ya se le pasará.
Ana.- Mama, mañana tengo que ir por la mañana. ¿Como lo hago?.
Mila.-Mañana, cuando se vaya tu padre a la oficina lo hablamos, ahora no.
Ana.- Vale, pero a veces pienso que esto no está bien. ¿De verdad, papa lo sabe?
Mila.- Que si, tonta. Pero le disgusta hablar del tema, tú sigue así y no te preocupes. Todo irá bien.
Regreso al salón y me siento en el sofá, Mila sale y se sienta a mi lado. Vemos la tele, a la que no prestamos atención. Observo a Mila que mira pero no ve la pantalla, parece preocupada.
¿Habrá percibido algo? ¿Se habrá dado cuenta de que yo ya no soy el mismo? ¿O es lo que le espera mañana lo que le preocupa?
Se recuesta sobre mi hombro pasando un brazo por mi espalda. Yo también paso mi brazo por sus hombros y la estrecho contra mí.
Me queda otra prueba. Tenemos que acostarnos juntos.
Normalmente utilizo un pantalón corto de pijama para dormir, pero hoy no podría soportar el contacto con mi piel sobre las sábanas, me pongo un pantalón largo.
Mila me mira extrañada pero no dice nada.
Ella utiliza un largo camisón que la cubre desde el cuello a los tobillos. Ahora entiendo porque. Así esconde las marcas que le producen en su cuerpo las prácticas aberrantes a las que se entrega.
Aun así veo en su cuello una moratón debido a los chupetones recibidos. Siento un escalofrío. Me meto entre las sábanas y me tiendo de lado dando la espalda a Mila. Ella apaga la luz y se acuesta abrazándome por detrás. Baja la mano hasta coger mi pene, que permanece arrugado. Cojo su mano y la aparto. No puedo evitar el asco que me produce su contacto.
Mila se vuelve de espaldas en silencio. Espero.
Compruebo que duerme y me levanto, con el kit de ADN en mis manos me acerco a los niños que duermen y les hago un frotis en la boca. Los dos pequeños no se dan cuenta pero Ana se despierta cuando ya he terminado.
Ana.- ¿Papa? ¿Qué haces?
Yo.- Nada cariño, creí oírte hablar y he venido a ver que te pasaba, sería una pesadilla.
Duérmete.
Le di un beso en la frente y me acosté. Mila seguía dormida.
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Ella se incorporó un poco y, por primera vez desde que se apeara sobre mi cabeza, pude verle el rostro: los ojos cerrados y la boca abierta en un jadeo que había quedado en suspensión permanente, como congelado… No bajó la vista hacia mí; sólo se bajó del escritorio, primero una pierna, luego la otra. Yo, al igual que ella, estaba totalmente exhausta. Durante algún rato quedé como estaba, de espaldas sobre la superficie del mueble y con las manos encintadas atrás; sólo ladeé un poco la cabeza por si, como temía, terminaba vomitando. No ocurrió. Ella se acomodó la ropa; la seguí con los ojos mientras volvió hacia la silla en la cual se hallaba su mochila: tanto el rollo de cinta como el consolador desaparecieron en el interior de la misma y, seguramente, se confundieron con un montón de útiles colegiales entre los cuales estarían fuera de contexto pero a la vez camuflados. Se secó la transpiración de la frente.
Se incorporó de la silla y, al hacerlo, prácticamente me alzó en andas, siempre sosteniéndome por mis nalgas. Me sentó sobre el escritorio y volvió a introducir su lengua en mi boca pugnando por tocarme la garganta. Liberó una de sus manos de mi cola y la llevó hacia uno de mis pechos, masajeándolo por debajo del ambo pero por encima de la remera. Yo, con mis manos, busqué el cinto de su pantalón y se lo solté. Deslicé luego una de ellas por debajo del bóxer y le acaricié suavemente pene y testículos: se lo puse durito y me encantó. Cuando dejó de besarme me tomó por la cintura y me giró. Otra vez quedé de bruces sobre el escritorio tal como ocurriera unos días antes cuando Vanina había hecho lo que quiso conmigo. Franco introdujo sus manos por debajo de mi falda y en un rápido movimiento me dejó sin tanga. A partir de ese momento todo se dio muy precipitadamente. Antes de que pudiera darme cuenta de algo su magnífica verga estaba entrando en mí cuán grande era. No pude evitar levantar un poco espalda y cabeza mientras mis manos y mi vientre seguían sobre el escritorio; abrí mi boca en todo su tamaño en un reflejo involuntario, como si quisiera tragar todo el aire de que fuera capaz. Luego lo solté, volví a inhalar… y así sucesivamente. Franco, mientras tanto, se encargaba de cogerme y era una verdadera máquina sexual. Fue aumentando el ritmo de la embestida aceleradamente y en sólo cuestión de segundos la intensidad del bombeo era insoportable pero a la vez me llevaba al placer en su máxima expresión. ¡Por Dios! Nadie, pero nadie me había cogido así… ¿Qué tenía aquel chico endemoniado de sólo diecisiete años? No me dio respiro… Por momentos quería decirle que esperara o que bajara la intensidad pero no había forma de que las palabras acudieran a mi boca: sólo brotaban gemidos y quejidos que mezclaban dolor y placer. Era paradójico porque a la vez no quería que se detuviera… nunca.
“N… no – balbuceé -. Por favor… Eso nooo”
A mi novia le gusta mostrar su culito. (4)
Luego de lo vivido en la mueblería comenzó a rondarme la idea de separarme de mi novia. Sabía que lo que había pasado no tenía vuelta atrás y me había dado cuenta que ella no podía reprimir por mucho tiempo ese incontrolable deseo que le producía mostrar ese precioso culito que tiene. Cada vez la veía con mas necesidad de exhibirse y ya no le importaba si eran conocidos o si eran jovenes, al contrario me demostraba que, cuando estabamos juntos, y alguien le miraba la cola, cuanto más desconocido, viejo y asqueroso era más caliente la notaba y estoy seguro que si no la contengo en esas situaciones se desnudaría en cualquier lugar y pediría a gritos unas cuantas pijas en su culo.
Tengo que reconocer también que las situaciones con ella vividas me calentaron terriblemente y verla mostrar su colita de solo pensarlo me la pone dura. Esto hace que todavía no haya tomado la decisión de dejarla.
Mientras todo esto pasa por mi cabeza nuestra vida continua y hoy quiero contarles como siguieron nuestros días despues de la terrible cogida que le pegaron a mi novia en la mueblería.
Como les conte en el ultimo relato, nos fuimos a vivir a otro lugar y como es costumbre luego de habernos mudado les presentamos nuestra nueva casa a familiares y amigos.
Los que les voy a relatar sucedió el sábado pasado, cuando se me ocurrió invitar a mi jefe y algunos compañeros de oficina a cenar ya que todos los días me insistían para conocer mi nuevo hogar. Tanta insistencia por parte de ellos me hacia pensar que mas que conocer mi casa, tenían ganas de ver a Marcela, la cual ya conocían de los eventos que organizaba la empresa. A pesar de esto no pude negarme y la reunión se llevo acabo.
Fue así como fueron llegando uno a uno mis 6 compañeros entre los que estaban Eduardo y Leonardo que, como les conté en el primer relato, los escuche hablando del culito de mi novia y le tenían unas ganas bárbaras. Mi jefe de unos 65 años fue el último en llegar. Este era el único que no conocía a Marcela ya que era nuevo en el puesto y todavía no había asistido a ningún evento.
Todos se sentaron repartidos, algunos en los sillones del living y algunos a la mesa, mientras yo les servía unos tragos. Charlabamos amenamente cuando hizo su aparición Marcela, que, como toda mujer, se había retrasado en arreglarse. Pidiendo disculpas por la tardanza se acercó a cada uno de los invitados y los saludo con un beso en la mejilla, salvo a mi jefe que cuando se lo presenté le dio la mano.
No puedo explicarles como a medida que saludaba a uno los otros le clavaban disimuladamente los ojos en su cola, incluyendo a mi jefe. No era para menos, Marcela tenía puesta una pollerita de algodón blanca cortita y bastante ajustada, la cual dejaba adivinar la disminuta tanga que tenía.
Mi novia, luego de saludar se dirigió a la cocina y regreso con dos platos de sandwiches de miga, que apoyo en la mesa ratona del living, para lo cual, tuvo que agacharse un poco, lo que le provocó a mi jefe un excelente primer plano del culito, que ya sin disimular se lo miro descaradamente. Al darse cuenta de esto, Marcela, lo sacó un poco mas para afuera dándole un espectáculo que mi jefe, por la expresión de su cara, se notaba que no podía creer. Esto no pasó desapercibido para mis compañeros que se miraron entre sí con sonrisa complice.
– Sientese acá por favor, se dirigió mi jefe a Marcela, haciendole un lugar en el sillón.
– Que bonita mujer que tiene, continuó, dirigiendose a mi.
– Gracias, conteste, mientras mis compañeros la miraban de arriba abajo con cara de degenerados afirmando lo que mi jefe decía.
– Es que se pasa varias horas por semana en el gimnasio, continué, mientras Marcela se sonreía.
– ¿Se nota?, preguntó ella, al tiempo que se levantaba y daba una vueltita.
– Vaya si se nota, contesto Leonardo, desnudándola con la vista.
Todos rieron
– De otra vuelta por favor, le pidió mi jefe.
Ella así lo hizo, esta vez ya sacando más la cola para afuera y con cara de relajo.
Yo comencé a preocuparme por lo que podría pasar, pero no puedo dejar de reconocer que verla mostrarse delante de 7 tipos me había empezado a producir una erección.
– Me imagino que con esa colita parada las cosas que le deben decir en la calle, prosiguió mi jefe.
– Y, si, respondió Marcela, notándose ya excitada.
– ¿A su marido no le molesta que la miren? Continuó.
– No, a él le gusta, ¿no mi amor?, me pregunto ella, que seguía parada en el medio de todos.
Se hizo un total silencio y todas las caras giraron hacia mi esperando una respuesta. Yo a esta altura ya estaba bastante caliente, por lo que le conteste:
– Como yo se que a ella le gusta, para mi esta bien.
– ¿Así que le gusta que la miren?, pregunto mi jefe, a lo que Marcela asintió.
– ¿Y que es lo que mas te gusta que te miren?, pregunto Leonardo.
– La cola, dijo ella, parándola todavía más.
– Se ve que es muy linda, pero con la pollera no se ve muy bien, porque no se la levanta un poquito así podemos admirarla mejor, dijo mi jefe.
– ¿Me dejas mi amor que me levante la pollera delante de los señores? Me pregunto, notandosele que la situación la había calentado.
Automáticamente después de escuchar esto note como todos ya se estaban tocando disimuladamente la entrepierna.
– Si tenés ganas, conteste yo, con una erección que ya era imposible de disimular.
Marcela giro dándole la espalda a mi jefe y se levanto la pollera dejándole ver la mitad de los cachetes.
– ¿Le gusta señor? Preguntó, mirando a mis compañeros que estaban de frente.
Mi jefe no contestó. Miraba el culo de Marcela sin poder creerlo.
– Date vuelta que nosotros también te queremos ver, dijo Leonardo.
Marcela giró y apunto la colita a mis 6 compañeros, se levanto un poquito mas la pollera, dejando ver la disminuta tanguita blanca y mirando a mi jefe con cara de viciosa le preguntó:
– ¿Cuanto hace que no ve una colita tan linda?
– Hace mucho señora, le respondió, mientras se manoseaba el bulto a través del pantalón.
Leonardo no aguanto mas y me preguntó sin sacar la mirada del culo de Marcela:
– ¿Jorge te molesta si me bajo el pantalón?
Yo estaba esperando que alguien fuera el primero en decirlo porque con la erección que tenía tampoco aguantaba mas tener el pantalón puesto. Así que mi respuesta fue afirmativa. Todos nos desabrochamos los pantalones y en segundos estaban todos con sus miembros totalmente erectos en la mano.
Marcela los miro disimuladamente uno por uno y ponía cara de tonta. Cuando se dio vuelta y vio el de mi jefe se noto en su cara la sorpresa y no pudo disimular mas la calentura que le produjo ver tremendo pene. Era realmente impresionante media como 28 cm. Pero lo mas sorprendente era su grosor, no bajaba de los 5 cm.
– ¿Le gusta lo que ve? Le pregunto mi jefe mientras sacudía terrible pedazo de carne.
Marcela no dijo palabra, solamente asintió con la cabeza sin dejar de mirarlo.
– ¿Le gustaría tocarlo? pregúntele a su marido si la deja, continuo mi jefe.
– Mi amor ¿me dejar tocarle la pija al señor?, me preguntó, mientras se lamia los labios.
Yo, de lo caliente que estaba, me salió un si casi inaudible.
– Pero antes me tiene que dejar tocarle la colita, así que dese vuelta, bájese la bombachita hasta las rodillas y saque ese culito para afuera, le ordenó.
Marcela obedeció de inmediato, y en un segundo estaba mostrándole a mi jefe su colita toda desnuda y a mis compañeros le mostraba la conchita que ya a esta altura estaba toda húmeda.
Mi jefe estiro la mano y empezó a acariciarle suavemente los cachetes. Mientras esto pasaba mis compañeros se pajeaban freneticamente mientras Marcela los miraba y se lamia los labios con una cara de puta que solo tiene cuando esta con una calentura de aquellas, y hoy era ese momento.
– Agáchese un poquito, le pidió mi jefe. A lo que mi novia respondió de inmediato.
Así mi jefe con las dos manos le abrió los cachetes y dejo al descubierto su agujerito.
– Que lindo y abierto que tiene el culito señora, dijo mi jefe, ¿le gusta que se la metan por ahí?, siguió.
– Mucho, contestó Marcela dando vuelta la cara y mirándole la tremenda pija.
– ¿Tiene ganas de tocar este pedazo?
– Déjeme por favor, suplico ella. A lo que mi jefe le contestó.
– Aquí la tiene.
Marcela se dio vuelta , se puso en cuatro entregándoles una vista fabulosa a mis compañeros, agarro la pija de mi jefe y mientras la miraba con deseo, comenzó a pajearla.
– Como le gusta la pija a su mujer, me dijo mi jefe mientras me miraba.
Mientras tanto Leonardo se animó y le metía mano al culo de mi novia. Los otros se fueron sentando en el piso haciendo un circulo alrededor de ella y comenzaron a tocarla por todas partes.
– Te dije que era una putita, le dijo Eduardo a Leonardo, mira como le gusta que la toquetiemos.
– ¿Puedo darle un besito a su pene señor?, pregunto ella a mi jefe, que ya lo tenia totalmente parado y era de un tamaño antinatural.
– Si, pero antes sáquese toda la ropita así mientras se entretiene con mi verga, puedo mirarla mientras los muchachos le meten la lengua en todos lados.
Con solo escuchar eso, Marcela comenzó a gemir y a morderse el labio inferior, mientras se incorporaba y se sacaba el top y la pollera quedando solamente vestida con un par de medias cortitas de color rosa.
Volvió a ponerse en cuatro, tomo con las dos manos el pene de mi jefe y comenzó a darle besitos, comenzando por los testículos y subiendo hasta llegar a la cabeza. Ahí se detuvo, lo miro a los ojos a mi jefe, abrió al máximo la boca y comenzó a chuparlo con desesperación.
– Eso señora, muéstrele a su marido como le gusta comer pijas grandes, le decía mi jefe.
– Levanta bien el culito putita que te lo voy a ensartar, le ordenó Eduardo, que ya estaba de rodillas detrás de mi novia.
Marcela, sin sacarse el miembro de la boca, se arqueó lo mas que pudo y abrió más las piernas, ofreciéndole a Eduardo un primer plano de su hoyito abierto.
Eduardo me miró y me dijo:
– Mira como le voy a romper el culito a tu señora. Ahí nomás, le escupió el ano, le apoyo la punta de la pija y de un saque se la introdujo toda.
Mmmmmmmmsi, gritó Marcela, demostrando el placer que le estaba causando tener un pene en la cola.
Ver a mi mujer como seguía muy entretenida con la pija de mi jefe, mientras Eduardo le bombeaba con locura el culo y los otros la manoseaban por todos lados, esperando su turno, me hizo llegar a mi primer orgasmo.
Luego de un rato Eduardo le dejo el lugar a Leonardo y este a otro, y así uno a uno pasaron todos por el culito de mi novia.
De repente mi jefe la levantó de los pelos y la sentó sobre sus piernas de frente a él, la besaba en la boca y mientras la manoseaba toda le dijo:
– Ahora va a parar el culito para mi que es mi turno.
– No, eso no, la va a lastimar, dije yo.
– Dígale señora las ganas que tiene de tener este pedazo en su colita, dijo mi jefe.
– ¿No me va a doler?, le pregunto a mi jefe.
– Un poquito al principio pero después le va a encantar, se lo prometo, le contestó.
– Dejame probarla mi amor, nunca tuve algo así en mi colita y la verdad es que me muero de ganas que tu jefe me la rompa toda, me pidió.
– Arrodíllese y abra bien su culito, le ordenó.
A lo que Marcela le hizo caso inmediatamente. Todos los demás, incluso yo, hacíamos un circulo alrededor de ella, esperando ver como iba a entrar tremendo miembro en su culo.
Mi jefe se arrodillo atrás y le golpeaba la cola con la pija mientras le decía: – Pídame que le rompa el culito señora, a lo que Marcela le contestaba con voz de relajada: – Por favor señor destróceme la cola. Este dialogo los había puesto a todos a mil. Mis compañeros se masturbaban freneticamente.
– Antes quiero ver como se chupa una pija y se traga toda la lechita, continuó mi jefe.
Marcela levantó la cabeza y le manoteó el pedazo a Leonardo, que era el que tenía mas cerca, lo hizo agachar y se la metió en la boca. No aguanto mucho, enseguida la lleno de semen, que mi novia muy obediente tragó hasta la ultima gota.
– Muy bien señora, ahora va a gozar como nunca, le dijo. Apartó los cachetes con las manos y le comenzó a introducir la cabeza. Ella solo gemía y pedía mas.
– ¿La quiere toda adentro?
– Si, por favor, contestó, a lo que mi jefe embistió hasta que le pegaron los testículos en el culo.
– Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh siiiiiiiiiiiiiiiiiii, fue el grito de Marcela.
No podía creer que la pija de mi jefe había desaparecido en el culito de mi novia. De pronto mi jefe comenzó a bombearle, primero despacio, después le daba con todo. Marcela se arqueaba del placer que le causaba tener terrible pedazo de carne adentro.
La escena era tan caliente que muchos de mis compañeros no aguantaron más y acabaron sobre la espalda de mi novia.
Mi jefe estuvo cabalgando como diez minutos, tiempo en que Marcela por lo menos tuvo 5 orgasmos.
– Mire como le lleno el culo de leche a su señora, me dijo mi jefe, mientras le acababa adentro.
De pronto la saco y ella se dio vuelta y se la limpio toda con la lengua. La seguía mirando y tocando con deseo, como si se hubiera quedado con ganas.
Todos se cambiaron y se despidieron de mi novia con un beso en la boca; Ella seguía desnuda y chorriando semen por el culo. Mi jefe le agarro el culo con las dos manos mientras le metía un beso de lengua y dirigiéndose a mi me dijo:
– Me parece que su señora se quedó con ganas, así que, si no le molesta, pronto vuelvo a comerle la colita nuevamente.
– Ojalá sea pronto, respondió mi novia, acariciandole el bulto.
Yo me quede pensando como iba a regresar al trabajo.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
Marqué el número en mi celular y llamé. Nadie contestó. Era obvio que sería así. Debería usar otro número para llamar, ¿pero el de quién? Involucrar a cualquier tercero en ese asunto implicaría ponerlo al corriente de todo lo ocurrido o, en el mejor de los casos, abrirle la puerta para que se enterase. No, no debía haber otras personas de por medio. Yo debía encargarme de las cosas. Otro chip. Eso era. Llamar desde mi teléfono pero utilizando un chip diferente; de esa forma no reconocerían la línea y contestarían. ¿Por qué pensaba en plural? No sé; la verdad era que me taladraba la cabeza la idea de que era una confabulación entre varios. No sé por qué, pero eso era lo que me parecía.
Él pareció sorprendido por mi tono imperativo y, a decir verdad, yo también me sorprendí. Ni siquiera le di opción a la negativa ya que me ubiqué al volante y permanecí aguardando a que él, simplemente, subiera. Permaneció unos segundos sin hacer ni decir nada; luego entró y se sentó a mi lado. Durante algún rato no hubo palabra alguna: sencillamente giré la llave y me alejé de aquel lugar en el cual, dado que se trataba del vecindario del chico, podía haber muchas miradas indiscretas. No sé durante cuánto tiempo conduje pero llegué casi hasta los límites de la ciudad, en una calle muy tranquila a escasas cuadras de la avenida General Paz; ya había oscurecido. Estacioné junto al cordón de la acera y giré la vista hacia Franco:
“Hmm… bueno, a ver… con respecto a si lo mostraron a otra gente o no, no tenemos más remedio que creerles, ¿ no le parece? O sea, no tenemos forma de saber si dicen la verdad o mienten… Y con respecto a lo otro, hmm… ellos consideran que si usted quiere que ellos mantengan el video en secreto y no lo den a conocer, debería pagar un precio”
Mi cuñada, mi alumna, mi amante (4)
Estábamos terminando de recoger la mesa después de comer. Tere, mi mujer, tenía que volver a su oficina y yo me pasaría la tarde en casa corrigiendo los trabajos que un grupo de mis alumnos me había entregado por la mañana.
– Se me olvidaba- dijo Tere metiendo el último plato en el lavavajillas-, me dijo mi hermana que, si fueras tan amable, tal vez podrías explicarle no sé qué de unos ciclos que no entiende…
Con sólo mencionar a su hermana el corazón me dio un vuelco en el pecho.
– …y como esta tarde no tienes clases- prosiguió-, tal vez ella podría acercarse hasta aquí para que le eches una mano, ¿qué te parece?.
– Sí, claro- pensé-, una mano y las dos, como la última vez…
– Cariño- dije-, tengo la tarde muy ocupada, tengo que corregir un montón de trabajos que me han entregado esta mañana, y…
– Venga, hombre, ¡que es mi hermanita!. Seguro que puedes hacerle un hueco, no creo que tengas que tener los trabajos corregidos para mañana, ¿o sí?.
– No, pero…
– Pues ya está- sentenció cogiendo su móvil-, ahora mismo la llamo y le digo que venga esta tarde para que le ayudes, ¿vale?.
– Está bien- contesté resignado.
Había pasado una semana desde mi desliz con mi preciosa cuñada Patty. Desde entonces sólo habíamos coincidido en cuatro clases, y ambos habíamos aparentado una normal relación profesor – alumna, con las palabras y las miradas justas, perfectamente medidas por mi parte, aunque cada vez que la miraba no podía dejar de pensar en su cuerpo desnudo vibrando con cada una de mis embestidas…
– Hola, guapa- dijo Tere con el teléfono pegado a la oreja-. Carlos tiene la tarde libre, así que pásate por casa cuando quieras para que te explique lo que me dijiste…
Oí a Patty contestando a través del teléfono, pero no pude entender lo que decía.
– ¿Hasta las 7.00?- dijo mi mujer-, vale, pues cuando salgas vente para acá que él estará para lo que necesites. Un besito.
– Para lo que necesites- pensé-. Más vale que sea verdad que necesita que le explique algo, no puedo volver a cometer el mismo error de montármelo con la hermana de mi mujer.
Es cierto que mi tarde de sexo lujurioso con mi cuñada, la semana anterior, había sido increíblemente excitante y satisfactoria, pero a pesar de que no podía sacar de mi cabeza cada detalle disfrutado con ella (la muy viciosa había tenido razón; la increíble mamada que me hizo aquella tarde se había grabado en mi cerebro a fuego y acudía a torturarme cada noche) no podía dejar que volviese a suceder. Durante doce años le había sido completamente fiel a la que desde sólo hacía dos meses era mi esposa, y en una sola tarde había echado eso a perder con reiteración, con su propia hermana pequeña, con esa preciosa jovencita de 22 años que había conseguido someterme con sus encantos para que cumpliese sus fantasías de tirarse a su cuñado.
– Tiene clase hasta las 7.00- me dijo Tere sacándome de mis pensamientos-, así que sobre las siete y cuarto estará aquí.
– Bueno, al menos podré trabajar algo hasta esa hora.
– ¿Ves?, tienes tiempo para todo, así que no te quejes y hazle este favor a mi hermana por mí.
– Le haré el favor por ti- contesté pensativo.
Tere se calzó cogiendo los zapatos del mueblecito de la entrada, se puso el abrigo, recogió su maletín, y tras darme un beso se despidió dejándome con mis pensamientos.
Pasé la tarde revisando los trabajos de los alumnos, aunque sin prestarles mucha atención. Mi mente volaba una y otra vez hasta el día en que, como si fuese un adolescente cegado por las hormonas, me follé irracionalmente a la hermanita de mi mujer sobre la mesa que ahora estaba cubierta de papeles.
El timbre de la puerta sonó, ¡uf!, ya eran las siete y media, la tarde se me había pasado casi sin enterarme y mi cuñada ya había llegado.
Abrí la puerta, ahí estaba ella, tan guapa y resuelta como siempre.
– Hola, profe- me saludó dándome un cándido beso en la mejilla-, perdón por el retraso, el tráfico estaba horrible.
– No te preocupes- contesté dejándole pasar y ofreciéndole mis brazos para que me diese su abrigo.
Al quitarse el abrigo comprobé que vestía muy casual, con unos pantalones vaqueros y una camisa blanca. A pesar de no venir tan deslumbrante como la última vez, seguía teniendo un aspecto muy sexy porque los vaqueros se ajustaban perfectamente a su magnífico culito, y la camisa llevaba abiertos los botones superiores dejando entrever debajo un top de color negro, no pude reprimir un cosquilleo en mi entrepierna.
Llevé su abrigo a la habitación, y cuando volví al salón respiré aliviado al ver que ella se había sentado a la mesa y estaba sacando una carpeta con los apuntes de su bolsa.
– ¿Puedes traerme un cenicero?- me dijo-, he salido tan corriendo de la facultad que ni me ha dado tiempo a fumarme un cigarrito.
Cogí el cenicero que tenemos para las visitas y se lo ofrecí mientras ella encendía un cigarrillo.
– ¡Aahh!- gimió sugerentemente tras exhalar el humo.
Otro cosquilleo recorrió mi entrepierna.
– Dos horas de Hidráulica y media hora de atasco sin poder fumar- dijo-, me estaba consumiendo ya.
– Es que eres puro vicio- pensé yo.
– Bueno- dijo hojeando con sus apuntes-, ¿te ha dicho mi hermana lo que necesito que me expliques?.
– Más o menos- contesté sentándome a su lado-. Supongo que se refería a los ciclos patogénicos de los hongos oomicetes, ¿no?.
– ¡Exacto!, ¡pero que listo eres, profe!- me dijo con una amplia sonrisa y mirándome fijamente con sus preciosos ojos-. Creo que no completé bien los ciclos, me faltan algunas fases y algunos nombres, así que no entiendo ni jota.
– A ver.
Fuimos repasando uno a uno los esquemas que tenía fotocopiados y, efectivamente, le faltaban bastantes cosas por completar.
– ¿Ves?- le dije indicando uno de los esquemas-, aquí te falta poner que esta estructura es el apresorio.
– Ah, vale- contestó Patty mostrando verdadero interés-. ¿Puedes apuntármelo?- preguntó ofreciéndome un bolígrafo.
Entonces se desabrochó la camisa y se la quitó dejándola sobre el respaldo de la silla.
– ¿Qué haces?- pregunté sintiendo cómo mi polla comenzaba a crecer ante la visión de su ajustado top negro marcando espléndidamente sus firmes pechos.
– Tienes la calefacción a tope, y yo, viniendo de la calle, me estoy asando como un pollo.
– Ah, perdona. Es que la calefacción es central, la arrancan a las 12.00 y no la cortan hasta las 10.00 de la noche. Como es el primer piso del edificio a veces pasamos calor.
– Pues eso, que yo me estaba asando, ¿por dónde íbamos?.
– Te estaba apuntando lo del apresorio aquí- contesté indicando el esquema.
– A ver- dijo ella acercándose más a mí hasta que su pecho izquierdo
contactó con mi antebrazo derecho.
El roce mandó una corriente eléctrica por todo mi cuerpo desde el brazo hasta mi verga, que seguía creciendo abriéndose paso hacia la pata derecha del slip. Y por si eso había sido poco, Patty deslizó inocentemente su mano izquierda sobre mi muslo derecho, sintiendo yo su calidez a través de la tela de mi fino pantalón de deporte. Me quedé inmóvil, e intenté aparentar normalidad como si no hubiese sentido ambos contactos.
– Y en este otro dibujo te falta por poner el nombre de las esporas- continué.
Mi cuñada se apretó un poco más a mí y su mano avanzó por la cara interna de mi muslo, subiendo un par de centímetros con una suave caricia. La sensación hizo que mi polla alcanzase su longitud máxima pegada contra mi pierna derecha.
Durante media hora seguimos revisando cada uno de los ciclos que mi alumna tenía en sus apuntes, aprovechando ella la oportunidad de restregar su pecho izquierdo contra mi brazo cada vez que yo escribía algo. Con el roce pude comprobar que no llevaba sujetador bajo el top, sentía claramente su pezón erizado punzándome suavemente la piel. Yo ya estaba bastante excitado, con la polla crecida pegada al muslo por la sujeción de la pata del slip, y cada vez más dura.
Por fin terminamos de revisar todo cuanto me pidió, pero quería que le explicase en detalle las distintas fases de los tres primeros ciclos que habíamos visto. Yo accedí deseando que esa exquisita tortura terminase, y pareció que ella me leyó el pensamiento, porque se separó de mí para coger algo de su bolsa.
Al apartarse pude ver con claridad cómo sus dos pitones se marcaban exageradamente en la tela que los cubría y aprisionaba. La imagen de sus redondos senos delineados por el ajustado top, marcando pezones, era tan sugerente que un breve resoplido escapó de mis labios. Patty me dedicó una pícara sonrisa y terminó de sacar de su bolsa una piruleta roja con forma de corazón, le quitó el envoltorio y se la llevó a la boca.
– ¡Uf!- pensé-, al menos se me ha quitado de encima. Me está poniendo malísimo.
Pero no había terminado de formular el pensamiento cuando ella volvió a arrimarse a mí, “clavándome” su pitón izquierdo en el brazo mientras su mano se deslizaba por mi muslo derecho más arriba de donde había estado antes, justo un par de milímetros por debajo de mi glande.
Intenté permanecer impasible, pero mi polla ya estaba muy dura, y sólo mi ropa le impedía saltar como un resorte apuntando hacia arriba con orgullo.
Empecé con mi explicación con la vista puesta sobre los apuntes, pero por el rabillo del ojo observé fascinado cómo mi cuñadita se deleitaba con la piruleta. La chupaba suavemente con sus jugosos y apetecibles labios, deslizándola entre ellos y sacando la punta de su lengua para relamerlos sensualmente.
Mi mente comenzó a evadirse evocando la increíble felación que esos labios me habían realizado unos días atrás y que, noche tras noche, acudía recurrentemente a mis sueños para atormentarme. Mi aparente compostura, mi fachada de imperturbabilidad, se estaba resquebrajando como una luna de coche a la que le hubiese saltado una chinita de la carretera.
-… entonces- seguía yo explicando-, el micelio del hongo comienza a formar hifas especializadas…
Patty chupaba y chupaba su piruleta como si fuese la cosa más deliciosa del mundo. Sus eróticos labios brillaban teñidos ligeramente de rojo por el caramelo, eran tan irresistibles… En mi mente se repetían las imágenes de esos labios envolviendo mi miembro… ¡Crásh!, una nueva grieta en mi estado de aparente inmutabilidad.
Mi alumna me miraba fijamente siguiendo la explicación con sus ojos verdeazulados incendiados de deseo, tan seductores… como en aquella ocasión en la que lo que saboreaba era mi falo… ¡Crásh!, otra grieta más.
-… las hifas especializadas- proseguía yo explicando- se engrosan para formar conidióforos…
La palabra “engrosar” hizo que la mano de Patty subiese un poco más por mi pierna y palpase el bulto que mi glande formaba en mi pantalón… ¡Crásh!, una larga y profunda grieta atravesó de lado a lado mi integridad, haciendo que el cosquilleo que en ese instante sentí en mi verga se manifestase externamente con rubor en mis mejillas.
Mi cuñada sonrió jugueteando con la piruleta sobre sus labios, y su manó palpó sin disimulo toda mi polla a través del pantalón, acariciándola de abajo hacia arriba y volviendo nuevamente al glande mientras la punta de su lengua recorría lentamente su labio superior… un terremoto me sacudió internamente.
¡Catacrásh!, mi fachada se derrumbó por completo. Mi cuñada, mi alumna, mi amante había conseguido atraparme nuevamente en sus redes. La deseaba, la deseaba tanto que todo juicio se me nubló. Me giré hacia ella y me quedé mirando, con mis ojos incendiados de deseo, cómo seguía chupando su piruleta; con sus pezones apuntándome, tan marcados en el top que parecía que podían atravesarlo.
Patty esbozó su característica sonrisa de picardía, y sujetando el palo de la piruleta con su mano derecha, apoyó el caramelo sobre su carnoso labio inferior.
– ¿Te apetece?- preguntó con su voz cargada de sensualidad.
Yo estaba totalmente obnubilado, creo que el riego no me llegaba bien al cerebro por la acumulación de sangre en mi miembro, porque como un tonto dije:
– ¿La piruleta?.
Ella rió, y con cara de vicio y lujuria exclamó:
– ¡No, joder!, ¡que te chupe la polla como este caramelo!.
La capacidad de razonar volvió a mí por unos instantes y miré mi reloj.
– Son casi las ocho y media, tu hermana está a punto de llegar.
– Por eso, porque no tenemos tiempo para más… Quiero chuparte la polla y que me des toda tu leche. ¿Quieres correrte en mi boca?, ¿te apetece?- volvió a preguntar relamiéndose los labios.
– ¡Dios!, es lo que llevo deseando e intentando apartar de mi mente desde que entraste en esta casa, pero ya no puedo más: Patty, ¡chúpame la polla!.
Me levanté ligeramente de la silla para bajarme el pantalón y el slip hasta las rodillas. Mi verga, por fin liberada, saltó como un resorte mostrándose congestionada, dura y con sus gruesas venas muy visibles. Me senté de nuevo.
– Ummm- gimió Patty al verla pasándose nuevamente la punta de su lasciva lengua por los labios -, tiene un aspecto tan apetitoso como recordaba.
Me ofreció la piruleta que me llevé a la boca degustándola como ella había hecho anteriormente. Mi cuñada se puso de rodillas en el suelo, me cogió de la cadera con su mano izquierda y, sujetando la base de mi polla con su mano derecha, se reclinó sobre ella. Sentí su cálido aliento sobre la punta y el peso de sus voluptuosos pechos descansando sobre mis muslos, ya no podía soportar más la expectación. Puse mi mano sobre la cabeza de Patty y se la bajé hasta que mi glande contactó con sus labios. Seguí bajando su cabeza sintiendo cómo mi falo se abría paso a través de sus labios e iba invadiendo su boca hasta que tocó su garganta.
– Oohhhh- gemí al sentir la humedad y calidez de su boca envolviendo más de la mitad de mi rabo.
Aparté la mano de su cabeza y observé cómo volvía a subir despacio, haciendo presión con los labios, succionando con fuerza y deslizando la parte de abajo del tronco por su lengua mientras subía. La sensación era tan exquisita que me arrancó otro gemido: “Aaahhhhhh”.
Patty se sacó la polla de la boca dejándola brillante de saliva, y mirándome, haciendo un coqueto gesto para colocarse su moreno cabello tras la oreja derecha, dijo:
– Está más rica que la piruleta, te voy a dejar seco.
– Eso espero, porque tengo leche de dos días acumulada para llenarle la boca a mi viciosa cuñada.
– Ummm… Se me hace la boca agua…
Acarició todo mi glande con movimientos circulares de su lengua, y succionó con la cabeza ligeramente ladeada para que yo pudiese ver cómo mi falo iba desapareciendo entre sus labios, con sus mejillas hundidas hacia dentro por la fuerza de succión, “ummppff”.
La sensación era muy intensa, el placer que me proporcionaban sus labios, su lengua y toda su boca recorría mi polla y mandaba descargas eléctricas por mi columna vertebral haciendo que se me arquease. Acompañaba cada lenta succión arriba y abajo con un delicioso masaje que su mano derecha hacía en el tronco de mi verga que su boca no conseguía engullir. Sus maravillosas tetas, con el sube y baja, rebotaban contra mis muslos restregándome sus duros pezones cada vez que mi glande tocaba su garganta. Pero el placer también era sonoro, sus labios regalaban mis oídos con el característico sonido de una profunda mamada: “ummppff” en la bajada y “ssluurpff” en la subida, simplemente delicioso.
Patty parecía disfrutar su trabajo oral casi tanto como yo, emitiendo de vez en cuando gemidos de disfrute con lo que saboreaba y con la fricción de sus pezones en mis piernas: “mmmm”. La cadencia de sus movimientos era lenta, y a pesar de tener mis testículos doloridos por estar llenos de amor, era capaz de mantener mi placer sin que me corriese demasiado rápido.
Durante diez placenteros minutos estuvo mamándome la polla de esa forma, haciéndome suspirar con cada succión, pero empezó a aumentar el ritmo, y mis jadeos comenzaron a hacerse tan profundos como la fuerza y velocidad de sus chupadas.
Los espasmos empezaron a sucederse en mi interior mientras mi falo latía preparándose para eyacular.
– Aahh, cuñadita, ahahahh- conseguí decir entre jadeos-, la chupas taaan biennn, mmmmm, que te voy a llenar la boca de lefaaaa.
Ella aumentó aún más la velocidad de la mamada succionado desesperadamente. Debió sentir los espasmos de mi polla, porque se la colocó sobre la lengua acariciando el frenillo con ella, aprisionando mi verga con sus labios, dispuesta a recibir la corrida dentro. Y el primer y abundante chorro se disparó con fuerza en su boca, llenándola densamente y quemándome el glande en un éxtasis que me dejó mudo.
Oí un portazo procedente de la entrada de la casa. Otro abundante chorro de leche caliente se derramó en la boca de Patty que, tragando el primero y concentrada para no ahogarse, parecía no haber oído el portazo.
– ¡Cariño, ya estoy en casa!- escuché la voz de Tere a través del pasillo.
– ¡Sííííííí!- grité disparando el tercer chorro de lefa ya decreciente en la glotona boca de mi cuñada.
Patty seguía degustando y tragando mi espeso y ardiente elixir haciendo caso omiso a sus oídos. Sólo unos segundos nos separaban de que mi mujer, tras quitarse los zapatos y dejarlos en el mueble del hall, entrase en el salón y descubriese a su marido con la polla metida en la boca de su hermanita pequeña y corriéndose como un caballo.
La excitación de ser cazados in fraganti y la tensión sexual acumulada hicieron que mi hiperestimulado miembro, en vez de decaer en sus eyaculaciones, volviese a descargar otra abundante y espesa corrida en la boca de mi aventajada alumna, que apenas daba abasto para engullir tanto semen.
Traté de apartarla de mí, pero seguía tragando los últimos lechazos que mi polla le daba en su agonía orgásmica.
El inequívoco chirrido de la puertecita del mueble zapatero del hall llegó a mis oídos, justo cuando mi falo daba su último estertor y Patty paladeaba hasta la última gota, lo cual a la postre resultó ser muy práctico para no dejar ninguna prueba de nuestro delito.
Mi golosa cuñada se incorporó sacándose la polla de la boca, dejándomela reluciente. Yo me levanté y, en un rápido movimiento, me subí el slip y el pantalón de deporte recolocando mi pene ya decadente justo cuando mi mujer entraba en el salón.
– ¡Anda!- exclamó Tere cuando vio a su hermana- pero si sigues aquí.
– Ya se iba a marchar- respondí yo sacándome el palo de la piruleta ya gastada de mi boca- ¿Verdad?- añadí girándome hacia Patty, que terminaba de ponerse la camisa para ocultar sus pezones duros como para rallar un cristal.
Al mirar a la cara de mi cuñada me dio un vuelco el corazón cuando me percaté que de la comisura derecha de sus labios había rebosado mi semen, de tal modo que se veía un fino reguero brillante que partía de su boca para terminar en una pequeña gota blanca en su barbilla. Patty, muy inteligente, al ver mi cara de susto, disimuladamente pasó su mano por sus labios y barbilla chupándose los dedos para hacer desaparecer todo rastro de mi corrida.
Tere me dio un beso en los labios, y un cariñoso beso en la mejilla de su hermana.
– ¡Uffff!- resoplé internamente-, ¡por muy poco!.
– ¿No te quedas a cenar con nosotros?- le preguntó mi mujer a su querida hermana.
– Uy, no- contestó-, no suelo cenar. Con un buen trago de leche calentita tengo hasta mañana- añadió resuelta dedicándome una furtiva mirada- así que recojo y me marcho, que seguro que tendréis cosas que hacer.
– “Un buen trago de leche calentita”- repetí en mi mente-. Le come la polla al marido de su hermana mayor, y no contenta con casi ser descubierta, se lo restriega a su inocente hermana por la cara. ¡Qué zorra!.
Patty recogió sus apuntes en lo que yo fui a por su abrigo. Lista para marcharse le dio un cariñoso beso en la mejilla a su hermana y un cándido beso a mí, también en la mejilla. En su fugaz acercamiento a mi cara, percibí el sutil aroma de mi semen en su aliento, lo que me provocó una sonrisa.
– Muchas gracias, profe- dijo saliendo por la puerta-. Lo he digerido todo muy bien- añadió alegremente con su habitual desparpajo. Mañana nos vemos en clase.
– “Lo he digerido todo muy bien”- repetí internamente-, ¡pero qué vicio tiene la niña!.
– ¿Lo ves?- me dijo mi mujer cuando mi cuñada se hubo marchado-. No te ha costado nada y mira qué feliz has hecho a mi hermana. Puedes estar satisfecho.
– Muuuuy satisfecho, cariño- pensé-, pero que muuuuuuy satisfecho.
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Viernes12 de abril de 2013
Suena el despertador a las siete, como cada viernes de los últimos tres años. Despierto y me levanto. El aseo está ocupado por Mila, y estando ella yo no puedo entrar. Al parecer le da vergüenza si la veo desnuda.
Pero ahora sé porque.
Voy al baño del pasillo donde Mili y Pepito se cepillan los dientes.
Vuelvo a mi habitación y Mila ya ha salido vestida y lista para llevar a los niños al colegio.
Me ducho, me visto, voy a la cocina donde tomo un café, hago de tripas corazón y doy un beso a Mila, me voy corriendo a la oficina.
Tengo mucho que preparar.
Hablo con Fede y le digo que me voy a tomar un descanso de dos semanas, por el asunto del que no le puedo hablar.
En una inmobiliaria busco un piso para alquilarlo durante dos meses, cerca de mi casa.
Encuentro un pequeño apartamento que cubre mis necesidades. Pago un mes y la fianza al contado, sin dar más información personal que la precisa.
He abierto una cuenta de correo E-mail, con datos ficticios, otra en un banco para tener tarjeta y dinero disponible fuera del control de Mila. Y he adquirido una tarjeta prepago para móvil.
No puedo dejar nada para el fin de semana porque siempre me quedo en casa o voy de excursión con Mila y los niños.
El apartamento se puede ocupar inmediatamente, lo contrato y recojo las llaves.
Traslado los equipos necesarios para instalar el centro de vigilancia.
Cuando todo está preparado enciendo los equipos y me pongo a observar.
Son más de las doce y Mila está por casa, También veo a Mariele, que va a casa los miércoles y los viernes. Están realizando labores de limpieza.
Todo parece normal, sin embargo, en uno de los encuentros, en el salón, entre Mila y Mariele, se cogen de las manos, van hasta el dormitorio, abrazándose y besándose.
¿Será posible? ¿Es que esta mujer no se cansa nunca?
Se desnudan ambas, se tienden en la cama y siguen con los arrumacos y achuchones.
Al parecer a Mariele le vá el fisting, “Puños en el sexo y/o ano”.
Se coloca en cuatro, Mila saca de su cajón un bote con algún tipo de lubricante y lo derrama sobre el culo de Mariele, veo como chorrea hasta su sexo. Se inicia la penetración con los dedos en la vulva, aumenta el número de dedos hasta introducir la palma, con rotaciones, encoge el pulgar y poco a poco introduce el puño hasta la muñeca.
Mariele grita y se retuerce como una loca, alcanza, no sé si uno o varios orgasmos seguidos.
Se derrumba sobre la cama.
Mila.-Ahora me toca a mí.
La chica sonríe, se incorpora y abraza a Mila.
Esta se acuesta de espaldas sobre la cama, la muchacha se acopla entre las piernas y lame el sexo de Mila que sujeta su cabeza entre las piernas.
Tras unos minutos Mila empuja a la chica, esta se levanta, derrama el líquido del bote sobre el coño de Mila y mete los dedos de la mano derecha rotándolos, sacándolos y metiéndolos, repitiendo los movimientos hasta meter su mano dentro.
Con la mano izquierda derrama más líquido e introduce sus dedos en el culo de Mila.
!!La está penetrando con las dos manos, una por el coño y otra por el culo!!.
Mi mujer no deja de sorprenderme. Ya no se qué más podrá hacer.
Unos minutos después y tras algunos alaridos, mi mujer pone los ojos en blanco y con un estertor que la levanta de la cama cae rendida. Sus orgasmos son brutales.
Mariele saca sus manos del cuerpo de Mila y se tiende a su lado.
Se besan tiernamente.
¿Qué siente Mila por las personas que la rodean?
Parece querer sinceramente a los que se acuestan con ella. Pero les cobra.
Parece amar a sus hijos. Pero los prostituye.
Yo estaba convencido de que me quería. Pero me traiciona.
Realmente. ¿Qué siente?
Descansan un rato, se levantan, y tras higienizarse reanudan su trabajo doméstico como si no hubiera pasado nada.
Llamo a Andrés y le invito a comer. Tomando café le entrego las muestras.
Yo.- Están marcadas, la del padre el 1 y los hijos 2, 3 y 4, por orden de edad. Pertenecen a un amigo que tiene problemas y me ha pedido el favor a mí, pero que no puedo decirle quien es. Por favor, total discreción.
No queda muy conforme pero lo acepta.
Yo.- Cuánto va a costar para pedírselo a mi amigo.
Andrés.- Ya veremos. Al ser una prueba múltiple tendré que consultarlo. Suele costar sobre 300 euros por comparación, pero aquí por lo que se ve es un padre con tres hijos ¿No?.
Yo.- Si, así es.
Andrés.- Serán menos de mil euros, no te preocupes por eso. ¿No serás tú el amigo?. ¿Tienes problemas con Mila? Sabes que puedes confiar en mí.
YO.- Por favor, no me descubras. Sí, estoy teniendo problemas. Ya te contaré, cuando pueda hacerlo, pero ahora, te lo suplico, nada a nadie.
Andrés.- De acuerdo. En cuatro o cinco días tendré los resultados.
Yo.- Gracias, no sabes el favor que me haces.
Normalmente los viernes vuelvo a casa alrededor de las ocho de la tarde. Hoy no será distinto.
El fin de semana pasa sin pena ni gloria, el sábado lo pasamos en casa como siempre, leyendo, viendo tele charlando.
El tiempo era bueno y el domingo decidimos ir al campo a pasar el día.
Lunes, 15 de abril de 2013
Como cada lunes suena el despertador a las seis. Me levanto, me aseo, doy un beso a mis supuestos hijos, cojo mi equipaje y me marcho.
Vuelvo a dejar el vehículo en el garaje, donde he contratado una plaza por un mes cuando fui a recogerlo el jueves.
Desayuno en el mismo bar para comprobar que Mila y Ana salen y el piso estará vacio.
Así es, subo e instalo, en la cocina y los dormitorios de los niños otras tres cámaras. Salgo rápidamente a la calle a buscar un taxi con el que me desplazo a la dirección donde fué Ana el pasado martes.
Me dispongo a observar buscando una localización donde no resulte sospechoso. Encuentro un parquecillo cercano, me siento en un banco desde donde diviso la puerta del piso donde entró Ana. Finjo leer un periódico que he comprado en un kiosco al venir.
Y espero.
Es por intuición que sospecho que Ana esta aquí.
Veo llegar un vehículo que no encaja con el barrio, negro, cristales ahumados, chofer. Baja un sujeto con traje caro de uno los asientos traseros, mira a ambos lados de la calle, cruza, entra en el portal del edificio.
Anoto la matrícula del coche, que ha aparcado unos metros más allá, con el conductor recostado en el asiento dormitando.
Pasa una hora, me acerco simulando leer el periódico, veo salir al tipo del traje, y le tomo una foto con la cámara que llevo disimulada.
Atraviesa la calle. Se sube al coche en el asiento de atrás. El vehículo arranca y desaparece al doblar la esquina de la calle.
No quiero pensar en nada. No quiero imaginar. Por dios, que mi hija no esté ahí.
Pasan diez o quince minutos interminables. Veo salir a mi Ana del bloque. Como la vez anterior, deprisa, con el pelo revuelto y guardando algo en su bolsito de mano.
Como la otra vez va andando a la parada del autobús que en ese momento llega, se sube en él y dejo de verla.
Busco un taxi que me lleve a una agencia de alquiler de vehículos. Cuando me lo entregan me desplazo hasta mi observatorio.
Me siento ante la pantalla veo a Mila sentada en el sofá junto a un desconocido.
Charlan amigablemente, el se toma algunas libertades con ella colocando su mano sobre el muslo. Acariciándolo. Ella con una minifalda, que yo no conozco, se deja magrear sonriendo y gastando bromas. Al parecer están hablando de dinero.
Mila.- Son doscientos, ya lo sabes y no me gusta el regateo. Lo tomas o lo dejas.
El desconocido.- De acuerdo, pero me lo das todo, ya sabes. Tu culito, que me pone a cien.
Mila.-De acuerdo pero sin marcas, que luego tardan en quitarse.
Acercan sus rostros y se besan. Sus lenguas se entrelazan, oigo el chapoteo de su saliva y siento asco.
Las manos del tipo suben por los muslos, desplazando la faldita hasta la cintura. Ella se levanta para facilitar la operación. Lleva un minúsculo tanga que es un pequeño triangulito por delante y un hilito entre las nalgas, que las deja totalmente al descubierto.
Mila se dobla hacia adelante, colocando su culo ante la cara del otro, que se apresura a enterrar el rostro entre las redondeces traseras, apartando el hilo y lamiendo el rosado agujero del culo de mi mujer.
En medio de la operación veo, con la cámara nueva instalada en la entrada, que se abre la puerta y entra Ana.
¡! Joder, lo va a ver todo!! Va a ver a su madre con ese tipo en el salón.
Mila no se inmuta, sigue ofreciendo su culo al tipo y se quita el tanga para que no estorbe.
Ana los ve desde la puerta. No se extraña. Al parecer esto es normal para ella.
Mila.- Ana, cariño, vete a tu habitación hasta que termine con este señor.
Ana.- Si mama, voy a terminar el trabajo de sociales. Pero antes voy a ducharme.
Mila.- De acuerdo cariño. Pero date prisa.
Ana se marcha a su cuarto, de su armario coge algunas prendas y vuelve a salir al pasillo para ir al baño. Se ducha, restregando con fuerza su partes con la esponja y mucho jabón.
Mientras Mila se desprende de la falda y se planta frente al sujeto abriéndose los labios de su coño con las dos manos.
Él lo lame, Mila le acaricia la cabeza y empuja su cuerpo contra el tipo. Este se levanta y coge con la mano todo su coño, veo como desaparecen en el interior dos dedos, mientras con la otra mano le palmotea el culo y le mete los dedos por el ano.
Mi mujer le coge la verga y tirando de ella se encaminan a la habitación.
Al pasar por el pasillo se cruzan con Ana que les sonríe y sigue hasta su dormitorio.
El desconocido.- Oye Mila. ¿La niña podría participar?
Mila.- No, me tienes a mí y seguro que saldrás satisfecho.
¡!!INCREIBLE!!! ¡!Mi mujer una puta y prostituyendo a mi hija!!. ¡!Son motivos de sobra para encerrarla en la cárcel y tirar la llave!!.
Yo temblaba, un sudor frio invadía todo mi cuerpo, las sienes me latían, se me nublaba la vista. Sentado como estaba caí hacia adelante llorando como un niño pequeño.
Los sollozos no me dejaban respirar, si no moría de un infarto en esa ocasión es porque tenía un corazón a prueba de bombas.
¿Qué más podría pasar en mi casa?. La corrupción de mi familia era total. ¡!Y yo no sabía nada!!. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?. ¿Podría haberlo evitado?.
Mientras estos pensamientos golpeaban mi cabeza veía a Mila en la posición de perra, lo que ella era, ofreciendo su ano al tipo, que la golpeaba fuerte las nalgas con una extraña palmeta, que yo no había visto nunca, enrojeciendo sus caderas y su culo. A veces le golpeaba en el centro sobre el ano y Mila gemía de dolor.
Arrodillándose detrás metiendo la lengua, lamiendo el ano mientras con una mano se masturbaba con fuerza, de pronto se levanta, coloca el glande en la entrada y penetrándola de un fuerte empujón con su polla, no muy gruesa pero si larga, arrancando de Mila un ronco rugido de dolor que salía del fondo de su garganta.
Una vez dentro se queda quieto, como una estatua, arrodillado, detrás de mi querida esposa, ensartando con su miembro el culo y sujetando sus caderas, se doblo hacia atrás y exhalo un rugido como salido de ultratumba.
Se había corrido. Aguanto la primera estocada y se corrió.
La sacó de golpe, como la había metido y se dejo caer al lado de Mila que también se dejo caer boca arriba.
Cuando se repuso el hombre, se levantó, se vistió, saco la billetera de un bolsillo apartó cinco billetes de cincuenta euros y los deja en la mesita de noche.
Mila se incorpora para darle un beso, le dice algo al oído que lo hace reír y se levanta.
Desnuda como esta lo acompaña a la salida y con un beso de despedida cerró la puerta.
Mila entra en el baño de nuestro dormitorio, se sienta en el bidet y se lava. Desnuda, se dirige a la habitación de Ana.
Ana está escribiendo en su portátil. Tengo que revisarlo. Se vuelve hacia la madre que sonriendo, de pié a su lado, acaricia su cabeza y le muestra los doscientos cincuenta euros. Se ríen las dos.
Mila.- Bueno. ¿Cómo te ha ido?
Ana.- Bien, esta vez no ha sido tan bestia.
Saca de su bolsito un fajo de billetes y se lo entrega a la madre. Ella los cuenta, con cara de asombro. Se abrazan las dos.
Mila.- ¡!Quinientos euros!!. Qué bien nena, si sigues así vas a ganar más que yo. Esta tarde lo ingreso todo en la cuenta.
¡!!¿QUE?!!! ¿Ese dinero es el fruto de la prostitución de mi hija?. ¿Mi pequeña?
Y además, ¿disponen de una cuenta privada, en la que ingresan lo que ganan prostituyéndose?.
Mila es maquiavélica. Tengo que averiguar los movimientos de esa cuenta para saber desde cuándo la utilizan y cuanto dinero mueven.
Para eso puedo utilizar los contactos de Andrés en la policía, donde tienen acceso a esas informaciones.
Tengo que pedirle que sea muy discreto porque esto puede llevar a una denuncia.
Las dos se dirigen hacia el salón.
Mila.- Vamos a comer algo, que este tío me ha dejado con hambre. Jajaja.
Ana.- Yo también, que estoy con la cena de anoche.
En la cocina se preparan la comida, se sientan a comer hablando amigablemente.
Ana.- Mama, me imagino que papa no sabe nada. Lo conozco y sé que no lo toleraría.
Mila. Mira Ana, papa es un buen hombre, pero muy rígido. Tienes razón, no lo permitiría, pero por eso mismo he tenido que ocultárselo durante todo el tiempo. Y también a ti. Eras muy pequeña y tampoco lo hubieras entendido.
Ana.- ¿Desde cuándo mama?. ¿Cuándo empezó todo?.
Mila.- Yo era muy joven. Algo mayor que tu, además tú te me pareces mucho. Como te decía, cursábamos el último curso de bachillerato en un colegio de monjas, allí conocí a Marga, Carmen, Claudia y otras a quien tú no conoces. A la salida del colegio nos reuníamos tres o cuatro amigas para fumar, hablar de los muchachos y de nuestras cosas. Lo normal.
Un día, en una cafetería donde nos juntábamos, estábamos sentadas Claudia, Marga y yo, sacamos tabaco pero no teníamos fuego.
Marga, la más atrevida, se acercó a un señor que estaba sentado en una mesa cerca y que no nos quitaba ojo de encima, y le pidió fuego. Le encendió el pitillo y acercándose a su oído le dijo algo que le hizo dar un respingo. Se puso muy nerviosa, le dio las gracias y se vino con nosotras, que le preguntamos enseguida que le había dicho.
Marga tosió, por el humo o por el susto, no lo sé, pero nos dijo que aquel señor le había propuesto darle mil pesetas si se sentaba con nosotras pero frente a él, se subía la falda y se abría de piernas para ver sus bragas.
¿Y qué vas a hacer? Le pregunté yo. Y Marga, envalentonada dijo:
Pues por mil pesetas le enseño hasta el coño.
Se sentó a mi lado, frente al hombre, se subió la falda del uniforme del colegio y se abrió de piernas. Pero hizo más, se apartó la entrepierna de las bragas enseñándole el chocho. Y paseando un dedo a lo largo de la raja.
Después se bajo la falda, se levantó y se acercó al señor, que mirando hacia atrás para ver si alguien observaba, saco dinero de su cartera y se lo mostro. Pero al ir a dárselo le cogió las los manos, se las acercó, las olió, se las llevo a la boca y chupo el dedo que había paseado por su coño, las beso y le dijo algo bajito en el oído.
Cuando volvió a su asiento tenía la cara roja como un tomate, vimos que aquel señor se levanto, pagó en la barra y se fue.
Le preguntamos qué había pasado y nos enseño lo que le había dado, dos mil pesetas y una tarjeta, en la que se leía un nombre, una dirección y un teléfono. Nos dijo que el hombre le había dicho que si quería ganar mucho dinero fácilmente llamara, a cualquier hora, a ese teléfono para recibir instrucciones y que podía llevar a sus amigas.
Por dios. Que tarde es. Tengo que recoger a los niños.
En la habitación se vistió y a la carrera fue a por los niños.
Pongo en grabación las cámaras y salgo corriendo para vigilar a Mila. Llego a tiempo de verla salir con su Peugeot 205 Blanco.
La sigo en mi coche alquilado hasta el colegio, es tarde y los niños están en la portería. En el recorrido de vuelta se detiene ante un cajero del,———–realiza las operaciones para ingresar por el cajero, recoge el recibo y sigue su camino hasta casa.
Tengo otro dato. La cuenta esta en el————–. Quizás no tenga ni que pedirle el favor a Andrés, ya que creo que puedo acceder a este banco, les instalamos el sistema de seguridad y tengo acceso a su intranet.
Vuelvo a mi guarida y me pongo a ver las grabaciones realizadas en mi ausencia.
Ana recoge la mesa y se retira a su cuarto, abre el portátil y se puso a hacer sus deberes.
El ángulo de la cámara no me permitía ver la pantalla, pero si a mi niña, la que yo creía inocente y que, aleccionada por su madre, había iniciado su vida como prostituta.
Necesitaba algo fuerte, normalmente no suelo beber, me sienta mal, pero había comprado una botella brandi y me tome un buen trago.
Vestida con una camiseta ligera y las braguitas yo miraba a mi hija, sentada tecleando en su ordenador, veo que la mano izquierda estaba metida en sus bragas, movía los dedos bajo la prenda mientras sostenía el ratón con la derecha. No sé que veía pero estaba excitada, de pronto exhaló un profundo suspiro, hecho la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, la boca entreabierta, jadeando y se quedó muy quieta.
Poco después reanudaba la tarea que estaba realizando hasta que llego Mila y los niños.
Jaleo, carreras, juegos, gritos de los niños.
Meriendan-cenan y se retiran al cuarto de los pequeños. Ana los acuesta, se comporta como una madre, los arropa, les da un beso, apaga la luz y va al salón.
Ana.-¿Qué tienes esta noche mamá?
Mila.- Salgo con Marga a un club nuevo en Chueca.
Ana.- ¿Te espero o no me necesitas?.
Mila.- No, no me esperes, llegaré tarde y tú estarás cansada, acuéstate. En todo caso, si te necesito, te despierto.
Ana.- Vale pero si son viejos no me despiertes. Jajajaja
Mila.- Lo tendré en cuenta. Tú quieres bomboncitos ¿No putilla?
Ana.- Pues claro, lo que me gusta. Jajajaja.
Mila sale de casa. Dejo los equipos grabando y me dedico a seguirla.
He comprado ropa nueva, que ella no conoce, y me he agenciado un bigote, barba y peluca para no ser reconocido si me ve.
También he alquilado un coche para poder moverme con más comodidad. Mi disfraz no es aparatoso, y no se nota mucho. Además, participe en un curso de criminalística para detectives privados, relacionado con mi trabajo en seguridad electrónica y aprendí los rudimentos del “pasar desapercibido”.
Nunca imaginé que tendría que utilizar estos conocimientos y menos en una situación como esta.
El Peugeot de Mila sale del garaje y se dirige a una zona de marcha de la ciudad, consigue aparcar y yo hago lo mismo lo suficientemente cerca como para ver su coche.
Mila entra en un bar de copas y yo la sigo apartándome a un rincón en penumbra, desde donde puedo verla, se encuentra con Marga y Claudia. Abrazos, besos, se sientan en una mesa.
Es temprano y hay pocos clientes. El local está casi vacío, a excepción de las chicas y un par de mesas mas, una con dos parejas y otra con dos chicos solos. Se oye música chillout suave.
Se acerca un camarero y se pone a bromear con las chicas. Le piden las copas, Marga lo llama aparte y le dice algo al oído. El barman asiente y se marcha tras la barra. He pedido un ron cola y me siento a esperar.
Llevo una cámara con la que, disimuladamente les hago fotos.
Las tres se ríen alegremente hablando entre ellas.
En la mesa cercana, los dos muchachos jóvenes las miran y se ríen.
Uno de ellos se acerca a ellas y les habla, risas, bromas. No logro entender que dicen pero no importa.
Claudia, una mujer de bandera, casada con dos hijas de ocho y catorce años, compañera de colegio de Ana.
Se levanta, le comenta algo al oído del chaval y se marcha en dirección a los servicios.
El muchacho vuelve a su mesa se acerca al compañero y habla con él, lo empuja hacia la mesa de Mila y Marga, realiza las presentaciones y lo sienta.
Mientras el primero se dirige a los lavabos. Sospechando lo peor me levanto y me acerco también a los servicios.
No hay nadie en el de caballeros pero se oyen gemidos inconfundibles en el de señoras. Echo un vistazo y no hay nadie en los lavabos.
Los ruidos vienen de una de las cabinas.
Miro por debajo de la puerta y veo unas piernas de hombre con los pantalones bajados y unas piernas de mujer arrodillada en el suelo delante de él.
De pronto oigo un lamento y el hombre se sienta en el wáter, la mujer se levanta, se baja las bragas y se las saca por los pies.
Las piernas del muchacho están juntas alineadas con la taza y las de ella se abren colocándose a los lados de las de él. Se mueven al unísono, se oyen lamentos y golpes chocando carne con carne.
El.- Dios me corroo..
Ella.-Sigue cabrón no me vayas a dejar así. ¡! SIGUE!!
El.- ¡! AHHHHHHGGG!!
Ella.- ¡! Hijo de puta, sigue, sigue!! ¡! Vete a la mierda, me has dejado a medias!! Esto me pasa por ir con culicagaos ¡! Joder!!
He grabado el sonido de lo ocurrido, me retiro y al salir me cruzo en el pasillo con Marga, que casi tropieza conmigo, se detiene y me mira sin conocerme. Me llevo un susto, pero compruebo que el disfraz funciona.
Marga y Claudia salen de los servicios y se dirigen a su mesa.
Yo me hago el remolón y vuelvo al wáter donde se ha realizado la acción, entro y veo el tanga negro de Claudia en un rincón en el suelo, donde vi que caía al quitárselo.
Lo recojo y lo guardo. No se para que puede servirme.
Al salir observo que el chaval de wáter se acerca a su compañero, en la mesa de las chicas, forcejean, lo coge por un brazo y se van los dos.
El barman llama a Marga, se acerca a la barra, le dice algo y se va hacia las otras chicas. Habla con ellas.
Las mujeres llaman al de la barra, pagan la cuenta y se van. Las sigo.
En una calle próxima se detienen ante el coche de Marga, se suben y se van. Tengo mi coche a dos manzanas, cerca del Peugeot de Mila.
Cojo mi coche y salgo en dirección a donde supongo que van las tres mujeres. Salgo a la avenida y aunque miro en todas direcciones no consigo localizarlas.
Las he perdido.
De todos modos Mila tendrá que recoger su coche. La esperaré.
Vuelvo cerca del otro vehículo y estaciono de forma que pueda verla cuando vuelva.
Me arrellano en el asiento y me dispongo a esperar. Si deciden ir a mi casa tendré toda la información grabada cuando vuelva y aquí podre averiguar algo más sobre Mila.
Pero ¿Qué? Que más necesito saber para llegar a la conclusión de que me tengo que divorciar.
Que yo no puedo soportar esta situación sin desenmascararla y romper mi familia. Pero antes tengo que asegurarme de que los niños son míos, aunque ya lo dudo, las posibilidades son muy bajas.
Y me quedaré solo, sin mujer, sin hijos, sin vida, porque ellos lo son todo para mí.
Denunciarla a ella por prostituir a Ana, y no sé si también a los pequeños, solo serviría para que fueran a parar a una Institución.
Si demuestro que no son hijos míos y Mila está en la cárcel. Abandonados, indefensos, solos…
Dios, qué situación. ¿Qué puedo hacer? No quiero hacerles daño, pero tampoco lo puedo evitar.
Pasa como una hora y veo acercarse un vehículo. Pasa a mi lado, es el de Marga.
Ha vuelto. Se detiene a la altura del de Mila y se apean ella y un hombre de mi edad, bien vestido.
El coche de Marga se marcha.
Se suben al utilitario Mila y el otro y se dirigen, supongo, a casa.
Los sigo por si acaso pero acierto. Entran en el garaje y yo aparco y subo a mi observatorio.
Cuando ilumino las pantallas esta el tipo que vino con Mila en el salón, sentado en el sofá, hay dos copas.
Ana está acostada en su habitación y con ella esta Mila. Hablan muy bajo y no logro oírlas. Mila acaricia en la cara a Ana le da un beso y se dirige al salón donde se sienta en el sofá junto al desconocido.
Charlan de cosas intrascendentes. El tipo se llama Jesús.
Jesús.- Y tu Mila, estas casada ¿No?
Mila.- Si casada y con hijos. Por cierto están dormidos ahora, pero no se despertaran por mucho ruido que hagamos.
Jesús.- ¿Y los vecinos?
Mila.- Jajaja. Me he asegurado de que el piso con el que linda esté vacio. Se lo he comprado a una inmobiliaria. Me lo han dejado a buen precio, claro que tuve que hacerle una mamada al comercial de la inmobiliaria.
Como habrás visto solo hay dos pisos por planta, este lo compramos mi marido y yo hace diez años.
Los dos pisos pertenecían a una señora muy mayor que falleció poco después de comprarle nosotros este.
Al morir la dueña, sin descendencia, empezó una guerra de sobrinos para ver como se lo repartían. El pleito duro seis años.
Una mañana oí ruidos en el rellano, era un agente de la inmobiliaria que venía a enseñar el piso que ya estaba a la venta.
Cuando se fueron los clientes me asome a la puerta para hablar con él, no lo había vendido. Le comente que me podría interesar.
Lo invité a pasar, le ofrecí un refresco y utilice mis artes de seducción para que me lo rebajara hasta, según él, el máximo, mientras mi mano acariciaba su muslo y llegaba a cogerle la polla sobre la ropa.
En medio de la excitación, mientras le bajaba la cremallera de la bragueta y metía mi mano para cogérsela, regateaba con él.
Cuando se la saqué y empecé a mamársela se derrumbo, bajo de golpe más de diez mil euros. Era un buen precio.
Mamándosela le hice sacar el precontrato que traía preparado para la otra familia y lo firmamos sobre la marcha. Fue una buena inversión.
Y así no tengo quejas ni reclamaciones. Abajo está el garaje y arriba no vive nadie, son despachos, oficinas que están vacías. Lo tengo todo controlado.
Jesús.- ¿Y tu marido?
Mila.- Bueno eso es otra cosa. No sabe nada. Ni lo sospecha. Tengo buen cuidado de no dejar cabos sueltos, así llevo ya dieciséis años.
Jesús.- ¿Y si algún día se entera?
Mila.- Entonces ya veré que hago. Seguramente nos divorciaremos.
Tengo dinero ahorrado y no dependo de él económicamente.
Me quedaría con mis hijos y en paz. Lo conozco muy bien y sé que es una buena persona.
Jesús.- Mila, te conozco desde hace muchos años. Te he apreciado siempre, desde que te conocí con quince años y no puedo creer que no sientas nada por él. ¿Lo quieres?
Mila.-Lo quiero mucho, a mi manera, claro.
Me dolería separarme de él pero, si no puedo evitarlo….
Veras Jesús, cuando lo conocí en la universidad, me enamoré de él. Era un chico listo, guapo y pensé que con el tiempo podría convencerlo para que participara en mis correrías. Pero me equivoqué. Intenté cambiarlo pero es demasiado serio, recto, responsable, muy influido por la moral religiosa.
Un buen padre para unos hijos que quizás no sean suyos, no lo sé.
Ha sido y es un sostén emocional para mí. ¿Qué más puedo pedir?
Siempre he pensado que hay distintos tipos de hombres, no solo la apariencia física, sino por su mentalidad, su carácter, su fuerza, no solo física si no la que te empuja hacia el hombre que te atrae, la que eres incapaz de rechazar.
Estoy convencida de que se dejaría matar por mi o por los niños, pero no me satisface en la cama. Para esto necesito un golfo, un crápula que me folle como me gusta, que me domine y me haga desmayar de placer y dolor.
Y él no sabe o no puede hacerlo.
Claro que yo tampoco he insistido mucho. He dejado pasar el tiempo me he adaptado a sus cosas y el no sabe nada de las mías.
La confesión de Mila cae como una bomba sobre mí. ¿Qué más puede hacerme? ¿Es que no va a terminar nunca este suplicio?
Además ha comprado un piso sin yo saberlo.
Mila.- Bueno Jesús, después de tantos años sin vernos ha sido una casualidad que llamaras a la agencia para solicitar una acompañante y me eligieras a mí.
Jesús.- Si, pero no es casualidad. ¿Recuerdas a Aurelio?
Mila.- Siii. ¿Cómo esta? Hace tiempo que no follo con él. Jajaja
Jesús.- Esta bien, pero su mujer le ha atado corto y ya han terminado sus golferías. Fue él quien me dio la dirección de internet donde están tus fotos, en tu blog. Por eso me extraña que estés tan tranquila. Tu marido podría acceder a la página y verte. Se llevaría una sorpresa. Y no sabes cómo podría reaccionar.
Mila.- No creo, es poco probable porque es muy recto y estoy segura de que jamás ha buscado nada de sexo en internet. Por otra parte es muy sensato y no creo que pudiera hacerme daño.
Hemos hablado de mi, pero ¿Cómo te ha ido a ti en todos estos años?
Jesús- Muy bien Mila. No me he casado, terminé arquitectura y tengo una empresa de construcción que ha ido muy bien en los años de las vacas gordas y guardé para los de las vacas flacas. Ahora no tengo mucho trabajo pero puedo permitirme vivir bien algunos años sin problemas.
Mila.- Me alegro. Ya he visto que el club sacabas un buen fajo de billetes al pagar la cuenta. Pero dejémonos de cháchara y vamos a la cama. A eso has venido ¿no?
En la pantalla de la habitación de Ana veo como se levanta y se acerca a la puerta abriéndola un poco.
Al salir al pasillo Mila ve la puerta de Ana abierta.
Mila.-Ana, ¿Qué haces despierta y levantada?
Ana.- (Abriendo totalmente la puerta). Es que os he oído y he salido por si me necesitabais.
Jesús.- Vaya una preciosidad de mujercita, se parece mucho a ti Mila,
Mila.- Pues más se parece en lo golfilla que es. ¿Sabes que ya ha debutado?
Jesús.- Vaya, toda una sorpresa. Claro que conociendo a su madre no es de extrañar. Ella era la reina de las reuniones en el instituto. Allí nos follo a todos. Luego se fue a la universidad y le perdí la pista hasta hoy, que la he encontrado.
Mila.- Mira Ana, este es Jesús, un amigo muy querido desde que lo conocí, hace ya más de veinte años. Hemos follado mucho y tiene una polla magnifica. Tienes que probarla, te gustará.
Ana.- Mucho gusto Jesús.
Jesús.- El gusto va a ser mío si tú y tu madre me lo dais.
Ana.- Por mi encantada. ¿Tú qué dices mami?
Mila.- Pues que estamos perdiendo el tiempo. ¡Vamos a la cama!
Encienden las luces de la habitación. Mi habitación hasta la semana pasada. Se desnudan los tres.
Jesús se tiende en la cama de espaldas y ellas se acercan cada una por un lado, con movimientos felinos.
Me niego a ver esto. No puedo grabarlo. Es muy duro, soy una mierda por no hacer nada.
¡¡¡Estoy asistiendo a la ignominia de mi hija y no hago nada por evitarlo!!!
¿Qué puedo hacer? ¡¡ DIOOOOSSS!! Que suplicio. Y que verguenza
He apagado la pantalla, solo me llega el sonido.
Mila.- Ahora Jesús, ahora y de una vez.
Ana.- ¡¡AAAHHHH!! ¡¡ASI NO, ASI NO, ME DUELEEEE!!
Yo lloro de impotencia, soy un cobarde.
Debía haber entrado en la habitación y acabado con la vida de los dos miserables crápulas que acababan de mancillar a mi niña.
Me cubro la cara con las manos. No soporto ver sufrir a mi niña. Pero la oigo.
Ana.- ¡No más! Por favor, duele mucho…Duele…¡¡AAHHHYYYY!!
Pasan unos segundos interminables.
Ana.- Mamá, ya no duele tanto.
Jesús.- ¡¡DIOOOOSS!!,
Ana llora. Enciendo la pantalla, necesito ver que ha pasado.
Mila se enfrenta a Jesús y lo golpea con los dos puños.
La cara de Mila es la imagen de la furia. Su mirada en feroz.
No la había visto nunca así.
Mila.- ¡¡Maricon!! ¡Eres más rápido que mi marido corriéndote, vete, vete, no quiero verte nunca más! ¡¡VETEEEE!!
Jesús sorprendido y asustado por la reacción de Mila, baja la cabeza y avergonzado, busca su ropa y se viste.
Mila.- Ahhh. Pero no te irás sin pagar. Esta noche te va a costar dos mil euros. Te has llevado el himen de mi hija sin complacerla y esto lo pagas.
Jesús está muy nervioso, no sabe qué hacer, camina de un lado a otro de la habitación.
Jesús.- Mila lo siento, no he podido evitarlo, hare lo que me pidas para compensarlo.
Mila iracunda amenaza a Jesús con los puños cerrados.
Mila.- Mira gilipollas, te iba a regalar la virginidad de mi hija, a cambio de que te comportaras como un hombre con ella y has resultado peor que un adolescente.
O sea, lo que yo quería evitar, que tuviera una mala experiencia en su primera vez.
Jesús, abochornado, saca de su cartera dinero y se lo deja sobre la cama. Intenta acercarse a Ana para darle un beso pero Mila lo empuja hacia la puerta con furia. Lo acompaña hasta la salida, dándole empujones por el pasillo y cerrando con un portazo.
Regresa junto a su hija, se tiende a su lado se miran de frente y de pronto estallan en risas abrazándose y revolcándose en la cama.
Me sorprende su actitud, parecen locas las dos, ¿es un ataque de risa?, pero ¿Por qué?
Mas calmadas ya comienzan a hablar.
Mila.- Como se lo ha tragado el muy tonto, y que bien te ha salido hoy. Ha sido genial.
¿Lo has pasado bien?
Ana.- Si mama, me ha dado mucho gusto. Pero más me he divertido al ver la cara que ha puesto el panoli cuando se ha corrido y te has liado a golpes con él. Era todo un poema. Jajaja-
Y mira el premio. Jajajaja. Dos mil euros.
Ana coge el dinero y lo lanza hacia el techo dejándolo caer como una lluvia de billetes sobre sus cuerpos y se revuelcan abrazándose y besándose.
Ana.- Pero dijiste que era un gran amigo del insti, ¿No era verdad?
Mila.- Veras, este gilipollas era el hazmerreir del grupo.
En cuanto me bajaba las bragas y me veía los pelos se corría.
Dice que me follo a los quince años. Y una mierda. Lo intentó y me dejo la corrida entre los muslos. No llego a meterla.
Yo le hice creer que sí, pero no. Jajaja
Apagan la luz y se duermen abrazadas. Desnudas.
¡ERA UNA FARSA!!.
Me quedo alelado.
Estaban de acuerdo para timar al tonto, que se ha creído que ha desvirgado a mi hija y al parecer está harta de follar por todos sus agujeros.
Dos mil euros en una noche, y no sé los que podría traer Mila de antes, cuando se ha ido con las amigas.
Está vendiendo a su hija. Que quizás no sea mía, pero sí es suya.
Mi mujer y mi hija son unas guarras, putas, delincuentes, estafadoras.
¡¡ DIOSSS!!
Mesándome los cabellos, tirándome hasta quedar con mechones del poco pelo de mi cabeza entre los dedos.
Mi casa es un nido de víboras. La depravación de mi familia es inimaginable.
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Era tanta la rabia interna que me consumía que comencé yo misma a requerir el auxilio de la vendedora incluso mucho más de lo que realmente lo necesitaba. A veces realmente no podía con las prendas (algunas eran de verdad complicadas para calzárselas) pero otras… sencillamente fingía no saber manipularlas tan sólo a los efectos de alejar a la chica de las garras de Franco… o a Franco de las garras de ella. Si tenía a la joven de mi lado de la cortina, entonces me sentía más segura en cuanto a lo que pudiese o pudiesen hacer. Pero, claro, a veces no se sabe qué es peor: si el remedio o la enfermedad. Recurrir a la “ayuda” de la vendedora implicaba también la humillación de que una mujer madura, de más de treinta años, fuera prácticamente vestida y desvestida todo el tiempo por una jovencita veinteañera con aires de zorrita trepadora. La humillación era aun mayor cuando ella (como ocurría la mayor parte del tiempo) trabajaba a mis espaldas. Era inevitable, además, que sus dedos me rozaran todo el tiempo puesto que, en definitiva, era lencería lo que ella me estaba probando. Ni qué decir cuando, en una oportunidad, me calzó una tanga diminuta y me la llevó bien arriba hasta que la casi inexistente línea de tela entró en mi culo cuan larga era e incluso en mi sexo. No pude evitar que se me escapara una interjección: una mezcla de quejido y suspiro. Ella, sin dejar de sostener la tanga bien calzada, acercó su rostro por detrás y me susurró al oído:
Ok… las medias, al igual que todo el conjunto, eran negras. Y de red. Estaba dentro de lo esperable. Eran, por decirlo, de alguna manera, del tipo bucanero y terminaban en la parte alta de mis muslos con sendas ligas de las cuales subían las tiras que las sostenían al liguero. Pero el detalle saliente era que no había bragas: ninguna tanga, ni vedetina ni cola-less… Se trataba de una especie de faldellín corto (o bien una faja, no podía definirlo) y muy ceñido que, sobre la cintura, llevaba el liguero: era algo así como un “culote” cortado en el cual faltara la mitad inferior. La tela era de tul con encaje pero a medida que el faldellín iba bajando, se volvía transparente, aunque siempre sobre negro… y terminaba, con detalles de puntilla,… a la mitad de mi cola o, lo que es lo mismo, la mitad de mi culo quedaba visible. Por delante, obviamente, era mi conchita lo que quedaba al aire.
Condena brutal: La historia de Lissette
En el centro de la gran ciudad hacía un calor de los mil demonios, ya era más de medio día y de un alto e imponente edificio de cemento entraban y salían personas con signos de apuro en sus rostros, algunas de ellas se internaban por sus viejos y oscuros pasillos apelotonándose en los ascensores, u otras simplemente se perdían en la hormigueante fila de gentes que caminaban rápidamente por las ardientes veredas de su salida, y entre ellas también iba Lissette.
La joven y recientemente casada no lo podía creer, ¿y que se suponía que iba a hacer ahora sin el apoyo y la compañía de su amado marido?, -se preguntaba para sí misma y en forma meditabunda mientras caminaba, al ser ella una de las tantas personas que a esas acaloradas horas también abandonaba el viejo edificio gubernamental mezclándose en la multitud que transitaba por la vereda.
Se suponía que solo hasta hace un par de días ella y Fernando eran un feliz y normal matrimonio con mucho futuro por delante.
En los últimos tres años de casados Lissette y su amado esposo habían gozado de llevar una vida supuestamente tranquila, dándose unos pequeños lujos de por medio, a punta de trabajo y esfuerzo, –¿pero y ahora?, quizás que iba ser de ellos ahora, se preguntaba y se repondría para sus adentros una y otra vez al compás de su cadencioso y femenino caminar, a la misma vez que con su manita ordenaba parte de unos rojizos mechones de cabello por detrás de uno de sus oídos.
Entre los pocos bienes que lograron adquirir estaba una bonita casa ubicada en un tranquilo barrio de gente de clase media, aunque ellos aun estaban en proceso de adaptación ya que provenían de un modesto y popular barrio industrial. Hace muy poco también habían comprado un sencillo y económico automóvil. Bienes que su esposo los adquirió a nombre de ella y que si no hubiese sido así también se los habrían quitado en parte de pago.
La catástrofe se les presentó en el momento que ella consideraba el más feliz de su joven matrimonio.
Tras haber tomado ambos unas muy merecidas vacaciones en un conocido balneario en las afueras de la ciudad Lissette se sintió la mujer más enamorada y dichosa del mundo llegando a tal punto que en los días en que ya estuvieron en casa pensaba en decirle a Fernando que tuvieran ese hijo que tanto él deseaba y que ella también quería tener, ya que la pelirroja solo se había estado cuidando por un tiempo de no quedar embarazada hasta no estar segura de la estabilidad económica del hogar, pero justo cuando creía estar viviendo su mejor momento matrimonial de un feroz porrazo a causa de su marido volvió al mundo real desencajándola de la seguridad conyugal en la cual ella había estado equivocadamente inmersa.
Fernando de 27 años de edad era el típico marido buen mozo que cualquier mujer desearía tener. Este era de piel bronceada, pelo negro, ojos color pardo y un físico acorde al de un hombre que se dedica varias horas de gimnasio a la semana.
Ambos estaban muy enamorados uno del otro. Se habían conocido en la fiesta de cumpleaños de un amigo en común de las familias de cada uno, y se podría decir que fue amor a primera vista, ya que al año de feliz noviazgo la enamorada pareja ya ponía fecha de casamiento, y al próximo ya eran marido y mujer.
En un principio las cosas se les dieron bien en la parte económica, Fernando fue contratado como empleado administrativo en un prestigioso banco lo que le permitió a la pareja llevar una vida más o menos cómoda, muy distinta a las que ellos conocían en los tiempos en que se conocieron, además que el principal proveedor del joven matrimonio por esos entonces, en este caso Fernando, se esforzaba en hacer sentir como una reina a su joven y atractiva esposa, pero lamentablemente con el paso de los años, y con la joven Lissette ya convertida en una flamante hembra casadera, fue a causa de esto mismo lo que lo llevó a no actuar en forma sensata a la hora de contraer compromisos bancarios.
En su desesperado afán de darle lo mejor y de que ella viera que con él nada le iba a faltar poco a poco se comenzó a entrampar económicamente tapando hoyos financieros con prestamos de dinero en efectivo, girando cheques a diestras y siniestras (Fernando nunca antes había tenido ni manejado una cuenta bancaria personal), para luego volver a pedir otro préstamo mas acaudalado que el anterior, hasta que cuando ya no tuvo a donde echar mano se le ocurrió la mala idea de en su mismo trabajo comenzar a adulterar información financiera en beneficio propio, es decir, comenzó a robar.
Fueron 6 meses en que estuvo en forma maliciosa obteniendo ganancias económicas de la entidad en la cual trabajaba, hasta que en la última auditoría interna efectuada por ellos fue descubierto y denunciado a las autoridades policiales por los mismos ejecutivos de la organización bancaria, siendo arrestado y llevado a la corte.
Ya frente al estrado (esto fue momentos antes de que Lissette saliera del viejo edificio estatal) y estando en esta ocasión vestido con un sencillo traje de chaqueta y corbata Fernando fue sentenciado a 5 años de prisión por distintos tipos de fraudes económicos, entre ellos el no pago de documentos bancarios y robo, por lo que tuvo 5 minutos para despedirse de su jovial esposa antes de que lo trasladaran a los calabozos del juzgado, y de estos hasta el centro carcelario en donde tendría que cumplir la condena.
–Lo siento cariño… la situación se me fue de las manos… por favor perdóname…, -fue lo primero que pudo hablar una vez que los dos guardias carcelarios le dieron un poco de espacio para su despedida, el avergonzado marido no quería mirar a su mujer a la cara, sencillamente y en forma vergonzosa no se atrevía y le hablaba mirando solo hacia el suelo.
–Fer… Fernando… mi Fernando…!, que no te de vergüenza mirarme a los ojos… yo soy tu esposa, y por muy mal que lo estemos pasando yo no te daré la espalda ni me avergonzaré de ti… ten eso claro cariño…!, -le contestó la pelirroja Lissette en forma sincera a su marido, aunque muy sonrojada también por no tener la privacidad necesaria para hablarle, ya que tanto los guardias que custodiaban al hombre, como muchas otras personas que llenaban la sala del tribunal de justicia escuchaban las palabras que ella le decía.
–Lo la… la… mentooo…! no… no sé que mas d… de… decir…! -balbuceaba el arrepentido hombre moviendo su cara en distintas direcciones, lógicamente en aquellos momentos le costaba mucho trabajo volver a mirar a la cara a su amada y pulcra esposa, –Intente mil veces remediar la situación pero no pude… solo te pido que no me olvides… e intenta de ir a verme de vez en cuando…
–Fernando…!, -la voz de su mujer era dulce mientras le hablaba a la misma vez que posaba una de sus delicadas manos en un lado de su cara en señal de cariño y amor conyugal, –Como me dices eso…!? Claro que lo haré amor…!!, iré a verte todos los domingos y te llevaré todo lo que te haga falta… –luego las suaves y blancas manitas de Lissette en un intento de tomar las de su esposo notaron las frías esposas metálicas que él llevaba puestas en las muñecas y que se las unía con una pequeña cadena de dos eslabones.
Fue ahí cuando ambas miradas se volvieron una sola debido a la cruda realidad, el hombre y marido dejaba de ser un ciudadano decente convirtiéndose en un simple convicto, y su esposa así lo notaba. La mirada de Fernando no soportó la de su mujer por más de 5 segundos por lo que rápidamente la llevó a un lado para luego con un hilillo de voz volver a repetirle:
–Lissette… lo siento… perdóname… por favor perdóname… aunque esto suene ridículo, pero… pero yo lo único que deseaba e… era… era hacerte feliz a ti mi vida…, -le dijo con desesperación.
–Lo sé mi Fer… claro que lo sé…, -le decía Lissette también con un hilillo de voz intentando no largarse a llorar debido a la traumática experiencia, sus azules ojos estaban bañados en lagrimas. –Es por eso que tú también debes saber que yo te esperaré todo el tiempo que sea necesario… y cuando ya salgas de la cárcel retomaremos nuestra normal vida matrimonial tal como lo hicimos hasta el día de hoy…
–Me esperarás…!? De verdad que lo harás…!!??, -Fernando le preguntaba tomando sus suaves manitas con las suyas esposadas.
–Si…!, y como no lo voy a hacer…?, si tú lo has sido todo para mi… te amo tanto amor que soy capaz de esperar tu salida por 20 años si fuera necesario…
–Pero Lissette… yo… yo no estaré ahí en todo este tiempo para ayudarte…, -le decía el hombre otra vez con su cabeza gacha.
–No te preocupes cariño, recuerda que yo aun tengo la tiendita, con eso me alcanzará para vivir y traerte todo lo que necesites… soy tu esposa y mi deber es afrontar la situación hasta tu vuelta…, -fue lo último que alcanzó decir Lissette a su esposo ya que los dos hombres uniformados cuando determinaron que ya habían tenido tiempo suficiente para despedirse simplemente se lo llevaron, la entristecida hembra vio desaparecer a su marido por unas extrañas escaleras que existían al interior del tribunal, Fernando iba esposado y tomado de ambos brazos por los guardias, igual que como si este fuese un verdadero delincuente.
Una vez que salió de los tribunales de justicia la bella y joven esposa del recién condenado, (que si la evaluáramos corporalmente tendríamos que decir que ella con su soberbia corporal y a sus 24 años muy bien puestos verdaderamente estaba para homenajearla) caminó entre medio de las muchas personas que también salían del edificio.
Su hipnótico avance fue lento y cadencioso hasta que llegó a su económico automóvil, este se encontraba estacionado a tres cuadras del edificio, su mente estaba llena de pensamientos retorcidos por las faltas cometidas por su marido, faltas que ella recién se había enterado solo hace dos días atrás, estas se entremezclaban con lo que imaginaba ella de cómo sería el sombrío ambiente penitenciario en el cual Fernando su esposo debería desenvolverse dentro de los próximos 5 años.
Así fue que ya con su suerte echada y estando sentada al volante del vehículo la abandonada hembra se puso en dirección a su tienda, faltaban 4 días para que fuera domingo y ella ya deseaba ver a su marido. Esos días se le harían larguísimos.
Lissette Peruzzo González desde su juventud era una de esas chicas cuya imagen causaba sensaciones de todo tipo entre hombres: viejos, jóvenes, casados, solteros, viudos e incluso hasta a mujeres fuera donde fuera.
Era la hija mayor de un semental y enojón viejo italiano con cabellos de cobre, este era católico a morir y dueño de un pequeño restorán en donde la única especialidad solo eran los espaguetis, en el cual aparte de gritarles a todos sus empleados por todo el día, él y solo él era el jefe.
Su madre era una sumisa y obediente hembra latina de rasgos faciales armónicos, y que rondaba los 50 años de edad, había adoptado de su esposo una profunda devoción por la fe católica, y en su cuerpo se notaba a lo lejos que en sus mejores años debió de haber sido una hembra soberbia.
Pero sigamos con la hija del matrimonio antes señalado que es la parte fuerte de esta historia. Lissette era naturalmente pelirroja, y dueña además de una angelical hermosura en su rostro que ya caía casi en lo sobre natural, su esplendido porte (de 1,75 mts. Aprox.) enseñaba un vigoroso y femenino cuerpo lleno de curvas tan sensuales como diabólicas, esto producto de la mezcla ítalo-latinoamericana de cuando sus padres sin ser ellos consientes habían hecho a tan suculenta criatura, que con los años se transformaría en una hembra tremenda.
Pero a pesar de aquellas exquisitas formas y rasgos existentes tanto en su figura como en su rostro ella siempre solía tener su fino y armonioso semblante muy serio, y muy pocas veces sonreía, (extraño carácter heredado de la mezcla de sus dos progenitores) pero cuando lo hacía (reír) era capaz de volver loco de deseos insanos a cualquier hombre que estuviera cerca de ella, y así lo hizo también en los años en que conoció a su atractivo esposo.
En definitiva la joven y ahora desprotegida hembra ya casada con tan solo 24 años de edad y tal como se decía era muy bella (y ella lo sabía), pero esto no le importaba, como tampoco le otorgaba mucho interés a todo ello.
Sus pelirrojos cabellos de tendencia suavemente ondulada que caían por detrás de sus hombros eran el complemento perfecto para aquellos preciosos ojos azulados de los cuales ella era poseedora, con una respingona nariz fina y preciosa; con sus brillantes labios rojos formados bien femeninamente que hacían juego con sus cejas también pelirrojas adornando un albo y terso cutis, mitad latino, y mitad europeo, le hacían dueña de una sensualidad de lo mas enloquecedora y casi irresistible.
Sus curvas bien definidas, sobre todo en la parte central de su cuerpo incluyendo (cintura y caderas) eran una verdadera invitación a que quien la viera fuera y la agarrara firmemente para comenzar a sobajearla desde aquellas partes.
También es importante señalar que aparte de sus rojos cabellos, pestañas y cejas el resto de su rico cuerpo a plenitud carecía de vellos, era de piel completamente lisita y de la suavidad misma llevada a su máxima expresión, salvo en aquella intima y principal parte de su anatomía en la cual se concentraba su femenina y sin igual belleza, y que ya todos sabemos cuál es. Aun así, los finos vellos colorinos y rizaditos que ahí existían eran muy pocos.
Su blanca y brillante piel era tersa, suave, fibrosa y en sus formas de hembra hecha para el delicioso acto del apareamiento absoluto se pronunciaban unos senos grandes, tan turgentes como firmes y soberbios, pero no enormes ni vulgares de ningún modo, simplemente eran perfectos y el sueño de todo hombre.
Sin embargo, con todas aquellas armónicas y femeninas características corporales que poseía, ella no dejaba de ser una esposa reservada y pudorosa, tal como le habían formado sus conservadores y católicos padres.
Desde que estuvo recién casada y a pesar de su edad siempre se preocupó de vestir decorosamente con exquisitos vestidos que aunque recatados igual dejaban adivinar a quien la admirase todo lo que ella debía tener debajo de las telas de estos.
Su poderosa imagen de hembra “amazona – itálica”, además de sus cabellos rojizos, se imponía ante los ojos de la jauría masculina contradiciendo su afán de no mostrar más de lo debido, y no lo mostraba, pero con solo ver su imponente y delineada figura era la imaginación del afortunado observador la que hacía su trabajo en la mente de este.
Por otro lado y psicológicamente aquella soberbia Diosa abandonada por azares del destino era muy orgullosa, y así se notaba en su vibrante y deliciosa forma de caminar en donde tanto por dignidad como también por timidez no miraba a nadie, de la misma forma se veía además en sus delicados modales, y en su hablar.
En las oportunidades en que le tocaba desenvolverse oralmente con cualquier tipo de hombre que no fuese su marido o familiar, medía muy bien sus palabras y no se dejaba llevar por las situaciones.
En fiestas o compromisos rutinarios se comportaba en una forma de lo más prudente, responsable y precavida, sobre todo en sus actos, no le gustaba que alguien fuera a mal interpretar sus intenciones, y eran estos mismos deliciosos detalles los que más cautivaban a la machada admiradora de sus encantos.
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Volviendo a la actualidad y a aquella semana de la tragedia recientemente acaecida la venerable y solitaria esposa ya en su vida cotidiana se dedicó a atender el pequeño negocio de artículos de bazar que tiempo atrás había instalado en unos locales cercanos a su casa, su tristeza era enorme.
Lógicamente la noticia del encarcelamiento de su esposo corrió rápidamente por el barrio, por lo que la gran mayoría de la clientela se dejaba caer en su negocio solamente para indagar en el estado que debía estar la mujer, sobre todo las típicas viejas envidiosas y mal habladas, que haciéndose las simpáticas intentaban sonsacarle información para ellas poder tener tema de conversación en sus tardes de té y de ocio. Pero la exquisita pelirroja siempre digna y orgullosa las atendía con la misma seriedad que era característica en ella, y no diciéndoles más de lo necesario, como tampoco entregándoles detalles.
Claro que a pesar de la guerra interna que mantenía en su mente y de los continuos ataques de su familia que la incitaban a que se olvidara de Fernando y comenzara una nueva vida sola, ella prefirió hacer lo que creía era lo correcto, ella estaba enamoradamente casada, y su marido sea como fuese la situación, siempre sería su marido, su deber era estar con él había decidido, así que sin contar con la aprobación de su familia la hembra ya se aprontaba al primer día de visita al centro carcelario.
La colorina Lissette aquel día domingo llevaba puesto un vestido color crema, este era sin mangas, ni muy suelto ni muy ajustado, aun así le dibujaba a la perfección las líneas de su cintura y de donde empezaban sus caderas, además de llegarle hasta un poco más abajo de la parte media de sus blancos y muy bien torneados muslos enfundados en medias de color natural, el dichoso y primaveral vestido no era muy escotado, ya que en su naturaleza no estaba eso de ir por ahí mostrando más de lo debido.
Al llegar a la cárcel la joven y llamativa dueña de casa tuvo que hacer una larga fila a los pies de los altos murallones para poder entrar a esta en calidad de visita, percatándose que la gran cantidad de personas que la antecedían casi todas eran mujeres, muy pocas eran jóvenes o de la edad de ella, ya que la gran mayoría eran señoras de más de 50 años que llegaban cargadas con bolsas con comida y ropa limpia, obviamente eran las madres que visitaban a ver a sus hijos presos, según caía en cuenta.
Cuando por fin pudo ingresar al interior del grisáceo recinto penal y tras cruzar por lo menos tres resguardadas rejas altas y gruesas, (y ni mencionar de lo humillante que fue someterse al registro corporal que en todos los recintos penales les hacen a las visitas y que por respeto al pudor no mocionaré por ahora) al ir caminando ya a las dependencias en donde se desarrollaba la visita, la bella Lissette ahora con algo de miedo y asco se percataba en lo muy bajo que había caído su marido, todo aquello era de otro mundo, de otra cultura, vio que aparte de la infra humana forma en que le habían revisado ciertas partes de su cuerpo todo al interior de la cárcel era de lo mas ordinario y repulsivo, ya que el hedor a humanidad desaseada se percibía en el mismo aire interior de la cárcel impregnándolo todo.
Mientras caminaba inconscientemente en forma sensual y cadenciosa por el húmedo suelo de cemento, sentía en su propio cuerpo como cientos de rabiosas miradas se le clavaban en sus armoniosas curvas de una forma de lo más extraña, notando casi al instante que los hombres que la miraban descaradamente estaban todos encerrados en unas especies de galerías abarrotadas, estos se aferraban con sus dos manos a los gruesos fierros que los privaban de libertad con el único objetivo de poder observar a plenitud a la hilera de mujeres que iban caminando en dirección al pabellón de visitas que aquel día les correspondía a los “pollos”, como ellos les llamaban a los reos primerizos, pero cuando sus enrojecidos ojos daban con la altiva imagen de aquella celestial criatura de cabellos rojizos y labios sensuales no les quedaba más remedio que mirarla embobados y con la lujuria contenida de los muchos años de presidio corriéndoles por las venas y haciéndoles pulsar sus vergas.
La visita se desarrollaba al interior de un gran galpón que parecía ser el gimnasio del recinto penitenciario, y una vez que la reservada pelirroja por fin pudo llegar hasta donde estaba su marido, lo vio sentado en unas desvencijadas bancas de maderas, este vestía ropas sencillas, pero seguía tan apuesto de cómo era cuando recién lo había conocido.
–Me alegro tanto de verte bien Fer…, -le dijo cariñosamente Lissette a su marido cuando ya estuvo sentada a un lado de él, esto se lo decía pasando una de sus delicadas manitas por su cara (la de él).
–Si, estoy bien cariño… y tu como has estado…?, cómo va la tienda?
–No te preocupes por mi amor, yo estoy bien, y las ventas se mantienen normal en la tiendita, pero háblame de ti, como lo has pasado en esta primera semana…?
–Bueno… el ambiente aquí es algo tosco y hostil, pero lo he podido sobre llevar… he estado intentando conseguir un trabajo en la lavandería, lo que menos quiero aquí es hacer amistades con estos tipos… son unos salvajes…
–Fernando y porque este sitio está separado con esas mallas de alambre, acaso esos presos que también reciben visitas son más peligrosos?
Y claro, la mujer hacía la pregunta ya que el recinto en donde se desarrollaba el día de visitas estaba dividido por un gran alambrado, lo que había llamado la atención de aquella hembra no acostumbrada a ese tipo de recintos.
–No, no es eso, es solo que los reclusos que están de al otro lado llevan un poco más de tiempo que los que estamos de este lado por lo tanto tienen el beneficio de visita conyugal.
–Visita conyugal?, y que tipo de visita es esa?
–Ellos esperan a sus esposas y arman una especie de cuarto en donde pueden intimar con ellas…
–No me digas, es decir… tienen sexo aquí en la cárcel?
–Así es…
En eso los azules ojos de Lissette se posaron en las famosas e improvisadas habitaciones en donde se ejercía la visita conyugal, algunas de estas se ubicaban a solo metros de donde estaban ubicados ellos, solo separados por el escueto alambrado, percatándose la pelirroja que estas no era más que un cuadrado hecho de frazadas rotosas o cualquier tipo de elemento que ayudara para tal efecto.
Pero Fernando ajeno a lo que veía Lissette y a pesar de saber que los demás reclusos que estaban en su mismo lado del alambrado y acompañados de sus familiares quienes los visitaban, aun así creía sentir muchas miradas de ellos puestas en el atractivo cuerpo de su esposa.
El ahora celoso marido con solo admirar de lo hermosa que era y de lo perfecta que se veía con aquel exquisito vestido color crema que mostraba un poco más arriba de sus blancas rodillas, y con el aderezo de sus delineados brazos y brillantes hombros al desnudo, caía en cuenta el hombre que su mujer no era parte de aquel delictivo ambiente al cual él la había arrastrado. Luego de pensarlo por varios minutos sin prestar atención de las cosas que le hablaba su esposa en cuanto a las novedades tanto familiares como de su negocio, no le quedó más remedio que interrumpirla y decirle:
–Lissette… escúchame cariño…
–Dime amor…, -le contestó algo extrañada la atractiva esposa a su marido.
–No quiero… no quiero… que… que te vayas a sentir mal por lo que te voy a pedir, pero… pero necesito que lo hagas…, -Fernando ahora miraba hacia el suelo, de verdad que le costaba abordar el tema de lo que había estado pensando recientemente con respecto a su mujer.
–Solo dímelo mi vida…, -la hembrita ahora caía en cuenta que con tan solo una semana de vida carcelaria, la característica personalidad alegre de su marido ahora era reemplazada por una dubitativa y algo temerosa, o al menos así lo notaba ella.
–C… cu… cuando vengas a verme aquí a la cárcel… p… pon… ponte otro tipo de ropa…, -el abochornado hombre que en otros tiempos le encantaba que los demás vieran el portento de esposa que él se gastaba, ahora, al contrario de ello no quería que nadie se la mirara, y menos todos esos tipejos que él al ser hombre como ellos sabía que se la estaban devorando con solo mirarla, ni que decir de cómo se sentía al ver desde su posición como muchos de ellos con sonrisas aborrecibles se comentaban cosas al parecer de él y de su esposa ya que no les quitaban la vista de encima mientras murmuraban entre ellos.
–Queeee…!?, -Lissette se quedó estupefacta con la solicitud de su marido, o sea, lo que menos se esperó en ese momento fue que Fernando pensara de que ella se andaba exhibiendo en una cárcel llena de hombres delincuentes.
–Lo que escuchas Lisse… (Lisse, así le decía Fernando a su esposa cuando hablaban en confianza) –Yo… yo sé que no es tu culpa… es solo que…
–Y culpa de que voy a tener…!? si yo no he hecho nada…!, -le cortó ella al instante.
–Baja la voz cariño y solo fíjate… si todos te están mirando…, debes… debes venir a verme con otro tipo de ropa, no se algo mas recatado…
–Y que hay con mi ropa…?, si este vestido no tiene nada de malo…, -ahora Lissette le hablaba en voz baja a su marido, su molestia era de que el pensara que ella andaba vestida como una mujer suelta, ella no era así y nunca lo iba a ser tampoco.
–Por Dios Lisse… estamos en una cárcel…
–Si, en eso tienes razón, estamos en una cárcel… pero no es por mi causa…, -le dijo la exquisita colorina con su semblante serio y mirándolo con sus penetrantes ojos azules.
Fernando gesticulaba sin saber que decir, esta era la primera vez que el discutía con su joven esposa por algo similar, y la verdad era que como ella andaba vestida no tenía nada de malo, pero también sabía de lo muy buena que estaba ella, y que a esas horas al interior de la cárcel la gran mayoría de las mujeres que habían concurrido a la visita dominical casi todas eran señoras mayores, y a su mujer ya la estaban mirando más de lo debido, y claro, el no era quien para decirle como vestir ni mucho menos cuestionarla. Así que asumiendo su responsabilidad en todo ello se dio a contestarle:
–Si… lo sé… to… todo es… esto es… es… por mi culpaaa…!, -un profundo pesar se notaba en su hablar.
Lissette al instante cayó en cuenta que se había excedido en su respuesta, ya que efectivamente su marido estaba en toda la razón, desde que ella había ingresado a la cárcel también había sentido esas cientos de miradas puestas en su persona, y más que en su persona estas habían sido en su mismo cuerpo, además de desconocer que otro tipo de privaciones pudo haber tenido Fernando en toda esa semana, si bien se veía saludable, notaba en su semblante los primeros cambios que el presidio marcaría en este.
–Ohhh… amor discúlpame… discúlpame… no quise decirlo… soy una tonta, una desconsiderada, y ya no te preocupes, el próximo domingo vendré con otro tipo de r… ro… ropaaa, -fue lo primero que le contestó una vez de recapacitar en lo anterior, su voz era entrecortada al caer en cuenta de la gran diferencia que había en su vestir con respecto a las demás mujeres que visitaban el recinto carcelario. Junto con ello las diversas miradas masculinas clavadas en ella la llevaron a juntar sus piernas lo máximo posible, junto con nerviosamente intentar bajarse aun más la falda de su vestido con sus dos manitas.
–Solo… solo ven un poco mas tapada, es lo único que te pido…, -le volvió a decir Fernando a su mujer viendo que ella ahora parecía entender porque se lo pedía.
–Ya no te agobies Fer… tienes razón, el próximo domingo vendré mas tapada… -Y claro, la pelirroja quien volvía a notar las clavadas miradas masculinas en su cuerpo, entendió en el acto lo que podría estar sintiendo su marido en aquellos momentos.
Desde al frente de ellos los delincuentes Octavio del Toro aleas el Toro, su compinche el Gitano y otros tres de sus secuaces se deleitaban mirando las blancas piernas de Lissette que al estar ella sentada en una tosca banca de palo con una pierna puesta sobre la otra les regalaba una visión privilegiada de sus femeninas carnes, sin saber ellos que la pareja acababa de discutir por algo más o menos parecido.
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(Minutos antes en el momento en que la pelirroja Lissette hacía ingreso a la cárcel por el pasillo de cemento)
–Vergas…! vergass…!! vergasss…!!! Oye Gitano hijo de la gran chingada que te parió… acércate y miraaa…!!!, quien es esa puta tetona que va en la fila de mujeres…?, nunca la he visto antes… si mira nada mas… que potente está la desgraciada…!!!, -el sorprendido y feroz convicto que rondaba los 55 años había tenido que dejar de hacer ejercicios dejando las pesas a un lado y ponerse de pie cuando sus ardientes y malévolos ojos delincuenciales dieron con el espectacular cuerpo de una hembra de cabellos rojizos en la fila de visitas que a esa hora ingresaba a la cárcel.
Por otro lado el aludido y camarada de cautiverio del primero y que era conocido al interior de la cárcel como el Gitano era un hombre alto, delgado, calvo, de nariz ganchuda y llevaba puesto un aro de argolla en la oreja izquierda. Por vestimenta llevaba puesto unos pantalones de mezclilla desgastados por el uso diario, y una vieja camiseta con los colores y el logo deportivo de su club favorito, este mismo como delincuente era feroz, por algo ya se había despachado por encargo, o por solicitud de su jefe a una no menor cantidad de reclusos al interior del penal, algunos habían sido tan bravos y duros de morir como el mismo.
–Cual…?, -preguntó este ultimo a la vez que iba acercándose a la reja desde donde le hablaba su amigo presidiario después de guardar en su espalda el cuchillo hechizo al cual había estado sacándole filo, ahora ambos reclusos la miraban con sus manos agarradas a los gruesos y oxidados barrotes.
–Esa de pelo rojo…, -le contestó el otro mientras que con sus ojos ardiendo de insanos deseos sexuales se daba a devorársela mientras ella avanzaba con su serio semblante de mujer fiel mirando solamente hacia el suelo del pasillo por donde caminaba.
–Ohhhhhh… tiene cara de perra calienteeee…!!!, -bufó el gitano cuando su ratonil mirada dio con el cuerpazo de Lissette, –Es piernuda y se ve bien yegua para sus cosas… debe culear como solo lo hacen las putas profesionales,
–Si solo mira nada más… que caderotas…!!!, -continuaba diciendo el viejo y feroz delincuente apodado el Toro (tanto por su apellido como por su aspecto), –Que piernas…!!!, se nota que debe estar apretadita porque casi no las separa una de otra para caminar…, y que bien menea ese culo la muy zorraaa…!!!. –El moreno recluso con cara y mirada taurina la miraba y bufaba sus groserías con sus oscuros ojos de pupilas ya enrojecidas a causa de ese fantástico descubrimiento, y con sus dos peludas manazas traspiradas aferradas a los barrotes que lo separaban de la fila de mujeres.
–Guaoooo…!!!, si que esta buena la ramera esa…, -opinaba otra vez el gitano dándole la razón a su jefe, –ps… no lo sé mi Toro amigo…! primera vez que veo a esa putaaa…! debe ser de las nuevas…, -los ratoniles ojillos del gitano ya se la devoraban mientras ella avanzaba en la fila, estos se hacían cada vez más chicos de lo que ya eran al ir siguiendo y mirando a la beldad pelirroja que por primera vez pisaba el mundo carcelario.
–Vaya meneo de culo que nos está regalando esa yeguaaa…!!! Me gusta como le vibran sus nalgotas y las tetas al caminar, -opinaba el Toro sin quitar se su aborrecida mirada del cuerpo de Lissette, -se me hace que esa vieja está apretada entera, y que no se la culean como verdaderamente se lo mereceeee… si mira nada mas…!!!, -repetía una y otra vez el bestial delincuente Octavio del Toro.
–Uffff…!!!, y mírale las grandotas tetas que se gasta la muy putaaa… ni se le mueven mientras camina… yo creo que debe tenerlas llenas de lecheee…!!!
–Esta requetebién la muy condenada, -decía el viejo Octavio al mismo tiempo que pensaba rascándose sus tiesos pelos canosos de la barba sin afeitar por lo menos de hace una semana, –Ya hasta me imagino cómo debe tener el coño con sus pelos rojos que le deben crecer ahí… pero no sé… tiene algo raro esa puta… no sé…, -cavilaba y se rascaba mientras ya la veía entrar a las dependencias carcelarias en donde se desarrollaría la visita de los reos primerizos.
–Es solo un par de nalgotas y un par de tetas bien puestas mi Toro… de pronto es una de las putas que vienen a trabajar los domingos… que te parece si la vamos a buscar para pegarle y después la violamos detrás de los depósitos de basura que existen en la salida trasera del gimnasio… si ya hasta se me paró la tranca con tan solo verla caminar, imagínate si la tuviéramos encuerada y tirada en el suelo lista para culearla…
–Noooo…! Esa hembra definitivamente no es puta…, -resolvía acertadamente el viejo Toro mientras seguía mirando fijamente hacia los portones en que se había perdido la pelirroja, –Llegó a primera hora de la visita… las putas se levantan mas tarde y llegan a mitad del día y medias borrachas, además que esta tiene otro aire…, -el viejo recluso seguía meditando en voz alta, –esta es una zorra de esas que se bañan todos los días… si hasta me imaginé y creí sentir el aromático olor a jabón que debe desprender de ese rico cuerpo que se gasta cuando iba pasando… Jejeje… No…! definitivamente esa exquisita perra no es una puta…, -mientras decía esto último el viejo delincuente también al igual que su amigo el gitano se acomodaba la verga en sus pantalones de mezclilla, obviamente a él también se le había estado parando debido a las hirvientes y lujuriosas sensaciones que aquella esplendida hembra había despertado en su masculinidad, sobre todo con esa femenina forma de caminar de sus piernas que el hombrón imaginaba que le sería muy difícil abrírselas cuando el ya estuviera a punto de cogérsela.
–La vamos a violar…!?, -le preguntó el gitano en forma ansiosa, este ahora miraba ratonilmente a su jefe, la pelirroja esa también a él lo había dejado más que caliente.
–No…!, -le contestó el Toro enérgicamente, –Creo que esta vez no Gitano hijo de puta… ese tipo de hembra no es de este lugar… esa hembra es una señora casada… le vi la sortija que llevaba puesta en el dedo de su manita… Jejeje…
–Ahhh ya veo… la puta esa debe ser esposa de uno de los pollos que llegaron esta semana…, -el gitano aun se sobaba la verga por sobre su pantalón mientras hablaba con su compinche de la hembra de ensueño que habían descubierto aquella dominical mañana de visita carcelaria.
Una sonrisa tan malévola como morbosa se dibujó en el moreno rostro tajeado del Toro quien era el corpulento jefe de los maleantes más temidos del recinto penitenciario. Su aspecto era temiblemente horroroso, a tal punto que si cualquier persona se lo encontraba a media noche parado en una esquina o saliendo de algún callejón con cuchilla o pistola en mano, lo más seguro era que hasta se mearía de miedo con solo ver a ese musculoso y ancho mastodonte de facciones toscas y horrorosas.
Octavio del Toro, o el Toro, como era conocido en el mundo del hampa, era un temible delincuente que entre sus fechorías estaban diversos tipos de homicidios por ajustes de cuentas, atraco y asalto a mano armada, demás está decir que su fría mirada taurina era carente de cualquier tipo de sentimientos.
–Quiero saber el nombre del pollo a quien visita esa zorra…!!, -bufó finalmente el Toro impartiendo sus ordenes al Gitano y a otros convictos que conformaban su temible y poderosa banda al interior de la cárcel, –también el motivo del porque está preso, y a quien conoce aquí en la cana… envíate a unos perros y quiero toda la información para esta misma tarde…, -demandaba el jefe en forma eufórica a su personal de confianza.
–Tranquilo Toro… que así se hará… Oye y para cuando nos la vamos a violar…?, ya quiero sentir esa rosada legua tibiecita lamiéndome las pelotas cuando este llorando de pavor antes de que la violemos, jijiji…
–Ya te dije que no le harán nada saco de bolas…!, -el Toro le dijo esto último al gitano con mirada asesina, –Esa mujer está destinada solamente para mí y para mi hedionda y gruesa verga privada de libertad…!! Jajajajaaa…!!, así que por ahora solo confórmate con darle por el culo al mariconcito ese que te regalé la semana pasada…
El gitano quien también reía ponía atención en los enrojecidos ojos de su jefe, en ellos ya se veía aquel característico brillo de ferocidad que en estos imperaban cuando Octavio del Toro realmente deseaba conseguir algo no importándole el costo.
–Está bien… está bien, -le contestó el gitano tras advertir lo anterior, –Si tu lo dices, así es entonces… si aquí eres tu el que manda…, -este hasta hubiese matado por cogerse a tan suculenta y rica pelirroja, pero sabía y conocía los códigos carcelarios, el líder ya había decidido y así debía ser, además que sabía muy bien en que terminaría él o cualquiera si desobedecían la orden.
–Vale gitanillo… ahora iremos al pabellón de visitas que quiero verla de más cerca…
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Y así fueron pasando las semanas hasta que Fernando completó un mes entero de presidio. La bella colorina siguió yendo a visitar a su marido en forma estricta los días domingos en donde era sigilosamente observada y vigilada en todo momento por el mismo don Octavio del Toro junto a sus secuaces.
La infartante hembra ahora ponía especial cuidado en su forma de vestir, lo hacía con los mismos exquisitos vestidos que ella usaba siempre, claro que escogía los menos escotados y procurando siempre que estos no fueran tan cortos, dos dedos sobre la rodilla y nada más, además de siempre usar cualquier tipo de chaleco de hilo o similar que le tapara sus hombros y simulara las formas de sus senos, esto como bien ya sabemos por exclusiva solicitud de su marido.
En tanto todo esto ocurría, en una de aquellas visitas el matrimonio en cuestión se enfrascaba en una muy especial conversación:
–Lo siento amor, pero lo he estado pensado y necesito más tiempo para ver si realmente puedo hacer eso que tu quieres que hagamos aquí al interior de la cárcel…
–Pero comooo…?, Lisse… si somos marido y mujer que hay de malo en ello…? si aquí muchos reos lo hacen con sus esposas.
–Pero este es el mundo de ellos por Dios…!, cariño… nosotros somos diferentes…!. –le decía la colorina Lissette a su marido, –Fernando escúchame bien… yo… yo te amo con todo mi corazón y… y haría cualquier cosa por ti… pero esto que me pides para mí es muy difícil… además… además…
–Además qué?, -le consultó el ansioso marido a su mujer. En las facciones de su cara también se notaba que Fernando estaba algo molesto por la porfiada actitud de Lissette.
–He escuchado en la fila de las visitas, que muchas mujeres que lo hacen en esos cubículos no son precisamente las esposas de los presos, sino que son p… pros… prostitutas… -La tímida colorina estaba muy sonrojada al estar pronunciando aquella infame palabra que en su vida había articulado muy… pero muy pocas veces.
–Pero y eso que tiene que ver…?, tu eres mi esposa Lisse y tu deber es…
–Yo sé cuál es mi deber como esposa…!!, -le cortó la nerviosa y alterada hembra, –pero yo no me voy a rebajar a tener sexo tirada en el suelo al interior de esos cubículos hechos de frazadas rotosas…
Fernando seguía atacando para poder convencerla:
–Lisse… solo ha pasado un mes desde que estoy aquí, acaso ya hay otro…!?
Ante las negativas de su esposa de querer solicitar el beneficio de visita conyugal, es decir, mantener relaciones sexuales al interior del recinto carcelario, el recluido marido en su desesperación ya creía que su mujer podría haber encontrado un reemplazante ante su ausencia en el exterior.
–Nooo…!, le cortó Lissette enérgicamente, –Como se te ocurre decirme semejante barbaridad…!? Es solo… es solo…, -la pelirroja no encontraba las palabras necesarias para hablar del espinudo tema con su esposo, hasta que finalmente le dijo sus reales motivos, –Hay amor… es que la verdad… la verdad es que no me atrevo a hacerlo…, -le dijo por fin.
Y era cierto, ella no se veía desnuda adentro de uno de esos cuadrados hechos de carcomidas frazadas teniendo sexo en el suelo de cemento por la sencilla razón de que ella siempre le había cumplido a su marido con los deberes íntimos que toda esposa debe tener en un relación marital, pero en el fondo ella siempre había sido una mujer tímida, el sexo para Lissette no era importante, pensaba que lo verdaderamente primordial en una relación matrimonial eran los sentimientos y la comprensión, para ella el sexo solo era el sexo, ella amaba a su marido, y no veía la necesidad de tener que cumplir con las famosas visitas conyugales que se desarrollaban al interior del penal los días de visitas y al otro lado del gimnasio para demostrarle su amor incondicional, además que la gran parte de las mujeres que concurrían a ese tipo de visitas solo eran prostitutas, no había que ser muy inteligente para darse cuenta que la mayoría de las esposas ya habían abandonado a esos pobres hombres encarcelados, y Lissette también ya era consciente de ello, pero ella se había juramentado que en su caso eso no sucedería, ella iba a estar con su esposo hasta el final pasara lo que pasara, pero eso que él ahora le exigía sí que le costaba.
–Lissette… entiéndeme, yo solo deseo estar contigo… necesito que hagamos el amor mi vida, mis días aquí son eternos, en las noches ya casi no duermo debido al infierno que se vive en celdas contiguas a la mía…
La sensual mujer intentaba acercarse a su esposo para abrazarlo, acariciarlo y hacerle ver de que ella estaba con él y que nunca lo dejaría, que lo iba a esperar hasta que saliera en libertad, pero este se mostraba a la defensiva y se separaba de ella, el tosco e infame ambiente carcelario poco a poco lo iban consumiendo, además que Fernando se sabía observado por los demás reclusos, o más bien dicho de cómo observaban a su esposa, ya que ella a pesar de intentar ir lo mas tapada posible su potente figura de hembra verdadera igual dejaba notar aquellas enloquecedoras formas de sus encantos femeninos, sumándole a todo esto que su bello y serio rostro de mujer pulcra y fiel con su marido ya era paja segura para la gran mayoría de los presos que lograban verla en los horarios que duraba la visita, y para los que eran más arriesgados ya existía prohibición absoluta de acercarse más de lo debido a ella.
Pero fue cuando la atractiva Lissette intentaba acercarse a su marido al haber notado que este se mostraba a la defensiva con ella, sus azules ojos dieron otra vez con aquel grupo de convictos que ya desde hace un par de visitas siempre veía en los momentos que ella recién ingresaba a la cárcel.
Lo más raro de todo era que a estos no los visitaba nadie, había meditado en algún momento la pelirroja, pero ellos siempre se ubicaban algo cerca de donde ella se instalaba con Fernando, notó además que dentro de aquel grupo era el más gordo y corpulento de todos quien más la miraba, era un tipo horrible se decía Lissette quien también se percataba que los asquerosos rasgos faciales de aquel delincuente eran muy parecidos a los de un feroz animal, calculó que por sus toscas facciones y su enmarañado pelo plomizo este debería rondar en edad entre los 50 y 60 años de edad, además de verle una notoria y aterradora cicatriz surcando su mofletuda cara morena y carcelaria, la llamativa marca de cuchilla le surcaba el rostro desde el mismo lado de su ojo derecho hasta la barbilla.
–F… Fer… Fernando…, -dijo de pronto la colorina Lissette a su esposo después de hacer sus apreciaciones y mirando de soslayo al grupo de maleantes con algo de temor, –Quien es ese hombre grande, gordo y moreno que nos mira desde lejos?, en las dos últimas visitas he notado que desde que llego a visitarte no nos despega la vista de encima.
–Que… que dices… cual hombre?
–El de aquel grupo, el que tiene esa fea cicatriz en su cara…
–Ahhh… claro que lo conozco, aquí le dicen Toro…, -le contestó riendo el marido a su mujer una vez que levantó su vista para ver a quien de todos los reclusos se refería ella.
–Toro…?, así se llama?, -le consultó Lissette sintiéndose intimidada por la aborrecible sonrisa en que la miraba el mas asqueroso de los delincuentes ahí reunidos.
–No, jaja… solo le dicen así, algunos también lo llaman señor Toro debido al respeto que sienten por él, pero su nombre real es Octavio… Octavio del Toro, y bueno ya te habrás dado cuenta porque le dicen Toro verdad…
–Es… es… asqueroso… y si, su cuello es realmente grueso… tiene aspecto taurino… es como ver un hombre con aspecto de animal… –Y me decías que lo conoces…!?, -ahora en el dulce tono de voz de Lissette se notaba la preocupación con la cual le hablaba, –Tiene… tiene cara de ser un verdadero maleante… y esa cicatriz en su cara es horrorosa…!!, y como es que lo conoces…!?, -le consultó otra vez Lissette algo asustada.
–Él ha sido bien buena gente conmigo… lo conocí hace como tres semanas, y me consiguió una celda más grande de la que me habían dado, y habló también con los guardias para que me trajeran un pequeño televisor…
–Y porque hace todo eso!?, cuando yo misma quise ingresar una radio para que escucharas un poco de música no me lo permitieron.
–Mmmm… parece que le caí bien…, como ya te dije… él ha sido muy buena gente conmigo y tiene muchas influencias aquí adentro, si hasta creo que los demás reclusos me tratan bien por el solo hecho de ser amigo de él, así que no te dejes llevar por las apariencias amor, don Octavio, o el Toro como aquí le dicen es una muy buena persona.
–No, definitivamente no me gusta la forma en que nos mira… y menos como se ríe con los demás hombres que están junto con el…, -le decía la nerviosa hembraza a su marido quien continuaba observando de reojo al grupo de delincuentes que la miraban mas a ella que a él.
–Amor… no lo juzgues a la rápida, él realmente es un buen tipo…, -le insistía el inocente Fernando a Lissette.
–Fernando escúchame… ese hombre con cara de bestia es un delincuente, y no quiero que te sigas involucrando con él… me lo prometes…!?, -un sexto sentido le indicaba a la joven esposa que nada bueno le traería a su esposo el tener amistad con aquel repulsivo criminal que no dejaba de mirarla.
–Pero porqueee…!? Porque me dices todo eso…?
–No lo sé… es solo que no me da buena impresión… y yo casi nunca me equivoco… prométeme que lo evitaras…!! –Y los demás hombres que lo acompañan quiénes son?
–Son sus amigos, pero a ellos yo no los conozco… yo solo conozco a Toro, el va todas las tardes a fumar un cigarrillo conmigo y para ver si es que necesito algo…
–Y mas encima ya hasta fumas con el…?, -ahora sí que Lissette estaba realmente preocupada, a todas luces Fernando su marido ya se comenzaba a involucrar con toda esa lacra humana.
–Y que tiene de malo…? E… ellos son mis compañeros… y Toro ya es amigo mío…
–Ay Fer… ese hombre sí que da miedo, prométeme que lo evitarás desde ahora en adelante, además que el no es tu amigo… -Lissette mantenía tomadas la manos de de su marido con las de ella mientras le rogaba que dejara de verse con aquel delincuente.
–Si solo tú me prometieras que vas a tener una visita cony… -RINGGGGGGGG…!!!!!
El fuerte y estruendoso sonido del timbre del recinto penal no dejó terminar de decir lo que Fernando otra vez le pediría a su esposa, este les daba aviso que la visita se acababa por ese día, el matrimonio se despidió con un ligero beso en los labios.
Las 7 miradas del grupo de maleantes siguieron la portentosa figura de Lissette desde que se paró de la banca después de despedirse de su esposo, la vieron avanzar y cruzar el gimnasio hasta su salida, iba moviendo muy femeninamente y en forma natural todas sus formas, siempre con su mirada de mujer fiel puesta en cualquier punto de aquel inmenso gimnasio carcelario menos en ellos, otra vez vestía uno de sus exquisitos vestidos de hembra recatada, hasta que por fin desparecía de sus vistas.
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En una de las tardes siguientes de aquel episodio la joven y suculenta pelirroja estando en su casa y vestida cómodamente con una transparente y ligera camisola de dormir de esas que son algo cortitas y que le tapaba solamente hasta un poquito más arriba de la mitad de sus brillosos muslos, pensaba en su marido mientras tomaba café semi recostada y con sus piernas dobladas en el sofá de su salita de estar. Sus rojizos cabellos los tenía sueltos y algo alborotados dándole un pequeño aire lujurioso. Quien viera en esas condiciones a semejante pedazo de hembra que en esos momentos mantenía sus soberanas piernotas bien cerraditas una sobre la otra y flexionadas en señal de estar totalmente relajada, nadie nunca se imaginaría que ella era muy mala para la cama, o sea, mala para coger, aburrida, aunque con su excelsa figura y con la sensualidad que transmitía esta a quien la viese contrastaba en un 100% a como era ella realmente en asuntos carnales.
Sin embargo a lo anterior la hembra solo se daba a meditar en esta última visita ya que creía haber encontrado a su esposo más delgado y algo ojeroso, incluso al salir de la cárcel lo hizo con un poco de preocupación, el horrendo amigo de Fernando apodado el Toro no le daba buena espina, y menos al percatarse de la extraña forma en que este la miraba desde que ella llegaba a visitarlo.
Pero en lo que más pensaba la bella Lissette era en eso que le había pedido Fernando. El sexo nunca fue lo de ella, por lo mismo no se imaginaba manteniendo relaciones sexuales al interior de una cárcel, por mucho que ellos fueran matrimonio, y menos en esos destartalados cubículos hechos de frazadas gastadas en donde las parejas debían hacerlo a contra reloj y recostados en el suelo, sobre cartones o en unas delgadas colchonetas según había visto cuando en una de sus tempranas visitas logró ver a otros reclusos preparar sus niditos de amor antes de que llegaran las mujeres con quienes se aparearían.
Daba gracias a Dios que por ahora nada de eso le iba a ocurrir, ya que sabía que por muchas que fueran las ganas que su esposo tuviera de hacer el amor con ella él nunca la obligaría, meditaba.
No obstante a esto y muy lejos de la casa de Lissette, al interior de la cárcel, Fernando vivía otra situación muy distinta a las evocaciones de su esposa. El desalmado delincuente apodado el Toro había asistido a su celda tal como lo hacía todas las tardes, aquella singular conversación ya había comenzado con Fernando otra vez agradeciéndole las atenciones que este le brindaba desde su llegada al grisáceo recinto penal:
–Don Octavio, como ya le he dicho en otras ocasiones…!, no sabe lo agradecido que estoy por todos los favores que me ha hecho desde que llegué a esta cárcel, -Fernando a pesar de la simpatía que le tenía al tosco presidario no dejaba de dirigirse a él con cierto tono de respeto en su voz, al ya haber escuchado miles de historias de sus fechorías y la cantidad de reclusos que este se había despachado con sus propias manos al interior del penal.
–Jejejeeee… no te preocupes Fernandito, y mira que eres atinado en la conversación, justito de eso te quería hablar esta tarde…, -el recluso le extendía una cajetilla de cigarros para que fumaran mientras conversaban.
–Pues dígame señor en que le podría yo ayudar a Usted…, -ahora era Fernando quien junto con decir lo ultimo le encendía el cigarrillo al delincuente para después encender el propio.
–Tranquilo mi rey… antes te haré un par de preguntas que quiero que me contestes, y luego te diré que es lo que realmente deseo de ti…
–Le escucho…, -Fernando estaba realmente intrigado con lo que le decía su amigo presidiario, preguntándose de que cosa podría tener él que a Toro le sirviera, si él no tenía nada.
–Desde que tu llegaste aquí… te ha faltado algo?, -le consultó el Toro con su moreno y tosco rostro, a la misma vez que exhalaba el humo del cigarro por la boca y la nariz al mismo tiempo.
–Pues no…!, creo que no…
–Ok… Ok…, tú sabes que has contado con mi protección todo este tiempo verdad…?
–Lo sé… claro que lo sé… y como le decía el otro día, le estoy muy agrad…
–No me agradezcas…, -le cortó el delincuente ahora en forma seca, –Ha llegado el momento en que tienes que pagarme…, -la actitud y mirada del maleante dio un giro de 180°, y su interlocutor lo notó al instante.
–Queeee…!?, -Fernando aun no asimilaba lo que le estaba diciendo su amigo, lo que menos tenía él en esos momentos era dinero, ya que eso fue lo primero que se le vino a la cabeza después que don Octavio del Toro le dijera que debía pagarle, además de pensar rápidamente que lo poco que ganaba Lissette en la tiendita era para pagar el dividendo de la casa, mantenerse a sí misma y para poder llevarle a él lo que necesitase.
–Que me pagarás pendejo…!!!, -continuo vociferándole el Toro al ahora algo asustado Fernando, –Estamos en la cana por si no te has dado cuenta, y aquí nada es gratis, todo se pagaaa…!!!, -le dijo fulminándolo con su fría mirada y pegándole una feroz chupada al cigarrillo en donde se lo consumió casi hasta la mitad de este.
–Pero… pero… y como le voy a pagar si yo no tengo nada, Usted sabe que…
–Si tienes como pagarme idiota, es solo que con lo pendejo que eres no te has dado cuenta…, -ahora el viejo Octavio caminaba amenazantemente hacia donde estaba Fernando, este mismo retrocedió hasta quedar atracado contra el muro de la celda, el Toro junto con poner su gran puño contra el muro y justo al lado de la cara del asustado primerizo le soltó lo que realmente pretendía, –Hay algo que tú tienes y que yo quiero que sea mío… estarías dispuesto a dármelo a cambio de mi protección y amistad?
–Bueno en ese caso… solo dígame y veré que es lo que puedo hacer…
–Claro que lo podrás hacer zopenco afeminado, además que así nos evitaríamos muchos problemas…
–Entonces dígalo de una buena vez…!, -Fernando rápidamente y junto con decirle lo último se salió desde la posición en que el delincuente lo tenía arrinconado con claras intenciones de buscar la salida de la celda, pero el Gitano con otros tres convictos estaban en la puerta de esta cuidando que nadie se acercara a ella mientras se llevaba a cabo el acuerdo.
El viejo y feroz presidiario otra vez tenía arrinconado al asustado Fernando en otra de las esquinas de la celda, ahora le soltó crudamente sus calientes pretensiones.
–Quiero culearme a tu esposa…!! Y tú me ayudaraásssss…!!!, -le soltó mirándolo en forma asesina y directo a los ojos.
–Queeeeeeeee…!!??, -Fernando no daba crédito a lo que le solicitaba su supuesto amigo.
–Lo que escuchas “amigo” Fer, la perra que tienes por mujer está realmente buena y ya me la quiero trabar, o sea, deseo meterle la verga hasta el fondo y correrme dentro de ella, lo entiendes ahora?
Luego de 5 segundos en que demoró la mente de Fernando en digerir la tremenda estupidez que le estaban solicitando, se dio a solo balbucear aun no creyendo lo que escuchaba.
–No… no… no c…cre… creooo… No pu… puedoooo… yo… yo…, -el pobre aun no sabía que decir ni cómo reaccionar.
–Escúchame bien “parasito intestinal…” yo aquí me he portado bien contigo… y ahora necesito que me devuelvas el favor… consígueme una visita conyugal con tu mujer para el domingo que viene… y seguirás contando con mi protección, es un buen trato no?
–Don Toro… Usted… Usted no puede pedirme eso…!! Digo que no…!! Absoluta y rotundamente noooo…!!!, -le vociferó Fernando al lujurioso recluso, cuando ya era consciente de la infame solicitud que le hacía este.
Por su lado don Octavio del Toro luego de mirarlo con cara de querer despachárselo ahí mismo fue y le soltó lo que él pensaba de su actitud:
–Eres un verdadero perro mal agradecido grandísimo hijo de putaaa…!! si tienes más privilegios que otros reclusos en esta cárcel es gracias a mi… acaso no te has dado cuentaaaa…!?
–Yo a Usted no le he pedido nada…!, si quiere llévese su televisión y me cambio de celda ahora mismo…! pero no haré lo que me está pidiendo…! eso jamás…!!
El viejo Toro se abalanzó sobre el cuerpo de Fernando y comenzó a estrangularlo con sus dos manazas puestas en su cuello a la misma vez que le iba diciendo…
–Pues si lo harás idiota, porque si no lo haces me encargaré de que tu vida en esta cárcel sea un infierno… lo entiendes pedazo de maricon…!?, -el delincuente a medida que le hablaba iba ejerciendo más presión con sus manos, ya casi se podría decir que estaba estrangulando al desdichado hombre.
–Nooo… no lo hareee… cof… cof…, y aunque lo hiciera ella… ja… ja mas aceptaría…, -le decía Fernando a la misma vez que junto con luchar por conseguir un poco de aire se aferraba con sus manos a los gruesos ante brazos del hombre que lo estaba ahorcando.
–Pues convéncelaaaa…!!!, -le bufó don Toro a la misma vez que lo liberaba y lo arrojaba al suelo de la celda en forma violenta, dándole sus últimas ordenes, –Así que ya sabes Fernandito… para este mismo domingo quiero cogérmela, así que le dirás que venga vestida lo más buenota que pueda, yo la esperaré en la tienda que estará armada al fondo del pabellón… y estaré ocupado con ella, o más bien dicho, Jejeje, me la voy a estar culeando todo lo que dura la visita, mientras tú la esperarás sentado y tranquilito en tu banca para poder despedirte de ella una vez que la desocupe… Te queda claro…!?
–Nooo…! No lo haré…!!, -Fernando mientras le hablaba estaba tirado en el suelo y con sus ojos llorosos debido a la falta de aire en sus pulmones al haber estado casi asfixiado, y también por la insólita situación que estaba viviendo.
–Si…! si lo harás grandísimo mariconnnn…!! Y lo harás porque me debes…!!! -En eso el aprovechador delincuente le puso tres fuertes patadas en el estomago para luego junto con su sequito de maleantes hacer abandono de la celda de Fernando dejando a este en el suelo, casi sin aire y sin saber que pensar por lo que le acababan de solicitar.
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(Sábado, un día antes de la visita conyugal solicitada por don Octavio del Toro)
El teléfono en la casa de Lissette no dejaba de sonar, la joven y solitaria colorina quien se encontraba tomando desayuno se preguntaba quién podría llamar tan temprano aquel día sábado, en esa ocasión vestía un jeans que sin ser ajustado dibujaba muy bien sus líneas femeninas, y lo combinaba con una blusa que se ajustaba en forma impecable a su cintura, es necesario señalar que con este sencillo atuendo Lisse no dejaba de verse como una hembra de primera categoría, así que luego de ir a dejar su taza de leche a la cocina se dio a contestar el teléfono.
–Bueno…?, -el semblante de la bella pelirroja era de extrañeza, sumado a una sensación de escalo frio que recorrió su espina dorsal, como si este le estuviese dando aviso de todo lo que se desencadenaría a partir del momento en que levantó el auricular.
–Lissette… amor soy yo, Fernando…!
–Fer…?, -el tono en la voz de la hembra fue de profunda extrañeza, preguntándose a sí misma que como era eso de que la llamara su marido si él estaba recluido en un recinto penal en donde supuestamente las llamadas telefónicas están prohibidas, –Y como que me estas llamando…?, si tu estas en la cárcel…, -le consultó finalmente.
–Hablé con un guardia buena gente y accedió a dejarme hacer una llamada…, -le explicaba Fernando a su esposa, ella notaba que la voz de su marido era de preocupación.
–Entonces dime… que es tan urgente como para que hayas llegado al extremo de conseguirte un teléfono…, -las rojas cejitas de la atractiva y joven mujer casadera estaban fruncidas hacia arriba debido a ese inusual estado de nerviosismo que sentía, y ahora más por el exaltado tono de voz en que le hablaba su marido, lo notaba muy nervioso.
Luego de un silencio en la línea el hombre por fin le decía a Lissette el motivo de su llamada:
–Amor… lo que te voy a pedir es realmente importante, y quiero que lo hagas…
La colorina ya se estaba comenzando a preocupar, como ya se dijo, el acento en la voz de su esposo era lamentoso, si hasta se lo imaginaba mirando en distintas direcciones mientras le hablaba al otro lado del teléfono, pero ella deseaba saber más:
–Solo dime… dime qué es eso tan importante que necesitas de mi…
–Lissette, por favorrrrr… por favor te pido que no… que… que no vengas mañana a visitarme…
–Pero porque…?, -la pelirroja ahora se extrañaba aun mas de la conducta y solicitud de Fernando.
–No te lo puedo explicar ahora cariño… solo no vengas,
–Pero explícame el motivo…
–Solo no vengas maldita sea…!!!!, -le gritó Fernando al notar que su esposa le hacía demasiadas preguntas que él no podía contestar.
El silencio reino en el teléfono y Lissette se preocupaba aun mas por el fuerte tono en que le estaba hablando su marido, este mismo reaccionó al instante, –Discúlpame amor, sé que esto te debe parecer extraño, pero es por nuestro bien… prométeme que mañana no vas a venir…
–Está bien Fernando si así tu lo quieres no iré… pero… pero… pensaba llevarte algunos bocadillos y algo de ropa limpia…
–No vengas amor… eso es todo… y discúlpame pero debo cortar… adiós. –El característico y prolongado “tuuuuuuuuuuu…” en el aparato le avisaba a Lissette que la comunicación se había cortado.
La sabrosa colorina después de aquella misteriosa llamada telefónica quedó muy preocupada por aquel comportamiento de su esposo. Pensó que quizás él se había metido en algún problema, pero al instante recordó que Fernando era amigo de ese hombre moreno y corpulento con aspecto de maleante, que si bien ella lo conocía solo de nombre y de vista su marido le hablaba muy bien de él por cada vez que lo visitaba, por lo tanto y a pesar de su horroroso aspecto pensó que si Fernando estaba en problemas con toda seguridad recurriría a él y que este lo ayudaría, por lo que se quedó un poco más tranquila.
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(Domingo en la tarde en uno de los patios del recinto penal)
–Este pendejo sí que es estúpido… tenías razón gitanillo, este idiota se atrevió a llamar a mi mujer para decirle que no viniera a la visita… que se cree…!!??, -le dijo el viejo Toro a su amigo. Los delincuentes una vez que confirmaron que la bella pelirroja tras no haber llegado a la improvisada tienda del Jefe, tampoco había visitado a su marido.
–Y ahora que haremos con el maricon ese que la colorina tiene por marido…!?, -le contestó en forma de pregunta el gitano al mismo tiempo que se escarbaba una muela cariada con un clavo oxidado.
–Le haremos una “visita especial” en la lavandería… -el viejo Toro en tanto dictaminaba se mantenía mirando los altos muros que lo separaban del mundo exterior, el había dado por hecho que para ese mismo día tendría relaciones sexuales con la esposa de Fernando.
–Llamo al Manguera para que lo atienda…?, -el gitano había comprendido muy bien a su jefe cuando este le menciono lo de la visita especial.
–Si… llámalo, si este “hijo e puta” se rehúsa otra vez a hablar con mi hembra para que me preste el tajo que se carga… será el Manguera quien lo hará entender por las buenas… jajajaja…
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Pasado un par de días de lo anterior Fernando ya casi había superado su estado de preocupación luego de la visita en la cual el Toro le solicitó abiertamente su ayuda para tener relaciones sexuales con su propia esposa. Incluso pensó que ante su enérgica negativa este ya había reclinado en sus mal sanas intenciones, pero no se dio cuenta en qué momento se quedó solo en la lavandería, fue que cuando estaba contabilizando las sabanas del bloque A de un rato a otro se vio rodeado por 10 corpulentas figuras.
–Q… que es lo que quieren…!?, -les preguntó Fernando en forma aterrada una vez que cayó en cuenta que aquellos matones venían por él, en esos momentos lo tenían rodeado, y extrañamente hasta los guardias habían desaparecido de la lavandería.
El reo primerizo de un momento a otro se vio tomado rudamente por ambos brazos, y de entre medio del grupo de maleantes apareció ante su vista la corpulenta imagen de aquel viejo delincuente que le había dicho abiertamente sus deseos de acostarse con su esposa en una de las visitas conyugales que se llevaban a cabo al interior del recinto penal, los amigos del delincuente lo tenían prácticamente inmovilizado.
–Me doy cuenta que no eres muy inteligente niño freso… a la legua se nota que te faltó calle cuando chamaco, jejejeje…, -el Toro le hablaba amenazantemente muy cerca de su cara mientras Fernando era inmovilizado, este se movía enérgicamente para zafarse pero era inútil.
–Dime de una vez que es lo que quieres ahora desgraciado…!!, -le gritó el retenido hombre al delincuente, aunque ya más o menos calculaba a que se debía esa inusual visita.
–Para ti soy don Octavio del Toro grandísimo hijo de putaaaa…!!!!, -ahora era el jefe de los maleantes quien le gritaba a Fernando en su mismo rostro… –Es así como me empezarás a llamar desde ahora, además que yo aquí no tengo nada que discutir contigo, y para que nunca más se te olvide con quien estás hablando… tomaaa… –Plommm…!!!!
El fuerte puñetazo en un ojo que le dio el delincuente a Fernando lo hizo ver las estrellas hasta el infinito y más allá, la sangre expulsada desde una de sus cejas corrió a borbotones nublándole la visión.
–Te lo preguntaré solo una puta vez… Me prestarás la concha de tu esposa…!? Si o Noooooo…!!!!!
–Nuncaaaa…!!!, -fue la automática respuesta del asustado ex hombre de familia.
–Entiendo… que conste que yo quise que esto no terminara así, -junto con decirle lo ultimo le asestó un fuerte rodillazo en el estomago que lo dejaron al borde de los vómitos, –Mangueraaa…!, es todo tuyo… -Junto con decir lo ultimo el maleante tomó una silla y se puso al frente del casi ahogado Fernando, para luego seguir con el martirio psicológico, –Lastima que cuando salgas de aquí en 5 años lo harás vestidito de mujer, jajajajaaaaa…!!!!
–Que… que esta diciendooo…!?, -le consultó a duras penas tras el fuerte golpe recibido en su estomago, a la misma vez que era vapuleado por tres delincuentes, Fernando recién se daba cuenta que con un cinturón le acababan de atar sus manos por detrás de la espalda, junto con ello lo hicieron inclinarse en una pequeña mesita que era usada para escribir papeletas de entrega en la lavandería.
Pero el horror lo sintió y vivió en carne propia cuando se vio con los pantalones y calzoncillos más abajo de sus rodillas y que entre dos presos procedían a abrirles las nalgas. Como pudo miró hacia atrás y lo que vio lo dejo casi en estado de shock, era un obeso hombre de cabeza grande y calva. Los ojos de este nuevo personaje carcelario eran rasgados iguales a los de los cerdos, este también estaba con los pantalones abajo mientras se aceitaba una desproporcionada y gran vergota gorda y rosada que debía medir fácilmente de 30 a 40 centímetros como mínimo, por algo lo llamaban el Manguera.
–Noooooooooo…!!!! Por favor nooooooooo…!!!!!, -gritó en forma desesperada al ya graficarse en su mente lo que le iba a suceder.
–Yo quise ser condescendiente contigo pedazo de idiota, si hasta te ofrecí mi amistad, y te estuve protegiendo gratuitamente por casi un mes entero, has de saber que con esa carita de niño bueno con la que llegaste en tus primeros días eran hartos lo que aquí tenían ganas de tratarte como mujer… fuimos nosotros tus únicos amigos, pero a la primera que te pedimos algo te nos niegas… eres un egoísta, así que ahora te enseñaremos…
–Es que no puedoooo…!!!! Ella… ella es mi esposaaaa…!!!! de verdad que no puedoooo…!!!!! Por favor se los pidooo, no me violennnnn…!!!!!, -les gritó finalmente y mirándolos en forma desesperada. Todos los demás reclusos reían entretenidos y de brazos cruzados esperando ver la violación que se iba a concretar.
–Daaaaaaa…!! Lo mismito de siempre… estos fetos de mono mal paridos siempre quieren todo fácil…, -decía don Octavio del Toro con voz de cabreado y mirando a todos sus secuaces, enseguida chispeándole los dedos al viejo Calvo apodado el Manguera le dio luz verde para que este procediera, –Enséñale Manguera amigo mío, enséñale a este mono lo que le hacemos a los que no quieren ser nuestros amigos…
Fernando con estupor y asco sintió cuando el tal Manguera posaba una de sus traspiradas manos en su masculina cadera, ese fue el momento en que sintió un ligero roce de algo caliente contra sus nalgas, por lo que en el acto se le aclaró la mente y ya sabía lo que tenía que hacer…
–Lo hareeeeee…!!!! Lo hareeeeee…!!!! Lo haré maldita seaaaaa…!!!!!, -bufó con espantada vehemencia.
El jefe de los maleantes levantó su mano en señal de stop justo cuando el Manguera con su mal formada y anormal vergota ya se proponía comenzar a perforar…
–Creo que escuché algo mi rey… me lo podrías explicar…!?, -el maleante ahora ubicó su silla a un lado de la mesa en que tenían inclinado a Fernando y lo miraba directamente a sus asustados ojos.
–Está bien… Usted gana… hablaré con ella… lo juroooo…!
–No me jodas pendejo… recuerdo que el otro día fuiste a llamar a mi mujer para decirle que no viniera a visitarte, o más bien dicho a visitarme…, Jejeje…, yo me entero de todo lo que pasa en esta cárcel… lo sabías?
–Lo juroooo… hablaré con ella…, -ahora el rostro de Fernando era casi de suplica.
–Y de que le hablarás…?
–Le diré… le diré que debe acostarse con Usted…!!, pero por favor dígale a ese cerdo infeliz que se salga de atrás mío…!!!, yo… yo soy hombre por Diosssss…!!!!, -exclamó Fernando con profunda desesperación y mirando a todos los presentes en la humillante posición en que lo tenían sobre la mesa.
Era extraño ver como el temple de un hombre se destrozaba con tanta facilidad y de un minuto a otro al extremo de llegar a ofrecer a su propia esposa al intentar defender a como dé lugar su hombría, y eso era la que estaba haciendo Fernando en aquellos desesperantes momentos, a este solo en un par de segundos se le olvidó todo el amor que sentía por Lissette y prefería mil veces que se lo hicieran a ella antes que a él.
En esos perversos segundos era él y solo él.
El viejo delincuente quien ahora lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja ya sabía que tenía controlada la situación por lo que se dio a decirle como serían las cosas de ahora en adelante.
–Bien…!, como ya veo que recién nos comenzamos a entender le dirás a la putita de tu esposa que debe abrirse de piernas para mí y que me prestará la concha los lunes, miércoles y los domingos, esos son los días que yo tengo derecho a visita conyugal, vamos ahora dímelo tu, quiero escucharlo,
–Le diré… le diré que los días lunes, miércoles y domingo debeeee… debe venir a visitarloooo…
–Bien…! vas muy biennnn…! y que mas?
–Y que esos días ella deberá… deberá mantener relaciones sex…
El viejo Octavio le cortó al instante, eso no era lo que él deseaba escuchar, en forma aireada le volvió a explicar:
–Noooooo…!!! Que me prestará la conchaaaa pedazo de idiotaaaa…!!! o sea, que le abriré las panderetas de la zorraaaaa… entiendes ahoraaa…!!!??? Vamos, dilo asiiii…!!!
A Fernando eso que le exigían que el dijera le sonaba infernal, pero no lo quedaba de otra, era eso o su hombría se vería mancillada para siempre.
–Y que esos días ella deberá… deberaaa… abrirse de patas para prestarle la conchaaaa…!!! Que le abrirán las panderetas de la zorraaa…!!!, ya se lo dije, conforme ahoraaa…!!??
–Aja…!!! Veo que ahora ya si te comportas como un buen chico… pero no me harás otra de tus pendejadas?
–Le juro que no…! le cederé a mi mujer…!! Pero… pero dígale a don Manguera que se salga de tras mío…, -a Fernando en su desesperación no se le había ocurrido otra forma de llamar al viejo recluso que había estado solo a segundos de violarlo, además que este aun pensaba que el viejo Toro no cumpliría con su palabra y que iba a terminar siendo violado por un hombre de verga fenómeno.
–Tu labor aquí ha terminado por ahora amigo Fermín…, -don Octavio del Toro echándose para atrás de la silla le hablaba a su amigo de verga gigante, –El gitano de igual forma te cancelará por tus servicios y ante cualquier cosa te estamos llamando…, jejejeje…
Fernando con profundo alivio veía que ese tal Fermín por fin se subía sus pantalanes y se retiraba.
–Gra… gracias señor…, -le dijo una vez liberado y subiéndose en forma neurótica sus pantalones para luego abrochárselos.
–Nada de gracias estúpido… dale las gracias al coño de la perra de tu esposa, eso fue lo que verdaderamente te acaba de salvar el ojete del culo… pero lo que no te hizo mi amigo el Manguera por detrás a ti, yo si se lo haré a ella, jajajajaaaa…!!! –el viejo recluso se aprovechaba del quebrantado temperamento de Fernando para humillarlo a sus anchas y reírse abiertamente de su matrimonio, –Me la cogeré bien cogida a la ramera esa que tienes por esposa, y para que lo sepas bien la abriré de patas para trabármela tanto como yo quiera, si hasta te la dejaré mas culeada que la madre de los 101 dalmatas, jajajajaaaa…!!!!, -reía el muy miserable, en tanto lo hacía este había sacado su propia verga y se la agitaba mientras se daba a ofender a sus anchas al esposo y esposa ambos caídos en desgracia, para luego seguir intimidando al quebrado Fernando. –Así que le dirás a esa perra que este martes aparte de prestarme el sapo y comerse por la concha mis casi 30 centímetros de verga deberá ser una muy buena hembra conmigo, lo harás?
–Se lo aseguro…! E… ella… será muy buena con Usted…! Será muy buena… lo jurooo…!!, -ahora Fernando no era capaz de defender el honor de su esposa, en forma alterada y asqueada miraba la chabacana forma en que el maleante le enseñaba su propia herramienta vergal con la que pensaba perforar a Lissette mientras este mismo se la bamboleaba en forma de círculos.
Y el viejo delincuente no mentía se decía Fernando para sus adentros, eran por lo menos unos 25 centímetros de grotesca carne fláccida lo que don Octavio desvergonzadamente le mostraba, y eso que aun no la tenía parada pensaba en alguna parte de su mente.
–Mas te vale maricon…, -le contestó finalmente el maleante, –porque si no lo hace te aseguro que yo mismo me encargaré de que te conviertan en mujer, para después estar lavando nuestra ropa por los 5 años que te quedan, y en los cuales deberás compartir tu cama con el hombre Manguera jajajajaaaa…!!!, o sea, serás su hembra deslechándolo una y otra vez por todas las noches que pases en esta cárcel, jajajajaaaa…!!!!
–No se preocupe… ellaaa… lo haraaa… si… seguro que si… lo haraaaa… no se preocupe…, -le contestaba una y otra vez el asustado hombre al delincuente en forma aterrada por todo lo que le decía este.
–Tienes toda la semana para convencerla, si el próximo martes no la tengo encuerada al fondo del gimnasio y con ganas de coger será mejor que te vayas consiguiendo bencina y te quemes vivo, porque apenas te encuentre lo que te pasará será aun peor…, -el delincuente tras de decir lo ultimo ya se guardaba su virilidad.
–Ya le dije…! ella va a estar de acuerdooo…! se lo asegurooo…!, -el tono en la voz de Fernando ahora sí que era de profundo respeto.
–Más te vale maricon… ahora largoooo…!!!
Apenas el delincuente lo despachó Fernando se escabullía como alma perseguida por el mismísimo demonio, ante las risas y burlas de los presos allí reunidos.
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En las noches restantes y al interior de su fría celda el desventurado marido casi no podía dormir, y cuando escasamente lo lograba era víctima de una serie de escandalosas y extrañas pesadillas en las cuales veía a su bella mujer cogiendo ardorosamente con don Octavio del Toro, en estos sueños Lissette también chupaba aquella grotesca vergota mucho más grande que la de él, esta casi le doblaba en extensión, grosor y poderío, se decía espantadamente en sus sueños, mientras veía que el asqueroso hombre apodado el Toro teniéndola desnuda y arrodillada, con sus dos manazas clavadas en sus rojizos cabellos tomados en una cola le cogía la boca con frenesí, como también después la veía puesta en 4 patas toda sudada y ahora con todos sus colorines cabellos desarbolados dejándose encular rudamente y en forma alternada por varios delincuentes, actos que a él en la vida real nunca le había permitido, y cuando se despertaba lo hacía traspirado entero y dándole gracias a Dios que todo aquello no había sido más que una terrible pesadilla.
También en los días posteriores a la visita que le hicieron los delincuentes a Fernando en la lavandería este se los pasó como un verdadero zombi encerrado en su celda, y mientras se paseaba haciendo círculos al interior de ella su mente no daba para buscar las palabras que tendría que usar para pedirle a su Lissette que se acostara con otro hombre, el pobre ni siquiera sabía donde se había metido al hacer amistad con el famoso viejo Octavio, además que estaba claro que su mujer se negaría rotundamente a mantener relaciones sexuales con aquel delincuente ni con ningún otro, y esto debido a la estricta formación católica y conservadora en que habían criado a su esposa, pensaba ahora sentado en la cama y con sus dos manos agarrándose la cabeza, si hasta podría perderla para siempre después de la descabellada solicitud que él le haría para intentar salvaguardar su hombría, pero sabía que no tenía mas opciones, al siguiente día era domingo otra vez y sería ahí en donde debía hablar definitivamente con Lissette para que ella lo salvara, aun con todo lo anterior y aferrándose a unas vagas posibilidades igual recordaba muy bien que ella en su momento le había dicho que haría cualquier cosa por él.
(Día domingo y ya en el horario de visitas)
Fernando estaba sentado en una de las desvencijadas bancas que se proveían en el recinto penal para que los presos recibieran a sus visitas, con su corazón latiéndole a mil vio aparecer a su atractiva esposa.
La colorina se acercaba a él con su cadencioso y rítmico caminar que la hacían vibrar entera, pero cortito, así rico. Traía puesto un holgado vestido color marrón el cual se le adosaba a su figura enseñando todas las llamativas líneas que ahí existían, a la misma vez que en su avanzar esquivaba a las muchas personas que ya pululaban en aquel gimnasio carcelario en calidad de visita, ella también llegaba a este con su característico semblante de mujer fiel y seria en las finas facciones de su rostro.
Una vez que la hembra ya estuvo sentada a un lado de su marido nunca habría imaginado el disparate de solicitud que este le iba a realizar, veamos:
En un principio la conversación entre marido y mujer se llevó de una forma normal si es que se puede decir así. Claro que la única que hablaba era Lissette quien inocentemente se daba a narrarle a Fernando lo acontecido en su semana. En un principio la colorina le había consultado a su marido eso de haber tenido que postergar la visita anterior, en donde este solo se dio a darle respuestas evasivas, tal cual como lo hacía ahora, ya que cuando Lissette le consultaba cualquier cosa él solo le contestaba a base de monosílabos, hasta que la pelirroja por fin cayó en cuenta que a su marido algo extraño le pasaba:
–Fernando…, -le dijo de pronto interrumpiendo su propia conversación y mirándolo con sus azules ojos, –A ti te pasa algo y quiero saberlo…
–No… no pasa nada Lisse…, -el pobre Fer aun no tenía la valentía de decirle a su mujer que debería acostarse con un reo para el poder conservar su propia integridad masculina.
–No te creo… desde que llegué a esta visita que no me hablas, acaso tiene relación con los problemas en que andabas metido la semana pasada?
Mientras la bella colorina lo miraba seriamente, el pobre y desvalido hombre miraba solo al suelo intentando pensar en cuales serían las mejores palabras para hacerle la descabellada solicitud a su esposa.
–Pero dime algo Fernando por Dios… que ya me estas poniendo nerviosa con tu silencio…
–Lisse…, -respondió de pronto el hombre, –Es que… es que… no sé como decirlo…
–Decir que…!?
–Es algo que debo pedirte… y que por muy descabellado que te parezca necesito que lo hagas…
–Pues bien, entonces dímelo cariño…, -claramente la joven esposa ni se imaginaba la caliente solicitud que le haría su esposo.
–Es que… es que no sé si tú vas a querer hacerlo…
–Si no me lo dices, entonces como sabré que hacer…!?, ya Fernando recuerda que yo soy tu esposa y que haría cualquier cosa que me pidieras… acaso ya no confías en mi?
–Si confío en ti mi vida… pero es que se me hace difícil pedírtelo…
–Amor… solo dímelo, recuerda que yo te amo con todas las fuerzas de mi corazón, y no hay cosa en este mundo que yo no haría por ti…, -le decía la desprevenida e inocente Lissette a su marido.
–De verdad lo harías…? harías eso que te voy a pedir?, -el hombre le hablaba cabizbajo, pero esperanzado en que su mujer lo comprendería y que aceptaría salvarlo de las garras de aquellos rufianes que lo atormentaban adentro de la cárcel.
–Claro que si cariño, solo dímelo y ya…, -la colorina ya se estaba comenzando a confundir con aquel extraño comportamiento de Fernando, este parecía un verdadero corderito asustado con la forma en que le hablaba desde su posición en la banca, imagen muy distinta a la del apuesto y varonil hombre que ella había conocido solo hacían 5 años atrás.
–Amor… lo que pasa es que necesito queeee…, -Fernando otra vez se quedaba callado sin ser capaz de terminar la frase que tenía en su mente.
–Pero Fer… dime de una vez por todas que es lo que necesitas que yo haga…? Pero porque te quedas callado…?
–De verdad que me cuesta pedirte esto cariño… pero es muy importante para nosotr…
–Dímelo de una buena vez por Dios…!, -le increpó la joven Lissette a su marido, su preocupación real era ver el alterado estado sicológico en que este claramente se encontraba.
Por su parte el quebrado Fernando supo que la situación ya no tenía más remedio, se lo tenía que decir:
–Lisse… necesito que este martes…, -el hombre se tomaba sus buenos segundos entre frase y frase para soltarle a su mujer lo que ella debería hacer, –vengas… vengas a visitar… a visitar… a don Octavio…
–Y quien es don Octavio…!?, -Preguntaba la flamante Lissette con sus pelirrojas cejitas inclinadas hacia arriba, con lo que le decía su marido no estaba entendiendo nada.
–Don Octavio del Toro… tú ya sabes… es el reo que me ayudó en un principio…
–Ahhh? Si… lo recuerdo…, -la expresión de la hembra ahora era de asombro, se preguntaba el porqué del interés de Fernando porque ella visitara a aquel horrendo tipo, así que se lo preguntó, –Pero… pero porque me pides que visite a ese hombre…!?, si es un delincuente…!
–Necesito que vengas a visitarlo y…, -ahora el hombre le hablaba con una fingida risa estúpida en su rostro, además que la bella Lissette se daba cuenta que este no la miraba a la cara al momento de estar hablándole…
–Y que mas…, -insistió la pelirroja tras darse cuenta de los detalles anteriores, esta se encontraba sentada en la banca con una de sus bellas piernas enfundadas en medias color natural, una arriba de la otra.
–Bueno tú ya sabes, necesito que vengas a visitarlo y que lo hagas con él…, -le soltó Fernando finalmente.
Llegar a este punto de la conversación realmente fue un martirio para el pobre hombre.
–Que haga que cosa?, -Lissette aun no entendía el para qué de la solicitud que le hacía su marido, y este seguía intentando explicarle.
–Que lo hagas Lisse… necesito que lo hagas con él…
–Pero y que voy a hacer yo con el…!?, -una extraña sensación de escalofríos fue naciendo en el curvilíneo cuerpo de la joven esposa, ya que aun en forma incrédula creía entender lo que le estaba pidiendo su marido con esa inocente frase de “hacerlo con el…”
–Necesito que solicites una visita conyugal con don Octavio y te acuestes con él… lo entiendes ahoraaa!!??
Lissette ya lo había escuchado crudamente y aun se negaba a creer entender lo que su propio marido le estaba proponiendo, su respiración poco a poco se iba haciendo acelerada, hasta que cuando supo que no estaba equivocada y que si había escuchado bien le preguntó:
–Que cosa me estas pidiendo?, -al consultarle su respiración ya era visiblemente acelerada.
–Lo que escuchas Lissette, -le confirmó Fernando, su estúpida risilla se negaba a abandonar su rostro mientras le hablaba, –Necesito que vengas el martes y seas tú quien pida la visita conyugal con don Octavio, ya que así se hace, una vez que la obtengas deberás ir al fondo del…
–Fernando…!!, -le soltó de pronto la ahora afligida hembra con su carita totalmente desfigurada por el escándalo, –pero como se te ocurre que yo voy a…, -fue Fernando quien ahora no la dejó hablar a ella.
–Lissette se que suena descabellado, pero… perooo… si no lo haces… me… me van a violar… veras cariño, la semana pasada el Toro fue a visitarme a mi celda y tras invitarme un cigarro me empezó a sacar en cara tod…
El marido se dio a explicarle a su atribulada esposa toda la situación ocurrida desde el día de la visita de don Octavio del Toro en su celda hasta los sucesos ocurridos en la tarde que casi se lo violaron, pero cuando iba llegando a la parte en que lo tenían con los pantalones abajo fue Lissette quien lo interrumpió…
–Fer…!! te lo dijeee… y que vas a hacer ahora…!?, eso… eso… que tú me pides es imposible… yo a ti te quiero mucho… es mas… yo te amo… pero eso… eso si que no lo puedo hacer, lo siento…, -le dijo con su cara al borde de las lagrimas.
–Cariño solo hazlo por mí… que o si no me van a violar…!!
La atractiva esposa ahora se separó del cuerpo de su propio marido, algo le indicó que debía cuidarse de él, ese tipo no era el mismo con el que ella se había casado, o eso era al menos lo que pensaba en aquellos momentos, hasta que tras un breve análisis y siendo atacada por sentimientos de ira hacia él, se dio a preguntarle:
–O sea… prefieres entregarme a mi…? le pides a tu propia mujer que se acueste con un desconocido al no poder defenderte tu solo? Eso es así?
–Solo será sexo cariño, yo se que tú me amas y sé que por eso mismo tu también lo harás…
Lissette ya no quiso escuchar mas, sencillamente se puso de pie dispuesta a largarse lo antes posible de aquella inmunda cárcel que por culpa de su marido ella había tenido que rebajarse a poner sus pies en ella, no sin antes dejarle bien en claro lo que ella pensaba de aquel asunto:
–Tu… tú estás enfermo Fer… yo… yo no haré eso… que te quede claro…
A todo esto ya era muchas personas, los que estaban cerca de ellos, entre reos y visitas que escuchaban claramente y en forma maliciosamente sonriente el pleito entre marido y esposa enterándose de los pormenores de esta, en tanto la discusión continuaba:
–Lissette… si de verdad algún día me amaste como tanto lo dices… entonces compruébamelo acostándote con don…
–Cállate que me estás dando asco…!!, -le interrumpió a su marido la dolida hembra ya estando de pie ante la banca en que este se encontraba sentado, la colorina no era consciente de que su situación ya era publica en aquel gimnasio carcelario. –Como se te ocurre seguir pidiéndome semejante estupidez…!!!???, -le decía con su cara llena de ira, esta le temblaba a la vez que le hablaba.
Pero Fernando seguía intentando explicarle:
–Por favor Lisse… acuéstate con él y ya…!!!
–Creo que me voy…, -le dijo Lissette claramente escandalizada por la situación y por lo que le pedían, su estado era de terror, solo se daba a dejarle bien en claro a su marido que ella no estaba dispuesta a hacer eso que le estaba pidiendo, al decirle esto la bella esposa tomó su cartera dándole a entender a su marido que ella ya se largaba, –Eso que me pides es una locura… una verdadera locura…,
–No te vayas amor te necesito… -Fernando en forma desesperada la tomó de una mano intentando impedir que su esposa se marchara, ella se la retiró de un brusco jalón, para ahora si totalmente salida de sus cabales comenzar a decirle lo que de verdad pensaba ella de todo aquel asunto.
–Es que aun no entiendo cómo puedes ser tan imbécil…! tan miserable…!, al grado de pedirme semejante idiotez…!?
–Lisse… siéntate y hablémoslo… yo sé… yo sé que tu puedes hacerlo cariño…, -insistía Fernando, este ahora miraba en forma estúpida a todos los presentes.
–Que me voy te digoooo…!, -le dijo en forma terminante la pelirroja, –Tú… tú estás enfermo y me das… me das ascooo…!!, -la colorina ya comenzaba a hacer abandono del gimnasio carcelario, mientras que su marido se daba a seguirla intentando hacerla entender.
–Lissette no te vayas… yo te amooo…!, -alcanzó a decirle en el punto que su esposa cruzaba el límite que él al estar preso no podía cruzar, la pelirroja antes de marcharse definitivamente giró su cuerpo para decirle sus últimas palabras:
–Nosotros acabamos aquí mismo… olvídame y arréglatelas como puedas… Adiós Fernando…!, -le dijo secamente pero con lagrimas en sus azules ojos para después caminar en forma rápida y esquivando a las personas que aun ingresaban a visitar a los demás reos, el marido no pudo ver como a su mujer se le desfiguraba el rostro por el llanto en los momentos en que hacía abandono del recinto.
Fernando vio como su bella pelirroja hizo abandono de aquel gimnasio carcelario casi corriendo y con copiosos ríos de lágrimas ya rodando por sus mejillas, hasta que la vio desaparecer. Su mente era atacada por un torbellino de emociones contradictorias. Por un lado se sentía el ser mas bellaco y miserable de la tierra al haberse visto en la obligación de hacerle tan vil propuesta a su amada esposa y al amor de su vida, pero por otro lado también le daba gracias a Dios por la actitud de Lissette ante tan escandalosa y baja propuesta, con esta le demostraba lo integra que era ella como mujer y esposa, si hubiese aceptado de buenas a primeras lo más seguro es que él mismo se habría muerto de los celos y capaz que hasta una escena le hubiera armado contradiciéndose que era el mismo quien se lo pedía, pero Fernando por ahora no estaba para ponerse a profundizar de lo tan decente y pura que fuera su esposa, ya que por otra parte una vez que ella se perdió de su vista y al haber ya pensado en lo anterior un tremendo terror lo invadió por lo que le iba a suceder después de dos días en los momentos en que el delincuente viera que su esposa otra vez no se presentaba al horario de visitas conyugales.
En eso estaba el asustado Fernando cuando sin darse cuenta de nada una delgada figura masculina se alejaba desde el punto en que lo había abandonado de su esposa perdiéndose entre las demás personas que pululaban dentro del gimnasio.
El gitano quien estuvo sentado muy cerca de él y de Lissette había estado escuchando toda la conversación que ahí se llevaba a cabo, y ahora después de haberlos seguido y que ya tenía todos los pormenores se dirigía rápidamente a darle comunicación de esto a su jefe.
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–Así que la muy yegua se puso quisquillosa cuando el maricon ese le dijo que tenía que acostarse conmigo!?. El viejo Toro estaba convertido en un energúmeno, otra vez esa exquisita hembra pelirroja se le escapaba.
–Tal cual como tú lo dices Toro, ella se negó rotundamente a hacerle caso,
–Notaste si ese pendejo le hizo algún tipo de señal o algo parecido?, tal vez notó que tú estabas cerca y la puso en alerta… no crees…?
–Absolutamente no mi buen…, ese wey está totalmente asustado, se le notaba en el momento en que le hablaba, y no es que yo lo esté defendiendo ni mucho menos, pero de que le puso empeño para convencerla le puso, fue ella quien no quiso, además de dejarlo plantado le dijo que la olvidara, se me hace que esa yegüita ya no vendrá mas a visitarlo…
–Guaaaaaaaa…!!!, así que la potranca rojiza esa nos salió mucho más decente de lo que pensábamos, te lo dije gitano, esa hembra no es de este ambiente, si solo con ese aire de mujer fiel que siempre veía en su rostro cuando hacía ingreso a la visita ya me calentaba, ahora mis ganas de acostarme con ella se multiplican por mil… quiero cogérmela yaaaa…!!!, -gritaba el presidario botando todas las pertenencias de su celda, esa mujer lo tenía como loco, la deseaba con locura, sus mismos amigos que ahora se miraban entre ellos nunca lo habían visto en tal estado, para luego seguir bufando, –Lo sabía…!!!, lo sabía…!!! Sabía que esta puta me saldría difícil…!!!!!
Y era cierto don Octavio del Toro ya llevaba más de tres años sin coger, ya que las únicas hembras del ambiente carcelario eran las mismas putas de siempre, así que después de haberse cogido a cuanta ramera que se cruzó por su camino al interior de la cárcel, y a una no menor cantidad de maricones el hombre de un día para otro se propuso abstenerse, decidiendo que el día en que volviera a coger tendría que ser con una mujer del mismo calibre de las que el se había cogido en los buenos tiempos, y ese día ya había llegado, lo supo la misma mañana en que la vio por primera vez en la fila de las mujeres cuando ingresaban, y al estar pensando en esto mismo, fue su amigo el gitano quien lo sacaba de sus acaloradas cavilaciones.
–Acaso estas sordo?, la perra mal nacida le dijo al pendejo ese que ya no volvería…
–Si que va a venir… esas zorritas que no son de este mundo son blanditas de corazón, -le decía ahora al gitano con mirada asesina, –Sé que cuando ya se le pase el enojo ese culo otra vez se dejará caer por aquí nuevamente, y no creo que pase mucho tiempo para eso, -terminó diciendo con su respiración agitada.
–Y que vas a hacer ahora?
–Realmente no lo sé, pero de alguna forma le haré saber al marido que me tiene que seguir ayudando para que su mujer se decida a pasarme el tajo si o si, ya verás mi buen gitanillo… ya verás…
–Y que hacemos ahora con ese pendejo?
–Mmmmm… ya que le puso empeño y fue ella quien no le hizo caso solo denle una buena pateadura, déjenlo para la historia, pero no vayan a despachárselo Ehhh, de alguna forma debo hacer que vuelva a insistir con la colorina…
–Jejejejejeeee…, y no se lo pasaras al buen Manguera…!?
–No, aun no, lamentablemente tengo que aceptar que ese zorrito aun es dueño de algo que yo quiero, pero no será por mucho tiempo, así que ya saben… dejaremos pasar unos cuantos días para que la cosa no sea tan notoria, además que debo darle algo de tiempo para que ande asustado y sepa que debe volver a insistir con mi yegua… denle una semana y muélanlo a palos… rómpanle un par de costillas… pero como ya se los dije… no se lo vayan a despachar, queda claro?, así sabrá que debe insistir con ella…
–Así será Toro… así será…, -le contestó malévolamente el Gitano a su jefe.
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Habían transcurrido casi 10 días en los cuales la bella Lissette se la pasó encerrada en su casa llorando y sin saber qué hacer ante la cruda realidad que estaba viviendo. En las pocas horas en que se dedicó a atender su bazar solo se daba a preguntarse a ella misma: ¿Valdría la pena ir a visitar nuevamente a Fernando a la cárcel? ¿Se lo habrían violado ante su negativa (de ella) a acostarse con aquel infame recluso que su marido le había señalado?
Estas y muchas otras interrogantes atacaban la mente de la pelirroja cuando por esos días recibió otra llamada directamente desde la cárcel, pero esta vez no era de Fernando sino que desde la misma enfermería del recinto carcelario. Era día lunes y le avisaban que algo malo le había pasado a su marido y que este se encontraba internado de carácter grave desde hace dos días en la citada enfermería.
La colorina con escándalo en su rostro escuchó el estado en que se encontraba su esposo, quiso saber que era lo que realmente le había ocurrido pero le dijeron que esos eran asuntos entre delincuentes, y que la administración del recinto no se hacía cargo de riñas internas. Tras colgar el teléfono Lissette rápidamente tomó sus cosas personales y las llaves de su carro y se puso en camino, mientras conducía su mente no acertaba en que cosa era lo que realmente le habían hecho a Fernando. –Se lo violaron… se lo violaronnn…!!!, -le indicaba su mente una y otra vez
También meditaba en que a pesar de la infame solicitud que este le había hecho, y el recuerdo de haberlo visto realmente asustado el ultimo día que estuvo con él poco a poco le hacían bajar la guardia sintiendo otra vez que lo amaba… y lo amaba mucho, diciéndose además que ella como su mujer debía estar con él en esos momentos, claro que por ningún motivo accedería a revolcarse con uno de esos tipejos pensaba de pronto, ella tal como lo había pensado en aquellos terribles días denunciaría el hostigamiento hacia su esposo a las autoridades carcelarias y así por fin su marido podría estar un poco más tranquilo, había decidido.
Luego de estacionar a las afueras de la cárcel y estando la colorina ya en la misma sala en donde tenían a su marido, con una mano puesta en su boquita debido al espanto pudo ver nítidamente en el lamentable estado en que se lo dejaron. Fue un guardia de la cárcel quien le indicó que Fernando estaba consciente pero que no era recomendable que hablara mucho debido a unas serias fracturas en sus costillas.
–Fe… Fernandooo… que te han hechoooo…?, -le preguntó con voz quedita a la misma vez que con mucho cuidado depositaba una de sus delicadas manitas en los cabellos de su marido. El hombre tenía la cara hinchada y amoratada, uno de sus ojos, el izquierdo, no se le veía, aparte de tenerlo mas hinchado aun que el resto de su rostro y más morado. En aquel estado Fernando igual se animó a hablar, es más, el estaba esperando la llegada de su mujer, la conocía a tal grado que sabía que ella lo iría a visitar una vez enterada de lo que le había ocurrido:
–Estoy bien Lisseee… solo… soloooo me dieron una pequeña pateaduraaa… Je…!, -le dijo Fernando a su mujer una vez que pudo hablarle, este la miraba con el único ojo que tenía bueno.
–Rufianes…! Malditos…!! y que les hicieron? Los castigaron?, -la cara de la hembra era mezcla de impotencia y preocupación al mismo tiempo, sus ojos se encontraban llorosos.
–Nada de eso Lissette… esto es una cárcel y esos tipos tienen impunidad aquí…
–Malditos… pero que se creennn…!?, -seguía diciendo la pelirroja con estupefacción e incredulidad. ¿Cómo era eso que en una cárcel nadie de las autoridades hiciera nada ante este tipo de abusos…!?, -se preguntaba posteriormente.
–Escúchame Cariñoooo…, -volvió a decir Fernando relamiéndose pesadamente sus resecos labios tras retomar aliento.
–Fernando… no me lo digas nuevamente porque no lo haré…, -claramente la colorina Lissette creía que Fernando insistiría en su última proposición, pero ya no lo culpaba, pensaba que la única culpa era la situación que el pobre estaba viviendo, por lo que siguió diciéndole, –Lo que si haré será denunciarlos, ya verás…
–Nooo… No lo hagas… solo empeoraras mi situación aquí…,-a esta altura de la conversación ambos, marido y mujer se miraban fijamente a los ojos, con Lissette semi inclinada en la camilla.
–Pero Fer…
–Escúchame muñeca… el otro día fui un tonto…, -el magullado hombre se tomaba todo el tiempo del mundo para hablarle a su esposa, esto se debía por el lamentable estado en que lo habían dejado luego de la bestial pateadura que le dio el gitano junto a sus compinches.
–Ay mi Fer… pero… pero… que… que… dices…?
–Lisse… nunca debí haberte pedido semejante vileza… estoy muy arrepentido de haber hecho eso… y no sabes lo orgulloso que me siento que hayas sido mi esposa…, -ahora Fernando con una solitaria lagrima corriéndole por su cara giró su cabeza en sentido contrario de donde estaba ubicada su esposa.
–Ay cariño… lo sé… lo sé… pero porque hablas así…?, -Lissette notaba que aquellas melancólicas palabras que decía su esposo sonaban a despedida.
–Lissette tú no te mereces esto… todo es mi culpa… solo vete y rehace tu vida, yo me las arreglaré con esos tipos…
–Fernando no digas tonterías… yo… yo… no te dejaré… juntos superaremos esto…, -a la bella pelirroja ya casi se le olvidaba el riesgo corporal que corría su cuerpo si se proponía a enfrentar la situación junto a su marido, pero el que si lo sabía era Fernando.
–Solo hazlo cariño… necesito que tú estés alejada de este ambiente… esto no es para ti.
Lissette no podía aclarar que era lo que estaba sintiendo al interior de su ser, ese hombre que le hablaba en aquellos momentos tan íntegramente sí que era su marido, lo sucedido hace casi dos semanas atrás habían sido las consecuencias de las malas decisiones por parte de él, aun así Fernando seguía siendo su esposo y ella se debía a él, meditaba haciéndole suaves caricias en sus cabellos en señal de amor marital.
En el intertanto de la conversación la atractiva Lissette también se pudo percatar que aparte de su rostro magullado los rufianes también le habían volado por lo menos tres de sus dientes principales, y aunque no quería hacerlo en una lejana parte de su mente se preguntaba si también se lo habrían violado, de solo imaginar esto último la pelirroja sentía terror.
En eso estaba Lissette cuando se dio cuenta que Fernando a base de sus femeninas caricias en sus cabellos este había caído en un profundo sueño.
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Antes de hacer abandono de la enfermería la dubitativa hembra pidió hablar con el médico tratante, este siendo un viejo flaco y arrugado que vestía un delantal blanco y que en uno de sus bolsillos a la altura izquierda de su pecho destacaban una docena de lápices sin ni siquiera mirarla le dijo que el delincuente de la cama 5 ya a mitad de semana estaría de vuelta en su celda, que el resto del tratamiento sería ambulatorio, pero la colorina Lissette deseaba saber mas:
–Doctor… necesito saber que otro tipo de lesiones tiene mi marido…
El supuesto medico después de voltear y darle la primera respuesta en forma desganada se la quedó mirando en forma automáticamente lujuriosa, ahora ni siquiera ponía atención en lo que la hembra le preguntaba, diciéndose para sí mismo que aquella puta de cabellos rojizos que se encontraba al interior de su despacho también era de esas que se dejan caer por las cárceles para atender a los pobres hombres ahí enjaulados, pero esta sí que estaba tremenda se decía una y otra vez sin dejar de devorársela, si estaba para comérsela la muy desgraciada, decidiendo en el acto y para sí mismo que el también quería culearsela al igual que con toda seguridad ya lo deberían haber hecho muchos ahí al interior del penal, claro que él no le pagaría, los profesionales carcelarios como él solo tomaban cómo y cuando querían al material de carne femenina que ahí les llegaba.
–Ehhh… me decías…?, -fue lo único que pudo contestar finalmente ya que de pronto cayó en cuenta que la mujer esperaba por una respuesta.
–Necesito saber que más le hicieron a mi marido…?
–Cual marido…?, -ahora el viejo la miraba directamente a sus senos y la pelirroja se daba cuenta a medias de ello, ya que lo más importante para ella era saber el real estado de Fernando.
–Me refiero a mi marido, al paciente del cual estábamos hablando…
–Ahhh… así que ese es tu marido…!?
–Claro que lo es…!, -le confirmó con dignidad la bella Lissette, siempre mirándolo a la cara.
–A disculpe Usted señito… es que por un momento la confundí con una put… –Ehhh… nada… nada solo olvídelo, jeje, me decía?, -el viejo quien ahora mantenía sus dos manos al interior de los bolsillos de su blanco delantal, por debajo de este se comenzaba a agarrar la verga mientras le hablaba ahora con su caliente mirada puesta en sus labios
La preocupación de la pelirroja era tal que no puso atención a las primeras palabras del hombre que estaba a cargo de la salud de su marido, y menos de cómo este ahora se masajeaba la verga a sus costillas.
–Quiero saber que más le hicieron a mi esposo…, -repitió una vez más.
–Bueno por si no se ha dado cuenta le dieron una madriza que por poco casi se lo despachan, jejejeje…, -el ordinario medicucho le contestó como pudo ya que su miembro en breves momentos ya lo tenía parado.
–Está Usted seguro?, de verdad que no le hicieron nada mas?
–Jejeje, no se a que se refiere… sea más clara señora, -el despojo de medico quería ver más de lo que tenía la mujer, por lo que haciéndose el ocupado rodeo la oficina para tener una mejor visión del trasero de Lissette, pero la pelirroja no se lo permitió ya que ella giró rápidamente su cuerpo hacia donde se había ubicado el galeno carcelario.
–Deseo… deseo saber si abusaron de él…, -le dijo ya sin más rodeos.
–Ahhh… ya entiendo Usted quiere saber si le hicieron esto…, -el médico al pronunciar sus palabras sacó sus manos del delantal, una la cerró juntando su dedo índice con el pulgar y con la otra también con el dedo índice apuntaba al orificio formado. Lissette entendió claramente el significado de aquella ordinariez, pero su situación era extrema, además que pensó que el mismo ambiente carcelario ya tenía consumido a ese pobre hombre.
–Lo que sea… se lo hicieron?
–Pues no, una vez que llegó a la enfermería lo revisamos entero, y por detrás está intacto, jijiji…
–Esta seguro…!?
–Segurísimo, por algo soy el enfermero en jefe de toda esta cárcel, Jejeje
–Entonces… usted no es médico…?
–No, el médico viene dos veces por semana, salvo que sea algo grave, un destripamiento o cosas parecidas…
–Ok… entiendo, oiga me decía que ya por el miércoles le darán el alta a mi marido…?
–Mmmm… Si claro… pero descuide, lo iré a ver día por medio de cómo sigue de sus lesiones… -Si no fuera porque la mujer se notaba distinta a las putas que concurrían a la cárcel, el viejo enfermero ni se la hubiese pensado para llevársela a una de las salas para cogérsela, además que el guardia aun esperaba la salida de la mujer en la puerta de la enfermería.
–Gracias señor… de verdad gracias por su atención…, -a pesar de las palabras de Lissette en su mente se preguntaba de que pasaría con Fernando una vez que ya estuviera devuelta con los demás reclusos?
–No hay de que señito, jejejejee, pero si gusta puede venir los días sábado tempranito para que yo le dé información clínica del estado de su marido, jeje.
El calculador y flacuchento enfermero tenía más que claro que los días sábado la enfermería no abría sus puertas a nadie, pero por esa mujer él era capaz de ir a trabajar gratis esos días con la sola intención de darse el lujo de estar a solas con ella y engatusarla, sabía que algo de provecho podría sacar de la suculenta pelirroja, su vasta experiencia con mujeres solas y sin marido disponible le indicaba que tenía muchas posibilidades con ella, solo era cuestión de esperar un tiempito.
–Ok… y gracias nuevamente…
Mientras la hembra caminaba cadenciosamente hacia la salida de la enfermería el viejo y caliente enfermero clavó su ardiente mirada en aquel majestuoso par de nalgotas que lentamente se alejaban.
Ese mismo día lunes después de que la bella Lissette hiciera abandono de la enfermería del recinto carcelario estuvo al interior de su carro por más de una hora, solo se mantenía sentada al volante y pensativa como una estatua, ella no quería irse y dejar a su marido en esa fría sala carcelaria en el estado en que se encontraba, de poder haberlo hecho ella ni se la hubiese pensado para quedarse a cuidarlo por toda la noche, pero eso era imposible.
Por su mente desfilaban uno a uno todos los acontecimientos ocurridos desde el día del encarcelamiento de Fernando: Recordaba sus palabras después de la sentencia, el lo había hecho por ella, es decir la gran mayoría de aquellos lindos momentos que habían disfrutado juntos eran producto de sus actos ilícitos.
–Pobrecito… si estaba robando al banco donde trabajaba era para darle un mejor pasar a ella, -pensaba de a momentos, para luego recriminarse y decirse que lo hecho por Fer era un delito flagrante en cualquier estado del mundo.
Sin embargo a lo anterior el solo recuerdo de las vendas en su cuerpo, de su rostro magullado y sin algunos de sus dientes le enervaban los sentidos, además de sus últimas palabras antes de dormirse. Y pensar que casi se lo habían matado al no haber querido ella acostarse con un desconocido, -se decía para ella misma, -pero lamentablemente ese costo estaba fuera de su alcance, terminaba repitiéndose una y otra vez ahora con su cabeza y rojos cabellos echados sobre el volante.
Todo eso estaba causando estragos en su conciencia, a la vez que también hacían comenzar lenta y casi imperceptible devastación de sus principios. Pero es que la bella pelirroja de verdad que ya deseaba ayudar a su marido más no sabía cómo.
Finalmente cuando ya era casi el ocaso de la tarde una muy apenada Lissette encendía el motor de su vehículo para regresar a la soledad de su hogar. Y a lo mejor era que la leal esposa sabía cuál era la solución para que Fernando pudiera llevar una vida tranquila al interior del penal, pero ella se negaba una y otra vez a pensar más seriamente en aquel escandaloso asunto.
El día martes la solitaria hembra no abrió las puertas de su negocito, se lo pasó en camisa de dormir el día entero realizando las cosas más comunes que se hacen en una casa, parecía una verdadera zombi, en su cabeza lo único que daba vueltas era que al siguiente día a Fernando lo devolverían a su celda, y quizás qué tipo de cosas le harían esos malditos, si ya casi lo habían matado lo que vendría ahora sería mucho peor, le machacaba su conciencia.
Cuando no pensaba en esto, lo otro en que meditaba y que era muy parecido a lo del párrafo anterior, era que la hembra ya casi no soportaba estar tan tranquilamente en la seguridad de su casa, casa que había comprado Fernando, mientras que el corría un peligro inminente de que le ocurriera lo peor que le puede ocurrir a un hombre, si incluso hasta se sentía como una mal agradecida al no poder hacer nada al respecto.
Recordaba claramente que fue su mismo esposo quien le dijo que no sacaría nada en limpio denunciando la agresión de los delincuentes a las autoridades carcelarias, ya que si así lo hacía solo empeoraría su situación, otra vez pensaba en que podría hacer ella para mejorarla.
También tuvo momentos en que en su desesperación meditaba en la remota posibilidad de ir ella a hablar con ese tipejo para que dejara en paz a su marido, pero al instante recordaba el precio que le pediría este para tal efecto por lo que la idea la descartaba en el acto, ese hombre ya había demostrado ser un animal por lo tanto actuaría de la misma forma con ella, terminaba pensando con escalofríos de pavor en su cuerpo con solo imaginarse a ella teniendo sexo con aquel recluso.
Aquella noche Lissette casi no durmió, al igual que Fernando su marido hace algunas semanas atrás, sus sueños se convirtieron en terribles pesadillas, en estas veía como al abrir la puerta de su casa encontraba a su marido muerto y en el piso, en otras lo veía llorando y puesto de rodillas suplicándole a que lo ayudara de la forma en que ya todos sabemos, pero la más terrible de todas para la casi enloquecida mujer era la que de un vehículo en marcha se lo arrojaban todo desnudo y muerto, y que ella al llegar a su lado lo veía con mucha sangre en su trasero. Esta y muchas pesadillas mas son las que asaltaron a la bella pelirroja aquella infernal noche.
Eran las 9:00 de la mañana cuando una hermosa hembra de cabellos rojizos y cuerpo generoso abordaba su automóvil en forma pensativa. Lissette trasnochada y todo se había duchado casi en el alba, para luego tonificar su piel con distintos tipos de lociones, su vestimenta era la común de siempre, pantis, medias naturales y un sencillo vestido ciñéndose a su cuerpo.
Mientras manejaba su carro la expresión de su cara era la misma de siempre, seriedad absoluta y digna. Con sus manos puestas en la dirección y con sus piernas casi inmóviles dirigía la conducción, a veces frenando y otras acelerando, sus rodillas y parte de sus muslos brillaban a causa de las finas medias debajo del volante al habérsele subido el vestido como es común cuando una mujer conduce, hasta que por fin llegó a destino.
Pasó la primera reja del recinto carcelario, ese día su marido no tenía visita, solo gozaba de ellas los días domingo, por lo mismo se dirigió a la parte administrativa que el mismo Fernando le había dicho en su momento, hasta que con su cuerpo hecho un nudo de nervios estuvo de pie ante la ventanilla que en su parte superior decía: “Solicitud de visitas conyugales”. Lo había pensado casi toda la noche, claro que asaltada por las espantosas pesadillas, pero ya cuando aclaraba la mañana lo decidió, ella finalmente había decidido ayudarlo.
–Dígame…, -le dijo una mujer uniformada cuarentona y medio regordeta que usaba unos pequeños lentes de lectura, Lissette veía que su uniforme estaba lleno de insignias federales, y otros parches raros como si esta viniese llegando directamente desde la guerra de Irak.
La colorina tragando saliva y ya más roja que un tomate por lo que estaba a punto de solicitar, por fin le dijo con voz entre cortada:
–Ne… Necesito… so… solicitar una v… vi… visita c… co… con… conyugal…. –las palabras le salían ahogadas, ni ella misma se creía de lo que estaba solicitando.
–Ahhh… era eso, su identificación por favor…
Lissette con mucha delicadeza aunque con sus manitas temblorosas abrió su bolso y extrajo su tarjeta de identificación.
La mujer carcelera una vez que ingresó los datos le habló:
–Oiga señora creo que no podrá hacer uso del beneficio por esta vez, su marido aun está en la enfermería según me dice el sistema, su alta es para mañana así que…
–No… no es con él con quien debo hacer uso de ese beneficio…, -la pelirroja en ningún momento pensó en este desliz.
–No le entiendo… sino es con su marido… entonces con que presidario desea acostarse?, -le consultó fríamente la carcelera ante el silencio de la pelirroja.
Lissette se quedó mirándola con sus exquisitos labios entreabiertos y respirando agitadamente debido al nerviosismo que le causaban aquellas acusadoras palabras de la mujer uniformada, pero luego cayendo en cuenta que esta no le estaba diciendo nada más que la purita vedad fue y le dijo con quien ella debía tener el beneficio de la visita conyugal.
–Con el señor Octavio del Toro…, -le dijo ahora mirando tímidamente a la mujer.
La guardiana en forma refleja se bajó los lentes para quedar mirándole en forma inquisidora desde el otro lado del ventanuco, para luego de unos largos segundos volver a subirlos y teclear los datos que ahora esa mujer colorina le indicaba, mientras los ingresaba movía su cabeza en forma negativa claramente para que la mujer pelirroja lo notara, Lissette sentía que en cualquier momento se desmayaba por la bajeza que estaba cometiendo.
Mientras la carcelera ingresaba y revisaba la información frente al ordenador que también era carcelario y estaba lleno de calcomanías por los costados del monitor, esta hablaba para sí misma: (Obviamente con la pelirroja escuchando)
–Esto es el colmo, la primera visita conyugal y a revolcarse de inmediato con otro hombre, seguro terminará de puta…, -fueron estas palabras las que hicieron reaccionar a la atractiva pelirroja y justo en el momento en que la iba a increpar a que midiera bien sus palabras porque ella no tenía idea por lo que estaba pasando su marido fue la vieja carcelera quien no la dejo hablar:
–Ya está aprobada la solicitud del beneficio SEÑORA, -le dijo la guardiana recargando su voz en su última palabra, pero la vieja continuaba dándole los pormenores, –Como esta visita conyugal no estaba programada deberá esperar 15 minutos para que se le dé aviso al preso ese que usted dijo y la pueda recibir como corresponde, espere ahí sentada, nosotros le avisaremos cuando ya pueda ingresar.
Lissette caminó dudosa hacia donde estaban los asientos que le indicaban, pensaba que aun había tiempo para echar marcha atrás de lo que estaba a punto de hacer, para largarse lo más lejos posible de esa inmunda cárcel, no obstante a ello y por esos misterios de la vida y por el afán de proteger la integridad de su marido la atractiva pelirroja no lo hizo, solo esperó sentada hasta que le dieron aviso que el recluso Octavio del Toro la estaba esperando.
(15 minutos antes en la celda del recluso)
–Aun no lo creo Gitano hijoeputaaaa…!!!! La zorra esa de cabellos rojizos está esperando para que me la culie…!!!!!, -le decía el asqueroso recluso a su amigo el gitano mientras se lavaba la cara y las axilas directamente del agua acumulada del WC que tenían adentro de la celda ya que no contaban el lavamanos al estar este descompuesto y sin suministro de agua.
–Entonces la pendeja esa si pidió la visita conyugal…??
–Si, lo que escuchas mi buen gitano, la muy puta al parecer entendió el mensaje que le enviamos con la pateadura que le dimos al maricon de su esposo, jajajajaaaaa…!!!
–Pártele el culo a la primera para que la cosa valga la pena mi buen Toro…, -le decía el gitano a su compinche con ardiente entusiasmo en su rostro.
–Seeeeeeee… se lo partiré sin miramientos y a la primera… tal como se les debe hacer a las culonas como ella, que se cree…!?, pero antes se lo estaré lamiendo por lo menos una hora a la desgraciada, le debe saber a dioses, jajajaaa…!!!, luego de eso se lo rajo a vergazos.
–Y como le harás para servírtela si ni siquiera hemos armado una tienda para la visita conyugal…!?, -el gitano recordó al instante que al no haber tenido novedades de la hembra en esos días y como a ellos ya nadie los visitaba, su jefe no tenía donde recibir a la colorina.
–Naaaa… primero la iré a saludar al gimnasio, para ver si realmente viene a culear, si es así me la llevaré a la parte de las celdas abandonadas, ahí tengo unos cartones y me la podre coger más tranquilo, además que ya varios camaradas hacen uso de ellas para sus visitas conyugales, Jejeje,
–Jejejeje… eres un suertudo Toro, te vas a coger una hembra tremenda, ninguna puta de las que viene a trabajar le llega ni a los talones a esa pelirroja…
–Tranquilo we…, te prometo que la próxima zorra buena que llegue la tendrás, pero a esta la quiero solo para mi, crees en la calentura a primera vista…!?, pues creo que yo sufrí de eso apenas la vi, jejejeeee…, -le dijo el Toro a su amigo el gitano en los momentos en que ahora aun arrodillado en el WC se echaba agua en su seboso pelo, para que la hembra creyera que recién venía de darse una ducha.
Lissette ya esperaba nerviosamente sentada en una de las apolilladas bancas del recinto carcelario, esta vez ella se encontraba al otro lado del alambrado que existía en aquel horrendo gimnasio repleto de gente, el mismo donde se realizaban las famosas visitas conyúgales, en su silenciosa espera la hembra lloriqueaba limpiándose sus ojos azules delicadamente con un pañuelo, y lloraba por dos razones, la primera: Lissette estaba aterrada por lo que iba a hacer aunque de igual forma aun guardaba esperanzas de que aquel delincuente con el cual se iba a entrevistar entrara en razón, y la segunda era de que si ese hombre, el tal Octavio no le hacía caso en forma forzosa iba a faltarle a su marido, pero y que mas podría hacer?, ella debía ayudarlo si o si, es decir… si ella cedía y finalmente se atrevía a ir a acostarse con aquel hombre estaba claro que solo lo haría por el bien de Fernando su esposo.
Estando en lo anterior la bella pelirroja vio con mas horror aun que aquel inmundo tipejo y su sequito de amigos-delincuentes ya se venían acercando hacia donde estaba ella, por lo que rápidamente llevó su asustada mirada en sentido contrario de donde se acercaban los presidiarios, de soslayo pudo advertir que el ordinario hombre de don Octavio del Toro se acercaba a ella con la misma ropa en que lo había visto siempre desde que ella visitaba a su esposo, de jean y con una mugrienta camiseta musculosa y sin mangas que ni siquiera le cabía metérsela en las pretinas de sus pantalones debido a su prominente panza.
El gitano con los demás hombres desviaron su camino, por lo que fue don Octavio del Toro, cual Tiranosaurio en busca de su presa, quien ahora avanzó solitario hasta donde se encontraba la aterrada mujer.
El viejo iba más que caliente, ya iban a ser casi dos meses que estuvo esperando un momento como este además veía que la muy desgraciada aquel día lucía mas buena que nunca, comprobaba y se decía para sus adentros el maleante mientras más se acercaba a ella.
Aquel día Lissette, quien no estaba acostumbrada a vestir tan insinuadoramente llevaba puesto un delicioso vestido primaveral sin mangas y de color azul oscuro, era el más sobrio que encontró aquella mañana en su armario, claro que encima de este traía puesto otro de sus chalecos de hilo con el objeto de no mostrar más piel de lo debido, ya que por nada del mundo deseaba hacer pensar al delincuente que ella se había arreglado para él. Pero este quien ya estaba casi a su lado pensaba que aquella portentosa criatura de cabellos rojizos que lo esperaba sentadita con sus piernotas bien cerraditas y con cara de no quebrar un huevo era verdaderamente de otro mundo. Su vestido se adosaba perfectamente a las formas de su cuerpo, además veía que sus tetotas intentaba tapárselas con un chaleco delgado y de una tonalidad también oscura, pero él ya las imaginaba al desnudo, debía tenerlas grandes, blancas, duras y muy aromáticas pensaba el presidiario con su verga ya a medio filo y con ríos de calentura corriéndole por las venas.
Hasta que por fin el macho estuvo a un lado de aquella hembra a la cual ya ansiaba poseer.
El viejo Octavio quien llevaba años sin tratar con una mujer de verdad, ya que solo lo había hecho con prostitutas acostumbradas al ambiente carcelario, no tuvo el tino suficiente como para por lo menos llegar a tener la mas mínima gota de interés por parte de ella hacia su persona, ya que estaba casi seguro que la hembra iba a querer ir a mantener relaciones sexuales con él de buenas a primeras, así que la saludo de la misma forma en que el acostumbraba a tratar a las hembras de su propio ambiente:
–Hola puta, hasta que al fin te decidiste a venir a nuestra primera visita conyugal, jajajjaaaa…,
Lissette se lo quedó mirando en forma incrédula y de extrañeza con semejante recibimiento, esta era la primera vez que trataba con ese hombre y vaya la forma en que este se expresaba hacia ella.
–Que… que… diceee…?,
–Lo que escuchas pendeja, -Siguió diciendo el delincuente quien ya se creía ganador, –Te digo que al fin te decidiste venir a culear conmigo, jajajjaaaa…!!!
La colorina lo recorrió de pies a cabeza, preguntándose si realmente cabria la posibilidad de intentar llegar a otro tipo de acuerdo con tan ordinario sujeto, hasta que por fin le habló:
–Noooo… yo no vengo a e… esoooo…, como se le ocurre…?
–Como que no?, Esta es una visita conyugal… o me equivoco…?, si hasta parece que ya estas como toda una perra caliente que quiere que se la cojan, tu almeja ya debe estilar litros de jugos al estar deseando una buena verga… jaja…! verdad ramera…!?, -y diciendo esto último el delincuente quien ya estaba sentado junto a ella posó descaradamente y con total propiedad una de sus peludas manazas en el suave muslo enfundado en medias de Lissette, la sensación para el recluso fue indescriptible la dureza de este y la suavidad que se adivinaba por debajo de la delgada tela de las medias le aceleraron todas las pulsaciones de su grotesco cuerpo carcelario, se la quería violar ahí mismo encima de la banca, no importándole la presencia de las demás gentes que repletaban el gimnasio.
Lissette estaba horrorizada, sus azules ojos quedaron clavados en la morena manaza del viejo Toro puesta en una de sus piernas, al ser consciente que esta era la primera vez en su vida que otro hombre aparte de Fernando la estaba tocando, además de la semejante y soez bienvenida por parte de este.
Una vez superado aquel asfixiante primer contacto la pelirroja rápidamente llevó una de sus manitas para intentar retirar la mano del viejo de su muslo pero esta estaba muy incrustada, y por su parte don Toro aprovechó en el acto esa situación para posar su otra manaza encima de la suave manita de Lissette para seguir soltándole sus leperadas, y a la vez increparla al notar la negativa reacción de la que iba a ser su mujer:
–Que pasa mamacita rica, acaso aun no estás convencida de querer seguir viendo con vida al pendejo de tu esposo?, vamos yo se que si… solo deberás acompañarme a una parte donde estaremos solitos… luego te sacas esos trapos hasta quedarte encuerada y te me vas abriendo de patas, eso es todo putita… verás que luego te saldrá gustando venir a visitas conyugales solo conmigo, jejejeeee…
Como se dijo anteriormente Lissette había estado aterrada, pero sus miedos eran de la acción que ella supuestamente iba a realizar por decisión propia viniendo ella de una familia y educación profundamente católica apostólica y romana, y no era que le tuviera miedo a ese hombre, ahora mientras este le hablaba tan descaradamente le veía claramente esa fea y notoria cicatriz que surcaba su rostro moreno, lo único que podía sentir por él era odio y aversión, así que dejando atrás todos los temores antes mencionados sacó a la luz su carácter, claro que no con tanta determinación como comúnmente era en ella, esto debido a la anormal situación que estaba viviendo.
–Se… señor por favor no mal entienda las cosas… yo solo vine a conversar con Usted…, -le dijo a la misma vez que lo miraba directamente a su cara intentando hacerle ver su superioridad social.
–Queeeee!?, -el vejete ya no estaba entendiendo a que se debían esos aires de zorra relamida por la forma en que lo miraba la hembra, esto le recordó la calentura que lo invadió todas las oportunidades en que la vio ingresar a visitar a su marido con esa cara de mujer fiel que tanto la caracterizaban.
Hasta que fue la misma Lissette quien lo ponía en antecedentes:
–Mire… nosotros…, es decir mi marido y yo somos gente de trabajo… nosotros no pertenecemos a este ambiente, por favor solo déjenos tranquilos y le prometo que no levantaré acciones legales contra Usted y sus amigos por haber golpeado a mi esposo…
El viejo había encendido un cigarro y mientras fumaba, la escuchó entre molesto, caliente y entretenido hasta que soltó una estruendosa carcajada casi en la misma cara de la atractiva pelirroja.
–Jajajaaaa…!!!! No me hagas reír pedazo de puta… crees que amenazándome con hacer una denuncia te salvarás de pasarme la concha!?, tu marido está condenado a 5 años de presidio por estúpido, como se le ocurrió ponerse a robar de chaqueta y corbata…!?, jajajjaaaa…!!! Eso se hace con pistola en mano primor, y luego hay que huir para que no te caiga la poli encima, el muy pendejo adulteró papeles bancarios, así como?, jajajjaaaa…!!!!, además que el mismo me dijo que no tenían ni un peso, como vas a pagar un abogado para denunciarnos?
La pelirroja por unos cuantos segundos buscó que argumento utilizar, el presidiario prácticamente la tenía en jaque, así que ya con otra expresión en su rostro y dejando a un lado la altanería se dio a intentar persuadirlo de sus ardientes intenciones para con ella:
–Señor Toro… por favorrr… se lo pido…! D… deje… deje tranquilo a mi marido…!!, -con esto la bella Lissette notoriamente bajó la guardia y el viejo presidiario así lo notaba.
–Por supuesto que lo dejaré tranquilo mami… pero tú ya sabes cuál es el precio por ese servicio, no es así putinga…?, -tras decirle lo ultimo el viejo Octavio comenzó a sobarle levemente el muslo con su áspera mano, Lissette ya no decía nada sobre esto, y por otro lado la desesperación de la hembra era tal que ni siquiera se había molestado en frenar al viejo por la vulgar forma en que se dirigía a ella, que mas podía esperar ella de un convicto?
Mientras esto se sucedía en la banca en que estaba sentada la bella Lissette con el ordinario y corpulento recluso, en el resto del gimnasio la visita en general se desarrollaba con normalidad, y a solo un par de metros de donde estaban ellos existía un sin número de habitáculos hechizos con frazadas donde las esposas ingresaban a concretar la visita conyugal con sus maridos recluidos, como también en otros abiertamente se ejercía la prostitución. Sin embargo nuestra pelirroja aun no estaba segura si iba a poder ella ayudar a su marido en la única forma que al parecer se podía.
–La verdad es que no puedo hacerlo señor, -le dijo ahora en forma cabizbaja, ya que por el curso de la conversación ya intuía en como terminaría todo aquello, –No sé como no lo entiende…?
El viejo tras escucharla, y con solo ver de tan cerca esa carita de muñeca aniñada y de cómo ella fruncía sus tentadores labios rojos para ocupar palabras casi de resignación supo que esa hembra ya estaba a punto de ceder, por lo que se dio a seguir presionándola para poder ir a cogérsela todo lo que el quisiera.
–Escúchame bien zorra remilgada, a ver si esto te aclara como son las cosas para ti desde este preciso momento…, yo puedo hacer que orita mismo vayan unos perros a la enfermería y se despachen a tu marido de la forma más dolorosa que puedas imaginar… aparte de eso si quiero vengo y te arrastro hacia el interior de la cárcel y te violo todo lo que yo quiera junto a mis amigos, recuerda que fuiste tú sola quien pidió esta visita conyugal, pero por otro lado también puedo cuidar de tu marido para que no le rompan el ojete como ya quieren hacerlo muchos aquí adentro, así que lárgala de una… la vas a hacer por las buenas o por las malas…!? -La expresión en la cara de Octavio del Toro ahora era de ferocidad lujuriosa, quería cogérsela a como dé lugar, pero presentía que por la actitud de la mujer esta en cualquier momento se podría echar para atrás y se quedaría sin pan ni pedazo.
Por su parte Lissette teniendo en su mente todas las ultimas palabrotas del vejete se sintió perdida, se sentía impotente de no poder hacer nada, sabía que el recluso tenía la sartén tomada por el mango, y sin poder evitarlo se dio a decirle todo lo que le nacía desde lo más profundo de su ser:
–Es Usted un desgraciadooo…! un cobarde…! Está tratando con una mujer con principios por Dios…!!!, como me propone que me acueste con Usted si esta es la primera vez que hablamos…!?
El feliz vejete seguía analizando la expresión de su cara al momento que ella le iba hablando, y una vez que Lissette terminó de increparlo, el también le dijo lo suyo:
–Escúchame yegua quisquillosa…, yo no deseo conversar contigo de nada, y no me interesa saber nada de ti, ni que música te gusta ni mariconadas parecidas… mi único interés está en ese tajo que te cargas al medio de tus piernotas, solo quiero cogerte, meterte la verga hasta el fondo y correrme adentro tuyo… aun así estoy dispuesto a hacerte una última oferta… que dices…!?
–C… cual… cual oferta?, -Lissette ahora nuevamente había levantado su vista y lo miraba directamente a sus negros ojos.
El viejo antes de contestarle quedó maravillado con el azul intenso de los ojos de Lissette, además de darse cuenta que ella mostraba un poco de interés en llegar a algún tipo de acuerdo con él a sabiendas del tipo que este sería, esto lo calentaban aun mas, ya con su respiración algo agitada se dio a realizar su última propuesta:
–Es simple… si aceptas iremos a un sector que está detrás del gimnasio, en este también se realizan visitas conyugales, nos encerramos en una de las celdas que están desocupadas y nos ponemos a culear como desesperados, jejejeeee…!!!, me sigues…!?, -ante el silencio de la colorina y por la expresión de su cara al estar esperando en que iban a terminar sus palabras el viejo entendió que ella si lo seguía, –Entonces y como aun es temprano te quedarás en forma continua a la visita de la tarde, así podremos estar culeando por todo el día, y una vez que los guardias den el aviso que se acabo la visita te podrás largar para siempre, solo será un día de culeo desenfrenado y salvarás a tu marido, ya que si es así yo mismo me encargaré de su seguridad… ahora si no aceptas, su vida aquí será un infierno y tu de igual forma saldrás violada, así que dame tu respuesta ahora mismo pendeja, quieres por las buenas o quieres por las malas?
Lissette en forma automática llevó su azulada mirada hacia un lado de su cuerpo, le enfermaba, le ponía mal estar tan cerca de ese asqueroso hombre que tan desfachatadamente le proponía a ella que mantuvieran relaciones sexuales de una forma de lo mas ordinaria, hasta que a sabiendas que la tenían acorralada e intentando confiar a que el delincuente cumpliera con su palabra, le soltó con el dolor de su corazón y con su integridad por los suelos:
–Me… me dijo que solo sería una sola vez…!?
–Escuchaste bien zorra…! serás mi mujer solo por hoy, claro que me correré dentro tuyo todas las veces que pueda, estaremos cogiendo todo el día hasta que se acabe la visita, y cerramos el trato…, pero ese es el ultimo precio y no hay mas rebajas… que dices… pagaras ese precio…!?, -le consultó finalmente y en forma terminante.
–Y que garantías me da de que va a cumplir lo que está diciendo…?
–No hay garantías, solo mi palabra… deberás confiar en mi cosita rica, vamos y dime… salvarás a tu marido?
La pelirroja sentada en la destartalada banca se la quedó pensando por unos momentos. Con una de sus manos puesta en su frente semi tapándose los ojos y con sus apetitosos muslos que los tenia férreamente cerrados supo que ya no tenía más alternativa, el viejo recluso era el que ganaba.
–A… Acepto…, -le dijo de pronto a la vez que bajaba su vista para no mirarlo, –pe… pero solo lo haré para salvar a mi marido… así que solo por esa razón le pagaré ese precio…
El caliente sujeto casi se corrió ahí mismo con aquella lujuriosa respuesta que fluyó de los rojos labios de la mujer que en pocos minutos le estaría mamando la verga, así que entusiasmado por una insana calentura se dio a decirle:
–Que bien dulzura…! que bien…! entonces acompáñame…!!, -el viejo recluso quiso ponerse de pie, pero la hembra la detuvo tirando de su manita asida haciéndole ver que aun faltaba algo en el trato:
–Espere un momento… tengo una sola condición…
–Pero que chuchas…!!! Y cuales esa condición…!?
–Mi marido…, -a la colorina le costaba que le salieran las palabras ni ella misma se creía estar haciendo semejante acuerdo al interior de una cárcel, –Mi marido no deberá enterarse nunca de lo que ocurrirá hoy entre nosotros… me escucho?, nunca…! -Lissette lo miraba con odio.
–Jejejejeeee… trato hecho putita… no habérmelo dicho desde un principio…?, no sabes cuánto me calienta estar cogiéndome a una zorra a espaldas de su marido, jejejeee, así que dalo por hecho, él no se enterara de nadita…, -y diciéndole esto último el vejete finalmente se dispuso a llevársela al lugar en donde por fin la poseería.
Lissette y don Octavio del Toro se pusieron de pie, claro está que la hembra más que nada se puso de pie impulsada por el ansioso vejete, el presidiario en ningún momento la soltó de la mano así que prácticamente se la llevó casi arrastrando a la alejada galería de celdas abandonadas que los presos con mas privilegios del penal usaban para mantener visitas conyugales, todo esto bajo las maliciosas miradas y sonrisillas de los presos y sus visitas que estaban cerca de ellos ya que todos sabían para donde se dirigían y para que, Lissette deseaba morirse.
La pelirroja con el delincuente debieron cruzar dos rejas hacia mas al interior de la cárcel, en las cuales los celadores debían abrir y cerrar para darles paso a las parejas que iban a lo suyo, los tramos eran cortos, pero para Lissette se hacían eternos, y fue en la segunda de estas barreras en las que en el momento antes de que el guardia les cediera el paso este mismo se interpusiera ante ellos…
–Vaya… vaya… pero que tenemos aquí?, -dijo el guardia carcelario que era otro viejo con cara de delincuente con la única diferencia que este estaba vestido con un uniforme estatal.
–Que te pasa pendejo…!, abre esa reja y déjanos pasar, hoy tengo el derecho de hacer uso de mi visita conyugal…, -le decía el viejo Octavio con cara de enojado al guardia, el presidiario estaba tan desesperado por ir a cogerse a esa hembra que hasta ya casi echaba humo por sus narices haciéndole gala a su apellido.
–Y de donde sacaste esta puta Toro…?, de verdad que no la conocía…, -le respondió el salido gendarme en forma aborrecida como si no hubiese escuchado lo que decía el recluso, este mismo con sus ojos salidos como huevos y con una viciosa sonrisa se daba recorrer y devorarse el cuerpo del milagro de hembra que se iban a ir a servir según se daba cuenta.
–Que me dejes pasar hijo de puta, acaso no te das cuenta que vamos apurados…!?
–Tranquilo we, solo estoy admirando esta puta belleza…, -le respondió el uniformado aun sin hacerle caso, para luego dirigir sus palabras a la asustada Lissette, –Cuanto cobras por la hora lindura, esta noche estoy de franco y me gustaría pasarlo bien contigo…, -junto con decir lo ultimo el sulfurado guardia quien ahora no podía quitar su vista del nacimiento de aquellas esponjosas tetas que se notaban en el escote del vestido de la pelirroja osó también a posar una de sus ansiosas manos en uno de los senos de Lissette, pero solo fue un leve roce lo que logró hacer ya que el viejo Toro rápidamente lo tomó de la muñeca y sobre la misma sacó de entremedio de sus ropas un afilado cuchillo de más de 40 centímetros y lo puso en el cuello del envalentonado uniformado aplastándolo contra la misma reja la cual custodiaba.
–No te pases de listo Méndez… el código carcelario dice que los guardias no se meten con nuestras mujeres…, -le dijo el delincuente a la vez que empujaba el cuchillo en la garganta del uniformado causándole dolor.
La pelirroja con su manita puesta en la boca y sin saber a qué atinar solo pensó rápidamente en eso que decía Octavio del Toro, o sea, ella estaba del bando de los delincuentes?, era ella una mujer de ellos?, -esto se preguntaba en tanto la riña continuaba.
–Quítame esa cuchilla pendejo… te irás castigado un mes entero a la sombra y seré yo quien me este culeando a esa pinche puta que te encontraste…
–A… si?, -el viejo Toro sintió que el guardia le estaba tocando algo de su propiedad cuando este osó a manosear a la pelirroja, su afán por cogérsela era tal que hasta estaba dispuesto a matar por lograr su cometido y era eso lo que iba a ser en esos momentos, no importándole las consecuencias se iba a despachar para el otro mundo al pendejo ese, esa mujer le pertenecía, o al menos por ese día la cosa era así, el asunto era que él no iba a tolerar que viniera otro y se la tocara.
En tanto esto se sucedía Lissette con horror y espanto era espectadora de lo que estaba a punto de suceder, cuando estaba a las puertas de ir a acostarse con un bandido, otro hombre aprovechador había querido manosearla además de tratarla vulgarmente de puta, y cuando la expresión de su cara se iba a desfigurar por el espanto al estar presenciando como don Octavio del Toro se proponía a degollar ahí mismo al guardia, una grave y autoritaria voz llegó a poner orden en aquel sector de la cárcel:
–Que está pasando aquí…!?
El joven oficial que vestía el mismo uniforme que el guardia, claro que mucho más limpio y pulcro que el del otro, preguntaba y se imponía ante los actores de aquella inusual situación.
–Te salvaste que llegó tu teniente pendejooo…!, que sino aquí mismito te carneaba…, -le dijo el Toro a su contrincante antes de liberarlo.
–Méndez explíqueme…!!!, -dijo ahora el oficial dirigiéndose a su subalterno.
–El reo me agredió mi teniente…!!, -le contestó el aludido sobándose la garganta.
–No seas maricon Méndez y dile la verdad al oficial…, -Octavio del Toro por si solo se había arrodillado y puesto las manos detrás de la nuca a sabiendas que así se hacía en señal de seguir el reglamento y los códigos carcelarios.
–Que pasó Toro…!? Porque agrediste al cabo Méndez?
–Este pendejo no respeta a nadie, Usted sabe mi teniente que yo me rijo en todo lo que Ustedes determinan y me he encargado de varios asuntos que les han incomodado, solo iba con mi mujer a una visita conyugal y este pendejo empezó a darme jugo… si incluso hasta le agarró una teta…
–Es verdad eso?, -la pregunta ahora iba dirigida a la mujer aludida, el disciplinado oficial no pudo dejar de embelesarse con la llamativa figura de la atractiva hembra de cabellos marcadamente caobas, pero esto duró solo unos segundos luego adoptó el semblante que le demandaba su jerarquía al interior de la cárcel, no involucrándose con los reclusos ni con sus mujeres.
Lissette muerta de vergüenza, por estar ella envuelta en ese tipo de situaciones tan bajas y que caían casi en lo delictivo, solo se dio a asentir con su cabeza y mirando hacia el suelo, no podía mirar a la cara a ese joven y apuesto oficial.
–Méndez váyase a contralar la visita en el gimnasio…, -dictaminó el joven teniente.
–Pero mi teniente… si yo solo…
–Que se vaya a la visita!!, -volvió a dictaminar más enérgicamente el oficial.
Al viejo cabo no le quedó más remedio que acatar la orden de su superior jerárquico y se retiro aun sobándose el cogote, en eso el teniente ahora se dirigió a la pareja que esperaba, la mujer aun con su manita puesta en la boca, y con el corpulento recluso quien ya se ponía de pie…
–Y ustedes dos… sigan a lo que iban…
–Gracias Oficial, le debo un favor, jejejejee…
Lissette aun en estado de shock por lo anteriormente sucedido de pronto y con estupor se vio a las afueras de una larga corrida de puertas una al lado de la otra, era la sección abandonada de la cárcel, y supo al instante que era en una de esas celdas en la que en pocos minutos quizás ya se la iban a estar cogiendo, estando en estas apreciaciones vio como el viejo Toro abrió una de las puertas y en menos de tres segundos ya estaban al interior de esta y a solas.
Los azules ojos de la pelirroja no se cansaban de recorrer en forma asombrada lo que estaban viendo, en forma totalmente abstraída de su situación veía que la celda en la cual estaba metida no era más que un reducido espacio de tres metros de fondo por dos de ancho, sus muros estaban todos pintarrajeados con rallas hechas con algo parecido al carbón, estas rallas simulaban ser los años, o los meses, los días, o quizás que, y que en la parte superior de uno de estos existía un pequeño rectángulo con barrotes que era por donde entraba la escasa luz del día. Pero la ensimismada hembra seguía con su observación:
La palabra escrita LIBERTAD era la que mas destacaba en distintos puntos de las 4 paredes, más diversos refranes como “aquí estuvo el Brayathan…”; “Verga pal que lee…”; “piko y zorra se aman” también eran de las más vistosas. La hediondez a cuerpo y a meados estaban impregnados en el ambiente, pero cuando puso atención que en un rincón de la celda y en el suelo estaban puestos unos mugrientos y delgados cartones simulando ser una cama recordó en forma espantada los motivos para lo cual ella estaba ahí en esos momentos.
Fue ahí cuando la confundida hembra se preguntó a si misma que era lo que estaba haciendo ella en aquel siniestro lugar?, y cuando su mente ya le indicaba que lo mejor para ella era hacer abandono en forma inmediata de aquella inmunda celda, fue el caliente recluso quien la devolvió a su realidad tomándola desde la cintura y atrayéndola con fuerzas contra su pecho, este aparte de ser muy gordo, ancho y corpulento era por lo menos unos 15 centímetros más alto que Lissette, y la calentura ya casi lo desbordaban en aquella ardiente mañana de visita carcelaria,
–Órale pendeja…! Empecemos…, al fin estamos solo tú y yo…!, –Ahora dame unos besitos mamacita ricaaa…!, -le iba diciendo el viejo a la medida que la iba atracando al muro donde quedó apoyada de espaldas la asustada pelirroja.
El viejo Octavio al tenerla así de agarrada y en aquel estado, con su cara tajeada y sus gruesos labios buscaron la altura de su desprotegido cuello, el aroma floreal que emanaba de aquella parte y de sus fragantes cabellos y al estar también solo centímetros del nacimiento de aquellas formidables protuberancias de carne dura que la hembra se gastaba por tetas, y llevado por un acto de autentico reflejo se dio a sumir su gran bocaza abierta en las fragancias del cuello de la contrariada mujer, situación que aprovechaba para lamerla y besuquearla en aquella suave y erógena zona que él estaba usurpando.
Lissette con su carita apoyada al borde del muro solo lo miraba hacia un lado de su cara, sus aterrados ojos azules veían como el salido recluso movía su cabeza en su cuello, sentía como esa tibia y pestilente boca con lengua incluida iban humedeciendo toda su sensible y suave piel. También sentía como la panza de aquel detestable hombre privado de libertad se comprimía contra su plano estomago, ahora la escandalizada pelirroja se estaba poniendo más que nerviosa por la situación de estar ella y ese aprovechador recluso solos y al interior de una celda carcelaria en desuso.
Lissette quien se encontraba al borde del estado de shock y mientras era asquerosamente lamida y succionada en su cuello a duras penas calculaba que aun quedaban muchas horas para que ella pudiera retirarse de aquel horrible lugar, y antes de que le ocurriera lo peor intentaría por todos los medios posibles evitar que el cochino viejo presidiario le hiciera eso, o sea, que se la violara, aun así en su mente pensaba que tal vez si ella no cumplía con su palabra quizás que cosas podrían ocurrirle a su marido por lo que sus ganas de oponer resistencia pasaban a la espera de a momentos dejando con esto que el viejo Octavio siguiera en sus ardientes avances a base de ásperos lengüeteos en su cuello, de igual forma se dio a intentar frenar la situación:
–P… por favor don T… To… Torooo… déjeme… yo no estoy acostumbrada a estoooo… Dejemeeee!!, -le dijo en forma suplicante con sus azules ojos bien abiertos y mirando como el viejo no menguaba en sus besuqueos en el cuello, claro que ella sabía que no la iban a dejar, ya que para algo aun mas peor era para lo que ella había ingresado a esa celda con semejante hombre, hasta que este ultimo una vez que paró de chupetear y lamer, la tomó otra vez y mas rudamente de sus caderas atracándola con más firmeza contra el muro para luego decirle:
–Te tendrás que ir acostumbrando perraaa…!! Nosotros dos tenemos un acuerdo y de aquí no saldrás sino es bien cogida, este tremendo culazo vikingo que te gastas y estas chichotas que te cargas por ahora son solo mías, así que por favor ya déjate de estupideces y comienza a pagarme lo convenido…!!!
Lissette sentía todo el peso del viejo contra su esbelto cuerpo y el frio muro de cemento donde la tenían atracada, ella veía y se daba cuenta que ha medida como este le aclaraba de cómo era su situación la miraba en forma aterradoramente degenerada, alternando su mirada a sus pechos y a su cara, miradas que le hicieron sentir horror por lo que ya se acercaba, la colorina estaba que se meaba ahí mismo parada como la tenían debido al pavor de verse a ella misma siendo violada en el frio suelo de aquella celda donde estaban, así que estando en tan comprometedora situación, fue el viejo recluso quien la sacó de aquel insólito estado de nerviosismo,
–Ya… ya putaaa… ya no te hagas la importante conmigo y regálame unos ricos besitos con esa boquita de zorra relamida que te gastas…, -junto con decirle esto último el asqueroso y viejo presidiario estiró sus gruesos labios intentando buscar los de Lissette, la joven casada intentaba por todos los medios posibles evitar que eso ocurriera por lo que movía su bello rostro a ambos lados del muro esquivándolo y diciéndole:
–Don Octavio… n… no q… quieroooo… n… no lo ha… gaaaa… soy c… ca… casadaaaa…!!!
El salido vejete le contesto en forma más eufórica aun,
–Eso me calienta mas washita ricaaaaa…!!!, vamos dímelo otra vez para que mi verga se siga endureciendooooo…!!!!, -el viejo Octavio al ir diciéndole eso último le faltaban manos para seguir manoseándola, estas la recorrían entera, al presidario le encantaba estar comprobando el mismo las formas corporales que poseía la preciosa pelirroja, sus ganas de besarla en los labios se acrecentaban aun mas.
–Noooo…! no me be… beseeeee…! eso no lo hablamosssss…!!, -le seguía reclamando Lissette a la misa vez que esquivaba lo voraz y babeante bocota del viejo una y otra vez, pero este se entretenía mas todavía con las desesperadas salidas de su víctima…
–Jajajajaaaa…!!! Tú sí que eres estupidaaaa…!!!!, o sea estas dispuesta a pasarme la concha pero no a darme besossss…!?, jajajajaaaa…!!! Pues haz cuenta que eso estaba anotado en la letra chica del contrato, así que ahora regálame tu boquita de zorraaaa…
Pero la desesperada colorina seguía rehuyendo sus afanes de besos una y otra vez.
El viejo Toro dejando de lado por un momento las ganas de probar el sabor de su boca, y cayendo en un estado de lujuriosidad desmedida a causa de la desbordante calentura que le provocaba la resistencia de la pelirroja y de cómo ella intentaba frenarlo poniendo en el tapete su situación conyugal y eso de que no lo habían hablado cuando se habían puesto de acuerdo para literalmente ir a culear se dio a vociferarle cual era su punto de vista al respecto:
–Me importa una verga que no lo hayamos tratado antes o que seas casadaaaa…!!! –y en un rápido movimiento de manos le subió el vestido a la altura de su cintura y metió sus dos manazas entre la tela de las medias y la piel femenina apoderándose en el acto y a dos manos de ese poderoso y redondo par de suaves nalgotas que tanto había estado deseando comenzando a sobarlas casi con desesperación a la misma vez que su tanda de verdades continuaba, –Además y para que lo sepas lo que más me calentó de ti la primera vez que te vi pasar al gimnasio meneando este culo que te cargas, era ver la cara de perra fiel y altanera que ponías al ir pasando frente a nosotros, jajajajaaaa…!!!, así que déjate de puteadas de poca monta y entrégate zorraaaa… que en pocos minutos ya esteremos culeando como verdaderos perros calientes mientras tu maridito espera el día de tu visita, jajajajaaaa…!!!!
En eso el viejo nuevamente estiró su salivosa trompa buscando en forma desesperada los rojos labios de Lissette, por su parte ella otra vez se dio a evitar que le comieran la boca:
–N… Noooo…! n… no me beseeee…!!, -le exclamaba esquivando los siseos que hacía el viejo en busca de fundir su bocota con la de ella.
El presidiario al ver la negativa de la mujer a besarlo nuevamente se sumió a lamerle ansiosamente el cuello y los oídos. Por su parte y en la mente de la pelirroja quedó rondando esa última idea, que pasaría si su marido se llegaba a enterar que ella había concurrido a una visita conyugal con don Octavio del Toro, si bien fue el mismo Fernando quien en su desesperación se lo tuvo que solicitar en una ocasión, después de su última visita en la enfermería y lo que hablaron aquel día cambiaba todo aquel escenario.
Estos pensamientos se unieron a las grasientas sobadas en su trasero, sumándole también los continuos lengüeteos que le estaban dando en el cuello lo que le ocasionaron unas sensaciones nunca antes sentidas, estas eran una seguidilla de tímidos escalofríos que le recorrieron levemente su espina dorsal, aun así Lissette no le prestó mucha atención a aquello, ya que en esos momentos ella solo se sentía humillada por aquel viejo recluso que a viva voz le ponía en antecedentes que ella ni su situación le importaban y que solo deseaba cogérsela, como si ella fuese una cosa que sirve solo para tal efecto, o tal vez como un juguete sexual, ella no era ninguna muñeca inflable se decía en alguna parte de su mente.
La ofendida hembra con sus ojos fuertemente cerrados y con lagrimas corriéndole por su cara resistía las asquerosas baboseadas que le practicaban a lo largo de su garganta, solo se daba a pensar que mientras ella se encontraba en tales circunstancias al interior de una celda de esa cárcel su marido estaba todo magullado en la enfermería del mismo recinto, esto se lo había recordado el mismo recluso que se estaba aprovechando de ella y de su situación pensaba Lissette mientras seguía sintiendo los desvergonzados magreos y lamidas de aquel vil sujeto.
Pero el recluso ya estaba caliente, muy caliente, la mujer del presidiario primerizo que él había engatusado a base de hacerle creer en primera instancia que lo estaba ayudando sin ningún interés de por medio estaba muy buena, en tanto el continuaba con sus ardientes besuqueos y lengüetazos, y ya deseaba doblegarla por lo que decidió hacerle notar lo que él tenía para ella.
Lissette temió lo peor cuando al estar ella con su vestido subido hasta la altura de su cintura sintió como su violador posaba algo notoriamente duro sobre las delgadas telas de sus medias y del pequeño triangulo formado por su fina y pequeña ropa interior, totalmente horrorizada caía en cuenta que aquella dureza que sentía restregarse contra su vagina era el pene erecto del recluso.
La pelirroja rápidamente puso sus manos en el pecho de su caliente adversario intentando con esto sacárselo de encima, pero don Octavio del Toro ya casi perdiendo los estribos con tal actitud por parte de la soberbia colorina, la tomó con ambas manazas fuertemente de sus pelirrojos cabellos obligándola a que lo mirara, su verga quedó casi incrustada en las finas medias de la mujer, justo al medio de aquel místico triangulo que protegían lo mas intimo que era poseedora la atractiva Lissette.
–Escúchame bien puta de mierda, ya me estas cansando con tu altanera actitud de perra relamida, acaso no quieres volver a ver con vida a tu marido, o acaso prefieres verlo convertido en mujer para el resto de sus días?, -el viejo por cada palabrota que le decía en su mismo rostro empujaba su cintura contra ella haciéndole sentir el poderío de su verga, como a su misma vez más fuerte la jalaba del cabello, –Así que dímelo tu misma zorraaaa… me vas a secundar SI o NO en todo lo que yo te haga…!?
Lissette estando tremendamente asustada al imaginar que a su marido lo mataban al interior de la cárcel, o peor aun que hasta se lo violaban, y estando además muy adolorida por la brutal forma en que estaban jalándole sus colorines cabellos se dio a contestarle,
–Está bien…! Usted gana…!! yo lo voy a secundarrrr…!!!, -el viejo seguía jalando mas fuerte aun,
–Secundar en que putaaa…!!??, -por la forma en que se lo pregunta claramente don Octavio quería estar seguro que la hembra estaba hablando su mismo idioma, y Lissette si lo estaba haciendo:
–E… en… en todo lo que Usted me hagaaa…!!!, -en la expresión de su cara y el titilar de sus ojos azules solo denotaban un miedo terrible, Lissette estaba muy asustada.
–Dilo completo zorrilla… que quiero estar segurooo…!!!,
–Yo lo voy a secundar en todo lo que Usted me hagaaaa…!!!, pe… pero ya pare, no me jale del pelo que me dueleee…!!!
–De verdad zorraaaaa…? o esta es otra de tus puteadas???!!!!
–Ya le dije que voy le voy a secundar en todo… pero don Toro… ya no me jale del cabelloooo…!! Por favorrrrr…!!!
El presidiario si hubiese estado con otra de las tantas putas de las cual estaba acostumbrado a tratar hasta la hubiese abofeteado ahí mismo, aparte de patearla todo lo que él quisiera antes de violarla, pero con solo verle el azul profundo de sus ojos, su preciosa cara de rasgos casi angelicales que ahora solo denotaban temor, por alguna extraña razón se contuvo y poco a poco fue aflojando, hasta liberarla, pero siempre manteniendo su verga firmemente adosada a la vagina de Lissette.
–Bien putaaa…! espero que desde ahorita nos entendamos mejor, ahora nos besaremos.
El viejo Octavio muy caliente como ya estaba y sintiéndose satisfecho con sus logros la había soltado del cabello y nuevamente volvió a estrecharla hacia él tomándola por la amplitud de sus caderas disfrutando a concho y con sus propias manos el voluminoso cuerpazo que se gastaba la joven mujer del otro convicto, la suavidad de su piel en la parte de sus caderas y de sus redondas nalgas eran desquiciantes sumándole a esto que esa sensación de carnes apretadas por el efecto de las medias se le hacían más exquisitas aun, ahora y a la misma vez que la comprimía fuertemente hacia él para que Lissette sintiera en su panochita lo muy parada que tenía su verga gracias a ella se daría a literalmente comérsela, y a sabiendas que la colorina ya no pondría obstáculos de por medio sin más se apoderó de aquella fresca y sensual boca mandándole un beso asfixiante y represivo, sintiendo en su bocota un delicioso aliento tan dulce como la miel.
Por su parte la bella Lissette se mantenía con sus hermosos ojos azules completamente abiertos mientras estaba siendo forzosamente besada en la boca, sintiendo asco al notar como la áspera legua del caliente y aprovechador sujeto se internaba en su boca, esta se introducía en su delicada cavidad oral usurpándolo todo e impregnando su paladar a cigarro y a nicotina ya que el viejo hace poco rato había estado fumando, esa lengua pastosa y extraña se movía desesperadamente buscando la suya propia, el viejo recluso movía su cara sin despegar un solo centímetro su boca con la de ella, pero lo que más le preocupaba a la formidable pelirroja era que el bulto que sentía comprimirse en su vagina este era tremendo y estaba espantosamente duro, lo sentía como si el viejo no tuviera un pene normal puesto en esa parte, lo que ella estaba sintiendo que le comprimían en su delicada hendidura era tan duro como una piedra…, que piedra…!? Eso era una rocaaa…!!!, -se gritaba angustiantemente en su mente en tanto el asqueroso besuqueo continuaba.
–Sssptsss…! Ssssptsssssss…!!!, -era el sonido de bocas devorándose entre ellas al interior de la ordinaria celda, mientras que Lissette era salvajemente punteada, ella en forma desesperada se movía agitadamente contra la pared ante aquel brutal sesión de asquerosos besos que le estaba robando el desvergonzado criminal, ni mencionar el dolor que sentía en la zona de su pelvis.
Por su parte el viejo Octavio ya sintiéndose dueño de la situación y más caliente que el pitón de una locomotora a carbón ya se la quería coger con desesperada lujuria. Tras pasar tres largos minutos en que la estuvo besando a la fuerza y moviendo sus caderas si como ya estuviese cogiéndosela despegó su bocota de los rojos y azucarados labios de Lissette, entre ambas bocas quedaron llamativos puentes salivales que los unían.
La extenuada pelirroja quedó respirando agitadamente a causa de la falta de aliento en que la dejó el facineroso criminal con su asqueroso y lenguoso ósculo, pero este no le dio tiempo a nada, ahora y tras bajarle el delgado chaleco que cubría la complexión superior de Lisse, con su bocaza sedienta de hembra se dio a devorar y lamer sus suaves y níveos hombros al desnudo, el dulce sabor del femenino PH en la piel de aquella Diosa le aceleraban sus deseos por probarla con su verga, la lengua del vejete se paseaba por estos ensalivándolo todo, luego por su cuello y hasta llegar a sus oídos, esto una y otra vez, al mismo tiempo que los punteos en su vagina continuaban, provocándole con este tratamiento experimentar otra vez esa extraña sensación en su espalda a la atribulada Lissette quien ahora se retorcía de desesperación por aquellos desquiciantes escalofríos que la estaba haciendo sentir aquel odioso recluso aunque ella no lo deseara, para luego este desalmado hombre nuevamente comenzar a besarle su ya sensible cuello, en tanto que una de sus manazas ya se apoderaba de una de sus magnificas tetas sobándosela y apretándosela llegando a causarle dolor.
Lissette a causa del salvaje tratamiento que estaba recibiendo en una de sus casi inmaculadas mamas se dio otra vez a intentar que el viejo por lo menos no fuera tan bruto:
–N… Noooooooo…! n… noooo por f… fa… favorrrr…! no me la apriete que me dueleeee…!! no lo ha… hagaaaa…!! d… de… dejemeee…!!!.
Pero don Octavio no la escuchaba al estar profundamente embelesado en las tremendas curvas de Diosa que se gastaba la muy condenada, solo se daba a sobar, estrujar y apretar con desesperación toda aquella suave carne que en aquellos momentos tenía a su alcance.
Lissette quien nunca en su vida había sido sometida a tan caliente tratamiento y por los motivos ya mencionados en los inicios de esta historia estaba sintiendo por vez primera unos extraños y arrebatadores escalofríos, aun así estaba horrorizada, y por mas que le rogaba al presidiario que la soltara este parecía prenderse aun mas de su cuerpo, en eso sintió como el viejo otra vez y con ambas manos se extasiaba apretando y masajeándole en forma exasperada ese par de imponentes y duras nalgotas de las cuales ella era poseedora,
–Ufffff…!!! Pero que buen culazo es el que te gastas putaaaaaaa…!!! -El viejo Octavio ya traspirando notoriamente aun no se la creía que semejante ejemplar de mujer estuviera encerrada en una de las celdas de la cárcel junto a él, la asustada hembra lo escuchaba viendo al frente de sus ojos como ríos de sudor le bajaban por su cara, como si este se estuviese derritiendo, –Creo que voy a culearte ahorita mismo…!!!!
Lissette se quedó en estado de pánico al escuchar lo que le decía aquel desagradable sujeto, a la vez que no sabía que decir ni que contestar ya que con lo que escuchaba estaba más que claro que su tiempo estaba contado, mientras que el vejete seguía restregándole su roca vergal en el centro de su aun seco coñito al mismo tiempo que continuaba con sus leperadas:
–Qué me dices pelirroja…!? Qué tal si comienzas a sacarte la ropita y nos ponemos a culear orita mismo…
No obstante a todo lo anterior recordemos que Lissette a pesar de lo que su cuerpo pueda provocar en las hormonas de cualquier macho ella no era una hembra fácil, y ni siquiera eso, ella sencillamente no se calentaba. Con su marido ella mantenía relaciones sexuales por el solo hecho de que ambos eran marido y mujer, sin mencionar del amor que ambos se profesaban. El asunto final era que ella en esos momentos se iba a dejar usar solo para salvar a su esposo, además que si nunca sintió algún tipo de placer con el hombre al cual amaba menos lo iba a hacer con ese infame y despreciable despojo de hombre que ya se creía su dueño, en tanto este mismo continuaba en su afán de querer convencerla y de que ella pusiera más participación en la ardiente faena:
–Ya mamacitaaa…! ya no te hagas la difícil… y déjame ver de que están hechas estas chiches…!, -junto con decirle esto último el degenerado recluso le subió el vestido hasta la altura de sus hombros, la misma suerte corrió el sujetador que fue arrastrado junto con el vestido, quedando la hembra con sus redondas chichotas al aire y expuestas para que él hiciera lo que quisiera con ellas, y sin mas fue y se las agarró comenzando así una serie de palpadas y apretadas sintiéndolas a cabalidad:
–Ohhh putaaaa!!! Pero que suavidad que te gastas en estas tetotas mamiiiii…!!!, -le decía mirándoselas con los ojos abiertos como platos al mismo tiempo que ya se las apretaba para posterior a eso pasar su cara por ellas manteniendo sus ojos cerrados y en forma apasionada.
Don Octavio del Toro estaba en el séptimo cielo, ya que mientras le hacía la operación antes señalada la tenía atracada a la pared y con su cuerpo la empujaba punteándola con su verga como si de verdad ya se la estuviera cogiendo.
Lissette con sus ojos cerrados ya casi no oponía resistencia, solo se concentraba en pensar que ella estaba pagando el precio por proteger a su marido, mientras que en su panochita aun se restregaba en forma violenta esa tremenda y dura erección que el viejo estaba sufriendo a causa de ella.
Don Octavio a pesar de su calentura se extrañaba de la pasividad que la mujer de rojos cabellos había adoptado, él deseaba excitarla a como dé lugar, pero se daba cuenta que ella solo se estaba dejando y no ponía nada de su parte para hacer más rica la situación, por lo que aumentó la fuerza de su pelvis en la parte central del cuerpo de la hembra a la vez que continuaba con sus groserías para ver si la colorina finalmente se calentaba y se daba a ponerse a culear con él a espaldas de su marido.
–Siente mi verga en tu almeja pendeja…! yo se que te gustaría sentirla bien adentro tuyo… jajajaja…!!!, -le decía por cada movimiento pélvico que le mandaba, para luego continuar, –Te gusta putaaa!?… Te gustaaaa…!!?? Te gustaría sentir mi gruesa verga carcelaria abriéndote el delicado tajo que tienes ahí abajo perraaa…!?
Lissette se mantenía con su cabeza apoyada contra el muro, con sus ojos cerrados y extrañamente respirando por la boca producto de la fatiga y el agotamiento, nunca en su vida la habían estrujado tanto, pero el viejo creyendo que la colorina ya estaba caliente por la expresión de su cara se lanzó otra vez a darle una serie de asquerosos besos en esos exquisitos labios rojos y azucarados probando nuevamente esa suave lengüita con sabor a fresas.
Para la colorina Lissette el estar siendo salvajemente besada y sintiendo una verga que no era la de su marido apuntalándole la parte más intima de su persona le hacían sentir más mal de lo que ya se había sentido, como pudo le habló al presidiario para que este cesara en sus malas intenciones, claro que ella sabía que esto difícilmente iba a ocurrir:
–N… Noooo… Ssrrpsss… Ohhhhh… noooo… Ssrrpssss… n… nooo… p… por f… fa… Sssrrppsss… fa… vorrrr ya noooo…!, -alcanzaba a gesticular entre medio de los ardientes y acuosos besos a los cuales estaba siendo sometida, la hembra verdaderamente ya estaba agotada.
El decidido y caliente recluso fue subiendo su vestido poco a poco sin dejar de apuntalarla, lo pasó por la altura de su cabeza hasta retirárselo, en este también salió enredado el chaleco de hilo y su brassier, y una vez que se deshizo de ambos se dio a contemplar aquella esbelta figura todo lo que él quiso ya que Lissette en aquellos momentos era una verdadera muñeca de goma que se dejaba hacer lo que quisieran, solo que ella no participaba, situación que el aprovechador victimario luego de habérsela devorado ocularmente aprovechó para bajarle las medias de una, quedando maravillado con esas brillosas y suaves caderas, y con solo ver ante su ansiosa mirada aquella alba y diminuta ropa interior casi lo hacen perder la razón a causa de la tremenda calentura a la cual ya estaba entregado, aquella provocativa tanguita blanca no tenía nada de remilgada como él la había imaginado, ahora que estaba al descubierto de las medias la notaba muy tirante en aquellas relucientes y suaves carnes de sus caderas.
Ahora que la tenía casi al desnudo, el viejo se dio a darse el mayor de los gustos visuales de su vida, Lissette estaba prácticamente casi encuerada, por lo que se dio otra vez a contraerla contra su pecho y panza aprovechando de manosearla a su total antojo sobajeándole las nalgas una y otra vez y sin parar, la lamía en la cara, pasaba su apestosa lengua por sus cejas, y la ensalivó por todas las partes de su rostro en donde pudo, las sensaciones en sus toscas manos eran indescriptibles, nunca en su vida había experimentado tal suavidad en carnes femeninas, dictaminando finalmente que la pelirroja era una hembra de campeonato y que lo excitaba hasta la locura.
Por otra parte y al haber pasado ya sus buenos y largos minutos al interior de la celda las extrañas sensaciones que estaba sintiendo la pelirroja ante tan lujuriosos manoseos en su cuerpo ya sin ropa y a tanto lengüeteo en las partes más sensibles de su cuello lentamente se iban apoderando de su mente sin ser ella consciente de esto, ahora habían continuos estremecimientos en su loable figura que la hacían balancearse hacia el cuerpo del vejete en forma exquisita, ya ni siquiera recordaba los motivos del porque ella estaba en tan escandalosa situación y menos de quien era el viejo que la besaba y recorría tan apasionadamente.
El ordinario recluso aprovechándose del lamentable estado psicológico de la pelirroja, ya que el daba por hecho que la zorrita esa ya estaba caliente rápidamente se quitó su mugrienta camiseta musculosa, luego lo hizo con sus jean, Lissette quien se quedó apoyada de espaldas en el muro en que la habían mantenido atracada hasta este mismo minuto solo miraba hacia el reducido ventanuco abarrotado, por alguna extraña razón ahora no caía en cuenta que el viejo Octavio estaba empelotándose para montarla.
De un momento a otro la casi inconsciente colorina otra vez se vio con sus ojos cerrados sintiendo aquel duro instrumento incrustársele en la tela de su ropa interior, pero ahora existía algo que marcaba la diferencia entre ellos, la dureza que había estado sintiendo ahí abajo ahora la sentía más cercana y mas resbalosa, y como era que no si el ansioso recluso ya hasta se había bajado los calzoncillos y se la estaba pasando a pelo en su panochita casi desprotegida, la tanguita de Lissette estaba toda mojada con los líquidos que el viejo iba expulsando de su verga a medida que la punteaba, sus blancas tetas parecían inflarse aun mas debido a lo agitado de su respiración al estar sintiendo por vez primera un idílico gustillo que en forma gradual ya la comenzaba a llamar al apareamiento, por supuesto que ella aun no tenía puta idea de esto último.
Don Octavio del Toro aprovechando el estado de la ninfa no perdió tiempo en meter las manos por ambos lados de sus caderas con la única intención de comenzar a bajarle la tanguita, y la hembra que en algún momento había llevado sus delicadas manitas al peludo pecho del hombre solo se daba a emitir unos desganados reclamos como si ella misma no estuviese convencida de lo que estaba diciendo:
–Noooooo…! e… eso… noooo!! Noooo lo ha… ha… gaaa…!! d… de… ten… gaseee…!!!, -ahora fue ella misma quien bajó sus manitas tomándole las manos al hombre para que este se detuviera, y el viejo estaba tan entusiasmado al estar en tan erótico ritual pre coital con semejante pedazo de hembra no se hizo problemas para detener momentáneamente el inminente encueramiento de su bella compañera sexual, por lo que con el mismo entusiasmo que antes fue subiendo las palmas de sus manos sin despegarlas de aquella enloquecedora tersura en la piel de la pelirroja, pasándolas por sus nalgotas, sus caderas y su cintura dándose por unos buenos segundos a palpar y sobajear a su antojo todo aquel festín de carnes femeninas que la hembra tenía para ofrecer con la suavidad de su cuerpo.
El aborrecible recluso no hallaba por donde comenzar, instintivamente la apoyó otra vez contra el muro pintarrajeado, tomó con sus manos cada una de sus tetas y comenzó a chupárselas con depravación, disfrutando y sintiendo a tope su extrema dureza y magnifica suavidad, su fragancia y su sabor, de a ratos se las recorría con las palmas de sus manos en todo su contorno jugando con sus dedos pulgares en sus pequeños pezones rosados, luego friccionándoselas y amasándolas en forma circular cada vez con más ganas, para luego volver a bajar sus manos a las nalgas de ella contrayéndola hacia él y seguir punteándosela si como de verdad la estuviera poseyendo, la veía con sus deliciosos y jugosos labios semi abiertos como si ella estuviese sintiendo todo lo que le hacían así que sin pensársela mas aprovechó la ocasión para estamparle otro asqueroso beso con lengua que ahora si la hembra luego de unos nerviosos segundos por parte de ella lo aceptó y lo recibió enredando tímidamente su fresca lengua con la de él.
Aquella extraña pareja por cada segundo que pasaba parecían besarse más apasionadamente, la pestilente saliva pasada a cigarro y a fritanga de cebolla rancia se entre mezclaba con la fresca saliva floreal de la exquisita pelirroja que en esos momentos parecía ya estar disfrutando de todo lo que le hacían, por su parte aquel aprovechador hombre estaba apostando todo por calentar a tan tremenda colorina para cogérsela con ella excitada, y ya casi la tenía lista.
El viejo recluso estaba en la gloria, por lo que ya casi sin pensársela quiso por fin convertirla en su mujer, otra vez posó sus dos manazas en las amplias caderas de Lissette para luego y mientras continuaban besándose metió ambos dedos pulgares por cada lado de sus suaves caderas entre la tirante tela de la ropa interior y la piel de la pelirroja y simplemente se los comenzó a bajar mientras seguían besuqueándose ante la pasividad de la entregada mujer.
El viejo recluso a medida que iba bajando aquella diminuta prenda intima estaba como loco, la pequeña tanguita mientras era bajada ya estaba descubriendo los primeros pelitos colorines que existían en la vagina de la monumental hembra, en tanto esto sucedía nuestra excitada y casi perdida Lissette tuvo un dejo de lucidez en su mente y volvió a bajar sus manitas para detener el encueramiento, pero sus calzoncitos ya estaban todo enrollados justo en la mitad de sus muslos, el vejete al notar esta reacción por parte de la que iba a ser su mujer subió nuevamente sus manazas para apoderarse de ese tremendo culazo al desnudo que se cargaba la muy zorra, a la misma vez que se separó de su boca para empezar a bajar con esta dirigiéndose directamente a esas colosales y atrayentes tetazas.
Dos Octavio a sabiendas que ya la tenía con la zorra al aire instintivamente y en forma depredadora abrió lo más grande que pudo su sedienta bocota y en forma voraz comenzó a chuparle otra vez una teta, mientras que encorvado y todo con una de sus manos tomaba su bien parada y gruesota verga ubicándola en la misma entrada intima de Lissette para poder al fin metérsela y empezar a cogérsela como tanto lo deseaba, no importándole que la caliente faena se realizara con ellos de pie.
Lissette sintió como algo caliente y resbaloso muy parecido al pomo de una puerta se posaba y tomaba cabal posesión de su desprotegida vagina, y con solo sentir aquella invasión a su intimidad de golpe reaccionó en forma refleja volviendo a la sensatez y a la cordura, estaban a punto de meterla esa roca que ella había imaginado momentos antes.
–Don Octavio noooooooo…!!!, -exclamó en forma desesperada en el momento en que el recluso hizo presión para encajársela. A su misma vez la ahora lucida colorina aterrada por lo que ella misma estuvo a punto de dejar que pasara con horror seguía sintiendo como una gruesa verga, muy distinta a la única que ella conocía, estaba posada a su vagina aun haciendo presión con fuerzas desmedidas para traspasar sus barreras vaginales.
–Que mierda te pasaaaaaa!! Justo iba a abrirte la conchaaa…!!! -le bufó el lujurioso recluso agarrándola y pasando ahora su brazo por la esbelta cintura para que la potranca esa no se le arrancara como daba muestras de querer hacerlo, aun así la seguía mirando con deseosa lujuria.
La pelirroja rápidamente y en pos de proteger su entrada vaginal comenzó a echar su trasero hacia el muro, estaba aterrada al saberse estar a las puertas de que un criminal que por primera vez en su vida trataba este la tuviera en tales condiciones, el lujurioso convenio de salvar a su marido y todo eso ahora pasaba a segundo plano.
Pero lamentablemente para Lissette don Octavio del Toro ya no estaba para ese tipo de juegos, el viejo estaba que reventaba de tanta calentura acumulada así que simplemente la tomó ahora con sus dos manazas y a la fuerza se dio a volver a devorarle las tetas con ansiosa desesperación, este ya se había dado cuenta que con esa operación la colorina bajaba sus defensas.
–Srppppssssss…! Srpssssssss…! Srpsssssssss…!, -escuchaba Lissette en un nuevo estado de horror mientras veía en primera fila como el viejo Octavio otra vez le magreaba y lamía sus pechos con ella intentando desesperadamente escapar de sus garras.
–Noooo… d… dejemeeee… yo no quierooooo…!!!, -le exclamaba la alterada colorina temiendo que en cualquier momento el viejo la volteara sobre los cartones y se la metiera.
–No me interesa… Srpsssss…! Srpsssssss…!! tú tienes un trato… Srpssssss…!! conmigooo… Srpsssss…!!! por lo tanto lo cumplirás… Srppppssss…!!, -don Octavio le hablaba y chupaba las tetasas en forma alternada, –Escuchaste… Srrpppssss…!!!, Putaaa… Srrrrrrpsssss!!!!, -el recluso estaba vuelto loco por la calentura que le provocaba esa mujer solo deseaba coger con la pelirroja no importándole lo que opinara ella.
Ambos cuerpos desnudos, el del macho y el del hembra, luchaban al interior de la inmunda celda, una por separarse y el otro por seguir comiéndole las tetas a su deseable opositora, la mujer por no ser cogida y el hombre por cogérsela a como dé lugar.
Pero como se dijo anteriormente, el corpulento recluso de anchas espaldas no estaba para ese tipo de juegos, con sus dos robustos brazos rodeo el cuerpo desnudo de la bella Lissette quien por vestimenta solo le quedaban sus pequeñitas sandalias y su tanguita que por efecto de los movimientos esta se había ido bajando y ahora salió expulsada desde uno de los pies de su dueña, el vejete entre empujones por parte de la pelirroja sin mucho esfuerzo se la llevó hasta donde estaban ubicados los cartones y se dejó caer en ellos con la hembra bien afianzada y enredada a él.
Extrañamente y como si la naturaleza mandara al interior de la celda Lissette ya se encontraba debajo del corpulento recluso y este montado sobre ella la tenía con sus dos bellas piernotas bien abiertas, en la posición ideal como para mandarle la primera estocada, el viejo otra vez acomodaba su verga en la rojiza entrada de la colorina.
–Noooooo… q… que haceeeee…!? No me la metaaaaa…!!!, -le gritó a viva voz y tendida de espaldas en el suelo la bella Lissette sintiendo como el viejo le clavaba la verga en la entrada de su intima hendidura, como pudo logró cerrar algo sus piernotas para proteger su vagina, el viejo en el acto se dio a volver a abrírselas, claro que con ella intentando cerrarlas nuevamente.
–Jajajjajaaaa…!!! ya te tengo lista putaaaaaa…!!!, solo relájate igual que hace un rato y verás que terminarás siendo cogida con tu propia venia, te voy a culear entera putita jajajaja… te voy a estar embutiendo la verga hasta que no me quede ni una gota de mi hediondo semen, me dejaras secooooo!!!!, jajajajaaaa…!!!! ya verás que una vez que me la pruebes nos dedicaremos a culear como mal nacidos así que ábrete de patas putaaaa…!!!
La hembra viendo como ese caliente viejo no cejaba en sus lujuriosas intenciones, solo se daba a aguantar los febriles ataques hacia su cuerpo, se sabía literalmente acostada en el suelo con un hombre extraño que muy pocas veces en su vida había visto antes, en tanto el viejo que estaba desesperado por ella y teniendo al alcance de su bocota esas apetitosas tetas de ensueño otra vez se había lanzado a chupárselas, sabía que Lissette en pocos minutos otra vez estaría agotada y sería en donde el aprovecharía de ensartársela.
–Nooooo don Torooooo…!! que haceeee!?, -le decía la colorina sintiendo unas fuertes succiones en sus blancas tetas,
–Te voy a meter la verga zorraaaa…!!! eso es lo que hago jajajajaaaaa…!!! lo vamos a pasar súper ricooo…!!!, jejejejeeee…!!!, después de este día te va a encantar venir a culear a la cárcel…!!!, así que ábrete de patas… Slurpsssss!!!, -le dijo a la vez que le mandaba otra bestial succión en una de sus tetas junto con pasar su antebrazo por debajo de una de las piernas de Lissette obligándola a dejar expuesta su vagina en total crudeza para la visión de cualquiera y obviamente también para su verga.
–Por f… fa…vor don Octaviooo… Noooo!!!… n… no me lo hagaaaa…!!!, -la hembra en forma desesperada intentaba cerrar su pierna libre en decidida protección de su vagina, ya que veía que el vejete estaba como loco por hacerla su mujer,
–Siiiii…! si te lo voy a hacer yeguaaaaa…!! y te lo voy a hacer solo metros de donde está hospitalizado tu maridoooo… verás lo mucho que te van a gustar las visitas conyugales después de este día, jajajjaaaa…!!!!, -el viejo se lo repetía casi en sus mismas narices al estar otra vez intentando montarse a la fuerza sobre aquel curvilíneo cuerpo que se retorcía sobre los inmundos cartones.
Lissette quien intentaba moverse para impedir que le metieran la verga, pensaba en aquello que le había dicho el vejete, este le refregaba en su misma cara el adulterio que ella estaba a punto de cometer, la situación se la hacía aberrante al saber que el viejo estaba en lo cierto, ella estaba desnuda y a punto de ser cogida en la misma cárcel en que estaba recluido su marido.
–Por favor don Octavio no me lo hagaaaa… yo… yo… no estoy acostumbrada a estoooo… a mi… a mi… no me gusta el sexooooo…!!!, -le gritó finalmente la colorina como si con eso el feroz y caliente recluso fuese a liberarla, Lissette aun forcejeaba y sentía como el vejete la inmovilizaba preparándola para la primera estocada de carne caliente.
–Si te lo haré zorraaaa…!! Y que es eso que no te gusta culear…!? Si tu concha está pidiendo a gritos que le metan la vergaaa…!!!! jajajajaaaa!!!!
El vejete ya estaba montado a medias sobre el estilizado cuerpo de nuestra agraciada colorina, ahora se daba a lamerla en la cara, a la misma vez que le chupeteaba en los hombros y bajaba a sus melones, se los succionaba con fuerzas ocasionándole algo de dolor como así mismo unas ricas sensaciones cosquilleantes que muy a pesar de la mujer la recorrían entera.
Lissette en su angustiante lucha de querer escapar de aquel lujurioso vejete, quedó aterradoramente conmocionada cuando estando con sus cabeza levemente inclinada vio por vez primera aquella gruesa y larga verga llena de nudosidades, y que en su base existía un matorral de espesos pelos negros, aquella temible herramienta viril parecía tener vida propia según sus conclusiones ya que esta estando bien parada pulsaba en total estado de excitación sobre su propio vientre el cual ya estaba chorreante de líquidos pre seminales que el viejo botaba por la punta de la verga debido a la calentura en que se encontraba en esos momentos.
En eso notó como el viejo tomó su temible herramienta y estando montado encima de ella la volvió a poner en su entrada vaginal pero ahora se hecho sobre su cuerpo solamente punteándola a pelo, por momentos recordaba lo dura que se la había sentido cuando aun estaban con ropa, y como ella la había asemejado a una roca, don Octavio en tanto había vuelto a atacar sus hombros, y su cuello, solo fueron suficientes unos cuantos minutos de chupeteos y lengüetazos por su cara y sus hombros, esto sumado a los punteos que le estaban pegando en su parte intima con algo que se parecía a un grueso palo caliente, para que la hembra otra vez empezara poco a poco a sentir ese extraño nerviosismo sexual al cual se había visto transportada momentos antes de caer en los cartones, ahora su piel se crispaba ante los nuevos escalofríos que ya comenzaba a sentir, mientras su mente se debatía entre abandonarse a lo que el caliente viejo quisiera hacerle o a seguir intentando no dejarse abusar por aquel vicioso recluso.
Por su parte el viejo Octavio sentía que en cualquier momento se corría en el aire, aun no se la creía que la hembra que tenía casi ensartada y con sus bellas piernas bien abiertas era la misma que el había visto tantas veces pasar los días de visita con cara de mujer fiel y digna a ver a su marido, y por su parte la hembra ya estaba sintiendo otra vez eso mismo que nunca antes había sentido, y el vejete se daba cuenta de ello ya que creía sentir en sus manazas como se le erizaba la piel a la joven casada en los momentos en que accionaba con mas fuerzas su grueso instrumento masculino en aquella apretada vagina que al menos ya se la sentía resbalosa, creía sentir como la hembra a veces le devolvía tímidos movimientos pélvicos por cada punteada que él le pegaba con la verga, fue en ese mismo momento en que la pelirroja hundió su carita entre el cuello y el peludo pecho del hombre, cuando el viejo recluso escuchó salir de sus labios por vez primera un apagado gemido de disfrute.
La hembra no se dio cuenta cual fue el momento en que la sensatez y el recato comenzaron a hacer abandono de su mente, y que de esta se apoderaba un extraño y atractivo estado al cual ella no estaba acostumbrada, lo incorrecto y condenable de su situación y de sus actos con ese asqueroso hombre ahora le resultaban agradables, y este estado era nada más y nada menos que el morbo, un exquisito morbo que el viejo sin quererlo había sabido despertar en ella a base de insultos y ordinarieces, ahora al saberse desnuda y tendida en el inmundo suelo de una cárcel con aquel aprovechador recluso que la punteaba tan exquisitamente en la vagina.
Lissette con unos aterradores perjuicios en su mente se aferró al ancho cuello taurino de ese hombre que no era nada de ella y dejó salir de sus exquisitos labios lo que su vagina y su mente le estaban pidiendo a gritos,
–Mmmmmhhhhssss…, -le salió el lujurioso murmuro, el viejo supo al instante que otra vez tenía luz verde.
La pelirroja en el silencio de aquella celda había comenzado muy despacito y en forma instintiva a menear su pelvis por el grueso mástil de carne caliente que por ahí le estaban restregando causándole sensaciones en su mente y en su sistema nervioso que la hacían estremecer de a momentos, su conciencia le decía que no lo hiciera, pero su cuerpo no le respondía, y ya casi deseaba que esa gruesa cabezota le abriera sus carnes y se le metiera para adentro todo lo que pudiera.
La antes recatada colorina por primera vez en su vida necesitaba moverse en forma de apareamiento, necesitaba algo dentro de ella, y ahí estaba el aprovechador recluso para calmarle sus ardientes deseos, pero este no paraba de chupetearle sus oídos y seguir punteándola encima de su cuerpo, mientras ella solo se dedicaba a sentir y gozar tapándose la boquita para que según ella el viejo no se diera cuenta que estaba caliente.
El viejo Octavio embelesado como estaba en sus ardientes lengüeteos y dejando de puntearla fue bajando por su cuerpo con sus labios y su lengua, ahora abiertamente deseaba saber cual era el sabor real de aquella mujer, le iba a chupar la zorra hasta el cansancio, se daría el gusto de su vida con esa vagina de origines escandinavos.
Hasta que cuando el vejete hubo bajado en su cuerpo más debajo de su ombligo y cuando al fin tuvo su ardiente mirada solo a centímetros de aquellos preciosos bellitos encrespados y de color rojo oscuro y muy brillantes cayó en cuenta que esta era la primera vez en su vida que se iba a coger a una hembra verdaderamente pelirroja, ya que esos finos pelitos muy parecidos a los hilos de cobre que él hubo visto alguna vez en los cables eléctricos así se lo certificaban.
Un verdadero afluente de babas se juntó debajo de la lengua al ver que la mujer que momentos antes se había mostrado altanera ahora solo respiraba agitadamente manteniendo por si sola sus bellas piernas bien abiertas dejándole a su total merced aquella intima parte de su cuerpo que ella ante la ley de los hombres se había comprometido bajo forma y palabra de honor solo a pasarle a su esposo, pero ahora sería él quien la degustaría y ocuparía, así que ya no aguantándose más se aferró con ambos brazos en cada uno de sus muslos abiertos y fue abriendo su babeante bocota para engullir en forma hambrienta la jugosa y femenina ranura de carne que la antojadiza pelirroja le estaba ofreciendo solo a él.
Lissette tras ser observadora del enloquecedor recorrido que hiso el moreno delincuente por las suaves praderas de su cuerpo, paseando su bocota por su ombligo y luego por su vientre, hasta que cuando lo vio casi llegar a lo mas intimo de su anatomía y el saberse completamente abierta de piernas instintivamente quiso cerrarlas pero su mente y su cuerpo no se lo permitieron, esto la aterraron aun mas preguntándose porque no podía cerrarlas, acaso ella también deseaba todo aquello?
Pero era el viejo quien otra vez la sacaba de sus ya esporádicos estados de lucidez, ya que fue única testigo de cómo ese extraño viejo iba abriendo su boca para zamparse su pelirroja vagina, este mismo de un solo y exquisito tarascón fue devorándola en forma hambrienta, esta era la primera vez ella sentía como se resbalaba una lengua masculina entre sus carnes vaginales, o en otras palabras esta era la primera vez que ella dejaba que le hicieran sexo oral.
Lissette no pudo evitar dejar salir de sus labios un fuerte gemido de placer no importándole que ese asqueroso hombre privado de libertad la escuchara, como a su vez su exquisito rostro fue haciendo sugerentes expresiones de placer, con sus rojos cabellos desparramados sobre los húmedos cartones y con sus ojos cerrados abría su linda boquita en forma de “0”, luego proyectando sus labios a forma de tomar aire por estos, y relamiéndoselos con su rosada lengüita, moviendo la cabeza de un lado a otro en el mismo suelo en donde la tenía tirada aquel viejo macho, también con sus colorinas cejas enarcadas hacia arriba en señal de deseo, este era el estado de la bella Lissette cuando ya sin aguantarse mas comenzó a expresar mundanamente lo que estaba sintiendo en esos afiebrados momentos:
–O… Oh… Ohhhhhhhhhhh…! A… Ah… Ahhhhhhhhhh…! Mmmmmmmm…!
Extrañamente la sobre calentada hembra gemía y se quejaba audiblemente como una autentica puta a la vez que empuñaba sus manitas a un costado de su cuerpo manteniendo sus piernas totalmente abiertas y con los muslos recogidos tal cual como si estuviese dando a luz un hijo, sintiendo una y otra vez en su vagina los desquiciantes lengüeteos de quien en esos momentos se la estaba comiendo.
El viejo Octavio con su corpulento cuerpo peludo y con vistosos tatuajes carcelarios en su espalda estaba dado completamente a la lujuria del momento en aquella ardiente celda, como un verdadero perro hambriento de leche la lamía, la chupaba y le succionaba la rojiza concha una y otra vez, aquella deliciosa vagina de pelos colorines que estaba succionando sabía a Dioses, era un verdadero manjar con esos jugos medios ácidos y saladitos que ya comenzaban a destilar, el viejo estaba preso por un morbo sin precedentes.
En tanto la excitación de la colorina tampoco se quedaba atrás, con deliciosos gemidos de autentica calentura mantenía con su cabeza ligeramente echada hacia atrás en el suelo de cemento ya que lo cartones donde la tenían estaban todos rotos, ahora sus amplias caderas se movían despaciosamente en forma refleja, aunque hay que decir que si ella hubiese tenido su voluntad en forma normal nunca lo hubiera hecho, pero la cosa era que en esos momentos no era así, ella instintivamente y en forma delicada premiaba al recluso con suaves meneos ondulatorios y pélvicos de atrás y hacia adelante, es decir, le estaba entregando todo lo de ella a ese lujurioso hombre que no paraba de darse un bacanal de caldos calientes que la ardiente colorina le estaba proporcionando.
Lissette se excitaba cada vez más con todo lo que le estaban haciendo, pero se quedó estupefacta y otra vez volvió a la realidad de una de una cuando fue consciente de que el viejo subió por su cuerpo, se concentró y acomodó su verga en la entrada de su vagina y simplemente se la empezó a meter con decisión.
El lúbrico trabajo para meter su cabezota no duro más de 10 segundos, si bien la colorina no estaba virgen, si estaba muy apretada debido a su sensualidad, como se dijo antes ella era muy mala para la cama.
De un momento a otro la ya sudada pelirroja se vio con el viejo Octavio montado sobre su cuerpo con este tomándola de sus antebrazos para que no se moviera, para luego comenzar a sentir la presión de entrada en su panocha, mas la dilatación de sus tiernos pliegues vaginales abriéndose mientras el grueso instrumento vergal ya se comenzaba a deslizar hacia su interior centímetro a centímetro, primero la redonda y morada cabeza, luego el inicio del tronco, estos ya se habían perdido por debajo de la piel jaspeada de rojo, y después de otros breves 10 segundos más en donde el viejo empujo por cada dos segundos de avance Lissette se sintió con la robusta verga del recluso encajada hasta lo más intimo de su persona, no pudo evitar dejar de salir de su garganta un sufrido gemido de aguante en el momento que sufrió la firme estocada final que le habían mandado coronando así el termino del principio de su infidelidad por salvar la integridad de su marido, el recluso estaba enterrado en ella con toda su verga, solo los dos grandes testículos habían quedado fuera de su cuerpo.
–Oooooohhhhhh…!!!!, -fue el erótico quejido de la hembra, mitad aguante doloroso y mitad disfrute cuando al fin se sintió ensartada, a la vez que sentía como el recluso respiraba agitadamente con su cara tajeada enterrada entre su cuello y uno de sus hombros.
En el mismo momento en que el viejo se dio cuenta con la pasividad en que lo había recibido la hembra recién convertida en su mujer no perdió tiempo en volver a comerle asquerosamente la boca tal como lo había estado haciendo minutos antes, a la vez que comenzó a darle unas firmes embestidas hacia adelante y que Lissette recibía con su carita desfigurada por el horror al saber que finalmente había sucumbido a las calientes intenciones del recluso, y así con esa expresión en su rostro ella enarcaba sus cejas pelirrojas por cada apuntalamiento que le ponían.
La pelirroja ahora estaba desconcentrada de la cogida que le estaban poniendo, en su mente solo existía el remordimiento, pero el viejo había sido testigo de cómo ella le meneaba la panocha cuan se la estuvo lamiendo así que sabía que en cualquier momento la colorina se calentaría nuevamente, y él se iba a dar a logra eso, por lo que se empezó a mover con bestialidad arriba de ella.
–Aaaaahhhh… mamiiiiiiiiiiiiiiii…!!!! Que rico se siente tu coñito por dentroooooo putaaaaaaaa…!!!, -le decía mientras le enterraba la verga con poderío una y otra vez.
Lissette cerraba fuertemente los ojos y aguantaba como podía cada brutal estocada que le mandaban en la vagina, pero aun no se podía concentrar en aquello, solo se daba a pensar que se la estaban beneficiando sexualmente en la celda de una cárcel y con su marido sin los dientes principales y todo magullado en la enfermería de esta misma, y para rematarla era el mismo viejo que la estaba violando el causante del estado de su esposo.
Sin embargo para el viejo recluso y al contrario de lo que estaba sintiendo Lissette la situación para él era tremendamente caliente y lujuriosa, estaba disfrutando con su verga de los más íntimos encantos de una hermosa hembra casi en las narices de su marido, el solo sentirse en semejante situación le daban unas tremendas ganas de eyacular al interior de su vientre, además que ya a estas alturas sabía que aquella sabrosa pelirroja le seguiría ofreciendo placeres insospechados con todos los orificios que ella poseía en su cuerpo.
Al mismo tiempo en que el salido viejo seguía culeandola con firmeza y ahora mirándola a la pasividad de su rostro, también la besaba, se la comía y la absorbía por su boca como queriendo sacarle hasta la última gota de oxigeno que ella tuviera en sus pulmones. Con sus ojos cerrados y besándola asquerosamente se decía para el mismo que la pelirroja al igual que él también estaba dando muestras de sentirse muy cómoda con su verga al interior de su cuerpo, y aunque ella no se moviera como él lo deseaba el solo hecho de tenerla pasiva y entregada con sus bellas piernas abiertas en la posición del misionero permitiéndole entrar en ella todo lo que él quisiera de igual forma lo calentaban hasta la locura… era… era… toda una Diosa se decía mientras que con cara de desesperado no paraba de meterle la verga lo más adentro que pudiera, a la vez que se daba a decirle más peladeces por disfrute propio y también para no correrse antes de tiempo.
–Arrrrrrrrrggggghhhhh…!!!! qué rica está tu panocha perraaaaaaaa…!!! Sientelaaaaaaa…!!!!, te llego hasta el fondooooo…!!!! Te la comes entera y ni siquieras reclamasss, jajajaaaaaaaa…!!!! y eso que no te gustaba culearrr…!!!!! Jajajaaaaaa!!!!! Que diría tu marido si te viera como te enseñan a coger…!!!!! Jajajajaaaa…!!!!!
El viejo se la había acomodado sobre ella afianzándosela desde sus hombros para comenzar a cogérsela con la misma bravura en que lo estaba haciendo, pero también para que ella supiera que por ahora solo le pertenecía a él.
Tras 15 minutos de ardiente cogida Lissette escuchaba como el viejo recluso se burlaba de ella, de su situación y de su esposo, en algún rincón de su mente sabía que estaba haciendo muy mal, pero sin darse cuenta ella su conciencia también le mostraba ese otro estado tan misterioso y prohibido que le hacían acelerar los latidos de su corazón, era la nerviosidad de lo prohibido, del morbo, o mejor dicho de la calentura en su máxima expresión, –eso… eso… que le hacían era muy ricoooo…, -se decía ahora en su mente, lo que nunca había logrado Fernando hacer nacer ni sentir en ella, sumado a que las sensaciones se multiplicaban por cada estocada que le plantaba el vejete, lo colorina con esto último simplemente se entregó a aquellas desequilibradas y perversas emociones que la estaban haciendo sentir como una mujer plena.
–Massssssss…! M… Ma… Masssssssssss! Mas a… a… dentroooo…!, -le dijo por fin la hembra al malévolo recluso, mientras despaciosamente lo comenzaba a secundar con leves movimientos pélvicos y de cintura, aferrándose con sus brazos y manitas a las anchas espaldas del recluso, resistiendo en su cuerpo todo el peso de aquel corpulento maleante que había logrado calentarla.
El viejo con solo escucharla pedir más verga cayó en un estado total de insania lujuriosa y comenzó a premiarla con vigorosas aserruchadas a la vez que se daba a alabarla y animarla para que ella misma le pusiera más talento a la cogidota que ambos ya se comenzaban a dar.
–Así putaaaa…!!!! asiiiiii…!!!! Ves que te gustaaaa…!!?? Muévete mas ricooooo…!!!! Mas fuerteeeee…!!!!
–Oh… Ohhh… Ohhhhhhhh…! M… Mmmmmmmmm…! M… Ma… masss…! massssssss…! -emitía Lissette despacito y en forma entre cortada.
Desde los ojos cerrados de la pelirroja caían dos ríos de lagrimas hacia sus oídos, y esto se debía a la falta cometida por su cuerpo, como también a la excitación que sentía al estar entregándose a tan vil sujeto.
–Jajajajaaaaa…!!!! claro que te la seguiré metiendo zorra si aun no debe ser ni medio día, jajajaaaaaa…!!! te llenaré tu vientre de verga y de semennnnnnn…!!!! Ya verás en que buena puta te vas a convertir después de hoy… jajajajaaaa…!!!!
–R… r… r… ri… ri… coooo…!!!!, -gimió Lissette tras las palabrotas del vejete, ahora movía su pelvis en forma ondulante al mismo compás en que el viejo recluso seguía poniéndole firmes estocadas vergales en su ya jugosa vagina.
Don Octavio del Toro con solo escuchar las tímidas emisiones de los labios de la pelirroja casi lo hicieron correrse antes de lo que él deseaba, así que concentrándose y conteniéndose se dio a comenzar a cogérsela más suave, a estas alturas su verga estando al interior de la vagina de Lissette parecía de acero fundido por lo dura que la tenía, su vigorosa herramienta también estaba toda mojada y lubricada por los jugos que aquella Diosa de rojos cabellos le ofrecía.
El viejo recluso ahora se la cogía de una forma más serenada, disfrutaba metiéndosela y sacándosela haciendo con esto que desde la frágil vagina escurrieran una no menor cantidad de jugos íntimos que la lubricaban por cada vez que la verga ingresaba a su interior.
Don Octavio con cara de gozador mientras se daba a la faena copuladora sentía en cada centímetro de su herramienta unas arrebatadoras sensaciones de deleite jamás experimentadas sobre todo cuando caía en cuenta que la colorina se la comía entera, y que era ella solita ahora quien le exprimía la verga por cada vez que él se la dejaba ir toda, como así mismo era Lissette quien empezaba a acelerar los movimientos. Solo con esos dos detalles notados por el recluso este se dio a dar rienda suelta a todos sus bajos instintos que hasta ese momento había intentado controlar.
–Ohhhhhhhhhhhh…!!! putaaaaaaaaa…!!! mira nada mas como ya te muevessss…!!! Eso…!!! Esoooo…!!!! Apriétame bien la vergaaaa…!!!! Cometelaaaaa…!!!! Asi…!!!! asiiiiiiii…!!!!
–Ri… ricooooo…! ricooooo…!, -era todo lo que se atrevía a gemir Lissette justo en un oído del viejo al momento en que sentía la verga invadirla por completo, pero moviendo su cuerpo con entusiasmo de coito, sus caderas ya se azotaban contra el duro suelo de cemento, sus bellas piernas y muslos siseaban en el aire abriéndose y cerrándose aceleradamente pero lo justo y lo necesario, esto producto de sus propios movimientos y por las energías del macho que otra vez ya se la estaba cogiendo con ganas. Lamentablemente mientras se cometía el adulterio al interior de la asquerosa celda Fernando en su camilla de enfermo y en la enfermería del recinto carcelario pensaba en que podría estar haciendo su bella su esposa en aquellos momentos en la soledad de su hogar.
Pero solo a metros de donde estaba el pobre Fernando internado otra situación muy distinta a lo que él pensaba era la que estaba viviendo su esposa.
–Seeeeeeeeeeee zorraaaaaa!!!! A mí también me gusta estar culeandoteeeee…!!!! Tomaaaa…!!!! tomaaaaaa…!!!! tomaaaaaaa…!!!!, -le gritaba el enloquecido recluso en su misma cara mientras se dejaba caer con su ariete, en respuesta a lo que ella le gemía al oído, ensartándola y agasajándola hacia adelante por cada metida de verga que él hacía en forma furiosa.
Hasta que la excitada mente de Lissette ya no dio para mas, al estar siendo ensartada bestialmente al interior de una cárcel producto de una visita conyugal que ella misma pidió con un hombre que no era su marido, por vez primera desde su afiebrada y pelirroja conchita expulsaba un abundante chorro de jugos vaginales demandándole proyectar su vagina con energías desmedidas hacia arriba, es decir hacia la verga del viejo dejándosela pegada y totalmente ensartada ella sola por unos 15 segundos por lo menos que fue lo que duro el primer orgasmo de su vida.
El viejo estaba como loco, pero que bueno era coger con la colorina, así que notando al instante como era ella quien lo premiaba con sus jugos íntimos, se dio a seguir animándola:
–Y como que no sabías culear perra mal nacida…!!! Si te acabas de mear en mi misma verga… jajajjaaaa!!!
Pero Lissette no le contestaba nada solo se daba a jadear debajo de su cuerpo, su sistema nervioso le impedía poner atención a todo lo que le gritaba el vejete, y este una vez que comprobó que la mujer daba muestras de querer seguir cogiendo pasó sus manazas por debajo de sus espaldas y la subió hacia él, dejándola bien clavada a su cipote dejándola ensartada sobre su tranca, ahora con sus dos manazas puestas en su suave trasero deseaba sentir ver a ciencia cierta cómo ese espectacular cuerpo que poseía la muy desgraciada se movía con manteniéndola abrazada y encajada
Ahora mientras Lissette seguía meneándose en su regazo el vejete continuaba con sus leperadas.
–Si mira nada mas como estamos de mojados gracias a tu tibia panocha zorraaaa…!!!, jajajjaaaa…!!!, y efectivamente la hembra estaba totalmente humedecida desde su ombligo para abajo, y le tenía también toda mojada la panza al recluso, este continuaba con sus salidas, –Vamos admítelo zorraaaa…!! Confiésame que te corriste como una perra en levaaaaaaa…!!!!
A pesar de su estado Lissette pensaba apara sus adentros que ella no era ninguna perra, aun así seguía moviéndose empujando su panochita hacia arriba, y haciendo unos leves círculos de vez en cuando.
–Vamos putaaaaa…! Di que te gusta mi vergaaaa…!!, -pero ella no respondía a lo que le preguntaban, no quería admitirle al viejo que le había gustado que se la cogiera, pero aquellas soeces palabrotas si que la prendían, por lo que otra vez estando abrazada a sus espaldas comenzaba a menearse completamente empalada en los casi 30 centímetros de la grotesca herramienta del recluso.
–Ohhhhhh…!!! Ahhhhhh…!!! Ohhhhhh…!!!, -era lo único que obtenía por respuesta el viejo Octavio, pero él la había escuchado gemir y decir “ricooo” en sus oídos, o había escuchado mal?, se preguntaba a posterior, el asunto era que la pelirroja otra vez le estaba exprimiendo la verga en forma exquisita.
Y efectivamente Lissette inconscientemente entre gemidos y exclamaciones de calentura, mas con sus deliciosos movimientos corporales y con sus tetas aplastadas en su ancho pecho peludo le hacía saber al viejo que a ella le gustaba su verga, su fino y sudado rostro mientras ella movía su cuerpo era de pura excitación.
El viejo de igual forma estaba feliz, sintiendo en su verga todo el éxtasis que la hembra le proporcionaba con su acuosa conchita mientras ella solita se estaba culeando, y teniendo esas tremendas nalgotas a su entera disposición se recostó hacia atrás dejándosela montada, para él darse a sobárselas como también a marcarle el ritmo de la culeada que ahora Lissette por cuenta propia le mandaba con sus dos manitas apoyadas en su peluda panza, era su instinto de hembra quien le dictaba como debía hacerlo en esta nueva posición que el viejo recluso le enseñaba.
Ahora don Octavio se maravillaba con la hermosa visión que tenía ante su ardiente mirada, la colorina Lissette lo cabalgaba de una forma alucinante, sus preciosas tetas grandes y todo se acondicionaban perfectamente a su anatomía, estas se mecían en forma exquisita llamándolo para que él se las chupara, y eso era lo que hacía también el viejo, las tomaba a dos manos apretándoselas y proyectando el pezón a su bocota dándose a succionárselas.
Así estuvieron por otro buen rato, el viejo ya no daba más, quería correrse al interior de ella a como dé lugar, pero sabía que aun había más por explotar:
–Plaffffff!!!!!! Plaffffff…!!!!! Plafffffffff…!!!!!, -retumbaron las fuertes nalgadas que el viejo Octavio no se aguantó a propinarle con el único afán de que ella se moviera más rico de lo que estaba haciendo hasta ese momento.
–Culeame putaaa…!!! Culeameeeeee…!!!! Enséñame lo bien que mueves la concha una vez que te calientas zorraaaaa…!!!!! Vamos menéate mas fuerteeeeeeee…!!!! Revuélcate sobre mi vergaaaaaa…!!!!!, -y diciéndole esto último se dio a mandarle otra serie de fuertes nalgadas, a la vez que el mismo se las tomaba para levantarla y dejársela caer sobre su duro y bien parado fierro de carne, a la vez que alternaba con sonoras y fuertes palmadas,
–Plaffffff…!!!!!! –Plaffffff…!!!!!! –Plaffffff…!!!!!! –Plaffffff…!!!!!!
Y Lissette asustada y todo porque esta era la primera vez que un hombre osaba a limpiarse las manos en su cuerpo se dio a menearse más fuerte todavía, y no era por lo que demandaba el vejete simplemente a ella ya le gustaba la tontera, y le gustaba mucho, su trasero subía y bajaba rápidamente por las rugosidades aquella tranca, el viejo también le cooperaba impulsando su virilidad hacia arriba cuando la colorina venía bajando, ambos impactaban haciéndoles sentir muy rico, con esto vagina y verga parecían estar fusionados, como si de verdad ambos sexos se conocieran de toda la vida.
–Eso putaaa…!!!! eso es…!! así… así…!! Así…!! Así es como a mí me gusta cogerrrrrr…!!!!!, -le gritaba el recluso con sus garras clavadas en las carnes de sus brillosas caderas .
El rostro de Lissette en esos ardientes momentos era todo un poema, de sus ojos caían copiosas cantidades de lagrimas, pero esta vez las lagrimas no eran de remordimientos ni nada de eso, eran lagrimas de felicidad y de satisfacción, la pobrecita no se daba cuenta de los gruesos cordones de saliva que caían de la comisura de sus labios y luego escurriendo por su cara colgaban por su barbilla para terminar goteando a la cara del viejo que con la boca abierta se las recibía y se las iba tragando, mientras no paraba de meterle la verga lo más profundo que podía cuando la pelirroja se dejaba caer en el.
La escena era tan caliente como morbosa, ambos estaban en su límite, la gruesa verga entraba en forma apretada por aquellos ajustados labios vaginales debido al exagerado grosor de su circunferencia vergal, pero Lissette resistía como toda una hembra, las sensaciones para la pelirroja eran maravillosas en los momentos en que con su ranura de carne engullía la grotesca verga del presidiario, la sentía tan dura como si le estuviesen metiendo un grueso palo caliente.
El vejete por su parte y caliente hasta la locura sabía que ya le quedaba muy poco tiempo así que no perdió tiempo y nuevamente comenzó a accionar furiosamente hacia arriba a la misma vez que con sus brazos hacía que Lissette bajara hacia él para dejarla jadeando con su esbelto cuerpo adosado a su pecho y a su panza, la pelirroja quien seguía cogiendo en forma imperturbable no encontró mejor idea que comenzar a besarlo, al haber quedado con su carita muy cerca de la de él
El viejo quien se sentía enterrado hasta más no poder en el curvilíneo cuerpo de tan exquisita mujer recibió en forma maravillada el dulce beso con legua que le daban. Mientras se besaban y cogían en forma gradual los movimientos de ambos se comenzaron a hacer mas frenéticos y escandalosos, Lissette movía su cintura si como su vida dependiera de ello, sus colorines cabellos le tapaban y despejaban la cara por cada acelerado empujón que el viejo le daba por debajo de su cuerpo, mientras este mismo y a la misma velocidad de sus embates no se cansaba de bufar y resoplar gritándole,
–Ohhh… putaaaaa…!! Como me estrujas la vergaaaaaaa…!!! Ohhh… zorraaaaaa…!!!! Ohhh… perraaaaaa…!!!! Ssiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!!, -bufaba el viejo como un verdadero animal, pero el también quería escucharla gritar a ella:
–Gritaaaaa…!! gritaaaaa desgraciadaaaaa…!!!! gritaaaa bien fuerte zorraaaaaaaaaa…!!!! Grítame que te gusta que te cojannnnnnn…!!!!
Pero Lissette solo concentrada en la verga entrando y saliendo de su intimidad hecha agua solo gemía como desde hace rato lo estaba haciendo:
–Oooooohhhhhhh…!! Mmmmmmmm…!!! Ahhhhhhhhh…!!!
–Arrrrrggghhhhh… como me calientas nena…, y que bien me aprietas la verga con tu conchaaaa…!!! -Lissette lo escuchaba con su carita desfigurada por la calentura aguantando sus arremetidas, –Eres deliciosa zorraaaaa…!! si no estuviese preso te juro que me voy a vivir a tu casa para meterte la verfa a diario mientras el maricon de tu marido termina su condenaaaaa…!!!! Ohhhhh creo que me corrooooo…!!!!
Lissette sintió una fuerte clavada de verga por parte del viejo, notando en el acto que de todo el rato que llevaban manteniendo relaciones sexuales, esta fue la primera vez que no la trato de zorra o puta, le había dicho “nena” y por Dios que le gustó, y animada por unas energías que nunca supo de donde le nacieron cerró sus ojos y comenzó a moverse como una desenfrenada sobre su verga, esta era la forma en que ella creía que se lo agradecía, sus caderas y cintura comenzaron a moverse en forma desquiciante, la pelirroja quien retozaba ardientemente sobre al ancho pecho de su macho recluido sintió como aquella verga la estaba llevando a la gloria, mientras más fuerte se la clavaban hacia arriba ella más firme y rápido se movía hacia abajo secundándola, hasta que su sistema nervioso ya no respondió mas, al abrir sus ojos por efecto del segundo y mas fuerte orgasmo de su vida la bella Lissette hasta creyó estar viendo a Dios por lo exquisito que sentía en todos los poros de su cuerpo, simplemente la hembra sintió que explotaba del placer prohibido al sentirse solo un objeto de deseo para viejo delincuente privado de libertad.
Don Octavio del Toro veía como la hembra gemía y se movía en forma más agitada de cómo lo había estado haciendo en toda la culeada que se habían estado pegando, sintiendo el mismo como los nervios de la pelirroja se tensaban al máximo producto de la calentura y del orgasmo, y cuando le iba a plantar otra tanda de insultos y vulgaridades la ajustada vagina Lissette le apretó la verga de una forma más que exquisita invitándolo a que él se corriera junto con ella.
–Ohhhhhhhhh…!!! que rico apretón de conchaaaaaaa…!!! ahí te voy zorraaaaa…!!!! Creo que ya me corrooooooo…!!!!! Tomaaaaaaaa…!!!! Arghhhhhhhhhhhhh…!!!!! -gruño fuertemente el recluso cuando sintió que le salió expulsado de su verga el primer lecherazo de mocos calientes.
El viejo en sus últimos segundos de contención clavo sus garras en el suave y sudado culo de Lissette y como un verdadero animal embravecido se la clavo hacia abajo con empujando la verga hacia arriba, y ya estando enterrado en lo más profundo e intimo de la vagina de Lissette le soltó un fuerte y blanco cordón de semen que duró varios segundos en terminar de salir de su verga hasta que este se cortó para luego seguir escupiéndole otra buena cantidad de fuerte semen taurino.
Ese primer tsunami de espeso y blanco semen que salió de la gruesa verga del recluso se fue a depositar en lo más profundo del vientre de la bella Lissette, el cual fue secundado por otras 4 eyecciones del blanco líquido procreador de iguales características que el primero y seguido por otros cuantos que la hembra no dudo en ser ella misma quien le coopero exprimiéndoselos con su vagina, hasta que ya no teniendo nada más que ofrecerle a esa mujer pelirroja que había convertido en su mujer simplemente se desplomó en el suelo de cemento dejándosela clavada a su verga, ambos quedaron semi inconscientes.
Al rato fue Lissette quien al ver que el viejo estaba exhausto y con sus ojos cerrados, y al estar ella ya con sus 5 sentidos en forma medianamente normal se vistió lo más rápido que pudo y salió de la celda en la que se la acaban de coger en forma brutal.
Mientras caminaba nerviosa hacia la salida de la cárcel estando adolorida y con sus piernas temblorosas por el agotamiento físico la colorina Lissette no hallaba donde meterse ya que fueron muchas las personas que la vieron salir de las celdas en donde se ejercían las visitas conyugales, iba con su ropa mal trecha y hedionda a sexo, así al menos se sentía ella, y así era, entre esas miradas también estaban las del gitano y su grupo de amigos quienes no dejaron de mirarla en forma aborrecida hasta que ella se perdió en el tumulto de gentes.
Lissette acababa de salvar a su marido, por ahora.
-Siento decirle que vos no va a poder cogerse estos días de vacaciones – haciendo referencia al email que tenía en su pantalla – Ya dije que una de las dos debe estar siempre acá en la oficina para que no vuelva a suceder lo del año pasado. Me da igual cómo lo hagan ustedes, pero tal y como están ahora no puede ser. Además…
Montse escuchaba cómo su jefe argentino que la había estado puteando desde que ocupó su nuevo cargo hará ya dos años le soltaba una nueva retahíla de recriminaciones. Finalmente, con resignación y algo de reproche en su entonación, Montse acabó la conversación cuando su jefe hubo terminado:
-Está bien, ya veremos cómo lo arreglamos – Y se marchó del despacho con la misma sensación que había experimentado tantas otras veces.
Faltaban tres días para San Juan y Ricardo, como siempre, estaba expectante en el trabajo mirando cada 5 minutos el correo esperando recibir un nuevo email de su mejor amiga. Y, aunque esta vez se hizo de rogar, por fin la conversación se actualizó con un nuevo mensaje de Montse:
“Lo siento, estaba hablando con mi jefe! grrrr lo odio”
Ricardo se dispuso a contestarle rápidamente:
“Cómo!!!!? Pues nada de hacer caso a tu jefe!!!! Tus horas de trabajo debes dedicarlas a mí!!!!! grrrr” – le soltó en tono de broma, como siempre hacían, indicándole lo mucho que apreciaba esas conversaciones por email desde el trabajo.
“Jjejejejejejejeejejejejeje!!!!! Jijijijijij!! Qué mono eres!” – le contestó ella advirtiendo lo mucho que apreciaba a su amigo y aquellas simples insinuaciones que se regalaban – “Nos vemos en la verbena, no? tengo ganas de verte.”
Ricardo y Montse eran uno el mejor amigo del otro. Ambos tenían pareja y los 4 eran amigos. Sin embargo, hacía un año, ambos tuvieron un idilio que no llegó a mayores. Tenían tan buena relación que la confianza entre ambos era desmesurada y una inocente broma en forma de juego acabó en un más que morboso desenlace. Comenzaron, entre bromas, con conversaciones picantes que derivaron en un intercambio de fotos cada vez más subidito de tono. Y finalmente acabaron echando un polvo en la ducha de una casa rural que compartían con sus parejas y el resto de amigos.
Aquella experiencia fue un sueño para Ricardo y un desliz para Montse. No es que el primero deseara a su amiga ni que ella lo repudiara, pero sí es verdad que él se sentía atraído por la escultural amiga que tenía mientras que ella jamás habría caído si no hubiese sido por el morbo de los acontecimientos.
Además desde que pasó aquel encuentro el verano pasado ella se encargó de dejar bien claro que aquello había sido un hecho aislado que no volvería a suceder. Según ella las circunstancias habían provocado el calentón, pero de ninguna de las maneras aquello volvería a ocurrir. Por suerte, su relación de amistad no se había visto afectada y lo sucedido la había reforzado aún más si cabe.
“Oye, y qué te ha dicho tu jefe?
Y a mí me apetece entrar en un cuarto oscuro contigo!!!!! xD” – le bromeó en respuesta a las ganas que ella tenía de verlo.
“Pues resulta que como ahora ha vuelto de la baja no nos deja hacer las vacaciones que habíamos solicitado y nos había aceptado el nuevo jefe que lo sustituía. Dice que él no se puede quedar solo sin mi jefa y sin mí porque el año pasado fue un desastre ya que las demás no se enteran de nada.
Jajajaj!! Y tanto que querrías!!!! Jajajajajajajajajjaajjajaja, ya te lo digo yo que el que entraba conmigo ya no quería salir!!!! jajajajajajaj”
Y la conversación vía correo electrónico continuó:
“Bueno, en parte no está mal. Denota que te tiene en muy buena consideración, no? Y qué vais a hacer?
Ei! Que a ti también te entrarían ganas de quedarte… ;-P”
“Pues no sé, ahora tendré que hablarlo con mi jefa a ver qué hacemos. Sí, sí, me tiene consideración, pero tú ya sabes lo que este tío opina de mí.
Jajajajjaja, pues seguramente!! Tú has jugado alguna vez al cuarto oscuro?”
Ricardo no tuvo claro si esa última contestación iba en serio o no, pero en cualquier caso le gustó cómo sonaba.
“jajaja lo vuestro ha sido siempre una relación de amor-odio. Aún recuerdo el primer día, que me dijiste que estaba bueno!!! ;-P
No, no he jugado propiamente así nombrado. A mí cuarto oscuro me suena a los lugares específicos para liarse con cualquiera en algunos locales nocturnos.”
“A ver, es que el primer día que apareció, tan altivo y con ese acento argentino, pues sí que me dio una buena impresión, pero de ahí a que dijera que estaba bueno hay un trecho, eh!
Ummm…sí…correcto. Pero el cuarto oscuro propiamente es un cuarto (de alguna casa o local, etc.) donde se apagan las luces y no entra nada de luz. En teoría se echa a suertes con quién te toca, pero en mi caso siempre era el mismo. Una vez dentro…vas palpando, jejejejejejejejejeje. Era divertidísimo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! jijiji”
“Y ahora te acaba de reconocer que sin ti (ni tu jefa) la oficina se tambalea y no han sido pocas las veces que te ha reconocido el trabajo.
jajajaja y pq siempre con el mismo? Quiero decir… entiendo que quisieras que siempre fuera el mismo, pero pq las reglas eran diferentes para ti? o es que directamente no jugabas y te metías en el cuarto oscuro con el chico sin juegos de por medio?”
“Ricardo, te recuerdo que este tío me dijo que yo era una amenaza para él? Que no quería chicas inteligentes en su equipo y menos si eran guapas como yo porque le eclipsábamos. No me hagas recordarlo pq me pongo histérica!!!!
Pues porque de joven, joven, estaba con un chico. Fue mi primer amor. No lo recuerdo como el primer amor-amor porque era muy joven, pero por sentimientos y descubrimientos corporales, sí lo fue. Estuvimos ‘juntos’…pues toda la EGB, y claro, cuando jugábamos a estos juegos, sí o sí nos tocaba juntos. Aunque había otro chico más pequeño que yo que nos adorábamos mutuamente. Con este nunca me metí en un cuarto oscuro, pero me hubiese encantado!!!!!!!”
“Tienes razón, eso es de hijo de puta, pero por eso te digo que tenéis una relación de amor-odio. Unas veces te dice cosas como esa y otras te está felicitando por el buen trabajo.
Ay, Montse, creo te podría sacar unas cuantas historias que podrían acabar en relato ;-P Por cierto, leíste el que te recomendé?”
La confianza era tal entre ambos que Ricardo se había atrevido a confesar a Montse que leía relatos porno de internet. Esto no sería algo que esconder si no fuera porque a su amiga le parecía un tanto deleznable. Sin embargo, viniendo de Ricardo se lo tomó como algo curioso y le entraron ganas de leer alguno para saber cómo podía gustarle aquello a su amigo. Ricardo le recomendó ‘Noche descontrolada’.
Montse había recibido el relato hacía unas semanas, pero la falta de tiempo (sobre todo porque el que tenía lo compartía con su novio Ismael) le impedía leerlo.
“Es que si hago bien mi trabajo sólo faltaría que no me felicitara!!!! De todas formas no siempre lo ha hecho. ¿Te acuerdas de Portugal?
Jajajaja, ay si te contara. Si supieras te interesarían muchísimo. No es la cantidad de chicos, es la frecuencia!! Estaba enferma! Jajaja. Volvería a atrás….me lo he pasado muy bien, pero como esas cosquillitas en el estómago…ningunas!
Me he leído una parte y… bien, bien! buena introducción……quiero leer la parte en que Merche le pone los cuernos a Roberto con Damián….jijiji”
“Sí, ya me acuerdo del marrón en el que te metió, le salvaste la papeleta y encima te metió bronca por no sé qué tontería. Vaya tela de tío…
Puedes contármelas cuando quieras. No tiene pq ser ahora, seguro que saldrán las ocasiones ;-P Y sobre las cosquillitas, hay cosas que vives en la juventud que se pierden simplemente por el hecho de ya haberlas experimentado. Cada edad tiene sus cosas, algunas peores, otras mejores…
Espero que no te defrauden mucho los acontecimientos ;-P”
“Y cuando me echó la bronca por el tío aquel que llamó preguntando por él que hasta mi jefa tuvo que saltar para defenderme… ya no quiero hablar más de este impresentable!!! grrrr grrrr
Sí…así es. Pero no hay nada como cuando eres joven y empiezas a descubrir todo……..volvería a ese momento.
No creo, de momento me gusta mucho. Consigue que me imagine la situación perfectamente. Pobre Roberto…
Me pirooooo”
Como siempre, llegaba la hora en la que se terminaba la conversación para Ricardo puesto que Montse salía del trabajo antes que él. Y, como siempre, se quedaba con las ganas de continuar. Además esta vez no dejaban de rondarle cosas por la cabeza. El comentario del cuarto oscuro le recordaba su affaire del año pasado con su mejor amiga. ¡Qué grato recuerdo! ¿Tal vez podría llegar a repetirse? Eso unido a lo de los cosquilleos, la confesión sobre la frecuencia con lo que lo hacía siendo joven… parecía insinuar que tal vez no pasaba su mejor momento con Ismael. Por último se imaginó a su amiga leyendo el relato porno y sintiendo cosas que él había sentido al leerlo. ¿Tal vez se tocaría? Se lo llegó a preguntar, pero ella le dijo que no creía que leer le provocara nada. Y así, con estos pensamientos, Ricardo terminó su jornada y se fue a casa.
Montse ya no se acordaba que tenía pendiente leer el relato que su amigo le había recomendado. Le entraron ganas y pensó cuándo podría hacerlo. Teniendo en cuenta que al día siguiente tendría que encargarse de los preparativos para la verbena y no podría leerlo pensó en enviárselo al trabajo y, si tenía un hueco, aprovechar ya que no quería hacerlo en presencia de Ismael. No tenía ganas de tener que explicarle por qué estaba leyendo aquello.
“Acabo de terminar el relato. Es posible que pudiera tocarme. FYI” – comenzó Montse la nueva conversación vía correo electrónico al día siguiente.
El tono serio descolocó a Ricardo. Lo decía de verdad, ¿no? Quiso ser prudente:
“De momento sólo voy a decir que estaría encantado de que lo hicieras.
Y… lo has leído en el trabajo?”
Montse se sinceró:
“Pues de no haber estado aquí, hubiese sido así!!!
Sip, no me he podido reprimir. Teniendo en cuenta que hoy tengo que ir a comprar lo de la verbena, tampoco hubiese podido, así que…”
Ricardo no se lo podía creer. Se imaginó a su amiga excitada leyendo el relato que tan cachondo le había puesto a él y… se la imaginó leyéndolo a solas en casa donde se podría haber masturbado… y, como siempre, fue sincero:
“jajaja sabes qué? Te confieso que acabo de tener una erección sólo de imaginarlo ;-P”
“Jajajajjajajajjajajajja!!!! Me meo!!!” – le contestó ella divertida.
La conversación parecía decaer y era lo último que Ricardo quería así que siguió con el tema:
“Bueno, hay que decir que el próximo debes leerlo en casa sí o sí, aunque siempre puedes releerlo o simplemente recordarlo ;-P
Por cierto, gracias por tu sinceridad!
Puedo hacer preguntas?”
Montse, aún con los efectos provocados por la lectura, no pudo evitar, aunque temerosa de hacerlo vía correo del trabajo, la necesidad de dar más información a su amigo.
“Si!!!!
Pues si te cuento la verdad, flipas!! Pero por aquí no puedo.
Si.”
Increíble. Ricardo no podía creer que su amiga estuviera insinuando que volvería a leer este u otro relato y que se masturbaría mientras lo hacía. Sin embargo, optó nuevamente por la prudencia puesto que la repuesta era algo ambigua:
“Bueno, pues ya hablaremos en persona, aunque eso siempre es muuuuuuuuuy difícil” – haciendo referencia a que siempre estaban rodeados de sus respectivas parejas y el resto de amigos – “mmmm ahora no sé si preguntar sin tener toda la información…”
Montse se estaba debatiendo entre lo que quería y lo que debía. Estaba deseosa de contarle a su amigo lo que había pasado, pero no se acababa de atrever. Y le contestó con la mayor picardía que pudo:
“Ya……pero a parte….te lo tendría que decir en el oído y no sé si me atreveré! No puedes imaginártelo?”
Ricardo estaba flipando y empezaba a disfrutar mucho más de lo que se esperaba con la conversación.
“Montse que yo tengo mucha imaginación…
Tú tranquila, que nos metemos en un cuarto oscuro y me cuentas lo que quieras ;-P”
Montse, divertida, se desató sin perder la cordura:
“Pues eso, pero sin manos.
Jajajajjajajajaj!! Poco hablaríamos!”
¡No puede ser! Montse siempre había rehuido y desdeñado todo lo que tuviera que ver con el porno y ahora parecía estar confesando haberse corrido sin tan sólo tocarse leyendo un relato. Y no sólo eso sino que además volvía a insinuar que podría volver a repetirse lo que ya hicieran un año antes.
“Joder, tía, que no puedo levantarme de la silla, en serio.
Lo estás diciendo en serio? Es todo un honor.”
“Jajajaja. Te lo juro.” – le contestó ella. Y antes de que él lo hiciera, ella volvió a enviar otro email para aclarar su respuesta:
“Te juro las dos cosas. La primera que es cierta, y la segunda también.”
En este momento la excitación de Ricardo era desmesurada. Su amiga lo había puesto como una moto. Pero él no era el único que estaba cachondo y Montse envió un tercer email seguido:
“Te juro que la consecuencia de tu relato ha sido esa, y que si nos metiéramos en un cuarto oscuro poco hablaríamos, también.”
Con las pulsaciones a mil por hora Ricardo contestó a los 3 mails seguidos sin perder la prudencia en ningún caso, esperando ver la reacción de su amiga:
“mmmm es una sensación agridulce. De verdad me alegran muchísimo tus palabras, pero me jode no poder disfrutar de ello. Qué vamos a hacerle! ;-P
Me gustaría poder hablar sobre el relato y tus sensaciones al respecto… todo lo que estés dispuesta a abrirte, nunca mejor dicho jejeje”
A Montse el calentón debido al relato porno aún le duraba y, sin duda, en ese momento rememoraría con gusto el encuentro del verano pasado con su mejor amigo. Pero como él dejaba entrever, no podía ser.
“Ya………..si…pienso lo mismo.
Jajajjajaja!! No he necesitado abrirme.”
Ella no quería ser tan explícita, pero ya se había desatado.
Ricardo, por su propio bien, decidió ignorar la primera parte del último email y quiso salir de dudas:
“jajajaja pero te has corrido o simplemente has lubricado?”
“Lo primero.” – contestó ella con evidente timidez al mismo tiempo que se quitaba un peso de encima al confesar que había tenido un orgasmo leyendo los acontecimientos del relato porno que su amigo le había recomendado.
A él le pasaron muchas cosas por la cabeza. Lo primero que pensó fue en las evidentes ganas que ambos tenían de acostarse juntos, pero tuvo claro que ni Ismael ni Noe, su novia, se lo merecían nuevamente. Pensó en lo que su amiga le había contado y se imaginó cómo debían estar sus bragas, cómo habría recibido la corrida de Montse y se le ocurrió la mejor forma de aprovechar la situación teniendo asumido que no podría pasar nada entre su amiga y él como ella misma le dejó bien claro la última y única vez que habían follado.
“Yo creo que podrías regalarme las bragas, no? No hace falta que las laves ;-P”
Era la hora de plegar, así que Montse envió el último correo:
“Jajajajaj!! Eres Torrente!!!!
Y basta ya!! Como me echen por esto me vas a pagar tú lo que me tocaría en el paro!”
Ricardo no pudo evitar sentir una cierta decepción ante aquellas palabras. Ella se había tomado a broma lo de la ropa interior y sintió que se perdía la posibilidad de aprovechar la oportunidad. Y la última frase lo dejaba claro. Entre la decepción y el calentón, le entró un bajón:
“Me has dejado con 0 ganas de trabajar… igual me echan a mí antes!!!!!”
No pasó mucho rato cuando el móvil de Ricardo comenzó a sonar. Era ella. El corazón volvió a latir con fuerza.
-Buenas…
-Hola…
Los segundos de silencio fueron realmente incómodos. Fue ella quien habló entre risas nerviosas:
-Vaya tela con el relato Ricardo…
A él le costaba entenderla, la evidente excitación se hacía notar en su voz.
-Veo que te ha gustado, ¡eh! – le dijo nervioso.
La risa de Montse parecía extraña al mezclarse con la respiración entrecortada debido al calentón.
-Bueno… es que… – por primera vez en años Montse y Ricardo se sintieron incómodos hablando el uno con el otro, parecían 2 extraños sin saber qué decirse. Y es que aunque ella no dijo nada más, esperaba que él se insinuara. Pero muy a su pesar las palabras de su mejor amigo fueron muy distintas a lo que deseada oír.
-Oye, aquí se oye todo, no puedo hablar mucho – haciendo referencia a las oficinas en las que trabajaba. Y aunque era cierto, Ricardo lo utilizó como excusa para no decirle a su mejor amiga todo lo que sentía, las ganas que tenía de proponerle lo que, sin saber, ambos deseaban. Pero no tuvo valor.
-Bueno, te llamo porque me he quedado preocupada por los mails. ¡Es que como los controlen van a flipar!
Él se rió sin ganas e intentó tranquilizarla:
-No te preocupes por los mails. Nadie va a leerlos. Como mucho podrían saber que lo utilizas por motivos personales, cosa que haces habitualmente, – sonrió – pero en ningún caso pueden acceder al contenido. Así que tranquila.
-Bueno… no sé si me tranquiliza, la verdad. Desde que tengo al argentino como jefe no me fío de nada. A veces tengo la impresión de que me controla mediante cámara, o por el PC, ¡o incluso que me lee la mente! – exageró para reforzar la idea.
Aunque ninguno de los dos lo deseaba, finalmente se despidieron cortando la conversación. Ella se marchó hacia casa aún con las consecuencias de lo que el relato le había provocado. Por su parte, él volvió al trabajo aunque no hizo nada en lo que quedaba de jornada. Únicamente pensaba en lo que había ocurrido y se marchó media hora antes para hacerse una paja recordando los acontecimientos antes de que Noe regresara.
En la víspera de San Juan Ricardo quiso tranquilizar a Montse tras las palabras que ella le soltó por teléfono el día anterior. Le envió un nuevo email:
“No te preocupes por los mails de ayer, eh! Como te dije nadie te los va a mirar, pero aunque entraran a tu correo no pueden echarte por eso ya que estarían vulnerando tu derecho a la intimidad. Así que tranquila, vale? Y perdona que no te lo dijera por teléfono cuando me llamaste, pero es que esto es una sala enorme y a mí, que no sé hablar bajo jeje, se me oye demasiado ;-P”
Ella, más calmada, le contestó:
“Ah!! Tranquilo!! Ya me lo pensé que se te oiría. Uy nene, es que fueron pocos pero intensos!!! Y me dio un mal rollo después…!!! Ya sé que no pueden leerlo pero igual sí pueden mirar el número de correos….y si creen que eso es un ‘motivo’ para filtrarlos y leerlos….pues imagínate!!!!!!!!!!!”
Ricardo se sinceró, temeroso de no volver a repetir la experiencia vivida el día antes:
“Y tan intensos! Buf… Pero continuaremos nuestras conversaciones fuera del horario de trabajo? jijiji”
“Jajajajajajja!!!! Podemos seguir con ellas pero bajando el nivel que esto parecía cibersexo!!!”
Montse había disfrutado de lo sucedido tanto como su amigo, pero evidentemente, rebajados los efectos del relato, se dispuso a calmar un poco los ánimos sin cortar completamente la situación de raíz. Sin embargo, Ricardo, sin querer forzar la situación, estaba deseoso de volver a revivirla:
“jejeje no llegamos a tener cibersexo, pero… el nivel lo marcas tú ;-P Es que se quedaron cosas en el tintero, así que cuando quieras reanudamos. Por cierto, si me lo permites, de lo de ayer sale un pedazo de relato, eh!”
“Jajajajaj!! y tanto! Lo saco hasta yo!!!!!!!!!!!!!!!!” – bromeó la chica.
Viendo que su amiga no estaba por la labor, no quiso forzar más y se contentó con conseguir la promesa de volver a hablarlo más adelante.
“jejeje exagerada!!!! Bueno, pues dejo aquí el tema y espero a reanudarlo cuando me digas.”
“Jajajaj!! No qué va!! Y si te lo contara daba para un relato aún mejor! Y luego cuando salí de aquí aún tenía la cosilla….. jajajajajaj!!!!
Pues cuando se me pase el remordimiento! Jejejeje”
Ricardo pensó que su amiga lo estaba torturando. Cuando se había hecho a la idea de dejar el tema, ella le salía con ese email.
“No me lo pones fácil para dejar el tema jejeje y no te voy a decir lo que vuelven a provocarme tus palabras ;-P Joder… Joder…! Qué rabia!
De todas formas me apunto esto para hablarlo cuando se te pase ;-P Y si te resulta más cómodo que saque yo el tema…”
Montse decidió zanjar definitivamente el tema y pensó que no contestar era la mejor forma de hacerlo. Sin embargo, un par de horas después, antes de plegar, Ricardo envió un nuevo correo electrónico:
“No creo que pueda esperar a que me cuentes todo lo que pasó con pelos y señales ;-P”
“Es que no voy a contártelo!! Te dije que imaginaras y que eso que imaginabas era lo que era” – Montse pensó que, ahora sí, debía cortar aquello, mas no quiso ser demasiado brusca – “Pero no voy a describírtelo, quieres que no te vuelva a mirar a la cara nunca jamás??”
La intranquilidad de Ricardo aumentó de golpe al ver la contestación de su amiga. Era evidente que Montse, más calmada que tras la lectura del relato, estaba perdiendo interés en el tema. No obstante intentó pensar positivamente y no darlo todo por perdido:
“Cómo!!!! Oh, my god!!! Montse… después de lo que me has dicho en el último mail hace un par de horas aprox. te aseguro que me muero de ganas de que me lo cuentes. De hecho pensaba sacar el tema más adelante cuando se hubiera enfriado el asunto, pero precisamente por eso… si se te ha pasado me lo explicarás con menos… ¿pasión? jijiji Bueno, como quieras, por supuesto, pero estaría encantado de poder comentarlo contigo ;-P”
A Montse le hizo gracia la reacción de su amigo y prefirió escurrir el bulto antes que ser demasiado borde:
“Jajaja, oh my god!! Jajaja. Tampoco te he dicho nada, no? sólo que me había gustado muchíiiisimo! Jejejeje”
Ricardo, con la inquietud de lo sucedido durante la conversación telefónica quiso apretar las tuercas a su amiga:
“Qué significa que al salir aún tenías la cosilla…? ;-P Al salir me llamaste y te aseguro que si no fueras la novia del Ismael ni yo el novio de la Noe… jejeje”
“Pues significa eso. Jajajaja!!!! Ya………” – Montse volvió a evidenciar que, en otras circunstancias, habría repetido infidelidad gustosamente y no ocultó las ganas de repetir la experiencia lectora – “Cuándo me vas a pasar otro relato?”
“Me guardo la pregunta ;-P” – jugó con avidez – “jajajajaja primero tendrás que contarme lo que pasó con el primero ;-P Ahora no tengo claro cuál deberías leer visto lo visto. ¿Qué te apetece?”
Ella replicó con picardía:
“Tengo curiosidad! ;P
Pues…me llama la atención un gang bang de esos de los que me has hablado alguna vez pero me da igual.
Nos vemos esta tarde-noche!!!! Déu me piro vampiro!”
Ricardo sonrió. Era evidente que Montse había descubierto un nuevo mundo por explorar y lo demostraba el hecho de interesarse por un género que conoció cuando su mejor amigo le explicó en lo que consistía demostrando al instante un total desinterés rechazándolo argumentando lo poco excitante e incómodo que le parecía.
Ese mismo día por la noche era la verbena de San Juan y lo celebraron en casa de Ismael y Montse. Además de Ricardo y Noe también estaban invitadas las otras 2 parejas que formaban el grupo de amigos, César y Luisa por un lado y Esteban y Maribel por otro.
Como casi siempre los primeros en llegar fueron Ricardo y su chica. Él volvió a rememorar incertidumbres pasadas en las que, como esa noche de San Juan, no sabía cómo iba a reaccionar su mejor amiga. Pero el hecho de ya haber vivido situaciones similares le impulsó a pensar que no debía preocuparse.
Sin embargo, esta vez Montse no le recibiría tan efusivamente como antaño, marcando claramente que no quería dar importancia a lo sucedido. Así, ni siquiera salió de la cocina a saludar, un simple ‘hola’ fue todo lo que ofreció. Ni besos, ni abrazo, ni tan solo una mirada.
La noche transcurrió con normalidad. Durante la cena hubo bromas y conversaciones como las ocurridas en cualquier otra verbena. Cuando la cena finalizó la gente comenzó a dispersarse en diferentes grupos y Montse, junto a Ricardo y Maribel, se quedó a recoger la mesa.
-Voy al baño – les dijo Montse en mitad de la tarea.
-¿Necesitas ayuda? – le bromeó su amiga.
-Podéis mirar si queréis – bromeó desde el cuarto de baño.
Ricardo y Maribel se miraron divertidos y él pensó que posiblemente a ninguno de los dos les importaría ver desnudo el precioso cuerpo de su común amiga.
-Si no llega a estar Maribel te aseguro que te hubiese mirado mear gustosamente – le susurró con sigilo a su amiga cuando volvió del baño. Ella se rió.
Esas palabras parecieron desinhibir a ambos que a partir de entonces se comportaron más como habitualmente. Sentados todos alrededor de la mesa charlando y bebiendo, Ricardo y Montse estaban uno al lado del otro dedicándose el tiempo mutuamente. Tras la conversación inicial pasaron a las bromas y acabaron metiéndose el uno con el otro amistosamente.
Ella, descalza, había colocado uno de sus modélicos pies sobre la mesa para que él se lo recriminara jovialmente. Se enzarzaron en una amistosa discusión que derivó en una amigable disputa física en la que ella aprovechó para tocar con el pie desnudo a su amigo sabiendo lo que Ricardo odiaba que le tocaran con los pies. Entre risas, absurdas recriminaciones y divertidas disputas Ricardo cogió un trozo de fruta de una de las cocas de San Juan y la pasó por el dedo gordo del pie de su amiga para luego ofrecérselo como broma que ella rechazó tirando la fruta al suelo.
-Recógelo – le pidió ella ante las miradas divertidas del resto de amigos.
Y ante la negativa de su amigo no tuvo más remedio que agacharse bajo la mesa para recogerla ella misma. Pero al hacerlo no se percató que el gesto parecía otra cosa.
-¡Ei, pero Montse! ¿Qué haces? – le recriminó en tono de broma Ismael haciendo ver que su chica se agachaba a hacerle una mamada a su amigo. Todos rieron divertidos y Montse reaccionó rápido levantándose entre risas.
-Ya ves que me he apartado rápido, ¡eh! – le dijo jocosamente Montse a su mejor amigo, el cual tuvo la impresión de que se estaba justificando.
-Anda, ya la recojo yo – dijo Ricardo y se agachó bajo la mesa.
Al hacerlo observó el pie desnudo de su amiga que ahora estaba en el suelo y no pudo evitar acariciarlo demostrando que los pies de ella no eran como los de los demás.
Fue un gesto rápido e inesperado. Cuando Ricardo le tocó el pie que minutos antes había repudiado, Montse sintió cosquillas en el estómago y, aunque le hubiera gustado recriminarle el gesto, no pudo evitar sonreír.
Esta vez fue en la despedida cuando Ricardo fue recompensado por Montse con el abrazo que él tanto anhelaba. Montse rodeó con fuerza a su amigo regalándole su cuerpo. Aunque duró pocos segundos Ricardo volvió a disfrutar del contacto con los pechos de su amiga que se aplastaron contra su pectoral pudiendo sentir su agradable tacto y su considerable tamaño. Ricardo recordó su tórrido encuentro bajo la ducha como si no hubiera pasado prácticamente un año. Ella lo besó con fuerza en la mejilla dejando claro lo mucho que sentía por su amigo. Él, desarmado y sin fuerzas por lo mucho que aquello le gustaba, no pudo más que acariciarle la espalda débilmente dejando que fuera ella la que acercara su cuerpo casi violentamente.
Montse no quiso mirar a su amigo y se contentó pensando que no tendría noticias suyas hasta dentro de unos días puesto que ella e Ismael aprovecharían el día festivo y el fin de semana para marcharse fuera. Le vendría bien para desconectar y para que a Ricardo se le calmaran un poco las evidentes intenciones.
Ricardo no se atrevió a mirarla, pero nada más separarse de su cuerpo maldijo no poder saber de ella hasta pasados 4 días. Contaría los segundos.
Y pasados 4 días Ricardo tenía tantas o más ganas de seguir la conversación pendiente con su amiga. Envió el primer email de la semana haciendo la pregunta por la que su amiga había sentido curiosidad:
“Si no me respondes a esto sinceramente, no seguiré con este rollito ;-P” – amenazó sintiendo que aquel juego no era muy sano – “Te pongo en situación. Esto viene a raíz de que me dijeras que cuando saliste del trabajo aún tenías la cosilla. Entiendo que eso significa que aún te duraba el calentón debido a la excitación de leer el relato. Mi pregunta es si te masturbaste una vez llegaste a casa” – quiso saber antes de preguntar los motivos concretos que la habían excitado y en qué o quién había pensado si es que se había masturbado una vez estuvo en casa – “No es tan heavy, no? :-O jeje” – quiso quitar importancia a la pregunta.
Sin embargo, habían pasado 4 días, más que suficiente como para que Montse tuviera olvidado el tema y hubiera perdido interés en el mismo sobretodo porque, ahora sí, el morbo de lo sucedido con el relato había desaparecido completamente.
“Jajajaj, no hay respuesta a esa pregunta. Y se acabó el tema!!!!”
Ricardo se temía que aquello sucediera, pero se lo tomó con resignación. Estaba convencido que si la conversación hubiera seguido tras la noche de San Juan ella habría contestado aunque se hubiera hecho de rogar. Pero tenía claro que ahora se le habían pasado los efectos del calentón y aquella respuesta era la consecuencia.
“Ok” – respondió zanjando el tema y quedándose con las ganas de saber exactamente qué parte o qué cosas del relato habían provocado aquello en su amiga. Supuso casi seguro que Montse se habría masturbado al llegar a casa (igual que hizo él) y le quedó la duda de si lo hizo pensando en un personaje del relato, en los acontecimientos que se relataban o en los que sucedieron posteriores a la lectura, en alguna persona o situación ajena a todo aquello o cualquier otra cosa que se pudiera imaginar.
-Veo que finalmente vos mantiene las vacaciones y es la otra la que ha cambiado sus días…
Montse estaba nuevamente en el despacho de su odioso jefe escuchando la sarta de superficialidades que acostumbraba a soltarle. Estaba casi dejando de escuchar cuando oyó:
-… ¿se masturbó vos al llegar a la casa? – le preguntó su jefe con toda la parsimonia y cinismo que pudo.
-¡¿Cómo?! Disculpe… – reaccionó ella torpemente sin creerse lo que había escuchado.
-Me quedé intrigado con la pregunta que le hizo su amigo… – le dijo sin perder un ápice de su actitud, sin levantar la vista de los papeles que aparentaba ordenar sobre su mesa.
Montse empezó a encontrarse mal. Sus peores pesadillas se hacían realidad. Habían accedido a sus conversaciones con Ricardo y, más concretamente, a las que describían lo que había sucedido la semana pasada. Se quería morir, pero antes se preocupó y mucho por su puesto de trabajo, por lo que aquello podía suponer. Y tampoco obvió la vergüenza de que se supiera algo tan íntimo, ni la repulsa por ser su jefe quién lo descubriera.
Román se levantó lentamente de su asiento mirando por primera vez a los ojos de su empleada y con una extraña sonrisa marcada en su rostro.
-Así que vos cree que soy un impresentable… – y la sonrió con desprecio. – Mira, acá tengo impresos todos los correos que se ha estado enviando con vuestro amiguito…
-Román…
-¡Che, no me interrumpa! Déjeme ser impresentable sin molestar, estese calladita. ¿Cuántos correos se han enviado ustedes? ¿Cientos? ¿Miles? El email del trabajo no está para cosas personales. Y esto – alzando los papeles – es más que suficiente para echarla a la calle…
-No puede hacer eso – el temperamento de Montse surgió a relucir – No tiene derecho a mirar mis mails personales. Es un abuso de la intimidad y…
-Che, tranquila… simplemente le estoy poniendo en situación, relájese, mina y déjeme acabar. Como digo, esto está lleno de correos personales que podría utilizar para su despido, pero no lo voy a hacer ya que los últimos me han dejado intrigado y he pensado que podría deshacerme de esto – volviendo a levantar el montón de hojas – a cambio de que me explique algunas dudas que me han surgido.
Montse no se podía creer lo que estaba escuchando. Si no lo había entendido mal su jefe la estaba chantajeando para hacer la vista gorda a cambio de que le explicara lo que no había querido explicar a Ricardo. Estaba claro que no iba a pasar por ahí. Si no se lo había explicado a su adorable mejor amigo en ningún caso se lo iba a contar a su despreciable jefe.
-Y bien, ¿vos te masturbaste al llegar a la casa? – volvió a preguntarle ahora tuteándola por primera vez.
-Lo siento, pero no creo que debamos estar hablando sobre esto – intentó la vía diplomática.
-Mira, te lo pondré fácil. Yo no soy tan ingenuo como el amigo boludo ese que tienes. Está claro lo que hiciste al llegar a la casa. ¡Vamos, mina! Si manchaste la bombacha sin que te tocaran…
-Perdone, no creo que eso sea de su incumbencia – le cortó completamente histérica.
No sabía cómo reaccionar, por dónde encauzar la conversación para salir del atolladero. Tenía claro que su jefe no conseguiría su propósito a pesar de pensar que podía ser una buena salida contarle lo que quisiera para evitar males mayores, pero cuando el energúmeno empezó a tutearla aún sintió mayor desprecio que llegó a cotas desorbitadas cuando empezó a ser soez.
-Tal vez haya alguien de arriba que piense que esto sí es de su incumbencia – y volvió a mostrar los emails impresos a la chica.
-Es un farol – Montse estaba decidida a no dejarse amilanar – No creo que a los de arriba les haga gracia saber cómo controlas a tus empleados – y decidió tutearle para ponerse a su nivel.
-Bien, me gusta que nos tuteemos – le dijo con una maliciosa sonrisa mientras se volvía hacía su mesa y cogía el teléfono – ¿Señor Martínez?… Sí… Quer… – Montse alargó su dedo índice sobre el interruptor del teléfono fijo para colgar la llamada.
-¿Qué quieres saber? – le preguntó completamente vejada.
Román soltó una carcajada triunfal y la escudriñó con la mirada antes de hablar.
-¿Te parecí lindo cuando me viste por primera vez? – preguntó retóricamente – Puedo encontrar el correo en el que se lo dices al tal Ricardo – añadió antes de que ella le replicara.
Montse recordó la primera impresión que tuvo de su actual jefe y sí, a pesar de su avanzada edad, pensó que estaba bueno. Y de hecho, si no tuviera tanto sentimiento negativo hacia él lo seguiría pensando. Román era un hombre elegante, alto, moreno con algunas canas que le daban un toque interesante. No se podía negar que era atractivo. Incluso el acento argentino le pareció muy sensual al principio. Sin embargo, ahora odiaba el idioma y a todos los argentinos y, sin duda, era culpa de su jefe.
-¡Señor! De eso hace ya mucho tiempo… – le respondió quitándole hierro al asunto.
-Puedes empezar confirmando que vos te tocaste al llegar a la casa si quieres – le soltó con desdén, sin darle mayor importancia.
-Sí, está claro que me masturbé. Ya lo has dicho tú mismo antes.
Román volvió a sonreír y prosiguió:
-¿En qué pensaste? – y antes de que contestara cogió el teléfono en un amago de hacer una llamada mientras en el rostro se le dibujaba la mayor de las sonrisas ladinas.
-Román… – sintió un escalofrío y no tuvo otra que contestar con resignación – pensé en mi amigo y en las insinuaciones que nos regalamos tras lo que me pasó leyendo el relato…
Montse comenzó a recordar cómo se había tocado bajo la ducha imaginando que su amigo se hubiera atrevido a correr en su búsqueda tras la conversación telefónica para rememorar el morboso encuentro del año pasado. Si bien Ricardo seguía sin despertar los deseos de Montse sí lo hacía el morbo que a ambos les rodeaba. Durante esa ducha, ella se masturbó dos veces seguidas, la segunda recordando los acontecimientos del relato, pero prefirió sacar ese tema lo menos posible y no se lo dijo a Román.
Sin embargo, el recuerdo hizo mella en la chica. Aquellos pensamientos empezaban a volver a calentarla y comenzó a sentir un cierto cosquilleo que quiso ignorar a toda costa.
Román se reía satisfecho. Y, en la victoria, quiso ser cruel con el derrotado:
-¿Qué pensaría Ricardito si se enterara que vos me has contado lo que a él le has negado? – Y soltó una malévola carcajada que dolió enormemente a la chica – Dime, ¿y qué es lo que tanto te gustó del relato? ¿Qué es lo que te provocó la calentura? ¿En qué momento acabaste?
Román parecía disfrutar con aquello enormemente y ella se sentía cada vez más ultrajada. Le carcomía ver a su jefe disfrutando con su vejación, algo que seguramente estuvo deseando durante los dos últimos años. No quería seguir con aquello y menos tras oír las preguntas que tanto se temía.
-No lo recuerdo, fue todo muy rápido… – intentó disuadirle.
-Si vos lo prefieres podemos releerlo, tengo por acá el relato – y volvió a mostrar esa escalofriante sonrisa mientras se dirigía a uno de los cajones de su escritorio – Acá está, noche descontrolada.
Sólo oír el nombre, saber que aquel relato estaba ahí tan cercano y a punto de ser leído para evocar las sensaciones que le provocó, subió unos cuantos grados la temperatura corporal de Montse. Pero aún estaba suficientemente serena como para saber que aquella no era la mejor forma de rememorar aquel momento.
-A ver, simplemente me gustó como estaban descritos los acontecimientos.
Pero Román la ignoró y comenzó a leer mientras Montse, sentada en frente de su escritorio, le escuchaba:
-Era la primera vez que Roberto iba al pueblo de su novia. Sentía una mezcla de sentimientos puesto que sabía lo importante que era ese mundo para ella y deseaba por fin poder formar parte de aquello y no cagarla en el intento (…) Roberto, al escuchar a Damián se levantó del suelo. Estaba avergonzado porque lo viera en aquella situación, pero al mismo tiempo se alegró enormemente de su llegada. ¿Qué habría pasado si no hubiera aparecido? No quería ni pensarlo. (…) Cuando por fin la atendieron decidió apartarse de ella. Merche se giró instintivamente y lo miró. Parecía rabiosa, seguramente estaba disfrutando la situación tanto como maldiciéndola. Aquello le puso más cachondo si cabe y notó que la polla empezaba a dolerle. Miró a la camarera y pensó cuál estaba más buena. (…)
A estas alturas Montse se estaba temiendo lo peor. Si bien la primera vez en este punto de la historia no había sentido nada, ahora sí que empezaba a sentirlo sabiendo lo que pronto llegaría. Y su cuerpo reaccionó acorde a ello. Sus pezones empezaban a dolerle y agradeció que su jefe no levantara la vista de la lectura porque su cara debía ser un poema.
-(…) Empezó a desabrocharse los botones del pantalón. ¿Se iba a sacar el pito? No podía ser… no podía imaginar que en unos momentos iba a ver aquello… se moría de ganas. (…)
Y tal y como relataba la historia, en este punto, Montse se moría de ganas de ver aquella polla y se la imaginó en su mente. Fue cuando empezó a lubricar la primera vez y, ahora, cuando se le escapó un ligero gemido que no pasó inadvertido para su avispado lector que la ignoró y simplemente acompañó al relato desabrochándose el pantalón y sacándose la polla morcillona.
A Montse casi le da un vuelco el corazón. Si sus pulsaciones ya estaban disparadas recordando las sensaciones del relato casi sintió un pinchazo al ver la cacho polla de su jefe colgando frente a ella. No pudo reprimir los instintos y se quedó mirando la verga. Ya no necesitaba imaginar y no pensó que la diferencia entre imaginación y realidad fuera tan placentera.
La excitación de Montse era evidente y no pasó desapercibida para su jefe que continuó con la lectura:
-(…) Le agarró la polla y empezó a masturbarle. Notó como aquello se hinchaba aún más y notó las venas marcándose a fuego bajo su mano. (…)
Román contaba con que en aquel momento de la historia ella hubiera entrado al trapo y cumpliera la fantasía de imitar en la realidad los actos relatados por la imaginación de un perturbado que tanto placer le habían dado. Sin embargo, ella no parecía dispuesta a dejarse sucumbir.
Montse estaba excitadísima y deseaba seguir escuchando nuevamente aquella historia. Y precisamente ese deseo le ayudaba a no caer en las garras de ese cabrón argentino.
-(…) Cuando empezó a sentir primero el enorme glande abriéndose paso por su interior seguido del duro hierro que la llenaba por completo, Merche sintió que no tardaría en llegar al orgasmo. (…)
-Aquí fue cuando me corrí – le confesó Montse ya completamente sumisa.
Román había ganado la batalla y ambos lo sabían. Dejó de leer y se dirigió a su empleada:
-Así que mientras vuestras compañeras trabajaban, los informáticos arreglaban los problemas o yo te pedía que me hicieras un informe, vos estabas leyendo esto, con la respiración entrecortada, sudores fríos, los pezones parados… una calentura tal, que acabaste viniéndote en el tanga sin que nadie te tocara – le recriminó.
Montse le escuchaba y parecía estar describiendo su actual situación. Y encima, el muy soberbio, le estaba echando la bronca con aquel pedazo de polla desafiándola. Necesitaba salir de allí ya.
-Escucha, Román, ya tienes lo que querías. Te he resuelto las dudas. ¿Puedo irme?
-Vos podrás irte – le respondió mientras se acercaba a su presa – si no soy capaz de demostrar – continuó situándose, de pie, a la espalda de Montse que continuaba sentada – la cachondez que llevas encima.
Y antes de que ella pudiera responder continuó mientras le acariciaba los hombros:
–Pero tendrás que darme cancha… – le pidió mientras bajaba lentamente por los brazos con toda la parsimonia que pudo.
Era evidente que estaba cachonda, pero Montse no pudo imaginar cómo su jefe pensaba demostrarlo. Ahora estaba dejándose masajear por él y le costaba renunciar a aquellas placenteras caricias. Sin embargo cuando el argentino le palpó el vientre pensó que era demasiado y, con mucha fuerza de voluntad, sacó la valentía para cortarle, momento en el que Román la desarmó.
El argentino estaba magreando a Montse y la empleada que tanto le odiaba parecía dejarse hacer. Estaba a punto de llegar a su objetivo mientras palpaba el plano estómago de la atractiva mujer. Siempre la había tratado como una mierda, pero las ganas de follársela desde que la conoció nunca habían desaparecido y ahora tenida la oportunidad de conseguirlo. Antes de que ella se molestara por el magreo agarró la tela del pantalón y la braga de la chica y las separó liberando todo el calor que se había acumulado en esa zona. Un intenso olor a sexo inundó la habitación.
-Acá está la demostración – le indicó triunfante al observar la cantidad de hilillos viscosos que empapaban el tanga e inundaban los pelos del pubis de Montse que había lubricado como nunca escuchando el relato en boca de su odiado jefe argentino.
Montse se avergonzó al ser descubierta de esa forma. La cantidad de líquido vaginal que se había acumulado en su sexo era desmesurado y aquel fuerte olor que arañaba el olfato era desagradable. Él soltó las prendas que volvieron a su posición rozándole el coño y provocándole un enorme placer. Su jefe se colocó a su lado, con aquel semblante sonriente y triunfal que tanto la sacaban de sus casillas y aquel pollón casi erecto pidiendo guerra. Ya no tenía nada que perder y le agarró la polla deseando sentir todo el placer que Merche había sentido en su imaginación.
No tardó en notar las venas de aquel enorme falo a punto de reventar y deseó sentirlas con la lengua. Los 21 centímetros de su jefe eran mucho más que los 15 de Ismael y los escasos 13 de Ricardo. Ella había estado con muchos chicos pero ninguno de ellos llegaba a tales dimensiones con lo que le costó acostumbrarse a abrir tanto la boca para recibir toda la carne argentina. Pero en ningún caso le hizo ascos.
Mientras Montse le mamaba la polla, Román se fue desnudando. Primero se bajó completamente los pantalones y los calzoncillos y luego se quitó la corbata para comenzar a desabotonarse la camisa. Montse aprovechó para alzar un brazo y masajear primero y luego casi arañar las duras abdominales de su jefe que para estar cerca de los 50 años se mantenía muy, pero muy bien.
-Mina, déjame ver ese lindo cuerpo.
Ella se apartó de él y deseosa de recibir placer le hizo caso quitándose la camiseta y desabrochándose el sostén que liberó sus turgentes pechos ligeramente pecosos. Román alargó una mano y los sobó con maestría. Montse se derretía de placer con cada magreo.
-Estás rebuena, déjame ver el resto.
-Román… – ella sabía lo que había allí abajo y se avergonzó nuevamente.
-Che, histérica, ¡no calientes la pava! – y la agarró de las piernas con brusquedad arrastrándola hacia sí.
Ella intentó forcejear sin éxito mientras él le desabrochaba y bajaba el pantalón. El tanga de Montse estaba completamente empapado y ella se apresuró a taparse completamente avergonzada. Él le abrió las piernas colocando cada una de ellas a su alrededor y con una mano apartó las de la chica con firmeza mientras con la otra pasaba el dedo índice por encima de la húmeda tela. El sonido del chapoteo fue inconfundible, pero se perdió bajo los gemidos incontrolados de Montse.
Cuando Román retiró la tela hacia el costado volvió a sentir el intenso olor que la excitación de la chica desprendía. Los viejos jugos blancos ya viscosos se confundían con los incipientes flujos más cristalinos que se deslizaban desde los labios de la chica hasta los muslos de la misma. Aquella amalgama de fluidos excitó más si cabe al hombre que se agachó para comerse todo aquello.
Montse nunca había estado tan cachonda. Ni los cuartos oscuros de su juventud, ni las morbosas fotos de Ricardo pasando por la encomiable resistencia de Ismael. Aquella lengua argentina del tío que más la había jodido en los últimos años de su vida la estaba transportando al séptimo cielo. Todo el calentón acumulado surgía ahora para recibir el placer que aquel desgraciado le estaba regalando.
Y se corrió como lo hiciera sin que nada ni nadie la tocara la semana pasada mientras leía el relato o las 2 veces seguidas que se masturbó bajo la ducha nada más llegar a casa, primero pensando en Ricardo y luego rememorando lo sucedido en el trabajo.
-Sos maravillosa – la piropeó y sin darle tiempo a recomponerse la insertó con brusquedad utilizando dos de sus dedos que, una vez en su interior, se doblaron buscando el placer de la empleada.
Montse tuvo que reprimir las ganas de gritar de placer si no quería que toda la oficina se enterara de lo que allí estaba pasando. Y un nuevo orgasmo le sobrevino. Mientras su cuerpo aún se convulsionaba debido a la corrida vio como su jefe sacaba algo del cajón y se lo acercaba a la polla. Un condón. Montse entró en conflicto. ¿Quería que su despreciable jefe se la follara? Evidentemente no. Pero por otro lado nunca antes había sentido tanto placer, al igual que la inexistente Merche. Ahora bien, ese enorme placer ya le había dado dos orgasmos con lo que ya estaba servida. Sin embargo, recordó su juventud y la frecuencia con la que le gustaba hacerlo y eso la convenció para dejarse follar por aquel maldito hijo de puta.
-Espera, ven aquí – le dijo a su jefe mientras se incorporaba de la silla interrumpiendo el acto de colocación del preservativo.
Montse le arrebató el látex de la mano y se lo llevo a su experimentada boca. Se inclinó hacia la tiesa polla de su superior y le colocó el condón con una sorprendente pericia a pesar de no estar acostumbrada a manejarse con semejantes tamaños.
Mientras Román se la follaba en la posición del misionero se le ocurrió una cosa.
-Mina, por ahí he leído en uno de los correos que tienes problemas para ir al baño… – la sorprendió.
¡¿Qué?! ¿A qué venía eso? se preguntó Montse pensando que estaba completamente fuera de lugar. Pero en seguida lo comprendió.
-Tal vez tengas un tapón… ¿vos te gustaría que intentara sacarlo? – le indicó perspicazmente.
Ella no pudo evitar reírse. El muy idiota había tenido gracia. Montse tenía problemas para cagar regularmente y, tras leerlo en alguno de los emails personales que había enviado a Ricardo, se le había ocurrido esa ingeniosa forma de pedirle sexo anal.
-Yo nunca… – le confesó con timidez, pero estaba dispuesta a que le diera por el culo. Irónicamente, es lo que llevaba años haciendo.
-Vos estate tranquila que yo tengo de todo.
Román sacó unos cuantos artilugios de su mesa: vaselina, lubricante, unas bolas chinas y una especie de consolador negro chiquitito. ¡Joder! El tío estaba preparado y Montse se imaginó a cuántas se habría cepillado sin que ella se enterase. Y pensó que no era de extrañar con lo bueno que estaba y lo tan buen amante que era. Sólo de pensarlo se mojó aún más.
Ella se agachó poniendo el culo en pompa para dejar que él tuviera todo el acceso que necesitara. Román comenzó con suavidad a acariciar la zona. Ella se estaba deshaciendo deseosa de recibir aquellas incursiones sutilmente incrementales. Román roció la zona con el lubricante para poder introducir lentamente sus dedos por el ano de la chica e ir dilatando la zona. Cuando el dedo ya había explorado su interior trasero utilizó el consolador: fino en la punta y que ganaba tamaño hasta llegar a algo más de un par de centímetros y medio al final. Cuando Montse estuvo preparada, Román se untó la polla en vaselina y se dirigió al estrecho agujero.
Montse sintió que su trasero se desgarraba cuando el glande argentino pidió paso. A pesar de haberse habituado bastante bien a los dedos de su amante primero y al consolador después, aquel glande era demasiado abultado. Apretó la cara contra el cojín que corría por el despacho y se imaginó cuántas lo habrían mordido antes que ella. Ese pensamiento la excitó aún más justo en el momento en el que el glande se introducía por completo en su culo haciéndola desvanecerse en una oleada de placer culminada en una nueva corrida.
Cuando su superior se cansó de reventarle el culo le pidió que volviera a chupársela. Ella ya no estaba para negarse a nada y mientras se la lamía pensó en lo que ese macho le estaba dando. La había hecho recordar la frecuencia con la que había tenido orgasmos en su juventud, había provocado una situación tanto o más morbosa que la que provocó Ricardo y, sin duda, era más resistente que su novio. Aquel cabrón lo tenía todo. Por suerte, los espasmos de su jefe cortaron esos crueles pensamientos.
Román apartó a Montse en cuanto notó la inminente corrida para agarrarse la polla con una mano y masturbarse apuntando hacia la cara de su empleada a quién sujetó del pelo con la otra mano para que no pudiera rehuir de la corrida.
Cuando Montse se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar quiso zafarse, pero su superior la había agarrado del cabello y no tenía forma de escapar sin evitar un fuerte tirón de pelo así que asumió lo que iba a pasar y, a pesar de jamás haber recibido una corrida en la cara, abrió la boca para probar el dulce de leche.
Cuando Román vio cómo la chica abría la boca no pudo aguantar más y se corrió con fuerza soltando largos chorros de semen todos directos al rostro de Montse quien los recibió con cierto desconcierto al principio y placer al final.
La cara de la chica quedó pintada de blanco y el poco semen que se le introdujo en la boca lo expulsó como pudo deslizándose por la comisura de sus labios y barbilla para quedar ahí colgando hasta que su jefe le ofreció un pañuelo con el que limpiarse.
-A partir de ahora – soltó Román mientras se arreglaban – borrón y cuenta nueva. ¿Está de acuerdo? – volvió a tratarla de usted.
-¿Ya no hay emails personales? – preguntó queriendo saber si se desharía de toda prueba que pudiera servir para despedirla.
-Vos nunca ha enviado correos personales ni acá nunca ha sucedido esto – haciendo referencia al extraordinario polvo que acababan de pegar.
Ambos estuvieron de acuerdo así que Montse se marchó del despacho pensando en lo sucedido. Era la segunda vez que era infiel a Ismael, pero si hace un año fue con el tío más adorable de la tierra, Ricardo, esta vez había sido con el mayor cabronazo que existía, su jefe. Eso sí, el placer que este último le había dado no tenía comparación con nada que hubiera experimentado hasta ahora. Si entonces pudo vivir con ello sin problemas, ahora no debería ser más difícil pensando que simplemente el placer recibido era más justificación que hacerle un favor a su mejor amigo. Únicamente se quedó con la sensación de traición a su amigo. Si Ricardo se enterara que aquello que le había negado a explicarle se había convertido en el mejor polvo de su vida con el tío que más odiaba, la mataría. Así que lo que acababa de suceder quedó para siempre en el olvido.
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mi novia le gusta mostrar su culito. (5)
Luego de la aventura de mi novia con mi jefe y mis compañeros de oficina, mi vida se ha convertido en un verdadero caos. Las cargadas en el trabajo, las inevitables proposiciones de empleados de otra sección y aguantar al viejo calenton de mi jefe que todos los días me hace recordar como gozaba Marcela mientras le rompia el culo, están haciendo que mis dias en la oficina sean interminables. Lo peor de todo es que no puedo tomar la decisión de dejar a mi novia, porque cada vez que lo intento, recuerdo los momentos vividos y me excito de tal manera que tengo que masturbarme para poder calmarme.
A todo esto se suma que Marcela cada vez esta mas puta. Ahora cada vez que hacemos el amor se calienta imaginando que soy otro y me llama Leonardo, Sergio, Ruben, etc y me pide que le rompa la cola como se la partieron ellos. Cuando yo acabo, a ella no le alcanza y sigue metiendose los dedos en el culo como desenfrenada pidiendome que le consiga otra pija. Así acaba varias veces y se tranquiliza, me pide perdón por las cosas que dijo y se duerme.
Así transcurre mi vida y por lo tanto como sigo con ella hoy voy a contarles lo que nos paso hace poco.
Hace unos días al levantarme y como todos los días lo hago, intente bajar los mail que recibo de todos ustedes y me encontré que estaba sin servidor. Tengo el sistema de Cablemoden por lo que después de varios intentos inútiles de que funcionara, llamé al servicio técnico, en el cual me respondieron que no había ningún problema en la zona, por lo que tenían que mandar un técnico a domicilio para chequear cual era el inconveniente. Arreglamos que el día Miércoles a las 19 Hs. pasarían por mi casa.
Fue así que ese día pedí salir del trabajo mas temprano y me quedé en casa esperándolo. Estaba solo porque Marcela había ido al gimnasio y no regresaría hasta las 21 Hs.
Puntualmente tocan la puerta y al abrir me encuentro con dos tipos de aproximadamente 40 años morochos y bien fornidos. Me muestran las credenciales de la empresa, los hago pasar y les indico donde está la computadora. Les explique cual era el problema mientras uno de ellos revisaba los cables y el otro encendía la PC. Les ofrecí algo de tomar lo cual aceptaron, así que los deje solos un momento y me dirigí a la cocina. Cuando volvía con las gaseosas y mientras me acercaba a la habitación escuchaba risas cosa que no le di importancia. Cuando abrí la puerta e ingrese me encontré a los dos sentados frente al monitor contemplando una foto de espaldas y en tanga de Marcela. Ver a esos dos negros como se baboseaban con la cola de Marcela me excito terriblemente. Al verme disimularon y cerraron la foto. Yo quería ir mas allá, más aún sabiendo que Marcela no llegaría hasta las 21, y que a esa hora los técnicos ya no estarían. así que decidí empezar el juego.-
– ¿Les gusta esa foto?, les pregunté.
– La verdad que tiene un culito bárbaro, me contestó uno de ellos.
– Esta para comérselo todo, dijo el otro.
– Es mi mujer, les dije.
Los dos se miraron y no sabían donde meterse.
– Perdón señor, no sabíamos. Dijeron casi a duo.
– No hay problema muchachos, no tenían por que saber. Además a ella le encanta que le miren la cola y como a mi no me molesta está todo bien. Abran de nuevo la foto y mírenla tranquilos.
No podían creer lo que escuchaban. Me miraron, abrieron la foto y la maximizaron.
– ¿No tiene una cola preciosa?, pregunté.
– La verdad que si, contestó uno, notándose en su voz que ya se estaba calentando.
– ¿En serio que le gusta mostrar el culo?, me preguntó.
– Así es, esta foto esta en internet y le mandan muchos mail por día, le respondí.
El otro miraba la foto y se tocaba la entrepierna. Yo a esta altura tenía una erección que no podía disimular.
– ¿Y donde esta su señora ahora?
– En el gimnasio, va a volver tarde.
– Es una lástima, me gustaría conocer ese culito personalmente, me dijo algo tímido, quizás esperando una mala reacción mía.
Yo estando seguro que Marcela no aparecería, seguí con el jueguito.
– Si estuviera acá se los mostraría con todo gusto, les dije. Es más, me encantaría verlos como se lo admiran, continué.
– ¿No tiene mas fotos?
– Si claro, no las tenemos escaneadas, pero ahora se las traigo.
Me dirigí hacia el dormitorio y enseguida regresé con un álbun con muchas fotos de Marcela mostrándose en tanguita y con el culito al aire.
Cuando las empezaron a ver se les notaba que explotaban de la calentura, pasaban una por una y se reían nerviosamente mientras se tocaban la entrepierna.
– ¿Puedo llevársela a mis dos compañeros que están afuera para que las vean?, me preguntó uno.
– No, las fotos no salen de acá. Llámelos y que vengan a mirarlas aquí, le respondí.
De inmediato tomo su radio y le pidió a sus colegas que vinieran al departamento.
Al minuto tocaron a la puerta. Yo fui a recibirlos y los guié a donde estaban los otros.
Yo estaba excitadisimo. Ver a los cuatro mirando desesperadamente las fotos de mi novia mostrando la cola me ponía a mil.
De pronto, escucho la puerta de calle, y veo que entra Marcela. Había regresado antes de tiempo. Voy enseguida a su encuentro para evitar que ingresara en la habitación donde estaban los técnicos y ella, que me habrá visto la cara de desesperación que traía, me preguntó sorprendida que pasaba.
La lleve a la cocina y le conté lo que había hecho y le sugerí que se fuera por un rato hasta que los técnicos se marcharan.
Enseguida note que la situación en vez de molestarla la había excitado ya que las dos primeras preguntas que me hizo fueron cuantos técnicos eran y que habían dicho de las fotos. Le respondí que eran cuatro y que se notaba que las fotos los habían calentado muchísimo. Ella me dio un beso y me metió la mano en la entrepierna y me dijo:
– Veo que vos también estas muy caliente.
– ¿No tenés ganas que me vean personalmente y que me deseen?, continuó.
La verdad que solo imaginar a esos cuatro tipos admirar a mi novia me ponía a full.
Se sacó la campera, quedando vestida solamente con una remerita blanca muy ajustada y unas calzas rojas de gimnasia, que mostraba su culito redondito y paradito.
– Vamos, presentámelos, me dijo.
Entramos a la habitación y al ver que venía con mi mujer no les daban las manos para esconder las fotos.
– Les presento a mi señora, les dije.
– Mucho gusto, dijeron casi al unísono.
– Hola, dijo Marcela.
– Por las fotos no se preocupen. Mi marido ya me contó todo y no me molesta que las vean, continuó.
– Ya su marido nos dijo que le gusta mostrarse, dijo uno.
– La verdad que tiene un culo precioso, dijo otro.
– Muchas gracias, ¿cuál fue la foto que mas le gustó?, preguntó Marcela.
– Esta, dijo uno, mostrando una foto donde se la ve a Marcela parada apoyada contra una pared vestida solamente con una tanguita negra metida bien adentro y sacando la cola para afuera.
– Esa me la saco mi marido en nuestro dormitorio.
– Muéstrenos donde, pidió el mas grandote.
– Pasen por acá, dijo Marcela, dirijiéndose a nuestra habitación.
Cuando entramos todos al dormitorio, Marcela se paró en el lugar de la foto y en la misma pose.
Los cuatro tipos se sentaron en la cama, mientras yo me quede parado a un costado para no taparles la espectacular vista que les estaba dando mi novia.
– Saque el culo mas para afuera como lo tiene en la foto, casi le ordenó uno de ellos.
– ¿Así está bien? Preguntó Marcela que había abierto un poco de piernas y arqueado la espalda, parando bien la cola.
– Así esta bárbaro. ¿Me presta la cámara de fotos para sacarle unas fotos yo?, preguntó.
– Mi amor, ¿lo dejas al señor que me fotografie la colita?
De la calentura que tenía ya no podía hablar, así que asentí, mientras sacaba la cámara del placard y se la entregaba a uno de los tipos.
Se paro atrás de mi novia y comenzó a fotografiarla, mientras los otros se sacaban los bolseguies y se recostaron en nuestra cama, masajendose la entrepierna.
A Marcela esto que le estuviera sacando fotos un extraño la había puesto como loca de la calentura. Se notaba en la expresión de su cara y en la forma que se contorsionaba.
– Así putita mostranos bien ese culito, le decía uno.
– Mostranos esa carita de puta, decía otro.
El tipo le seguía sacando fotos cada vez de mas cerca. Esto ponía cada vez mas caliente a Marcela, que en un momento dado metió los dedos en los costados de la calza y la bajó un poco, hasta mostrar el inicio de la raya del culo.
– Mire como la puta de su señora nos quiere mostrar la tanguita, me dijo el que estaba con las fotos, ¿a usted no le molesta no?
– Si ella quiere esta bien, conteste con el poco aliento que tenía.
– A ver putita de mierda bajate las calzas que tu marido te deja.
Marcela se paro derecha, apoyó su mejilla derecha en la pared y tiró de la calza para abajo dejando al descubierto una tanguita disminuta color blanca que apenas le cubría un triangulito en la parte de arriba.
– Uy Dios que culo, exclamó uno que estaba en la cama y comenzó a sacarse los pantalones.
Los otros lo siguieron, mientras no se perdían detalle.
El que estaba con las fotos no paraba de sacar. Le indicaba a Marcela como quería que se pusiera y esta obedecía al instante. La puso de costado, un poco agachada, le hacía poner un dedo en la boca, un dedo en la rajita del culo. Los otros tres estaban con sus tremendos penes erectos y masturbandose.
– Ahora puta nos vas a mostrar ese lindo agujerito que tenés, así que sacate toda la ropa que lo queremos ver, le ordenó el de las fotos, dejando la cámara a un costado y sacandose los pantalones se acostó también en la cama.
Marcela se saco las zapatillas, las calzas, el top y quedo solo con la tanga y las medias blancas de gimnasia
Los miraba con cara de puta, sacaba la lengua y se la pasaba por los labios y jugaba con que se bajaba la tanga, lo hacia hasta la mitad y la volvía a subir enterrandosela dentro del culo. Esto los ponía como loco a los tipos que casi ya estaban todos desnudos en la cama.
De repente uno no aguanto más, se paró y se apoyo en la espalda de Marcela, y mientras la traía hacia él agarrándola de las tetas le refregaba la pija por todo el culo.
– ¿Te gustan las pijas grande puta?, ¿las querés todas adentro eh?
Marcela no contestaba, solo acercaba el culo a ese pedazo de pija y gemia.
– Date vuelta perra, mira que lindas pijas tenemos para vos, le dijo uno que estaba acostado.
Inmediatamente el que la tenia apoyada la dio vuelta y le metió la lengua en la boca mientras le agarraba el culo con las dos manos abriéndoselo bien y dándole una excelente vista a los que estaban en la cama.
– ¿Comete esta pija putita? Le ordenó, a lo que Marcela respondió rapidamente metiéndose tremendo pedazo de carne casi por completo en la boca, mientras movía la colita a los otros.
Uno de ellos se paró y corriéndole la tanguita le metió la lengua en el oyito, a lo que mi novia respondió con un gemido que pronto se convirtió en la primera acabada.
Mientras los otros se pajeaban freneticamente, el que le estaba comiendo la cola se incorporó y acomodando su pedazo en el agujerito del culo de mi novia lo penetró hasta el fondo.
No puedo explicarles con palabras como se retorcía mi novia con ese pedazo de pija en su colita. Pedía más y más.
– Que abierto que tenés el culo putita, se ve que te tragaste varias pijas, le decia mientras le bombeaba sin parar.
El que le estaba dando de comer por la boca la agarró de los pelos y le giró la cabeza a los que estaban pajendose en la cama y le dijo:
– Mirá que lindas pijas te están esperando, subí a la cama y comételas a las dos, son todas tuyas putita.
Marcela casi pego un salto y subió a la cama como desesperada y se metió la pija de uno de los tipos en la boca mientras el otro le metía dos dedos en el culo que ya a esta altura estaba bien dilatado.
Mientras los que estaban parados subieron también a la cama y la manoseaban por todos lados. Uno me miraba a mi mientras me hacia flor de paja y me decía:
– ¿Te gusta como la partimos a tu señora? Mira como le gusta a la muy trola.
Uno por uno le fueron dando por el culo. Marcela lo único que hacía era gemir y acabar.
– Ahora te vas a tragar la leche de los cuatro, le ordenó uno.
Los tipos se tiraron en la cama y marcela se metió la pija de uno en la boca mientras los otros esperaban su turno.
Así uno a uno se trago el semen de todos hasta la ultima gota. Quedó exhauta tirada boca abajo en la cama mientras los tipos se vestian. Yo ya había acabado varias veces por lo que me tiré a lado de ella a esperar que los tipos se fueran.
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¿Estás de coña?
No tuve que verbalizarlo, pues Ernesto me conocía lo suficientemente bien como para poder leerme la mente. Mejor dicho, el semblante, pues no pude evitar abrir los ojos como platos y mirarlo interrogativamente.
-¿A quién más se lo puedo pedir si no es a ti?
Conocí a mi mejor amigo en plena adolescencia. Compartíamos alineación titular en el equipo que me fichó como delantero centro en categoría cadete. En aquella época jugábamos un 4-4-2, que se convertía en 4-5-1 según la necesidad de reforzar el medio campo ante equipos más potentes. Ernesto era el segundo delantero en el primer sistema, o el enganche en el segundo, pieza clave pues técnicamente era espléndido además de poseer una visión de juego que me permitía hincharme a marcar goles.
Como muestra, un botón. Le llamábamos Laudrup. Por su elegancia acompañando al balón, por sus pases entre líneas que cruzaban defensas experimentadas que me dejaban solo ante el portero rival, pero sobre todo por su parecido físico con el danés, pues también es rubio además de atractivo.
Ahí surgió una entente, una relación cada vez más estrecha que se tornó franca amistad los ocho años que compartimos escuadra. La universidad y las primeras responsabilidades laborales fueron diezmando el equipo del que acabamos saliendo pues no dejaba de ser un hobby adolescente.
La competición federada quedó atrás pero aún hoy seguimos jugando juntos en un equipo amateur de fútbol 7 en ligas de adultos, que nos sirven para desconectar de una vida demasiado estresante en lo profesional, muy limitada en su caso en lo personal.
El deporte no era nuestra única actividad juntos. Nos habíamos convertido en amigos inseparables, salíamos algún fin de semana solos o con otros compañeros del fútbol o de estudios y en su compañía descubrí el mundo de la noche, las chicas, y maduré al mismo ritmo que lo hacía él.
Hasta que conoció a Angie.
Contábamos ya con 25 años cuando me confesó que se había enamorado de una compañera de trabajo. Después de varios años marcando muescas en nuestros respectivos revólveres, una joven muy guapa, elegante e inteligente lo había cazado. La frase no era mía pero la suscribo al 100%.
Ninguno de los dos habíamos tenido aún una relación seria con una chica. A mí no me apetecía, quince años después sigo sin haber tenido ninguna con suficiente profundidad para considerarla como tal, y Ernesto parecía responder al mismo patrón. Pero aquella joven abogada de larga melena oscura y ojos azules lo embriagó ofreciéndole una felicidad por la que siempre los he felicitado, a ambos.
Curiosamente, o no tanto pues la experiencia me ha demostrado que es más habitual de lo que debería, las dos personas más próximas a mi amigo no cuajaron entre sí.
Además de guapa e inteligente, virtudes innegables en la chica, Angie atesoraba un carácter fuerte, algo que también me agrada en una mujer, que la dotaba de un perfil dominante, mandón, que no casaba conmigo. Ernesto estaba encantado con ella, así que viendo feliz a mi amigo, yo también me sentía feliz por él, pero nuestra soterrada animadversión, alejó a mi compañero de fatigas de mi lado, por lo que tuvimos poca relación hasta que montamos el equipo de fútbol nocturno.
Nunca tuve ningún problema con ella, tampoco ella lo tuvo conmigo, pero las pocas veces que me invitaron a cenar o algunas salidas conjuntas, tres o cuatro al principio de su relación, me dejaron claro que Angie me veía más como una amenaza que como a un amigo.
Era obvio que ideológicamente no pensábamos igual, pues era una mujer de mentalidad conservadora, sobre todo por lo que a las relaciones de pareja se refiere, pues ella no comprendía cómo había chicas dispuestas a acostarse conmigo, o con cualquiera, la primera noche, sin visos de continuidad o de entablar algo más sólido que una ración de sexo sin compromiso.
Fui el padrino de bodas de Ernesto, dónde leí una dedicatoria mucho más suave de lo que hubiera querido, pues no quise problemas con ella ni con su familia, rancia hasta decir basta. Los visité en la maternidad horas después de los dos partos, el segundo de gemelos, les felicité la Navidad cada año, compré juguetes para los tres críos, y venían ambos siempre a mi fiesta de cumpleaños, un evento que organiza mi hermana puntualmente cada septiembre, pero mi relación con ella nunca pasó de cuatro frases tópicas.
Así que ahora estábamos sentados en el bar en que tomábamos la cerveza post partido, ya solos, pues el resto del equipo se había ido retirando después de lamentar la tunda que nos habían pegado un grupo de críos de poco más de veinte años.
Sin ser habitual que nos quedáramos solos para tomarnos la segunda, últimamente lo habíamos hecho varias veces. Y ahora comprendía por qué. También explicaba su extraño comportamiento conmigo, nervioso, y su errático desempeño sobre el campo, pues llevaba semanas sin dar pie con bola, nunca mejor dicho.
Accedí a la petición de Ernesto. Los amigos están para eso, echar una mano cuando los necesitas. Pero no las tenía todas conmigo.
***
Era sábado. Habían dejado a los niños con los suegros, pues la madre de Ernesto vivía su viudez a más de 100 km de distancia, para tomarse un fin de semana de relax en un hotel de playa con spa. Me habían invitado a cenar con ellos pero rechacé la propuesta. Preferí llegar acabados los postres para tomarnos juntos una copa.
Angie estaba espléndida, como siempre, con un vestido de noche de una sola pieza, oscuro con reflejos brillantes, entallado a su poderosa figura. También la noté nerviosa. Pero el que estaba taquicárdico era mi amigo, ansioso por emprender una aventura desconocida.
Tomamos la copa en el bar del hotel, gin tonics para ellos, un bourbon con hielo para mí, mientras la mujer ponía las cartas sobre la mesa.
-Te agradecemos mucho que hayas venido pues confiamos en ti lo suficiente para pedirte que nos ayudes en esta… -No supo calificarlo. Sabéis que podéis confiar en mí, tercié. –Sí, de eso se trata, de confianza. Sobra decir que nada de lo que ocurra hoy aquí debe salir de aquí. Ernesto lleva tiempo fantaseando con ello y yo lo quiero tanto que estoy dispuesta a hacerlo. Pero quiero que tengas claro que se trata de una sola vez y que nosotros pondremos los límites.
Nosotros era un eufemismo de yo, lógico pues era ella la que se prestaba a un juego demandado por su marido. Asentí, confirmando que mi nivel de compromiso era el mismo que el suyo, a la vez que comprendía perfectamente que el evento empezaría y acabaría cuándo y cómo ellos decidieran. Mejor dicho, ella, aunque esto no lo dije.
Aclaradas las reglas del juego, dejamos las consumiciones vacías sobre la mesita del bar y enfilamos hacia los ascensores. Según me habían aclarado, esta parte la había expuesto Ernesto, además de confiar en mí y de apreciarme, comentario aparentemente inofensivo que más tarde entendería que no lo era tanto, me habían elegido a tenor de mi experiencia, pues yo ya había participado en un juego parecido alguna vez.
Era cierto, pero lo había hecho con una pareja con la que no me unía ningún tipo de relación sentimental. Se trataba de una amiga con derecho a roce con la que me estuve acostando una temporada, que un buen día me sorprendió apareciendo con su marido. Tres veces compartimos cama pero Margot, que es como se llamaba la amiga en cuestión, llevaba muchos años de mili a las espaldas. Algo que dudaba en Angie.
Hasta que no entramos en la habitación del hotel no confirmé que el tema iba en serio. En todo momento, había tenido la sensación que se echarían atrás. Seguía sin descartarlo, pero la velada fue avanzando y nadie puso el freno.
La estancia era amplia, digna de un hotel de cuatro estrellas, con cama de matrimonio y sillón al lado de la ventana abalconada, además de las tópicas mesitas, bufet-escritorio coronado con un televisor de unas 20” y el siempre jugoso pero prohibitivo mueble bar. La cámara estaba perfectamente recogida, nunca me he alojado en un hotel y he tenido la habitación en tal estado de revista. Ernesto atenuó la luz desde los mandos de la pared lateral mientras su mujer ponía música relajante en un reproductor de Apple sobre el que había fijado su Iphone 6.
Al desconocer el procedimiento ideado por la pareja, preferí mantenerme pasivo mientras iniciaban el juego, así que me senté en el sillón viendo como se acercaban bailando sensualmente. En seguida Ernesto agarró a su esposa de la cintura acompañando el contoneo de sus caderas que seguían el pausado ritmo de la melodía, por lo que su mujer le correspondió tomándolo del cuello. Bailaron un buen rato, acariciándose suavemente, besándose con pasión comedida.
Desde primera fila, pude ver como era Angie la que tomaba la iniciativa desabrochando los botones de la camisa de mi amigo. Hasta que no hubo vaciado el último ojal, no dejó de besarlo. Bajó las manos y también le desabrochó cinturón y pantalones. Cuando éstos cayeron al suelo, se agachó lamiéndole el torso hasta llegar a la cintura mientras sus manos tiraban de las perneras para quietarle zapatos, calcetines y pantalón, dejándolo ante el mundo sólo con slips.
Volvió a ascender sin sorprenderme en demasía que no hubiera acercado sus labios al paquete de Ernesto. No sabía mucho de su sexualidad. Según Ernesto era muy placentera y no tenía queja pero desde que empezó su relación con Angie, dejó de ser expresivo en sus relatos amorosos, algo que habíamos sido ambos hasta entonces. Achaqué el cambio a la propia madurez de ambos, pues ya no éramos críos adolescentes con las hormonas desbocadas, al respeto hacia tu pareja, pues ya no era un rollo que te has tirado, sino la futura madre de tus hijos, pero también al conservadurismo de la mujer, pues intuía que su vida íntima podía ser muy satisfactoria pero no variada.
Aunque el voyeurismo nunca ha sido uno de mis platos principales, mirar a la pareja desnudándose a un par de metros de mí comenzaba a excitarme. Más por las expectativas del bistec que iba a degustar que por la acción contemplada en sí, pues solamente mi amigo mostraba carne y no me atraía lo más mínimo.
Cuando Ernesto tiró del vestido de Angie para sacárselo por encima de la cabeza, casi diez minutos después de quedarse en calzoncillos, mi pene dio un brinco de alegría, pero confirmé que ella dominaba los tiempos según sus necesidades. Lógico siendo la que se prestaba a un juego deseado por su marido.
Ernesto tenía más prisa que Angie, pero no forzaba la situación. Se conformaba acompañándola, ofreciéndome mínimos bocados del manjar. Sin dejar de contonearse, la había ido volteando para que ahora ella quedara delante de mí, por lo que no perdí detalle del espectáculo que aquella elegante mujer ofrecía en ropa interior.
Su cabellera caía más allá de los hombros, abrigándolos. Tenía una espalda aún joven, mostrando claramente que seguía haciendo deporte, cruzada por la tira de un sujetador negro. La cintura era estrecha, sin exagerar, actuando de nexo con una nalgas redondas aún sin marcas en la piel, a pesar de haber dado a luz a tres niños y haber cumplido los 40. Un tanga negro a juego con el sujetador lo cubría parcialmente. Las largas piernas de Angie quedaban oscurecidas por medias con goma en el muslo, rematadas con unos elegantes zapatos de tacón también negros.
Aunque apenas había podido apreciarlo, pues seguían bastante abrazados, la mujer de Ernesto atesoraba un buen par de tetas. Aún no lo sabía, pero sujetador y tanga eran transparentes.
Las manos de Ernesto comenzaron a inspeccionar la conocida piel de su mujer, tomándola de las nalgas, bajando por sus muslos, volviendo a ascender hasta llegar a la espalda, mientras ella se dejaba llevar agarrada al cuello de su hombre. No habían dejado de besarse en casi todo el rato, hasta que mi amigo abandonó sus labios para recorrer su cuello, sus hombros, el nacimiento de sus pechos, mientras Angie levantaba la cabeza facilitándole el camino.
Fue ella la que dio el paso hacia la cama, sentándose lateralmente en un primer momento, para quedar tumbados cara a cara al instante, acariciándose sin alterar el ritmo pausado. Aunque excitado, me enterneció. Comprendí en aquel instante qué significaba hacer el amor, algo que yo nunca había experimentado, por lo que me sentí sobrero en aquella habitación.
Hice el ademán de levantarme para salir de allí y dejarlos solos, entregados a su amor, pero la chica me llamó a su lado con un gesto con la mano. No dije nada, no avisé que creía que debía marcharme. Supongo que al sentir mi movimiento pensaron que ya quería unirme a ellos. Tuve un momento de duda, pero estaba allí por ellos, para ayudarlos a compenetrarse mejor, me habían dicho, así que me detuve acercándome.
Entendí el gesto que me hacía Angie como una invitación a tumbarme a su lado, detrás de ella, pues seguía ladeada hacia su amado. Obedecí, posando mi mano izquierda en su cintura, acariciando su cadera, hasta que ella la tomó para hacerla ascender hasta su pecho. Lo acaricié con suavidad sin que ella me soltara, apreciando su buen tamaño y dureza, a través de una fina tela que apenas interfería. Noté un pezón duro, grande incluso para el tamaño de la mama, que pellizqué suavemente mientras acercaba los labios para besarle el hombro y el cuello.
Sentí la mano de Ernesto colarse entre las piernas de su mujer pues ésta levantó la izquierda arqueándola y gimió suavemente en la boca de su marido. Su mano mantenía la presión sobre la mía que no había dejado de estimular su pezón.
Los gemidos se tornaron jadeos por lo que se vio obligada a desalojar los labios de su pareja. Éste aprovechó la entrega de su esposa para empujarla suavemente hasta que quedó tumbada boca arriba, con el cuello estirado como si buscara aire cerca de los almohadones y las piernas abiertas, sintiendo los dedos de su hombre jugando con su intimidad.
Ernesto tiró de la tira del sujetador del pecho que tenía a mano para desnudarlo y lanzarse a devorarlo con hambre. Imité el gesto, aunque me mostré más comedido en la degustación, lamiendo más que chupando.
Angie jadeaba, aumentando el ritmo de su respiración, hundiendo e hinchando el estómago, moviendo las caderas adelante y atrás. Su mano tomó mi cabeza, la gemela también acariciaba la de su marido, evitando que la abandonáramos hasta que explotó en un intenso orgasmo.
La dejamos recuperarse unos instantes mientras Ernesto me miraba sonriente. Besó a su amada suavemente que le correspondió abrazándolo hasta que se giró hacia mí para preguntarme, ¿no te vas a desnudar?
Obedecí, quedando también en ropa interior, un bóxer gris en mi caso, para volver a tumbarme a su lado con el arma a punto. Mientras, el matrimonio había vuelto a los arrumacos. Ahora era Angie la que asía el sexo de su pareja, masturbándolo lentamente con la mano dentro del slip.
Ernesto se acomodó entre las piernas de su mujer, apartó el tanga y la penetró. La mujer lo recibió relajada, arqueando la espalda para facilitar el acoplamiento. Yo me mantuve quieto a su lado hasta que me tomó de la cabeza para que mi boca estimulara de nuevo su pecho. La ecuación no duró demasiado pues mi amigo se apartó cediéndome el sitio, estamos aquí para esto, dijo acompañado de una ligera sonrisa. Angie, en cambio, lo miró dubitativa pero no me rehuyó cuando me puse un preservativo y me colé entre sus extremidades.
Calidez, humedad, ardor. El sexo de aquella mujer me recibió más contento de lo que lo hizo su anfitriona, que optó por cerrar los ojos y sentir. No sé si también simular que era su marido el que la poseía. Éste la acariciaba con más ternura que deseo, mientras la besaba en la cara y los labios y le susurraba al oído. No pude oír demasiado, pero entendí claramente un te quiero.
Mi posición, arqueado para dejarle sitio, comenzaba a incomodarme así que me tumbé más plano sobre ella, lamiéndole los pechos, besándole el cuello. Se me antojó besarla en los labios, fue más instintivo que premeditado, pero Angie giró la cabeza, devolviéndome a la realidad, consciente de qué y con quién lo estaba haciendo, por lo que enlentecí el vaivén hasta detenerme para ceder el puesto a mi amigo. Pero éste prefirió un cambio de escenario al que su esposa se adhirió dócil.
En vez de sustituirme, acercó su miembro a la cara de la chica que lo tenía agarrado desde hacía un rato para que se lo llevara a la boca. Lo hizo sin dudarlo, pero aún me sorprendió más cuando Ernesto la incorporó para que quedara con la grupa expuesta.
Nunca me he encontrado con una mujer, joven o madura, que se haya negado a meterse mi polla en la boca, pues el sexo oral es hoy una práctica ampliamente extendida. Además, como me dijo una vez una amiga con la que nunca me acosté, la chupo para que me lo coman, es un acto recíproco, aunque debo añadir que igual como a un hombre le excita lamer un coño, a la mayoría de mujeres con las que me he acostado les excitaba chupar una polla.
Pero no pude evitar sorprenderme viendo a la conservadora y recatada Angie, al menos de puertas a fuera, a cuatro patas engullendo el pene de su marido mientras esperaba que yo percutiera por su retaguardia.
Obviamente, no me hice de rogar. De pie las posaderas de la mujer de mi amigo me habían parecido espléndidas. Ahora, esperándome en pompa, tentaban a cualquier santo, y yo no lo soy. Entré de nuevo en aquella cavidad sintiendo cada terminación nerviosa de mi hombría. Me había parecido estrecha la primera vez, ahora sentía un roce mayor.
Ernesto alternaba miradas a su mujer, a su buen hacer, supuse, con miradas hacia mí, siempre sonriente, orgulloso. Angie había tenido un orgasmo, no parecía que estuviera próxima a otro, pero la cara de su marido era de felicidad absoluta. Tanto, que a los pocos minutos la avisó de que se corría. Ella se incorporó ligeramente, desalojando su boca, para agarrarla con la mano y acabar de ordeñarlo, dirigiendo los chorros hacia un lado de la cama, que quedó perdida pues el tío soltó una buena descarga.
Yo me había detenido, más bien ralentizado el movimiento para facilitarle la tarea, pero en cuanto la soltó, volví a percutir con ganas. Me encantaba follarme a la orgullosa Angie, dándole sin misericordia mientras sus tetas se movían adelante y atrás, sus gemidos crecían, sus nalgas quedaban marcadas por la fuerza de mis dedos, pero súbitamente me pidió parar.
-Déjame ponerme encima un poco, así no llegaré.
Asentí, tumbándome boca arriba para que la mujer se encajara a horcajadas sobre mí. En cuanto empezó el vaivén, mis manos se fueron directas a sus poderosas tetas, que agarré, amasé y acaricié con deleite, mientras los jadeos de mi amante aumentaban paulatinamente. Ernesto se arrodilló a su lado para besarla, agarrándola del cuello, pero los suspiros y la acelerada respiración de su esposa lo dificultaban.
-No me queda mucho –avisé.
-Aguanta un poco, aguanta, por favor –suplicó la amazona, -estoy muy cerca.
Me incorporé para cambiar la fricción entre nuestros sexos, pues iba a llegar yo antes, metiéndome un pecho, creo que el derecho, en la boca, ahora sí, chupándolo con ganas. Di en el blanco, pues Angie se convulsionó recorrida por espasmos de desigual intensidad pero profundo placer.
Cuando se hubo calmado, soltó mi cabeza que había agarrado tomándola como el asidero de la cabalgata para mirarme a los ojos preguntándome, ¿no te has corrido, verdad?
-Aún no, pero lo haré con cuatro movimientos.
-Espera, -me sorprendió descabalgándome –lo acabaremos con la boca.
Casi me corro al oír la frase, pero me dejé caer, apoyando mi tronco sobre los codos pues no pensaba perderme detalle de los labios de la conservadora Angie engullendo mi hombría, una imagen que pensaba retener con memoria fotográfica.
La sorpresa vino cuando me la agarró de la base con la mano izquierda y tiró de la punta del condón con la derecha, sacándolo. ¡La hostia, me la va a chupar a pelo! Fugazmente pensé si me podía correr en ella o si no debía, pues Ernesto no lo había hecho, pero estaba tan cerca de la meta que no sabía si podría avisarla a tiempo.
Pero la sorpresa se tornó en mayúscula cuando fue Ernesto el que engulló mi polla.
No me quedé helado porque su mujer me había dejado más caliente que una antorcha. Pero sí paralizado. Era lo último que esperaba.
Mentiría si dijera que me disgustó. Mi amigo, mi amigo más íntimo, con el que me había duchado centenares de veces, que me había contado con pelos y señales sus gustos sexuales, sus hazañas previas a Angie, me la estaba chupando como un descosido. La chupaba bien el maricón, eso era innegable, lo que sumado a mi estado de casi éxtasis provocó la explosión.
Ni caí en la posibilidad de avisarle. Simplemente disparé, jadeando como si fuera su mujer la receptora de los disparos. Pero él no se detuvo. Siguió chupando, tragando, limpiándomela, aún cuando ya hacía bastantes segundos que había dejado de convulsionarme.
Nuestros ojos se cruzaron un segundo en el que nos dijimos muchísimas cosas. Pero muchas más confluían en las miradas que intercambió el matrimonio, hasta que se abrazaron intensamente, amándose, queriéndose.
***
En cualquier encuentro amoroso en que he participado siempre me he quedado en el post partido. A veces a dormir en el hotel o casa de la amante. En otras ocasiones solamente alguna hora, comentando la jugada o charlando de nimiedades. Esta vez fui incapaz, a pesar de que me ofrecieron una copa para cerrar la velada distendidamente como tres buenos amigos.
Me había gustado follarme a Angie, aunque no había sido el mejor polvo de mi vida ni por asomo ni ella me había parecido una amante especialmente buena, pero me sentía muy incómodo con Ernesto.
Por un lado, engañado, pues no me había avisado de cómo quería acabar el sexo, algo que sí tenía acordado con su mujer. Comprendí que no me lo dijera, pues siendo justo con él, si me lo hubiera planteado le hubiera dicho que ni de coña.
Por otro lado, me sentía confuso, sorprendido de que nunca me hubiera confesado que le ponía chupar una polla. Pero, bien pensado, también era comprensible pues los hombres somos muy machos entre nosotros y hay variantes sexuales que nunca reconoceremos que nos atraen. El sexo anal, por ejemplo. Nunca me han dado por el culo, pero que te metan un dedo mientras te la están chupando es muy placentero, pero el mayor orgasmo de mi vida me lo provocó Margot un día que le permití penetrarme con un consolador mientras me la chupaba. Fue la hostia, pero nunca lo explicaré en una reunión de colegas. Menos a compañeros del equipo de fútbol.
Aquel jueves, antes y durante el partido, Ernesto se comportó con absoluta normalidad, volviendo a ser el amigo alegre y confiado que había sido hasta hacía unas semanas, pero no pudo quedarse a la cerveza posterior pues tenía algo con su mujer. Lo agradecí, pues yo sí me sentía incómodo, tanto que esperé a ducharme el último para no coincidir desnudos bajo el agua.
Fue a la semana siguiente cuando mi amigo cogió el toro por los cuernos. Lo supe cuando me lo pidió mientras nos tomábamos la cerveza.
-Tío, ¿podrás llevarme a casa que me ha traído éste –señalando a Pau que trabajaba en el mismo edificio que él –pero tú vives más cerca?
-Claro, no hay problema –acepté aunque no me apetecía. Pero al entrar en el coche, comprendí que no había cogido la moto con la que solía moverse por la ciudad adrede.
-Te lo dijimos en el hotel y te lo digo de nuevo, en nombre de los dos. Estamos muy agradecidos por lo que hiciste. Eres un gran amigo, acertamos con la elección y Angie quiere invitarte a cenar cualquier día para eso, para demostrarte nuestro agradecimiento.
-No hace falta, descuida, yo también lo disfruté.
Estaba absorto en la carretera, pero era innegable que evitaba mirarle. El trayecto a casa no se demoraba más de diez minutos, así que opté por no comentar nada más al respecto y disimular mi incomodidad. Pero Ernesto me conocía demasiado bien, así que continuó.
-No quiero que esto suponga un problema entre nosotros. –Me tomó del brazo obligándome a mirarle pues nos habíamos detenido en un semáforo y yo estaba fijo en el cambio de luces. Lo hice, confirmándole sus temores, explicándome como un libro abierto a pesar de no soltar prenda. Afortunadamente, el rojo se tornó verde y arranqué. –Mi fantasía era ver a mi mujer con otro hombre. Es una gran mujer, en todos los sentidos, y nunca estaré lo suficientemente agradecido por haberla conocido, por tenerla, por ser mía. Ella siempre ha sido muy clásica, ya lo sabes, pero le gusta el sexo y se entrega a él con menos remilgos de lo que aparenta. La relación de pareja tiene muchas fases pero llega un momento que se vuelve monótona en lo que al sexo se refiere, pues al final es la misma persona con los mismos gustos. Pero como te digo, bajo esa capa de mujer seria y conservadora, también subyace un carácter… aventurero, por decirlo de algún modo, pero sobre todo, tiene una férrea voluntad de hacerme feliz, de ser felices juntos. –Hizo una pausa. Estábamos entrando en su calle, así que me pidió que aparcara pues quería dejar las cosas bien claras entre nosotros. –Nunca le he ocultado nada. Nunca. Y puedo afirmar que ella a mí tampoco. Estoy seguro de ello. Así que un día nos confesamos nuestras fantasías. No creas que fue fácil para ella, no es un tema tan simple de plantearle a tu pareja, pero le acabé arrancando que, después de la idea de hacerlo en un sitio público, fantasía fácil de realizar y que le concedí al poco tiempo de contármela, también le ponía hacerlo con dos hombres. La mía era verla con otro, ver a mi mujer follada por otro tío. No voy a explicarte con pelos y señales la fantasía, a ella sí se la detallé, pero resumiendo, el otro tío tiene que estar mejor dotado que yo, tú polla es más ancha que la mía, -¡Coño!, ¿me miraba en las duchas? –y debe obligarme a hacer algo humillante, como comerle la polla con la que se la acaba de follar.
-Basta –lo corté. –No quiero oír nada más.
-¿Por qué no? –Sus ojos me taladraban con una intensidad desconocida por mí. –Eres mi mejor amigo. Después de mi mujer y mis hijos eres la persona más importante de mi vida. Te quiero. Casi tanto como a ellos. Y me jodería mucho perder tu amistad por algo tan estúpido como el sexo. Confié en ti. Confío en ti. Estoy confiando en ti ahora mismo, explicándote algo muy íntimo que solamente puedo confesarle a alguien tan allegado a mí… Eres mi hermano. Más que eso.
Hizo una pausa que ambos aprovechamos para ordenar nuestras ideas. Duró varios minutos, permitiéndome separar el sexo de la amistad. Me sentía muy desconcertado, utilizado, también. Admití que había percibido el estrecho lazo que les une, algo que nunca he sentido con ninguna mujer, solamente con mi hermana y obviamente no hay ninguna connotación sexual.
-Ojalá algún día puedas sentirlo. Eso es amor. Amor verdadero. Y te aseguro que es el mayor placer que existe, no puede compararse con nada. –Entonces cambió de registro para continuar su explicación. –Perdóname por engañarte, por no explicarte todas las facetas del juego, pero si lo hubiera hecho, no hubieras accedido. Hasta que tomamos la decisión de planteártelo, le dimos muchas vueltas al tema durante casi dos años. Desde que lo planteas por primera vez hasta que lo materializas… sí, pasa mucho tiempo. Probamos por internet, buscando algún tío dispuesto, pero sólo nos encontramos con macarras que en cuanto se plantaban delante de Angie no pensaban más que en llevársela al baño del bar donde habíamos quedado para pegarle un polvo, como si se tratara de una vulgar fulana. –Lo miré sorprendido. –Te lo juro. Uno se atrevió a proponérselo. Así que después de varios chascos fue ella la que te señaló. Al principio me negué pero Angie apeló a la confianza. Esa fue la palabra clave. No le importó que nunca os hayáis llevado especialmente bien, aunque te aprecia más de lo que crees, sobre todo ahora que te has portado como un caballero. –Sonreí. –Confianza.
No añadió mucho más durante un buen rato. Le di la razón en casi todo, pues mi completo desconocimiento de los vaivenes y sentimientos de una pareja me limitaban, pero estuve de acuerdo con él en que lo apreciaba y que la confianza depositada en mí debía ser correspondida.
-Ven este sábado a cenar, venga, harás feliz a Angie. Y tráete una botella de vino, mejor dos, uno blanco y uno negro, que no tienes hijos y puedes permitírtelo. Ah, y un juguetito para cada crío, así también te los ganas a ellos –se despidió pegándome un codazo antes de salir del coche.
***
La cena fue bastante bien, además de confirmarme que mi relación con Angie había mejorado mucho. Había dejado de ser fría, tornándose ligeramente cariñosa. Supongo que debe ser lógico después de haber follado.
Pero la bomba cayó el jueves siguiente.
De nuevo Ernesto apareció con Pau, así que me tocaba llevarlo a casa. Esta vez no se trataba de ninguna encerrona. La Burgman 400 lo había dejado tirado de buena mañana y parecía que le iba a tocar cambiarla. Durante el trayecto me lo estuvo explicando, pero no fue hasta que llegamos a su calle en que me lo enseñó.
-Mira, -me dijo mostrándome la pantalla del Iphone –es la primera vez en mi vida que engaño a Angie. Ella no sabe nada de esto y como se entere me mata, pero era la última parte de mi fantasía. Se la conté pero se negó en redondo. Una cosa era acostarse contigo, que ya me parece un paso de gigante, y otra distinta dejarme grabar el encuentro, me dijo. Sé que no debería, pero me tiene súper excitado.
Estás loco, fue mi sentencia mientras veía a la pareja bailando de pie al son de la música que ella había elegido. El vídeo duraba más de 40 minutos. No llegué al final, pues apenas reprodujimos un par, pero me confirmó que estaba todo el episodio. Le entró un mensaje de su mujer, preguntándole dónde estaba, así que lo guardó en el bolsillo de la chaqueta y abandonó el vehículo.
Fue al aparcar en mi plaza de parking cuando oí el sonido de aviso de entrada de un mensaje de texto. Miré mi móvil sorprendido pues yo tenía activado otro timbre. No había nada en mi pantalla, así que miré hacia el asiento derecho. Nada, pero al estirarme vi la luz en el suelo, al lado de la puerta. Se le había caído al bajar. Lo cogí para devolvérselo. Mandé un mensaje a Angie para avisarles, respondiéndome un escueto gracias, mañana te llama Ernesto y quedáis.
Le había estado dando vueltas mientras cenaba, frenándome, pero tumbado en la cama decidí que haría caso al duende malo en vez de al bueno. Me levanté, desbloqué la pantalla del teléfono de mi amigo, era fácil pues utilizaba su fecha de boda, y lo reproduje.
Por la posición de los protagonistas, tenía que haberlo escondido en la mesita izquierda, exactamente opuesto, en diagonal, al sofá en el que me había sentado a esperar. No solamente completaba mi percepción de la velada desde otro ángulo, además potenciaba algunos momentos que ahora me parecían mucho más excitantes.
Angie chupándosela a su marido, algo que mi posición posterior no me había permitido ver, su cara de placer cuando la follaba desde detrás con las amplias tetas bamboleándose adelante y atrás, aquel cuerpazo botando sobre mí cuando nos acercábamos al orgasmo, pero sobre todo, mi polla descargando en la garganta de mi amigo.
Por primera vez en más de una década me hice una paja. Pero no me relajó. Al contrario, ahora me sentía doblemente engañado. No me había avisado del final del juego. Lo comprendía pero no me había gustado. Tampoco me había dicho que pensaba convertirme en la estrella invitada de una peli porno. Mi disgusto aumentaba, además de parecerme muy arriesgado.
Pero había una tercera pata de engaño que aún me sulfuró más. ¿Dónde coño había quedado todo aquel discurso de la confianza, entre amigos, en pareja, y el amor verdadero? Ardía. Tanto que activé el Bluetooth de ambos dispositivos y me traspasé el archivo. Mañana pienso cantarte la caña, cabronazo.
Pero no lo hice pues fue Angie la que me llamó para recogerlo, ya que trabajamos relativamente cerca. Quedamos a mediodía, aprovechando la pausa del almuerzo, pero rechacé su invitación para comer al tener un día complicado. Tampoco me apetecía, la verdad.
***
No hubiera pasado nada más, pues opté por olvidarlo, aunque mi relación con Ernesto se resintió ligeramente, si su mujer no se hubiera presentado en mi trabajo una mañana ardiendo por todos los poros. Afortunadamente solamente se dio cuenta Clara, la administrativa de recepción, pues fue la encargada de detenerla, así que la acompañé a la puerta para llevarla a tomarse una tila para que se calmara. Pero estaba desbocada. Tanto en el rellano del edificio como dentro del ascensor, cabrón fue lo más suave que salió de su garganta. Así que lo paré antes de llegar a la planta baja.
-¿Qué haces hijo de puta?
-No saldré por esa puerta –afirme categórico señalándola –hasta que te calmes. No sé de qué coño va esto, pero espero que sea la última vez que me montas una escena en mi trabajo. ¿Es que te has vuelto loca? ¿Quieres que me despidan?
-Por mí como si te tiran al fondo del mar agarrado a un bloque de cemento. Te haces llamar amigo y eres un cerdo.
-No sé de qué me hablas.
-¿No? –gritó escandalizada. –Del vídeo, puto cabrón, del vídeo. -Un qué quedó ahogado en mi garganta, pero mi expresión le confirmó que sabía de qué estaba hablando, así que me acusó, fuera de sí. –No contento con tirarte a la mujer de tu mejor amigo, traicionas su confianza grabándolo a escondidas. Hay que ser hijo de puta.
Sí hay que serlo, sí, afirmé, pero ya no hablaba con ella. Desbloqueé el ascensor pero apreté el botón del parking para llevarla a mi coche, pues allí podríamos hablar sin que toda la ciudad oyera sus gritos. Vamos a sentarnos en mi coche y me lo explicas.
30 minutos después, ella parecía más calmada pero yo ardía por dentro. Se iba a enterar el matrimonio perfecto de lo que valía un peine.
De puñetera casualidad, Angie había descubierto el vídeo en el teléfono de su marido. Supongo que no es tan extraño que tu pareja coja tu teléfono para hacer no sé qué, lo desconozco ya que a mí nunca me ha pasado por razones obvias. Según ella no lo estaba espiando pues confiaba en él ciegamente, pero vete tú a saber. La respuesta de Ernesto ante el descubrimiento había sido culparme a mí de todo. Yo lo había grabado y luego se lo había mostrado para regocijarme, llamándolo maricón incluso, amenazándole con enseñarlo a los compañeros del equipo por si alguno más quería de sus servicios.
Aluciné en colores. Me sorprendía que me considerara capaz de algo así, ya no de grabar el vídeo. De amenazarlo o chantajearlo. ¿Chantajearlo con qué? ¿Dinero? Gano más que él y no tengo hijos. La respuesta me la dio Angie.
-Con follarme cada vez que quieras. Eso es lo que el pobre no se atrevía a decirme. Me lo confesó llorando.
Negué por activa y por pasiva. No sirvió de nada. Yo era un cerdo asqueroso, un chantajista sin escrúpulos y un violador en serie. Con razón no tienes pareja, ¿a saber a cuántas has forzado?
Hizo la afirmación ya calmada, arrastrando cada sílaba con rabia. Te equivocas, repetí por enésima vez, pero no sirvió de nada. En cambio, su siguiente frase me descolocó completamente.
-Muy bien. Tú ganas. Nos tienes en tus manos, así que haré lo que quieras. Pero pobre de ti que alguna vez alguien vea ese vídeo. Te juro que te mato.
Me quedé quieto. Impasible. Mirándola con una mezcla de pena y desprecio, pues el cerdo era su marido que la había manipulado como a una muñeca. Pero también estaba cabreadísimo por la cantidad de insultos y acusaciones infundadas que había tenido que aguantar.
Sería por ello, que cuando afirmó resuelta, hoy no puedo ofrecerte más que una mamada que tengo la regla, espero que te sirva de adelanto hasta la semana próxima y nos dejes tranquilos, no hice nada para desmentirla ni detenerla.
Vestía un traje chaqueta oscuro de pantalón y americana con jersey de cuello alto rojo. Llevaba el pelo suelto, como solía, y mantenía buena parte del suave maquillaje pues la ira no había desembocado en lágrimas.
Se agachó ligeramente, me desabrochó cinturón y pantalón, apartó el bóxer y la agarró aún fláccida. Me miró medio segundo, desvió los ojos hacia mi pene y se acercó a éste lentamente pronunciando un cabrón justo antes de engullirla.
Aparté el cabello para verla. Tenía los ojos cerrados fuertemente por lo que se le arrugaban los laterales de éstos. Sus labios, pintados en rojo suave, rodeaban el miembro subiendo y bajando con cierta presión, recorriendo un falo que ya había llegado a su estado óptimo.
Joderos cabrones, pensé, esto sí es amor verdadero, mientras la agarraba del cabello para dirigir la mamada. Más despacio, así pareces una cría inexperta, pinché. Eres un cabrón, respondió obedeciendo.
La orgullosa Angie, la conservadora madre, la hija de un matrimonio de rancio abolengo, del letrado Guzmán de Castro, uno de los abogados más conocidos de la ciudad, había salido del bufete de papá para comerle la polla a un amigo de su marido. Ese pensamiento, unido a la escena que mis ojos no querían dejar de mirar y a las notables habilidades de la mujer, me estaban volviendo loco. Tal vez por ello, me dejé ir, interpretando el papel que pretendidamente me tocaba.
-Eso es abogada, chupa. Chúpame la polla, trágate la polla de este delincuente, de este chantajista. Cómete la polla que tanto le gustaba al maricón de tu marido, si no quieres que le obligue a chupársela a todo el equipo.
Angie gemía, lamentándose, sin perder el ritmo pero llamándome cabrón de tanto en tanto. En cualquier momento esperaba ver lágrimas en sus ojos pues los cerraba con verdadero disgusto, pero no llegaron a asomar. Era tal mi rabia que casi me supo mal no verlas.
Pero no importó. Mis huevos abrieron las compuertas y el orgasmo avanzó del escroto hasta mi glande para disparar agresivo en el paladar de la pobre incauta. Ni la avisé ni le permití apartarse. La agarré fuerte de la cabeza, traga puta, mientras mi simiente la profanaba.
En cuanto aflojé la presión, vaciados mis depósitos, se soltó violentamente para abrir la puerta y escupir entre toses y arcadas. En cuanto se calmó, se irguió orgullosa lanzándome una mirada asesina al pasar por delante del coche dirigiéndose hacia los ascensores.
Una sensación agridulce recorría todo mi cuerpo cuando me senté en la butaca de mi despacho. Tenía 9 llamadas perdidas de Ernesto, 6 whatsapps y 2 mensajes de audio. Pero antes de ponerme con ello, no tenía ninguna gana, tuve que agradecerle a Clara que hubiera intercedido por mí. Le restó importancia pero me avisó que me fuera con cuidado con mis ligues, más si están casadas, pues cualquier día vendrá el marido en vez de la mujer. La observadora recepcionista se había fijado en el dedo anular de Angie y había sacado conclusiones basadas en mi fama.
No me sentía bien con lo ocurrido en el parking del edificio. La mujer me había encendido de un modo malsano, influenciada por las mentiras de mi supuesto amigo, pero me había pasado tres pueblos, por más que una parte de mí me defendiera afirmando que se lo merecían, ambos. Pero nadie merece ese trato, menos si te han manipulado.
Me costó pero acabé leyendo los mensajes y escuchando los audios. Ernesto me avisaba de que Angie estaba cabreadísima con lo del vídeo, que lo había descubierto en un descuido de él, montándole tal jaleo que a él no se le ocurrió otra salida que culparme a mí de todo. Yo lo había grabado y yo se lo había mandado.
En el segundo audio, se disculpaba por haberme acusado, pero no me quedaba otra ya que me ha amenazado con dejarme. Lo siento tío, pero si la pierdo y pierdo a mis hijos me tiro de un puente. Me cabreó que sus disculpas no fueran extensivas a todas las barbaridades que había soltado de mí, pero era lo que había. Era un cabrón y sus incompletas excusas me lo confirmaban. ¡Que te den, a ti y a tu mujer!
***
No me presenté al partido de aquel jueves, ni al del jueves siguiente. No quería enfrentarme a Ernesto, menos delante de mis compañeros. Me había llamado decenas de veces, pero yo no le había cogido el teléfono.
Además, me sentía mal conmigo mismo, pues nunca antes había forzado a una mujer. Sí había sido violento alguna vez, Margot me lo había pedido en más de una ocasión, pero no hasta el extremo de obligarla a hacer algo contra su voluntad. Pero no era exactamente remordimientos lo que sentía. La rabia que me recorría por sentirme utilizado, traicionado por una de las personas que más apreciaba, los mitigaba.
Angie me llamó el domingo por la tarde. Estuve tentado de no contestar. De hecho, no respondí hasta la tercera llamada, deseando que su tono fuera otro, despertándome de un sueño, disculpándose por un malentendido y olvidándolo todo. Pero no fue así.
-Mañana no iré al bufete hasta media mañana. Te espero en casa para pagarte la deuda.
-No tienes nada que pagarme –respondí, tratando de poner tierra sobre el asunto para que ambos lo olvidáramos.
-Ah, ahora resulta que el cerdo chantajista tiene remordimientos –me soltó insolente. –Pues te va a tocar vivir con ello, cabrón hijo de puta.
Mi gozo en un pozo, pensé. Ni olvida ni perdona, pues yo tampoco. Mañana por la mañana fue lo único que respondí antes de colgar el teléfono.
Yo tampoco pasé por el despacho. Avisé a Clara que llegaría un par de horas tarde por un tema personal y me dirigí al hogar del matrimonio perfecto. Llamé al timbre del interfono, pero no contestó. Sin duda me veía a través del video portero pues la puerta se abrió a los pocos segundos. Cuando llegué al ático, la puerta del piso estaba entornada. Entré y cerré detrás de mí.
Me esperaba de pie al final del recibidor con una copa en la mano. Un poco pronto para beber, ¿no crees? solté a modo de saludo. Lo necesito para pasar el trago, respondió airada.
Vestía preparada para ir a trabajar. Blusa marfil abotonada hasta el penúltimo ojal. Falda lisa gis un poco por encima de la rodilla, sin duda a conjunto con alguna americana aún guardada, medias negras y zapatos rojos.
-No tengo mucho tiempo, así que toma lo que has venido a buscar y lárgate –me escupió orgullosa mientras me daba la espalda y enfilaba hacia su habitación. Allí, se tumbó en la cama, boca arriba, abriéndose de piernas.
-¿Esto es lo que quieres, que te folle en la habitación de matrimonio, en tu cama? –pregunté mirando en derredor.
-No es lo que yo quiera. Eres tú el que me obliga a pasar por esto para salvar a mi marido y nuestro honor.
Sonreí. Honor, bonita palabra, sobre todo referida al hipócrita de su marido. Como siguiera con estos aires, al final sí que acabaría por enseñarle el puto vídeo a alguien. Pero no se lo dije. Preferí aceptar el pago, pero según el precio que yo fijara.
-Así tumbada, como una maruja amargada, no me excitas nada. –Me agarré la polla por encima del pantalón. –Así que ponte de rodillas y pónmela a punto.
-¡Una mierda! No voy a hacerlo. Si quieres me tomas, si no te largas –respondió abriendo las piernas incitadoras.
-Pensaba que era yo el que disponía y tú la que obedecía –sostuve acercándome para agarrarla de los tobillos y tirar de ella hacia mí para que sus nalgas quedaran al límite de la cama.
-Eso es lo que a ti te gustaría.
De nuevo llevaba medias con goma, por lo que me ofrecía su sexo cubierto por un bonito tanga oscuro. Me desabroché el pantalón y me saqué el miembro aún fláccido, por lo que no me quedó otra que pajearme mirándola. Ella giró la cara hacia la ventana para no verme.
-¡Qué buena estás cabrona! –la felicité antes de encajarme entre sus piernas apartando el tanga para penetrarla. Cerró los ojos con fuerza cuando entré, lamentándose de nuevo, pero no emitió sonido alguno. Yo sí bufé, en su cara, repitiendo la frase anterior. Cerdo asqueroso fue todo lo que salió de sus labios.
El polvo fue una mierda. Un mete y saca de cinco minutos sobre una muñeca inerte de la que solamente me permití abrirle la camisa para tomar sus tetas como agarraderas, pues yo me mantuve de pie la mayor parte del rato. Me corrí, me levanté y me fui.
***
No iba a repetirlo. Me lo dije al salir de aquel piso al que no quería volver. Tampoco pensaba tener ningún contacto más con ellos, así que esa misma tarde avisé a los compañeros del fútbol que dejaba el equipo por problemas físicos. Di escuetas explicaciones a los dos colegas que me llamaron, no jodas tío, eres una pieza insustituible, y seguí sin responder a las llamadas de Ernesto, sabedor que él era el causante del entuerto.
No cumplí la promesa hecha. Cuatro o cinco semanas después, soy incapaz de precisarlo, me llamó de nuevo. Esta vez me citaba a mediodía. Me negué. El juego se ha acabado, fue toda la explicación que oyó de mis labios. No te creo. Allá tú, me importa bien poco, la verdad. ¿Qué pasa con el vídeo? Lo he borrado. No te creo, repitió. Ven a mi casa y me lo demuestras dejándome ver tu móvil.
Accedí ante su insistencia para acabar de una puñetera vez. Yo podía enseñarle lo que quisiera, pero fácilmente podía haber borrado el vídeo del teléfono después de descargarlo en un ordenador u otro dispositivo. Pero si así se sentía más tranquila…
De nuevo venía del bufete, pues vestía traje de ejecutiva, falda y americana oscuras, blusa clara y zapatos de tacón, éstos azules. También esta vez me esperaba altiva, con una copa en la mano, pero no se dirigió a su habitación. Me exigió el móvil que desbloqueé para que pudiera acceder a la galería de vídeos y confirmara que ya no estaba.
-¿Cómo sé que no lo has copiado en otro sitio?
-No lo sabes, pero yo te lo aseguro.
-¿Esperas que crea la palabra de un violador?
Me encendí. La rabia ascendía desde mi estómago hasta mi cerebro, pero pude controlarla. Cree lo que te dé la gana, fue mi único alegato. Su respuesta fue una bofetada. Ni me la esperaba ni la vi venir, por lo que impactó de lleno en mi mejilla. La segunda sí pude esquivarla, pero tuve que aguantar sus insultos mientras forcejeaba con ella para evitar ser agredido de nuevo. Logré empujarla para sacármela de encima, cayendo de culo sobre el sofá. No llegó a levantarse, pero continuó con su retahíla de adjetivos calificativos. Cabrón, hijo de puta, violador, medio hombre, maricón y alguno más que no recuerdo.
Debí haber abandonado aquel piso para no volver jamás como me había prometido, pero no lo hice. Aún hoy me cuesta comprender qué tornillo se me aflojó, pero la emprendí con ella agarrándola de la blusa que se rajó con sorprendente facilidad. Suéltame cerdo. Pero no la solté. Logró darse la vuelta, tratando de escapar a mi ataque, pero sencillamente me facilitó las cosas.
Quedó trabada sobre el apoyabrazos del sofá, con la falda medio levantada y la blusa rota por delante. Algo que no podía ver pues la americana le cubría la espalda. Me acomodé detrás, subiéndole la falda para descubrir aquel par de nalgas perfectas sólo cubiertas por un tanga morado pues las medias volvían a ser con goma.
Con la mano derecha pude inmovilizarla doblándole el brazo hacia atrás, como había visto en millares de escenas policíacas, mientras me desabrochaba el pantalón para que asomara mi pene con la mano libre. No, suéltame cabrón, gritaba, pero no la oía.
Me costó penetrarla. Tuve que pegarle un par de nalgadas, la segunda le dejó marca, para que se estuviera quieta. Entré y me la follé rudamente, violentamente, insultándola yo ahora, cobrándome las afrentas anteriores.
Esta vez sí me sentí mal. Esta vez sí tuve remordimientos. Esta vez sí me juré que nunca más volvería a repetirlo. ¿En qué te has convertido?
***
-Yo nunca le dije tal cosa. ¿Por quién me tomas?
La cara de mi antiguo amigo estaba contraída, morada incluso por la tensión de la discusión. A pesar de la encerrona que me había tendido, había logrado mantener la calma. Incluso yo mismo me sorprendía del autocontrol que estaba logrando estas últimas semanas, después de un par de meses desbocado.
Me había llamado Rafa, el nuevo capitán del equipo pidiéndome volver para un único partido pues estaban muy faltos de efectivos. Ernesto entre las bajas. Como el grupo sabía que una disputa con éste había provocado mi salida, me suplicó que les echara una mano puntualmente.
Llegué al vestuario a la hora acordada para prepararme, sin imaginarme que solamente Rafa y Ernesto se presentarían, pues el partido había sido aplazado, de modo que el primero se largó para que podáis solucionar vuestras mierdas de una puta vez que os necesitamos a los dos al 100%.
Ernesto se parapetó en la puerta, apoyando la espalda en ella para bloquearla obligándome a escuchar todo lo que me tenía que decir.
-Me he equivocado, -fue su primera confesión. -No debería haber grabado el vídeo pues dos semanas de disfrute no han compensado la pelotera que he tenido con Angie, he estado a punto de perderla, y lamento haberte culpado a ti de todo pero no supe reaccionar de otra manera, no supe cómo defenderme ante ella. Compréndeme, me aterraba perderla.
Hasta aquí tenía su lógica. No compartía el proceder pero podía entenderlo. Era disculpable. Pero la segunda parte, acusarme de manipulador, chantajista, violador y no sé cuántas cosas más era simplemente imperdonable.
-Tío, no sé de qué me estás hablando.
Le lancé toda la caballería encima. Sin apenas levantar la voz, le eché en cara todo. No eres amigo de nadie, no tuviste ningún escrúpulo en cubrirme de mierda para…
-Te repito que no sé de qué coño estás hablando –me atajó levantando la voz.
La bombilla se encendió en mi cabeza. Casi pude sentir la ignición eléctrica, punzante, dolorosa. ¡Qué idiotas hemos sido! Nos ha manipulado como a dos monos de feria.
Entonces fue Ernesto el que montó en cólera. Pero, para mi sorpresa, contra mí, pues su santísima esposa nunca sería capaz de decirme algo así. ¿Por quién nos tomas? repitió, incluyendo ahora a la intachable dama que había hecho un esfuerzo sobrehumano para complacerle pues se amaban con locura.
-Pero no puedo pretender que sepas de qué te hablo, –me escupió con renovado desdén –si tú nunca has querido a nadie más que a ti mismo.
Definitivamente nuestra amistad había llegado a su fin. Pero no estaba enfadado con él a pesar de su sentencia final. Era pena lo que me suscitaba, pues tenía una venda en los ojos a la que él llamaba amor.
Pero Angie merecía un castigo, que alguien la pusiera en su sitio. Y ese alguien iba a ser yo.
***
Aunque era lo que me pedía el cuerpo, no me atreví a visitarla en el trabajo como ella había hecho conmigo. La batalla final debía producirse entre ella y yo. Nadie más debía ser partícipe de ésta.
Sabía que salía de casa pronto para ir al bufete o al juzgado, así que debía actuar cuando pudiera pillarla sola. Habían pasado más de dos meses desde nuestro último encuentro, así que dediqué la semana siguiente en conocer sus movimientos. Además de los viernes, comía en casa los martes pues realizaba un curso que la ocupaba toda la tarde. Ya sabía cuándo, tenía claro el qué por lo que solamente me faltaba planear el cómo.
Me presenté delante del bloque poco antes de las 2. Esperé que se abriera el portón del parking con la salida de algún vecino y me colé mientras la puerta se cerraba automáticamente detrás de mí. Esperé agazapado a que apareciera el BMW Serie 3 que conducía la mujer, pasadas las dos y media, y actué.
Me había cambiado de ropa en el coche, tejanos gastados, jersey fino, guantes y pasamontañas, para no ser reconocido por ninguna cámara de vídeo interior del garaje. En cuanto salió del coche, altiva, y tomó el pasillo que debía llevarla hacia el ascensor, me lancé a por ella. La tomé por detrás, rodeándole el cuello con el brazo izquierdo mientras le mostraba la navaja que sostenía en la mano derecha. Pegó un grito, medio ahogado por el terror, pero se dejó arrastrar dócil hacia la salida.
Sus ojos se movían nerviosos, de lado a lado mientras esperábamos que llegara el ascensor, abrí la puerta y la empujé dentro, sin importarme lo más mínimo si le dolía el golpe que se pegó contra la pared frontal. Apreté el botón del ático mientras la mujer comenzaba a balbucear súplicas y ruegos.
-Toma, –tendiéndome el bolso –llévate el dinero y las tarjetas, pero no me hagas daño, por favor, tengo tres hijos.
No dije nada. Simplemente la agarré del cuello con la mano derecha, como si quisiera ahogarla, lo que la aterró. Vi pánico en sus ojos. Su boca se abría boqueando, buscando aire, aunque mi presión no era lo suficientemente fuerte como para asfixiarla.
Al llegar al ático, tiré de su cabello para que me siguiera, empujándola contra la puerta del piso para que abriera. ¿Cómo sabes dónde vivo? preguntó con un hilo de voz mientras buscaba las llaves dentro del bolso.
No atinaba en la cerradura, así que le arranqué las llaves de las manos para salir del rellano dónde en cualquier momento podía aparecer algún vecino de la vivienda de enfrente. Al abrir la puerta, la empujé de nuevo, haciéndola caer al suelo aunque no había sido mi intención.
Arrodillada suplicó de nuevo por su integridad física, implorándome no dañarla, ofreciéndome dinero de nuevo y lo que quieras de la casa, joyas, electrodomésticos, lo que quieras. Hoy sí tenía lágrimas en los ojos, hoy sí se le había corrido el maquillaje. Pero la mujer insistía, apelando a sus hijos. Me hizo gracia que no nombrara a su marido en ningún momento.
La agarré del cuello y la miré detenidamente, hinchado de placer viéndola suplicar desesperada. Fuera por la posición, fuera buscando cualquier resquicio que la aferrara a la vida, me ofreció hacer lo que quieras, por favor, haré lo que quieras pero no me hagas daño.
Moví lo justo la mano para que su cabeza quedara claramente delante de mi hombría, mensaje que entendió perfectamente. Está bien, está bien, te la chupo pero no me hagas daño. Sus manos se movieron rápidas a mi pantalón que desabrochó ágil para descubrir mi miembro al apartar el slip. Siempre llevo bóxer, pero no quería dar ninguna pista.
No se lo pensó y engulló decidida. Cerró los ojos al principio para irlos abriendo a medida que la mamada avanzaba, mirándome, calibrando mi respuesta pues no había emitido sonido alguno para no ser reconocido. Se la aparté de los labios empujándola hacia mis huevos, que lamió famélica, para volver a introducirse el falo y continuar la felación.
No quería correrme aún, así que la empujé para apartarla del juguete. Me agarré el pantalón con una mano, para no trastabillar, mientras la tomaba del cabello de nuevo arrastrándola hacia el comedor, pero no nos quedamos en él. Lo cruzamos en dirección a su habitación. Al entrar en ella me miró sorprendida, de nuevo preguntándose cómo podía conocer la disposición de la casa.
-¿Quién eres?
Pero no respondí. La obligué a levantarse para tirarla sobre la cama, mientras le destrozaba el conjunto ejecutivo, blusa incluida. Se resistió, luchando sin convicción, consciente de que su suerte estaba echada. Cuando le arranqué el tanga y le separé las piernas, colándome entre ellas, se dio por vencida. Hasta tuve la sensación que relajaba la musculatura para facilitarme la penetración.
Me tumbé sobre ella, follándola, acercando mi cara a su cuello desnudo, a sus labios, a su rostro, que no podía sentir pues el pasamontañas solamente dejaba mis ojos al descubierto. Allí cometí el error. Sentirla relajada, vencida, provocó que yo bajara las defensas, algo que Angie no desaprovechó. Logró aflojar la presión que ejercía sobre sus brazos lo suficiente para llegar hasta mi cabeza y tirar de la prenda de lana que me convertía en un desconocido.
Reaccioné, pero fue demasiado tarde. Si mis ojos ya debían haberle dado una pista, mi mentón, labios y nariz, completaron el retrato. Gritó mi nombre con todas sus fuerza, apellidándolo cabrón hijo de puta, suéltame, reanudando un forcejeo del que había desistido hacía un rato.
De perdidos al río. Le crucé la cara de una bofetada. Igual como me ocurrió dos meses atrás, la pillé desprevenida por lo que el impacto fue limpio, duro, poco doloroso pero la atemperó de nuevo, desconcertada. Entonces vi aparecer la sangre en el costado del labio, se lo había partido.
Volvieron las súplicas, por favor no me hagas daño, por qué me haces esto. Me arranqué el pasamontañas de la cabeza, ahora ya no hacía falta, lo hago porque te lo mereces, porque eres una zorra retorcida, manipuladora, mentirosa, una auténtica hija de puta, la injurié acelerando mis movimientos pélvicos violentamente.
Ya no era miedo lo que proyectaban sus ojos. Brillaban aún húmedos, despiertos, mientras sus labios me devolvían los insultos. Cabrón, hijo de puta, violador, chantajista.
Súbitamente me detuve, dejándola en evidencia pues su pelvis seguía moviéndose, sola, sin que yo la obligara. Se dio cuenta pero no le importó. ¿Qué te pasa? ¿Te has quedado sin fuerza? ¿Eres maricón?
Reanudé los envites, más violentos aún. El maricón es tú marido, el comepollas. Tú eres una zorra, a la que el mierda que tiene en casa la deja a medias y necesita una polla de verdad que le dé caña.
-¿Vas a ser tú?
-Soy yo el que te está jodiendo como mereces –afirmé agarrándola de nuevo del cuello. Casi automáticamente noté acercarse su orgasmo. No, eso no cabrona. Por lo que me retiré rápidamente. Un no gritado, lastimero, salió de su garganta. Pero no le di tiempo a lamentarse. La tomé de la cintura, le di la vuelta, dejándola en cuatro, la ensarté de nuevo y agarrándola del pelo le anuncié que iba a follármela como a una perra, pues no eres más que eso.
Ahora sí gritó. De júbilo, pues el orgasmo la sacudió de arriba abajo o de adelante atrás, a tenor de la posición, no sabría especificarlo. Yo tampoco tardé mucho. Cuando hube vaciado mis testículos en el interior de la mujer, me dejé caer de lado soltándole la cabellera por fin, agotado.
-Me has destrozado el traje, cabrón –fue lo primero que me dijo un buen rato después volviendo ambos del limbo, aún desmadejados sobre la cama.
-Tú has destrozado mi amistad con Ernesto. –No respondió. Tenía los ojos cerrados y respiraba pausada. Al rato me levanté con la intención de irme pues el juego había acabado. No había salido como yo esperaba pues la muy puta salía victoriosa, pero al menos la había desenmascarado.
-Me ha gustado, -fue todo lo que me dijo, sonriente, sin abrir los ojos. –Lo has hecho bien interpretando tú papel.
No sabía si se refería al ataque de hoy o a los meses precedentes, tampoco se lo pregunté. Simplemente afirmé, te has pasado.
-Ha valido la pena –fue su sentencia.
-¿Sí, eso crees? ¿Montar todo este circo para pegar cuatro polvos ha valido la pena? ¿Y qué me dices de Ernesto y de mi amistad con él? Nunca la voy a recuperar.
Abrió los ojos y se incorporó, quedando apoyada sobre los codos.
-Yo no monté nada. Fue el idiota de mi marido que me grabó a escondidas cuando le había dejado claro que eso no podía hacerlo. Me di cuenta aquella misma noche, cuando cogió el móvil de la mesita al acostarnos, por cómo lo miraba. Al día siguiente confirmé, mirándole el teléfono, que no sólo era medio maricón, además era un embustero. Me cabreó muchísimo, pero monté en cólera cuando recogí su móvil extraviado y vi en el registro de envíos que te lo habías grabado. No sabía cuál era más cerdo de los dos. Así que urdí el plan, para joderos. ¿He roto vuestra amistad? No me parece un precio tan alto, la verdad.
Sonreí, deportivamente, pues nos había derrotado a los dos, pero aún quise saber antes de marcharme:
-¿Pero para ello debías dejarte violar? –Hice una pausa. -¿Te pone, verdad?
-Es una de mis fantasías, la más intensa, la más deseada, pero no me atreví a confesársela a Ernesto, así que cuando me di cuenta del engaño, vi el campo abierto para matar dos pájaros de un tiro.
Game over, pensé. Enfilé hacia la puerta de la habitación para marcharme seguro de no volver jamás, cuando se levantó felina y me franqueó el paso.
-¿Ya te vas? –preguntó entre coqueta y altiva, medio desnuda pues los harapos que habían sido un bonito traje a penas la cubrían.
-Claro. ¿Qué esperas que haga?
-Podrías quedarte un rato y darme mi merecido de nuevo. ¿No quieres vengarte del maricón de tu amigo y la zorra de su mujer? –le aguanté la mirada, alucinado. La suya me devoraba, hambrienta. –Hay cosas que aún no me ha hecho ningún hombre, que no le permitiría nunca a ninguno a no ser que me obligara… -movió la cadera lateralmente para que sus nalgas quedaran más expuestas mostrándome por dónde nadie la había tomado nunca sin perder aquella sonrisa infantil, traviesa.
-Si me quedo vas a tener que hacer todo lo que yo diga –afirmé tomándola del cabello de nuevo, acercando mi cara a la suya.
Orgullosa, sentenció:
-Eso es lo que a ti te gustaría.
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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (5)
Al día siguiente de mi clase particular con mi cuñada salí de casa para ir a trabajar. Al cerrar la puerta me encontré con mi vecino de al lado, un simpático cuarentón con el que, a pesar de conocernos desde hacía poco, estaba empezando a entablar amistad.
– Buenos días, Carlos- me dijo-, ¿Qué tal?.
– Buenos días, Enrique, ya ves, a currar un poquito.
Me cogió del brazo y, acercándose a mí, en voz baja susurró:
– ¿Puedo decirte una cosa con total confianza?.
– Claro, hombre- contesté utilizando su mismo tono de voz-, ¿qué te preocupa?.
– Bueno, ya sé que lleváis muy poco tiempo casados… y es lo normal… pero… ¿podríais bajar un poco el tono de vuestra pasión a determinadas horas?.
– Enrique, no sé de qué me estás hablando.
– El otro día se os oía desde mi casa a tu mujer y a ti en plena faena, ¡uf!… sobre todo a tu mujer… ¡campeóóóóón!- añadió dándome toquecitos con su índice derecho en mi pecho-. Pero era pronto, por la tarde, y mis niños pudieron escucharos igual que yo.
Sentí cómo el rubor incendiaba mis mejillas, a esas horas no era mi mujer a quien había oído…
– No te avergüences, hombre- dijo palmeándome la espalda-, ya te he dicho que es normal, pero te pediría que en horario infantil os reprimierais un poco.
– C-claro- contesté medio tartamudeando-, nos contendremos…
– Gracias… ¡campeóóóóóóón!- concluyó dándome más toquecitos acompañando la última sílaba.
Bajamos juntos hasta el garaje y nos despedimos metiéndonos cada uno en su coche.
De camino a la facultad, rememoré sus palabras y su implicación, lo que me llevó a darle vueltas a todo lo ocurrido con mi cuñada. Aquella que yo siempre había considerado una niña, la hermanita pequeña de mi esposa, se había convertido en una preciosa joven cuyos encantos no podían pasar desapercibidos para nadie, incluyéndome a mí, que había sido seducido por sus irresistibles armas de mujer para descubrir que era una increíble e insaciable amante.
Nunca pensé que llegaría serle infiel a mi esposa, y aún menos con su hermana, pero lo ocurrido el día anterior, aunque terriblemente excitante y morboso, había estado a punto de dar al traste con mi matrimonio y poner todo mi mundo patas arriba.
– Amo a mi esposa, la quiero con toda mi alma, por eso me casé con ella- pensaba mientras conducía-. Es una persona maravillosa, inteligente, culta, y con un toque de inocencia que resulta encantador, por lo que no se merece en absoluto lo que le estoy haciendo.
En ese instante tomé la decisión de hablar con Patty y zanjar el tema de nuestros escarceos sexuales limitándolo a los dos que ya habíamos tenido.
Tenía dos horas de clase, precisamente con el grupo de mi cuñada. Nos encontramos a la puerta del aula, y aparentando total normalidad, como siempre, saludé con un “Buenos días” tanto a ella como al grupito de alumnos que le acompañaban y me esperaban para comenzar la clase. A pesar de no mostrar ninguna emoción externa, un cosquilleo revolvió mis tripas al verla.
Como siempre, mi aventajada alumna estaba preciosa, vestida con una ajustada falda negra que le llegaba hasta la mitad de sus bien torneados muslos, calzando unas botas también negras, de aguda puntera, que le llegaban hasta las rodillas, con tacón alto que estilizaba aún más sus piernas. Como parte de arriba llevaba una chaqueta negra que, en combinación con la falda, constituía un elegante traje. A través de la entallada chaqueta, abotonada en la parte media, se podía ver una blusa roja con los tres botones superiores desabrochados formando escote. A parte de muy sexy, estaba especialmente elegante como para ir a la facultad.
Tras la primera hora de clase, durante los 10 minutos de descanso, en lugar de bajar a la cafetería me quedé a la puerta del aula hablando con algunos alumnos sobre las exposiciones que tendrían que hacer de sus trabajos. A mi lado, en otro grupo, estaba Patty hablando con sus amigas, y no pude evitar recoger algunos fragmentos de su conversación:
– Sí- decía mi cuñada-, es que a las 8.00 tenía cita con el médico…
Eso explicaba el por qué iba vestida de traje.
– ¡Qué va!- contestaba a la pregunta de una de sus amigas-, ha sido con el gine, y sólo para que me diese nuevas recetas para la píldora anticonceptiva. Estoy más sana que una manzana…
Miré mi reloj, era hora de retomar la clase, así que con un “Venga, chicos, se acabó el descanso” volví a entrar en el aula.
Cuando terminó la hora, todos los alumnos se marcharon mientras recogía mis cosas. Durante esa mañana ya no tenía más clases, así que me encerraría en mi despacho para seguir corrigiendo los trabajos que la tarde anterior no había terminado por la visita de mi cuñada.
Bajé a la calle, pues mi despacho se encuentra en el edificio contiguo, pensando en buscar el momento idóneo para hablar con Patty y dejarle las cosas claras sobre nosotros y mi matrimonio con su hermana.
Al salir al exterior, allí estaba ella, sola, fumándose tranquilamente un cigarrillo.
– ¿Ya no tienes más clases hoy, profe?- me preguntó alegremente.
– No, pero tengo muchos trabajos aún por corregir, así que me voy corriendo para el despacho a ver si los voy terminando.
– ¡Pobrecito, hay que ver lo que trabajas!. Yo hoy tampoco tengo más clases, así que me iré a casa a repasar lo que me explicaste ayer- dijo mordiéndose el labio inferior en un claro gesto de lujuria contenida.
– Muy bien- contesté eludiendo el tema como si no me hubiese dado cuenta del significado oculto-, eso es lo que tienes que hacer, estudiar.
Y sin darle tiempo a que dijese más, seguí mi camino pronunciando un “¡Hasta luego!” tras alejarme un par de pasos de ella, no llegué a oír su respuesta.
Cuando ya hube entrado en el otro edificio pensé:
– Bien, te has mantenido firme, ahora tienes que encontrar la manera de hablar a solas con ella sin levantar sospechas.
En ese instante una idea empezó a formarse en mi cabeza: mi cuñada iría ahora a su casa, estaría sola en un lugar donde nadie pudiese vernos, y la pillaría totalmente desprevenida, era la situación ideal para hablar con ella.
Entré rápidamente en mi despacho y encendí el ordenador, tenía que revisar su ficha de alumna porque no sabía dónde estaba el piso de alquiler en el que vivía. Encontré su dirección, y tras meterla en el navegador de mi móvil y consultar Googlemaps para hacerme una idea de por dónde quedaba, apagué el ordenador y cerré mi despacho pensando: “Bendita tecnología”.
Tras 20 minutos callejeando en coche, y 10 de búsqueda de aparcamiento, por fin llegué a la dirección correcta. El portal estaba abierto, así que subí hasta la última planta del viejo edificio. Sólo había una puerta en esa planta, el piso debía de ser un pequeño ático. Respiré hondo, llamé al timbre, e inmediatamente se abrió la puerta.
– Ummm, Carlos- dijo Patty al verme-, qué deliciosa sorpresa, acabo de llegar a casa.
– Patricia, tenemos que hablar- contesté gravemente.
– Claro, claro- dijo visiblemente sorprendida al oír su nombre completo-, pasa.
Efectivamente su piso era un pequeño ático para una persona, porque entré directamente a un coqueto salón con cocina americana.
– Deja el abrigo en el sofá- me dijo haciendo lo propio-, y siéntate. Tengo café hecho, ¿te apetece?.
¡Ufff!, la dichosa pregunta que tan placenteros recuerdos me traía.
– Firmeza- me dije a mí mismo-, tienes que controlar la situación, la has cogido por sorpresa y no ha tenido tiempo de cargar sus armas.
– Sí, solo con hielo, gracias- contesté.
Observé cómo Patty se quitaba la chaqueta y mi polla se despertaba al ver cómo sus redondos pechos estaban apretados en la entallada blusa roja. Los botones abiertos formaban un hermoso escote en pico que moría en el primer botón cerrado, justo por encima de la altura a la que debían estar sus pezones. Cuando se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, observé su curvilínea silueta y el duro culito que la chaqueta ya no tapaba.
– “¡Buenos días, princesa!”- exclamó mi verga estirándose. Su voz resonó en mi cabeza como la de Roberto Benigni en La Vida es Bella.
Crucé dolorosamente una pierna sobre la otra para estrangular mi incipiente erección, y desviando mi mirada alrededor del salón para distraerme, conseguí que no llegase a más.
Tras un par de minutos Patty volvió sentándose a mi lado y ofreciéndome mi café con hielo. Encendió un cigarrillo y dio un breve sorbo a su café.
– ¿De qué tenemos que hablar, cuñadito?- preguntó inquisitivamente con sus ojos aguamarina clavados en los míos.
– Patricia- comencé tras coger aire-, tu hermana no se merece lo que le estamos haciendo.
– ¡Ah!- exclamó sorprendida-, ¿y qué es lo que le estamos haciendo exactamente?.
– No me lo pongas más difícil, sabes a lo que me refiero…
– Ya… -contestó pensativa dándole una profunda calada a su cigarrillo.
Realmente parecía que había conseguido desarmarla con el efecto sorpresa, y daba la impresión de que todo sería más sencillo de lo que esperaba, con la excepción de que su postura en el sofá, con las piernas cruzadas y la falda ligeramente recogida mostrando sus firmes muslos, girada hacia mí enseñándome el balcón de su prieto escote, y su sensual manera de fumar, estaban volviendo a despertar mi polla a pesar de estar reprimida por mis piernas también cruzadas.
– Lo de la semana pasada fue un error- proseguí-, y lo de ayer fue un gravísimo error, Tere casi nos caza.
– Pero fue muy excitante, ¿no crees, cuñadito?. El que mi hermana casi nos pillara hizo que tu corrida fuese aún más intensa. Tengo grabado en la memoria cómo inundaste mi boquita con tu sabor a hombre- añadió pasando la punta de su lengua por su labio inferior y mordiéndoselo ligeramente.
– Patty- dije tratando de controlar la erección que sus palabras y su gesto habían conseguido acelerar-, no sigas por ese camino. Quiero a tu hermana, tu fantasía acaba aquí- añadí con tono autoritario-. Esto quedará entre nosotros y seguiremos con nuestras vidas como hasta hace unos días.
– Está bien- contestó apagando el cigarrillo-. Si lo tienes tan claro, entonces nunca más volveré a comerte la polla y nunca más volverás a follarme.
Para mi sorpresa, de repente se levantó y salió del salón, no sin antes decirme desde la puerta:
– Ya puedes descruzar las piernas y liberar esa polla que me grita cuánto me deseas.
Me quedé perplejo, y cuando conseguí reaccionar descrucé mis piernas sintiendo cómo, al ser liberada, mi verga estaba increíblemente dura.
Allí sentado, en silencio, esperé acontecimientos, pero Patty no dio ninguna señal de volver. Tras cinco minutos de tensa espera en la que mi pene volvió a su estado de bajada de bandera, y con la garganta seca, apuré mi café y me dispuse a marcharme.
– No puedes irte así- me dijo mi conciencia-, al fin y al cabo es tu cuñada, la hermana pequeña de tu mujer, no puedes largarte dejando éste “mal rollo” entre ambos.
Cambié de opinión y salí del salón por la misma puerta que, minutos antes, había cruzado Patty. Quería despedirme correctamente para suavizar las cosas. Encontré un diminuto pasillo en el que de frente se veía la puerta de un armario empotrado, a la derecha una puerta cerrada que debía corresponder con el baño, y a la izquierda una puerta entreabierta que sin duda era el dormitorio. Tomé el pomo, y abriendo un poco más pregunté:
-¿Patricia?.
– Pasa- oí desde el interior.
Abrí completamente la puerta. A mi izquierda pude ver una estantería con varios libros y Cd’s de música, y frente a mí, bajo una ventana, un sencillo escritorio de pino, el típico mobiliario de piso de estudiante. Pasé al interior y, al voltear la puerta medio cerrándola de nuevo, pude ver la cama, una mesilla de noche con una lamparita estilo Tiffany’s; al fondo un armario empotrado con puertas de espejo, y delante de la cama estaba ella, mi espectacular cuñadita, de pie con una pierna un poco más adelantada que la otra y con la mano derecha sobre su cadera, ligeramente ladeada en una pose de modelo de pasarela.
– Sabía que vendrías- dijo con voz muy sugerente-. ¿Te apetece?.
Mi polla en esta ocasión reaccionó de una sola vez, creció al máximo y se puso dura como el acero. Patty clavó su verdeazulada mirada en mi abultado paquete y se mordió el labio inferior con ese erótico gesto de lujuria contenida que conseguía alimentar aún más las llamas de mi deseo.
– “¡Es la guerra!, ¡traed madera, traed madera!”- resonó la voz de Groucho Marx en mi interior.
– Eres mala –le dije con todas mis dudas disipadas ante la evidencia de que mi cuerpo clamaba por el suyo.
– No soy mala, cuñadito- dijo con su tono de voz más sugerente-. Soy buena, muuuy buena…
¡Clac!, ¡clac!, ¡clac!, sonaron los tacones de sus botas sobre la tarima del suelo al acercarse a mí moviendo sus magníficas caderas, tan sensualmente, que una gota de sudor frío recorrió toda mi espalda. Con los brazos puestos en jarras, se quedó a escasos centímetros de mí.
– No eres buena, cuñadita- le dije en un susurro-, ESTÁS muy buena…
Patty se acercó aún más, y cuando su boca estaba a escasos milímetros de la mía, sacó su lasciva lengua para recorrer mi labio superior con una lujuriosa lamida.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo poniéndome toda la carne de gallina mientras mi falo latía dentro del pantalón.
– Eres mala y viciosa- dije.
– ¿Sí?, ¿y qué vas a hacer al respecto?- preguntó dándose ella misma un azote en el culo.
Estaba loco de excitación, la farsa ya no podía durar más, no podía engañarme a mí mismo:
– Quiero a Tere- decía mi voz interior-, pero deseo follarme una y otra vez a su hermana. Ansío hundir mi polla en este fogoso cuerpo que no deja de tentarme. La deseo, la deseo, necesito follármela…
Agarré las solapas de la blusa de mi cuñada y se la abrí salvajemente haciendo saltar los botones. Ella respondió con un “¡Aahh!” de asentimiento y excitación, poniendo cara de hembra en celo. Sus voluptuosos pechos se presentaron ante mí, oprimidos por un sujetador rojo que los apretaba y alzaba haciéndome desear meter mi verga entre ellos. Sujetando la cinturilla de su falda, tiré con fuerza de la cremallera lateral hacia abajo y la prenda se deslizó por sus tersos muslos para caer al suelo. La braguita también era de color rojo, a juego con el sujetador y muy transparente, permitiéndome vislumbrar su vulva con sus labios mayores hinchados.
Rápidamente me deshice de mis prendas superiores mientras ella dejaba caer su blusa. Me desabroché el pantalón cayendo éste hasta mis tobillos. Me saqué los zapatos utilizando únicamente los pies y, dando un pequeño paso hacia Patty, me deshice del pantalón. Nuestros cuerpos contactaron, nuestros sexos quedaron pegados el uno al otro, llamándose a través de nuestras prendas íntimas. Mi glande asomaba por encima de la cinturilla del slip, y sentí cómo su coño ardía empapando la braguita.
Pude sentir los duros pezones de mi cuñada clavándose en mi torso desnudo con cada respiración, a pesar de estar aún ocultos por el sujetador. Patty jadeaba de pura excitación, con sus labios abiertos anhelantes por ser devorados. La abracé firmemente tomándola por el talle y ella pasó sus brazos por encima de mis hombros. Mis labios encontraron los suyos y mi lengua comenzó a explorar su cálida boca acompañada por su suave lengua. Nos besamos desesperadamente, comiéndonos la boca mutuamente en ardiente frenesí. Succioné su carnoso labio inferior y separé mi cara mirando sus profundos y fascinantes ojos de gata. Mi cuñada me devolvió la mirada a través de sus largas y negras pestañas, atravesándome con ella como si pudiese indagar en lo más profundo de mi alma.
Yo había sucumbido a sus encantos, en esta lid los papeles se habían intercambiado pasando a ser ella la profesora y yo el alumno. Era su gran triunfo, y su mirada me lo decía, pero yo no estaba dispuesto a entregar mi alma y dejarme dominar completamente por esa fogosa diablesa. Dejando una mano sobre su cadera y poniendo la otra sobre su hombro izquierdo, la aparté de mí, la hice girar, y la postré sobre el escritorio.
– ¡Au!- gimió entre dolorida, sorprendida y excitada al impactar sus brazos y pechos sobre la superficie de madera.
Con un tirón, rasgué sus sexys braguitas respondiendo ella con un “¡Uffff!”. Contemplé ese culito con forma de corazón bajo el cual su anhelante sexo me llamaba manando deliciosos jugos que escurrían por la cara interna de sus muslos. Su excitante aroma llegaba a mí haciendo que mi polla vibrase. Me saqué el slip y le di un azote a ese altivo culo: “¡Zas!”
– ¡Aaah!- exclamó Patty encantada.
Di un paso al frente y coloqué mi glande entre sus labios vaginales, los tacones de sus botas la dejaban exactamente a la altura perfecta para que mi falo la penetrase sin tener que doblar mis rodillas.
– ¡Ummm!, eso es cuñadito. Venga…métele la polla a la hermanita de tu mujer.
– ¿Te apetece?- dije utilizando su característica pregunta.
– Ummm, sssí. Estoy muy cachonda desde ayer, cuando me comí tu polla y te corriste en mi boquita como un semental mientras llegaba mi hermana.
– Eres una viciosa- le contesté restregando mi glande a través de su raja y acariciando su clítoris con él.
– ¡Ooohhh!- gimió.
Seguí pasando toda mi verga por su chochito, subiendo hasta la raja formada por sus glúteos y volviendo a bajar para presionar su clítoris con el glande.
– Mmmm, vas a hacer que mmme derrita, mmmmétemela, si sssssigues assssí voy a corrermmme.
Seguí con la misma operación refrenando mis impulsos por darle lo que quería. Continué frotando su coño con mi polla, embadurnándome con su jugo, extendiéndolo hasta su culo, manteniendo un combate entre mi glande y su duro y palpitante clítoris…
Patty no pudo soportarlo más, apoyó las palmas de sus manos sobre el escritorio, estiró sus brazos y arqueó toda su espalda levantando la cabeza para gritar:
– Mmmme corro, mmme coorrrrrooo, ¡mmmmme corroooooooooohhhh!.
El poderoso orgasmo hizo que más cálidos fluidos manaran de su tórrida almeja, empapándome toda la verga.
– Ufffff- suspiró aliviada- has hecho que me corra antes de metérmela.
– Eres una viciosa a la que le gusta seducir al marido de su hermana, ¿verdad?.
– Mmm, sí, quiero más. Quiero que mi cuñadito me clave su polla dura.
– Eres una yegua salvaje que necesita que la domen. Eres mala, eres muy mala y necesitas un severo castigo- continué dándole otro azote en el culo.
– Ummm, sí, soy muy mala, castígame profe, castígame.
Había llegado el momento que durante los últimos minutos yo había estado preparando, iba a darle su merecido castigándola con mi miembro por ponérmelo tan duro. Totalmente cubierto por los fluidos de mi expectante cuñada, deslicé mi falo situando la punta entre sus nalgas, tocando su ano, y agarré con fuerza sus anchas caderas.
– ¡No!- exclamó Patty-, no me lo has abierto, hay que estimulaaaaaaaaarrrrggggggggg!.
Con un fuerte empujón vencí la resistencia del estrecho ojal. Mi polla era un ariete y su ano la puerta del castillo derribada. Toda mi verga se abrió paso salvajemente por su recto ensartándola hasta el fondo, “¡Plas!” sonó mi cadera contra sus nalgas.
– ¡Ah!, duele, ¡ah!, duele mucho, ¡aahhh!- dijo mi cuñada entre sollozos, con su cara sobre la superficie del escritorio tras haberle flaqueado los brazos y haber resbalado sus manos por mi acometida.
Los fluidos que envolvían mi rabo habían conseguido reducir la fricción, pero sin la estimulación previa, mi duro cetro de carne había dilatado al máximo su ano y paredes internas para penetrar sus entrañas sin compasión. Cómo me apretaba su cuerpo todo el miembro, tratando de expulsar a tan grueso y cruel invasor. Aunque en muy menor medida, también era doloroso para mí, un dolor exquisito.
Me recliné sobre ella y le susurré al oído:
– Es tu castigo, cariño, relájate y acabará gustándote.
Sólo recibí un quejumbroso sollozo como respuesta.
Al reincorporarme me di cuenta de que aún llevaba puesto el sujetador, se lo desabroché, solté los tirantes y me deshice de él para que sintiese el frío contacto de la mesa en sus pezones. Su cuerpo estaba empezando a acostumbrarse a la pitón que lo había profanado, y sus espasmos internos masajeaban mi estrangulada polla haciendo que el dolor en mí desapareciese para dar paso a una placentera sensación. Retiré hacia atrás mi cadera dejando únicamente el glande dentro de su culo.
– Uffffff- suspiró mi sodomizada cuñada.
– No pienso darte tregua, preciosa- le dije-, voy a taladrarte el culo para que sientas cómo me has puesto.
Arremetí con otro fuerte golpe de cadera. “Slurp” sonaron los fluidos en el agujerito cuando mi falo volvió a deslizarse al interior de su culo, “¡Plas!”.
– ¡Arrrrgggg!, es enorme, ¡me revienta por dentro!.
Hice caso omiso de las quejas, su culo me proporcionaba un inmenso placer tratando de expulsar mi verga. Me retiré de nuevo.
– Ufffff- suspiro femenino de alivio.
Volví a embestir:
– Slurp, ¡Plas!.
– ¡Aaaarggg!.
Ésta vez el gemido indicaba menos dolor, era el momento de darle duro. ¡Plas, plas, plas, plas, plas!, sacaba y metía mi pétreo ariete con fuerza moviendo todo su cuerpo con mis embestidas. ¡Qué culo tan delicioso!, cómo apretaba mi polla sin cesar… plas, plas, plas, plas, plas… toda mi verga latía… plas, plas, plas, plas… sus quejidos se estaban transformando… plas, plas, plas, plas… Patty estaba comenzando a sentir gusto… plas, plas, plas, plas… mi cuñada ya gemía:
– Uffff, aahh, uffff, aaaahh, uuuufffff, aaaaaaahahhhahhh…
Mi mano derecha se deslizó por su cadera alcanzando su clítoris con los dedos, estaba otra vez muy duro, y más abajo su coñito volvía a lubricar mojándome los dedos.
– Mmmm, oohhh, mmm- gemía ahora mi cuñada.
Lamí mis dedos y degusté el delicioso sabor de mujer excitada.
Por el rabillo del ojo pude ver nuestro reflejo en los espejos del armario, la imagen que se contemplaba era casi tan excitante como el propio acto: el maravilloso cuerpo de mi cuñada, únicamente ataviado con sus botas negras, estaba apoyado sobre el escritorio, y se movía hacia delante y atrás con el ritmo marcado por mis caderas… plas, plas, plas… sus pechos se aplastaban sobre la superficie de madera y se frotaban contra ella con cada una de mis acometidas… plas, plas, plas, plas… sus caderas estaban firmemente sujetas por mis manos, mientras mi verga entraba y salía de entre sus nalgas, sometiéndolas a base de pollazos… plas, plas, plas… pero lo mejor era la cara de Patty apoyada sobre sus manos, con un mechón de moreno cabello pegado a su frente por el sudor, con sus mejillas totalmente ruborizadas, con la boca abierta gimiendo “¡ah, ah, ah!” o mordiéndose el labio inferior “mmmm” en un gesto que denotaba el placer que sentía… plas, plas, plas, plas… y con su mirada fija en los espejos, contemplando extasiada cómo su cuñado, su profesor, su amante la sodomizaba sin compasión.
Plas, plas, plas, plas… mi cuñada levantó su cara y, extendiendo sus brazos, levantó la espalda sujetándose a la superficie del escritorio con las palmas de sus manos. Eso hizo que su espalda describiese una maravillosa curva, y su culo, aún más delicioso por la postura, me exprimió aún más con tanta fuerza, que sentí que me corría:
– ¡Ooooohhhh, Pattttyyyy!- exclamé casi sin aliento, embriagado de placer.
Pero la presión que ejercían su ano y todas sus paredes internas era tal que no me permitía correrme, tuve que detener mi bombeo por un momento, pero… plas, plas, plas, plas… mi cuñada lo estaba gozando de verdad y quería mantener el ritmo dando empujones con su culito hacia atrás para autopenetrarse con mi polla sin misericordia… plas, plas, plas, plas…
– Ah, ah, ah, ah, ah- jadeaba ella sensualmente con cada profunda penetración.
Mis manos recorrieron su cintura y aprisionaron con fuerza sus tetas de durísimos pezones.
– Mmmm, esso essss- gimió recuperando la voz.
Ahora era su poderoso culo quien marcaba el ritmo… plas, plas, plas, plas… y me estaba volviendo loco manteniéndome constantemente en situación de preorgasmo… plas, plas, plas, plas… mis manos abandonaron sus pechos y la cogí por los hombros para volver a marcar yo el ritmo… plas, plas, plas, plas… nuestros cuerpos sudaban y se estremecían de puro placer… plas, plas, plas, plas…
– Mmmmm, ssssí, dómmammme, cuñado. Ah, ah, ah, ah, ah…
…plas, plas, plas, plas…
– Oohh, eresss una, oohh, yegua viciosa- dije entre mis propios jadeos-, oohh, y te gusssta, oohhh, que te dé por culooohh.
– Mmmm, mmme encantaaahh, esssstoy a puuunto de corrermeeee.
Yo también estaba a punto desde hacía un rato, pero su voraz culo engullía con tanta fuerza mi falo estrangulándolo, que no me lo permitía, y el placer se estaba haciendo insoportable, avivado por los maravillosos gemidos de Patty “ah, ah, mmm, ah, ah”.
…plas, plas, plas, plas, plas…
No podía más, necesitaba liberar mi carga o explotaría por dentro. Volví a bajar mis manos atenazando sus caderas y empujé con todas mis fuerzas hasta el fondo, consiguiendo que mi cuñada quedase de nuevo postrada sobre el escritorio. Saqué mi polla entera de su culo y rápidamente la coloqué entre sus nalgas, apoyando la punta sobre su espalda. Al sentirse liberada, mi verga por fin eyaculó con fuerza sobre la espalda de Patty, con abundantes disparos blancos que cayeron sobre su columna vertebral, haciéndome estremecer.
El orgasmo de mi amante era también tan inminente, que en cuanto sintió mi ardiente leche abrasando su piel, se corrió tensando todo su cuerpo y levantándolo de la mesa: “Aaaaaaaaaaaaaahhhhhh”.
Mi lefa resbaló por su espalda acumulándose en la curva formada por sus lumbares al arquearse. Me quedé mirando su brillante blancura fascinado, tratando de recuperar el aliento mientras la música de Héroes del Silencio sonaba en mi cabeza con la voz de Enrique Bunbury cantando: “Blanco esperma resbalando por la espina dorsal”.
Patty se levantó, y al ponerse derecha, mi semen siguió resbalando por su piel, llegando a su divino culo enrojecido por mis acometidas, para seguir resbalando por la raja describiendo su redondez.
Mi cuñada se dio la vuelta, sus pechos también estaban ligeramente enrojecidos por el roce con la superficie del escritorio, sus pezones aún seguían duros. Cogiendo mi cara entre sus manos, me dio un profundo beso en los labios.
– Me ha encantado tu castigo, profe- me susurró al oído-. Tu leche en mi espalda ha sido una sensación increíble. Ahora necesito refrescarme.
Y sin más, salió del dormitorio dejándome allí de pie, desnudo, y con mi también enrojecido pene bajando la guardia.
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“Pase, doctora, pase…” – invitó en tono cordial pero con evidente mordacidad.
Y, en efecto, casi como si se hubiera tratado de una orden, se escuchó con claridad el “clic” de una perilla y se encendió una débil luz de velador, no superior a 25 voltios. No era mucho, desde ya, pero fue lo suficiente como para tomar idea del lugar en que me hallaba y las dimensiones del mismo. En realidad aquello daba la impresión de ser tan sólo una casa… y la habitación en que nos encontrábamos reunía todos los requisitos para ser considerado una sala de estar: un par de sillones, algunas pinturas adornando las paredes que no se veían muy claramente pero daban la impresión de ser naturalezas muertas, una mesita sobre la cual se hallaba un televisor. Nada anormal. Una casa de familia diríase. Lo anormal, en todo caso, era el círculo de sujetos que me rodeaba. Hice un giro con la cabeza para tratar de abarcarlos y comprobé que eran cuatro. Momentos antes, oyéndolos reír o dialogar, me había dado la impresión de que fueran más. Uno de ellos se me acercó y, en un acto de clara impaciencia, prácticamente me arrancó el guardapolvo que llevaba. Estuve a punto de protestar pues en uno de mis bolsillos tenía mi teléfono celular pero no sólo eso: también había llevado algunos profilácticos a los efectos de preservarme de lo que viniese y aun sin querer aceptarlo. Es que, como médica, no soy amiga del consumo de pastillas anticonceptivas por períodos muy extendidos de tiempo y, en consecuencia, cada tanto las interrumpía y elegía formas de cuidado más básicas; pues bien, yo me hallaba en uno de esos lapsos de interrupción. Fue por eso que abrí los labios para ensayar una débil protesta pero nada salió de ellos y, a decir verdad, no tuve demasiado tiempo de nada: ya mi guardapolvo se hallaba hecho un bollo en el suelo contra el zócalo de la pared. Mi cuerpo quedó allí, en el centro del círculo, expuesto ante las lascivas miradas y las bocas que se me antojaban babeantes, envuelto como para regalo en el erótico conjunto que me había armado la empleada de la tienda con el visto bueno de Franco.
Fue el único que se presentó en realidad. De los cuatro era, obviamente, el único que parecía estar familiarizado con reglas mínimas de cortesía aunque, a la vez, subyacía siempre una cierta mordacidad detrás de sus palabras que, en algún punto, me hacía recordar a Franco. No era lo mismo, desde ya: Franco era incomparable no sólo con ningún chico sino con ningún espécimen del género masculino que hubiera conocido (¡Dios! ¡Cómo deseaba que estuviese allí!) pero se le parecía en el sentido de tener una actitud de seguridad que lo elevaba un poco por encima del resto de los de su edad.
“Tranquila” – volvió a insistir Sebastián, esta vez acariciándome la mano.
“Seguí bailando, perra, seguí bailando…” – me conminó, al tiempo que se contoneaba frenéticamente detrás de mí y al hacerlo me llevaba también a acompañar su movimiento. El resto sólo vitoreaban y aplaudían mientras yo me sentía morir por la vergüenza.
Las lágrimas pugnaron por salir de mis ojos. Bajé la vista. No podía seguir mirando. Sebastián se dio cuenta de eso pues me tomó suavemente por el mentón y me hizo levantar la cabeza para alzar la vista otra vez.
“Así, putita, así – me decía en el oído; aun a pesar de que la voz era casi un susurro, logré determinar que era Sebastián, ya definitivamente olvidados sus presuntos aires de caballerosidad -. Ya sé que no está tan buena como la de Franco, pero igual dejalo contento, jaja… Pensá que es la primera: hoy te vas a tener que comer cuatro, jeje…”
La mención de Franco funcionó como si me activara algo. Ya que el momento que estaba viviendo era tan desagradable, quizás la mejor forma de combatirlo sería con mi mente. Tenía que instalar definitivamente en ella la imagen de Franco, quien por esas horas debía estarse divirtiendo con la vendedora de la tienda, la cual seguramente también estaría pasándola mucho mejor que yo. Es increíble por dónde puede desvariar la cabeza cuando una quiere escapar de una situación que la sobrepasa, pero hasta recuerdo que me puse a pensar en si ella le habría, también, pagado una habitación de hotel o habrían elegido un ámbito menos ortodoxo, como la cabina de un auto: ¿tendría uno ella? De pronto sentí una arcada: la verga del gordo, portentosa por cierto, me tocó la garganta y me sentí a punto de vomitar. No, no… debía concentrarme en Franco, Franco, Franco, Franco… sí, eso era. De todos modos no resultaba muy relajante para mi mente ni para mis sentidos el saberlo en aquellos momentos junto a la odiosa vendedora, así que decidí cambiar la imagen de plano: y reemplacé mentalmente la verga del gordo por la de él… Fue tan fuerte el impacto de la idea que hasta comencé a mamarla con más ganas; el gordo lo notó y no pudo evitar dejar escapar un jadeo en forma de grito. Apoyó su pesada manaza sobre mi cabeza:
Y, a continuación, manteniendo su paso de baile, entró con su verga en mi vagina. Al hacerlo me empujó hacia delante y tragué la verga de Sebastián todavía más, cosa que segundos antes hubiera pensado como imposible. Me tenían empalada entre los dos: uno por la boca, otro por la concha. El resto, como no podía ser de otra forma, empezaron a vivar y vitorear. Creo que no necesito decir los calificativos que ligué. Cuando el gordo, finalmente, me acabó, yo seguía aún saboreando la pija de Sebastián, quien aún no lo había hecho; yo, por supuesto, seguía tratando de pensar en Franco… Apenas mi concha quedó libre, un relevo llegó de atrás para empalarme allí nuevamente. En un principio no logré determinar de quién se trataba, pero rápidamente reconocí el estilo: no había ansiedad sino un manejo muy cuidado de los tiempos; paraba cada tanto y creaba un cierto suspenso como haciéndome desear;
complementariamente, me cruzó una mano por debajo del tórax para masajearme las tetas. No podía ser otro más que el flaco: nada en su estilo se correspondía con el del pendejito. Al rato comenzó la lluvia de insultos y ya no hubo más duda. Entretanto, Sebastián acabó en mi boca y tragué toda su leche ya que no me cabía otra posibilidad de tan profunda que tenía su verga en mi garganta. Apenas unos segundos después llegó la eyaculación del flaco, lo cual me dejaba disponible para el chiquillo alzado. No me tomó del mismo modo en que lo habían hecho los demás: me jaló por los cabellos y me llevó hasta uno de los sillones obligándome a ponerme en cuatro. Y entonces sí , arremetió con toda su inmadurez sexual contra mí; jadeó y gritó más como una animal que como un ser humano (juro que acudió a mi cabeza, en ese momento, la imagen de una mono) y, como no podía ser de otro modo, acabó muy rápidamente. Los otros aplaudieron.
CONTINUARÁ
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La historia que les voy a contar, pueden considerarla cont
inuación de “MI VIDA SECRETA 2” o un anexo a la saga de “La Señorita Misteriosa”, o como me gusta llamarla, “La reina de los relatos eróticos”.
– Pero, Carlos; esto es un quilombo!.
Cuando llegue, NO LO PODIA CREER, lo primero que veo luego de cruzar al gigante de la puerta, fueron dos caras que conocía de lugares distintos y momentos diferentes de mi vida, pero que conocía bien igualmente.
Luego de un rato en otro sector de la barra, veo que las dos mujeres se acercan a una mesa en donde había dos tipos (uno era brasilero, lo se porque estaba detrás nuestro en la entrada), veo que se acomodan y piden un champagne que empiezan a disfrutar entre los 4.
Al entrar en la habitación, me acosté en la cama, y apague la luz esperando que entrara la chica que había contratado. Miles de imágenes surcaban mi cabeza en ese momento.
Una vez satisfecho de sus pechos, continué bajando por su vientre, dibujando círculos alrededor de su ombligo para luego dedicarme a comer su parte mas intima, esa que tanto tiempo se me negó en el pueblo, ahora era toda mía en un vulgar cabaret porteño.
Chupaba como una reina, besaba la punta, luego hacia círculos sobre mi glande con su lengua para finalmente introducirla entera hasta casi ahogarse, pero no dejaba un milímetro fuera.
Luego me la limpio y me dijo:
Ceci Sex
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