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Channel: Infidelidad – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: “La fabrica (26)” (POR MARTINA LEMMI)

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Sin título3LA FÁBRICA 26

Sin títuloSiempre con su mano sobre la base de mi espalda, el oficial me fue guiando a través de un largo corredor y, para mi vergüenza, me hizo pasar nuevamente por delante de casi todo el personal policíaco que se hallaba en ese momento en funciones en aquella dependencia. De pronto salimos al aire libre y me encontré cruzando un patio con piso de ladrillos; la tarde ya estaba bastante avanzada, por lo cual el sol ya prácticamente no daba allí sino que quedaba oculto por detrás de altos muros que rodeaban el patio. Fue en ese momento cuando descubrí que, desde un precario ventanuco enrejado, unos famélicos ojos que eran pura depravación me devoraban de arriba abajo.

“Mmmm…. Mamita, ojalá te pongan en mi celda, ja. Te meto la verga por el orto y te la saco por la boquita”

Lo asqueroso del comentario me hizo revolver el estómago; aguzando un poco la vista a los efectos de lograr entrever en las sombras tras los barrotes, llegué apenas a distinguir los rasgos del inmundo rostro de un tipo de edad bastante indefinida. Con repugnancia, giré instintivamente la vista en sentido inverso, pero sólo fue para encontrarme con otro ventanuco de dimensiones parecidas, el cual se hallaba casi exactamente enfrentado con el anterior. Tras los barrotes, descubrí otro rostro algo macilento y oculto entre las sombras; hubiera jurado que se trataba también de un hombre, pero en cuanto habló, me percaté de lo contrario:

“No, no, no. Seamos justos, oficial – se oyó desde dentro una voz que, a pesar de su fuerte sesgo varonil, se reconocía a duras penas como femenina -: los nenes con los nenes, las nenas con las nenas, je… Ese pimpollo hoy duerme conmigo… Mmmmua…”

La mujer arrojó al aire un par de besos que sonaron con desagradable chasquido y yo, sin más remedio, sólo pude bajar la vista al piso.

“Cálmense ustedes dos – les impelió el oficial, de manera imperativa -. No es ni para uno ni para el otro, así que vayan pensando en algún modo de autosatisfacerse”

El tipo del calabozo a mi derecha gritó un par de insultos al uniformado a la vez que me dedicaba una nueva sarta de piropos procaces. Noté que otras voces parecían sumársele, por lo cual me vi tentada a espiar de reojo y así descubrí que detrás de los barrotes ya no había un solo par de ojos sino tal vez dos o tres; uno de los reclusos aullaba como lobo en celo.

“Parece que te han golpeado, hermosa. En cuanto salga de acá, voy y los mato” – voceó alguien; la cara se me puso de todos colores, pues caí en la cuenta de que las marcas que Evelyn me había dejado debían ser distinguibles a simple vista. Me hubiera gustado cubrirme con las manos la parte de la cola que mi falda no cubría, pero la mano que tenía sobre la espalda me seguía llevando casi como una pluma y no me dejaba demasiado margen de maniobra.

“¿Quién se atrevería a golpear a una chica con un culo tan lindo?” – intervino otro.

“No sé pero en unas horas estoy fuera de acá y me encargo de ellos…”

El último sujeto, quienquiera que fuese, insistió varias veces en esa cuestión de su pronta e inminente libertad; era lógico, ya que los detenidos en comisarías sólo lo están de manera temporal hasta tanto se disponga su traslado a alguna unidad penal o, caso contrario, se los libere. Un estremecimiento me recorrió el cuerpo al pensar que esos tipos bien podían estar en la calle en cuestión de horas; fue tan fuerte la impresión que, en rechazo maquinal, volví a girar la cabeza hacia el otro lado, lo cual sólo me sirvió para encontrarme otra vez con la mujerona lesbiana, quien ahora, de modo repulsivo, asomaba y hacía bailotear su lengua por entre los barrotes.

Cuando finalmente llegamos a destino, no puedo describir el impacto que me provocó el lugar con el que me encontré; hacia el final del patio había un pequeño cuarto de puerta estrecha y un burdo boquete en la pared que, obviamente, oficiaba como “ventilación”: no era difícil darse cuenta de que se trataba de un cuarto de baño… o algo que pretendía serlo. El oficial abrió la puerta y, con una caballerosidad que no cuadraba con la situación ni el lugar, se apartó a un costado para dejarme paso. La imagen no pudo ser más desoladora; en efecto, se trataba de un baño sucio y maloliente, presumiblemente para “caballeros”. Las paredes lucían gruesas manchas de humedad que no habían sido removidas en meses o tal vez años, en tanto que, en el extremo opuesto a la puerta, se veía un inodoro sin tapa, con los costados chorreados de mugre. Las náuseas, incrementadas, volvieron a mí.

“¿Q… qué se supone que vamos a hacer ahí dentro?” – pregunté, con el rostro teñido de incredulidad y cubriéndome la boca con una mano.

“Tengo que revisarla” – respondió, con toda naturalidad, el hombre; a lo lejos, los insultos y aullidos recrudecían: no era difícil darse cuenta que, a los ojos de los presos, ese tipo sólo me llevaba a ese cuartucho para darme una cogida dentro; y lo peor de todo era que yo misma empezaba a dudar si no sería realmente así. El lugar, por lo pronto, era un asco a ojos vista.

“¿A… ahí?” – pregunté, contrayendo el rostro en un gesto de repugnancia.

“¿En dónde sino? – repreguntó, con una ligera sonrisa y las palmas de las manos hacia arriba -. Lo siento; quizás esté acostumbrada a cosas más finas y delicadas, pero es lo mejor que tenemos aquí”

Haciendo grandes esfuerzos para no vomitar, avancé tímidamente hacia el interior del cuarto; apenas lo hice, sentí en el pie que llevaba descalzo el frío y la humedad del piso de cemento, lo cual contribuyó a aumentar el escalofrío que ya, de por sí, mi cuerpo sentía: nunca como entonces extrañé mi zapato faltante. Una aprensión difícil de describir en palabras se apoderó de mí cuando el tipo entornó la puerta sin cerrarla del todo, pues ni siquiera tenía picaporte. Él quedó ubicado a mis espaldas y yo quedé inmóvil sin saber exactamente qué esperaba que yo hiciese. Un incontrolable temblor me subía por las piernas.

“Bueno – dijo, en tono resuelto -. A ver esas marcas”

Recién entonces, al girar mi cabeza ligeramente por sobre el hombro, noté que el tipo tenía una cámara en la mano, en realidad un teléfono celular oficiando como tal: poco profesional para una inspección exhaustiva que se preciase de serlo. Se hincó detrás de mí y, sin incorporarse, fue girando en torno a mis piernas para fotografiar aquellas zonas en donde el color rosado se hacía más intenso por los golpes que Evelyn me había propinado con el zapato. Me sentí tan ultrajada como si me estuviese manoseando, pero lo peor aún no había pasado.

“A ver – me dijo, adoptando pretendida voz de experto -. Levante un poco esa falda; mucho no necesita, je”

Lo mordaz del comentario no encajaba en absoluto con alguien que, se suponía, estaba haciendo una revisión a efectos policiales y, tal vez, hasta judiciales. Temblorosa, llevé arriba la falda hasta descubrir mi cola entangada y él me siguió fotografiando una vez que esa zona quedó también al descubierto.

“Le han dado de lo lindo” – dijo, en un jocoso dictamen que, una vez más, distaba de sonar profesional -. Quítese esa tanga, por favor, señorita… hmm… ¿O señora?”

Me giré. Lo que menos me importaba, por cierto, era el tratamiento que él fuera a darme en relación con mi situación conyugal; en todo caso, saltaba a la vista que el tipo lo mencionaba tan sólo para dejar en segundo plano el denigrante pedido que me había hecho, casi como si lo diera por obvio o natural.

“¿Qué?…” – pregunté, con la cara teñida de confusión.

“¿Le tengo que decir señorita o señora?” – insistió, siempre hincado y sosteniendo en una mano el celular que usaba como cámara.

No podía creer que, detrás de tan impostada caballerosidad, se comportara con tal insolencia. Di un paso hacia atrás y trastabillé al tener un solo pie calzado; a punto estuve de perder el equilibrio e ir a dar con la nuca contra el hediondo inodoro, pero él me tomó por una mano; lo hizo suavemente, pero lo suficiente como para ayudarme a mantener la vertical. Una vez que más o menos me sostuve en pie, comencé a sacudir frenéticamente mi mano buscando desprenderme de la suya con repugnancia.

“No… me refiero a eso – dije, con fastidio en la voz -. Llámeme como se le cante, no me importa. Lo que pregunto es… ¿qué es lo que me pidió?”

“Ah, eso – dijo él, con toda naturalidad y fingiendo un aire distraído -. Ja, perdón, entendí mal; la tanga, por favor: quítesela”

Le clavé una mirada que destilaba todo el desprecio del mundo.

“¿Está hablando en serio?”

“Por supuesto. Es más – agregó, extendiendo hacia mí la mano que tenía libre -: démela”

Llené de saliva mi boca y estuve a punto de escupirlo, pero finalmente me contuve: la tragué.

“Esto es totalmente irregular – protesté, tratando de sonar convencida y convincente -. Muéstreme en qué manual procedimental o cómo carajo ustedes lo llamen, figura que…”

“No sea ridícula, Soledad – rió, desdeñoso y sacudiendo los hombros -. ¿A quién puede ocurrírsele que en algún lado va a decir algo sobre una tanga? Los procedimientos se hacen sobre la marcha y de acuerdo a las necesidades del momento…”

“Explíqueme entonces cuál es la necesidad de que me quite mi prenda y se la dé”

“Bueno… – se encogió de hombros -: eso depende mucho de quién se lo pida y para qué, jeje… Si se lo pide alguna de esas cucarachas – indicó con el mentón en dirección a los calabozos -, está más que obvio que es porque quieren verla desnuda y… bueno… en fin, usted ya sabe”

“Y usted no, ¿verdad?” – ironicé, mientras mi frente se poblaba de arrugas.

“Soledad… – dijo, en un tono que, aunque paternal, rezumaba cansancio -. A nadie puede escapársele que usted es una mujer hermosa y, de hecho, creo que usted lo sabe bien o no andaría por el mundo vestida así. Pero, en lo particular, bien… esto es mi trabajo simplemente”

“No hay marcas debajo de mi tanga” – protesté, negando con la cabeza y crispando los puños; el tono de mi voz también revelaba cansancio.

“Eso es lo que usted dice, pero hay muchas mujeres que niegan ser golpeadas por sus maridos y yo no puedo dar por sentado que usted no sea una. Además, hay que revisar la prenda para ver si no hay manchas de semen…”

“Nadie intentó violarme. Y además… está hablando de mi marido”

“La figura de violación existe más allá del vínculo que pudiera haber entre las partes, señorita Moreitz – explicó él, volviendo a presumir de leguleyo -: poco importa el que ese vínculo sea conyugal o no: para hablar de violación, alcanza con que exista violencia física y falta de consentimiento por parte de…”

“Usted sabe bien que todo eso es una mierda – repliqué, airadamente -. Mi… esposo no hizo absolutamente nada”

El hombre, siempre hincado, asintió y frunció la boca.

“Esto es una escena clásica – dijo, impertérrito -: no sólo niegan el abuso sino que además protegen a sus abusadores”

Hervía por dentro; hacía esfuerzos sobrehumanos por no reventar.

“De todos modos – dijo, incorporándose -, será como usted diga. Ya mismo le voy a decir a su amiga que usted no desea colaborar”

El comentario, desde ya, me sacudió. Ya de por sí, detecté un deje irónico muy particular al momento de decir “amiga”; no sabía en ese momento si era mi imaginación o qué, pero me daba la sensación de que el desgraciado ya había captado bastante bien que Evelyn tenía un fuerte ascendente sobre mí. En principio, su amenaza de ir a contarle no debía preocuparme en lo más mínimo ya que ella misma se había opuesto a que se me sometiera a ese escrutinio. Pero en cuanto lo pensaba bien, eso había sido cuando aún Evelyn ignoraba que yo ya no tenía el consolador en la cola y, por lo tanto, temía que el objeto fuese descubierto. Ahora que ya estaba al tanto de que no era así, poco y nada podía importarle que me revisaran o incluso manosearan y, de hecho, me había llenado el cuerpo de marcas precisamente a tales fines. Así que, por lo tanto, pude ver rápidamente la escena en mi mente e imaginé a Evelyn venir hecha una furia para reprenderme y ordenarme sin delicadeza alguna que me sometiera sin protesta a lo que fuese que el policía quisiera hacerme. Mi embarazo lo sobrevolaba todo… Ella tenía en sus manos la llave para dejarme de patitas en la calle y yo no tenía duda alguna de que, llegado el caso, la usaría: no debía irritarla.

“¿Le digo?” – preguntó burlonamente el policía al notar que yo dudaba.

“N… no, se lo r… ruego por favor” – balbuceé, bajando la vista.

“Nos vamos entendiendo – dijo, sonriendo y asintiendo con la cabeza -: ahora dese la vuelta nuevamente y deme esa tanga”

Resignada y degradada, me fui girando despaciosamente y, con dedos temblorosos, deslicé mi tanga piernas abajo haciendo esfuerzos, desde luego inútiles, para que no se me viera demasiado la cola mientras lo hacía. Podía adivinar los ojos lascivos del oficial clavados sobre mis nalgas; más que adivinarlos, casi podía sentirlos, hiriendo mi carne y taladrándola. Sin volverme hacia él (era tanta mi humillación que no podía mirarlo a los ojos), le extendí la prenda interior, que él tomó sin decir palabra. Un instante después me pareció escucharlo aspirar exageradamente y, al mirar de soslayo por sobre el hombro, descubrí al puerco pasándose la tanga por la cara y olisqueándola del modo más repugnante que se pudiera imaginar; más que olerla, era como que quisiera impregnarse en mis olores.

“Mmmm – dijo, casi en un susurro -. Me gustan las mujeres que se perfuman la ropa interior. Sólo ocurre con quienes se la tienen que quitar seguido, jeje”

“No la perfumo” – repliqué, levantando la voz con hartazgo y con el odio bullendo dentro de mí. Sabía, de todos modos, que era bien posible que Tatiana sí perfumase su ropa interior, pero no estaba dispuesto a seguirle el juego a ese degenerado.

“¿Ah, no? Mmm, entonces supongo que es su perfume natural. Tanto más atractivo”

“Creo que ya es suficiente, ¿verdad?”

“¿Perdón, señorita Moreitz?” – preguntó él en tono de sorpresa y sin dejar ni por un momento de restregarse la tanga por el rostro.

“Que ya puede devolverme la prenda. Supongo que ya comprobó lo que necesitaba comprobar”

Puse la mayor ironía del mundo en el tono, pero él no pareció inmutarse; por el contrario, soltó una risita:

“Je, es un trabajo fino, señorita Moreitz; no se puede hacer así nomás, a la ligera. Pero… sí, se advierte que no hay olor a semen”

“Fue lo que le dije al principio”

“Salvo que, justamente, haya sido perfumada a fines de ocultarlo”

La sagacidad que pretendía mostrar me tenía harta.

“Devuélvame la tanga” – ladré.

“Me temo que no”

“¿Perdón?”

“Es… evidencia – respondió, con tono sorprendentemente tranquilo, pero a la vez ladinamente burlón, y se notaba a las claras que, ahora, estaba improvisando -. Tendrá que quedar aquí en la comisaría por un tiempo”

“¡Eso es un disparate! – aullé -. ¿Evidencia de qué?”

“Gírese”

“¿Qué?”

“Gírese”

El tono me irritaba en lo más hondo, desde ya, pero por otra parte esperaba que me lo pidiese en algún momento y, a decir verdad, ya estaba harta de darle la espalda sin saber a qué me exponía. Di media vuelta sobre el taco del único zapato que tenía. Lo miré fijamente a los ojos: lo míos despedían odio; los de él, sólo burla. Su rostro lucía una mueca divertida de lo más desagradable.

“Muéstreme las tetas” – me espetó a bocajarro.

Si seguía habiendo lugar para la incredulidad, yo estaba ya muy pero muy cerca de encontrar el límite. No podía entender cómo no le estrellaba un puñetazo en la boca.

“Usted es un… depravado de mierda” – barboté, casi escupiendo las palabras por entre los dientes.

“Todos lo somos – dijo, con tranquilidad -. ¿O acaso usted es tan santurrona?”

La respuesta, por cierto, estuvo lejos de ser la que yo esperaba. Nos quedamos mirándonos fijamente el uno al otro durante algún rato mientras mis puños se seguían crispando y en mi interior dos Soledades se batían nuevamente a duelo: la que quería golpearlo y la que sabía cuánto necesitaba cuidar el trabajo que tenía. Él no dijo palabra y mantuvo esa desagradable mueca que tanto asco me provocaba: combinada con los nauseabundos olores que poblaban el lugar daban por resultado un absoluto revoltijo dentro de mi estómago. Yo tampoco decía nada y, al parecer, eso le produjo aun más placer o, al menos, eso fue lo que creí interpretar de la expresión de su rostro: el desgraciado sabía que, con su pregunta, me había turbado o descolocado de alguna manera; en otras palabras, era él quien tenía el jaque…

“Usted fue encontrada una noche desnuda en una calle oscura de la periferia, ¿ya se olvidó? – espetó, aprovechando mi silencio -. Ahora se aparece con una falda cortísima y deshilachada, además de un solo zapato. ¿Y pretende hacerme creer que es una chica de su casa, fiel a su marido y que va a la iglesia todos los domingos? No, señorita Moreitz, eso nadie se lo cree”

La furia crecía en mi interior y las ganas de golpearlo o, cuando menos, escupirlo, también. Seguía paralizada, a la vez que incapaz de objetar palabra alguna, cosa que a él parecía envalentonarlo para continuar con su discursillo:

“Yo no soy tonto, Soledad: usted no tenía marcas cuando entró en la seccional”

Abrí los ojos grandes y lo miré, con una mezcla de pavor e incomprensión.

“Usted no tenía la cara marcada como la tiene ahora – continuó; acercó un dedo índice a mi rostro para indicar lo que decía y me hice hacia atrás instintivamente -; ésos son golpes y está más que claro que de su amiga. Tampoco tenía marca alguna en los muslos porque… se los miré bastante bien, jeje”

“No… comprendo – balbuceé -. ¿Está usted diciendo que… fue Evelyn quien me golpeó?”

“Su amiguita, sí, la colorada. No se haga la tonta, Soledad”

“Pero… y si lo sabe, ¿por qué todo esto? ¿A qué viene toda esta revisión para incriminar a… mi marido?”

“Justamente – dijo él, con una sonrisa -; de eso se trata: de incriminarlo”

¿Aun… sabiendo que no fue él?”

“Aun sabiéndolo”

Yo ya no entendía nada; con expresión confundida miré hacia la mugrienta pared tratando de encontrar alguna respuesta en las manchas de humedad.

“No entiendo” – dije, finalmente.

“Soledad – dijo él, adoptando un tono paciente y paternalista, casi como hablándole a una chiquilla -. Usted necesita sacarse a ese tipo de encima. Su amiga ha puesto su parte para que pueda lograrlo y a mí solamente me queda terminar el trabajo. ¿No está claro?”

Mis sienes se arrugaron mientras mi mente intentaba darle vueltas al asunto.

¿Ustedes… dos están de acuerdo?”

Lanzó una carcajada.

“Ni siquiera la conozco, Soledad, pero… siento que su amiga quiere protegerla de ese tipo”

“Pero está diciendo que ella me golpeó” – repliqué, cada vez más confundida.

“Para protegerla, sí”

“¿Me golpeó para protegerme?”

“¿Usted no lo cree así?”

Una nueva pausa se produjo y un pesado silencio flotó en el lóbrego y hediondo ambiente del cuarto de baño.

“Si ella me golpea, entonces ella es la abusadora – dije, quedamente, aunque poniendo especial énfasis en cada palabra a los efectos de que no quedaran dudas -. ¿Por qué no la detiene?”

“¿Usted quiere que lo haga?” – me retrucó.

Estocada letal. Sentí un sacudón: desfilaron por mi cabeza miles de imágenes y, entre ellas, una y mil veces, la de ese niño que comenzaba a gestarse dentro de mí. Yo no podía ir contra Evelyn y lo sabía, como también lo sabía ella y por eso mismo se permitía jugar conmigo.

“No… – musité -; le ruego que… no lo haga”

“Porque le gusta, ¿verdad?”

Arrugué el rostro por completo; no podía creer la osadía y desvergüenza del tipo. Ensayé una protesta que no llegué a cerrar:

“¿Q… qué… está…?”

“Soledad, está bastante claro que esa chica la domina y que a usted le gusta. Si la golpeó de la forma en que veo que lo hizo, eso sólo fue porque usted le permitió que lo hiciera”

“No… diga tonterías” – protesté entre dientes, furiosa pero también visiblemente tocada.

“Estoy seguro de cuál es la razón por la cual no quiere mostrarme las tetas – soltó él, como si ignorara cada una de mis réplicas -. Seguramente debe tenerlas también marcadas”

“¡Eso es… totalmente falso!”

“No lo creo” – respondió él con absoluta tranquilidad.

“No… me golpeó allí. Es más: ni siquiera me golpeó… ¡En ninguna parte! ¿Por qué insiste en que sí?”

“¿No la golpeó? – preguntó, con fuerte aire irónico -: mire usted. Dígame, Soledad, ¿disfrutó mucho mientras su amiga le azotaba las tetas?”

“¡No lo hizo!” – mi protesta era cada vez más airada y, como tal, iba ganando en volumen.

“Yo estoy seguro que sí” – replicó él, asintiendo varias veces con la vista clavada en mi pecho.

“¡Le estoy diciendo que no!” – grité, al tiempo que, de un solo manotazo, abría mi blusa dando cuenta de algún que otro botón para, luego, levantar el sostén y enseñarle mis senos, blancos e intactos.

Una sonrisa se le dibujó en el rostro y, casi al instante, disparó la cámara de su teléfono celular. Recién entonces me di cuenta de cuán idiota había sido y cuánta razón tenía Rocío al decir que yo era una estúpida. Una chica con dos dedos de frente y dos gramos de cerebro no hubiera caído nunca en una treta tan infantil como la que me había preparado ese oficial depravado. Las sienes se me hincharon al punto que las sentí a punto de reventar; resoplé con fastidio y volví a bajar mi sostén para cubrir, ya algo tarde, mi pecho nuevamente.

“Tiene razón – dijo el hombre, sin dejar de sonreír y ahora, además, guiñando desagradablemente un ojo-. No tienen marcas…”

“Creo que… ya tiene lo que quiere. Vámonos de aquí” – farfullé, tratando de lucir lo más íntegra posible, cosa ya para esa altura bastante irreal.

“¿Y usted tiene lo que quiere?” – me preguntó él, a bocajarro.

Las rodillas me temblaron. Sentí un pavoroso frío recorrerme la espalda pues, en ese momento, me di cuenta de que estaba prácticamente encerrada y a su merced ya que él me bloqueaba el camino hacia la puerta. Si de sus palabras podía inferirse que estaba pensando en violarme, mal podría yo escapar y no sabía hasta qué punto alguien podría escucharme allí, en ese baño maloliente; y, aun de hacerlo, ¿vendría alguien en mi auxilio? ¿Quién? ¿El resto de los efectivos que allí se desempeñaban? ¿O los reclusos cuyos rostros había entrevisto por entre los barrotes al cruzar el patio? Yo estaba sola: de acuerdo al trecho que habíamos recorrido para llegar hasta ese apestoso lugar, Evelyn se hallaba lo bastante lejos como para no oír nada. Y, por otra parte, qué paradójico: yo esperando ayuda de Evelyn; estaba claro que, inconscientemente, ya le estaba adjudicando sobre mí un cierto rol de dueña y, como tal, de protectora. Tampoco había allí sereno, ni antiguo ni nuevo, que acudiese en mi ayuda; miré hacia todos lados y sólo vi enmohecidas paredes y un inmundo boquete, poco más grande que un melón, oficiando como ventilación: no había escape posible. Por una u otra razón, volvía siempre yo a caer en situaciones parecidas y comenzaba a preguntarme si el policía no tenía, después de todo, algo de razón al decir que era yo misma quien iba en busca de las situaciones.

Mirándome siempre fijamente con esa expresión ladina, se acercó un paso hacia mí y yo intenté caminar hacia atrás, pero fue inútil: me capturó con fuerza por la muñeca. Presa de la desesperación y la angustia, forcejeé tratando de liberarme, pero fue en vano; sólo lograba cansarme y que él se divirtiera, tal como lograba entrever cada vez que, entre mis frenéticos movimientos, podía ver su cara. Le arrojé, con el pie calzado, un puntapié que no llegó a destino, pues él lo esquivó muy hábilmente y, de hecho, mi zapato salió disparado hacia adelante estrellándose la puntera con gran estruendo contra la rústica y oxidada puerta de metal. Ahora estaba descalza por completo, sobre un piso que era una ignominia de suciedad. A él, se notaba, le divertía sobremanera el verme luchar como una fiera acorralada y no dejaba de sorprenderme la fuerza y habilidad con que lograba tenerme atrapada sólo por una muñeca. Grité pidiendo ayuda; no sé si alguien me escuchó o no, pero de todos modos fue inútil.

“Es lo que te gusta, ¿no?” – reía él, entre dientes -. Te gusta el juego rudo, ¿verdad? Me di cuenta apenas te vi. He tratado con muchas putitas como vos…”

“P… por favor – balbuceé, casi sin aliento de tanto forcejear -, s… se lo ruego: no voy a decir nada…”

Ignoró totalmente mis palabras. Dejó caer el celular al piso junto con mi tanga y así, habiendo liberado su otro brazo, me rodeó con él la cintura hasta apoyar mi mano sobre mi vientre y, de ese modo, forzarme a doblar mi cuerpo hacia adelante. Una vez más, todos mis esfuerzos por zafar de su abrazo fueron infructuosos y, casi al instante, restalló el seco chasquido de la pesada palma de una de sus manos estrellándose contra mi cola. Un intenso dolor se apoderó de esa parte de mi cuerpo y, aun sin verla, pude sentir cómo se enrojecía.

“Te gusta, putita, ¿no” – me repetía, volviendo a golpearme una y otra vez.

Recién entonces caí en la cuenta de que su plan no era violarme sino zurrarme. A eso se refería cuando hablaba de “juego rudo” y cuando se jactaba de, sólo con verme, saber mis preferencias. Fue extraño, pero lo soez de sus palabras combinado con el dolor en mi cola me produjo una sensación insólitamente excitante. Sin poder evitarlo, entrecerré incluso los ojos para entregarme al momento. Y, como ya era habitual, una fuerza interior pugnaba por resistirse y no doblegarse tan fácilmente.

“Venga para acá” – dijo él, mientras se sentaba sobre el hediondo inodoro y me llevaba consigo hasta ubicarme boca abajo y cruzada por sobre su regazo, erguida mi cola y expuesta a sus designios.

La pesada mano cayó una y otra vez sobre mi carne, y mientras lo hacía, yo podía sentir cómo mi sexo se iba humedeciendo; lo peor, en tal sentido, era que no tenía ropa interior y, por lo tanto, temía que él fuera a darse cuenta en cuanto sintiera mojado su pantalón. Cada golpe caía con más fuerza que el anterior y arrancaba de mi garganta un alarido aun más quejumbroso, mientras mis pies, en el aire y sin control, no paraban de patalear sin que pudiera yo darme cuenta si era por la impotencia o por la excitación. Quizás ambas cosas…

Fue inevitable que acudiera a mi mente el recuerdo de la zurra recibida en la oficina de Evelyn, lo cual, una vez más… me excitó. Me di cuenta entonces de que había extrañado su mano en mi cola después de ello y, de algún modo, ese tipo asqueroso y degenerado me estaba supliendo esa ausencia…

Una vez que se cansó de zurrarme (de hecho fue exactamente así: se cansó, tal como lo demostraba su respiración jadeante), quedé cruzada sobre sus piernas y, abatida y dolorida, dejé caer manos y pies hacia el sucio suelo mientras mi cabeza pendía como sin vida; también a mí me costaba recuperar el aliento y lo cierto fue que cuando la pesada mano del oficial dejó de castigar mis nalgas, una parte de mí sintió un enorme alivio mientras que otra lo lamentó. Podía, por otra parte, sentir que el tipo tenía su verga erecta clavándoseme en el abdomen; me dio asco, desde luego, pero era tal el estado en que me hallaba que me provocó un cierto ardor interior el saber que se había excitado con la paliza que me había propinado. El mayor ardor, no obstante, estaba, obviamente ubicado en mi cola y, por cierto, me costaba reunir energías para ponerme en pie aun cuando, al parecer, él ya no me retenía. ¿O era acaso yo quien no quería moverse de allí? Me odié, una vez más, por tal pensamiento y estaba ya a punto de incorporarme cuando sentí sus toscos dedos deslizarse desde atrás por el hueco entre mis piernas e ir en busca de mi sexo. De inmediato capté cuál era su perversa idea: el muy pervertido quería comprobar si yo me había mojado y lo peor de todo era que yo bien sabía que era así. Cerré instintivamente las piernas como mecanismo de defensa pero ya para ese entonces era tarde y lo único que conseguí fue aprisionar sus dedos que, sin embargo, siguieron moviéndose cómodamente una vez que hallaron mi sexo y se deslizaron por sobre el mismo como si fueran gruesas lombrices asquerosas y libidinosas.

“Jeje, está mojadita – rió entre dientes -. Qué puta: me lo imaginaba”

Me quise morir; si algo no quería en el mundo era que él se diese por enterado de mi enferma y perversa excitación, pero ya había ocurrido y no había mucho más que hacer. Me removí como tratando de zafar de sus dedos pero lo único que lograba al moverme era hacer que éstos se deslizasen aún más serpenteantes dentro de mi vagina. Involuntariamente, dejé escapar un gemido y el tipo, por supuesto, se anotició rápidamente de ello y así me lo hizo saber con satisfacción:

“Mmm… ah, putita. Y pensar que se hacía la arisca, ¿no? Conozco muy bien esa clase de mujeres, je, son todas iguales”

Siguió hurgando en mi sexo y yo me contorsioné aun más; arqueé la espalda y levanté la cabeza abriendo mi boca cuan grande era en expresión de enfermo placer mientras pataleaba el aire frenéticamente. Él rió una vez más: disfrutaba enormemente el saberme entregada de tal forma. Era una locura la rapidez con que las cosas cambiaban e invertían su sentido: hasta hacía pocos minutos yo estaba allí mismo temblando de la cabeza a los pies ante la eventualidad de ser (una vez más) violada… y ahora, sólo deseaba que ese tipo desagradable y asqueroso… lo hiciera de una vez. Mi batalla interior recrudeció como nunca pero, también como nunca, la Soledad que pretendía conservar algún reminiscente atisbo de dignidad, estaba perdiendo por desastre. Él seguía jugueteando y jugueteando dentro de mi vagina mientras mi desesperación iba en aumento. ¡Dios! ¿Acaso no iba ese desgraciado a cogerme nunca? Pero… ¿Qué? ¿Cómo era posible que yo estuviera no sólo pensando eso sino también deseándolo? ¿En qué clase de ruina humana estaba convertida para esperar ser violada en el mugriento baño de una seccional de policía?

Súbitamente, y contrariando mi enfermizo deseo, su mano se retiró bruscamente de mi sexo y, propinándome en las nalgas una palmada supuestamente cariñosa, me impelió a incorporarme:

“Vamos – dijo, secamente -. Su amiga la está esperando y se va a impacientar”

Otra vez la furia hizo presa de mí, pero esta vez por un motivo diametralmente opuesto. ¿Realmente iba ese hijo de puta a dejarme así? ¿Sólo iba a contentarse con una zurra en lugar de ir más allá y darme una buena cogida? ¡Dios! No podía creer que yo albergara tales pensamientos en mi cabeza; de hecho la sacudí de un lado a otro, creyendo ingenuamente que, al hacerlo, quizás lograría expulsar de ella esos pensamientos enfermos y decadentes. Error: nada de ello ocurrió. Me puse en pie. Él, aun sentado sobre el mugriento inodoro, estiró el brazo para tomar del suelo su celular, el cual juntó en dos partes ya que se había abierto al caer y la tapa se le había desprendido, con batería y todo. Fue en ese momento cuando yo me apresuré a tomar mi tanga, la cual yacía junto a su teléfono; me turbaba la posibilidad de que, tal como él mismo había sugerido, ese hijo de puta tuviera en mente quedarse con ella. Para mi sorpresa, no la reclamó: estaba bien claro que lo que quería era su celular y no era para menos: allí se hallaban almacenadas las imágenes con las que seguramente, luego, se jactaría ante amigos y compañeros de trabajo. Se puso en pie y me miró; ya no sonreía.

“Vamos” – me repitió.

Se hizo a un lado como para dejarme pasar. Yo me incliné para recoger mi zapato, pero vacilé al momento de salir de ese cuarto y, de hecho, no lo hice; quedé estática, mirándolo.

“¿Qué le pasa?” – me preguntó.

¡Dios! ¿Cómo podía decirle que NECESITABA urgentemente una cogida? ¿Que no podía salir de aquel lugar en el estado en que estaba?

“¿Le pasa algo?” – insistió.

“Es que… ¿es esto todo?”

Me miró con extrañeza; frunció el entrecejo.

“No entiendo”

“Claro… es que… ¿no hay nada más?”

Juro que sentí a mi lengua moverse por cuenta propia; yo no la gobernaba.

“¿A qué se refiere?” – preguntó él, con gesto de no entender o, al menos, fingiendo que no lo hacía.

“Es que…” – bajé la cabeza hacia el piso; la lengua se me trababa y las palabras no salían. Internamente, dos Soledades diferentes estaban librando otro de sus ya acostumbrados duelos.

“¿Es que qué?” – me indagó.

No respondí; me mantuve con la cabeza gacha y expresión compungida. Estaba al borde del sollozo; me sentía mal, realmente muy mal de sólo pensar en lo que estaba a punto de sugerirle o incluso pedirle y no podía creer que eso estuviese por ocurrir. Me tomó por el mentón y me alzó la cabeza. Obligadamente, lo miré a los ojos.

“Dígamelo – me impelió, en tono firme -. ¿Qué es lo que quiere?”

¡Dios! Yo quería bajar la cabeza pero él no me lo permitía. Cada vez que amagaba hacerlo, me la volvía a levantar por el mentón; imposible alejar mi mirada de la suya.

“Dígalo” – insistió, alentándome con un asentimiento de cabeza.

Tragué saliva y sentí que se me trababa en la garganta y no bajaba, máxime al tenerme él con la cabeza levantada de ese modo. Mis ojos, nerviosamente, bailoteaban huidizos, tratándose de alejarse de su mirada pero el tipo siempre se las arreglaba para direccionar nuevamente mi cabeza del modo que él quería.

“Dígalo”

Despegué los labios. Gotas de sudor me perlaron la frente y, poco a poco, lo mismo fue ocurriendo con el resto de mi cuerpo; podía sentir la transpiración correr por mi espalda.

“Q… quiero…”

Me trabé. No pude decir nada. Él me dio un violento tirón por el mentón.

“¿Qué es lo que quiere?”

Era tan inmunda la situación que se hacía totalmente intolerable. Lágrimas comenzaron a deslizarse desde mis ojos pues no podía yo creer que estuviera a punto de pedirle a un tipo totalmente asqueroso, repugnante y sin escrúpulos que me cogiera allí mismo y en ese momento.

“Q… quisiera una cogida”

No sé cómo lo dije, pero lo dije. Los oídos me zumbaron apenas lo hice y podía escuchar el corazón latiéndome a mil por la tensión y la excitación. Él se sonrió y ladeó ligeramente la cabeza como para acercar burlonamente el oído a mi rostro.

“¿Perdón? No la escucho”

Me vino a la cabeza el recuerdo de Evelyn y Rocío obligándome a preguntar qué debía hacer en caso de querer hacer “caquita”. ¡Dios! ¿Tenía yo acaso un imán para los sádicos y perversos? Por alguna razón, parecía como que todo el mundo se complaciera en humillarme al extremo.

“Quisiera una cogida”- repetí.

Lo dije algo más resueltamente que antes y, por lo que se notó, esta vez él escuchó bien, aunque, creo yo, también lo había hecho antes; sin embargo, no pareció darse por satisfecho. Levantó una mano hacia mi rostro y pude ver que lo que tenía a centímetros de mis ojos era su teléfono celular en función de filmadora o grabadora.

“¿Qué es lo que quiere?” – insistió, y puedo asegurar que el tono de su pregunta fue el más depravado que hasta entonces hubiera oído.

La presencia del celular me inquietó y temblequeé. Al parecer, él se sintió obligado a dar alguna explicación al respecto:

“Lo lamento, señorita Moreitz, pero comprenderá que no puedo exponerme a que me acuse por abuso o violación; necesito tener testimonio de su consentimiento para estar protegido”

El muy hijo de puta actuaba con tal seguridad que estaba más que claro que había hecho lo mismo mil veces antes: sabía cómo extorsionar pero también como estar a resguardo; esa grabación ni siquiera iba a mostrar que había habido consentimiento sino, peor aún, que yo lo había provocado. No podía, de ningún modo, repetir un pedido tan indigno delante de su celular: me mordí los labios y tensé cada músculo; no podía, no podía y no podía. Y, sin embargo, lo hice:

“Qui… siera una cogida”

Y así, mi voz y mi rostro quedaron registrados como testimonio de mi más brutal decadencia. El tipo sonrió de oreja a oreja y apagó la cámara de su celular.

“Sus deseos son órdenes, señorita Moreitz. Ya mismo…”

CONTINUARÁ

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Relato erótico: “Lucy Lub (2)” (POR ADRIANRELOAD)

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Desperté con los rayos de sol entrando por la mampara de la habitación del hotel, recordé que en esa ciudad amanecía muy temprano, serian 5 o 6 de la mañana. Recién caí en cuenta que estaba en la habitación de Lucy…

Después de satisfacerla no me quiso despertar, solo atino a cubrirme con las cobijas. Tras eso supongo que Lucy fue a bañarse, no creo que dormiría con mis líquidos impregnados en el cuerpo… y luego se acurruco a mi lado.

Me salí lentamente de la cama, tampoco quería despertarla, solo me deslice suavemente y recogí mi ropa… pero ella se percató y soñolienta me miro sonriendo…

– ¿Qué paso?… pregunto intrigada.

– Nada… mis cosas están en mi cuarto y debemos cambiarnos… me excuse.

– Si, cierto… respondió recostándose de nuevo, quería descansar un rato más.

– Nos vemos en el desayuno… le dije y salí huyendo.

Por como reaccionaba, parecía que Lucy era de las chicas enamoradizas, pero por otro lado ella accedió a este encuentro, más bien fue ella quien me tomo la verga ni bien pudo y me la mamo sin contemplaciones… además tiene enamorado, en teoría porque en la práctica parece que se da sus licencias…

En realidad no sabía cómo reaccionaría Lucy después de esto… porque al menos yo tenía claro, que tras terminar con mi novia, no quería nada serio aun… estaba en mi periodo de luto, saliendo con amigas, disfrutando de mi soltería y evaluando mis opciones, es decir, de pareja entre las chicas entre las amigas con las que alguna vez pudo pasar algo…

Dormite unos minutos más, embebido en diversos pensamientos, hasta que sonó la alarma… me aliste y baje a desayunar… pero antes le avise, para no ser desconsiderado, o que crea que soy el típico macho que tiene su noche salvaje y luego se olvida… después de todo nos quedaban 2 días ahí y luego el trabajo…

Mientras esperaba a Lucy en el comedor del hotel, pensaba como ponerle paños fríos a la situación sin sonar machista o aprovechado. Así pues, estaba preparando mi discurso mentalmente, cuando ella llego…

Estaba linda, arreglada, más de lo que la había visto antes, un traje oscuro más entallado que dejaba apreciar su esbelta figura, una blusa blanca algo translucida que dejaba percibir ligeramente su claro brasier y unos tacos que la ponían casi a mi altura.

Me saludo nuevamente, esta vez muy cariñosamente, con ese beso que tocaba parte de mi mejilla y de mis labios… a pesar de su expresión seria de siempre con un ligero tono sonriente, estaría incomoda o enamoradiza…

Diablos… esto se va complicar, me dije… así que ni bien se sentó decidí poner las cosas claras, trataría de ser diplomático y amable… cariñoso y respetuoso…

– Mira Lucy… lo que paso ayer… estuvo bien… muy bien… replique recordando su entrega, cosa que la hizo sonreír, luego agregue… pero…

– No te hagas problemas… me dijo bastante relajada… lo de ayer fue lo de ayer, tú tienes tu pareja y yo la mía… las cosas van a seguir igual…

– Ósea que no piensas terminar tu relación… pregunte helado por su fresca respuesta.

– No, para nada, tu tampoco vas a terminar la tuya supongo… me respondió.

– Ah bueno… no lo pensé… dije, sin querer delatar mi soltería para protegerme.

– Somos adultos… esto fue para quitarse un gusto… me dijo un poco avergonzada de por como sonaba, como si me fuera a ofender por decirme que se quería quitar el gusto conmigo.

Yo que fui preparado para el desayuno como el gran macho que quiere ser condescendiente y delicado con una pobre dama, que regularmente en estas situaciones son las ofendidas porque las ilusionaron en vano… resulta que se me volteo la torta… era ella más bien la que me estaba dando el sermón de “no eres tú, soy yo”…

– Lo que pase luego depende de nosotros… ¿estás bien con eso?… me dijo tranquila al ver que no respondía.

– Si… claro… replique en parte aliviado, ella había tomado la sartén por el mango.

– Ahora si… me muero de hambre… alguien me dejo muerta ayer… dijo sonriendo.

– Jajaja… sonreí más relajado.

Mierd… esta era la chica más open mind, fresca, madura… o como la quieran llamar, me puso freno en una… yo que me la daba de caballero, me desarmo con su simplicidad, actuó de manera muy práctica… casi como lo pensaría hacer un hombre, pero con amabilidad…

Si yo usaba la misma técnica con una dama, seguro me hubiera salido con que yo era muy frio o hiriente por ser tan practico… pero en este caso el hecho tácito de que ambos teníamos pareja, hizo que quizás ella piense que no me iba a enamorar y que no pondría en apuros la relación que ella ya tenía y que parecía caminar…

Luego me quede en la cabeza con la frase que dijo “lo que venga después dependerá de nosotros”… ¿qué quería decir>, que cada quien manejara su relación como quisiera… o que podíamos seguir disfrutando el uno del otro si éramos capaces de mantenerlo en reserva, sin complicarnos.

Quería creer que sería la segunda, que con esto de la liberación femenina y demás… ellas podían tener libertad en su intimidad sin hacerse problemas… pero ¿Lucy?… con esa pinta de antisocial, aunque había cambiado su aspecto, no era fea, pero la actitud seguía siendo la misma, reservada, tímida, no era de dar confianza a cualquiera…

A pesar de la actitud liberal que me mostro Lucy, pensé que debía ser discreto, no debía mandarme dando por sentado que podía disponer de ella… las cosas con calma, recién era el primer encuentro… si dejo abierta la posibilidad a otros encuentros, debía nuevamente esperar sus señas, sus insinuaciones…

Me parecía muy bueno esto como para espantarla con insinuaciones groseras o patanerías machistas… creo que después de todo ella se sintió en confianza de llegar a eso conmigo porque vio que no era el típico pendejo o hablador, sentía que podía pasar algo sin arriesgar su imagen en el trabajo… y como comente ya me había rechazado varias invitaciones. Cuando Lucy me conoció más, recién se animó… así que a seguir con la misma tónica, sin presiones…

Volviendo al relato, tuvimos nuestras reuniones durante el día, en el almuerzo y cena, básicamente las conversaciones relacionados con temas de trabajo, una que otra indirecta o broma que le envié para tantear obtuve como respuesta risitas medio nerviosas y avergonzadas… al menos no eran miradas serias o gestos de mal humor…

Nuevamente al llegar al hotel, nos despedimos como el día anterior… era nuestra última noche, al día siguiente una reunión ligera en la mañana, luego al hotel y al aeropuerto, no tendríamos mucho tiempo… si algo debía pasar debía ser esa noche…

Esta vez el beso no fue tan cariñoso, solo una pequeña sonrisa… como, hey seguimos siendo amigos ¿no?… quizás no quería ser tan obvia o algo… tal vez era cansancio, había sido un día largo y productivo laboralmente y considerando el desgaste de la noche anterior… en fin…

Entre a mi habitación y espere unos minutos, quizás como el día anterior me enviaría un watsapp para iniciar la conversación de nuevo… total en el día yo fui el que mando las indirectas… faltaba ver si ella las aceptaba, si ella también se insinuaba aunque sea por mensaje… pero nada…

Paso buen rato… diablos… que importa me dije, tomare la iniciativa, al menos intentare para no quedarme con la duda… y evitar una paja… lo peor que puede pasar es que se niegue gentilmente como hizo antes a mis otras propuestas amicales… envié un mensaje..

– Lucy… me dio frio… le escribí, a manera de broma porque así fue que se había iniciado todo ayer y le aumente una carita feliz, como para que si no aceptaba lo interprete como una broma de complicidad entre ambos.

Mi sorpresa fue escuchar el sonido de un celular en el pasillo… ¿será el botones o la chica de limpieza?, pensé… pero ¿a esa hora?… me acerque a la puerta y vi una sombra por el umbral…

– Yo también tengo frio… escuche a través de la puerta, era la tímida voz de Lucy.

Wow… creo que ella también estuvo indecisa en su habitación, luego decidió tomar la iniciativa y bajar, quizás dudo unos segundos en el pasillo si tocar o no mi puerta, pensando con que pretexto visitarme… fue en ese momento que recibió mi mensaje…

Rápidamente le abrí la puerta a Lucy y la invite a pasar, seguía vestida con su ropa de trabajo, una falda negra sobre las rodillas, la falda o mini más corta que le había visto hasta ahora, durante el día me había reprimido de observarla mucho para no incomodarla.

– Tu habitación es más grande… me dijo tímidamente como rompiendo el hielo.

Ella se fijaba en el sillón y sofá que había en mi cuarto, mientras yo me fijaba en su blusa blanca que traslucida un poco su brasier, en sus pantis y el cierre de la falda… pensando en cómo desvestirla rápidamente…

– Bueno si… era la última que había así que me la dieron.

En un arrebato de ansiedad, no aguante, mientras ella observaba de espaldas mi habitación, la tome de la mano y la atraje hacia mi… con sus tacos estaba casi a mi altura… me miro nerviosa, no protesto… entonces la bese…

No encontré resistencia, más bien nuevamente volví a sentir sus jugosos labios y lengua, se excitaba rápido, sentía sus jadeos entre beso y beso… mientras sus brazos rodeaban mis hombros… mis manos en su cintura jugaban por momentos con sus ondulados cabellos que llegaban a la mitad de su espalda…

Luego sin pedirlo, ella se fue sentando en el sillón detrás suyo… me bajo el cierre del pantalón y apreso con su delicada mano mi dura verga, pajeándola un poco y luego metiéndosela en la boca de a pocos, lamiendo y succionando… usando su lengua y sus labios a plenitud… sacándome unas gotas de leche mientras yo le acariciaba su ondulado cabello…

– No sigas… harás que me venga… le dije apartándola un poco.

Ella me miro como niña regañada, se había encariñado tanto con mi verga, que no la quería soltar, parecía que quería que me venga en su cara, bueno eso sería en otra ocasión… pero en ese momento me hizo caso, se levantó sin dejar de tener en su mano mi tieso pene…

– Y ¿cómo me quieres?… me dijo sumisa esperando que le dicte la posición.

En esos instantes volteo un poco, buscando un lugar donde acomodarse… yo que estaba recontra excitado no lo pensé… mientras me dio la espalda, la abrace por detrás frotándole mi verga en su trasero apenas protegido por la mini… mientras mi manos jugaban con sus senos a través de la blusa y el brasier… eso la excitaba mas también…

– Uy… ya no aguanto… métemela ya… me suplico.

No me hice de rogar, le fui subiendo a la mala esa falda entallada que traía… dejando a la vista sus pantis, el liguero y su pequeña tanga, que ahora estaba húmeda… igual que el día anterior, hice a un lado la tanga, palpe sus húmedos labios vaginales, mientras ella se estremecía…

La recline hacia adelante, mientras ella iba abriendo las piernas para dejarme entrar, y sus brazos se apoyaban contra el respaldar del sillón para soportar mi incursión… sus piernas temblaban de ansiedad…

Con mis manos fui estrujando y abriendo sus nalgas, sin resistencia por parte ella, que más bien volteaba a verme, colorada de excitación… ansiosa porque la penetrara… y así lo hice…

– Uhmmm… siii… que rico… gimió mientras un temblorcillo la recorría.

Mi verga se iba haciendo espacio en su tibio ser, mis manos iban jalando su cintura hacia mí, mientras ella parecía disfrutar cada centímetro que se le iba introduciendo… nunca había visto a nadie disfrutar tanto, las reacciones que tenía me excitaban más…

Así que comencé a bombearla desde atrás… de cuando en cuando, ella se arqueaba hacia atrás y entendía que buscaba mis labios… quería que la besara, y así lo hacía, me inclinaba y en esa incómoda posición nuestras bocas se encontraban y prodigaban caricias mientras mi verga seguía martillando sus blancas nalgas…

En un arrebato de placer… me tomo del cuello y me miró fijamente…

– Me gusta que me cojas así… me dijo mezcla de seriedad y placer.

Solo atine a sonreír y continuar besándola, era la última noche, había que disfrutarlo al máximo, al día siguiente volvíamos a la capital, y quien sabe… ella quizás solo se transformaba por la situación y el viaje… luego, era una incógnita… debía aprovecharla… si aprovecharla…

Mientras pensaba eso, nuevamente mis dedos fueron escudriñando su ano, no hubo resistencia, metí uno, luego hasta dos dedos… ella los absorbió gustosa sin quejarse… me dije, es momento… saque nuevamente mi verga e intente hacer diana en su ano…

– Nooo… eso nooo… dijo nerviosa.

Nuevamente me tomo del cuello y volteo a mirarme, nuevamente como niña regalada, como si ella hubiera hecho algo mal, más bien yo era el culpable de querer abusar de su pequeño agujero… pero ella más bien quería calmar mis ansias y disculparse…

– Ya habrá momento para eso… ahora no… me dijo avergonzada.

Y bueno, les diré que en su momento si me dejo entrar ahí y disfrutarlo al máximo… pero en ese momento, por segunda ocasión se negó, me contrarie un poco por la excitación que tenía, pero intente nuevamente en pensar que debía disfrutar lo que me ofrecía… que si habíamos llegado a esto a futuro llegaríamos a mas… y vaya que lo hicimos…

– Es que… me dijo cariñosa y me explico… es que aún no lo he hecho por ahí…

– ¿En serio?… replique sorprendido porque notaba algo flexible su ano.

– Bueno… solo he jugado para probar, con mis dedos y juguetes… pero con un pene nunca me he animado… me dijo algo avergonzada.

– Ah… no te preocupes… quizás más adelante te pueda ayudar a explorar eso… dije pícaramente sonriendo.

– Jajaja… si dijo sonrojándose.

Dudaba que el mojigato de su novio le pidiera eso… mejor aprovechaba en separarlo para mi, para desvirgar ese pequeño pero ya algo trabajado anillo… si se excitaba mucho por como la cogía en su conchita, esperaba que por el ano tuviera el mismo efecto o mayor aun…

– Puedes seguir cogiéndome… es que se siente rico… me pidió como niña engreída que quiere que le compren algo.

Me había embebido en pensamientos de como inaugurarle el ano, que me había olvidado que la tenía empalada en la posición del perrito como parecía gustarle, y que ella está un poco incomoda girando el torso para verme mientras esperaba que la cabalgue…

– Uhmmm siii… exclamo excitándose de nuevo.

Hablando de cabalgarla, nuevamente la tome de su cabello ondeado y la tire hacia atrás mientras le castigaba sus nalgas con mi ingle, nuevamente Lucy se estremecía de placer… hasta que nuevamente un temblorcillo la recorrió…

– Ufff si…. Sigue… asiii… sigue… me pedía ella.

Esta chica parecía ser multiorgasmica, se venía y seguía en una oleada que le permitía continuar mientras otras chicas se ponen sensibles y necesitan un descanso, Lucy podía tener orgasmos continuos… lo que hacía excitante su entrega, sus gemidos, en cada penetración parecía que iba a llegar…

– Vennn… me dijo cuando quiso cambiar de posición.

Me atrajo sobre el borde de la cama, me hizo sentar… ella se arrodillo y me mamo la verga unos minutos, parecía súper agradecida de los orgasmos que le propicie… luego se paró y apoyo sus rodillas en los bordes de la cama… y se fue acomodando sobre mi verga, empalándose ella misma…

– Ayyy… siii… exclamo gustosa al sentir su carne abrirse en mi mástil.

Sin decirle nada, Lucy empezó a brincar gustosa sobre mi verga. Ahora tenía sus senos sobre mi rostro, no lo pensé dos veces y engullí uno de sus pezones, cosa que agradeció con un gran gemido y otro temblorcillo de placer…

– Que rico me tiras…ay siii….

Yo cambiaba de pezón a pezón mientras ella me abrazaba y seguía brincando cada vez más fuerte sobre mi tieso pene… en un momento en que sus alaridos eran muy sonoros, temí que fueran a escucharnos de otras habitaciones y quejarse… así que la tome del cuello y comencé a besarla… ahogaba gritos entre su lengua y la mía…

– Ayyy… otra vezzz…. Uhmmmm… exclamo Lucy arañándome la espalda.

Soporte el dolor que me distrajo un poco, porque yo también estaba llegando…

– Ufff… si… ya me toca… le advertí, sintiendo que me faltaba poco…

– No, no… vennn… me dijo.

Me tomo de la mano, mientras ella se colocaba en 4 sobre la cama, quería que terminara con ella en la pose del perrito… me jalo mi cintura para que yo no sea tímido y la penetre de nuevo… no me hice de rogar… la tome de la cintura y comencé a bombearla nuevamente por detrás, cada vez más rápido…

– Uhmmmm… uffff…. Uhmmm… gemía como loca.

Por momentos ladeaba el rostro y podía ver su rostro colorado, excitado y lleno de placer, mordiéndose los labios y pasándose la lengua, disfrutando completamente la experiencia… esta imagen… su tibia intimidad, sus gemidos, el hecho que ella misma empiece a culearme para que la penetre más fuerte… todo eso hizo que vaya llegando al clímax…

– Me vengo… le advertí

– Nooo… esperaaa… me pidió, parecía al borde de otro orgasmo.

Su mano izquierda que antes estrujaba las sabanas soportando mis embates, la paso para atrás, tomando mi mano sobre su cintura, mientras se apoyaba con el codo y brazo derecho sobre las sabanas, igual veía que las arañaba.

En principio, su mano izquierda sobre la mía me tomaba como apresurándome a que la castigue más fuerte y más rápido, y a medida que lo iba haciendo, Lucy me iba apretando, entendí que me transmitía su dolor y placer, mientras más fuerte, más rápido iba llegando…

Intente resistir más, pensé en cosas malas y demás… pero nada… diablos, me parece que ella ya llego varias veces, me toca a mí, me dije… pero…

– Ohhhh… Dannnyyy… uffff…. Uhmmm… se estremeció Lucy nuevamente, esta vez apretando más fuerte mi mano que tenía sobre sus nalgas, como para transmitirme todo su placer…

Para variar llego, para su suerte antes que yo, a los pocos segundos sentí que mi verga iba a explotar… así que saque mi verga de su vagina, mi pene comenzó a escupir su leche sobre sus muslos, su espalda y ella al sentirla, arqueo su espalda…

Liego el momento en que Lucy me soltó la mano… ella ya no podía sostener el equilibrio como antes, ahora se apoyaba sobre ambos brazos en la cama, con la cabeza escondida en las sabanas, cansada, complacida, respirando pausadamente.

Mientras yo detrás de ella hacia lo mismo, jadeando mientras recuperaba el ritmo de mi respiración, contemplando su silueta ancha en sus nalgas y estrecha en su cintura, delgado en su torso… subía y bajaba al ritmo de su respiración y se iba estabilizando de a pocos… Todo ello formaba un magnifico paisaje.

Más aun con mi tibio semen que se había empozado en la curvatura de su espalda ahora se desparramaba por sus muslos y espalda, cosa que no parecía importarle… en otros casos, algunas chicas se desesperan porque las limpien… mientras Lucy se enfocaba en disfrutar y dejarme disfrutar la experiencia y recuperarnos…

En un momento vi que Lucy con su mano hacia un gesto… podía ver 3 dedos…

– ¿Qué?… pregunte al no entenderle bien.

– Me hiciste llegar 3 veces… me dijo satisfecha, mientras se recostaba de lado en la cama.

– Pensé que fueron más… dije bromeando.

– Jajaja…. Si… fueron las que pude contar… dijo sonriendo.

Esa fue nuestro último encuentro en ese viaje… lo que viniera como ella dijo ”lo que pase luego depende de nosotros”… pensé que ahí terminaba la historia… pero nos dimos maña para seguir con nuestros encuentros a pesar de su situacion con su pareja…

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “La fabrica (27)” (POR MARTINA LEMMI)

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LA FÁBRICA 27

Sin títuloMe giró y me hizo apoyar las palmas de mis manos contra la inmunda pared. Me tomó por las nalgas y, durante algún momento, fue como si las sopesara; las zamarreaba de tal modo de levantarlas y dejarlas caer como si quisiera comprobar si estaban en su lugar.

“Cola firme y bien paradita – dictaminó, con voz sibilina y confirmando mis pensamientos -. De las que a mí me gustan”

Acto seguido se desabrochó el cinturón y lo arrojó a un lado junto con su teléfono celular que, una vez más, visitaba el piso, separándose de tapa y batería. Al igual que él lo hiciera antes, se hincó por detrás de mí, lo cual no sólo me sorprendió sino que, en cierto modo, me decepcionó, ya que yo tenía, para esa altura, tal grado de calentura que lo único que quería era recibir en mí su verga lo más pronto posible. Parecía, sin embargo, dispuesto a tomarse su tiempo o, tal vez su intención fuera calentarme aun un poco más, ya que se dedicó a masajear mis nalgas con ambos pulgares como si estuviese amasando algún preparado.

“Hermoso culo – dictaminó -. Para comérselo”

Tomándome totalmente por sorpresa, enterró de pronto una dentellada sobre la carne de mis nalgas. El dolor me hizo retorcerme y aplastar mi cuerpo contra la humedad de la pared, pero a la vez me provocó una excitación difícil de comprender y también de explicar. Aflojó luego la presión de los dientes pero al tiempo que lo hacía, aprisionó una sección completa de mi carne entre sus labios y succionó tironeando de ella como si quisiera arrancármela. La excitación aumentó en mí a niveles superlativos y, de manera involuntaria, levanté un pie del suelo y flexioné una pierna por sobre la otra. El momento en el cual sus labios soltaron mi carne fue otro punto de alta excitación pues la sentí volver a su sitio casi como un lascivo latigazo y no hacía falta ver para darse cuenta que ese desgraciado debía haberme dejado una gran mancha morada. Sin darme respiro, arremetió luego contra la otra nalga y repitió exactamente la misma operación: mordió, succionó, tironeó y soltó. Mi jadeo cobró tal intensidad que hasta aplasté mi rostro contra la pared, olvidando momentáneamente la suciedad.

Él se incorporó por detrás de mí y pude darme cuenta de ello porque aplastó su cuerpo contra el mío, lo cual me dejó aun más aprisionada que antes. Deslizó una mano de manera asquerosa por sobre mi cuello y luego me acarició una oreja; me recorrió después la mejilla y, finalmente, se detuvo sobre mis labios para deslizar sus toscos dedos por sobre los mismos. Mi descontrolada excitación me llevó a abrir la boca, lo cual creo que fue el efecto por él buscado: a continuación, introdujo dos de sus dedos dentro de ella sin que pudiera yo hacer nada para evitarlo y, de hecho, no ofrecía resistencia alguna.

“Así – me decía -; lama bien los deditos como usted sabe hacerlo. Imagínese que eso que tiene en la boca es algo que le gusta. Hmm, ¿a ver? ¿Qué podría ser?”

No respondí nada o, en todo caso, sólo me salió una interjección ahogada que no sé hasta qué punto intentó significar algo.

“¿Una pija?” – me espetó él de pronto apoyando, prácticamente, su boca contra mi oído para, seguidamente, arrojarme un lengüetazo que me recorrió libidinosamente las circunvoluciones de la oreja. Yo no podía más…

“¿Una pija? – insistió -. Eso le gusta, ¿verdad? – me besó asquerosamente en la mejilla.

Otra vez una interjección incomprensible de mi parte. Retiró un poco los dedos de mi boca a los efectos de que pudiera responderle mejor y, debo confesar, que me angustió el que lo hiciera: los quería tener adentro.

“¿Una pija?” – volvió a preguntar.

“S… sí – balbuceé, con la voz susurrante y quebradiza por el aliento entrecortado -, una p… pija; eso me gustaría”

Una vez que hubo oído de mis labios lo que quería oír, enterró los dedos nuevamente en mi boca casi con violencia y me los llevó tan profundo que hasta me contorsioné en una arcada; sin embargo mis náuseas, aun cuando evidentes, no le hicieron retroceder sino que, por el contrario, removió los dedos dentro de mi boca al punto que pude sentirlos contra mi garganta. En medio de la obvia repugnancia, mi excitación estaba ya fuera de control y no me sentía dueña en absoluto de mis acciones ni de mis palabras. Deslicé la lengua por sobre sus dedos una y otra vez, lo cual en sí era inútil, ya que él mismo los movía de modo de no dejar pulgada dentro de mi boca sin recorrer. Cuando se cansó, los retiró y, de una vez por todas, pareció listo para cogerme. Siempre aplastándome con su cuerpo, me tomó por la cintura y tironeó de mí de tal modo de empujar mis caderas hacia él. Pude sentir el viscoso roce de la húmeda punta de su miembro jugueteando sobre mi cola para, luego, descender y abrirse paso en busca de mi entrada vaginal. Su verga entró en mí como una lanza y mi gemido se convirtió en grito apenas salido de mi boca. Inició el bombeo. Adelante y atrás, adelante y atrás: mis tetas aplastándose contra la pared y alejándose, aplastándose y alejándose, mientras su miembro, bastante grande por cierto, sea adueñaba de mi sexo. No sé cuánto duró todo eso: pudieron haber sido cinco, diez o veinte minutos; mi entrega era tal y estaba yo tan deseosa de alcanzar el orgasmo que no tenía noción alguna del tiempo. De hecho, llegué bastante antes que él, como lo atestiguaron mis potentes gritos poblando el inmundo cuartucho. Sin bajar la guardia en absoluto, él me continuó bombeando con la misma intensidad e incluso la aumentó, llevando así mi excitación a las nubes: apenas unos instantes después, volvía yo a explotar en un intenso orgasmo.

Tres veces acabé antes de que él lo hiciese y cuando, finalmente sentí que su semen me inundaba, me provocó una cierta aflicción el saber que todo había terminado; no obstante, y además de ello, ocurrió algo curioso: me la imagen de mi bebé me destelló en la cabeza, pues la excitación me había hecho, momentáneamente, olvidar mi preñez. Y, sin embargo, contrariamente a lo que pudiera pensarse y de manera acorde con lo enferma que se estaba volviendo mi mente, el hecho de estar preñada y, a la vez ser cogida de ese modo tan brutal por un absoluto y asqueroso desconocido, me produjo una excitación todavía mayor y desconocida para mí.

Se acomodó la ropa y recogió su celular del piso. Yo estaba exhausta y con mi rostro aplastado contra la pared aun a pesar de que él ya no me aprisionaba. Abría y cerraba mis manos, deslizando las puntas de mis dedos por sobre la asquerosa humedad del muro y debo decir que hasta en ello encontré excitación. Había sido cogida en el peor lugar del mundo…

Me urgió a acomodar mi ropa aduciendo que mi amiga me esperaba. Recién entonces me acordé de Evelyn. Volví a colocarme la tanga de Tatiana que, por fortuna, él no volvió a reclamar para sí. Me calcé el único zapato que tenía y, así, volvimos a cruzar el patio. Él bien sabía que eso sólo implicaría tener que volver a soportar los insultos procaces desde los ventanucos con barrotes, lo cual, en su sadismo, estoy segura que disfrutaba. Además, me querría exhibir como un trofeo, ya que sin necesidad de demasiada imaginación, cualquiera podía suponer lo que en ese cuarto sucio y maloliente acababa de ocurrir: ahora era su momento de mostrarme, cogida, ante los demás. Las ordinarieces, por supuesto, me llovieron a mansalva desde ambos flancos al cruzar el patio; traté de hacer oídos sordos, al menos lo más que pude, pero me fue imposible: muchos de los comentarios hacían, obviamente, referencia, a lo que suponían que había ocurrido y lo peor de todo era que tenían razón, por lo cual cada frase era un dardo envenenado.

“Qué marca te han dejado en el culito, nena. Ésa sí que es una buena mordida” – soltó alguien provocándome un acceso de indecible vergüenza al hacerme tomar conciencia de que la marca que yo, sin ver, había imaginado, debía estar a la vista por debajo del borde de mi cortísima falda.

“No sea tan egoísta, oficial – dijo, con una rasposa voz que era a la vez femenina y varonil, de lo cual deduje que se trataría de la lesbiana -. Traiga algo de esa linda carne para esta celda”

Coronó sus palabras con un sonido asqueroso que, interpreté, era producido por la lengua al deslizársele por los labios mientras hablaba.

Cuando llegamos nuevamente a la recepción, entré en pánico al mirar a todos lados y no ver allí a Evelyn; súbitamente me aterró la posibilidad de que se hubiese cansado de esperarme y se hubiera finalmente marchado, lo cual bien podía significar que se había hartado de mí o que ya no requeriría de mis servicios: por consecuencia lógica, ello a su vez implicaba que ya no iría a guardar mi secreto en la fábrica. Por fortuna, se trató sólo de un juicio apresurado de mi parte: al poco rato apareció; no supe bien de dónde venía ni me informó nada al respecto pues, después todo, no tenía por qué hacerlo. Lucía una ostensible cara de fastidio por la larga espera pero, aun así, respiré aliviada al verla.

Sin dirigirse a mí, le preguntó al oficial si ya estaba hecha la inspección y él, con un destello maligno en los ojos, le respondió afirmativamente. Me pregunté, en ese momento, cómo era posible que Evelyn, a quien al parecer no se le escapaba detalle alguno, no se percatara de lo ocurrido. Recién cuando terminó de hablar con el policía, me miró de modo aburrido y me ordenó que la siguiera. Así lo hice y, mientras echaba a andar tras sus pasos, miré de reojo al oficial, quien no dejó pasar la oportunidad de guiñarme un ojo en señal de despedida. El resto de quienes componían el personal oficial en esa dependencia tenían también, desde luego, sus ojos clavados en mí, y me siguieron con sus devoradoras miradas mientras yo marchaba tras Evelyn, pero a la vez llegué a detectar que miraban al oficial que me había “revisado” con aire de envidia y admiración o bien, simplemente, con ansiedad por conocer los detalles de lo ocurrido; di por descontado que, en pocos minutos más y apenas Evelyn y yo nos hubiéramos retirado del lugar, les pondría al corriente de los más jugosos detalles acompañados por las imágenes almacenadas en el celular. Por otra parte, si los efectivos no me gritaban procacidades semejantes a las que me habían lanzado los presos, estaba más que claro que era sólo por la obvia inhibición que les provocaba su uniforme.

Caminamos hasta llegar al auto y, allí, una vez más, me encontré con el aniñado pero antipático rostro de Rocío. Debía estar también bastante harta de esperar ya que a ella le había tocado la peor parte pero, aun así, se la veía sonriente y me miraba de un modo tan maliciosamente burlón que me obligó a bajar la vista: me dio la impresión de que, aun sin detalles, ella sabía o suponía que yo había sido humillada allí dentro, lo cual, desde ya, le provocaba un intenso placer.

“¿Cómo estuvo eso?” – preguntó, con aire entre ansioso y cínico, una vez que Evelyn se ubicó en el asiento del conductor y yo hice lo propio en el trasero.

“Mal – respondió Evelyn, en tono de pocos amigos, mientras ponía en marcha el motor; me echó una mirada de hielo por el espejo retrovisor -: nadita perdió el consolador”

Rocío abrió enormes los ojos y la boca; no sé por qué pero me pareció que lo suyo era una actuación: era casi imposible que no se hubiese percatado de la ausencia del objeto en mi cola al verme subir los escalones hacia la comisaría. De ser así, se estaba haciendo la tonta.

“¿Qué?????” – rugió, girándose hacia mí con el rostro desencajado.

“Lo que estás oyendo – le respondió lacónicamente Evelyn -: se lo quitó”

“Pero… ¿quién? – aulló, siempre histriónica, Rocío -. ¿Se lo quitaron allí dentro?”

“¡Ella! – ladró Evelyn mientras soltaba violentamente el embrague y salía haciendo arar las ruedas traseras -. Ella se lo quitó”

Rocío se giró aun más hacia mí, ya no sólo con la cabeza sino prácticamente con todo su cuerpo. Su mirada, que era pura ira, me taladraba por completo.

“¿Cómo pudiste hacer eso? – bramó, pareciendo como si de un momento a otro fuera a echárseme encima -. ¿Con qué autorización, estúpida?”

Instintivamente, me arrebujé en el asiento en gesto de indefensión. Y sin embargo, aun en tal situación, me excitó el hecho de que volviera a llamarme “estúpida”. Ya para esa altura, no sabía yo a quién odiaba más: si a ella o a la imbécil decadente en que yo me había convertido…

“Con la autorización de nadie – se interpuso Evelyn, encogiéndose de hombros -. Seguramente se lo habrá quitado para permitir que alguien se la diera por el culo”

“¡Ah, es posible! – convino Rocío -. Esas cosas a nadita le gustan mucho”

“Ni que lo digas – dijo Evelyn -. Hace un ratito se la cogieron allí dentro”

Sentí un violento sacudón por dentro. Qué necia había sido al creer que Evelyn no habría, al menos, imaginado lo ocurrido durante mi “inspección” corporal. Después de todo, y ahora que lo pensaba bien, ya desde el primer momento ella se había mostrado desconfiada al respecto. A la colorada, definitivamente, no se le escapaba detalle alguno y, por cierto, no era tonta: ¿para qué otra cosa iban a llevarme aparte si no era para eso?

“¿En la comisaría? – aulló Rocío, con expresión escandalizada -. ¡Me estás jodiendo!…”

Yo ya no sabía en dónde meterme; en caso de que ellas quisieran humillarme aún más con sus palabras, no se me ocurría cómo podían hacerlo.

“No te jodo – respondió con parquedad Evelyn -; ahora… el asunto es… ¿qué vamos a hacer con nadita?”

Rocío contrajo la boca en una mueca pensativa y entornó los ojos como estudiándome. Una vez más, me contraje en el asiento.

“Por lo pronto… – dijo quedamente la rubia -, lo que hizo está muy mal – movió exageradamente la cabeza a un lado y a otro -; nadita no cumplió con su parte, así que ya sabe lo que le espera”

Otra vez la angustia se apoderó de mí.

“P… por favor se… ñorita Rocío y s… señorita Ev… elyn – supliqué, desesperada y uniendo las manos sobre mi pecho -; les ruego p… por favor q… que no digan nada”

“Callate, estúpida – me ordenó Rocío -; nadie te pidió opinión ni tan siquiera te autorizó a hablar. Éste es un tema que tenemos que resolver entre Eve y yo; ¿se entiende? Las que vamos a decidir tu suerte somos nosotras, ¿está claro?”

Al borde de las lágrimas, pero a la vez excitada, bajé la cabeza y asentí.

“P… perdón, señorita Rocío. Es… tá claro y lo entiendo p… perfectamente”

“Yo pienso que la cuestión es simple – espetó Evelyn en tono de dictamen y casi como si ni siquiera me hubiese oído -: Hugo se tiene que enterar que hay un bebé en camino; no queda otra”

“Y nadita se va, jiji” – completó Rocío, acompañando sus palabras con un burlón saludo con la mano y luciendo la sonrisa más malvada que pudiera lucir

Tenía ganas de gritar implorando por perdón, pero acababa de ser reprendida por hablar sin autorización y, por mucho que me pesase y me doliese, no me quedaba otra más que seguir oyendo, boca cerrada, los planes que esas dos zorras perversas pudiesen tener para conmigo. Internamente, rezaba para que alguna de ambas se apiadase de mí… Cuánto me arrepentía de haberme quitado el consolador de la cola y cuánto deseaba en lo más hondo que me dieran una nueva oportunidad. Si querían hacerme sentir culpable por mis actos, lo estaban logrando ampliamente.

“Otra chica tonta embarazada que se queda de patitas en la calle” – dijo, en tono mordaz, Evelyn, trasluciendo sus palabras que, con anterioridad, lo mismo le había ocurrido a otras en la fábrica.

De pronto, el rostro de Rocío se iluminó y, como cada vez que ello ocurría, temí lo peor: me aterraba el tratar de imaginar qué perversos planes pudiera esa mierdita, en su retorcido cerebro, estar elucubrando para mí. Sin embargo, y contrariamente a lo esperado, sus palabras al hablar significaron para mí un alivio, aunque del modo más paradójico e inesperado.

“A menos que… le diéramos a nadita una oportunidad para resarcir su falta”

Un acceso de entusiasmo me hizo casi saltar en el asiento trasero. Mi actitud pasó a ser casi comparable a la de un perrito que mueve la cola y deja caer la lengua al darse cuenta que su amo no lo va a castigar por su desobediencia. De no haber estado dentro del auto, quizás incluso no hubiera logrado reprimir mis ganas de saltarle a Rocío encima para agradecerle el que me permitiese lavar mis culpas.

“¿Segunda oportunidad? – preguntó Evelyn, en tono de poco interés -. No me parece; no lo merece”

El semblante de Rocío pareció lucir un cierto desencanto ante el poco entusiasmo de su amiga, pero sólo le duró unos segundos; enseguida recuperó su expresión de chiquilla irreverente y, simplemente, volvió a la carga:

“¡Eve! ¡Podemos divertirnos aun mucho más con esto! Si dejamos ir a nadita aquí y ahora, la diversión se acaba”

Triste era ser vista de ese modo: la muy perra estaba diciendo, en definitiva, que lo único por lo cual valía la pena darme una nueva chance era para prolongar la diversión.

“¿Y qué proponés?” – preguntó Evelyn, aún reluctante pero, al parecer, algo más interesada.

“Bueno… – comenzó a decir Rocío; ladinamente se llevó un dedo a la boca y se mordisqueó una uña mientras me miraba de soslayo -; en primer lugar, si ella se quitó el consolador del culo, es absolutamente necesario que vuelva a ubicarlo allí: tiene que dejar las cosas como las encontró… o como se las dejamos, je”

“¿En dónde está?” – preguntó Evelyn, mirándome por el espejo retrovisor.

Mi mente se llenó de las escenas del triple forcejeo en la acera entre Daniel, el nuevo sereno y yo. Yendo más atrás todavía, me retrotraje al momento en el cual el objeto cayera a escasos centímetros de los pies del joven sereno, cuan aún me hallaba yo dentro de la fábrica. En principio, cabía suponer que el objeto debía seguir en poder del apuesto muchacho.

“En… la f… fábrica – balbuceé -. Lo t… tiene el sereno”

Las dos se volvieron a un mismo tiempo, dejando incluso Evelyn de mirar el camino por un momento.

“¿Qué?” – preguntaron, casi al unísono.

“S… sí – respondí, muerta de vergüenza y ya sin atisbo alguno de la más mínima dignidad -. Él… lo t… tomó cuando se m… me cayó…”

Se miraron entre sí; sorprendidas y perplejas.

“¿Te… lo estabas por coger?” – preguntó Evelyn, frunciendo por completo el rostro.

“¡Claro, eso es! – aulló Rocío -. Te lo quitaste para que él te la diera por el culo, ¿no es así?”

“¿Es que no vas a dejar un solo títere con cabeza? – me increpó Evelyn, contraído su rostro en una mueca de incredulidad -. ¿Sereno que ves es sereno que te coge?”

Qué crueles eran en sus comentarios. Bien sabían que Milo me había violado tras haberme ellas dejado indefensa y atada; sin embargo, de todas formas, eso era lo que menos me importaba en ese momento. Lo que me llenaba de espanto era que afirmaran tan sueltas de cuerpo que yo me había querido bajar al sereno y que le había ofrecido mi cola.

“N… no, no… No, s… señorita Evelyn; no, señorita R… Rocío – dije, desesperada y entrecortadamente -; yo… s… simplemente me lo quité y… él lo t… tomó del piso…”

“Eso no te lo cree nadie” – espetó ásperamente Evelyn, vuelta la vista hacia el camino.

“Nadita – dijo Rocío, en tono severo -, no vuelvas a mentirnos: ya lo hiciste antes. Si lo seguís haciendo, vamos a tener que…”

“¡Por favor!” – aullé lastimeramente, dando por obvio lo que la rubia diría a continuación.

“Queremos la verdad entonces” – me dijo, con toda tranquilidad.

“¡Pero… es la verdad!” – grité, llena de angustia.

Evelyn sacudió la cabeza y, de pronto, tomó su celular. Un súbito helor me recorrió la espalda al no saber con qué intención lo hacía, pues difícil era esperar de ella algo bueno.

“Ya mismo lo llamo a Hugo y le cuento de tu embarazo” – anunció, fríamente.

“¡No, por favor! ¡Señorita Evelyn, se lo ruego!”

“Queremos que digas la verdad entonces” – terció Rocío, ya para ese entonces tan fría como su amiga.

“Es que… ¡es la verdad!”

Vi por el espejo retrovisor la cara de fastidio de Evelyn y cómo, casi de inmediato, se llevaba el celular a la oreja con las más que obvia intención de iniciar una conversación.

“¡Por favor, no!” – volví a gritar desesperadamente, casi en un alarido.

Evelyn ya no me oía. Era obvio que ya había marcado el número de Di Leo y, simplemente, esperaba que él respondiese. Rocío, por su parte, me miraba con fingida tristeza, como conmiserándose de la suerte que me esperaba.

“¡Está bien!” – exclamé, de pronto.

Evelyn me miró por el espejo; noté, con alivio, que cortó la llamada.

“¿Perdón?” – preguntó.

“E… está bien – balbuceé, con resignación -; lo… admito. Me quité el consolador porque… en fin…”

“¿Querías que te hiciera el culo?” – intervino Rocío.

“¡Sí! – mentí, al borde de las lágrimas -. ¡Eso quería!”

“¿Qué cosa querías?” – insistió Evelyn, mirándome con el ceño fruncido.

Miré a una y luego a la otra; ambas estaban expectantes y estaba claro que de mis siguientes palabras dependían las ganas que tendrían de guardar mi secreto o, por el contrario, anoticiar a Di Leo de mi embarazo. Era triste y patética mi situación, pero sólo me quedaba seguir mintiendo si quería conservar mi trabajo.

“Quería que… él me la diese por el culo” – dije, muerta de humillación y vergüenza.

Evelyn asintió varias veces, con aire de repugnancia.

“Que pedazo de puta…” – fue todo lo que atinó a decir.

“Y bueno… – intervino Rocío arrojándome una falsa mirada de comprensión -. Hay que entender a la chica. ¡El sereno está lindo, Eve! ¿Te acordás que te lo dije?”

Evelyn no contestaba; su rostro seguía luciendo igual de contrariado y sus ojos atentos al camino.

“Hmm, tendríamos que volver a la fábrica, ¿no?” – sugirió Rocío, una vez que supo que su amiga no iba a responder nada.

“Ni en pedo – desdeñó Evelyn, cortante -. No voy a volver por culpa de esta puta. De lo que sí estoy segura es de que esta noche no duerme en su casa… ni en la de Luis… ni en donde mierda sea que tenga pensado dormir”

Se me encogió el corazón. ¿Dónde dormiría entonces? ¿De qué siniestra manera me haría pagar por mi desliz? La ansiedad y la intriga royeron mi interior, pero., sin embargo, ella no especificó nada más, lo cual sólo contribuyó a aumentar mi nerviosismo. Rocío, por su parte, tampoco preguntó nada al respecto, sino que se mantuvo en lo suyo:

“¿Se lo vas a reclamar mañana?” – preguntó, intrigada.

“Yo no – respondió tajantemente Evelyn -: ELLA lo va a hacer”

Pronunció “ella” de un modo tan punzante que, una vez más sentí que la vergüenza me sobrecogía; el sólo imaginar la escena era suficiente para desear que el día siguiente no llegase nunca.

“Entiendo – asintió Rocío -, pero… no puede quedarse esta noche así”

“¿Así cómo?”

“Digo… que no puede quedarse con la cola sin nada. Yo pienso que, al menos para esta noche, necesita un consolador sustituto”

Costaba creer el grado de perversión que tenía la charla. Esperé que Evelyn, una vez más, desdeñase la sugerencia de su amiga por alocada pero, por el contrario, pareció mostrarse algo más interesada que hasta hacía un momento: entornó los ojos y sacudió la cabeza ligeramente de un lado a otro como si estudiara la sugerencia.

“Puede ser – convino, para mi estupor — ¿Qué se te ocurre?”

“Hmm, hay un sex shop no lejos de aquí. Es una posibilidad, ¿no te parece?”

“Sí, creo que es una excelente idea – concedió Evelyn mientras yo me hundía cada vez más en el tapizado del asiento; parecía escupir odio y resentimiento hacia mí a medida que hablaba -. Ella nos desobedeció y no sería justo que le premiásemos esa desobediencia permitiéndole tener el culo libre esta noche. Sí… estoy de acuerdo. Sé dónde está ese sex shop; lo he visto: es en una galería”

Giró con decisión el auto en la siguiente esquina mientras Rocío, una vez más, se volvía para mirarme; su rostro irradiaba sólo luz y alegría: se pasó la lengua por la comisura de la boca de un modo bien marcado y exagerado.

CONTINUARÁ
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Relato erótico: “La fabrica (28)” (POR MARTINA LEMMI)

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SECRETARIA PORTADA2“Es cierto – dijo Rocío, al cabo de un rato, pensativa y sin dejar de mirarme -: no sería justo, pero… tampoco me parece que tengamos que castigarla tanto”

Sin títuloEl comentario, por supuesto, me sobresaltó y, viniendo de quien venía, no pudo menos que generarme una cierta desconfianza. Evelyn, no menos sorprendida que yo, giró la vista hacia su amiga.

“¿Qué estás diciendo?” – preguntó, extrañada.

“O sea… – se apresuró a aclarar Rocío -: me parece perfecto que nadita tenga que tener esta noche su culito ocupado: fue mi idea después de todo, así que me hago cargo, jeje. A lo que voy es a que deberíamos, de todos modos, darle a nadita algún pequeño gustito…”

Evelyn lucía tan azorada como yo; sus ojos, ahora, parecían taladrar a su amiga.

“¿Gustito?” – preguntó.

Rocío, simplemente, asintió con la cabeza; luego, poniéndose algo más seria, volteó la cabeza hacia mí con más decisión que antes.

“Te hago una pregunta, nadita – me dijo -: ¿ese chico, el sereno, te rompió el culo o no?”

La pregunta me descolocó aunque, para esa altura, no tenía por qué: debería ya estar acostumbrada a que me obligaran a hablar de temas denigrantes o bien a contar con toda naturalidad intimidades de lo más indecorosas.

“N… no – tartamudeé; me costaba hablar y lo más increíble del asunto era que ello me ocurría, muy especialmente, cuando lo que estaba diciendo era verdad -; no… Él no… llegó a hacerme nada”

“¿No quiso?” – indagó Rocío, enarcando las cejas en odioso gesto de suspicacia.

Yo no sabía bien qué tenía que responder. Me quedé durante unos segundos evaluando cuál era la respuesta que me dejaba mejor parada: cualquiera que fuese, me veía obligada a mentir.

“N… no; creo que no” – musité.

“Es decir: vos querías que te la pusiera por el culo pero él no quiso” – conjeturó la rubia revoleando los ojos.

Lo que ella conjeturaba era para mí de lo más degradante y, sin embargo y paradójicamente, a mí me daba una cierta luz para salir de aquel aprieto en que me hallaba.

“C… claro, sí… – mentí nuevamente -: así fue”

Me costaba determinar hasta qué punto ella o Evelyn creían en mis palabras o si, por el contrario, se daban perfecta cuenta que yo mentía y tan sólo disfrutaban sádicamente con mi necesidad de hacerlo.

“Bien por el chico – terció, justamente, Evelyn -: muy bien hecho. Se lo merece por puta arrastrada y asquerosa”

“Ajá – asintió Rocío mientras, sin dejar de mirarme, se estrujaba el labio inferior con dos dedos -. Y vos te quedaste con las ganitas, ¿no? Tenías muchas ganas de que él te la pusiera por el culito…”

“¡Sí, sí! Me quedé con las ganas” – respondí, tratando de sonar lo más convincente posible, como cada vez que alguna de ellas sugería que yo había provocado al muchacho: sabía bien que el precio de conservar mi trabajo era decirles lo que querían oír.

“Ajá – asintió una vez más Rocío, pensativa; giró la vista por un instante hacia Evelyn -. Eve: yo creo que deberíamos ayudarla a que no se quede con las ganas”

Di un respingo. No podía creer lo que la zorra estaba sugiriendo y, aun así, lo veía como el menor mal posible. El nuevo sereno, había que decirlo, era apuesto, atractivo, buen mozo. Si el castigo que Rocío tenía pensado para mí consistía en entregarle mi culo a él, no era, después de todo, tan malo: viniendo de ella, bien podría haber sido mucho peor.

“A la fábrica no vuelvo, ya te lo dije – insistió, en tono concluyente, Evelyn -. Además, está bien claro que el muchacho no quiere saber nada”

Punzada lacerante contra mi dignidad: la colorada no dejaba de resaltar que yo me había ofrecido analmente y había sido despreciada. De mi dignidad ya no quedaba prácticamente nada. Para colmo de males, de la negativa de Evelyn por volver a la fábrica no sabía yo si alegrarme o lamentarme. Es decir, acababa de ser cogida en un sucio baño de dependencia policial; mal podía entusiasmarme la idea de ser entregada ahora a una penetración anal como si yo fuera un simple agujero: sin embargo y como dije antes, el ser penetrada por el culo por el nuevo sereno seguía apareciendo como la opción más saludable. Pero si, como acababa de hacerlo, Evelyn descartaba de plano tal idea de su amiga, sólo me quedaba temblar ante lo siguiente que pudiese surgir de la enferma cabeza de Rocío una vez descartado lo que, a mi entender, era su plan original. De todas maneras la expresión de la rubia no daba impresión de que ella hubiera esperado una respuesta diferente de parte de Evelyn.

“Sí, sí, claro – convino con su amiga, confirmando así mis pensamientos -; yo no hablaba de volver…”

“¿Entonces?”

Estábamos pasando frente a una plaza; de pronto pareció como si Rocío fijase su atención en algo y otra vez volvió a su rostro esa expresión de jovial entusiasmo adolescente.

“Pará acá – le dijo a su amiga con súbita y sorpresiva urgencia -. Quiero comprar pochoclo”

Evelyn la miró extrañada pero, aun así, estacionó junto a la acera. Rocío, en efecto, señalaba con un dedo índice hacia un carromato que se hallaba unos metros por delante y sobre la mano de enfrente. Evelyn arrugó el rostro y frunció el ceño.

“¿Qué te pasa? – preguntó, soltando una risita -. ¿Tenés ganas de ir al cine?”

“No… hmm… o sí – contestó, dubitativa, la rubia -. Ya vengo, bancá”

De manera decidida, se bajó del vehículo y tanto Evelyn como yo la seguimos con la mirada mientras cruzaba la calle hacia la plaza en dirección al carromato que oficiaba como puesto ambulante.

“Esta Rocío… – se quedó diciendo Evelyn, moviendo la cabeza a un lado y a otro -; te juro, nadita, que la desconozco: está totalmente desatada, como liberada…”

No dije nada y, por otra parte, ni de las palabras ni del gesto de Evelyn se desprendía que esperase una respuesta de mi parte; aun haciendo referencia a mí, la sensación era que hablara consigo misma y, después de todo, no tenía por qué ser de otra forma: yo era nadie… nada…“nadita”.

Rocío se cargó con dos bolsitas de pochoclo (todo un gesto simbólico el que no hubiera pedido tres) y se quedó un rato hablando con el vendedor: un tipo de aspecto hosco y feo, bastante gordo y de rostro algo aplastado; tendría unos cincuenta o cincuenta y cinco años. Mi mente no llegaba a imaginar de qué podían estar hablando tanto tiempo y, de hecho, noté que Rocío miraba varias veces hacia el auto y señalaba con el mentón por tener sus dos manos ocupadas. El tipo también miró y su aspecto ominoso me hizo encoger en el asiento aun cuando bien sabía que no podía él ver gran cosa debido al polarizado de los vidrios.

“¿De qué carajo tienen que hablar tanto?” – se fastidió Evelyn, haciendo sonar la bocina. Rocío le hizo gesto de que aguardase un instante y siguió enzarzada en la impensada conversación, al punto que terminé por pensar que, quizás, se conocieran: se me estrujó el estómago de sólo pensarlo. ¡Por Dios! ¿Rocío conocer a ese sujeto? ¿De dónde?

Evelyn bufó varias veces e incluso volvió a hacer sonar la bocina hasta que, finalmente, Rocío echó a andar de regreso hacia el vehículo; la sorpresa, sin embargo, fue que venía acompañada por el vendedor…

El estupor me invadió y me encogí aun más en el asiento: quería huir de allí pero la realidad era que no podía hacerlo: cada uno de mis músculos estaba paralizado. Sin entrar al auto, Rocío metió la cabeza por la ventanilla del acompañante.

“Ya está” – anunció alegremente.

“¿Qué es lo que ya está?” – preguntó su amiga con expresión de cansancio.

“Lo que nadita quería” – respondió, muy naturalmente, la rubia.

Se creó un tenso momento de silencio; yo no daba crédito a mis oídos y, al parecer, Evelyn tampoco, o bien no terminaba de entender.

“¿De… que estás hablando?” – preguntó, entornando los ojos y sacudiendo ligeramente la cabeza.

“Nadita se quedó con las ganas de que se la dieran por el culo – explicó Rocío, con naturalidad pasmosa -. ¡Ya tiene quien lo haga! Felipe: así es como se llama el señor”

El feo sujeto saludó con una inclinación de cabeza a Evelyn y luego rebuscó con la mirada en el interior del vehículo como si quisiese dar conmigo; yo trataba de ocultarme tras el asiento del conductor. El nuevo plan de Rocío, si realmente era nuevo, no me sorprendió en absoluto: era imposible que no se saliese con una idea perversa y, de hecho, lo que acababa de explicar era exactamente lo que yo había pensado al verla caminar hacia el auto en compañía del vendedor de pochoclo. Evelyn, en tanto, ahora sí captaba perfectamente el sentido de las palabras de su amiga.

“Ro… – dijo -: sos… una enferma”

Creí entender que, con tal comentario, Evelyn amonestaba a Rocío y descartaba su idea por demencial. La colorada podía ser lo que fuese, pero… ¿dejar que su amiga me entregase sin más a un desconocido que trabajaba en la calle? No sé por qué, pero me parecía una locura el que fuera a consentir semejante cosa; repito: no sé por qué. Yo persistía en ver a Evelyn como un sujeto más racional que Rocío pero la realidad era que, cada vez más, parecía verse arrastrada a las perversiones que su amiga elucubraba en su depravada mente. Viéndolas y oyéndolas, costaba creer que, no hasta hace mucho, fuera Evelyn la de las ideas extravagantes y perversas: ahora, por el contrario, parecía que ese rol hubiera pasado a ser ocupado por Rocío; y si bien era cierto que, al parecer, la decisión final seguía estando en manos de la colorada, no lo era menos que, en algún modo, la rubia se había convertido en ideóloga o estratega y, como tal, era de su mente de donde salían los más enfermos planes, sobre todo en relación a mí. Evelyn se mantuvo un rato en silencio, como cavilando sobre las palabras de Rocío o como si le diese vueltas al asunto en la cabeza: quizás, pensé en ese momento, se estaría preguntando si no sería hora de ponerle ya coto a las locuras de su amiga. Como siempre, me equivoqué:

“Me parece una excelente idea – aprobó, mientras yo me hundía nuevamente -. Podés decirle al señor Felipe que suba al asiento de atrás”

Realmente costaba llamarlo “señor” como Evelyn lo había hecho; no se trataba de un prejuicio social ni de que fuera un simple vendedor de pochoclo en una plaza: era cualquier cosa menos agradable; gordo y de pómulos inflados que casi escondían unos ojos achinados, a lo cual había que sumar una nariz como de boxeador. Me vino a la cabeza el recuerdo de Inchausti, aquel tan poco agradable cliente de Corrientes al cual tuve que “atender” en un albergue transitorio, pero… ¡Dios! Este tipo lo superaba en fealdad…

Rocío, entusiasmada y dando saltitos como una chiquilla, le abrió la puerta trasera e, instintivamente, me arrebujé hacia el lado contrario. El tipo, primero, asomó su fea cabeza y me miró; fue como si me hiciera un escrutinio de la cabeza a los pies, al cabo del cual me dio la impresión de que sonrió, pero no pude determinarlo ya que era del todo imposible reconocer algo parecido a una sonrisa en su aplastado rostro.

“¿Es ella?” – preguntó; y puedo jurar que auditivamente fue como si sus palabras salieran mezcladas con su saliva: un asco.

“Sí, sí – le confirmó, siempre alegremente, Rocío, quien le sostenía la puerta como si fuera uno de esos niños que trabajan en las paradas de taxis -; suba, señor, pero aguarde para empezar hasta que Evelyn y yo nos hayamos acomodado”

El sujeto subió, sin dejar ni por un segundo de mirarme o, quizás, había que decir más bien de devorarme. Yo, con mi rostro teñido de terror, estaba hecha un ovillo contra la puerta contraria. Bajó su vista de mis ojos, pero sólo lo hizo para retomar su escrutinio de mi cuerpo ahora que me tenía a tiro: pude notar cómo sus ojos recorrían cada centímetro de mis piernas hasta perderse en algún lugar bajo el borde de la cortísima falda. Apoyó una mano sobre mi pantorrilla y me estremecí al contacto, tanto que me golpeé la cabeza contra el vidrio de la ventanilla: no tengo palabras que describan exactamente cuán repulsivo era el contacto de sus dedos. Al igual que antes lo hiciera con sus ojos, recorrió mi pierna en toda su longitud hasta llegar a la zona en donde mi falda comenzaba a enseñar parte de mis intimidades; sin reparo ni permiso alguno, deslizó su mano por sobre mi sexo y atrapó el borde superior de mi tanga. Tironeó de ella a los efectos de quitármela y, a decir verdad, no lo hizo violentamente ni con rudeza, pero sí con mucha insolencia. Deslizando la prenda a lo largo de mis piernas, me despojó de ella y la dejó caer sobre el piso del auto.

Entretanto, Rocío ya se había ubicado en su butaca junto a Evelyn y, mientras se quedaba con una bolsita de pochoclo, le tendía la otra a su amiga. Ésta, por su parte, se ocupó de acomodar el espejo retrovisor de tal forma de enfocarme y, luego, ambas juntaron sus cabezas de modo de tener la mejor perspectiva posible y, de hecho, yo podía, desde mi posición, ver los dos pares de ojos mirándome con sádica diversión. Como si se hubiera tratado de una función de cine, sonó de inmediato el sonido inconfundible de las bolsas evidenciando que ya habían comenzado a dar cuenta de las palomitas.

“Ya estamos – anunció Rocío – pueden comenzar”

Manoteé maquinalmente la manija de la puerta; hubiera sido idiota de mi parte escapar pero fue un impulso que no pude contener: como era de prever, fue inútil de todas formas, pues Evelyn había trabado todas las puertas con el cierre automático. No obstante ello, Rocío mi intención al instante y giró un poco a los efectos de ver mi mano tratando desesperadamente de abrir la puerta:

“No, nadita – dijo, negando con la cabeza -; no intentes escapar o se acaba todo futuro para vos dentro de esa fábrica”

“Relájate y goza” – rio Evelyn, justo antes de dar cuenta de un buen puñado de palomitas.

“¡Pero… claro! – exclamó Rocío -. ¿No querías una pija en el culo? ¡La vas a tener! ¿Viste qué buenas y comprensivas que somos Eve y yo? Jiji”

“Además… – agregó Evelyn -; digamos la verdad: Felipe es tanto o más lindo que el sereno, ¿no?”

Ambas rieron estruendosamente festejando la cruel analogía pues el tipo, por cierto, lejos estaba de las virtudes estéticas no sólo del sereno sino de cualquier hombre que pudiese ufanarse de ser más o menos agradable a la vista. De todas formas, el vendedor pareció ni siquiera darse por enterado de los comentarios de ambas y, en cambio, lucía más bien concentrado en su tarea: cogerme por el culo, nada menos… Me tomó por la cadera y buscó la forma de girarme para tener acceso a mi retaguardia. Yo, por mi parte, busqué resistirme pero fue inútil pues su fuerza era, desde luego, mucho mayor. Me puso de cara contra el vidrio y, de hecho, ojos, nariz y mejillas me quedaron aplastados contra el mismo; rogaba al cielo que el polarizado de los cristales fuese lo suficientemente oscuro como para no permitir que se me viera desde el exterior. Desesperada, miré hacia todos lados pero nadie parecía fijarse en mí, de lo cual cabía suponer que no me veían; alcancé a distinguir a dos chicas adolescentes que estaban ante el carromato a la espera de que el vendedor regresase: miraban todo el tiempo a un lado y a otro en procura de reconocer el gorro o delantal blanco del mismo. Qué loco era pensar que esas dos chicas a quienes yo no conocía, tendrían que esperar por su pochoclo hasta tanto el vendedor me hubiera hecho el culo…

“Sí, claro; mirá todo vos sola. ¿Viste?” – le reprochó, sarcásticamente, Evelyn a su amiga mientras corregía nuevamente la posición del espejo a efectos de no perderse cómo yo era cogida desde atrás.

El tipo, mientras tanto, hacía esfuerzos denodados por acomodarme lo mejor posible; lo que buscaba, estaba claro, era ubicarme sobre el asiento trasero a cuatro patas pero yo no le hacía la tarea nada fácil ya que buscaba, por todo y por todo, dejar mis pies sobre el piso del auto y bastaba con que él me levantara por las caderas para que yo, automáticamente, bajara las piernas. Como no podía ser de otra manera, el tipo se impacientó:

“Quedate quieta – me ordenó, a la vez que me propinaba una fuerte palmada sobre una nalga -, o no voy a poder romperte el culo”

“Mmm, la película se empieza a poner buena” – intervino, jocosamente, Rocío, abriendo grandes los ojos.

“Dele más fuerte si se pone un poco arisca” – agregó Evelyn, lo cual, por supuesto, sólo pudo tener el efecto de desinhibir al tipo, que volvió a golpearme en la cola una y otra vez.

Extrañamente la situación me excitó, pero creo que lo que en sí me excitaba no era tanto que ese sujeto desagradable me estuviese zurrando como a una niña sino más bien el hecho que lo hiciera delante de Evelyn y de Rocío. En medio de mi pavor y de la ignominia a que era sometida, me calentó el saberme espiada por ellas y, una vez más, me volví a odiar a mí misma.

Los golpes que iba recibiendo en mi cola tuvieron sobre mí el efecto de hacerme aflojar la resistencia y en cuanto el tipo notó que mi cuerpo se iba quedando sin fuerzas y ya ni siquiera pataleaba, me tomó por las caderas y me ubicó definitivamente sobre el asiento a cuatro patas. Una vez que me tuvo en tal posición me aferró por el trasero con sus manazas y, utilizando sus dedos pulgares, tiró de ambos plexos hacia afuera de tal modo de dejar al descubierto mi agujero. Pude reconocer el inconfundible sonido de un escupitajo y, peor aún, pude sentir el impacto húmedo en mi orificio, de lo cual no me fue difícil inferir que el tipo me estaba ensalivando a los fines de lubricarme.

“Lo tiene bastante abierto – espetó, entre mordaz y sorprendido -. Casi ni hace falta lubricarla”

“Es lógico – apuntó Rocío, mientras hundía por enésima vez su mano dentro de la bolsa de palomitas -: tuvo un consolador ahí dentro durante horas”

Yo no podía imaginar más humillación o, mejor dicho, cada vez me sorprendía más lo bajo que podía caer.

“Ah, je – rió asquerosamente el sujeto mientras quitaba sus pulgares de mis plexos y me propinaba una nueva palmada -. ¿Te gusta jugar entonces? Yo te voy a enterrar algo bastante mejor que esos juguetes de plástico o de goma”

Tanto Evelyn como Rocío rieron estruendosamente ante lo guarro del comentario. Sin poder yo hacer nada al respecto, oí cómo el tipo se desabrochaba el pantalón y luego fue sólo cuestión de segundos el sentir su verga jugueteando en mi entrada anal para abrirse después paso a través de mi túnel. Me ensartó con tal fuerza que mi rostro se vio aun más aplastado contra la ventanilla mientras yo, muerta de vergüenza, seguía mirando en derredor para tratar de determinar si la gente me veía o no. La situación era por demás curiosa, paradójica y terriblemente enferma, pues creo que la posibilidad de que así fuera me aterraba en la misma medida en que me excitaba, aun a pesar de que la dimensión consciente de mi mente se negara a aceptarlo. El sujeto comenzó a bombear dentro de mi culo y puedo asegurar que, aun con lo dilatado que lo tenía por haber tenido tanto tiempo el consolador, el dolor me hacía ver las estrellas, lo cual sólo podía deberse a que el tipo debía tener un miembro enorme. Una incontrolable seguidilla de jadeos y gemidos fue saliendo de mi garganta y mis ojos se cerraron mecánicamente aunque, en un momento, no pude evitar echar una mirada de reojo para descubrir a Evelyn y Rocío espiándome desde el espejo retrovisor. En realidad, y aun cuando no querría reconocerlo, lo que quería era comprobar que me seguían viendo, pues eso era lo que me excitaba. Situación impensable…

Tampoco podía dejar, cada tanto, de otear hacia el exterior del auto en donde, al parecer, la gente seguía en su mundo y sin darse por enterada de lo que estaba ocurriendo. Las chicas que esperaban por el regreso del vendedor de pochoclo seguían, por cierto, allí, pero grandes fueron mi pavor y sorpresa al descubrir que, apenas un metro por detrás de ellas, alguien más hacía fila para comprar. Los ojos casi se me salieron de las órbitas por la incredulidad y tuve que cerrarlos y abrirlos varias veces para cerciorarme realmente de que no se trataba de una alucinación ocasionada por la perversa intensidad del momento. No; no había alucinación alguna: quien estaba allí era… mi esposo…

CONTINUARÁsex-shop 6

 

Relato erótico: “La fabrica (29)” (POR MARTINA LEMMI)

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Fue tanta la conmoción que me invadió que, aun a pesar de llevarme una mano a la boca para silenciar cualquier grito de espanto, el nombre de mi esposo se deslizó por entre mis labios casi como si yo careciera de control sobre mi lengua:

Sin título“Da… niel”

Fue apenas un susurro, pero claramente audible, lo cual quedó demostrado en el hecho de que tanto Evelyn como Rocío desviaron de inmediato sus ojos para mirar hacia donde yo lo hacía. Comprendí al instante que había sido una tonta, pues de no haber emitido sonido alguno, lo más probable era que ninguna de ambas se percatase de la presencia de mi esposo sobre la acera de enfrente. Pero, claro: bastó que se dieran cuenta del motivo de mi súbito terror para que sus rostros se iluminasen con el más perverso morbo.

“¿Es… Daniel?” – preguntó Evelyn en un tono que rezumaba incredulidad. Y no era para menos: habían pasado sólo un par de horas del incidente a la salida de la fábrica, lo cual daba para pensar que él debía estar conmocionado por lo ocurrido… Pero no: el imbécil no tenía nada mejor que hacer salvo estar allí comprando palomitas de maíz.

“¿De verdad es él?” – secundó Rocío, tan incrédula como su amiga y con los ojos desorbitados.

Incluso el vendedor, aun sin entender demasiado, pareció haber sido contagiado por la conmoción del momento pues dejó de bombearme y se hizo hacia atrás: estaba bien claro que no captaba a qué iba el asunto ni sabía qué tenía que hacer.

“¿Quién… es?” – preguntó, visiblemente confundido.

“El marido de nadita” – le respondió Evelyn, con una perversa sonrisa de oreja a oreja.

En un principio, al menos, la respuesta pareció acobardar al hombre, quien pareció desistir de seguirme cogiendo. De hecho, retiró la verga con total brusquedad, lo cual me arrancó un gritito de dolor.

“No, no… – le impelió Evelyn, agitando un dedo índice en señal de negación -. No te detengas”

“Pero… ¿me están diciendo que ese tipo es el marido de ella?” – preguntó el tipo, aun sin poder salir de su perplejidad; todo parecía transcurrir para él demasiado aprisa, demasiado rápido como para permitirle acomodarse a las cambiantes circunstancias.

“Sí, sí, lo es” – le contestó Rocío, quien se giró hacia él para dedicarle una pícara caída de ojos. Aun cuando yo, desde mi posición, no podía ver el rostro del tipo, estaba claro por su súbita pasividad que lo ganaba la desorientación.

Yo, que seguía aun con el rostro aplastado contra la ventanilla, volví a concentrar mi atención en Daniel, quien aún permanecía allí, detrás de las dos chicas y sin mirar en ningún momento en dirección al auto. Me irritaba sobremanera el hecho de que, aun después de lo sucedido, luciera tan tranquilo. Para colmo de males, lo vi un par de veces escudriñando por debajo de las cejas hacia las colas de las dos jovencitas: degenerado de mierda, me dije, mientras crispara los puños con odio. Cuán increíble y cuán paradójico: yo molestándome porque él mirara a un par de chiquillas: estaba claro que, una vez más, yo quería, inconscientemente, convencerme a mí misma de que, después de todo, él era un imbécil y merecía lo que le estaba ocurriendo. Pero, claro, era ése el tipo de pretexto que la mente de una encuentra cuando sabe que está en falta. Un nuevo acceso de espanto se apoderó de mí cuando noté que el cristal resbalaba por sobre mis narices y, al apartarme ligeramente de él, pude notar que, en efecto, estaba descendiendo. Desesperadamente, eché un vistazo por encima del respaldo de la butaca del conductor y noté que Evelyn estaba accionando la tecla que lo bajaba.

“¡No, no! – aullé -. ¡Señorita Evelyn, por favor, no baje el vidrio! ¡Se… lo ruego!”

Pero la bruja de cabello rojo no me oía o, si lo hacía, poco le importaban mis ruegos; bajó el vidrio hasta el final y luego se giró para mirar al vendedor, quien seguía detrás de mí a la espera de que las cosas se definieran de una vez y empezaran a tener sentido.

“Dale, Felipe – dijo ella con toda serenidad, dedicándole al sujeto un cómplice asentimiento de cabeza -. Duro y sin piedad… y que el marido vea y oiga, je… “

Yo no podía salir de mi consternación: quería gritar pero lo paradójico de la situación era que, en caso de hacerlo, llamaría la atención de quienes se hallaban en la acera de enfrente y, particularmente, de Daniel. También escapar era una opción impensable: ¿adónde? ¿Saltar a través de la ahora abierta ventanilla y echar a correr por la calle? No sólo equivaldría eso llevar al extremo mi humillación pública sino que, además, atraería la atención de Daniel, lo cual, justamente, yo quería evitar.

Las palabras de Evelyn dieron nuevo aliento al tipo y, además, debieron alimentar su morbo, tal como lo evidenció la risa sibilina que dejó escapar al momento de capturarme nuevamente por las caderas con sus pesadas manos. Una vez más, volví a retorcerme y contorsionarme tratando de zafar del contacto y, también una vez más, sólo sirvió ello para que el tipo me volviera a propinar una palmada en la nalga, la cual resonó con tanta fuerza que, estoy segura, debió oírse fuera del auto. Con terror, miré hacia la plaza pero noté que los transeúntes seguían cada uno en su mundo y lo mismo ocurría con Daniel y con las dos chicas que, por delante de él, continuaban a la espera de que el puestero volviera a atender su carromato.

“Quieta… – dijo el tipo, con aspereza -. Vamos a enseñarle a ese cornudo cómo se coge a una mina por el orto, jeje”

Definitivamente, ya no había nada más por hacer: la suerte, por lo menos en lo que a mí tocaba, estaba echada y era inútil intentar zafar de ella. Evelyn y Rocío dejaron escapar una sonora carcajada ante el comentario y, una vez más, volvieron a juntar sus cabezas para mirarme por el espejo. El sadismo que despedían esos dos pares de ojos era algo imposible de describir o poner en palabras. El sujeto volvió a entrar con su verga dentro de mi culo: no lo hizo delicada ni progresivamente sino que empujó con fuerza como para recuperar el terreno que había perdido tras la súbita e inesperada aparición de mi esposo: era como si quisiera continuar desde el exacto punto en que su “trabajo” había sido interrumpido.

Como no podía ser de otra forma, dejé escapar un largo y profundo quejido mientras mi cabeza primero se echaba hacia atrás para luego caer pesadamente hacia delante y, tras golpear el mentón contra la puerta del auto, quedar colgando hacia afuera. ¡Dios! No podía creer lo embarazoso de la situación: tenía que salir de allí o, al menos, volver a introducir la cabeza dentro del auto pero, justo en ese momento, el bombeo se reinició con una intensidad aun mayor que la de antes, lo cual me llevó a un estado en el cual cualquier intento por tratar de gobernar mis movimientos se volvía absolutamente inútil.

Hasta mis oídos llegaban las pervertidas risitas de Evelyn y Rocío, en tanto que podía sentir cómo gotitas de baba iban cayendo sobre la base de mi espalda mientras el tipo me daba cada vez con más y más intensidad. Necesitaba urgentemente saber si Daniel se habría ya percatado de la situación, así que, como pude, entreabrí los ojos y alcé ligeramente la cabeza para mirar en dirección hacia la plaza y, más concretamente, hacia el puesto de pochoclo.

Una vergüenza aun mayor que la que ya sentía se apoderó de mí al notar que, ahora, las dos chicas que aguardaban por el puestero, tenían sus cabezas giradas hacia mí y, claramente, me miraban. En sus ojos había sorpresa y perplejidad, pero también diversión: cuchicheaban entre sí y cada tanto una de ellas señalaba en dirección al auto. Daniel, en cambio, seguía como si nada y, en todo caso, ahora tenía su vista clavada decididamente en los traseros de las chicas aprovechando que ellas parecían tener centrada su atención en otra cosa. En ningún momento hizo amago de desviar su vista o de mirar hacia donde ellas lo hacían para, al menos, curiosear qué era lo que les llamaba la atención; no: el muy idiota sólo les miraba los culos… mientras a su esposa, en un auto al otro lado de la calle, le estaban rompiendo el suyo.

Fue tanta la rabia que me invadió que, de manera casi involuntaria, me entregué mansamente a la cogida anal que el puestero me estaba dando. No me importó en absoluto que esas dos chiquillas adolescentes me estuviesen viendo ni que se divirtiesen a mi costa, del mismo modo que lo hacían Evelyn y Rocío. Fui subiendo el volumen de mis jadeos y gemidos buscando deliberadamente captar la atención de Daniel: ¡Dios, qué locura! ¡Qué enfermedad! Aunque sonara increíble, yo estaba tratando de que él se percatase de lo que a su esposa le estaban haciendo y lo peor de todo era que creía ver en ello una especie de venganza de mi parte. Las chicas, al ver la expresión de mi rostro, fueron abriendo los ojos cada vez más enormes, en tanto que, cada tanto, se miraban entre sí como si no pudieran dar crédito a lo que veían. El tipo que me cogía, por su parte, acusó recibo de mi tal vez impensada excitación y, como tal, empezó también a jadear, haciéndolo de modo casi animal mientras su verga me atacaba desde atrás una y otra vez.

“¡Gritá, puta! – me decía, entre dientes y con voz llena de desprecio -. ¡Gritá bien fuerte para que ese cornudo se entere que te estoy haciendo el culo! ¡Vamos, gritá, te estoy diciendo!”

Me estrelló una nueva y dolorosa palmada contra la nalga a modo de impelerme a obedecer y, en efecto, no pude yo hacer sino otra cosa que gritar entre tanta increíble mezcla de morbo, dolor y placer que se apoderaba de mí. Evelyn y Rocío, en tanto, no paraban de reír ruidosamente ni de alentar al tipo a seguir adelante. En cuanto a Daniel… seguía como si nada: mirando culos de pendejas…

El semen entró dentro de mi canal trasero y pude sentir el calor con que me inundaba por dentro: aun cuando fuera una locura absoluta, la sensación que me subía recorriéndome los intestinos y me llegaba hasta el estómago. Lancé un largo gemido que pobló el atardecer y, ahora, no sólo las dos chicas, sino también otros transeúntes del lugar, volvieron sus miradas hacia mí, incluida una madre que acababa de comprar a su hijo un copo de azúcar en algún otro puesto: situación de lo más vergonzosa y embarazosa que, sin embargo, lejos estuvo de importarme sino que, muy por el contrario, me excitó aun más. Y, sin embargo, Daniel seguía sin darse cuenta de nada y yo no podía creer que fuera tan estúpido…

El sujeto, una vez más sin suavidad alguna, volvió a retirar su miembro de mi cola y, sin solución de continuidad, se dedicó a acomodarse la ropa.

“Tengo que volver al puesto – espetó, súbitamente ganado por la prisa -. Hay clientes esperando”

Pronunció y silabeó la palabra “clientes” de un modo especial, dejando obviamente implícito que entre esos clientes estaba nada menos que mi esposo.

“Es bueno tenerlos de clientes a los dos – agregó luego, terminando de confirmar mi interpretación -: al marido y a la señora, je…”

“Agradecele al señor, nadita – me ordenó Evelyn, en tono imperativo -. Después de todo, te hizo el favor para que no te quedaras con las ganitas. ¿O no?”

Yo casi no podía hablar. Mi cabeza colgaba laxa hacia el otro lado de la puerta y mi respiración no lograba recuperar su ritmo normal. Así y todo, entreabrí los labios y cumplí con la orden lo mejor que pude.

“G… gracias, s… señor” – musité.

“En todo caso – terció Rocío en tono odioso – y ya que, al parecer, te gustó tanto, si te portás bien podemos, con Evelyn, traerte algún otro día para que Felipe te atienda. ¿No es así, Felipe?”

“Un placer, jeje – dijo el tipo, con su voz cargada de libidinosidad -. Cuando la señora esté muy desesperada y me necesite, aquí estoy”

“Dale un besito a Felipe para despedirte” – me espetó Rocío, abruptamente.

Me giré en el asiento. La miré con incredulidad y luego miré al tipo a la cara sin poder evitar sentir un profundo asco. ¿Yo besarlo? Mi rostro se debió haber contraído en una mueca de desagrado, pues pareció como si el tipo entendiese que yo no lo iba a besar, razón por la cual fue él mismo quien me tomó por la cintura y aplastó sus asquerosos labios contra los míos. Yo intenté contraer la boca para rehuir el contacto, pero cuanto más lo hacía, más el tipo me la aplastaba. Finalmente, me entró con su lengua y puedo asegurar que mi boca se vio invadida por la más horrenda combinación de gustos de comidas, agravado ello por un pésimo aliento que dejaba a las claras que el tipo no debía cepillarse los dientes nunca. Mientras me hundía la lengua como buscando mi garganta, el estómago se me revolvió a tal punto que creí estar a punto de vomitar e, incluso, hasta temí hacerlo y morir asfixiada. Por suerte, al tipo lo urgía la prisa por regresar a su puesto, así que resolvió el desagradable episodio con bastante rapidez y, cuando su boca se separó de la mía, me quedé un largo rato escupiendo hacia el piso del auto mientras me pasaba el canto de la mano una y otra vez por sobre mi lengua y labios.

El vendedor agradeció muy parcamente a Evelyn y a Rocío para, luego, bajarse del auto y cruzar la calle en dirección a su carromato. Las dos chicas que esperaban lo siguieron con la vista mientras se acercaba: grande fue su perplejidad al anoticiarse de que el puestero a quien esperaban era justamente quien había protagonizado el impensable episodio que acababan de presenciar en un auto estacionado al otro lado de la calle. Daniel, en tanto, seguía espiándoles los traseros, ya ahora sin vergüenza alguna. En cuanto el tipo llegó al lugar, las adolescentes se marcharon y el motivo era obvio: supongo que les dio un ataque de pulcritud al darse cuenta que estaban a punto de comprarle palomitas de maíz a un tipo cuyas manos bien podían estar impregnadas con los fluidos de un reciente episodio sexual; en efecto, eso fue lo que evidenciaron sus caras de asco y el modo nervioso en que caminaron al alejarse mientras Daniel, por supuesto, no paraba de mirarlas desde atrás. Mantuvo sus ojos sobre ambas colas y recién salió de su imbécil obnubilación al ser llamada su atención por el vendedor, quien le habló en un tono deliberadamente alto, casi seguramente a los efectos de que nosotras le oyéramos desde el auto.

“Disculpe la demora – le dijo -. Estaba ocupado”

Casi de inmediato, el vendedor dirigió la vista hacia mí y en su rostro se dibujó la más repulsiva sonrisita; hasta me dio la impresión de que sus comisuras chorrearban imperceptibles hilillos de baba, cosa que, por supuesto, Daniel no advirtió, al igual que tantas otras. Le pidió una bolsita de pochoclo o, al menos, eso supuse, ya que no llegaba a oír su voz. El tipo se la tendió en el exacto momento en que el vidrio de la ventanilla trasera volvía a levantarse.

“Cornudo y pelotudo – sentenció Evelyn mientras mantenía presionada la tecla que alzaba el vidrio -. No perdiste nada, nadita”

“Ya te lo dije, Eve – la secundó Evelyn -: es un estúpido o no podría haberse casado nunca con ella”

Otra vez la odiosa rubiecita hacía referencia a mi estupidez y nuevamente eso me excitaba. ¿Sabría ella que conseguía eso en mí con sus degradantes palabras? Yo esperaba que no fuera así, pues me excitaba aun más el saber que ella sólo buscaba humillarme y no necesariamente excitarme. Evelyn puso en marcha el auto y, al marcharnos del lugar, eché un vistazo a Daniel, quien ya había recibido su bolsita y se giraba sobre sus talones para ir en busca de su auto, dondequiera que lo hubiese estacionado. Lo morboso del asunto fue que, en el exacto momento en que pasábamos ante él, detuvo la vista en el vehículo pero en ningún momento dio impresión de reconocer el auto. Rocío tenía razón: era un estúpido… que se había casado con una estúpida… Por detrás de él alcancé a distinguir al puestero, quien, haciendo aro con sus dedos pulgar e índice, introducía el índice de la otra mano en clara señal de penetración.

Al llegar a la siguiente esquina, Evelyn giró el volante:

“Es por acá, ¿no?” – preguntó a su amiga, dejando con sorpresiva rapidez a un lado el reciente episodio de la plaza.

“Sí – le confirmó Rocío señalando con un dedo índice -: es en aquella galería”

En ese momento las cosas volvieron a reordenarse en mi mente. ¡Dios! Con toda la conmoción reciente, me había olvidado por completo que, en definitiva, estábamos yendo con destino a un porno shop a propuesta de Rocío y a los efectos de conseguir un consolador para mi cola hasta tanto hubiese sido recuperado el que había perdido. ¿Acaso ese fatídico día no se terminaría nunca?

Cuando llegamos al lugar, Evelyn recorrió la cuadra con la vista como buscando un lugar para estacionar; no lo había y ello me hizo abrigar la esperanza de que, al menos, decidiera dejar el asunto para otro día.

“Hmm, no hay lugar – dijo, pensativa -. Ro, ¿por qué no hacés una cosa? Bajate con nadita y vayan al porno shop. Yo me quedo dando un par de vueltas o, en todo caso, busco estacionamiento en alguna calle transversal. ¿Te parece?”

Creo que no hace falta decir que Rocío casi saltó en su butaca como perro con dos colas por el entusiasmo, mientras entrelazaba ambas manos a la altura de su pecho y su rostro se iluminaba en una amplísima sonrisa.

“Sí, sí sí – respondió alegremente, para luego girarse hacia mí -. ¿Vamos, nadita?”

Eché un vistazo en derredor. Aquella era una zona comercial y por ende bastante concurrida, más aún con la caída de las sombras. Tener que desfilar ante todas aquellas personas luciendo mi indecente falda sólo podía provocarme pavor, pero: ¿qué podía hacer? ¿Negarme? Hacía ya rato que el “no” había dejado de formar parte de mis posibles opciones.

Evelyn estacionó el auto en doble fila y Rocío bajó hacia la calle para luego abrirme la puerta y, con un cabeceo, instarme a descender. Como ya dije, no tenía posibilidad alguna de negarme, así que, desplazándome hacia la puerta, me dediqué a acomodarme la ropa lo mejor que pude. Me hubiera gustado poder incorporarme para verme mejor a mí misma y saber cómo lucía: me causaba horror la idea de que, quizás, tuviera semen chorreando por mis piernas o por mis nalgas, pero la detestable rubiecita no me dio el más mínimo margen para comprobarlo; apenas amagué con hacerlo, me tomó de un brazo y me arrastró fuera del auto exponiéndome a la vista de todo el mundo. No necesito decir que, de inmediato, todas las miradas se clavaron en mí, como tampoco que mi rostro se tiñó de todos los colores posibles y mi mirada cayó hacia el pavimento con indecible vergüenza.

Durante un momento permanecí allí, inmóvil, y tampoco Rocío hizo esfuerzos inmediatos por sacarme de mi inmovilidad: estaba claro que disfrutaba el verme expuesta y humillada de ese modo: ése era para ella su momento de disfrute y, como tal, quería dilatarlo aunque fuera unos segundos más; una vez que consideró que ya había sido yo sufrido suficiente degradación, me tomó por la mano y me llevó consigo hacia la acera casi al mismo momento que el auto se ponía en marcha nuevamente y Evelyn se marchaba.

Con un solo zapato y a los tropezones, traté como pude de seguir la marcha que Rocío me imponía, lo cual se hacía aún más dificultoso en la medida en que mi vergüenza me hacía tener la vista en el piso casi permanentemente. Entramos en la galería y descendimos por una corta escalera al final de la misma. Giramos y pasamos ante una “rockería” y un local de tatuaje para, luego, llegar a la semicubierta vitrina del porno shop, dentro del cual Rocío me hizo entrar sin la más mínima vacilación. Por suerte, no había nadie dentro del local. O, mejor dicho, no había clientes; sólo la persona que atendía: un hombre de unos sesenta y cinco o tal vez setenta años, de quien costaba determinar si sería dueño del local o, simplemente, empleado. Sonrió amigablemente; ni su actitud ni su aspecto encajaban con la clase de persona que yo hubiera esperado encontrar en un lugar de esa índole; más bien, daba para imaginarlo al frente de una juguetería o como encargado de un carrusel.

“¿Las puedo ayudar en algo, señoritas?” – dijo, con toda amabilidad.

Rocío me soltó la mano y me dejó allí, de pie en medio del local, mientras alegremente se dedicaba a recorrer los escaparates y, muy particularmente, centraba su atención en la zona de los consoladores, la cual halló con sorprendente rapidez.

“Hmm, sí… – dijo -. Quiero… algo como esto… ¡Para ella!”

Cuando me señaló con su dedo índice, fue lo mismo que si me hubiera arrojado una flecha envenenada. Sentí un estremecimiento a lo largo de todo mi cuerpo y pude ver al hombre posar sus ojos sobre mí.

“Veo – dijo, asintiendo con la cabeza -. ¿Tenían en vista algo especial?”

Hablaba en plural. Aún no parecía dar por sentado que era Rocío quien llevaba la voz cantante y que yo no decidía absolutamente nada; o tal vez ya lo suponía pero prefería no meter la pata de antemano.

“Hmm, simplemente algo que le entre y no se le salga, porque… verá… – colocó la mano en forma vertical junto a su boca en un fingido gesto de secreto o complicidad -, es un poquito arisca y tiene tendencia a quitárselo”

Me dirigió una sugestiva mirada de hielo tras decir eso y yo, una vez más, no tuve más remedio que mirar al piso: no podía creer el estar siendo sometida a tanta ignominia. Además, me avergonzaba ver a la cara a ese hombre que, incluso, podía ser mi abuelo.

“Ah, entiendo – dijo éste saliendo de atrás del mostrador y dirigiéndose hacia donde se hallaba Rocío -. Bien, verá: si tiene tendencia a quitárselo, lo mejor que le puedo ofrecer es esto”

Con un cierto esfuerzo que era lógico para su edad, el hombre plantó una rodilla en el suelo y corrió el vidrio de uno de los escaparates para extraer de allí dentro un consolador que, tomándolo entre ambas manos, izó casi como si se tratase de un objeto valioso. Era, a decir verdad, un consolador bastante normal: grande, sí, pero no más que algunos otros que yo había alcanzado a ver por allí. La propia Rocío debió pensar lo mismo pues adoptó en su rostro una expresión recelosa.

“Quería algo más grande” – soltó, con un ligero atisbo de decepción.

“Y los tengo – se ufanó el hombre -, pero ninguno con los atributos de éste”

Siempre sosteniendo en alto el objeto, se incorporó trabajosamente. Recién entonces recalé en que entre sus dedos sostenía una pequeña llave, la cual, seguramente, habría también tomado del escaparate. Ante la intrigada mirada de Rocío, el hombre llevó la llave hacia la base del consolador y, para mi sorpresa, la introdujo allí. En cuanto le dio un cuarto de vuelta, pude notar con asombro cómo la cabeza del pene artificial se expandía, así como también que no se contrajo en lo más mínimo cuando, luego, el hombre retiró la llave.

Con espanto, empecé a captar la idea. Miré horrorizada a Rocío, quien se acariciaba el mentón mientras sus ojos crecían desmesuradamente en la medida en que, al igual que yo, iba entendiendo el comportamiento del extraño objeto.

“Hace lo que se da en llamar trabajo de esfínter – explicó el vendedor con tono de experto -. Es decir, lleva por dentro un conducto que se ensancha al girar la llave y, al hacerlo, expande también la goma…”

“Y para quitarlo…” – comenzó a decir, cavilosa, Rocío.

“Simplemente hay que girar el cuarto de vuelta en sentido inverso” – completó el hombre.

Yo no podía creer lo que oía y lejos estaba de saber que algo como eso existía; hasta donde parecía, Rocío tampoco, pues se la notaba entusiasmada como quien acababa de descubrir impensadamente un nuevo juguete con el cual martirizarme. Tomó el objeto de manos del hombre y se quedó durante algún rato contemplándolo extasiada; pude ver cómo se deslizaba la lengua por el labio varias veces mientras, una y otra vez, hacía girar la llave para comprobar que, en efecto, el movimiento era el mismo que acababa de describir el vendedor.

“Me encanta – dijo, con los ojos llenos de sadismo -. Absolutamente, me encanta”

“Lo están llevando mucho últimamente – agregó el hombre, quien parecía empeñado en seguirle haciendo publicidad al producto aun cuando Rocío ya parecía decidida a la compra -; es un poco más caro que el resto, pero…”

“¿Te gusta?” – me espetó Rocío súbitamente, enseñándome el consolador.

Estuve a un paso de responder afirmativamente, pero rápidamente cavilé sobre la pregunta que me había hecho y, a fin de cuentas, no se trataba de una orden sino que, simplemente, me estaba pidiendo una opinión. ¿Por qué no podía, por lo tanto, responder por una vez con absoluta sinceridad?

“N… no… – dije, temblorosa y negando con la cabeza -. L… la verdad que n… no, señorita Ro… cío”

Mi respuesta, claro, lejos estuvo de desalentar a Rocío y recién en ese momento caí en la cuenta de que lo que acababa de decir no era otra cosa que lo que ella esperaba que dijera. Me bastó con ver su rostro iluminarse el doble y su sonrisa ampliarse hasta lo que parecía imposible:

“Me encanta más todavía – dictaminó, para luego volver la atención hacia el vendedor -. Lo llevamos; no importa el precio. Pero… eso sí…”

El hombre miró a Rocío con gesto de intriga y yo también lo hice: la rubia era una maldita caja de sorpresas.

“Me gustaría que usted se lo instalase – dijo -. Y así, de paso, voy aprendiendo a manipularlo”

El vendedor, desde luego, se sobresaltó. Me miró nerviosamente y yo, no menos nerviosa, además de avergonzada, me vi obligada a bajar la cabeza por enésima vez.

“Si… la señorita está de acuerdo…” – comenzó a decir para ser interrumpido inmediatamente por Rocío.

“Ella está de acuerdo” – dijo, tajante.

El hombre quedó descolocado; seguía dudando como si la situación lo superara. Estaba claro que el pedido de Rocío resultaba insólito inclusive para un lugar como aquél. Dicho de otro modo, el grado de perversión mental de la rubia superaba al de cualquier depravado que hubiese entrado antes allí pues, de seguro, a ninguno se le había ocurrido una locura semejante.

“Está bien – dijo el hombre, finalmente, volviendo a tomar el consolador -; ningún problema. Acérquese, señorita”

Caminó de regreso hacia el mostrador mientras Rocío, sonriente y con los brazos en jarras, me instaba silenciosamente a seguirle.

CONTINUARÁ

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Relato erótico: “Lucy Lub (3)” (POR ADRIANRELOAD)

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Tras ese encuentro, Lucy se bañó, no saldría con toda mi leche en la espalda y piernas a caminar por los pasillos del hotel. Pensé que se quedaría a dormir, pero puso la excusa de la reunión al día siguiente y se fue a su habitación, así como yo en la mañana hui de su cuarto.

No me opuse ni insistí en que se quedara, no quería incomodarla y en realidad se sentía algo raro. Ósea era magnifico tener sexo salvaje y la manera en que disfrutaba, pero luego de eso cuando entraba a tallar la conciencia o las vergüenzas, como que las cosas se enfriaban.

Tampoco es que estuviéramos enamorados o hubiera un gran cariño entre ambos como para quedarnos acaramelados en mi cama toda la noche, durmiendo en posición de cucharita como enamorados y dándonos cariños de rato en rato.

Lo nuestro parecía más bien un acuerdo tácito y práctico, como quien dice: tú tienes ganas y yo también, nos gustamos y entendemos de alguna manera, entonces… ¡hagámoslo!.

Nos prodigamos placer mutuamente sin llegar al enamoramiento, era lo que cualquier hombre buscaría, pero… después de la pasión quedaba ese vacío que es el complemento de cariño que, llámenme tonto, pero extrañaba un poco de mi exnovia.

Por el momento ese era el status, era práctico para mi situación, y bueno, no sabía cómo lo manejaba Lucy con Sergio pero no quería hacerme un lio por eso. Supongo que ella lo asimilaba a su manera, quizás yo no era el primero con el cual tenía este tipo de arreglo, según lo que escuche, pero tampoco me importaba… solo tenía que disfrutarlo mientras dure y ya.

Al día siguiente, ambos nos comportamos como profesionales, como si no hubiera pasado nada, fuimos a nuestra reunión, luego al hotel y salimos al aeropuerto. Bueno, durante el vuelo nuevamente se acurruco cariñosa como en el viaje de ida. Al bajar del avión nuevamente me tomo del brazo, creo que hasta las aeromozas pensaban que éramos novios.

Me parece que Lucy quería dejar la idea de que seguiríamos siendo amigos, no sabía si era su despedida o su puente para seguir en lo mismo y no perder el tipo de “contacto” que adquirimos en el viaje… en los siguientes días se resolvería esa incógnita… para mi bien creo.

El problema fue al salir de la sala de equipajes, Lucy seguía tomando mi brazo y caminando a mi lado como mi pareja. En un momento me alejo bruscamente… yo que estaba distraído en el celular revisando mis mensajes, me sorprendí de su accionar.

La vi palidecer y quedarse helada, casi como estatua. Luego note hacia donde miraba y me di cuenta el porqué de su reacción… a unos 15 metros de nosotros, se encontraba Sergio… por la put… madr… se jodio todo… pensé…

Para nuestra suerte, Sergio se encontraba de espaldas, hablando por teléfono. Voltee a ver a Lucy, que al verme solo atino a ver su celular que seguía apagado desde que salimos del aeropuerto de la otra ciudad… seguramente Sergio la estaba llamando.

Lucy solo atino a regresar por donde vino. Yo no podía hacer lo mismo, solo seguí mi camino y le di encuentro a Sergio. Lo salude y sentí que se me caía la cara de vergüenza por haber abusado de su confianza y de su enamorada. Procure verme más relajado posible, pero por ratos tenia flashes de como poseí a la fiera sexual de Lucy que se mostraba como una santa.

– ¿Dónde está Lucy?… pregunto Sergio extrañado.

– Ahhh… creo que fue al baño… respondí improvisando.

– Y que tal el viaje… pregunto Sergio tras una pausa, como para matar el rato.

– Ah, bueno, todo bien, muchas reuniones y poco tiempo… muy agitado (por tu novia que es una fiera)… digo atareado, tu sabes… le dije suspirando de cansancio.

Por suerte Lucy salió, antes que yo soltara una estupidez. Esta vez ella estaba transformada en la chica fría y tímida que conocí antes, le dio un abrazo a Sergio, que me dio la espalda, cosa que ella aprovecho para hacerme unos gestos, como diciéndome… Debiste irte…

Por un momento pensé en huir, pero irme sin saludar sería sospechoso, mejor afrontar las cosas ahí, no podía evitar lo inevitable, que era cruzarme con Sergio en el trabajo en algún momento. Supongo que Lucy ya tenía en mente un pretexto para justificar mi huida. Lo cierto es que estábamos ahí, hubo un incómodo silencio, creo que yo era un mal tercio.

Sergio se ofreció a compartir el taxi. Bueno, ya habíamos compartido a su chica, algo mas no sería problema, pensé… pero volví a ver la expresión entre asustada y avergonzada de Lucy, entonces entendí que sería muy incómodo, yo tampoco era tan caradura.

Me excuse diciendo que iba por otro lado, a encontrarme con mi “novia” (imaginaria en ese momento, ya que como recordaran había terminado con ella), enfatice lo de mi novia para calmar los posibles celos de Sergio por el tiempo que pase con Lucy.

Olvide comentar que en el viaje, Sergio llamaba un par de veces al día y mensajeaba, cosa normal en pareja, pero que algunos interpretarían como un chequeo para ver en que andaba Lucy. No sabía si él había oído los mismos rumores sobre Lucy, pero bueno, era su tema.

Durante la semana siguiente apenas vi a Lucy, no sabía si me huía o quería guardar distancia para evitar rumores. Solo nos vimos una vez para rendir cuentas al jefe sobre el viaje. Todo transcurrió en tono formal y ella volvió a su seriedad de siempre no dando pie a bromas.

Más bien quien me acecho fue el que me comento de Lucy, el chismoso de Oscar:

– Y ¿te la cogiste o no?… me pregunto directamente.

– Nada, igual que el primer viaje… le dije tragando saliva… parece que solo son rumores, no me aceptaba que le invite ni agua por miedo a que la drogue…

Le di a entender a Oscar, para que no me hostigue más, que quizás esos rumores fueron ciertos en su época universitaria, pero tal vez ahora ya había dejado esas cosas y había madurado, por decirlo así…

– Quizás tú no sabes cómo hacer aflorar esa Lucy desinhibida y liberal… me replico Oscar, que según él conoció en la universidad o que escucho por rumores.

– Nooo… respeta mucho a su novio… me parece bien… dije excusándome.

– Nada… eres un tonto… me bromeo Oscar.

Ya las cosas tras una semana se habían enfriado. Comencé a pensar que era una ilusión lo vivido, que quizás lo alucine, porque veía a pasar a Lucy como si nada hubiera pasado, volvió a su trato esquivo y tímido de antes de conocernos, quizás por guardar apariencias con Sergio.

Al final me dije resignado, nadie me quitara lo vivido, quizás me pajearia en honor a Lucy, mientras fantaseaba con lo sucedido en el viaje. Dicen que a veces uno atrae las cosas con el pensamiento y fue cierto…

– Hola. ¿Tienes tu informe de gastos del viaje?… me pregunto Lucy por mensaje.

– Ah… si te lo llevo… replique ansioso por hacer contacto de nuevo.

– No, mejor no, por correo nomas… me dijo apurada.

– Ah ok… respondí cortante, decepcionado.

Bueno, las cosas seguirán frías, me dije, debe estar aún avergonzada solo se transforma fuera del trabajo. Hubo una pausa aunque la seguía viendo en línea y ella a mí.

– Danny… aun… aún tengo frio… me mensajeo tímidamente Lucy.

– Yo también… respondí sintiendo que el corazón se me aceleraba.

– Pensé que después del viaje ya no querrías más…

– Más bien me dejaste con ganas de más…

Hubo otra pausa, ambos asimilando y alucinando lo que pasaría, tal como en el viaje o mejor… todo lo que no dijimos en una semana, de repente se destapaba, todas las ansias contenidas.

– Uhmmm… ¿con ganas de qué?… pregunto Lucy coqueteándome por primera vez desde que la conocía.

¡Con ganas de reventarte el orto!… quería gritarle, dos veces me había rechazado, no aguantaría una tercera, creo que se la metía en una sin pedir permiso y me atenía a las consecuencias. Por como disfrutaba, tenía esperanza que el sexo anal la alocara también, pero no debía desesperarme… ya estaba aceptando tener otro encuentro… debía ser cauteloso con mi propuesta y ver como reaccionaba.

– Con ganas de explorar nuevos placeres… de inaugurar zonas prohibidas… ¿me dejarías intentarlo?… le pedí, casi suplique, se me hacía agua a la boca y una gota de leche se me salía de la verga que la tenía súper dura con esa conversación.

Nuevamente una pausa, ¿se estaría contrayendo su esfínter con la idea de que se lo romperían por primera vez? ¿Habría sido muy agresiva mi propuesta? ¿Se habría arrepentido o se habría excitado? Habían pasado unos segundos sin responder y fueron una eternidad. Por el celular veía que escribía, borraba y reescribía aumentando mis ansias.

– Tendrás acceso a todo lo que quieras… me respondió Lucy, incluyendo una carita feliz.

– Uffff… al finnn… replique emocionado, casi saltando en mi sitio.

Mis compañeros en los escritorios aledaños se percataron de mi reacción y me vieron extrañados… ahhh, una buena noticia familiar, explique excusándome. Pero poco me importaba si me creían o no, ¡Lucy me había dado permiso para romperle el culo!

– Jajaja… voy a necesitar mucho lub (lubricante)… respondió graciosamente Lucy.

Ser paciente tuvo sus frutos, acepte sus rechazos de darle por el ano, le di su espacio después del viaje. Quizás me tuvo a prueba, ver si no era un loco desesperado por aprovecharme de ella, si no era un hablador con ganas de contar su gran aventura… ¿qué se yo?, el punto es que me gane su confianza, y el tiempo hizo su parte, el morbo acumulado, el hecho que la habíamos pasado genial… todo eso sumo a esto.

– Bueno… ¿cuándo?… ¿hoy?… le dije desesperado.

– Me encantaría… pero tengo clases… me dijo apenada… ¿me puedes llevar?

– Claro, con gusto…. ¿no tendrás problemas por eso (con Sergio)?

– No, está en reunión, no vendrá…

Pues bien, a la salida, la recogí a una cuadra del trabajo para evitar miradas de chismosos. En el camino bromeamos e hicimos alusiones a lo que haríamos, parecíamos niños que estrenarían juguete. Hasta que me toco dejarla cerca de un parque, para que tome un bus que la acerque a su universidad, no quiso que la lleve para evitar comentarios de sus compañeros.

Me estacione, Lucy no aguanto y se me abalanzo llenándome de besos con lengua, mientras su mano comenzaba a acariciar mi verga por encima del pantalón. Estaba súper excitada por lo que haríamos al día siguiente, casi tuve que separarla de mí, parecía que no se quería ir, pensé que me la empezaría a mamar ahí mismo… bueno, eso fue en otra ocasión, ya les contare.

Yo más bien quería alejarla, porque estaba preocupado ya que estábamos en la calle, mi auto no tenía lunas oscuras y nunca se sabe quién nos podría ver…

– Mañana… le dije, masajeando sus piernas.

– Ok… Ufff… ya me calenté… dijo colorada.

Habíamos llegado al acuerdo que ella vendría a mi depa, no quería que la vieran entrando a un hotel entre su universidad y el trabajo. Mi depa le parecía más discreto ya que le comente que el ascensor iba directo del estacionamiento al depa, sin que nos vean. Al menos tenía esa tarde para arreglar mi desastre en el depa, como comprenderán, hombre soltero y desordenado.

El día siguiente transcurrió en el trabajo lento, se me hacía eterno esperar la hora de salida, más aun con las indirectas que nos mandábamos por mensajes. Al salir pensé que la recogería, se excusó diciéndome que había moros en la costa (Sergio), cuando se desocupara me alcanzaría en mi depa. Creí que se habría arrepentido, solo me quedo ir a mi depa y esperar…

Hasta que el sonido típico de un mensaje recibido en el celular, me saco de mi negativismo, era Lucy… estaba cerca. La vi desde mi ventana, cruzando la calle, le abrí la puerta por el intercomunicador… luego le abrí la puerta del depa y la vi cansada por el ajetreo pero ansiosa, había venido preparada, traía una falda clara y una blusa escotada…

– Ufff… me demore pasando por la farmacia… se disculpó, luego al verme extrañado agrego… ya sabes, por el lub…

Me conto lo gracioso y vergonzoso que puede ser para una mujer comprar lubricante, la expresión del farmacéutico, etc. Mientras me contaba yo la iba arrinconando por instinto contra mi sofá. Lucy iba retrocediendo cuando se dio cuenta, sus piernas ya chocaban con el mueble, solo le quedo dejarse caer graciosamente sentada, mientras sus manos nuevamente hurgaban en mi pantalón, buscando mi verga dura para mamarla, igual que en el hotel.

Estaba más excitada que en el viaje, lo notaba porque su respiración era más agitada, se ahogaba mamándomela. Aproveche que se separó de mi verga para respirar, y la empuje hacia atrás, Lucy no opuso resistencia, se dejó caer y por instinto fue abriendo las piernas, aparto su mojada tanga para dejarme espacio y que la penetre…

– Uhmmm… siii… otra vez te tengo dentro… exclamo complacida

Si bien Lucy estaba excitada, entendí que debía llevarla de a pocos, quizás clavármela por el ano (como me hubiera gustado) la hubiera espantado. Primero debía complacer su vagina, llevarla a un orgasmo, a otro nivel de excitación donde ella misma lo pida, pero también debía incentivar con mis dedos la flexibilidad de su ano.

Tenía sus piernas casi en el hombro, su falda se había raído en la desesperación por penetrarla, y a ella no le importo, mientras mi verga la penetrara con cada vez más vehemencia, cosa que Lucy agradecía con besos cada vez más apasionados. Hasta que tras un par de minutos de accionar, sentí su primera contracción…

– Ohhh… uhmmm… ricooo… ufff… gimió arañando mi espalda.

Me lleno de húmedos besos con lengua, mientras Lucy fue entrando en cuenta que tenía mis dedos metidos en su esfínter. Los había metido en esa dificultosa posición, mientras la empalaba por la vagina, y mientras la besaba le inserte otro dedo más, eran 2 entrando y saliendo, de su arrugado anillo, flexibilizándolo.

Lucy me alejo un poco, estaba echada, recostada contra un cojín mientras había levantado más el trasero en esa posición, e iba abriendo instintivamente más las piernas, sujetándolas con sus manos… me alejo porque quería ver mi verga dura como le había dado placer… y como mis dedos entraban y salía de su ano sin mayor resistencia…

– Tienes una verga grande y gorda… me dijo alucinada, luego exclamo algo temerosa… no me va entrar…

– Ya entraron 2 dedos… si va entrar… le refute excitado.

Ella siguió viendo mi verga en ristre, tiesa, y mis dedos entrando y saliendo de su esfínter, hasta que empezó a contraerse, la excitación iba superando el miedo, se fue haciendo a la imagen de mi verga atorándola por el ano… y esa idea fue más fuerte…

– Debo estar loca… Ponme el lub que está en mi cartera… quiero tu verga en mi culo…

Al fin, me dije… mientras mano libre buscaba torpemente el lub en su cartera, sin dejar que mi otra mano siguiera desflorando su ano. Como pude abrí el contenido, salto algo del líquido viscoso por su rostro, ella no se espantó. Me imagine que en algún momento vaciaría mi leche en su cara y tampoco le importaría, pero eso también fue en otra ocasión.

Embarre mis dedos de lub, y los metí y saque, embadurne todo lo que pude su esfínter de ese gel. Lucy entendió que era el momento, sus manos dejaron de tomar sus piernas y se fueron acomodando en sus nalgas, para abrirlas y dejarme pasar…

– Métemela… antes que me arrepienta de esta locura… me dijo desvariando de ansiedad.

Me hice espacio con mi dedo, mi verga fue empujando contra su piel que se iba abriendo, era difícil, ella en su nerviosismo se retorcía y por momentos contraía el ano para defenderse de ese duro invasor.

– Lucy ábrete más… le decía excitado.

– Auuu… si, si… pero despacio… que duele… se quejaba Lucy.

Me hizo caso y abrió más sus generosas nalgas, mientras se relajaba un poco… lo que aproveche para terminar de meterle la cabeza de mi pene. Ella contrajo sus dedos en sus nalgas, arañándose así misma por el dolor que le causo… contrajo el abdomen para soportar, contuvo el aire y su rojo enrojecía.

– Ouuu… uffff… ayyyy… dijo lastimosamente.

– Ya entro, ya entro… le dije para calmarla.

Fui entrando y saliendo de a pocos, en un corto recorrido, hasta que su esfínter fue cediendo ante ese nuevo inquilino, mi musculoso miembro. Cuando la note menos tensa, en una de esas metidas y sacadas, tome impulso y de un envión le inserte un cuarto de verga…

– Ayayay… me partiste el culo… se quejó.

– Ya va pasar… la animaba besándola.

Una cosa era la cabeza que es flexible y el cuello delgado que bien después, pero luego, el tronco del pene engrosa de nuevo y es más duro, eso fue lo que sintió Lucy que la desgarro por dentro. Mientras yo sentía deliciosamente presionada mi verga.

Ella lagrimeaba soportando esa incursión. No queriendo dar pie a mayores quejas, decidí ahogar sus lamentos con mi lengua y mis labios, así de a poco iba metiéndole más y más, mientras ella entre jadeo y jadeo soportaba ese empalamiento. Ya tenía media verga adentro de Lucy, oficialmente le había desvirgado el ano y se sentía espectacular.

Yo estaba inclinado hacia ella, clavándola de a pocos y besándola, pero en esa posición, estaba casi de puntitas haciendo presión contra su ano… Quizás me confié, tal vez debí embadurnarme la verga de más lub… lo cierto es que perdí el equilibrio y mi tieso pene termino por meterse de lleno hasta el fondo… mis bolas chocaron con sus nalgas…

– Ouuuu… no… no… noooo… sácalo… sácalo… dueleee… se quejaba como una niña.

– Resisteee… ya está… ya esta… le decía, tapándole la boca para que no grite más.

Sus dientes mordían la palma de mi mano, soportando el dolor, sus ojos se salieron de su órbita unos minutos, mientras Lucy parecía llorar. Pero a pesar de todo, sus manos siguieron abriendo sus nalgas y ella no forcejeo por salirse de su prisión, lo soporto sin patalear.

Estuvimos unos minutos así, mientras sentía su esfínter contraerse, queriéndose desquitar con mi verga, apretándola fuertemente, así me transmitía su dolor y yo también lo soportaba, era lo justo. La fuerte respiración de su pecho, que hacia subir y bajar sus senos, se fue calmando hasta casi normalizarse. Lucy dejo de morder mi mano, entonces reemplace esa mordaza con mis labios.

– Ohhh… uhmmm… ohhh… fue gimiendo entre beso y beso.

Lucy quería desahogar su dolor y nuevamente sentir placer, y lo fue sintiendo a través de mi lengua y sus jugosos besos. Cosa que aproveche para empezar a moverme en su interior, de a pocos, con resistencia al inicio, y luego con algo de flexibilidad.

– Me rompiste el culo… se quejó graciosamente Lucy mientras veía nuevamente un brillo de excitación en sus ojos.

Mi verga iba haciendo un recorrido cada vez más largo, cada vez chocaba con más fuerza mi ingle contra sus nalgas, hasta por momentos sentía mis testículos rebotar con sus glúteos, mientras Lucy me prodigaba cada vez besos mas efusivo.

– Ayyy… nooo… ouuu… exclamo arañando mi espalda, pareciendo haber llegado a su primer orgasmo anal, cosa que la sacudió.

Me miro sorprendida, no dando fe que aquello que le dolió tanto al inicio ahora le causaba un enorme placer… cuando esa oleada de placer paso, quiso disfrutarlo nuevamente pero desde otro ángulo… algo que parecía gustarle vaginalmente ahora lo quería experimentar en su ano.

– Perrito… perritooo… me pidió efusivamente, como si no supiera otra palabra.

Me aleje un poco, mientras ella se iba ubicando ansiosa sobre el sillón en 4 patas, con el pecho y los brazos sobre el respaldar. Me ubique detrás de ella lo más rápido que pude, no quería que su ano perdiera flexibilidad, en verdad me desespere y empuje… ella resistió el embiste, pero adolorida fue huyendo.

– Espera… espera… no… nooo… se quejaba, mientras su mano apretaba la mía, como conteniéndola para que no avance mi verga en sus intestino

Pero era muy tarde, yo estaba súper excitado para escuchar razones y seguí avanzando y empalando, hasta que a ella no le quedo más lugar para huir, sus piernas casi estaban contra el respaldar del mueble y ella semi arrodillada, con media verga en el ano. Con tantos alaridos y quejas que daba Lucy, pensé que me tendría que mudar de edificio.

– Ayayayyyy… uffff… yaaa… despaciooo… me pidió, aceptando que no podría huir, estaba sometida analmente, enganchada hasta las tripas.

Así, la fui cabalgando de a pocos, primero en movimiento bruscos y torpes, propios de mi morbo, por fin la tenía atorada por su arrugado anillo, cosa con la que fantasee desde el primer encuentro.

Sin querer, fui retrocediendo, creo que Lucy me fue culeando, hasta que le di espacio de acomodarse en la posición del perrito como ella quería. Ahora tenía su ano a mi disposición, por ratos la cabalgaba tomándola de la cintura, estampándola contra el mueble, en otros momentos la tiraba del cabello para arquear su espalda y besarla.

– Uyyyy… siiii… siiii… uhmmm… exclamo finalmente estremeciéndose brutalmente.

– Uffff….ahhh… ufff… exclame yo a su vez, inundando sus intestinos con leche ardiente.

Mi verga escupía y escupía litros de semen, parecía no acabar, en cada contracción sentía la resistencia de su aun estrecho esfínter. Ella soportaba cada descarga con un espasmo en su espalda. Lucy ya se había dejado caer apaleada contra el respaldar del sofá, muerta.

Estuvo unos minutos así, agitada, observe como lo que quedaba de su falda ya estaba en su cintura como una faja, sus pantis raídas. Su cabello era una maraña que cubría su enrojecido y sudoroso rostro. Su enrojecido ano y seguía palpitando sobre mi verga que dé a pocos se iba deshinchando.

– Pensar que le tenía miedo a esto… ¡q tonta!… ¿cómo no lo hice antes?… exclamo, parecía estar pensando en voz alta.

Cuando cayó en cuenta de lo que dijo, sonrió nerviosa, para evitar que yo diga algo más, desde su posición volteo y busco mis labios. Me dio unos jugosos y efusivos besos con lengua, que lograron exprimirme unas gotas más de leche en su ano, cosa que le dio un cosquilleo que la hizo sonreír.

Tras eso, la lleve a su casa, no la podía dejar ir con la falda semi rota en un taxi sentada de lado, como para que todos supieran que le acababan de estrenar el orto. Lo cierto que estuvo con una sonrisa entre boba e incrédula por lo que hizo. Solo me pidió evitar los huecos en la pista, ya que hacían saltar al auto y golpeaban su ahora sensible trasero.

Así fue que le inaugure el culo a Lucy, la monjita de la oficina a quien nadie creía si quiera capaz de hablar de sexo sin ruborizarse… era capaz de pedir de la manera más cachonda que se la claven y resistir un empalamiento anal con tal de prodigarse placer…

Desde entonces se fue haciendo una constante que le rompa el culo, al principio tímidamente se acoplaba a lo que yo le pedía pero con el tiempo incluso ella me lo llego a pedir… así como intentar otras posiciones y maneras de hacerlo… según lo que su libido o el mío nos dictaran… pero… ya les contare…

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com 

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Adrián) parte 9” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Javier siguió aprovechándose de mi novia como siempre me contaba todo lo que le hacía y aprovechaba para humillarme me hacía masturbarlo a veces terminaba en mi cara en otras ocasiones me hacía mamársela y me terminaba en la boca, me contaba como invitaba a salir a mi novia ella me decía mentiras para poder verse con Javier, ella me decía que iba a estudiar con los compañeros de la universidad o que iba a salir con amigas, que se iba de paseo con la familia etc, etc. Y cada vez sentía que se alejaba más de mí ya no me contestaba el teléfono como antes o me respondía los mensajes de texto, el viejo me contaba que tenía relaciones sexuales con mi novia en la calle cuando salían de noche la llevaba algún bar o a bailar la hacía tomar mucho dejándola borracha para después llevarla algún lugar oscuro y se la cogía la hacía vestir como una puta con vestiditos cortos para facilitarle la cogida también en el auto iban a sitios apartados y se la cogía ella estaba totalmente entregada a él, también me conto que como había predicho el profesor de la universidad se la cogió con la excusa de subirle la nota.

Mi relación con Diana ya estaba muy rota por culpa del viejo verde de Javier yo todavía la amaba y quería intentar arreglar las cosas así que la invitaba a salir volverla a reconquistar pero las cosas no funcionaban bien, en una ocasión la invite a salir era un fin de semana era sábado quedamos de vernos a eso de las 3pm en mi casa para pasar toda la tarde juntos tal vez ir a cine e ir a comer eran las 2:45pm cuando me llamo Diana…. Hola amor mira ya voy para allá para que estés pendiente…. Bueno mi amor acá te espero. Por lo general el trayecto de su casa a la mía es de 15 minutos me quede esperándola cuando mire el reloj eran las 3:15pm me extrañe y me empecé a preocupar pensé se habrá encontrado con Javier no puede ser Salí de casa me asome por la ventana a la casa del vecino no vi nada su auto tampoco estaba en el parqueadero, será que se la habrá llevado pensé, no Diana no me puede hacer esto me dijo que venía sentí esa angustia de pensar que me estaba poniendo los cuernos nuevamente me dirigí a la portería de la unidad a preguntar si la habían visto entrar inocentemente llegue sin hacer ruido y no había nadie en ella no estaba ninguno de los dos vigilantes me extrañe, en eso alcance a escuchar un ruido, hacia un lado de la portería atrás del mostrador donde se hacían los porteros hay una puerta que estaba cerrada esta da a una pequeña habitación donde hay un pequeño catre y un baño completo que les sirve como vestir a los vigilantes en eso caí en cuenta que hoy les tocaba turno a Daniel y a Luis el estómago se me empezó a retorcer y a sentir un mariposeo en la parte de atrás de la caseta de vigilantes hay una pequeña ventana que da a la habitación esta ventana queda oculta hacia las casas de la unidad fui hacia ella me empine con cuidado y mire adentro o sorpresa mi novia estaba allí y no estaba sola.

Daniel y Luis se encontraban con ella, Luis acostado en el catre con sus manos detrás de la cabeza, su pantalón y cinturón desabrochados su ropa interior corrida hacia abajo dejando su poya de 20 cm afuera totalmente erecta mi novia entre sus piernas en cuatro cogiéndole la poya chupándosela como una verdadera puta tragándola golosamente haciéndole una garganta profunda dejándosela toda llena de babas las cuales volvía a chupar junto con su pene traía su cabello recogido en una coleta y su mechon de cabello a la izquierda a pesar de lo puta se veía su linda carita hermosa y angelical devorando el trozo de carne del portero traía una blusa color rojo oscuro de algodón sin cuello con solo tres botones que solo sirven para tapar el escote pero estos estaban totalmente abiertos dejando su par de enormes tetas gordas con los perfectos pezones rosas totalmente brotados y parados de lo excitada que estaba afuera bamboleándose libre mente hacia adelante y atrás, también traía un jean ajustado que en el momento de verla así en cuatro se encontraba a medio muslo junto con una diminuta tanguita roja y para terminar traía puestas unas valeticas negras cómodas para caminar, justo detrás de ella se encontraba el negro Daniel enterrándole su terrible y enorme verga de 24 cm a mi novia quien gemía y le paraba más en pompa ese culo redondo enorme y perfecto que volvía loco a todos los hombres que la conocían todos gemían suavemente la estaba pasando bien mi novia estaba totalmente entregada parecía que no le importara que yo la estuviera esperando…. Mmmnnn Sí que rica poya tienes Luis aaahhh está muy sabrosa aaahh…. Qué bueno que te gusta puta ya sabes donde hay para cuando quieras…. Aaaahh y Daniel tu poya es prodigiosa aaahh ese monstro me llena toda aaahh la siento en el útero siiii mmnn…. así te gustan las vergas zoo puta enormes que te puedan llenar, no chiquitas como las del mariquita de tu novio…. Siiiii lo único que me satisface es una buena poya aaaahhh. Ese par de miserables se estaban disfrutando a mi novia Luis recibiendo una espectacular mamada y Daniel aferrado a sus caderas bombeándola duro.

Estuvieron un rato así hasta que alguien llamo desde afuera de la portería…. Hijo de puta vida ahora quien viene a joder dijo Daniel…. A que mierda no dejan cogerse a esta puta en paz respondió Luis…. Anda mirar quien es Luis yo sigo clavando a esta perra. De mala gana Luis se acomodó la verga como pudo se subió el pantalón y salió, Daniel siguió bombeando a mi novia ella solo le paraba el culo y lo miraba con cara de puta pervertida gimiendo, al rato llego Luis cerrando la puerta del cuartico bajándose los pantalones rápidamente y sacando su poya dura…. Ya déjame se la meto por el culo. Daniel le dio paso Luis se escupió la verga luego le abrió las nalgotas a mi novia y le enterró la lengua en el culo haciéndola gemir estuvo un rato la escupió el ano y sin miramientos se la enterró toda por ese culote abriéndose paso por su recto mi dulce novia solo grito al sentir su ano abierto totalmente invadido por la carne dura del vigilante…. Cállate puta que te van a escuchar jajajaja le dijo Luis. Inmediatamente la empezó a bombear duro y sin misericordia mi novia empezó a gemir…. Aaaahhh me abriste el culo Luis aaahh siii la tengo toda adentro aaahhh…. Si puta la sentís jajajaja…. Aaahhh siiii hijo de puta aaahhh la siento toda adentro mmnnn aaahh como me partís el culooooo aaahhh dame asiiiii…. Que puta eres mamacita rica. Luis la bombeo por el culo y mi novia solo se dejaba, luego Daniel le pidió turno a Luis y el negro de mierda le enterró todo ese pedazo de carne negra por el culo haciéndola gritar pero aun así ella le paraba el culo ofreciéndole las nalgas se la culio un rato y así estuvieron los dos turnándose a mi novia dándole a mi amorcito por ese coño rosadito, gordito, apretadito y babeante o por ese culazo delicioso que estaba todo abierto de recibir ese par de vergas, ella solo se quedó en cuatro arqueando la cintura parándoles bien ese delicioso culo recibiendo las vergas de ese par de machos gimiendo con cara de placer disfrutando de cómo se aprovechaban de ella estuvieron así 10 minutos hasta que Luis que le estaba dando por el culo le dijo…. Puta me vengo te voy a llenar los intestinos de mi leche perrotaaaa aaaahhh. Empezó a venirse dentro de ella y a darle clavadas profundas, mi novia solo gemia y disfrotaba como loca de la leche que le dieron y de las clavadas profundas que recibió.

Luis salió de ella y rápidamente Daniel ocupo su lugar y le clavó esa monstruosidad que tiene por pene en el coño a mi novia le dio duro como a rata haciéndola gemir 5 minutos después Daniel le anuncio que se venía…. Puta ya me vengo te voy a preñar por lo puta que sooossss aaahhh putaaaaa. Se empezó a venir dentro de mi novia quien tuvo un orgasmo también…. Aaaahhh hijo de puta me hiciste venir aaahhh que ricooo hijo de putaaaa me vineeee, me vineeee…. Aaahh puta como me exprimís la verga me estas ordeñandoooo. El negro tuvo como 8 espasmos mientras le surtía leche a mi adorada noviecita ella solo convulsionó se le pusieron los ojos en blanco y cayó en el catre con una sonrisa y la mirada perdida pude ver su culo y su coño de él brotaban grandes cantidades de semen que al tratar de levantarse se deslizaron a borbotones por el interior de sus piernas Diana solo sonrió los miro se subió el calzón con gran cantidad de semen aun en su interior sus piernas estaban todas correadas de los jugos de los vigilantes aun así se subió su apretado jean quedando toda untada en su interior luego se acomodó ese enorme par de tetazas con los pezones aun parados y brotados en el interior de su blusa pude ver como se le marcaban los pezones a través de la delicada tela de algodón tan solo se abotono un botón de los tres dejando casi expuestas su rico par de tetas ahí en ese momento me pude percatar que la muy puta de mi novia no llevaba sostén y prácticamente le dejaba ver ese par de tetas grandes que desafiaban a la gravedad a cualquiera que la viera por la calle se acercó a sus amantes los beso se dio un morreo con ellos y les dijo…. Anúncienme con el cornudo de Adrián el muy tonto me debe estar esperando desde hace rato.

Ese fue mi pie para salir corriendo a mi casa cuando llegue sonó el sitofono avisando que Diana llego les dije que pasara ya eran las 3:45 pm cuando entro a la casa mis padres la vieron entrar sorprendidos al ver como venía con una cara de puta que no se podía ocultar y con las tetas casi afuera de la blusa y los pezones totalmente parado brotados a través de la delicada tela de algodón se acercó a mi madre que en ese momento le mando una mirada de lujuria, veía como mi madre se comía prácticamente con los ojos a mi novia Diana le dijo…. Hola Lucia…. Hola mi amor le respondió mi madre. Mientras Diana la cogió y le dio un abrazo cargado de lujuria haciéndole sentir sus grandes tetas clavando sus pezones parados en las tetas de mi madre que al sentirlos cerró sus ojos y la apretó más para que le restregara más esas ricas tetas, al soltar el abrazo mi madre se podía ver que estaba caliente y trataba de disimularlo, luego Diana volteo a ver a mi padre irguiéndose para sus tetas se vieran más voluminosas y resaltaran con sus pezones erguidos a mi padre casi se le salen los ojos no sabía si mirarle las tetas o la cara se acercó a el mi padre se puso nervioso…. Hola suegrito. Le dio un beso en la mejilla y un abrazo para que sintiera sus tetas…. Hola dianita respondió mi padre, Diana soltó el abrazo rápidamente para dejar iniciado a mi padre y luego le dio una risita burlona por ultimo me saludo a mí me dio un beso apasionado en la boca creo que para provocar a mis padres especial mente a mi madre porque cuando termino se la quedó mirando fijamente con cara de pervertida, Lugo me dijo…. Mi amor a donde vamos a ir. Decidí sacarla de la casa porque el ambiente ya estaba muy pesado…. Vamos a un centro comercial a caminar o a ver una película…. Si vamos a un centro comercial quiero caminar un rato y ver vitrinas. Cabe decir que fue un gran error porque fuimos al más grande al más lleno por donde caminábamos todos la miraban los hombres le miraban las tetas que las tenía casi afuera y los pezones duros bien parados que no se le bajaban por nada fuera de eso bamboleaba ese culote rico y redondo mientras caminaba o se paraba en una vitrina y se inclinaba sin doblar las rodillas poniendo el culo en pompa mostrándolo prácticamente ofreciéndoselo a los que estuvieran detrás de ella y para los que estaban adelante le podían ver practica mente ese par de grandes tetas desnudas con esos pezones rosaditos erectos porque se le alcanzaban a salir del escote mi dulce novia no paraba de estar rodeada por hombres en ese centro comercial, las mujeres la miraban con desprecio, con celos, como si miraran a una puta regalada y barata, a todas esa yo solo iba cogido de su mano como si fuera una mascota, como exhibiendo al más cornudo de la ciudad, humillándome y haciéndome pasar uno de mis peores días yo no le dije nada porque la amaba y tenía la esperanza de que las cosas mejorara.

El lunes mi viejo vecino me llamo a su casa obedientemente fui en horas de la tarde ya sabía a qué era para contarme las andanzas de mi novia y hacerle que le mamara su enorme poya me recibió me trato de puto cornudo me conto como se cogía a mi novia pero también me conto que se estaba cogiendo a mi madre y que era casi tan puta como mi novia que le encantaba la verga me conto que en las mañanas cuando mi padre se iba a trabajar y yo a la universidad él iba a mi casa y le surtía verga a mi madre la cual lo aceptaba con placer también me dijo que a mi madre le gustaba mucho Diana que si me descuidaba me iba a dejar sin novia y se empezó a burlar de mi yo le pedí que me explicara él me dijo para que explicar si lo puedes ver saco su cámara y la conecto al televisor y puso a rodar el video que me dijo que fue del miércoles de la semana pasada en él se ve que esta frente a la puerta de mi casa toca la puerta mi madre abre esta con una bata blanca que usa para dormir se veía linda con una sonrisa pícara…. Buenos días vecinita como esta durmió bien anoche…. Hola Javier si dormí bien como un bebe y esa cámara…. Es que te tengo una sorpresita que te va a encantar…. A siii por que hoy estoy con ganitas de una gran sorpresita…. Si bueno déjame llamo a una invitada, Dianita mi amor ven. En eso la cámara enfoca a mi novia que traía un mini vestido negro entallado con un gran escote que casi le dejaba sus enormes tetas afuera y tan corto que solo le tapaba hasta el culo si se agachaba se le saldrían esas preciosas nalgotas redondas, en sus pies traía unos zapatos de tacón de aguja altos su cabello lo llevaba alisado y sus lindos labios pintados de un rojo intenso…. Hola Lucia buenos días dijo mi novia con carita de niña buena. Mi madre al verla la miro de arriba abajo y vio lo apetecible que estaba se mordió los labios…. Hola Dianita buenos días por favor pasen y nos ponemos más cómodos. A todas estas yo ya le estaba desabrochando el pantalón al viejo verde de mi vecino se los quite junto con sus calzoncillos y pude verle esa verga gorda totalmente parada con sus 23cm en todo su esplendor. Mientras en el video se ve que se sentaron en la sala y Javier les decía…. Bueno ya que ustedes son suegra y nuera y ambas han engañado a sus parejas pensé que sería mejor que se conocieran más a fondo y estuvieran más unidas y por lo que veo Lucia tú quieres acercarte más a tu nuera jejejeje….hay Javier tu siempre tan considerado por que no nos ponemos cómodos y vamos a mi habitación a la que comparto con mi marido allá vamos a estar mejor…. Que buena idea Lucia vamos a estar mucho más cómodos los tres en tu lecho matrimonial no lo crees así Diana tu suegra nos está invitando a su cama…. Si Lucia creo que vamos a estar mucho mejor allá respondió el puton de mi novia. Que miro a mi madre con una cara de puta.

Yo ya estaba arrodillado entre las piernas de Javier y le empezaba hacer una mamada a esa enorme verga me la metía en la boca y la chupaba suavemente para que Javier pudiera disfrutar de mi mamada el viejo verde solo gemía y me decía…. Asiiii bien hecho mmmnnn como has aprendido a mamar cornudo sumiso sigue así y te voy a dar toda mi leche.

En el televisor se veía en la habitación de mis padres Javier tomo una silla la puso al frente de la cama le dijo a mi madre que se sentara en ella después le dijo a Diana…. báilale a tu suegrita mi amor como te enseñe. Mi novia se puso enfrente de mi madre y se empezó a mover sensualmente se apretaba las tetas le daba la espalda le ponía el culo en pompa su vestido se le subía dejando expuesto su culo se pudo ver que no traía ropa interior y le mostraba todo el coño a mi madre ella solo veía a su nuera se lamia y mordía sus labios luego Diana se volteo se sentó sobre mi madre con las piernas a cada lado de ella tocando sus tetas hasta que se las saco mostrándose enormes con los pezones rosados totalmente parados cogió sus grandes tetas con sus manos y se las empezó a pasar por la cara a mi madre que se dejaba luego cogió una teta y se la puso en la boca a mamá la cual empezó a amamantarse de mi novia y a chupársela con desesperación mi novia empezó a gemir ya mi madre le cogía las tetonas de mi novia se las apretaba y se las chupaba pasando de una a la otra luego así como estaban mi madre cogió el diminuto vestido de mi novia y se lo saco por la cabeza ahí se empezaron a besar y a morrearse como desesperadas…. Ya están muy calientes las dos eee por que no vienen aquí a la cama conmigo y me chupan la verga. Mi madre se desnudó y junto con Diana se fueron a comerle la poya a don Javier ya él se encontraba desnudo con su verga erecta las dos empezaron a mamar se repartían chupándole los huevos y la verga mientras chupaban se besaban entre ellas con locura.

Javier cogió a mi novia la acostó en la cama abriéndole las piernas y le dijo a mi madre…. Lucia porque no le comes el coño a tu nuera mira lo jugosito que esta no es el mejor coño que has visto….si se le ve muy rico y apretadito esta carnocito…. Adelante comételo es todo tuyo. Mi madre no se hizo espera se metió entre sus piernas y como desesperada le empezó a lamer la concha a mi novia quien gemía y gemía Javier enfocaba con la cámara la comida de concha que le estaba haciendo mi madre a mi novia, le abría la conchita y le chupaba el clítoris le metía la lengua los dedos hasta que le provocó un orgasmo que la hizo venirse y chorrearse a borbotones mojándole la cara a mi madre con sus flujos la cual ella se lamio y siguió lamiéndole la vagina a mi novia que quedo desmadejada Javier aprovecho que mi madre esta con el culo en pompa lamiéndole la vagina a mi novia y le enterró la poya hasta el fondo de la vagina de mi mamá la cual grito y empezó a gemir y aparar más el culo para que el viejo verde la siguiera cogiendo mientras tanto mi novia tomo el rostro de mi madre se acercó a ella y la empezó a besar apasionadamente jugando con sus lenguas estuvieron un rato así los 3, luego Javier cogió a mi novia le abrió las piernas y se la metió la empezó a bombear mi novia gemía entregada mi madre aprovechaba y le sobaba las tetas y las apretaba también le daba besitos en los labios después cambiaron de posición Javier se acostó y puso a mi mamá a cabalgarlo mi madre estaba toda salida brincaba sobre la enorme verga de Javier gimiendo totalmente salida Diana le cogió las tetas a mi madre y se las empezó a chupar luego la besaba y la manoseaba y le volvía a chupar las tetas mientras mi madre seguía cabalgando a ese viejo miserable que había vuelto mi vida una mierda llena de humillación y yo mientras tanto le chupaba la verga ese trozote de carne babeante totalmente enloquecido súper arrecho y caliente mientras me felicitaba por la mamada y por lo puto marica cornudo que era.

Luego en el video se ve que Javier pone en cuatro a mi madre y a mi novia una al lado de la otra se pone detrás de mi novia le mete la verga por la vagina abriéndose paso sin detenerse y la empieza a bombear duro mientras le mete los dedos por la vagina a mi mamá y la empieza a pajear, las dos mujeres gemían llenas de placer, ellas ahí en cuatro se tomaban de la mano y se daban besitos mientras recibían placer, después el viejo se hizo detrás de mi madre y la empezó a clavar duro mientras le metía mano a Diana por la vagina y ellas seguían besándose Javier le daba duro a mi madre hasta que ella no aguanto y se vino en un orgasmo intenso que hizo que su vagina expulsará sus jugos y que cayera sobre su cama totalmente ida fuera de sí, mi novia la empezó a besar Javier aprovecho que mi novia quedo en cuatro y la empezó a bombear duro estuvieron un rato así hasta que mi novia tuvo un orgasmo y se vino a chorros y empezó a exprimirle la verga al viejo…. Aaahhh puta me estas ordeñando Lucia la puta de tu nuera me va a sacar la leche no aguanto más ven arrodíllate aquí y tomate mi leche. Mi novia quedo tirada en la cama convulsionando por el orgasmo mi madre rápidamente se arrodillo ante la verga del viejo que se la jalo con fuerza y se le vino en la cara en su boca le lanzo 6 chorros súper cargados que le dejaron toda la cara untada y la boca mi novia al ver eso se acercó a mi madre y se empezaron a besarse a lamerse el semen que tenían en la cara a manosearse se tragaban el semen del viejo y se lo compartían con sus lenguas el viejo enfocaba todo con la cámara yo solo veía la relación lesbiana que tenían mi madre y mi novia todo mientras le chupaba el pitote al vecino.

Cuando terminaron de tragarse el semen del vecino siguieron besándose chupándose las tetas hicieron un 69 y se lamian las conchas totalmente desesperadas ese par de mujeres se veían fuera de sí la atracción que tenían la una por la otra era muy intensa, luego mi madre puso en cuatro a mi novia le abrió ese par de nalgotas redondas y apetecibles y le empezó a dar lengua por el culo le metía la lengua por el ano culiandosela y moviéndola en círculos mi novia gemía totalmente entregada a mi madre sintiendo orgasmos intensos causados por mi madre….aaaahhh si suegrita que rico me lo hace mmmnnn aaahhh usted es mucho aaaahhh mejor que su hijo en la cama aaaayyyy aaahh siga asi…. Mi hijo es un estúpido mnnnn glug con tremenda mujer que tiene mmmnnn en la cama y no saberla tratar como glug glug mmmnn la putota que es…. Suegrita mmmaa aaahhh que rico picha usted aaahhh voy a tener queeeee aaahhhh venir maaasss seguido a visitarlaaaa aaahhhh venga suegrita querida aaaahhh le devuelvo eeeelll favoooor ooooohhhh. Mi novia puso en cuatro a mi madre le abrió esas ricas y redondas nalgas a mi madre y le empezó a dar lengua por el ano se la metia la movia en círculos se lo chupaba mi madre solo gemia y le gritaba…. Aaahhh te amoooo Dianaaaa te amoooo aaaahhh estas muy ricaaaa sos toda una mamacita deliciosa mi hijo no te merece aaaahhhhh. Mi madre estallo en un orgasmo chorreándose de nuevo a cantaros dejando una gran mancha de sus flujos sobre la cama.

Mi madre cayo rendida en la cama Diana la volteo poniéndola boca arriba abriéndole las piernas Diana abrió las suyas y pego su concha babeante e hinchada a la de mi madre quedando de tijeritas se empezaron a mover rozándose sus panochas fuertemente desesperada gimiendo de placer diciendo lo rico que se sentía estuvieron 5 minutos dando se placer hasta que ambas empezaron a convulsionar y a tener un orgasmo lanzando chorros y chorros de sus flujos quedaron totalmente sudadas y mojadas de sus flujos, en la cama se veía la humedad de todas las venidas que tuvieron, las dos quedaron tendidas abrazándose besándose como enamoradas el video quedo ahí. Yo mientras tanto le chupaba la poya a don Javier subía y bajaba mamándole la enorme verga a ese viejo verde de repente grita me vengo maricon trágate toda mi leche y se empezó a venir soltó 8 chorros fue mucha leche que empezó a tragar cuando termino le chupe la verga morcillona hasta dejarla completamente limpia, luego me dijo ya maricon ya te puedes hacer la paja yo como loco me saque la verga la tenía muy dura me empecé a pajear no dure ni un minutos y me vine lanzando chorros de semen al piso Javier se rio me dijo que era muy precoz que no duraba nada y me ordeno limpiar el semen que tire al piso con mi lengua yo muy obediente lo hice cuando termine el viejo me hecho de su casa me dijo que estuviera preparado para cuando él quisiera que le mamara la verga le dije que sí y me fui a mi casa.

Ya en mi casa pude comprender por qué el sábado que vino Diana a mi casa mostrándole las tetas a mis padres mi madre casi se la come en medio de la sala comprendí porque mi madre la miraba con deseo estaba totalmente prendida de ella y si me descuidaba como me dijo Javier mi madre me podía quitar a mi novia y eso significaba un gran obstáculo en mi relación con Diana que a pesar de todo amaba y quería que las cosas entre los dos mejoraran. Pero las cosas no sucedieron así Javier me emputecio mucho a mi novia que andaba caliente todo el tiempo y exhibía su cuerpo todo el tiempo con ropa muy sexi su comportamiento cambio pasaba mucho en fiestas cada vez que venía a mi casa se ponía ropa con la que prácticamente mostraba las tetas y el culo a mis padres en especial a mi mamá, no perdía oportunidad para exhibirle sus encantos y coquetear con ella en su rostro solo se veía una expresión de pervertida ya de su carita dulce quedaba poco apenas le daba la espalda o la oportunidad no perdían tiempo para empezar a morrearse, besarse entrelazando sus lenguas y meterse mano, mi madre también cambio mucho se volvió más lanzada vestía más sexi y provocadora mi padre como un idiota no se dio cuenta que le ponían los cuernos con el vecino incluso con Daniel y Luis los vigilantes de la unidad pero a él le gusto el cambio de mi madre porque se veía más hermosa y más relajada.

A Diana no le empezó a ir también en la unidad sus padres se preocuparon, Diana al ver el sacrificio de sus padres por verla mejor por darle una educación de primera cayo en cuenta que no podía seguir con esa vida de lujuria y sexo que llevaba decidió alzar cabeza y para ello debía alejarse de Javier también se sinceró consigo misma al aceptar que ya no me amaba así que lo que hizo fue terminar conmigo y no volver a mi casa así se alejaba de Javier, sus amigos, los vigilantes y de la tentación en la que se había convertido mi madre, cuando se lo conté a mamá se puso a llorar me rogo, me imploro que intentara volver con ella pero le dije que las cosas eran irreparables, ella se puso como desesperada intento buscarla convencerla y hasta seducirla pero Diana se mantuvo firme y no cedió mi madre cayó en una depresión al parecer se obsesiono con Diana y la deseaba con locura pues la atracción que tuvieron las dos fue muy fuerte creo que por lo excitante y prohibido de la relación pero la depresión le duro poco como a la semana ya empezaba a vérsele mejoría gracias a mi viejo vecino que a falta de Diana empezó a emputecer más a mi madre se la siguió cogiendo junto con sus amigos aprovechando que mi padre salía a trabajar y yo a la universidad pero igual yo me enteraba de las andanzas de mi madre por boca del vecino que me ponía a mamarle la verga y me humillaba.

Steven: wow no pensé que Diana hubiera pasado por todo eso es muy fuerte.

Adrián: si pero como te dije Diana cambio para mejorar después de eso salió adelante ya es una profesional, madre y mejor persona.

Antonio: si no te preocupes ya Diana a madurado y es una mejor persona todas esas experiencias la ayudaron para ser mejor y más centrada no lo crees así Steven tienes una gran mujer es hermosa muy inteligente y te ama.

Adrián: si no te preocupes ya verás que a ti te va a ir muy bien con ella.

Steven: si ahora no se igual como les había dicho descubrí que ella me fue infiel y con lo que me cuentan tengo miedo de que vuelva a recaer yo la amo mucho es la madre de mi hijo.

 

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Relato erótico: “La fábrica (30)” (POR MARTINA LEMMI)

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LA FABRICA 30

Sin títuloCon un gesto tan amable como elocuente en cuanto a su significado, el hombre me hizo seña de que me inclinase sobre el mostrador; vacilé durante unos segundos, pero finalmente lo hice, quedando con mis pechos prácticamente sobre el cristal. ¿Qué otra opción tenía? Mientras lo hacía, ojeé de soslayo el objeto que sostenía en sus manos y me invadió un acceso de terror que me hizo temblar de la cabeza a los pies.

“Tranquila – dijo Rocío mientras me acariciaba un brazo en lo que constituía un falso intento por serenarme -. Se ve grande, sí, pero te vas a acostumbrar: no te preocupes”

El hombre del local, en tanto y tras ubicarse por detrás de mí, hincó trabajosamente una rodilla y espiando de reojo lo vi acomodarse sus lentes y escrutarme con ojo experto.

“Abrí el culito, nadita – intervino, bien hiriente, Rocío -. Así el señor te lo puede instalar bien”

Era tal mi vergüenza que sentía como si mi cuerpo se fuera deshaciendo en pedazos y cayendo parte por parte hacia el piso; cada pulgada de mi piel me hormigueaba de un modo indescriptible pero, aun así y con esfuerzo sobrehumano, obedecí la orden de la antipática rubia. Apoyando las palmas de mis manos sobre mis nalgas, tiré de ellas hacia afuera justo sobre la entrada del orificio anal.

“De todas formas lo tiene ya bastante dilatado” – dictaminó el vendedor al momento en que mi hoyo quedó expuesto; a pesar de lo terriblemente humillante del comentario, no me dio en ese momento la impresión de que ésa fuera su intención, o bien, quizás, el hombre viera todo como un juego consensuado entre Rocío y yo: lo suyo era un dictamen puro y simple, propio de quien todo lo ha visto, pero, aun así, desgarraba mis oídos y, por oposición, era música para los de Rocío.

“Sí – agregó ella, alegremente -. Es que… lo tiene ocupado bastante seguido. Digamos que le gusta, je”

“Veo – convino el hombre -: una de esas chicas que gustan de los jueguitos anales. De todas formas prefiero lubricarla por las dudas”

El vendedor volvió a incorporarse y pasó hacia el otro lado del mostrador; siguiéndolo con la vista, pude ver cómo tomaba un pomo del cual no era difícil inferir que contendría lubricante.

“Agréguelo en la cuenta” – dijo Rocío.

“Es sólo un poco. Cortesía de la casa. De todas formas, le aconsejo que le compre uno si va a utilizar el consolador seguido, al menos durante el primer tiempo cuando todavía no tenga el orificio suficientemente habituado y dilatado”

Habituado y dilatado. ¡Dios! Mi consternación era absoluta ante la naturalidad con que lo decía. Pero más allá de eso y justo al momento de dar el hombre su consejo, llegó a mis oídos un inconfundible sonido de pasos y, aterrada, giré la cabeza por sobre mi hombro para descubrir, con estupor, que dos jóvenes de veintitantos años acababan de ingresar en el local. Casi ni hace falta que lo diga, pero de inmediato clavaron sus miradas sobre mí pues, desde luego, la escena con la que se habían topado al entrar estaba lejos de ser esperable aun en un sex shop: mi vergüenza volvió a escalar a límites para mí desconocidos; tragué saliva y, lentamente, fui girando de nuevo mi cabeza para alejar mi mirada de ellos puesto que la realidad era que, por muy desconocidos que para mí fuesen, no podía mirarlos a la cara. Fue tanta mi vergüenza que, involuntariamente, aflojé la presión de mis dedos pulgares haciendo que el orificio se me cerrase un poco, cosa que, por supuesto, Rocío advirtió:

“No te distraigas – me susurró al oído, aunque de forma claramente audible — Mantené ese culito bien abierto”

Coronó sus palabras pinchándome con la punta de un dedo dos veces dentro del orificio, lo cual provocó en mí un doble respingo, pero además motivó que llegaran a mis oídos, claramente audibles, las risitas y murmullos de los dos jóvenes recién llegados. ¡Dios! Quería morir…

Volví a separar mis plexos justo en el momento en que el vendedor regresaba junto a mí: noté que, para ganar tiempo, ya se había embadurnado un dedo con el lubricante, en tanto que su otra mano seguía sosteniendo el siniestro y temido consolador. Volvió a ubicarse sobre mis espaldas y sólo pasaron unos pocos segundos para que yo sintiera el ahusado y gastado dedo entrándome por detrás y trazándome círculos por dentro. En medio de lo denigrante de la situación, yo sólo podía pensar en que, en ese momento, dos jóvenes desconocidos estaban viendo cómo me lubricaban el culo: si quería pensar en algo más decadente, no podía; mi vida, ya hacía rato, había entrado en una pendiente de la cual ya no parecía haber ascenso ni vuelta atrás. ¿Qué podía hacer? ¿Largar todo al cuerno y admitir mi embarazo inclusive a costa de ser despedida de la fábrica? Por alguna razón, y después de haber vivido una ignominia tras otra, mi dignidad estaba mancillada a tal punto que ni aún así podría salvarse.

Finalmente, el hombre dejó de lubricarme, pero ello sólo sirvió para que el pavor hiciera de mí aun más presa que antes, ya que si había terminado con la lubricación, ello sólo podía significar que su siguiente paso sería introducirme el objeto por la retaguardia. Confirmando mis sospechas, escuché el inconfundible sonido de la llave, de lo cual sólo pude inferir que Rocío debía haberlo dejado en posición de expandido, por lo que el vendedor, ahora, giraba la llave en sentido inverso a los efectos de introducírmelo con comodidad.

Cerré los ojos y apreté con fuerza mis manos contra el borde del mostrador a la espera de lo que, ya para ese entonces, se presentaba como mi destino irreversible: sin embargo y en ese preciso momento, una juvenil voz de varón se hizo oír en el local, la cual, como no podía ser de otra forma, debía ser la de alguno de los flamantes visitantes del local.

“¿Y eso? – preguntó, claramente extrañado -. ¿Qué carajo es?”

Era evidente que el movimiento que el vendedor había hecho con la llave les había hecho parar las antenas a los dos jóvenes y que, con toda seguridad, no habrían visto en su vida un consolador de esas características, lo cual explicaba su súbita intriga e, incluso, muy posiblemente, su interés.

“Es un consolador con trabajo de esfínter” – explicó el vendedor mientras producía un par de veces más el “clic” con la llave en función claramente demostrativa.

“¿Trabajo de qué?” – preguntó, llena de perplejidad, otra voz que, por supuesto, debía ser del otro joven.

Siguió a continuación la más humillante explicación técnica que mis oídos podían llegar a escuchar. El hombre les detalló de manera pormenorizada la forma en que trabajaba el objeto y, entre expresiones e interjecciones de asombro de parte de los muchachos, hizo sonar una y otra vez el clic de la llave en el consolador que, por suerte, aún estaba fuera de mí… aunque no por mucho tiempo.

“¿Y eso funciona?” – preguntó uno de ellos con un aparente deje de desconfianza en el cual yo, en cambio, creí descubrir más bien la obvia intención de incitar al hombre a que les ofreciese una demostración práctica con mi cola.

“Por supuesto que sí” – respondió éste y, casi de inmediato, sentí la punta del objeto jugueteando en la entrada de mi cola y ganando centímetros poco a poco. Si la intención de los jóvenes había sido impelerle a que me introdujera el objeto, claramente lo habían logrado.

Yo quería que el piso del local se abriese y me tragase allí mismo. El consolador, mientras tanto, avanzaba inexorablemente dentro de mi recto y, si bien aún no dolía lo suficiente (venía de experiencias peores incluso en ese mismo día), lo más atemorizante era la inminencia de que se fuera a expandir de un momento a otro.

“¿Duele?” – preguntó el vendedor, que persistía en tratarme con algún algún toque de amabilidad que hasta quedaba fuera de contexto.

Abrí mis labios para responder, pero Rocío, una vez más, me ganó de mano:

“Ya le dije – soltó -; está acostumbrada”

Las palabras de la rubia funcionaron como un aliciente extra para el hombre, quien me empujó el consolador aun más adentro, pareciendo incluso que incidía con un ángulo levemente ascendente, lo cual llevó a que mis uñas, en la desesperación del momento, rasgaran con horrible chirrido el cristal del mostrador e, incluso, a que me pusiera en puntas de pies; dado que yo tenía un pie descalzo y el otro no, fue inevitable que, al hacerlo, me ladeara un poco y, de manera impensada, terminara adoptando una pose que, a los ojos de quienes me veían, debió, de extraño modo, verse como sugerente o sensual.

“Bueno… – dijo uno de los jóvenes, en un tono que revelaba algo de impaciencia -. ¿Y ahora? ¿Cómo funciona?”

Pude ver de reojo que el vendedor se apartaba e incorporaba aun cuando mi cola, claro, seguía ocupada con el demencial objeto.

“Pruébelo usted mismo” – invitó, cortésmente.

Un violento sacudón hizo estremecer todo mi cuerpo. Abrí enormes los ojos de tanta incredulidad y, siempre de soslayo por encima de mi hombro, pude ver cómo uno de los jóvenes se ubicaba a mis espaldas y luego, en actitud similar a la antes asumida por el vendedor, hincaba una rodilla sobre el piso. Al principio pareció quedarse mirando el objeto instalado en mi cola como si lo estudiase… o bien sólo estaba jugando sádicamente con el suspenso; nunca lo supe a ciencia cierta y, quizás, hubiera un poco de ambas cosas. Pero cuando sentí que sus dedos me rozaban las nalgas y aferraban claramente el extremo visible del objeto, ya no tuve duda alguna acerca de lo que seguiría. Y lo temido, en efecto, llegó: sonó el “clic” de la llave y al instante pude sentir cómo el miembro artificial se expandía dentro de mí; fue como recibir en mi interior una descarga eléctrica que se manifestaba en una curiosa mezcla de dolor y placer. Rápidamente, el joven giró la llave en sentido inverso y el objeto se contrajo, con lo cual mi canal rectal se reacomodó y yo sentí un momentáneo alivio; tomé aire al cobrar súbita conciencia de que no había respirado mientras el objeto estaba expandido: el muchacho dejó escapar una risita, obvia evidencia de que estaba sopesando con ojo positivo las potencialidades del consolador. Y quedó seguramente tan satisfecho que no dejó pasar mucho tiempo para volver a expandirlo y, otra vez, cada músculo de mi cuerpo se tensó mientras mi cabeza caía sobre mi nuca y mi boca se abría en una inhalación que parecía no tener fin. Ahora fue el otro joven quien rió:

“Está genial – dijo, divertido -: esa cosa es lo más”

“Sí, sí, lo están llevando mucho últimamente – volvió a recitar el vendedor que parecía decidido a repetir su cantinela promocional -. Da buen resultado”

“Ya lo creo que sí” – apuntó el joven que manipulaba el consolador a mis espaldas mientras, una vez tras otra, volvía a girar la llave en uno y otro sentido. Cuando finalmente pareció quedar convencido sobre la calidad del producto, lo dejó deliberadamente en posición expandida mientras se incorporaba.

“Lo llevo – dijo, en tono conforme -: sé de una que esta noche va a recibir su merecido en la colita”

Fugazmente se me ocurrió pensar en quién sería la desafortunada chica en desdicha que esa noche iría a correr mi misma suerte e, increíblemente, sentí pena por ella en un momento en el cual sólo debería sentir pena por mí misma. Por lo pronto, el objeto seguía dilatado dentro de mí y yo contraía todo mi cuerpo en un gesto de dolor que, en algún punto, era irónicamente placentero. Más aún, y a mi pesar, noté cómo poco a poco mi cuerpo se iba acostumbrando a tener ese intruso dentro, casi como dándole razón a las palabras momentos antes dichas por Rocío; pensar en ella fue como invocarla:

“¿Te gusta?” – me dijo, burlonamente, hablando muy cerca de mi oreja.

Una vez más reaparecía el eterno y sádico jueguito a que tanto ella como Evelyn me sometían: si yo admitía que no me gustaba, sólo serviría para incentivar aun más el goce de ambas. Aun mintiendo, opté entonces por la respuesta que, yo creía, era contraria a lo que esperaban:

“S… sí, señorita Rocío – dije, casi en un susurro -: me gusta”

No logré determinar si, en efecto, la mía era para la rubia la respuesta menos esperada; por lo pronto y como para desmentirlo, la miré por el rabillo del ojo y la vi sonreír.

“Te lo vas a llevar puesto entonces – dijo, para mi pesar, mientras me propinaba una palmadita y golpeaba con sus dedos sobre la base del consolador, introduciéndomelo con ello aun un poco más en caso de ser tal cosa posible -; así te vas acostumbrando a tenerlo”

Pronunció el comentario de un modo tan ladino y malicioso que, inevitablemente, despertó la hilaridad de los dos jóvenes, quienes parecían estar más que contentos con su compra, al igual que el hombre del local, que acababa de vender dos consoladores caros en cuestión de minutos.

Rocío se apartó despaciosamente de mí y pude escucharla taconear a través del local. En efecto, giré tímidamente la vista en dirección a ella y la pude ver recorriendo una vez más los escaparates con recuperado interés. ¡Dios! ¿Qué nueva y demencial idea podía estar elucubrando ahora su cada vez más enfermo cerebro? De pronto se detuvo y noté que su atención, por algún momento, quedó captada por algo que yo, desde mi posición, no llegaba a ver. Extendió luego su brazo y tomó de algún lado un collar unido a una correa… como de perro, el cual levantó hasta colocar a la altura de sus ojos en actitud de observar con detenimiento.

“Ésos son de muy buena calidad – apuntó el vendedor, que no dejaba pasar oportunidad de promocionar sus productos -: también se están vendiendo mucho”

Yo podía imaginar lo que Rocío tenía ahora en mente pero, una vez más, me costaba creerlo. Permaneció algún escrutando collar y correa para, luego, venir caminando hacia mí. Con temor, desvié nuevamente la mirada para que no notase que la estaba espiando, pues temía ser reprendida o castigada. Sin embargo, ella se comportaba como si nada notase o, quizás, como si no le importase: cada vez me daba más cuenta de que no daba puntada sin hilo y se divertía a mi costa a tal punto que le gustaba saber que yo la espiaba mientras tramaba sus pérfidos planes. Seguramente sabía de mi ansiedad y eso le causaría aun más placer.

“A ver, nadita – me dijo -. Girá un poco la cabecita”

Bastó que obedeciera yo su orden para que, muy rápidamente, colocara ella el collar alrededor de mi cuello y lo cerrase. Tiró del mismo a los efectos de ceñirlo hasta hacerme sentir una cierta asfixia y, sin embargo, la expresión de Rocío evidenció no estar del todo conforme con el producto.

“Quiero algo más heavy… y más ajustado” – dictaminó, en tono de disconformidad y para mi estupor.

El vendedor respondió más que rápidamente a su requisitoria y fue hacia los escaparates mientras los dos jóvenes, que aún seguían allí, miraban con ojos fascinados la nueva escena que el local parecía brindarles. Cuando el hombre regresó hacia nosotras, lo hizo trayendo en mano un collar mucho más reforzado: el cuero era negro y, por lo que se advertía, de curtiembre superior, además de lucir terminaciones metálicas que realzaban su aspecto ominoso. Rocío lo tomó y lo tensó, como si comprobase la calidad.

“Éste me gusta más – dictaminó, asintiendo con la cabeza aun antes de probármelo -, pero no incluye correa, ¿verdad?”

“No – respondió el hombre con cierta tristeza -; si lleva ése, va a tener que agregar correa o cadena aparte”

“Eso es lo de menos – respondió Rocío, quien parecía esa tarde decidida a desembolsar lo que fuese con tal de verme humillada al punto de lo indecible -. A ver, nadita, probemos con éste”

Procedió a retirarme el collar anterior y a colocarme el nuevo; en el momento de ajustar la anilla y tironear de la pieza, sentí un efecto de estrangulamiento mucho mayor que el experimentado con el anterior, al punto que dejé escapar una interjección de ahogo. Rocío sonrió con satisfacción a escasos centímetros de mi rostro y, acto seguido, solicitó al vendedor que pusiese en sus manos una cadena. Una vez que éste se la entregó, ella la calzó al mosquetón, se la pasó por sobre el hombro y se giró de tal modo de hacerme caminar por el local detrás de ella, exponiéndome así a las miradas tanto del vendedor como de los dos jóvenes, quienes, ya para ese entonces, casi ni parecían recordar a qué habían ido: yo era para ellos el mejor espectáculo posible y, para mejor, gratuito…

La detestable rubia caminó con un contoneo que se veía a todas luces presuntuoso y arrogante mientras yo, por supuesto, no sabía hacia dónde desviar mi mirada. Tras recorrer tres o cuatro veces el local en ambos sentidos, asintió conforme:

“Llevo todo esto” – dijo, y me miró de un modo que era el sadismo en su más pura esencia. A mí, por mi parte, sólo me quedaba temblar por lo que me esperaba.

Por fortuna, Rocío me retiró el collar pues hasta había temido que me obligase a llevarlo puesto durante el camino hacia el auto y, para mi alivio, no fue así; viéndolo hoy, sin embargo, creo que ello obedeció no tanto a que se apiadase de exponerme acollarada en público como a que quería mantener los elementos adquiridos algo más ocultos a los efectos de darle una sorpresa a Evelyn. Una vez más, debí soportar las miradas, a veces incrédulas y otras libidinosas, de los transeúntes. Si antes ya me costaba caminar al tener un solo zapato, me es imposible describir cuánto me costaba ahora, con ese objeto colocado en mi cola: mi paso era irregular y retorcido, por momentos cruzando una pierna por delante de la otra debido a la incomodidad y al dolor, el cual era tanto que hasta comenzaba a hacerme caer algunas lágrimas, llevándome ello a decir algo que no quería decir, máxime cuando ya conocía de antemano la respuesta negativa; es decir, en definitiva, ni siquiera sé por qué lo pregunté:

“S… señorita Rocío…” – musité.

“¿Sí, nadita?” – dijo Rocío, con la vista clavada en el teclado de su celular, en el cual aparentemente escribía un mensaje para su amiga Evelyn preguntándole por dónde tenía estacionado el auto.

“Yo… quisiera pedirle, pero… no sé… es como que…”

“¿Qué te pasa?” – me preguntó, girando la vista hacia mí con el ceño fruncido.

“Es que… espero que no le moleste… mi pedido pero…”

“¿Pedido?” – contrajo su rostro por completo de un modo histriónico.

“S… sí, señorita Rocío, le p… pido perdón pero…”

“Vamos, estúpida – me urgió, revoleando los ojos con gesto de fastidio y volviendo sus labios a pronunciar el insulto que tan morbosa excitación despertaba en mí -. Ya es tarde y no tenemos toda la noche: Eve nos debe estar esperando por aquí cerca. Si vas a preguntar algo, que sea ahora. Y si no, no me rompas la paciencia”

Tragué saliva y me mordí el labio inferior. Su tono, de tan imperioso, intimidaba: lograba que yo sintiera que cada palabra mía constituía de por sí una insolencia; supongo que, claro, ése debía ser su objetivo.

“Es que… ¿podría pedirle que, al menos, de momento, p… pudiera llevar el consolador…?”

“¿Contraído?” – me preguntó Rocío, adelantándose a mis palabras.

“S… sí, eso mismo, s… seño… rita Rocío” – respondí, alentada por la momentánea esperanza de que ella fuera a consentir lo que yo pedía, al menos hasta llegar a nuestro destino, cualquiera éste fuese.

Sonrió. Su rostro, de pronto, no rezumaba burla sino que más bien pareció adquirir un deje de bondad maternal. Me rodeó los hombros con su brazo mientras seguíamos caminando a la par.

“Nadita – dijo, en un tono que sonaba extremadamente paciente y, como tal, poco creíble tratándose de ella -, sé que esa cosa debe doler, pero creeme si te digo que lo mejor es que lo lleves colocado y expandido. Supongo que comprenderás que tu comportamiento no ha sido el mejor y lo que tanto Eve como yo queremos es que aprendas de esto una buena lección que te sirva para el futuro. Así que no, queridita, la respuesta es no: ese consolador va a estar dentro de tu culito en el mayor tamaño posible para así hacerte recordar que lo que hiciste estuvo muy mal y que no tenés que desobedecer. Ya sé que hoy te cuesta verlo, pero con el tiempo nos lo vas a agradecer”

La mordacidad, camuflada en la peor de sus formas, había vuelto a su forma de hablar. Una vez que acabó con su discursillo, me retiró el brazo del hombro y volvió a ocuparse de su celular, en el cual acababa de recibir un mensaje.

“Eve tiene el auto a dos cuadras – me dijo -. Vamos hacia allá”

Me pregunté en ese momento cómo diablos iba a caminar dos cuadras con ese consolador desgarrándome por dentro pero, de todas formas, Rocío no me dejó demasiado margen para la duda, pues, tomándome por el brazo, me instó a seguirle su presuroso paso.

Llegamos al auto y, como venía ocurriendo, subí al asiento de atrás. Rocío era una chiquilla rebosante de entusiasmo que se salía de sí misma por mostrarle a su amiga el portentoso juguetito que había comprado. De hecho, no dejó pasar un minuto para pedirme que me arrodillara sobre el asiento y me colocara mirando hacia la parte trasera del auto. Así lo hice y, a continuación, tuve que soportar cómo explicaba, con lujo de detalles, el funcionamiento del aparatito. Al principio Evelyn no decía palabra pero, poco a poco, se fue mostrando extasiada y gratamente sorprendida por la adquisición de su amiga y, como no podía ser de otra manera, también ella quiso probar la llave y, de hecho, lo hizo una y otra vez…

“Sos un genio, Ro – la felicitó Evelyn -. Ignoraba totalmente que existieran chiches así”

“Y yo – convino Rocío -; pero eso no es todo, tengo más”

Le mostró a continuación el collar y la cadena, mientras Evelyn no salía de su asombro. Pareció que, de pronto, el contemplar tales elementos la llevase de pronto a recordar el hecho de que yo tenía que dormir en algún lado esa noche y, según ella misma lo había manifestado, no cabía posibilidad alguna de que ese sitio fuese la casa de Luis.

“Me pregunto dónde va a dormir nadita esta noche…” – dijo, cavilosa y observando la cadena.

“Con gusto la llevaría a mi casa – dijo Rocío, hablando de mí como si fuera una mascota abandonada -, pero… ya sabés, Eve: vivo con mis viejos y…”

“Lo sé – la cortó Evelyn -; creo que… la voy a tener que llevar conmigo. Yo vivo sola después de todo”

Por demencial e irónico que pareciese, sentí alivio de no ir a parar a casa de la odiosa rubiecita. Parecía increíble que las cosas hubiesen cambiado al punto de que, ahora, me sintiera más segura en manos de Evelyn.

“Sí… – siguió diciendo ésta mientras asentía con la cabeza -; creo que tengo un lugar adecuado para que nadita duerma esta noche”

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte10” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Steven: bueno les contare a Diana la conocí cuando tenía 30 años cuando ella estaba haciendo su doctorado, tengo una microempresa y la universidad envían algunos pasantes para que aprendan de ciertos procesos, fue ahí donde encontré al amor de mi vida cuando vi a Diana por primera vez quede maravillado hermosa, perfecta y como ignorarla con su carita angelical y su cuerpo tan voluptuoso que no puede pasar desapercibido a pesar de sus curvas siempre vestía bien de forma recatada sin intentar llamar mucho la atención aun que para ella es casi imposible es muy hermosa y atractiva. Empecé a acercarme a ella con la excusa de ayudarla y así le empecé a conquistar la conocí más y me di cuenta que era una buena mujer única divertida de buen corazón siempre regalando una sonrisa nos enamoramos tiempo después se vino a vivir conmigo, fue increíble poder vivir con la mujer de mis sueños, el sexo es espectacular me lleva a unos orgasmos únicos al principio parecíamos conejos cada que podíamos teníamos sexo el poder gozar de ese delicioso cuerpo hacia que me viniera rápido ahora cada semana tenemos relaciones 1 o 2 veces por semana.

Diana quedo en embarazo y hace 10 meses tuvimos a nuestro hijo tres meses después Diana entro al gimnasio decía que estaba gordita y pues si tenía un poquito más de barriguita pero su culo le creció un poco se veía redondo muy provocativo y sus tetas se pusieron enormes llenitas de leche se veía muy rica toda una madre de esas que despiertan los pensamientos más impuros, yo le decía que se veía muy bien que más bien para cuando teníamos el otro bebe, ella se molestaba y me decía que ni loca que por lo menos no ahora que como yo no fui el que tuvo el parto así que ella se cuidaba para no volver a quedar en embarazo, en el gimnasio conoció a una pareja de brasileros con los que entablo buena amistad ellos llegaron para complementar sus estudios en suiza ambos de 28 años de edad Diana me los presento, Ricardo mide 1.85 mts. Cuerpo trabajado musculado por el ejercicio, trigueño atractivo de ojos verdes, cabello negro corto y Karla blanca, 1.83 mts. Cuerpo de infarto piernas gruesas bien tonificadas un trasero redondo grande bien parado que competía con el de Diana con buenas caderas ambas abdomen plano y un par de tetas grandes se notaban que eran operadas pero igual muy provocativas de ojos color miel, rostro muy bello pero algo en el me dejaba intrigado cabello largo lizo hasta más debajo de los hombros de color negro tinturado con líneas rubias toda ella se veía muy sensual. Entablamos una buena amistad salíamos a realizar diferentes actividades, Diana continuo en el gimnasio cuando yo llegaba del trabajo en las tardes cuidaba al niño y ella para el gimnasio junto con Karla que de vez en cuando iba acompañada de Ricardo.

Pasaron 4 meses ya Diana se veía mucho mejor ya no tenía barriguita para mi estaba mejor que antes más sus piernenotas ya se venían más tonificada, su cola creció un poco más pero estaba firme redonda perfecta muy apetecible su abdomen se veía plano sus pechos más grandes y apetecibles, parados, firmes cargados de leche que desafiaban a la gravedad a pesar de seguir amamantando a nuestro hijo. Diana se hizo muy buena amiga de Karla y empezaron a salir cada vez más juntas salían a comer o a discotecas a bailar decía que era noche de chicas, Karla se comenzó a volver su mejor amiga yo no vi nada de raro en eso pero un mes antes de venirnos para Colombia si note que se secreteaban mucho y que cuando estaba cerca evitaban hablar mucho e incluso cuando estaban Karla en casa susurraban cuando me acercaba a ellas y Diana se ponía algo nerviosa cambiando el tema rápidamente como tratando de disimular, ya en la noche antes de irnos a dormir le preguntaba que tanto hablaban y por qué parecía como si se secretearan algo ella decía que de nada que eran ideas mías o que eran cosas de mujeres yo no quise ahondar en el tema y deje las cosas así.

Faltando una semana para viajar acá Diana iba a salir con Karla para el gimnasio debo decir que las dos se veían muy apetecibles Diana tenía unos tenis, unos leggin o licra azul claro para hacer ejercicio que dejaba ver sus contorneadas piernas y permitían ver la forma de ese par de nalgotas redondas y paradas que se gasta mi mujer se podía ver como esa licra se perdía entre ese par de nalgas permitiendo ver su forma casi como si estuvieran desnudas y un sostén deportivo del mismo color que intentaba contener ese enorme par de tetas y una cola de caballo recogía su cabello dejando ver su hermoso rostro angelical, Karla por su parte traía unos tenis un short licra gris que dejaba ver sus piernotas torneadas y su enorme trasero redondo con ese par de nalgotas firmes y suculentas también llevaba un sostén deportivo gris para retener su par de tetas grandes con su cabello suelto y su bello rostro e inquietante que la hacía ver muy sensual, como iban a salir les dije que iba aprovechar para llevar al niño con los abuelos y pasar la tarde allá recogí todo lo que necesitaba para llevar al niño lo monte en el carro salimos de la cochera 5 minutos después recuerdo que olvide el tetero en la cocina así que tuve que devolverme parqueé afuera de la casa note que el niño se había quedado dormido así que decidí dejarlo en el carro mientras iba y volvía por el tetero fui a la cocina, lo tome y escuche un ruido que venia del segundo piso pensé que Diana y Karla se habían ido así que subí escuche ruidos que no entendía en mi habitación y oh sorpresa Diana y Karla si estaban y no se dieron cuenta de mi presencia ya que Karla se encontraba al otro lado de la cama sentada dándome su espalda con su shorcito licra gris tirado sobre la cama pudiendo ver ese par de enormes nalgas desnudas apoyadas sobre la cama con las piernas abiertas y entre ellas se encontraba mi mujer a gatas Karla la tenía agarrada de su coleta y la traía de adelante hacia atrás a su entre pierna se escuchaba como si mi pobre Diana se estuviera ahogando, Karla le decía…. siii trágatela toda yo sé que te gusta métetela toda que te llegue a la garganta puton como te encanta la verga perra gustosa.

Yo no entendía nada estaba confundido la tuvo un rato así hasta que la soltó luego se paró dejando ver en todo su esplendor ese culote redondo y bien puesto, yo me escondí detrás del portón y me quede mirando de reojo escondido, Diana se puso junto a la cama arrodillada cuando Karla se puso de frente a ella quedando de perfil a mi pude entenderlo todo tenía una vergota más oscura que su color de piel, enorme como de 24 cms cabezona, con unas pelotas gordas totalmente depilada gruesa con venas que la cruzaban a lo largo y ancho, Karla era un travestí con razón notaba algo que me inquietaba en ella, Diana estiro sus manitos apenas pudo rodearla de lo gruesa empezó hacerle una paja para después meterse esa enorme cabeza y parte del tronco y empezar a chupar y a degustarla…. Como te gusta la verga zorrita mira con que devoción me la chupas mira lo puta que me saliste aaahh y tan seria que te veías. Le dijo Karla dejando de chupar Diana le respondió…. Esto está mal Karla yo no puedo estar haciendo esto mmmhh tengo pareja glugh glugh glugh y un hijo glugh mmmnn glugh con el hombre glugh glugh aahh mmmnn que amo mnnnglugh. Le decía a Karla sin dejar de chuparle la vergota…. Pero si te encanta mi verga y te estas volviendo adicta a ella mira no me la dejas de chupar te gusta porque es más grande que la de tu novio verdad jejeje y por qué la puedes disfrutar más tiempo que los 5 minutos que te da y te dejan insatisfecha cierto nenita. Le decía Karla y si tenía razón esa hermosa y sensual travesti la tenía mucho más grande que yo que la tengo de 18 cms y no es tan gruesa como ese monstruo que tiene ella y los 5 minutos Diana nunca me dijo de ello pensé que con nuestras relaciones sexuales quedaba satisfecha.

Si tienes razón no es tan grande como la tuya y no dura mucho tiempo pero lo amo y yo no puedo estarte chupando esta cosota que me gusta tanto le decía Diana mientras la pajeaba, la chupaba, la lamia y se metía sus huevotes a la boca como nunca me lo hacía a mí. Y cuando me vas a dejar que te la meta por que tantas mamadas ya me están aburriendo bebesota le dijo Karla…. No karla es la ultima vez que hacemos esto…. A ya que es la última vez deberías dejar que te meta una cogidota para que quedes satisfecha…. No karla no…. A mí no me vas a dejar con ganas mira como estoy. Le dijo Karla subiendo el tono de voz y mostrándole esa poyota dura a punto de reventar. Acto seguido la cogió del cabello la tiro en la cama se le tiro encima y la empezó a besar a la fuerza mi pobre novia intento resistirse pero no pudo ella era más fuerte yo solo veía como la besaba y le metía la lengua a su boca, diana empezó a ceder y ya se estaban dando un morreo en forma con Karla encima diana le manoseaba ese delicioso culo con una mano y con la otra le apretaba una teta a Karla mientras esta la besaba le pasaba la lengua por la mejilla y pasaba a besar su cuello después de un rato de besos y meterse mano entre las dos Karla voltea a Diana y la puso en cuatro con violencia cogió la licra de la parte de atrás de sus nalgas y la rasgo rompiéndola dejándole ese enorme par de nalgas paradas y ofrecidas afuera con ese coño gordito, rosadito, carnocito y babeante al aire que parecía que no hubiera tenido un hijo…. Mira como estas puton no llevas bragas, preparadita como buena zorra y tan decente que pareces con hijo y todo y ya tenes el coño chorreando dijo Karla… no espera. Antes de que Diana pudiera reaccionar Karla le dejo ir todo ese mástil de carne dura dentro de su chorreante vagina aferrándose de sus caderas para no dejarla ir mi pobre mujer metió un grito desgarrador al sentir como la abrían con tremendo invasor…. Aaaaayyyyyy nooooo karlaaaaa me la metiste aaaahhhh sácala por favor…. No tranquila, tranquila relájate…. Aaayyy que bruta eres aaahh hace mucho tiempo que no recibía una verga así de grande aaahh y de repeso la metes a lo bestia aaahiii es enorme y gruesa mmmnnn aaahh no te muevas unnmmm deja que me acostumbre siiii…. Tranquila amor vas a ver como la pasamos bien.

Karla se subió sobre Diana que aún estaba en cuatro con la poya adentro la rodeo le empezó a sobar y a manosear las grandes tetas besándole el cuello, chupando se oreja izquierda para después besar su mejilla girando su rostro para alcanzar los dulces labios de mi novia empezándola a besar, escondido vi como Diana correspondía a sus besos y empezaban a jugar con sus lenguas esto hizo que mi amor se relajara y empezara a gemir, Diana empezó a mover sus caderas circularmente esta fue la señal que le confirmo a Karla que Diana ya estaba lista para recibir en forma, Karla se irguió con cada mano la agarro de ese bello y exuberante par de nalgas las apretó con fuerza y empezó un mete y saca lento casi sacándole toda la verga y volviéndola a meter haciéndole sentir cada milímetro de carne gruesa…. Aaahhyy Dios queee aahh grandeee uufff siii mmmnn, dijo Diana…. Asi es que te gusta hermosa mmnnn que te de poya asiii, respondio karla…. Siii Karla siii esta muuyy buenaaa mmmnn aahhyy…. Es increíble que te sienta apretada como me aprietas la verga Steven la debe tener pequeña uufff o no te da el uso que te mereces aaahhh…. Siii eess más pe que ña aahh la tiene del ga di ta ufff que rico mmnn me lo haces aaahh.

Karla tomo su sostén deportivo y se lo quito por encima de su cabeza mientras seguía dándole a mi novia la imagen era tan irreal, tan sensual ese par de tetas que traía Karla a pesar de ser operadas estaban bien hechas, eran increíbles enormes con unos pezones cafés grandes bien parados en punta muy apetecibles, después tomo a Diana de sus caderas con ambas manos y la empezó a bombear con más fuerza, yo veía todo como en cámara lenta como las tetazas de Karla brincaban y se movían sin control con cada poyazo que le daba a mi novia, como su pelvis chocaba con el culote de mi mujer haciéndole vibrar ese enorme y redondo culo que ofrecía poniéndolo bien en pompa, Diana solo gemía y gemía junto con Karla las dos la estaban pasando muy bien se veía en sus caras de placer después de 5 minutos pude notar algo que nunca vi en bello rostro de Diana como se deformaba en una mueca de placer sus ojos se pusieron en blanco, su boquita se abrió todo lo que podía dando un grito ahogado como si se estuviera quedando sin aire perdió la fuerza de sus brazos y cayo de cara contra la cama convulsionándose como nunca la había visto mientras Karla le metía su enorme y carnosa verga sin piedad sin soltarla de sus caderas levantándole esas nalgotas…. Aaahhh puta de mierda te estas viniendo aaahhh siento como los espasmos de tu concha me aprieta la verga mmnnn aaahhh que perra saliste, le dijo Karla. A pesar de que Diana estaba desmadejada casi inconsciente en un estado como de trance le seguía cogiendo podía ver el cuerpo de esa hermosa travesti sudado abusando del casi inerte cuerpo de mi mujer.

Karla tomo a Diana por el pecho y la levanto dejando sus senos pegados a la espalda de ella para luego empezar a quilarle su sostén deportivo tirándolo al suelo, liberando de su prisión las enormes gordas tetas de mi novia con sus pezones rosaditos perfectos totalmente brotados en punta como si fueran a estallar, unas tetas que a pesar de su tamaño desafiaban a la gravedad totalmente paradas, ella solo se dejaba hacer, luego la tiro boca abajo sobre la cama sacándole de golpe ese monstruoso pene de su chorreante vagina para terminar de arrancarle la licra deportiva y dejarla completamente desnuda, Karla la volteo boca arriba le abrió las piernas y empezó a pasarle esa masa de carne por toda la concha a mi Diana ella reacciono y le dijo…. Ahí por dios Karla uff hace años que no me venía así como una perra…. Bueno bebe pero yo no he terminado y debo decirte que duro mucho más que tu noviecito, dijo Karla. Para después tomar las piernotas de mi novia ponerlas en sus hombros tomar con su mano derecha esa masa de carne que tiene por pene y empezar a enterrársela por la chorreante vagina de mi mujer que empezó a gemir al sentirse nuevamente invadida por ese trozo, en es posición Karla se inclinó sobre Diana aplastándose sus voluminosas tetas enterrándose pezón con pezón haciendo que ambas gimieran de placer, Karla tomo el rostro de Diana besándolo con ternura jugando con sus lenguas mientras Karla empezó a bombear a mi novia a buen ritmo continuando con sus besos de forma más apasionada gimiendo de placer haciendo que mi novia pida más y más poya así la tuvo patiabierta mientras ese travestí apoyaba las manos sobre la cama a cada lado de mi mujer y con todas sus fuerzas la empezó a embestir haciéndola gritar y gemir pidiendo que le diera más duro este solo la obedeció y le enterraba esa verga como si la fuera a matar…. Que puta sos Diana, le decía Karla…. Siii si soy aahhhh.

Diana no aguanto mucho en esa posición y tuvo otro terrible orgasmo que la hizo convulsionar nuevamente y hacer que su vagina se chorreara como nunca había visto mojando los tendidos de la cama de forma impresionante la pobre quedo tirada como ida con la mirada perdida y aun así Karla no terminaba aun, estaba fascinada con Diana la besaba le chupaba las tetas la manoseaba toda le daba fuertes nalgadas la alaba del cabello y la cabalgaba como a una buena yegua se la ponía encima y la hacía cabalgar como toda una amazona mi mujer parecía una diosa sus hermosas tetas con los pezones en punta se movían sin control, le ponía esa vergota en la cara y mi novia se la chupaba con hambre con verdadera gula como si nunca se hubiera comido algo tan delicioso, Diana sudaba junto con Karla ambas estaban empapadas uniendo sus cuerpos con besos y abrazos lujuriosos como nunca vi que se comportara mi mujer conmigo Karla no podía creer a la mujer que se estaba comiendo tan rica y tan buena que estaba y que resistía como una buena, la mejor de las putas el trato que le estaba dando…. Diana que puta, cuando le cuente a Ricardo lo perra que eres vas a ver lo bien que lo vamos a pasar dijo Karla…. Siii aaahhh que rico dame maaass aahhh.

Así estuvieron alrededor de 1 hora cogiendo y yo viendo impresionado y he de confesar que con una erección como mi mujer me engañaba con su mejor amiga o he de decir con un travesti la vi como nunca la vi como una mujer plena y entregada algo que pensé haber logrado pero viéndola ponerme los cuernos con otro me di cuenta de que nunca lo hice, justo en ese momento Karla empezó a gritar y a decirle…. Aaahhh si me vengooo, me venggo te voy a llenar puta…. Nooo espera yo también me quiero venir aaahhh. Diana estaba con las piernas abiertas y karla encima bombeandole frenéticamente hasta que Diana le grito…. me vine, me vine se me sale la lechita aaaaahhhhh. Mi mujer se empezó a moverse erráticamente con espasmos y a blanquear los ojos Karla dio un grito…. Aaahhh me estas ordeñando siento como si me succionaras la vergaaaa mnnn aaahh que perra tan buena siii me aprietas la verga siii puton toma toda mi leche puta tómala. Pude ver como los huevotes de Karla se contraían con cada lechazo que le surtía a mi mujer en lo más profundo de sus entrañas llenándole su útero conté como 6 chorros que le metía era tanta la cantidad de semen que por entre la enorme verga de Karla y la concha carnocita de mi mujer se le salía junto con los jugos que producía Diana que eran bastantes, cuando Karla le saco ese pedazote de pene y se quitó de encima de Diana pude ver cómo le brotaba la lechita que le dejo en el interior manchando los tendidos de la cama era una cantidad impresionante su cuquita quedo toda abierta y babosa, Diana exhausta y satisfecha, Karla con una sonrisa de oreja a oreja se acercó la beso se morrearon un rato y Karla le dijo…. Vas a ver lo bien que la pasaremos tú, yo y Ricardo cuando le cuente que debajo de esa mujer dulce y decente que aparentas hay toda una hembra hambrienta de sexo te va querer reventar a punta de verga y no sabes las ganas que te tiene. En ese momento como que Diana despertó y un golpe de conciencia y decencia le llego….nooo, no, no que hice esto no puede ser que hice tengo una pareja y un hijo no le puedes decir a nadie Karla por favor esto no va a volver a pasar fue un momento de debilidad no le puedes decir a Ricardo…. Jajaja momento de debilidad de la manera en que te me entregaste jajaja si serás zorra tranquila mi amor que si es por Steven él no se va a dar cuenta ese cornudito se ve bien tonto, ni cuenta se ha dado que soy una transexual y de no contarle a Ricardo no va poder ser es mi novio y no tengo secretos con él es más él ya sabe de todas las mamadas que me has dado desde que empezamos hace un mes y fue quien me convenció de que te sedujera para hacer un trio que seguro caerías y cuando le cuente que al fin te cogí se va a poner como loco…. No por favor esto llego hasta aquí yo no voy a engañar a mi pareja, respondió Diana…. Ok, ok, ya que te vas hacer la decente no te voy a insistir pero dentro de ti hay una cualquiera que se muere por salir y saciar sus más bajos instintos tu sabes que en tu interior hay una puta hambrienta es más mírate al espejo y mira lo hembra que eres y una hembra así como tu necesita que la tengan bien satisfecha y con tu noviecito no lo vas a lograr amor.

Diana quedo abrumada con lo que le dijo sin saber que responder con cara de preocupación, yo sin saber que pensar no quería que lo que le decía Karla se volviera realidad estaba asustado con una erección que me dolía aprisionada en mi pantalón y con mis manos apretando el tetero del niño, el niño Dios me había olvidado de el salí lo más rápido que pude sin hacer ruido, mire al bebe lo revise estaba bien seguía dormidito encendí el auto y salí suavemente para no llamar la atención, ya en camino manejando no dejaba de pasar por mi mente las imágenes de Diana como se venía, los orgasmos que tenía, como me engañaba totalmente entregada no aguante busque un sitio solitario me salí del camino hacia la casa de mis padres y con mi hijo dormido en la parte de atrás del carro me desabroche el pantalón saque mi pene y me empecé hacer una paja recordando los cuernos que me ponía mi mujer no dure ni 3 minutos y ya me estaba viniendo de forma abundante como nunca lo había hecho llenando de semen mi abdomen totalmente extasiado por tener una hembra que estaba tan buena como Diana y asustado porque me podía engañar cuando menos lo esperara, justo en ese momento el llanto de mi hijo me volvió a la realidad yo todo untado de semen como pude me limpie rápido con unos pañuelos los tire a la calle y lo fui a revisar lo calme y seguimos camino a casa de mis padres aun con una erección en mis pantalones.

Cuando llegue a casa la encontré algo nerviosa en la habitación los tendidos de la cama estaban cambiados por unos limpios, olía como si hubieran hecho aseo en un momento en que Diana estaba distraída revise la cesta de la ropa sucia los encontré todos manchados con ese particular aroma a sexo, esa noche aun excitado quise tocarla y tener relaciones pero me evito diciendo que estaba cansada que había hecho mucho ejercicio me acosté triste, decepcionado, con temor y muy excitado esperando que todo lo que pasó nada más haya sido un sueño, el resto de la semana pasada antes de venirnos para acá Diana se veía intranquila evito a Karla y a Ricardo no fue al gimnasio y prefería quedarse en casa conmigo y él bebe.

Antonio: ósea que fue reciente lo que paso.

Steven: si y pues estoy preocupado.

Adrián: mira tal vez solo fue un desliz y ya que van a estar un poquito más de un mes acá eso le va a servir para estar calmada y más clara.

Steven: si pero no deja de preocuparme y pues aquí en secreto no le pueden decir a nadie porque no está confirmado pero vinimos aquí para casarnos hacer algo pequeño con la familia y sus amigos más cercanos pero como saben en diciembre es difícil conseguir un cura para que nos case por eso no hemos dicho nada.

Antonio: felicidades Diana es una buena mujer vas a ver que todo sale bien.

Adrián: si vas a ver que sí y no te preocupes vas a ver que tú y Diana van a ser muy felices.

Antonio: bueno ya es muy tarde yo creo que mejor vamos a dormir por lo menos un par de horas.

Yo y Adrián respondimos que sí que era lo mejor ir a descansar nos dirigimos a nuestras habitaciones a dormir, al siguiente día despertamos convivimos un poco Leandro nos invito a conocer su apartamento a todos donde hay piscina y podríamos pasar un buen rato en ella quedamos en comunicarnos para ir, procedimos a despedirnos e ir a nuestras casas.

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Relato erótico: “La fábrica (31)” (POR MARTINA LEMMI)

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LA FÁBRICA

Sin títuloAun entre todas las situaciones humillantes que me había tocado vivir, puedo asegurar que pocas tuvieron parangón al hecho de que ambas hablaran de mí como si yo fuera un mero objeto sin decisión alguna o, como mucho, un simple animal. Evelyn dejó en su casa a Rocío y sentí un enorme alivio cuando la rubia se bajó del auto; de todos modos, no hace falta decir que no desaprovechó la oportunidad para saludarme y sonreírme con sorna.

“Portate bien – me recordó varias veces, apoyando un dedo índice sobre el párpado inferior -. No hagas enojar a Eve…”

Desapareció por la puerta de la casa al momento en que alguien le abrió, en tanto que Evelyn puso el auto nuevamente en marcha e iniciamos el camino que, supuestamente, nos llevaba a su hogar. Yo seguía en el asiento de atrás, pues casi resultaba absurdo pensar que ella pudiese invitarme a pasar hacia la butaca del acompañante una vez que Rocío se hubiera bajado. No habló palabra durante todo el trayecto y, de hecho, viéndola en el espejo, hasta la noté con la mirada algo ausente; parecía con su silencio transmitirme que no tenía nada que hablar conmigo pues yo no era su par. Llegamos a una zona apartada de la ciudad y nos detuvimos a la entrada de lo que, en principio, debía ser su casa: a juzgar por la fachada, se trataba de una vivienda más que aceptable, pero sin lujos. ¿Por qué debía ser de otra forma, de todos modos? Yo me había acostumbrado a verla como algo tan superior a mí que hasta parecía haber olvidado que, en definitiva, era una empleada administrativa de fábrica y, como tal, difícil era esperar que llevase una vida ostentosa. Lo que sí encajaba con su espíritu arrogante e independiente era el hecho de que viviese sola; me costaba imaginar a Evelyn viviendo con sus padres, por ejemplo, o incluso con una pareja, no sé por qué.

Se bajó del auto para abrir un bajo portón de madera y luego recorrer un corto trecho hasta la puerta de la cochera propiamente dicha. Un súbito frío me invadió cuando quedé sola en el auto: la calle estaba oscura y, de manera maquinal e inconsciente, miré hacia todos lados para comprobar que nadie me estuviese viendo llegar de ese modo. No sé por qué me preocupaba tanto: aquél era, después de todo, el vecindario de Evelyn y no el mío; por ende, ¿quién iba a conocerme? Creo que las experiencias de ese día habían sido tan fuertes que terminaron produciendo en mí una fuerte paranoia, al punto de sentirme todo el tiempo observada por alguien e, ineludiblemente, humillada.

Una vez que Evelyn volvió a apearse al vehículo y lo condujo hacia el interior de la cochera siempre conmigo a bordo, descendió del mismo y me abrió la puerta trasera. Noté en ese momento que tenía en sus manos el collar que Rocío había comprado para mí y su actitud era, claramente, de espera:

“Vamos – me dijo -: poniendo tu lindo cuellito aquí dentro”

Me deslicé como pude hacia el exterior del auto; me dolía el trasero por llevar el consolador inserto en mi cola y, además, en posición expandida tal como Rocío lo había dejado. Una vez fuera del auto, Evelyn me dirigió una mirada tan gélida que me hizo estremecer:

“Inclinate hacia delante – me ordenó -: y apartá el cabello a un lado”

Sabiendo una vez más que la opción de no acatar sus órdenes no existía, me incliné y bajé la cabeza apartando mi cabellera tal como ella me ordenaba. Una vez que lo hice, pude al instante sentir cómo el collar rodeaba mi cuello y se cerraba. Evelyn tironeó del mismo hasta ceñirlo lo suficiente como para hacerme sentir asfixia pero ni aun eso la detuvo, pues jaló de la anilla cada vez con más fuerza hasta quedar, en apariencia, conforme. Me resulta imposible poner en palabras la expresión de su rostro, pues aun cuando no sonreía en absoluto, su semblante irradiaba un pérfido y sádico placer. Acercó su rostro al mío:

“Te queda bien” – me dijo, en tono claramente burlón pero, siempre sin sonreír. Luego procedió a colocarme la cadena que Rocío me había comprado.

“Perfecto – dictaminó -; ahora, a cuatro patas como corresponde a una perrita. Es lo que sos, ¿no?”

Bajé la vista con vergüenza y ello fue motivo suficiente para que ella jalase de la cadena y repitiera su pregunta:

“Es lo que sos, ¿no?”

“S… sí – balbuceé, temblando de la cabeza a los pies -; s… sí, s… señorita Eve… lyn: es lo q… que soy”

“A cuatro patas entonces” – me espetó al tiempo que, avanzando por sobre mi flanco derecho, me propinaba un rodillazo en el muslo para impelerme a cumplir con la orden. Demás está decir que no tuve más remedio que hacerlo.

Quedé, por lo tanto a cuatro patas con la vista en el suelo y, ahora sí, llegó claramente a mis oídos la risita de Evelyn.

“Así me gusta – dijo, en tono aprobatorio -. Vamos”

Jaló una vez más de la cadena y me hizo marchar tras ella a través de la cochera y por el costado del auto. Era increíble que, aun cuando no había nadie allí, yo me sintiera tan humillada como si tuviera mil pares de ojos encima. Fueron sólo unos metros los que tuve que recorrer tras sus pasos hasta llegar a una puerta que, aparentemente, comunicaba la cochera con el resto de la casa. En ese momento se me paró el corazón pues, claramente, escuché ruidos al otro lado de la misma: supuestamente Evelyn vivía sola y no pudo sino provocarme un inmenso terror la posibilidad de que no fuera así o bien de que hubiera alguien de visita. Sin embargo, en la medida en que fui escuchando mejor, pude notar que, quien fuera que estuviese al otro lado, estaba gruñendo y arañando la puerta, lo cual me hizo caer en la cuenta de que Evelyn debía tener una mascota. La noticia, sin embargo, lejos estaba de ser alentadora pues poco halagüeña era la posibilidad de encontrarme con un impaciente mastín al abrir la puerta, del cual, por supuesto, no tenía forma de adivinar cómo iría a comportarse.

Evelyn abrió la puerta mientras no dejaba de lanzar imperativas voces de calma y fue entonces cuando noté que no era un perro lo que había al otro lado, sino dos… Para mi fortuna, no eran demasiado grandes pero tampoco demasiado pequeños: imposible determinar la raza, parecían ser ambos mestizados. En un principio, se dedicaron a saltar con sus manos hacia su dueña y festejar así la llegada de ésta pero no tardaron prácticamente nada en advertir mi presencia y venírseme al humo. Vi las fauces de uno de ellos tan cerca de mi rostro que temí recibir una dentellada de un momento a otro, razón por la cual cerré mis ojos; el animal, sin embargo, sólo se limitó a olisquearme mientras Evelyn insistía en calmarlo con voz cada vez más enérgica. Mientras ello ocurría, sentí que algo húmedo se apoyaba por detrás de mí, justo entre las piernas y allí donde mi tanga cubría mi sexo; no fue difícil imaginar que el otro perro estaba, seguramente, hurgándome por detrás. El cuerpo se me puso tenso y, como para terminar de confirmar que me estaba convirtiendo en una absoluta enferma, me excité.

“¡Chist! ¡Fuera! – no paraba de echarlos Evelyn -. ¡Dejen en paz a la chica que está preñada! ¡Déjenla, calentones!”

Poco a poco, los animales fueron apartándose de mí aunque no del todo. Por suerte, Evelyn terminó por echarlos fuera y recién entonces me sentí relativamente aliviada o, al menos, todo lo aliviada que podía estar en casa de ella. Siempre a cuatro patas y jalada por la cadena, caminé tras los pasos de Evelyn hasta llegar al centro de una sala de estar que, tal como el resto de la casa, lucía correcta pero no ostentosa. Ella me quitó la cadena del collar y la dejó caer sobre un sillón; caminó luego con rumbo indefinido mientras yo, cabeza gacha y de soslayo, la seguía con la mirada sin moverme de mi lugar puesto que no había recibido orden alguna al respecto. Unos instantes después escuché el sonido del depósito del agua corriendo, de lo cual deduje que la colorada habría ido al baño; era una locura, pero experimenté un profundo alivio de que no se le hubiera cruzado por la cabeza utilizarme como toilette humano. Y a la vez, una extraña sensación se apoderó de mí y hormigueó en mi sexo al recordar cómo Rocío me había orinado encima aquella noche de la despedida en la fábrica. Qué sucia e inmunda me sentía…

Cuando regresó Evelyn, se descalzó y arrojó sus sandalias a lo lejos mientras se echaba sobre un sofá y recogía las piernas para, luego, tomar el control remoto y encender el televisor. Yo seguía a cuatro patas, con la mirada en la alfombra aun a pesar de los ocasionales vistazos que, con disimulo, echaba por debajo de mis cejas. Evelyn se dedicó a pasar canales comportándose como si me ignorara o bien diese por sentado que la postura en que yo me mantenía era exactamente la que correspondía a mi condición. Su semblante adoptó una expresión aburrida y, de pronto, tomó su teléfono celular. Instantes después hablaba con alguien:

“Sí, Mica – decía -; venite, ya estoy en casa… Dale, dale… Veamos un capítulo de Game of Thrones, aunque si te digo la verdad, ya casi no me acuerdo nada del último. Te espero, besito…”

En cuanto cortó la comunicación, el terror volvió a invadirme. ¿Iba a venir alguien? ¡Dios! Me asaltó una angustiante necesidad de huir de aquel lugar, pero la realidad era que no podía hacerlo. ¿Tan sádica podía ser aquella mujer de invitar a alguien para así exhibirme? ¿O simplemente se manejaba del modo en que lo haría cotidianamente pues yo, de todos modos, era lo mismo que si no existiese? Súbitamente, y para mi sorpresa, se acordó de mí, aunque siguió sin mirarme:

“¿Cómo está ese culo?” – preguntó, con voz fría y átona.

La pregunta me sobresaltó pues yo ya había asumido mi silencio como algo natural y acorde a mi posición en esa casa. Me aclaré la voz varias veces antes de responder:

“B… bien, s… señorita Evelyn…; est… está bien”

“¿Duele?”

Bajé la cabeza aún más de lo que ya la tenía.

“S… sí, señorita Evelyn, la verdad es… que… duele un poco”

“Y sabés por qué, ¿no?”

“S… sí, señorita Ev… elyn, p… porque no me porté bien y m… me quité el consolador de la cola…”

“¡Muy bien! – aprobó Evelyn, siempre con la vista en la pantalla del televisor -. ¿Y te lo quitarías nuevamente?”

Titubeé. Me sentía acorralada y confundida pues era más que probable que la colorada me estuviera poniendo a prueba. Si no quería hacerla enfadar debía, por supuesto, responder negativamente.

“No, señorita Evelyn – dije, en tono derrotista -; n… no lo haría”

“¿Ni aunque te lo dejara contraído?” – preguntó y, por primera vez, me miró.

Una lucecita de esperanza se encendió en mi interior. Si ella confiaba en mí y asumía que yo había optado, finalmente, por comportarme de manera obediente y sumisa, bien podría apiadarse y, tal vez, girar la posición de la llave para que el consolador en mi trasero no doliera tanto.

“¡No! – dije, con los ojos encendidos y sin poder evitar que mi voz delatase un cierto entusiasmo -. ¡No, señorita Evelyn, no lo haría!”

Por un momento temí que mi súbita esperanza fuera vana. Eran, después de todo, numerosas las oportunidades en las cuales Evelyn se había complacido en preguntarme algo para, simplemente, hacer luego exactamente lo contrario al deseo evidenciado en mi respuesta. Sin embargo, no fue así: los ojos le brillaron y alzó su mano enseñándome la llave. Una ligerísima sonrisa se le dibujó en los labios.

“Acercate” – me dijo, en tono siempre frío.

Era tanto mi entusiasmo que hasta hice un amague por ponerme de pie: torpeza de mi parte, pues ella nada me había ordenado al respecto y, de hecho, me reprendió con voz enérgica:

“A cuatro patas. Nadie te autorizó a pararte”

Me sentí avergonzada por mi estúpida ingenuidad e incluso temí haberlo arruinado todo, pues bien era posible que, tras mi desliz, Evelyn optara por, simplemente, mantener el consolador expandido como estaba.

“P… perdón, señorita Evelyn” – dije y, de inmediato, me dirigí a cuatro patas hacia el sofá sobre el cual ella se hallaba tendida de lado. Lucía como la señora de la casa que, en definitiva, era, pero al marchar yo hacia ella de ese modo, la terminaba por ver casi como a una reina amazona o, peor aún, una diosa.

Llegué ante ella como la más sumisa de las perras y hubiera tenido las orejas gachas de haberlo sido realmente. Trazando con un dedo índice un semicírculo en el aire, Evelyn me instó a girarme. Así lo hice, de tal modo que quedé, siempre a cuatro patas, enseñándole mi culo que, por debajo de la corta falda, se dejaba ver exhibiendo el depravado objeto inserto en mi entrada. Pude oír el sonido de la llave introduciéndose en la base del consolador para, a continuación producir un clic que significó para mí un indescriptible alivio. Era increíble que, aun cuando hubiera un objeto tan grande dentro de mi ano, yo tuviese, sin embargo, la sensación de que mi conducto real estaba vacío. Hasta tenía la tentación de tocarme para ver si el consolador realmente seguía allí o no pero, claro, no tenía autorización de Evelyn al respecto, así que me abstuve: estaba claro, por otra parte, que, aunque contraído, el objeto debía seguir en su lugar pues de lo contrario ya Evelyn me lo hubiera hecho notar. Mis músculos se aflojaron y hasta sentí que entraba más oxígeno en mis pulmones.

“Gracias, señorita Evelyn – dije -: es usted muy amable”

“¿En qué pensabas cuando te lo quitaste?” – preguntó Evelyn a bocajarro.

Siempre a cuatro patas y sin mirarla por tenerla a mis espaldas, me encogí de hombros.

“No sé, señorita Evelyn – dije, en tono lastimero -: fue… una tontería que se me ocurrió…”

“Al hacerlo fuiste desleal a Rocío y a mí” – me imprecó.

Sin saber por qué, sentí un fugaz hormigueo cuando mencionó a la rubia.

“S… sí, señorita Evelyn – acepté, resignadamente -; fue… muy desleal de mi parte y… ni usted ni Rocío se lo mer…”

“¿Qué te pasa cuando nombrás a Rocío?” – me interrumpió.

Fue una estocada por la retaguardia que no esperaba. ¡Dios! ¿Tan hija de puta podía ser esa reverenda desgraciada como para darse cuenta de esas cosas?

“¿P… perdón, señorita Ev…?” – comencé a preguntar, haciéndome la tonta.

“No te hagas la estúpida – me replicó y, de manera extraña, el epíteto terminó de contribuir a traerme la imagen de la rubia, que era, justamente, quien más me lo solía enrostrar -. Se nota de lejos que te ponés cachonda cada vez que te insulta…”

Me quería morir. No podía dar el brazo a torcer ni reconocer semejante cosa pero, por otra parte, ya estaba suficientemente claro que a Evelyn no se le escapaba detalle alguno: un nuevo aditamento para considerar que mi vida ya no era mía pues resultaba ahora que ni mis sensaciones internas escapaban a su percepción. Mis rodillas comenzaron a temblar y supuse que Evelyn lo estaría advirtiendo; abrí la boca despaciosamente como para hablar pero no llegué a decir palabra alguna y lo peor del asunto era que podía perfectamente adivinar a mis espaldas la tan perversa como divertida expresión de Evelyn, ávida de oír mi respuesta. De pronto pude sentir que su mano se apoyaba sobre mi sexo por encima de la tanga y me fue imposible evitar dar un respingo.

“Estás mojadita, perrita – dictaminó Evelyn, llevando así mi vergüenza a límites indecibles -. A ver, gírate hacia mí”

Yo no sabía dónde meterme: sólo deseaba que la alfombra se abriera y me tragase, no obstante lo cual hice lo que me ordenaba y, sobre palmas y rodillas, fui girando hasta quedar enfrentada con ella. No me atreví, sin embargo, ni mínimamente a alzar la vista sino que la mantuve dirigida al piso, no por mucho tiempo a decir verdad, ya que Evelyn me tomó por el mentón y me obligó a levantar la cabeza para mirarla.

“Podés hablar en confianza conmigo – me dijo, sonriendo en un gesto que, falsamente o no, quería mostrar confidencialidad -. No le voy a contar nada a Rocío, pero me gustaría saber qué es lo que te pasa”

Desesperadamente, miré de manera alternada a un lado y a otro como si quisiese escapar del campo visual de sus ojos aun cuando tal cosa fuera imposible. Ella, notando mi actitud huidiza y esquiva, me zamarreó por el mentón obligándome a mirarla nuevamente.

“¿Qué es lo que te pasa?” – insistió, cada vez más marcada una maliciosa sonrisa en sus comisuras.

No me quedaba más que contestar, pero… ¿decir la verdad? Era una locura y además yo ni siquiera estaba segura de mis reales sensaciones pues todo era muy nuevo y contradictorio para mí, pero los ojos de Evelyn, clavados sobre mí, eran más que una invitación a ser honesta: más bien evidenciaban que yo no tenía otra alternativa. De hecho, ya había quedado suficientemente claro que Evelyn me leía el pensamiento bastante seguido y, considerando eso, de poco podría servirme el mentirle.

“N… no lo sé – respondí y, en verdad, estaba siendo sincera -. No… lo sé, señorita Evelyn: m… me cuesta mucho definirlo o explicarlo”

“¿Qué es lo que te excita en ella?” – preguntó a bocajarro y sin darme la más mínima tregua ni margen alguno para la vacilación.

Quise mover la cabeza a un lado y a otro pero ella me sostuvo aprisionada la barbilla con tal fuerza que me impidió hacerlo.

“No… l o sé, s… señorita Ev… elyn; es la pura verdad: no lo sé”

“¿Te excita cuando te insulta?” – me espetó.

No podía ser de otra manera: ella, evidentemente y tal como yo había temido, ya lo percibía todo. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

“A… a veces sí, señorita Evelyn…” – reconocí, llorosa.

Su sonrisa se amplió una vez más hasta exhibir sus dos hileras de blancos dientes, a la vez que los ojos se le iluminaron con una iridiscencia en la cual se mezclaban el placer del triunfo con el más mórbido sadismo.

“¿Qué más te excita en ella?” – continuó interrogándome, cada vez más inquisidora.

Yo no sabía qué tenía que decir o qué no. La presencia de la colorada ante mí era tan avasallante que me convencía a priori de que ella ya sabía todas las respuestas antes de que yo las dijera. Rebusqué en mi mente tratando de identificar otros momentos en los cuales, con sus actitudes, Rocío me hubiera hecho excitar en contra de mi voluntad. Me vino nuevamente a la mente aquella despedida en la fábrica y el momento en que me orinó encima: lo había recordado hacía bastante poco y, como tal, estaba bastante fresco, pero… ¿admitir eso? ¿Podía llegar tan bajo como para reconocer ante Evelyn que me calentaba el recuerdo de su amiga meándome encima? Sonaba terriblemente desquiciado y, sin embargo, sentía que tenía que decirlo; creo que yo no siquiera tenía ya control de mis propios labios:

“Hace un momento, se… ñorita Evelyn, mientras usted estaba en el baño…” – comencé a decir, en un balbuceo.

“¿Sí?” – su rostro se contrajo en una mueca de profunda intriga.

Otra vez vacilé y me volví a debatir internamente entre decirlo o no. Pero ya era tarde…

“B… bueno, señorita Evelyn: m… mientras usted estaba en el baño, me vino a la cabeza el recuerdo de cuando… Rocío me orinó encima, la noche de… la despedida”

Su rostro adoptó de pronto una expresión evocativa, como si tratase de hacer memoria. Sólo bastaron unos pocos segundos para que, finalmente, abriera enormes los ojos y el semblante se le tiñera de incredulidad; soltó una carcajada.

“¿Eso… te excitó???”

Bajé la vista lo más que pude, pero sólo sirvió para que ella volviera a tironearme del mentón. Evelyn quería una respuesta… y yo debía darla.

“Sí, s… señorita Evelyn – admití, más degradada que nunca -. Es decir… no ocurrió en aquel momento pero ahora, al recordarlo…”

“Ahora te calienta” – cerró ella misma la frase, guiñándome un ojo.

“S… sí, señorita Evelyn” – reconocí, mientras las lágrimas volvían a acudir a mis ojos.

Ella permaneció mirándome en silencio, lo cual contribuyó a hacerme sentir todavía más indefensa y desvalida ante su presencia. Su expresión parecía ser de diversión pero a la vez de sorpresa ante mi enferma confesión.

“No sé cómo tomarlo…” – dijo, al cabo de un rato, alzando una ceja y frunciendo la boca.

“N… no comprendo, señorita Evelyn” – dije, confundida.

“Claro. Es como que… no sé; ja… Me siento un poco celosa: Rocío es algo así como mi ahijada, mi protegida, je… Yo soy quien le ha enseñado cómo comportarse ante seres inferiores como vos, pero resulta que ha aprendido demasiado rápido la guachita. Y ahora, el hecho de que te excites más con ella que conmigo, hmm, en fin, es como que me produce un cierto celo…”

A pesar de su histrionismo, no lucía ofuscada al decir tales palabras; más bien divertida. Sin embargo, la posibilidad de que fuera a sentirse despechada me sobresaltó de inmediato.

“N… no, seño… rita Evelyn – dije -; no… es así”

“¿Qué es lo que no es así?” – me indagó, frunciendo el entrecejo.

¡Dios! Cada vez me metía en un callejón peor que el anterior. ¿Cómo salía de aquello? ¿Tenía que decirle que también me excitaba con algunas actitudes suyas? Yo me sentía un ratón y ella era el gato que jugaba conmigo.

“No… es cierto que… usted no me excite, señorita Evelyn” – dije, sin sonar demasiado convencida ni convincente. Me arrepentí de mis palabras apenas las dije.

Ella volvió a fruncir la boca, alzó una ceja y ladeó un poco su rostro para mirarme con una expresión de picardía.

“¿Yo te excito, nadita?” – preguntó, incisiva.

“S… sí, señorita Evelyn, usted… también me excita”

“¿Y quién es más linda de ambas? ¿Rocío o yo?” – me preguntó mientras, siempre teniéndome tomada por el mentón, zamarreaba mi cabeza de un lado a otro como si yo fuera un estropajo.

Cuando finalmente dejó de sacudirme, nuestras miradas volvieron a quedar enfrentadas y sus ojos evidenciaron que quería una respuesta rápido: ya.

“Us… usted, señorita Evelyn” – mentí, esperando que mi respuesta diera por terminado todo el asunto.

Se mostró reconfortada, desde luego, aunque no tenía yo forma de determinar si ella realmente tomaba en serio mis palabras o era parte de su juego el disfrute de saber que era ella quien me arrastraba a mentir por obligación. Por lo pronto, se quedó en silencio y mantuvo sus ojos clavados en los míos, lo cual me intimidó aún más. De pronto vi su rostro algo más cerca y advertí que se inclinaba hacia mí; sus labios se ubicaron sugerentemente a escasos dos o tres centímetros de los míos y me puse muy nerviosa.

“¿Te gustaría besarme?” – preguntó, en un tono bajo y sugerente que estaba cargado de sensualidad.

“S… sí, señorita Evelyn, me gus… taría mucho” – respondí, más acorralada que nunca.

Sus labios se acercaron aun más y ya prácticamente podía sentirlos sobre los míos. Yo no sabía bien cómo actuar pero sí me daba cuenta fácilmente de que la situación exigía una conducta lo más pasiva que fuera posible, así que, simplemente, supe que debía entregarme y dejarla hacer; cerré mis ojos y esperé el ya inminente contacto…

Sin embargo, sus labios nunca terminaron de apoyarse sobre los míos. Antes de que siquiera pudiese yo darme cuenta de algo, Evelyn soltó mi mentón y me estampó una bofetada a palma abierta que impactó contra mi rostro con tal fuerza que me hizo perder el equilibrio y caer sobre uno de mis hombros contra la alfombra.

“¡Torta de mierda! – me espetó, con desprecio -. ¡Me das asco! Además de puta, lesbiana asquerosa… No te queda una a favor…

Para rematar sus palabras, escupió contra mí y pude sentir el escupitajo estrellarse contra mi cuello; imposible describir lo rebajada que me sentí. En ese momento sonó el portero eléctrico, cosa por la cual no supe si alegrarme o preocuparme.

“Ahí llegó Mica – dijo Evelyn, aun con el desprecio presente en su voz -. Levantate y andá a lavarte un poco, sobre todo esa cara… y más te vale que dejes de llorar, atiendas bien a mi amiga y no me hagas pasar papelones porque te juro que te hago dormir afuera con los perros”

Su tono era tan imperioso que me hizo salir rápidamente a cuatro patas en dirección del baño o, al menos, adonde suponía que estaba por haber antes visto a Evelyn dirigirse hacia allí. Cuando estaba a mitad de camino, la voz de la colorada atronó a mis espaldas:

“Ah, y cuando vuelvas, te quiero desnuda, perrita”

No puedo expresar en palabras cómo me sentí una vez en el baño mientras trataba de enjugarme las lágrimas, lavarme el rostro y tratar de lucir lo más presentable posible ante una invitada de la cual, por cierto, nada sabía. La oí entrar, de todos modos, y no tardaron en llegar hasta mis oídos fragmentos sueltos de la charla que sostenían ella y Evelyn en la sala de estar.

“¿Y cómo sigue el forro ése de Di Leo? ¿Y el recontrapelotudo del hijo? ¿Y el pajero de Luis?”

Cada una de esas preguntas surgía, al parecer, de boca de la recién llegada, de lo cual cabía suponer que lo sabía todo sobre la vida de Evelyn o, al menos, que ésta la tenía bien al tanto de los avatares del trabajo. Una vez que me sentí en condiciones me quité la poca ropa que llevaba encima y así quedé, sintiéndome patética al mirarme al espejo en mi desnudez y dispuesta a marchar a cuatro patas para atender a Evelyn y a su amiga. No era fácil, desde luego, y me costó decidirme; si finalmente lo hice fue porque me llegó un enérgico grito de Evelyn reclamando mi presencia. Imposible describir lo que significó para mí ir hacia la sala de estar a cuatro patas; la invitada, que se hallaba sentada al sofá junto a Evelyn, giró su cabeza hacia mí y no pude hacer otra cosa más que bajar la mía con vergüenza; no conocía a esa chica ni la había visto en mi vida, y sin embargo quería morir allí mismo…

“Nadita, ella es mi amiga Micaela: Mica para los íntimos” – me la presentó Evelyn, quien volvía a sonar amable en el trato hacia mí, aun cuando siempre estuviera presente esa fuerte aureola de ironía en cada uno de sus tonos y modulaciones.

Levanté la vista hacia Micaela: era una chica atractiva; parecía algo menor que Evelyn: no parecía tener más de veintiuno o veintidós años. De cabello castaño claro casi rubio e impactantes ojos verdosos cuyas bien marcadas pupilas parecían conferirles un aspecto gatuno. Cuerpo agradablemente proporcionado y armónico sin ser escultural; atuendo muy informal, de jeans y zapatillas. Insisto: nunca la había visto; ni en la fábrica ni en ninguna otra parte. Sin embargo, su nombre no me sonaba del todo desconocido al ser pronunciado en labios de Evelyn y me daba la sensación de que ya se lo había escuchado en alguna oportunidad.

“Mica, ella es nadita – me presentó la colorada del modo más denigrante posible -; en realidad se llama Soledad pero ya para esta altura la hemos rebautizado con Rocío”

Así que también conocía a Rocío. La tal Mica no salía de su sorpresa al verme desnuda y en tal postura. Yo, sin saber bien qué hacer ni cómo comportarme, apenas hice con mi cabeza algo así como una reverencia y pronuncié un tímido saludo sin saber cuán adecuado pudiera llegar a ser.

“Ho… hola, s… señorita Mic…aela”

Fue lo mejor que me salió. Ignoraba si debía mantener hacia ella el mismo trato que tenía para con Evelyn y Rocío, pero desde el momento en que Evelyn no me corrigió ni dijo nada al respecto, interpreté que había saludado correctamente.

“¿Sabés quién es ella?” – preguntó, de sopetón, la colorada, dirigiéndose a su amiga y haciendo clara ilusión a mí.

La invitada frunció el ceño y sacudió la cabeza, algo confundida.

“Hmm, creo que nunca me la nombraste- dijo, finalmente -; por el nombre, al menos, no… creo que no me suena”

“¡Es la que nombraron en tu lugar en la fábrica!” – disparó, a bocajarro, Evelyn…

De pronto entendí todo… y Mica también, a juzgar por el malicioso brillo que destelló súbitamente en sus ojos…

CONTINUARÁ

 

Relato erótico: “Necesito consejo” (POR AMORBOSO)

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Hola, me llamo Jorge, tengo 55 años y estoy casado, sin hijos. Trabajo como jefe de ventas en una importante multinacional del bricolaje, gano un buen sueldo y, a pesar de lo que pueda parecer, tengo un problema o más bien situación, por culpa de un despiste, que no sé cómo resolver por mi falta de experiencia. Les cuento lo que me ocurrió y ustedes me dan su opinión.

Mi vida sexual nunca ha sido gran cosa. A principio, cuando despertó mi sexualidad, la dormía a base de masturbaciones a razón de una a la semana más o menos. Más tarde, cuando tuve que ir a terminar mis estudios a la ciudad, un compañero me convenció para irnos de putas, pero esa historia la tendré que contar en alguna página de humor, porque hice el ridículo más espantoso. Después de hacernos un par de pajas, porque dijo mi amigo que así aguantaríamos más, me metí con una de las mujeres, algo gorda y poco agraciada, que cuando se metió la polla en mi boca, la puso dura en un segundo y al siguiente me estaba corriendo. De hecho, cuando salí, mi compañero me preguntó que “si no había hecho nada”.

Luego conocí a María y la frecuencia de pajas aumentó a tres o cuatro semanales. En el pueblo donde vivíamos no teníamos otras posibilidades de desahogo, las putas me daban vergüenza y María provenía de una familia de profundas raíces católicas, por lo que no pasábamos de castos besos y alguna pasada, como casual, de mi mano sobre sus tetas bien cubiertas. Hasta el matrimonio nada de nada.

Para colmo, al terminar los estudios, encontré un buen trabajo en la ciudad, compré un piso donde vivir y solamente nos veíamos los fines de semana, pero por lo menos perdí la vergüenza y podía irme de putas alguna vez, eligiendo mujeres de mejor calidad, que me enseñaron como tratar a una mujer.

Nos casamos y llegó a la noche de bodas, que pasamos en el hotel donde había sido el banquete. Fue un desastre. Primero entró ella al baño para cambiarse, pidiendo que le esperase con la luz apagada. Cuando salió, no pude verla porque la puerta del baño no se veía desde la cama y la luz que se filtraba del exterior no me lo permitía, pero me enteré cuando, después de colocar algo, se metió en la cama. Llevaba un camisón hasta la rodilla. La describo porque creo que no tiene desperdicio.

Intenté encender la luz, pero no lo consintió y quedó apagada. Nos estuvimos besando y diciendo palabras cariñosas largo rato, mejor dicho, era yo el que más le hablaba. Acaricie sus piernas pegadas, yo diría que con algún cianocrilato, si no fuese porque entonces no existía tal producto.

Subía su camisón poco a poco, pero si cambiaba la mano para acariciar su cuello cuando la besaba, ella se lo volvía a bajar. Si metía la mano por su estrecho escote para alcanzar alguna de sus tetas, me pedía que la sacase porque la ahogaba. Por fin, después de un buen rato de caricias, conseguí subir su camisón hasta por encima de sus tetas, pudiendo entonces besarlas, lamerlas y acariciarlas, al igual que sus pezones. También pude llegar a su coño que, si bien no estaba seco como un desierto, tenía muy poca humedad.

Caricias sobre la piel, esperando que se abriese excitado, ataque a sus tetas y pezones y todo lo que se me ocurría para excitarla, no dieron ningún resultado.

Dispuesto a humedecerla bien, me coloqué entre sus piernas, ignorando la tensión a la que sometió su cuerpo, bajé hasta su coño, dejando un reguero de besos por su estómago, ombligo y tripa. Escasamente me dio tiempo para dar dos rápidas pasadas de arriba abajo y de abajo arriba, cuando levantó mi cabeza, recogió sus piernas y me puso las rodillas en el pecho.

-Pppero… ¿Qué haces? Eres un guarro. ¿Cómo se te ocurre pasarme la lengua por ahí? ¿Cómo se te ha ocurrido eso? …

Y un montón de frases de reproche y acusación, que aunque me quitaron las ganas de follar, no fueron suficientes para bajarme la erección. Al principio, intenté convencerla de que no era nada malo, pero me cansé, me separé de ella y me senté al borde de la cama, reflexionando. Este gesto la hizo quedarse callada y mirarme. Al fin, decidí ir al baño a meneármela y calmar mi calentura.

-¿A dónde vas? –Me preguntó como con miedo.

-Al baño. Estaré un rato, así que tú duérmete.

-¿Qué ocurre? ¿No vamos a hacer el amor? ¿Qué he hecho mal?

-Mira, María, no puedo estar horas y horas intentando excitarte y tú poniéndote cada vez en mayor tensión. ¡Quitas las ganas de follar a cualquiera!

-¿Follar? ¿Desde cuándo te has vuelto tan basto? Nunca te había oído esa palabra.

-Pues sí, María, mucha gente lo llama “follar”, pero si a ti te gusta más, quitas las ganas de hacer el amor al más salido.

-Por favor Jorge, no me hagas esto. Estoy ya muy excitada. Necesito que me… folles… ya.

Volví a la cama no muy seguro, pero cuando me senté, me abrazó y me colocó sobre ella, separando ligeramente las piernas.

-Follaje ya. –Me dijo.

Separé más sus muslos y me coloqué bien entre ellos, mientras con la mano me ensalivaba bien la polla para colocarla seguidamente en su raja. Estuve un rato recorriéndola en toda su longitud, sobre todo sobre su clítoris, hasta que, viendo que no adelantaba, volví a ensalivarla bien y la coloqué en la entrada. Le estuve dando pequeños empujoncitos para ir abriendo camino, pues, a pesar de sus palabras, la única humedad era la de mi polla. Le dada pequeños empujones, como si la estuviese follando, pero con muy pequeños avances o incluso ninguno.

-Ah, ah, ah… -Decía ella coincidiendo con mis empujones. No era placer, no era excitación, solamente la molestia de la penetración.

Con estos movimientos, conseguí ir abriéndola hasta llegar a su himen, donde me detuve.

-¿Ya he perdido la virginidad?

-No tengo mucha experiencia, pero creo que sí. –Le respondí para tranquilizarla, lo que, efectivamente, hizo que se relajara en parte.

La saqué despacio y completamente, para volverla a ensalivar y meterla de nuevo hasta el límite. Entonces di un fuerte empujón metiéndola hasta el fondo, dejándola un momento dentro para que se acostumbrara, mientras ella emitía un gemido de molestia.

En ese momento, sentí que venía mi orgasmo sin que pudiese contenerme. Intenté sacarla para correrme fuera, pero el primer chorro quedó dentro y el segundo en el recorrido de salida, quedando el resto sobre el bello de su pubis. Me dejé caer a su lado para seguir acariciándola y hacerle alcanzar su placer, pero retiró mis manos, me dio un beso y se levantó, recogiendo la prenda que había dejado en la cama y me dijo.

-Cariño, estoy muy feliz de ser tu esposa. Voy a lavarme. Ahora vuelvo.

Luego, al día siguiente, viaje de novios de noche, llegada de madrugada y cansados, al otro día tengo molestias, etc. No volvimos repetir hasta cuatro días después. A pesar de todo, todas las noches acariciaba su cuerpo, consiguiendo que me permitiese besar y acariciar sus pechos y pasar mi mano por su coño con suavidad, hasta conseguir que se mojase. Por eso, a la cuarta noche, fue ella la que me pidió la repetición.

Luego siguieron años de casi una vez por semana y poco a poco, se fue alargando hasta casi una vez cada quince días o un mes si coincidía con la regla.

No hemos tenido hijos. Ella nunca ha querido que nos hiciésemos pruebas. Imagino por miedo a que la repudiase si era ella la culpable. Manías como la de la prenda blanca en la cama para recoger la sangre de su virginidad y así no poder decir que no era virgen o que nuestro matrimonio no se había consumado. Creo que son historias de mi suegra.

Siempre hemos hecho el amor en la postura del misionero, nunca sexo oral o anal. Como mucho, hemos llegado a hacer el amor con una lamparita encendida. Siempre sábado noche. No por la mañana, no por la tarde, no en el sofá, no en la mesa, no de pie, no en la ducha… Pero la quiero y nunca se me ha vuelto a ocurrir el ir de putas, ni siquiera tener una aventura con otra.

Hace poco, vimos una película de la historia de amor de un matrimonio durante toda su vida. Por la noche, en la cama, mi mujer me preguntó si yo estaba feliz con nuestro matrimonio o me hubiese gustado estar casado con otra mujer, a lo que respondí que sí y no. Si porque la convivencia con ella era maravillosa, llenaba mi vida de amor y que creía que no podría encontrar otra mujer mejor.

-¿Entonces, cuál es la parte que no te gusta?

-El sexo.

-¿El sexo? Yo pensaba que disfrutabas.

-Sí, pero el sexo es algo más. Es imaginación, es variaciones, es experimentar posiciones y nuevas formas de placer. Lo nuestro es aburrido, es… como una masturbación.

La conversación duró mucho tiempo. Luego hicimos el amor, pero con una variación: conseguí que ella se colocase encima. El poder controlar los movimientos y roces con sus puntos de placer, le hizo alcanzar dos orgasmos antes de que yo me derramase junto a ella en un tercero.

Cayó rendida sobre mí, mientras yo acariciaba su espalda y culo.

-¿Crees que aún estamos a tiempo de disfrutar? –Me preguntó cuándo se recuperó.

-Yo cada vez tengo menos potencia, pero creo que todavía nos quedan algunos años para disfrutar, si quieres.

-Estoy haciendo el propósito de cambiar y experimentar nuevos placeres. Desde hoy empezaremos de nuevo, te lo prometo.

Me vino a la mente algo que había oído en el trabajo, y le dije:

-¿Qué te parece si pasamos la noche vieja en un crucero por el Báltico para marcar el cambio y celebrarlo a la vez?

-¡Oh! Me encantaría. Has tenido una idea magnífica. Yo misma iré a sacar los billetes y organizar el viaje.

Y así lo hicimos. Preparó billetes y escogió destino y el día 28 de diciembre subíamos al barco y un amable marinero nos acompañaba a nuestro camarote, donde nos instalamos cómodamente.

-Me gusta. Me gusta mucho. –Le dije

Era un camarote amplio, con un baño chiquitín y un gran ventanal al costado del barco.

-¿De verdad te gusta?

-Sí, sobre todo el ventanal. Esperaba un oscuro camarote con un ojo de buey por ventana.

Una vez colocadas nuestras cosas, salimos a recorrer el barco, justo a la vez que la pareja del camarote contiguo. Eran aproximadamente de nuestra edad, ella menos agraciada que mi mujer y algo más llenita. Él un poco más alto que yo, cuadrado y muy varonil. Nos saludamos cortésmente y nos fuimos uno por cada lado.

Un barco enorme, con varios comedores, algunos abiertos 24 horas, tiendas, sala de espectáculos enorme, piscinas climatizadas y no sé cuántas cosas más nos explicaron. El barco partió y nosotros fuimos de un lado para otro haciéndonos al lugar, pues teníamos que pasar dos días en él, antes de llegar a nuestro primer puerto.

Al anochecer, volvimos al camarote para cambiarnos de ropa, escuchando una discusión apagada en el camarote contiguo. Salimos cuando estuvimos preparados coincidiendo con nuestros vecinos, que también salían. Yo les dije un simple “Hola” pero él enseguida preguntó si íbamos a cenar.

Al responder afirmativamente, comentó de ir juntos y aceptamos. Cuando se presentaron, resultó que éramos de la misma ciudad, aunque vivíamos en extremos opuestos. En el comedor, nos colocaron en una mesa para 6, donde ya había otro matrimonio o pareja sentados.

Nos presentamos nosotros, María y Jorge, los vecinos Sofía y Julián y los nuevos Conchi y Alejandro.

La cena fue agradable, buena conversación salpicada de comentarios muy machistas, sobre todo por parte de Alejandro, del estilo.

-Mira que está buena la de aquella mesa. La tumbaba encima y le reventaba el culo a pollazos.

-Mira que eres bruto, Alejandro, que estas personas no te conocen bien. –Le decía su mujer

-Es igual, ¿a que os parece que está para reventarle el culo?, ja, ja, ja.

-El culo, el coño y la boca, ja, ja, ja.

-Y somos tres, para poder hacerlo por todos los sitios a la vez, ja, ja, ja.

Algunos comentarios eran muy subidos de tono, a pesar de que nuestras mujeres nos estaban reprochando constantemente casi todos, y riendo algunos de ellos.

Cuando dimos por terminada la cena, fuimos a una discoteca a petición de Julián. Yo no sé bailar, por lo que simplemente los acompañaba. Julián tenía interés en bailar con mi mujer, cosa que no era recíproca, pero consiguió sacarle un par de bailes. Conchi ya dijo desde el principio que a su marido no lo movían ni los terremotos.

Tras un rato y alguna copa, nos salimos a una cubierta acristalada, donde seguirnos la charla de más mujeres, fútbol y política, mientras nos tomábamos más copas. Mi mujer no bebe, y yo poco, así que me dijo que se iba al camarote.

-¿Llevas llave? – Me preguntó.

Tengo que decir que, así como en mi trabajo soy responsable y cuidadoso, cuando salgo de él soy el hombre más torpe y despistado. Siempre olvido las cosas, me confundo de planta en mi casa, me dejo luces encendidas, olvido dónde aparqué mi vehículo,… y un largo etc. Por eso, la respuesta lógica fue:

-Ay! No. Se me ha olvidado cogerla.

Quedamos en que no cerraría la puerta, que solo pondría algo para sujetarla y que entrase sin hacer mucho ruido ni encender la luz para no despertarla. Mientras hablábamos, las otras dos mujeres también se despidieron de sus maridos, pero no oí sus comentarios.

Marcharon todas y nosotros seguimos hablando hasta que terminé mi copa y decidí irme a dormir también, mientras los otros pedían otra más y llevaban intención de seguir, pues algún otro pasajero se había sumado al grupo, salieron las canciones mejor o peor cantadas y la situación se presentaba larga.

Al llegar al camarote, empujé la puerta, que cedió con facilidad, entré y me desnudé a la escasa luz que entraba del exterior y que permitían las cortinas. No me puse mi pijama por no hacer más ruido y encender luces. Muchas noches duermo desnudo.

Mientras me desnudaba, se oían los gritos apagados de alguna mujer que estaba disfrutando de una buena follada. Cuando me metí en la cama y acerqué mi mano a su cuerpo, excitado de solo pensar que en alguna habitación alrededor, estaban follando como locos. Me llevé la sorpresa de encontrar a mi mujer con un camisón corto, cuando su costumbre es dormir con pijama también, por lo que las manos se me fueron a recorrer su cuerpo, observando que no llevaba nada debajo. Al parecer, empezaba nuestra nueva época de sexo.

Estuve recorriendo sus muslos con mi mano, pasando por su tripa y subiendo cada vez más su camisón. Cuando sus pezones estuvieron al descubierto, lancé mi boca sobre ellos para chuparlos y lamerlos.

-Mmmmmmm. –Exclamó bajito.

Estaban ya duros y grandes. Movió su mano hasta tocar mi polla, que se había puesto dura ya desde el principio.

-Mmmmmmm. Todo esto es para mí? – dijo entre susurros.

-Todo y más. –Respondí también entre susurros, mientras dejaba sus pechos y bajaba con besos a su coño.

Noté un nuevo cambio cuando al acercarme a su pubis, ella separó las piernas para darme mejor acceso. No me hice esperar, me puse de rodillas, casi en formato 69 y ataqué su raja que estaba encharcada. Al poner mis labios sobre su clítoris, estaba hinchado como nunca. Lo estuve masturbando entre ellos, dando suaves chupadas y leves movimientos de cabeza arriba y abajo, a la vez que le daba pasadas con la lengua, mientras ella acariciaba mi polla con una mano y gemía, eso sí, siempre en susurros.

-Ufffff. Ooooooooh. Siiiiiii. Sigueeee. Siiii. Sigueeee.

Probé a meter un dedo en su coño que se encontraba ya abierto húmedo. Nuevos gemidos acompañaron mi gesto.

-Ooooooh.

Detuve mis movimientos sobre su clítoris para centrarlos en mi dedo.

-No pareees. Por favor, ahora noooo. Estoy a puntooo.

Continué con mi trabajo sobre su clítoris al tiempo que frotaba mi dedo en su interior, lo que propició su orgasmo.

-Me corrooooo. Aaaaaaaaaaaaah. Aaaaaaaaaaaaaah.

Detuve mis movimientos mientras se recuperaba, pero sin sacar mi dedo ni retirar la boca, dispuesto a seguir más tarde. Quedó relajada un momento, pero enseguida me hizo girar para quedar bocarriba y se metió mi polla en la boca. No me podía creer el cambio que se había producido en ella. No era muy buena, pero ponía interés. Me chupaba y lamía el glande, mientras me masturbaba con su mano.

Tuve que poner mis manos sobre su cabeza e ir guiando sus movimientos para que penetrase más en su boca, al tiempo que le pedía que la acariciase y presionase con la lengua. Sólo de pensar en el tiempo que estaba esperando eso multiplicaba mi excitación por mil. La tenía como una piedra y estaba casi apunto, y así se lo dije.

-Si sigues, me correré.

-Todavía no. Necesito sentirla dentro.

Y se subió sobre mí y se empaló ella misma, empezando a moverse en todas las direcciones, buscando de nuevo su placer.

-Me estaba haciendo un dedo cuando has venido. Has sido de lo más oportuno. Oooooohh.

Pensé “Vaya con la mosquita muerta. No quiere follar pero se hace pajas”. Pero no dije nada.

Inclinada sobre mí, movía culo atrás y adelante haciendo que el roce de mi polla fuese intenso, parando cuando avisaba de que me iba a correr, aprovechando para darnos profundos besos. Al principio, se detenía con mi polla dentro, pero al notar que hacía movimientos de entrada y salida, optó por dejar el culo atrás con mi polla solamente con la punta en la entrada.

Jamás había disfrutado tanto. Ni las mejores putas me habían hecho pasar un rato tan excitante y lujurioso. Decidí preguntarle después dónde había aprendido todo eso.

No tardamos mucho hasta que ella dijo.

-Yo estoy apunto ya.

-Y yo hace rato. Llevas casi desde el principio cortándomelo.

-Pues prepárate.

Y empezó a moverse con rapidez. Yo intentaba aguantar para no correrme antes que ella, pero llegó un momento que no pude más.

-Me corrooo. Aaaaaaaaaaaaaaaa. Aaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Ella se la metió hasta dentro y estuvo moviéndose en círculos. Yo le solté mi carga en su interior, mientras ella alcanzaba también su propio placer.

-Yo también me corrooooo. Siiiiiii. Aaaaaaaaaaaaaa.

Cayendo sobre mí, que la abracé agradecido, acariciando su cuerpo.

-Ha sido mejor que nunca. –Me dijo. Y continuó – ¿Te has tomado las pastillas?

Tomo unas pastillas de vitaminas desde hace un par de meses.

-No. Se me han acabado y no me he acordado de comprar antes de venir.

-Menos mal que estoy en todo y he comprado yo.

Se separó de mi pecho, al tiempo que noté que mi polla se salía de su coño y mi esperma y su flujo caían sobre mi pelvis. Me pasó dos pastillas que metió directamente en mi boca, que yo tragué inmediatamente, no sin antes notar que su formato era distinto. Las anteriores eran redondas y estas como romboidales o casi cuadradas.

-Voy a traerte agua. –Me dijo.

-No hace falta, me he acostumbrado y las trago sin agua ni nada. Pero.. ¿Estás segura de que eran mis pastillas?

-Claro que sí. Fui con la receta del médico a buscarlas. Cariño, si hemos empezado así, va a ser una noche memorable. –Me dijo siempre hablando ambos en susurros.

Seguidamente, se bajó hasta mi polla, machada por mi semen y sus flujos y volvió a chupármela, y no solo no hizo ascos, sino que emitió gemiditos de placer.

-Hummmm.

Conseguí una erección en un tiempo record, volviendo a empalarse nuevamente y follándome con movimientos frenéticos. Solamente oía su susurro coincidente con cada movimiento.

-Ah! , ah! , ah! , ah! , ah! , ah! La siento como nunca. –Me decía.- No sé qué habrás hecho antes de venir, pero la tienes más grande y dura que las otras veces.

Y era verdad. Me la sentía dura como el cemento armado y más gruesa que de costumbre. Su coño aprisionaba mi polla en su trayecto y yo la sentía como si estuviese follándome a una virgen.

Su propio desenfreno la llevó a alcanzar un orgasmo intenso, que le hizo detenerse unos segundos para disfrutarlo.

-Ah! , ah! , ah. Me corrooooo. Ooooooooooooh qué fuerteee.

A mí me costaba alcanzar mi placer, a pesar de la potente erección que llevaba. Con mi polla dentro todavía, comenzó a moverse de nuevo, acelerando paulatinamente. Yo me agarré a sus tetas, también hinchadas y frotaba sus pezones, los pellizcaba suavemente y la obligaba a inclinarse para llevarlos a mi boca y chuparlos con fuerza.

Algo después de continuar, empezó a bajar el ritmo, señal de que se cansaba, por lo que la puse a cuatro patas y fui yo el que la folló por el coño, mientras ensalivaba el pulgar y se lo metía en el culo.

Le pasaba la polla por toda su raja una vez y se la clavaba hasta el fondo la siguiente. Cada vez que me echaba para atrás, escupía en su ano y metía los dedos. Primero uno, luego dos, tres y tres con el pulgar en medio.

-Oooooohh ¡Cómo me gusta!, sigue, sigue, no pares.

Y seguí dándole fuerte. Después de mi primera corrida, estaba aguantando muy bien, además de tenerla totalmente dura. En todos mis años de matrimonio y los anteriores con las putas, jamás había disfrutado tanto. Poco a poco sentía que me iba acercando a mí placer. Mis fuertes envestidas me tenían al borde, pero quería esperarla a ella.

Pronto anunció un nuevo orgasmo, lo que también hizo que me dejase llevar y alcanzase el mío.

-Sigue, sigue, más rápido, que me corro, que me corrooooo, Aaaaaaaaaaaaah.

-Siiiii. Yo tambieeeeén.

Y volví a llenar su coño de lefa.

Caí rendido a su lado, pensando que ya no seguiríamos, pero me equivocaba. Volvió a chupármela hasta ponerla dura de nuevo, cosa que me extrañó mucho, pues nunca he sido un hombre potente, pero tampoco había pasado por unas circunstancias como aquellas. Solamente de sentir a mi mujer haciéndome una mamada me subía la excitación al máximo.

Cuando estuvo dura nuevamente, ella misma se puso a cuatro patas y me dijo:

-Fóllame el culo.

Me coloqué tras ella y me puse a recorrerlo con mi lengua. Se lo estuve ensalivando bien antes de entrar en ella. Alternaba penetraciones con mi lengua con uno dos y hasta tres dedos, para ir recuperando la dilatación anterior. Ella gemía despacito. Le gustaba y me pedía que continuase. Cuando calculé que mi polla entraría bien me coloqué pegado a ella y froté la punta de mi polla por su coño, recogiendo toda la humedad que pude. Luego la coloqué en su ano y fui presionando ligeramente pero sin parar hasta que pasó toda la punta.

Emitió un suave quejido de dolor y yo detuve mi avance. Unos segundos después, la saqué, volví a mojarla en su coño y la volví a introducir un poco más rápido. Esta vez aguantó bien, por lo que seguí penetrando hasta que mis muslos chocaron con sus nalgas. Entonces esperé a que se acostumbrase empecé a moverme lentamente, para ir acelerando poco a poco. La hice caer de lado para seguir metiéndosela, a la vez que acariciaba con una mano su coño y con la otra sus tetas, con total comodidad.

Pronto se puso a gemir, siempre bajito y a decirme que se iba a correr, pero que no parase. Al poco se corrió señalando su orgasmo con un largo estertor.

-aaaaaaaaaaagggggggggggggggggggggg. No pareess.

Cuando su orgasmo termino, se apartó de mí, quedando un rato en silencio, mientras mi polla seguía enhiesta.

De repente, se lanzó sobre ella y me hizo una mamada rodeando el glande con los labios y moviéndose como si su boca fuese un coño al que me follaba con la punta, mientras su mano agarraba mi tronco para masturbarme con rapidez.

Ya no pude aguantar más y solté la poca carga que me quedaba en su boca, que ella tragó sin rechistar, limpiándome la polla después.

Yo quedé rendido en la cama, ella se metió en el minúsculo baño al tiempo que se quitaba el corto camisón que rodeaba su cuello. No me di cuenta de más. Me quedé dormido y ni siquiera supe si se acostó o qué hizo.

No sé el tiempo que llevaría durmiendo, cuando me despertaron unos golpes en la puerta. Prácticamente dormido me levanté y la abrí, encontrándome con Julián. Los dos nos quedamos momentáneamente parados, hasta que dije:

-Hola Julián. ¿Qué ocurre? ¿Pasa algo?

-Maldito cabrón. Hijo de puta. ¿Qué haces con mi mujer?

Mientras decía eso, vi su puño dirigirse hacia mí, y al no poder evitarlo, sentí el impacto en mi mandíbula seguido de otro en mi cara y dejé de sentir y pensar. Caí en un negro pozo y no me enteré de nada más.

Cuando desperté entraba poca luz por el ventanal (Luego resultó que era una lámpara de mirar radiografías que mantenía la habitación en penumbra). Intenté moverme, pero un agudo dolor en mi costado lo impidió al tiempo que unas grandes náuseas atenazaban mi garganta y estómago. Mover la cabeza también resulto imposible por el dolor. Solamente pude mirar lateralmente con un solo ojo, pues el otro no lo podía abrir. En la habitación estaban mi mujer, nuestros vecinos Sofía y Julián y el oficial médico del barco.

Al principio me encontré desorientado, sin saber que pasaba, ni reconocía el lugar, por lo que pregunté:

-¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy así?

El primero en hablar fue Julián:

-Perdona Jorge, pero fue un gesto impulsivo. Cuando te vi abriendo la puerta de mi camarote desnudo, pensé que mi mujer y tu estabais follando y poniéndome los cuernos, y mi primer impulso fue partirte la cara, pero con la mala suerte que caíste hacia atrás y te golpeaste en la cabeza con alguna parte de la cama.

-¿Y por qué me duele el costado también?

Mi mujer se puso a llorar desconsolada. Entonces continuó el oficial médico.

-Al parecer, con el alboroto que se armó, se despertó su esposa y se acercó. Cuando le vio en el suelo desnudo, pensó lo mismo que su vecino y le dio algunas fuertes patadas en su costado, dando gritos de hijo de puta Infiel y cabrón, que fue el momento en que llegué yo, que me encontraba haciendo una ronda por el barco.

Y continuó.

Al parecer, se equivocó de habitación y se metió en la de su vecino. Su esposa estaba durmiendo y no se enteró de nada, hasta que llamaron a la puerta, abrió usted y sucedió todo.

Mi mujer se lanzó hacia mí, llorando y me abrazó pidiendo que la perdonase. Mis gritos debieron sonar en todo el barco. El dolor en mi cabeza y costado fue terrible. La retiraron mientras seguía pidiendo perdón. No se ya si por las patadas o por el daño actual.

Me informaron de que estaba en la enfermería del barco y que me mantendrían 24 horas en observación y reposo. La tarde paso entre breves intercambios de frases y largas cabezadas de sueño.

A todo esto, se hizo la hora de cenar y les pedí que se fueran ellos, que yo me quedaba solo, pero mi esposa no quiso y acordaron que Julián se iba a su camarote a descansar un momento, pues no había dormido nada, mi esposa a buscar algo de comida para ella y algo ligero para mí y Sofía insistió para quedarse mientras tanto por si necesitaba algo.

No hicieron nada más que salir, cuando ya estaba metiendo mano bajo la ropa de cama y agarrando mi polla, que increíblemente se encontraba en estado de semierección, y empezó a masturbarme, consiguiendo en segundos una nueva y completa erección.

-Perdona, -le dije- me equivoqué de habitación y como habíamos decidido mejorar nuestra relación sexual, pensaba que mi mujer, en contra de su costumbre habitual de dormir con pijama, se había puesto ese camisón para excitarme. Empecé a acariciarte y como respondiste rápidamente, ya no se me ocurrió pensar que eras otra, además, al hablar bajito, tampoco pensé que la voz pudiera ser extraña.

-Tú también deberías perdonarme a mí. Mi marido tiene problemas de erección. Tiene que tomarse dos viagras para que se le ponga casi dura y podamos follar. Anoche me calentaron las conversaciones que tuvisteis vosotros y los gemidos de los que estaban follando cerca. Me puse el camisón “de guerra”, porque yo también duermo con pijama. Cuando entraste me estaba haciendo un dedo, y cuando noté tu polla más dura que nunca, tenía que aprovechar la ocasión. Luego, cuando me dijiste que no te habías tomado las pastillas, pensé en que tenía otra oportunidad, por eso te las di. ¿No te extrañó?

-Sí, porque su formato era distinto, pero como tomo unas vitaminas y dijiste que las habías comprado tú, pensé que serían de otro laboratorio, como me pasa a veces. Ahora tengo claro por qué se me ponía dura tan pronto y tantas veces. Todavía no se me han pasado los efectos, por lo que veo.

-Eso te lo voy a arreglar en un momento.

Apartó la ropa de cama y empezó a lamer mi polla con placer pero no con técnica. Cuando llegó al capullo se lo metió en la boca, mientras cogía el tronco con una mano, se metía y sacaba el glande de la boca como si estuviese follándosela con él, al tiempo que su mano subía y bajaba pajeándome.

Intenté tomar la cabeza con mis manos para guiarla, pero el dolor al moverme me hizo desistir, por lo que tuve que darle alguna indicación.

-Ooooooh. Métetela entera, chúpamela bien.

Ella lo intentaba, pero escasamente se metía algún centímetro más.

-Mmmmmmmm. Los huevos, chupa y acaricia mis huevos…

Con buena voluntad, acarició mis huevos, pero ni la postura ni mi situación eran propicias para colocarse bien. La mujer hizo lo que pudo, que para mí, comparado con lo que tenía de antes que era nada, fue muchísimo, por lo que no tardé mucho en correrme.

En ningún momento retiró el glande de su boca, y se tragó todo lo que salió. Cuando ya no quedaba nada y la había dejado limpia, fue al baño a lavarse y yo me quedé dormido.

Me despertó mi mujer suavemente, avisando de que ya estaba la cena, que debía tomarla ahora que estaba caliente y que debería tomar un calmante para pasar la noche tranquilo. Así lo hice. Cenamos cada uno lo de su bandeja. Ella me ayudó a tomar un poco de caldo y la pastilla, dejándome una tortilla y un yogurt sin tocar, y luego cenó mientras la miraba, después de insistir mucho en que fuese al restaurante con los vecinos.

Luego puso un silloncito junto a mi cama, se sentó, apoyó su cabeza y sus brazos sobre la cama y se quedó mirándome en silencio.

-Duérmete. –Me dijo.

-Llevo durmiendo toda la tarde. ¿Por qué no me la chupas un poco para relajarme y dormir mejor?

-No cambiarás nunca. Eres un cerdo y lo seguirás siendo.

Yo no tenía ganas, pero quería tantearla, así que lo dejé y me dediqué a dormir.

Al día siguiente lo pasé en la cama acompañado alternativamente por mi mujer, Sofía y Julián, que me hacían compañía a ratos. No ocurrió nada en especial. Con Sofía aclaramos más puntos sobre lo que había pasado, Julián, lo mismo. Me pidió nuevamente perdón, y tuve que decirle que yo habría hecho lo mismo si me encuentro a un hombre desnudo que abre la puerta de nuestra habitación, estando mi mujer dentro. Mi mujer también me pedía perdón. Que no había pensado en lo despistado que soy y que me iba a compensar. Etc. Etc.

A media tarde pude levantarme un rato y aprovecharon para llevarme a nuestro camarote, donde descansaría mejor. Ya a última hora de la tarde conseguí levantarme nuevamente y sentarme para cenar algo y tomar los calmantes. Lo que fue celebrado por mis vecinos, que pasaron a verme antes de ir a cenar. La noche igual, pero sin intento de mamada ni meter mano.

Al día siguiente, al despertar, estábamos ya atracados en el primer puerto de destino. Mi mujer y Julián cogieron la documentación del viaje y del seguro y fueron a preparar nuestro regreso a España. Sofía se quedó para cuidarme.

No deberían haber salido todavía del barco cuando ya estaba totalmente desnuda abriendo la cama y sacando el pantalón de mi pijama, que era la única prenda que llevaba. Se colocó entre mis piernas, tomó mi polla y se puso a hacerme una de sus particulares mamadas, consiguiendo que se me pusiese lo suficientemente dura en poco tiempo.

-¡Qué maravilla, hace años que no conseguía tener a mi disposición erecciones así!

Y al tiempo que lo decía, se colocaba de rodillas sobre mí y, tras decirle “con cuidado, por favor”, se la fue metiendo poco a poco hasta que nuestras pelvis chocaron, entonces comenzó a moverse atrás y adelante, haciéndola resbalar por toda su raja y llenándola de flujo.

Yo no podía moverme, pues cada intento me producía dolores, por lo que mi excitación mental subía por momentos, mientras que los pausados movimientos sobre mi polla me hacían desear mayor acción sobre ella.

-Me gustaría acariciarte, pero no puedo.

Ella se inclinó sobre mí, sin apoyarse, y comenzó a frotar sus tetas por mi pecho, sin dejar de mover su culo.

-Ya venía caliente pensando en lo que te iba a hacer, pero esto me está llevando al límite. No sé si podré esperarte. –Me dijo.

-Córrete cuando estés lista, no te preocupes por mí.

-Ooooooh. Me estoy aguantando.

Yo sentía la fuerte presión de su coño y el roce sobre mi polla, pero la lentitud de los movimientos me impedía alcanzar mi propio orgasmo. De repente, se la sacó, se dio la vuelta y volvió a metérsela de nuevo. En esa posición yo sentía menos roce, pero para ella debía ser más intenso.

– Oooooops. Oooooops. Oooooops. Oooooops. ¡No puedo más! Me corrooooo.

– Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh.

Su orgasmo tuvo que ser intenso. Se dejó caer sobre mis piernas y estuvo un rato quieta, moviendo muy despacio su culo, dejando salir algún centímetro mi polla para volver a meterlo seguidamente de nuevo.

Poco a poco fue acelerando de mientras volvía a gemir de placer. Su coño volvía a soltar gran cantidad de flujo, que caía sobre mis huevos. Estaba a punto de correrme, cuando se la sacó, volvió a darse la vuelta y siguió follándome nuevamente sobre mí, rozando mi pecho con sus pezones una y otra vez, además de mover su culo atrás y adelante.

Ver mi polla cómo iba entrando y saliendo en su coño, sentir el roce de todo mi tronco contra su raja y su clítoris me acercaba al climax, pero cuando intentaba moverme para acelerarlo, el dolor en mi cabeza, costado o ambos a la vez me bajaban varios puntos la libido. La beneficiada era Sofía pues se corrió dos veces más, antes de sentirse cansada y decirle “termíname con la boca”, cosa que consiguió rápidamente, a pesar de su pésima técnica, gracias a la excitación que ya tenía.

Fue un orgasmo memorable. Mientras me corría le cogí la cabeza con ambas manos para clavársela hasta lo más profundo y soltar allí todo lo que llevaba, en una corrida larga e intensa. Cuando terminé, no había ninguna parte de mi cuerpo que no me doliese.

Ella tosió, soltó algunas babas mezcladas con esperma, pero se limpió la boca con la mano y, sonriendo, se fue a lavar al baño.

Cuando salió me dijo:

-Esto hay que repetirlo más a menudo.

Y cogiendo mi teléfono se puso a introducir su número en la agenda, mientras decía:

-Este es el número de mi casa. Puedes llamarme sin problemas entre las 8 y las 14 horas, pero ¡no te equivoques! Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. Solo en ese horario. El resto puede estar mi marido en casa.

-Pon como nombre TRABJO DEPTO. PUBLICIDAD. Así podré decir que es el teléfono del departamento de publicidad del trabajo. No existe y siempre puedo decir que es una empresa externa. Con lo despistado que soy, mi mujer puede enterarse antes de que empecemos.

Un rato después, vinieron nuestros cónyuges con todo preparado. Una camilla y una ambulancia me trasladaron hasta el aeropuerto y un avión Jet, preparado para ello, nos trasladó a España, donde me hicieron una nueva revisión médica y me enviaron a casa con reposo absoluto.

Ayer salí solo un momento y pude comprarme un teléfono de prepago. En la prensa localicé un apartamento barato, cerca de mi trabajo y bien comunicado con la vivienda de ella, que puedo mantener, pues mis ingresos no son fijos todos los meses por las comisiones añadidas, pero todavía no sé qué hacer. Me afligen innumerables dudas.

¿Y si se entera mi mujer? La quiero y no querría separarme de ella, pero anoche le dije de hacer algo, aunque solamente fuera tocarnos y me contestó que esperase un poco, que todavía no estaba preparada.

¿Y si no estoy a la altura de lo que ella espera? Durante aquellos días follamos varias veces, pero… ¿Podré repetirlo?

¿Y si nos pilla el marido? Tiene la fuerza de un caballo. Si me pilla, seguro que me mata.

Usted que me está leyendo, ¿Qué opina? ¿Qué haría en mi lugar? Espero y agradezco sus comentarios.

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte11” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Stevens: pasaron un par de días desde que nos reunimos en casa de Fabián y confesé lo que había ocurrido con mi mujer Diana y ellos hablaron de sus experiencias con ella cuando fueron sus novios mientras tanto nos dimos a la tarea de buscar un cura y hacer las vueltas para ver si lográbamos casarnos con tan buena suerte que logramos encontrar uno así que debíamos hacer las vueltas buscar el sitio de recepción, la preparación del matrimonio todo estábamos en una carrera contra reloj para lograr que a final de mes pudiéramos tener nuestra ceremonia, nos citamos con el padre teníamos que ir a una pequeña iglesia que estaba casi saliendo de la ciudad fuimos con el niño estábamos muy contentos y emocionados el padre era un hombre de alrededor de 50 años 1.75 mts de altura algo robusto con una pequeña barriguita una cara que inspiraba tranquilidad y paz muy calmado cachetón con mirada tierna, dulce, cabello gris por las canas abundante aunque lo llevaba corto hacia un lado y tal como se veía así era su personalidad muy amable, alegre, educado nos atendió bien y nos dijo que debíamos hacer y de que trataba el curso matrimonial agendamos unas series de citas para la preparación y nos despedimos. Aprovechamos el día fuimos a un centro comercial almorzamos de repente una mujer se acercó nosotros… Diana eres tú. Mi novia quedo sorprendida sin saber qué hacer cuando por fin reacciono su voz tembló un poco y dijo… Lucia do ña Lulu cia hola como esta… Hola hermosa yo bien y tu como estas mírate tan hermosa como siempre creo que aún más hermosa, cuanto tiempo ha pasado como 10 años… Gracias usted también se ve muy bien mírese tan conservada y bella, si como 10 años desde la última vez que nos vimos yo tenía como 22 años… Ay gracias uno haciendo el esfuerzo para cuidarse ya con todos estos 51 añitos encima jajaja… No, pero doña lucia usted se ve muy bien todavía está muy joven está como la recuerdo, mire que pena le presento a mi prometido Steven… Mucho gusto señora respondí… Mucho gusto joven… Mira Steven ella es la mamá de Adrián mi ex suegra jajaja Dijo Diana. Cuando dijo eso entendí por qué el Nerviosismo de Diana al encontrase con su antigua suegra. Y este pequeñín tan hermoso dijo lucia… Es nuestro hijo dijo Diana… Por Dios Dianita esta hermoso y tú ya eres mamá no puede ser y mira lo bien que te vez la maternidad te ha sentado muy bien mira la mujersota que estas hecha. Pude notar como esta señora miraba de arriba abajo a mi mujer recorría cada centímetro de su cuerpo, sus piernas, sus caderas ese irresistible culo enfundado en ese jean, sus grandes senos abultados dentro de su blusita se la estaba comiendo con la mirada, Diana se dio cuenta de cómo la miraba, se puso incomoda e intentando disimular le dijo… Steven y yo nos vamos a casar a finales del mes… Enserio felicitaciones. Se acercó a Diana y le dio un abrazo donde aprovecho para tratar de sentir todo el cuerpo de mi prometida apretándola fuerte estimulándose con él para después soltarla… Amor me alegro por ustedes le dijo Lucia. Diana totalmente sonrojada le respondió… Gracias doña Lucia… No me diga doña que me hace sentir vieja más bien no se olvide de enviarme una invitación… Cla claro yo no me olvido de usted y le mando la invitación… Bueno voy a estarla esperando, ahora me tengo que ir pero por que no te pasas por la casa nos ponemos al día sigo viviendo en la misma unidad ojala vinieras sola porque este par de muchachones se podrían aburrir escuchándonos hablar mejor que sea una tarde de chicas jajajaja… Si podría ser voy a ver cuándo tengo tiempo y le aviso… Ok preciosa pero no me vaya a dejar esperando eeehh, fue un gusto conocerlos son una familia preciosa y Joven se sacó la lotería con esta mujer, mi hijo que pecado que tonto fue al dejar ir una mujer así… Gracias señora si soy muy afortunado y fue un placer conocerla. Nos despedimos y seguimos cada cual por su camino no sin antes voltear a mirar y ver como Lucia mira hacia atrás y le clavaba la mirada ese buen culo que se gasta mi prometida mientras se mordía el labio inferior y continuaba su camino, quede sorprendido con esa mujer tan bien vestida toda una dama con la actitud de esa.

Al día siguiente llamo Leandro para ver si queríamos ir a nadar también invito a Fabián su esposa y su hijo quedamos en ir a la tarde así también aprovechábamos y les damos la noticia de que nos íbamos a casar, llegamos al apartamento nos recibió Leandro y Marcela su esposa junto con sus dos hijos (Felipe, Diego), Fabián, su esposa e hijo ya estaban ahí, muy acogedor el sitio quedaba en un cuarto piso con 3 habitaciones amplias la principal quedaba en el fondo de un pasillo con baño, 2 habitaciones más en el pasillo con un baño en él una sala amplia con comedor y cocina abierta muy bonito lo único malo era que no tenía ascensor, conversamos un poco les contamos la noticia de nuestra boda nos felicitaron les dijimos que pronto les enviaríamos las invitaciones, procedimos ahora si a ir a la piscina por ser semana la piscina se encontraba solo para nosotros nos pusimos nuestro traje de baño pero quien no pasó desapercibida que a pesar de usar un traje de baño enterizo negro fue el centro se atención ese traje parecía una segunda piel en su voluptuoso cuerpo resaltando sus curvas y dejando ver la suavidad de su piel pude notar como Fabián y Leandro trataban de disimular en frente de sus esposas cada vez que miraban a Diana, pese a todo nos divertimos mucho sobre todos los niños jugando en el agua por lo menos el hijo de Fabián y el nuestro abrazados de sus madres por ser aun bebes, nuestro hijo empezó a tocar las tetas de su madre buscando comida así que Diana decidió darle de comer pidió el favor a Leandro de ir al apartamento para alimentarlo aprovechar y vestir al niño de una vez, se secó un poco se enrollo la toalla en su cuerpo tomo un bolso con nuestras cosas y salió hacia el apartamento junto con Leandro que se ofreció a acompañarla para que el resto siguiera disfrutando de la piscina, sé fue descalzo sin vestirse solo con la bermuda que usaba para bañarse yo los acompañe también me fui igual que él, llegamos Leandro le ofreció la habitación principal ya que tiene baño por si quería duchar al niño yo aproveche para entrar al baño cuando salí Leandro me dijo… Steven por que no nadas un rato más aprovecha mientras Diana le da de comer al niño y lo baña… Si amor aprovecha un ratico más que yo me demoro unos 30 minutos más o menos, dijo Diana… No lo sé amor bueno voy un rato y vuelvo en 30 minutos Leandro vamos, respondí yo… Vete adelantando que yo voy a entrar al baño ya te alcanzo, dijo Leandro. El entro en el baño que quedaba en el pasillo, yo me retire pero deje la puerta abierta ya que Leandro no demoraría.

Baje los 4 piso y recordé que Diana tomo el bolso con todo lo que trajimos y necesitaba una toalla así que volví a subir entre en el apartamento pase por el pasillo donde estaba el baño se encontraba vacío como iba descalzo no hice ruido al llegar a la habitación la puerta estaba casi cerrada pero daba una buena vista al interior de ella antes de entrar mire y encontré a mi prometida con cara de preocupación su traje de baño hasta la cintura con sus grandes y preciosas tetas afuera en sus brazos mi hijo amamantándose de una de ella a su lado sentado se encontraba Leandro con una cara de degenerado y sonrisa perversa agarrando, apretando y manoseando su otra teta jugando con su bello pezón rosa que ya estaba en punta.

No Leandro que haces no ves que estoy amamantando a mi bebe… Shiiii tranquila hermosa, tranquila no te exaltes que puedes asustar al bebe además yo ya he visto como mi mujer alimentaba a mis hijos así que esto es normal… Normal esto me estas agarrando un teta y además no soy tu mujer suéltame por favor… Jejeje si ojala fueras mi mujer estas por años luz muchísimo más buena que ella y una mujer como tu merece estar llena de verga que te tengan satisfecha todo el día y yo tengo la herramienta perfecta para ti me imagino que tu prometidito no te dará la talla… Que le pasa Leandro que atrevido eres y suélteme la teta de una vez o grito… No mi amor tu no vas a gritar porque de casualidad me entere que ni tus ex novios Antonio y Adrián te daban la talla no te sabían satisfacer. Mi novia quedo con cara de confusión y yo detrás de la puerta también… A a a que te te refieres dijo Diana… Sé que eres toda una putita Dianita que a esos pobres les pusiste los cuernos más grandes que pudieran existir. Vi como Diana se puso blanca… Que que e e eso no no es cierto respondió Diana… Jajaja por que tan nerviosita mira cómo te pusiste seguro no te ponías así cuando te acostabas con tu tío o tu primo aaa y con tu papi mejor dicho padrastro o también cuando te prostituyeron. No podía ser Leandro nos escuchó la otra noche cuando estaba hablando con Antonio y Adrián, el hijo de puta se estaba aprovechando de eso, del rostro de Diana cayeron unas lágrimas y le respondió… Usted como sabe eso usted no tiene pruebas… Vez que si es cierto me lo acabas de confirmar… Por favor Leandro no le diga a nadie si, le suplicaba mi mujer… Si no sería bueno que tu prometido se enterara de la zorrita que va a tomar por esposa… No por favor Leandro yo le doy dinero si quiere… Yo no quiero tu dinero… Entonces que quiere… Lo que muchos deseamos darte bastante verga mira como me tenes. Diana miro y yo también en su entre pierna se vio un bulto que le hacía una carpa descomunal era impresionante… Por Dios Leandro que es eso… Lo que te voy a dar bonita. Yo tenía ganas de entrar a golpear al negro de mierda de Leandro pero el hecho de hacerlo haría que se descubriera todo y dejara la reputación y el nombre de la madre de mi hijo como una verdadera puta y a mí como el hombre más estúpido sobre la tierra.

Diana intento calmarse y ordenar su cabeza mientras continuaba dando de comer a nuestro hijo Leandro dejo de jugar con su teta y se paró frente a Diana con su enorme bulto frente a ella le acaricio el rostro con su mano y le dijo… Que linda eres Diana y que buena madre eres amamantando a tu hijo por eso creo que también mereces amamantarte. Acto seguido dejo caer su bermuda al suelo liberando una polla negra descomunal como nunca había visto era realmente monstruosa circuncidada totalmente depilada debía medir 28 cm con una cabeza en punta pero a medida que iba recorriendo el tronco hacia la base se iba engrosando de una forma descomunal casi como el antebrazo de un adulto alcanzando su máximo ancho en la mitad para volver adelgazarse un poco hasta la base debajo de aquella masa de carne amorfa estaban dos huevotes gigantescos un poco más grandes que un par de pelotas de golf, Diana al ver aquello se asustó… No Leandro que es eso por favor nooo… Vamos puta no seas tan grosera y despreciarme este teterito que sé que te gusta de hecho entre más grandes más te encantan además no tenemos mucho tiempo pronto vendrá tu prometido… No Leanugh glugh glugh mmnnn slurgh mmmnn. No le dio ni tiempo a responder vi como cogía a mi mujer de la parte de atrás de su cabeza y le clavaba la verga en su boquita haciendo un verdadero esfuerzo al meterse ese mastodonte negro dentro de su boca sin poder defenderse mientras en sus brazos sostenía a nuestro hijo que se alimentaba de su madre, como pudo Diana se adaptó y empezó a chuparle la verga al negro que le metía y sacaba casi la mitad del pene después se quedaba quieto y mi novia seguía chupándosela se la sacaba le pasaba la lengüita le daba lengüetazos trataba de meterle la lengüita por el huequito de la verga le chupaba la cabecita y volvía a meter y sacar esa verga dentro de su boca casi hasta la mitad Leandro solo gemia y le decía… Si Diana siii que buena eres realmente eres todo lo que escuche de ti que mamadas haces culiando debes ser una profesional mnnn siiii sigue asi… Leandro slurg glugh mnnn la tenes mmmnn glugh muy glugh grande mnnnm.

En ese momento Diana se despegó del pene del que se amamantaba y miro a su regazo nuestro hijo se despegó de su teta quedando está chorreando leche… Él bebe se quedó dormido dijo Diana… Rápido acuéstalo en la cama no tenemos mucho tiempo dijo el negro. Diana lo dejo con delicadeza en la cama mientras lo hacía quedo en cuatro dejando el culo en pompa, ofrecido totalmente expuesto Leandro no espero y le pego esa enorme verga entre las nalgas haciéndole sentir toda su hombría Diana emitió un gemido al verse sorprendida rápidamente Leandro le corrió el traje baño hacia un lado ya que este seguía a medio quitar dejando vulnerable esa concha rosadita e hinchada que tiene y sin miramientos cogió esa masa de carne que tiene por pene y se la enterró hasta la mitad gracias a la forma de estaca que tenía le fue fácil encontrar el camino Diana dio un gemido ahogado para no despertar al niño que estaba debajo de ella y miro a Leandro con los ojos llorosos… Aayy aiiiiyyy Lean dro no no no nunca en mi vida me aayyy me habían metido aauuuiii una tan grande como la tuya aayyy me estas partiendo aauuu la concha sacala por favor aaayyyy… Pero todavía no te la he metido toda mami solo va la mitad intente meterla toda pero como que se trabo en la mitad jejeje… Queee solo la mitad aauuu no no siento que me partiste por dentro ay no me metas más por favor… Ya cálmate tranquila vas a ver que después me vas a estar pidiendo que te la meta toda al principio marcela también era así ahora se mete mi verga como si nada.

Leandro puso sus piernas a cada lado de las caderas de Diana se subió sobre ella que continuaba a cuatro patas quedando los dos casi sobre mi hijo mando una mano a una de las tetas de Diana apretándola y la otra a la concha donde empezó a estimular su clítoris moviendo su mano rápida mente mi mujer empezó a gemir evitándolo hacer fuertemente para no despertar a su hijo cuando Leandro vio que ella se relajó empujo su verga clavándole la totalidad de sus 28cm de gruesa carne Diana no pudo contener el grito haciendo que nuestro hijo despertara siendo lo primero que ve el rostro de su madre aguantando un gesto de dolor y pegado junto a el rostro negro lleno de satisfacción de Leandro el cual le regalaba una sonrisa… Hola bebe te gusta lo que vez si cierto que si mira a tu linda mami está haciendo muy feliz a tu tío Leandro como esta de buena tu mami siii le decía Leandro a mi pobre bebe. El que no entendía y no se daba cuenta que se le estaban cogiendo a su madre frente a sus narices de repente empecé a escuchar gemidos de Diana ya no de dolor sino de placer… Siiii miii amooor tu mami aaahhh estaaa aahhh es ta haciendo aaahhh fe liz aaa tu tio mmnnn Le an dro y tu comooo ni ño buuueenoo aaahhh no le vas aaahhh decir aaa papiiii mmmnn siiii. Yo escuchaba horrorizado lo que su madre le decía a nuestro hijo de 10 meses con una tremenda erección en mi bermuda mientras Leandro le seguía metiendo y sacando media verga de las entrañas a mi mujer la cual tenía la vagina totalmente estirada.

Leandro se irguió dejando a Diana todavía en cuatro aun con toda la verga adentro la tomo de sus caderas y empezó a bombearla sacando casi toda la verga y volviéndosela a meter entera Diana empezó a gemir ya sin importarle nuestro hijo que la miraba con curiosidad y veía como sus enormes tetas llenas de su lechita se movían hacia adelante y hacia atrás la culeada cogió un buen ritmo y ambos empezaron a sudar Diana continuaba gimiendo y regalándole sonrisas y caritas de placer a nuestro bebe después el negro de mierda le dejo clavada toda la polla a mi mujer se inclinó agarrándola de sus enormes tetas y halándola de ellas la levanto quedando ambos arrodillados con la espalda de Diana pegada al pecho de Leandro y sus rostros uno al lado del otro, mi hijo quedo con una visión completa de su madre arrodillada con sus piernas un poco abiertas con la verga enorme de un negro abriéndole la chochita a mas no poder con sus tetas paradas y los pezones brotados botando algunas góticas de leche mientras un par de manos negras se las apretaba y sobaba, mi pobre hijo era testigo de la infidelidad de su madre sin saberlo la miraba con curiosidad e inocencia totalmente concentrado al ver a su madre haciendo algo que nunca la había visto hacer mientras Leandro le seguía percutiendo su enorme polla… Leandro el niño mmnnn nos esta aaahh viendo aahhmmnn esta viendoooo to do aahh puede ser malo aaahh para eeelll… No mamasota ya verás aahhh que así aprende como tratar mmnnn a una verdadera hembra porque de su papá no va aprender nada uuufff perraa. Luego Diana inclino su rostro buscando los labios de Leandro y empezaron besarse suavemente juntando sus lenguas mientras mi mujer se movía para penetrarse la gruesa verga de su actual amante… Ojala mmnn aprenda mmmnn bien no como su padre, decía Diana mientras se besaban, mi hijo solo los veía y veía como besaba de la manera más sensual a un hombre que no era su padre.

Leandro le saco la verga de golpe ocasionándole a Diana un gemido profundo la tiro en la cama a lo ancho le termino de sacar el traje de baño lo lanzo al suelo y le dijo tenemos que acabar rápido le abrió las piernas y le empezó abrir la concha con su gorda y larga verga Diana dio un gemido largo mordiendo su labio inferior sonriendo de placer y empezaron un mete y saca a toda velocidad mi prometida gemía y gemía sin importarle nada ni su hijo ya que la cama se mecía con el encima de ella las enormes gordas y lecheras tetas de mi mujer se movían sin control de la manera más obscena y provocativas, Leandro no aguanto las cogió con sus manos y las empezó a chupar y a chupar con fuerza pasaba de una a otra hasta que se quedó pegado de su teta derecha succionándola podía ver como se la estiraba también note como tragaba, la estaba ordeñando sacándole la leche de mi hijo se la estaba tomando toda… Aaahhh si dame duro aaaahh siiiii sácame todaaaa la lecheeee aaaaahh siiii. Vi como mi mujer mi prometida mi futura esposa se convulsionaba se le volteaban los ojos quedando casi en blanco en ese momento Leandro libero su boca de la enorme teta de mi mujer quedando esta enrojecida con la marca de un fuerte chupetón en su pezón, brotado en punta botando leche materna… Aaahhh putaaa me vengoooo me vengooo me estas apretando la vergaaa puton como me ordeñas toma toda mi lechitaaa aaahhh. Pude ver como esos enormes huevos se contraían con cada lechazo que le daba a mi prometida podía ver los espasmos de esa enorme y gorda verga dentro de la concha pulposa y totalmente abierta de mi mujer y como los fluidos de ella y Leandro combinados brotaban de entre ellos, viendo los movimientos de los huevos de Leandro conté 8 lechazos que le surtió a mi mujer directos en su útero y por cómo le chorreaba la vagina a mi prometida eran abundantes.

Leandro le saco la poya toda morcillona totalmente untada de fluidos se la puso en la cara a mi novia que estaba toda ida sin saber lo que pasaba se la metió a la boca y se la restregó por toda la cara dejándole su bella carita toda untada, babosa llena de semen y fluidos vaginales luego la levanto y le dio una fuerte nalgada dejándole toda su nalgota izquierda colorada haciéndola reaccionar y gritar… Vamos puton arréglate rápido que ya van a venir ya pasaron 25 minutos dijo Leandro… Aaayyy Leandro usted es un bruto animal mire todo lo que me hizo y me va aquedar la nalga toda roja, usted se aprovechó de mi… Jajaja si claro mamita creo que no lo disfrutaste jajajaja… Que estúpido eres tuve que hacerlo me chantajeaste ya tuvo lo que quiso esto no va a volver a pasar… Que no va a volver a pasar jejeje no lo creo y tenía que aprovechar desde que te conocí te tenía unas ganas lástima que no me pusiste atención antes hubieras podido disfrutar más de mi verga jajaja… Ummm de haber sabido que tenías esa vergota tal vez la historia hubiera sido diferente jijiji… Bueno arréglate que ya van a venir… No pero marcela se va a enterar mira como quedo la cama con manchas de leche, semen, y mis fluidos… Tranquila yo le invento algo no te preocupes mejor báñate que estas toda sudada y con la cara llena de semen y fluidos como buena perra jajajaja… A tan tonto me voy a bañar con el niño mientras tú vas y los distraes uno minutos más… Ok dijo Leandro.

Yo detrás de la puerta con una erección que me dolía y con el corazón partido con una sensación extraña en mi cuerpo de amor decepción y una excitación extrema que se me salía por todo el cuerpo salí lo más rápido que pude mientras Diana recogía al niño en sus brazos con su rostro untado de semen tomaba el bolso entraba al baño y Leandro buscaba su bermuda y se la ponía, al llegar a la escalera entre el segundo y tercer piso no me aguante me saque la verga y me hice una paja no dure ni 5 segundos y en una esquina contra la pared me vine a chorros 5 trallazos con abundante semen quedaron en esa esquina chorreando hacia el suelo me guarde el pene y fui a la piscina donde me preguntaron por Diana y Leandro les mentí diciendo que nos quedamos hablando de cosas de la maternidad esperando que no hicieran más preguntas y gracias a Dios así fue a los 5 minutos llego Leandro muy feliz y mirándome como si se burlara de mí y cada vez que lo hacía me sentía humillado e impotente, nos sentamos en unas mesitas a hablar el tomo al pequeño Dieguito lo sentó en su regazo, mientras hablábamos de cualquier cosa yo por dentro repasaba lo ocurrido y maldecía al maldito negro quien me miraba con si hijo menor encima abrazándolo de su barriga y regalándome la sonrisa más falsa que me han podido dar en mi vida, pasados 10 minutos Fabián y su esposa decidieron que se iban a ir así que nos levantamos de la mesa para dirigirnos al apartamento cuando Leandro bajo a su hijo de su regazo pude notar un bulto debajo de su bermuda su verga estaba algo morcillona él se dio cuenta que le estaba viendo me miro a la cara y se rio silenciosamente para continuar camino hacia el apartamento.

Llegamos al apartamento la habitación principal estaba con la puerta cerrada así que Leandro les ofreció a Fabián y a su esposa una habitación de uno de sus hijos para que se cambiara mientras tanto espere a que saliera Diana 5 minutos después Fabián y su esposa ya se habían vestido y se estaban despidiendo al rato se abrió la puerta de la habitación principal nos acercamos todos a ella salía Diana totalmente bañada con su cabello húmedo suelto y vestida con un jean y una blusita azul ceñida al cuerpo y el niño en brazos me dio un besito en los labios y me dijo… Hola amor que tal la pasaste… Bien y que tal tu baño respondí… Relajante ya quede bien limpiecita jejeje y el niño también. Decía eso mientras le daba una fugaz mirada a Leandro y se reía… bueno aprovecha báñate y arréglate para irnos… No creo que solo me visto y en la casa me baño… Bueno la ropa está en el bolso sobre la cama al mirar todos Marcela se percató de unas manchas de humedad y otras blanquecinas sobre los tendidos y pregunto… que paso aquí. Diana se puso nerviosa no sabía que responder en eso intervino Leandro… No amor lo que pasa es que Diana me conto que tuvo un accidente con el niño ya sabes mientras le daba de comer se le rego un poco de leche y de repeso cuando le estaba sacando los gasecitos se vomito un poquito por eso ese manchón yo le dije que no se preocupara que yo lavaba eso… Ay si perdón Marcela que pena contigo mira si quieres yo pago la lavandería dijo Diana… se vomito un poquito ese manchón esta como grande, pero no tranquila no te preocupes eso se quita fácil es solo leche y además ya mi esposito se ofreció a lavarla jejejeje dijo Marcela. En mi mente solo pensaba si supiera que ese manchón es pura leche de su marido no se estaría riendo.

Me dejaron ahí me vestí rápido nos despedimos y nos fuimos a casa de los suegros que es donde nos estábamos quedando Diana se comportó conmigo como si nada pendiente de mí, del bebe se le veía muy animada aunque lograba notar que al sentarse tenía cierta incomodidad, llego la noche se acurruco en mi pecho y se quedó dormida yo cerré los ojos y pensé por fin termino este maldito día mañana será uno mejor… espero.

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Relato erótico: “La Fábrica (32)” (POR MARTINA LEMMI)

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JEFAS PORTADA2LA FÁBRICA 31

Sin títuloLas fichas me cayeron todas juntas. ¡Con razón me sonaba haber oído previamente ese nombre de labios de Evelyn! Ahora recordaba perfectamente que ella la había mencionado aquel día en la oficina de Luis, justo unos momentos antes de dar media vuelta y renunciar. Conque ésa era la chica… No sé por qué, pero no la había imaginado tan joven. Sus ojos, ahora que ella sabía quién era yo, brillaban de un modo especial… y en ese brillo descubrí una mezcla de sentimientos y sensaciones que iban desde la incredulidad hasta la alegría, pero una alegría sádicamente perversa, difícil de definir; por un momento me hizo acordar a Rocío, pero a la vez había algo distinto en Mica: como si dentro de ella anidaran mil resentimientos pugnando por salir a la luz; y yo, sin comerla ni beberla, era, de algún modo, el blanco de buena parte de esos resentimientos desde el momento en que, en definitiva, me había quedado con el puesto que antes había sido suyo.

Durante unos segundos se quedó mirándome sin decir palabra y ello produjo en mí un efecto intimidatorio. Era como si estuviera ordenando sus pensamientos y tratando de ubicar en el justo contexto lo que su amiga acababa de decirle acerca de mí; y en la medida en su mente parecía ir poniendo las piezas en su lugar, su semblante se iba transformando, al punto que una sonrisa iba tomando forma y ampliándose cada vez más en la medida en que las comisuras se le iban estirando: y en esa sonrisa, por alguna razón… sólo vi maldad. Volví a bajar la mirada, envuelta en una mezcla de terror y vergüenza.

“No… te lo puedo creer – comenzó a repetir Mica, terminando así con su silencio -. ¡No te lo puedo creer! No, no, Evelyn, me estás jodiendo…”

“¿Jodiéndote en qué, boluda? ¡Es ella, te estoy diciendo! ¡Es Sole! ¡Nadita!”

Aun sin verla, pude percibir claramente que Mica, sin levantarse del sofá, se inclinaba un poco hacia mí. Sus dedos se deslizaron por entre mis cabellos y me rozaron la nuca para terminar descubriendo el collar que yo llevaba al cuello. Tironeó del mismo de tal forma que me vi obligada a levantar la cabeza y mirarla nuevamente. Sus ojos, de todas formas, no estaban ya fijos en los míos sino en el collar que, de pronto, parecía haber acaparado su atención. Lo rodeó deslizando sus dedos por sobre el material casi como si lo acariciase.

“¿Y esto? – preguntó, extrañada -. ¿Fue idea tuya, Eve?”

“No, de Ro” – le respondió la colorada, con un deje divertido en su voz.

Mica alzó las cejas y sus hombros se sacudieron ligeramente, como impactada por la respuesta; no dejó de sonreír, sin embargo.

“¿Ro? Mirá vos… ¿Qué le pasó a esa chica?”

“Je, está irreconocible – rió Evelyn -. De pronto ha pasado a ser la más degenerada de las hijas de puta”

“¿De quién habrá aprendido, no?” – rio Mica.

“Ja, no sé. No me hago cargo de todo – respondió Evelyn dirigiendo la mirada hacia el techo y poniendo las palmas hacia arriba -. Yo seré perversa, pero esa guacha me está ganando. Se le ocurren cosas que hasta a mí me dan miedo…”

De pronto sentí un tintineo metálico bajo mi barbilla y no fue difícil adivinar que Mica había descubierto la anilla del collar y jugueteaba con ésta.

“Esto es para colocar un mosquetón… una correa o cadena…” – dijo, despaciosamente, mientras un helor me recorría de arriba abajo la columna vertebral al tratar de adivinar qué podría llegar a estar tramando.

“¡Tengo cadena! – enfatizó Evelyn con entusiasmo y, casi de inmediato, se puso en pie para ir hacia el sillón sobre el cual arrojara la cadena algún momento antes -. ¿Te la alcanzo?”

Mica, esta vez sí, me miró más decididamente… y todo su rostro pareció verse contagiado por la sádica sonrisa que sus labios lucían. Asintió ligeramente con la cabeza antes de responder:

“Por favor, Eve…”

Casi ni terminó de responder que Evelyn estaba a su lado tendiéndole la cadena. No hacía falta mucha percepción para darse cuenta de lo mucho que la colorada estaba disfrutando el entregarme a Mica prácticamente en bandeja. De todas formas, yo no llegaba a entender por qué debía sentirme tan atemorizada o preocupada: yo no le había hecho nada a esa muchacha a quien ni siquiera conocía pero, claro, había que ver cómo lo veía ella. Siempre con sus ojos clavados en los míos, tomó la cadena entre sus manos y rápidamente calzó el mosquetón a la anilla. Apenas lo hizo, tiró con fuerza de la cadena, tanto que se me vencieron los codos y casi caí de bruces contra las rodillas de Mica.

“Eve… – dijo ella de pronto, siempre en ese tono calmo y pausado que a mí, sin embargo, se me antojaba como siniestramente frío y calculador -. ¿Por qué no te traés algo para tomar y picar?”

“Ah… – contestó Evelyn -, pero es que eso era justamente lo que estaba por pedirle a nadita que hiciera”

“Ya habrá tiempo de que nos atienda como corresponde – dictaminó Mica -, pero ahora, si no te jode, me gustaría hablar en privado un par de cosillas con… nadita”

Evelyn la miró con cierta sorpresa y abrió grandes los ojos pero, enseguida, partió hacia la cocina haciendo así caso al pedido de su amiga: era raro verla acatar lo que otro disponía; estaba más que evidente que la ansiedad por entregarme a los perversos sentimientos de venganza de su amiga podía más que su ego. Y lo más increíble del asunto fue que me sentí terriblemente desvalida y desprotegida cuando ella se fue; hubiera preferido mil veces que me enviasen a la cocina aun cuando ello implicara como inevitable corolario la humillación de tener que servir a aquella chiquilla. No estando Evelyn allí, yo sentía que Mica perdía toda inhibición y límites, en caso de tenerlos. Y en efecto, como para comenzar a confirmar mis suposiciones, apenas su amiga salió de la sala, la jovencita volvió a jalar de la cadena obligándome a mirarla a los ojos.

“¿Evelyn te habló de mí?” – preguntó, de sopetón.

Yo temblaba de manera descontrolada; se me hacía difícil hablar, pero conseguí, trabajosamente, hacerlo:

“M… muy poco, s… señorita M… Micaela; casi nada. Alg… una vez la m… mencionó, sí, p… pero…”

“A mí sí me habló mucho de vos” – me interrumpió ella, sacudiendo la cabeza y los ojos tal como lo haría un psicópata. Yo no podía más de terror: aunque la temperatura era confortable y el ambiente plácido en esa casa, un intenso frío me recorrió todo el cuerpo, potenciado por mi desnudez. Miré nerviosamente de costado para ver si había noticias del regreso de Evelyn, pero apenas intenté girar el cuello, Mica volvió a jalar de la cadena para volver a captar mi atención.

“¿Y sabés que me contó?” – preguntó, levantando sugerentemente una ceja y ladeando ligeramente el rostro para mirarme de soslayo.

Negué con la cabeza; quería responder, pero era tanto el miedo que mi lengua estaba cada vez más aterida, paralizada.

“Me dijo que te anduviste dejando coger por todo el mundo adentro de esa fábrica – continuó, sin esperar mi respuesta -. ¿Es eso cierto?”

La pregunta, desde luego, era capciosa y malévola, al punto que ni siquiera era posible dar una respuesta acabada o definitiva. Por eso mismo fue que vacilé: no sabía qué ni cómo contestar. A Mica, sin embargo, poco parecían importarle mis posibles respuestas y, de hecho, ni siquiera se preocupaba en esperarlas: aunque lo presentara en forma de diálogo, lo suyo era un interrogatorio al cual me estaba sometiendo; y más que interrogatorio, podría decirse monólogo.

“Te cogió el asqueroso de Hugo – continuó ella, en tono lacerante, como si sintiese repulsión pero a la vez disfrutara de enterrarme cada palabra como una daga -: y en tu propia fiesta de casamiento. Y ya le venías lamiendo el culo y chupándole el pito en la fábrica. ¿Es eso cierto?”

Una angustia indecible se apoderó de mí: mi cuerpo, que ya para entonces era un tembladeral sin control; las lágrimas acudieron nuevamente a mis ojos, tal como lo hicieran minutos antes al verme acorralada por Evelyn: los cerré, pero ella jaló con fuerza de la cadena en clara orden de que los abriera nuevamente.

“¿Es cierto?” – insistió, ahora imprimiendo a su voz un tono de intriga que era claramente falso pues sabía de sobra la respuesta.

“S… sí – musité -; es… cierto, s… señorita Mica”

Una excesivamente histriónica expresión de horror se instaló en su rostro.

“¡Qué asco! – exclamó con desprecio -. ¡Ese cerdo de mierda! A mí me rajaron precisamente por no acceder a hacer esas cosas, ¿lo sabías?”

Negué con la cabeza.

“Pero vos no tuviste ningún problema en acceder” – sentenció con dureza, mientras su expresión viraba del horror a la repugnancia.

Yo ya ni siquiera tenía palabras. Y en caso de tenerlas, ¿qué sentido tenía que en ese contexto yo le retrucara diciendo que sí me había molestado acceder a tales degradaciones? Y aun si lo negaba, no dejaba de ser una verdad a medias, pues después de todo había sido yo quien, prácticamente, arrastrara a Hugo hasta el baño de damas para que me cogiera a gusto durante mi fiesta de casamiento. Y pensar que, en ese momento, yo creía estarle pasando factura a Daniel por su affaire con Floriana. Qué tonta e ilusa había sido: lo único que había logrado era hundirme todavía más en mi pozo de degradación y, de hecho, estaba siendo ahora víctima de que esa chiquilla insolente a quien ni siquiera conocía, me refregase en la cara lo indecente de mi comportamiento. No sabía qué me dolía más: si lo ponzoñoso de las palabras de Mica o el hecho de que, en parte, tuviera razón. A ella, por supuesto, seguía sin importarle demasiado si yo hablaba o no.

“Y en esa fiesta también te cogió el pajero de mierda de Luis, ¿eso es verdad también?” – volvió a la carga, con la misma dosis de veneno en su lengua.

Quería morirme: era para mí la peor ignominia el tener que admitir tales cosas de mi reciente pasado; de hecho, y haciendo memoria sobre el asunto que Mica traía a colación, también en ese caso había sido yo la que impeliera a Luis a cogerme en el baño.

“S… sí, señorita Micaela” – asentí, sollozando.

Abrió aun más grandes los ojos y frunció la boca mientras asentía varias veces fingiendo sorpresa.

“¿Y tu esposo por dónde andaba en ese momento?” – preguntó, incisiva.

“P… pues andaba… por ahí” – balbuceé, de manera entrecortada y tragando saliva varias veces.

“¡Esto sí que es grande! – exclamó Mica con impostada admiración -. ¿Y es verdad que también te cogió un cliente al cual le hiciste una venta? ¿Un tal… hmm… In…?”

“Inchausti” – le confirmé ante lo que ya para esa altura era ineludible. No podía creer que hasta eso le hubiera contado Evelyn.

“¡Eso sí, Inchausti! ¡Es verdad entonces! Y, decime una cosa… ¿ también te cogió el sereno de la fábrica? ¿El retardado ése? ¿Cómo era que se llamaba?”

“Milo…” – dije, con resignación.

“Cierto, Milo; hay que tener estómago eh… En fin… ¿y alguien más?”

Yo ya no sabía qué decir y, a decir verdad, hasta comenzaba a fallarme la memoria y ni siquiera era capaz de recordar por mí misma cuántos me habían cogido desde que había entrado a trabajar en la fábrica. El hecho de que no lograra llevar la cuenta era otra feroz bofetada contra la dignidad que alguna vez creía haber tenido.

“Dos strippers, tengo entendido” – indagó Mica, cada vez más incisiva y lacerante. Una vez más, la muy hija de puta confirmaba que ya sabía de antemano las respuestas.

“S… sí, señorita Micaela – musité -. En realidad… uno por la vagina y el otro… por la cola”

Idiota de mí. ¿Tenía necesidad de aclarar eso? ¿Por qué lo hice? ¿Acaso suponía que lavaba en parte mi prontuario el hecho de que uno de ambos me hubiera cogido por el culo y no por mi sexo?

“Ah, veo que tenés servicio completo – se mofó Mica con un revoleo de ojos -; sos de las que entregan también por detrás; muy poquitas lo hacen, eh: ya hay que ser muy puta para eso. Definitivamente, estoy viendo que yo no tenía la más mínima chance de retener ese puesto laboral: ninguna posibilidad de competir. ¿Alguien más?”

¡Competir! ¡Dios! ¿En qué momento había existido una competencia entre ambas? Tenía ganas de gritar, de decirle que, en definitiva, yo había entrado a trabajar en la fábrica cuando ella ya no formaba parte del personal y, como tal, no existió nunca una “competencia” entre ambas. ¿Tan obtusa podía ser la mente de esa jovencita para pensar que sí o, sencillamente, sabía bien que no había sido de ese modo pero, aun así, necesitaba resarcir de algún modo su dañado orgullo?

“También un policía – irrumpió en ese momento una voz, a la cual rápidamente reconocí como de Evelyn; en parte me alegró el hecho de saberla de regreso, pero por otro lado su llegada se producía justo a tiempo para agregar un tipo más a mi humillante lista -. Eso fue hoy mismo, en la comisaría”

Mica abrió su boca cuán grande era, al igual que sus ojos.

“¿Un policía? – aulló -. ¿Es eso cierto, nadita?”

“Y también un vendedor de pochoclo de la plaza – agregó Evelyn mientras depositaba una bandeja sobre una mesa ratona -. Le hizo el culo… y delante de su esposo, que nunca se dio por enterado”

“¡Wow! ¡Esto está para el Guiness! – exclamó Mica, mirándome con gesto de perplejidad -. Ahora entiendo por qué me rajaron de ese puesto y te lo ofrecieron a vos: ¡imposible encontrar una mina tan fácil, tan puta! ¡Qué inmunda! ¡Das asco!”

Coronó sus palabras arrojándome un escupitajo en mi rostro, el cual traté de asimilar de la mejor manera posible. Demás está decir que no reaccioné y, a decir verdad, la saliva corriendo por mi cara no era en ese momento lo peor que podía pasarme. Yo sólo deseaba que el tema se desviase de alguna forma. Irónicamente, una vez más, mis esperanzas se depositaban en Evelyn: ojalá se le ocurriese cambiar abruptamente de tema. Y lo hizo… sólo que no del modo en que yo esperaba.

“¿Y te mostró lo que tiene detrás?” – preguntó, en tono divertido.

Maldito mi deseo de que Evelyn cambiara el tema… Más humillaciones. Más vergüenza. Más deseo de no estar allí…

“Hmm, no – respondió Mica, con gesto intrigado y echando atrás los hombros -. ¿Qué es lo que tenés detrás, nadita?”

“Mostrale” – me ordenó Evelyn, casi con indiferencia y mientras destapaba una cerveza.

Resignada y sabiendo que ya no tenía ningún sentido seguir tratando de aparecer como un ser humano con algo de dignidad, supe que no me quedaba más camino que girarme. Mica aflojó la tensión de la cadena para permitírmelo y, así, sobre palmas y rodillas, fui dándome la vuelta sobre la alfombra hasta enseñarle mi trasero.

“¿Qué es eso?” – aulló la joven, esta vez sin nada de impostura: su sorpresa era real.

Juro que deseé morir. Lo que ella estaba viendo en ese momento no era otra cosa que el consolador enterrado en mi cola.

“Otra de las depravadas ocurrencias de Ro” – explicó Evelyn para, inmediatamente, pasar a exponer con todo detalle el funcionamiento del aparatito, lo cual provocó en Mica reiteradas exclamaciones de asombro e incredulidad.

“¿Vos… decís que con una llave se expande?” – preguntó, como tratando de asimilar el dato.

“Por supuesto, hacé la prueba” – respondió su amiga y deduje que, obviamente, le estaría entregando la llave que expandía o contraía el consolador.

Como si hiciera falta algo para confirmar mi suposición, pude enseguida sentir el objeto agrandarse dentro de mí mientras mi cuerpo se retorcía de dolor. Los codos volvieron a vencérseme y mi rostro cayó pesadamente contra la alfombra.

“¡No te puedo creer! – exclamó Mica, rebosante de alegría -. ¡Esto es lo más! ¡Esta Rocío es un genio!”

Trabajosamente, me volví a incorporar sobre las palmas de mis manos hasta volver a colocarme a cuatro patas. Luego del alivio momentáneo que me había significado el que Evelyn tuviera la deferencia de comprimirlo, ahora volvía a sentir el consolador dilatado dentro de mí y la primera sensación era fatal: parecía increíble que antes lo hubiera llevado durante tanto rato con la llave girada en tal posición. Mica volvió a tironear de la cadena, lo cual me obligó a levantar la vista hacia el techo, siempre teniéndola a ella a mis espaldas. Me tomó por los cabellos; se estaba desatando y dando cada vez más rienda suelta a sus instintos más perversos y a sus deseos de “venganza”. ¿Venganza? ¡Dios! ¿Venganza de qué si yo nada le había hecho? En su mente, resentida y enferma, a ella la habían despedido de la fábrica por no acceder a cosas que yo sí; lo peor de todo era que, quizás, en algún punto, tenía razón.

“Te gusta, putita; ¿cierto que sí? – me dijo en un tono que mezclaba revanchismo y sorna; la sentí tan cerca de mi oído que deduje que tal vez se hubiera arrodillado por detrás de mí o bien acercado de alguna manera -. Te gusta que te metan cosas por el culo, ¿verdad? Si es la pija de un stripper, la de un vendedor de pochoclo o un aparatito es lo menos, ¿no? Lo que querés es tener siempre el culito bien atendido, ¿no es así?”

No me daba ninguna chance de responder a las preguntas que me hacía, ya que me zamarreaba por los cabellos una y otra vez haciendo que mi cabeza fuera alternadamente hacia adelante y hacia atrás tal como si asintiera; yo sólo conseguía emitir algún que otro quejido de dolor como consecuencia tanto del dolor que el objeto en mi cola provocaba como de la fuerza que Evelyn no escatimaba al zamarrearme.

“La verdad que este aparatito es genial – insistió; su voz se alejó algo de mi oído, por lo cual inferí que debía estarle hablando a Evelyn -… Una brillante adquisición de Ro…”

“Sí – convino Evelyn -; de hecho, la idea era dejárselo en forma provisoria, pero… no sé”

“¿Provisoria por qué? Lo lleva muy bien puesto…”

“Je, sí, es que… con Rocío le habíamos colocado otro y la muy estúpida lo perdió” – recalcó con especial énfasis el epíteto que bien sabía que remitía a Rocío y a las sensaciones que yo misma, instantes antes, había admitido que el insulto me provocaba; si la zorra buscó calentarme, lo logró: sentí mi sexo humedecerse.

“¿Cómo que lo perdió?” – rugió Mica volviendo a tironear de mis cabellos.

“En realidad se lo quitó” – respondió la colorada.

“¿Es verdad eso?” – bramó Mica, una vez más contra mi oído.

“S… sí, señorita M… Micaela: es v… verdad; m… me lo quité” – balbuceé como pude, de manera entrecortada.

“¿Y en dónde está?” – preguntó la joven.

Se produjo un silencio, pues yo aún no había mencionado el hecho de que el consolador pudiese estar en manos del nuevo sereno.

“No lo sé – contestó Evelyn, con aire de indiferencia -. Supongo que en la fábrica, pero… habría que preguntarle a nadita”

“¿Dónde está?” – volvió a rugir Mica, zamarreándome por los cabellos una vez más. Mi cabeza iba hacia adelante y hacia atrás como un adefesio.

“E… en la f… fábrica, supongo, señorita M… Mica” – respondí, a la primera pausa que hizo en el zamarreo.

“¿Supongo? ¿Qué querés decir con eso? ¿Sos estúpida o te hacés? ¿Está en la fábrica o no?”

Ahora era Mica, totalmente desconocedora de mi historia personal en relación a lo que me pasaba con ese calificativo cada vez que me lo decía Rocío, quien acababa de llamarme “estúpida”: la excitación volvió a mí…

“Es que… lo tenía el sereno”

“¿Sereno? ¿De qué hablás? ¿Milo? ¿Acaso no lo echaron?”

“Sí – le confirmó Evelyn -. En efecto, fue despedido. Nadita, no te referirás al nuevo, ¿no?”

“Sí, s… señorita Evelyn: el nuevo sereno es quien tenía el consolador la última vez que lo vi”

“Aaah bueeeenoooo – espetó a viva voz Mica -. ¿Te bajaste también al sereno nuevo? ¿No te alcanzó con el anterior? ¿Querías más pija?”

“Ahora voy entendiendo – agregó Evelyn con voz queda -: nadita se quitó el consolador para que…”

“El nuevo sereno le rompiera el culo” – completó Mica.

¡Dios! No podía dejar que siguieran sacando conclusiones equivocadas; ya bastante denigrada había sido yo como para que, además, cargara con culpas que no tenía. Quizás debí quedarme callada, pero no pude; me salió del alma:

“¡No! – exclamé, en lo que era casi un sollozo gritado -. ¡No fue así! Yo…”

No pude terminar la frase. La palma de una mano abierta me llegó de costado y se estampó contra mi mejilla con una fuerza que ni a Evelyn le había conocido. Otra vez las manos volvieron a vencérseme y mi boca besó la alfombra.

“¡Silencio, puta! – bramó Mica -. ¡Nadie te autorizó a hablar y, de hecho, nadie te preguntó nada! ¿O sí?”

Yo tardaba en contestar pues el dolor me escocía la mandíbula; ello impacientó a Mica, quien volvió a golpearme con fuerza, pero esta vez sobre una nalga: caí de costado.

“N… no, señorita Mica… ela: n… nadie me preguntó nada” – balbuceé, haciendo grandes esfuerzos para que las palabras pudieran brotar de mi garganta.

“Entonces silencio – dijo, de manera cortante -; y volvamos al tema: habíamos quedado entonces en que el sereno se quedó con el consolador después de que te lo quitaste para que te rompiera el culo…”

“Mañana mismo vas a tener que ir a reclamárselo, nadita” – se interpuso Evelyn, quien había pasado a un insólito segundo plano pero cuando intervenía hacía valer su autoridad… y también su sadismo.

Mi rostro enrojeció. ¿Ir en busca del sereno y pedirle que me devolviera el consolador? ¿Se podía pensar en una humillación peor? Pero por muy degradante que fuera, yo ya sabía para esa altura que no podía contradecirlas: ni a ella ni a Mica.

“S… sí, señorita Evelyn – dije como pude y casi sin aliento -. M… mañana lo haré”

“Me parece bien – terció Mica -: es lo que corresponde pero, de todas formas, yo insisto en que no habría que removerle el consolador que lleva puesto. Éste me parece genial y sería una pena que fuera provisorio”

“Yo pensé lo mismo – confirmó Evelyn, lo cual me provocó un estremecimiento -; el otro… en fin, lo dejaré para el putito de Luchi…”

“¿Luciano? – preguntó Mica en tono de diversión -. Cierto que me contaste que ahora resulta que le gusta que le metan cosas por la colita…”

“Sí, tal cual; de hecho ya hoy pasó por la oficina y se puso caprichoso cuando supo que hoy no iba a haber aparatito para él porque, claro, en ese momento, estaba ocupado en el culo de nadita. Se puso denso pero le di un par de cachetazos y lo mandé a trabajar; fue como un perrito…”

Mica rió a más no poder y yo no paraba de sorprenderme: aun a pesar de todo lo que había visto a Luciano rebajarse ante Evelyn, era el colmo imaginarlo siendo abofeteado por ella. Qué locura; cómo había cambiado todo…

“¿Y dónde pensás hacerla dormir hoy?” – preguntó de sopetón Mica.

“Hmm… mi idea era que nadita durmiese aquí, en el sofá – respondió Evelyn algo dubitativa -, aunque de acuerdo a su condición creo que sería mejor que durmiera en la alfombra”

“Disculpame que te contradiga – replicó Mica, en lo que, a mis oídos, constituía un altísimo atrevimiento dada la jerarquía que yo, en mi mente, otorgaba a Evelyn -: de acuerdo a su condición debería dormir afuera, en la cucha de uno de los perros”

Un nuevo estremecimiento me recorrió la columna vertebral y di un respingo. Un abrupto silencio se prolongó durante algunos segundos sin que yo supiera si el mismo se debía a que Evelyn estaba evaluando la propuesta o bien a que estaba a punto de estallar al ser contradicha por su amiga; era iluso de mi parte, sin embargo, considerar la segunda posibilidad: eran, justamente, amigas; se manejaban como tales y, por lo tanto, como iguales. Yo simplemente era un objeto en manos de Evelyn, pero un objeto que ella estaba dispuesta a compartir con Mica del mismo modo que ya lo había hecho con Rocío. Las cartas estaban jugadas de tal modo que su poder sobre mí incluía el cederme gentilmente a aquellas a quienes consideraba sus amigas y que, por lo tanto, tenían igual derecho que ella a disfrutar de mí. Era raro decirlo, pero había que admitir que Evelyn era una excelente amiga…

“Sí, es buena idea… – acordó, al cabo de un momento -, pero… los perros…”

“Ellos sí pueden dormir sobre la alfombra – sugirió Mica, quien ya parecía haber pensado en todo o bien pensaba rápido y sobre la marcha -: ambos, por supuesto; si dejás a uno de ellos afuera durante la noche, lo más posible será que al otro día encuentres sólo los pedazos de nadita…”

Se me heló la sangre ante el comentario, no sólo por el contenido sino por el tono en que lo dijo: fue como si se divirtiera con la idea; como si buscara protegerme pero a la vez le produjera un sádico disfrute el pensar en la alternativa.

“Sí… – convino Evelyn, pensativa -: tenés razón; me gusta la idea. Hoy dormís afuera, nadita”

“S… sí, señorita Evelyn” – acepté sin chistar, recordando en ese momento que la colorada me había amenazado un rato antes con hacerme dormir afuera con los perros en caso de hacerla pasar un papelón ante su invitada. Por un momento se me cruzó por la cabeza que estaba faltando a su palabra, pero… no: ella no me haría dormir con los perros. Y por otra parte: ¿palabra? ¿Podía yo, llegado el caso, exigir algo al respecto?

“Bien, ya escuchaste – me dijo Mica volviendo a acercar su boca a mi oído -. Ahora vamos a tener un momento de diversión con vos…”

Otra vez el temblor se apoderó de mis huesos. ¿No se estaban ya divirtiendo lo suficiente al usar y disponer de mí como un objeto sin poder de decisión alguno? Parecía ser que no. Mica volvió a tomarme por los cabellos y me hizo llevar la cabeza hacia atrás hasta que quedé prácticamente mirando hacia el techo y fue entonces cuando su rostro, lleno de revancha y resentimiento, se ubicó por encima del mío.

“¿Sabés una cosa? – preguntó; su mirada extraviada volvía a verse psicótica -: aunque no lo puedas creer, durante todo este tiempo pensé mucho en vos. Desde que me echaron de la fábrica y Eve me contó que habían tomado una chica nueva, no hice más que pensar en si se trataría de una putita que fuera a ceder ante las pervertidas asquerosidades de Hugo o de Luis. Finalmente, y por lo que ella me contó, parece ser que sí. ¿Y sabés qué? Mi odio aumentó cada día, cada noche: sin conocerte, imaginé cómo sería tu rostro… y te imaginé así de trola, así de puta: una lacra viviente. Y sólo pensaba en la cantidad de cosas que te haría si te tuviera a mano. ¡Qué sorpresas gratas nos depara el destino a veces! ¿Verdad?”

Mientras mi terror seguía en aumento, bebió un trago del pico de la botella de cerveza que había traído Evelyn. Luego volvió a mirarme; sus ojos eran ponzoña pura:

“¿Qué te pasa? – me preguntó -. ¿Por qué ese gesto compungido? Te duele el culo, ¿verdad?”

Con las lágrimas cayéndome, asentí como pude, pues ella me seguía jalando por los cabellos de tal modo de tener mi cabeza echada hacia atrás.

“¿Te gustaría que te lo quitáramos por un rato?” – me preguntó, suavizando de repente el tono.

Debí haber desconfiado de la pregunta; el odio visceral que acababa de mostrar hacia mí con sus anteriores palabras no cuadraba en absoluto con el hecho de que, ahora, se propusiera conceder algún alivio a mi maltratada cola. Pero mi desesperación era tanta que la ingenuidad pudo más que la realidad.

“S… sí, señorita Mic… aela; me g… gustaría” – musité.

“Ajá, pero sabés que eso depende de lo que nosotras decidamos, ¿no?”

“S… sí, señorita Micaela, lo sé”

“Bien, entonces yo diría que si realmente querés que te lo quitemos por algún rato, vas a tener que pedir por favor”

Claro: allí estaba la clave. La muy desgraciada podía concederme un rato de alivio pero ello iba a valerme una nueva humillación, así que cerré los ojos, tragué saliva y haciendo de tripas corazón, imploré tal como ella pretendía:

“S… señorita Micaela; l… le r… ruego p… por favor que me q… quite el consolador de la cola p… por un m… momento…”

Como respuesta recibí un fuerte tirón de mis cabellos al punto que pensé que se me iba a quebrar la nuca.

“¡Somos dos! – me refrendó, acercando tanto su rostro al mío que pude sentir las gotitas de saliva impactándome -. ¡A las dos nos tenés que pedir!”

Volví a tragar saliva; mi voz era un hilillo y cada vez me costaba más sacar un sonido de mi garganta. Así y todo, me las arreglé para hacerlo:

“S… señorita Evelyn, señorita M… Micaela; les r… ruego por favor que me quiten p… por un momento el consolador de la cola”

Pude ver que sus músculos faciales se relajaban, de lo cual inferí que el tono de mi súplica le había, esta vez, conformado. Apuró un nuevo trago de la botella.

“Terminemos esta botella rápido – dijo, de pronto y hablándole a su amiga -; no veo la hora de sacarle eso y meterle esta botella por el culo”

CONTINUARÁ

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte12” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Al día siguiente fuimos con el padre para el curso prematrimonial en la mañana después a realizar los preparativos para la boda recoger las invitaciones para empezarlas a enviar buscar sitios para la recepción y así se pasó el día al siguiente día tocaba la mismas rutina el curso y más preparativos para la boda mientras estábamos en el curso sonó el teléfono de Diana se disculpó un momento con el padre y contesto…. Hola buen día…. Doña Lucia hola como a estado…. Si yo bien mi novio y mi niño bien jejeje…. Si, si estoy ocupada es que estoy en el curso prematrimonial…. No tranquila no se preocupe…. Pero en la tarde podría sacar tiempo e ir hacerle la visita como dijo la otra vez una tarde de chicas jejeje…. Si yo voy yo me acuerdo donde es…. Por ahí a eso de las 2:30…. Si, si ahí estaré y aprovecho para entregarle la invitación a la boda…. A para que vea que si me acuerdo de usted bueno la dejo besos nos vemos pronto. Al escuchar me di cuenta que era doña Lucia su ex suegra eso me puso alerta y Diana acepto ir así que lo mejor era no dejarla ir sola con lo que ocurrió hace 2 días era mejor no arriesgar así que me agregue a la visita…. Amor vamos a ir a ver a la señora Lucia…. Aaa no amor yo voy sola hay mucho que hacer tu aprovecha y sigues con los preparativos yo solo voy a ir un momento y vuelvo. Algo en ella no me dio total confianza y con las cosas que han pasado me daba motivos para dudar pero no quería levantarles sospechas…. Ok amor yo continuo con las diligencias le respondí.

Debía asegurarme de que mi futura esposa no fuera hacer algo malo así que pensé en Adrián él podría ayudarme así que cuando tuve un momento a solas que fui al baño lo llame…. Hola Adrián…. Hola Steven como estas como van las cosas…. Eee pues ahí…. Como así que ahí…. No mira lo que pasa es que tengo un problemita resulta que tu mamá llamo a Diana para invitarla a su casa hace unos días no la encontramos en un centro comercial y le hizo la invitación…. Qué raro mamá no me dijo nada de haberlos visto…. Si y pues prácticamente la invito a ella sola dijo que para tener una tarde de chicas…. Aaa claro ya empiezo a entender pero no te preocupes lo que paso con ellas fue hace años y ya ahora todo es diferentes confía en Diana…. Este si lo que pasa es que Diana no se ha portado muy bien últimamente…. A que te refieres te engaño de nuevo…. Este sí y pues esa reunión con tu mamá no me está gustando…. Como así y como te engaño con quien…. No ahora no te puedo contar pero necesito que me ayudes…. Y como…. Simple solo está presente mientras están ellas juntas así las podrías controlar…. Y a qué horas es que quedaron de verse…. A las 2:30 pm…. Uff Steven lo veo difícil tengo una reunión de negocios acá en la empresa de mi padre y es a las 2 no se si pueda llegar…. No como así…. No pero tranquilo la reunión es a las 2 tal vez no demore mucho apenas termine salgo para la casa de mis padres y me presento de improviso…. Te lo agradecería mucho solo espero que no pase nada…. Tranquilo yo te entiendo vas a ver que no pasa nada…. Ok gracias…. Yo te llamo apenas termine la visita en la casa de mi mamá y te cuento como estuvo…. ok gracias Adrián me tengo que ir hablamos más rato…. Chao.

Terminamos el curso salimos a casa de los suegros estuvimos un rato allá almorzamos Diana dejo unos teteros para él bebe y las cosas de el listas ya a las 2:15 pm me dio un beso y se despidió de mí y el niño para ir a casa de Lucia diciéndome que trataría de no demorarse que le haría una visita corta, yo continúe en casa haciendo los preparativos para el matrimonio a eso de las 2:45 recibí un mensaje de Adrián diciendo que acababa de terminar su reunión que, qué pena no pudo terminarla antes pero que no me preocupara que ya iba para la casa de sus padres que me iba a mantener informado mandándome mensajes para que estuviera tranquilo me preocupo el hecho de que no estuviera allá pero me tranquilizo un poco saber que Adrián ya iba para allá y que me iba a estar informando así que continúe con mi tarea concentrándome en ella para no llenarme la cabeza de ideas que no me iban hacer bien y así paso el tiempo cuando me di cuenta ya habían pasado 2 hora con 30 minutos ya eran las 5pm y Adrián no me había mandado ningún mensaje ni nada así que le escribí preguntándole que había pasado dieron las 5:20pm cuando recibí un mensaje de Adrián diciéndome Steven perdón mejor nos vemos y te cuento, ahí me preocupe, me escribió que lo esperara en la tienda de la esquina de la casa de mis suegros que iba para allá que en 15 minutos llegaba espere ese tiempo y me dirigí a ese sitio cuando llegue él también lo hacía en su carro me dijo que subiera, cuando lo hice me miro preocupado diciéndome lo siento.

No puede ser Adrián dime que no paso…. Si lo que creías que iba pasar sucedió…. Lo viste y no hiciste nada…. No pude solo me quede paralizado me trajo recuerdos y solo me quede mirando…. Y que viste cuéntamelo todo…. Te lo contare rápido Diana no debe demorar en llegar a casa de tus suegros….ok.

Adrián: Al terminar la reunión me dirigí lo más rápido que pude a casa de mis padres llegue a eso de 3:30 pm tengo copia de las llaves así que entre a la unidad luego a la casa, cuando entre a ella mire la sala y no vi a nadie pero lo que si vi tirados en medio de la sala esparcidos en el suelo y el sofá fue unos jeans, una tanga blanca otra negra, una blusa blanca, un sostén junto a unos tenis además de un vestido y unos tacones que distinguí eran de mi madre todos.

Steven: no puede ser.

Adrián: y no solo eso también encontré ropa de hombre.

Steven: que quieres decir.

Adrián: si déjame te termino de contar, al ver esto sin hacer ruido subí al segundo nivel ahí empecé a escuchar ruidos que provenían de la habitación de mis padres al acercarme con cuidado escondiéndome tras el marco de la puerta pude ver a mi madre y a Diana totalmente denudas y con ellas estaba Don Javier mi vecino de 75 años totalmente desnudo la imagen era impresionante este hombre con la piel arrugada con manchas, delgado que dejaba ver sus costillas y a pesar de ello con barriga, su rostro ya más demacrado por el tiempo tenía a tu mujer con esas torneadas y provocativas piernas totalmente abiertas sosteniéndola de los tobillos, clavándole su enorme y gorda verga de 23 cm que se conservaba tal y como la recuerdo penetrándole cada centímetro a buen ritmo haciendo que las enormes y paradas tetas de tu novia se movieran violentamente, gimiendo mordiéndose el labio inferior con cara de placer en medio de la cama matrimonial de mis padres y al lado de ellos sobre la cama mi madre se encontraba arrodillada apretándose una teta con una mano y metiéndose los dedos en la concha con la otra dándose placer observando como él sudado, sensual y voluptuoso cuerpo de su ex nuera se mecía a cada pollazo que le metía ese anciano haciéndola venirse a chorros gritando por el orgasmo.

Diana le decía…. Aaahhh siiii Javier como me la metes aaahhh que buenos recuerdos ummm y que rica verga aaahhh igual que antes aaahh fue buena idea veniiiiirrrrr…. Que rica estas puta y ahora que eres mamá tienes el cuerpo más exuberante de verdadero puton, le decía Javier…. Siii que bueno que viniste Dianita mira cómo te extrañaba como estas de rica mami le decía mi madre. Para después acostarse casi encima de ella mientras Javier la seguía clavando y empezarla a besar jugando con sus lenguas apasionadamente y apretándole una teta.

Luego cambiaron de posición mi medre se acostó abriendo sus piernas tu mujer se puso encima de ella quedando en cuatro dejando pegadas sus conchitas mojadas y babeantes el viejo se puso detrás de Diana y la empezó a clavar se la enterró toda de una abriéndole su cuquita sacándole un gemido de placer al verse sorprendida la empezó a bombear con fuerza para después de un rato sacársela y clavarla por la vagina mojada de mi madre que empezó a gemir mientras eran penetradas las mujeres seguían besándose rozándose sus pezones duros en puntas estimulándose tetas con tetas y de esas masas gordas y paradas que tiene tu mujer empezaron a chorrearse y a soltar unas gotas de leche que rodaban por el cuerpo de mi madre y terminaban en la cama el viejo las iba alternando un rato le daba a tu prometida y el otro a mi madre era cómo ver la mejor película porno la habitación olía a puro sexo…. Aahhh si Javier seguinosla metiendo asiiii aaaahhh decía mi madre para después decirle a Diana, poneme ese par de tetotas que te gastas en la boca que te las quiero chupar a ver cómo esta esa lechita…. Aaaahhhh siii doña Lucia tomeeee chupelaaass bieeen que aaaahhh uuummm están aaahh mmnnn bien jugosas aaahhhyyy, le decía tu mujer. Así las tuvo Javier clavándolas disfrutando de mi madre y tu mujer como por 30 minutos mientras ellas seguían comiéndose sus bocas jugando con sus lenguas y chupándose las tetas pasado ese tiempo el viejo de crepito empezó a anunciarles que se venía le saco el pollon a mi madre y se la clavo entera a tu mujer empezándola a bombear duro y rápido…. Aaaahhh si putas me vengo, Dianita te voy a llenar esa concha tragona que tenes como regalo de bienvenida aaahhh aaahhh me vengo me vengoooo…. Aaahhh siiii siento tu leche, siento tu leche como me llena me estas llenando todaaaa aaahhhh. Pude ver como los enormes huevos del viejo se contraían mientras le surtía leche a tu prometida conté 8 lechazos y fueron abundantes porque le escurrían por la vagina a Diana mientras Javier la seguía bombeando ella tuvo un orgasmo intenso sus ojos quedaron en blanco y cayo sin fuerzas sobre mi madre la cual aprovecho para manosearla y empezarla a besar.

El viejo le saco la verga y se quedó mirando a las mujeres, mi madre aprovecho que Diana estaba semi inconsciente la voltio tirándola sobre la cama y quedando encima de ella la siguió besando, agarrándole sus enormes y parados senos cuando tu mujer reacciono correspondió a sus besos y caricias, mi madre levanto una sus piernas y se metió entre ellas quedando de tijeras pegando su vagina a la babeante, carnosa y chorreante de semen vagina de tu mujer empezándose a mover y rozarse entre ellas empezaron a gemir …. Aaahhh siiii hubiera sido divertido ser tu nuera Lucia como me das placer aaahhh…. Siii mi amor no sabes cómo te deseooo la hubiéramos pasado muy bien en familiaaa mmmnn ooohh mi hijo es un estupidooo aahhhh. El viejo solo las miraba sonriendo y con su polla toda morcilluda mostrando señales de vidas.

Las mujeres siguieron así sacándose orgasmos besándose después Diana le chupaba las tetas a mi madre un rato para después bajar y abrir sus piernas y empezar a pasarle la lengua por su vagina chupándola jugando con su clítoris haciendo gemir a mi madre y sacándole orgasmos después hicieron un 69 quedando tu mujer encima de mi madre ambas mujeres se comían las conchas que tenían al frente con verdadera gula de repente mi madre empezó a pasarle la lengua por el rosado ano de tu mujer aferrándose a cada nalgota carnuda de tu prometida abriéndolas y enterrándole la lengua metiéndola y sacándola esto la sorprendió haciéndola gemir…. Aaahhh lucia por Dios que atrevida mmmnnn ooohh aaahh. Sacando la lengua de su culo mi madre le respondió…. Lo siento mi amor es que tienes un culo tan apetecible que no me aguante pero si quieres me detengo…. Noooo por favor no pares dame lengua por el culito te lo suplico. Mi madre no la hizo esperar y le empezó a comer el culo a tu mujer ella solo gemía y como agradecimiento se empeñó en comerle bien la concha a mi madre dándole placer mi madre alternaba entre la vagina y el culo de Diana empezándole a meter los dedos por ese culote que se gasta tu mujer primero uno después dos mientras le seguía chupando la vagina metiéndole su lengua succionado su clítoris tratándolo de arrancar así estuvieron alrededor de 30 minutos hasta que al fin las dos llegaron al orgasmo quedando una encima de la otra en eso el viejo Javier se puso de rodillas en frente de Diana quien levanto su cabeza y vio la enorme polla del viejo totalmente parada desafiante y este le dijo…. miren par de putas como me pusieron…. Huy que grande y dura la tenes vos no podes dejarme ir sin que me la metas por el culo respondió Diana…. En serio bebe quieres que te encule…. Si métemela por el culo Javier, le pidió tu prometida.

El viejo fue detrás de Diana la tomo de la cadera levanto esas redondas perfectas y voluminoso par de nalgas poniendo ese culazo que tiene tu mujer en pompa con mi madre aun debajo de ella, Diana solo arqueo su espalda dejándole ese culo expuesto para el tremendo garrote que le iba a meter el viejo verde de Javier que dijo…. Qué bueno que me lo dejaste preparado lucia mi verga le va a entrar como cuchillo caliente en mantequilla…. Qué envidia como vas a disfrutar de ese culo respondió mi madre…. Que golosa eres lucia ya te comiste ese culo y aun así quieres más jajajaja…. Es que mira esta hembra es mucha mujer lo único que provoca es sexo…. Jajaja si es cierto es mucha hembra para un solo hombre o mujer jejeje pero mejor se buena y chúpame la verga que ahora me toca hacerle el culo a mí. Cuando termino de decir eso le metió ese pollon a mi madre que se lo chupo con gran maestría dejándoselo lleno de babas para después apuntar al culo de tu prometida y empezarlo a meter lentamente y sin detenerse hasta que su pelvis choco contra ese par de nalgas haciéndolas vibrar por el choque, el culo de Diana solo se abrió recibiendo a su venoso invitado que al sentirla toda adentro solo gimió ronroneando como una gatica en celo el viejo solo empezó a bombear lentamente disfrutando de cada centímetro del culo de tu prometida y ella solo paraba bien su culo disfrutando de cada centímetro de verga que le metía el viejo gimiendo pidiéndole al viejo que no parara que le gustaba como le hacia el culo, Javier mientras sodomizaba a tu mujer le pidió a mi madre que le chupara sus enormes pelotas y le comiera la concha a Diana me madre muy obediente siguió sus órdenes, Diana aprovechaba y le metía los dedos en la vagina a mi madre y así todos disfrutaban del trio que se habían montado.

A pesar de la edad el viejo Javier tenía mucha resistencia le estuvo perforando el culo a tu mujer como por media hora cambiando el ritmo unas veces rápido otras veces se la enterraba duro otras lentamente se puede decir que se gozo a tu mujer como le dio la gana ya al final le empezó a dar sin piedad duro yo solo veía como le entraba la verga del viejo a gran velocidad chocando su pelvis contra su culo haciendo que ese hermoso par de nalgas vibraran y se escuchara fuertemente un plas, plas, plas como si la estuvieran nalgueando Diana solo gemía y pedía que le diera más fuerte que le destrozara el culo Javier le anuncio que iba a acabar…. Puton ya me vengo te voy a llenar ese culazo de leche…. Siii aahhh papi lléname de leche aaahhh que me quiero ir con el culo lleno de leche para la casa aaaahhh por favooorrrr. El viejo le dio 4 empujones mientras se venía llenándole el culo a tu mujer ella mientras tanto tuvo un enorme orgasmo sus ojos se blanquearon su cuerpo empezó a convulsionar quedando tirada sobre la concha de mi madre la cual aprovecho para chupar los jugos que salían de la vagina de Diana, el viejo aprovecho y le pidió a mi madre que le limpiara la polla se la metió en su boca y ella con gran habilidad se la dejo bien limpia. Diana quedo prácticamente desmayada cuando por fin se recuperó miro el reloj y dijo hay por Dios ya es tarde le dije a Steven que no me demoraba necesito ducharme lucia lavarme el cuerpo me prestas tu baño…. Claro mi amor límpiate bien para que tu novio no se entere que es un cornudito jejejeje…. Hay que mala Lucia no se burle de mi amorcito jejejeje bueno me voy a la ducha que me tengo que ir.

Adrián: yo Salí lo más rápido que pude de la casa y te llame no debe tardar en llegar y pues eso fue todo lo que paso y lo siento Steven pero no lo pude evitar.

Steven: yo me sentía confundido por el engaño de mi mujer estaba triste, temeroso pero también sentía una erección que me iba a romper el pantalón.

Adrián: también debo decirte que alcance a grabar algunos videos con el celular.

Steven: que en serio déjame verlos.

Adrián: no te preocupes yo te los envió por whatsapp mejor ve a casa antes de que llegue.

Steven: ok pero no te olvides de mandarlos por favor.

Volví a casa de mis suegros y 5 minutos después llego Diana que me abrazo y me dio un beso apasionado su mirada era diferente estaba llena de lujuria tenía una sonrisa pícara con una expresión de niña traviesa se me quedo mirando y me dijo…. Amor estas bien…. Si si…. Porque me miras así…. Así como…. Como raro…. Aaa es que me hacías falta mi amor y es mirada de asombro por lo bella que eres…. Hay amor tu tan lindo te mereces muchos besitos. Diciendo eso me empezó a besar apasionadamente. Un rato después escuche los sonidos de mensajes de mi celular cuando lo mire vi que eran mensajes de Adrián lo guarde para mirarlos más tarde cuando estuviera solo.

Después comimos en familia me pregunto cómo seguían los preparativo y todo eso yo le pregunte como le había ido con doña Lucia me dijo que bien que recordaron viejos tiempos y que por eso se le paso el tiempo.

Diana me dijo que después del curso prematrimonial del día de mañana quería ir a comprar algo de ropa yo le dije que si ya tarde en la noche mientras todos dormían me levante mire que mi amorcito estuviera durmiendo y con la sesión de sexo que tuvo se durmió profunda tome mi celular y me fui al baño ahí pude ver los videos veía como un viejo decrepito con un pollon se cogía a mi mujer como le llenaba la vagina de semen, como mi prometida tenía una relación lesbiana y disfrutaba de ella, y como el viejo cogía a mi mujer y la enculaba yo no aguante y me saque la polla y me empecé a hacer una paja desesperado viendo los videos que mi mujer y soltando choros y chorros de leche que caían sobre el piso del baño, limpie y luego me fui a dormir con mi infiel prometida madre de mi hijo.

Al día siguiente nos levantamos para ir al curso me vestí con una camisa de algodón roja un jean negro y unos tenis Diana por su parte uso un blue jean que le marcaba muy bien las piernas y ese culo redondo de infarto que tiene con una camisetica de algodón blanca que le llegaba casi al ombligo la más pequeña que tenía y le quedaba apretada habiendo que se le marcara ese voluminoso par de tetas paradas, firmes casi transparentándose pudiéndose ver a través de ellas el sostén blanco que las mantenía juntas, unos tenis con su cabello recogido en un moña y unas gafas medicadas que la daban un toque de intelectual pero que debajo de ellas conservaba la mirada picara y coqueta de lujuria con la que llego a casa la noche anterior. Antes de salir a la reja que protege la casa de mis suegros se acercó un indigente una persona de la calle con la ropa toda rota y sucia en sandalias con el cabello alborotado delgado pero a través de su camisa rota se podía ver que tenía sus músculos tonificados su pantalón todo harapiento tenía un roto a medio muslo izquierdo casi cerca de su ingle que al agacharse lograba verse casi la punta de su pene que se notaba algo grande, mire a Diana y me di cuenta que ella noto ese detalle con una sonrisa pícara, el hombre llevaba un costal donde metía las cosas que encontraba para reciclar que le daba la gente, el hombre se dirigió a nosotros y nos pidió si tenía algunas cosas para desechar sea ropa vieja, cartón, plástico o algo que le sirviera para su reciclaje, Diana con una sonrisa y casi mordiéndose el labio mirando entre su rostro y entrepierna con disimulo le respondió…. Lo siento pero por el momento no tenemos nada pero si puedo yo después le doy alguito…. Bueno muchas gracias princesa. El hombre tomo su costal y siguió su camino Diana como si nada me miro y me dijo vamos que se nos hace tarde, tomamos un taxi y nos dirigimos al curso.

Ya en el curso el padre Manuel se veía algo incómodo gracias al abultado busto de mi prometida y como casi se trasparentaba por lo ajustada que le quedaba la pequeña camiseta Diana se dio cuenta y se movía sugestivamente para incomodarlo a propósito y cuando salimos del curso me dijo muy divertida…. Jajaja viste al padrecito amor no dejaba de mirarme casi se le salían los ojos jajajaj…. Si pero la culpa la tienes tu recuerda que él es un hombre de Dios y no me gusto que lo provocaras debiste ponerte una camisa que te quedara bien así casi se te ven los pechos…. Hay amor tan aburrido hay que disfrutar de la vida y ponerle un poquito de picante para divertirnos, más bien vamos al centro comercial a comprar algo de ropita ya que esta camisetica me queda algo apretada jejeje.

Me tomo de la mano y nos dirigimos a realizar las compras, ya en el centro comercial no pasó desapercibida gracias a su exuberante figura, su forma de caminar contoneando sus caderas moviendo ese gran culo yo me sentía algo incómodo ante la miradas que le daban los hombres a mi mujer así que me quede callado para no formar un mal ambiente ella solo me sonreía y me llevaba de su mano me daba algún que otro besito y eso para mí era suficiente me hacía sentir totalmente enamorado. Fuimos a diferentes tiendas lo diferente esta vez fue que Diana escogió ropa muy provocativa vestidos cortos ceñidos al cuerpo, shorcitos que no dejaban nada a la imaginación, bikinis muy pequeños, blusitas de tiritas que les dejaba casi afuera ese par de tetas camiseticas deportivas que le quedaban pegadas al cuerpo en fin algo totalmente a los gustos tradicionales y recatados que tenía mi mujer en su forma de vestir.

Al llegar a casa Diana se veía muy contenta con su nueva ropita organizándola y guardándola en el closet ya en la noche comimos en familia y más tarde llamo José el amigo de Diana para ver cómo estaba para invitarnos a bailar a una discoteca al día siguiente a Diana le pareció una buena idea y le dijo que por que no invitábamos a los demás que le dijera a Leandro que él sabe bailar y moverse muy bien dijo que iba a llamar a los demás para ver quienes iban que al dia siguiente nos avisaría. Yo solo pensaba no puede ser volver a ver al negro de mierda que se la cogió y al otro que también se había acostado con ella algo me decía que de esa salida nada bueno iba a salir para mí.

Al día siguiente nos alistamos para ir al curso me puse un jean y una camiseta Diana se estrenó su nueva ropita se puso unas sandalias, un shorcito blanco sin bolsillos atras que apenas lograba taparle ese precioso culote y una blusita azul de tiritas con un escote profundo que dejaba ver sus casi todas su enormes tetas afuera junto con su sostén blanco de encajé que las sostenía, con el cabello suelto y en sus labios se divisaba el brillo labial que provocaba comerle la boca al verla así le dije…. Amor te vas a ir así…. Si porque, que tiene de malo…. Es que se te ve casi todo como si se te fueran a salir los senos…. Hay no amor creo que me veo bien y así estoy cómoda y de malas si no te gusto porque no me voy a cambiar…. Tranquila mi amor yo solo decía…. Yo creo que me veo linda o acaso no?…. si amor te vez hermosa…. A bueno vamos rápido que mi mamá me dijo que mi primo David nos iba a llevar en su carro y nos esperaba mientras hacíamos el curso para llevarnos donde quisiéramos así que tenemos chofer jejeje.

Cuando salimos a la sala de la casa todos se quedaron con la boca abierta tanto su madre como su padrastro, hermanas y primo al ver a Diana con su shorcito que dejaba ver sus piernotas suaves y provocativas junto con ese enorme par de nalgas redondas y firmes por las cuales se le metía la fina tela de su short y al frente ese par de tetas grandes y carnosas bien paradas que casi se le salían de su blusita, su madre le dijo…. Mija vaya alístese rápido que se le hace tarde…. Si ya estoy lista mamá…. Aaa bue no este entonces vaya que su primo la va a llevar…. Si mami, venga saludo a mi primito. Se acercó a él le dio un beso en la mejilla y un abrazo muy efusivo que le hizo sentir ese par de tetas que se gasta…. Humm primito, primote este muchacho ya se creció ya es todo un machote…. Jajaja prima si tan solo te llevo un año pero si crecí bastante no te imaginas jajajaja…. Bueno vamos primito llévanos al curso que se nos hace tarde.

Nos despedimos de la familia y de nuestro bebe dejándolo al cuidado de mis suegros subimos a una camioneta plateada bastante grande con los vidrios con un polarizado o en tintado de vidrios totalmente negros Diana subió en el asiento del copiloto y yo me hice en el asiento de atrás durante todo el viaje a la iglesia que queda a las afueras de la ciudad mi amorcito estuvo hablando con su primo recordando los viejos tiempos con una sonrisa pícara exhibiendo su escote coqueteándole disimuladamente mientras el primo no perdía oportunidad para comerle las tetas con la mirada, yo me hacía como que no me daba cuenta o el distraído mirando el paisaje.

Cuando llegamos ya que era temprano la pequeña iglesia se encontraba en una zona campestre rodeada por grandes árboles estaba vacía en las mañanas ya que la comunidad cerca de ella era muy pequeña, David parqueo en paralelo justo al frente de las escaleras que dan a la entrada principal de la iglesia nos dijo que nos esperaba en el vehículo mientras hacíamos el curso.

Al entrar a la iglesia al pobre padre Manuel casi se le salen los ojos al ver a mi futura esposa como iba vestida sus ojos fueron directo a sus tetas solo cuando lo saludamos volvió en sí y tratando de disimular nos invitó a sentarnos en un banco nos habló sobre el matrimonio y todas esas cosas después me pidió dejarlo solo con Diana él quería hablar con cada uno de nosotros para aconsejarnos y saber más sobre nuestras vidas y formación así que mientras tanto salí de iglesia me reuní con David en el auto estuvimos hablando de cosas sin importancia como a los 30 minutos mi novia salía junto con el padre venían contentos y riendo, el padre Manuel me llamo justo al pasar al lado de Diana para entrar a la iglesia note que su sostén estaba algo corrido y debajo de su pequeña blusa súper escotada se le notaban la forma de sus pezones en punta totalmente parados seguí junto a Manuel quien me dijo que lo acompañara a la oficina que mientras hablábamos él podía organizar unos papeles entramos por una puerta que había al fondo al costado derecho de la iglesia que daba a una estancia esta tenía una salida que daba al costado derecho de la iglesia y una puerta que daba a una oficina mientras se sentó en el escritorio y organizaba uno papeles me pregunto sobre mi vida mi educación, mi familia, me dio consejos, sobre el matrimonio y lo afortunado de haber encontrado una mujer tan hermosa como pareja de vida pero todo esa charla la hizo de manera rápida y casi sin prestar atención de lo que me decía así que solo duramos como 15 minutos y me dijo que ya me podía retirar y que nos veíamos la próxima semana que me despidiera de Diana que él iba a seguir con su papeleo, me despedí y aproveche para salir por la salida que da al costado de la iglesia.

Al doblar a la esquina que da a la entrada principal cual fue mi sorpresa que hacia el lado que da al conductor fuera de esa enorme camioneta que se encontraba en paralelo a la entrada principal de la iglesia se encontraba Diana mi prometida y su primo, ella con su shorcito debajo de su enorme y redondo culo parándolo en pompa empinada ofreciéndolo a su primo con sus manos apoyadas en el marco de la ventana del conductor que se encontraba abierta, David detrás de ella con el pantalón y su ropa interior en las rodillas enterrándole una verga gorda llena de venas se veía grande como 23 cm con fuerza y a toda velocidad por la chorreante y mojada vagina de mi mujer que con cada movimiento hacia que sus enormes y voluminosas tetas con los pezones parados totalmente brotados señal inequívoca de lo caliente que estaba, se salieran de su diminuta blusa moviéndose descontroladamente y haciendo vibrar ese enorme par de nalgas redondas sin nada de celulitis perfectas haciendo que sonaran con el característico plas, plas, plas, plas, cada vez que su pelvis chocaba contra el maravilloso culo de mi mujer enterrándole ese enorme y grueso pedazo de carne aferrándose de sus caderas para tenerla firme, el amor de mi vida solo gemía suavemente intentando no gritar por el placer que le daba su relación incestuosa la expresión de su rostro era de completa lujuria, disfrute, placer estaba desconectada del mundo solo paraba su cola para que su primo se la siguiera cogiendo apenas lograba escuchar lo que suavemente le decía…. Si primito siii seguimela metiendo uummm…. Claro que si mi rica y putota primita te voy a coger todo lo que pueda….ooohh si primito cógeme todo lo que queras…. Sentís mi verga, la sentís putita sentís como creció…. Aahhh siii mmnnn como has crecido la tenes más grande ooohh te la siento toda…. Así me gusta primita…. Ahhh asiii me gusta primito ooohhh.

Yo solo veía detrás de la esquina de la iglesia a ese par de primos que se escondían detrás de la camioneta que daba de frente a la puerta principal de la iglesia observándola esperando a que saliera de ella mientras ellos seguían cogiendo con extrema lujuria, la imagen era irreal un par de primos manteniendo una relación incestuosa frente a una iglesia y yo con unos cuernos enormes con una erección descomunal no pude aguantarme y me saque la verga empezándome hacer una paja viendo como mi prometida me era infiel me engañaba con su primo así la tuvo 10 minutos perforándola hasta que David no aguanto más y le anunció que se venía…. Me vengo primita te voy a llenar la concha de leche tengo lo huevos cargados aaahhhh toma puta tómala toda aahhh…. Aaaahhh siii me vengo lléname la siento toda siento como me llenas aaahh. Vi como David le enterraba la verga profundamente a mi novia con cada lechazo que le metía descargándose en sus entrañas y mi pobre amada solo se convulsiono tuvo un orgasmo que le hizo perder la fuerza de sus piernas haciéndola casi caer pero por fortuna David la agarro de sus enormes par de tetas apretándoselas y aun con la polla adentro evitando que se callera, yo simplemente al ver esto me vine en un orgasmo intenso votando chorros y chorros de semen casi me caigo al suelo quede apoyado en la pared.

Mire de nuevo y si como David sujetaba desde atrás a mi prometida agarrándola de sus enormes tetas acariciando los rosados, hinchados y parados pezones restregándole su enorme y morcilluda verga untada de semen por las voluminosas y redondas nalgas de mi mujer quien volteaba su rostro para agradecerle con un beso apasionado con lengua veía como se comían sus bocas con pasión mientras mi corazón se astillaba y mi verga empezaba a tener una nueva erección.

Terminado el beso se empezaron a arreglar sus ropas David se subió su ropa interior y su pantalón abrochándoselo, mi prometida con sus pezones totalmente brotados se los acomodo dentro de su sostén se acomodó su diminuta blusita súper escotada, se acomodó su diminuta tanga blanca con hilito que se metía entre sus potentes nalgas con su conchita carnosa toda babosa llena de semen, para después acomodarse su pequeño short blanco que cubrió su delicioso trasero untado por semen y fluidos que le dejo su primo durante su morreo, debajo de ese shorcito mi prometía iba cargada de leche de macho, ella después de organizada simplemente le dio un besito en la boca a David y se sentó en el asiento del copiloto, yo me guarde la verga y me devolví por el camino que había llegado logrando evitar que el padre Manuel me viera Salí por la entrada principal mi novia me miraba desde el asiento del copiloto con una sonrisa de oreja a oreja algo burlona y una mirada de pervertida que no podía esconder me acerque a la puerta y le pregunte que pasaba ella solo me dijo…. Hay amor es que no puedo creer lo afortunada que soy me voy a casar con un hombre maravilloso por eso te sonrió así es que me haces muy feliz. Se acercó a mí y me dio un beso apasionado…. Vamos amor sube vamos a comer algo que tengo hambre.

Subí al vehículo yo no podía creer que como mi amada mujer era tan sínica y capas de mentirme de esta forma, David subió también lo encendió y fuimos a un restaurante en el trayecto mientras el conducía muy disimuladamente cada que metía un cambio o cada que creía que estaba distraído aprovechaba para toquetear a mi prometida manoseándole su deliciosa, suave, provocativa y torneada pierna izquierda apretando su delicioso muslo, Diana solo disimulaba y hablaba como si no estuviera pasando nada, yo atrás me hacia el tonto con una erección que me iba a romper el pantalón y así paso toda la tarde en el restaurante Diana aprovechaba para manosearle la polla a su primo debajo del mantel de la mesa, después fuimos a un centro comercial a mirar vitrinas y cosas y cada vez que podían disimuladamente Diana le para el culo y David aprovechaba para tallarle la polla en medio de las nalgas apoyándosela con fuerza o cuando podía sin que nadie la viera le agarraba la polla encima del pantalón y se la apretaba y así paso el resto de la tarde metiéndose mano mientras podían.

Ya a eso de las 5 de la tarde volvimos a casa David se despidió no sin antes darle un abrazo a Diana sintiendo todo su cuerpo y susurrándole algo al oído.

Comimos con la familia de mis suegros y después Diana me recordó que íbamos a salir a bailar más tarde con sus amigos.

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Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (17)” (POR ALFASCORPII)

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Pasé el día con nerviosismo y ansiedad ante la visita de Antonio. Mi estado era absolutamente irracional, me sentía como una adolescente ante su primera cita. ¿Acaso era eso lo que estaba esperando?, ¿una cita?. Solo pensar en él hacía que me ruborizase, y no podía más que pensar en él. En ninguna de mis dos vidas había sentido algo tan intenso, y no era capaz de explicármelo a mí misma.

Traté de controlar mi estado con una larga sesión en mi gimnasio y un posterior baño en el jacuzzi. Pero no fue suficiente, así que decidí visitar a Alicia en su trabajo para reconfortarme con su amistad y distraer mi mente.

Hacía más de mes y medio que no veía a mi amiga. Tras mi regreso de Shanghái, aún no había tenido tiempo de quedar con ella, por lo que, al volver a encontrarnos, nos abrazamos dándonos dos cariñosos besos. Durante mi viaje, ambas nos habíamos echado de menos, y aprovechando la ausencia de clientes en la tienda de moda, nos pusimos al día. Ella, tal y como me había dicho por mensajes, me habló de lo a gusto que estaba con Pedro, y de cómo su pasión, lejos de verse disminuida, iba en aumento.

– Nos pasamos los fines de semana encerrados en casa –me dijo-. Él se siente culpable por haberse marchado aquel fin de semana a la playa dejándome sola en casa. Y yo, en secreto, me siento culpable por haber aprovechado esa circunstancia para tirarme a su amigo. Así que, nos pasamos los sábados y domingos follando sin parar, jajajajaja.

– ¡Qué suerte tienes! –le dije con sinceridad-. Debe ser increíble tener a alguien a quien quieres y deseas tanto que no puedes despegarte de él.

– Lo sé, es maravilloso, y todo es gracias a ti…

Jamás volveré a tener un desliz con otro mientras esté con él, estoy realmente enamorada, y no necesito a nadie más. Me tiene satisfecha más allá de lo que jamás pensé que pudiera estarlo, y cumple todos mis deseos y fantasías sin necesidad de que se lo pida, porque también son los suyos.

– No me digas, eso parece un ideal –comenté pensando en voz alta.

– ¿Recuerdas todas las guarradas que te dije que me gustaría que me hiciera su amigo salido?. Pues Pedro me las hace, y más…

– Uf, Alicia, eso suena pervertido y excitante.

– Y lo es… Sobre todo, los fines de semana. Si los de CSI me pasaran una luz ultravioleta de esas, ¡me iluminaría como el cartel de un puticlub!.

Las dos nos reímos a carcajadas.

Por las mañanas mi amiga no tenía dependientas a su cargo, y como seguía sin haber clientes, ya que la mayoría acudían por las tardes, Alicia me ofreció salir a la puerta para fumarse un cigarrillo e invitarme a mí a otro. No lo había vuelto a probar desde la última vez que estuve con ella, pero lo acepté pensando que ayudaría a calmar mis aún presentes nervios. Le conté mis vivencias en Asia, aunque realmente, apenas tenía nada que contar más que trabajo, salvo la anécdota con el subdirector pajillero que a ambas nos hizo reír de nuevo.

– ¿Y ya has visto a Antonio? –me preguntó sondeándome con la mirada-. Pedro me había dicho que se estaba recuperando bien, pero no lo comprobé hasta hace unos días, cuando visité a su madre y me lo encontré allí, en su casa.

Sentí cómo se me hacía un nudo en el estómago y los nervios volvían a dominarme.

– Sí, le vi ayer –contesté pidiéndole otro cigarrillo con la mano-. Está muy bien.

– ¡Y que lo digas, nena!. Parece mentira por lo que ha pasado, no solo está muy bien, sino que está mejor que antes –dijo mordiéndose el labio.

– ¿Tú también te has dado cuenta? –pregunté con curiosidad.

– Por supuesto, le conozco desde que era un crío… Ahora parece distinto, no sé, más… misterioso, tal vez. Y no hay duda de que se ha machacado bien con la rehabilitación, se ha puesto más buenorro –contestó guiñándome el ojo.

El nudo de mi estómago se tensó aún más. Aquella conversación no me estaba ayudando nada.

– Sí… -dije escapándoseme un suspiro.

– Venga, nena, dime qué hay entre vosotros. Hasta Pedro me ha preguntado si yo sabía algo.

– Bueno… Soy su jefa en el trabajo, y… Somos buenos amigos. Hoy he vuelto a quedar con él, va a venir a mi casa –noté cómo se subía el rubor a mis mejillas.

– Ya veo, ya… -comentó Alicia soplando el humo de su cigarrillo hacia mí-. No hace falta que me digas más. Anda, vamos a entrar y elegir un vestido con el que hagas que se le caiga la baba.

La tarde se me hizo eterna. Intenté ver una película, pero no le presté ninguna atención. Intenté leer un libro, pero no hacía más que pasar una y otra vez por el mismo párrafo. Me preparé un sándwich para merendar, ya que apenas había podido comer, pero no le di más que un bocado. Hasta que decidí arreglarme.

Casi nunca me maquillaba, y no porque no supiera, los recuerdos de la antigua Lucía me habían ayudado en eso, sino porque en realidad no me hacía falta. Miré mi reflejo en el espejo del baño, y simplemente adorné mi belleza natural con barra de labios roja, y rímel en las pestañas, haciendo mi azul mirada aún más intensa. Me puse lencería negra, ligera, casi etérea, y medias del mismo color. Me enfundé con el vestido de suave y flexible cuero rojo que Alicia me había ayudado a elegir, ajustado para delinear todas mis generosas formas femeninas desde el cuello hasta las rodillas, siendo la falda algo más ancha para resultar más cómodo. Puesto que era invierno, encima me puse una chaqueta negra entallada, también comprada en la tienda de Alicia, cuyos botones se cerraban hasta arriba dando la impresión de que el vestido fuese una falda.

– No debes mostrar todas tus cartas en la primera jugada –me había aconsejado mi amiga al probármelo-. Que le guste lo que vea, pero que le haga desear ver más. Mejor empezar insinuando, y que luego vea lo despampanante que estás.

Para rematar, unos fabulosos zapatos negros, finos y elegantes, con un buen tacón que realzaba la longitud de mis piernas y redondez de mi culito, y un par de gotas de mi exclusivo perfume. Estaba lista, sólo a falta de cepillar mi sedoso y largo cabello azabache, lo cual hice con dedicación, mientras las dudas me asaltaban.

¿No estaría llevando aquello demasiado lejos?. Me había preparado para recibir a Antonio como si aquello fuera una cita. ¡Pero no lo era!. Él no era cualquier tío al que yo quisiera seducir, ¡era la antigua Lucía atrapada en mi antiguo cuerpo!. ¡Menuda locura!. ¿Cómo podía atraerme tanto?, ¿por qué había sentido aquella extraña energía al tocarle?. ¿Y si él no sentía lo mismo?. Tal vez él se había dejado llevar por su nueva condición y sólo estaba explorando su masculinidad como yo misma había hecho explorando mi feminidad. Tal vez la atracción que en él había sentido el día anterior sólo era fruto de no ser capaz de controlar su nueva naturaleza y sentimientos. Yo ya había madurado como mujer, pero él no había tenido tiempo de madurar como hombre.

El sonido del telefonillo me sacó de mis pensamientos.

– Buenas tardes, señorita Lucía –oí la voz del portero del edificio al descolgar- . Un caballero pregunta por usted.

– Dígale que suba –contesté-. Gracias, Arturo.

Respiré hondo y conseguí controlar mis nervios diciéndome a mí misma que no debía mostrarme así, que siempre había tenido el control de la situación, y que esa ocasión no debía ser distinta.

Abrí la puerta cuando oí el timbre, y la primera buena señal no se hizo esperar. Antonio se había arreglado para mí, vistiendo una bonita chaqueta azul entallada bajo la cual se veía una camisa blanca con finas raya también azules, y unos pantalones color crema claro bien ajustados a sus piernas. No reconocí ninguna de aquellas prendas, eran nuevas, y le quedaban muy bien.

Segunda buena señal: Noté cómo me escaneaba de arriba abajo del mismo modo que yo hacía con él, y percibí el brillo en sus ojos y la bonita sonrisa que se le dibujó.

Tercera, cuarta y quinta buenas señales: Dio un paso hacia mí para darme dos besos, pero su mano, en lugar de ir a mi hombro o brazo, fue directa a tomarme por la cintura para atraerme hacia él. En cuanto entramos en contacto, sentí la característica descarga recorriendo mi espina dorsal, y en su mirada supe que él también la sentía. Y, por último, no se limitó a poner su cara contra la mía lanzando dos besos al aire, me dio los dos besos con suavidad en las mejillas, acariciándolas con sus labios.

Por un instante, sin respiración, nos quedamos los dos mirándonos fijamente. Me perdí en la intensidad de sus oscuros ojos mientras él nadaba en la profundidad de los míos.

– Pasa –le dije rompiendo el onírico momento-, estás… en tu casa.

A los dos se nos escapó una carcajada y entramos riendo al salón. Le ofrecí algo para beber, pero él rechazó la invitación, así que se sentó en el sofá y yo en el sillón ante él, observándonos mutuamente.

– Estás muy guapa –me dijo-. Veo que has desarrollado un buen gusto para la ropa.

– Gracias -contesté sintiéndome ruborizada porque se hubiese fijado-. Tú también estás guapo… No recuerdo que tuviera esa ropa que llevas.

– Bueno, creo que antes no destacabas por tu gusto por la moda. Tenías un armario bastante escaso, así que he comprado algunas cosillas.

– Reconozco que antes la ropa me importaba un pimiento –le dije observando cómo sus penetrantes ojos estudiaban cada uno de mis gestos-, pero ahora me encanta, como otras cosas que jamás pensé que podrían gustarme.

Inconscientemente, mi mirada fue a observar cómo los pantalones de Antonio envolvían sus muslos y marcaban paquete, lo cual no pasó desapercibido para él. Sentí cómo me estaba analizando, y aquello resultaba algo inquietante. Sin duda, en el interior del hombre que tenía frente a mí se encontraba la antigua Lucía, quien analizaba todo cuanto le rodeaba, incluyendo a las personas. Aparté la vista y él sonrió.

– Ya veo que realmente han cambiado tus gustos –dijo él-. A mí me ha pasado lo mismo…

En ese momento fue su mirada la que se detuvo en mis piernas, y percibí cómo sus ojos se abrían más indicándome que le gustaba lo que veía. Para mí fue la señal que necesitaba para sacar toda mi artillería y ponerle a prueba.

– Yo sí que voy a tomar algo –le dije poniéndome en pie-. El calor de la calefacción me da sed.

Desabroché lentamente los botones de mi chaqueta y observé cómo Antonio arqueaba una ceja. La abrí y, sacando pecho, me la saqué por los hombros dejando al descubierto mi vestido y cómo se ajustaba a mi figura quedándome como un guante.

A él se le escapó un resoplido y se quedó mirándome fijamente sin poder evitarlo, recorriendo mis curvas con sus inquisitivos ojos, llenándoselos con mis formas y recreándose con el contorno y volumen de mis pechos. Se quedó extasiado contemplándome, y tuve la satisfacción de ver cómo su paquete reaccionaba a lo que veía abultándose escandalosamente.

– Parece que ahora sí que necesitas tomar algo –le dije con una sonrisa.

– Sí… –contestó poniéndose en pie- Necesito tomarte a ti.

– ¿Cómo? –pregunté poniéndome en jarras marcando cadera.

– ¿Para qué dar más rodeos? –añadió acercándose a mí-. Siempre fui una persona directa. Lucía, desde ayer no puedo pensar más que en ti…

– ¿Ah, sí?. Supongo que la cura que te hice ha tenido efectos secundarios… –dije sin perder de vista la fálica forma que su pantalón marcaba.

– No es solo por eso –sus manos me tomaron por la cintura provocándonos a ambos esa maravillosa descarga de energía-. Te deseo desde el primer instante en que te vi. No puedo explicármelo, porque eres quien yo era, pero me atraes como la miel a una mosca…

Su cuerpo se pegó al mío haciéndome sentir la dureza de su entrepierna en mi zona pélvica. Mis pezones se erizaron hasta casi dolerme y me sentí mojada. Pasé mis brazos por sus hombros y permití que estrechara su abrazo en torno a mi cintura para sentir aún más su lanza y que mis pechos se aplastasen sobre el suyo.

– Yo tampoco puedo explicármelo –contesté con mis labios a escasos dos centímetros de los suyos-, pero también te deseo… Y cada vez que me tocas siento que necesito más…

Sus labios alcanzaron los míos y la electrizante sensación recorrió cada fibra de mi cuerpo haciéndome estremecer. Su lengua invadió mi boca yendo al encuentro de la mía, enredándose con ella en un jugoso baile, devorándome con el más excitante y pasional beso que jamás había sentido.

Nuestros cuerpos se oprimían el uno contra el otro, y sentí con satisfacción cómo, a pesar de ser su primera vez como hombre, los instintos de macho dominaban a Antonio con sus manos recorriendo la curva de mi cintura, agarrando mis caderas para fusionarme más a él, y tomándome con fuerza del culo, acariciando su redondez y apretándolo para que mi ropa interior terminase de empaparse.

Mis manos acariciaron su nuca, recorrieron sus hombros y espalda, y se colaron bajo sus brazos para agarrarle de la cintura y alcanzar su trasero deleitándome con su dureza.

Nuestras lenguas se acariciaban en nuestras bocas y nuestros labios se presionaban y succionaban con gula, prolongando el tórrido beso mientras nuestros cuerpos se frotaban mutuamente al compás del excitante ósculo al que ambos nos entregamos sin reservas.

Sus manos subieron por mi anatomía y tomaron mis grandes senos haciéndome gemir en su boca. Sus labios bajaron por mi barbilla y besaron mi cuello proporcionándome un placentero escalofrío mientras sus manos trataban de abarcar mis pechos. Me entregué a sus caricias girando sobre mí misma, sintiendo cómo su polla se restregaba con mi cadera y llegaba hasta aplastarse contra mi culo, escapándoseme una carcajada de satisfacción al sentirla dura y gruesa presionándome las nalgas mientras manoseaba mis tetazas a través del suave y fino cuero que las cubría.

– Me pones cachondísima –le dije casi sin aliento.

– Y tú a mí. ¿Lo sientes? –contestó empujando con su cadera.

– Uuummmm…sí –su verga se incrustaba en mis glúteos deliciosamente.

– Ahora entiendo por qué todos los tíos querían follarme… -me susurró pensando en voz alta-. Lucía, eres la criatura más bella y excitante que he visto jamás… Ahora que tengo polla no puedo pensar más que en recorrer todo tu cuerpo y metértela por cada orificio para llenarte de mí…

– Y yo quiero que lo hagas… Desde que todo esto empezó nunca he deseado tanto a un hombre como te deseo a ti… Anoche me masturbé recordando cómo te corrías en mi boca… Necesito que me folles, Antonio.

Me hizo girar nuevamente sobre mí misma e invadió mi boca con su lengua mientras sus manos volvían a agarrarme del culo con pasión. Abrumada por la excitación, tomé por un momento el control de mí misma para poner una mano sobre su pecho separándome de él succionando su labio inferior. Me di la vuelta y me encaminé al dormitorio, marcando sensualmente cada paso con mis caderas. Al llegar a la puerta le miré, y le vi parado con su potente erección a punto de reventarle el pantalón, disfrutando del espectáculo de mi culo contoneándose para él.

– ¿Todo bien? –le pregunté con sonrisa de picardía.

– Todo perfecto –aseguró viniendo tras de mí.

Antonio me alcanzó cuando llegaba a los pies de la cama, y me agarró el culo con salvaje pasión, haciéndome proferir un excitado “¡Auuumm!”.

– Me parece increíble que me guste tanto el culo de una tía –me susurró al oído mientras me lo masajeaba-, y más pensando que antes era mi propio culo…

– Y vuelve a ser tuyo –afirmé-, puedes hacer con él lo que quieras…

– Uuuuuufffffff… -resopló soltándolo para volver a restregar su paquete contra él y aferrarse a mis pechos-. Nunca había deseado nada con tanta intensidad… ¿Es siempre así? –preguntó amasando mis senos y empujándome con la cadera.

– Ahora eres un hombre –contesté alzando mis brazos y cogiéndole por la nuca para ofrecerle mis gracias en todo su esplendor-. Ahora todo tu mundo girará en torno al deseo…

Sin separarse de mí, apretando su dureza contra mis glúteos, abandonó los pechos para hallar la cremallera del vestido en mi espalda y bajarla completamente hasta la zona lumbar. Yo reculé empujándole para que se despegara de mí, y me giré para mostrarle cómo me quitaba la prenda de cuero rojo, descubriéndome lentamente hasta sacarla por los pies. Me quedé ante él, con mi lencería negra casi transparente, las medias y los tacones, mordiéndome el labio inferior a la espera de su reacción.

– Diosssssss… Eres puro fuego… -susurró escaneando cada milímetro de mi anatomía.

Parecía que fuese la primera vez que contemplaba mi cuerpo casi desnudo, y en realidad lo era, con su nueva perspectiva masculina. También él estaba descubriendo a Lucía. En sus oscuros ojos se reflejaba la fascinación, excitación y lujuria que el contemplarme le producía, y todo su ser clamaba por mí haciéndome sentir la mujer más deseada del mundo porque, para él, así lo era. Sin siquiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, se quitó rápidamente toda su ropa, quedándose únicamente con el slip que envolvía sus atributos de forma increíblemente atractiva para mí, apenas dejando nada para la imaginación.

Contemplé su anatomía del mismo modo que él había contemplado la mía, sorprendiéndome y maravillándome con lo irresistiblemente atractivo que me resultaba aquel cuerpo que anteriormente había sido mío. Bajo mi azulada mirada, Antonio era el hombre más increíblemente sexy del mundo, un auténtico dios merecedor de mi adoración, el eje sobre el cual girarían todos mis deseos.

Nos fusionamos en un ardiente beso batallando por devorarnos mutuamente, sintiendo el calor de nuestros cuerpos pegados, disfrutando del tacto de nuestras febriles pieles. Las caricias de Antonio en mi espalda me hacían arquearla, y la presión de su palpitante músculo sobre mi braguita me sobrexcitaba haciéndome desear desesperadamente que todo él estuviera dentro de mí. Con magistral habilidad desabrochó mi sujetador, y tomó mis pechos con sus manos para acariciarlos mientras sus labios recorrían mi cuello bajando hasta la clavícula. Besó mis tetas, primero suavemente, después con pasión, succionándolas y comiéndoselas sin dejar de masajearlas con sus cálidas manos mientras mi pubis no podía dejar de frotarse contra la dureza que su slip envolvía.

Volvió a subir a mi boca, devolviéndome el aliento que sus caricias me arrancaban, mientras mis manos recorrían su fuerte torso memorizando el tacto de sus pectorales con la yema de mis dedos. Alcancé una de sus orejas con mis labios, y succioné el lóbulo dándole suaves mordiscos, a lo que él contestó con una carcajada de satisfacción. Mi húmeda lengua se coló en su oído y el cosquilleo le hizo apretarme en su abrazo aplastándome contra él.

– Voy comerte entero –le susurré al oído provocándole un escalofrío.

Recorrí su cuello y pecho con mis labios, y fui bajando por su abdomen trazando una línea recta con mi lengua hasta llegar a su cintura. Besé el imponente abultamiento de su ropa interior, oyéndole suspirar y, colocándome sumisamente de rodillas, le bajé la única prenda que le quedaba para adorar la majestuosidad de su erecto miembro. Le miré fijamente a los ojos, y él me devolvió la mirada con el deseo y la excitación reflejados en su rostro. Jamás había experimentado una mirada tan íntima, me sentí perdida en ella mientras una de mis manos le sujetaba de su culo en tensión y la otra empuñaba su virilidad.

Sus ojos navegaron en la mar embravecida de los míos mientras mi mano recorría suavemente la longitud de su tronco y acariciaba sus sensibles testículos, tomándolos como a dos frutas maduras.

– Mmmmmmm… -gimió con una gota de transparente néctar brotando en la punta de su estaca.

Mis labios besaron aquella muestra de su extrema excitación y mi lengua degustó el salado sabor de su lubricación. Manteniendo aún su mirada, acaricié el rosado glande con la lengua y disfruté del suave tacto de su piel. Mis labios se posaron de nuevo en la punta y fui echándome hacia delante, aún perdida en sus profundos ojos, para que la cabeza de su cetro fuese penetrando entre mis pétalos con suavidad, hasta alcanzar mi lengua y comenzar a arrastrarse sobre ella llenándome la boca con su polla. El contacto visual se rompió, al echar él hacia atrás la cabeza con un profundo suspiro mientras yo me concentraba en engullir cuanta carne era capaz.

Succioné con todas mis fuerzas, presa de la lujuria y glotonería, mientras me sacaba la verga de la boca, haciéndole estremecer hasta dejar salir su potente músculo de entre mis labios con un poderoso chasquido.

– Uuuuuuufffffffff… -resopló Antonio volviendo a mirarme-. Eso ha sido brutal… He sentido que me absorbías hasta la vida…

Sonreí y volví a meterme la polla en la boca chupándosela con verdadera gula. No podía reprimir mis ganas de él, y eso provocó que empezase a mamársela intensamente, moviendo mi cabeza hacia delante y hacia atrás a un buen ritmo, succionando la dura carne que hacía las delicias de mi paladar. Toda mi húmeda y cálida cavidad envolvía su plátano, haciéndome el hambre hundir mis carrillos tirando de él mientras mis labios le regalaban su opresora suavidad.

– Ooooh, oooooh, ooooooohhhhh…

Mi saliva lubricaba toda la longitud de su potente músculo entrando y saliendo de mi boca, resultándome tan exquisita su forma de deslizarse dentro de ella, que noté cómo mis muslos se mojaban con mis propios fluidos. Había descubierto que me gustaba practicar el sexo oral hasta el punto de convertirse en un pequeño vicio para mí, pero la sensación que me producía comerme la polla de Antonio escuchando sus gruñidos de placer, era la más sublime de mis experiencias bucales.

Mis chupadas eran cada vez más intensas, más voraces, más profundas, y a pesar de que sentí cómo la verga palpitaba sobre mi lengua, y Antonio me anunciaba con desesperación que iba a explotar, no pude dejar de succionar dentro y fuera sin disminuir la intensidad para prepararme ante la inminente corrida. Me agarré con ambas manos a sus prietos glúteos, y mis uñas se clavaron en su piel.

– Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh –le oí gritar orgásmicamente.

Sentí el cálido chorro de leche de macho estrellándose contra mi paladar, llenándome la boca de espeso y dulce néctar de hombre. La repentina descarga me hizo temblar de puro placer al sentir aquella polla derritiéndose dentro de mí. La varonil esencia era incontenible, se deslizó por mi garganta mientras la polla latía sobre mi lengua con nuevos chorros que impetuosamente golpeaban el cielo de mi boca, hasta que su arrebato decayó regando mis papilas gustativas. No dejé de succionar en ningún momento, con la verga deslizándose entre mis labios lubricados con su semen, bebiendo de aquella fuente para intensificar el orgasmo de Antonio y prolongar su placer hasta que quedase completamente satisfecho regalándome todo su delicioso esperma.

– Uuufffffff… -resopló mirando cómo, sentada sobre mis talones, daba los últimos lametazos a su glande-. Ha sido brutal, incluso mejor que ayer… Aunque sólo fuera por esto, merece la pena ser un tío.

– ¡No me digas!- exclamé mirándole fijamente y relamiendo los restos de semen de mis labios.

– Y la vista que ahora mismo tengo desde aquí –añadió sonriéndome desde las alturas-, me encanta…

Noté cómo me sonrojaba, en parte de vergüenza, cosa que hasta ese momento no había sentido con un hombre, por mi sumisa actitud; en parte de satisfacción, por haberle complacido, y en parte de coquetería, por sentirme halagada. Alimenté mi vanidad con picardía para ofrecerle una mejor vista aún, arqueando mi espalda para que contemplase bien mi culito de forma acorazonada, y presionando mis pechos con mis brazos para que se elevasen y mostrasen sensualmente su exuberancia mientras mis labios le lanzaban un beso.

– Digna de los sueños húmedos de cualquier hombre –pensó en voz alta-. Estás para comerte entera… Quiero comerte entera…

Me levanté y mis labios fueron al encuentro de los suyos. Me besó recorriendo mis curvas con sus manos como un alfarero dándole forma a un jarrón. Sus besos fueron a mi cuello, regalándome un placentero cosquilleo mientras succionaba mi delicada piel. Bajó hasta mis pechos besándolos mientras yo echaba la cabeza hacia atrás dejándome hacer. Siguió bajando por mi vientre, colando su lengua en mi ombligo con un nuevo cosquilleo, y continuó descendiendo hasta besar la humedad de mi braguita y aspirar su aroma de hembra excitada. Con exquisita delicadeza acarició mis muslos y pantorrillas sacándome las medias y los zapatos, para, finalmente, tirar de mi más íntima prenda deslizándola por mis piernas hasta quitármela. De rodillas, observó por unos momentos mi jugosa y sonrosada vulva.

– ¡Qué preciosidad! –exclamó con un suspiro.

Me cogió por las caderas y acarició la redondez de mi culito, incitándome para que mi pierna derecha pasara por encima de su hombro y mi sexo se le ofreciese como una fruta madura recién abierta. Con su cabeza entre mis muslos, sentí cómo lamía mis abultados labios mayores provocándome un escalofrío que me hizo suspirar, y besó con dedicación la entrada a mis placeres provocando que me dolieran los pezones de pura excitación. Su lengua exploró los pliegues de mi piel, acariciándolos y lamiéndolos mientras penetraba a través de ellos para llegar al origen de mis aguas termales.

– Uuuuuuummmm – gemí sujetando su cabeza de cabellos castaños.

Apretando con sus dedos mis glúteos, acarició la suavidad y el calor de mi almeja, subiendo con su lengua por ella hasta encontrar la sensible perla que escondía. Sus labios la besaron provocándome un estremecimiento y, haciéndome desear más, tiró de mi culito obligándome a sentarme sobre la cama.

– Túmbate y ponte cómoda –me susurró levantándose.

Mordiéndome el labio, ansiosa porque aquello continuase, obedecí tumbándome y ofreciéndome a él con mis ojos fijos en el magnetismo de su mirada.

Con su barbilla brillante por mi lubricación, Antonio se colocó sobre mí dándome un profundo beso en el cuello, para volver a descender por la geografía de mi cuerpo deteniéndose en las montañas que todo alpinista querría escalar. Las cogió con sus manos apretándolas, oprimiendo su volumen para que sus erizadas cúspides quisieran rozar el cielo. Con toda su boca tomó una de ellas, y se amamantó provocando un terremoto que sacudió todo mi ser. Después pasó a la otra, y se la comió haciéndome gemir. Sus labios tomaron el rosado pezón y lo chuparon con su lengua lamiendo su dureza, provocándome exquisitas descargas eléctricas que me recorrían en una tormenta de placenteras sensaciones. Del mismo modo estimuló mi otro pezón, mientras la palma de su mano cubría el pecho abandonado amasándolo y masajeándolo.

Habiendo conquistado sus cumbres, mi amante franqueó el paso montañoso y planeó sobre el valle de mi abdomen soplando su aliento, regalándome unas maravillosas cosquillas en mi hipersensible piel hasta llegar a la cueva que pedía ser nuevamente explorada.

Me agarró de los muslos situando su cabeza entre ellos, alcanzando mi monte de venus para besarlo suavemente. Sentí cómo seguía bajando y abría su boca para que su lengua se presentase penetrando entre mis labios mayores y menores, poniéndose dura como una pequeña polla y enterrándose en mi coño hasta que toda su boca se acopló a él.

– Aaaaaaaaaahhhhhhhh… -grité arqueándome sobre la cama.

Uno de los brazos de Antonio se estiró hasta que su mano alcanzó uno de mis senos, y lo agarró y acarició mientras su húmedo y manejable músculo se retorcía dentro de mí provocando que todo mi cuerpo se retorciese con él. Su lengua lamió todo mi coñito de abajo arriba una y otra vez, sin prisa pero sin pausa, alternando con besos que presionaban mi vulva mientras me penetraba con dureza alcanzando cuanta profundidad podía.

– Ooooooohhhhh, Diossssss, mmmmmmíoooooo… -me hizo gritar fuera de mí.

No había duda de que Antonio sabía perfectamente cómo complacerme. Sabía por propia experiencia de su vida pasada, qué haría vibrar a mi cuerpo, qué me haría enloquecer. Y lo estaba llevando a cabo con destreza, disfrutando él mismo de mi excitación, degustándola con la calma con la que se saborea el más exquisito de los manjares.

Atacó mi clítoris con la punta de su lengua, acariciándolo suavemente, rodeándolo y besándolo mientras dos de sus dedos penetraban lentamente hacia mi lubricada vagina,

– Uuuuuuuuuuuummmmm… -gemí mordiéndome el labio.

Las lamidas en mi botoncito aceleraron su ritmo, alternándose con succiones que me llevaban al borde del precipicio. Al mismo tiempo, los dos dedos exploraban mi calor interno, entrando y saliendo de él, dándome un exquisito placer que me hacía contonear mis caderas a con su ritmo.

Con la boca me comía el clítoris, con una mano acariciaba mis pechos, y con la otra me follaba lentamente. Era tanto el placer que me daba, que empezaba a sentir la necesidad de liberar toda la tensión sexual acumulada con un glorioso orgasmo. Pero mi devorador sabía cómo mantenerme en un delicado equilibrio para que, cuando pensaba que no podría más, él me hacía cruzar esa frontera sin descargarme, aumentando la intensidad de mi disfrute. Sin duda, aquella era la más exquisita de las torturas.

Sacó sus dedos de mí, y su boca atrapó toda mi vulva para que fuese su lengua la que me penetrase contorsionándose en mi interior. Sus dedos se encaminaron hacia abajo y recorrieron el gran cañón de mi culo abriéndose paso por él hasta hallar su puerta secreta.

– Aaaahhhh, aaaaahhhhh, aaaaaaaahhhhhhh… -jadeé sintiendo su lengua follándome y sus dedos entre mis nalgas.

Uno de sus dedos presionó mi entrada trasera y, bien lubricado, no tuvo ninguna dificultad para franquearla suavemente arrancándome un grito por la impresión. Aquella era una de las cosas que más me enloquecían de sentir mi culito perforado, que la primera impresión siempre resultaba tan poderosa como para dejarme sin aliento. Ese dedo trazó círculos dentro de mí, intensificando aún más lo que su lengua hacía en la entrada principal, y enseguida comprobó que ya estaba preparada para que el otro dedo le acompañase penetrándome con los dos a la vez.

– Dioooooooooosssssssssssss… -clamé.

El torrente de placer desbordó mis sentidos con una catarata de sensaciones que me llevaron hasta el delirio. Todo mi cuerpo se convulsionó y me corrí en la boca de Antonio, con él bebiendo del manantial de mi orgasmo, prolongándolo hasta el infinito con sus labios y lengua e intensificándolo al límite de mi locura con sus dedos dentro de mí.

Sintiendo aún los ecos del poderoso orgasmo recorriendo todo mi cuerpo, Antonio ascendió hasta llegar a mis labios e invadir mi boca con su deliciosa lengua. Sentí el calor de su piel sobre la mía, el peso de su cuerpo sobre mí, y la maravillosa sensación de cómo su glande se abría paso entre mis pliegues deslizándose a través de ellos para meterme toda su polla hasta el fondo.

– ¡¡¡Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhh…!!! – grité sorprendida y complacida.

Una réplica del terremoto que acababa de sacudir mi cuerpo volvió a ponerme en tensión para hacerme alcanzar un nuevo orgasmo, aún más intenso que el que acababa de experimentar, exquisitamente inesperado y satisfactorio. Toda mi vagina se contrajo agasajando al repentino invasor, oprimiéndolo para sentir su dureza, grosor y longitud, haciéndome gritar en pleno éxtasis sintiendo cómo me llenaba por dentro mientras mis fluidos lo bañaban con su calor.

Sentí aquella verga como el instrumento de placer más sublime de cuantos había probado, y tuve la certeza de que aquella era la horma de mi zapato. Su tamaño era, simplemente, perfecto para mí, y su curvatura demencial para mis sentidos. La sentía toda dentro, acariciando y taladrándome en lo más profundo, dilatando mis paredes y estimulándolas para que la envolviesen como una funda hecha a medida. Sin duda, aquella polla existía para mí y mi coño para ella. Me entraba entera, toda ella, permitiendo que el pubis de Antonio se incrustase en el mío, presionándome el clítoris mientras sus pelotas acariciaban mi perineo y culo convirtiendo la penetración en la más maravillosa y completa experiencia que jamás había tenido.

Con mi orgasmo en pleno declive tras la satisfactoria primera acometida, Antonio comenzó a moverse dentro de mí sin dejar de besarme acariciándome los labios. Le noté inicialmente torpe. Tenía tantas ganas de follarme, y hacerlo bien, que sus inexpertos movimientos y ansiedad me indicaron que se estaba dejando arrastrar por el nerviosismo de ser su primera vez como hombre.

– Ya has conseguido que me corra dos veces seguidas –le susurré-. Así que, tranquilo, deja de pensar cómo hacerlo para darme más placer. Déjate llevar por lo que sientes, disfruta y tu cuerpo sabrá cómo hacer el resto…

Le agarré del culo, abracé su cintura con mis piernas, y él respondió dándome un magnífico empujón con el que me clavó su sable hasta el fondo.

– Uuuuuuummmmmmm… -gemí embriagada por la profundidad de su vigorosa arremetida.

– ¿Así? –me preguntó jadeando-. Estás tan preciosa cuando gimes…

– Uuuuufffff… Así… No pares…

Levantando sus caderas y haciéndome sentir toda su virilidad deslizándose dentro de mí, volvió a empujarme con fuerza, clavándomela entera y arrancándome un nuevo gemido. Ayudado por mis caricias en sus duros glúteos, arañándole cada vez que profundizaba, inició un ritmo de embestidas con el que me deleitó haciéndome sentir toda la potencia de su ariete abriendo y perforando mis entrañas, ensalzando la gloriosa sensación con el ímpetu de su pelvis golpeando rítmicamente mi vulva y haciendo vibrar el clítoris, avivando mi lujuria con el cosquilleo de sus testículos estrellándose contra el perineo y azotando mi culito.

Con su mirada encendida de pasión escrutando mi alma a través de mis ojos, nuestra unión trascendió más allá de nuestros cuerpos, fusionándonos por medio del placer en un solo ser que al fin se sentía completo.

Los dos gemíamos disfrutando de cada penetración, gozando de cómo nuestros cuerpos estaban hechos el uno para el otro sincronizándose en un fogoso baile que hacía hervir la sangre en nuestras venas, y acelerar nuestros corazones para redoblar como tambores de guerra.

Estaba disfrutando tanto de él, me excitaba tanto, le deseaba con tal intensidad, que anhelaba que me atravesase salvajemente con su polla, sentirle tan dentro que mi cuerpo combustionara, que me empalase convirtiéndome en una marioneta manejada por su verga… Le hice girar saliendo de mí y me coloqué sobre él.

– Quiero que me folles hasta hacerme desfallecer –le dije-, que me ensartes con tu polla y me mates de placer…

Sus manos me tomaron por la cintura y acompañaron mi movimiento de descenso mientras mi mano sujetaba su asta para clavarme en ella. Bajé metiéndomela entera hasta quedar totalmente ensartada con mi amante levantando sus caderas.

-¡Ooooooooooohhhhh! –grité.

Le sentí con mayor intensidad de lo que ya le había sentido, y el placer se hizo casi insoportable cuando me incorporé para quedar perpendicularmente a él, empalándome de tal modo que sentí cómo su lanza empujaba mis entrañas como si pudiera atravesarlas.

Antonio, con los dientes apretados sintiendo cómo mi vagina exprimía su pértiga tocando fondo, me contemplaba con fascinación, embebiéndose de cada uno de los rasgos de mi rostro y cada una de las formas de mi cuerpo; reflejándose en sus oscuros ojos que para él yo era la mayor obra de arte originada por la habilidad y genio del mejor de los escultores.

Desde que me convertí en Lucía me había sentido deseada por muchos hombres, pero nunca de aquel modo, no con esa magnitud. Era abrumador.

Sus manos acariciaron mi cintura, recorriendo su curva para bajar a las caderas y delinearlas hasta cogerme del culo y tirar de él hacia sí apretándome las nalgas.

– Aaaaaauuuuuuummmmm… -gemí quedándome sin respiración con su polla clavándose aún más en mí.

Moví las caderas hacia delante y hacia atrás, frotándome sobre su pelvis, disfrutando del calibre de su sexo llenando el mío, estrangulándolo con mis músculos internos y obligándome a morderme el labio para reprimir los escandalosos gemidos que hasta el portero del edificio podría escuchar.

– Uuuuuuuffffffff… -gimió él-. Me encanta cómo me aprietassssss…

Sentía mis pezones como puntas de flecha a punto de ser disparadas, y pareció que Antonio leyese mis pensamientos al subir sus manos para cubrírmelos y masajear la turgente generosidad de mis pechos. Sus caricias me volvieron loca, y me hicieron llevarme las manos a la cabeza para revolverme el cabello de forma inconsciente. Mi espalda se arqueó en respuesta a tanto placer, y no pude conformarme con contonear mis caderas ensartada en aquella deliciosa verga que me taladraba, tuve la necesidad de saltar sobre ella para que entrase y saliese de mí con golpes secos de su glande en la boca de mi útero y el choque de su pelvis con la mía. Aquello fue el apoteosis.

Antonio exprimió mis melones y acompañó mis botes sobre él subiendo y bajando la cadera, consiguiendo que las penetraciones fuesen más largas y potentes, logrando que todo mi cuerpo se retorciese sobre él como la cola de una lagartija.

Mis paredes internas devoraban su duro miembro con voracidad, tirando de él, masajeándolo y oprimiéndolo para sentir todo su grosor abriéndome por dentro, incitándole a profundizar más y más. El sube y baja por aquel mástil se hizo febril, perlando mi piel con sudor y ruborizando mis mejillas mientras mis dedos revolvían mi negra melena como si estuviese poseída. Y es que Antonio me estaba poseyendo hasta conseguir que en mi mundo no importase nada más que el placer que me estaba dando.

– Ah, ah, ah, ah, ah, ah… -jadeaba sin descanso.

– Ummm… Lucía… Uuuuummm… Lucía… -gemía él apretando mis senos como si fuera la primera vez que lo hiciera.

Entramos en puro frenesí, y él bajó sus manos de nuevo a mi culo para sujetarme mejor y darme una y otra vez sin piedad, haciendo que cada golpe de su cadera y penetración en mi coño fuese un húmedo estallido de sensaciones que recorrían todo mi cuerpo en rugientes oleadas.

Antonio gruñía de placer y esfuerzo, con una fiera mirada que se embebía del espectáculo de mis tetas botando al ritmo de sus embestidas. Y en su expresión pude ver que estaba llegando al límite de su capacidad para retener la inevitable liberación, al igual que yo sentía cómo todo mi cuerpo se estremecía con el preludio de un glorioso orgasmo.

– ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh!!! –grité logrando el éxtasis.

– ¡¡¡Oooooooooooooooooohhhhhhh!!! –gritó él con un rugido.

Alcancé el nirvana sintiendo cómo su cálida esencia irrumpía en mis entrañas como la lava de un volcán que entra en erupción con abundantes borbotones de incandescente magma. Nos corrimos a la vez, disfrutando de un sublime orgasmo que a ambos envolvió hasta hacernos perder la cabeza en un delirio de indescriptible placer que desbordó nuestros sentidos, haciéndonos despegar de la realidad.

Cuando volví al mundo terrenal, tras viajar por todo el universo de mis fantasías, fui consciente de que en realidad estaba despertando de un plácido sueño. Aquel increíble orgasmo compartido me había hecho entrar en un verdadero éxtasis, llegando a perder el conocimiento con él. Desperté sobre la cama experimentando una maravillosa sensación de paz y absoluta felicidad. Miré a mi izquierda, y vi a la preciosa Lucía dormida.

– ¡¡¡Lucía!!! –grité con voz varonil.

Al mirar hacia abajo y ver mi cuerpo de hombre, mi sorpresa se confirmó: volvía a ser Antonio.

CONTINUARÁ…

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Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte13” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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Como era de esperarse José llamo a eso de las 7 pm para avisar que solo podían ir Dana y su esposo, Leandro y su esposa Marcela y el solo ya que su novia no podía ir quedo de pasar por nosotros a eso de las 10 pm Diana se metió al baño que hay en la habitación del primer piso que es en la que dormíamos a bañarse yo espere para tomar mi turno, cuando salió entre al baño me quite la ropa cuando lo hice note que Diana había dejado su ropa en una esquina la tome y observe su Shorcito blanco en el interior por la parte de la cola tenía unas manchas secas luego vi su diminuta tanga de hilo blanca cuando la tome el pequeño triangulo que cubre su coño estaba húmedo pude ver un gran manchón en el eran los restos de sus fluidos y de todo el semen de su primo que se le había salido, al instante la verga se me paro no me pude aguantar y me empecé hacer una paja recordando cómo se la cogía frente a la iglesia mientras llevaba esa pequeña tanga a mi nariz aspirando ese olor a perra y a macho no aguante mucho casi a los 3 minutos lleve esa diminuta prenda sobre mi pene lo cubrí con ella y empecé a masturbarme como loco hasta que descargue borbotones de mi semen sobre ese diminuto triangulo de tela quedando untado de mi leche luego puse la ropa de Diana como la encontré y me bañe. Cuando salí Diana estaba sentada frente al espejo alisándose el cabello yo empecé a vestirme me puse un pantalón zapatos una camisa seria manga larga con botones me peine un poco y salí a la sala con el resto de la familia a esperarla mientras Diana terminaba de maquillarse, pasados 45 minutos salió a la sala nuevamente quedamos todos con la boca abierta Diana venia enfundada en un micro vestido rojo oscuro straple que pasaba por debajo de sus asilas, solo cubría la mitad de sus grandes senos y llegaba 5 cm más debajo de su culazo redondo y perfecto el vestido le quedaba ceñido al cuerpo mostrando su voluptuosa figura en forma de guitarra dejando ver esas piernas macizas de piel suave y torneadas mostrando un cuerpo digno de la más sensual y deseada representante de la mujer latina un cuerpo que solo despierta lujuria y deseo en sus pies portaba unos tacones de aguja negros altos que le hacían estilizar esa figura lujuriosa y hacían que ese precioso y bien formado culazo quedara más levantado de lo que estaba, su bello y angelical rostro llevaba unos labios pintados de rojo intenso esos preciosos labios invitaban a probarlos sus ojos bien delineados que antes guardaban una mirada de ternura angelical ahora solo dejaban ver coquetería, deseo y con su cabello castaño oscuro alisado hacia el lado izquierdo la hacía lucir como una mujer fatal creo que todos pasamos saliva al verla, pude ver como mi suegro don Jesús sin disimulo se la comía con la mirada y se le formaba un bulto en el pantalón el cual se empezó a apretar y a sobarse mi suegra Doña Silvia se dio cuenta de cómo su marido miraba a su hija y se sobaba el bulto, haciéndole una seña disimuladamente a su marido hizo que este volviera en si dejando al lado el manoseo de su paquete por suerte sus otras dos hijas no se dieron cuenta de lo que hacía su padre y yo me hice el que no se dio cuenta, Diana se dirigió a mí y me dijo con vocecita de niña buena…. Amor como me veo, me veo linda. En mi mente pensaba tremendo puton con que me voy a casar…. Si amor te vez preciosa. Me dio un besito y nos sentamos en la sala a esperar a su amigo.

José llego por nosotros como es lógico le dio una repasada con la mirada a mi novia sin ni siquiera disimular que yo estaba ahí le dio un abrazo mientras le daba un beso cerca de los labios luego Diana me lo presento subimos al auto yo atrás ella en el asiento del copiloto mientras hablábamos recordando el pasado contando que había sido de sus vidas ella le decía que estaba muy contenta de verlo otra vez que lo extrañaba mucho, fuimos a la discoteca que quedaba a las afueras de la ciudad el sitio se veía muy bien y muy concurrido al llegar Diana se llevó el show no pasó desapercibida entramos conseguimos una mesa cerca de la pista estuvimos tomando una cerveza esperando a los demás que como a los 10 minutos aparecieron Dana con su esposo Enrique ella venía con una blusa blanca y una minifalda negra a medio muslo que dejaba ver unas torneadas y lindas piernas con unos tacones negros de aguja debo decir que ella es muy bonita y tiene un cuerpo como de modelo muy estilizado lindas piernas un culo redondo y respingón sus senos son pequeños con cara de ángel su cabello negro lo lleva algo corto hasta los hombros el cual le queda muy bien y le da un toque de sensualidad. Leandro venía con Marcela blanca de 29 años bajita de 1.60 mts con unos senos enormes 110 cm y un culo grande 98 cm algo gordita que traía puesto un jean negro que le marca ese culote con unos tacones negros altos y una blusa roja con un escote en v grande que dejaba ver ese par de melones grandes que tiene su rostro no es tan agraciado pero tampoco es fea su cabello de color castaño lo lleva largo como hasta la mitad de su espalda.

Nos pusimos a tomar, hablar entre baile y baile en la discoteca ponían música merengue, salsa, reggaetón, salsa choque, bachata todos salían a bailar, yo no soy buen bailarín y no soy mucho de baile así que de vez en cuando salía a bailar con Diana un merengue o una salsa pero torpemente gracias a mis escasas habilidades en la salsa así que la mayor parte del tiempo me la pasaba sentado tomando mientras tanto José y Leandro sacaban cada vez que podían a bailar a Diana entre la multitud podía ver como aprovechaban para meterle mano la agarraban del culo disimuladamente le restregaban sus paquetes en medio de ese par de nalgas que se gasta Diana se veía muy contenta con eso y ellos con unos bultos bien formados que veía cuando se acercaban para sentarse en la mesa así pasaron las horas yo ya estaba muy tomado, borracho los demás también se encontraban mareados por los efectos del alcohol aunque se encontraban en mejor estado que yo gracias a que salían a bailar y no se quedaban sentados bebiendo solamente, las mujeres estaba algo eufóricas y más desinhibidas por el alcohol el único que no consumió casi alcohol fue José que como escusa tuvo venir manejando su coche y que él era responsable los de más habían tomado taxi, yo le dije a Diana que mejor ya nos íbamos que no estaba bien ya eran alrededor de la 2 am ella me dijo que nos quedáramos un ratico más y nos íbamos yo acepte, pasado un momento las mujeres decidieron ir juntas al baño iban tambaleando, riendo, alcoholizadas , 5 minutos después José dijo que también iba para el baño, un par de minutos después de tanto que había bebido yo me empecé a sentir mal, sentí que iba a vomitar rápidamente, sin avisar a Enrique y Leandro que se quedaron tomando media botella de ron, me dirigí al baño lo más rápido que pude este estaba en un pasillo junto al de mujeres al entrar a este se veía los lavados con espejos detrás de la pared donde quedaban los lavados estaban los sanitarios con orinales en si el baño tenía forma de una letra C así que me dirigí rápido al final de los lavados di la vuelta entre en el primer sanitario y empecé a vomitar hasta que ya no pude más.

Salí del cubículo donde estaba el sanitario me dirigí a los lavados me lave me refresque un poco ya calmado me di cuenta de que el baño estaba vacío revise en la parte de los sanitarios y cubículo tras cubículo vi que no había nadie entonces me pregunte donde esta José el debería estar ahí prácticamente había salido detrás de el salí del baño mire hacia la puerta del baño de mujeres y me dije no puede ser entre con cuidado este baño tenía la misma forma que el de hombres pero invertida estaban los lavados con espejos y detrás de la pared los sanitarios la parte de los lavados estaban vacíos me acerque al final de ellos y mire con cuidado hacia los sanitarios, al fondo de estos afuera del ultimo cubículo pegadas a la pared las encontré, encontré a las tres mujeres estaban arrodilladas y no estaban solo ellas estaba José ahí parado apoyado de espaldas con la pared del fondo con el cierre de su pantalón abajo con su polla totalmente erecta gruesa llena de venas con una cabeza rosadita grande de 23 cm de largo y un par de huevas grandes como unas pelotas de golf, toda esa masa de carne junto a sus pelotas salían por entre su cremallera y las mujeres arrodilladas frente a esta la miraban sorprendidas.

Dana: por Dios si está muy grande Diana.

Diana: si vez yo te lo dije.

Marcela: mi marido la tiene más grande jijiji.

Diana: si Leandro la tiene más grande es enorme.

Dana: oiga y usted como sabe.

Marcela: si usted como sabe que mi marido la tiene más grande.

Diana: eehh no es que dicen que los negros la tienen más grande yo supongo que es así.

Marcela y Dana: aaaaaa.

Diana: cógela Dana mira lo dura que la tiene.

Dana: nooo yo no se la voy a coger.

Diana: aaa tan boba dale no desaproveches la oportunidad que no todos los días podes coger una polla asi mira.

Acto seguido mi prometida le cogió el enorme pene a José y le empezó hacer una paja Dana como Marcela se quedaron sorprendidas pero no dejaban de mirar esa enorme verga como hipnotizada luego Diana soltó esa verga y rápidamente tomo la mano de Dana la puso sobre la verga haciéndola rodear ese grueso tronco con su mano guiándole la pajeada cuando Dana empezó hacerle la paja sola tomo la mano de marcela y la puso en las gordas pelotas de José para que las acariciara Marcela instintivamente se las empezó a sobar José solo apoyaba su cabeza en la pared con los ojos cerrado sintiendo placer, momento después mi mujer dijo hay que aprovechar y no tenemos mucho tiempo le retiro las manos a Dana y a Marcela agarro esa barra de carne con una mano la apunto a su bello rostro y se la metió a la boca le empezó hacer una mamada con maestría se metía todo lo que podía a la boca le pasaba la lengua de la base de su carnudo trunco hasta la punta de su pene para luego metérsela en la boca y hacerle un mete y saca tanto Dana como Marcela miraban sin poder creerlo entonces Dana le dijo…. Por Dios Diana que haces…. Slurrp aaa esto, respondió Diana. Sacándose la verga de su boca con una mano todavía en ella, puso la otra detrás de la cabeza de Dana y guiándola hacia la polla de José hizo que se la metiera a la boca y agarrándola del cabello le empezó a guiar el mete y saca forzado de esa polla a la pobre Dana que hacia un gran esfuerzo por tragar esa enorme barra de carne cuando vio que Dana ya se acostumbró a la mamada la soltó, luego repitió el proceso con marcela tomándola de la parte de atrás de su cabeza la guio a la entrepierna de José y la acomodo en la base de su larga verga haciendo que esta le pasara la lengua por todo su tronco.

Las dos mujeres empezaron a pelearse la verga ambas la chupaban y alternaban una se la metía a la boca mientras otra le pasaba la lengua por el tronco o se iban hasta sus gordas pelotas y se las metían a la boca las chupaban, Diana no se hizo esperar y también fue por ese pedazo de carne ahora las tres se la compartían hambrientas de polla de la cabeza a el tronco hasta los huevos se empezaron a besar entre ellas jugando con sus lenguas o con la polla de José en medio de sus bocas, veía como la mano de mi mujer se perdía en su entrepierna dándose un dedo luego la saco y fue e la entrepierna de Dana metiéndose por debajo de su falda y la empezó a masturbar la pobre gemía luego con la otra mano empezó a apretarle las enormes nalgas a Marcela quien al ver como Diana masturbaba a Dana se desabrocho el pantalón bajándoselo un poco para que Diana tuviera un acceso fácil a ella, Diana al ver esto no espero y le metió la mano en la concha por dentro de la ropa interior de Marcela y le empezó a meter los dedo haciéndola gemir así estuvieron 5 minutos hasta que Diana le dijo a José…. Métemela no aguanto más.

Mi prometida se puso de pie subio su vestido hasta la cintura dejando ver esas redondas y voluminosas nalgas se apoyo en la pared que da de frente al ultimo cubículo con una mano quedando de perfil hacia donde yo estaba escondido y con la otra tomo el hilo de su diminuta tanga haciéndolo a un lado dejando expuesta su carnosa y mojada conchita puso ese culazo en pompa mirando con cara de puta a Jose en ese momento en un momento de cordura Dana le dijo…. Por dios Diana que vas hacer te la van a meter toda…. Lo siento pero no puedo resistir necesito una buena verga mi cuerpo me la pide. Dijo Diana.

José se puso detrás de mi mujer con una mano apunto su polla y con la otra le abrió una nalga, puso la cabeza de su verga en la entrada de la vagina de Diana y empezó a empujar lentamente sin detenerse pude ver como toda esa masa de carne se perdía en el interior de mi prometida mientras ella daba un largo gemido de placer cuando José ya estuvo en el interior de mi mujer empezó un mete y saca lento hasta que alcanzo un buen ritmo…. Aaahhh puta que rica estas como extrañaba meterte la polla Diana que buena hembra sos…. Siii papi aaahh mi macho mmnnn como te extrañaba ooohhh aaaahhh ooohhh mi primer amooorrrr aaahhh…. Si y por qué no fuiste mi novia a zorrita…. Porque ooohh tu te pusiiisste de aahhh novio de Alejandra y aaahhh me toco conformarme cooon Antonio aaahhh. José acelero la embestida chocando violentamente su pelvis contra el culazo de Diana haciendo que estas se movieran de forma espectacular y generando el típico sonido de palmadas plas, plas, plas, plas. Dana y Marcela miraban el espectáculo maravilladas metiéndose los dedos en sus conchitas apretándose las tetas, Marcela con una tetaza enorme más grande que las de mi mujer afuera del escote de su blusa con un pezón café grande parado en punta pellizcándoselo ambas gimiendo mientras tanto Diana no aguanto y tuvo un orgasmo que la hizo chorrear sus jugos fuera de su vagina y que estos empezaran a deslizarse por el interior de sus gruesas y bien torneadas piernas.

Dana le Dijo…. Que puta eres amiga…. Si pero ahora te toca a ti ser la puta. Le respondió Diana. Quien la tomo la puso de pie contra la pared haciéndola poner ambas manos en ella la inclino le levanto la falda hasta la cintura, le bajo su tanguita hasta medio muslo, Dana quedó con su culo redondo respingón y bien parado en pompa voltio a mirar a su cola vio como José le acercaba esa enorme barra de carne y dijo…. Nooo Diana eso no me va a entrar es muy grande me va a partir en dos…. Tranquila vas a ver cómo te la tragas toda. Diana tomo las preciosas nalgas de Dana y las abrió para facilitarle la tarea a José que le puso la punta de su pollon en la entrada de su tierna y babosa vagina empezando hacer fuerza y metiéndola lentamente a medida que entraba esa barra de carne la pobre Dana se empezó a quejar…. Aaaahh por Dios me está partiendo aaahhh siento que me desgarraaaaa por dentro aaahhh…. Puta que apretada sos Yo creí que Diana a pesar de tener un hijo tenía la concha apretada aahhh pero la tuya Dana parece que estuviera nueva oohhh puton es que acaso Enrique no te da verga aaahh…. Siii aaahhh pero el oohh la tieneee pequeñitaaaa aaahhh maaassss aahhh. José se la enterró toda y se quedó un breve momento quieto…. Aaahhh por Dios aaah la siento en el estómago uuufff. Dijo Dana. José se rio y empezó a sacar y a meter lentamente la verga del interior de Dana quien se quejaba hasta que momentos después empezó a gemir al ver esto José tomo más confianza y le imprimió más velocidad Dana blanqueaba sus ojitos y gemía de placer hasta que empezó a tener un intenso orgasmo que la hizo perder sus fuerzas y casi se cae no lo hizo porque José reacciono y pego su cuerpo contra la pared pegando su rostro y sus tetas contra el azulejo y le siguió dando verga hasta que el Orgasmo de Dana fue pleno haciéndola venir a chorros que mojaron sus piernas y el suelo del baño…. Que buena puta eres Danita vamos a tener que repetir vas a ver cómo te abro bien esa concha…. Siii, dijo ella. Tomo la boca De Dana y la empezó a besar intensamente pero fueron interrumpidos por Diana cuando les dijo…. Bueno ya paren que me voy a poner celosa. Diana tomo a Dana y la puso sentada en el suelo contra la pared para que se recuperara luego dijo…. Marce no nos olvidamos de ti ahora te toca.

Marcela se puso de pie José al verle ese tetón afuera de la blusa se acercó y le saco la otra teta por el escote dejando ese par de tetas masivas paradas afuera con unos pezones cafés grandes en punta…. Que putas tetas tan grandes Son más grades que las tuyas Diana tengo que probarlas. José se las empezó a manosear, apretarlas chuparlas le pasaba la lengua por esos pezones se los metía todo lo que podía a la boca y los chupaba con fuerza como queriéndosela arrancar estirando toda esa tetaza hacían que Marcela gimiera, dejándole de chupar la teta le dijo…. Debo confesarte Marcela que cada vez que te veo no puedo dejar de mirarte ese par de tetas siempre vas con grandes escotes y uno no puede dejar de mirarlas. Luego José continúo con la chupada que le hacía a su teta derecha…. Si Marce tienes unas tetas muy obscenas uno no puede dejar de mirarlas son demasiado grandes increíble que sean naturales dan ganas de metérselas a la boca. Acto seguido mi mujer le empezó a apretar la teta izquierda para después empezarla a lamerla pasarle la lengua por su pezón erecto y después empezarla a chupar con devoción, Diana y José se pegaron a ese par de tetazas como unos corderitos amamantándose y Marcela no tuvo más opción que empezar a gemir.

Mientras le Chupaban las tetas a Marcela ella les dijo nos estamos demorando mucho mejor terminemos ya Diana y José se retiraron de sus tetas ambas lucían coloradas enrojecidas con los pezones brotados por el trató que habían recibido…. Si tienes razón hay que hacerle rápido, dijo José. Quien la tomo y la puso de frente contra la pared como habían estado las otras mujeres, Marcela capto el mensaje rápidamente se terminó de bajar la tanga quedando a medio muslo junto con su jean apoyo las manos en la pared y puso ese culote gordo y redondo en pompa, José solo se puso detrás le tanteo con la vergota la entrada de la vagina y se la dejo ir toda con fuerza…. Ufff puta te entro sin esfuerzo…. Aaahhh si dale seguila metiendo duro ooohhh aaahh, le decía Marcela. José se aferró de sus nalgas y le empezó a dar con violencia después de un rato que la estuvo clavando y mirando cómo le entraba la verga a marcela José le dijo…. Marcela veo que tienes ese culote algo abiertico…. Aaahhh siiii la culpa oohh la tieneee el aaahhh hijo de putaaaa de mi esposo aaahhh tu amigo la tiene ooohhh muy grande aaahh descomunal y me tiene todaaa abierta ooohh aaahh, dijo Marcela…. Aaa siii bueno entonces no te importara puta, respondio José. Quien le saco la verga y sin preguntar se la apunto al culo que sin miramientos se la dejo ir toda chocando sus enormes pelotas con la concha de Marcela abriéndoselo todo la pobre solo pudo gemir al verse sorprendida…. Aaaaayyyyy aaaahhh hijo de puta me abriste el culoooo…. Jajaja ya estaba abierto puton jajaja…. Malparido seguimela metiendo. José le empezó a dar por el culo a toda velocidad solo se escuchaba plas, plas, plas y los gemidos de Marcela pidiendo más que le diera más duro la tuvo así 5 minutos dándole con un ritmo infernal Diana y Dana solo miraban con cara de pervertidas como enculaban a Marcela quien empezó a tener un orgasmo que la hizo gritar y caer arrodillada…. Uuufff puta casi me vengo dijo José…. Bueno yo sé dónde te puedes venir, le dijo Diana que se volvió a apoyar en la pared con la falda del vestido en la cintura, el culo en pompa y la tanga a un lado José no la hizo esperar y le clavo esa enorme masa de carne sin misericordia y la empezó a bombear con violencia como si se estuviera cogiendo a la puta más barata le bajo el escote del vestido dejándolo como un cinturón quedando esas redondas y gordas tetas al aire con sus pezones rozado bien parados, bien brotados moviéndose sin control por las metidas de verga que le daban mi dulce prometida solo gemía como una puta le decía que se la metía rico que le diera como una verdadera puta que la haga sentir mujer, 5 minutos después José le anuncio que se venía…. Aaahhh puta me vengo te voy a llenar esa cuca…. Aahhh si súrteme de leche ooohh que yo también me vengooooo aaaahhhhh.

Ambos se vinieron en un orgasmo intenso mi mujer se le blanquearon los ojos y se empezó a estremecer José solo temblaba y le decía que sentía que su vagina lo estaba ordeñando que sentía como se contraía con su verga adentro, la cantidad de semen fue impresionante cuando le saco la verga le empezó a escurrir gran cantidad de leche por entre sus tiernas y algunos goterones cayeron al suelo…. Que golosa eres Diana querías todo el semen para ti solita que puta, le dijo Marcela. Mi prometida apoyo las manos en la pared miro hacia atrás viendo a Marcela abrió un poco sus piernas y puso ese culazo en pompa ofreciéndolo mostrando ese coñito rosa abultado baboso escurriéndole semen…. Yo no tengo problemas en compartir la lechita si la quieren tómenla le dijo Diana. Marcela se acercó y se arrodillo detrás de ese culazo gran y redondo que tiene mi mujer miro a Dana que estaba sentada en el suelo mirando esta sonrió se fue gateando hasta el culo de Diana quedando junto a Marcela se miraron rieron y empezaron a acariciarle las nalgotas a darle besitos para después pasar a pasarle la lengua por el interior de sus piernas cada una en una pierna recogiendo el semen que le escurría por entre sus piernas comiéndoselo hasta llegar a su concha donde la empezaron a lamer y chupar Marcela le abrió las nalgas empezándole a lamer y meterle la lengua luego le dejo abierta las nalgas con sus manos y se lo ofreció a Dana quien no se resistió, se lo empezó a comer le metía la lengua se lo chupaba y así se iban repartiendo la concha y la vagina de mi mujer, la pobre solo gemía de placer por la comida que le estaban haciendo sus dos amigas cuando le dejaron la concha bien limpia y las dos se habían alimenta do de la leche que le dejo José a mi mujer se dieron un beso intenso en sus bocas y rieron pícaramente…. Que rica estaba esa lechita, dijo Dana…. Y que rico estaba ese culo, respondió Marcela…. Jijiji si Diana tenes un culote muy rico y provocativo, dijo Marcela…. Bueno ya comieron es hora de irnos. Más repuestos todos por el intenso placer que habían compartido José les dijo…. yo voy a salir afuera de la discoteca y ustedes les dicen a los demás que se encontraron conmigo cuando salía del baño y me dijeron que ya se querían le dicen a los demás que fui por el carro es mejor irnos si preguntan por qué se demoraron es porque el baño estaba lleno…. No te preocupes nosotras los convencemos ve por el carro y ten cuidado que no te vean, le dijo Diana.

Mientras empezaba acomodarse sus ropas salí rápidamente como pude tambaleándome por la borrachera con una erección que me dolía dentro del pantalón cuando llegue a la mesa Enrique y Leandro estaban borrachos totalmente solo reían y hablaban, la botella de ron estaba completamente vacía me preguntaron dónde estaba les dije que en baño preguntaron por José les dije que no sabía en ese instante llegaron las mujeres algo mareadas por el alcohol pero con buena coordinación lo disimulaban bien lo que no podían disimular era la cara de salidas que tenían las 3, en eso Enrique le pregunta a su esposa…. Dana amor por que se demoraron…. Nooo bebe es que el baño estaba lleno y no fue mucho tiempo, Nos encontramos con José mientras hacíamos fila en el baño, él está afuera esperando para irnos…. Aaa bueno vamos que ya estamos muy borrachos y ya son las 2:50 am, le respondió. Yo solo veía a Leandro y a Enrique pensando que putas son nuestras mujeres nos acaban de meter los cuernos en el baño estuvieron como 45 minutos cogiéndose a nuestras mujeres y ustedes ni idea tienen, pensar eso y recordar cómo se las cogieron me tenía con la verga re dura salimos de la discoteca José estaba en frente con el auto pararon dos taxis Enrique y Dana tomaron uno y Marcela y Leandro el otro se despidieron y se fueron José nos llevó a casa a mí y a Diana en el trayecto quede dormido.

Cuando llegamos eran como las 3:30 am entramos con cuidado sin hacer ruido todo estaba oscuro en eso bajo mi suegro vio que ve veníamos tomados yo más que Diana nos salido dijo que bajo a tomar algo de agua, entramos a nuestra habitación me quite la ropa quede en boxers y caí en la cama Diana dijo que iba a tomar también algo de agua solo recuerdo que la vi salir con su mini vestido y sus tacones de aguja negros por la puerta cuando se me cerraron los ojos 20 minutos después desperté entre dormido pude ver que estaba solo en la cama mire el reloj eran las 4 am como pude me levanté y salí a buscar a Diana, la habitación en la que dormimos queda atrás de la cocina más adelante queda el comedor y después la sala que da a la entrada de la casa en la sala en la parte izquierda hay unas escaleras que dan al segundo y tercer piso, cuando llegue a la cocina encontré el mini vestido rojo de Diana junto con su tanguita tirada en el piso, se me hizo un nudo en el estómago, como todo estaba oscuro me acerque hacia el frente de la casa cuando llegue al comedor pude ver algo que hizo que se me parara la verga de inmediato mi mujer estaba en tacones como una actriz porno con las piernas abiertas en medio del sofá de la sala y en medio de ellas estaba mi suegro enterrándole una verga gruesa de 20 cm agarrándola de los tobillos con las piernas flexionadas y empujándole con todas sus fuerzas ese pedazo de carne que entraba y salía del coño chorreante de Diana a quien se le escapaban unos gemidos suaves conteniéndolos, rápidamente me escondí bajo la mesa del comedor que tenía un mantel largo me saque la verga empezándome hacer una paja y me dedique a observar como mi mujer me ponía nuevamente los cuernos con su padrastro, don Jesús estaba extasiado clavando a su hija y le decía…. Que puta nos saliste Dianita, que puta…. Aaahiiii papi aaahhiii que puta salí mmmnnn ooohh. Jesús se acostó sobre ella y la empezó a besar ella le correspondió y lo hacía con verdadera pasión y gusto después Diana tomo con sus manos ese enrome par de tetas lechudas con esos pezones rosados empitonados totalmente brotados las junto ofreciéndoselas…. Que par de tetas te mandas mi bebe…. Chúpalas papi. Mi suegro no se hizo esperar las empezó a lamer y a chupar se centró en su teta derecha y empezó a chuparla sacándole la leche amamantándose sacándole la leche de mi hijo mientras la seguía clavando la cara de Diana era un poema era puro placer así estaban hasta que una vos perturbada pero manteniéndose baja se escuchó diciendo.

Por Dios Jesús, Diana que hacen otra vez nooo Dios mío. Era mi suegra doña Silvia que se encontraba bajando el último escalón…. Jesús me dijiste que no ibas a volver a tocar a mi hija…. Lo siento pero tu hija es muy puta y no le basta con una verga necesita muchas y yo te cumplí con mucho esfuerzo la deje de coger cuando iba en el colegio pero vez como en los últimos días se viste como toda una puta, lo siento pero no me pude aguantar…. No puedo creer que esto esté pasando otra vez Jesús…. Más bien guarda silencio Silvia para que no se vayan a despertar los demás y pueda terminar de cogerme a la puta de tu hija. Mientras decían todo eso Jesús no dejo de bombear a su hija quien gemía suavemente conteniéndose lo más que podía para no hacer ruido, a mi suegra no le quedó más que sentarse en el último escalón en silencio a ver como su marido se terminaba de coger a su hija.

Jesús estuvo usando a mi prometida como 10 minutos en esa posición cuando se cansó la volteo poniéndola en cuatro Diana puso sus manos sobre el espaldar del sofá y por instinto paro su cola poniendo su espectacular culazo en pompa entregándolo a su padrastro…. Mira ese culote que se gasta tu hija como me lo ofrece vez que puta te salió Silvia uno no se puede resistir. Mi suegro se arrodillo en el piso quedando a la altura de ese par de nalgas redondas las abrió y le empezó a pasar la lengua la empezó a pasar por ese anito rosadito que tiene a clavarle la lengua a dilatarlo sacándole gemidos suaves a Diana mientras su madre los miraba en silencio con impotencia después Jesús tomo un dedo lo lleno de saliva y lo introdujo en el culo de mi mujer haciendo movimientos circulares luego de mete y saca así estuvo un rato para después meter dos y luego 3, cuando ya la tuvo bien dilatada se paró detrás de ella apunto su garrote al ano de mi mujer y la penetro de un solo golpe sacándole un grito que intento contener Silvia a ver eso le dijo a Jesús…. Jesús por favor no me lastime a la niña como se le ocurre penetrarla por detrás y así tan salvaje…. Cállate perra aquí el macho de esta familia soy yo y como macho yo decido como se coge en esta casa además a esta puta hay que cogerla así como lo que es puta ella está acostumbrada…. Bueno mi amor, dijo Silvia en tono sumiso.

Jesús se aferró a las curvadas caderas de su hijastra y la empezó a bombear de forma rápida disfrutando de la enculada que le estaba metiendo debes en cuando le daba una nalgada en sus bien formadas nalgas, Diana solo gemía suavemente cerraba sus ojitos y pasaba su lengua por sus labios como saboreándolos disfrutando la cogida que su papi le daba por el culo después Jesús cambio el ritmo y le empezó a dar más duro podía ver como su pelvis chocaba con las nalgotas de mi mujer haciéndolas temblar y sonar plas, plas, plas, plas Diana solo gemía ya casi no podía contener sus gemidos en un tono bajo…. Jesús por favor no le de tan duro a la niña la va a lastimar y están haciendo mucho ruido, le decía Silvia…. Cállate que ya casi termino de cogerme a tu hija aahhh.

Jesús empezó a darle clavadas profundas a mi mujer y le anuncio…. Puta me voy a venir te voy a llenar el culo de leche aaahhhhh toma puta tómala toda aaaahhhh…. Si papi siiiii aaahhh lléname con tu lechita que yo también me vengooo ooohhh aaahhh. Vi como mi suegro le lleno el culo con su semen a mi prometida yo no aguante y me vine también dejando mi semen en el piso, Jesus cayó encima de mi mujer donde la empezó a sobar y a cogerle las tetas a besar su cuello para después buscar su boca y besarse.

Jesús se levantó sacándole la polla morcilluda del interior del ano de su hija que estaba tirada desfallecida sobre el sofá y le dijo…. Estuviste estupenda como siempre mi niña. Le dio una buena nalgada en ese culazo que tiene que la sorprendió sacándole un aaayy para luego buscar la pantaloneta con que dormía para ponérsela y subir al segundo piso e ir a su habitación, Silvia quedo ahí mirando a su hija y le pregunto…. Estas bien…. Si mami estoy bien…. Necesitas que te ayude…. No mami tranquila ve a dormir…. Hija quiero pedirte que no me vuelvas hacer esto…. Está bien mami lo voy a intentar…. Ok, que descanses te quiero…. Yo también te quiero. Silvia se dio vuelta para ir con su esposo yo salí sigilosamente y volví a mi habitación 5 minutos después entro Diana desnuda con sus ropas y tacones en las manos yo me hice el dormido ella entro al baño luego salió busco un shorcito de algodón y una blusita de tiritas que usaba para dormir y se acostó en la cama quedando profunda.

Al siguiente día desperté como a las 11 am todo lucia como si nada Silvia y Jesús se comportaban como siempre me preguntaron cómo estuvo la rumba si bailamos mucho que si pude descansar en fin todas esas cosas a medio día despertó Diana de veía cansada así que me dijo que por que no descansábamos todo el día en casa y veíamos algunas películas en la tele le dije que sí y así paso el resto del día ella actuando como si nada dándome cuenta que mi suegro era el macho en esa casa y mi suegra una sumisa que por temor a perderlo y por su dependencia a él sigue ordenes permitiéndole hacer lo que él quiera y yo completamente enamorado al igual que mi suegra guardando sus secretos.

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bostmutru@hotmail.com

 

Relato erótico: “El Parking de camiones” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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SECRETARIA PORTADA2El parking de camiones

Sin títuloEstábamos en un jakuzzi riendo de nuestras mutuas bromas, cuando entro en el agua otra pareja, un hombre de unos 50 años y con un buen cuerpo, acompañado de una atractiva mujer de tipo latino, colombiana y, desde luego, bastante más joven que él aunque hacían una bonita pareja, que se pusieron a jugar entre ellos al otro lado de la piscina y, debo decir, sin que nos perdiéramos de vista unos a otros.

En el agua, los desplazamientos suaves son más amplios que fuera de ella y, sobre todo, siempre son bastante impredecibles. Nada tiene de raro entonces, que en algunos momentos se produjeran roces fortuitos entre las dos parejas. Más o menos sin queriéndolo nos fuimos acercando y podíamos observar cada uno de los movimientos o gestos que cada pareja hacía. Los roces se convertían en más intencionados y el morbo aumentaba por momentos. Me abrazaba y besaba a mi pareja al mismo tiempo que apoyaba mi espalda sobre la espalda de cualquiera de la otra pareja; en otro momento eran ellos los que se pegaban a nosotros. A partir de ahí se ampliaron los contactos, ahora en cada roce participaban las manos con una caricia, hasta que, los dos hombres, tomamos a nuestras respectivas parejas por la espalda, y esta vez si el contacto fue totalmente frontal entre ellas. El movimiento siguiente fue el contacto hombre mujer, lógicamente de pareja distinta, contacto que ya permitía las caricias más osadas y los besos intensos,

Fue mi pareja la que rompió el ritmo de forma descarada, claramente se dirigió a la colombiana y le pregunto si la prestaba a su pareja, en lo que tuvo respuesta afirmativa. En un momento la chica se venía a mis brazos y claramente se agarraba a mi verga, tratando de metérsela sin molestarse en salir del agua, cosa que consiguió en un momento y con toda mi colaboración, por supuesto.

Por supuesto mi pareja había sido apresada de inmediato entre los brazos de Pepe, así se llamaba el elemento masculino de la otra pareja, Sus cuerpos, sus manos y bocas se soldaban en besos y caricias devoradoras, se buscaban hambrientos, ella agarro la polla de Pepe y se la sacudía haciéndola rozar su vagina; por descontado, Pepe reacciono rápido y levantándola en alto coloco su verga en posición y se la metió de un golpe. Ahí peco de exhibicionista pues volvió a levantarla en vilo para que todos viéramos que, en efecto, su verga estaba totalmente metida en su vagina.

Salimos del agua y nos tumbamos sobre unas colchonetas, ahora cada uno con su pareja, si bien Pepe hizo el intento de montarse encima de la mía aunque ella no quiso, Pese a ello tuvimos una larga y distendida conversación, durante la cual Pepe la califico de muy tímida y reprimida, lo cual no la hizo mucha gracia, sobre todo porque mientras decía esas palabras, estaba montado sobre su colombiana a la que estaba follando, exactamente lo mismo que yo hacía con mi compañera.

Nos dimos cita con ellos para la semana siguiente, semana en la que mi mujer no paro de hablar del personaje y recordar lo sucedido, hasta el punto de que, cuando llego el día del encuentro, se llevo una desilusión al ver que no estaban cuando nosotros llegamos, cosa que cambio por completo cuando los vio entrar, al cabo de un rato. Desnuda completamente, como estaba, salió disparada para colgarse del cuello de Pepe, al que se le veía también encantado de la situación.

Lo que tardaron en desnudarse fue lo que tardamos los cuatro en meternos en el agua, pero esta vez las parejas eran diferentes, la colombiana y yo formábamos una, y ellos dos la otra. La verdad es que se lo estaban pasando en grande, parecían soldados el uno al otro y su sintonía era perfecta, hasta el punto de que no pararon de follar durante toda la noche, en el agua, en las diferentes camas que hay en el local, en los sofás y hasta en la barra del bar y la pista de baile. Con una novedad en esta última, porque era tal el erotismo que ponía al bailar sola que Pepe no paraba de mirarla, al tiempo que con las manos entre las piernas de su colombiana, no paraba de masturbarla, lo que provoco que ella se levantara, entrara en la pista de baile para acariciar y besar las tetas de la bailarina.

A partir de aquel día, las reuniones se hicieron semanales, y era tal la afinidad sexual que se había creado entre ellos, que se buscaban a diario por teléfono, hasta que llego el día en que se fueron a pasar vacaciones en Colombia. Nada menos que un mes sin follar con él, es lo que la esperaba, y era tal su ansia que hasta se produjo una anécdota curiosa.

Estábamos solos en uno de los cuartos más oscuros del local cuando entro otra pareja que se tumbó en la amplia cama al lado nuestro. A mi pareja no le dio un infarto de milagro, con la falta de luz creyó ver a José en la persona que acababa de llegar, cierto que eran del mismo tipo, pero tampoco ella era la mujer colombiana que habíamos conocido y pese a ello, era tal el ansia de mi pareja, que sin pensar siquiera en lo incongruente de la situación, se dirigió a la mujer con su clásico “me lo prestas” y directamente se montó a horcajadas sobre él y literalmente se lo follo, ante la sorpresa y el contento del interfecto; después se lo llevo a otro cuarto, dejándome con la colombiana de marras, la cual después de haber echado un polvo conmigo, se levantó furiosa gritando que la habían robado a su marido, con lo cual estuvo a punto de montarse un lio.

Transcurrió el mes y fuimos el sábado en la noche con la esperanza de reencontrar a nuestros cómplices, no fue así, no aparecieron, de modo que aunque jugamos un poco en el agua, mi pareja se sentía muy desmoralizada, así es que nos vestimos para marcharnos. Ibamos a salir cuando sonó el timbre, llegaba algún cliente, era José, y fue un chispazo porque al encontrarse frente a frente, saltaron el uno en brazos del otro y se fundieron en un beso de media hora. Era tarde y teníamos un viaje por delante de modo que fijamos cita para el sábado siguiente y, aunque casi hubo que separarlos con agua caliente.

Durante el viaje de regreso estaba radiante de alegría y no paro de hablarme de José, en el que solo veía virtudes; así el viaje se hizo corto y llegamos a casa. Estaba estacionando el coche cuando llego otro a la explanada, otro coche que comenzó a hacer repetidas señales con los faros por lo que debería ser alguien conocido, y ese alguien resulto ser José, que salió de su coche haciéndonos señales con los brazos.

Mientras yo cerraba mi coche, mi pareja había salido corriendo a su encuentro abrazándose a él, que había abierto la puerta trasera del suyo y donde se metieron cerrando la puerta tras de ellos. Cuando llegué, no tuve otro remedio que ocupar el asiento del chofer, pero al volverme para preguntar a José el motivo de su presencia, me encontré con el espectáculo de que los dos se estaban desnudando mutuamente; en realidad, aquello era mucho más que desnudarse, se estaban arrancando la ropa mutuamente, al tiempo que se devoraban a besos.

Estábamos delante de la casa, en un coche mal estacionado y justo en medio de la explanada que todos usamos como aparcamiento; en cualquier momento podría llegar otro coche, abrirse una ventana o pasar una patrulla de la policía haciendo su ronda, y se iban a encontrar con una pareja desnuda y follando como locos, con un tío, el marido en este caso, que les servía de taxista o algo así. Pude reaccionar antes de que se produjera una catástrofe, hice arrancar el coche y salir disparado fuera de allí. Por fortuna no lejos hay un parque industrial y pude meter el coche entre dos enormes camiones, fuera del alcance de la vista y oído de cualquiera.

El asiento trasero era un verdadero campo de batalla, los dos estaban totalmente desnudos, ella sentada sobre las piernas de él, dándole la cara, el cuerpo echado hacia atrás y con las manos de el sobre sus tetas, por descontado con la polla de José metida a tope. Después siguieron los cambios de postura, las acrobacias y las contorsiones, todo ello aderezado por las comidas de polla y coño, de los orgasmos de ambos que, después pudimos comprobar, pusieron perdidos los asientos del coche.

La orgia de sexo termino casi una hora después y José estaba todavía tan desatado que quería ir a un hotel con ella, pero era muy tarde, así que lo dejaron para otro día y, después de una muy efusiva despedida, entramos en la casa.

En aquella época, vivíamos en casa de un amigo, Víctor. Estaba en trámites de divorcio y vivía solo, así es que aceptamos cuando nos propuso compartir la casa y los gastos, con lo que la situación era ideal para todos puesto que, además, él es un actor frustrado, nunca ha conseguido hacer nada, pero estaba bien para darle la réplica a mi pareja en sus ensayos para la película que preparaba. Así fue, en efecto, pero la convivencia hizo que los tres nos conociéramos mucho más a fondo y ese conocimiento creo entre mi pareja y Víctor una extraña relación de amor-odio que, sin embargo, no solo no se traslucía en los trabajos de ensayos, sino que hasta los favorecía considerablemente.

A Víctor, los personajes de hombre maniaco y obseso le van divinamente, así que las escenas en las que debían confrontarse, en la película que se preparaba, los dos eran un matrimonio bastante maquiavélico y enfrentados el uno contra el otro aunque sin mostrar ninguno sus intenciones reales.

Llego el momento de preparar una escena bastante fuerte, en la que ella seduce a su marido para terminar narcotizándole; en un momento de ella, los dos desnudos escenifican una escena de pseudo amor, léase sexo, y lo fue realmente por lo que sigue: la pareja se desnuda mutuamente, se revuelcan sobre la alfombra; él se sienta en el suelo y ella sobre sus piernas de cara a él. En la ficción, la atrae sobre él y es en ese momento cuando surgió lo inesperado y totalmente fuera del guion, ella lanza una pregunta al aire, “me la meto?”, y dándose ella misma la respuesta, introduce una mano entre sus cuerpos hasta agarrar la polla de Víctor, la acerca a su vagina y se la mete, por supuesto con la entusiasta colaboración de Víctor. Digamos que ese primer ensayo termino al cabo más de una hora, en la que hubo de todo, pero casi nada de lo que el guion marcaba.

Ese fue el inicio de una situación muy ambigua, en cada ensayo había masturbaciones, mamadas hasta el orgasmo, comidas de coño y, por supuesto, en cada uno acababan follando como fieras.

Durante un par de meses esa situación se mantuvo, aunque el resto del tiempo, cuando no se estaba ensayando, todo era un muy normal comportamiento de ambos, hasta un día y en medio de un ensayo se terminó el tabaco que había en la casa y yo Salí a comprar unos paquetes a un bar cercano, estaba cerrado pero había otro a unos cien metros y en el pude conseguirlo. Volví a casa para encontrarme con la sorpresa de ver a Víctor desnudo saliendo de nuestra habitación; tampoco lo interprete mal, lo reconozco, hasta que vi a mi pareja desnuda en la cama, y empecé a sentir un extraño olor a cuerno quemado, aunque tampoco era extraño que fuera así, ya que antes de yo salir a por tabaco, habían estado ensayando. Salimos al salón, a fumar un cigarrillo y terminar una botella de vino ya empezada; ellos continuaban sin ropas y poco después se refugiaban el uno en brazos del otro. Después de hablar un buen rato y terminar la botella de vino, había llegado el momento de irnos a la cama; alegres como estábamos, decidieron que el “hasta mañana” fuese interpretando como lo haría una pareja de amantes, así es que la tomo en brazos y la llevo a nuestra cama, la tumbo sobre ella y, con toda tranquilidad y descaro, la levanto las piernas colocándolas sobre sus hombros y, de un solo envite, se la metió hasta el fondo, dando principio a que, con una cierta frecuencia, Víctor se viniese a nuestra cama y follasen hasta caer rendidos, cosa que continuo durante casi todo el año que vivimos juntos, e incluso después en nuestra casa, a  la que vino alguna vez.

Esa noche en concreto Víctor tampoco dormía, chateaba a través de su ordenador con sus múltiples amigas. Nos llamó al oir el ruido de la puerta, riendo por lo tardío de la hora, y más cuando sintió el olor a sexo que ella despedía. Quiso entrar en el juego de inmediato, así que el beso de saludo se lo dio directamente en la boca, al tiempo que sus manos se colaban por el escote de ella y hacía salir sus tetas que comenzó a chupar como un niño hambriento. De ahí a desnudarla por completo fue cuestión de segundos, pero ella se le escapó de las manos para meterse en el cuarto de baño y darse una ducha. De secarla se ocupó él mismo, y nada más hacerlo la llevó en brazos hasta la cama, la tumbó en ella haciendo que abriera sus piernas para meter su cabeza entre ellas y comenzar a lamer su clítoris

Paso algún tiempo y una tarde pasamos delante de su casa y le vimos por la ventana, le llamamos y de inmediato bajo para hablarnos. Salí del coche para saludarle, cosa que no hizo mi pareja, y fue él quien se dirigió a ella para darla un beso de saludo. Ese día, mi pareja vestía una blusa muy escotada y bajo ella no llevaba nada, cosa que aprecio Víctor de inmediato, haciéndola una caricia con su mano sobre las tetas casi descubiertas.

Nos invitó a tomar una botella de buen vino y entramos en su casa. Los dos se sentaron sobre el viejo sofá, como solían hacer cuando vivíamos juntos, y yo lo hice en la butaca, frente a ellos. Hablamos, bebimos, reímos y fumamos como antes solíamos hacer y, entre las bromas, Víctor abrazo a mi pareja aprovechando para meter la mano por el escote y agarrarla una teta; ella se revolvió entre risas y eso fue como darle alas, porque el siguiente movimiento fue desabrocharla el escote de la blusa, con lo que las dos tetas quedaron al descubierto. Eso y el que Víctor llevase su boca a los pezones de ella fue todo uno; entre bromas y veras iniciaron una pelea tratando de desnudarse mutuamente. Ganó Víctor, por supuesto y tomándola en brazos la llevo hasta su cama buscando inmovilizarla sobre ella; lo logro colocándose entre sus piernas y comenzó a acariciarla hasta que ella comenzó a ceder, nuevamente estaba sucediendo y, también nuevamente la tomo de las piernas para colocarlas sobre sus hombros; en esa postura tenia libre acceso a la vagina de ella y, después de acariciarla un largo rato con sus dedos, se la metió bruscamente tratando de llegar lo más profundo posible. A partir de ahí ya era todo sexo, ambos se conocían bien, sabían cómo hacer para llegar a su propio orgasmo y que el otro llegara también, cambiaron de postura varias veces, el sacaba su polla tratando de que ella se la metiera en la boca, cosa que no conseguía frecuentemente, al igual que tampoco conseguía que ella le dejase metérsela por el culo, a pesar de que siempre lo intentaba, hasta al final llegar a un orgasmo tras el cual, los dos, quedaron derrengados.

Esa noche nos quedamos en su casa y en su cama; debo decir que no descansamos demasiado ninguno de los tres, aunque la verdadera fiesta la hicieron entre ellos y creo no pararon en toda la noche.

Mi relación con Víctor merece por si sola un capítulo aparte. No es amigo nuestro realmente y es un hombre cargado de complejos, y manipulador como pocos, pero casi siempre consigue lo que quiere y, especialmente con mi compañera. Un ejemplo cualquiera, ella estaba sentada leyendo en el sofá del salón, vestida con un corpiño de seda negro con finos tirantes, cerrado con solo tres botones lo que hacía un gran escote, y un pareo brasileño de suaves colores. Entró Víctor, de su trabajo, y directamente se sentó a su lado abrazándola como saludo; dos besos en la cara, un tercero en la boca, el cuarto igual, pero ahora metiéndole la lengua, mientras las manos hacían resbalar los tirantes del corpiño sobre los hombros; más presión hasta que la seda deja de cubrir las tetas y es entonces que comienza a mordisquearlas y besarlas, pero ahora son sus manos las que se meten bajo su pareo y en pocos minutos alcanza a acariciar sus muslos ascendiendo por ellos hasta llegar hasta su braguita y meter los dedos bajo ella para acariciar sus nalgas. Como ella va cediendo a sus caricias, el se arrodilla ante ella, la quita el pareo y hace deslizar la braga por sus piernas, no sin antes haberla recorrido con sus besos. En su recorrido descendente llega a su sexo en el que se detiene largo rato, busca su clítoris hasta encontrarlo y en él se detiene y deleita lamiéndolo y jugueteando con él, la penetra con sus dedos mientras ella se retuerce de placer; la levanta las piernas hasta colocarlas sobre sus hombros y así, completamente abierta, avanza sobre ella y con su polla acaricia su clítoris y, dilatada y húmeda como ella estaba, se la mete iniciando la tarea de meterla y sacarla, acelerando sus movimientos a medida de que sienten la proximidad de su orgasmo, y cuando este llega  se corre dentro de ella.

La cosa no termina, ambos se acuestan sobre el sofá y vuelven a follar cambiando de posturas con frecuencia, hasta que ella se pone en la postura del perrito y él, de rodillas tras ella, tantea con su polla hasta meterla en su vagina empapada y tratar de llegar lo más profundo posible a base de embestidas furiosas, no para ahí, por supuesto, aprovecha la postura para tantear su esfínter tratando de conseguir la dilatación que le permita metérsela, pero ella no le deja y, tras un nuevo orgasmo dan por terminada la sesión.

 

  • : Hay formas de llevarse el trabajo a casa
 

Relato erótico: “Diana y Alfredo: Amigos de verdad Parte 11” (PUBLICADO POR DIANITA)

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prostituto por errorDiana y Alfredo: Amigos de Verdad (Parte 11)

Sin títuloNo sé para algunas mujeres, pero para mí, qué difícil ha sido parar una situación como ésta………….y más, cuando al pararme frente a este amigo, no puedo evitar que “su situación”, se pare con una facilidad, hasta con mi respiro.

Pues mis queridos lectores, quiero seguir compartiendo con ustedes, esta fase de mi vida, en donde las palabras de mi esposo, el deseo de mi amigo y el morbo que ambos me provocan, me genera una inquietud que no puedo frenar.

Antes de salir esa madrugada del Bar, mi esposo muy alegre por el importante descuento que le hicieron, por la “falla” del sistema de cobro por tarjeta, y adicional por la buena cantidad de vino que tomamos esa noche, se puso de pie, y dirigiéndose al mesero, le extendió la mano para darle una buena propina, y todavía abrazándole por entre el hombro, le indicó que por favor, le diera las gracias al dueño del bar, por haberlo considerado en tan importante atención, y que por ello, seguramente regresaría pronto, para agradecérselo personalmente y además se daría a la tarea de recomendar el lugar a los amigos.

Después de ello, mi esposo lo soltó y entonces se dirigió hacia mí, para tomarme de la cintura y a la vez que me jalaba hacia él, me preguntó con voz alta, pero para que el mesero escuchara:

-Mi amor, hoy nos vamos muy felices no crees?…..esta noche nos vamos muy satisfechos, y creo que tendremos que regresar muy pronto ehhh……tenemos que darle las gracias al dueño de este Bar, verdad?” –

Y con muestras de nervios, adopte una postura muy coqueta ante mi esposo para distraerlo, y sonrojándome, sonriéndome y mostrando carita seductora, con mi mano derecha tome mi cabello alzándole como para que tomara volumen, y mi mirada se desviaba discretamente hacia la mesa donde estaban sentados los amigos de Alfredo descubriéndolos con sus miradas hacia nosotros. Aunque en ese momento Alfredo no estuviera aún ahí, regresé mi mirada hacia mi esposo y con una mirada seductora, y tomando mi dedo índice entre mis dientes, solo atine a contestar: “Lo que tú digas mi amor……nos vamos esta noche muy satisfechos, y si tu gustas, regresamos cuando digas……..solo espero que haya la misma atención que hoy ehh, pero entiendo que hay que irnos ya…….tu que dices?- a lo que mi esposo, dándome un beso en la mejilla, solo atinó a decirme: Claro mi vida – . Y así abrazándome, nos dimos la vuelta y nos dirigimos hacia la salida, lo que implicaba tener que pasar al lado de la mesa de los amigos de Alfredo, por lo que mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza porque solo esperaba que mi esposo no volteara a ver a esos individuos que no dejaban de verme y sonreír maliciosamente en lo que se murmuraban entre ellos…….me encontraba muy nerviosa pero no había de otra…..o pasábamos al lado de ello o no había otro camino hacia la salida, y tomamos rumbo a la puerta, por lo que justo cuando pasamos al lado de ello, uno de esos hombres solo atinó a decir en voz alta.- “Mesero, traigan otra ronda igual……esta noche sirvieron un manjar en este bar y creo que todos nos vamos muy contentos”.- A lo que mi esposo, alcanzó a escuchar pero sin saber a qué se refreían, solo atinó a voltear a verlos y decir:- “Verdad que si señores?…..que noche tan más especial”-, a lo que esos hombres, mirando a mi esposo, quedaron sonrientes, pero el más grande de edad en esa mesa, solo comentó:- Que le puedo decir, camarada, hoy vimos un servicio muuuuy especial, y créame que se la despacharon muy bien……lástima que usted tuvo que salir un momento, pero bueno…..esperemos que su esposa vaya muy satisfecha por cómo se le atendió…….ya ella le contará como se le brindo todo y se le atendió muy bien…… y señora, que pase buenas noches, y no vaya a olvidar esta noche, porque seguro, quedó como una bebé satisfecha, cuando le dan su lechita verdad?”.-

Mi esposo aún feliz por el alcohol en la sangre, y sin entender las palabras de esos tipos, solo sonrío y dirigiéndose a mí, expresó:- “Que les puedo decir amigos………solo ver el rostro de mi mujer……..creo que va más satisfecha que una bebe después de tomar su lechita”- .

Gracias a las luces del lugar, pude ocultar muy bien mi rostro ante esos comentarios, ya que estaba yo de mil colores, ruborizada y muy apenada, pero igualmente nerviosa. Sin embargo me puse más nerviosa cuando el tipo mayor, se levantó de la mesa y poniendo la mano sobre el hombro a mi esposo, dijo pero sin quitarme la mirada de mis ojos: – Si amigo…..nosotros lo sabemos……su esposa pasó esta noche, muy bien atendida, y tenga por seguro que se lleva un grato sabor en la boca……… …..esperemos que regrese señora…….aquí será bien atendida ehhh!”.

No sé si los nervios del momento, la excitación que aún hacía palpitar mi coñito o el alcohol que corría en mi sangre, me hicieron abrazar a mi esposo como empujándolo más hacia la salida, en lo que les dije a esos tipos: – Todo depende de mi esposo señores………él sabrá si me vuelve a traer”- y me voltee para seguir empujando sutilmente a mi esposo hacia la salida, hasta que logramos salir, y justo ahí, sentí que algo me hacía falta, y mi esposo dio el boleto al Valet Parcking para que trajeran nuestro auto. En ese momento caí en cuenta que no traía mi bolso, y dejando a mi esposo tras ese mamparo donde entregan los autos le dije que regresaba rápido porque había olvidado mi bolso. Entré nuevamente apurada al Bar y justo estaba rumbo a la mesa donde estaba antes sentada, cuando alcance a ver que Alfredo venía bajando la escalera.

Al llegar a la mesa, hice como si no hubiera visto a Alfredo y de espaldas a donde el caminaba, tome mi bolso para retirarme tan pronto como llegué, pero justo en ese momento la mano de Alfredo me tomo de la cintura, y sin más, me abrazo y me plantó enorme beso en la boca, al que instintivamente correspondí unos segundos!!….-Pero que estoy haciendo??-y le avente con las manos y no por que no deseara ese beso sino por el tremendo riesgo que implicaba con mi esposo a escasos metros y más si se le hubiera ocurrido entrar o asomarse por entre la puerta.

Me zafe de él rápidamente, escuchando unas sonrisas de fondo, las sonrisas de los amigos de Alfredo, y entonces salí muy deprisa sin voltear a verlo, encontrándome a mi esposo afuera tras un mamparo del estacionamiento. Justo en ese momento, llegó el auto y me subí apresuradamente, sin embargo, mi esposo al rodear el auto para subirse, fue interceptado por el mesero, quien para esto, traía un par de copas y nos la entrego diciendo que era cortesía de la casa. Mi esposo sonriendo y dándome una copa, se echó a reír, y en tanto prendía el auto, nos bebimos ese whisky en las rocas de un solo trago.

De inmediato entregamos los vasos al mesero, y nos arrancamos hacia la avenida principal……tanta bebida y en mi caso además margaritas y ahora un whisky que nos tomamos de una sola sorbida,…….uffff…..comenzamos a sentir un efecto muuuuy libidinoso……….en ese momento de acorde del “elemento extra” que comparten en ese Bar, y me eche a sonreír y por mi mente pasó algo travieso………”Estos Whiskys…..serán naturales o tendrán más elementos extras??” – me tome el cabello entre mis manos, ensortijándolo y mirando hacia afuera del auto en lo que pasábamos por amplias avenidas, y mi rostro muy feliz, es más….casi sonriente, pero con ese último whisky, comencé a sentir nuevas sensaciones,…..como con ganas de hacer algo más…..,,,,mi piel se me ponía chinita, y comencé a sentirme muy excitada, por lo que voltee a ver a mi esposo, y en lo que manejaba, volteó a mirarme y me sonrío, pero regresó su mirada hacia el frente y entonces mi mirada se clavó en su entrepierna. Me sonreí un poco y mi dedo índice no dejaba de ser mordido muy coquetamente por mis dientes, y entonces, me acerque a mi esposo y abrazándome a él, comencé a besarle el oído y con mi mano a tocarle su entrepierna con sutileza y ganas de excitarlo…….mi esposo respondió de inmediato y sin esperar a mas, le abrí el zipper de su pantalón tan lento como pude y una vez abierto, metí mi mano, no con la intensión de sacarle su virilidad, sino para toquetearlo muy suavemente, hasta sentir como comenzaba a tomar forma de un tronco robusto y fuerte…….pero aun así, comencé a meter mi mano más allá, y saque su verga para continuar tocándole la piel directamente, y en el momento de sentirla muy grande y suave, lentamente le di a mi esposo un piquito en sus labios y me agache para comenzar a jugar mi lengua con la puntita de su hombría, dándole toquecitos leves, en lo que mi esposo, daba brinquitos, situación que me encantaba sentirlo así.

En tanto continuaba manejando, estuve saboreando con toda lentitud la verga de mi esposo, jugándola con la lengua sin apretarla y sin intensión de hacerlo eyacular rápido, ya que apenas lo rozaba con la punta de mi lengua y le rozaba su frenillo y su capullo, el cual estaba demasiado empapado, porque su líquido pre seminal, escurría como miel sobre todo su tronco, y entonces, mi mano lentamente comenzó a recorrerlo desde su base hasta el capullo que estaba tan rojo como una cereza……….en eso me despegue de su entrepierna y levantándome un poco, pude observar hacia afuera del auto, observando un ambiente muy oscuro, fresco y sin autos ni gente en la calle…..simplemente era una madrugada muy seductora……en tanto morreaba a mi esposo con mi lengua ahora en su cuello, mi mano no dejaba de tocarle su virilidad, sobre todo porque con la punta de mis cinco dedos, enrollaba la punta de su glande, y abriendo y cerrando suavemente mis puntas de los dedos en la puntita, y de arriba hacia abajo, apenas rozándolo para que la sensación fuere más que sublime. Coqueta como estaba yo, solo voltee a verlo, y le di un piquito más en sus labios, para después mi boca irse nuevamente hacia su oído, y decirle murmullándole:

—Mi amor,…….no te enoja que sin pedirte permiso, te la mame?

—Nooooo mi amorrrr……como crees que me enojaría si es algo que me encanta mucho de tiiiii……..todos los hombres buscamos a una mujer muyyyy cachonda y en mi caso, tengo a la más cachonda de todas…..como voy a enojarme, si me gusta que seas asíiiii —respondió temblando y motivado por el alcohol, en lo que seguía manejando.

— ¿Ohhhhh…….entonces te gusta que sea una mujer cachonda?

—Siiiii mi amor…..me vuelve loco que seas así—respondía muy excitado mi esposo. En ese momento con tanto fuego ambos, supe que era momento de echarle más pólvora y provocar un incendio sexual, por lo que le repetí en su oído muy seductoramente.

— ¿Pero mi amooorrr………te gusta que sea muy cachonda?……no ves que una mujer cachonda es muy peligrosa ehhh!!!………..no olvides que una mujer encendida…….corre el riesgo de prender también a otros hombres!!!! —le dije, sin dejar de mover las puntas de mis dedos rodeando su glande y moviéndolos, de arriba abajo y mi boca, esa que hace unos minutos antes estaba pegada en la verga de Alfredo, ahora estaba en el oído de mi esposo respirando muy excitada y esperando su respuesta que me tenía vivamente caliente.

—No importa mi amorrr……me gusta que seas muy cachonda!!!!……mientras seas así y me tengas loquito por ti, no importa lo demás…….además tu sabes que me gusta verte coqueta, sensual y que hasta seas provocativa con los hombres………es una lucha entre celos y excitación mi amor…….no se si algún día llegues a compréndelo pero…….me excitas mucho!!!!……sabes que me gusta ver y saber cómo te desean los hombres!!!!! —me decía muy excitado y bebido por tanto alcohol esa noche.

No tenía la seguridad de que el Whisky que nos dieron a la salida, estaba preparado, pero mi esposo se notaba distinto y yo ya estaba muy desatada y en ese momento muy excitada, y con la respuesta de mi esposo, me motivó a desinhibirme y sin medir consecuencias, no me importó ir más allá, y mostrar más atrevimiento, al poner más pólvora al diálogo.

— ¿Siiiiiiii?……….te gusta que sea……cachonda…..muuuuyyy cachonda…….Te gusta que use ropa muy provocativa verdad?……te gusta que……los que me vean…..piensen que ……soyyy …..una…..pu……putita!!!!….. —Y lambiéndole el oído a mi esposo, aceleré la velocidad de mis dedos rodeando el capullo de mi esposo, del cual ya escurría líquido pre seminal en gran cantidad…….., y con mi otra mano comencé a hacerme un dedito en mu cuquita, metiéndome un dedito entre ellos, sintiendo como se bañaba por algo del semen de Alfredo que aún traía dentro de mí, y sin esperar respuesta, con mi dedo índice, comencé a hacer círculos sobre la puntita de su verga, como queriendo que el hoyito de su verga sintiera mi dedo torearlo, y mi esposo daba brinquitos muy excitado………..su líquido pre-seminal tenía por completo bañada su verga como si fuera un helado en medio de un horno que lo hacía derretirse……en ese momento, mi otra mano salió de entre mis piernas, y ese dedo que hundí en mi intimidad y salió húmedo del semen de Alfredo, me lo lleve a la boca, saboreándolo ricamente, y entonces dándole otro piquito a mi esposo en su oído, me volví a agachar para pasar de arriba abajo mi lengua, humedeciendo todo su tronco erecto con mi saliva.

—Ohhhhh mi amoooorrrrr……..que rico lo hacessss…….siiii, me fascina mi amor, mássssssssss…me vuelve loco imaginarte como una puta ante los hombres…..— gemía mi esposo, cada vez más excitado con tanto alcohol dentro de su sangre. —Aghummmmmmm, mmmmmmmm, que rico mi cielo —dijo en lo que continuaba conduciendo y de vez en vez, echaba una mirada hacia abajo para admirar como mi cabeza se engullía su verga.

Seguí excitándolo más y más. El me acariciaba el pelo con su mano derecha y con la izquierda, seguía conduciendo muy lento y yo, dándole tremenda mamada y mi otra mano entre mis piernas toqueteándome.

—Te amooooo mi amorrrr, dime mássssssssssssss, quiero escucharte mássssss —me dijo suplicante.

— ¿Qué quieres que te diga mi amor……que te quiero y amo? – Le dije sarcásticamente porque yo sabía lo que él quería escuchar.

—Nooo mi amor,…..tu sabes lo que me gusta oír de tu boquita………quiero que me excites……..que me digas más…..cositas!!.

En eso volví a levantarme para seguir con mi dedo índice sobre la puntita de su verga, y pegándome a su oído, le dije murmurando— Esta bien mi amor……quiero que sepas que hoy desde que me levanté, me sentía muy excitada…..quería hacer el amor, pero te fuiste muy rápido……mi cuerpo estaba muy inquieto y ……sabes?……quería provocar sensaciones ajenas……por eso me vesti desde antes de salir de la casa, así como me ves ahora……..te mentí y no me fui a casa a cambiarme de ropa…..así salí desde temprano……..tenía ganas de provocar a los hombres ……..pero sabes algo más?……..quise recibirte con una sorpresa…….y en el trabajo…..me quite la tanguita mi vida……..estuve como tres horas en la oficina…..sin tanga…….

—Siiiiiii eso me calienta muchooooooo Diana , Massssss, masssssss —suplicaba excitado.

— No te enojas si te digo algo más???

Y antes de esperar su respuesta, me agache de nueva cuenta para con la puntita de mi lengua, darle toquecitos a la puntita de su verga, como si quisiera jalar las gotas de líquido pre seminal que bañaban su tronco…….y entonces….…….mi lengua abrazo su verga y la lambí de abajo a arriba…..eso lo excitaba mucho más……..yo seguía ahí agachada y mi esposo mantenía sombrío silencio…..de hecho tardó mucho en contestar, hasta que se animó cuando lo escuche gemir después de que aceleré mis movimientos en su verga

— Tu crees que lo que me digas…..me hará enojar ???

Lo escuche nuevamente gemir después de que aceleré mis movimientos en su verga….y le dije despegándome de su virilidad

— No creo que sea motivo de enojo mi amor………solo de……morbo—y volví a agacharme para continuar con mi tarea entre sus piernas.

— Hummmmmm……entonces dime….dime mi amorrr…..quiero escucharte—Solo atinó a decirme muy excitado en lo que seguía manejando ya más lentamente y su mano sobre mi nuca, empujándola hacia su entrepierna.

Aun agachada, sentía como mi esposo daba espasmos de placer, al sentir como se estiraba en el sillón, lo que hacía disfrutar seguramente esa mamada. Y nuevamente, me despegue, para seguir acariciándolo con la puntita de mi dedo índice y mi boca pegada a su oído……lo estaba poniendo sumamente excitado y realmente yo no quería desaprovechar esa oportunidad……quería excitarlo, quería hacerlo enojar, quería confesarle todo, quería ……..tener una noche súper especial!

— Hoy estuve muy cachonda mi amor…………pero en la oficina llego un momento en que era tanto lo caliente que estaba que se me ocurrió quitarme la tanga, pero……..justo estaba con la tanga en mi mano, levantándola de entre mi pierna, cuando entró Alfredo y me sorprendió que no supe que hacer…..solo pude apretar mi mano lo más que pude para que no notara lo que traía en mi mano.……justo en ese momento, Alfredo me dijo que lo acompañara al auto a bajar unos papeles……..no pude ocultar mi nerviosismo y…….salí con él hacia su auto……ahí…..sin despegarse de mí, me dijo que adelante, había unos papeles en el sillón, y que los bajara en tanto el bajaba unas cajas del portaequipaje…….yo no sabía qué hacer y….y se me hizo muy fácil poner la tanguita debajo del sillón pensando en llevar los papeles y regresar al carro por mi prenda, pero………hayy mi amor…..……en cuanto llegue a la oficina a dejar los papeles, Alfredo salió y arrancó su auto y solo me dijo, que nos veíamos hasta el lunes……..mi tanguita se fue en su auto!!!—y sin dejarlo pensar más, volví a agacharme para continuar con mi tarea entre las piernas de mi esposo para no solo mamar su virilidad, sino para darle suaves chuponcitos.

En cuanto le dije eso a mi esposo, sentí que el auto comenzó a ir más lento que antes…..sin embargo yo no deje de mamarle la verga y sentí sus manos sobre mi cabeza, acariciándola más y más…..supe que estaba excitándose y acelere mi velocidad, y con mi mano, acariciaba sus huevos suavemente, y mi esposo comenzó a decir— Ahhhhhh mi amor…..que rico lo hacesss……me gusta cuando te portas así de …putita!……me excitas muchísimo………no te preocupes mi amor………si las llega a encontrar……no creo que sepa que son tuyas, ya que nunca te subiste a su carro y eso lo hará dudar de quien son!!!!.

—Hummmmmmmmm, siiiiiii, siiiiii, mi amor……- algo me estaba excitando mucho y creo que mi esposo ya estaba muy caliente en ese momento, por lo que continúe probando cada centímetro de su virilidad……entonces mi mente se iluminó y emití una leve sonrisita, y separándome de mi esposo, me senté nuevamente para volverlo a besar y lamber su oído, y entonces le dije muy sensual y murmullándole como si no quisiera que alguien nos escuchara, -Ohhhhhh…..siiii………..tienes razón mi amorrrrr…..eso no lo había pensado……..…fíjate que una compañerita de la oficina, me confesó que Alfredo se anda cogiendo a una putita de maravilla………dice que esa putita se llama igual que yo, y que a cada momento escuchan como en la oficina de Alfredo, la putita de Diana que se anda tirando grita de placer, y dicen que esa tal Diana, esta tan buena como yo…….seguro pensará que esa tanguita es de ella verdad???………y bueno…..ahorita que hablo de la putita que se anda tirando Alfredo, los que la han visto, dicen que además de llamarse como yo, dicen que se parece a mí ahhhhhh……..….pero…….ohhhh….no creo que sea tanta coincidencia verdad mi amor??…….o crees que la mujer que se anda cogiendo Alfredo, pueda ser más puta que tu esposita? verdad que yo puedo ser más puta?……………ohhhhh mi amor……sabes?……..si Alfredo encuentra esa tanguita, y en una de esas……..se las lleve a su nariz y las huela para saber de qué puta es?…..o….o más aún…….te imaginas que ……le pase su lengua por donde queda mi conchita?……….ohhhh…no quiero ni pensarlo…..Nooooo……….o……o…..peor aún……..qué tal si…….se las lleva y……se masturba con ellas y las llena de ……su…..semen!!!!!!

El silencio invadía el auto que ya olía a sexo fuerte, pero mi mano seguía en constante velocidad sobre su verga y mi lengua acariciando su oído casi acariciándolo……como si esperara alguna reacción de parte de él, en lo que seguía manejando muy lentamente.

No sé si él también estaba pensando o imaginando o incluso….fantaseando pero después de unos instantes…….orillo el auto y frenándolo completamente, me volteo a ver.

Se quedó unos instantes así, como queriendo decirme algo y me tomo de la barbilla y dándome un intenso beso, solo atinó a tomarme de atrás de mi cabeza y volvía a agacharme para que le continuara propinando enorme mamada a su virilidad. Apenas comencé a probar su miembro y sentí como echó a andar el auto igual de lento y entonces, solo entonces, comenzó a hablar entre gemidos:

-Ohhh mi amor………….quiero que sepas algo……… sabes que me molesta mucho verte y saberte cerca de ese amigo tuyo…….eres mi mujer pero además, eres la mujer que el se quiere coger!!……él es un hombre que responde a cualquier insinuación y lo sé porque lo veo en sus ojos……no me gusta que estés a su lado simplemente, pero……..en este momento……..solo imaginar lo que pueda hacer con tu tanguita ……me pone……me pone…….. En ese momento lo note dudoso, pero me excito mucho porque noté que estaba consciente de que podría suceder y más cuando sentí como su verga palpitaba aún más dentro de mi boca, pero no por el producto de la mamada que le estaba yo propinando en ese momento, sino por la probabilidad de saber que Alfredo conocería mi olor, mi sabor y echara su leche en algo mío. Su verga se puso tan tensa y dura, que incluso su capullo adquirió una característica única…..se inflamó como nunca lo había sentido y comenzó a dar brinquitos, como si tuviera temblores. En eso continuó hablando- me pone……sumamente excitado…………..te quiero confesar algo que nunca te he dicho mi amor………..a los hombres nos fascinan las mujeres putas…….en tanto más putas son, nos gustan más……….y porque crees que los hombres casados salimos a buscar putillas a la calle?…….porque no encontramos en nuestras esposas a las putas que buscamos…….ahhhhhh………por eso……si nuestras esposas fueran unas putas completas…..seguro estaríamos con ellas en todo momento y no en la calle buscando quien nos haga fantasear….……sabes……….en tanto me pruebas……..me quede imaginando en…….ohhhh…..en que si hubiéramos salido los tres a tomar la copa y hubiera pasado lo de hoy……..y me hubiera tenido que ir a sacar dinero del banco y te hubieras quedado sola con el………. Me excite imaginando que te hubiera dado una cogida enorme,…….ahhhhhh que rico la mamas mi amor…………… .por eso…….…me excita imaginar que se las mamas a otros como a mi ahora….mmmuy rico, sigueee —dijo fuera de sí.

Lo sabía!!!!…..sabía que mi esposo se excitaba muy rápido con mis palabras y estaba entrando ya en trance sexual ……por mi mamada y por el elemento extra que le pusieron en el bar seguramente en el whisky…….pero su confesión me impresionó……..le gusta imaginar que soy una puta…….a los hombres les gustan las putas!!!…..ya empecé a entender algo más…..y empecé a entender a Alfredo también!!!, …..en eso caí en cuenta que mi esposo estaba ya listo y atine a lanzarme con todo en ese momento sin importarme ya nada….quería decirle mucho a mi esposo y quería que se hiciera a la idea de que Alfredo era un macho en la cama conmigo……no me interesaba ya mucho y la excitación me rebasaba, así que comencé a decirle —Pues mi amor……te quiero confesar algo más!!!!!…….. cada que hacemos el amor, me dices que te excita saber que Alfredo me mete unas cogidas tremendas y que te imaginas que me lleva a la cama y me trata como una puta…….tanto me lo has dicho, que tengo que confesarte que ……últimamente me estoy excitando con solo imaginarlo…..no puedo evitar encontrarme con Alfredo en el trabajo, e imaginar cómo sería coger con el…… tal vez por eso,……por eso hoy me puse esta minifalda para tenerte excitado, pero también quiero que sepas que quería saber y sentir como sería excitar a ,…….Alfredo!!. Y te debo confesar que me excitó verlo excitado por mi……..y cuando salimos al carro a bajar las cosas, me dijo que hoy me veía muy hermosa y que quería invitarme a salir a tomar la copa porque había cerrado un buen negocio……en eso llamaste tú y le dije que no podía salir con él porque saldría con mi esposo a un bar ………sin embargo me estuvo insistiendo mandándome muchos mensajes a mi celular, pero le conteste que vendría a este bar contigo y me dijo que vendría a tomar unas copas también, …..y …..me dijo que ojala un día saliéramos los tres a tomar la copa, pero sabes qué??……….cuando saliste al banco, llegó Alfredo al Bar, y al verme sola, me pregunto por ti,……le dije donde habías ido y me invitó un whisky…..de hecho cuando llegaste……. los señores que estaban sentados al lado ….los que saludaste….eran sus clientes!!.. pero justo al llegar tu, Alfredo había ido al baño……no sé cuánto tiempo te tardaste en ir y venir del cajero, pero ……antes que llegaras, Alfredo me llevó a un privado del Bar ….……ahí pidió otro Whisky para los dos, y quiero que sepas que no sé cómo lo hizo pero………me hizo su puta!!!….tú me has motivado a ser putita y a cada momento me estás diciendo que te excita imaginar que Alfredo me mete su verga y que se la mamo como a ti ahorita, y en ese momento, no pude contenerme y decidí hacer tu fantasía realidad, y ……y me gustó!!!!…….cuando lo tuve frente a mi, y se sacó su verga, . no pude contenerme y no se en que momento….pero perdí la noción del lugar y….!!!……mi coñito comenzó a pedir a gritos esa verga……..……¿Te gusta eso?

—Ahhh mi amor……..no sabes cómo me excita imaginarte dándole las nalgas a tu amigo—dijo mi esposo pensando que todo era parte del juego de fantasía y excitación, en lo que ya se sentía cercano a eyacular.

— ¿Entonces siiiii??…..…………quieres que un día tu fina y elegante esposa se escape con su amiguito Alfredo y disfrute chupándole la verga? ¿De verdad quieres imaginar cómo se la mamo?….Quieres imaginar cómo Alfredo disfruta mucho y su rostro se tuerce de felicidad?…..te imaginas que mi boquita tenga su verga empapada entrando y saliendo con ese machote en medio? …… ¿Quieres eso?….Quieres que le dé las nalgas!!

Mi esposo, solo se retorcía y manejaba sumamente lento, tardando en contestar pero al paso de unos minutos, solo esbozaba—Siiiiiiii, siiiii, siiiiii quierooooo mi amor……. estaba imaginándote igual que ahorita…….el manejando ……y tu dándole tremenda mamada, ……..me lo imagino y me vuelve loco imaginar que lo hagas…….quiero que lo hagas yaaaaa!!!!!

Al ver a mi esposo casi enloquecido y súper excitado, casi al borde de la eyaculación, comencé a saborearle la puntita de su verga. No sé cuánto estuve así, pero en un momento me despegué, y me acurruque nuevamente a su lado en tanto mis dedos, masajeaban con lentitud todo su tronco bañado de mi saliva, haciendo que mis dedos recorrieran con gusto y placer todo su tamaño, y mi boca muy cerca de su oído, murmurándole muy sensual:

— ¿Ohhhhh mi amooorr……sabes?…….me motivas a hacerlo……quiero hacerlo porque tu también quieres que lo haga….. y…….estoy tan excitada que …… quiero probar que se siente ser putita de otro hombre!!!…..Me gustaría que nos fuéramos un día de copas los tres, a beber y bailar…….. y de manera intencional nos pongamos bien borrachos y me dejes solita con el unos minutos……o mejor aún…….tengas que salir nuevamente a un cajero y me dejes solita con el o bien…..dejes que Alfredo me lleve en su carro a la casa y ahí…….le pida que se desvíe y me meta a un hotel y me de tremenda cogida…….quiero ahí hacerle todo lo que te has imaginado que yo le hacía….…a ti no te negaré nunca nada y si me pides que me comporte muy putita con el……..así lo hare mi amor!!!…….…….tu sabes que muchos desean mis nalgas y tener sueños de que quieren cogerme, pero si tú lo deseas y me lo pides……entonces dejare que el único que me pueda meter su verga sea….Alfredo!!!……..te gustaría que nos fuéramos a bailar los tres y ahí, entre copas nos pongamos excitados y que yo le coquetee????…… quieres eso???….
— ¡Ahhh mi amorrr……que ricoooo……sii….siiii eso quiero….quiero sentir enormes celos……..quiero verte muy coqueta con el…..quiero sentir lo que es verte muy atenta con el……..quiero sentir un dolor de estómago al ver cómo estás muy atenta con él y además, como te subes a su auto, para que te lleve a nuestra casa y ahí…….seas su putita!!.
— Quieres que sea su putita?……seguro?………..estas a un paso de entregarme a otro hombre ehhhhhh……..piénsalo muy bien mi amorrrr……..porque puedes despertar a la puta que puedo traer dentro y si la despiertas……….puede que todo lo que tienes en mente, se vuelva realidad ehhhhh……eso quieres?……..piénsalo muy bien mi amor, porque Alfredo puede ser el que disfrute de esa putita que quieres tu despertar…………eso quieres?…..
— Ohhhh…..esto es tan rico que ……nooo seee mi amor…….este juego es tan excitante que no sé qué contestarte…….me gusta imaginarte echa una puta con el………me gusta porque me excito mucho……quiero y no quiero verte cerca de el……Noooo seeeeeee……tu dime…….solo quiero que…….seas feliz!!!!!
— Ahhh mi amor……te amo tanto que con tal de verte y verme feliz, si me atrevería solo una vez a probar que se siente acostarse con otro hombre y sentir una piel ajena…..una boca ajena…..unas manos distintas a las tuyas, tocándome toda mi piel, y……solo una vez intentaría probar una verga distinta a la tuya……y darte ese gustito para demostrarte que por ti, hago muchas cosas. Te amo tanto que si me dices que quieres que le mame la verga, por ti lo haría…y si ehhhh…..si lo hago ehhh!!!!!!….¿Quieres que nos vayamos un día a bailar y tomar la copa y que baile más con el que contigo?’……..y quieres que al salir….le pida que él me lleve a la casa y ahí, en su carro……. simplemente le baje el zipper y sin esperar nada, me agache y se la mame como a ti ahorita? ¿quieres eso?
— Siiiii mi amor………eso quiero……pero sabes………no sé cómo provocar una salida con el………..no se……no se…..!….es más…..no se si quiera que en verdad salgamos o solo es ….una fantasía!!!!.
— Ahhhhh…mi amor, …..te amo muchísimo…….sabes?…..me hace muy feliz escucharte decir esto…….me excita mucho escucharte decirlo………pero como te dije….te amo tanto que si gustas…….yo misma le propongo esa salida y cuando ese día llegue……..sin decirles nada…….me veras simplemente muy provocativa en mi forma de vestir, muy amigable y coqueta con el……y…..esa noche si en verdad nos vamos de copas los tres, y cuando me escuches pedirle que me lleve a la casa él…….sabrás que por lo menos en el camino……habrá besos y el me tocará…..y yo ….yo lo tocaré también, como si fuéramos estudiantes y…..tal vez….hasta le pondré la mamada de su vida!!!!…..si hago eso, y sin decirle más, cuando me deje su lechita en mi boca, abriré la puerta del carro y le diré que se vaya…………..lo hacemos?

Al notarlo dudoso, de inmediato tome la palabra para no dejarlo echarse para atrás, y por el contrario, hasta busque pretexto para provocar que las cosas se dieran como ambos lo estábamos imaginando. Entonces lo vi tan realmente excitado que ya no pudo contenerse y sin más, comenzó a retorcerse, muestra de que estaba por explotar y, cuando por fin llegó la descarga, me llenó mi boquita de una enorme cantidad de semen .

—Amor, que ricura. Mmmmmmmmmmmmmmmmm —expresé, erótica y voluptuosamente, al momento que le dije —lléname la boca con tu leche caliente ……….llénamela toda…….asi como Alfredo me lleno de su semen ante que tu……hughmmmmmmmm —abrí la boca para recibir su hombría, y con la puntita de mi lengua, solo acariciaba la puntita de su pene, enloqueciéndolo muchísimo, logrando que todo su semen se vaciara dentro de mi garganta con fuerza y con estremecimientos incontrolables. La punta de mi lengua rozaba su frenillo y eso lo sobre excitaba porque no paraba de lanzar chorros de semen.

—Ahhhhhhh! Aggggggmmmmmm mmmmmmmmmmmm!!, agmmmmmmmmm, ahggggg!!!, mmmmmmmm, siiii mi amoooorrrrr………ese día…..mamasela todaaaaaaaa!!!! … —Sus gemidos del placer, cuando se estaba vaciando, llegaban sonoros a mis oídos y yo seguía mamándosela con fruición, haciéndole disfrutar con mayor intensidad su tremendo orgasmo.

Por cierto…….para dejárselo bien sembrado en su mente, cuando note que ya había terminado de vaciarse mi esposo y que estaba relajándose, le limpie todo el pene de su mismo semen y dejándosela totalmente limpia, me levante y nuevamente al oído le dije muy sensual…..—Mhhhhh que rico mi amor…….sabes?….. ten por seguro mi amor…….que por ti……voy a dejar a Alfredo con una tremenda sonrisa y lo haré muy feliz después de la tremenda mamada que le propinare en su propio carro…….ten por seguro, que a partir de ese momento, jamás querrá que su esposa se la mame…….solo querrá que yo le meta tremendas mamadas cada que él quiera.!!,- Y lo hice para que ese mensaje quedara bien pegado en su mente, pero algo increíble sucedió!……….su verga no decaía y se mantenía sumamente parada…….daba brinquitos de placer pero no se caía!!…….

Finalmente, llegamos a la casa súper excitados y aunque mi esposo había logrado su objetivo y yo el mío, algo nos faltaba y aun nos sentíamos muy cachondos, por lo que al llegar a la casa, mi marido venía muy caliente y se notaba que quería cogerme por lo que le dije que se sentara mientras yo me daba una ducha. Mi esposo muy obediente empezó a sacar unos vasos con hielo y yo me fui al baño de la recámara para refrescarme y luego ponerme mi baby doll rojo transparente, sin bra, y una tanga roja de hilo dental y por supuesto, un liguero sin medias y acompañándome de mis zapatillas blancas de tacón de aguja muy altos, y para darme un toque de sensualidad, me puse unas gotas más de mi chanel num 5, y me alboroté la cabellera, y retocándome el labial con un rojo intenso y al darme vuelta sobre mi espejo, me vi de cuerpo completo y me gustó mucho como me veía, ……..realmente soy una mujer muy atractiva y muy sensual!.

Satisfecha con mi arreglo y mi figura, salí de la recámara dispuesta a agradarle y complacer a mi marido y vaya que lo logré, porque cuando salí, el ya estaba totalmente desnudo y cuando me vio, se echó para atrás del sillón y pasando sus manos por detrás de su cabeza, no pudo más que expresar con su boca: – Ufff mi amorrrr…….me tienes loco!……que mujeeeerrr!-

Yo solo puse mi espalda sobre la pared y subí un pie a la misma, en posición muy coqueta en lo que mis manos se entrelazaban en mi cabellera:- ¿te gusto mi amor? – Y poniéndose de pie me dijo:- me encantas- en ese momento, muy lentamente me dirigí hacia el caminando muy cadenciosamente, moviendo mis caderas de un lado a otro, y al estar enfrente de él, no pudo evitar tanta sensualidad y me abrazó, para comenzar a besarme el cuello y agarrarme toda mi piel debajo del baby doll.

Sin más solo me dijo: -mamita estas buenísima!…….muy sabrosa-, siéntate le dije, y empezamos a beber mientras mi esposo se volvió a parar y poner una película porno que tanto le gusta y que al parecer tenía ya lista para proyectar en cuanto yo llegara con él.

Viendo la película, en una escena mi marido dijo: – ufff mira a esa chiquita mi amor…….mirala como goza comiéndose esa vergota ……viste como la llena toda ese cabron, ¿ya viste? – me preguntó, a lo que yo aún excitada le conteste :- Ohhhh mi amor, pues quien no!….., con una asi de sabrosa, quien se va a negar darle las nalgas a un macho como ese!!!……hasta yo se las daba sin dudarlo!-, ya no sé si esas palabras me salieron inconscientemente y a la vez recordando la cogida que hace unas horas me había propinado mi amigo o por lo excitada aun del “elemento extra” en la bebida o por lo caliente que estaba con mi marido viendo esa película, pero mi comentario no pasó desapercibido para mi marido, y me preguntó aún con el efecto del alcohol en su sangre:- ¿a ti te gustaría coger con alguien así? – Y sin más, me acurruque en sus brazos y mi mano comenzó nuevamente a jugar con su miembro y, cuando note respuesta y se humedecía, me recosté sobre su pierna y, le comencé a dar nuevamente unas lambiditas en la punta de su pene y al verlo puesto, me senté nuevamente a su lado y nuevamente aplique esa técnica que nunca falla y en su oído besándoselo, le dije. –Hay mi amor……cuando una mujer tiene ya una verga así dispuesta, loca sería quien no se dejara coger así de rico como esa putita de la película…….además ya te conteste en el carro todo lo demás no?- Le replique lo de mi amigo Alfredo, por si había pasado por alto lo que le dije, pero mi esposo quedo en silencio en lo que una de sus manos, acariciaba mi seno. Y seguimos viendo el video hasta que terminó, y a esas alturas ya estaba casi amaneciendo y ya habíamos consumido casi toda la botella, para entonces mi marido ya no se pudo contener y me acariciaba toda muy excitada.

Luego me hizo que me parara frente a él y me dijo que me diera una vueltecita, por lo que ya con el alcohol dentro, me giré sobre mis piernas y cuando estaba dándole la espalda, me agarró las nalgas y me jalo hacia el, para darme unos besitos en cada una de mis nalgas, y luego empezar a bajar la tanga y después quitarme el baby dool. Cuando me tuvo totalmente desnuda, se paró y me llevó a la cama, y el ya desnudo, se acomodó a un lado mío, quise quitarme el liguero pero el me dijo que me quedara así, que me veía muy …calló, ¿muy que? le pregunté –dímelo sin temor mi cielo, ¿me veo muy que? – muy puta me dijo: -Perdona pero así te veo y así me encantas mucho-, guau le dije, ¿y te gusta verme así? me súper excitas – mi marido se montó sobre mí y nos besamos de lengüita, luego bajó a mis pezones y yo estaba bien chinita de la piel de la excitación, y bajó su boca hasta mi vagina y empezó a lamerme el clítoris, hasta que su lengua fue entrando en el hueco de mi raja:
– así mi amor, sigue así -le decía:
– yo, estoy muy caliente mi cielo, ¿te gustó el video que puse? – me preguntó.
– si me excite mucho- le respondí y de inmediato mi esposo me puso a cuatro patas y me besaba las nalgas, luego su lengua se posó en mi vagina y su lengua me recorría desde el clítoris hasta el ano, uffff mi cuerpo temblaba de placer por esas riquísimas caricias con el riesgo de que captara algún residuo del semen de Alfredo en mi conchita, o percibiera algún olor distinto al que ya está acostumbrado pero la excitación podía más y no me importó……de hecho, hasta me excito correr ese riesgo:
– Ya métemela -le dije – ya no aguanto más- y mi esposo se puso detrás de mí, y acomodó su verga en la entrada de mi vagina y me la empezó a frotar en mi clítoris de una manera muy intensa, tal y como a él le gusta y como a mí me vuelve loca, haciéndome vibrar hasta casi el punto de sentir desmayarme de tan rico que sentía como me gozaba mi marido.

No sé cuánto tiempo estuvo así, rozándome, pero yo me retorcía de placer, al grado de gritarle que ya la quería adentro y le agarraba sus nalgas empujándolo hacia mí, con la idea de que ya me dejara ir toda esa masa de musculo que tanto me encanta, y sin más, me la metió toda de un solo empujón – aggghhhhhh – salió de mi garganta -así mi rey, soy tuya mi amor, cógeme rico por favor- mis dedos estaban apretando la sábana, y mi marido metiéndome y sacándome su verga, me provocó dos deliciosos orgasmos casi inmediatos y seguidos:- que rico mi cielo, estas hecho todo un semental hoy, y quiero que sepas que hoy estuve demasiado caliente y más con el vídeo que pusiste – a lo que mi marido, mojado de sudor pero siguiendo bombeándome como todo un macho, me dijo: Mi amor, me tienes sumido en un mar de celos y de deseos…….no me entiendo yo mismo……me gusta verte siempre muy atrevida, muy cachonda, muy….putita, y me excita que los hombres te deseen e incluso me imagino que coges con muchos……pero…….con tu amigo……..con tu amigo no se……..con el tengo mis reservas…… me causan unos enormes celos, pero a la vez una enorme excitación de saber que es el único que te puede coger……..me causan enormes celos saber que es….es al único que le darías tus hermosas nalgas!……y sabes?………tal vez por eso no me gusta mucho que trabajes con él o que hables con él porque…….….me excité cuando me dijiste cuando viste el vídeo que si te gustaría coger con alguien como el del vídeo, ………..realmente te gustaría darle las nalgas a alguien así para que te coja hasta volverte loca- mi esposo no dejaba de lado el tema y yo estaba aprovechando para abrir aún más la puerta de la posibilidad, y que ello causara tanta excitación en el como a mí y le conteste sumamente sensual: -ahhhhhh….mhhhhhh…..que rico mi amor……..ya te dije que si…..me vuelve loca la idea de saber que alguien puede meterme tremenda verga en mi conchita y no tienes idea de cómo me excita verte excitado imaginando la posibilidad de que otro macho me llene de leche y mi carita esté echa toda una putita gozando con otro…..eso me excita también de ti mi amor…..y te debo confesar que me pongo nerviosa cuando estoy con Alfredo porque no puedo evitar recordar tus fantasías de que quieres que sea el quien me coja…….pero no lo haría porque sé que solo son fantasías tuyas…….te amo mucho….. ¿Pero dime…….. Si te gustaría?……te gustaría que sea Alfredo quien me meta su verga, acaricie mis nalgas y mis tetas?…..quieres que me haga bufar de placer y que grite intensamente cuando me haga explotar una y varias veces???- y mi esposo metía y sacaba su hombría de mí, y apretaba mis tetas, agarrándome bien rico de mis nalgas, haciéndome sentir toda su piel y la mía en el…..era un placer enorme…..yo sabía que venía bien cogida por mi amigo y llena de su leche y ahora mi hombre me estaba repitiendo la dosis de placer prohibido y aunque tardó en contestar, pero finalmente lo hizo: – Uffff mi amor…..no se……no sé cómo lo tomes …..pero en este momento……me tienes loco…..me gustas y me gusta la idea……sabes que tu amigo es el único que me pone celoso porque sé que le gustas y sé que estas todo el día con él en su trabajo…….pero te debo confesar…..me excita mucho verte salir a trabajar vestida muy atrevida…..esos días me tienes mojado todo el día…..no paro de imaginarte, lo que me pone muy celoso, pero…..muy excitado a la vez……me duele el estómago de celos al saber que estas con el y el solo piensa en meterte su….su verga!!!….y más aún…..no tienes idea de cuantas veces me he imaginado que tu amigo, aprovecha las salidas a reuniones para invitarte unas copas y después…….me excito imaginar que siempre aprovecha para llevarte a la cama….y que llegas llena de él a casa……eso me tiene loco……y si……sé que me amas pero si me gustaría tan solo imaginar que te lleva a la cama……-y mi marido comenzó a cogerme más rápido, por lo que me di cuenta que esa plática lo excito mucho, y me dijo sin esperar mis comentarios: – ya te imagino …..El acostado y tu sentada sobre él, …..sus manos agarrando tus hermosas nalgas y tu, más que impedírselo, hasta las mueves para que no quede un centímetro de tu piel sin ser tocada por sus manos…….y tu, tomando tu cabello en lo que brincas encima de él…….tu toda llena de su verga y gritando de placer……….así te imagino mi amor………..eso me excita muchísimo mi amorrrr!! ¿te animarías? Al escucharlo decir eso, mis ojos brillaron como una estrella, y con tal de excitarlo aún más, traté de escenificar cada palabra suya para que su imaginación y mi posición sexual con mi esposo, generara una realidad mayúscula, para incrementar su morbo……..sé que su mente trabajaba en imaginarme de una manera, y yo interpretaba lo que pasaba por su mente, para que no dejara de cogerme con más ganas.

Solo atine a contestarle después de varios segundos:-“Ahhhhggmmmmm…..riiiicoooooo……mhhhhh…..que rico me lo haces mi amor………ohhhhhh……ya te dije……si tú te animas……yo me animo……..además de esposos, quiero que tu y yo seamos amigos y nos apoyemos en todo…… si tu quieres, yo también quieroooooo!!!!……..si quieres que Alfredo me meta a un Hotel y me coja bien rico…..ahhhhh…….yo también quiero que lo haga……..empezamos con salir los tres a tomar la copa o a bailar, y dejamos que las cosas se den por sí mismas?……seguro quieres?? ……..
Yo ya estaba en una situación de no permitir que mi esposo desistiera y tampoco permitía que desviara su fantasía, por lo que aprovechaba cada palabra para que su mente se llenara de esa idea y que en algún momento, la aceptara. Mi esposo no contesto pero se movió muchísimo más…..no dejaba de penetrarme con una fuerza hasta ese momento desconocida…..nunca lo había visto tan semental como es anoche, y comenzó a meterme su dedo por mi culito, en lo que seguía penetrándome, y con otra de sus manos comenzó a tocarme mi clítoris……..comencé a sentirme desfallecer…..me estaba cogiendo muy rico mi esposo, y no pude contenerme más y me entregue a esa cogida de maravilla en medio de la madrugada………ambos aceleramos nuestro paso y en lo que él me subía y bajaba, yo hacía girar mi cadera con esa verga bien clavada en mi…..ufffff…….que placer!!!…..

En ese momento, mi esposo entre gemidos, excitación, alcohol y morbo solo me tomo de mi rostro, me plantó enorme beso en la boca, y sin más, me dijo:

“Ahhhhggmmmmm…..riiiicoooooo……mhhhhh…..que rico coges mi amor………ohhhhhh……eres una diosa!!……ya te dije……solo imaginar esa salida, me excita muchísimo……..mira como me tienes!!!……te lo dejo a ti mi amor…….tu sabrás como decirle que vayamos los tres el próximo viernes a emborracharnos, te parece???

Solo escucharlo decir eso, me hizo abrir enormemente mi boca, mis ojos se tornaron brillosos y nunca supe como pero mi cuerpo vibró increíblemente, al grado que sentí como mis músculos vaginales comenzaron a apretar la verga de mi esposo, y justo en ese momento, a ambos nos llegó un destello y explotamos en medio de un sonoro grito interminable de placer!!!…….explotamos juntos y nos retorcimos de una forma increíble, como si estuvieran azotándonos, por largo tiempo……….fuimos desfalleciendo hasta caer rendidos y me deje caer encima de mi esposo……..no sé cuánto estuvimos así, porque cuando recuperamos la conciencia…….ya era medio día y el sol nos deslumbró!!

(Continuará…)

  • : Un esposo con fantasías, un amigo con deseos y una esposa morbosamente cooperativa
 

Relato erótico: “La presa” (POR ALFASCORPII)

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La noche era oscura y fría, una noche invernal que cubría con un manto blanco las calles de Oslo, convirtiendo el exterior en un lugar inhóspito cuya vida se ceñía a los inevitables desplazamientos entre los confortables y cálidos interiores de los edificios de la antigua ciudad vikinga.

Markus, como se hacía llamar en aquellas latitudes, había acudido a un congreso médico que se celebraba en un antiguo y lujoso hotel de la ciudad. Le gustaba todo lo que tuviera regusto antiguo, de épocas pasadas, y aunque sabía que “su enfermedad” no tenía cura, aquel congreso le venía como anillo al dedo para distraer su mente de la larga soledad y oscuros pensamientos que llenaban su vacía existencia.

Vivir durante el mes de Diciembre en la capital noruega, pudiendo elegir como residencia cualquier lugar del mundo, no era un simple capricho. Tenía como costumbre tomarse un mes de descanso al año, tras recorrer el mundo de un lado para otro representando distintas vidas, mientras arrebataba la esperanza de otras, y Oslo, con sus escasas seis horas diarias de luz durante esa época del año, era la urbe perfecta para aprovechar el tiempo intentando darle un sentido a su existencia, más allá del instinto de supervivencia.

Para aquella fría noche, al igual que en las dos precedentes, Markus representaría el papel que siempre representaba durante su estancia en la ciudad, el de un prestigioso médico dedicado a una secreta investigación para una acaudalada fundación. Fundación de la que sólo él sabía que era el fundador, y cuyo único miembro era él mismo.

La cena de gala que clausuraba el congreso ya había terminado, y aunque a él sólo le interesaban las conferencias celebradas por puro deleite intelectual, había asistido al banquete atraído por la belleza de una de las asistentes al evento.

Aludiendo a molestias estomacales, Markus no probó bocado de la exclusiva cena que se había servido en el más elegante salón del hotel, pero se divirtió departiendo con el resto de comensales de su mesa, ya liberados de la etiqueta estrictamente profesional, mientras su mirada se cruzaba una y otra vez con la joven beldad que había captado su atención durante el congreso, y que se sentaba en la mesa de al lado.

Durante su estancia en la ciudad nórdica, el atractivo “doctor” de mediana edad se imponía una rigurosa abstinencia, una dictatorial represión de sus apetitos, con el fin de pasar desapercibido y descansar de la continua caza que le llevaba a recorrer el mundo sin despertar sospechas sobre sus actividades. Pero aquella joven había despertado sus instintos y, aunque lo intentó, no pudo evitar sucumbir a ellos. Iniciaría el juego con ella y la convertiría en su presa.

Las mesas del banquete habían sido apartadas, y en una barra se servían las copas que los desinhibidos asistentes consumían sin mesura tras tres largas jornadas de conferencias y mesas redondas intercambiando conocimientos. La presa había conseguido apartarse del corrillo de doctores que la habían rodeado atraídos por sus encantos y, en un rincón más apartado, consumía una copa de champagne observando a sus colegas, cayendo una y otra vez en la cristalina mirada azul de Markus.

El cazador la tenía justo donde quería, habiéndola cautivado con esa mirada que, a ciencia cierta, sabía que era irresistible. Era el momento de pasar a la acción antes de que aquella preciosidad se viese nuevamente rodeada por “doctores amor”, porque, sin duda, aquella joven era la mujer más atractiva de todas las asistentes al congreso, la más sensual de todas las hospedadas en el hotel y, para Markus, la mujer más llamativa sobre la faz de la tierra.

Con paso decidido, una seductora media sonrisa y una penetrante mirada de cobalto, el cazador abordó a su presa, quien lo recibió con una amplia sonrisa y una brillante mirada.

— Supongo que ya estás harta de que te aborden eminencias medio borrachas — dijo Markus, elevando el tono de su voz por encima de la música.

— La verdad es que sí —confirmó ella—, aunque sé que es el precio que hay que pagar por ser una joven becaria. Todos quieren que forme parte de su equipo. ¿También tú vienes a proponérmelo?.

Markus rio con sinceridad.

— No, claro que no —contestó—. Yo no estoy medio borracho, así que no voy a proponerte que seas mi becaria, eso tendrías que ganártelo con unos méritos más trabajados que ser la mujer más bella que he visto nunca.

— Vaya… —dijo ella con un suspiro— Ahora sí que tienes toda mi atención. Entonces, ¿qué quieres proponerme tú?.

La joven esbozó una sonrisa pícara, con una caída de sus largas pestañas mientras estudiaba de arriba abajo al más que interesante madurito que se había plantado ante ella.

Él, seguro de sí mismo, del impacto que causaba en las mujeres, y su capacidad de persuasión, no dudó en su respuesta.

— Te propongo ir a tu habitación y hacerte pasar una noche con la que el mañana ya no importará.

— ¡Joder! —exclamó ella acalorada—. ¡Eso sí es ir al grano!.

«Soy un cazador, preciosa, y tú ya has caído en mi trampa», pensó él clavando su mirada en los enormes y profundos ojos negros de ella.

— Si fueras cualquiera, en otro momento, te habría seducido lentamente, y ambos nos habríamos divertido con ello —le confesó buceando con sus claros ojos en las oscuras aguas de los de ella—. Pero tú eres una excepción, me has deslumbrado. No entrabas en mis planes, y necesito imperiosamente saciarme de ti.

— ¡Uf, qué intenso! —volvió a exclamar ella, visiblemente afectada por las palabras y la mirada—. Pero tengo novio…

— Eso no es más que otro aliciente para hacerme desearte más… Él no está aquí, y tú también me deseas. Quieres ser traviesa por una noche…

— Quiero ser traviesa por una noche… —repitió ella— Me llamo Angélica, y mi habitación es la cuatro-cero-cuatro…

— Mi nombre no importa, pero si te excita saberlo, es Markus. Ve, y espérame allí —sentenció imperativa y seductoramente—. Tu reputación quedará intacta…

No era su reputación lo que le importaba, sino que a él le relacionasen con ella.

Angélica, dudando de si respondía a un deseo propio o a una orden, se despidió con un aleteo de pestañas.

El cazador se deleitó la vista con la gracilidad y elegancia de su presa al marcharse. Aquella joven era una pantera negra, de sensuales, elegantes y felinos movimientos, con una larga y ondulante melena azabache. Lucía para la ocasión un ceñido pero refinado vestido de noche, del mismo color que sus cabellos, que envolvía una espectacular figura de curvilínea silueta y esculturales proporciones, calzando unos vertiginosos tacones de aguja que la elevaban hasta más de metro ochenta de estatura. Pero si aquello aún no era razón suficiente como para romper su autoimpuesto voto de abstinencia, al sondear en los ónices de sus ojos, Markus había adivinado la furia salvaje que rugía en su interior, haciéndola aún más tentadora. Angélica era auténtica caza mayor.

2

Con un simple toque en la puerta cuatro-cero-cuatro, ésta se abrió sola, dando paso a un pequeño recibidor con armario empotrado y la puerta del cuarto de baño. Markus cerró tras de sí, colocando el cartel de “No molestar” en el picaporte, y cerrando el pestillo de la cerradura. Entró en la estancia principal, ricamente decorada con muebles y motivos dieciochescos que le trajeron recuerdos del pasado, y ahí, encontró a su pantera, de pie ante la cama, con las manos sobre sus caderas.

— Ya me parecía que tardabas —dijo Angélica observando de pies a cabeza al atractivo hombre de claros ojos, duras facciones, cabello entrecano e irresistible magnetismo—. Nunca he sido una chica fácil… Y no quiero engañar a mi novio… Pero no sé por qué, estoy dispuesta a hacer una excepción contigo.

— Porque eres mía desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez en la cena —contestó el cazador, acercándose y relamiéndose ante el manjar que se le presentaba.

La joven que tenía ante sí, era un espectacular ejemplo de belleza femenina. Ángélica, a sus veintiocho años, estaba en pleno apogeo de su agraciado físico. Su larga melena oscura como aquella noche, cayendo en cascada hasta la mitad de su espalda, enmarcaba un armonioso rostro de frente despejada; grandes y profundos ojos negros; nariz recta y algo afilada; altos y marcados pómulos: carnosos, sensuales y rojos labios, sobre una tez con un ligero tono tostado. Una auténtica preciosidad cuyos rasgos, en los que se adivinaban antepasados moriscos, eran especialmente exóticos en aquellas latitudes.

La genética se había elevado a la categoría de arte en aquella joven, consiguiendo que el elegante vestido de gala que enfundaba su curvilínea anatomía, permitiese a la vista disfrutar de la forma de un poderoso busto, altivo, generoso pero sin excesos, de redondas formas, y prominente sobre un plano abdomen delineado por los paréntesis invertidos que trazaban una estrecha cintura. Las caderas se ensanchaban, acentuando la curva del talle en perfecta proporción con las dimensiones del exquisito busto, para dar paso a unas largas piernas de firmes muslos. Y en cuanto a su trasero, era el paradigma de la perfecta redondez y consistencia que pueden adquirir unos glúteos cuando la genética y el ejercicio físico se alían para que sobre ellos se pueda hacer rebotar una moneda.

¿Cómo no iba Markus a caer en la tentación de romper sus votos de ayuno y celibato?.

Ante la oscura mirada de la chica, cargada de expectación y deseo, se quitó la chaqueta del exclusivo traje hecho a medida, y con rápida facilidad desanudó su corbata de seda para dejar ambas prendas sobre el respaldo de una silla Luis XVI. Angélica se mordió el labio al comprobar cómo sus fuertes pectorales se intuían bajo la fina camisa de seda italiana.

El cazador tomó a su presa por el talle, constatando que, gracias a los estilizados tacones que ella calzaba, ambos quedaban a la misma altura. En su juventud, él había sido considerado casi un gigante en su lugar de origen, pero las nuevas generaciones habían superado los límites impuestos por la mala alimentación para dejarle en la media de estatura del país en el que, durante aquel mes, residía.

Ella, rodeada por los fuertes brazos de aquel que la había cautivado, posó sus manos sobre su pecho, acariciándolo como queriendo constatar que era real.

— Eres preciosa —susurró él, acariciando su estilizada cintura y bajando suavemente para palpar la redondez de un culo que confirmó su excitante firmeza—. Y esta noche eres mía…

— Esta noche soy tuya —repitió ella, subiendo las manos por su torso para rodearle el cuello con los brazos.

La boca de Markus atrapó los carmesíes labios de la excitante hembra, succionando la carnosidad del pétalo inferior para rozarlo con sus dientes. Ella sintió un escalofrío recorriendo su espina dorsal, y un brote de calor y humedad en su entrepierna.

Angélica se apretó al duro cuerpo de quien le había hecho estremecerse, y con su lengua penetró a través de los labios que atrapaban el suyo, para hallar el húmedo músculo de él, que la recibió acariciándola para fundirse ambos en un desesperado beso.

El tacto de la piel de aquel hombre, bajo sus ardientes labios ansiosos por saborearle, le resultó tan gélido como la noche que más allá de esas paredes rompía con una nueva nevada, pero era compensado con el fogoso arrebato con el que él degustaba el aliento de su boca.

Las manos de Marcus recorrieron la exuberante figura de su deseada y, tras su nuca, bajo la sedosa melena, hallaron el nudo que mantenía el elegante vestido sobre su piel. Con habilidad, lo deshizo, y la prenda se abrió por la espalda para deslizarse por la bronceada anatomía de aquella becaria, dejándola en ropa interior.

El modelo de gala no había engañado en absoluto, Angélica tenía un cuerpo escultural, de complexión atlética, firme y tonificado, duro y fibroso, pero sin marcar músculo que denostase mínimamente su curvilínea feminidad.

El cazador rio internamente de pura satisfacción, era evidente que aquella joven había perfeccionado los maravillosos dones que la naturaleza le había dado con un intenso entrenamiento, lo que la revelaba como una persona sana, un manjar aún más exquisito.

El conjunto que llevaba, era fina lencería negra, aquella que hace enloquecer a los hombres, y que Markus intuyó que había sido regalo de su novio para disfrute de ambos. El sujetador, con encaje, era una prenda sincera que transparentaba unos generosos pechos de oscuros pezones erizados, sujetando sin la necesidad de realzar aquellas turgentes tetas, pues su naturaleza voluptuosa no necesitaba de artificios que convirtiesen la mediocridad en excelencia. Y la braguita, también con transparencias y encaje, permitía ver una despejada vulva, hinchada y húmeda, deseosa de ser atacada. Todo en aquella mujer invitaba a la lujuria.

Angélica estudió la reacción de su nuevo dueño ante su casi total desnudez, y vio cómo sus acuosos ojos brillaban de lascivia mientras su cuadrada mandíbula se tensionaba ante una excitación apenas contenida. Sonrió complacida, pero la sonrisa se le borró del rostro cuando, descendiendo la mirada por su anatomía, comprobó que no había una reacción aparente en la entrepierna de aquel que la devoraba con la mirada. Se sintió frustrada, pues ella estaba terriblemente excitada y necesitaba que él la deseara con todo su ser.

Dispuesta a darlo todo, para que realmente no importase el mañana, abandonó su sumisa actitud para pasar al ataque. Estaba completamente segura de lo que era capaz de provocar en los hombres, segura de su irresistible atractivo y salvaje sensualidad, por lo que se desabrochó el sujetador, quitándoselo lentamente para mostrar la exuberancia de sus turgencias como gemelas montañas desafiantes a la gravedad. Y acto seguido, con un sensual balanceo de caderas, deslizó la braguita por sus suaves y tersos muslos hasta que cayó al suelo. Alzando los brazos, como si fuera una sorpresa emergida de una tarta, mostró a aquel hombre la gloria de su desnudez, tan sólo adornada y ensalzada por los vertiginosos tacones sobre los que se erguía.

Él resopló con una media sonrisa dibujándose en sus labios, pero siguió sin haber señal de vida en la zona baja de su cuerpo.

Giró sobre sí misma, dándole la espalda y arqueándola ligeramente para ofrecerle la mejor vista posible de su prieto culito de melocotón, y la reacción ya no se hizo esperar.

En un arrebato de incontrolable hambre carnal, Markus se abalanzó sobre ella, tomándola desde atrás, pegando su cuerpo al de aquella diosa de melena de ébano y suave piel canela, para atraparla entre sus brazos mientras sus manos aferraban esas divinas tetazas para amasarlas con pasión.

Angélica sintió cómo todo su cuerpo se sacudía, y un gemido escapó de entre sus labios, ante el apasionado masaje en sus senos, haciendo que los pezones le ardiesen en contraste con las frías manos que convertían el intenso magreo en una sublime sensación contradictoria, mientras su coñito lloraba de emoción. Pero seguía faltándole algo.

Dejándose hacer, echó su cabeza hacia atrás, empujando con sus nalgas, buscando una esquiva dureza que parecía demasiado contenida en un represivo bóxer, hasta que sintió cómo los labios de aquel hombre le hacían unas deliciosas cosquillas en el cuello. Se entregó a la maravillosa sensación de aquellos besos, cada vez más largos, más profundos, más intensos y succionantes, haciéndole sentir una leve presión con la que esa excitante boca la transportó a un mundo de sensaciones desconocido para ella.

Angélica sentía la lengua de su amante acariciándole, poniéndole la piel de gallina y los pezones como si pudieran ser disparados. Sintió vértigo, y la cabeza comenzó a darle vueltas como en una atracción de feria, mientras que las manos que moldeaban sus pechos de forma maravillosa, se volvían cálidas iniciando un nuevo placer por el cambio. En las prietas carnes de su trasero, sintió la inconfundible presión de una fálica dureza revelando su grosor y longitud entre ellas, y los latidos de su corazón atronaron es sus sienes con un galope desbocado. Con sus fluidos mojando la cara interna de sus muslos, se sentía morir de gusto, a pesar de no haber sido penetrada.

Markus, al fin, había podido saciar el más apremiante de sus apetitos. Con su lengua, saliva y labios, había anestesiado parcialmente la sensible piel del cuello de su presa, y sus agudos colmillos la habían perforado hasta alcanzar la deliciosa arteria carótida, que inmediatamente inundó su boca con un cálido torrente del sabor salado y metálico de la sangre de aquella exquisita becaria. Bebió de ella, escanciando su juventud en su paladar para revitalizar cada fibra de su cuerpo a medida que vital líquido escarlata fluía por todo él, templándolo con su calor y permitiendo que el segundo de sus apetitos se manifestase alzando orgullosamente el estandarte de su virilidad.

El viejo vampiro, inmortalizado en el cuerpo de un atractivo y robusto hombre que había visto la luz unos mil novecientos años atrás, en Roma, con el nombre de Marcus, para abrazar la oscuridad treinta y ocho años después, paladeó la sangre que llevaba semanas sin probar, hasta que sintió que los latidos de su víctima la conducían inexorablemente a la muerte.

Realizando un esfuerzo que casi le resultaba doloroso, cerró los dos orificios del cuello de la joven con una gota de sangre de su propia lengua, no quería acabar aún con aquella belleza, ni que se desangrase por accidente. Con su necesidad primaria ya satisfecha, estaba preparado para gozar de aquella pantera que le había hecho caer en la tentación de poner en peligro su lugar de retiro anual.

3

Los labios de aquel que la estaba poseyendo se despegaron de su cuello y, mareada, Angélica sintió con excitación cómo la verga de aquel macho se apretaba contra su culo, volviéndola loca. Necesitaba aquel instrumento de placer, lo quería todo para ella.

Como flotando en una nube, se liberó del abrazo de su amante, que liberó sus pechos para que pudiera darse la vuelta y enfrentarse a él, quedando cara a cara.

— Quiero comerme tu polla —le soltó, teniéndose en pie a duras penas, a aquel atractivo rostro masculino que se había ruborizado.

El cazador esbozó una perversa media sonrisa.

— Tienes novio pero quieres comerte mi polla sin que haya tenido que utilizar mi influencia sobre ti —le susurró burlonamente—. Me encanta lo ligeras de cascos que sois las mujeres de ahora… ¿Cómo podría negarme ante semejante petición?.

Con dos rápidos movimientos, que la abotargada percepción de la joven no podría entender, se quedó desnudo ante ella, mostrándole un cuerpo musculado por el servicio a la legión, y preservado por el don vampírico.

El Marcus romano había sido un bruto que había aprovechado su superioridad física sobre sus coetáneos para erigirse como un titán, un auténtico arma de guerra, un instrumento de muerte al servicio del emperador. Pero, al poco de licenciarse, trabajando como guardia personal de un patricio, su vida se vio truncada por el encuentro que le llevó a la muerte y dio rienda suelta a su oscuridad interior. En un arrebato de cólera, acabó con su creador, y durante un milenio sembró el terror por el antiguo imperio, las tierras bárbaras y los confines de la sombría Europa que siguió a la caída de su amada águila imperial. Hasta que la propia inmortalidad, con su inexorable y lento avance, le fue puliendo, obligándole a evolucionar para que su mente no se desquiciara por una eternidad de muerte en vida. Al final, tras una larga etapa de constante evolución en la sombra, la llegada del Renacimiento coincidió con el evolutivo salto de su intelecto, haciéndole ver una luz que jamás había tenido en su cerebro, convirtiéndole en un ser no sólo sediento de sangre y sexo, sino también de conocimiento.

Angélica quedó impresionada ante el impacto visual de aquel atractivo y poderoso cuerpo. Lo había intuido por cómo le quedaba el carísimo traje hecho a medida, pero la realidad superaba ampliamente sus expectativas. Markus era todo un David de Miguel Ángel, y ese falo, que se había resistido a alzarse a sus encantos, era un magnífico ejemplar de potencia masculina, con un tronco grueso, suculentamente grueso, y una generosa longitud que se curvaba maravillosamente, con su piel retirada para mostrar un brillante glande, rosado y algo lanceolado, apuntándole a ella con descaro.

— ¡Joder, pero qué bueno estás! —se sorprendió a si misma exclamando.

Markus vio cómo aquella morenaza de increíbles ojos de ónice se ponía de rodillas ante él y, a pesar del debilitamiento por la pérdida de sangre, tomaba su miembro con la mano derecha con decisión, acariciándolo suavemente y haciéndole estremecer. Sus rojos labios formaron una “o” perfecta, y se posaron sobre su balano para besarlo.

— Eso es, preciosa, cómetelo sin dudarlo, que te aseguro que la noche será larga…

Angélica succionó la suave carne y, aunque se sentía muy mareada, disfrutó del salado gusto en su lengua y el cosquilleo en sus labios, cuando bajó el escalón de la corona de aquel cetro para que todo el glande quedase dentro de su boca.

El macho suspiró entre dientes, metiendo sus dedos entre sus largos y sedosos cabellos.

La joven sintió cómo le sujetaba la cabeza, y supo que iba por buen camino, así que chupó aquella suave testa, acariciándola con los labios mientras escuchaba los placenteros gruñidos del afortunado que había conseguido que necesitase y desease hacer aquello. Deslizó su escurridizo músculo por toda la piel, recorriendo el grueso contorno mientras sus labios presionaban la corona, hasta que sintió cómo unas gotas, de consistencia aceitosa, se derramaban sobre su lengua para deleitarle con el sabor de la lubricación masculina. Golosamente, succionó la dura polla, introduciéndosela más en la boca para que alcanzase su garganta, arrastrando consigo el néctar que acababa de degustar.

— Oooohh —gimió Markus, contrayendo los glúteos de puro placer—.Así de profundo… Trágatela entera…

En cuanto tragó saliva, llevando consigo el líquido preseminal, Angélica percibió que se sentía mejor, menos mareada, y más hambrienta. Succionó la pértiga mientras la desencajaba de su garganta y la hacía salir embadurnada con su saliva, hasta llegar a la punta, estrangulándola con sus carnosos labios para volver a introducírsela con gula. Su coño ardía por la excitación de tener semejante herramienta llenándole la boca.

Makus estaba en la gloria. Con todo su ser revitalizado por la exquisita sangre de aquella excitante hembra, podía disfrutar al máximo de su habilidad oral, que le estaba haciendo gruñir con la pericia y gula con la que se tragaba su sable. Sintió cómo succionaba con fuerza, llegando profundo, embriagándole con la calidez de su boca, la suavidad de sus labios, las caricias de su lengua y la presión de su paladar y carrillos, incrementando paulatinamente el ritmo de la mamada, hasta alcanzar una enloquecedora cadencia de voraz succión.

Cuanto más comía de aquella dura carne, mejor se sentía Angélica. Estaba terriblemente excitada, siempre le había encantado comerse una buena verga, pero es que, además, la sensación de debilidad que había sentido se estaba mitigando, animándole a dar lo mejor de sí misma en aquella felación. Así que chupó aquel cetro como si la vida le fuera en ello, con tal pasión recorriendo todo el troco con sus labios para sentir el balano alojándose en su garganta, que en poco tiempo sintió sobre su lengua cómo el duro músculo palpitaba.

Markus constató que no se había equivocado. Aquella becaria, además de un delicioso alimento para apagar su sed, y un magnífico exponente de sensual belleza femenina, era una hembra salvaje por la que merecería la pena arriesgar su lugar de retiro. La espartana abstinencia a la que se había sometido, y la excelencia de aquella felación, le pasaron una placentera factura. Sujetando aquella suave melena azabache, entró en erupción dentro de la boca de la joven, inundándola con su estéril simiente entre temblores de todo su cuerpo.

La cálida leche irrumpió con furia contra el paladar de Angélica, saturándola con su sabor a hombre, abrasándole la lengua con su densa textura. ¡Cómo le gustaba esa sensación!. Le encantaba sentir cómo los hombres se derretían en su boca, cómo eyaculaban su sabrosa leche con una pasión desatada, obligándole a seguir chupando para obtener de ellos hasta la última gota del exclusivo elixir. Y el semen de aquel macho era especialmente delicioso y abundante, convirtiendo en un auténtico placer el ingerirlo para sentir cómo se deslizaba por su garganta, cálido y revitalizante como un trago de buen ron añejo.

Sintiendo cómo la golosa hembra apuraba los últimos lechazos de su convulsionante miembro, Markus tuvo que contener sus impulsos para no aplastar entre sus manos, con su sobrenatural fuerza, la linda cabeza que le estaba transportando a un cielo que él jamás vería.

Tragando hasta que su nuevo dueño se vació en ella, Angélica se sintió renovada, totalmente recuperada de su extraña debilidad, recargada de una estimulante energía que la hizo sentirse mejor que nunca, capaz de cualquier cosa. Y en aquel momento deseó, aún más, al terriblemente atractivo hombre que había despertado su lado más salvaje.

Con una última succión, comprobó que aquella suculenta virilidad no languidecía tras su catarsis, por lo que se puso en pie exultante.

— ¿Aún estás listo para darme lo que has alardeado? —preguntó provocativa.

— Yo no necesito descansar —respondió él con su cautivadora media sonrisa—. Lo que yo voy a darte, tu novio no podría dártelo en un millón de vidas. Te voy follar hasta matarte…

— ¡Uf! —suspiró ella, acariciando su fuerte torso—. Con que cumplas la mitad de lo que prometen tus palabras…

Aquella chica no sólo era un bombón, era una auténtica diosa lujuriosa, y Markus sabía que podría gozar de ella en toda su plenitud, a pesar de haberla desangrado parcialmente, pues la ingesta de cualquiera de sus fluidos producía un efecto regenerativo en los humanos, y aquella voraz muchachita había tomado una buena ración de semen.

Se abalanzó sobre ella, llevado por el deseo desatado, tomando sus orgullosos pechos con ambas manos y estrujándolos con lascivia. Esas tetas, de suave piel canela, eran una maravilla de joven turgencia, generoso volumen globoso y moldeable consistencia, unos senos dignos de coronarse entre los mejores de los miles que habían pasado por sus manos.

Conteniendo el impulso de clavar los colmillos en ellos y acabar precipitadamente con el juego, se los comió con ansia, introduciendo en su boca cuanta carne era capaza de abarcar, amamantándose de ellos mientras Angélica gemía extasiada. Lamiendo los marronáceos y erizados pezones con su veloz lengua vampírica, empujó con su pelvis para hallar la humedad de la vulva que se derretía ante aquel vigoroso tratamiento pectoral, sintiendo en toda la longitud de su lanza que aquella gruta emitía tanto calor como la boca del infierno.

Bajó una de sus manos, y atenazó uno de los redondos y prietos glúteos de su presa, oprimiéndola más contra él, mientras incidía una y otra vez entre los labios vaginales con su pétrea barra de carne, deslizándola arriba y abajo, en toda su longitud, frotando con su dureza el erecto clítoris para hacerlo vibrar.

— Joder, joder, joder… —repetía Angélica entre jadeos, totalmente entregada al placer con sus brazos sobre los hombros de su amante.

Sin dejar de comerse los dulces melones, y amasarlos con una mano como un panadero, el vampiro siguió embadurnando su verga con el cálido zumo de hembra, a base de rápidos movimientos de frotación del sensible botón, mientras la mano que se aferraba a la firme nalga estiraba uno de sus dedos para, repentinamente, colarse entre las dos rocas de río y profanar con decisión el tierno agujerito escondido entre ellas.

— ¡Oooooh! —gritó la perforada con sorpresa y gusto—. ¡Es demasiado!.

Haciendo caso omiso, pues la falange había entrado con facilidad confirmando que aquel ano estaba entrenado en los placeres traseros, Markus efectuó un rápido mete y saca acompasado con el empuje de su pelvis.

Angélica sintió que se derramaba, convulsionándose todo su cuerpo con un glorioso orgasmo que recorrió toda su anatomía como ondas sísmicas en la corteza terrestre.

— ¡Dios, qué bueno eres! —exclamó experimentando sus últimos ecos.

— No he hecho más que empezar —contestó él, incorporándose para quedar cara a cara—. Te he dicho que eres mía, y ahora te voy a poseer.

Agarrándola del culo para alzarla con pasmosa facilidad, Markus tomó a su víctima de los muslos, le abrió las piernas, y la ensartó con su pértiga hasta sentir sus perfectas nalgas golpeando sobre sus propios muslos.

La joven gritó sorprendida y complacida al sentir, repentinamente, cómo la dura barra de carne que le había llevado hasta el delirio frotándole el clítoris, abría su intimidad sin esfuerzo para penetrarla hasta dejarla sin aliento, con un golpe seco que encajó toda su longitud y placentero grosor en su hambrienta vagina, dilatándole por dentro para hacerla sentirse llena de hombre.

Con la presa bien ensartada en su arma, disfrutando de las poderosas y exquisitas contracciones de un coño estrecho y ansioso, Markus la agarró de su redondeado culo, comprimiéndoselo con pasión mientras lo subía y bajaba sobre su asta, fusionándose las pelvis de ambos.

Angélica nunca se había sentido manejada así, con semejante facilidad, como si su liviano peso fuera inexistente. Montada sobre aquel semental, aplastada contra él, se sentía como un instrumento para obtener placer, manipulada con destreza y precisión para que los potentes músculos de su vagina estrangulasen al invasor que le hacía jadear de puro gusto, y era tan increíblemente excitante y placentero…

De pronto, envuelta en una vorágine de placer con el que todo su cuerpo vibraba, y sin saber cómo había llegado hasta ahí, se encontró tumbada sobre la cama, con sus piernas abrazadas a las caderas de aquel potente macho, clavándole las uñas en la musculosa espalda, y con sus pechos meciéndose como dos enormes flanes agitados en sus platos, mientras éste la follaba salvajemente con un vigoroso mete y saca de endiablado ritmo y profundidad, derritiéndola por dentro con su punzón al rojo vivo, mientras su pubis machacaba incesantemente la sensible perla para hacerle alcanzar un brutal nuevo orgasmo.

El depredador estaba gozando como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Aquella sensual belleza que había captado su atención desde que la vio en la primera conferencia del congreso, aguantaba su fiero ritmo y le pedía aún más, incitándole con sus uñas y exprimiéndole con su coño mientras sus bamboleantes senos le hipnotizaban con su danza. Hasta que todo su lujurioso cuerpo se convulsionó, arqueándosele la espalda sobre el lecho para formar un excitante puente veneciano, alzando sus pechos hacia el cielo en una catarsis con la que aulló extasiada mientras él seguía embistiéndola sin desfallecer, glorificando su éxtasis para solo detenerse cuando la vorágine orgásmica, al fin, declinó.

— Me has matado de placer —dijo Angélica, reponiéndose de la brutal experiencia.

«Aún no, preciosa», pensó él, «pero ese será tu inevitable final…».

— Pero tú no te has corrido —observó la chica con un tono de decepción—. Sigo sintiendo tu polla durísima clavándoseme… Ummm, me encantaría sentir cómo te corres dentro de mí… ¡Quiero follarte hasta dejarte seco!.

— Entonces tendrás que esforzarte —contestó Markus esbozando su media sonrisa de perversión.

«Conseguirás que me corra, pero serás tú la que se quedará seca cuando acabe de divertirme contigo», dijo para sus adentros.

Markus sacó su acero de la deliciosa vaina que lo había recubierto con su orgásmica lubricación, y la joven, sintiéndose liberada, rápidamente giró para ponerse sobre él, dispuesta a darle su merecido. Pero el vampiro no estaba por la labor de otorgarle completamente el control, por lo que en cuanto la tuvo a horcajadas sobre él, la agarró del culo, y sin darle tiempo a terminar de incorporarse, la sentó sobre su polla ensartándola hasta el fondo.

Angélica volvió a gritar, de nuevo sorprendida y complacida por la poderosa sensación de recibir ese pétreo músculo abriéndola por dentro. Su mente se quedó en blanco, obnubilada por el placer, y todo su cuerpo respondió a él, relevando a su mente del mando para comenzar con un suave contoneo de caderas, realizando movimientos circulares con ellas para deleitarse con la dureza, longitud y grosor de aquel invasor alojado en su santuario de feminidad.

Markus gruñó de puro placer, su presa sabía moverse, y ese encharcado coño era un formidable anfitrión para su exultante virilidad. Ardía devorando su polla con un poderoso masaje y hambre de postguerra, obligándole a elevar su cadera para que su amazona se irguiera completamente sobre la montura, clavándose en ella como los cuerpos de los enemigos en su gladius durante las batallas de una juventud que hacía casi dos milenios que había dejado atrás. Y esa moderna Venus era preciosa, un auténtico regalo para la vista y todos los sentidos, una diosa del Olimpo reencarnada en el avanzado mundo moderno para hacerse suya durante una noche, y darle el néctar y ambrosía que su naturaleza, procedente del mismísimo Plutón, tenía prohibido probar.

El antiguo y rudo legionario, reconvertido en sofisticado y culto hombre moderno, se recreó contemplando las muestras de placer que se dibujaban en aquel agraciado rostro que le observaba desde las alturas, mientras parecía querer sacarle punta a su ya agudo pilum acelerando el movimiento de sus caderas. Sus grandes y fascinantes ojos negros contenían una llama de lascivia en su oscuridad, mientras sus rojos labios, como una fresa madura, eran castigados por las perlas de sus dientes para ser inmediatamente lubricados con la erótica caricia de su lengua. Su ondulada melena, de oscuro brillo, se agitaba con la cabalgada y caía en siniestra cascada sobre las magníficas protuberancias de sus pechos, ocultándolos parcialmente para asomar insistentemente, entre los sedosos cabellos, los tostados y erectos pezones que invitaban a ser pellizcados.

Las manos del vampiro, calientes por la sangre que las había alimentado, acudieron a la llamada de esas exquisitas cúspides mamarias, apartando los cabellos para poder admirar y palpar la perfecta redondez de unos generosos pechos, adornados con esas marronáceas areolas cuyo erizado centro apuntaba al frente con descaro. Pellizcó los pezones, provocando un placentero quejido en su amazona, y ésta aceleró el ritmo de la cabalgada, haciendo que sus gloriosas tetas bailasen al ritmo de sus caderas.

Escuchando los jadeos de la hembra embriagada de placer, masajeando su enhiesto músculo con experta lujuria, Markus atrapó los voluptuosos atributos femeninos y los estrujó con sus dedos, disfrutando de su suavidad y turgencia.

Angélica se sentía como borracha, ningún hombre le había excitado tanto como para hacerle perder completamente los papeles, pero cuando esas experimentadas manos oprimieron sus pechos, dándole un vigoroso e increíblemente satisfactorio masaje, mientras la potente polla le abría las entrañas, la cordura se desvaneció de su mente para hacerle botar salvajemente sobre su montura, deslizándose arriba y abajo por la lanza que la ensartaba, haciéndole gritar. La sentía punzándole la boca del útero, mientras sus nalgas aplaudían cada profunda penetración sobre los muslos del macho, arrastrándola irremediablemente hacia un nuevo orgasmo.

Markus se sintió tan vivo como casi veinte siglos atrás, tan irónicamente vivo como en aquella noche en la que los latidos de su corazón se desbocaron para acabar deteniéndose, y sólo reiniciarse con el bombeo de una sangre ajena que le abrió las puertas de la oscuridad eterna. El éxtasis recorrió cada fibra de su preternatural ser, y se corrió con furia, expeliendo el ardiente producto de su excitación con gratificante generosidad en el interior de su poseída.

Cuando sintió el hirviente semen del macho regando sus entrañas, Angélica se sintió transportada a la más alta cumbre de cuantos orgasmos había experimentado jamás. Perdió toda noción de la realidad, convertida en un ser sensorial incapaz de contener en su cuerpo tanto placer, explotando como una supernova originada en el universo interior de su coño, para expandirse con espasmos e incontenibles contracciones, propagando la excelsa sensación a cada átomo de su ser. Hasta que se derrumbó, relajada, sobre el pecho de su amante.

— Lo has conseguido, preciosa —susurró el satisfecho cazador, atrapándola entre sus brazos.

— Jamás imaginé que pudiera ser tan intenso… —murmuró la presa contra el fuerte torso.

— Porque no sabes de lo que soy capaz —contestó él con una sonrisa burlona.

— Tampoco tú sabes sobre mí…

— Sé lo suficiente: que eres una espectacular diosa que necesitaba a alguien que explorase tus límites, porque es evidente que tu novio nunca los ha alcanzado. Yo te voy a hacer traspasarlos, y para ello voy a comerte como él nunca te ha comido, porque eres deliciosa.

— Como él nunca me ha comido… —repitió ella sintiendo un escalofrío.

Angélica quedó a merced de su dueño cuando la hizo girar para dejarla inmóvil bajo el peso de su duro cuerpo de guerrero curtido en mil batallas. Sintió los apremiantes labios sobre su cuello, y todo su cuerpo se estremeció ante la perspectiva de un beso tan profundo como aquel que la había hecho suya, pero, sujetándola por las muñecas sobre su cabeza, su amante descendió hasta la clavícula, haciéndole sentir en todo momento que su polla seguía poderosamente erguida, presionándole el pubis.

Markus descendió hasta las turgentes glándulas mamarias, cuyos pezones volvían a erguirse como pagodas coronando los divinos montes, y se las comió succionando cuanto volumen fue capaz, sintiendo en su miembro cómo la humedad volvía a hacerse presente en la entrepierna de aquel exquisito bocado, mientras su lengua jugueteaba con las erizadas cúspides. Continuó descendiendo, aspirando el penetrante aroma a hembra que saturaba su olfato a medida que lo hacía, arrastrando su lengua por el plano vientre mientras sus manos tomaban el relevo de su boca en la cordillera franqueada.

La joven temblaba sintiendo cómo las caricias linguales y besos que habían estimulado maravillosamente sus pechos, se acercaban a la gruta que había vuelto a encender sus calderas para recibir calurosamente al que se anticipaba como su huésped. Y éste no se hizo esperar. Un cosquilleo en sus labios mayores le hizo suspirar para invitarle a entrar, y el invitado no dudó en abrirse paso entre pliegues carnosos para penetrar con húmeda facilidad por la abertura, arrancándole un gemido cuando la punta de la escurridiza lengua traspasó el umbral de sus placeres.

— ¡Dios, qué gusto!, cómeme entera —se sorprendió a sí misma pidiéndole.

Aquel mojado músculo se agitó en la antesala de su coñito, haciéndola gemir y lubricar para su comensal, y subió para pulsar su sensible botón mientras el masaje en sus pechos se intensificaba. Angélica nunca se había sentido tan abandonada a las sensaciones, como si no tuviera más voluntad que ser devorada, pues en aquel instante, ser devorada era lo único que deseaba, sin importarle nada más.

La lengua abandonó su clítoris, pero no hubo lugar para la decepción, porque inmediatamente se coló en su vagina, poniéndose dura para penetrarla y retorcerse en su entrada.

— Soy tuya, soy tuya, soy tuya… —se oyó repitiendo una y otra vez, tomando las manos de su amante para, juntos, intensificar aún más el masaje en sus pechos.

El vampiro degustó el exquisito zumo de hembra, como una golosina que no alimenta pero sí satisface al paladar y, llevado por el incitante calor que sentía y le llamaba, tuvo la necesidad de profundizar.

— ¡Oh, Dios mío! —gritó Angélica.

Sintió cómo los labios de su amante se acoplaban a su vulva, y el húmedo músculo que lamía sus labios menores introduciéndose entre ellos apenas unos milímetros, parecía prolongarse, penetrándola para introducirse en su coño más allá de lo imaginable y retorcerse como una escurridiza anguila acariciando sus paredes internas. La joven nunca había experimentado nada parecido, jamás había sentido una lengua tan dentro, ni en sus más alocadas fantasías había imaginado que aquel apéndice pudiera profundizar tanto como para contorsionarse jugosamente en su vagina, volviéndola loca con el húmedo estímulo de su punto “G” y todo su interior, como si fuera una polla dotada de la movilidad de una serpiente recién decapitada.

El orgasmo, repentino y precipitado, sorprendente y poderoso, le sobrevino convirtiéndola en un cuerpo incandescente, entrando en combustión, y haciéndole emitir un largo suspiro cuando toda ella se relajó, sintiendo el cosquilleo que le produjo la sobrenatural lengua deslizándose por su coñito para retirarse, dejándola completamente agotada y confusa.

Con el exclusivo e intenso sabor del orgasmo femenino deleitando aún sus papilas, Markus volvió a sentirse hambriento, como quien toma un aperitivo para abrir su apetito antes de darse un verdadero festín. Soltó los castigados pechos de su presa, y descendió besando la suave y sensible piel de la cara interna del terso muslo izquierdo de la chica, acariciándola con sus labios y lengua, hasta que sus colmillos perforaron la dermis alcanzando la gruesa arteria femoral para saciar su hambre.

Con las manos sobre sus doloridos y excitados pechos, tras ser abandonados por las manos de su amante, Angélica sintió cómo aquel dios del sexo, que jamás desfallecía, descendía besando uno de sus muslos mientras metía las manos bajo su culo para sujetarla apretando sus glúteos. Los besos eran deliciosos, suaves al principio y profundos después, tan profundos, que sintió una presión y posterior succión que la hicieron flotar como drogada.

Como ya le había ocurrido al principio de aquella maratoniana sesión de sexo, la cabeza comenzó a darle vueltas, los latidos de su corazón se aceleraron como en los momentos álgidos de su entrenamiento físico, y sintió cómo todo su cuerpo parecía transfigurarse en el de una muñeca de trapo.

El vampiro bebió la cálida y especialmente deliciosa sangre de su víctima, sintiendo cómo su vida fluía a través de aquella arteria para atravesar su garganta, saciando su sed y satisfaciendo su ego de poderoso ser superior. Tuvo el impulso se acabar con todo en ese instante, de desangrar a Angélica y dar por concluida una magnífica velada. Pero la invernal noche de Oslo era larga y aún joven, y esa becaria era un manjar demasiado exquisito y poco común como para no seguir disfrutando de él en todos los aspectos, por lo que decidió cerrar las laceraciones. Aquella yegua aún podía ser montada, regalándole más de una buena cabalgada, para despedirse por todo lo alto de la ciudad que había sido su recurrente lugar de retiro en el último medio siglo.

4

Había dejado a la joven medio muerta y, seguramente, si su constitución hubiera sido más débil, no habría sobrevivido a la sed vampírica. Pero Angélica era fuerte, salvaje, y con unas ganas de vivir que Markus admiró. Sería una pena matarla poco antes del amanecer, pero era el inevitable final. El viejo vampiro no dejaba cabos sueltos.

La necesitaba en buena forma, puesto que, con el erotismo de ese irresistible cuerpo desnudo y su sangre revitalizando todo su ser sobrenatural, la erección del antiguo legionario y su capacidad para correrse quedaban mucho más allá de los límites humanos, convirtiendo su verga en un perpetuo volcán alimentado con la incandescente e inagotable lava de las entrañas de La Tierra.

Markus ascendió por la excitante anatomía de la deliciosa joven, que jadeaba tratando de recobrar el aliento, incapaz de moverse, y ante sus bellos e incrédulos ojos de ónice, colocó su grueso glande entre los carnosos labios, cuyo natural color carmesí se había tornado pálido en un lívido rostro, para penetrarlos e introducirle la polla en la boca con un empuje pélvico.

Angélica, inmóvil, débil y sudorosa, con su mente perdiéndose en una nebulosa, observó cómo los marcados y atractivos abdominales de aquel que la había dejado desfallecida, se aproximaban a su rostro mientras sentía cómo un grueso, duro y cálido objeto presionaba sus labios introduciéndose entre ellos para llenarle la boca con palpitante carne. El regusto de la lubricación masculina recorrió su lengua con el avance, y cuando la cabeza de aquel cetro llegó a su garganta, su mente se despejó para constatar que su cavidad bucal había sido invadida por la sabrosa polla de aquel insaciable hombre.

Sabiendo que su sometida no tardaría en recuperar vigor con el tratamiento para su debilidad que le estaba suministrando, Markus se folló esa cálida boca de suaves y jugosos labios con una cadenciosa bajada y subida de caderas, sacando y metiendo su potente verga para deslizarla por una lengua que empezaba a recobrar la vida.

El sabor de la aceitosa muestra de excitación que seguía derramándose, gota a gota, sobre su lengua para terminar siendo tragado, excitó tanto a Angélica, que empezó a colaborar en su propia violación bucal, acariciando con su lengua al duro invasor para obtener más de ese delicioso elixir. Su mente se había despejado, y experimentó cómo iba recobrando sus fuerzas, permitiéndole chupar ejerciendo presión con sus labios, y succionar con ganas la barra de carne que entraba y salía de su boca.

Esa cálida cavidad comenzaba a darle mayor satisfacción, obligando a Markus a contenerse cada vez que profundizaba instalando la punta de su lanza en la estrecha garganta que la envolvía. Esa becaria era una auténtica viciosa, a pesar de su evidente debilidad por la pérdida de sangre, chupaba con ganas, y ya había subido las manos para agarrar su culo y apretar sus glúteos en tensión, siendo ella misma la que pedía más y más.

En aquel momento, el depredador tuvo la seguridad de que la chica le había mentido afirmando que no quería engañar a su novio. Estaba seguro de que era algo que hacía muy habitualmente. Semejante bellezón, con tamaño apetito, seguro que se había tragado las pollas de cuantos atractivos doctores se le habían puesto a tiro. Pero eso a él no le importaba, porque esa noche era suya, y cuando terminase con ella, ya no sería de nadie más.

A pesar de ser él quien marcaba el ritmo de la mamada, la creciente gula de su felatriz, cada vez más ansiosa, más placentera y succionante, le hizo saber que estaba lista para darle la mejor de las satisfacciones, por lo que le sacó el miembro de la boca para ponerse de pie en la cama, agarrándola de la nuca y ayudándola a incorporarse y sentarse para volver a meterle su rabo hasta la garganta.

Angélica se vio sorprendida por la brusca maniobra. Ahora que se sentía mejor, deseaba comerse esa verga hasta obtener su cálida leche, haciendo innecesario el que casi se ahogase cuando aquel glande penetró dilatándole la garganta. Pero parecía que aquel que se erigía como su amo, tras dos corridas, necesitaba experiencias más fuertes, así que sintió cómo le tiraba de su negra cabellera para sacarle el bate de la boca.

— Ahora sí que voy a follarme bien esa preciosa cara de viciosa que tienes —dijo Markus desde las alturas.

Angélica, con lágrimas en los ojos, asintió con sumisión. Ella también lo deseaba, y la violencia, con cierta medida, le excitaba sobremanera.

El experimentado dios del sexo agarró bien la larga melena azabache, enrollándola en sus manos como si tomara unas riendas, y metió de golpe su estaca entre los rosados labios, que la recibieron acompañando el empuje con una exquisita succión que le hizo vibrar hasta que la fina nariz de su esclava contactó con su pubis. Markus rugió de placer.

A pesar de verse obligada, la joven tenía auténtica necesidad de comerse esa verga, por lo que chupó con todas sus ganas, hundiendo sus carrillos y tragando saliva para devorar el marmóreo falo con el que aquel dominante hombre le follaba la boca con rudeza, tirando de sus cabellos y atrayéndole hacia él con movimientos pélvicos.

¡Qué bien se tragaba su polla aquella becaria!, ¡menuda experta mamadora estaba hecha!. Markus sólo había conocido a una mujer capaz de rivalizar con ella, una sensual vampiresa que había conocido dos siglos atrás, en uno de sus viajes por Oriente Medio. Aquella experta felatriz decía ser la mismísima Cleopatra, y había variado su dieta para alimentarse, casi exclusivamente, del semen de todos los hombres que vivían en la región. Podía comerse unos cincuenta rabos cada noche y, el refinado aristócrata que él era en aquella época, disfrutó de su peculiar hambre y pericia durante un mes, al cabo del cual constató que estaba completamente loca. La inmortalidad la había trastornado, volviéndola peligrosa, así que tras eyacular en su boca por enésima vez, Marcus le arrancó la cabeza sin miramientos, para decepción de todos los habitantes masculinos del lugar cuando supieron de su desaparición.

El macho gruñía follándole la boca con violencia, pero cuanto más lo hacía, mejor se sentía Angélica, haciéndola esforzarse en cada chupada como si la vida le fuera en ello. Hasta que, tras unos minutos de tirones de pelo, idas y venidas pélvicas y cervicales, y engullido de pétrea carne, sintió la cálida explosión de denso néctar masculino anegando su garganta, obligándole a tragar con más empujones de polla perforándole los labios, llenándosele los carrillos con borbotones de mucilaginosa leche de macho que la joven se esmeró en tragar ávidamente.

Markus se corrió gloriosamente dentro de aquella boca, con una abundante corrida que eyaculó con varios espasmos mientras no dejaba de mover su convulsionante virilidad, adelante y atrás, en la divina cavidad. Hasta que sintió que se vaciaba, observando con deleite cómo la preciosa hembra tragaba los últimos lechazos, con sus labios habiendo recuperado su intenso color rojo, y su tez reanimada con color en sus mejillas.

Angélica se sintió como si resucitase, completamente renovada, plena de energía, y miró exultante al hacedor de aquella sensación, quien la miraba desde las alturas con su media sonrisa, los claros ojos inyectados en sangre, y su erección reacia a decaer.

— Mejor ahora, ¿verdad? —le dijo él con sarcasmo.

— Me siento con fuerzas para lo que sea —contestó ella.

Con la frase aún flotando en el aire, sin posibilidad siquiera de pestañear, Angélica se encontró colocada a cuatro patas sobre la cama, con Markus de rodillas tras ella y su lanceolado glande apuntando directamente hacia sus nalgas, preparada para ser enculada.

La criatura, en un alarde de su vampírica fuerza y velocidad, dejando de lado cualquier enmascaramiento que revelase su condición, manejó a la chica como a un títere, colocándola en la posición idónea para materializar lo que había deseado desde el primer instante en que había visto ese redondo culito meneándose por la sala de conferencias del hotel.

Por unos instantes, recreó su aguda vista de cazador nocturno con la esplendorosa imagen de aquel joven culo de perfectas proporciones, tersa piel canela y excitantes nalgas respingonas de forma redondeada. Tomó los divinos glúteos con sus manos, y los acarició presionándolos para deleitarse con su firmeza, escuchando a su presa suspirar. Aquel era un culo esculpido para el pecado, y Markus era un gran e incorregible pecador.

Colocó su glande entre las dos ribereñas rocas, deslizándolo entre ellas con la suavidad que proporcionaba la saliva de la becaria embadurnando toda su verga.

— Jodeeeerrrr… —expresó ella ante la sublime sensación del rígido músculo acariciando sus cachas para instalarse entre ellas, arqueando la espalda y ofreciéndole a su semental la más erótica visión de su cuerpo dispuesto.

— Eres puro fuego, preciosa —le dijo él desde atrás—, y yo me quiero quemar.

Su balano halló la suave y delicada piel del ano, presionándolo para constatar que éste estaba relajado por la excitación y completamente receptivo a lo que estaba por llegar. Eso lo haría todo más fácil, para hacerles disfrutar a ambos, pero aunque no hubiera sido así, a Markus le habría dado igual. Los gritos de dolor eran la banda sonora de su existencia, llegando, incluso, a resultarle afrodisíacos. No pocas veces había disfrutado torturando a sus víctimas, saboreando su dolor, sufrimiento y terror, sobre todo durante el primer milenio de su azarosa no-vida. Pero esta no sería una de aquellas ocasiones.

Atenazando con firmeza las anchas caderas de la yegua, el jinete tiró de ella y empujó poderosamente con su pelvis. Su ariete traspasó la estrecha entrada con brutalidad, insertándose por el ojal para que toda la gruesa longitud de su polla penetrase profundamente por el estrecho conducto, dilatándolo a su paso, hasta que su pubis resonó como una bofetada al golpear las duras nalgas.

— ¡Aaaahh! —gritó Angélica con la mezcla de dolor y placer que le produjo semejante perforación, quedándose sin respiración cuando, con el chasquido en sus glúteos, quedó completamente empalada.

Con gusto había sentido cómo la punta de la lanza de su jinete había presionado su agujerito, abriéndolo y asomándose a él, provocándole un delicioso cosquilleo y sensación de apertura. Pero la salvaje embestida con la que le había clavado el pitón, había dilatado violentamente su entrada, haciéndosela sentir como un aro de fuego cuando la gruesa corona exigió el máximo diámetro del ojal, pero relajándose levemente, para su alivio, al dar paso al resto del duro tronco introduciéndose a fondo y arrastrándose por sus entrañas. El azote en su culito, con la pelvis del macho, había sido sublime para ella.

Su cuerpo, acostumbrado a darse con cierta frecuencia un homenaje con la práctica de la sodomía, no tardó en aceptar de buen grado el grosor de esa anaconda refugiada en su estrecho conducto, experimentando una agradable sensación que hizo desaparecer el inicial ardor anal.

Markus había clavado su fuste a fondo, sintiéndolo asfixiado en las profundidades de ese joven cuerpo que lo comprimía de forma maravillosamente placentera. Lo deslizó hacia atrás, escuchando un incitante suspiro femenino, y volvió a embestir con dureza, enterrándolo nuevamente entre las vibrantes carnes de la inmovilizada hembra.

Inició un poderoso bombeo, adelante y atrás, meciendo sus caderas y tirando de las de su montura; golpeando rítmicamente con su pelvis las rotundas nalgas, que resonaban como los tambores de boga de las galeras, marcando el compás de los placenteros gemidos de la joven.

Angélica creía morir de puro gusto, ese hombre era un paradigma de viril potencia que taladraba su culo sin compasión, extasiándola con el grosor de esa polla que la abría en canal, haciendo y deshaciendo el camino a sus más sublimes placeres para hacerla gemir sin descanso.

Sintiendo cómo los fluidos de su excitación manaban de su coñito para escurrir cálidamente por sus muslos, sus colgantes pechos se balanceaban con los continuos envites, para su propia satisfacción, mientras sus nalgas vibraban con cada azote de pubis recibido.

Con sus gemidos, la presión de sus entrañas y el empuje de su culo hacia atrás, aquella indómita yegua le estaba pidiendo a Markus que le diera duro, y él respondió a su deseo, tomándola de su estilizada cintura para aumentar la velocidad y potencia de sus embates, penetrándola con furia para hacerla gritar, mientras él mismo gruñía de puro placer.

Su lujurioso empuje se hizo tan vigoroso, que venció la resistencia de los brazos de Angélica, hundiéndole la cara en la almohada para que su apetitoso culo de melocotón se alzase abriéndose más.

Con su verga flexionada por el nuevo ángulo de penetración, Markus disfrutó de la estimulante mezcla de dolor y placer, castigando con rabia la grupa de la joven, rebotando una y otra vez contra sus compactos glúteos, fustigando su babeante coño con sus testículos para escucharla sollozar de puro gozo.

Hacía siglos que el cazador no disfrutaba tanto dando por culo, y el de esa presa era magnífico, el más delicioso que había tenido la oportunidad, consentida o no, de perforar.

Con su trasero en alto, enrojecido por la azotaina que estaba recibiendo, su clítoris vibrando por el repiqueteo testicular en su vulva, y todo su cuerpo temblando de placer, Angélica agarraba la almohada, tratando de ahogar los lastimeros quejidos que escapaban de su garganta, y que fuera de contexto habrían podido ser de sufrimiento. Nada más lejos de la realidad, aquel potente invasor de sus entrañas le estaba llevando al paraíso.

El esclavo de la lascivia, sin sacar la espada de la vaina, detuvo momentáneamente el bombeo, levantando sus rodillas para acuclillarse y volver a coger el mejor ángulo de penetración de ese culo en pompa. Lo taladró sin miramientos con su broca, obligando a aullar a la chica, hasta hacerle ceder con su empuje, dejándola tumbada boca abajo con su peso aplastándola, y la verga bien insertada entre sus prietas cachas.

Angélica se sintió atrapada, deliciosamente ensartada, jadeando con su rostro de perfil sobre la almohada, mientras sus glúteos se contraían exprimiendo al instrumento de su soberbio disfrute. Un nuevo orgasmo estaba a punto de desatarse.

El vampiro se levantó sobre los brazos sintiendo, con infinita intensidad y gusto, cómo el prieto culo de esa becaria le oprimía como si quisiera arrancarle la polla. Incluso para él, tras varias corridas seguidas, aquello era demasiado. Empujó con las caderas, una y otra vez, presionando las duras nalgas, rebotando en ellas y sintiendo un enloquecedor tirón y fricción en su miembro que le obligaba a seguir martilleando, a punto de alcanzar la catarsis, pero sin lograrlo.

Con sus pechos aplastados sobre el lecho, y sus ingles incrustándose en el colchón, Angélica no pudo soportar más el continuo empuje en su culo y la profunda penetración en sus entrañas.

— ¡Me revientas, me revientas, me revientaaaasss…! —gritó, gozando de cómo todo su cuerpo se tensaba con un apoteósico orgasmo.

Markus rugió como el animal nocturno que era, extasiado con el poder de constricción de su sometida, tan intenso y placentero, que explotó en una rabiosa corrida con la que inyectó una abundante cantidad de inerte simiente vampírica en el recto de Angélica.

Ella, en plena cima orgásmica, se sintió catapultada hacia la estratosfera cuando notó la hirviente corrida derramándose en sus entrañas como un cirio que, repentinamente, se derritiera en su interior. Y disfrutó como nunca del sinérgico encadenamiento de dos éxtasis que la llevaron hasta el delirio para, finalmente, volver a la realidad de su cuerpo postrado en la cama bajo el peso de su increíble amante, con un largo suspiro.

El antiguo legionario desenvainó su gladius, quedando sentado sobre sus talones para observar las excitantes redondeces, coloradas por su castigo, que le habían proporcionado la mejor batalla de su inmortalidad. Se sintió tentado de darles un mordisco, pero sabía que el siguiente que diera, debía ser mortal.

Para deleite de sus acuosos ojos, ayudándole a no caer en la tentación, observó cómo Angélica se daba la vuelta, mostrándole, una vez más, la belleza de su fiero rostro y la maravillosa perfección de su cuerpo desnudo. Toda una pantera, auténtica caza mayor.

Era el momento, debía alimentarse de su presa hasta el final, desangrarla para sentir cómo su vida se hacía suya, transformándose en muerte. Sería el colofón a una noche por la que había merecido la pena acabar con su breve periodo de retiro anual.

Pero, observándola, Markus dudó. Aquella salvaje preciosidad le había proporcionado más satisfacción que las incontables mujeres que habían pasado por sus manos y bajo sus colmillos. Su deliciosa sangre había revitalizado su cuerpo para que, con sólo mirarla, su excitación y permanente erección parecieran tan eternas como lo sería su existencia. Esa joven merecía una muerte especial, merecía morir de placer.

El poderoso ser de ultratumba decidió disfrutar de aquella diosa una última vez, la poseería una vez más. Le daría lo mejor de sus dotes amatorias para elevarla a un glorioso orgasmo en el que hundiría sus afilados colmillos, devorando su juventud y energía sexual, junto con el vital fluido escarlata que necesitaba como alimento de su preternatural carne.

Al fin, ante lo que parecía un momento de duda con el que se vio liberada, Angélica vio su oportunidad. Reuniendo todo su valor, y haciendo acopio de todas sus fuerzas, lanzó una rápida y potente patada al pecho de aquel que parecía sumido en sus pensamientos. La planta del pie, aún calzado con los exquisitos zapatos de gala, impactó certeramente en el torso de la criatura. El agudo tacón, de doce centímetros de longitud, perforó la piel de Markus, desgarrando músculo a su paso, fracturando hueso en su interno avance, y alcanzando el corazón para clavarse en él.

El viejo, e incrédulo vampiro, conoció el fin de su inmortalidad.

Epílogo

Resoplando al comprobar que su única oportunidad había tenido éxito, Angélica contempló con sus oscuros ojos cómo el deseable cuerpo que le había dado el mayor placer sexual de su vida, se desecaba y consumía convirtiéndose en una enjuta escultura de cenizas. Cuando retiró el tacón de aguja, la estatua se desmoronó, y la joven experimentó otra clase de placer: el placer del triunfo.

«Esta vez he sido yo quien te lo ha clavado a fondo», pensó con satisfacción.

En dos ocasiones había estado a punto de morir y fallar en su objetivo, era plenamente consciente de ello, como plenamente consciente había sido comsiguiendo la solución que le evitase sucumbir al shock hipovolémico, consecuencia de la pérdida de sangre. ¿Y para qué negarlo?, había disfrutado obteniendo la cura.

Al final, lo importante era que, tras haberse arriesgado al límite, infinitamente más de lo que nunca se había arriesgado, había tenido éxito. Y, además, había disfrutado tanto en el proceso que, si el vampiro hubiese acabado con su vida mientras la poseía, haciéndole fracasar en su objetivo, habría sido una muerte deliciosa. Porque no le había sido infiel a su novio, en absoluto. Su novio era el Ángel de la Muerte, y esa noche le había complacido.

Marcus le había obligado a hacer, lo que nunca había sido necesario: implicarse más allá de un simple flirteo. Había hecho imperativo el tener que seducirle, hacer que la deseara, llevárselo a la cama, y follárselo para provocar que bajase la guardia. Porque Marcus era viejo, muy viejo y poderoso, muchísimo más peligroso que las otras criaturas que había conocido y ofrecido a su novio en el camino de su aprendizaje.

Angélica había necesitado diez años de extenuante entrenamiento mental y profundo estudio para no sucumbir a su influencia; diez años de intenso y continuo entrenamiento físico para adquirir la resistencia, fuerza y velocidad necesarias para tener la oportunidad de asestar el golpe mortal; diez años de exploración de su sensualidad y sexualidad, afilando sus armas de mujer para seducirlo y llevarle a su terreno; cinco años de rastreo histórico de sus actividades para establecer patrones; tres de búsqueda por todo el mundo para localizarlo; dos para acotarlo… y un golpe de suerte para que se celebrase un congreso médico en Oslo, su refugio durante el mes de Diciembre, al que acudiría como una mosca a la miel, atraído por su arrogante sed de conocimiento.

Por primera y única vez, Angélica había podido adelantarse al vampiro, sabiendo perfectamente dónde estaría, cuándo y durante cuánto tiempo. Por lo que se desplazó desde su Córdoba natal, hasta la capital noruega, con tiempo suficiente para crear su falsa identidad de becaria de investigación médica, y así poder llevar a cabo su venganza e impartición de justicia a aquel que había asesinado a sus padres cuando ella, apenas, había cumplido la mayoría de edad.

La preciosa, sensual y salvaje Angélica había sido detective, jueza, ejecutora y, sobre todo: cazadora. Angélica había sido el cebo, y ella misma había sido la trampa. Y Marcus, el antiguo legionario romano, había sido la presa.

FIN

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Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Steven) parte14” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

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El fin de semana paso ya era lunes y teníamos la última clase del curso prematrimonial ya habíamos conseguido el sitio para la boda en una hacienda grade muy bonita con un aspecto colonial pero con todas las comodidades modernas con pista de baile y una pequeña capilla en donde se realizaría la ceremonia estábamos muy contentos esperando que llegara el gran día ya faltaba solo 10 días, nos organizamos me puse un jean una camisa y unos tenis, Diana por su parte me sorprendió como siempre tal parece que le gustaba incomodar al pobre curita, se puso unos tenis blancos un jean que le quedaba ceñido dejando ver la silueta de esas piernas gruesas y torneadas dibujándole ese hermoso y redondo culazo perfecto, para rematar se puso una camiseta de la selección la de color blanco que le quedaba pegada a su cuerpo y apenas le llegaba al ombligo a la cual ella decidió reorganizar cortándole el cuello en forma de v creándole un escote muy grande que le dejaba ver esas grandes tetas que ya se le iban a salir, se puso bajo ella un sostén de encaje blanco que le realzaba más sus ya parados senos, su cabello lo llevaba recogido con un mechón hacia su lado izquierdo, brillo labial y sus gafas medicadas para darse un aspecto de niña buena, no quise decirle nada para evitar problemas tomamos un taxi llegando a nuestro destino.

Como siempre a esas horas temprano en la mañana y por la ubicación la iglesia estaba sola, al llegar el pobre padre Manuel casi se le salen los ojos trataba de disimular pero sus ojos se desviaban a su escote sin poder evitarlo, nos invitó a entrar a la iglesia nos sentarnos en la primera fila frente al altar hacia el lado derecho, se sentó primero el quedando en la punta luego mi prometida a su lado y yo al final al lado de ella, estuvo hablándonos de cómo iba hacer la ceremonia y que debíamos hacer sobre el paso importante que dábamos en nuestra vida etc., etc., de vez en cuando le daba una miradita al escote de mi novia ya después de un tiempo me pidió que los dejara solos que tenía que hablar con Diana y después hablaría conmigo, había cogido esa costumbre de hablar con nosotros a solas lo que me extraño fue que con Diana se demoraba mucho tiempo y conmigo a los 5 minutos me despachaba, yo empecé a salir de la iglesia dejándolos solos mientras salía observe que el padre Manuel estaba pendiente de mí, Salí de la iglesia a esperar mi turno y pensé será que mi novia está haciendo algo con el cura pero me dije que no podría ser capaz igual Manuel es un siervo del señor luego pensé en Diana y empecé a sentir una sensación familiar en el estómago rápidamente las dudas me asaltaron así que mejor me acercaba para observar y estar seguro pero al tener la iglesia solo una entrada principal y estar ellos al frente del altar me podrían ver entrar con facilidad, ahí recordé la entrada lateral que da a la oficina de la iglesia y que esta se comunica con la capilla por una puerta que esta hacia el lado derecho de está quedando justa hacia el lado donde ellos estaban y me permitirían escuchar de lo que hablaban y ver que hacían si miraba con cuidado.

Rápidamente corrí al costado de la iglesia esperando que la puerta estuviera abierta, conté con suerte ya que así era entre al pequeño estar que había con cuidado de que no hubiera nadie más y me acerque a la puerta sigilosamente para que no advirtieran mi presencia puse la oreja junto a la puerta para tratar de escuchar lo que pasaba a duras penas se podía oír suavemente cuando el padre Manuel le decía a mi novia…. Hija que linda eres Steven es muy afortunado…. Ay padre que cosas dice…. Si mira como me pones cada vez que te veo…. Huy Padre que pena no pensé que lo fuera a poner así no era mi intensión…. Si hija yo creo que esa era tu intensión creo que te gusta provocar y eso es pecado además es muy doloroso para mi….ay no padre me hace sentir mal que este así por mi culpa…. Si Dianita eres pecado, eres la lujuria hecha carne y debes enmendar el daño que estás haciendo…. Usted cree padre…. Si hija así que tendrás que arreglar esto como la última vez esta será tu penitencia…. Si padre está bien lo hare.

Deje de escuchar palabras por un momento hasta que de nuevo escuche al padre…. Hmmm si hija lo haces bien hmmm sigue así…. Ay padre que pena con usted ponerlo así, está muy hinchada y dura pero ya vera como le quito esa hinchazón. Al escuchar eso sentí un escalofrió que me recorrió el cuerpo y una dura erección dentro de mis pantalones queriendo escapar así que no aguante tenía que ver qué pasaba entre abrí un poco la puerta para poder ver lo que sucedía y pude verla ahí a mi dulce novia sentada junto al padre Manuel agarrando con su mano derecha una pija gorda como de 22cm la cual no podía cerrar con sus delicados dedos, de esta colgaban una pelotas grandes y peludas gordas como ese monstruoso pene, mi prometía movía su mano de arriba abajo haciéndole una paja con gran maestría, el padre Manuel solo la miraba con cara de degenerado con los botones de su sotana abierto y su pantalón junto a su ropa interior en los tobillos, el padre estaba disfrutando de las caricias de mi novia cuando le dijo…. Preciosa muéstrame esas tetas que ya prácticamente las tienes afuera…. Ay padre como dice eso…. Vamos preciosa como la última vez ya sabes que me encantan…. Bueno jijiji.

Acto seguido mi novia se empezó a sacar ese par de tetas con su mano libre por el escote que había rediseñado en su camiseta deportiva debo decir que fue sencillo gracias al gran corte que le hizo, ese par de grandes tetas cargadas de leche salieron por encima de su sostén de encaje y su camiseta desafiantes totalmente erguidas con esos bellos pezones rozados totalmente en punta era todo un espectáculo digno de ver…. Aaahhh siii hija que puta eres, dijo el padre, ahora ven te las toco…. Ay no padre es pecado…. No me vengas con eso putica que me estas agarrando la polla…. Pero yo estoy ayudándolo por la hinchazón que le cauce…. Jajaja ya deja de hacerte la tonta que la otra vez te metí mano no te hagas la difícil que no te queda jajaja. Al terminar de decir eso el padre la rodeo con sus brazos agarrando las tetas de mi prometida desde la espalda jugando con ellas estirándole los pezones apretándoselas a gusto haciéndola gemir mientras ahí sentados los dos frente al altar mi novia le continuaba haciendo una paja con una sonrisa y mirada de pervertida a través de sus anteojos gimiendo de placer por las caricias recibidas.

Los dos estuvieron así como por 5 minutos hasta que el cura con su mano izquierda y con gran habilidad desabotono el botón de su jean y bajo su cierre para meter su mano en el interior de la entrepierna de mi prometida y empezarle hacer una paja de campeonato que logro que mi novia volteara los ojos y empezara a gemir…. Aaaayyy padre por Dios que me hace hmmm aaaa…. Te gusta hija…. Si padre no se detenga siga por favor hhmmm. Estuvieron así por 10 minutos mientras el padre manoseaba, masturbaba a mi novia y esta hacía lo propio con el pedazote de carne del cura cuando ella empezó a tener un orgasmo que la hizo gemir fuerte, tener convulsiones y blanquear los ojos, el cura la tuvo que sostener para que no se callera del asiento de la iglesia, Diana quedo sudada se veía como sus tetas con esos pezones rosa totalmente brotados se movían agitadamente por su respiración acelerada…. Hija estas bien…. Si padre…. Bueno aun falto yo no he terminado como tu…. Si padre ya lo hago terminar. Diana sentada a su lado se inclinó sobre él y con las dos manos cogió esa enorme verga y le empezó hacer una paja acelerada de vez en cuando con una mano le agarraba esas enormes pelotas apretándolas con delicadeza sobándoselas hasta que el padre le anuncio que estaba llegando a su fin…. Me vengo hija me vengo me vas a sacar toda la leche puton aaaahhhh. Del cura salieron como 8 chorros de leche bien cargados que dejaron un gran manchón en el piso de la iglesia y a una Diana impresionada por la gran cantidad de semen que salía del padre Manuel…. Uff por Dios padre que es todo eso…. Eso es lo que causas puta preciosa unas deslechadas únicas…. Jijiji hay padre me alaga…. Bueno hija acomódate el pantalón y ese par de tetas y vamos a buscar a tu noviecito.

Vi como Diana se subía el cierre y abotonaba su pantalón para después acomodarse ese par de melones que se gasta dentro de su escote y como el padre empezaba a subirse el pantalón, salí corriendo afuera de la iglesia con un dolor en mis huevos que me gritaban que querían descargarse, estuve afuera 5 minutos después aparecieron por la entrada de la iglesia muy sonrientes, Diana se veía ruborizada como si hubiera sudado se lograba ver que su sostén no le quedo bien acomodado ya que sus pezones se alcanzaban a dibujar atreves de su camisa además de que los traía en punta y se notaban sobre la delicada tela de la prenda que vestía, era evidente no notarlo. El padre Manuel me llamo me dijo que siguiera a la iglesia para hablar nos sentamos al final de la iglesia creo que para que evitara ver cómo habían dejado el piso en la primera fila, me estuvo hablando de lo afortunado de haber encontrado una mujer como Diana que era maravillosa, que me iba hacer muy feliz ya que era de buen corazón y muy entregada resaltándome lo de entregada que él veía que realmente éramos el uno para el otro y que los dos íbamos a encontrar la felicidad que debía cuidarla y cumplir sus sueños además de ser comprensiva con ella ya que una mujer así necesita ser bien atendida.

Sus palabras me dejaron pensando sobre lo que me iba a esperar en el futuro, luego de hablarme me dijo que ya podía irme salimos de la iglesia se despidió de mí y de Diana con un fuerte abrazo sintiendo toda la delantera de mi prometida, de ahí fuimos a un centro comercial a pasar el rato y comer para volver a casa como era de esperarse Diana no pasó desapercibida y con lo ocurrido en la iglesia tal parece que debió quedar excitada ya que a cada que podía se pegaba a mí me daba besos, me abrazaba buscando rozarse conmigo podía sentir sus pezones duros, se podían notar sobre su camiseta y claro yo le correspondía le daba besos la abrazaba estaba con una erección y dolor en los huevos de no poder descargar quería hacerle el amor y así se lo hice saber mientras comíamos le propuse ir a un motel tal como estaba y de lo caliente que la veía acepto pero justo cuando estábamos terminando de comer recibió una llamada mientras hablaba pude ver una sonrisa pícara al parecer estaban acordando una salida y quedaron de verse mañana colgaron ya después Diana me explico que era Leandro que nos había invitado para ir a rio el día de mañana en la mañana que como era semana y temprano no iba a ver mucha gente que había invitado a Fabián con su esposa y niño también a José que los demás no podían ir porque tenían trabajo…. Mejor vamos a casa a preparar las cosas para el siguiente día y a ver cómo está el niño, me dijo Diana…. Pero amor quedamos de estar un rato los dos juntos…. Tranquilo ya verás yo te recompenso después tal vez en la noche cuando todos duerman podemos hacer algo ya vez que ahora es difícil todos van a estar ahí en la casa…. Está bien. Le dije pero en el fondo estaba con una calentura y en la noche tal vez podríamos estar juntos.

Pasamos toda la tarde con la familia Diana continuo muy cariñosa conmigo durante todo el día nos besábamos y cuando podíamos nos metíamos mano al llegar la noche nos pusimos a ver televisión en el tercer piso de la casa había una sala con un televisor led grande ya eran las 11pm cuando el resto de la familia se retiró ya que al siguiente día tenían trabajo o estaban muy cansados Diana y yo nos quedamos para seguir viendo películas toqueteándonos y besándonos en ocasiones Diana se levantaba me miraba y caminaba en forma coqueta hacia el balcón que había en el tercer piso miraba un rato parando su hermoso culo mostrándomelo coqueteándome y volvía en una de esas me pareció ver como si saludara con la mano a alguien afuera, le pregunte que si había alguien me dijo que sí que era el indigente que rondaba por ahí…. Pobrecito ese muchacho ahí afuera sin nada debe ser muy difícil, dijo Diana…. Si debe ser muy difícil pero que podemos hacer, respondí…. Quisiera poder hacer algo por el pero bueno ya que se puede hacer dijo mi prometida. Dejamos el tema ahí ya eran 12:30 am ya el sueño me estaba venciendo le recordé a Diana lo que me había prometido me dijo que bajara y la esperara mientras ella apagaba y cerraba la puerta del balcón la vi dirigirse al balcón hacer una seña y cerrar le pregunte si pasaba algo me dijo que no que se despedía del indigente yo baje al primer piso me quite toda la ropa y me acosté mientras que esperaba a Diana pero el sueño era tan fuerte que cabeceé y quede dormido cuando mire el reloj eran la 1am me había quedado dormido 15 minutos estire la mano y la cama estaba vacía me levante a buscar a Diana y todo estaba oscuro en el primer piso subí con cuidado al segundo donde dormía la familia y no escuchaba nada fui al tercero estaba oscuro no había nadie me pareció extraño no encontrar a Diana así que me acerque al balcón al mirar afuera hacia abajo al antejardín de la casa la encontré.

Mi prometida tan noble al parecer le había llevado algo de comer al indigente pues había un plato con un pan y un vaso con leche en el piso mientras ella con sus enormes tetas al aire fuera de su camiseta de la selección, su jean y tanga en las rodillas pegaba su culazo redondo grande y perfecto a la reja de la casa que tenía unas barras horizontales con espacio de alrededor de 15 cm entre cada una y al otro lado estaba el indigente totalmente desnudo con su cuerpo delgado, fibrado su piel totalmente sucia curtida por el sol, su ropa se encontraba tirada en el suelo al lado de su bolsa de reciclaje clavaba a mi prometida con todas sus fuerzas, Diana tenía el culo entre dos de las barras de la reja y el indigente al otro lado pasaba sus manos entre la reja aferrándose a su cintura, le metía la verga podía ver como el cuerpo de mi novia se sacudía y reprimía sus gemido con cada embate, el indigente estaba eufórico por estarce cogiendo una hembra tan buena como estaba mi mujer gemía sin reprimirse así que Diana tuvo que alejarse de la reja y decirle que se calmara que no hiciera tanto ruido o no podrían continuar, ahí pude verle el pene al habitante de la calle era gordo muy grueso como de 24 cm sin circuncidar lleno de pelos se veía sucio con unas pelotas grandes, el indigente al ver que Diana lo podía dejar iniciado le prometió no hacer ruido y hacerlo con más calma.

Diana se acercó a él le dio la espalda cogiendo su enorme polla para pasarla atreves de la reja y poniendo su culo en pompa la dirigió a su vagina donde fue entrando lentamente haciendo que mi novia diera un suave gemido de placer hasta que el hermoso culo de Diana y la enorme polla del indigente quedaron pegados a la reja consiguiendo así una penetración total, comenzó un nuevo mete y saca más suave que los dos disfrutaban gimiendo en vos baja, debes en cuando escuchaba al indigente que le decía…. Que rica estas mami, que puta salió esta princesa, como me aprietas la verga, quien la ve con hijo y marido y como culea, estas riquillas son las más putas. Y a todas esas mi prometida le respondía…. Que buena verga tenes, te la siento toda, da gusto poder ayudar al prójimo así, gamín hijo de puta como me la metes.

Estuvieron así hasta que el ritmo de la cogida se empezó a acelerar y Diana tuvo un espasmo que la hizo caer de rodillas y tener un orgasmo que la dejo en el piso con los ojos en blanco, el habitante de calle le aviso que ya casi se iba a venir así que como pudo Diana se incorporó y se arrodillo frente a él empezándole hacer una mamada de campeonato le pasaba la lengua por todo el tronco le chupaba sus enormes huevos sin importarle que estuvieran llenos de pelos se metía su enorme polla a la boca y le hacía una garganta profunda le cogía el cuerito de su pene y se lo estiraba y chupaba después lo descapuchaba y le chupaba el glande le pasaba la lengua intentaba metérsela por el huequito de su uretra para después metérsela de nuevo a la boca y chuparla haciendo un mete y saca lento que estaba volviendo loco al indigente y lo hacía quejarse de placer hasta que ya no pudo más y se empezó a venir dentro de su boca, al parecer fue bastante ya que le empezó a salir abundante semen por la comisura de la boca a mi novia que fue a parar a sus voluminosas tetas que quedaron todas chorreadas de la leche del indigente.

Terminado de deslechar al indigente con los labios y tetas llenas de semen Diana le ofreció el vaso de leche y el pan para que recuperara energías este se tomó apresuradamente el vaso con leche y luego el pan agradeciéndoselo…. Gracias princesa todo estuvo muy delicioso mi reina…. De nada gracias a usted ya sabe que esto es entre nosotros otro día volvemos a coincidir…. Claro que si mamacita que lastima que no tenga un poquito más de leche que no me paso muy bien el pan…. Porque no me lo dijo antes claro que tengo y bastante estas están bien cargadas. Dijo eso cogiendo sus enormes tetas que estaban fuera de su escote chorreadas de semen y las paso a través de los barrotes de la reja…. Mi reina usted tan atenta voy a tomar un poquito…. Tranquilo tome todo lo que quiera…. Con su permiso mami. Al hombre no le importó que estuvieran untadas de su semen simplemente cogió la enorme teta derecha de mi mujer y empezó a chupar y a sacarle la leche le pasaba la lengua la mordisqueaba, la chupaba fuertemente estirándola para dejarla goteando leche y pasar a su gorda teta izquierda y darle el mismo tratamiento mi novia solo se quejaba suavemente tratando de no hacer ruido resistiendo el rudo trato que le daba el indigente a sus grandes y suculentos melones estuvo así como por 10 minutos veía como el hombre le estiraba las tetas, se las apretaba, se aprovechaba de la generosidad de mi mujer amamantándose de ella quitándole el alimento a nuestro hijo hasta que se cansó y la soltó Diana saco las tetas de entre la reja y las pude ver enrojecidas, coloradas sus bellos pezones totalmente brotados rojizos de ellos brotaban góticas de leche sus tetas se veían brillosas de todas las babas que le había dejado se movían de lo agitada y sudada que estaba Diana…. Gracias mi reina usted es ángel y una puta como ninguna, le dijo el indigente a mi prometida. Cogió su ropa, su bolsa y se fue desnudo perdiéndose por la calle, Diana quedo como en un estado de éxtasis yo aproveche y baje lo más rápido que pude, entre a nuestra habitación para hacerme el dormido un instante después escuche ruido afuera y como Diana entraba sin hacer ruido buscar algo y después entrar al baño para después escuchar el agua correr no podía creer lo arriesgada que había sido Diana al tener relaciones sexuales en la calle y sobre todo con un indigente no debió aguantar la calentura que traía todo el día gracias al padre Manuel, yo no aguantaba el dolor en los huevos así que aproveche me hice una paja rápida y placentera recordando todo lo ocurrido en el día para venirme dentro de mi ropa interior quedando todo untado caliente por tener una novia tan buena y tan puta finalmente quede dormido antes de que ella saliera del baño.

Al otro día eran las 8 am cuando Diana me despertó me dijo que lastima no haber podido hacer nada la noche anterior que cuando ella entro a la habitación me encontró dormido así que decidió dejarme descansar también me dijo que a las 9 pasaría José por nosotros que me alistara ella mientras tanto le iba a organizar lo que íbamos a llevar la ropa del niño y después le va dar de comer a nuestro hijo solo decir eso me recordó que horas a tras le había dado de comer a un indigente y empecé a tener una erección tuve que meterme rápido al baño y hacerme una paja que solo duro 3 minutos de lo caliente que estaba, termine de bañarme salí a la habitación ahí se encontraba Diana dándole de comer a nuestro bebe con su blusita levantada dejando su seno izquierdo afuera, ya tenía lista la maleta con las cosas del bebe una bermuda para bañarme la ropa que me iba a poner toallas la ropa de ella en fin, empecé a vestirme y el niño termino de comer cuando se despegó del seno de su madre pude ver que tenía varios chupetones rápidamente Diana se cubrió y trato de disimular, entro con él bebe al baño para bañarse juntos termine vestirme salude a la familia desayune algo Diana salió después con el niño vestido ella llevaba un vestido de tiritas azul enterizo corto de algodón con un escote grande, y una falda que le llegaba a medio muslo debajo llevaba un bikini blanco en sus pies unos tenis blancos, su rostro sin nada de maquillaje y su cabello con un moño sobre su cabeza la hacían lucir hermosa desayuno algo cuando termino llego José quien saludo muy cariñosamente a Diana luego a mí y después al resto de la familia salimos camino al rio José nos dijo que Fabián, Leandro, sus esposas y los niños nos esperaban en nuestro destino.

A eso de las 9:30 am llegamos a nuestro destino era un sitio muy bonito con muchos árboles y un hermoso rio un sitio muy fresco para pasar un gran día en el sitio ya estaban Fabián y Leandro con sus familias nos saludamos todo muy normal y tal como lo habían dicho en el sitio no había mucha gente solo unas cuantas familias y algunas que otra persona que iba hacer ejercicio ya que había un sendero para correr que bordeaba el rio decidimos buscar un sitio que estuviera más solo para nosotros así que seguimos el sendero para ir un poco más arriba del rio caminamos 10 minutos y pasamos una caseta donde habían baños para mujeres y hombres con vestir detrás de ella había una pequeña colina con arbustos tupidos 5 minutos más encontramos un claro que estaba solo con una mesa grande con bancos de madera y donde el rio pasaba tranquilamente la gente había colocado piedras para que el agua se represara e hiciera una especie de pequeña piscina natural el sitio era perfecto así que decidimos quedarnos ahí y disfrutar del agua.

Empezamos a cambiarnos para entrar al rio dejamos las cosas organizadas José y Leandro entraron con Felipe y Diego sus pequeños hijos de 8 y 6 años al rio y empezaron a Jugar con una pelota después entro Marcela con un vestido de baño enterizo rojo que hacían denotar sus enormes tetas y su gran culo después entraron Fabián y su esposa quien llevaba en brazos a su pequeño hijo yo tome a mi hijo y también en mis brazos entramos al agua y me uní a Fabián y su esposa para empezar a dialogar por ultimo faltaba Diana quien se quitó su pequeño vestido por sobre la cabeza fue como si lo hiciera en cámara lenta no pasó desapercibida todas las miradas estaban sobre ella lucia espectacular en su bikini blanco sus grandes senos quedaban juntos bien parados, la tanga de su vestido era un poco pequeña al frente un triángulo cubría su zona intima pero en la parte de atrás era más revelador solo era una tira que se metía entre sus grandes redondas y carnosas nalgas lucían imponentes, entro al agua quedando todos alucinados por el escultural cuerpo de mi prometida se acercó a mi tomo a nuestro bebe en brazos el pobre Fabián se veía algo incómodo tratando de disimular pero después ya empezamos a conversar y a disfrutar del agua el tiempo paso entre charlas, juegos y alguna otra mirada que le daban a mi mujer, no note nada extraño que pudiera intranquilizarme, media hora después Diana con él bebe y Marcela salían del rio para tomar el sol mientras lo hacían dos personas que pasaban corriendo por el sendero vieron a mi mujer se quedaron embobados con cara de salidos y mordiéndose los labios pero igual siguieron su camino, Diana y Marcela pusieron unas toallas en el suelo y se acostaron para tomar el sol la esposa de Fabián también salió a tomar el sol junto con su bebe, Fabián y yo decidimos seguirla José se quedó en el agua jugando con Dieguito a las luchitas y Leandro con Felipe jugando con la pelota aunque Leandro estaba más pendiente viendo como mi mujer tomaba el sol.

Nos dio algo de hambre así que decidimos comer en la mesa Leandro, José y los niños salieron del agua, Felipe y Diego le dijeron a su madre que querían ir al baño así que le dijo a Leandro que los iba a llevar a la caseta que había junto a la pequeña colina e iba aprovechar para cambiarse de ropa ella y los niños, Fabián y su esposa también decidieron ir para hacer lo mismo a nuestro hijo le dio hambre así que Diana no pudo ir y saco un tetero con leche que tenía preparado para darle, en la mesa solo quedamos Leandro, José, Diana Nuestro bebe y yo así que entre José, Leandro y Yo empezamos a preparar unos sándwiches y a servir unas gaseosas mientras los demás venían terminado de organizar la comida en 10 minutos, Leandro Dijo que se iba a cambiar y fue hacia la caseta iba a ir pero vi que dejaría a Diana en su pequeño bikini a solas con José que no desaprovechaba oportunidad para darle una repasada con la mirada y le ponía conversación 5 minutos después llegaron los demás y sin Leandro que debía estarce vistiendo Diana me entrego al niño para que le terminara de dar el tetero, lo cambiara y comiera algo para ella ir al baño a cambiarse y que después yo fuera se puso su pequeño vestido azul sobre su Bikini saco algo de ropa del bolso que traíamos y se fue, José iba a acompañarla pero inocentemente Dieguito se sentó en sus piernas y se puso a buscarle juego y no lo dejo ir pasaron 10 minutos en los que termine de darle el tetero al niño, lo cambie de ropa de nuevo pasaron de vuelta los corredores que habían estado mirando a mi mujer, decidí comerme un sándwich pasaron 5 minutos más y ni Diana ni Leandro venían ya preocupado y disimulando le dije a Marcela que me cuidara el niño un momento que quería ir al baño.

Me fui lo más rápido que pude llegue en 3 minutos decidí entrar primero con mucho cuidado al baño de mujeres buscando a Diana pero este baño estaba vacío así que ya sospechaba donde estaba mi dulce novia fui al de hombres también entre cuidadosamente sin hacer ruido pero solo encontré a los dos corredores que estaban sobre los sanitarios uno en cada cubículo mirando con sus celulares grabando hacia afuera por una rendija que hay sobre ellos que da a la parte trasera de la caseta hacia la pequeña colina el más cercano a mí me alcanza a ver y con una seña de guardar silencio me dice que me acerque al estar cerca pude notar que tenía su pantaloneta abajo y una polla enorme con una tremenda erección y en vos baja me dice…. Gringo un negro con una polla descomunal le está metiendo una tremenda enculada a una milf que esta rebuena. Señalándome el siguiente cubículo me dice…. Suba para que vea el espectáculo que está dando esa putota y pensar que hace rato la vimos con un bebe en sus brazos pobre el marido debe tener unos cuernos enormes como la polla de ese negro. Al parecer no debieron reconocerme o verme en el rio tal vez porque sus miradas solo se dirigieron al imponente cuerpo de mi prometida.

Fui al siguiente cubículo me subí al baño y con cuidado mire ahí estaba mi prometida inclinada hacia adelante apoyada en una roca con el sostén y la tanga del bikini tirados en el suelo pero aun con su pequeño vestido azul puesto aunque con sus enormes tetas al aire sacudiéndose por las penetradas que recibía y su falda levantada sobre si espalda exponiendo ese carnoso y redondo trasero que era ofrecido en pompa al negro y monstruoso pedazo de carne que posee Leandro entre sus piernas, detrás de mí hermosa novia se encontraba Leandro totalmente desnudo con un gesto triunfal quien profanaba con la mitad de sus 28 cm de hombría el hermoso recto de mi novia que estaba abierto a mas no poder tratando de recibir la totalidad de tan gigantesco instrumento se la sacaba suavemente para volver a metérsela lentamente hasta la mitad donde se encontraba la parte más gorda de ese pene mi novia no gemía solo se quejaba…. Aaaayyy Leandro es muy grandeaaayy nooo no me va a caber to da aaayyy…. A Marcela le cabe estoy seguro que a ti también mmmnnnn que rico ooohh…. Como puede aguantar aaayy este monstruo ooohh Marcela…. Jajaja practica vas a ver que tu también puedes ooohh…. Dios me abres toda mmmnn ooohhh…. Veo que te estas acostumbrando voy a empezar a meter un poquito más…. Por favor despacio aaahhh.

Leandro sacaba y metía su pene por el culo de mi novia lentamente cada vez que lo metía le dejaba ir uno o dos centímetros de más y así sucesivamente mientras se aferraba a las caderas de mi prometida le metía 20cm luego 22 luego 24, 25 mi novia sudaba se quejaba aguantando luego 26 cm y después 28cm dejándoselos totalmente enterrados, le enterró toda esa verga por el culo a mi prometida hasta los huevos no lo podía creer los dos mirones alucinaban al ver tremenda enculada haciéndose una paja en honor de mi mujer la dejo acostumbrarse un rato para después empezarla a sacar y a meter lentamente ya cuando Diana empezó a gemir Leandro empezó a tomar más velocidad ya las penetradas eran a buen ritmo Diana gemia….aaaahhh me estas partiendo en dos aaahhh Dios mío que vergota ooohhh…. Te gusta ehh puton…. Me estas matandoaaaahh…. Pero de placer mamasota mmmnnn aaah. Seguían en el mete y saca cuando me pareció escuchar un ruido en la puerta del baño mire pero no vi nada así que seguí mirado es espectáculo que me ofrecía mi mujer decidí sacarme la verga y empezarme a masturbar.

Diana gemía y se quejaba…. Aaayyy por dios mis piernas, mis piernas no me puedo sostener aaaahhh…. No te puedes sostener mami por que…. Me estoy que dando sin fuerza no ciento las piernas aahhh dios me voy a caer aaahhh…. Tranquila yo no te dejo caer. Acto seguido Leandro le paso el brazo derecho por su abdomen y su brazo izquierdo también terminando su mano izquierda sobre su enorme teta derecha apretándola y dándole un fuerte abrazo le empezó a dar con todas sus fuerzas con penetradas rápidas y profundas evitando que mi prometida se cayera y empezara a gritar como loca…. Aaaayyyy dios mío nooooo me estas rompiendo todaaaaa aaaahhh no puedo maaaasss me voy a veniiirrr aaaahhh…. Me estas apretando la polla con el culoooo aaaahhh ve vengo te voy a llenar todaaaa de lecheeeee aaaahhhh. Los dos tuvieron un orgasmo simultaneo y al parecer la eyaculación de Leandro fue bastante ya que le empezó a escurrir por las piernas a mi mujer mientras la mantenía aferrada a él Diana tenía los ojos en blanco con pequeños espasmos estaba totalmente ida del fuerte orgasmos de su vagina escurrían sus jugos, en eso se escucha una vocecita que dice…. Papi que le haces a la tía Diana. Era Felipe el hijo mayor de Leandro con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.

Diana al escucharlo fue como si le tiraran un baldado de agua fría encima intento incorporarse pero su cuerpo le fallaba se fue al suelo haciendo que el pene morcilludo de Leandro saliera de ella haciéndola gemir involuntariamente su ano totalmente abierto escurría gran cantidad de semen que terminaba en el piso mi pobre novia trataba de incorporase de taparse pero no podía controlar su cuerpo Leandro tuvo que ayudarla para que se sentara y le ayudara a cubrir sus enormes senos y culo acomodándole el vestido luego trato de calmarla…. Tranquila Diana tranquila no pasa nada…. Como que no pasa nada tu hijo acaba de vernos que le vamos a decir a nuestras familias no puede ser no me voy a poder casar dios mío no…. Ya cálmate tranquila ya verás yo hablo con el niño y no va a decir nada…. Que como que no va a decir nada…. No te preocupes yo puedo controlarlo ya verás que él no dice nada y nos guarda el secreto…. No te puedo creer eso él va a hablar…. Tranquila yo le compro un juego que él quiere le doy juguetes lo que él quiera y me guarda el secreto es mi hijo y yo lo conozco sé cómo tratarlo bien así que tranquila…. Me prometes que no va a decir nada…. si te lo prometo…. Cierto Felipe que tu no vas a decir nada de lo que viste tú ya sabes guardar secretos cierto…. Si papi yo no digo nada yo se guardar secretos yo guardo los secretos de papi…. Vez que te dije Diana él no dice nada, ahora vamos a vestirnos que nos deben estar esperando.

No podíamos creer lo que acabamos de ver ni yo ni los otros dos mirones que habíamos eyaculado mirando semejante escena los otros dos tipos subieron sus pantalonetas y uno me dijo…. Mejor nos vamos antes de que se complique más la cosa jajaja y se fueron yo salí de vuelta con los demás sin saber que decir al llegar me recibió Marcela me entrego el niño y me pregunto por Leandro y Diana les dije que ya venían que estaban hablando también me pregunto por Felipe que quería volver a ir al baño le dije que si lo vi que está con ellos 5 minutos después los vi venir a los tres diana caminaba con dificultad sujetándose de Leandro al llegar todos preguntaron qué paso Diana dijo que se resbalo y cayo sentada lastimándose pero que estaba bien que solo se iba a sentar un rato mientras comía algo para que le pasara el dolor del golpe yo miraba a Diana se veía nerviosa como evitando hablar mucho y hacer contacto visual conmigo, Leandro y el pequeño Felipe disimulaban como si no hubiera pasado nada no lo podía creer, Felipe estaba a cada rato al lado de su padre como pidiéndole algo acosándolo hasta que dijo a Marcela que ya venía que iba con Felipe por un helado yo mientras tanto me quede con Diana ayudándola con el niño mientras descansaba José se fue a cambiar de ropa decidimos espera a que los demás volvieran para irnos a casa esperamos 30 minutos cuando aparecieron José, Leandro y el pequeño Felipe que venía comiéndose un helado contento.

Porque se demoraron tanto le pregunto Marcela a Leandro le respondió que Felipe lo tenía loco por un helado que no lo dejaba en paz así que estuvieron buscando hasta conseguir uno de ahí nos dirigimos de vuelta yo aproveche para entrar al vestidor cambiarme rápidamente orinar y salir nos despedimos de todos José nos llevó de nuevo a casa llegamos a eso de las 12:30pm a la casa Diana totalmente cansada y adolorida dijo que iba a dormir estuvo así hasta la hora de comer le daba de comer al niño y volvía a acostarse en la cama yo mientras tanto tuve que estar pendiente del bebe cambiándole los pañales bañándolo poniéndole atención así estuvo dos días hasta que al tercero ya estaba más recuperada nos avisaron que al día siguiente la tía de Diana nos había invitado a su finca para que alistáramos lo que íbamos a llevar.

 
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